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Neurosis, psicosis y perversión; tres rostros de la

condición humana

Escribe: Carlos Arturo Moreno De la Rosa

Genio y figura hasta la sepultura. Hijo de tigre, pintito. El que nace para maceta no sale del

corredor. Árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza. ¿Qué tienen en común estos

refranes? Tienen un común denominador: la personalidad del ser humano siempre estará

presente a lo largo de su existencia. No en balde nuestros ancestros recopilaron siglos de

sabiduría en pequeñas oraciones postuladas como aforismos para designar las experiencias

que da el paso por esta tierra.

El ser humano está constituido bajo una “estructura de personalidad” que se entiende como

aquello que nos constituye, que nos hace “ser” en relación a nosotros mismos y al mundo,

una manera de ser y estar en el mundo. Desde la lectura del psicoanálisis existen tres

estructuras básicas: neurosis, psicosis y en medio de ellas la perversión.

¿Cómo se estructura el sujeto? ¿en base a qué experiencias el sujeto se estructurará? ¿de

qué depende que un sujeto sea perverso, psicótico o neurótico?

La personalidad del ser humano se estructura en base a las primeras experiencias vividas en

la más tierna infancia; experiencias de amor pero también experiencias de muerte.

Experiencias de amor como el apego, el cariño, afecto, y la posterior separación-

individuación. Experiencias de muerte manifestadas a través del rechazo, el descuido, la

falta de reconocimiento, la destrucción, aniquilación, el niño como prolongación de su


madre, etc. Y todo esto en conjunto es lo que va a estructurar al ser humano, esas primeras

vivencias quedarán troqueladas en lo más recóndito de su inconsciente y desde allí fraguará

su existencia.

Las experiencias en la primera infancia y cómo se hayan éstas percibido van a quedar de

alguna manera “fijadas” en la psique del infante, sobre todo las experiencias vividas como

excesos: exceso de frustración y exceso de satisfacción. Amor y abandono. La falla que se

instaura tendrá mucho que ver en esa estructura psíquica que se forma.

Todo se juega en el primer año de vida. ¿Cómo es que una persona tiene un “quiebre

psicótico” y anda por la vida ensimismado en su propia realidad, en un solipsismo a

perpetuidad? La persona que está estructurada bajo el designio de la psicosis

(esquizofrenia, paranoia y bipolaridad) lo es por lo que vivió en ese primer año de vida,

cuando su “Yo” se estaba formando, no hubo algún referente, hubo en cambio una madre

psicotóxica, ajena a su función de madre, enajenada con otros menesteres, abandonando al

infante a su propia suerte; no hubo una madre que catectizara al infante (llenarlo de amor) y

por lo tanto el “Yo” no logró estructurarse. Un Yo débil que a la postre, ante algún evento

traumático regresará al allá y el entonces y al no haber la estructura básica necesaria tendrá

el quiebre psicótico. De adulto tenderá a la psicosis ante un medio adverso y una estructura

que ya trae desde la infancia.

En el neurótico opera otra cosa, el neurótico (fóbico o histérico u obsesivo) libró ese primer

año; su “yo” logró estructurarse a través de introyecciones, pasa a un segundo momento, a

una segunda estructura, la estructura neurótica en donde su yo estará en constante conflicto

con la realidad, con las demandas del Ello y con las exigencias del Superyó. Como se dice
coloquialmente en las aulas de la Facultad de Psicología: “Todos somos neuróticos gracias

a Freud”.

La característica principal del neurótico es ese constante conflicto con la realidad; realidad

que le frustra, realidad con la que siempre está en constante conflicto. El neurótico por un

lado está bajo las demandas del principio del placer pero por otro lado está también bajo el

yugo de las demandas del principio del deber. En cambio en la estructura psicótica sucede

otra cosa, la persona que se ha estructurado bajo la denominación de la “psicosis” tiende

a evadir la realidad, no le gusta; por lo tanto “crea” una realidad alterna: “No soy yo el

malo, son ellos los que me persiguen”; su síntoma como un intento de re-equilibrio.

Tomemos de ejemplo el constructo “demonio”. Para el neurótico los “demonios” con los

que tiene que luchar son sus padres, su jefe, los compañeros de trabajo, la falta de dinero, la

insatisfacción sexual, la obsesión; es decir, son demonios “simbolizados”, demonios que

tienen que ver precisamente con eso que ocurrió en su infancia y retornan a su existencia

representados en personas de carne y hueso en los que deposita las frustraciones que vivió

en el allá y el entonces. Siguiendo con la misma alegoría, los demonios para el psicótico

son demonios reales, demonios que lo persiguen. Demonios que existen y que atraviesan

paredes, que se le aparece en su cuarto, nadie más lo ve, demonios que se esconden en sus

botas, demonios que le susurran cosas al oído.

Tenemos pues que el constructo denominado “demonio” es experimentado para el

neurótico a través del simbolismo, en cambio el demonio para el psicótico existe realmente.

Sólo nos queda la estructura perversa: en el perverso el “demonio” es él mismo. El perverso

como el demonio encarnado. El perverso es un “niño grandote” que no le pusieron reglas,


normas, límites, no hubo un padre que lo castrara; ausencia de la figura paterna que le

pusiera límites, que le castrara su deseo, el perverso goza por ese medio. Su goce es un

goce infantil, goza como lo hiciera un infante sádico, mortificando la existencia del otro,

saciando sus pulsiones perversas importándole solo él.

El neurótico tiene una pesadilla y al despertar sabe que solo fue un mal sueño, o un sueño

erótico que solo queda en eso, en sueño. El perverso lleva a cabo lo que el neurótico

sueña. El psicótico vive en un sueño eterno en donde ángeles y demonios existen en su

vida real.

O también podremos comprender la relación que tiene cada estructura de personalidad con

el “Otro”, por ejemplo: se dice que el neurótico tropieza siempre con la misma piedra, de

hecho el neurótico no solo tropieza con la misma piedra, él mismo la pone para tropezar

con ella (compulsión a la repetición). La relación del perverso con la piedra sería una

relación de fetiche; tomaría a la piedra no para tropezar con ella sino para fetichizarla,

sodomizarla, erotizarla, o buscar hasta por debajo de las piedras para ver con qué más

gozar. El psicótico se pondría a platicar con la piedra.

Infancia es destino y allí se jugará gran parte de lo que el ser humano será en su vida adulta.

Será desde allí como tomará decisiones, cómo se enfrentará a las situaciones cotidianas de

la vida. Todo esto ha quedado troquelado en el inconsciente del ser humano y desde allí

estará demandando ser reconocido. Intentará salir a la luz y por lo regular lo logra, pero ese

“salir a la luz” lo hace a través de una máscara que denominamos síntoma y es

precisamente ese síntoma lo que no permite al ser humano andar por la vida ligero de

equipaje. El síntoma (depresión, ansiedad, estrés, trastorno alimenticio, obsesiones,


relaciones amorosas no sanas etc.) como manifestación de eso que incomoda, de eso de lo

que se quiere hablar pero que la sociedad insiste en que se debe callar. El síntoma existe por

algo, no se trata de simplemente modificarlo o callarlo, al contrario, hay que escucharlo,

interpretarlo, traducirlo. El síntoma está allí por algo y el consultorio es el lugar idóneo para

escuchar lo que tiene que decir a través de la propia palabra del paciente, del que sufre ese

malestar que por lo regular se esconde detrás de un “No sé lo que me pasa”.

La psicoterapia como ese lugar idóneo en donde se puede escuchar el discurso del paciente

y saber eso que está allí pero que por ser precisamente inconsciente no se sabe. Hablar ese

sueño “perverso” que aterra, platicar de esos demonios simbolizados, comprender esa

compulsión a la repetición que impulsa a poner la piedra para tropezar con ella. Descubrir

la propia verdad, la propia constitución, la propia estructura de personalidad, aceptar de lo

que estamos hechos y comenzar a construir la vida que se desea vivir.

*Carlos Arturo Moreno De la Rosa

Psicólogo (UANL) y Psicoterapeuta

Consulta privada en la ciudad de Monclova, Coah. Mx

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