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¿QUIÉN ESCRIBIÓ LA BIBLIA Y PORQUÉ?

EL ARCA DE LA ALIANZA Y EL TEMPLO DE SALOMÓN


Extraído de Historia Secreta del Mundo
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El Arca de la Alianza: el objeto más misterioso y poderoso del cual nos quieren hacer creer era objeto de las
estadías de los Templarios y sus búsquedas en Jerusalén. ¿Qué sabemos realmente acerca del Arca?

Para siquiera poder hacernos una idea de la naturaleza del Arca, es obvio que tenemos que realizar un cuidadoso examen
de la estructura religiosa dentro de la cual aparece inserta: el Judaísmo. Cuando me inicié en el estudio de los asuntos que
más me interesaban (cuestiones religiosas, problemas filosóficos, y temas relacionados) realmente no tenía la menor idea
de que iba a descubrir algo tan horrendo, de tan profundas implicaciones, como lo que descubrí acerca de las religiones
en general y el monoteísmo en particular. Ruego no se me malinterprete o se piense que estoy promoviendo el paganismo
o cualquier otra forma de adoración de “dioses” o imágenes de los mismos. Estoy plenamente convencida de que la
fuente de todas las cosas es la conciencia, y que en su aspecto fundamental, esta conciencia es lo que solemos llamar
Dios, o bien la Mente Divina. Pero el asunto que estamos considerando aquí es la imposición del monoteísmo como la
doctrina de un grupo que declara que su versión de quién o qué es dios es la única correcta. Como resultado de eso
tenemos la preeminencia del monoteísmo judeo-cristiano, con su retorcida concepción linear del tiempo tomada en
préstamo del Zoroastrismo.

La gente ha estado leyendo la Biblia durante siglos. A ningún otro texto dentro de nuestra cultura se le ha conferido
similar estatus. Existen más copias de la Biblia que de cualquier otro libro sobre la faz de la Tierra. Se le cita más a
menudo que cualquier otro texto y existen más traducciones de la misma que de cualquier otro libro. A lo largo de la
historia escrita, el número de personas que la han leído, estudiado, enseñado, admirado, utilizado como modelo de vida,
muerto a causa suya y asesinado a causa suya, supera con creces al de su más cercano seguidor. Es el documento que se
encuentra en el corazón mismo del Judaísmo y el Cristianismo, y no obstante todo lo anterior, el hombre común rara vez
se pregunta quién, en realidad, fue el que la escribió. La respuesta, de todas maneras, se cree conocer de antemano: es
obra de revelación, dictado, o bien inspiración divina.

A pesar de lo que pueda el hombre común creer acerca de ella, muchos investigadores –en su gran mayoría teólogos– han
estado trabajando en estas cuestiones por cerca de mil años ya (ello, claro está, cuando no se les ha enviado a quemar en
la hoguera por la mera osadía de hacerse tales preguntas). Lo que resulta irónico es el hecho de que, en su intento por
aproximarse lo más cercanamente posible al texto original (el que suponen más cercano a la primera revelación de la
mano de Dios) la mayoría de ellos solo pretendía una más estrecha comunión con Dios.

Cuando uno estudia literatura dentro del marco de una clase académica, es importante estudiar la vida del autor, aunque
solo sea a través de las claves proporcionadas por los mismos trabajos literarios que se están examinando. Ello le permite
a uno ver las conexiones significativas entre la vida del autor y el texto que este ha producido. En términos de la Biblia,
estas conexiones son cruciales. No obstante, el hecho es que cuando hablamos de cosas tan nebulosas como la religión y
la historia, de inmediato nos vemos enfrentados a un problema.

Cuando escriben acerca de la historia, los historiadores no solamente discuten acerca de los hechos teóricos que se
proponen como elementos a lo largo de una línea de tiempo, sino también acerca de los métodos utilizados para dilucidar
la naturaleza de cada uno de esos elementos. Generalmente extraen sus conclusiones acerca de la historia a través de la
lectura de las “fuentes” o de los registros más antiguos del asunto en cuestión. En algunos casos estos registros podrían
ser los relatos de los mismos testigos presenciales, mientras que en otros se trata de relatos transmitidos por
intermediación de algún escriba.

Los historiadores suelen hacer una distinción entre fuentes “primarias” y “secundarias”. Una fuente primaria no
necesariamente es un testigo presencial –si bien la existencia de uno de estos siempre resulta conveniente–, sino que más
bien se define como aquella que no puede ser conectada a ninguna otra fuente anterior, por lo que no parece depender del
relato de otro persona. Las fuentes secundarias son esencialmente copias o re-elaboraciones de las fuentes primarias. A
menudo consisten en un conglomerado de materiales recopilados de varias fuentes a los que se les incluye algunos
comentarios o datos adicionales. Esto obviamente podría representar un problema si la fuente primaria es completamente
falsificada.

El requerir interpretaciones y evaluaciones de las fuentes primarias es cosa del todo legítima; ese es justamente el papel
de toda buena fuente secundaria, siempre y cuando se haga clara distinción entre fuente e interpretación. De hecho, las
fuentes secundarias –los análisis– resultan vitales para el lector promedio que no tiene el suficiente conocimiento de los
antecedentes lingüísticos, históricos y culturales como para evaluar las fuentes primarias. Pero sucede con mucha
frecuencia que los historiadores tratan a sus fuentes exactamente de la misma manera que describe J. K. Huysmans:”
Para un hombre de talento los eventos no son más que un trampolín de ideas y de estilos, puesto que todos ellos resultan
mitigados o agravados de acuerdo a las necesidades que se tengan de una causa o de acuerdo al temperamento del
escritor que los manipula.”

En lo que concierne a los documentos que los apoyan la cosa es peor aún, puesto que ninguno de ellos es irreducible y
todos son rectificables. Si no resultan ser apócrifos, otros documentos no menos confiables pueden ser descubiertos en
fecha posterior que los contradigan, mismos que a su vez deberán esperar su turno de ser devaluados por el
descubrimiento de otros archivos no menos ciertos. [Huysmans, 1891, Cap. II].

En los primeros años del siglo 20, M. M. Mangasarian, antiguo Congregacionista y Ministro Presbiteriano que estudió en
el Seminario Teológico de Princeton y que ya muy temprano en su vida había renunciado a su filiación cristiana para
seguir una brillante carrera como proponente del Libre Pensamiento, escribió: La Biblia es un Libro Extraordinario:
cualquier libro que declare completa infalibilidad, que aspire a la absoluta autoridad sobre mente y cuerpo, que exija
rendición incondicional a todas sus pretensiones so pena de eterna condenación, necesariamente es un libro
extraordinario, y uno que, por tanto, debe ser sometido a evaluaciones extraordinarias.

Pero no lo es.
Ni los sacerdotes cristianos ni los rabinos judíos aprueban el someter la Biblia a las mismas evaluaciones a las que deben
someterse otros libros.
¿Porqué?
¿Porque esto podría ayudar a la Biblia? Esa no puede ser la razón.
¿Porque podría dañarla? No se nos ocurre ninguna otra explicación.
La Verdad es que la Biblia es: una Colección de Escritos de Fecha y Autoría Desconocidas y Revertidos al Idioma Inglés
a partir de Supuestas Copias de Supuestos Originales desafortunadamente Perdidos. (1)

Recientemente, Richard Dawkins, autor de Blind Watchmaker, sugirió que la religión era un virus: Dawkins argumentó
que la extendida presencia de la religión –a pesar de la ausencia de cualquier beneficio evidente– sugiere que ello no se
debe a una adaptación evolutiva. [...] La sociedad representa un apto caldo de cultivo para el “virus” de la religión al
etiquetar de manera automática a los niños con la religión de sus padres. Los niños a su vez absorben estas creencias
porque están condicionados para hacerlo así.

A pesar de ser universal, según ha dicho Dawkins, la religión no es generalmente beneficiosa. Rechazando las teorías de
muchos de sus contemporáneos, Dawkins argumenta que la religión no ha ayudado a la gente a adaptarse o a sobrevivir.
Más allá de ser una fuente de consuelo, la religión no suministra protección alguna contra las enfermedades o las
amenazas físicas.

“Si una persona se ve enfrentada con un león no se apaciguará si se le dice que solo se trata de un conejo”, dice Dawkins.
La religión, desde el punto de vista de Dawkins, no solamente suministra un falso sentido de seguridad, sino que además
es activamente divisiva y dañina. Designados como cristianos o como musulmanes por sus padres, los niños además
heredan la susceptibilidad a las discriminaciones asociadas con estas etiquetas. Dawkins ha señalado el ejemplo de los
fundamentalistas protestantes en Belfast que se solazan en escupir a las niñas católicas por la única razón de que sus
padres las han etiquetado como católicas. (2)
En muchos aspectos Dawkins está en lo cierto. Si bien no comparto sus ideas de que la existencia es consecuencia
exclusiva de la “mecanicidad accidental del universo”, debo decir que ha sabido enfocarse en un elemento crucial de la
religión o de los cultos, como se conocen hoy en día: que se tratan de un virus, y más aún, uno de naturaleza letal. Entre
todas las opiniones expresadas por Dawkins, una que ciertamente no comparto es: “Si una persona se ve enfrentada con
un león no se apaciguará si se le dice que solo se trata de un conejo”. Lo cierto es que este es justamente el problema que
enfrentamos cuando contemplamos nuestra realidad. Muchas personas sí terminan por apaciguarse cuando se les dice que
el león es solo un conejo. No es algo que les ayude a sobrevivir, o a solucionar los problemas de la existencia, pero
distrae su atención y evita que formulen preguntas incómodas acerca de nuestra realidad que el Poder Reinante no desea
que formulen. En cuanto a porqué la gente cree con tanta facilidad en las mentiras de los Cultos Monoteístas, Dawkins
señala de manera sucinta que la religión es una norma social que se vale de las tendencias psicológicas de los niños. “Es
su particular obediencia la que los torna vulnerables a los virus y los gusanos [informáticos]”, ha dicho Dawkins.

Su particular obediencia. La religión es una forma coercitiva de asegurar la obediencia a la Maquiavelo.

Como quizás lo sepa el lector (3) , pasé cierto número de años trabajando de hipnoterapeuta como parte de mi búsqueda
de repuestas a los asuntos que atañen al “plano de la mente”. Ese trabajo me capacitó para tener una perspectiva única de
casi todas las otras ramas de estudio en las que me he ocupado desde entonces. Lo más importante que aprendí de él es
que la mayoría, cuando no TODAS, las opiniones humanas acerca de las cosas tienen su raíz en el pensamiento
emocional. Las emociones tienen la curiosa tendencia de “colorear” todo lo que vemos, experimentamos y recordamos,
de forma tal que lo que pensamos resulta ser, muy a menudo, el resultado de una “anhelación compulsiva”.

El problema con el asunto de la Biblia y de la Historia es que hay una gran cantidad de campos que pueden contribuir
valiosa información –arqueología, paleontología, geología, lingüística, etc.– pero esa información es descartada en favor
de aquello que la mente concibe como resultado de su “anhelación compulsiva”. En el otro extremo tenemos a la
mitología y a la historia. Desafortunadamente ellas son muy similares porque, como bien sabemos, “la historia la
escriben los ganadores”. Y la gente es propensa a cometer actos altamente censurables en situaciones difíciles, que
posteriormente procurarán encubrir con la intención de proyectar a la posteridad una imagen de sí mismos que sea lo más
favorable posible.

Los más antiguos textos en hebreo que se conservan del Antiguo Testamento, son los que se encontraron en Qumran, que
apenas se remontan a dos o tres siglos antes de Cristo. Previo a su aparición, la más antigua versión descubierta era una
traducción al griego que data aproximadamente del mismo período. Y el texto completo en lengua hebraica que presenta
mayor antigüedad, tan solo data del siglo décimo DC, así que hay algo que no está bien con este estado de cosas.

Se tiene la creencia general, como resultado del análisis textual, de que una pequeña parte del Antiguo Testamento se
escribió alrededor del año 1000 AC y que el resto data de aproximadamente el 600 AC. La Biblia, tal y como la
conocemos, es el resultado de numerosos cambios a lo largo de los siglos, y hay tal número de contradicciones dentro de
ella que no tenemos espacio suficiente para listarlas. Existen bibliotecas enteras dedicadas a este asunto, y le recomiendo
al lector revisar el material con el fin de tener un fundamento sobre el cual poder juzgar las cosas que voy a decir.

Los estudiosos de la Biblia generalmente sitúan a Abraham entre los años 1800 y 1700 AC. Los mismos estudiosos sitúan
a Moisés entre el 1300 y el 1250 AC. Sin embargo, cuando rastreamos las generaciones tal y como aparecen listadas en la
Biblia, ¡solamente encontramos siete generaciones entre ambas figuras patriarcales! Cuatrocientos años es demasiado
para tan solo siete generaciones. Considerando entre 35 y 40 años para cada generación, eso colocaría a Abraham
alrededor del 1550 AC y a Moisés alrededor del 1300 AC. Esto obviamente significa que hay varios cientos de años de
los que no se da cuenta alguna dentro del texto. Remontándonos hasta la figura de Noé, y utilizando la misma lista de
generaciones suministrada por la Biblia, llegamos a una fecha entre el 2000 y el 1900 AC: la época aproximada del arribo
de los Indoeuropeos al Cercano Oriente. Los registros geológicos y arqueológicos no dan cuenta de ningún cataclismo en
esa época, pero en cambio sí hay evidencias de lo que se podría denominar como una discontinuidad global de orden
cataclísmica hace alrededor de 12,000. Así que tenemos en este caso un faltante de alrededor de 8000 años, días más o
menos.

En un sentido más general, el utilizar la Biblia como una fuente histórica de información presenta una serie de problemas
insuperables, en particular cuando se considera el factor “mitificación”. Hay muchas contradicciones en el texto que no
es posible reconciliar por ninguna suerte de contorsionismo teológico o mental. En ciertos lugares se describe la
ocurrencia de eventos en cierto orden, mientras que en otros se indica que ocurrieron en un orden diferente. En un lugar
la Biblia dice que había dos de algo, y más adelante dice que eran 14. En una página la Biblia dice que los Moabitas
hicieron algo, y unas cuantas páginas más adelante dice que los Midianitas hicieron exactamente lo mismo. Hay incluso
una instancia en la se describe a Moisés visitando el Tabernáculo, ¡antes de que este hubiera sido construido! (y a menos
de que Moisés pudiera viajar en el tiempo, no se concibe cómo podría suceder tal cosa).

Hay otros detalles en el Pentateuco que suponen problemas adicionales: se indican ciertas cosas que es imposible que
Moisés haya podido saber si hubiera vivido cuando se dice que lo hizo. Hay un caso particular en el que Moisés dice algo
que no pudo haber dicho: el texto relata su misma muerte, y esto es altamente improbable que haya podido ser relatado
por Moisés. ¡El texto también afirma que Moisés era el hombre más humilde sobre la faz de la Tierra!

La Inquisición se hizo cargo de lidiar con todos estos problemas durante buena parte de los últimos dos mil años, y de
una manera similar también se encargó de los Cátaros y de cualquier otro grupo de individuos que no aceptara la versión
oficial de las cosas promulgada por el establecimiento judeo-cristiano.

Para los judíos, las contradicciones no eran tales, sino solamente “aparentes contradicciones”, ¡y todas susceptibles de ser
explicadas por vía de la “interpretación”! (Yo podría añadir que estas interpretaciones eran usualmente más fantásticas
que los mismos problemas). Moisés era capaz de “saber cosas que no debería haber sabido” porque él era un profeta. Los
comentaristas bíblicos medievales, tales como Rashi y Nacmánides, eran sumamente duchos en reconciliar lo
irreconciliable.

En el siglo 11 Isaac ibn Yashush, un médico de la corte morisca española y auténtico revoltoso por naturaleza, mencionó
el hecho embarazoso de que la lista de reyes edomitas que aparece en Génesis 36 incluye algunos reyes que vivieron
mucho tiempo después de que Moisés había muerto. Ibn Yashush sugirió lo obvio, que la lista debía haber sido
compilada por alguien que vivió en fecha posterior a Moisés. Desde entonces se le conoció como “Isaac el Desatinado”.

El tipo que inmortalizó al listo de Isaac con tal apelativo fue Abraham ibn Ezra, un rabino de la España del siglo 12. Pero
Ibn Ezra nos enfrenta con una paradoja, porque él también escribió acerca de los problemas que existen con el texto de la
Torah. Alude a numerosos pasajes que no parecen ser obra de la mano de Moisés puesto que se refieren a este en tercera
persona, emplean términos que Moisés no podía conocer, describen lugares en los que Moisés nunca estuvo, y utilizan un
lenguaje que pertenecen a una época y un ambiente totalmente ajenos a los de Moisés. De manera bastante misteriosa,
escribió: “Aquel que entiende reconocerá la verdad. Aquel que entiende guardará silencio”.

Así que, ¿porqué llamó a Ibn Yashush el “desatinado”? Obviamente porque este tenía que abrir su bocota y revelar el
secreto de que la Torah no era lo que se suponía, y una vez que se supiera la verdad, muchos seguidores del negocio del
misticismo judío perderían interés en el mismo. Y el mantener el interés de los estudiantes y buscadores de poderes era
un gran negocio en aquella época. Más aún, quisiéramos señalar que todo el mito del Cristianismo dependía de la validez
del judaísmo puesto que se trataba de su “Nueva Alianza”, y aun si había un aparente conflicto entre judíos y cristianos,
los cristianos desesperadamente necesitaban validar al judaísmo y a su argumento de que se trataba de la revelación del
Dios Único al “pueblo escogido”. Después de todo, era sobre esta base que se afirmaba que Jesús era el hijo de Dios. En
resumidas cuentas, se podría decir que el cristianismo creó al judaísmo, en el sentido de que este último se habría
desvanecido en el olvido de no haber recibido un infusión de energía que lo validó durante la época del Oscurantismo.

En el Damasco del siglo 14, un estudioso de nombre Bonfils escribió una obra en la cual decía: “Y ello constituye
evidencia de que este verso de la Torah fue escrito en época posterior, y ciertamente no por mano de Moisés”. Ni siquiera
estaba negando el carácter de “revelación” de la Torah, sino meramente haciendo un comentario razonable. Trescientos
años más tarde se reimprimió su obra pero en esta ocasión eliminando dicho comentario.

En el siglo 15, Tostatus, Obispo de Ávila, también afirmó que Moisés no pudo haber escrito los pasajes que se refieren a
la muerte de Moisés, pero en un intento por suavizar el golpe se apresuró a añadir que había una “antigua tradición” que
afirmaba que Josué, el sucesor de Moisés, era el autor de esa parte del relato. Cien años después, Luther Castaldt
comentaba que tal cosa resultaba difícil de creer, habida cuenta de que el relato de la muerte de Moisés estaba escrito en
un estilo idéntico al del texto que le precedía.
Bueno, por supuesto que todas estas cosas comenzaron a ser examinadas de una manera más crítica con el advenimiento
del Protestantismo a la escena religiosa y con la creciente demanda de una mayor disponibilidad del texto mismo. La
Inquisición y otras “majestades católicas” intentaron sin éxito mantener el asunto bajo control. Pero los efectos de las
creencias son muy curiosos. En este caso, con el incremento del alfabetismo y la disponibilidad de nuevas y mejores
traducciones del texto, el “examen crítico” llevó a la decisión de que el problema era solucionable afirmando que
efectivamente Moisés escribió la Torah, pero que sucesivos editores posteriores habían agregado una que otra frase de su
propia cosecha.

¡Uf! ¡Esa había estado cerca!, pero al final salieron bien parados.

Un detalle en extremo curioso es que la Iglesia incluyó en su lista negra a uno de los proponentes de la idea de las
inserciones editoriales, mismo que solamente intentaba preservar el carácter de textus receptus de la Biblia. ¡Sus obras se
colocaron en la lista de “libros prohibidos”! Tal parece que algunas personas no pueden evitar dispararse contra su propio
pie.

Bueno, finalmente, y después de cientos de años de darle enormes rodeos al asunto, algunos estudiosos se armaron de
valor y abiertamente sostuvieron que Moisés no escribió la mayor parte del Pentateuco. El primero en afirmar tal cosa
fue Thomas Hobbes. Señaló que el texto algunas veces asegura que tal o cual cosa ha perdurado tal como se afirma y
hasta nuestros días. El problema con ello es que ningún escritor que estuviera describiendo una situación contemporánea
la describiría como algo que ha perdurado por mucho tiempo y “hasta nuestros días”.

Isaac de la Peyrère, un calvinista francés, anotaba que el primer verso del Deuteronomio dice: “Estas son las palabras que
Moisés habló a los hijos de Israel al otro lado del Jordán...”. El problema es que estas palabras se refieren a alguien que
se encontraba en el otro lado del Jordán con respecto al escritor mismo, o lo que es lo mismo, a alguien que está al
OESTE del Jordán al momento de escribirse, y describen lo que ha dicho Moisés a los hijos de Israel al ESTE del
Jordán. Y el asunto se agrava aún más por cuanto se supone que, durante su vida, ¡Moisés mismo nunca estuvo en Israel!

El libro de de la Peyrère fue prohibido y quemado. Él fue arrestado y se le dijo que las condiciones para su liberación
eran la conversión al catolicismo y la retractación de todo cuanto había escrito. Aparentemente decidió que la discreción
era la mejor aliada del valor. Considerando la frecuencia con que ocurrían estas cosas, uno no puede menos que
preguntarse acerca de la “santidad” de un texto que debe ser preservado bajo amenaza de tortura y derramamiento de
sangre.

No mucho tiempo después de esto, el famoso filósofo Baruch Spinoza publicó lo que se convertiría en un análisis crítico
altamente controversial. Declaraba que los pasajes problemáticos de la Biblia no eran casos aislados que podían ser
justificados echando mano a la explicación de las “inserciones editoriales”, sino que constituían evidencia bastante
extendida de un relato en tercera persona. Señaló además que el texto en Deuteronomio 34 dice: “No volvió a haber en
Israel un profeta de la talla de Moisés...” Spinoza sugirió, con bastante razón, que estas eran las palabras de alguien que
había vivido mucho tiempo después de Moisés y había tenido la oportunidad de hacer amplias comparaciones. Otro
comentarista dice que esas ciertamente no suenan como las palabras del “hombre más humilde sobre la faz de la Tierra”.
(4)

Spinoza no parece haber tenido demasiada aversión hacia la idea de arriesgar su cuello, porque escribió: “Está más claro
que el sol de mediodía que el Pentateuco no fue escrito por Moisés sino por alguien que vivió mucho tiempo después que
él.” (5) Spinoza ya había sido excomulgado del judaísmo y ahora se encontraba en ascuas con católicos y protestantes.
Como es natural, su libro fue rápidamente colocado en la lista de “libros prohibidos”, y fue objeto de una verdadera
avalancha de edictos en su contra. Más interesante aún es el hecho de que incluso se le trató de asesinar. Ciertas personas
llegarían a cualquier extremo con tal de preservar su derecho de creer en mentiras.

Richard Simon, antiguo protestante y convertido en sacerdote católico, se dio a la tarea de refutar las aseveraciones de
Spinoza y escribió un libro en el que afirma que Moisés escribió toda la parte medular del Pentateuco, a la que luego se
le insertaron “algunas adiciones”. No obstante, estas adiciones fueron claramente realizadas por parte de escribanos que
estaban bajo la guía de Dios o del Espíritu Santo, así que está bien que hayan recopilado, arreglado y expandido el texto
original ya que Dios siempre estuvo a cargo del asunto.

Y uno pensaría que la Iglesia estaría satisfecha de salir relativamente bien parada de un embrollo, ¡pero no! Simon fue
objeto de ataques y terminó expulsado de su orden por injerencia de sus propios correligionarios. Los protestantes, por su
parte, escribieron cuarenta refutaciones de su obra, y solo seis copias de su libro consiguieron escapar a la hoguera. John
Hampden tradujo una de estas, solo para meterse también en serios problemas, pero “en 1688 terminó por retractarse de
las opiniones que había compartido con Simon [...], de seguro justo antes de ser liberado de la Torre” (6)

En el siglo 18, tres académicos no relacionados estaban estudiando el asunto de los “duplicados”, o historias que se
recuentan en la Biblia en más de una ocasión. Hay dos diferentes historias acerca de la creación del mundo; dos historias
acerca del pacto entre Dios y Abraham; dos historias de acerca de la designación del nombre de Isaac, hijo de Abraham;
dos historias de la declaración de Abraham, en presencia de un rey extranjero, de que su esposa era su hermana; dos
historias del viaje a Mesopotamia de Jacob, hijo de Isaac; dos historias de la revelación de Jacob en Beth-El; dos historias
de cómo Dios cambió el nombre de Jacob a Israel; dos historias de cómo Moisés obtuvo agua de una roca en Meribah,
etc., etc.

Aquellos que sencillamente no podían renunciar a su creencia a priori en el postulado de que Moisés escribió el
Pentateuco, intentaron justificar los “duplicados” diciendo que siempre eran complementarios, no repetitivos ni
contradictorios. En algunas ocasiones trataron de estirar aun más esta idea afirmando que los “duplicados” estaban allí
para “enseñarnos” algo a través de unas contradicciones que en realidad no eran tales.

Esta explicación, no obstante, no conseguía salir bien parada a la luz de otro hecho: que en la mayoría de los casos, una
de las versiones de un duplicado se referían a la deidad mediante su nombre divino, Yahveh, mientras que la otra se
refería a la deidad simplemente como “Dios” o como “El”. Lo que esto significa es que había dos grupos paralelos de
versiones de las mismas historias, y que cada grupo casi siempre era consistente en cuanto al nombre de la deidad que
utilizaba. No solo eso, sino que además había una serie de términos y características que aparecían en forma regular en
uno u otro grupo de versiones, y lo que se demostraba con ello era que alguien había tomado dos antiguas fuentes
documentales y había realizado un trabajo de corte y pegado para formar una narrativa “continua”.

Como es obvio, al principio se pensó que una de las dos fuentes había sido utilizada por Moisés para la historia de la
creación mientras que el resto venía de puño y letra del propio Moisés (!). Pero se terminó por concluir que ambas
fuentes correspondían a escritores que habían vivido DESPUÉS de Moisés. Así que sucesivamente y por etapas, la
autoría del Pentateuco atribuida a Moisés estaba siendo casi por completo descalificada.

La idea de Simon de que los escribas habían recopilado, arreglado y expandido un textus receptus era la que, a fin de
cuentas, iba en la dirección correcta.

Quisiera señalar que todo esto sucedía no porque a alguien se le hubiese ocurrido desprestigiar a la Biblia, sino porque
los problemas señalados eran evidentes y notorios, y cada uno de los investigadores que ha trabajado en este asunto a lo
largo de los siglos lo ha hecho procurando, con absoluta determinación, preservar el estatus de textus receptus de la
Biblia. La única excepción en toda esta cadena de eventos es el caso de Abraham ibn Ezra, aquel tipo bastante particular
que en el siglo 12 SABÍA de los problemas con el texto de la Torah y requirió de los demás guardar absoluto silencio al
respecto. ¿Recuerdan lo que dijo? “Aquel que entiende reconocerá la verdad. Aquel que entiende guardará silencio”. ¿Y
qué es lo que hemos visto como consecuencia de este silencio? Cerca de ochocientos años de Cruzadas, Inquisición,
represión general y, en nuestra época presente, guerras entre israelíes y palestinos a raíz del alegato de que Israel es la
“Tierra Prometida” y que como tal, pertenece a los judíos, lo cual nos trae a otra información desconcertante.

El gran académico judío Rashi de Troyes (1040-1105), hizo la sorprendentemente franca declaración de que la narrativa
del Génesis, remontándose a la creación misma del mundo, fue escrita para justificar lo que hoy en día llamaríamos un
genocidio. El Dios de Israel, que diera a su pueblo la “Tierra Prometida”, debía tener una supremacía inequívoca para
que ni los desposeídos cananitas ni ningún otro grupo pudiera apelar sus decretos. (7) Las palabras exactas de Rashi
fueron que Dios enunció la historia de la creación y la incluyó en la Torah “para decir a su pueblo lo que podían
responder a todos aquellos que declarasen que los judíos robaron la tierra de manos de sus habitantes originales. La
respuesta debía ser: Dios la hizo y se la dio a ellos, pero luego se las arrebató y la entregó a nosotros. Puesto que él la
creó y es de su propiedad, él puede darla a quien le plazca.”

El hecho es que los judíos todavía dicen eso mismo, con el apoyo de muchos Cristianos Fundamentalistas cuyas
creencias son abiertamente esposadas por George Bush y allegados, todos de supuesta filiación cristiana, pero con
motivos imperialistas y económicos propios.

Esto nos lleva a otro punto interesante: el establecimiento de un “dios único” y con indiscutible superioridad sobre
cualquier otro, es un acto de violencia, cualquiera que sea el punto de vista desde el cual se le mire. En La Maldición de
Caín Regina Schwartz escribe acerca de la relación existente entre el Monoteísmo y la Violencia, argumentando que el
monoteísmo es la raíz misma de la violencia: La Identidad Colectiva, que es el resultado del pacto del Monoteísmo, se
describe de manera explícita en la Biblia como una invención, como una radical ruptura con la Naturaleza. Un dios
trascendente irrumpe en la historia exigiendo del pueblo que él mismo ha constituido, obediencia a la ley que él mismo
ha instituido; y primero y más importante entre todos los postulados de esa ley, obviamente, está el de jurar fidelidad a él
y solo a él, bajo el pretexto de que esto es lo que los constituye en un pueblo unificado y diferente de cualquier otro,
creando de esa forma la idea de “el otro”, que incluye a todos los demás, y desencadenando la violencia. En el Antiguo
Testamento, un vasto número de “otros” pueblos resultan aniquilados, mientras que en el Nuevo Testamento otros tantos
resultan colonizados y convertidos en nombre de dicho pacto. (8)

Schwartz también escribe acerca del carácter “provisional” del pacto: este es condicional. “Creed en mí y obedecedme, o
yo os aniquilaré”. No parece dejar otra opción, ¿verdad? Nos encontramos cara a cara con una pura y simple Teofanía
Nazi.

En el siglo 19, varios estudiosos bíblicos se percataron de que no solo había dos fuentes en el Pentateuco, sino de hecho
cuatro. Ellos cayeron en la cuenta de que en los primeros cuatro libros no solamente había “duplicados”, sino inclusive
“triplicados”, que convergían en cuanto a una serie de características y contradicciones que condujeron a la identificación
de otra fuente más. Luego se vio que el Deuteronomio correspondía por completo a otra fuente. Entonces no solamente
se estaba lidiando con el problema de cuáles eran los documentos de la fuente original, sino también con el problema de
la injerencia del “misterioso editor”.

Así pues, luego de años de sufrimiento, derramamiento de sangre y numerosas muertes a causa del asunto, resultó
evidente que alguien había creado lo que los occidentales conocen como el Antiguo Testamento a partir de cuatro fuentes
documentales diferentes, en un intento por crear una historia “continua” designada en diversas épocas como la Torah, a la
que posteriormente se le agregó una serie de documentos “editados”. Luego de mucho análisis posterior se concluyó que
la mayoría de las leyes y gran parte de la narrativa del Pentateuco ni siquiera proceden de la época de Moisés, lo cual
significaba que del todo no podían haber sido escritas por Moisés. Más aún, la escritura de las diferentes fuentes ni
siquiera correspondía a la obra de individuos que hubieran vivido en los días de los reyes y los profetas, sino que
evidentemente eran obra de escritores que vivieron hacia el final del período bíblico.

Muchos académicos sencillamente no pudieron soportar los resultados de sus propias investigaciones. Un erudito alemán
que identificó la fuente del Deuteronomio exclamó que esa nueva visión de las cosas “asentaba los comienzos de la
historia hebrea no ya sobre las grandes creaciones de Moisés, sino sobre una nube de inconsistencias”. Otros estudiosos
se dieron cuenta de que lo que ello significaba era que la imagen de la Israel bíblica gobernada por leyes basadas en los
pactos de Abraham y Moisés, era completamente falsa. No tengo duda de que tal estado de cosas debe haber contribuido
a más de un suicidio, y lo cierto es que llevó a un buen número de individuos a abandonar el campo de la Teología y a
desistir de toda labor de criticismo textual.

Otra manera de poner todas esas conclusiones es que la Biblia ha estado proclamando una historia de los primeros 600
años de Israel que probablemente nunca existió: todo ha sido una mentira. (9)

Bueno, esto difícilmente se podía tolerar. Luego de tantos años de acondicionamiento de la gente para creer en el “Fin del
Mundo” y de presentar a Jehová o a Cristo en el papel de salvadores de los escogidos durante este terrible evento, la mera
sugerencia de que bien podría no haber ningún “salvador” y el terror de la condición humana que todo ello evocaría,
sencillamente eran demasiado. Entonces apareció la caballería al rescate en la persona de Julius Wellhausen (1844-1918).
Wellhausen sintetizó todos los descubrimientos con la intención de preservar los sistemas de creencias de los académicos
de orientación religiosa. Hizo una amalgama entre la visión de que la religión de Israel se había desarrollado en tres
etapas y la visión de que los documentos también habían sido escritos en tres etapas, y luego procedió a definir estas
“etapas” con base en el contenido de cada una. Rastreó las características de cada etapa, examinando la forma en que los
diferentes documentos presentaban la religión, el clero, los sacrificios y los lugares de adoración, así como las diferentes
festividades religiosas. Consideró las secciones narrativas y legales, así como los otros libros de la Biblia, y al final
suministró un “marco plausible” para el desarrollo de la religión e historia judías. La primera etapa era el período
“naturaleza/fertilidad”; la segunda era el período “espiritual/ético”, y la última era el período “sacerdotal/legal”. Como
apunta Friedman: “Hasta la fecha, si uno está en desacuerdo, está en desacuerdo con Wellhausen. Si uno quiere proponer
un nuevo modelo, debe comparar sus méritos con los del modelo de Wellhausen.” (10)

En este punto también quisiera hacer notar que a pesar de que Wellhausen estaba tratando de salvar el pellejo tanto del
judaísmo como del cristianismo, durante su época ese esfuerzo no fue apreciado. William Robertson Smith, profesor del
Antiguo Testamento que enseñó en el Colegio de la Iglesia Libre de Escocia en Aberdeen, y que fuera el editor de la
Enciclopedia Británica, fue llevado a juicio por la Iglesia bajo cargo de herejía por promover el trabajo de Wellhausen.
Resultó absuelto, pero la etiqueta de “el malvado obispo” le quedó prendida por el resto de sus días.

No obstante, el análisis de la Biblia continuó. Tradicionalmente se consideró que el libro de Isaías fue escrito por el
profeta Isaías en el siglo octavo AC, y la mayor parte de la primera mitad del libro ciertamente calza con ese modelo,
pero los capítulos 44 hasta el 66 aparentemente fueron escritos por otra persona diferente que debe haber vivido unos 200
años más tarde. Esto significa que su valor profético es cuestionable, ya que fue escrito después de los hechos mismos.

Nuevas herramientas y métodos de la época moderna han posibilitado la realización de un trabajo realmente admirable en
las áreas del análisis lingüístico y la cronología del material. Adicionalmente, ha habido una febril actividad arqueológica
desde la época de Wellhausen, que ha producido enorme cantidad de información acerca de Egipto, Mesopotamia, y otras
regiones aledañas a Israel. Esta información proviene de tabletas de arcilla, inscripciones en las paredes de las tumbas,
templos y habitaciones, e incluso papiros. Aquí nos topamos con otro problema: en ninguna de las fuentes recopiladas,
sean estas egipcias o del Asia Occidental, existe referencia alguna a Israel, su “famoso pueblo”, sus fundadores, sus
conexiones bíblicas, ni cosa similar, con anterioridad al siglo 12 AC. Y el hecho es que incluso por 400 años después, no
es posible deducir más de media docena de alusiones, que además resultan cuestionables en su contexto. Aun así, los
judíos ortodoxos fundamentalistas se aferran a este puñado de referencias como quien está a punto de ahogarse y lucha
por asir briznas de paja. Curiosamente, los Cristianos Fundamentalistas vuelven deliberadamente la vista lejos del asunto
como si se vieran conminados por el virtual undécimo mandamiento de “No harás preguntas”.

El problema de la falta de validación externa para la existencia de Israel como nación soberana en al área de Palestina
tiene una correspondencia dentro de la Biblia misma. La Biblia no acusa conocimiento alguno de la existencia de Egipto
o del Levante durante el segundo milenio AC. Tampoco dice nada acerca de la expansión del imperio egipcio sobre la
totalidad del Mediterráneo oriental (como de hecho sucedió); no hay mención de la marcha de los grandes ejércitos
egipcios ni de las oleadas de Hititas que se movían para enfrentarse a los egipcios; de manera especial, hay ausencia de
cualquier mención a los reyezuelos egipcianizados que gobernaban las ciudades cananitas, todos los cuales constituyen
hechos históricos indiscutibles.

La gran y desastrosa invasión de los Pueblos Marinos durante el segundo milenio tampoco tiene mención alguna dentro
de la Biblia. De hecho el Génesis describió a los filisteos como un pueblo ya establecido en la tierra de Canaán durante la
época de Abraham (!).

Los nombres de los grandes reyes egipcios están por completo ausentes de la Biblia. En cambio sí encontramos figuras
históricas que no tuvieron ningún carácter heroico, transformadas dentro de la Biblia en grandes héroes, como es el caso
del hicso Sheshy (Num. 13:22). En otro caso se le da erróneamente el sobrenombre de Rameses II a un general cananita.
El rey egipcio que se supone asistió a Oseas en Reyes 2 (17:4) “sufrió la indignidad” de recibir como nombre propio más
bien el de su ciudad. ¡El Faraón Shabtaka aparece en el Cuadro de Naciones de Génesis 10:7 como una tribu nubia!
Los errores relativos a hechos históricos y a detalles arqueológicos confirmados van formando una pila cada vez más
grande conforme uno estudia un poco acerca de la época y los lugares históricos, de tal manera que la idea que se viene a
la mente es que los escritores de la Biblia deben haber vivido durante los siglos 7 y 6 AC, o inclusive después, y no
sabían prácticamente nada de los eventos que habían tenido lugar unas cuantas generaciones atrás. Donald B. Redford,
profesor de Estudios del Cercano Oriente en la Universidad de Toronto, tiene extensas publicaciones acerca de
arqueología y egiptología. En cuanto al uso de la Biblia como fuente de información histórica, escribe: El enfoque
académico estándar de la historia de Israel durante el Reino Unificado, no representa a otra cosa más que a un serio
ataque de anhelación compulsiva de tipo académico. Tenemos todas esas gloriosas narraciones en los libros de Samuel y
Reyes 1, magníficamente escritas y ostensiblemente ciertas. Es una lástima que un riguroso examen histórico nos obligue
a descartarlas y prescindir totalmente de ellas. Aun así, echemos mano de ellas –porque, ¿qué otra cosa nos queda?– y
dejemos a otros la tarea de probar su grado de veracidad. […]

Si bien no sería cauto imputar aquí motivos cripto-fundamentalistas, la actual moda de tomar estas fuentes literalmente y
como si fueran documentos en buena parte escritos en la corte de Salomón, proviene de un mal orientado deseo de
rehabilitar la fe y sustentarla sobre cualquier argumento, sin importar qué tan falaz sea. […]

Tal ignorancia es desconcertante cuando uno se ha dejado impresionar por las proclamas acerca de la infalibilidad de la
Biblia hechas por los sectores conservadores de la Cristiandad. Y es un hecho que el Pentateuco y otros libros históricos
presentan, con sobrada audacia, una cronología precisa que hace discurrir la narrativa bíblica a través del período mismo
en el que la ignorancia y las discrepancias prueban ser aun más embarazosas. […]

Tal manipulación de la evidencia huele a prestidigitación y numerología, no obstante lo cual ha producido los endebles
cimientos sobre los que se ha escrito un número lamentable de “historias” de Israel. La mayoría se caracteriza por una
ingenua aceptación literal de las fuentes, acompañada por una incapacidad para evaluar el grado de confiabilidad y el
origen de las evidencias. El resultado es la reducción de toda la información a un nivel común donde se convierte en
grano para una amplia variedad de molinos.

Los académicos han invertido una cantidad sustancial de esfuerzos en preguntas cuya validez ni siquiera se han
molestado en probar. ¿Bajo cuál dinastía fue que José ascendió al poder? ¿Quién era el faraón durante la época de la
Opresión? ¿Durante el Éxodo? ¿Podemos identificar a la princesa que sacó a Moisés de las aguas del río? ¿Por qué parte
de Egipto huyeron los israelitas: por el Wady Tumilat o por algún punto más hacia el norte?

Se puede ver la futilidad de tales cuestiones cuando se hacen preguntas similares acerca de las historias Arturianas sin
antes haber sometido el texto a una evaluación crítica. ¿Quiénes eran los cónsules de Roma cuando Arturo sacó la espada
de la piedra? ¿Adónde nació Merlín?

¿Podemos realmente imaginar a un historiador clásico preguntándose acerca de si Iarbas fue el responsable del suicidio
de Dido o si por el contrario fue Eneas, o por qué lugar exacto fue que Remo saltó el muro, o qué fue lo que le pasó a
Rómulo durante la tormenta, o cosas similares?

En ninguno de estos casos imaginarios se ha comenzado por evaluar el grado de historicidad del material que dio pie a
las preguntas. Todo académico que exima a cualquiera de sus fuentes de ser sometida a una evaluación crítica, corre el
riesgo de invalidar algunas o todas sus conclusiones. […]

A menudo sucede que, dentro de este contexto, el término “bíblico” tiene el efecto limitante sobre la rigurosidad del
trabajo académico de implicar la validez del estudio de la cultura e historia hebreas como cosas aisladas, cuando lo que
se requiere es una visión del antiguo Israel que esté enmarcada dentro de su verdadero contexto del Cercano Oriente, una
que ni exagere ni denigre el verdadero lugar de Israel dentro de ese entorno. (11)

Ruego prestar especial atención al comentario de Redford: “Todo académico que exima a cualquiera de sus fuentes de ser
sometida a una evaluación crítica, corre el riesgo de invalidar algunas o todas sus conclusiones”. La seriedad de esta
afirmación no puede ser sobre-enfatizada. Es bien sabido que la gente ha muerto por millones a causa de este libro
llamado La Biblia y por las creencias de todos aquellos que lo estudian. Y también en el presente continúa la gente
muriendo en cantidades alarmantes por las mismas razones.
Después de todo, si aquellos que leen o analizan este libro y esposan creencias particulares basadas en su contenido,
resultan estar equivocados, y luego tratan de imponer estas creencias sobre millones de otras personas que a su vez se ven
influenciadas por ello para crear una cultura y una realidad basadas en una falsa creencia, cabe preguntarse: “En nombre
de Dios, ¿qué es lo que está pasando?”

El problema de utilizar la Biblia como texto de historia es la ausencia de fuentes secundarias. Hay un enorme volumen de
material anterior al siglo 10 AD en varias bibliotecas antiguas, “grano para el molino del historiador”, pero estas fuentes
parecen quedarse casi por completo mudas al llegar al término de la 20ava dinastía egipcia. Así que la Biblia, como
prácticamente la única fuente que declara cubrir este período en particular, se vuelve muy seductora: no importa que los
descubrimientos de la arqueología no “calcen” con sus declaraciones, o que solo puedan hacerse calzar con la ayuda de
una buena dosis de infundadas presuposiciones, o mediante el cierre deliberado de la mente a cualquier otra posibilidad.

Pero, ¿podría haber una RAZÓN para explicar este silencio de las otras fuentes? Esa es una buena pregunta acerca de la
realidad de las cosas.

Toda persona que utilice la Biblia como historia se verá forzada, una vez se saque toda emoción fuera de la ecuación, a
admitir que no tiene medios para verificar la veracidad histórica de los textos bíblicos. Como anotara Donald Redford
más arriba, incluso los académicos que admiten, cuando se ven presionados a hacerlo, que un riguroso examen histórico
los fuerza a descartar las narrativas bíblicas, de todas maneras las utilizan diciendo “¿qué otra cosa nos queda?”

De nuevo pregunto: ¿Porqué?

Sabemos que en épocas antiguas los muchos libros que presentaban a la Biblia como rigurosamente histórica fueron
inspirados por la motivación fundamentalista de confirmar la “preeminencia moral” de la Civilización Occidental. En el
presente este factor pesa menos en los Estudios Bíblicos, y sin embargo existe todavía la tendencia a considerar tales
fuentes de manera literal por parte de individuos que se pensaría son capaces de un mayor discernimiento.

Podría ahondar todavía más en este asunto, pero creo que el lector ya tiene una idea de lo que estoy hablando, aun si
pudiera no estar de acuerdo. Pero el punto es, de nuevo, “¿Quién escribió la Biblia y PORQUÉ?”

Retornemos por un momento a la curiosa afirmación de Rashi de que la narrativa del Génesis fue escrita para justificar lo
que hoy en día llamaríamos un genocidio. Si aunamos a esto la implicación del libro de Umberto Eco, La Búsqueda del
Lenguaje Perfecto, de que la validación de la Biblia hebrea fue apoyada por los primeros académicos cristianos como una
manera de legitimar al judaísmo, cosa que era indispensable con vistas a legitimar al cristianismo como la “única y
verdadera religión”, entonces comenzamos a tener la incómoda sensación de que se nos “ha tomado el pelo”. Lo que esto
implica es que los cristianos existen para que los “derechos” de los judíos, aquellos inapelables decretos de
Jehová/Yahvé, puedan ser heredados por la Iglesia Cristiana, ¡según fuera instituida por Constantino por razones
evidentemente políticas! No obstante, por el acto mismo de legitimar el judaísmo y “crear” el cristianismo como una
versión actualizada de la religión egipcia, el mundo occidental, en su inmensa codicia de poder, podría haber tomado a un
tigre por la cola.

Durante el mismo período en el cual aparece el Nuevo Testamento (resultado de la incorporación de algunos textos
antiguos extensamente editados y, en su mayoría, insertados a través de múltiples instancias de “corte y pegado”),
encontramos al mundo occidental sumido en una edad oscurantista de la cual son pocas las fuentes secundarias que
sobrevivieron.

¿No es eso un tanto extraño? El Antiguo Testamento está escrito acerca de una Edad Oscurantista, solo que unos cuantos
centenares de años después, y el Nuevo Testamento está escrito acerca de una Edad Oscurantista, también unos cuantos
centenares de años después. Ambos incorporan algunas historias probablemente válidas pero extensamente editadas,
cortadas y pegadas, revestidas de una gruesa pátina idiosincrática y con numerosas interpolaciones concebidas desde la
perspectiva de una clara y definitiva agenda “política”.

¿Acaso vemos un patrón detrás de todo esto? ¿Podría haber una razón?
A fin de cuentas lo que observamos es la imposición, sobre la mayor parte del planeta, de un sistema monoteísta
draconiano. Es la fuente de la cual se han extraído casi todos los aspectos de nuestra presente sociedad. Ha sido la
justificación de los baños de sangre más cruentos de que da cuenta la historia “escrita”. ¿Podría haber una razón detrás de
todo esto? Con esas consideraciones en mente, uno podría pensar que el conocimiento de la certeza de quién escribió la
Biblia y cuándo se escribió, debería ser considerado crucial para cualquiera que aspire a estar mejor equipado para la
toma de decisiones relativas a asuntos de fe y de creencias de las cuales podría depender cada aspecto de su vida.

Como ya hemos descubierto, lo que comenzó como una búsqueda de respuestas acerca de los contradictorios y
desconcertantes pasajes del Pentateuco llevó a la idea de que Moisés no fue su autor. Esto a su vez llevó al
descubrimiento de que muchas y divergentes fuentes fueron combinadas en una sola, y que esto se ha hecho en épocas
diferentes y de maneras diferentes. Cada una de las fuentes resulta claramente identificable por las características del
lenguaje y del contenido. Nuevos avances en la arqueología y en nuestro nivel de comprensión del mundo social y
político de la época nos han ayudado enormemente a tener un mejor entendimiento del medio ambiente en el que los
documentos fueron creados. Y es que a fin de cuentas, la historia de la Biblia es la historia de los judíos.

El Antiguo Testamento es el resultado de la combinación de varias fuentes, tradicionalmente identificadas por las letras
capitales J(Yahvé), E(lohim), D(euteronomio), S(acerdotal) [esta última en inglés “P”, de “priestly”, o sacerdotal / N. del
T.], sumadas a la obra del editor final que combinó todas estas y agregó sus propios toques personales. Con base en cierta
evidencia se ha planteado que la versión E fue escrita por un sacerdote levita que favorecía a la línea Mosaica de
sacerdotes de Shiloh, y que la J fue escrita por uno que favorecía a la línea Aarónica de sacerdotes de la casa real
Davídica de Jerusalén. La conclusión es que ambas fueron escritas a partir de fuentes orales de mitos y leyendas,
mezcladas con algo de historia, después de la supuesta separación de los dos reinos, y más tarde recombinadas después
de la conquista Siria durante el reinado de Ezequías. Sin embargo, también resulta enteramente factible que nunca
existiera un reino unificado de Israel en Palestina, y que más bien estas historias de un gran reino fueran recuerdos
tribales de algo completamente diferente. Se estima que el autor de J vivió entre el 848 y el 722 AC, y el autor de E entre
el 922 y el 722 AC. Así que es probable que E sea el documento más antiguo y que J represente, o una perspectiva
diferente, o bien una serie de cambios introducidos posteriormente.

La historia de la unificación de las tribus de Israel bajo David, seguida del gran reinado de Salomón y este a su vez
seguido por el cisma en el reinado de Rehoboam, hijo de Salomón, es el tema central de la Biblia. La “esperanza de
Israel” se basa en la idea de la reunificación de Judea e Israel bajo la égida de un rey davídico. Por supuesto, y para
comenzar, todo ello se basa en el otorgamiento de la tierra a los Hijos de Israel luego de que fueran “conducidos fuera de
Egipto” durante el Éxodo por la mano de Dios. Moisés representa al líder divinamente inspirado que reveló el dios de los
patriarcas a su nación en la forma de una “Deidad Universal”. ¿Acaso el testimonio de la pala del arqueólogo confirma la
existencia del Éxodo en cualquiera de los dos lados de la historia?

La historia del Éxodo describe la forma en que una nación esclavizada se vuelve grande en el exilio y cómo, con la ayuda
del Dios Universal, declara su independencia de la que fuera la más grande de las naciones de la Tierra: Egipto.

Imágenes poderosas, no hay duda. Tan importante es la historia de la liberación que un total de cuatro quintas partes de
las escrituras principales de Israel están dedicadas a ella.

Pero el hecho es que ni doscientos años de intensas excavaciones y estudios de los restos del antiguo Egipto y Palestina
han conseguido dar apoyo alguno a la historia del Éxodo en el contexto dentro del cual este es presentado. (12)

LA CASA DE DAVID

Desde épocas tempranas Israel se componía de un número variable de “estados-ciudades” (más parecidos a pueblos
tribales), vagamente distinguibles, y cuya población consistía de una mezcla de elementos de todas las áreas del
Mediterráneo. La ubicación específica de lo que propiamente se llamaba Israel era una zona rural mas o menos atrasada
que servía como una especie de parachoques entre los civilizados sirios y los nómadas de Arabia. La “cultura” de esta
región era una mezcla de las avanzadas culturas que le rodeaban: la egipcia, la asiria y la babilonia. Estos “estados-
ciudades” se levantaron y cayeron sucesivamente como resultado de constantes luchas internas. Un vistazo retrospectivo
sugiere que la adquisición de cualquier botín de guerra era visto como algo más productivo que la agricultura misma. En
otro sentido, esta sucesión de pequeñas guerras era vista como el conflicto entre los dioses de una tribu contra los dioses
de otra. Como vamos a descubrir, este concepto podría no estar alejado de la realidad.

¿Y qué hay acerca del Reino de David y de Salomón?

Los libros de Samuel nos dicen que la unción de David, hijo de Jesé, como rey de todas las tribus de Israel, fue la
culminación de las promesas que habían comenzado con el pacto entre Abraham y “Dios”. Solo que la primera opción
para el puesto había sido el flamante y heroico Saúl de la tribu de los Benjamín, no obstante lo cual fue David el que se
convirtió en el “héroe popular” de la más antigua historia israelita.

La Biblia declara que los interminables relatos de alabanzas al Rey David eran tan extendidos que no se entiende cómo,
en caso de ser reales, no fueran conocidos en el “mundo exterior” de Egipto, Grecia, Asiria y Babilonia. Pero, como
vamos a descubrir, quizás sí eran reales, solo que con un protagonista y un título diferentes. La pregunta es: ¿cuáles
versiones son las más exactas? ¿Se apropiaron los hebreos de esas historias para asimilarlas a su propia “historia”, o fue
más bien algo de su historia lo que fue tomado prestado por las otras fuentes? Y en cualquier caso, ¿cuál es el verdadero
entorno histórico de esas historias? ¿Fueron acaso el resultado de la superposición de un mito sobre una serie de eventos
históricos reales? ¿O acaso se fabricó una serie de eventos históricos tomando como base el mito?

De cualquier manera, así como Perseo dio muerte a la Gorgona y cortó su cabeza, David también dio muerte y cortó la
cabeza del gigante Goliat. Ambos portaban “morrales”, y las “piedras” también jugaron un papel importante en ambas
historias. David fue “adoptado” por la corte real porque era un famoso arpista y cantante a la manera de Orfeo. Como
Hércules y otros héroes griegos, David era un rebelde y un saqueador, y así como Paris robó a Helena, él también robó a
la mujer de otro: Betsabé. También conquistó la gran ciudadela de Jerusalén y el vasto imperio que yacía más allá.

Las historias de Salomón, hijo de David y Betsabé y heredero del reino, nos dicen que era el más sabio entre los reyes.
También era el más grande entre los constructores. Ellas hablan de lo brillante que era y de como sus decisiones se tienen
como un ejemplo a imitar a lo largo de las épocas. Su riqueza sobrepasaba toda descripción, y en particular, sobresale su
construcción del Templo en Jerusalén.

Por milenios, los lectores de la Biblia han discutido acerca de los días de David y Salomón en Israel como si las cosas
hubieran ocurrido tal y como se describen. Aún la gente que no profesa la fe cristiana acepta que el Templo de Salomón
existió, y el diseño de su construcción ha sido objeto de interminables discusiones por parte de esoteristas de todas las
épocas: montañas de libros, leyendas y doctrinas secretas han tenido como base el fabuloso Templo de Salomón.
Peregrinos, cruzados, visionarios, e incluso muchos libros de la época moderna acerca de los orígenes del hombre o de
los orígenes del Cristianismo, se han dedicado a propagar fabulosas historias acerca de la magnificencia de la ciudad de
David, el Templo de Salomón, y los supuestos tesoros que contenía. La totalidad de nuestra cultura occidental tiene un
particular interés en validar todas esas historias. ¿Qué cosa haríamos con este enorme cúmulo de material literario,
incluyendo todas las enseñanzas masónicas y del campo de la Magia, si resultara ser que el “Templo de Salomón” nunca
existió?

Y es que ese parece ser el caso. Cuando menos, no hubo ningún Templo de Salomón en los términos en que la Biblia lo
describe.

Una de las primeras búsquedas arqueológicas en Palestina fue la de los restos del Templo de Salomón y del gran imperio
de David. Sería tedioso hacer una reseña de las muchas empresas de excavación, los resultados concretos, las
suposiciones a que dieron pie, y las descabelladas declaraciones del tipo “¡He encontrado la prueba su existencia!”, que
luego fueron seguidas por sobrias demostraciones científicas de que ese no era el caso. El lector que esté interesado en
adquirir un conocimiento más profundo de estos detalles es conminado a leer el material que apoya ambas lados del
argumento, para luego considerar la evidencia científica existente y posiblemente llegar a las mismas conclusiones a las
que hemos llegado nosotros: El Reino de David y el Templo de Salomón, tal y como aparecen descritos en la Biblia,
nunca existieron.

A pesar de que se encontraron restos de una especie de “reino” en Megiddo, Gezer y Hazor, posteriormente se determinó
que este “imperio” correspondía a algo completamente diferente de lo que inicialmente se supuso, como veremos
enseguida. (13) Lo importante, sin embargo, es que el área de Judea, específicamente designada como “hogar” de David
y Salomón, estaba “conspicuamente subdesarrollada” durante la época del supuesto imperio de Salomón. Los hechos
demuestran que la cultura de esta región era extremadamente simple. Con base en la evidencia desenterrada a punta de
azadón, la tierra era de carácter rural, y no hay rastros de documentos escritos, inscripciones, o señal alguna de la
extendida alfabetización que sería necesaria para el funcionamiento de una monarquía. Más aun, el área en cuestión ni
siquiera era homogénea. No existe evidencia de una cultura unificada, ni tampoco de forma alguna de administración
central. El área que se extiende desde Jerusalén hacia el norte estaba densamente poblada, pero el área hacia el sur de
Jerusalén, la tierra en cuestión, estaba escasamente poblada durante la época en que se supone vivieron David y Salomón.
Es un hecho que Jerusalén misma era poco más que una villa típica de las tierras altas. Arqueológicamente no hay nada
que se pueda decir acerca de David y Salomón, no obstante lo cual la leyenda ha perdurado. ¿Porqué?

Hay algo importante que se debe tener en mente y es el hecho de que la evidencia solamente apoya la gradual emergencia
de un grupo distintivo en el área de Canaán a fines del siglo decimotercero AC, no el súbito arribo de un basto número de
colonos israelitas. Y tal y como se ha apuntado, las gentes que ya se encontraban presentes en la tierra que se ha
designado como asiento del gran reino de David y Salomón no estaban demasiado organizadas o “civilizadas”.

AHAB Y JEZABEL: ¿SALOMÓN Y SABA?

Los historiadores y arqueólogos bíblicos por largo tiempo han intentado tomar al pie de la letra los relatos bíblicos acerca
del ascenso y la caída de una monarquía unificada. Han asumido la existencia de una unidad étnica original y de un
carácter distintivo del pueblo hebreo que se remonta a un pasado remoto. Han dado por sentado que la monarquía de
David y Salomón, así como su trágico colapso, eran hechos específicos de la historia de Israel susceptibles de ser
enmarcados dentro del contexto de una época y una región: la de Palestina. Se ha asumido además que los dos reinos de
Judea e Israel originalmente habían sido uno solo, y que una vez separados, habían ambos heredado las instituciones de
la iglesia y el estado completamente formadas. Se ha creído que a partir de ese momento se habían visto envueltos en una
competencia en condiciones de paridad.

Sin embargo un intenso trabajo arqueológico en el montañoso país de Israel durante la década de los 80s puso en tela de
duda todas esas ideas. De manera curiosa, lo que los arqueólogos encontraron fue evidencia de tres oleadas de actividad
colonizadora. La primera fue entre el 3500 y el 2200 AC. La segunda entre el 2000 y el 1550 AC, y la tercera entre el
1150 y el 900 AC. Reconocemos estas ventanas por su previamente mencionada relación con posibles cataclismos. (14)

De cualquier manera, durante estos períodos de actividad colonizadora durante los cuales arribaron pueblos nuevos que
dejaron evidencia de una distintiva norma cultural, los “reinos” del norte y del sur siempre parecieron estar separados. El
sistema de asentamientos del norte fue siempre denso y presenta evidencia de una compleja jerarquía compuesta por
sitios de población distinguibles por su tamaño en grandes, medianos y pequeños, todos estrechamente dependientes de
la agricultura.

Por otra parte, el “reino” del sur, escasamente poblado, solamente presentaba sitios pequeños, con evidencia únicamente
de poblaciones migratorias y pastorales. Entonces, justo desde el principio tenemos la división entre un grupo agricultor
y otro pastoral.

Durante las primeras etapas de colonización, estas regiones norteñas y sureñas estaban cada una dominadas por un centro
que probablemente era el foco de las actividades políticas, económicas, y con toda seguridad, también de las actividades
de culto. En el norte se trata del área más tarde ocupada por la ciudad que la Biblia llama Tirzah. Esta se convirtió en la
primera capital del reino del norte. En el sur, el centro principal era Ai, localizado al noreste de Jerusalén.

En la Edad de Bronce Intermedia tuvo lugar la segunda oleada de colonización y de nuevo observamos que el norte era
denso y agrícola mientras que el sur estaba escasamente poblado, con pequeños asentamientos y abundante evidencia de
grupos pastorales nómadas. Pero a esa altura Jerusalén ya era el principal centro de culto y de actividades económicas,
una ciudad severamente fortificada y con evidencias de ser parte del Imperio Hicso. Esto coincide con el relato de
Maneto acerca de la salida de los hicsos de Egipto para construir una ciudad y un templo en Jerusalén. El único problema
es que la fecha de dicha construcción no sería la correcta: tendría que ser posterior a la salida de los hicsos de Egipto, así
que la mayoría de los arqueólogos asume que existió una presencia hicsa en Canaán contemporáneamente a la presencia
en Egipto. Cerca de allí se encontraba Hebrón, también extensamente fortificada. Hacia el norte, el centro de actividad se
había trasladado a Shechem. Aparentemente Shechem poseía considerables fortificaciones, así como un templo de gran
tamaño.

En relación a este período particular de la historia, también existe evidencia externa procedente de Egipto acerca de quién
era quién. Está incluida en los llamados “Textos de la Execración”, la versión egipcio del vudú. Los egipcios solían
escribir maldiciones en figurillas de arcilla en la forma de sus enemigos que luego rompían en pedazos y procedían a
enterrar de manera ceremonial. La idea era, por supuesto, la destrucción simbólica del objeto de sus maldiciones. Lo que
es importante en cuanto a los Textos de la Execración es que nos dan una clave de quienes consideraban los egipcios que
constituía su mayor amenaza. Los Textos de la Execración hacen mención de gran cantidad de ciudades costeras de
Canaán, pero solamente de dos centros de las tierras altas: Shechem y Jerusalén. Teniendo en mente la probable relación
que existía entre los hicsos de Egipto y los cananitas de Palestina, podríamos imaginar una razón para que los egipcios se
sintieran tan hostiles hacia Shechem y Jerusalén. Pero el punto importante es que los textos, que supuestamente se
remontan cuando menos hasta el 1630 AC, mencionan a Jerusalén, Shechem y Hazor, pero ninguno de ellos menciona a
Israel.

Otra inscripción egipcia que registra las aventuras de un general llamado Khu-Sebek que supuestamente, cuando corría el
siglo 19 AC, lideró la expedición hacia las tierras altas cananitas, hace referencia a la “tierra de Shechem” y la compara
con Retenu, que es uno de los nombres que los egipcios le daban a la totalidad de Canaán. Como detalle interesante, los
egipcios también se referían a los hicsos con el apelativo de “príncipes de Retenu”. Esto nos indica que ya en el 1800 AC
existía una entidad territorial en el norte de Canaán, y que uno de los centros más importantes de este territorio era
Shechem; indica además que en determinado momento este centro de población ciertamente tuvo una estrecha relación
con los hicsos de Avaris, pero que no se trataba de Israel.

Las cartas de Tell el-Amarna confirman que hacia el final de este mismo período había un territorio sureño que revestía
cierta importancia para Egipto, y que dicho territorio tenía como importante centro de población a Jerusalén. Una cierta
cantidad entre esas cartas se refieren a los gobernantes de estas dos ciudades: un rey llamado Abdi-Heba que reinaba
sobre Jerusalén, y un rey llamado Labayu que reinaba sobre Shechem. Cada uno de ellos controlaba un territorio de
alrededor de 2500 kilómetros cuadrados. Esta era el área de mayor tamaño a manos de un solo gobernante desde que el
resto de Canaán fuera dividido en pequeños estados-ciudades. Notemos la curiosa similitud entre los nombres de estos
gobernantes y “Abraham” y “Labán”.

El problema, como señala Redford, es que “cuando uno se acerca a este período de la historia, tiene la ominosa sensación
de que hace falta una importante página de la historia”. Y el hecho es que así es.

En resumidas cuentas: la evidencia arqueológica sugiere que a pesar de las declaraciones bíblicas acerca de su enorme
riqueza y gloria, Jerusalén era poco más que una villa en la época que se le asigna a David y Salomón. En el ínterin,
durante este período de la “página perdida de la historia”, la antigua ciudad fortificada ya hacía tiempo que desapareció.
En otras palabras, el reino del norte que se supone se había “separado” del gobierno de Jerusalén, estaba en camino de
convertirse en un estado de importancia, mientras que Judea había retornado a la condición de una mera estación de paso.

Al tiempo que las tierras altas del norte superaban el ritmo de crecimiento de las del sur durante las tres oleadas de
colonización, las ciudades costeras dejaban a ambas rezagadas. Eran bulliciosas, prósperas, cosmopolitas y ricas. Los
arqueólogos creen que lo que posibilitó la independencia inicial de las tierras altas fue el hecho de que el sistema de
estados-ciudades de Canaán sufrió una serie de eventos catastróficos muy destructivos hacia el final de la Tardía Edad de
Bronce. No hay consenso en cuanto a la causa de este “cataclismo”, sugiriéndose que posiblemente fue el resultado de la
invasión de los Pueblos Marítimos, u otro factor similar. Ya hemos expuesto nuestra idea de que probablemente fue
mucho más que eso.
Lo que parece haber sucedido es que los estados-ciudades costeros, recuperados del efecto de los “cataclismos”, habían
sido reconstruidos y prosperaban rápidamente cuando, de súbito y en un período realmente corto, resultaron destruidos
por segunda vez, esta vez, supuestamente por efecto de ataques militares e incendios. Cualquiera que fuera la causa, la
destrucción fue tan extendida que las ciudades cananitas de las planicies y las costas nunca pudieron recuperarse.
Concretamente se cree que el origen de toda esta destrucción fue la campaña de Shishak, fundador de la duodécima
Dinastía. Esta invasión aparece mencionada en la Biblia donde se dice que “En el quinto año de Rehoboam, Shishak, rey
de Egipto marchó hacia Jerusalén; se apropió de los tesoros de la casa del Señor, así como de los tesoros de la casa del
rey, llevándose todo consigo. También se apropió de los escudos de oro que Salomón había hecho.”

Shishak/Sheshonq comisionó la colocación de una inscripción triunfal en las paredes del templo de Karnak para
conmemorar el evento. Esta inscripción lista los cerca de ciento cincuenta pueblos y villas que arrasó en su “marcha
hacia el mar”. Entre los objetivos de los egipcios se contaban las ciudades cananitas de Rehov, Beth-Shean, Taanach y
Megiddo. En esta última se encontró el fragmento de una estela victoriosa que muestra el nombre de Shishak. (15)
Gruesas capas de ceniza y la evidencia del colapso de los edificios son mudo testimonio de la ira del Faraón que llevó a
la súbita muerte del territorio cananita en la parte final del siglo décimo AC. Existe poca evidencia de esta asalto a la
región montañosa del país, siendo las ciudades del valle de Jezreel el objetivo de la campaña principal. En caso de haber
habido un “Templo” saqueado por Shishak, este no esaba en Jerusalén.

No obstante, se ha sugerido que este ataque de Shishak creó la oportunidad para que los pueblos de las tierras altas se
expandieran hacia las tierras bajas al comienzo del siglo noveno. Mientras tanto, los registros arqueológicos muestran
que, lejos en el sur, Jerusalén continuó su existencia en forma de un régimen de aldeas dispersas y de poblaciones
pastorales.

Esto es lo que muestra la evidencia del azadón en el tiempo del supuesto fin de la monarquía unificada, alrededor del 900
AC.

A principios del siglo noveno se levantaron centros de administración regional en el reino del norte. Estaban
profusamente fortificados y presentaban lujosos y elaborados palacios. Estas ciudades incluían Megiddo, Jezreel y
Samaria. Solo hasta el sétimo siglo es que aparecen construcciones similares en el territorio del sur. Pero aún cuando los
métodos de construcción se trasladaron hacia el sur, los edificios eran de menor tamaño y la calidad de la construcción
era inferior.

En términos concisos, se podría decir que el reino del norte de Israel, que se supone haber sido una especie de oveja
negra que se separó del reino unificado de David y Salomón en el sur, en realidad era ya un estado completamente
desarrollado, mientras Judea no pasaba de ser su pariente rural.

Pero, entre otros muchos dioses, Yahvé estaba presente en ambos reinos, y es casi seguro que la gente de ambos reinos
compartía historias similares acerca de sus orígenes, si bien con versiones diferentes; es seguro también que en ambos se
hablaba un lenguaje similar. A la altura del siglo octavo AC ambos también escribían con los mismos caracteres. El punto
a resaltar, no obstante, es que ambos reinos tenían una experiencia diferente del mundo que les rodeaba. Sus
características demográficas eran diferentes. Su cultura era diferente. La manera en que ambos se relacionaban con sus
vecinos era diferente. El hecho es que en realidad ambas historias y culturas eran diferentes.

La pregunta que quisiéramos formular es: ¿cuál es la razón de que la Biblia cuente una historia de cisma y secesión entre
Israel y Judea cuando está claro que ni la arqueología ni los registros históricos de las fuentes externas dan fe de que
semejante evento haya tenido lugar? ¿Porqué es que de manera sistemática se retrata a ambos reinos como si fueran los
hijos gemelos de un gran imperio que tenía su centro en Jerusalén? A no dudarlo, había una razón para esta afirmación,
como veremos muy pronto.

El hecho es que el primer gran rey de Israel fue Omri. La Biblia presenta una historia bastante esquemática y confusa del
primer período del Reino del Norte luego de su supuesta defección del previo régimen unificado. El sórdido relato de
violencia y traición culmina con el suicidio del usurpador Zimri en las llamas del palacio real de Tirzah. Omri,
comandante del ejército, es conminado por el pueblo a asumir el papel de rey, y como es natural, él accede. No solamente
fue una buena escogencia, sino que además la historia guarda una curiosa similitud con la de selección de David, otro
comandante militar, en preferencia sobre los herederos de Saúl.

Omri construye para sí mismo una nueva capital en Samaria y planta los cimientos de una dinastía. Luego de
transcurridos doce años, su hijo Ahab asciende al trono. Este arregla un ventajoso matrimonio con la hija del rey fenicio
Ethbaal, gobernante de Tiro, con lo que tenemos de nuevo una curiosa similitud con la historia bíblica de Salomón y su
amistad con “Hiram, rey de Tiro”. ¿Acaso este Ethbaal fue el verdadero “Hiram”? De cualquier forma, Ahab construyó
magníficas ciudades y estableció uno de los ejércitos más poderosos de la región. Conquistó los enormes territorios de
Transjordania en el norte, e Israel disfrutó de enorme riqueza y de importantes conexiones comerciales. Finalmente, el
reino de Israel hacía notar su presencia. Sin embargo el carácter de este reino era marcadamente diferente al del pequeño
reino de Judea.

Ahab se cuenta entre los individuos más odiados en la totalidad de los textos bíblicos. De acuerdo con el editor de la
Biblia, lo que hizo para merecer semejante animadversión fue cometer el más inicuo entre todos los pecados bíblicos:
introducir dioses extranjeros en Israel, y causar la muerte de los sacerdotes y profetas de Yahvé. Como si fuera poco, lo
hizo a instancias de la malvada princesa fenicia con quien casó: Jezabel.

De manera bastante gráfica, la Biblia se explaya en los pecados de esta famosa pareja. Sin embargo, es preciso anotar que
los mismos pecados le fueron atribuidos a Salomón, quien, no obstante, fue transformado en el monarca del reino del sur
y por tanto excusado de todas sus faltas, si bien Yahvé parecía resuelto a castigar a toda su familia. Uno se queda con la
desconcertante sensación de que, en esencia, las historias de Omri y Ahab, y David y Salomón, son las mismas. Jezabel
fue objeto de particular odio por su especial severidad con los profetas y sacerdotes de Yahvé. También se ha registrado
la forma en que el mismo Salomón expulsó a los sacerdotes de Shiloh, con lo que de nuevo tenemos una conexión
cruzada.

En la Biblia, los héroes de la historia de Omri y Ahab son Elías y Elisha, con toda seguridad sacerdotes de Shiloh (hecho
bastante significativo al que retornaremos en breve), puesto que este es el sitio que se menciona como hogar del profeta
Ahijah en Reyes 1, 14:2. Se dice que en su confrontación con Ahab, Elías produjo una gran demostración del poder de
Yahvé, como resultado de la cual la gente se abalanzó en contra de los sacerdotes del dios extranjero Baal y les dio
muerte en el arroyo de Kishon.

Como era natural, Jezabel montó en cólera, y Elías pensó que era tiempo de “tocar retirada”. Se dirigió a las colinas, y en
medio de la espesura del monte Horeb habló con Dios, de la misma manera que Moisés también se supone que lo hiciera.
Yahvé pronunció una terrible profecía en contra de Ahab, pero curiosamente le dio unas cuantas oportunidades más para
redimirse, como se desprende de sus subsiguientes victorias en contra de Ben-Hadad, rey de Aram-Damasco. Al parecer,
Yahvé estaría dispuesto a apaciguar su ira con tal de que Ahab diera muerte a Ben-Hadad, pero en su lugar Ahab decidió
pactar la paz, y para ese efecto se redactó un tratado. Y así discurre la narrativa, con no pocos vilipendios dirigidos hacia
Ahab y Jezabel. Después de la muerte de Ahab, Elisha ungió como rey a otro general del ejército, Jehu. Según parece,
este tipo era mucho más del agrado de Yahvé, y este último se aseguró de que Jezabel sufriera una terrible muerte,
lanzada desde una ventana y devorada por los perros. Entonces Jehu mandó apresar a todos los hijos de Ahab (según las
cuentas, 70 en total), concebidos por varias esposas y concubinas, y los hizo pasar por la espada: todas sus cabezas
fueron apiladas en un solo montículo justo a la entrada de la ciudad para inspirar terror y confianza en el nuevo rey, así
como en su patrocinador, Yahvé.

La Biblia dice que Jehu provocó la caída de los Omritas, pero existe evidencia de que probablemente ese no fue el caso.

En 1993 se encontró una inscripción que se piensa fue producida por Hazael, rey de Aram-Damasco. Ella indica que
alrededor del 835 AC Hazael capturó la ciudad de Dan, haciendo referencia a la “Casa de David”. Está claro que la
invasión de Hazael fue la que minó el poder del reino del norte. El texto de la inscripción de Dan relaciona la muerte de
Jehoran, hijo de Ahab y Jezabel, con la victoria aramea. Hazael se jacta: [Yo di muerte a Jeho]ram, hijo de [Ahab], rey de
Israel, así como a [Ahaz]iazu, hijo de [Jehoram, rey] de la Casa de David. Y también torné [sus pueblos en ruinas] y traje
la [desolación] a sus tierras.
Así es que hay mucha mayor probabilidad de que la violenta destrucción de los palacios “Salomónicos”, de la cual por
tanto tiempo se responsabilizó a la invasión egipcia comandada por el Faraón Shishak a finales del siglo 10 AC, más bien
haya tenido lugar alrededor del 835, teniendo no a Jehu como protagonista, sino a Hazael. Y así fue como tocó a su fin la
dinastía Omrita.

Permítaseme enfatizar que Hazael se refiere a la dinastía Omrita como la “Casa de David”. ¿Porqué? ¿Fue Omri, de
hecho, el “Amado” de Yahvé? ¿O fue originalmente la Casa del Amado objeto de los favores de otro “dios”?

De cualquier manera, podemos ver que la profecía de Elías resultó cumplida, solo que a través de la alteración de los
hechos a posteriori. Por supuesto que, tal y como podremos constatarlo, un buen número de otras profecías de Yahvé solo
resultaron “cumplidas” a posteriori, durante la redacción de los textos bíblicos. La invasión de Ben-Hadad, a quien Ahab
se supone debería de haber matado (pero que salió librado ante la decisión de este último de mostrarse magnánimo con
él, cosa que exacerbó la ira de Yahvé), realmente tuvo lugar mucho más tarde dentro de la historia del reino del norte.

Así que una y otra vez encontramos, cuando quiera que nos molestamos en eliminar los anacronismos y las inexactitudes
históricas, que lo que nos queda de la Biblia no es más que un tedioso relato de las amenazas de Yahvé, y el
cumplimiento de estas como parte de un diseño para establecer su estatus de Dios Universal. Y se supone que uno deba
de hacerse de la vista gorda ante la constatación de que este proceso incluye la alteración y distorsión de los hechos al
punto que terminan por perder su fisonomía original. Lo que nos muestra acerca de los Omritas la evidencia del azadón,
es que presidieron un gran reino durante lo que debió haber sido una época de prosperidad general. Nos suministra, de
hecho, un modelo para el reino davídico y salomónico de Israel en todos los detalles excepto en lo tocante a la adoración
de Yahvé. Esa es la razón por la que fueron condenados por los escritores de la Biblia y presentados bajo una luz
totalmente desfavorable en la “nueva versión” de los hechos que promovía a Yahvé como el dios que hiciera grande a
Israel, y cuyos favores, una vez retirados, habían forzado a esta a postrarse en completa humillación.

Los hechos demuestran todo lo contrario. Israel nunca consiguió nada mientras fuera presidida por los sacerdotes de
Yahvé, excepto constante sufrimiento y exilio, todo a causa de gobernantes que no podían evitar que el tiro les saliera por
la culata, que practicaban una política de doble cara, y que favorecían una postura de aislacionismo religioso y cultural.
Los Omritas fueron una familia de gobernantes militarmente poderosos que presidieron uno de los estados más fuertes
del Cercano Oriente en aquella época. No fue sino hasta entonces cuando el resto del mundo se vio obligado a tomar a
Israel en serio. Una estela que data de esta época dice que “Omri fue el rey de Israel que subyugó a Moab” (Moab era un
estado vasallo de Israel). La estela continúa relatando como Mesha, rey de Moab y responsable de la producción de dicha
estela, expandió su territorio en franca rebeldía contra Israel. Por Mesha nos enteramos de que el reino de Israel
consiguió extenderse mucho más hacia el este y sur de su antiguo dominio circunscrito a la zona montañosa central.

Una y otra vez la Biblia resalta todos los desaciertos militares de los Omritas, pero parece que fueron lo suficientemente
competentes como para reunir una fuerza militar que impresionó al gran rey asirio Shalmaneser III y lograr enviarlo de
vuelta a casa en rápida huida. Como es natural, Shalmaneser alardeó de su victoria en lo que se llama la inscripción
Monolítica, pero esta se encontró en Nimrud, no en Israel, lo cual nos da testimonio de quién fue realmente el que
venció. La Biblia también menciona el sitio de Samaria a manos del “ejército arameo”; está claro que se trataba del
ejército asirio, y en esa ocasión Israel se las agenció para resistir.

Los múltiples hallazgos arqueológicos en tierra palestina y que inicialmente fueron proclamados a voz en cuello como
evidencia de los reinos de David y Salomón, posteriormente resultaron ser los proyectos de construcción de Omri y
Ahab. Así es que en caso de haber habido un David y un Salomón en Israel, el crédito de haber establecido la primera
monarquía completamente desarrollada en Israel más bien corresponde a Omri y Ahab. Es evidente que los proyectos de
construcción de Omri requirieron de sofisticadas operaciones de movimiento de tierra capaces de convertir un pequeño
asentamiento a lo alto de un colina en una fortaleza significativa. ¿De adónde provenían el poder y la riqueza? ¿Qué fue
lo que le permitió al reino del norte convertirse en el estado Omrita? Con los limitados recursos del país montañoso,
apenas suficientes como para mantener pueblos y aldeas relativamente pequeños, ¿qué fue lo que permitió nutrir esas
posibilidades de expansión?

Bueno, como ya lo hemos apuntado, a fines del siglo 10 AC hubo una ola de destrucción de las ciudades localizadas en
las tierras bajas, previo a la destrucción de los “palacios salomónicos”, y ahora se piensa que ello creó la oportunidad
para que un hombre fuerte con cerebro y ambición tomara las riendas y creara un imperio. Ese hombre, aparentemente,
fue Omri. Él no fue responsable de la destrucción de los “filisteos”, acción que la Biblia le acredita a David, pero
ciertamente fue el hombre del momento que sabía cuando la fortuna le iba a sonreír. Dio ímpetu a la expansión del
pequeño país montañoso original hacia el corazón del antiguo territorio cananita, que abarcó Megiddo, Hazor y Gezer. Se
extendió hasta los territorios de Siria y Transjordania y estableció un vasto y diverso estado territorial que controlaba
ricos terrenos dedicados a la agricultura y gobernaba una ruta comercial internacional de gran tráfico. Aún más
significativo es que su territorio consistía en una sociedad multi-étnica, y esta es otra de las razones por las cuales los
autores de la Biblia lo vilipendiaron.

Cuando el reino norteño de Israel anexó las tierras altas de Samaria a los valles del norte, ello significó la incorporación
de diversos ecosistemas que incluían una población heterogénea. Es muy probable que los habitantes del territorio
central, correspondiente a las tierras altas, se hayan identificado a sí mismos como israelitas, pero la gente de las tierras
bajas, los valles, era la población cananita indígena. Más hacia el norte se encontraban aquellos de la etnia aramea. Hacia
la costa Omri gobernaba pueblos que eran de origen fenicio. La arqueología muestra que las raíces culturales de cada
grupo eran muy consistentes durante todo ese período, lo que indica que Omri aparentemente respetó la diversidad
cultural. La evidencia muestra una gran estabilidad en los patrones de vida de los asentamientos, así que es seguro que
Omri no trató de forzar pautas nuevas sobre nadie; ni siquiera creencias religiosas. Él realmente “unificó las tribus de
Palestina”, aún cuando no se tratara, como declara la Biblia, de los “hijos de Jacob” unificados bajo la guía divina de
Yahvé; lo cierto es que se trataba de una mezcla diversa y única. Y es muy probable que esta unificación de diferentes
grupos étnicos fuera el verdadero evento histórico que más tarde fuera falsificado mediante el mito de las 12 tribus o
supuestas familias descendientes de los hijos de Abraham. Parece que esta diversidad misma fue el factor más importante
que contribuyó al crecimiento y expansión de la dinastía Omrita. Según los estimados, Israel podría haber llegado a ser el
estado más densamente poblado de todo el Levante. Su único rival habría sido Aram-Damasco en el sur de Siria.

El ascenso al poder de Omri coincide con el renacimiento general del comercio en al área del Mediterráneo oriental. Las
ciudades portuarias de Grecia, Chipre y Fenicia, estaban intensamente involucradas en comercio e intercambios de todo
tipo, y gracias a Omri Israel tomó parte en todo ello. Había una fuerte influencia artística fenicia en la cultura de Israel,
evidencia de lo cual son los muchos jarrones de estilo ciprio-fenicio que aparecen en los estratos arqueológicos. Esto no
debería de parecer inusual considerando el hecho de que Ahab casó con una princesa fenicia. Desde el punto de vista
conceptual y funcional, las ciudadelas Omritas se parecen a las de los grandes estados-ciudades cananitas de la Tardía
Edad de Bronce. Es posible observar una continuidad cultural similar en lugares como Taanach, donde un altar del siglo
noveno AC presenta elaborados motivos alusivos a las tradiciones cananitas de la época. Todo esto es muy interesante,
pero nos crea un problema. Desde la perspectiva arqueológica, no hay nada particularmente israelita en cuanto al reino
del norte. De hecho es únicamente en base al testimonio de la Biblia que nos enteramos de la existencia de un reino de
Israel escindido del imperio salomónico. El verdadero carácter de la dinastía Omrita es el del poderío militar, los logros
arquitectónicos, la sofisticación gubernamental y la tolerancia cosmopolita. Pero todo lo que aprendemos de la Biblia es
lo mucho que Omri y Ahab eran odiados.

Obviamente, el autor bíblico se vio forzado a contar las “verdaderas” historias de Omri, si bien estas ya había sido
“mitificadas”, pero se esmeró en distorsionar y viciar cada palabra de las mismas. Minimizó el poderío militar con el
ridículo y la recitación de los fracasos. Omitió las muchas victorias y éxitos que necesariamente debieron haber tenido
lugar, o de lo contrario la dinastía no habría conseguido expandirse de la manera en que lo hizo. El autor bíblico también
ligó la opulencia de la dinastía a cosas como la idolatría y la injusticia social; le imputó a la princesa fenicia los cargos de
inclinación por prácticas malvadas y adoración de falsos dioses. También historificó lo que ya había sido mitificado, pero
insertando sus propias alusiones negativas. En resumidas cuentas, se esforzó en proyectar una imagen de la historia del
Reino del Norte que estaba plagada de pecado y degradación.

Pero la evidencia del azadón apunta en otra dirección.

Luego relata, el autor bíblico, los cuentos de la “Casa de David”, como si se trataran de la posesión exclusiva del Reino
del Sur, y ya hemos comenzado a entender cual es la razón de esto: justificar el estatus de Yahvé como Dios Único, como
el dios de Israel.

LAS DIEZ TRIBUS PERDIDAS


Es un hecho que el reino que Omri construyó experimentó su caída en razón de lo exitoso que era. Como reino
independiente situado a la sombra del poderoso imperio asirio, el norte de Israel parecía un tentador tesoro en espera de
ser saqueado.

En los reinados de los muchos reyes que siguieron a Ahab, Yahvé demuestra ser altamente hipócrita en sus juicios, pero
más bien deberíamos decir que la pluma lo ha insertado dentro de la historia en el protagónico papel de causa última de
los éxitos o fracasos de los reyes. Si alguna de sus empresas tenía éxito mientras se mostraban idólatras, era porque
Yahvé había tenido misericordia de la gente. Si aún siendo fieles a Yahvé resultaban ser un fracaso político y causaban
enorme sufrimiento al pueblo, era a causa de algún pecado atribuido a sus antepasados. Las bendiciones divinas tenían un
carácter singularmente arbitrario. Con todo, aparentemente nunca le pasó por la mente a los sacerdotes de Yahvé que,
después de todo, quizás este no fuera la mejor opción para un dios nacional.

De cualquier manera, luego de una racha de desaciertos reales o fallas de Yahvé a la hora de cumplir sus promesas, un
rey verdaderamente idiota asciende al trono: Hosea.

Paralelamente, en ese mismo momento del siglo 8avo. AC, Shalmaneser V asciende al trono de Asiria. Hosea se
comprometió a ser el vasallo de Shalmaneser, pero a espaldas suyas forma una alianza con Egipto. Su visión política
debe haber estado seriamente afectada de estrabismo, a la vez que pareciera no haber estado restringido por un alto
sentido de la ética, puesto que primero hace una promesa y después reniega de ella. Recordemos que se suponía que
Egipto debía ser objeto de un odio enconado a causa del estado de esclavitud al que sometió a los judíos, pero lo que
observamos en forma repetida es que este factor no parece haber entrado nunca en al mente de los judíos durante ese
período. Hosea apostaba a ganar el apoyo de Egipto en contra de una revolución en contra de Asiria. Cuando
Shalmaneser se enteró de esto, tomó prisionero a Hosea, invadió lo que quedaba de Israel, sitió Samaria por espacio de
tres años, y una vez la hubo capturado, “se llevó consigo a los israelitas hacia Asiria”, cuando menos a todos aquellos que
no pudieron comprar su libertad.

Después de causar el exilio de los israelitas, Asiria trajo gente desde Babilonia, Cuthah, Avva, Hamath y Sepharvaim
para establecerse en las ciudades de Samaria y remplazar a los habitantes de Israel. No se ha registrado retorno alguno de
los habitantes originales, y a partir de este evento es que se crea la leyenda de las Diez Tribus Perdidas de Israel.

Se ha declarado que estas tribus perdidas fueron a parar a lugares tan distantes como la Gran Zimbabwe en África,
México, Norte América, Persia, Asia Central, China (los Chiang-Min de Sichuan), y Japón (16) . El Libro del Mormón
discute extensamente sobre la presencia de las tribus perdidas en Norte América. El problema es, por supuesto, comenzar
asumiendo que alguna vez existieron estas 12 tribus reales tal y como las describe la Biblia; es decir, originadas en los
hijos de un mismo padre, Jacob. Creo que a estas alturas el lector ya debe haber caído en la cuenta de que no es posible
que hayan existido estas diez tribus porque, para comenzar, no hubo “tribus” como tales, cuando menos no en los
términos en que la Biblia las presenta.

La historia de José en Egipto (Génesis 37 al 50) es tan diferente en cuanto a estilo y nivel de excelencia, que los
académicos creen que se trata de una composición literaria y no de un registro histórico. Comparte muchos aspectos con
otras tantas historias del mismo género originarias de Egipto y del Cercano Oriente. El cambio de estilo que se observa al
pasar de las breves e inconexas secciones que tratan de la historia de Abraham, Isaac y Jacob, es bastante inusual en otros
sentidos también. La historia de José no demuestra interés alguno en el pacto, las promesas, y los precedentes de los
derechos de Israel o cualquiera de los otros asuntos que tanto preocupan a los otros autores de las historias anteriores. No
hay encuentros con Yahvé/Jehová, ni ángeles, ni ciudades voladas en pedazos; en pocas palabras, ninguno de los aspectos
distintivamente judíos.

De acuerdo al Génesis 45:11, el viaje de Jacob y su familia hacia Egipto fue una medida de emergencia para sobrevivir a
la hambruna. Otra versión sugiere que la clara intención fue establecerse permanentemente en Egipto. Esto nos sugiere
que el relato ha sido tomada en préstamo de la literatura del Medio Oriente para insertarlo dentro de la narrativa de la
Biblia como hecho histórico y, muy especialmente, como soporte genealógico. Se ha presentado a la popular y
ampliamente conocida historia de José como explicación del origen de las diversas tribus que más tarde fueron
asimiladas en “un solo pueblo”. La historia de José trae a todos los “hijos de Jacob” hasta Egipto donde viven todas sus
vidas. Esto contradice de manera directa y enfática las tradiciones de las tribus individuales. Por ejemplo, en Génesis 38,
Judá se casa, se establece y cría a su familia en Canaán; en Génesis 46:21 Simeón casa con una cananita; en 1 Crónicas
6:20 Efraín muere en Palestina; en 1 Crónicas 7:14 Manasseh casa con una aramea, y su hijo Machir se dice estar en su
hogar en Gilead tanto en Números 32:40 como en 1 Crónicas 2:21-22.

Otro elemento discordante en la historia de José es que los nombres egipcios que menciona, Saphnathpane’ah , Asenath ,
Potiphar , y Potipherah, son todos nombres que pertenecen a la vigésima primera dinastía egipcia y eran comunes entre
los siglos 9 y 7 AC, durante el llamado período Kushita-Saite. Además en Génesis 42:34 aparece el título arameo saris,
procedente del akadio sa resi, y que es propio de la administración persa de Egipto. Es decir, que hay suficientes
evidencias como para declarar un origen de la historia que se remonta a los siglos 7 o 6, y los paralelos existentes con la
historia de Daniel en el exilio en Babilonia son muy numerosos.

Así que, una vez más, parece que la referencia a “los doce hijos de Jacob” como progenitores de las doce tribus de Israel,
es cuestionable, siendo lo más apropiado pensar en estas últimas como en un grupo vagamente relacionado de tribus sin
conexión familiar específica, siendo la historia de Jacob en su papel de padre un desarrollo a posteriori para servir de
soporte o hilo conector desde el punto de vista genealógico.

LA PRIMERA “TORAH” Y EL PRIMER “TEMPLO”

En la época de la caída del Reino del Norte en el 722 AC, muchos de los refugiados de Israel (que podrían ser
considerados como miembros de las otras “diez tribus”, si uno quiere mirar las cosas desde ese punto de vista), huyeron
hacia el sur, hacia las tierras montañosas del país de Judea, predominantemente rural. Entre ellos aparentemente se
contaban los sacerdotes-profetas de Shiloh –los enemigos de Jezabel que pensaban que su rey había sido corrompido por
una mujer– que traían consigo el llamado documento E. Fue en este momento cuando el documento E se fusionó con el J,
probablemente por obra de algún miembro del sacerdocio aarónico en Jerusalén, y como parte del programa del rey
Ezequías para consolidar su poder.

Tratando de sacar ventaja de la situación que se le presentaba –la destrucción de Israel y la asimilación de parte de su
población y de sus sacerdotes– Ezequías decidió que le convenía unificar la población y centralizar todo. Él iba a ser el
nuevo “David” que unificaría al pueblo, y parte de su plan incluía la unificación psicológica a través de la religión.
Obviamente, Ezequías desaprovechó el ejemplo de Omri de tolerancia hacia los diferentes grupos y creencias, sea por
negligencia propia o por haber estado fuertemente controlado por el sacerdocio.

Este es el momento importante en que se crea el documento P y se establece la división jerárquica entre los grupos
sacerdotales, con los sacerdotes aarónicos asumiendo la posición de mayor altura, y los de Shiloh –los supuestos
descendientes de Moisés– reducidos a un estado servil, cosa que obviamente no fue de su agrado. El documento P fue la
pátina editorial aplicada por el sacerdocio aarónico sobre el documento combinado J/E. A pesar de que no pudieron
deshacerse de las historias de J y E (patrimonio comunitario del pueblo), que reflejaban una visión hostil de Yahvé, de la
historia en general, y de Aarón en particular, las utilizaron en forma astuta para establecer los cimientos de lo que
posteriormente sería la imposición final de los controles de Yahvé. El documento P buscaba glorificar a Yahvé por sobre
todos los demás dioses que formaban parte integral de las historias originales, y obviamente habría eliminado cualquier
mención favorable de ellos, si bien, como ya se ha indicado, no fue posible eliminar las historias mismas.

El autor de P era alguien que conocía bien los textos de J y E. El texto P no solamente era similar a aquellos dos e incluía
una buena cantidad de “duplicados” de historias originalmente aparecidas en J y E, sino que además fue escrito con base
en J y E con vistas a erigirse como una versión propia e independiente de aquellas historias. Claramente se puede ver que
fue escrito para ser presentado en lugar de J y E, y es muy probable que en la época en que P fuera introducido, J y E
hayan sido suprimidos.

P no solo iniciaba con las historias de la creación y del diluvio, al igual que J y E, sino que también proseguía con los
asuntos capitales del pacto de Abraham, el éxodo de Egipto, y el pacto del Sinaí. Hace referencia a toda clase de asuntos
específicos que aparecen en el texto de J/E y contiene más de veinticinco casos de relatos paralelos que obviamente no se
pretendía combinar con los de J y E, como terminó por hacer un posterior redactor. Aun más, a pesar de que las
similitudes son flagrantes, las diferencias resultan todavía más delatoras. La pregunta que debemos hacer es: ¿porqué
consideró el autor de P que era necesario escribir una nueva versión cuando tenía a mano la de J y E?

Primero que todo, necesitamos considerar aquellas cosas que se dicen en J y E que resultan significativamente diferentes
en P. Hacía largo tiempo que los pueblos del reino del norte atesoraban la tradición de haber descendido de Moisés
mismo. Sus documentos arrojan una luz muy desfavorable sobre la figura de Aarón, presentándolo como el sacerdote del
Becerro de Oro cuya hermana, Miriam, fue azotada por la enfermedad por haber criticado a la esposa de Moisés.
Aparentemente, el reino del norte no adoraba a un dios que demandara sacrificios, y sus creencias enfatizaban la
importancia de la escogencia directa de los profetas por parte de los dioses mismos, antes que la de cualquier linaje
sacerdotal.

En el sentido más puro, la creación de esta parte del texto tenía motivaciones primordialmente políticas, de la misma
manera que la creación de la teología cristiana fue un asunto primordialmente político. Ambas fueron creadas para dar
énfasis a todas aquellas cosas que harían a los súbditos del reino más susceptibles al control y a la dominación.

Ezequías se dio a la tarea de eliminar toda forma de práctica religiosa que no fuera la forma de adoración sancionada
dentro del templo de Jerusalén. Se instituyeron rígidos controles religiosos que obligaban a la destrucción de los lugares
de adoración de cualquier dios que estuvieran situados fuera del Templo. Estos lugares de adoración se llamaban
“santuarios” y fueron eliminados, al tiempo que la forma centralizada de religión bajo el control de los Levitas en
Jerusalén se convirtió, en términos seculares, en la ley. De hecho, la ley de Yahvé se convirtió en la ley de la nación.
Como anotáramos, los levitas que estaban a cargo en esa época, eran los levitas aarónicos.

Con vistas a entender las implicaciones de todo esto, uno debe entender qué cosa tenía lugar en los mencionados
“santuarios” y porqué. En el Oriente Medio, el sacrificio era más que la muerte sin sentido de algún animal;
principalmente era la muerte ritual de un animal para ser consumido como alimento, antes de ofrecer parte del mismo a
diversos dioses. El punto era que si el hombre deseaba comer carne, debía de entender las implicaciones del acto de
tomar una vida, y entender además que este era un acto sagrado que debía ser realizado de una manera prescrita y por una
persona especialmente designada –un sacerdote–, que también recibía una porción de la misma.

Así que el efecto de esta ley fue que si la gente deseaba tener un cordero para la cena, ya no podía realizar el sacrificio en
el “santuario” local o en su hogar: se veían obligados a cargar a cuestas su cordero hasta Jerusalén, donde tenía lugar el
cónclave de los levitas. Esto obviamente equivalía a poner en manos de unos pocos un enorme control y poder
económico. Al mismo tiempo los levitas aarónicos que estaban redactando el texto de esta nueva Torah, se aseguraron de
estipular la necesidad de agregar ciertos sacrificios específicos en honor de Yahvé y por encima de la mera muerte ritual
cuya intención era llenar el plato de la cena. Así aseguraron el enriquecimiento del sacerdocio a expensas del pueblo.

No obstante, la sola intención de centralizar la religión en ese preciso momento de la historia, aunada a la redacción del
documento P, nos lleva a una de las claves más importantes acerca de la supuesta existencia del Templo de Salomón en
Jerusalén.

Verán, una de las principales controversias de la Biblia en términos de análisis de la evidencia interna con vistas a
determinar quién escribió qué y cuándo, la constituye el período en que se origina el documento P. Por largo tiempo se ha
aceptado que J y E provenían de un período anterior, el de los dos reinos de Judea e Israel (siglos 8avo. y 9no. AC), como
veremos un poco más adelante. Pero tratar de dilucidar quién escribió el documento P ha sido una tarea sumamente
difícil. Y el hecho es que P es la más voluminosa de todas las fuentes, con un tamaño similar al de las otras tres juntas.

El documento P incluye la historia de la creación del primer capítulo del Génesis. Incluye también la versión cósmica de
la historia del diluvio en la que las puertas del cielo y las fuentes del abismo se abren para inundar el mundo. Tiene las
historias de Abraham, Jacob, el Éxodo, y el viaje a través del erial, la mayoría de las cuales son duplicados de historias
que aparecen en J y E. También contiene un enorme cuerpo de leyes, que cubre cerca de treinta capítulos del Éxodo y
Números, así como TODOS los libros del Levítico. Así que esta es una pregunta altamente pertinente que no debemos
tomar a la ligera.
En 1883 Edward Reuss dio una conferencia a sus estudiantes en Estrasburgo. En ella afirmó que los profetas bíblicos no
se refieren a la ley sacerdotal, no citan el material contenido en el documento P, ni tampoco dan siquiera la impresión de
estar familiarizados con él. A partir de esta observación Reuss concluyó que la ley es posterior a los profetas. (17) Reuss,
por supuesto, tenía miedo de decir esto en público, así que hubo de esperar cuarenta y seis años para publicar una
monografía acerca del asunto en 1879. En esa época uno de sus estudiantes más intrépidos ya había llevado la idea más
lejos, publicando su propia monografía del tema.

Este estudiante era Karl Graf. Habiendo sido convencido por Reuss de que la ley era posterior a los profetas, comenzó su
propio análisis del texto en busca de claves. Ya se daba por un hecho que D había sido escrito posteriormente a J y E,
durante el tiempo de Josiah, así que Graf asumió a priori que P debía haber sido escrito luego de eso, durante el período
del Segundo Templo. Eso formaba parte del punto de vista posteriormente sintetizado por Wellhausen, y que sostenía que
el elaborado sistema legal y ritual, así como la centralización del sacerdocio, fueron desarrollos posteriores dentro de la
vida de los israelitas, hacia el final del período bíblico.

Había un serio problema con la idea de que P había sido escrito por un miembro del sacerdocio de la época post-exilio:
no se menciona ningún Templo en todo el documento P. En P Yahvé nunca le ordena a Moisés decir al pueblo que debían
construir un templo. No existe una sola ley dentro de P que requiera de la presencia de un Templo, y más aún, a pesar de
que P habla del Arca de la Alianza, de un altar, de querubines, de Urim y Thunimm, y de otros accesorios sagrados
propios de la actividad de la adoración, no existe una sola referencia a un Templo. (18)

La solución de Graf al problema del “Templo perdido” fue que el Templo sí se menciona en repetidas ocasiones, pero
bajo el término de Tabernáculo. El Tabernáculo era la tienda de las asambleas que Moisés erigió en el desierto para
guardar el Arca de la Alianza. En el documento E solo se menciona tres veces y en J y D del todo no se menciona. Por
otro lado, ¡P lo menciona cerca de doscientas veces! Además P suministra elaborados detalles acerca de sus materiales,
su construcción y las leyes que se le relacionan. Es un aspecto bastante común dentro de las historias de P; todas las
reuniones del pueblo tienen lugar en el Tabernáculo. En pocas palabras, el Tabernáculo era esencial para P.

Así que la solución de Graf era que el Tabernáculo nunca había existido, que era una ficción creada durante el período
del Segundo Templo porque el escritor deseaba establecer un código de leyes que representara los intereses de los
sacerdotes del Templo y necesitaba la antigüedad y autoridad de Moisés para validar la idea de que el Templo era el
reemplazo del Tabernáculo.

Así es que Graf decidió que el Tabernáculo debía haber sido falsa y deliberadamente creado para transferir la autoridad
que representaba hacia el Templo, y las leyes que habían requerido de la presencia del Tabernáculo ahora requerían de la
presencia del Templo. De esa manera propuso que el Tabernáculo Sacerdotal había sido una ficción literaria y legal
creada en la época post-exilio por el autor de P para dar soporte a la idea de la reconstrucción del templo durante el
período del Segundo Templo.

Y entonces aparece de nuevo Wellhausen. Una vez hubo aceptado la teoría de Reuss de que la ley fue posterior a los
profetas, y la teoría de Graf de que el Tabernáculo no era otra cosa más que un símbolo del Templo, sugirió que en el
documento P la centralización de la religión no era algo que se requiriera, como sí lo era durante el período del
documento D, sino que más bien era algo ya existente. Aseveró que las leyes y las historias de P toman la centralización
como un hecho.

En la lista de los diferentes tipos de sacrificios incluidos en P hay uno que se llama “ofrenda por el pecado”, y otro que se
llama “ofrenda por la culpa”. Tales sacrificios no se mencionan en J, E o D. Wellhausen dedujo que era lógico pensar que
estas ofrendas fueran establecidas después del exilio, cuando la gente se sentía culpable y creía que el exilio era un
castigo por sus pecados.

En la lista P de días festivos hay uno que se conoce como el Año Nuevo de la Caída, o Festividad de los Tabernáculos,
seguida diez días después por el Día de la Expiación. Ninguna de estas festividades se menciona en J, E o D. Y puesto
que estas festividades involucran la expiación de los pecados, Wellhausen concluyó que ello probaba que formaban parte
del período del Segundo Templo cuando Israel estaba agobiada por el sentimiento de culpa de que su falta de fe en Yahvé
había provocado la destrucción del reino y el exilio en Babilonia.
Otra “prueba” que fue aceptaba por Wellhausen como demostración de que P había sido escrito luego del exilio, fue el
“asunto de Ezequiel”. Ezequiel fue un sacerdote aarónico exilado en Babilonia, lugar donde escribió el libro que lleva su
nombre. El Libro de Ezequiel está escrito en un lenguaje y estilo marcadamente similares a los del documento P. Hay
pasajes completos en Ezequiel que corresponden, palabra por palabra, a extractos de P. En Ezequiel el autor declara que
en el futuro solo ciertos levitas podrían llegar a ser sacerdotes, mientras que todos los demás quedarían descalificados a
causa de sus pecados pasados. Los únicos levitas que podrían fungir como sacerdotes serían aquellos que fueran
descendientes de Zadok, el sacerdote aarónico de David. Así es que, de acuerdo a Ezequiel, solo los sacerdotes aarónicos
zadokianos serían legítimos, mientras que todos los demás quedarían excluidos.

También queda bastante claro que, cualquiera que sea el contexto, para el documento P solamente los aarónicos son
sacerdotes. P sencillamente no le da ningún grado de legitimidad a los descendientes de Moisés (los sacerdotes de
Shiloh). Así que Wellhausen decidió que P debía haber sido escrito durante los días del Segundo Templo cuando los
sacerdotes aarónicos ascendieron al poder, tomando la profecía de Ezequiel como inspiración. En ese momento de la
historia terminó la competencia entre las familias sacerdotales. Los aarónicos habían ganado y uno de ellos escribió una
“Torah de Moisés” que reflejaba esta victoria.

Era un buen argumento, pero como dice Friedman: “era lógico, coherente, persuasivo... y erróneo” (19)

Reuss estaba equivocado desde el principio de la discusión porque está claro que los profetas sí citan a P, principalmente
Jeremías. Es un hecho que Jeremías parece solazarse en jugar con el documento P e invertir su lenguaje en formas
bastante ingeniosas. También es posible ver cómo Jeremías rechaza el Arca de la Alianza en uno de los giros que da al
lenguaje del documento P. Ezequiel también parece conocer bastante bien el documento P, y el lector quizás quiera
referirse a Friedman para ver una lista de las comparaciones.

En 1982 Avi Hurvitz, de la Universidad Hebrea de Jerusalén demostró que el documento P estaba escrito en una forma
más antigua de hebreo que el trabajo de Ezequiel, así que la idea de Wellhausen de que había sido escrito después de la
época de Ezequiel recibió un duro golpe. En años recientes otros cinco académicos han descubierto evidencia lingüística
adicional de que la mayor parte de P está escrito en una forma de hebreo bíblico que es anterior a los días del exilio en
Babilonia.

La conclusión es: Reuss estaba equivocado, Graf estaba equivocado y Wellhausen estaba equivocado. Pero en su error
había conseguido resaltar un trozo crucial de evidencia que apuntaba hacia algo completamente diferente: el asunto del
Tabernáculo. Este Tabernáculo nos pone cara a cara con la pregunta de cuándo fue que se construyó (si es que del todo se
construyó) el famoso “primer templo” de Salomón en Jerusalén.

Jerusalén ha sido excavada una y otra vez, habiendo sido objeto de un período particularmente intenso de investigación
de los restos de la Edades de Bronce y de Hierro durante las décadas de 1970 y 1980, bajo la dirección de Yigal Shilo, de
la Universidad Hebrea, concretamente en el área de la ciudad de David, el corazón urbano de la ciudad. De manera
sorprendente, como señalara el arqueólogo David Ussishkin de la Universidad de Tel Aviv, el trabajo de campo allí y en
otras partes de la Jerusalén bíblica no arrojó ninguna evidencia significativa de ocupación durante el siglo décimo. No
solo había ausencia de vestigios de arquitectura monumental, sino inclusive de cualquier fragmento de cerámica. Algunos
estudiosos han argumentado que los posteriores trabajos masivos de construcción en Jerusalén habían destruido toda
evidencia de la temprana ciudad, pero el caso es que las excavaciones en la ciudad de David revelaron impresionantes
restos que datan no solo del siglo décimo AC, sino inclusive de la Mediana Edad de Bronce y de los siglos tardíos de la
Edad de Hierro. El dictamen más optimista acerca de esta ausencia de evidencia es que la Jerusalén del siglo décimo
tenía una extensión bastante limitada, quizás similar a la de cualquier aldea típica del país montañoso. Esto... coincide
con el... patrón que presenta el resto de Judea durante ese mismo período, que se componía de una veintena de pequeñas
aldeas y unos cuantos miles de habitantes, muchos de los cuales eran pastores nómadas. (20)

Para el siglo 7 AC, Jerusalén finalmente se había convertido en una ciudad relativamente grande, dominada por el
Templo al Dios de Israel que servía como único santuario nacional. Pero este era el Segundo Templo, construido como
resultado de la visión de los “cautivos” que habían retornado de su exilio en Babilonia.
El sacerdocio que retornó de Babilonia desarrolló la Biblia com si fuera un estricto documento histórico con vistas a
amalgamar a un pueblo disperso y cansado por las guerras, y probar que habían experimentado una historia
estremecedora bajo la directa intervención de Dios. La épica gloriosa de la monarquía unificada era, al igual que todas las
historias de los patriarcas, de las conquistas y del Éxodo, una brillante composición que amalgamaba todos los cuentos y
leyendas heroicas de la antigüedad en una sola profecía del pueblo de Israel que data del 7mo. siglo AC y era a la vez
coherente y persuasiva.

Toda una elaborada teología se ha desarrollado con la idea de validar la conexión entre los herederos de la línea davídica
y el destino del pueblo de Israel. De acuerdo a esta historia fabricada, David fue el primero en erradicar la abominable
influencia de los “otros dioses”. A David, fiel y devoto servidor de Yahvé, le fue encomendad la tarea de completar el
trabajo inconcluso de Josué, a saber, conquistar el resto de la Tierra Prometida y establecer un glorioso imperio sobre
todos los territorios que le habían sido prometidos a Abraham. Esto de hecho reflejaba las ambiciones políticas de los
sacerdotes que detentaban el poder, y no la historia tal y cual en realidad había tenido lugar. Así que el glorioso relato de
David y Salomón y su maravillosa Arca fue creado para inspirar a las masas. Creemos, por supuesto, que estas historias
estaban basadas en modelos más antiguos, pero lo que resulta claro es que el Gran Rey Salomón –quien quiera que este
haya sido originalmente– no fue ni rey de Israel ni adorador de Yahvé.

De toda esta búsqueda por cuando menos una evidencia clara de la existencia de un gran Templo en Jerusalén durante el
período en cuestión, me temo que he salido con las manos vacías. Inclusive Finkelstein, citado más atrás, en cierta
manera elude el asunto. Dice que en el siglo 7 AC Jerusalén era “una ciudad relativamente grande dominada por el
Templo a Yahvé”. Si ese fuera el caso, el documento P no se habría enfocado tan asiduamente en el Tabernáculo. El
poner palabras en boca de Moisés de manera retroactiva, parece cosa harto sencilla; hasta ahora ello nunca fue obstáculo
alguno para los sacerdotes, así que ¿porqué tanta algarabía en relación con el Tabernáculo? Ellos podrían haber eludido
del todo este problema haciendo exclamar a Moisés: “cuando lleguen allí, guarden el Tabernáculo y construyan un
Templo”. Pero por alguna razón esa nunca pareció ser una opción. Claramente, esta “Tienda de las Asambleas” era algo
que el documento P había tratado de establecer como elemento de gran significado para el pueblo. Por alguna razón, su
importancia debía ser enfatizada, y su estatus histórico como único y legítimo Tabernáculo por encima de toda otra tienda
similar, debía quedar clara. Encontramos varios elementos nuevos dentro del documento P que obviamente eran resultado
de manipulación de cosas que eran sabidas y aceptadas por la gente y que requerían de “retoques” específicos para servir
a los propósitos de los sacerdotes.

Primero que nada tenemos una nueva Festividad de la Caída, que antiguamente se conocía como la Festividad de los
Tabernáculos. Luego tenemos la presencia de un Tabernáculo específico. Finalmente tenemos la razón de que este
tabernáculo sea designado como el único y legítimo: ¡guarda un objeto en su interior, un objeto llamado el Arca de la
Alianza!

Todas las referencias al Tabernáculo dentro del documento P sugieren que era un objeto con tremendo valor histórico
puesto que fue ensamblado bajo la dirección del propio Moisés. El documento P lo describe como el santuario que
guardaba el Arca de la Alianza, el Urim y Thummim, y los querubines. El documento P nos dice que el Tabernáculo
mismo fue construido con maderas preciosas, oro, bronce, lana entretejida con hilos dorados, escarlata y púrpura, y con
una cubierta de cuero rojo.

A pesar de que se supone que el Tabernáculo, con todo y Arca en su interior, residía en Shiloh (según el documento P), el
documento E por su parte, propio del reino del norte, dominio de los sacerdotes de Shiloh, ¡nunca menciona Arca.
alguna! De acuerdo al texto de E, la “Tienda de Asambleas” era el signo más importante de la presencia de Dios. Dios
estaba dentro de la tienda, no dentro del Arca. Y está claro que había muchas “Tiendas de Asamblea”.

Por otro lado, el documento J menciona que el Arca fue de suma importancia para los hijos de Israel durante su viaje
hacia la Tierra Prometida. En el libro de Números se dice que mientras viajaban el Arca era portada delante de todos.
Otro texto dentro del documento J enfatiza la función del Arca como “arma” de carácter militar, indicando que sin la
presencia de ella, el éxito de cualquier empresa militar resultaba imposible. Y luego, por supuesto, encontramos en las
referencias dentro de J al Templo de Salomón, que el Arca era el objeto más importante que contenía. ¡No debería
sorprendernos que dentro del documento J no haya mención alguna a la Tienda de las Asambleas!
Esto, claro está, supone un pequeño problema. Si el reino de Omri fue el mitificado/historizado Reino Judío de Salomón,
y aún así no se tenía conocimiento de ningúna “arca”, y además hay evidencia clara de que con anterioridad a Ezequías,
nunca hubo un Templo de Salomón en el reino de Judea que pudiera haber contenido dicha arca, entonces ¿de dónde
proviene la idea de esta arca? ¿Qué cosa era en realidad el Templo de Salomón? Bueno, ya retornaremos a este asunto.
Por ahora es preciso que entendamos que, sea pro mitificación de la historia o por historización del mito, ha habido aquí
una seria labor de prestidigitación. Tiendas que anteriormente eran usadas con un propósito particular ahora son
eliminadas, a la vez que se ha echado a andar un proceso de centralización variando el enfoque hacia una única tienda. La
legitimación de esa tienda se basa en su función como “albergue del arca”, y se han insertado dentro del documento P
todos los “antecedentes históricos” necesarios para justificar el uso de dicha tienda.

Cualquiera que haya sido el uso para el que se destinara la Tienda de Asambleas en épocas antiguas, es interesante notar
que el carácter general de todo el documento J –el documento de pueblo del arca– es mucho más balanceado en su
actitud hacia la mujer. El documento E –proveniente de los sacerdotes del reino del Norte, el pueblo de la tienda– era de
una perspectiva muy homocéntrica, concentrándose en los personajes masculinos y con ausencia de heroínas tales como
la Tamar del Génesis 38. ¡No extraña que Jezabel haya expulsado a sus autores en la forma en que lo hizo!

Hablando de Jezabel, la penúltima mención del arca en toda la Biblia aparece en 2 Crónicas, 8:11 (21) , mención que
hace referencia a Salomón y su esposa, la hija del faraón.

Salomón trasladó a la hija del faraón de la ciudad de David al palacio que había edificado para ella, porque pensó que su
esposa no debía vivir en la casa de David, rey de Israel, ya que los lugares donde había estado el arca del Señor eran
sagrados.

La antepenúltima mención del arca también ocurre en 2 Crónicas, 35:3: Además, a los levitas, que eran los maestros de
todo Israel y que estaban consagrados al Señor, les dio las siguientes instrucciones: “Colocad el arca sagrada en el
Templo que construyó Salomón, hijo de David, y rey de toda Israel. Ya no tendréis que llevarla en hombros. Ahora
dedicaos a servir al Señor vuestro Dios y a Su pueblo Israel.”

En breve discutiremos sobre la autoría del libro de Reyes, pero en este punto digamos que la autoría de Crónicas refleja
el lenguaje y los intereses de los sacerdotes aarónicos. Exaltan de manera muy especial a Ezequías, lo cual nos podría
indicar que este fue el momento histórico en que se produjo el documento P.

La última mención del arca en la Biblia viene de boca de Jeremías en forma de un comentario despectivo del tipo “¡Se
los dije!”: Y acaecerá que en aquellos días cuando os halláis multiplicado sobre la tierra, el Señor ha dicho que ya no
volveréis a referiros al arca de la alianza. Nunca más volverá a vuestra mente, ni la recordaréis, extrañaréis o visitaréis, ni
tampoco pensaréis en repararla o fabricarla de nuevo.

¡Curioso destino para el artículo más importante en toda la historia judía! (cuando menos de acuerdo a la Biblia). Pronto
veremos la razón de esta actitud de Jeremías hacia el arca. El punto es que él habla del arca como si se hubiera
estropeado o requiriese ser remplazada. Casi con todo seguridad, esto sugiere que los babilonios destruyeron el arca que
existía en la época del reino de Judea junto a casi todo lo demás. Lo que resulta extraño es la implicación de que ya no
tendría suficiente valor para ellos como para haberla montado en los carros del botín, o habría sido incluida en la lista de
objetos que se mencionan como hurtados del templo. Y para aquellos que se sientan inclinados a pensar que la ausencia
de esta mención apuntaría a la existencia de algún gran secreto o conspiración, permítanme señalar que las muchas
confabulaciones que existen en la Biblia tienen un solo objetivo: inflar la importancia de Yahvé. Los autores consiguen
ello echando mano de cualquier cosa que les sirva como lección para mantener el pueblo de Yahvé en raya. Si la pérdida
del arca de alguna manera pudiera haber sido utilizada para inducir un sentimiento de culpa, no dudo de que así lo
hubieran hecho. Lo que parece cierto es que, a partir de cierto momento de la historia, lo que existió en Judea no era más
que un arca substituta. Así es que en la época del exilio, su pérdida no habría tenido mayor importancia.

Parecería que cuando ya no se requería del arca para legitimar la existencia de un único Tabernáculo, esta dejó de ser
importante. La idea de que fue llevada por los judíos durante su huída hacia Egipto y luego hacia Etiopía, no es más que
otra pista falsa. Hay muchas Arcas que pretenden ser la legítima y original. Una de ellas se encuentra en Axxum, Etiopía.
Este objeto ha sido venerado por siglos, albergado dentro de una capilla especial y custodiado por un sacerdote cuya vida
entera se dedica a mantener la capilla y sus terrenos. Es obvio que si el Arca de Axxum fuera la verdadera, las
autoridades de Israel no se habrían detenido hasta haberla recuperado. A pesar de los rumores, eso nunca ha ocurrido.

Nuevamente recordemos que aún si el arca que existía durante la época de la destrucción a manos de los babilonios no
fuera más que un objeto “representativo”, habría estado basada en un objeto real que existió en determinado momento y
lugar, cuya historia había sido mitificada para luego ser re-historizada. No obstante, esto asesta un nuevo golpe a todos
los buscadores del Arca de la Alianza bajo el Templo de Salomón en Jerusalén.

Retornando al Primer Templo, observamos que Finkelstein menciona que la evidencia de la total destrucción de Jerusalén
se encuentra claramente presente en los estratos arqueológicos, y que definitivamente revela la violencia y la metodicidad
con que la ciudad fue borrada del mapa; pero no hace mención a Templo alguno. Eso no significa que en determinado
momento no se hubiera construido uno en Jerusalén, solo que no fue Salomón el que lo construyó, ni tampoco se
construyó en el siglo 10 AC. Y el asunto de si existió o no un Templo de Yahvé en la época específica de Ezequías,
cuando se producía el texto del documento P, es problemático.

Lo cierto es que parece que un templo existió en la época de la destrucción del reino del norte. Una clave que apunta
hacia ello es la referencia a la labor de “reparación” del Templo emprendida por Ezequías como parte de sus reformas.
Pero en lugar de haber reparado el Templo de Yahvé, bien podría haber reparado y remodelado el templo de algún otro
dios en Jerusalén declarando que se trataba del “Templo de Salomón” cuando en realidad no lo era. Así pues, habría
tenido mucho sentido legitimar el Tabernáculo como hogar temporal del arca, para luego transferir ese hogar a un Templo
“purificado”.

El autor del documento P habla acerca del “Templo de Salomón” y los objetos que contenía, pero ninguno de ellos estaba
presente en el Segundo Templo, y tampoco eran estos considerados como importantes. Este es otro de los puntos que
viene en apoyo de la idea de que el documento P se escribió antes del período del segundo Templo. ¿Por qué iba el autor
a hablar de objetos que ya no existían como si todavía existieran, aun cuando seamos de la idea de que su declarada
existencia no era más que la deliberada sustitución de una idea por otra? Además, ya hemos hecho referencia al
sorprendente silencio de la Biblia en cuanto al destino del Arca, con la sola excepción del breve y sugerente comentario
en Jeremías.

El Arca tenía una reputación letal. Se supone que el solo tocarla tenía consecuencias fatales. Luego de una batalla, 50,000
soldados filisteos abruptamente levantaron un campamento con el arca abierta de par en par y todos ellos fallecieron
mientras dormían. Su rey se apresuró a ordenar que fuera sellada y enviada de nuevo a manos de los israelitas. Uno de
los portadores del arca tropezó y la tocó, y resultó muerto al instante. Dos de los hombres de Moisés echaron un vistazo a
su interior y no vivieron para contarlo. Moisés se aseguró de que ambos fueran enterrados en pleno desierto y lejos del
campamento. Algunas personas han argumentado que esto indica que se trataba de un objeto radiactivo o cuando menos
de un aparato tecnológico de algún tipo. Es seguro que de haber sido un objeto tan poderoso desde el punto de vista
militar, se habría mencionado su uso en contra de los babilonios. Y de seguro también se habría mencionado el hecho de
que a pesar de toda su fama, nada pudo hacer en contra del poderío de Nabucodonosor, o de que un terrible destino cayó
sobre aquellos que se la llevaron consigo, en caso de que alguno de estos dos eventos hubiera tenido lugar. Pero no fue
así, y esa podría ser la razón del subsiguiente silencio. A fin de cuentas, las únicas historias que tenemos acerca de la
presencia o uso concreto de un arca son los mitos historizados (o historia mitificada) que nos llevan de vuelta a una época
muy anterior al exilio impuesto por los asirios en Babilonia. Uno no puede menos que preguntarse también acerca de la
destrucción del Reino del Norte por Hazael. Si el arca hubiera estado presente allí, habría tornado a los omritas en una
fuerza militarmente invencible. Por otro lado, en caso de que Hazael se hubiera apropiado del arca, en alguna parte se
habría hecho mención de ello. Así que el arca estaba precedida de una enorme fama, no obstante lo cual sobrevino la
destrucción. ¿Cuál sería, entonces, la explicación de los sacerdotes? No funcionó, y era mejor olvidar todo el asunto
antes que tener que enfrentar las preguntas de la gente.

En este punto los autores de la Biblia sencillamente no pudieron salirse con la suya, así que ni siquiera lo intentaron.
Además resulta claro que en la época del segundo Templo ya no tenían más necesidad del arca, así que sencillamente se
dejó desvanecer su recuerdo en el olvido como si fuera otra historia más del glorioso pasado de los ancestros. De nuevo,
sugiero que todo esto estaba basado en una semilla de verdad proveniente del remoto pasado, pero averiguar
concretamente a qué cosa estaba relacionada no va a ser tan sencillo como pretenden los muchos cazadores del Arca
contemporáneos. Una cosa parece segura: no hubo ningún Templo de Salomón en Jerusalén, ni Arca de la Alianza dentro
de cualquiera templo que haya existido allí. Así que podemos descartar las historias del Arca de Axxum o del rescate del
Arca de debajo del Templo por parte de los Templarios o del Emperador Romano Tito.

Sin embargo, la persona que escribió el documento P presentó un Tabernáculo específico, la Tienda de Asambleas, que
contenía la personificación misma de Yahvé en el arca, como centro de la vida religiosa de Israel desde la época misma
de Moisés y por todas las épocas subsiguientes, lo cual nos lleva a la conclusión de que P debió haber sido escrito antes
que D, puesto que en el texto de todas las leyes descritas en P se dice claramente que los sacrificios y otras ceremonias
deben tener lugar a la entrada del Tabernáculo y en ningún otro sitio excepto este, y que esta será la ley “por siempre”.
También demuestra que el Tabernáculo era el centro de culto en Jerusalén hasta el momento en que un templo de cierto
tipo fue construido, o bien “purificado”, para tal propósito, y eso probablemente tuvo lugar en la época de Ezequías.

Friedman sugiere que el Tabernáculo fue posteriormente colocado en el sanctasanctórum de un Templo en Jerusalén, bajo
las alas extendidas de los “querubines”. Pero como ya hemos visto, no existe ninguna evidencia arqueológica de la
existencia en Jerusalén de un templo de las dimensiones del Templo de Salomón, así que no nos queda más opción que
pensar que se utilizó un templo de menor tamaño, o bien que hasta la época del Segundo Templo todo lo que existía era
la tienda del Tabernáculo.

En las historias de ese rey específicamente judío, Salomón, que ahora tenemos la sospecha de que se trata de Ahab
asimilado dentro de un arquetipo todavía más antiguo, se dice: Y trajeron el arca de Yahvé y la Tienda de las Asambleas y
todos los otros implementos sagrados que se encontraban dentro de la tienda. (22)

Josefo, el historiador judío, también escribió que el Tabernáculo fue traído al Templo, pero ya se ha señalado
anteriormente que él obtuvo su “interpretación mística” del Tabernáculo de Filo de Alejandría. De cualquier manera, todo
esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué tipo de actividades se realizaban dentro de la Tienda de Asambleas antes de que fuera
deliberadamente designada como albergue del arca? ¿Porqué habría una tienda de llevarse al interior de un templo,
excepto con el fin de modificar su función?

En cuanto a la destrucción del “Templo” en Jerusalén, en Salmos 74:7 leemos: Lanzaron tu santuario a la hoguera;
profanaron tu Tabernáculo y lo derrumbaron.

Sin embargo, mediante un análisis textual (23) ya se ha sugerido que el Salmo 50 y los Salmos 73 al 83 fueron
compuestos entre los años 730 y 720 AC para la adoración festiva en el santuario norte de Bethel, y posteriormente
aceptados en Jerusalén con correcciones marginales. Así que, o esta referencia a la quema y profanación del Tabernáculo
tiene que ver con un evento anterior, previo a la caída del reino del norte, o bien fue añadida al himno conmemorativo
luego de la Caída de Jerusalén. Ello sugeriría que el Tabernáculo que fue establecido como único Tabernáculo en
Jerusalén fue tan solo una creación de esa misma época, o –de nuevo lo decimos– que nunca existió un Templo anterior
al período del Segundo Templo.

LA TRIBU DE DAN

El análisis de las genealogías de la Biblia es sumamente esclarecedor. De acuerdo al libro de Crónicas no existe una
genealogía para la tribu de Dan. Numerosos académicos han hecho la observación de que los muchos nombres que
aparecen en las genealogías mismas son evidentemente geográficos, o bien, que están relacionados a nombres de lugares,
mientras que otros son definitivamente nombres personales. (24) Pero el caso de la tribu de Dan es especial, y encierra
una clave para ayudarnos a dilucidar los asuntos del Templo, el Tabernáculo, y el Arca de la Alianza. En II Crónicas 2:11-
14, el historiador del documento D escribe: Entonces Hiram, rey de Tiro, respondió por escrito a Salomón diciéndole:
“Porque tanto amó el Señor a su pueblo que os ha hecho su rey”. Dijo además Hiram: “Bendito sea el Señor Dios de
Israel que hizo el cielo y la tierra, que le dio al rey David un hijo sabio dotado de enorme prudencia y entendimiento, y
que habrá de construir una casa para el Señor, un palacio digno de su reino. Yo os he enviado a mi fiel consejero Huram-
abi, hombre ducho e inteligente, hijo de una de las hijas de DAN; su padre era un hombre de Tiro. Él es experto en el
trabajo del oro, la plata, el bronce, la piedra y la madera; en colores como el púrpura, el azul y el carmesí, y en la
fabricación de finos linos, y además es hábil tallador, capaz de ejecutar cualquier diseño que le sea comisionado, y es mi
deseo que trabaje con vuestros hábiles hombres y con los hábiles hombres de mi señor David, vuestro padre.
La anterior se supone que es una carta enviada por Hiram, rey de Tiro, a Salomón, en la que discute acerca de los
atributos de un hombre en particular, fiel consejero del gran Hiram, que es enviado para ayudar al hijo de David como un
favor especial. Este hombre es presentado como un gran diseñador y arquitecto. Su nombre es mencionado, y se indica
que su madre pertenece a la tribu de Dan. Él será el arquitecto del Templo de Salomón. En otras palabras, es el modelo
del arquetípico “gran arquitecto” Hiram Abiff, de gran importancia dentro de la masonería.

Así, ¿cuál es el problema?

Echemos un vistazo al siguiente extracto de Éxodo 31:1-7: Y el SEÑOR habló a Moisés diciéndole: “Mirad, que he dado
por nombre Bezalel al hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá; y lo he llenado del espíritu de Dios para que sean
grandes su sabiduría, entendimiento y conocimiento, y no pocas sus habilidades de artífice, para ejecutar expertos
trabajos en oro, plata y bronce, para la cortadura de piedras de mampostería, para la talla de la madera, y para el trabajo
en toda suerte de oficios. Y mirad, que junto a él he designado a Aholiab, hijo de Ahisamach, de la tribu de DAN; y a
todos aquellos hombres juiciosos les he dado la sabiduría y habilidad necesarias para llevar a cabo todas las cosas que os
he comandado: la tienda de las asambleas, el arca del testimonio, y el asiento misericordioso que se encuentra sobre esta,
así como todos los muebles de la tienda...”

La anterior descripción de la orden para la construcción de la Tienda de las Asambleas y el Arca suena casi idéntica a la
supuesta carta de Hiram a Salomón, incluyendo una enorme similitud en los nombres dados al artífice principal: Huram-
abi, de la tribu de Dan, se ha convertido en Hur, de la tribu de Judá: Y Bezalel hijo de Uri, de la tribu de Judá, hizo todo
cuanto el SEÑOR le había ordenado a Moisés. Y con él estaba Aholiab, hijo de Ahisamach, de la tribu de Dan,
habilidoso tallador y artífice, y bordador de finos linos en azul, púrpura y escarlata.

El siguiente problema lo encontramos en I Reyes, capítulo 7:13-21, donde se da esta confusa información acerca de
Hiram: Y el rey Salomón mandó traer desde Tiro a Hiram, que era hijo de una viuda de la tribu de Neftalí, y cuyo padre
era un nativo de Tiro experto en trabajar el bronce. Hiram era muy hábil e inteligente y conocía la técnica para hacer
cualquier trabajo en bronce, así que se presentó ante el rey Salomón e hizo todos sus trabajos. Fundió dos pilares de
bronce que medían ocho metros de alto y cinco metros y medio de circunferencia. Hizo también dos capiteles de bronce
para colocarlos en la parte superior de los pilares: la altura de cada uno de los capiteles era de dos metros con veinticinco
centímetros. Además hizo una rejilla y una guirnalda en forma de cadena para cada uno de los capiteles. Rodeando las
rejillas colocó decorados en forma de granadas, un total de doscientas de estas a todo el rededor de los capiteles. Y
colocó los pilares en el vestíbulo del templo: al pilar derecho le puso por nombre Jaquín, mientras que la izquierdo le
llamó Boaz.

No resulta demasiado difícil ver que estos pasajes fueron tomados de la misma fuente, a pesar de que uno de ellos se
refiere a la construcción de un templo y el otro se refiere a la construcción de una tienda y un arca. Por supuesto, uno de
los problemas es que, según la Biblia, ambos eventos están separados por un largo período. También notamos la curiosa
similitud entre los nombres de Huram-abi en el pasaje de II Crónicas, y Hur, el padre de Bezalel, relacionado con
Aholiab, de la tribu de Dan. Igualmente curioso es el nombre de Bezalel, muy similar a Jezabel, quien hemos identificado
tentativamente como la princesa fenicia, hija de Ethbaal, rey de Tiro. Aún más curiosa resulta la declaración contenida en
la inscripción “Dan” de que con la destrucción de la Ciudad de Dan, resultó destruida. la Casa de David. ¿Cuál era la
conexión entre la Tribu de Dan y la Casa del Amado? ¿Podríamos decir, como se infiere a partir de estas claves, que se
tratan de la misma cosa?

En el pasaje del Éxodo encontramos que se da una interesante sustitución: la tribu de Judá aparece relacionada con la de
Dan, incluso teniendo precedencia sobre esta. El arquitecto enviado por Hiram cuya madre pertenecía a la tribu de Dan y
cuyo padre era nativo de Tiro, queda ahora relegado a una posición subalterna con respecto a Bezalel, de la tribu de Judá,
quien ahora aparece como el “hijo de Hur”. Es importante hacer notar que un miembro de la tribu de Dan fue el
constructor del Arca, con lo que no estaría fuera de lugar preguntarse si la tribu de Dan no sería la verdadera “casa del
amado”, o línea davídica. De ser así, ¿quiénes son ellos?

Cuando investigamos el origen de esta tribu encontramos muchos detalles interesantes, al igual que muchos otros que
resultan conspicuos por su ausencia. En Génesis 30:1-6 descubrimos que Dan fue el hijo de Bilhah, la doncella de
Raquel: Cuando vio Raquel que no podía darle hijos a Jacob, sintió envidia de su hermana y le dijo a su esposo: “Dame
hijos, porque de lo contrario moriré”. Pero la ira de Jacob se encendió en contra de Raquel, y le dijo: “¿Acaso me pones
en el lugar de Dios, que es quien le ha impedido a tu vientre dar el fruto que deseas?” Entonces ella le dijo: “He ahí a mi
doncella Bilhah; ve con ella, que cuando conciba será como si yo mismo lo hubiera hecho.” Así que Jacob se unió a
Bilhah y esta le dio un hijo. Y dijo Raquel: “Dios me ha juzgado, pero también ha escuchado mi voz y me ha dado un
hijo, así que le pondré por nombre Dan”.

Esta historia es notablemente similar a la de Sarai y Hagar en Génesis 16:1-5: Sarai, la esposa de Abraham, no podía
darle hijos a este, pero tenía una esclava egipcia que se llamaba Hagar. Entonces le dijo a Abraham: “El Señor me ha
impedido dar fruto, así que te pido que te unas con mi doncella, y será como su yo misma hubiera concebido.” Abraham
aceptó lo que decía Sarai, y cuando hacía ya diez años de que vivían en Canaán, Sarai le dio a Abraham su doncella para
que ambos se unieran. Y cuando Hagar hubo concebido comenzó a mirar a su señora con desprecio, así que Sarai le dijo
a Abraham: “que recaiga mi culpa sobre ti: te he dado a mi doncella, y cuando ella ha concebido, solo he obtenido
desprecio. Que el Señor juzgue entre tú y yo.”

Las últimas líneas de cada uno de los pasajes, cuyo motivo principal es el “juicio” de Dios, indican que en efecto se
tratan de la misma historia.

Otra relación interesante surge cuando consideramos la identificación de Hiram como miembro de la tribu de Neftalí en
el mismo pasaje que describe la creación de los pilares Jaquín y Boaz. En I Crónicas, capítulo 7:13, tenemos: Los hijos
de Neftalí, concebidos por Bilhah, fueron Jahziel, Guni, Jezer y Shalum.

Tengamos en mente el nombre “Shalum” porque lo vamos a encontrar más adelante en el mismo capítulo.

En seguida nos encontramos otra clave: en Génesis 49, el patriarca Jacob ha llamado a sus hijos a reunirse alrededor de
su lecho de muerte para predecir el destino de cada uno. Cuando es el turno de Dan, en los versos 16-18 leemos: Dan
juzgará a su pueblo como a una de las tribus de Israel; él será como una serpiente a la orilla del camino que muerde los
talones del caballo que pasa para que su jinete caiga de espaldas. Oh Señor, espero tu salvación”

Casi se podría pensar que la acción de Dan que resulta tan negativa para Israel, es la propia salvación. En Deuteronomio
33:22 Moisés bendice a la tribu de Dan diciendo: “Dan es el cachorro del león que salta desde Bashan”. Pero en la
bendición de Jacob, que aparece en Génesis 49:8-9, el atributo del león se le confiere a Judá: Judá, tu eres a quien
alabarán tus hermanos. To mano se cerrará sobre el cuello de tus enemigos, y hasta los hijos de tu padre te harán
reverencias. Judá, eres un cachorro de león. Con tu presa te irás a lo alto de la montaña, y cuando te hayas agazapado
como un león, ¿quién se atreverá a molestarte?

Comparemos lo anterior con dos elementos más: el destino prescrito por Dios cuando se le aparece a Hagar en el
manantial donde la encuentra luego de que esta huyera del escarnio de Sarai, y la bendición que da Isaac a su hijo Esaú
luego de que Jacob engañara a su padre con la complicidad de su madre Rebeca. Encontraremos una gran resonancia con
las declaraciones dirigidas a Judá. El primer evento aparece relatado en Génesis 16:9-12, y el segundo en Génesis 27:39-
40: Y el ángel del Señor le dijo: al hijo que concebirás le darás por nombre Ismael, o el Señor escucha, porque el Señor
ha prestado atención a tu aflicción. Él será como un potro salvaje; luchará contra todos y todos contra él y vivirá en el
este, lejos de sus congéneres.

Su padre Isaac le respondió [a Esaú]: “Lejos estarás de la tierra fértil y del rocío que viene del cielo. Con tu espada
tendrás que defenderte, y serás el siervo de tu hermano, pero vendrá el día cuando te liberarás de ese yugo.”

Cuando investigamos este asunto más profundamente, uno de los detalles más interesantes que encontramos es que
Sansón pertenecía a la tribu de Dan. Robert Graves apunta: Hércules hace su primera aparición en la leyenda como un
sagrado rey pastoral, quizás porque los pastores siempre miran con beneplácito todo nacimiento de corderos gemelos, y
porque él mismo es un gemelo. Sus características e historia pueden ser deducidas a partir de una masa de leyendas,
costumbres folclóricas y monumentos megalíticos. Él es el hacedor de lluvia de su tribu y se puede decir que es una
especie de tormenta humana. Las leyendas lo relacionan con Libia y los Montes Atlas: él bien podría haber tenido su
origen en esa área durante la época paleolítica. Los sacerdotes de la Tebas egipcia que le llaman con el nombre de “Shu”,
remontan sus orígenes a 17,000 años antes del reinado del Rey Amasis. Sus símbolos son la bellota; la paloma de los
riscos, que anida tanto en los robles como en las hendiduras de las rocas; el muérdago, y la serpiente. Todos estos son
emblemas de carácter sexual. La paloma era sagrada para la diosa del Amor de Grecia y de Siria, y la serpiente es la más
antigua entre todas las bestias totémicas fálicas; la bellota en forma de copa representaba el glande del pene tanto en
griego como en latín; el muérdago era la planta curadora de todos los males y sus nombres viscus e ixias están
relacionados con vis e ischus (fortaleza), probablemente a causa de la viscosidad espermática de sus frutas, y porque el
esperma es el vehículo de la vida. […]

Los detalles de su muerte pueden ser reconstruidos a partir de una serie de leyendas, costumbres folclóricas y otros
vestigios religiosos. En el solsticio de verano, justo al final de un reinado de medio año, Hércules es inducido a la
embriaguez por aguamiel y llevado al centro de un círculo de doce piedras colocadas alrededor de un roble enfrente del
cual se alza un altar de piedra; el roble ha sido cortado hasta adoptar la forma de una “T”. Hércules es atado a este con
correas de sauce según el “amarre de cinco puntos”, que sujeta las muñecas, cuello y tobillos juntos. Entonces es
golpeado por sus camaradas hasta perder el conocimiento, luego desollado, cegado, castrado y empalado con una estaca
de muérdago, para finalmente ser cortado en pedazos en el altar de piedra. (25) Su sangre es recogida en una vasija y
utilizada para rociar a todos los miembros de la tribu y volverlos vigorosos y fértiles. Los pedazos de su cuerpo son
asados en hogueras gemelas hechas con ramas de roble y encendidas con fuego preservado de roble fulminado por un
rayo, o bien producido girando una estaca de madera de aliso o de cornejo sobre un tronco de roble. […]

Los doce festejantes ejecutan una danza en figura de ocho alrededor de las hogueras, cantando en forma extática y
tironeando pedazos de carne con sus dientes. Los restos sanguinolentos son quemados en las llamas, con excepción de la
cabeza y los genitales. Estos son colocados en un bote de madera de aliso que se deja flotar sobre un río hasta llegar a
una isleta, si bien en ocasiones se curte la cabeza con humo y se guarda para fines oraculares. […]

Es a este tipo de Hércules que pertenecen personajes tan diversos como Hércules de Oeta, Orión el Cazador de Creta, el
Cíclope Polifemo, Sansón el Danita, el héroe solar irlandés Cuchulain de Muirthemne, Isión de Lapth –a quien siempre
se representa sujeto mediante un “amarre de cinco puntos” alrededor de la rueda del Sol– Agag el amalequita, Rómulo de
Roma, Zeus, Janus, Anquises, los Dagda y Hermes. […]

En el mito clásico que valida su soberanía, él es el niño milagroso que nace de una lluvia de oro y estrangula a una
serpiente en su cuna en forma de barco; es también quien hizo manar la leche que formó la Vía Láctea; como joven,
Hércules es el matador de monstruos por excelencia; mata y descuartiza a un jabalí monstruoso; […] su otro yo ... le
sucede por la segunda parte del año, habiendo adquirido su estatus real a través del casamiento con la reina, la
representante de la Diosa Blanca, y en virtud del poder que le confiere el haber comido alguna parte real del cuerpo
muerto: el corazón, el hombro o la carne del muslo. (26)

En la cita anterior podemos ver los elementos del mito de Jesús, teniendo además presente que se ha dicho que Jesús
pertenecía a la línea davídica, es decir, a la casa de Judá: la tribu de Dan.

Para terminar con esta parte de nuestra discusión, mencionaremos otro curioso comentario acerca de la tribu de Dan que
aparece en Jueces 5:17: Gilead se quedó para habitar en la otra orilla del Jordán, pero ¿porqué permaneció Dan en sus
barcos?

Curiosa acotación: ¿quizás alusión a una raza de marinos? El profeta Amós parece estar convencido de que esta tribu de
Dan representa una seria amenaza para Yahvé. En 8:14-15 escribe: Quienes juran por el pecado de Samaria, y dicen “Oh
Dan, vuestro dios vive”, o “las costumbres de Beerseba viven”, caerán todos, y nunca más se levantarán.

Amós parece estar sugiriendo que el “pecado de Samaria” de alguna manera se encuentra directamente relacionado con
la tribu de Dan. Y ya nos hemos hecho una idea de que este “pecado de Samaria” fue también el pecado de Ahab y
Jezabel, de la Casa del Amado. Lo cual nos trae de vuelta a la cuestión de qué cosa era realmente la tribu de Dan, y
porqué fue transformada en la tribu de Judá. Si la tribu de Judá es realmente la tribu de Dan, eso significa que la Casa de
David es la tribu de Dan. Y siguiendo las pistas encontramos que este linaje proviene de Ismael y Esaú, no de Isaac y
Jacob. También descubrimos que es el linaje del “arquitecto del Templo de Salomón”, el diseñador y constructor del Arca
de la Alianza, la mano derecha del legendario Rey Hirám de Tiro.
EL FESTIVAL DE LOS TABERNÁCULOS

El asunto del Tabernáculo nos lleva a algunas especulaciones adicionales sumamente interesantes. Muchos estudiosos
creen que los salmos eran composiciones literarias creadas para la principal festividad de los cananitas: el “Festival de
los Tabernáculos” o “quioscos”. El Festival de los Tabernáculos es el festival de la cosecha de otoño que se extiende por
toda una semana. Se le conoce como la Festividad de la Asamblea, la Festividad de los Quioscos, Sukkoth, Succoth o
Sukkot (todas estas variaciones en la pronunciación se dan porque estas palabras son transliteraciones de un vocablo
hebreo que se pronuncia “su-cout”). Los dos días que siguen a la conclusión del festival también son días festivos
independientes, Shemini Atzeret y Shimkhat Torah, pero es común que se consideren como parte de la misma festividad
de los Tabernáculos.

En Génesis 33 encontramos una de las más interesantes referencias a lo que podría haber sido una temprana forma de
celebración del Festival de los Tabernáculos. Los exegetas han determinado que los versos 1 al 17 provienen de la fuente
E del reino del norte. El incidente en cuestión ocurre después de un peculiar evento que se menciona en al capítulo
anterior y en el que Jacob manda lejos a toda su familia mientras permanece solo para luchar durante toda una noche con
cierto “hombre”. Más adelante se identifica a este “hombre” como un ángel de Dios, y este ángel “hiere” a Jacob en el
muslo.

¿Qué significado tiene el que Jacob sea herido en el muslo? En la opinión de algunos comentaristas, él aparentemente
sufrió una herida que es común entre los luchadores, la dislocación de la cadera producida al separar de manera excesiva
las piernas. La víctima de esta lesión sufre de una flexión y abducción de la pierna, misma que aparece como
externamente rotada. Solo puede caminar apoyándose sobre los dedos y con un paso tironeado. La longitud de la pierna
afectada resulta extendida, lo cual a su vez causa un estiramiento de los tendones del muslo y hace que los músculos
eventualmente sufran un espasmo.

Puesto que la historia de Jacob nos llega desde una época en la cual eran las mujeres las que transferían el derecho de
gobernar, y puesto que Jacob no pudo haber obtenido su nombre secreto y su herencia a menos que estos le hubieran sido
conferidos en esa misma ocasión por una mujer, parece haber algo erróneo con este relato. El elemento que resulta
conspicuo es el de la transición de un hieros gamos a un combate ritual, con ciertas connotaciones sexuales residuales.

En el mito del combate entre Set y Horus, Set trata de unirse sexualmente con Horus. Esto usualmente se interpreta como
un insulto, pero aquí hay algo todavía más profundo.

Uno de los principios formales del mito y la literatura griegas sostiene que el amor y la muerte son aspectos del mismo
poder. En Homero uno encuentra tantas maneras de matar como de amar, sino más aún. El lenguaje y las imágenes son
perturbadoramente intercambiables.

El verbo damazō (al igual que su equivalente damnēmi) tiene una amplia gama de significados que van desde
avasallamiento hasta seducción, pasando por dar muerte y violar, y la combinación de significados sugerida por
meignymi podría ser aplicable tanto a amantes como a combatientes.

Ambos tipos de pareja se sujetan y agarran experimentando una intimidad intensa que tiene pocos paralelos dentro de la
gama de las experiencias humanas. Además, tanto el acto del amor como el acto de la muerte están acompañados de una
“conversación trivial” y precedidos por una especie de juego preliminar, un enfrentamiento aún no violento pero que
pronto sube a un tono más intenso para ser finalmente decidido o consumando en otro plano. (27)

En La Poética, Aristóteles rastreó el origen de la poesía hasta el placer que los seres humanos derivan de la mimesis, esa
representación de cosas que resultan placenteras o perturbadoras. Nos dice que en épocas tempranas la poesía se dividía
en dos corrientes: la poesía de alabanza, y la poesía de ataque.

En la guerra griega por excelencia y su correspondiente Cantar de los Cantares, la Ilíada, la violación de la ciudad de
Troya y de sus mujeres pasó a ser, en la mente de los pensadores de la Edad de Bronce, una sola y misma cosa. La
metáfora se encuentra lingüísticamente contenida dentro de la palabra krēdemna que significa tanto muralla de ciudad
como velo de mujer. En el relato de la guerra troyana el supremo objeto del deseo no era el oro, ni los caballos, ni las
joyas, ni el poder mismo: era una mujer, Helena.

Fuera de la tradición griega, en el entorno cultural del Mediterráneo Oriental de la Edad de Bronce, existía la misma
convergencia de eros y eris. El tema de la violencia o de la amenaza de violencia proveniente de la rivalidad provocada
por una hermosa mujer y que estaba ausente de la más antigua literatura del Cercano Oriente, resulta evidente en la
historia de Abram, esposo de una mujer notablemente hermosa. Temiendo que su belleza y su carácter de objeto deseable
pudieran representar un riesgo para él mismo, Abram se hace pasar por hermano de ella. Al final, el Faraón que la llevó a
su cama se manifiesta deseoso de que ella se marche, ya que su presencia no ha hecho más que acarrear plagas y
desastres sobre sí mismo y sobre su casa.

Cuando auscultamos más profundamente esta conexión entre eros y eris, amor erótico y conflicto mortal, encontramos
una capa de significado todavía más profunda preservada en la tradición poética y representada en rituales tales como el
de Jacob y el Ángel. En las ciudades antiguas, era el rey en su capacidad sacerdotal o divina quien, junto a su consorte
del templo, recreaban el hieros gamos, la sagrada unión entre el Cielo y la Tierra.

La historia de Helena de Troya –de su gran belleza que fuera causa de tanto sufrimiento– es la clave dentro del cambio en
la percepción que se tenía de la mujer en el mundo antiguo, Hesíodo explica este cambio en su historia de la primera
mujer, Pandora.

Hesíodo supuestamente compuso su Teogonía y su Obras y Días alrededor del siglo 8vo. o principios del 7mo. AC. Se
piensa que las obras de Hesíodo, al igual que las de Homero, representan la recopilación de una vasta tradición oral de
voces anónimas de origen y antigüedad inciertas.

La Teogonía es el relato de los orígenes de aquellos seres divinos que crearon y gobiernan el cosmos. Es una Historia
Divina que relata los pormenores de la sucesión de regímenes que culminaron con el reinado del Zeus olímpico. Es
indudable que las narrativas tienen sus raíces en un conjunto de mitos de sucesión que circularon a los largo del Cercano
Oriente en épocas remotas, mismos que eran muy familiares para los primeros judíos, debido al carácter cosmopolita del
reino omrita. Y es aquí donde el asunto se pone en extremo interesante. Es muy probable que la principal influencia sobre
el relato de Hesíodo corresponda a las versiones hititas de los mitos Hurrian Kumarbi y Ullikummi, así como al Enuma
Elish babilónico. Se ha sugerido que tales materiales orientales llegaron a Hesíodo a través de Creta y Delfos.

Al igual que la Biblia, la Teogonía no es una obra de metafísica, sino sencillamente, una herramienta política. En ella se
celebra al régimen de Zeus y al reinado de la justicia olímpica como el máximo logro alcanzado al final de varias eras, de
forma similar a como la Torah celebra el advenimiento de Yahvé. En la Teogonía, Hesíodo recuenta una nueva versión de
los orígenes de la Creación, asegurándose de hacer constante proselitismo en favor de Zeus, quien es “tan justo como
terrible”. Muchos pasajes de la Teogonía se pueden comparar con los himnos de alabanza a Yahvé supuestamente
compuestos por David, o con los cantos en honor del rey guerrero Marduk en el Enuma Elish. En cada caso encontramos
una fusión entre fuerza militar y autoridad absoluta, así como gloria y promesas de justicia para los exiliados y los
esclavizados. Resulta claro que en cada caso hay una subordinación de la mujer al hombre, cosa que se presenta como un
logro filosófico, una evolución desde el antiguo y salvaje orden de cosas hacia el nuevo y glorioso mundo del
teomorfismo masculino.

En la Teogonía, la primera mujer es “kalon kakon”. Kalon significa “hermosa” y kakon “maldad”. En otras palabras, la
primera mujer es un oxímoron viviente. Claro que este término podría significar tanto “hermosa maldad” como “maligna
belleza”, con lo que surge la pregunta de si la mujer es esencialmente hermosa y calificativamente maligna, o
esencialmente maligna y calificativamente hermosa, o a la vez esencialmente maligna y hermosa.

Hesíodo no nos deja en suspenso, ya que clarifica este punto diciéndo que lo que define la sustancia o esencia de la mujer
es kakon. La mujer se revela como clara y definitivamente maligna. “El Zeus Tronante hizo a la mujer para ser una kakon
para el hombre mortal [...] él creó esta kakon para el hombre como una forma de hacerle pagar por el robo del fuego”.

Prometeo fue impelido por la decisión de Zeus de mantener el fuego fuera del alcance del hombre en venganza por un
previo robo de las mejores porciones de carne sacramental a manos del propio Prometeo. Pero este último demostró ser
más astuto que el propio rey de todos los dioses. En primera instancia envolvió la carne y las porciones grasosas del buey
sacrificado en el cuero y estómago no comestibles, y luego cubrió los huesos descarnados con una capa de brillosa grasa,
sabiendo que Zeus insistiría en escoger esto último como prerrogativa suya. En segunda instancia, Prometeo escondió
varios brasas al rojo vivo dentro del tallo hueco de un cáñamo, lo que le permitió burlar el embargo impuesto por Zeus y
retornar el fuego a la humanidad.

El tema central es el de la “habilidad” o “maña” que se utiliza con fines de “engaño” o dolon. Las palabras techne, dolie,
y dolon aparecen en forma repetida en el relato de Hesíodo acerca de las ofensas de Prometeo que provocan la venganza
de Zeus.

Y es la palabra dolon la que se usa para describir a la mujer: una vez ceñida con sus vestidos, velada y coronada, recibe el
nombre de dolon, es decir, engaño o carnada. La mujer, moldeada y vestida por los dioses, es la respuesta de los dioses al
truco de los huesos descarnados envueltos en suculenta grasa con el cual Prometeo engañó a Zeus.

Según Hesíodo, la diferencia entre la belleza de la mujer y su maldad es la misma que existe entre las apariencias
superficiales y la realidad subyacente. Engalanada con flores y oro, la mujer es thauma, un “deleite para los ojos”, capaz
de capturar la atención de hombres y dioses por igual. Sin embargo, solo los hombres se encuentran a sí mismos
indefensos ante sus encantos. La mujer es la “carnada” que los hombres no pueden “resistir”, y ello es así por diseño
expreso de los dioses. Ningún hombre puede resistir a esa novia cautivadora que se ha ganado el sitial de honor en su
hogar mediante sus encantos superficiales, pero cuando el hombre se cansa de estos se encuentra embargado de una
enorme desolación y obligado a derramar sus bienes ganados, sus esfuerzos y su misma fuerza vital, como si fuera,
dentro de un foso sin fondo.

Y así es como el momento de la creación de la mujer es el momento de la destrucción del hombre. En otras palabras, ese
sacrificio a los dioses que tuvo un desafortunado desenlace –un momento de insubordinación– da pie a la interminable
miseria de la humanidad.

Sin embargo, lo que en un principio no se alcanza a vislumbrar es que el asunto medular es el de la soberanía. En nombre
de la humanidad entera, Prometeo ha presentado dos formidables retos a la supremacía y el ingenio de Zeus. Y el hecho
es que los cuatro hijos de Iapetus (28) y Clymene –Atlas, Menoetius, Prometeo y Epimeteo– desde el principio
supusieron un gran problema para Zeus, ya que representaban una línea de descendencia rival originada en Urano y Gaia
que, de aliarse con la indócil humanidad, ¡podían poner en peligro la supremacía de los dioses! El más revoltoso de los
cuatro era Prometeo. Su nombre significa “previsión”, y su conocimiento de las cosas que habrían de ocurrir es lo que le
impele a ayudar a la humanidad. Era el rebelde por antonomasia y campeón de la humanidad, resuelto como diera lugar a
elevar el estatus de la humanidad dotándola de imaginación creativa, ingenio desafiante, y fuego divino; es decir, todo
cuanto se requería para convertir a los hombres en dioses.

La historia nos sugiere una “competencia” entre la humanidad y los dioses que se decidiría con el acto del sacrificio
animal. (29) La humillación de Zeus le llevó a tomar la medida extrema de mantener el fuego fuera del alcance de los
hombres, condenándolos a convertirse en poco más que animales. Humillado por segunda vez, Zeus concibió una
Solución Final a su problema: la Mujer.

En Obras y Días, Hesíodo menciona las cuatro Eras de la humanidad que se han sucedido, cada una peor que la anterior.
La discordia es característica de toda relación, y la virtud (al igual que todo lo demás) es recompensada con miseria.
Hesíodo cuenta con enorme nostalgia como el hombre vivió alguna vez sin penurias y sin dolores. ¿Cuál la causa de
tanto dolor y sufrimiento? El relato de la Caída de la humanidad por boca de Hesíodo contesta esa pregunta con dos
palabras: la Mujer.

En Obras y Días Pandora, la “primera mujer”, es una carnada enviada por los dioses para atrapar a los hombres. A ella se
le ha dado la apariencia de una diosa pero el carácter de una hiena y el corazón y mente de un chacal. Adornada por los
dioses ella trae a los hombres todo aquello que es repugnante y que terminará por consumirlos. La mujer, que toma todo
lo diáfano y hermoso que tiene el hombre y no devuelve más que oscuridad e inmundicia. Su nombre, Pandora, significa
“La que todo lo da” o la de los “dones infinitos”. Hesíodo nos dice que se le llama Pandora porque “todos los que
moraban en el Olimpo le dieron un don, una pena para los hombres que luchan y se afanan en sus tareas”. Ella solo tiene
una razón para existir: traer la miseria a la humanidad.

Los dones que Pandora recibe de los dioses –contenidos todos en el Jarrón de Pandora”– tienen cada uno de ellos la
intención de ser la causa de interminables tormentos para el hombre. No fue sino hasta siglos posteriores cuando se
sustituyó el “jarrón” por una “caja”. Este cambio de imaginería se le atribuye a Erasmo, el monje del siglo dieciséis que
tradujo equivocadamente el vocablo griego pithos por el latín pyxis. Pithos es una vasija que tiene la forma de un útero y
que es un símbolo de la tierra, la madre de todo.

Las implicaciones de este significado original en la historia de Pandora son obvias: es su propio vientre el que produce
todos sus dones. Su pecado no solamente reside en su curiosidad, sino en su misma existencia. Ella es embustera y letal
por naturaleza porque atrae a los hombres hacia su pithos y siempre está produciendo más hombres para una vida de
continua miseria. Además perpetúa esta miseria de los hombres trayendo bebés mujeres al mundo.

La imagen de la Mujer como pithos es sumamente antigua. En muchos sitios funerarios del Hélade griego se utilizaba un
pithos a manera de ataúd. El cuerpo era colocado adentro en posición fetal, cubierto con miel y enterrado con la
esperanza en la regeneración de una nueva vida. Hesíodo registra para la posteridad un idea que aparentemente estaba
esparciéndose durante su época como fuego en un pajar: la de la abismal separación de una mitad de la humanidad con
respecto a la otra; de más está decir que nos gustaría saber porqué.

En esta nueva forma que asumen muchos mitos antiguos a través de la pluma de Hesíodo, el hombre ha venido al mundo
sin haber nacido de mujer alguna, y contrariamente a muchas de las representaciones más antiguas, es la mujer la que
viene posteriormente. Ciertamente la explicación del advenimiento del primer ser humano siempre presentará un reto
para la mente racional; la existencia de la mujer antes que la del hombre es difícil de justificar, pero la existencia del
hombre antes que la mujer es absurda.

Hesíodo presenta la visión de que la mujer es una ruptura con la naturaleza. A causa de la mujer, el hombre ya no puede
aparecer y desaparecer a su antojo. A causa de ella también, el hombre debe nacer en medio de sufrimiento y morir en
medio de sufrimiento. Lo que Hesíodo parece perder de vista es que si en aquella época los hombres sufrían, las mujeres
también lo hacían, y probablemente más aún que estos.

Así que el relato de Hesíodo no puede verse más que como una negación consciente y una deliberada propaganda de
índole misógina. Es fácil ver esa posición de Hesíodo reflejada en el relato de la creación contenido en el Documento J.
En el Génesis el hombre es creado para vivir una existencia libre de la muerte y similar a la de los dioses, mientras que la
mujer es la “segunda” creación, el producto de un designio ulterior. Pronto se encarga de traer la muerte y la destrucción
a la humanidad al “comer el fruto del árbol del bien y del mal”.

En ese relato podemos percibir como hilo central de la trama la idea común de que la mujer es esa especie de “intrusa”
dentro del esquema original de las cosas que trae consigo el sexo, la discordia, la miseria y la muerte. Hesíodo se basa en
la antigua imagen de la madre dispensadora de todos los bienes pero la desfigura hasta que ella solamente refleja la
vergüenza y degradación de la creadora de la vida. La mujer, según Hesíodo creada de la arcilla, no solamente no es
semi-divina como el hombre, sino que es algo menos que humana.

Con el oportuno consejo de Urano y Gaia, Zeus se apropia de los poderes de su esposa. Se casa con Metis y luego se la
traga, lo cual le da la capacidad de dar a luz a su hija Atenea. Al tragarse a Metis, invierte la primacía de la fecundidad
femenina y se arroga a sí mismo la soberanía absoluta. La insistencia de Hesíodo en que Zeus obra con el consentimiento
de Urano y Gaia suena como esa charada ritual que pretende que los animales a punto de ser sacrificados han dado su
consentimiento para ello. El supuesto consentimiento de los dioses más viejos está diseñado para darle a esa radical
inversión una pátina de legitimidad y continuidad con el pasado. Con el nacimiento partenogenético de Atenea a partir de
la cabeza de Zeus, comienza una nueva historia en la que la mujer no tiene ningún papel que interpretar.

Todo el tema de la Teogonía es –según las intenciones de Hesíodo– el ascenso triunfal desde el vientre femenino de Gaia
hasta el vientre masculino de Zeus, desde la naturaleza salvaje hasta la civilización presidida por el Olimpo. Estas eran
las ideas que circulaban en el Mediterráneo Oriental durante la época en que fue escrita la Biblia. Es difícil sugerir una
posible fuente. Yahvé, al igual que Marduk y Zeus, barre a todos sus rivales fuera de la palestra, arrogándose un poder
incuestionable. Lo cual nos trae de vuelta a la Teofanía de Jacob en su lucha con el Ángel, el incidente en el que
aparentemente sufre una lesión común a los luchadores, la dislocación de la cadera producida al separar de manera
excesiva las piernas.

El sueño de una paternidad puramente hereditaria nunca dejó de encender la imaginación griega. La poesía griega
resuena con las voces de hombres que añoran un mundo exorcizado de la presencia de las mujeres, uno en el que los
hombres mismos son capaces de traer a la vida a sus hijos. […]

Aquí es posible ver a la Misoginia conspirando junto al amor del hombre por el hombre; porque cuando los hombres
hacen el amor entre ellos, su semilla a menudo encuentra un camino hacia la cabeza y los muslos, esos vientres
potenciales de Zeus. (30)

El hecho es que a finales de la Edad de Bronce la sodomía organizada campeaba en muchos templos donde los devotos
buscaban “convertirse en mujeres”. Podemos notar que la circuncisión es una especie de castración simbólica, y muchos
de los devotos buscaban la forma de convertirse en mujeres para poder recibir directamente la semilla del dios.

Inmediatamente después de su encuentro de lucha, el “ángel” cambió el nombre de Jacob, que significa “impostor,
intrigante, engañador y estafador, por el de Israel. Esto parece ser un reflejo de la descripción que da Hesíodo de la mujer
en términos de engañadora e intrigante. El hecho es que a Jacob se le describe como “femenino” y completamente
diferente de su hermano, el rudo y aprestado Esaú, tanto así, que su propio padre lo desprecia.

El incidente del cambio de nombre luego del encuentro con un “ser divino” nos recuerda el incidente del cambio de
nombre de Abraham que siguió a la aparición de Yahvé y al sello del famoso “pacto” que de inmediato fue seguido por la
circuncisión tanto de Abraham como de Ismael (31) , cosa que nos trae a otro más de entre esos extraños “duplicados” de
eventos esenciales con Moisés como protagonista. Inmediatamente después del incidente de la “zarza ardiente” en el cual
Dios le dice a Moisés que debe regresar a Egipto para liberar a su pueblo, tiene lugar lo que sigue: 4:24 Sucedió de
camino a la posada donde Moisés y su familia iban a pernoctar, que el SEÑOR se le apareció y trató de matarle. 4:25
Entonces Séfora tomó una piedra afilada y con ella cortó el prepucio de su hijo, y arrojándolo a los pies de Moisés le
dijo: “En verdad eres para mí un esposo sangriento”. 4:26 Entonces el Señor dejó ir a Moisés, y Séfora le dijo a este que
ciertamente era un esposo sangriento a causa de la circuncisión.

Este incidente es el eslabón que conecta la historia de Abraham y el pacto de la circuncisión, la historia de Jacob en lucha
contra el Ángel, y la historia de Moisés. Comenzamos a albergar la sospecha de que en la raíz misma de todas estas
historias que aparecen en la Biblia se encuentra una única historia que fue mitificada por los diferentes grupos tribales en
varias versiones diferentes que posteriormente fueron reunidas e “historificadas”. Dentro de cada una de las tribus, los
nombres fueron cambiados para asimilar el de los propios ancestros dentro de la historia principal, con lo que fue
necesario insertar las genealogías que harían que las variaciones de la misma historia se vieran como diferentes puntos
dentro del discurrir “vertical” del tiempo, cuando en realidad coexistían horizontalmente en el mismo punto temporal.

Retornando a la historia de Jacob, este suplantó a su hermano gemelo Esaú mientras ambos se encontraban todavía en el
vientre agarrándolo por el talón y robándole su primogenitura y su derecho real. El vocablo griego pternizein utilizado
dentro de este contexto por el Septuaginta, significa “hacer una zancadilla”, y esto a su vez nos lleva de vuelta al tema de
Dan. Recordemos que Dan fue el hijo de Bilhah, la doncella de Raquel: Así que Jacob se unió a Bilhah y esta le dio un
hijo. Y dijo Raquel: “Dios me ha juzgado, pero también ha escuchado mi voz y me ha dado un hijo, así que le pondré por
nombre Dan”.

… que era muy similar a la historia de Sarai y Hagar en Génesis 16:1-5: Y cuando Hagar hubo concebido comenzó a
mirar a su señora con desprecio, así que Sarai le dijo a Abraham: “que recaiga mi culpa sobre ti: te he dado a mi doncella,
y cuando ella hubo concebido, solo he obtenido desprecio. Que el Señor juzgue entre tú y yo.”

… y que debemos considerar también en el contexto del relato de Génesis 49 donde el patriarca Jacob ha reunido a sus
hijos alrededor de su lecho de moribundo para pronunciar el destino de cada uno de ellos. Cuando le llega el turno a Dan,
en los versos 16-18 dice: Dan juzgará a su pueblo como a una de las tribus de Israel; será como una serpiente a la orilla
del camino que muerde los talones del caballo que pasa para que su jinete caiga de espaldas. Oh Señor, espero tu
salvación”

...así como dentro del contexto de la historia de Deuteronomio 33:22, donde Moisés bendice a la tribu de Dan diciendo
“Dan es el cachorro de león que salta desde Bashan”. Pero en la bendición de Jacob, que aparece en Génesis 49:8-9, el
atributo de león se le confiere a Judá: Judá, tu eres a quien alabarán tus hermanos. To mano se cerrará sobre el cuello de
tus enemigos, y hasta los hijos de tu padre te harán reverencias. Judá, eres un cachorro de león.

…y el destino prescrito por Dios cuando se le aparece a Hagar en el manantial donde la encuentra luego de que huyera
del escarnio de Sarai, y la bendición que da Isaac a su hijo Esaú luego de que Jacob engañara a su padre con la
complicidad de su madre Rebeca. Encontraremos una gran resonancia con las declaraciones dirigidas a Judá. El primer
evento aparece relatado en Génesis 16:9-12, y el segundo en Génesis 27:39-40: Y el ángel del Señor le dijo: al hijo que
concebirás le darás por nombre Ismael, o el Señor escucha, porque el Señor ha prestado atención a tu aflicción. Él será
como un potro salvaje; luchará contra todos y todos contra él y vivirá en el este, lejos de sus congéneres.

Su padre Isaac le respondió [a Esaú]: “Lejos estarás de la tierra fértil y del rocío que viene del cielo. Con tu espada
tendrás que defenderte, y serás el siervo de tu hermano, pero vendrá el día cuando te liberarás de ese yugo.”

Para echar un vistazo más profundo a este asunto miremos la historia del nacimiento de Jacob en el Génesis: 25:21
Viendo Isaac que su esposa era estéril, rogó al SEÑOR por ella. Y el SEÑOR escuchó su súplica, así que Rebeca quedó
encinta. 25:22 Pero como los niños se peleaban dentro de su vientre, ella pensó: “si así son las cosas, ¿para qué he
quedado encinta?” Y fue a consultarle al SEÑOR. 25:23 Y el SEÑOR le respondió: “En tu vientre hay dos naciones; dos
pueblos serán separados de tus entrañas; uno será más fuerte que el otro, y el mayor será subyugado por el menor.” 25:24
Y cuando se llegó el día en que debía dar a luz, ella tuvo mellizos. 25:25 Y el primero era rojo, con el cuerpo todo
cubierto de vello; le dieron por nombre Esaú. 25:26 Luego nació su hermano, que de inmediato sujetó el talón de Esaú; él
recibió el nombre de Jacob. Isaac tenía ya sesenta años cuando su mujer los parió.

De nuevo tenemos una esposa estéril, solo que en este caso en lugar de hacer que una doncella concibiera al “otro
hermano”, Rebeca misma concibe y da a luz mellizos: uno de ellos es “rojo” La historia que conecta esto con Judá y con
Dan es la de Tamar.
38:6 Judá casó a Er, su hijo mayor, con una mujer llamada Tamar. 38:7 Pero el primogénito Er era malvado ante los ojos
del SEÑOR, así que este le dio muerte. 38:8 Entonces Judá le dijo a Onán: “Cásate con la viuda de tu hermano para que
su semilla pueda crecer a través de ti.” 38:9 Pero Onán sabía que la semilla no sería suya, así que cuando fue donde la
viuda de su hermano, derramó la semilla sobre el suelo, con tal de no dársela a su hermano. 38:10 Y habiendo obrado de
esa manera provocó la ira del SEÑOR, así que este también le dio muerte. 38:11 Entonces Judá le dijo a su nuera Tamar:
“Permanece viuda dentro de la casa de tu padre hasta que mi hijo Shelah haya crecido, no sea que para mala fortuna él
también perezca como sus hermanos.” Así que Tamar se fue a vivir a la casa de su padre. 38:12 Y acaeció con el paso del
tiempo que la hija de Shuah y esposa de Judá falleció. Y cuando Judá dejó de guardar luto fue al pueblo de Timnath en
compañía de su amigo Hirah el adulamita, pues allí moraban los trasquiladores de sus ovejas. 38:13 Y llegó a oídos de
Tamar que su suegro había ido a Timnath para trasquilar sus ovejas. 38:14 Entonces Tamar, viendo que a pesar de que
Shelah ya estaba crecido no había sido enviado a casar con ella, se quitó su vestido de luto, se cubrió la cara con un velo,
se envolvió toda en un chal y se fue a sentar en un lugar abierto que estaba en el camino hacia Timnath. 38:15 Cuando
Judá la vio pensó que era una ramera, cubierta como tenía la cara. 38:16 Y no sabiendo que se trataba de su nuera, Judá
se acercó a ella y le dijo: “Déjame acostarme contigo”. A lo cual ella replicó: “¿Y qué me darás si consiento?” 38:17 Y él
le dijo: “Haré que te envíen un cabrito de mi rebaño”. Entonces ella contestó: “Pero hasta que lo envíes deberás dejarme
algo en prenda”. 38:18 “¿Qué prenda quieres que te deje?”, preguntó Judá. “Tu sello, tus brazaletes, y el bastón que
llevas en la mano”. Judá accedió, y luego de que yacieron juntos, ella quedó encinta. 38:19 Después Tamar fue y se quitó
el vestido que llevaba puesto para ceñirse de nuevo su ropa de viuda. 38:20 Y Judá le envió el cabrito por medio de su
amigo el adulamita, con instrucción de tomar de vuelta todos los objetos que había dejado en prenda, pero este no pudo
encontrarla. 38:21 Así que preguntó a los hombres del lugar: “¿Dónde se encuentra esa prostituta, la que solía sentarse a
la vera del camino?” Y ellos dijeron: nunca ha habido una prostituta en ese lugar. 38:22 Entonces regresó con Judá y le
dijo que no había podido hallarla y que los hombres del lugar le dijeron que allí nunca había habido un prostituta. 38:23
A lo que Judá contestó: “Pues que se quede con todo, para que no seamos víctimas del escarnio. Ya lo has visto, te he
enviado con el cabrito que le prometí, pero tu no has podido hallarla”. 38:24 Cerca de tres meses después vinieron a
decirle a Judá que había sido Tamar, su nuera, la que había fingido ser una ramera para concebir de manera pecaminosa.
“¡Tráiganla para que sea quemada!”, exclamó Judá. 38:25 Y cuando la hubieron traído, dijo ella: “El dueño de estas cosas
ha sido quien me dejó encinta, porque si no, ¿a quién pertenecen este sello, estos brazaletes y este bastón? 38:26 Y Judá
hubo de reconocer que esas cosas le pertenecían: “La falta ha sido mía porque no le he dado a mi hijo Shelah como
marido.” Y nunca más se acercó a ella. 38:27 Y cuando se llegó el día de dar a luz, había mellizos en su vientre. 38:28
Acaeció entonces que al estar dando a luz, uno de ellos sacó su mano, y la partera ató un hilo rojo alrededor de ella
diciendo: “Este es el primero en salir.” 38:29 Pero en ese momento él metió de nuevo la mano y fue su hermano el que
salió primero, a lo que la partera exclamó: “¿Cómo ha sido que te abriste paso?”. Así que le pusieron por nombre Farez.
38:30 Luego salió su hermano, que tenía el hilo rojo atado alrededor de su muñeca, y a él le dieron por nombre Zarah.

Nótese que la historia del nacimiento se cuenta en términos idénticos exceptuando que en un caso tenemos un hombre
“rojo” y en el otro un “hilo rojo”. El detalle importante es que Farez es el supuesto ancestro del Rey David. De Hezron,
hijo de Farez, se dice lo siguiente: 2:18 Y Caleb, el hijo de Hezron […] se unió con Efrath, quien le dio por hijo a Hur.
2:20 Y Hur fue el padre de Uri, y Uri el padre de Bezaleel.

¿Recuerdan a Uri y a Bezaleel, que se supone fueron contemporáneos de Moisés? Encontramos un indicio muy
descriptivo de ellos en la historia acerca del arquitecto enviado por Hiram de Tiro. En I Reyes leemos: 4:7 Y Salomón
tenía doce intendentes desplegados por todo Israel, cuya obligación era proveer de vituallas al rey y su familia: cada
hombre proveía todas lo requerido durante un mes del año. 4:8 Y los nombres de estos eran: el hijo de Hur, en el monte
Efraín...

Este Hur era un individuo bastante misterioso. Primero aparece al lado de Moisés: 17:10 Así que Josué hizo como le
indicara Moisés y se fue a pelear con Amalek, en tanto que Moisés, Aarón y Hur subieron a lo alto del monte. 17:11 Y
acaeció que cuando Moisés levantaba su mano, Israel tomaba ventaja en la batalla, mientras que cuando la conservaba
abajo, era Amalek el que tomaba ventaja. 17:12 Pero a Moisés se le cansaban los brazos, así que tomaron una piedra y se
la acercaron para que le sirviera de asiento. Luego Aarón y Hur le sostuvieron los brazos en alto, uno cada uno, y de esta
manera los brazos de Moisés se mantuvieron firmes hasta la caída del sol.

Todo se vuelve aun más misterioso cuando observamos los nombres de los otros hijos de Terah: Nahor y Haran, que son
fonéticamente similares a Aarón y Hur...

Pero retornando a Jacob, luego de su encuentro de lucha se convierte en el rey sagrado de una manera muy novedosa: en
lugar de casar con la representante de la diosa, usurpa el papel de esta convirtiéndose él mismo en una especie de mujer.
En I Reyes, 18:26, los sacerdotes de Baal danzan en el altar y gritan “¡Baal, escúchanos!” mientras, según la Versión
Autorizada, “saltan” repetidamente. El vocablo hebreo original se forma a partir de la raíz psch, que significa “danzar
con cojera”, y del cual se deriva Pesach, la festividad de la Pascua hebrea.

La Pascua parece haber sido originalmente el festival cananita de la Primavera que los creadores de la Biblia adaptaron
para utilizar en conmemoración del Éxodo desde Egipto. En Carmel, la danza coja podría haber sido una forma de magia
imitativa que propiciaba la aparición del Dios con una pata de toro que, al igual que Dionisio, venía armado con una
antorcha. El escritor de la Biblia se abstiene de mencionar su verdadero nombre, pero como los sacerdotes de Baal (y
Baal sencillamente significa “Señor”) eran israelitas, es muy probable que este haya sido “Jah Aceb”, o “Jacob”, el Dios
Talón. Parece que Jah Aceb también fue adorado en Beth-Hoglah, el Santuario del Cojo, al sur de Gilgal, entre Jericó y el
Jordán. Este lugar ha sido identificado como el patio de trillado de granos de Atad, donde José lloró la muerte de Jacob.

Luego del incidente de la “lesión de muslo”, Jacob emprende un viaje para reunirse con su hermano por tanto tiempo
ausente, Esaú, y a quién muchos años atrás él había engañado, y temeroso de la ira de Esaú, hace que sus esposas e hijos
marchen por delante con la esperanza de que ablanden el corazón de Esaú y este no se sienta demasiado deseoso de
matarle en venganza por aquella afrenta. (32)

Pero Esaú ya no albergaba rencores, así que abrazó a Jacob y aceptó los presentes que este le ofreció en forma de ganado,
y posiblemente esclavos también. Y aquí la historia da un giro bastante extraño. Aparentemente Esaú pensó que
Jacob/Israel viajaría con él hasta Seir, pero Jacob se anduvo un poco por las ramas hasta que finalmente le dijo a Esaú
que se adelantara. Cuando este así lo hizo, Jacob tomó por otra dirección, hasta un sitio donde se dice que “construyó una
casa para sí y levantó tiendas para su ganado; así que este lugar recibió el nombre de Succoth.” (v. 17)

Cuando investigamos esta palabra encontramos que su significado arcaico era el de pequeño cubículo levantado por las
“prostitutas del templo” a la vera del camino, como en la historia de Judá y Tamar que proviene del documento J,
Génesis 38:14 (!)

Y esto nos trae de vuelta a la pregunta de qué era exactamente el Festival cananita de los Tabernáculos.

La antigua civilización griega dedicó una de sus festividades de la cosecha a Deméter, la diosa de la tierra y de los
granos. Dicha fiesta, conocida como la Thesmosphoria, se celebraba por espacio de tres días e incluía la construcción de
refugios par parte de las mujeres casadas, el ayuno, y la presentación de ofrendas a Deméter. La relación entre el festival
y las mujeres casadas quizás apunte a la creencia en una conexión entre una buena cosecha y el acto de dar a luz. La
palabra Mete está por supuesto relacionada con madre, mientras que De es delta, es decir el triángulo o signo genital
femenino. En los antiguos alfabetos esta letra originalmente representaba la Puerta del nacimiento, la muerte, o el paraíso
sexual. Es así que el “quiosco” o Tabernáculo no era más que una estructura que se levantaba para manifestar la forma de
una “puerta de entrada”. Las puertas, en general, eran consideradas como sagradas para la Diosa, y en Sumeria se solían
pintar de color rojo para representar la “sangre de la vida” femenina. En Egipto se acostumbraba hacer marcas con sangre
real sobre las puertas como parte de los ritos religiosos de la diosa. ¿Adónde hemos visto eso anteriormente?

El culto a Deméter que celebraba los ritos Eleusinos ya estaba bien establecido en Micenas durante el siglo 13 AC, y es
muy probable que la fiesta de los Tabernáculos de Canaán fuera un derivado de esa actividad. Nuestras fuentes de
información relativas a los Misterios Eleusinos incluyen las ruinas del santuario en Eleusis, numerosas estatuas, bajos
relieves y cerámica. También tenemos los reportes de antiguos escritores tales como Esquilo, Sófocles, Aristófanes,
Plutarco y Pausanias –todos los cuales eran iniciados– así como los relatos de comentaristas cristianos tales como
Clemente de Alejandría, Hipólito, Tertuliano y Astorias, que eran más bien críticos, y no iniciados. Aún así, y con toda
esta evidencia, la verdadera naturaleza de los Misterios permanece cubierta por un velo de incertidumbre porque los
participantes se mostraban extremadamente respetuosos de su promesa de no revelar lo que tenía lugar en el Telesterio, o
santuario interior del Templo de Deméter. Violar el juramento de secretismo era considerado una ofensa capital. (33) Por
estas razones es que los estudiosos de hoy en día se ven obligados a utilizar evidencia circunstancial e inferencias, con el
resultado de que aún no hay un consenso acerca de lo que tenía o no tenía lugar allí.

Foucart y sus seguidores concluyeron que los Misterios de Eleusis deben haber procedido originalmente de Egipto. El
hecho es que la ruinas del santuario de Eleusis tienen una mayor antigüedad que el Himno a Deméter egipcio recitado
por Homero y que a menudo se cita como prueba del origen egipcio de los Misterios. Además, las excavaciones no han
conseguido desenterrar ningún artefacto egipcio que se remonte a ese período.

Muchos académicos modernos favorecen el punto de vista de que el culto a Deméter posiblemente se originó en Tesalia o
Tracia. En parte basan esta conclusión en las referencias de Homero y otros autores de la antigüedad relativas a la
existencia de templos a Deméter evidentemente pre-dóricos y ubicados en los pueblos tesálicos de Termópila, Pyrasos y
Ferai; en parte, también, en las relaciones etimológicas que conectan palabras propias de los ritos de Deméter con ciertos
dialectos pre-helénicos provenientes del norte. Otros académicos señalan que Deméter debe haber sido idéntica a la diosa
“Daméter”, que se menciona brevemente en las tabletas “Lineales B” encontradas en Pylos y que datan de
aproximadamente el año 1200 AC. Esta evidencia sugiere que, después de todo, el culto de Deméter podría haberse
originado en el sur del Peloponeso.

En cualquier caso, y sea que el culto específico a Deméter que se practicaba en Eleusis se haya originado en el norte o en
el sur de Grecia, los paralelos innegables con la adoración a las diosas de la cosecha en otras partes de la región oriental
del Mediterráneo sugieren un frecuente contacto e intercambio de ideas religiosas. Y si bien pensamos que la fiesta
cananita de los Tabernáculos era una versión corrupta de una forma más antigua, también somos de la opinión de que hay
algo sumamente misterioso detrás de la deliberada designación del Tabernáculo como el lugar donde se debían guardar
las leyes de Yahvé, como si ello fuera una manera de suplantar la función original que pudiera haber tenido.
El hecho es que el término “Thesmosphoria” se deriva de thesmoi, que significa “leyes”, y phoria, que significa “portar”,
como una referencia a la diosa en su calidad de “portadora de las leyes”. Pero el simbolismo del arca de la alianza que
presenta a Yahvé como el “portador de la ley” dentro de la “tienda de las asambleas” (o “Madre-Delta”, la “puerta hacia
los reinos superiores”), reemplazó al significado original y al papel predominante de la mujer dentro del proceso.

Se han escrito libros enteros henchidos de especulaciones acerca de los ritos Eleusinos. Algún día yo misma podría
escribir uno, pero permítanme ir directo al grano: lo más cerca que podemos llegar a entender la finalidad última de estos
ritos es sugerir que tenían que ver con el “ascenso” o “descenso” a otros planos de la realidad, con la idea de realizar el
acto arquetípico de la creación del Nuevo Año.

Ya tenemos cierta idea de lo que estos ritos y celebraciones representaban puesto que muestran paralelos con los
conceptos griálicos que hemos examinado de manera somera en anteriores capítulos de este libro. Los festivales de Año
Nuevo que celebraban los antiguos, incluían ritos que simbolizaban la naturaleza cíclica del tiempo, el agotamiento de
los recursos cósmicos que resultaban en el caos, y el subsiguiente hieros gamos, o matrimonio sagrado. Esto último
efectivamente representa el acto de “plantar la semilla” en el nuevo universo, o bien el “pasaje” a través de las aguas del
diluvio, sobre un arca, hacia el nuevo mundo. Podría también representar, en su forma más original, la utilización del
conocimiento de los Bucles de Tiempo: la Máquina del Tiempo.

En ese sentido, resulta bastante razonable sugerir que el ascenso o descenso podría haber sido la función o meta del
hieros gamos mismo, y que quizás ese matrimonio sagrado que simbolizaba la unión con la Diosa, también indicaba la
unión entre el hombre y la divinidad, a través de la cual se recibían las “leyes” o “destinos” colectivos que regían para el
año venidero. Llevando esta imaginería un poco más lejos en el pasado, hacia nuestra hipotética ciencia antigua, podría
ser que este hieros gamos fuera también un símbolo de la “disolución del tiempo” que tiene lugar mediante el uso de una
Máquina del Tiempo.

Era durante el hieros gamos que las luces se extinguían, así que la hierogamia tenía lugar bajo la dirección del hierofante,
dentro de una tienda que se había levantado para mayor privacidad, y cuando las luces se volvían a encender, ello era
tomado como señal de que el año viejo había muerto y la semilla había sido plantada para el nacimiento del nuevo año.
Se ha escrito que “el último misterio quedaba finalmente revelado en Eleusis con las palabras ‘una mazorca cosechada en
silencio’, un fetiche sagrado que los judíos llamaban shibboleth”. (34)

Este asunto del “shibboleth” nos presenta una clave interesante. La palabra misma se deriva de una raíz hebrea en desuso,
shebel, que significa “fluir”, como en el caso de la cola de un vestido de dama, o cualquier cosa que es arrastrada por una
dama o que fluye de ella. Así pues, la “mazorca” debe verse como algo que surge a partir de la mujer, o como el grano
que fluye a partir de ella, siendo que el grano es una regalo de la diosa. Aquí tenemos una imagen exacta del tipo de
energía bio-electrónica que se habría requerido para transducir las energías cósmicas que habrían podido manifestar los
carruajes rebosantes de canastas de frutas que se describen en el Rg Veda: Los adorados Maruts, armados de sus
resplandecientes lanzas y petos dorados, gozan de vigorosa existencia; que los carruajes de los veloces Maruts, para
nuestro bien, arriben pronto... Dispensadores de la lluvia y la fertilidad, dadores del agua y de abundante alimento...
vuestras vacas lecheras nunca están secas...Invocamos a los carruajes rebosantes de alimento de los Maruts. (35)

La palabra “shibboleth” solamente aparece una vez en toda la Biblia, en una historia verdaderamente trágica que se
encuentra en el libro de Jueces, capítulos 11 y 12. Parece que había un hombre llamado Jeftah que era el hijo de una
prostituta. Él fue expulsado de la casa de su familia por los hijos legítimos de su padre, Gilead, por lo que hubo de irse
lejos para convertirse en una especie de líder de otras personas igualmente desposeídas. Hasta aquí se parece a la historia
de Robin Hood, pero también recuerda a David durante su época de forajido.

Luego sucedió que sus hermanos, los mismos que le habían expulsado, los “hijos de Gilead”, se vieron sometidos a un
ataque por parte de los “hijos de Ammon”. Necesitaban ayuda en forma desesperada y sabían que Jeftah tenía reputación
de ser un feroz guerrero al frente de su banda de bien entrenados y “joviales forajidos”. Así que fueron donde Jefath para
solicitarle su ayuda.

Jeftah primero les dijo que eran unos sinvergüenzas por pedirle de esa manera que peleara batallas que no le incumbían,
pero luego lograron persuadirlo diciéndole “si nos ayudas ahora, te haremos cabeza de la familia”. Eso era más de lo que
Jeftah podía resistir, así que aceptó. No solo eso, sino que hizo un juramento público a Yahvé prometiendo dar en ofrenda
a las llamas “cualquier cosa que salga por las puertas de mi casa a recibirme cuando retorne”. De seguro que el lector ya
puede intuir lo que se avecina. A no dudarlo, Jeftah resultó victorioso en la batalla.

Cuando Jeftah retornó a su casa en Mizpeh, su hija salió a su encuentro danzando y tocando la pandereta; ella era su
única hija, y aparte de ella no tenía otros hijos.

Y cuando la vio, se rasgó las vestiduras y exclamó: “¡Ay, hija mía, qué gran dolor me causas, porque le he hecho una
promesa al SEÑOR y no puedo dar marcha atrás!”

Y ella le dijo: “Padre, has conmigo lo que le has prometido al Señor, porque él ha cumplido su parte al darte la victoria
sobre tus enemigos los amonitas”. Concédeme solamente que pueda tener dos meses en compañía de mis amigas para
vagar por las montañas y llorar por tener que morir sin haberme casado”. Jeftah le concedió lo que pedía, y por espacio
de dos meses ella vagó con sus amigas llorando su virginidad sobre las montañas”.

Al cabo de los dos meses ella regresó donde su padre, y él cumplió la promesa que le había hecho al Señor, por lo que
ella murió sin haber tenido intimidad con hombre alguno. Por eso es costumbre entre las jóvenes israelitas llorar la
muerte de la hija de Jeftah, el gileadita, por espacio de cuatro días cada año.

Bueno, aparte del hecho de que si tomamos la Biblia en forma literal aquí tenemos una indicación de que Yahvé era el
tipo de Dios que podría haber requerido de sacrificios humanos, cuando menos no cabe duda de que sí los aceptaba en
ocasiones. Pero en otro sentido, esta no sería más que otra versión de la historia en la cual Abraham casi consuma el
sacrificio de su propio hijo Isaac, que además resulta casi idéntica a la historia Védica de Manu. Estos actos se basaban
en lo que se llamaba sraddha, que es un término relacionado con las palabras fides, credo, fe, creencia, etc. (36)

La palabra sraddha fue, según Dumezil y Levi, traducida en forma precipitada como “fe” en el sentido cristiano.
Entendida de la manera correcta más bien tiene un significado similar a la confianza que tiene un artesano en sus
herramientas y en las técnicas aprendidas, como si se tratara de elementos de magia. Por lo tanto esto forma parte de un
“pacto” en el que el sacrificador conoce la manera correcta de realizar un sacrificio prescrito, y además sabe que si
ejecuta ese sacrificio de la manera correcta, este deberá producir el efecto esperado.

Para resumir, se trata de un acto diseñado para ganar control sobre las fuerzas de la vida que residen en el dios con el cual
se ha hecho el pacto. Y se debe aclarar que tales dioses que hacen pactos no son “ornamentos literarios” o abstracciones
intelectuales. Son socios activos dotados de inteligencia, fuerza, pasión, y la tendencia a salirse fuera de control en caso
de que el sacrificio no se haga de la manera prescrita. En ese sentido, el sacrificio es, sencillamente, un acto de magia.

En otro sentido, el asceta o auto-sacrificador es aquella persona que busca la liberación de las ataduras y del orden de la
naturaleza a través de la auto-mortificación y la sumisión de la carne; somete a prueba la fuerza de su voluntad y la
incrementa con el propósito de alcanzar poderes tiránicos mientras todavía está en el mundo. Busca el dominio sobre sí
mismo, sobre otros individuos, e incluso sobre los mismos dioses.

En las historias de Manu provenientes de la India, encontramos que este tiene una manía por los sacrificios de la misma
forma que los ascetas y los santos tienen una manía por el auto-sacrificio. La más famosa de estas historias nos presenta a
Manu, esclavizado a su sraddha, renunciando a todas las cosas que tienen valor en su vida y concediéndolas a los
demonios “Asura brahmans, Trsta y Varutri”. Para sacarle cualquier cosa a Manu, todo lo que ellos tienen que hacer es
decir “Manu, eres un sacrificador y tu dios es sraddha”. Así que una tras otra le son demandadas gran cantidad de cosas,
incluyendo, al final, hasta su mujer misma, Manavi. Pero el mismo Indra interviene en este punto para salvar a Manavi,
así que se le aparece a Manu y utiliza las mismas palabras: “Manu, eres un sacrificador y tu dios es sraddha”. Para acabar
con el plan de los demoníacos brahmin que han producido en Manu el estado de sraddha, o la creencia en la necesidad
del sacrificio, ¡Indra demanda el sacrificio de los dos demonios Brahmin! Entonces Manu, como devoto del sraddha que
es, no tiene más remedio que entregarlos a Indra, y este procede a decapitarlos.
Los actos de sacrificio son, en efecto, actividades comerciales: la ejecución de un contrato de intercambio entre el
hombre y la divinidad. “Te doy esto para que a cambio tu me des lo otro”. En la Biblia, la historia en la cual fue
rechazado el sacrificio de grano de Caín nos dice que dios evalúa la menor o mayor valía de una ofrenda propuesta.

Al ver como su víctima le era arrebatada por la misericordiosa intervención de Indra, Manu no se toma demasiado bien lo
que considera una violación de sus “derechos”. “¡Acaba con mi sacrificio!”, le dice a Indra, ante lo cual Indra le hace una
promesa: “El deseo que has albergado al tomar a tu esposa por víctima te será concedido; pero deja que viva esta mujer”.
(37)

En la historia del sacrificio de Isaac, el hijo de Abraham, y la aparición del carnero en el arbusto, encontramos una
interesante variación sobre este mismo tema. A Agni se le equipara con Vasishtha, “el nacido del loto” o “de la diosa”.

En cuanto a la historia de la hija de Jeftah, vemos que el editor de los textos bíblicos sintió que no le iba a ser posible
eliminarla, pero sí podía disfrazar la verdadera naturaleza del sacrificio. El asunto se torna más claro con lo siguiente: A
Llew Llaw Gyffes (el León de la Mano Firme), una especie de Dionisio o Hércules Celestial al que se adoraba en la Gran
Bretaña de la antigüedad, generalmente se le identifica con Lugh, el dios solar goidélico... “¡Ojalá y no hubiese otro astro
más que el Sol! Es el rostro radiante de Lugh, el de largos dedos, a quien nadie podía contemplar sin quedar
embelesado.”

Su muerte el primer domingo de Agosto, llamada Lugh nasadh y posteriormente alterada a Lugh.mass o Lammas, fue
celebrada en Irlanda hasta época muy reciente con el luto típico del Viernes Santo, y conservada como la fiesta de los
familiares fallecidos, con una procesión de luto encabezada siempre por un joven que portaba una corona de guirnaldas.
Esta festividad de Lammas también solía celebrarse como una fiesta de los lamentos en la mayor parte de la Inglaterra de
la época medieval...

En algunas partes de Gales todavía se hacen ferias en el día de Lammas. Sir John Rhys dejó constancia de que en la
década de 1850 todavía era posible ver una gran cantidad de dolientes llorando la muerte de Llew Llaw sobre las colinas
de Fan Fach y South Barrule, en Carmarthershire, cada primer domingo de Agosto, con la expresa justificación de que
“iban colina arriba a llorar la muerte de la hija de Jeftah”. Curiosamente, esta era la misma excusa que daban las jóvenes
judías de la época posterior al exilio (luego de las reformas Deuteronómicas) para disfrazar su luto por Tammuz, la
contraparte palestina de Llew Llaw. (38)

El sacrificio de la hija de Jeftah es, por tanto, otra instancia más en la cual vemos la nueva visión del papel de la mujer
explicada por Hesíodo y sus contrapartes, los autores de la Biblia, y que se estaba imponiendo en toda el mundo del
Mediterráneo Oriental. Resulta interesante pensar en el “pithoi” de Pandora, de donde surgieron todos los problemas de
la humanidad, a la par de la clave del shibboleth que encontramos dentro de la historia de Jeftah: 12:4 Entonces Jeftah
reunió a todos los hombres de Gilead y fue a pelear contra los de Efraín: y los hombres de Gilead derrotaron a los de
Efraín porque estos últimos habían dicho de ellos que eran fugitivos entre los efraimitas y entre los manasitas. 12:5 Y los
gileaditas arrebataron los vados del Jordán de manos de los efraimitas, y cuando alguno de los efraimitas que había
escapado les pedía permiso para cruzar, los hombres de Gilead preguntaban: “¿Eres un efraimita?”, y si aquel decía que
no, 12:6 le pedían que dijera “Shibboleth”, pero como los eframitas solo podían decir “Sibboleth” ya que les resultaba
imposible pronunciarlo de otra manera, lo agarraban y lo mataban allí mismo, junto a los vados del Jordán: tantos como
cuarenta y dos mil eframitas murieron de esa manera.

Otra clave que nos revela la verdadera naturaleza de los ritos eleusinos es que se dice que eran celebrados a lo largo de
toda Grecia durante el mes de Pyanepsion (finales de Octubre), únicamente por mujeres. Su principal característica era la
del sacrificio del cerdo, ofrenda usual para las deidades ctónicas (39) .

Los griegos atribuían a los cerdos poderes especiales en virtud de su fertilidad y la potencia y abundancia de su sangre, y
quizás también por su extraña habilidad para desenterrar tubérculos. Los expertos sugieren que se tenía la creencia de que
el mezclar la sangre del cerdo con las semillas de los granos incrementaba la abundancia de la cosecha del siguiente año.
Los académicos también nos dicen que las ceremonias incluían ayuno y purificación, el descenso ritual al inframundo, y
el uso de la magia imitativa para recuperar el poder de renovar la vida de las fauces de la muerte.
Vemos entonces porqué los participantes de la Themosphoria reverenciaban al cerdo, y los rituales incluían el lavado y
sacrificio de jóvenes cerdos sagrados para Deméter (si bien esto no tenía lugar en Eleusis sino en las playas de Pireas,
cerca de Atenas). Notamos además que esta más bien corresponde a una práctica cananita que ahora vemos yuxtapuesta,
de manera sumamente extraña, a una religión conocida por su prohibición de la carne de cerdo; ¿sería quizás porque el
animal sagrado de la religión rival era el cerdo, o porque en el corazón mismo del judaísmo existía una similar reverencia
por el cerdo que llevó a la prohibición del consumo de su carne como una forma de protegerlo? Y de ser así, ¿cuál podría
ser la explicación de esto? ¿Sería quizás que el cerdo era la personificación de un dios? Bueno, consideremos esta
posibilidad por un momento. En Génesis 12:6-7 encontramos a Abraham sellando un pacto con Dios.

Y Abram atravesó toda la región hasta llegar al lugar llamado Siquem, sobre la planicie de Moreh. Por esa época los
cananitas vivían allí, y el Señor se le apareció a Abram y le dijo: “Toda esta tierra se la daré a tu descendencia”.
Entonces Abram construyó un altar para el Señor, porque allí se le había aparecido.

Luego tenemos a Dios, en Génesis 22:2-3, diciéndole a Abraham: “Toma a Isaac, tu único hijo, al que tanto amas, y vete
a la tierra de Moriah. Una vez allí ofrécelo en holocausto sobre el monte que yo te señalaré”. Y al día siguiente Abraham
se levantó muy temprano y ensilló su asno; cortó la leña para el sacrificio, y llevándose consigo a Isaac y a dos jóvenes
sirvientes, se fue al lugar que Dios le había señalado.

Y en II Crónicas 3:1 leemos: Entonces Salomón comenzó la construcción de la casa del Señor sobre el monte Moriah,
donde el Señor se le había aparecido a David, su padre, en el sitio que David había preparado para ello y que fuera
utilizado por Ornán, el jebuseo, como patio para trillado del trigo.

Otro de los nombres del monte Moriah es Monte Sión. Isaías nos dice que el monte Sión era el Trono de las Huestes del
Señor, quien “dispersa, distribuye y trilla bajo sus pies”. El “templo” fue construido sobre le “patio de trillado” de Ornán
(Araunah en otra versión), simbólico de Tammuz, dios de la cosecha, que siempre demandaba los “primeros frutos”.

Pero el caso es que Jehová no estaba muy interesado en granos de ningún tipo: él quería sangre: Éxodo 34:19 Todo
primogénito será para mí, así como toda primera cría de vuestro ganado que sea macho, ya sea que venga del vientre de
la vaca o la oveja. 34:20 Pero la primera cría de una asna deberá ser redimida con un cordero en su lugar, porque de no
hacerlo así deberéis romperle el cuello. También deberéis redimir a cada uno de los primogénitos de vuestros hijos con
una ofrenda, y ninguno deberá venir en presencia mía con las manos vacías. 34:21 Seis días debéis trabajar, pero al
sétimo descansaréis, y así será, igual en tiempo de siembra que de cosecha.

Cuando Jehová se adjudica el sétimo como un día sagrado en su honor, se identifica con Cronos o Saturno. Se dice que
cuando agonizaba como consecuencia de una herida que recibió del jabalí que envió Zeus para darle muerte, el Adonis
frigio fue metamorfoseado en un abeto por su amante, la Diosa Cibeles.

Osiris resultó muerto por Set, el dios solar egipcio disfrazado de jabalí, mientras que el dios solar griego Apolo, también
disfrazado de jabalí, dio muerte a Adonis o Tammuz, el Sirio, amante de la Diosa Afrodita. Finn Mac Cool, por su parte,
disfrazado de jabalí, dio muerte a Diarmuid, el amante de la Diosa irlandesa Grainne, mientras que un dios desconocido,
disfrazado de jabalí, fue el que dio muerte a Anceus, el rey de Arcadia y devoto de Artemisa, mientras este se encontraba
en su viñedo de Tegea, y según el nestoriano Grannat Busame, el Zeus cretense también resultó muerto en forma similar.
La temporada de caza del jabalí era en Octubre, y esta también era la temporada de festejos de los basáridos, que solían
celebrar tocados con guirnaldas de hiedra. El jabalí es la bestia de la muerte, y la “caída” del año comenzaba en el mes
del jabalí.

En Egipto el año constaba de 360 días dividido en tres estaciones de 120 días, cada una de las cuales constaba a su vez de
de cinco períodos de 24 días, con cinco días adicionales. Lo egipcios decían que estos cinco eran los días que el Dios
Thoth (Hermes) le había ganado a Isis, la Diosa de la Luna, a causa de las sequías, y que se componían de la
septuagésima segunda parte de cada día del año. Los natalicios de Osiris, Horus, Set, Isis y Neftis se celebraban durante
esos días en ese preciso orden. Parece que, basados en el mito, todo cambio de religión requería de un cambio en el
calendario. El antiguo año de 364 días mas uno adicional, fue reemplazado por el año de 360 días más cinco adicionales.
Bajo la posterior influencia de los asirios, las tres estaciones se dividieron en cuatro períodos de treinta días cada uno en
lugar de los cinco períodos de 24 días. La estación de 72 días aparece en el mito egipcio-biblio en el cual la Diosa Isis
escondió a su hijo Horus, o Harpócrates, para protegerlo de la ira del dios del Sol Set (el de las orejas de asno) durante
los 72 días más calientes del año, es decir, durante ese tercio de las cinco estaciones regentado por Sirio, la estrella del
Perro, y por los dos Asnos.

La leyenda griega de que el Dios Dionisio colocó a los asnos en el Signo de Cáncer nos sugiere que el Dionisio que visitó
Egipto y fue huésped de Proteo, Rey de Faros, fue Osiris, hermano del dios hicso Tifón, también conocido como Set.

Según la leyenda homérica del Rey Proteo, los más antiguos pobladores del Delta utilizaban la isla del faro, frente a las
costas de lo que más tarde fue conocida como Alejandría, como su sagrada isla oracular. Proteo, rey de Faros, que tenía el
poder de cambiar de apariencia, vivía en una caverna a la cual Menelao solía ir a visitarle para hacerle consultas.
Apuleyo relaciona el sistro de Osiris, utilizado para alejar al dios Set, con Faros, lo cual nos sugiere que Proteo y Osiris
eran vistos allí como la misma persona. Existe otro Proteo en Arcadia, llamado Proetus.

El amplio muelle a la entrada del puerto de Faros consistía de ásperos bloques de piedra que presentaban profundos
grabados en forma de pentágonos. Puesto que los pentágonos son figuras inconvenientes para semejantes construcciones,
algunos investigadores han pensado que el número cinco debió haber tenido algún importante significado religioso.
Robert Graves pregunta: “¿Acaso fue Faros el centro de un sistema de calendario basado en cinco estaciones?”

Pero la isla también tiene otras extrañas relaciones con los números cinco y setenta y dos que se remontan al comienzo de
la era cristiana. Los judíos de Alejandría solían visitarla para celebrar un festival anual cuya justificación era que los
Cinco Libros de Moisés habían sido allí milagrosamente traducidos al griego por setenta y dos doctores de la Ley que
habían trabajado setenta y dos días cada uno.

¿Qué es lo que hay detrás de esta historia?

En épocas antiguas los festivales solían conmemorar una especie de tratado o acto de unificación. ¿Qué es lo había tenido
lugar allí?

Esquilo llama al Nilo con el nombre de Ogygia, y Eustatio, el gramático bizantino, decía que el nombre original de
Egipto era Ogygia. Cuando los biblios trajeron a su Dios Sirio de la Tempestad a Egipto (aquel que, disfrazado como
jabalí, todos los años daba muerte a su hermano Adonis, el dios que siempre nacía bajo un abeto) ellos lo identificaron
con Set, el antiguo dios egipcio del desierto que tenía como bestia sagrada al asno salvaje, y que anualmente destruía a su
hermano Osiris, el dios de la vegetación del Nilo. Sanctoniato el fenicio, citado por Filo, dice que “los misterios de
Fenicia fueron llevados a Egipto”. Dice además que los dos primeros inventores de la raza humana, Upsourianos y su
hermano Ousous, consagraron dos pilares, uno al fuego y otro al viento. Esta es la forma más antigua de lo que
posteriormente serían los pilares Jaquín y Boaz, uno de los cuales representa a Adonis, dios del año que comienza y del
sol recién nacido, mientras que el otro representa a Tifón, dios del año que acaba y de los vientos destructores. En forma
similar, los reyes hicsos, bajo influencia de los biblios, convirtieron a su dios de la Tempestad en Set.

Es posible que en épocas pre-dinásticas Set haya sido el jefe de todos los dioses de Egipto, puesto que el signo de la
realeza que portaban todos los dioses dinásticos era el cetro de junco con orejas de asno de Set. Los egipcios también
identificaban a Set con la constelación de las largas orejas, Orión, el “Señor de los Salones del Sur”, y el “aliento de Set”
era el viento proveniente de los desiertos del sur que tanto entonces como ahora, cada vez que sopla, desata una ola de
violencia criminal en Egipto, Libia y el sur de Europa. El asno aparece en muchas de las anécdotas del Génesis, así como
en los más antiguos libros históricos de la Biblia.

Los textos y registros pictográficos egipcios son notorios por su tendencia a la supresión o distorsión de los hechos.
Parece que ya desde el año 2800 AC, los sacerdotes aristocráticos que formaban el “establecimiento eclesiástico egipcio”
habían comenzado a meter mano en las historias populares. Por ejemplo: en el Libro de los Muertos, Duodécima Hora de
la Oscuridad, cuando el bote solar de Osiris se acerca a la última puerta del Otro mundo justo antes de su reemergencia
hacia la luz del día, se representa a Osiris doblado hacia atrás en forma de un aro, con las manos levantadas y los dedos
de los pies tocando la parte posterior de la cabeza. Esta posición se explica mediante el título de “Osiris, cuyo circuito es
el otro mundo”. Se supone que sugiere que adoptando esta absurda postura acrobática, Osiris está definiendo el otro
mundo como una región circular, estableciendo una analogía entre las Doce Horas y los Doce signos del Zodíaco. Está
claro que la mano sacerdotal ha introducido una corrupción en lo que era un conocimiento mucho más arcaico. Esta
postura representa a Osiris cuando ha sido capturado por Set y atado, al igual que Ixión o Cuchulain, con el “amarre de
cinco” puntos que sujetaba muñecas, cuello y tobillos juntos. En otras palabras, al representar a Osiris en esta posición se
describe los efectos que sobre él han tenido las actividades del dios del inframundo, la serpiente Set, quien también
aparece como el Jabalí y el Asno.

Ahora tenemos muchas más claves acerca de la temprana etapa de formación de la religión de Yahvé, incluyendo la
descripción de la construcción de los pilares Jaquín y Boaz y otras instancias de historización de mitos que aparecen en la
Biblia y que se atribuyen a Salomón. También nos es posible ver una conexión con la rebelión de Peribsen, que fue
seguida por la emergencia de la civilización cretense, así como la posterior relación de esta última con el judaísmo.

En la actualidad los judíos celebran su Año Nuevo en setiembre, coincidiendo con la época de la cosecha. Luego viene la
Fiesta de los Tabernáculos, que se supone conmemora el hecho de que los hijos de Israel construyeron “refugios
temporales” mientras viajaban por el desierto, el dominio de Set. Se dice que “fue en la tienda donde por primera vez
Dios intimó con el hombre” durante el Éxodo. El Tabernáculo era el lugar de reunión entre Dios y el hombre. Las
comparaciones son tan obvias que no necesito señalarlas.

De regreso a nuestra peculiar historia de lucha entre Jacob y el “hombre”, luego de la cual se marchó hacia el sur para
escenificar su episodio del tabernáculo, está claro que hablamos de la historización de un antiguo drama ritual.

Ciertos mitos antiguos nos hablan de la batalla entre dos hermanos, o bien entre padre e hijo. Esta batalla termina cuando
el rey mayor es “herido en el muslo”, o resulta ritualmente castrado para simbolizar su pérdida de la potencia. El reino,
representado por la figura de la reina, pasa entonces a manos del hermano vencedor, o bien pasa de padre a hijo porque la
reina es simbólica de la tierra. Es interesante notar cómo este drama fue recreado por Jacob, con el “ángel de Yahvé”
representando el papel de Set. De esta manera la gente podía entender cómo el derecho real había sido pasado
personalmente a manos de Yahvé porque este había “intimado con Jacob”, que había asumido el papel de la diosa. Yahvé,
el dios Jabalí.

Es preciso que entendamos que estos combates rituales, dramas de reyes que mueren, y actos de canibalismo o sacrificio,
son solamente una forma extrema de corrupción de una idea original central que está relacionada con la antigua
tecnología. Es un hecho que el aspecto tecnológico emerge de tanto en tanto, pero a menudo se encuentra tan disfrazado
que es difícil percatarse de los muchos giros e inversiones que han tenido lugar a lo largo del hilo de transmisión. Entre
las más arcaicas representaciones de estas ideas –si bien es posible que ya contengan un grado de corrupción del
verdadero conocimiento antiguo– se encuentran los ritos de los Chamanes del Asia central.

Cuando nos enfocamos en las funciones del chamán encontramos que estas incluyen el descenso al inframundo para
salvar al hombre, y el ascenso a los cielos para interceder en nombre de su pueblo ante los dioses. Es, en efecto, el
“caballero” escogido en forma divina que cuenta con las dotes requeridas para realizar ese viaje. El simbolismo de la
escalera por la cual el chamán asciende o desciende, es uno típicamente chamánico. El “Árbol de la Vida”, símbolo de la
diosa de la vida, también es simbólico del ascenso chamánico hacia las esferas celestiales para recibir la comunicación de
parte del dios acerca del destino de la tribu. En ese sentido, y en términos de simbolismo, el eje cósmico y el libro
celestial se han mezclado. Uno puede ver claramente todos estos elementos en la historia de la escalera de Jacob y en su
lucha contra el “ángel”. Desafortunadamente, Jacob perdió esa lucha.

Al estudiar los aspectos del chamanismo encontramos algo sumamente fascinante: una misteriosa “enfermedad
femenina” que a menudo sufrían los chamanes varones. Uno de los variables síntomas que se han reportado acerca del
proceso de convertirse en un chamán es que el individuo comienza a vestir como una mujer, actuar como una mujer, y en
general, a sufrir el proceso de feminización. Vemos un indicio de esto en el viaje de Jacob hacia el sur para “levantar un
pequeño cubículo”: ¡actividad estrictamente femenina!

La feminización del chamán nos lleva a considerar el hecho de que, muy probablemente, la original función
chamánica/griálica era desempeñada exclusivamente por mujeres, y que en determinado momento hubo un intento de
parte del hombre por hacer a un lado a la mujer y adquirir sus atributos y sus naturales capacidades chamánicas. Parece
ser que en ese mismo momento, el lugar de la mujer dentro de los ritos como la “encarnación” de la diosa en el sagrado
matrimonio, fue reemplazado por otros elementos como la escalera, el árbol celestial, o inclusive el caballo. La
característica rítmica de la relación ritual, que no era sino una corrupción del acto de “disolución” en el continuo espacio-
temporal, fue reemplazada por el rítmico batir del tambor y por otros métodos para inducir el estado de trance.

Las claves que explican esta transición están escondidas en las palabras mismas: knight (caballero) y mare (corcel).
Knight se deriva de la misma raíz que yogui o juga, que significa “unir”o “atar”, mientras que mare proviene de mer
cuyas dos acepciones son “mar” y “madre”. Para acercarnos un poco más a comprender cómo tuvo lugar esta transición
veamos los comentarios de Eliade acerca del papel chamánico en los ritos funerarios, ritos que se han considerado como
muy similares a los “ritos secretos” o funciones que han sido guardadas por votos de secretismo.

Heródoto nos ha dejado una buena descripción de las costumbres funerarias de los escitas. El funeral era seguido de
purificaciones. Se solía echar hachís sobre piedras calientes para que todos inhalaran el humo resultante; “los escitas
aullaban de gozo cuando tomaban este baño de vapor.” […] Los aullidos eran parte de un conjunto de elementos
religiosos cuyo propósito no podía ser otro más que el éxtasis. En relación con esto Meuli cita una sesión altáica descrita
por Radlov en la cual el chamán guiaba hacia el inframundo el alma de una mujer que había estado muerta por cuarenta
días. La figura del chamán no aparece en la descripción de Heródoto: él habla solamente de las purificaciones que siguen
al funeral. Pero entre algunos pueblos turco-tártaros, tales purificaciones coinciden con la función del chamán de escoltar
al fallecido hacia su nuevo hogar, los mundos inferiores. […]

También se reporta el uso del cáñamo o hachís con propósitos extáticos entre los iranianos, y es justamente el vocablo
iraniano que significa hachís el que se emplea en el centro y norte de Asia para designar a la intoxicación mística.

Se sabe que los pueblos caucásicos, en especial los osetas, han conservado un número de tradiciones mitológicas y
religiosas de los escitas.

Ahora bien, las concepciones de la vida después de la muerte que sostienen ciertos pueblos caucásicos son muy cercanas
a las de los iranianos, particularmente en lo que se refiere a la idea de que el fallecido debe cruzar un puente tan delgado
como el grueso de un cabello, el mito del Árbol Cósmico cuyo extremo superior toca el cielo y en cuyas raíces hay una
fuente milagrosa, y otras por el estilo. También encontramos que los adivinos, videntes y nigromantes, tienen un papel
entre las tribus montañeses de Georgia. Los más importantes entre estos hechiceros son los messulethe: entre estos, la
mayoría son mujeres y jovencitas. Su función principal es la de escoltar a los muertos al otro mundo, pero también
pueden encarnar a estos. […] Para realizar sus labores, los messulethe primero deben caer en un trance. (40)

En este punto permítaseme intercalar el comentario de que podemos ver un curioso paralelismo con el hecho de que la
Thesmosphoria era celebrada “exclusivamente por mujeres”. En otras palabras, es muy probable que se tratara de una
costumbre arcaica que posteriormente fuera descrita como “prostitución sagrada”, solo que esta última claramente se
derivaba de lo que hemos designado como la disjecta membra de una antigua tecnología que era capaz de producir el
efecto de modificar el ADN. A través de milenios de transmisión, la terminología que describe el factor ADN resultó
corrompida hasta adquirir connotaciones puramente sexuales. Más adelante veremos como a lo que una vez fue una idea
“espiritual” se le dio un significado literal y fisiológico. El papel de la mujer es ciertamente muy importante, pero no en
el sentido en el que ha sido interpretado por parte de los ocultistas.

Lo que está claro es que la antigua idea de la mujer en su rol de sacerdotisa, o “prostituta del templo”, como se le ha
llamado, se derivó de su función natural como verdadera chamán. Cuando se extirpó a la mujer de su papel natural como
guía en la tierra de los muertos para todos los miembros de la tribu, fue preciso inventar un buen número de otros
elementos que tomaran su lugar: árboles, puentes (cuyo vocablo en inglés, bridges, es muy similar a bride, novia, y a
bridle, brida, esta última usada para conducir un caballo), escaleras, tambores, cánticos, danzas, etc., pero muy
especialmente, el combate ritual en lugar de la unificación.

Hemos observado una notoria similitud en cuanto a las ideas relativas al otro mundo de los caucásicos y de los iranianos.
Por ejemplo, el puente Cinvat tiene un papel esencial en la mitología funeraria de los iranianos; el acto de cruzarlo en
gran parte determina el destino del alma, y este cruce es una prueba difícil, equivalente en estructura a las pruebas
iniciáticas. […]
El puente Cinvat se encuentra en el “Centro”, en la “mitad del mundo”, y tiene la altura de “cien hombres”. […] Este
puente conecta la tierra y el cielo por el “Centro”, y debajo de él se encuentra el foso del infierno.

Aquí encontramos el clásico esquema cosmológico de las tres regiones cósmicas conectadas por un eje central (pilar,
árbol, puente, etc.) Los chamanes viajan libremente entre estas tres zonas: en su viaje hacia el otro lado, los muertos
deben cruzar el puente. […] El aspecto importante de la tradición iraniana (cuando menos en la forma en que sobrevivió
a la reforma de Zaratustra) es que, en el momento de cruzar el puente, hay una especie de lucha entre los demonios que
tratan de precipitar el alma hacia el infierno, y los espíritus tutelares que resisten este esfuerzo.

En los Gathas (41) hay tres referencias a este cruce del puente Cinvat. Según la interpretación de H. S. Nyberg,
Zaratustra se refiere a sí mismo como un guía hacia la tierra del más allá. Aquellos que se han unido a él en éxtasis
podrán cruzar el puente con facilidad. (42) […]

El puente, por lo tanto, no solamente es la ruta de los muertos, es también la ruta de los extáticos. […] El término maga
empleado en los Gathas es prueba de que Zaratustra y sus discípulos solían inducir una experiencia extática mediante el
uso de cánticos rituales entonados en coro dentro de un espacio cerrado y consagrado para tal propósito. Dentro de ese
espacio (maga) la comunicación entre la tierra y el cielo era posible. […] Ese espacio sagrado, entonces, se convertía en
un “Centro”. […]

El éxtasis chamánico inducido mediante la inhalación del humo del hachís, era conocido en el antiguo Irán. […] En el
Videvdat el hachís es condenado como algo demoníaco. Podemos tomar esto como prueba de la completa hostilidad que
llegó a existir hacia la intoxicación chamánica. […] La imaginería de los chamanes del Asia central parece haber sufrido
la influencia de ideas del Oriente, pero también, y principalmente, de ideas iranianas. Esto no significa que el descenso
chamánico hacia el inframundo se derive de alguna influencia exótica. La contribución oriental solamente amplificó y
agregó color a los dramáticos escenarios de castigos; fueron las narrativas de los viajes extáticos hacia el inframundo las
que resultaron enriquecidas a través de las influencias orientales, pero el éxtasis mismo las precedía por mucho. […]

Hemos encontrado la técnica del éxtasis en culturas arcaicas en las que debemos descartar cualquier influencia del
antiguo oriente. […]

El valor mágico-religioso de la intoxicación como una forma de alcanzar el éxtasis es de origen iraniano. […]

En cuanto al origen de la experiencia chamánica... los narcóticos no eran más que un sustituto vulgar del trance “puro”.

El uso de intoxicantes es una innovación reciente y sugiere una decadencia en la técnica chamánica. Se echa mano de la
intoxicación narcótica para que esta suministre una imitación de ese estado que el chamán ya no es capaz de alcanzar de
otra manera. La decadencia o vulgarización de la técnica mística –tanto en la India antigua como en la moderna, y de
hecho a todo lo largo de todo el mundo oriental– trae como resultado el que constantemente encontremos esa extraña
mezcla entre las “vías difíciles” y las “vías sencillas” de conseguir el éxtasis místico o alguna otra experiencia decisiva.
(43)

Con este pequeño conjunto de claves podemos deducir que el sueño de Jacob acerca de la escalera y de su combate ritual
con ese “hombre” que era más bien un ángel de Yahvé, no son más que recomposiciones posteriores para disimular las
verdaderas actividades chamánicas en las que estaba involucrado Jacob. Si existió o no un Jacob histórico es algo que no
podemos decir con certeza. Lo que sí parece innegable es que en ese momento alguien hizo determinadas cosas que
ameritaron su asimilación dentro del mito del “Dios Talón”. De nuevo se nos vienen a la mente los encuentros entre
Abraham y Dios y entre Moisés y Dios, que tuvieron como desenlace el acto de la circuncisión. De cualquier manera, es
muy probable que los tres eventos –la lucha con el ángel, el cambio de nombre y la circuncisión de Abraham y del hijo
de Moisés– fueran originalmente uno solo, posteriormente separado en tiempo y contexto por el redactor de la Biblia, a
quien pronto vamos a encontrar.

Jacob, sin embargo, perdió la batalla, fracasando en su función chamánica, y al siguiente día cuando se encuentra con su
hermano, sabiendo que había sido “mortalmente herido”, le transfiere a este la “bendición” o derecho real. Ante esto yo
me pregunto: ¿acaso este encuentro registra también la transferencia a Esaú de algún objeto vital, como resultado el
fracaso chamánico de Jacob?

Aquí, por supuesto, tenemos un elemento clave estupendamente esclarecedor y que vale la pena explicar. Resulta ser que
hay una muy significativa historia en la Biblia que se declara como estrictamente “histórica” y para la cual SÍ existe una
verificación externa en los registros egipcios. Esta es la historia de Abram y Sarai en Egipto. De hecho, esta forma uno de
los más problemáticos “triplicados”. En Génesis 12:10 a 13:2 leemos: Por aquel entonces hubo una gran hambruna en la
tierra, y Abram se fue a vivir a Egipto durante algún tiempo, pues no había qué comer. Y sucedió que cuando ya estaba
cerca de Egipto le dijo a su esposa Sarai: “Mira, yo se que tu eres una mujer hermosa y que cuando los egipcios te vean
dirán ‘esta mujer es la esposa de ese hombre’. Entonces me matarán, pero a ti te dejarán con vida., así que te ruego digas
que eres mi hermana, para que por causa tuya no haya yo de perder la vida”.

Sucedió entonces que cuando llegaron a Egipto, los egipcios vieron que Sarai era muy hermosa. También la vieron los
herederos del Faraón y la recomendaron a este, así que Sarai fue llevada a la casa del rey de Egipto.

Por causa de Sarai el Faraón trató bien a Abram, dándole ovejas, bueyes, asnos, esclavos, esclavas, asnas y camellos.
Pero también a causa de Sarai, el SEÑOR hizo descender grandes plagas sobre la casa del Faraón. Por eso el Faraón
mandó llamar a Abram y le dijo: “¿Porqué me has hecho esto? ¿Porqué no me has dicho que esta mujer era tu esposa?
¿Porqué has dicho que era tu hermana para que yo pudiera tomarla como esposa? Anda, ¡toma a tu esposa y márchate!”

Y el Faraón ordenó a sus hombres que hicieran salir de Egipto a Abram, Sarai y todo cuanto poseían. Por lo que Abram
debió salir de Egipto, y en compañía de Sarai, de todo cuanto poseían, y de Lot, enrumbó hacia el sur. Entonces Abram
era un hombre muy rico, dueño de muchas cabezas de ganado y de grandes cantidades de plata y oro.

MOISÉS Y ARÓN

Regresando al asunto de la cronología bíblica y su drástica imposición, hasta nuestros días, sobre el mundo entero, es
preciso que consideremos algunos puntos. El redactor y editor de la Biblia seleccionó el orden de las historias para su
nueva “historia” con el fin de que cumpliera su función de unificación tribal con vistas a establecer un control político y
religioso. Esto ha supuesto una buena cantidad de problemas para todo el que se ha empeñado en separar lo que es
verdadera historia del resto del texto bíblico.

Ya hemos anotado que la fuente Sacerdotal que amalgamó las historias de los inconexos grupos tribales dispersos por el
Canaán de la Edad de Hierro se vio constreñida por la necesidad de incluir varias versiones de la misma historia. Su
auditorio habría rechazado cualquier “historia” que no incluyera las tradiciones orales que realmente poseían. Además, la
evidencia sugiere que agrupó las historias en un cierto orden con la intención de crear la ilusión de que se trataba de la
larga historia de un pueblo escogido. Es de eso mismo de lo cual Isaac Newton acusaba a otros autores de la antigüedad,
si bien nunca consideró la posibilidad de que algo similar había ocurrido con la Biblia.

De cualquier manera, fue Newton el que esbozó para nosotros el proceso que se empleó. Los editores de la Biblia crearon
su historia mediante la inserción de segmentos del Libro de las Generaciones, con lo cual, de súbito, la repetición de
historias que habían ocurrido en un determinado momento parecían más bien haber tenido lugar a lo largo de cientos o
miles de años. En otras palabras, el arreglo “horizontal” de las historias en el tiempo, se convirtió en un arreglo
“vertical”. Lo que le había sucedido a varios pueblos diferentes de repente le sucedió al pueblo “escogido” y, lo que es
más, las historias que giraban alrededor de un solo individuo y que habían sido pasadas de grupo en grupo, a menudo
resultaron adaptadas a la personalidad de cada grupo específico según el proceso de mitificación que ya hemos discutido.

La mejor forma de analizar este asunto es considerar primero los hechos tal y como seamos capaces de develarlos, para
luego ver si alguna de las historias de la Biblia calza con esos hechos, y proceder del todo haciendo a un lado las
genealogías manufacturadas y la “cronología histórica” bíblica.

Se supone que la Biblia es la historia de una larga serie de epónimos fundadores. Las diferentes versiones de las historias
recolectadas de las variadas tribus fueron ensambladas en una cronología vertical que se extiende por siglos y está
apoyada por la inserción de genealogías, la mayoría de las cuales resultaban inciertas y repetitivas, cuando no claramente
inventadas para el propósito entre manos. Aún así, he sugerido que hay una serie particular de historias situadas dentro de
un período de referencia que SÍ aparecen registradas tanto en la historia egipcia como en la Biblia, y de manera tan
coincidente, que ambos lados del relato calzan como anillo al dedo. Además, como también lo he sugerido, el entender
claramente este evento histórico real que se reporta tanto en la Biblia como en los registros egipcios, es la clave para
desentrañar el misterio del Arca de la Alianza.

Regresando al asunto de las reformas de Ezequías luego de la caída del reino del norte, cabe preguntarse qué cosa haría
un descendiente de Aarón en el reino del sur ante la llegada de todos los refugiados provenientes del norte con sus
propias historias, relatos y genealogías. ¿Cómo encara uno su propio papel de sacerdote de la línea aarónica denigrado
por estas historias, así como su función de árbitro de las leyes de Yahvé, cuando su privilegio de representante del único
grupo autorizado para realizar el sacrificio se ve en peligro de ser revocado?

La respuesta es, por supuesto, escribir otra Torah. El documento “S” fue escrito como alternativa de J y E. En S se
introduce a Aarón como la autoridad por excelencia. En JE, los milagros tienen lugar en Egipto por intermedio del báculo
de Moisés, pero el autor del documento S lo transformó en el báculo de Aarón. En el JE se presenta a Aarón como el
“hermano Levita” de Moisés, lo cual solamente puede significar que son miembros de la misma tribu y no
necesariamente hermanos de sangre, pero el autor del documento S afirma categóricamente que Moisés y Aarón eran
hermanos en el sentido literal de la palabra, hijos del mismo padre y madre. Aún más, ¡S afirma que Aarón fue el
primogénito!

En S no hay sacrificios sino hasta que tiene lugar el sacrificio en ocasión de la consagración de Aarón como Alto
Sacerdote. El autor de S deliberadamente omitió los sacrificios ofrecidos por Caín, Abel, Noé, Abraham, Isaac y Jacob.
Cuando no le fue posible omitir el sacrificio de la historia, omitió la historia por completo.

Por ejemplo: en la versión de la historia del diluvio que aparece en J, Noé tomó varias parejas de todos los animales que
resultaban apropiados para el sacrificio; en S se indica que solamente fue una pareja de cada uno. En J, al final de la
historia, Noé ofrece un sacrificio, así que necesitaba de los animales adicionales para asegurarse de no extinguir la
especie, pero en S no hay tal sacrificio.

Para el autor de S, el asunto del linaje de los sacerdotes que fungen como únicos intermediarios entre dios y el hombre es
de capital importancia. Allí no hay ángeles, ni animales que hablan, ni sueños proféticos, y está claro que cualquiera que
osara cruzar los límites establecidos sería sentenciado a muerte. En S Yahvé aparece como el dios universal y abstracto
que creó “los cielos y la tierra” y que inflingió un castigo a la humanidad entera en forma del diluvio a causa de una
crisis cósmica. En los documentos J y E, el dios que creó la tierra y los cielos –en ese orden– es un dios personal que
habla con el hombre en términos íntimos. La historia del diluvio lo presenta como un evento cíclico, no como un desastre
cósmico que tiene que ver con la culpa y la venganza.

Así es que a través de la fuente S leemos acerca de un dios cósmico de orden y control con el cual el hombre se puede
comunicar solamente a través de los oficios de un sacerdote acreditado, descendiente de un linaje sacerdotal, y que haga
uso de los rituales específicos ordenados por el mismo Yahvé. Una y otra vez S reitera que el sacerdote aarónico erguido
frente al altar es el único acceso a dios. Estos sacerdotes se han convertido en los guías espirituales, los feminizados
participantes de un extraño hieros gamos con una deidad masculina en el cual su papel queda simbolizado por una
castración ritual: la circuncisión.

En Las Consultas Conviviales de Plutarco, uno de los huéspedes declara ser capaz de probar que el dios de los judíos es
realmente Dionisio Sabazius, el dios de la Cebada de Tracia y Frigia; de manera similar, Tácito también consigna en su
Historia (v. 5) que “algunos sostienen que los ritos de los judíos fueron fundados en honor de Dionisio”. En el año 139
AC, el historiador Valerius Maximus dice que C. Cornelius Hispallus, pretor de los Extranjeros, expulsó de Roma a
ciertos judíos que “intentaban corromper la moral de los romanos a través de un pretendido culto al Júpiter Sabaziano”.
La inferencia es que el pretor no los expulsó por una legítima adoración de dicho dios, sino más bien porque pretendían
imponer un extraño rito nuevo dentro de la religión traciana: ¡la circuncisión! Resulta curioso que los posteriores
seguidores de esta perversión pronto comenzaran a recurrir a la castración completa como una forma de adoración de su
dios, aún después de que ese dios había sido transformado de Jehová a Jesús. San Agustín fue uno de ellos, y se conjetura
que San Pablo también era un eunuco auto-mutilado, aunque yo discrepo de esto. En época posterior esta práctica fue
transformada en la idea del celibato y el monasticismo que oscureció y distorsionó aún más el asunto del “Fuego de
Prometeo”.

En el texto S no existe una sola referencia a dios en términos de un ser misericordioso. Las palabras misericordia, gracia,
fidelidad y arrepentimiento no aparecen ni una sola vez. El escritor intenta que el lector entienda que no se puede obtener
perdón tan solo porque uno se arrepienta o haya aprendido la lección. El perdón solo se puede obtener, de manera
exclusiva, mediante el sacrificio oficiado por un sacerdote autorizado quien, en vista de su incapacidad para realizar el
legítimo ascenso extático, en su lugar hace un sacrificio de sangre en honor de su dios.

La persona que escribió el documento S no se limitó a cambiar algunas de las historias: desarrolló un nuevo concepto de
dios, y su motivación era una de carácter teológico y político, así como la institución de un control de índole económico.
También intentó establecer a un grupo específico como legítima autoridad sobre la tierra: el de los Levita Aarónicos. El
autor de S no pudo establecer su autoridad meramente defendiendo a Aarón o arrojando una luz más favorable sobre este.
También sintió que era necesario lidiar con Moisés y sus descendientes de una manera muy cuidadosa, lo cual nos
sugiere que se encontraba en una posición muy precaria.

Con el arribo de los refugiados procedentes del reino del norte, incluyendo a los sacerdotes de Shiloh que descendían de
Moisés, el autor no podía simplemente desprestigiar a Moisés de manera directa: Moisés era el héroe nacional del reino
del norte, el reino de la dinastía omrita, aún cuando estos sacerdotes ya habían sido desplazados por Jezabel y sus dioses.
Moisés, de hecho, era el fundador mismo del reino del norte.

Así entonces, el autor de S no podía simplemente divulgar unas cuantas mentiras acerca de él, pero sí podía darle a las
historias un giro particular. De ser necesario podía incluir ciertos detalles a guisa de información proveniente de “fuentes
internas”, “conocimiento privilegiado”, o “revelación divina”, para dar un espaldarazo a su declaraciones y a su posición.

Preocupado como lo estaba de que la gente pudiera rechazar una nueva Torah, el autor del documento S debía considerar
lo que la gente ya tenía por sabido y aceptado. Con no poca maña debía producir un relato del pasado que fuera aceptado
por el auditorio. Así pues, en general aceptó el lugar de Moisés dentro de la tradición, pero minimizó su importancia e
incluso distorsionó por completo algunas de las historias para presentarlo bajo una luz desfavorable. (44)

El autor de S también nos cuenta su propia versión de la revelación sobre el monte Sinaí. Hacia el final de la historia, S
agrega un detalle que la diferencia del original: que cuando Moisés bajó de la montaña, algo bastante inusual había
ocurrido con su rostro. Cuando la gente lo miró sintió temor de acercársele, y él se vio obligado a usar un velo. Según S,
cuando quiera que pensamos en Moisés durante los últimos 40 años de su vida, se supone que debemos imaginarlo
usando un velo.

Y, ¿qué era lo que había pasado con el rostro de Moisés? El significado del término hebreo es incierto, y por mucho
tiempo la gente pensó que se refería al hecho de Moisés había adquirido cuernos. Esto llevó a múltiples representaciones
dentro del arte medieval en las cuales Moisés aparecía con cuernos. Otra interpretación es que algo le había sucedido a la
piel de Moisés: que expedía una luminosidad. Así que muchas traducciones e interpretaciones propagan esta idea y se
refieren a que era tan grande la “gloria” que irradiaba de la cara de Moisés que hería los ojos de todo el que la
contemplaba. Yo misma fui inculcada con esta idea.

En épocas más recientes el académico bíblico William Popp reunió un basto cuerpo de evidencias que sugieren que lo
que el autor del documento S quería comunicar a su auditorio es que Moisés había quedado desfigurado a tal extremo
que la gente no podía soportar mirarlo directamente. El texto efectivamente nos dice que la “gloria de Yahvé” es como un
“fuego abrasador”, lo cual sugiere que la carne de Moisés había sido consumida y este se había convertido en una especie
de espectro salido de la peor pesadilla. Si esto era un coloquialismo aceptado durante la época, entonces representa un
toque maestro de la manipulación por parte del autor de S: no ha denigrado a Moisés, pero ha creado una imagen de
horror que nadie desearía contemplar.

Yo sin embargo creo que la alusión tiene una razón diferente. Retornando al asunto del dios Sol encontramos que uno de
los más tempranos intentos por satanizar a la diosa corresponde al antiguo dios babilónico Huwawa (Humbaba). Huwawa
aparece en las historias de Gilgamesh en forma de guardián del Bosque de Cedros al servicio de Enlil, y tenemos la idea
de que la madera de cedro era muy importante para el dios de Moisés tal y como se indica en el texto S. También
sabemos de la importancia del abeto para el nacimiento de la diosa, así que dentro de este Huwawa también se asimilaron
las prerrogativas de la diosa. Además notamos algo interesante en cuanto a su curioso nombre: Huwawa suena muy
parecido a Yahvé.

El empleo del cedro en los sacrificios, y el mismo requerimiento de que se utilizara madera de cedro para la construcción
del templo, establece curiosas conexiones con este dios Huwawa. En segunda de Samuel, capítulo 7:7, se dice que Yahvé,
por intermedio de su profeta Natán, le dijo a David: Durante todo este tiempo que acompañé a los israelitas en su periplo,
jamás dije a ninguno de los caudillos a quienes ordené gobernar sobre Mi pueblo Israel que me construyeran un casa con
madera de cedro.

Por otro lado, en el verso 13 Yahvé le dice a David que su hijo será el que le construirá dicha casa. “Él construirá un
templo para Mi nombre, y yo haré que el trono de su reino perdure por siempre.” En 1 Reyes, 5:6, se dice que Salomón
requirió del envío de cedros de Líbano para la construcción del Templo. Curiosamente, en la historia de la Biblia
Salomón estableció el impuesto del trabajo forzado para la corta de los árboles y la construcción del templo, en forma
similar a las condiciones que existían durante la esclavitud en Egipto. Los cimientos del templo consistían de “enormes
piedras de primera” del tipo que, por supuesto, nunca antes se había visto en Jerusalén.

¿Acaso llegó la gente a percibir esta relación entre el terrible rostro de Moisés y el terrible rostro de Huwawa, el guardián
del bosque de cedro? A Huwawa se le describe como un gigante protegido por siete capas de un terrible resplandor.
Resultó muerto a manos de Gilgamesh y Enkidu en una historia que es harto similar a la de la muerte de Goliath a manos
de David, o a la de la muerte de Medusa a manos de Perseo. En todas estas historias, el héroe Osiriano resulta victorioso
sobre la serpiente de Set.

Melam y ni son dos palabras sumerias que a menudo están relacionadas. Estrictamente hablando, ni parece referirse al
efecto que tiene sobre los seres humanos el poder divino melam. Los babilonios utilizaban varias palabras para expresar
la idea de ni, incluyendo puluhtu, “miedo”. El significado exacto de melam es difícil de entender. Se refiere al resplandor
intenso que normalmente se asocia con la presencia de los dioses, héroes, y en algunas ocasiones reyes, pero que también
se asocia con templos de gran santidad. Si bien de alguna manera se trata de un fenómeno relacionado con la luz, melam
es a la vez algo terrorífico y atemorizante. Ni puede ser experimentado como una sensación física de escalofrío. Se dice
que algunas veces los dioses “portan” su melam a la manera de un traje o una corona, y de la misma forma que un traje o
una corona, también se lo pueden “quitar”. No obstante estar siempre relacionado con lo sobrenatural, melam no tiene
connotaciones morales ya que los demonios y los terribles gigantes también lo pueden exhibir. (45)

Entonces es bastante probable que esa fuera la idea que tenía en mente el autor del documento S en su descripción de
Moisés: se le estaba comparando a Huwawa/Humbaba, el horrible guardián del bosque de cedros, una variación del dios
solar cuyo rostro es tan brillante que debe ser cubierto por un “velo”; acto seguido encontramos a Huwawa/Yahvé
exigiendo que sus sacrificios se hagan con cedro y que su casa sea de igual manera construida con madera de cedro.

El autor del documento S no solamente eliminó detalles que de manera específica rechaza por razones teológicas o
políticas, sino que además eliminó los largos relatos contenidos en los textos J y E. No era su intención volver a contar
las maravillosas historias de la gente; su intención era la de establecer la supremacía de Yahvé y sus agentes, el
sacerdocio aarónico. No hace concesión alguna a los intereses específicos del pueblo, aludiendo a estos solo por encima
y en párrafos en los que se tachan de tonterías paganas. En todo el texto de S solo es posible encontrar tres historias de
extensión considerable que sean similares a las de JE: la creación, el diluvio y el pacto con Noé (excluyendo el sacrificio
después del diluvio), y el pacto con Abraham (excluyendo también el cuasi sacrificio de Isaac). Además añadió una
historia que no está presente en los documentos más antiguos: la de la muerte de Nadab y Abihu, los hijos de Aarón, que
se presenta con la intención de inculcar en la gente la idea de que el sacrificio solo debe realizarse según la estricta
indicación de dios, aun si es consumado por Levitas del linaje sacerdotal: ¡se aseguró de cubrir todas las bases! El
reiterado énfasis que se pone sobre este asunto en particular nos dice que estaba tratando de cambiar una situación que
había existido por largo tiempo: que cualquiera podía entrar en la Tienda de la Asamblea. Ahora en cambio, con una falsa
arca de la alianza en su interior, solo los sacerdotes podían ingresar. De esa manera solo ellos podían ver que lo que había
era un arca substituta: Bastante ingenioso, ¿no es así? El autor del texto S parece extraordinariamente preocupado con el
Sinaí y la entrega de las leyes, ya que casi la mitad de Éxodo y Números, así como la casi totalidad del Levítico, se
ocupan en presentar la Ley Levítica.

Hay otra historia más que presenta el autor de S y que no tiene paralelo alguno en los textos más antiguos, y se piensa
que se trata de una invención: la historia de la cueva de Machpelah. Ella nos presenta una extensa descripción de las
negociaciones entre Abraham y un hitita en relación a una porción de terreno que contenía una cueva y que Abraham
compra como sitio funerario para su familia. ¿Porqué habría la fuente S, que por otro lado excluye gran cantidad de
hechos curiosos e historias entretenidas, de desviar la atención hacia este mundano asunto de negocios? Friedman piensa
que es para establecer un derecho legal de reclamo sobre la propiedad de Hebrón, una ciudad del sacerdocio aarónico,
pero si ese fuera el caso, podría haberlo hecho de muchas otras maneras diferentes. Mi impresión es que quizás no se
trata de una invención. Puesto que se trataba de una ciudad aarónica, quizás había alguna tradición relacionada con ella
que solo ahora se deseaba incorporar a la “historia”. Y quizás la tradición de Abraham presentado como un “Gran
Príncipe” de los Hititas no era una cortina de humo puesto que está claro que, de manera indirecta, ella apunta en la
dirección de Huwawa. Pero lo que considero aún más importante es el hecho de que desvía la atención lejos de algo que
el autor del texto S no desea que nos detengamos a considerar.

De cualquier manera, ahora tenemos una buena idea de lo que estaba sucediendo en el reino del sur de Judea en la época
de las reformas de Ezequías, luego de la caída del reino del norte. No sabemos si Ezequías apoyaba este plan a causa de
alguna promesa de que él también se beneficiaría de los privilegios del sacerdocio, o si sencillamente estaba convencido
de que contribuía a la consolidación de su poder y de sus ansias expansionistas. Cualesquiera que hayan sido las fuerzas
motivadoras, vemos que Ezequías se estaba proyectando en el papel de una nuevo Omri-David con sus planes de rebelión
en contra del imperio Asirio. Él levantó a las ciudades fenicias y filisteas en contra de Asiria, y consiguió asegurarse la
alianza de Egipto.

El asirio Sennacherib lanzó una masiva respuesta militar y capturó la fortaleza Lachish en Judea, en lo que pareció
prefigurar el episodio de la captura romana de Masada ochocientos años después. Las excavaciones en Lachish nos
cuentan parte de la historia, mientras que el resto de la misma aparece relatada en el palacio de Niniveh, la capital del
imperio asirio. Allí, plasmada sobre los muros, encontramos una de las pocas representaciones que se conocen de la
apariencia que tenían los judíos en la época bíblica. Estos paneles ahora se encuentran en el Museo Británico, mientras
que en el Museo de Israel hay moldes hechos a manera de copia a partir de los originales.

La historia relata que los asirios no pudieron someter a Judea. Cuando Sennacherib apareció en el horizonte, se dejó
escuchar un llamado para que “los reyes de Egipto, arqueros, carruajes y caballería del rey Kush, un ejército incontable”,
acudieran todos a luchar contra el ejército asirio. Bajo el mando de Shabaka Egipto tenía un enorme ejército posicionado
en el Delta, aparentemente solo en espera de la señal de marchar. Al final tenemos evidencia contemporánea de esta
campaña tanto en los registros asirios como en los relieves egipcios. Estos últimos son bastante generales, haciendo uso
de la acostumbrada escena de “vapuleo de cabezas” acompañada por algún texto.

No hay duda de que esta batalla significó un serio revés para Sennacherib, ya a partir de entonces se retiró
permanentemente del Levante. Sin embargo, la Biblia nos dice: “Y sucedió esa noche que un ángel de Yahweh liquidó a
ciento ochenta mil soldados que se encontraban en el campamento de los asirios, y a la mañana siguiente los
sobrevivientes solo encontraron cadáveres. Así Sennacherib se marchó de regreso a Niniveh”. El ejército egipcio,
entonces, fue metamorfoseado en un “ángel de Yahvé”.

De cualquier manera, este fue el momento clave en la historia de Judea. A pesar de que Sennacherib había asolado todos
los distritos periféricos, Jerusalén no había caído, y así fue como comenzó a convertirse en la “Ciudad Santa”. La
población se incrementó debido a que, como es obvio, resultaba más conveniente estar cerca del lugar donde se
preparaba la carne. Y el poder de los Levitas creció aún más.

EL PECADO DE MANASES: EXILIO EN BABILONIA

Luego de la muerte de Ezequías su hijo Manases ascendió al trono. Durante su reinado los asirios regresaron, y él no
debe haber estado en muy buenos términos con ellos ya que fue exilado a Babilonia, donde gobernaba el hermano del rey
asirio. No se sabe si a causa de que el pueblo lo exigió o porque los asirios lo presionaron, pero lo cierto es que el exilio
de Manases terminó luego de que su hijo reinstituyera los cultos paganos, incluyendo la colocación de estatuas paganas
en el templo, y el reestablecimiento de los lugares de sacrificio fuera de Jerusalén. Manases fue sucedido por su hijo
Amon, que fue asesinado tan solo dos años después, para ser sucedido por su hijo Josías de apenas ocho años (al menos
según una versión).

Josías contaba solo ocho años de edad cuando inició su reinado: reinó en Jerusalén por un total de treinta y un años, e
hizo todo cuanto era correcto a los ojos del SEÑOR: siguió los pasos de David, su ancestro, y no se inclinó ni hacia la
derecha ni hacia la izquierda. Porque en el octavo año de su reinado, mientras aún era muy joven, comenzó a buscar al
Dios de su ancestro David, y en el doceavo año comenzó a purgar a Judea y Jerusalén de toda imagen tallada o vaciada
en moldes, desde los santuarios de adoración hasta los huertos mismos. [...]

En el decimoctavo año de su reinado, cuando ya había purgado todo el reino, incluyendo el templo, envió a Shafán, hijo
de Azalia, a Masías, gobernador de la ciudad, y a Joah, hijo de Joahaz el archivador, a reparar la casa del SEÑOR su
Dios. [...] cuando sacaban el dinero que había sido llevado al templo del SEÑOR, el sumo sacerdote Hilcías encontró el
libro de la ley que el Señor le había dado a Moisés. Entonces Hilcías le dijo a Shafán, el escriba: “he encontrado el libro
de la ley en la casa del SEÑOR”, y se lo entregó.

Shafán le llevó el libro al rey, y le dijo: “Los servidores de Su Majestad están haciendo todo cuanto se les ha
encomendado. Han reunido el dinero que se encontró en la casa del SEÑOR, y lo han entregado a manos de los
encargados de la obra y de los trabajadores”. Luego Shafán, el escriba, le contó al rey que el sacerdote Hilcías le había
entregado un libro, y comenzó a leer de este enfrente del rey. Cuando el rey hubo escuchado las palabras de la ley, se
rasgó las vestiduras. [...]

Hilcías, y aquellos que el rey designara, fueron todos a ver a Huldá la profetisa, esposa de Shalum, el hijo de Tikvath y
nieto de Hasrah, encargado del guardarropa del templo. Huldá vivía en el segundo barrio de Jerusalén, y cuando le
hablaron, ella contestó: “Esta es la respuesta del Señor, Dios de Israel: ‘Decid al hombre que os ha enviado, que esto ha
dicho el Señor: Acarrearé el infortunio sobre este lugar, y sobre todos los habitantes del mismo, conforme a todas las
maldiciones que están escritas en el libro que habéis leído en presencia del rey de Judea’. [...]

Y Josías suprimió las abominables prácticas que había en todos los territorios de los israelitas, e hizo que todos los que se
encontraban en Israel rindieran culto al SEÑOR su Dios. Y mientras él vivió, ya no se apartaron más del SEÑOR, el Dios
de sus padres. (46)

Alguien había creado un documento llamado El Código de la Ley que era diferente de las leyes que aparecían en la
fuente S, y súbitamente ese código había sido “descubierto” y oficialmente designado como la Torah. Acto seguido, sería
incorporado a una nueva versión de la historia oficial.

Como se desprende del relato anterior, en el decimoctavo año de su reinado, es decir en el 622 AC, Josías recibió
mensaje de su escriba Shafán de que el sacerdote Hilcías había encontrado “un pergamino de la torah” en el Templo de
Yahvé. Cuando Shafán leyó el texto de ese libro que Hilcías había encontrado en presencia del rey, éste último se rasgó
las vestiduras (señal de angustia), y consultó a la profetiza acerca de su significado. Luego de la consulta, el rey realizó
una gran ceremonia nacional de renovación del pacto entre Dios y su pueblo. El libro que el sacerdote Hilcías decía haber
encontrado en el Templo en 622 AC, es el Deuteronomio.

Así es como Josías instituye una nueva “purga de Judea” y refuerza la centralización de la religión siguiendo los pasos de
Ezequías y anulando las prácticas más tolerantes de su padre y abuelo. Además de la destrucción de los ídolos, la purga
del Templo y la destrucción de los otros lugares de adoración, Josías extendió su esfera de influencia hasta el antiguo
reino de Israel en las tierras altas. Una vez más se requería de todo el mundo traer sus sacrificios hasta Jerusalén, y a los
sacerdotes de las otras regiones se les asignó tareas menores en el Templo.

El hecho de que el imperio asirio se debilitaba y que durante esa época había tensiones entre este y Babilonia,
probablemente le permitió a Josías salirse con la suya. El hecho es que Egipto se había cambiado de bando y ahora se
encontraba en términos amistosos con Asiria: ambos tenían sus planes con respecto a Babilonia. Al igual que Ezequías,
Josías tenía una posición decididamente adversa a Asiria, y por algún tiempo había sido su meta la de sacudirse de
encima el yugo asirio. Anteriormente, cuando Egipto había pretendido conquistar Asiria, Judea se había aliado con
Egipto, pero ahora Egipto estaba del lado de Asiria, y Babilonia estaba en contra de Asiria, por lo que Josías se tornó en
un adversario de los egipcios que anteriormente habían ayudado a Ezequías, y fue a luchar en contra de ellos justo a los
babilonios. Se enfrentó el ejército egipcio en Megiddo, y en forma no del todo inesperada, resultó muerto.

La temprana muerte de Josías significó el fin de la independencia política y de las reformas religiosas. Los santuarios de
adoración fueron reconstruidos una vez más (!) y tres de sus hijos y un nieto le sucedieron para gobernar por un total de
veintidós años. O cuando menos eso se cree. Si el lector pensó que la historia de la Biblia era un poco confusa en la
época de Omri-Ahab, ahora está a punto de presenciar el más terrible embrollo en los anales de la crónica histórica como
resultado de las múltiples artimañas y manipulaciones de la información perpetradas.

Según la cronología aceptada, el primero de los hijos de Josías en ascender al trono fue Jehoahaz, quien gobernó por solo
tres meses hasta que el rey egipcio lo destronó y lo exilió en Egipto, colocando en su lugar a su hermano Johoiakim. Este
gobernó como vasallo de Egipto y se las arregló para conservar su puesto por once años. En el ínterin, los babilonios
habían finalmente subyugado a los asirios, y ahora ponían su mira en Egipto. Judea, en cierta manera, representaba un
obstáculo, así que Johoiakim resultó muerto en batalla contra los babilonios.

El hijo de Johoiakim, Jehoiachin (sí, ya lo se, tanto “Jehoia” está volviendo el asunto muy tedioso, pero ruego
aguantarme un poquito más), gobernó por tres meses hasta que fue capturado por los babilonios. Nabucodonosor lo exilió
en Babilonia junto con miles de otros habitantes de Judea. En compañía suya Nabucodonosor envió a todos los que
tenían alguna educación o profesión, o que se pensara que podrían causar problemas en Judea, o que podían resultar
útiles en Babilonia.

Entonces Nabucodonosor puso en el trono a otro más de los hijos de Josías: Zedequías.

Zedequías se las agenció para fungir según lo esperado por espacio de once años antes de ser presa de ideas
descabelladas y rebelarse en contra de Nabucodonosor. Y esa fue la gota que derramó el vaso: Nabucodonosor y el
ejército babilónico retornaron con saña, destruyendo Jerusalén y exiliando al resto de la población. De manera brutal
Nabucodonosor dio muerte a los hijos de Zedequías delante de sus propios ojos, y luego lo cegó. O cuando menos así
reza la historia. Y así terminó el gobierno del linaje “davídico”. (47)

Nabucodonosor se había cansado de tanto juego, así que nombró un gobernador judío, Gedalías, hijo de Ahikam, hijo de
Shafán, el escriba que había reportado el hallazgo del papiro del Deuteronomio.

Ahora bien, como hemos señalado, Josías había sido pro-babilónico, al igual que la familia de Shafán. El mismo profeta
Jeremías era pro-babilónico. Sin embargo, el tener como superior a un gobernador pro-babilónico proveniente de una
familia de escribas, supuestamente enfureció de tal manera a la casa de David que dos meses después un miembro de
dicha familia asesinó a Gedalías.

Aquello no fue una buena idea. El pueblo de Judea ya sabía que el mal carácter de “Nabu” era notorio, así que se dice
que casi la totalidad de la población huyó hacia Egipto, si bien ese no fue exactamente el caso. Probablemente solo se
trató de la familia y allegados del asesino.

Pero antes de ser testigos de la destrucción de Jerusalén, examinemos más cuidadosamente esta nueva “torah” que fue
presentada en el reinado de Josías.

El libro del Deuteronomio, el artículo en cuestión, se presenta como el discurso de despedida de Moisés antes de su
muerte. Tiene como escenario de fondo las planicies de Moab. (48) Existe una relación especial entre la persona que
escribió este texto y los siguientes seis libros de la Biblia. (49) Se puede demostrar que esta serie de libros corresponde a
un trabajo concienzudamente elaborado para contar una historia continua: la historia del pueblo y de su tierra. No fue el
producto de un solo autor porque es evidente que contenía relatos escritos por otra mano (la historia de la corte de David
y las historias de Samuel), pero está claro que el producto final fue obra de un solo editor.
Lo que sale a relucir a partir de un análisis textual es que el escritor hizo una selección de entre un grupo de historias que
tenía a mano recortándolas o alargándolas según fuera necesario, así como agregando ocasionales comentarios de su
propia cosecha. Todo ello resulta evidente a partir del análisis lingüístico, y el resultado es tan claro como lo sería un
proceso de identificación de huellas dactilares: en este caso, y en forma algo irónica, nos referimos a dicho proceso como
la identificación de las “huellas de Dios”. En efecto, este escritor creó la historia de Israel desde Moisés hasta la
destrucción del reino de Judea a manos de los babilonios. Y está claro que tenía una agenda particular.

Para este hombre, el Deuteronomio era el libro por excelencia: la torah. Diseñó cada porción para servir de apoyo a esa
idea. El Deuteronomio constituía el cimiento de toda la historia. Gracias a este autor, el libro de Josué retoma el hilo allí
donde Deuteronomio termina. Josué desarrolla los temas del Deuteronomio e inclusive hace referencia a este. Muchos de
los pasajes claves en Josué, Jueces, Samuel y Reyes, hacen uso de las mismas expresiones lingüísticas que están
presentes en el Deuteronomio. Para los académicos resultó evidente que el autor del Deuteronomio fue el productor de
los siguientes seis libros de la Biblia: la historia Deuteronímica.

Pero aquí encontramos una pequeña dificultad: el autor ocasionalmente se refiere a cosas como si existieran “hasta el
momento presente”, cuando tales cosas en realidad solo existieron mientras duró el reino. Esto nos hace preguntar:
¿porqué alguien que escribía una crónica histórica en, digamos, el 560 AC, habría de referirse a algo como aún existiendo
“hasta el momento presente” cuando el asunto en cuestión había dejado de existir en el 587?

En Reyes 8:8 hay una referencia a los postes que se utilizaban para levantar y acarrear el arca. Se declara que tales postes
fueron colocados en el interior del Templo de Salomón el día de su dedicación y que “allí han estado hasta el momento
presente”. ¡Porqué habría alguien de escribir estas palabras después de que el Templo fuera incendiado? Esto nos sugiere
que se trata del mismo autor que creó la historia de que el Templo de Salomón se encontraba en Jerusalén y la aplicó a un
templo que, casi con seguridad, fue construido durante el reinado de Ezequías, o incluso a un templo que había sido
construido para otro dios pero del cual Ezequías se apropió para su labor de “reparación y purga” del templo. Aún más,
¿porqué habría de hablar el autor acerca de un Templo y contenidos del mismo como si existieran “hasta el momento
presente”, cuando todo ello ya había sido destruido?

La solución obvia es que había dos ediciones de la historia Deuteronómica. La original fue obra de alguien que vivió
durante el reinado del Rey Josías, y se trataba de un relato positivo y optimista de la historia del pueblo. Enfatizaba la
importancia del pacto Davídico y se aseguraba de que todo el mundo pensara en el Templo como si fuera el Templo de
Salomón. Este autor creía que el reino prosperaría bajo el gobierno de Josías y perduraría después de él. Pero luego de la
muerte de Josías, de los desastrosos reinados de sus hijos, y de la caída del reino, esta versión original de la historia
nacional no solamente estaba desactualizada sino que correspondía a una visión que, a la luz de los posteriores eventos
trágicos, había demostrado ser tontamente romántica. Así que se había escrito una nueva versión de la historia después de
la destrucción del 587.

Esta segunda edición era similar a la primera en cerca de un 95%. La principal diferencia consistía en la adición de los
últimos capítulos de la historia –los dos últimos capítulos de 2 Reyes– que daban cuenta del reinado de los últimos cuatro
reyes de Judea. La historia actualizada terminaba con la caída de Judea.

En la primera edición de la historia el editor se refiere a cosas que habían existido “hasta el momento presente” porque en
la época de Josías realmente aún existían. El editor de la segunda edición no se molestó en eliminar estas referencias
porque esa no era su principal preocupación. No estaba re-escribiendo la totalidad de la historia o buscando eliminar
contradicciones: sencillamente estaba agregando el final de la historia, con un pequeño prefacio al comienzo de la
misma.

Hay otro detalle interesante que nos sugiere que el autor del Deuteronomio vivió durante el reinado de Josías. Se ha
señalado que la longitud del texto que tiene que ver con Josías no guarda proporción alguna ni con su importancia ni con
sus logros. Otros reyes vivieron más y supuestamente tuvieron mayores logros. La reforma de Josías fue efímera.
Además, los libros de Jeremías, Ezequiel, 2 Reyes y 2 Crónicas, sugieren todos que las innovaciones de Josías fueron
descartadas después de su muerte. Entonces, ¿porqué tanto énfasis en un rey menor y relativamente poco exitoso?
Tenemos ejemplos de textos similares en otras épocas y lugares: es obvio que Josías era el rey cuando la historia fue
escrita, así que el autor se afana en adularlo y presentarlo como la culminación de un gran proceso, ya sea para ganarse
su favor o con el fin de establecer un control.

Hay otra nota curiosa al respecto de todo esto. El libro de 1 Reyes, capítulo 13, cuenta la historia del rey Jeroboam. Él
levantó los becerros de oro en Dan y Beth-El para celebrar un festival. Cuando se acercó al altar para quemar incienso,
algo muy extraño tuvo lugar: Cuando Jeroboam estaba quemando incienso sobre el altar, llegó a Beth-El un profeta del
Señor enviado por Yahvé. Y por orden del Señor, se dirigió al altar diciendo: “Altar, altar, el Señor ha dicho: ‘De la casa
de David nacerá un niño que tendrá por nombre Josías, y sobre ti sacrificará a los sacerdotes de los santuarios paganos
que aquí queman incienso. Él quemará huesos humanos sobre ti’.”

El punto es que se supone que esta historia acerca de Jeroboam, tiene lugar trescientos años antes del nacimiento de
Josías. Y el hecho es que en todo el resto de las narrativas bíblicas no existe otro caso de explícita predicción de eventos
con tanta antelación y con mención directa de nombres. Además, un poco más adelante en el texto, el autor de los libros
Deuteronómicos de Reyes y Crónicas hace referencia específica a esta historia. Él creó el cumplimiento de la profecía
escribiendo un relato acerca de cómo Josías fue a Beth-El para destruir el santuario que se encontraba allí “desde los días
de Jeroboam”. Para asegurarse de que el lector resultara lo suficientemente impresionado describe la forma en que Josías,
encontrándose ya en Beth-El, observa la presencia de unas tumbas en la cercanía y de ellas extrae algunos huesos que
luego quema sobre el altar para profanarlo, obrando “según las palabras de Yahvé”. Si ya a estas alturas no estamos
suficientemente convencidos de los extraordinarios poderes de predicción de los profetas de Yahvé, el autor introduce un
efecto dramático al describir cómo Josías luego divisa la tumba del profeta mismo que, supuestamente trescientos años
antes, predijo cada una de estos actos específicos. Al descubrir la identidad del ocupante de la tumba, claro está, Josías
advierte a todos que nunca osen perturbar el descanso de tan ilustre personaje.

En realidad no solo se trata de que tenemos la predicción del nacimiento de Josías al principio del relato y el
cumplimiento de dicha profecía más adelante, sino que el autor además califica a cada uno de los reyes que gobernaron
en el ínterin, tanto sobre Israel como sobre Judea, como inferior a Josías en cuanto a santidad y toda otra virtud digna de
alabanza. Josías era, sencillamente, ¡el más pintado entre todos! A la mayoría de los reyes se les tacha de “malos”, y aun
aquellos que reciben mejor trato siguen sin poder compararse con Josías. Hasta el gran y heroico Rey David es criticado
por su adulterio con Betsabé. En otras palabras, el autor de la historia Deuteronómica entroniza a Josías, y solamente
Josías, como el modelo sin par de toda virtud monárquica. No obstante esto, la historia demuestra que Josías hizo poca
cosa más que tomar decisiones políticas bastante desacertadas y que, a fin de cuentas, le acarrearon la muerte.
Quienquiera que escribió esta historia lo hizo en el comienzo de lo que se esperaba sería una gloriosa dinastía
puntualizada por una religión centralizada e inaugurada por Josías, y es obvio que el autor vio su propio lugar dentro de
esa dinastía como altamente significativo.

Y es así como arribamos a la idea de que la persona responsable por la autoría de siete de los libros de la Biblia debió
estar estrechamente ligada al reinado de Josías. Este individuo diseñó su historia de los judíos de forma tal que culminara
con Josías, quien efectivamente fue comparado con el mismo Moisés. A lo lago de todo el texto de la Biblia solo se
aplica la expresión “no hubo ningún otro que se le comparara” a dos personajes: Moisés y Josías. Las palabras finales del
Deuteronomio son “nunca más hubo en Israel otro profeta como Moisés”, mientras que el comentario final acerca de
Josías fue “y no hubo ningún otro que se le comparara”.

He aquí otro hecho curioso: solamente se menciona el libro de la torah en el Deuteronomio y en Josué, y en ninguna otra
parte de la Biblia hebrea excepto en una historia: la de Josías. Se supone que Moisés la escribe y la entrega a los
sacerdotes para que estos la coloquen junto al arca, y a partir de allí deja de tener protagonismo alguno hasta que el
sacerdote Hilcías la descubre.

El autor de la historia Deuteronómica describe a Josías como la culminación de Moisés: todo cuanto hizo estuvo
inspirado en el patrón establecido por Moisés; el pacto de Moisés habría de ser llevado a cabo con Josías. Y luego: una
abrupta parada, como anotara Friedman. La historia retoma el hilo luego de la muerte de Josías y con un punto de vista
radicalmente diferente. (50)
También podemos notar que el punto más importante de la agenda del autor es la centralización de la religión. Todos los
reyes que son tildados de “malos” son aquellos que restauraron los “santuarios de adoración” en los cuales se podían
realizar sacrificios localmente. El criterio que consistentemente se aplica para la evaluación de cada uno de los reyes es
su posición con relación a la centralización de la religión. Pero luego de Josías, este criterio no aparece más, lo cual nos
sugiere que en la época de Josías la religión ya no estaba centralizada, pero que durante el exilio en Babilonia (o hacia el
final del mismo), cuando se hizo la compilación de la Biblia, el asunto ya no tenía más importancia porque se trataba de
un fait accompli; consumado, debiera yo agregar, por obra de los persas.

El Rey David también figura de manera prominente en los libros Deuteronómicos. La mitad del libro de 1 Samuel, la
totalidad de 2 Samuel y los primeros capítulos de 1 Reyes, versan sobre la vida de este. El escritor afirma de manera
explícita que, gracias a los méritos de David, ni siquiera un mal rey de Judea puede perder el trono siempre que sea un
descendiente suyo. Además compara a Josías con David. El nombre de David aparece cerca de quinientas veces en toda
la historia Deuteronómica, pero luego, súbitamente deja de mencionarse. El texto deja de referirse al pacto Davídico, y
ya nadie vuelve a ser comparado con David, ni tampoco se explica como fue que ni siquiera dicho pacto pudiera evitar la
caída del trono. Además, ya hemos visto que la “Casa de David” era la dinastía omrita, y esta resultó por completo
destruida por los asirios cuando masacraron a los hijos de Ahab. Entonces, ¿qué es lo que transpira todo esto?

Alguien creó el libro del Deuteronomio y los siguientes seis libros de la Biblia como una obra continua. La edición
original contaba la historia desde Moisés hasta Josías. Uno de los aspectos fundamentales de la obra lo constituía el
“código de la ley”. Este código abarca la mitad del Deuteronomio, desde el capítulo 12 hasta el 26. Y la primera ley es la
de la centralización del culto. La segunda ley es la que indica que el rey debe ser escogido por Yahvé, lo que por supuesto
significa que un rey solo podrá reinar en virtud de la aprobación de parte de los sacerdotes. Las siguientes leyes incluyen
prohibiciones en contra de las religiones paganas y los falsos profetas, las reglas que gobiernan la caridad, la justicia, la
familia, los asuntos comunitarios, los días festivos, la dieta alimenticia, la guerra, el manejo de los esclavos, la
agricultura y la magia. De manera muy especial hay repetida referencia a mantener el bienestar de los levitas: todos los
levitas, y no solo los de la familia aarónica.

Así que resulta claro que el autor de esta serie de libros no era meramente un escriba, o algún miembro de la corte que
buscaba ganarse el favor de Josías. Era alguien que estaba proscribiendo el poder de los reyes y lo estaba entregando, de
manera firme y sin ambages, a manos de los levitas: incluyendo el poder de llamar a las tribus a la batalla.

El hecho de que el autor del Deuteronomio favorece a los levitas en general, sin hacer mención específica a Aarón, indica
que era alguien que pertenecía al linaje del sacerdocio de Shiloh del Reino del Norte que había sido indoctrinado en la
religión de Yahvé. Tampoco hay dentro del Deuteronomio mención alguna al arca, a los querubines, o a cualquier otro
implemento religioso guardado en el Templo de Jerusalén. De igual manera, no hay referencia alguna al oficio del Alto
Sacerdote, que era un oficio del sacerdocio aarónico.

El código de la ley no refleja los puntos de vista de los sacerdotes de Beth-El durante los doscientos años que
transcurrieron entre Jeroboam y la caída de Israel en el 722. Dichos sacerdotes no eran levitas, y el Deuteronomio
solamente favorece a los levitas: estos eran los únicos sacerdotes legítimos.

La conclusión es que el autor de la historia Deuteronómica es una persona que deseaba centralizar la religión, pero sin
que ella estuviera ligada al arca o al sacerdocio de Jerusalén. Sí, se favorecía los levitas en general, pero se enfatizaba la
importancia de un grupo central muy específico: el de los levitas que descendían de Moisés. El escritor aceptaba la
necesidad del rey, pero busca asegurarse de que este sea controlado por el grupo central de los levitas Mushitas. Y por
sobre todo, este individuo deseaba establecer y mantener un control sobre todas las acciones militares: deseaba el poder
de hacer la guerra.

Bien, como hemos apuntado, todo comenzó con Moisés y su “escritura de la torah”, seguido de la triunfal recuperación
del manuscrito, descubierto por el sacerdote Hilcías, quien luego lee a Josías, y este (probablemente creyéndose hasta la
última palabra) es quien se encarga de implementar todo el asunto.

¿Porqué piensan los expertos que se trata de un sacerdote de Shiloh? Porque todo el texto minimiza la importancia de los
sacerdotes aarónicos, haciendo mención de Aarón únicamente en dos ocasiones: una para señalar que había muerto, y
otra para afirmar que Dios estaba tan enojado con él a causa del episodio del becerro de oro que estaba resuelto a
destruirlo.

Por otro lado, la historia presenta la figura de Salomón bajo una luz bastante desfavorable, endosándole toda suerte de
malos hábitos y haciendo hincapié en su mal final. Luego tenemos a Josías que, por supuesto, destruye todas las
pecaminosas obras de Salomón, especialmente los santuarios de adoración. Incluso especifica que todo esto que Josías se
afanaba en destruir había sido construido por Salomón. Los sacerdotes de Shiloh tenían una cuenta que saldar porque tres
siglos atrás, según reza la tradición, Salomón –o un facsímile suyo lo suficientemente aproximado– los había dejado sin
poder ni autoridad para luego instituir el sacerdocio aarónico. Eso, cuando menos, es lo que se afirma, pero ya sabemos
quienes fueron los que realmente pusieron a los Sacerdotes de Shiloh en la calle: Ahab y Jezabel.

Ahora bien, recordemos que Hilcías fue el sacerdote que descubrió los pergaminos que Shafán, el escriba, que luego fue
a entregar al Rey Josías. Pues sucede que más adelante luego de la caída de Jerusalén y el exilio hacia Babilonia, cuando
Jeremías escribió una carta a los exiliados, fueron Gemariah, hijo de Hilcías, y Elasah, hijo de Shafán, quienes se
encargaron personalmente de entregarla en su nombre. (51)

¡Válgame el cielo!; esta trama se vuelve cada vez más intrincada. Pero no se muevan de sus asientos, que aún se pone
mejor.

Jeremías estaba estrechamente relacionado con los consejeros de Josías que estaban involucrados en el asunto del “libro
de la torah”. Gemariah y Ahikam, hijos de Shafán, siempre estuvieron hombro a hombro con Jeremías en momentos muy
críticos; en una ocasión incluso lo salvaron de ser lapidado. Es Gedalías, hijo de Ahikam, quien fue designado como
gobernador de Judea por Nabucodonosor, así que se podría decir que Jeremías estaba asociado con el partido pro-
babilónico y quizás él mismo fue quien mal aconsejó a Josías para que se aliara con Babilonia en contra de Egipto y
Asiria: un clavo más en la tapa del ataúd de la inspiración divina y superior conocimiento de los sacerdotes de Yahvé.
Parece ser que cada vez que se atendía a sus consejos, todo ello resulta en muerte y destrucción para Israel. ¿Cómo es
que nadie notó un patrón…?

Además de esto, Jeremías es el único profeta en la Biblia que se refiere a Shiloh utilizando la expresión “el lugar que Yo
(Dios) he convertido en morada para mi nombre”. Se trataba, en esencia, del centro de toda adoración.

Como ya hemos mencionado anteriormente, Salomón-Ahab no simpatizaba demasiado con los sacerdotes de Shiloh.
Abiathar, el líder de estos, había sido uno de los dos sacerdotes principales de Omri-David. Ellos fueron expulsados de
Jerusalén por Salomón y desterrados a su propiedad familiar en el pueblo de Anatoth. Este era un pueblo de sacerdotes
aarónicos y ahí se suponía que Abiathar podía ser mantenido en arresto domiciliario.

Entonces, ¿cómo unimos los hilos de la trama? Los primeros versos del libro de Jeremías dicen: “Las palabras de
Jeremías, hijo de Hilcías, que formaba parte de los sacerdotes que provenían de Anatoth”. Ahora sabemos, además, cómo
fue “descubierta” esta “torah” de manera tan conveniente y justo en el momento adecuado. Sencillamente fue creada para
ese propósito, y sabemos también quién fue su autor.

Jeremías era un sacerdote que nunca realizaba sacrificios, lo cual es consistente con la posición de los sacerdotes de
Shiloh. También es el único sacerdote que alude a la historia de la serpiente de bronce de Moisés. (52) Esta historia
proviene de la fuente E, la fuente de Shiloh. El Rey Ezequías había roto dicha serpiente en pedazos, y la sola destrucción
de una antigua reliquia asociada con Moisés ya de por sí resulta sorprendente, pero el hecho es que estaba poderosamente
ligada a los sacerdotes de Shiloh. Ellos eran quienes contaban la historia de la serpiente, y quienes tenían a Moisés en
más alta estima que nadie más. Es muy probable, además, que ellos mismos fueran descendientes de Moisés, quienquiera
que este haya sido en realidad. El vocablo hebreo para referirse a la serpiente de bronce era “Nehushtan”. Josías dio a su
hijo en matrimonio a una mujer llamada Nehushta (53) .

En este momento es preciso que preguntemos: si el documento en cuestión fue escrito por los sacerdotes del Reino del
Norte, ¿cómo es que terminó en el Templo de Judea, cuando sabemos que los sacerdotes aarónicos tenían allí las cosas
bajo en férreo control? ¿Cómo es que se convertiría en la ley del país?
Aquí encontramos un detalle bastante extraño, al cual ya he hecho referencia anteriormente en términos de las confusas
genealogías con las que estamos lidiando. En 1 Crónicas 3:15,16 leemos: Los hijos de Josías fueron Johanan, el
primogénito, Jehoiakim el segundo, Zedequías el tercero, y Shalum el cuarto. Y los hijos de Jehoiakim fueron Jeconías y
Zedequías.

Esto significa que había dos Zedequías. Sea como sea, no perdamos de vista al cuarto hijo de Josías, “Shalum”.

En 2 Reyes 23 se relata la muerte de Josías. Los versos 30 y 31 dicen: Sus sirvientes pusieron su cadáver en un carruaje y
lo llevaron desde Megiddo hasta Jerusalén, donde lo enterraron en su sepulcro. La gente del pueblo tomó entonces a
Jehoahaz, el hijo de Josías, y lo ungió como rey para que ocupara el lugar de su padre. Jehoahaz contaba con veintitrés
años de edad cuando inició su reinado, y reinó en Jerusalén por tres meses. El nombre de su madre era Hamutal, hija de
Jeremías de Libnah.

En este punto el único problema es que en el pasaje de 1 Crónicas que citamos más arriba se listan los hijos de Josías y
ninguno de ellos se llama Jehoahaz. Pero notamos que se menciona que la madre del nuevo rey es hija de alguien
llamado Jeremías que es originario del pueblo de Libnah. Esto significa que el nuevo rey era nieto de ese Jeremías, y que
el fallecido Josías era su yerno. En otras palabras, Hamutal era la esposa de Josías.

Seguidamente, en el libro de Jeremías capítulo 1:3 leemos lo siguiente: También la escuchó [la palabra de Dios] en los
días de Jehoiakim, el hijo de Josías, rey de Judea, hacia el final del onceavo año de Zedequías, también hijo de Josías,
durante el quinto mes de aquel año cuando los habitantes de Jerusalén fueron llevados al destierro.

Está claro entonces que Zedequías, el hijo de Josías y Hamutal, es el tipo que es llevado cautivo hacia Babilonia. En el
capítulo 52, versículo 1, se nos dice: Zedequías tenía tan solo veintitrés años cuando comenzó su reinado, y reinó en
Jerusalén por espacio de once años. El nombre de su madre era Hamutal, la hija de Jeremías de Libnah.

Recordemos cómo se supone que discurría esta cronología: Jehoahaz, el primer hijo de Josías tenía veintitrés años
cuando ascendió al trono y gobernó por tres meses hasta que el rey egipcio lo depuso, enviándolo hacia Egipto y
colocando a su hermano en su lugar. Este hermano era Jehoiakim, que gobernó como vasallo egipcio por once años hasta
que murió en batalla contra los babilonios.

El hijo de Jehoiakim, Jehoiachin, gobernó por tres meses pero fue capturado por los babilonios y exiliado junto con todo
aquel que tenía alguna posición de importancia. En 2 Crónicas la Biblia dice: Jehoiachin tenía ocho años de edad cuando
comenzó su reinado, y gobernó en Jerusalén por tres meses y diez días: hizo cosas que resultaron malas a los ojos del
Señor.

Me resulta difícil imaginar qué cosas tan malas pudo haber hecho un niño de tan solo ocho años en el corto espacio de
tres meses, pero todo esto queda directamente contradicho en 2 Reyes, donde leemos: Jehoiachin tenía dieciocho años de
edad cuando comenzó su reinado, y reinó en Jerusalén por espacio de tres meses. El nombre de su madre era Nehushta, la
hija de Elnathan de Jerusalén. Y sus actos fueron malos a los ojos del Señor, al igual que lo habían sido los de su padre
[...] Entonces Jehoiachin, rey de Judea, se rindió ante el rey de Babilonia junto con su madre, sus sirvientes, sus príncipes
y sus oficiales; y el rey de Babilonia los hizo prisioneros. Todo esto sucedió en el octavo año de su reinado. (54)

En este punto es cuando el misterioso Zedequías asciende al trono. Es el hijo de veintiún años de Josías que reinó por
once años antes de ser depuesto por los babilonios.

Aparte del hecho por demás interesante de que tenemos aquí una especie de duplicado en términos de las longitudes de
los reinados, también está el hecho completamente extraño de que en ambos juegos de relatos el reinado de tres meses
termina cuando el rey es llevado como rehén: Johoahaz hacia Egipto, y Jehoiachin hacia Babilonia. No solo eso, sino que
además el reinado de once años de Jehoiakim termina cuando muere en una batalla contra los babilonios y, por otro lado,
los hijos de Zedequías son asesinados mientras que a él le sacan los ojos y lo llevan encadenado a Babilonia.

Todo esto ya es lo suficientemente confuso, pero además notamos que después de que Jehoahaz es llevado a Egipto, el
Faraón Necao supuestamente pone a su hermano en el trono. Aquí tenemos de nuevo un duplicado de relatos, solo que
este tiene un giro diferente. En el segundo libro de Reyes, capítulo 24, versículo 17, se dice: Y el rey de Babilonia
nombró a Matanías, tío de Jehoiachin, como rey en lugar de este último, y cambió su nombre a Zedequías.

Pero el segundo libro de Crónicas nos dice en capítulo 36, versículo 10: En la primavera de aquel año, el Rey
Nabucodonosor mandó que lo llevaran a Babilonia (a Jehoachin), junto con las preciosas vasijas de la casa del Señor, y
nombró a un hermano, Zedequías, rey de Judea y Jerusalén.

Esto significa que ya hemos usado a tres de los cuatro hijos de Josías, y si la Biblia puede ser tan específica como para
nombrar a un tío en una instancia y a un hermano en otra, no creo que el argumento de que en este caso “un hermano”
podría significar tan solo “un pariente” tenga validez. Además solo uno de los nombres de estos hermanos es el mismo
que se ha dado en la genealogía, donde aparecen Johanan, Jehoiakim, Zedequías y Shalum, en contraposición con
Jehoahaz, Jehoiakim y Matanías. También sabemos que Jehoiachin es el único entre este pequeño grupo de reyes de la
época cuya existencia ha sido confirmada por evidencia externa. Dentro del cuerpo de documentos administrativos
encontrados en las excavaciones de Babilonia hay algunos que datan del reinado de Nabucodonosor. Un documento
incompleto menciona el suministro de raciones a Jehoiachin, específicamente referido como rey de Judea, y a sus hijos.
Este mismo documento babilónico también menciona ciertas provisiones para Ashkelon, rey filisteo, al igual que para
otros reyes más. Un segundo documento, también incompleto, menciona cómo los reyes de Gaza y Ashdod realizaron
ciertas diligencias para Nabucodonosor.

Entonces, ¿quién demonios es Shalum?

Bueno, primero que todo debemos recordar que más atrás en este mismo capítulo presentamos la historia del hallazgo del
libro de Deuteronomio en el templo por pare del sacerdote Hicías, en apariencia el padre de Jeremías. El libro fue
entregado a Shafán, el escriba real, y a quien después el rey le ordenó enviar a Hilcías donde una profetisa (!)

Hilcías, y aquellos más que el rey designó, fueron todos a ver a Huldá la profetisa, esposa de Shalum el hijo de Tikvath y
nieto de Hasrah, encargado del guardarropa del templo. Huldá vivía en el segundo barrio de Jerusalén [...]

Así que aquí encontramos una posible y curiosa conexión, aún si la genealogía que se da del individuo es diferente de la
del Shalum que nos ocupa en este momento.

En Jeremías, capítulo 32, el Rey Zedequías, último de los hijos de Josías en reinar y supuesto hermano de Shalum, ha
encerrado a Jeremías en prisión porque este había dicho que los babilonios iban a tomar Judea y hacer prisionero al rey.
Jeremías no deja de hablar de esa calamitosa situación y nos cuenta acerca de una transacción de negocios que recibió
instrucciones de realizar.

El Señor me habló y me dijo: “Has de saber que tu primo Hanameel, el hijo de tu tío Shalum, va a venir a proponerte que
le compres una propiedad suya en Anatoth, pues tuyo es el derecho de adquirirla.” Y tal y como me dijo el Señor,
Hanameel, el hijo de mi tío, vino a verme en el patio de la guardia diciendo: “Te ruego que compres mi propiedad de
Anatoth, en territorio de la tribu de Benjamín, porque el derecho de adquirirla es tuyo”. Entonces, como tales habían sido
las palabras del Señor, compré el terreno de Anatoth que pertenecía al hijo de mi tío Hanameel...

Esto nos sugiere que el Shalum en cuestión ha muerto, su hijo ha heredado, y Jeremías es el pariente más cercano de éste,
lo cual le da derecho de prioridad para la adquisición del terreno que el hijo de Shalum está interesado en vender. Por
supuesto que si Zedequías fuera en verdad el hijo de Josías y hermano del Shalum en cuestión, él es quien tendría la
primera opción de compra. Es obvio entonces que, o bien tenemos dos Shalum, o solamente uno.

De nuevo hay que preguntar ¿quién es este Shalum que se lista como “hijo de Josías? ¿Se trata del mismo Shalum que se
indica es tío de Jeremías? Y ¿quién es el Jeremías que es el padre de la esposa de Josías, y por tanto abuelo de
Zedequías? Bueno, no podemos estar seguros, pero mi opinión personal es que la genealogía ha sido duplicada en más de
una ocasión y es probable que se haya insertado a algunas personas que bien podrían no haber existido del todo durante
ese momento particular. Pienso que solamente había un Shalum, y que su nombre fue agregado a la lista de los hijos de
Josías con la intención de justificar un reclamo o establecer una conexión que en realidad no existía.
Entonces, aun si no hay manera de determinar las relaciones específicas o incluso las épocas históricas precisas, o la
manera en que todos estos nombres fueron manipulados e insertados dentro de una cronología que, o bien es
completamente falsa, o deliberadamente se ha tornado tan confusa como para hacer que todo intento por desenmarañarla
sea inútil, siempre nos quedamos con la fuerte impresión de que Jeremías, autor de cuando menos siete de los libros de la
Biblia, tenía una agenda muy específica que cumplir a través de toda su prestidigitación de la supuesta “historia de
Israel”: él debió haber pertenecido a la linaje davídico, cualquiera que sea el significado de ello, y de alguna manera
también debió haber estado estrechamente conectado con el linaje de los sacerdotes aarónicos. No nos es posible
determinar con certeza cuál puede haber sido su parentesco específico, pero podría haber sido un primo del rey
Zedequías, o quizás el suegro de Josías. De cualquier manera, ello habría explicado su presencia dentro del entorno de la
familia real.

Retornando al contenido mismo del Deuteronomio, el resultado final del análisis de los documentos nos dice que las
fuentes D y E son complementarias una de la otra. Ambas se refieren a la montaña de Moisés como el Horeb, mientras
que J y S la llaman el Sinaí. Las tradiciones que D y E representan tienen a Moisés como una luminaria sin parangón,
como un hito en la historia. Su vida y obras se detallan de manera tan cuidadosa que no existe nada comparable en las
fuentes J y S. Los libros deuteronómicos también hacen sobrado énfasis en los profetas. La palabra “profeta” solamente
aparece una vez en S y ni una sola en J. El historiador deuteronómico también demuestra gran estima hacia los Levitas.
En J, sin embargo, los Levitas son dispersados por haber masacrado al pueblo de Shechem. En S hay una clara
separación entre Levitas y sacerdotes aarónicos, con los primeros en posición inferior respecto de los segundos. Y
finalmente, tanto D como E ven en Aarón a un tipo malvado, y no escatiman repetidas referencias al episodio del becerro
de oro y a la afección leprosa de Miriam, cosas que no aparecen mencionadas en J o S.

Si echamos un vistazo más a fondo a esta historia, encontraremos algo curioso: los pasajes que mencionan el pacto
davídico se dividen en dos categorías: la condicional y la incondicional. En el primer caso, la presencia de un
representante del linaje davídico en el trono está condicionada a la obediencia del pueblo. En caso de destrucción de
Israel, el pacto Davídico tan solo hace mención a “mantener el trono”. ¿Porqué será? Obviamente porque el escritor tenía
que reeditar su trabajo. Él había contado la historia de cómo la casa de David había comenzado a gobernar el reino
unificado de Israel terminando por perder todo excepto su propia tribu de Judea, que les pertenecería por siempre. Luego
se vio obligado a lidiar con la muerte de Zedequías y el exilio en Babilonia.

Algunos han llamado a esto un “fraude piadoso”; otros en cambio han sugerido que él inventó todo el asunto del pacto
Davídico. En realidad parece ser que el escritor estaba escribiendo acerca de lo que la gente de esta tribu creía. La
tradición del pacto Davídico aparece en algunos de los salmos que fueron compuestos antes de que el Deuteronomista
escribiera su historia. Así que no estaba del todo inventando la historia, ya que de haber sido así, ¿quién le hubiera
creído? Nadie. Él debió echar mano de las “historias” aceptadas por la gente que tenía a su alrededor, y ésta era una de
ellas. Así que meramente tomó la historia que conocía y que provenía del reino del norte y la transfirió al escenario del
reino del sur, haciendo como si perteneciera a aquellos a los que no les pertenecía. De esta manera podía escribir en la
primera parte del libro la profecía que convertiría a Josías en una especie de Mesías, y luego solo debía trabajar con
Josías para asegurarse de que todo se volviera realidad.

El historiador deuteronómico basó tanto su interpretación de las tradiciones como las adiciones introducidas a su trabajo,
en cuatro cosas: la fe en Yahvé, el pacto Davídico, la centralización de la religión en el Templo de Jerusalén, y la torah,
que asumió la forma del Deuteronomio. Su interpretación de lo que pasó fue sencillamente que el reino se dividió porque
Salomón había abandonado a Yahvé y a la torah. Los descendientes de David retuvieron Jerusalén porque tenían un pacto
incondicional. El reino del norte cayó porque ni la gente ni sus reyes siguieron los mandatos de la torah. Y ahora, en el
momento de la escritura del documento, todo iba a caminar bien porque la torah había sido redescubierta y Josías, el
descendiente de David, ¡iba a enderezar todo lo que estaba torcido!

Pero Josías se atravesó en el camino de una flecha egipcia y el juego se acabó.

Entonces, veintidós años después de escrita la historia, todo parecía triste y sin sentido. El gran “reino eterno” había
acabado de manera ignominiosa. La familia que nunca sería “separada del trono” no solamente había sido separada, sino
que además había virtualmente dejado de existir. El gran lugar que Yahvé había “convertido en morada para su nombre”
se encontraba en cenizas, y todas las cosas que se había afirmado existían “hasta el momento presente”, ya no existían.
Entonces alguien debía revisar cada detalle del trabajo para introducir todos los cambios que explicaran el embrollo en el
que todo había desembocado. No podía sencillamente agregar unas cuantas líneas que describieran los eventos
posteriores: tenía que salvar el trasero de Yahvé y ofrecer una explicación de porqué el sueño de los seguidores de este
había fracasado (cosa que además hacía de Yahvé una especie de tonto). Y la evidencia demuestra que eso es justamente
lo que se hizo: muestra rupturas gramaticales que se manifiestan, por ejemplo, en cambios de singular a plural, o en la
introducción de términos y temas especiales, o cambios en la sintaxis y la estructura literaria, todo con la finalidad de
explicar todo cuanto había sucedido en términos de una ruptura del pacto. De esa manera Yahvé, por sobre todo, siempre
aparecería como el único y poderoso dios. Y si todo el planeamiento previo que se atribuía al mismo Yahvé se había
desplomado como un castillo de naipes, pues ni modo, ahora el asunto era salvar la reputación de Yahvé. Era un trabajo
sucio, pero alguien tenía que hacerlo.

Una de las cosas más sorprendentes fue la manera en que Jeremías lidió con el asunto de la muerte del “escogido”,
Josías, a manos de los egipcios. Lo que insertó dentro del texto fue una “profecía” de Yahvé expresada por boca del rey
egipcio e ignorada por Josías, cosa que a la postre le acarreó la muerte.

Pero Necao [el Faraón] envió embajadores [a Josías] a decirle: “¿Acaso tengo alguna disputa contigo, rey de Judea? No
es en contra tuya que he venido, sino en contra de otra nación con la cual estoy en guerra; y Dios me ha ordenado que me
de prisa. Deja de oponerte a los designios de Dios, que está de mi lado, o de lo contrario Él te destruirá.” Pero Josías no
retrocedió y más bien se disfrazó para poder luchar contra Necao. Desoyó las palabras de este, que provenían de la boca
de Dios, y se le enfrentó en el valle del Megiddo. (55)

Aparte del hecho de que la historia del rey que se disfraza para ir a la batalla pertenece a Ahab, como se relata en el
capítulo 18 de 2 Crónicas, parece ser que el autor no rescribió toda la historia sino que se limitó a intercalar algunos
párrafos a la edición “posterior a la muerte de Josías”. Por ejemplo, agregó los pasajes que predicen el exilio, y resulta
bastante notoria la manera en que las “profecías” crean una ruptura en el contexto y evidencian un cambio en la
gramática.

Por último, y para dar el toque final al asunto, el escritor añadió la razón del exilio: la gente había vuelto sus ojos hacia
otros dioses. En este punto solamente tenía que enfatizar lo que ya estaba escrito en el Deuteronomio, que el primer
mandamiento era la adoración de Yahvé y solo Yahvé, con exclusión de cualquiera otro. Así que el exiliado autor de esta
nueva edición agregó diez referencia más al mandato en contra de la apostasía y ligó cada una de ellas a sendas
referencias al exilio que sobrevendría en caso de que no se obedeciera dicho mandato.

Luego agregó cierto detalle a la última profecía de Dios que Moisés iba a escuchar. Dios le dice a Moisés: “Ya pronto vas
a morir y este pueblo se va a corromper con los dioses extranjeros de la tierra a la que será llevado, y me abandonarán
rompiendo el pacto que sellé con ellos. Y ese día mi ira se encenderá en contra de ellos: yo los abandonaré y esconderé
mi rostro fuera de su vista; ellos serán devorados, y muchos serán los males y las tribulaciones que les agobiarán...” (56)

El deuteronomista tenía que encontrar un asidero plausible para el sentimiento de culpa, y al análisis textual también
revela la forma en que se ocupó de esto. Era obvio que no podía culpar a Josías, después de todas las alabanzas que había
apilado sobre su cabeza y a pesar del hecho de que, a la luz de los eventos de su vida, Josías no resultaba ser, ni con
mucho, un héroe demasiado convincente. Así que relató los pormenores de esta vida tontamente malgastada de forma tal
que no contradijeran su posición de héroe. Era preciso encontrar una razón que explicara la muerte, la destrucción y el
exilio, sin que Josías perdiera la posición exaltada que se le había dado, y la única manera de hacerlo era convertir toda
su vida en un intento grandioso y noble –pero a fin de cuentas inútil– por enderezar el más terrible de todos los males.
Pero a pesar de lo grandioso que pudiera haber sido el esfuerzo de Josías, no alcanzó para contrarrestar el ímprobo mal
de... Manases.

En efecto, hablamos del mismo abuelo de Josías. De acuerdo a la primera versión de la historia deuteronómica, Manases
había abolido todas las reformas religiosas de su padre Ezequías. Había levantado una estatua de la diosa Asherah y había
construido altares para los dioses paganos en los atrios del templo. Esto había preparado el escenario para el
advenimiento de Josías y de sus grandes reformas, que habrían de ser todavía más venerables y completas que las de
Ezequías.
Pero la versión corregida del documento D es más prolija en cuanto a detalles de los crímenes de Manases y agrega las
consecuencias de tales crímenes. Una vez más, esto es algo que se vuelve evidente a partir del análisis textual. He aquí lo
que se añadió: Manases los instigó a actuar con más perversidad que las naciones que el Señor había aniquilado ante los
israelitas. Por tanto el Señor habló por boca de sus siervos los profetas, y dijo: “Puesto que el Rey Manases de Judea
cometió todas estas cosas execrables... él ha sido la causa de los pecados de Judea al hacerla caer en la idolatría. Por ello
acarrearé tal desastre sobre Jerusalén y Judea que todo aquel que escuche lo que les sobrevendrá sentirá un escozor en los
oídos... Voy a limpiar a Jerusalén de la misma manera que se limpia un plato y después se voltea boca abajo. En cuanto a
lo que quede de mi pueblo, lo abandonaré y entregaré a manos de sus enemigos para que sea saqueado y despojado por
ellos, porque sus actos han sido malos a mis ojos y me han estado irritando desde el día en que sus antepasados salieron
de Egipto y hasta el presente. (57)

¡Vaya forma de provocar un ataque de culpa! Manases es tan malo, y el pueblo tan pérfido por acatar sus designios, que
ahora se profetisa la caída del reino. Luego el escritor salta hasta el final del papiro y allí donde dice “no hubo ningún
otro rey como Josías”, añade “Y Yahvé no se retractó de sus palabras, haciendo que su furia se encendiera contra Judea a
causa de todas las cosas que Manases había hecho en su contra.” (58)

Sin embargo surge una duda, ya que cuando leemos el texto nos quedamos con la sensación de que el guante no calza.
Por ejemplo, en 2 Crónicas, comenzando en el capítulo 32, versículo 33, leemos la siguiente historia: Y Ezequías fue a
reunirse con sus antepasados, siendo enterrado en el más alto de los sepulcros destinados a los hijos de David: y todo
Judea y los habitantes de Jerusalén le rindieron honores; y su hijo Manases reinó en su lugar.

Manases tenía doce años de edad cuando comenzó su reinado, y reinó en Jerusalén cincuenta y cinco años, pero sus actos
fueron malos a los ojos del Señor, como las infamias de los paganos que el Señor había arrojado de la presencia de los
israelitas.

Y el Señor le habló a Manases y a su pueblo, pero ninguno le prestó atención, por eso el Señor levantó contra ellos a los
capitanes de las huestes del rey de Asiria, que terminaron por tomar a Manases como prisionero en medio de un campo
de espinos; lo sujetaron con grilletes y lo llevaron a Babilonia.

Y cuando se halló en gran aflicción, invocó al Señor su Dios, y se humilló delante del Dios de sus antepasados. Y cuando
oró, Dios atendió su súplica y lo trajo de vuelta a Jerusalén a hacerse cargo de su reino. Entonces comprendió Manases
que el Señor es Dios.

Después de esto Manases construyó una muralla alrededor de la ciudad de David, al oeste de Gijón, a lo largo del valle,
llegando incluso hasta la puerta de los Peces y rodeando Ofel. La levantó hasta gran altura, y también puso comandantes
de guerra en todas las ciudades fortificadas de Judea. Además quitó de la casa del Señor a todos los dioses extranjeros y
al ídolo que había levantado, así como todos los altares que había construido en el monte del templo y en Jerusalén, y los
arrojó fuera de la ciudad.

Reparó el altar del Señor, y sobre él realizó sacrificios en ofrendas de paz y de agradecimiento, y ordenó a toda Judea
servir al señor Dios de Israel.

Pero la gente continuó sacrificando en los santuarios, si bien en honor del Señor su Dios.

El resto de la historia de Manases, incluidas sus oraciones a Dios y las palabras de los videntes que le hablaron en
nombre del Señor Dios de Israel, se encuentra en el libro de los Reyes de Israel.

Su oración también, y la respuesta que recibió de Dios, y todo lo relativo a sus pecados y transgresiones, y el detalle de
los lugares donde hizo construir santuarios de adoración y colocó imágenes talladas, antes de humillarse ante el Señor,
todo ello se encuentra escrito entre las palabras de los videntes.

Cuando murió Manases lo enterraron en su propia casa, y su hijo Amón reinó en su lugar.
Amón tenía veintidós años de edad cuando comenzó su reinado, y reinó en Jerusalén por espacio de dos años.

Pero sus actos fueron malos a los ojos del Señor, al igual que los de su padre Manases, porque realizó sacrificios en
honor de todas las imágenes talladas que había hecho su padre y les rindió culto. Y no se humilló ante el Señor, como sí
lo había hecho su padre Manases; por el contrario, Amón acumuló cada vez más transgresiones.

Sus sirvientes conspiraron en contra suya y terminaron por darle muerte dentro del mismo palacio. Pero la gente del
pueblo dio muerte a todos los que habían conspirado en su contra, colocando a su hijo Josías como rey en su lugar.

Primero que todo, algo muy sospechoso está pasando aquí. De nuevo tenemos a otro tipo más que es llevado como
prisionero a Babilonia a manos de los asirios, solo que este es retornado de manera milagrosa sin que nadie haga
preguntas al respecto. Cometió algunos actos viles, fue castigado, dijo una especie de maravillosa oración que no se
encuentra en ninguna parte de la Biblia, a pesar de que se afirma que está en el libro de Reyes y en otro libro con “las
palabras de los videntes”. ¿Cuáles son estas “palabras de los videntes”? No las encontramos por ninguna parte. Lo que sí
encontramos es lo siguiente: Manases tenía solo doce años cuando comenzó su reinado, y reinó en Jerusalén por espacio
de cincuenta y cinco años. El nombre de su madre era Hepzibah. Pero sus actos fueron malos a los ojos del Señor, pues
abrazó las mismas prácticas abominables de los paganos que el Señor había arrojado fuera de la presencia de los
israelitas. De nuevo levantó los mismos santuarios de adoración que su padre Ezequías había destruido, incluyendo
altares para Baal, así como un huerto, tal y como había hecho Ahab, rey de Israel; además rindió culto a todas las huestes
del cielo, siendo su servidor.

Construyó altares en la casa del Señor, de la cual el mismo Señor había dicho que sería la morada de su nombre en
Jerusalén; hizo levantar altares para todas las huestes del cielo en los dos atrios del templo. A su hijo le hizo pasar por el
fuego, y cumplió con los ritos periódicos, y usó encantamientos, y tuvo tratos con espíritus familiares y con hechiceros, y
tan malos fueron sus actos a los ojos del Señor que terminó por encender la ira de este.

Y colocó imágenes talladas en el templo, del cual el Señor había dicho a David y a su hijo Salomón: “en esta casa de
Jerusalén, hogar de la tribu que he escogido de entre todas las tribus de Israel, pondré mi nombre para siempre. No haré
que los israelitas sean despojados de la tierra que le he dado a sus antepasados siempre y cuando actúen de acuerdo a lo
que les he ordenado ,y de acuerdo a los preceptos de la ley que mi sirviente Moisés les enseñó”.

Pero no hicieron caso de tales palabras, y Manases los indujo a hacer todavía mayores iniquidades que las que hicieran
las naciones que el Señor había destruido ante los ojos de los israelitas. Así que el Señor habló a través de sus sirvientes,
los profetas, diciendo: “Puesto que Manases, rey de Judea, ha cometido todos estos actos abominables y su maldad ha
sido incluso mayor que la de los amoritas de otros tiempos, y ha hecho que Judea caiga en el pecado de la adoración de
ídolos paganos, Yo, el Señor y Dios de Israel, acarrearé tal desastre sobre Jerusalén y Judea que todo aquel que escuche
lo que sobrevendrá sentirá un escozor en los oídos. Haré que las fronteras de Samaria se extiendan y abarquen Jerusalén
y todas las posesiones de la casa de Ahab. Voy a limpiar a Jerusalén de la misma manera que se limpia un plato y después
se voltea boca abajo. En cuanto a lo que quede de mi pueblo, lo abandonaré y entregaré a manos de sus enemigos para
que sea saqueado y despojado por ellos, porque sus actos han sido malos a mis ojos y me han estado irritando desde el
día en que sus antepasados salieron de Egipto y hasta el presente.

Manases hizo derramar tal cantidad de sangre inocente que esta manchó el suelo de Jerusalén de un extremo al otro.

El resto de los actos de Manases, así como el detalle de todos los pecados que cometió, ¿acaso no se encuentra todo esto
relatado en las crónicas de los reyes de Judea? Y Manases fue a reunirse con sus antepasados, siendo enterrado en el
jardín de su propia casa, en el jardín de Uzza; y su hijo Amón ascendió al trono en su lugar. (59)

¿Podría el verdadero Manases ponerse de pié, por favor? ¡Parece como si se tratara de dos personas completamente
diferentes! No solo eso, sino que además aquí no aparece por ningún lado el relato del cautiverio de Manases en
Babilonia, lo mismo que su arrepentimiento y toda mención a sus reparaciones del Templo que sí aparecen en Crónicas.
¿Qué es lo que está pasando aquí?
Hablando de las reparaciones del templo, fue de hecho en el transcurso de tales reparaciones que fue descubierto el
supuesto pergamino de la Torah de los Levitas durante el reinado de su padre Ezequías. De nuevo se queda uno con la
sensación de que algo no está bien, como si una página hubiera sido arrancada. ¿Es posible que Ezequías y Manases
fueran la misma persona? De hecho encontramos una curiosa similitud entre el episodio de la postración en actitud de
humildad por parte de Manases y otro episodio que, si bien menos prolijo en cuanto a detalles, también menciona una
postración similar protagonizada por Ezequías: En aquellos días se encontraba Ezequías con la salud quebrantada y al
borde de la muerte, así que oró al Señor, y este atendió a su súplica y le envió una señal. Pero pronto se olvidó de estar
agradecido por el beneficio que había recibido ya que su corazón de nuevo se encontraba boyante. Entonces el Señor se
sintió airado en contra suya y toda Judea. No obstante, al darse cuenta del orgullo que henchía su corazón, Ezequías se
postró en humildad, e igual hicieron los habitantes de Jerusalén, por lo que la ira del Señor no descendió sobre ellos en
los días de Ezequías. (60)

De alguna manera suena como si Ezequías no fuera ese tipo tan estupendo que se ha querido retratar y, por otro lado,
como si Manases tampoco fuera tan malvado como se le describe. No solo eso, sino que además resulta cada vez más
evidente que hay aquí una especie de encubrimiento en acción. ¿Porqué? Quizás nunca lleguemos a saberlo con certeza,
pero tales preguntas deben formularse, y la evidencia del análisis de los textos debe ser considerada a la hora de decidir si
uno cree o no que la Biblia representa la palabra de Dios divinamente inspirada. En mi opinión, las historias de Ezequías
y Manases son solo otro duplicado de las historias de Omri y Ahab. Uno se comienza a preguntar si el exilio de los judíos
realmente comenzó con la caída del Reino del Norte y si todo cuanto se añadió posteriormente, la historia completa del
Reino del Sur, la obra y vida de sus reyes, etc., no sería sino una creación literaria realizada durante el exilio por mano de
los sacerdotes.

Otro problema con el que tuvo que lidiar el autor de esta historia fue la promesa de Yahvé de que el Templo del rey
Salomón duraría por siempre. Ya anteriormente había escrito, obviamente bajo algún tipo de “guía” (61) , que Dios dijo:
“He santificado este templo que me has construido para que en él more por siempre mi nombre, y mis ojos y mi corazón
estarán allí por todos los días del mundo.” (62)

Bueno, ¡eso fue bastante claro y definido! Pero ahora el escritor debía encarar el hecho de que todo se había convertido
en cenizas. ¿Qué hacer entonces? Obviamente no podía renunciar a la idea de que esa había sido una promesa que se le
había hecho a Israel, así que aplicó a esta promesa el carácter provisional del pacto mosaico. Agregó cuatro frases con las
que Dios advierte al pueblo que de no mantener y respetar los mandamientos que les ha dado, él los exiliará y rechazará
el Templo. Luego hizo algo más: agregó una larga lista de maldiciones al texto del Deuteronomio. Esta lista incluía
enfermedades, locura, ceguera, derrotas militares, destrucción de cosechas y ganado, hambruna, canibalismo, y al final,
la declaración que sella todo el asunto: la última maldición del Deuteronomio, “Y Yahvé los enviará de vuelta a Egipto”.

La última frase de 2 Reyes es: “Y entonces toda la gente se levantó y se fue a Egipto, lo mismo grandes y pequeños que
oficiales del ejército, por miedo a los babilonios.”

Así es que hasta el retorno de los exilios, los textos bíblicos fueron blandidos por los sacerdotes como armas en una feroz
batalla por el control de las mentes de la gente. Fue el último editor en Babilonia el encargado de amalgamar todo en un
solo conjunto, mezclando y combinando los cuatro documentos, cortando y pegando, añadiendo y eliminando,
barnizando y mejorando todo de tal manera que la mayoría de la gente que lee el texto se queda con la impresión de que
se trata de una sola y continua historia. Solo ocasionalmente comete un desliz tan evidente que incluso el ojo no
adiestrado del lego se percata de que algo no está del todo bien. Pero para el ojo experto, para el buscador de las verdades
más profundas escondidas dentro de la Biblia, el enrevesado deambular del texto, ora en una dirección, ora en la otra, se
torna evidente, hasta que el todo finalmente se revela como un laberinto que esconde algo en el centro que algunos
piensan es Dios. Y quizás lo sea, pero la pregunta es: ¿cuál Dios?

Otra pregunta que debemos formular a estas alturas de la discusión es: si no existió Arca de la Alianza ni templo de
Salomón, a diferencia de lo que afirma la Biblia, entonces ¿cómo debería de interpretarse la ahora famosa historia de los
Templarios y sus supuestas excavaciones en el Templo? ¿Y qué hay acerca de las muchas sociedades ocultas y secretas
que afirman ser depositarias de “secretos egipcios” transmitidos al judaísmo a través de Moisés? ¿Hay alguna posibilidad
de que todas estas historias hayan sido fabricados a posteriori, tal y como ha sugerido Fulcanelli? Si ese fuera el caso,
¿quiénes eran en realidad los Templarios, qué era en realidad lo que hacían y adónde?
Todo esto nos trae de vuelta a nuestro problema acerca de Abraham y Sarai en Egipto. La historia completa requeriría de
un volumen adicional para poder explicarla de manera adecuada, pero por ahora permítaseme proponer aquí que Sarai y
Nefertiti eran una sola persona; que Abraham y Moisés eran la misma persona, y que es muy probable que hayan tenido
posesión de cierto “objeto de valor cultual”, sino de hecho una auténtica maravilla tecnológica antigua, misma que se
llevaron en su huida de Egipto durante la erupción de Thera, provocando la ira de un faraón loco, Akhenaten, y
lanzándolo en furiosa persecución suya. Si la verdadera motivación de todo fue “entrégame de vuelta a mi esposa”, y no
“deja libre a mi pueblo”, y todo el drama tuvo como escenario la catástrofe geológica y atmosférica que llevó al colapso
de la Edad de Bronce, entonces tenemos aquí un muy útil pivote central alrededor del cual todo se articula y que nos
sirve para evaluar el resto de la cronología. Y si de hecho paralelamente existieron dinastías hicsas y tebanas, también
tenemos un marco dentro del cual podemos entender el proceso de mitificación que tuvo lugar.

Reuniendo los pedazos fragmentados a partir de la historia original y que asumieron la forma de las historias de los
diferentes personajes (Abraham, Ismael, Jacob, Esaú, Moisés y Aarón, e incluso el mismo rey David) tenemos entonces
alguna esperanza de acercarnos un poco más al entendimiento de lo que en realidad tuvo lugar, así como a la dilucidación
final de quién es quién. Como ya lo he mencionado, mi plan es dedicar otro volumen a la comparación y análisis de todos
estos individuos, pero por el momento, creo que todo pensador creativo puede acudir a los textos originales, extraer los
elementos de esta historias, acomodarlos en columnas y ver por sí mismo que existen tantas correspondencias que resulta
extremadamente probable que todo se refiera a un número relativamente pequeño de individuos que vivieron en un
período específico de la historia marcado por la erupción del volcán Thera.

Una de las cosas que me parecen particularmente importantes es: si Abraham y Moisés fueron la misma persona, y si
Sarai y Nefertiti también fueron la misma persona (“una hermosa mujer ha arribado”), es preciso parar mientes en el
hecho de que lo que todos estos hombres, incluyendo Akhenaten, tenían en común, era el Monoteísmo, y esto podría
tener mucho más que ver con la mujer que compartieron que lo que cualquiera pudiera imaginarse.

Y esto nos trae de vuelta al extraño evento que aparece registrado en Génesis 33:11, donde algo se transfiere de Jacob a
Esaú.

¿Quizás se trató del Arca de la Alianza, descrita como una “Bendición”?

Y si ese fuera el caso, y fue llevada hacia el ESTE, idea que resulta sumamente intrigante a la luz de las historias
griálicas y ciertos comentarios de Fulcanelli relativos a que debemos tener fe en la historia de Platón en la cual, entre
otras cosas, se nos dice que los griegos fueron instruidos por los árabes, entonces debemos preguntarnos quiénes fueron
en realidad esos “árabes” originales, y todo parece indicar que se trató de la llamada Tribu de Dan. Y claro está, notamos
la similitud con el nombre de Danae, la madre de Perseo, el mismo que por supuesto es el poseedor de la cabeza de la
gorgona (tan similar en función al Arca de la Alianza), según se relata en un cuerpo de historias que a fin de cuentas
proviene de los escitas.

Notas:
(1) The Bible Unveiled (“La Biblia Develada”), M.M. Mangasarian, 1911; Chicago: Independent Religious Society
(2) ASYA TROYCHANSKY, Harvard Crimson, Jueves, Noviembre 20, 2003
(3) Ver la sección Magazine del St. Petersburg Times del 13 de Febrero del 2000 para un artículo de 20 páginas acerca de mi trabajo como hipnoterapeuta y exorcista,
escrito por Thomas French, ganador del Premio Pulitzer.
(4) Friedman, Richard Elliot, Who Wrote the Bible (“Quién Escribió la Biblia”); New York : Harper & Row 1987.
(5) Citado por Friedman
(6) Ibid.
(7) Ashe, Geoffrey, The Book of Prophecy (“El Libro de las Profecías”); Blandford, Londres 1999, p. 27.
(8) Schwartz, Regina M., The Curse of Cain, (Chicago: The University of Chicago Press 1997).
(9) A estas alturas, el lector ya debe haberse dado cuenta de que no se trata estrictamente de una “mentira”, sino de un relato altamente mitificado elaborado con base
en las acciones de algunos individuos realizadas dentro de cierto contexto histórico. Pero luego del proceso de mitificación, y de la imposición de la creencia en
estos mitos como si fueran la realidad, y con el paso de un par de miles de años, el tratar de esclarecer quién es quién, o quién hizo realmente qué, es, en el
mejor de los casos, un asunto problemático.
(10) Friedman, cit. op., pp. 26-7.
(11) Redford, Donald B., Egypt , Canaan, and Israel in Ancient Times (“Egipto, Canaán e Israel en la Época Antigua”), Princeton: Princeton University Press 1992, pp.
301, 258, 260-1, 263. (letra cursiva nuestra)
(12) Ibid.
(13) Finkelstein , Israel , y Silberstein, Neil Asher; The Bible Unearthed (“La Biblia Desenterrada”); New York : The Free Press 2001.
(14) Baillie, Mike, Exodus to Arthur (“Desde el Éxodo hasta Arturo”); London: B.T. Batsford 1999.
(15) Desafortunadamente había sido relegada a la pila de desechos del sitio arqueológico, así que es imposible conocer su exacta procedencia.
(16) En japonés, koru significa congelar, mientras que el vocablo hebreo kor significa frío. Esto se ha tomado como prueba de que las “tribus perdidas” fueron a Japón,
en lugar de reconocer la solución obvia de que en determinado momento existió un lenguaje proto-Nostrático a partir del cual descienden todos los demás.
(17) Friedman, op. cit., p. 162.
(18) Ibid, p. 163
(19) Ibid, p. 167
(20) Finkelstein, op. cit., p. 2001
(21) ¡Bonitos números para los esoteristas!
(22) La Biblia, 1 Reyes 8:4 ; 2 Crónicas 5:5
(23) Goulder, Michael D., The Psalms of Asaph and the Pentateuch (“Los Salmos de Asaph y el Pentateuco”), Sheffield Academic Press 1997.
(24) De Geus, Cornelis, “Of Tribes and Towns: The Historical Development of the Isaelite City” (“De Tribus y Aldeas: el Desarrollo Histórico de la Ciudad Israelita”);
Eretz-Israel 24, 1993.
(25) Ya en el año 851 DC, el mercader árabe Suleyman reportó haber observado el amarre de cinco puntos en China. Él escribió que “cuando un hombre es condenado
a muerte es primero amarrado de esta forma para luego recibir un número determinado de golpes. Luego su cuerpo, que apenas respira, es entregado a los que
habrán de devorarlo”.
(26) Graves, Robert, The White Goddess (“La Diosa Blanca”); New York : The Noonday Press 1948, pp. 125-6.
(27) Meagher, Robert Emmet, Helen: Myth, Legend and the Culture of Misogyny (“ Mito , Leyenda y Cultura de la Misoginia”), 1995, Continuum, New York ,
capítulo 3.
(28) Uno de los Titanes, hijo de Gaia y Urano. Clymene y Ocianid por otro lado, le dan por descendencia a los Titanes Prometeo, Epimeteo, Atlas y Menoetius.
Durante la guerra entre los dioses y los Titanes, Zeus lo hace prisionero en el Tártaro.
(29) Hay una curiosa similitud entre esta historia del desafío al sacrificio presentado por Prometeo y el desafío presentado por Elisha en contra de los sacerdotes de
Baal, luego del cual cayó fuego del cielo para consumir el sacrificio de Elisha.
(30) Meagher, Robert Emmet, Helen: Myth, Legend and the Culture of Misogyny (“Mito y Leyenda de la Cultura de la Misoginia”); 1995, Continuum, New York,
capítulo 3.
(31) La Biblia, Génesis 17:22-26.
(32) En otras palabras, se escondió debajo de las enaguas de las mujeres.
(33) Esquilo, por ejemplo, alguna vez temió por su vida al haber estado muy cerca de revelar las verdades prohibidas.
(34) D’Alviella, Count Goblet, The Migration of Symbols (“La Migración de los Símbolos”), New York : University Books 1956.
(35) Rg Veda, Vol. III.
(36) Meillet, Antoine, Memoires de la Society de Linguistique de Paris, XXII, 1992.
(37) Sylvain Levi, citado por Dumezil, Georges, Mitra-Varuna: An Essay on Two Indo-European Representations of Sovereignty (“Mitra-Varuna: Ensayo sobre dos
Representaciones Indo-Europeas de la Soberanía”); Zone Books; edición reimpresa en 1988, p. 63.
(38) Robert Graves, The White Goddess (“La Diosa Blanca”); New York : Noonday Press 1948, pp. 302, 303.
(39) “Oscuras, primitivas, misteriosas”.
(40) Eliade, Shamanism, Archaic Techniques of Ecstasy (Chamanismo, Técnicas Arcaicas de Éxtasis), pp. 394-6.
(41) Himnos de Zaratustra
(42) Aquí debo comentar que la influencia del zoroastrismo en la creación de la Biblia puede haber sido más profunda de lo que se cree.
(43) Eliade, Shamanism, Archaic Techniques of Ecstasy (Chamanismo, Técnicas Arcaicas de Éxtasis), pp. 396-401.
(44) Observar la diferencia entre la versiones de la historia del “agua que mana de la roca” en Éxodo 17:2-7 y Números 20:2-13.
(45) Black, Jeremy, y Green, Anthony, Gods, Demons and Symbols of Ancient Mesopotamia (“Dioses, Demonios y Símbolos de la Antigua Mesopotamia”); Austin:
University of Texas Press 1992.
(46) La Biblia, 2 Crónicas, 34.
(47) Aún si tenemos fuertes sospechas de que este “linaje davídico” fue tan manipulado y/o falsificado como para hacer una labor hercúlea de cualquier intento por
aclarar las cosas.
(48) Recordemos que para los sacerdotes aarónicos Moab casi equivalía a “Villa Infierno”
(49) Josué, Jueces, Ruth, 1 y 2 de Samuel, y 1 de Reyes
(50) Cf. Friedman, p 136 ff.
(51) La Biblia, Jeremías, 29:1-3.
(52) La Biblia, Jeremías, 8:17-22
(53) La Biblia, 2 Reyes, 24: 8
(54) La Biblia, 2 Reyes, 24:8,9
(55) La Biblia, 2 Crónicas, 35:21,22
(56) La Biblia, Deuteronomio 31:16,17
(57) La Biblia, 2 Reyes 21:8-15
(58) Bueno, casi pareciera que Manases fuera en realidad Zedequías, pero no tiene sentido desviarse hacia otra serie de especulaciones al respecto.
(59) La Biblia, 2 Reyes:21.
(60) La Biblia, 2 Crónicas 32
(61) En un volumen de futura publicación trataremos acerca del posible origen de esta “guía”
(62) La Biblia, 1 Reyes 9:7

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