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AHORA LA REFORMA EDUCATIVA.

SENTIDO, EVALUACIÓN, CARRERA Y EXPRESIONES CULTURALES.

Ricardo Caballero de la Rosa

Cualquier reforma educativa debería verse como una reforma radical, que busca ir a las
raíces y plantear cuestiones fundamentales para proponer esquemas y prácticas de
profunda expresión social y que llegan a detonar los momentos constitutivos en los que
convergen padres de familia, maestros y alumnos.

No debe sorprender que uno de los principales temas de debate a nivel nacional durante
la última campaña electoral constitucional fuera la educación, pues si algún sector
requiere un constante cambio es éste, ya que toda pedagogía mundial está
comprometida en primer lugar con la reforma y, con ello, la modificación de las
organizaciones que se mueven en torno a esta expresión social.

Son cuatro los elementos contrastantes de debate que desde nuestra opinión se
desprenden de la pasada iniciativa con proyecto de decreto para reformar los artículos
3º, 31 y 73 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, presentada por
el presidente López el 12 de diciembre de 2018, a fin de abrogar la reforma educativa
del gobierno de Peña Nieto.

El primer elemento que se incorpora es un conjunto de conceptos orientados a


“impartir una educación de excelencia”, según dice la iniciativa, adicionando a los
principios de educación gratuita, laica y obligatoria los de universal, equidad y
excelencia. Tales nociones no son adornos, pues deben mirarse como directriz de un
gobierno que emerge bajo la idea de una “cuarta transformación”, en cuya carga
ideológica destaca la equidad. Es una magnífica oportunidad para el gobierno actual de
incorporar al debate nacional sobre la educación estas nociones que amplían el abanico
de opciones de comprensión del tema.

Otro momento de la iniciativa es cumplir con la promesa de cancelar la “mal llamada


reforma educativa” mediante la desaparición del Instituto Nacional para la Evaluación de
la Educación (INEE), el cual se miraba bajo su valoración política como brazo ejecutor
de una política educativa que tenía “criterios sancionadores y persecutorios que parten
de la desconfianza hacia los profesionales de la docencia”. El reto ahora es organizar y
garantizar el desempeño de un ente, ahora llamado Centro Nacional para la
Revalorización del Magisterio y la Mejora Continua de la Educación, que en los hechos
se convierta en artífice de una nueva mística para los docentes y deje atrás sus
pretensiones “persecutorias”.

En tercer lugar, está el sentido que debiera tener la evaluación del trabajo docente —
es decir, el contenido y alcance de la tarea de evaluación, no sólo de maestros sino del
hecho educativo en sí, presente en escuelas y espacios urbanos y rurales—, para
convertirlo en un instrumento que mida el desempeño, valore la capacidad de cada
docente, aliente su crecimiento y premie su esfuerzo, a partir de un servicio civil
profesional de carrera que brinde al maestro la oportunidad de crecer dentro del
magisterio, mediante su propia entrega y bajo principios de equidad y competencia. El
reto aquí es lograr que la evaluación permita trabajar en las condiciones que posibilitan
a los alumnos obtener una mejor preparación y que su educación sea efectivamente de
calidad, “de excelencia”.

Existe un cuarto factor y es el que se relaciona con el incluir en los planes de estudio la
promoción de los valores, el civismo, la historia, la cultura, entre otros, con lo cual
habrán de sentarse bases de una formación integral. Este factor cultural y de motivación
e impacto emocional, apegado a nuestra realidad nacional y a cada ámbito regional del
país, puede lograr que las tradiciones y cultura mexicanas se aviven y renazcan.

Estos cuatro elementos, unidos a otros más que se desprenden de la iniciativa


comentada, habrán de confluir en la conformación de un nuevo modelo educativo. La
reforma del presidente López tendrá éxito en la medida en que sus elementos redefinan
los espacios en los que emerge la educación y la propuesta pase de un planteamiento
político a una comunicación activa y presente como reforma educativa, que reforma la
“mal llamada reforma educativa”.

Por eso no debe desaprovecharse esta valiosa oportunidad que tenemos como país para
darle fuerza a un sistema que penetra en el tejido social e influye en nosotros y en
nuestras aspiraciones, conocimientos, reflexiones y aspectos culturales e ideológicos.

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