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Reflexión JUAN 5:1-9

Introducción

Se distinguen, en este sentido, tres etapas: la primera, cuando junto con su hermano
Charles funda el “Holy Club” (Santo Club); la segunda, cuando realiza su viaje a
Savannah, Georgia (EE. UU.); y la tercera cuando regresa a Inglaterra. Juan Wesley
regresó a Inglaterra deprimido y golpeado luego de su desastroso viaje de
“evangelización” a las Trece Colonias Inglesas en América en el año 1735.La experiencia
del Corazón Ardiente ocurre durante la tercera etapa.

Aquella noche, Juan Wesley, sacerdote Anglicano, entró a la Iglesia de los Moravos y
escuchó cánticos e himnos. Los Moravos eran una Iglesia Alemana, muy piadosa que
practicaban la piedad, los cánticos y la fe ardiente en Jesucristo. Aquella noche del 24 de
mayo de 1738, Juan Wesley escuchó la reflexión que se leía sobre el Prefacio de Martin
Lutero sobre la Epístola a los Romanos y sobre Efesios 2:7-9:

“para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad
para con nosotros en Cristo Jesús. 8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y
esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe”.

"Como a las nueve menos cuarto, mientras escuchaba la descripción del cambio
que Dios opera en el corazón por la fe en Cristo, sentí arder mi corazón de una
manera extraña. Sentí que confiaba en Cristo, y en Cristo solamente, para mi
salvación. Y recibí la seguridad de que Él había borrado mis pecados y que me
salvaba a mí de la ‘ley del pecado y de la muerte’. Me puse entonces a orar con
todas mis fuerzas por aquellos que más me habían perseguido y ultrajado.
Después di testimonio público ante todos los asistentes de lo que sentía por
primera vez en mi corazón."

Desarrollo

En nuestro texto hoy, es el hombre que tanto anhela recibir ayuda de Dios que pone
límites a Su poder de sanarle. Sin embargo, Jesús se muestra todopoderoso y sana a pesar
de la falta de fe de este hombre.

1. Donde está nuestra mirada


En nuestro texto hoy, es el hombre que tanto anhela recibir ayuda de Dios que pone
límites a Su poder de sanarle. Sin embargo, Jesús se muestra todopoderoso y sana a pesar
de la falta de fe de este hombre.

Pero es importante recordar que es Dios el que hace las obras y no nosotros por nuestras
fuerzas. En ocasiones somos nosotros los que le ponemos límites al soberano Dios del
universo. Debemos siempre recordar que Dios siempre está con nosotros y que para él no
hay cosa imposible. No existe ningún problema o circunstancia más grande que nuestro
Dios. Recordar esta verdad nos da tranquilidad de saber que al estar en las manos de Dios
estamos en buenas manos.

"Había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo."
Nuestra atención se dirige ahora, a un sólo hombre. No sabemos si había estado junto al
estanque todo este tiempo, o no. Había sufrido de esa enfermedad por treinta y ocho años,
y al parecer, se movía con dificultad. Diríamos que su caso era el peor de los que allí se
encontraban. Piense usted en la frustración que debe haber sentido este pobre hombre.
Incluso si no había estado allí durante todos los treinta y ocho años de su enfermedad, por
lo menos debe haber permanecido allí por algunos años. Debe haber tenido bastante más
de 38 años, y según se dice más adelante en el relato, su condición fue el resultado de su
propio pecado. Podemos imaginarnos a este pobre hombre acostado allí, con los ojos
puestos sobre el agua, esperando el movimiento del agua. Habrá tenido la esperanza que,
de alguna u otra manera, él podría ser el primero en bajar al agua, y debe haberse sentido
decepcionado una y otra vez. Se encontraba en una condición tan penosa, que los demás
siempre se metían primero en el agua. Estamos seguros que él vio allí muchas aparentes
curaciones. Pues bien, nuestro Señor sabía que él había estado enfermo por mucho
tiempo y que por mucho tiempo había esperado al lado del estanque. Ahora, observemos
cómo se acercó el Señor al enfermo. Leamos el versículo 6:
Cuando Jesús lo vio acostado y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres
ser sano?"
Ésa era una pregunta algo extraña para un enfermo. Parece algo absurda, ¿no es cierto?
Por supuesto que él quería ser sano, pero el Señor le hizo la pregunta por dos motivos.
En primero, quería producir esperanza en el hombre. Su caso era desesperado, y creemos
que esa luz de esperanza se había alejado de su vida. Segundo, y este era el motivo más
importante, Jesús quería que este hombre apartara sus ojos del estanque. Jesús quería que
le mirara a Él. Creemos que este hombre nunca se había fijado en nadie que se había
acercado por allí. Nunca miró a ninguna otra parte, porque sus ojos estaban fijos en el
estanque. De modo que, nuestro Señor le sorprendió con su pregunta "¿Quieres recobrar
la salud?"
Ahora, cuando nuestro Señor le preguntó que si de veras quería ser sano, creemos que
aquel hombre, naturalmente reaccionó con una mirada que expresaba sorpresa. ¿Quién
haría una pregunta como esa? Su contestación fue: "Claro que quiero ser sano. Pero, ese
no es mi problema. Lo que necesito es que alguien me meta en el agua".
La condición de muchos hoy en día es como la de ese hombre que vigilaba aquel
estanque esperando que algo sucediera. Nos atrevemos a decir que en estos días, esa es la
condición de todos nosotros. Estamos esperando. Hay muchos que esperan que alguna
gran emoción les sobrevenga. Luego, hay los que posponen hacer una decisión por
Cristo. No están dispuestos a volverse a Él porque están buscando una experiencia
emocional, están buscando que algo suceda, algo que cambie sus vidas. Otro grupo de
personas hoy en día, tiene los ojos puestos en los negocios, y espera que algo ocurra que
les permita enriquecerse rápidamente. Algunos han escuchado contar la experiencia de
otros y están esperando que una cosa semejante ocurra en sus vidas. Y entonces, sufren
una decepción bastante amarga.
Muchos han sufrido esto, y realmente son personas que provienen de toda clase social y
carácter. Pero todos caen bajo una de estas categorías y están esperando. Éste es el
problema. Desafortunadamente, tienen los ojos puestos en una cosa, en un individuo, o en
una experiencia determinada. El apóstol Pablo nos dijo en su primera carta a los
Tesalonicenses, capítulo 1, que los cristianos allí en Tesalónica, se convirtieron de los
ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero. Es decir, que quitaron los ojos de
aquellos objetos, allí en Tesalónica y se volvieron para servir al Señor Jesucristo. Estamos
seguros que este hombre en el estanque, miró hacia arriba asombrado de que alguien le
hiciera esa pregunta.
2. ¿Somos verdaderamente la luz del mundo?
"El enfermo le respondió: Señor, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita
el agua; mientras yo voy, otro desciende antes que yo."
¡Qué historia tan triste es ésta que cuenta! Este pobre hombre, desesperado, impotente,
sin casa ni hogar y solitario realmente estaba diciendo: "¿Que si quiero ser sano?" ¡Claro
que sí! "Pero, no tengo quien me meta en el estanque. ¿Me meterás Tú en el estanque?"
Ahora, en el momento en que el hombre puso sus ojos en el Señor Jesús, entonces sí que
le sucedió algo. Leamos el versículo 8:
"Jesús le dijo: Levántate, toma tu camilla y anda."
Le mandó levantarse, tomar su lecho, y andar. Debía dejar a otro su lugar allí junto al
estanque. Pero él debía tomar su lecho e irse, porque era seguro que no sufriría ninguna
recaída. Continuemos leyendo el versículos 9
"Al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su camilla y anduvo. Era sábado aquel
día”
Este es un texto totalmente «Misericordioso», es una escena preciosa ante el enfermo, el
que está solo, el que no tiene nada. Y los judíos que anteponen sus reglas humanas, su
moral al amor que es Palabra de Dios en acción. ¿Cómo es mi actitud con los enfermos
de mi familia, fuera de mi familia y más aún, con los que encuentro en la calle?, ¿Soy
capaz de ayudarles a levantarse, cuidarlos, atenderlos, asearlos, alimentarlos y pedir al
Señor por ellos?, ¿Cuáles podrían ser esos sábados que tengo ante un enfermo, antipatía,
indiferencia, pretextos, miedos, fobias?, ¿Estos sábados o moral o prejuicios o miedos,
¿Oro al Señor por la salud de todos los que están cercanos a mi, y aquellos que no lo
están, pero que sabemos que existen y le pido que los tome en su manos y los cuide?

En el lado espiritual un paralitico es aquel que tiene las mejores intenciones para con
Dios, con su familia y la iglesia pero su cuerpo está saturado de pasiones humanas que lo
arrastran dejándolo sin fuerzas.

Conclusión
La cosa que nos parece tan asombrosa aquí, es que, había multitudes de personas en
aquellos pórticos que se quedaron sin ser sanadas. Y hoy en día, hay multitudes que no
son salvas. ¿No está Jesús dispuesto a salvarlas? Sí, pero lo que ocurre es que muchos
aún no han mirado a Jesús y quienes somos llamados a ser sus instrumentos no estamos
poniendo el máximo esfuerzo en nuestra tarea de ser verdaderamente la luz del mundo.

Predicar al aire libre era una novedad en aquellos tiempos. Wesley, siempre cuidadoso de
la etiqueta, el decoro y la corrección, sintió timidez ante tal sorprendente perspectiva.
Whitefield lo presentó ante una multitud y su texto bíblico aquel primer día resultó ser
profético. Comenzó con Isaías 61:1-2: "El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí,
porque me ungió Jehová; me ha enviado para predicar buenas nuevas a los abatidos". Y
así fue, ya que empezó a predicar las buenas nuevas a los pobres y así continuó durante
más de 50 años, profundamente consciente de su debilidad, pero raramente abatido, a
menudo bajo tensiones, pero siempre seguro sobre un fundamento firme. "El fuego se ha
encendido en la nación —clamó Whitefield— y sé que todos los demonios del infierno no lo
podrán apagar".

El promedio de predicaciones de Juan Wesley fue de 780 veces por año durante 54 años y
viajó más de 400.000 kilómetros

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