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-2- ¿PORQUÉ PSICOPOROFILAXIS QUIRÚRGICA ?

1-ANSIEDAD PREQUIRÚRGICA: Un Tema que no se debe olvidar.

Mgter. Luana Vásquez Samalvides

La noticia, y el acontecimiento que sigue a una operación quirúrgica


supone, en la mayoría de los casos, un evento estresante para la persona. En
mayor o menor medida implica un impacto en la vida del sujeto y produce una
ruptura en su estilo habitual, generando una situación de desequilibrio, que es, en
último extremo, lo que suele denominarse situación estresante. Naturalmente, el
carácter estresante del acontecimiento quirúrgico dependerá de muchos factores.
Podemos mencionar en primer lugar, las características de la enfermedad
que se intenta tratar quirúrgicamente. Para el caso de cáncer, se tendrá presente
la ubicación del tumor, el tamaño del mismo y si está localizado o hay la
posibilidad de que se encuentre expandido. También se tomará en cuenta la
duración de la intervención, su intensidad y gravedad, la molestia de los síntomas
que produce, la discapacidad que genera y las posibilidades de su curación por
otros medios.
El cáncer puede suponer padecimiento y en casos más severos dolor
grave, sentimientos de impotencia, cambios en las funciones corporales,
inseguridad e impresibilidad del futuro, necesidad transitoria, recurrente o
persistente hospitalización, lo que conllevaría a la separación del paciente tanto de
su familia como de sus relacionados; sin dejar de lado la posibilidad de una muerte
más o menos inmediata o de una vida con algunas restricciones. Así mismo, esta
enfermedad, cuanto menor sea la gravedad, menor será la amenaza percibida de
la cirugía, que puede llegar a verse como una salida deseable, como un final feliz
de una etapa negativa; sin embargo, a pesar de los componentes a favor, genera
incomodidad por tratarse de una cirugía. Otro elemento para tenerlo en cuenta son
las expectativas de éxito que el paciente piensa que existen.
La evaluación del acontecimiento quirúrgico como estresante, es decir, su
evaluación como amenaza, daño, pérdida o desafío, y la evaluación concomitante
de que nuestros recursos no son adecuados para afrontar las demandas del
acontecimiento, pueden evocar estados afectivos negativos entre los cuales
depresión y ansiedad son los más habituales. La ansiedad no sólo puede
aparecer como resultado directo de la apreciación del estrés, sino que en fases
posteriores puede aparecer como consecuencia del fallo de la adecuación y
efectividad de los ajustes que se han realizado, o de la posibilidad de recurrencia
del acontecimiento, incluso, puede presentarse si el sujeto no puede afrontar
correctamente la depresión o la pena.
La sensación de ansiedad la hemos experimentado prácticamente todos los
seres humanos. Este sentimiento se caracteriza por una sensación de aprensión
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vaga, difusa y desagradable, que a menudo está acompañada de síntomas


autonómicos. Una persona ansiosa puede también sentirse inquieta, esto queda
demostrado a través de su incapacidad para mantenerse en un mismo sitio
durante períodos largos de tiempo. Es necesario recordar, que la constelación de
síntomas de ansiedad tiende a variar de una persona a otra.
El rasgo central de la ansiedad es el intenso malestar mental, el sentimiento
que tiene el sujeto de que no será capaz de controlar los sucesos futuros. La
persona tiende a centrarse sólo en el presente y abordar las tareas de una en una.
Los síntomas físicos son tensión muscular, sudor en las palmas de las manos,
molestias estomacales, respiración entrecortada, sensación de desmayo
inminente y taquicardia, entre los más representativos.
En las personas la ansiedad se relaciona ampliamente con peligros
irracionales, especialmente con los que pueden provenir de nuestras experiencias
y que se refieren más a futuros peligros anticipados que a cosas tangibles a las
que se podría hacer frente con la acción.
La ansiedad es un signo de alerta; nos avisa un peligro inminente y permite
tomar las medidas necesarias para hacer frente a la amenaza.
Es importante anotar que durante mucho tiempo se ha utilizado el término
ansiedad en lugar de estrés. La palabra estrés no apareció en el índice del
Psychological Abstracts hasta 1944. Incluso después han continuado apareciendo
libros con títulos en los que el término ansiedad sustituye al de estrés o bien se
utilizan ambos términos, con una tendencia a confundirlos. Interesa señalar que la
presencia del estrés va acompañada de determinadas emociones entre las cuales
las más importantes y constantes son la ansiedad, el miedo y la depresión. Tales
estados emocionales son, a su vez, frecuentemente utilizados para evaluar la
existencia y el nivel de estrés en la persona.
La mayoría de los trabajos realizados con distintas muestras de pacientes
parece coincidir en que los niveles de ansiedad se elevan antes de la cirugía,
disminuyendo después a lo largo del período posquirúrgico.
La literatura psicológica presenta una larga lista de factores que pueden
llegar a determinar incrementos en la ansiedad prequirúrgica. Entre ellos,
podemos mencionar: características demográficas, de historia clínica, de
personalidad y cognoscitivas. De estas variables se podrá seleccionar aquellas
que puedan servir para elaborar un programa personalizado de preparación.
A partir de los resultados de tales estudios, podemos concluir que existen
miedos, a los cuales podemos definir como un signo de alerta, pero diferente de la
ansiedad. El miedo es una respuesta a una amenaza concreta, conocida, externa
y no originada por un conflicto; la ansiedad es una respuesta a una amenaza
inespecífica, interna, vaga u originada por algún conflicto. La principal diferencia
psicológica entre las dos respuestas emocionales es la naturaleza aguda del
miedo frente a la cronicidad de la ansiedad y a preocupaciones específicas, como
por ejemplo a la anestesia, que es uno de los acontecimientos que genera más
miedo específico. Por otro lado también está el ingreso al hospital que incluye la
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adaptación a un ambiente extraño, a los cambios en los hábitos de comer,


interacción con extraños, confusión y frecuente sentido de pérdida de control.
CONCLUSIÓN:
La presencia de ansiedad y de depresión, como componentes de la
respuesta emocional, en el proceso quirúrgico son las variables a las que se
debería atender mediante la realización de programas psicológicos previos a la
cirugía.
La ansiedad prequirúrgica será menor si la enfermedad, por la cual se lleva
a cabo la intervención, es una enfermedad con síntomas muy dolorosos e
incapacitantes, o que produce una perturbación sería en la calidad de vida del
paciente, o si se trata de una intervención de urgencia. En estos casos, los
pacientes pueden incluso llegar a ver la intervención quirúrgica como algo
deseado que permitirá remediar sus dolencias.
La ansiedad prequirúrgica dependerá asimismo de las intervenciones
previas y cuál fue la experiencia del paciente en esos casos, así como de la
relación de confianza establecida con su médico y con el cirujano.
Finalmente, debemos recordar que la ansiedad prequirúrgica no sólo está
determinada por la situación general de expectativa de una intervención, sino por
estresores específicos, tales como la escasa motivación del paciente, una
explicación insuficiente de la necesidad de la operación y de la anestesia, del
clima hospitalario, de condiciones físicas del propio hospital y condiciones
sociofamiliares del paciente.
Debemos tener en cuenta también, que probablemente niveles mínimos de
ansiedad no son perjudiciales para la recuperación postoperatoria.
No hay que olvidar, que debemos procurar sintonizar la forma de
afrontamiento del paciente con el tipo de intervención que diseñaremos. Por
ejemplo, los programas informativos serán posiblemente más efectivos para los
sujetos “aproximadores” y pueden producir efectos negativos en los “evitadores”.

luanavasquez@yahoo.com

BIBLIOGRAFÍA:

Caballo, E. V (1998). Tratamiento Cognitivo-Conductual de los Trastornos del


Estado de Animo. En: Manual para el Tratamiento Cognitivo-Conductual de
los Trastornos Psicológicos. Vol. I pp. 493 – 574. Madrid. Siglo Veintiuno de
España.
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Kaplan, H., Sadock, B y Grebb, J. (1996). Trastornos del Estado de Animo. En:
Sinopsis de Psiquiatría. Ciencias de la Conducta. Psiquiatría Clínica. (pp. 530
– 587). Madrid. Médica Panamericana.

López-Roing, S.; Pastor, Ma. A.; y Rodríguez, J. (1998). Preparación psicológica


ante intervenciones quirúrgicas. En Miguel A. Simón. Psicología de la Salud:
Aplicaciones clínicas y estrategias de intervención (pp. 21- 44) Madrid.
Ediciones Pirámide S.A.

López-Roing, S.; Pastor, Ma. A.; y Rodríguez, J.; Sánchez, S.; y Belmonte, J.
(1991). Ansiedad y cirugía. Un estudio con pacientes oftalmológicos. Rev. de
Psicología General y Aplicada Nº 44 (pp. 87-94).

Méndez, F. y Macía, D. (1994). Evaluación de los Problemas de Ansiedad. En: R.


Fernández-Ballesteros (Ed.) Evaluación Conductual Hoy. Un enfoque para el
cambio en Psicología Clínica y de la Salud (pp. 426 – 483). Madrid. Ediciones
Pirámide S.A..
Sandín, B. (1995b). Trastornos Emocionales. En: A. Belloch, B. Sandín y F. Ramos
(Eds.) Manual de Psicopatología (pp. 125 – 204) Madrid: Mc Graw-Hill.

¿PORQUÉ PSICOPOROFILAXIS QUIRÚRGICA ?

Dr. Marcelo C. Piromalli.

Es por todos sabido, o al menos imaginado, que el del diagnóstico de cáncer es un


momento acuciante, una irrupción en la vida de una persona de algo amenazante.

Esta situación puede ser vivida de maneras muy diversas, pero si a esto le
sumamos la comunicación por parte del profesional de que es necesario realizar
una cirugía, las respuestas que el sujeto pueda tener se ven aumentadas.

Dicha comunicación puede ser dada en el transcurso de un tratamiento, donde


puede tener su impacto; pero si es al comienzo e inmediatamente después del
diagnóstico, el impacto suele ser mayor.

Ahora bien, cuáles pueden ser las respuestas posibles, tanto a nivel del momento
de la comunicación de la operación, como en el plazo que dista hasta ella.

Lo que se desencadena allí, es la ansiedad (sensación displancetera en relación a


algo que se sabe, tiene que pasar). Esta sensación displacentera se manifiesta
con gran inquietud interna, desasosiego que se traslada al cuerpo como
palpitaciones, sensaciones de ahogo, sudoración fría, temblores en las manos,
etc. Puede instalarse un estado de "nerviosismo" que lleva poco a poco a una
situación extraña para el paciente y su familia.
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En primer lugar, lo impactante de la comunicación puede dejar al paciente y/o su


familia, aturdidos, sin comprender nada de lo que se le dice. Se instala ahí un
espacio de desconocimiento y duda respecto al tipo de operación, efectos y
consecuencias de la misma, tiempo de internación y de recuperación, etc.

Una segunda forma de presentación de la ansiedad es en su vertiente más


depresiva: insomnio con una gran sensación de incapacidad y dependencia hacia
los otros que, tarde o temprano, lleva a una retracción social y aislamiento, con
una creciente angustia y hasta crisis de llanto. Los pensamientos se dirigen hacia
¿qué va a pasar con mi familia, mi trabajo, etc., cuando yo me tenga que operar?.
Todo esto conduce a un ánimo triste, que sumado a la falta de apetito, completan
el cuadro.

La última vertiente que puede adquirir la ansiedad, se genera a partir del equipo
médico: cambios de planes, de fechas de operación, del equipo interviniente, etc.,
generan una desconfianza respecto al tipo de intervención como así también a los
resultados.

Ahora bien: ¿Qué puede aportar la psicoprofilaxis quirúrgica?

Si bien los especialistas en el tema no podemos evitar que aparezcan todas estas
respuestas, lo que podemos hacer es que frente a ellas el paciente pueda encarar
en mejor estado la cirugía. ¿Cómo?. Actuando a nivel de los factores que
determinan la aparición de los tres tipos de ansiedad antes descriptos: ser el
"ordenador" de las dudas del paciente, para que éste pueda volcarlas al cirujano
que lo va a intervenir; ayudar al paciente a organizar sus cuestiones familiares,
laborales y personales, para que pueda no sentirse ni una carga para su entorno
ni que "el mundo se desmorona" frente a su ausencia en estos ámbitos. En tercer
lugar ser el nexo entre el paciente y su o sus equipos tratantes, dirigido a
encaminar la labor médica en su conjunto, es decir, aunar todos los sectores que
intervienen en este tratamiento, con pautas claras de trabajo para que el paciente
se sienta contenido y cómodo con su tratamiento y el sector humano que lo
realiza.

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