Desde un puñado de personas queriendo huir despavorida ante el avance de una
locomotora a través de una pantalla gigante, hasta las interminables colas humanas por ver una película de superhéroes, el cine ha sido parte de la vida diaria del hombre del siglo XX, acompañándolo y representando los grandes eventos de la humanidad. La primera proyección cinematográfica se dio en el Perú por el año de 1897, en el parque Jirón Estrasburgo de la Plaza de Armas de la capital, teniendo entre sus espectadores al entonces presidente Nicolás de Piérola. Un mes después del evento, el hombre que lleva marcado su apellido en la historia del cine, uno de los hermanos Lumiere, realizó la presentación de su invento en el salón Estrasburgo de Lima. Sería cuestión de tiempo para que las críticas llovieran sobre el aparato, resaltando su gran inventiva y perfección, y azuzando la curiosidad de la sociedad limeña. Las películas que se proyectaban en la capital eran las mismas que se llevaban a los demás departamentos. Es así que, en el año de 1899, el cinematógrafo se estrena por fin en Arequipa. En un primer momento las personas acudían a los teatros que pululaban en la ciudad y que eran manipulados por diestros proyeccionistas, quienes debían poseer pericia en mecánica y electricidad. Los locales más representativos en Arequipa que ofrecieron en sus vientres servicios cinematográficos fueron: el Municipal, Fénix, Olimpo, Ateneo, Variedades, Benique y Jesús María. Por el año de 1945, el teatro Mercaderes, que terminó de construirse en 1913 y que competía con el teatro Fénix, pasó a denominarse Cine Paramount, marcando así a la floreciente juventud arequipeña que distribuía sus horarios de vacaciones y fines de semana para deleitarse durante un par de horas con las actuaciones de Jorge Negrete, María Félix, Pedro Infante y Lola Flores. El abanico de películas que semanalmente se proyectaban procedían de países en su mayoría europeos, develando las tradiciones de tierras extrañas y marcando ídolos que se alejaban totalmente de la realidad regional. Una generación entera había crecido adorando a Charles Chaplin y su caminar de ave antártica; a Tarzán de los monos y su aullido vibrante; a Ben- Hur y su odisea romana, y a Indiana Jones y sus exploraciones erizadas de peligros. Las costumbres arequipeñas, las formas de vivir y hablar, los paisajes agrestes y urbanos, y las historias anidadas entre sus pliegues carecieron de protagonismo durante casi todo el siglo XX. Será hasta la entrada del nuevo milenio, en los albores del siglo XXI, cuando se estrenó una de las primeras películas realizadas íntegramente en Arequipa. Recogiendo una leyenda popular, que se acrecentaría con el largometraje, “Mónica, más allá de la muerte” dirigida por el cineasta Roger Acosta en el 2006, alcanzaría un enorme éxito, quedándose cerca de ocho meses en cartelera. Roger empezó haciendo cortos en la década del 90 y posteriormente presentaría su primera película en el teatro Municipal. Tres años después vendría su segunda producción, titulada “Torero”, la cual fue grabado en Viraco, en la provincia de Castilla, haciendo un retrato de la tradicional fiesta taurina de la localidad. Después, en el 2015, estrenaría su tercera película: “El cura sin cabeza”, regresando de esta forma al terror que había iniciado con Mónica, sirviéndose de otra de las tantas leyendas que desfilan por los vericuetos del imaginario de la ciudad blanca. Medardo Medina tomaría la posta y continuaría con los primeros pasos que había iniciado Acosta en el largo camino por consolidar un cine regional, presentando la película “El Degolladito”, esta vez trasladando la cámara al balneario de Mollendo para contar la historia de un santo popular asesinado en las costas arequipeñas en el siglo XX. En el 2010 estrenaría: “Desde la puerta del más allá”. su segundo proyecto, filmando las calles del distrito de Hunter y abordando una historia de amor paranormal. Con solo una película conocida en su haber, Juan Manuel Ojeda presentaría su opera prima, “Eitianen, el mensajero de la luz”, en el mismo año. En esta ocasión, las calles de la blanca ciudad serían el escenario de una larga serie de asesinatos realizados contra féminas menores de edad, para luego ser utilizadas en rituales satánicos, alarmando a la población y al cuerpo policial arequipeño. El largometraje fue financiado con dinero del mismo director y contó con el apoyo de la policía y la Iglesia Católica para darle más realismo. Juan Manuel, además, había sido director fotográfico en la película Mónica de Roger Acosta. Afincado durante casi 20 años en Alemania, Miguel Barreda dejaría la carrera de Literatura para dedicarse de lleno a la creación filmográfica. Después de seguir estudios de cine en el país germánico, estrenaría su primer trabajo: “Y si te vi, ni me acuerdo”, la cual lo revelaría como un gran director, recibiendo el premio del público en el festival Cero Latitud en Quito. Ya para el 2012 presentó: “Ana de los Ángeles”, un proyecto encargado por el Monasterio de Santa Catalina y que desentraña la vida de la beata dominica Ana de los ángeles Monteagudo. En el 2015 aparecería “Encadenados”, su tercer film. La cinta está compuesta por trozos de historias, teniendo un total de diez personajes que se mueven en un mundo marcado por la desesperanza y los avatares inciertos de la vida. Su última producción verá la luz este año, y lleva como nombre “Cantera”, en alusión al lugar poblado de sillar en las afueras de Arequipa. La trama está inspirada en Hamlet, popular obra de teatro de William Shakespeare, y cuenta con actores arequipeños. Además, Barreda ha realizado un par de documentales que se encargan de resaltar la cultura de la ciudad más importante al sur del Perú. Las películas de esta lista de directores dan cuenta de cómo ha ido evolucionando el cine en nuestra ciudad; desde incipientes trabajos, con ínfimos presupuestos y actores que iniciaban recién su carrera profesional, hasta propuestas cada vez más llamativas y que se van alejando de la sola representación de leyendas urbanas. Si ya el solo hecho de hacer cine en el Perú es complicadísimo, lo es aún más realizarlo en provincias, con la escasa atención que estas tienen y en el desnivel en que se encuentran con la capital. Aventurarse en este camino incierto demuestra el gran amor por el arte que sienten estas personas y el enorme interés por inmortalizar su lugar de origen. Todo ello da como resultado una apuesta que vale la pena tener en cuenta. Las grandes cadenas de distribución fílmica llegaron a Arequipa como enormes paquidermos hambrientos de dinero, aplastando en su camino a los pequeños cines que sobrevivían en los teatros salpicados en las calles del centro histórico. Esto conllevó a que los espacios para la proyección de los trabajos regionales se acortaran. Por tal razón, es necesario estar alerta, olfateando de cerca el trabajo de directores que han entendido la importancia de capturar la esencia de nuestra tierra con el cine y enaltecerla hasta llevarla a la inmortalidad que te ofrece el séptimo arte.