Você está na página 1de 6

Acentuación de las palabras

Importante es destacar que todas las palabras en castellano llevan acento.


El acento es la mayor intensidad de la voz para destacar una sílaba respecto a las
demás.
Algunas palabras llevan un tilde identificando el acento ortográfico.
Todas las palabras llevan acento pero no todas llevan tilde.
Existen reglas para determinar en qué sílaba va el acento ortográfico (tilde).
Los cuatro tipos de palabras que determinan la acentuación son:
 Agudas
 Graves
 Esdrújulas
 Sobresdrújulas

LAS PALABRAS AGUDAS


Las palabras agudas son las que llevan acento (la intensidad de la voz) en la
última sílaba.
Importante destacar que no todas las palabras agudas llevan acento ortográfico
(tilde).
Las palabras agudas llevan tilde si terminan en vocal:
 Perú - sofá - café - rubí - menú - marroquí - bebé
Las palabras agudas llevan tilde si terminan en N o S:
 también - algún - jamás - según - sillón - además - organización - capitán -
alemán - anís - canción
Hay palabras agudas que tienen tilde a pesar de NO terminar en vocal, N o S.
Esto es por la ruptura del diptongo:
 Raúl, baúl, raíz, maíz
Ejemplos de palabras agudas CON tilde:
 Perú - acción - sofá - café - organización - vudú - capitán - rubí - francés -
sillón - camarón - país - japonés
Ejemplos de palabras agudas SIN tilde:
 amor - cantidad - papel - reloj - capaz - pared - estoy - avestruz - virtud -
fatal - contador
Las palabras agudas también se llaman oxítonas.
LAS PALABRAS GRAVES (PALABRAS LLANAS)
Las palabras graves (o palabras llanas) son la que llevan la intensidad de la voz
en la penúltima sílaba.
Cabe recalcar que no todas las palabras graves llevan acento ortográfico (tilde).
Las palabras graves NO llevan tilde si terminan en VOCAL o en N o S:
Ejemplos de palabras graves CON tilde:
 árbol - cárcel - ángel - difícil - túnel - azúcar - lápiz - césped - fácil - útil -
carácter - débil
Ejemplos de palabras graves SIN tilde:
 problema - adulto - martes - zapato - volumen - pesca - amazonas - tasa -
piso - corazones*
* Corazón (con tilde - palabra aguda) - Corazones (sin tilde - palabra grave)
La palabra corazón lleva acento cuando es singular porque la intensidad de la voz
está en la última sílaba y termina en N. Pero cuando se convierte en plural, la
intensidad de la voz pasa a la penúltima sílaba y como termina en S, ya no lleva
tilde. Corazón es una palabra aguda, Corazones es una palabra grave.
Algunos otros ejemplos de palabras con el mismo cambio:
 organización - organizaciones
 nación - naciones
 objeción - objeciones
 declaración - declaraciones
 explicación - explicaciones
 guion - guiones
Palabras graves y el diptongo IA
Hay palabras graves que se acentúan a pesar de terminar en vocal, rompiendo
de esta forma el diptongo (ia).
 María - antropología - biología - oftalmología.
Las palabras graves (o palabras llanas) también se llaman paroxítonas.
LAS PALABRAS ESDRÚJULAS
Las palabras esdrújulas son las que llevan la intensidad de la voz en la
antepenúltima sílaba.
Importantísimo destacar que en este caso todas las palabras se acentúan con el
acento ortográfico (tilde) siempre.
Ejemplos de palabras esdrújulas:
 América - Bélgica - Sudáfrica - música - miércoles - sílaba - máquina -
gramática - económico - pájaro - séptimo - cuídate - brújula - gótico - hígado
- ejército - características - cállate - dámelo - fósforo - cáscara - cerámica -
oxígeno - didáctico - válido
Las palabras esdrújulas también se llaman proparoxítonas.
LAS PALABRAS SOBRESDRÚJULAS
Las palabras sobresdrújulas son las que llevan la intensidad de la voz en la sílaba
anterior a la antepenúltima sílaba. Todas llevan tilde.
Estas palabras sobresdrújulas que llevan tilde generalmente son verbos que van
unidos a los complementos indirecto y directo o son adverbios.
Ejemplos de palabras sobresdrújulas:
 cuéntamelo - devuélveselo - éticamente - fácilmente - explícaselo -
rápidamente - juégatela - véndemelo - repíteselo - frívolamente - ágilmente -
ábremelo - dígaselo - cálidamente - difícilmente - dibújamelo - dócilmente -
gánatela
Adverbios que terminan en -MENTE
De acuerdo a lo que dice la RAE, si el adjetivo lleva tilde, el adverbio conserva la
tilde. Pero en caso contrario, si el adjetivo no lleva tilde el adverbio tampoco.
Adjetivo CON tilde -> Adverbio CON tilde
 Difícil - Difícilmente
 Fácil - Fácilmente
 Cortés - Cortésmente
Adjetivo SIN tilde -> Adverbio SIN tilde
 Constante - Constantemente
 Tonto – Tontamente
Sócrates

(Atenas, 470 a.C. - id., 399 a.C) Filósofo griego. Pese a que no dejó ninguna obra
escrita y son escasas las ideas que pueden atribuírsele con seguridad, Sócrates es
una figura capital del pensamiento antiguo, hasta el punto de ser llamados
presocráticos los filósofos anteriores a él. Rompiendo con las orientaciones
predominantes anteriores, su reflexión se centró en el ser humano, particularmente
en la ética, y sus ideas pasaron a los dos grandes pilares sobre los que se asienta
la historia de la filosofía occidental: Platón, que fue discípulo directo suyo, y
Aristóteles, que lo fue a su vez de Platón.

Sócrates

Pocas cosas se conocen con certeza de la biografía de Sócrates. Fue hijo de una
comadrona, Faenarete, y de un escultor, Sofronisco, emparentado con Arístides el
Justo. En su juventud siguió el oficio de su padre y recibió una buena instrucción;
es posible que fuese discípulo de Anaxágoras, y también que conociera las
doctrinas de los filósofos eleáticos (Jenófanes, Parménides, Zenón) y de la escuela
de Pitágoras.

Aunque no participó directamente en la política, cumplió ejemplarmente con sus


deberes ciudadanos. Sirvió como soldado de infantería en las batallas de Samos
(440), Potidea (432), Delio (424) y Anfípolis (422), episodios de las guerras del
Peloponeso en que dio muestras de resistencia, valentía y serenidad
extraordinarias. Fue maestro y amigo de Alcibíades, militar y político que cobraría
protagonismo en la vida pública ateniense tras la muerte de Pericles; en la batalla
de Potidea, Sócrates salvó la vida a Alcibíades, quien saldó su deuda salvando a
Sócrates en la batalla de Delio.

Con los bienes que le dejó su padre al morir pudo vivir modesta y austeramente, sin
preocupaciones económicas que le impidiesen dedicarse al filosofar. Se tiene por
cierto que Sócrates se casó, a una edad algo avanzada, con Xantipa, quien le dio
dos hijas y un hijo. Cierta tradición ha perpetuado el tópico de la esposa despectiva
ante la actividad del marido y propensa a comportarse de una manera brutal y soez.
En cuanto a su apariencia, siempre se describe a Sócrates como un hombre
rechoncho, con un vientre prominente, ojos saltones y labios gruesos, del mismo
modo que se le atribuye también un aspecto desaliñado.

La mayor parte de cuanto se sabe sobre Sócrates procede de tres contemporáneos


suyos: el historiador Jenofonte, el comediógrafo Aristófanes y el filósofo Platón.
Jenofonte retrató a Sócrates como un sabio absorbido por la idea de identificar el
conocimiento y la virtud, pero con una personalidad en la que no faltaban algunos
rasgos un tanto vulgares. Aristófanes lo hizo objeto de sus sátiras en una comedia,
Las nubes (423), donde es caricaturizado como engañoso artista del discurso y se
le identifica con los demás representantes de la sofística, surgida al calor de la
consolidación de la democracia en el siglo de Pericles. Estos dos testimonios
matizan la imagen de Sócrates ofrecida por Platón en sus Diálogos, en los que
aparece como figura principal, una imagen que no deja de ser en ocasiones
excesivamente idealizada, aun cuando se considera que posiblemente sea la más
justa.

La mayéutica

Al parecer, y durante buena parte de su vida, Sócrates se habría dedicado a


deambular por las plazas, mercados, palestras y gimnasios de Atenas, donde
tomaba a jóvenes aristócratas o a gentes del común (mercaderes, campesinos o
artesanos) como interlocutores para sostener largas conversaciones, con
frecuencia parecidas a largos interrogatorios. Este comportamiento correspondía,
sin embargo, a la esencia de su sistema de enseñanza, la mayéutica.

El propio Sócrates comparaba tal método con el oficio de comadrona que ejerció su
madre: se trataba de llevar a un interlocutor a alumbrar la verdad, a descubrirla por
sí mismo como alojada ya en su alma, por medio de un diálogo en el que el filósofo
proponía una serie de preguntas y oponía sus reparos a las respuestas recibidas,
de modo que al final fuera posible reconocer si las opiniones iniciales de su
interlocutor eran una apariencia engañosa o un verdadero conocimiento.

En sus conversaciones filosóficas, al menos tal y como quedaron reflejadas en los


Diálogos de Platón, Sócrates sigue, en efecto, una serie de pautas precisas que
configuran el llamado diálogo socrático. A menudo comienza la conversación
alabando la sabiduría de su interlocutor y presentándose a sí mismo como un
ignorante: tal fingimiento es la llamada ironía socrática, que preside la primera parte
del diálogo. En ella, Sócrates proponía una cuestión (por ejemplo, ¿qué es la
virtud?) y elogiaba la respuesta del interlocutor, pero luego oponía con sucesivas
preguntas o contraejemplos sus reparos a las respuestas recibidas, sumiendo en la
confusión a su interlocutor, que acababa reconociendo que no sabía nada sobre la
cuestión.

Tal logro era un punto esencial: no puede enseñarse algo a quien ya cree saberlo.
El primer paso para llegar a la sabiduría es saber que no se sabe nada, o, dicho de
otro modo, tomar conciencia de nuestro desconocimiento. Una vez admitida la
propia ignorancia, comenzaba la mayéutica propiamente dicha: por medio del
diálogo, con nuevas preguntas y razonamientos, Sócrates iba conduciendo a sus
interlocutores al descubrimiento (o alumbramiento) de una respuesta precisa a la
cuestión planteada, de modo tan sutil que la verdad parecía surgir de su mismo
interior, como un descubrimiento propio.

La filosofía de Sócrates

Al prescindir de las preocupaciones cosmológicas que habían ocupado a sus


predecesores desde los tiempos de Tales de Mileto, Sócrates imprimió un giro
fundamental en la historia de la filosofía griega, inaugurando el llamado periodo
antropológico. La cuestión moral del conocimiento del bien estuvo en el centro de
las enseñanzas de Sócrates. Como se ha visto, el primer paso para alcanzar el
conocimiento consistía en la aceptación de la propia ignorancia, y en el terreno de
sus reflexiones éticas, el conocimiento juega un papel fundamental. Sócrates piensa
que el hombre no puede hacer el bien si no lo conoce, es decir, si no posee el
concepto del mismo y los criterios que permiten discernirlo.

El ser humano aspira a la felicidad, y hacia ello encamina sus acciones. Sólo una
conducta virtuosa, por otra parte, proporciona la felicidad. Y de entre todas las
virtudes, la más importante es la sabiduría, que incluye a las restantes. El que posee
la sabiduría posee todas las virtudes porque, según Sócrates, nadie obra mal a
sabiendas: si, por ejemplo, alguien engaña al prójimo es porque, en su ignorancia,
no se da cuenta de que el engaño es un mal. El sabio conoce que la honestidad es
un bien, porque los beneficios que le reporta (confianza, reputación, estima,
honorabilidad) son muy superiores a los que puede reportarle el engaño (riquezas,
poder, un matrimonio conveniente).

El ignorante no se da cuenta de ello: si lo supiese, cultivaría la honestidad y no el


engaño. En consecuencia, el hombre sabio es necesariamente virtuoso (pues
conocer el bien y practicarlo es, para Sócrates, una misma cosa), y el hombre
ignorante es necesariamente vicioso. De esta concepción es preciso destacar que
la virtud no es algo innato que surge espontáneamente en ciertos hombres, mientras
que otros carecen de ella. Todo lo contrario: puesto que la sabiduría contiene las
demás virtudes, la virtud puede aprenderse; mediante el entendimiento podemos
alcanzar la sabiduría, y con ella la virtud.

De este modo, la sabiduría, la virtud y la felicidad son inseparables. Conocer el bien


nos lleva a observar una conducta virtuosa, y la conducta virtuosa conduce a la
dicha. La felicidad no radica en el placer (la ética socrática no es hedonista), a no
ser que se considere como placer algo mucho más elevado: la íntima paz y
satisfacción que produce la vida virtuosa. En palabras de Sócrates citadas por
Jenofonte, ningún placer supera al de «sentirse transformado en mejor y contribuir
al mejoramiento de los amigos». La vida virtuosa lleva al equilibrio y a la perfección
humana, a la libertad interior y a la autonomía respecto a lo que nos esclaviza, y
mediante ella se consigue la paz del alma, el gozo íntimo imperturbable, la
satisfacción interior que nos acerca a lo divino.

Sin embargo, en los Diálogos de Platón resulta difícil distinguir cuál es la parte de lo
expuesto que corresponde al Sócrates histórico y cuál pertenece ya a la filosofía de
su discípulo. Sócrates no dejó doctrina escrita, ni tampoco se ausentó de Atenas
(salvo para servir como soldado), contra la costumbre de no pocos filósofos de la
época, y en especial de los sofistas. Si, como parece, las ideas éticas antes
expuestas son del propio Sócrates, su filosofía se sitúa en la antípodas del
escepticismo y del relativismo moral de los sofistas (Protágoras, Gorgias), pese a lo
cual, y a causa de su pericia dialéctica, pudo ser considerado en su tiempo como
uno de ellos, tal y como refleja la citada comedia de Aristófanes.
Con su conducta, Sócrates se granjeó enemigos que, en el contexto de inestabilidad
en que se hallaba Atenas tras las guerras del Peloponeso, acabaron por considerar
que su amistad era peligrosa para aristócratas como sus discípulos Alcibíades o
Critias; oficialmente acusado de impiedad y de corromper a la juventud, fue
condenado a beber cicuta después de que, en su defensa, hubiera demostrado la
inconsistencia de los cargos que se le imputaban. Según relata Platón en la
Apología que dejó de su maestro, Sócrates pudo haber eludido la condena, gracias
a los amigos que aún conservaba, pero prefirió acatarla y morir, pues como
ciudadano se sentía obligado a cumplir la ley de la ciudad, aunque en algún caso,
como el suyo, fuera injusta; peor habría sido la ausencia de ley. La serenidad y la
grandeza de espíritu que demostró en sus últimos instantes están vivamente
narradas en las últimas páginas del Fedón.

Você também pode gostar