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TEMA 1

INTRODUCCIÓN
El conjunto de la comunidad educativa se enfrenta cada día a una labor, en
la cual intervienen los diferentes miembros que la componen, profesores
desarrollando sus tareas como docentes y alumnos adquiriendo aquellos
conocimientos que los contenidos educativos les ofrecen.
El ambiente en el cual se realizan estas tareas ha de ser el más favorecedor
posible con respecto a los procesos de enseñanza–aprendizaje que se desarrollen
dentro del contexto escolar. Es decir, si el ambiente en el que se desarrolla el
aprendizaje es el más adecuado, la posibilidad de obtener éxitos al respecto son
altas.
Por el contrario, este ambiente del que hablamos no siempre es el más
adecuado. Cuando esto ocurre, son los agentes educativos los que han de
intervenir sobre el mismo para que los objetivos de aprendizaje que se hayan
propuestos con anterioridad se consigan en la medida de lo posible.
Un ambiente de aprendizaje correcto o incorrecto, junto con unas adecuadas
o inadecuadas interacciones entre los participantes (profesores, alumnos, miembros
de la comunidad educativa, etc.), dentro del proceso de aprendizaje, pueden influir
de manera directa sobre la enseñanza y los procesos educativos que en los centros
se desarrollen. Además de estos factores participarían elementos como: espacios,
organizaciones, gestiones, características del centro y el aula, etc.
Por tanto, todos estos elementos anteriores que entran dentro del marco
educativo han de caminar de la mano de la manera más favorable y productiva, de
manera que el proceso de enseñanza y aprendizaje que se desarrolle sea el más
conveniente, consiguiéndose los objetivos educativos que se hayan acordado de la
manera más efectiva posible.
Es por ello que la correcta convivencia en los centros escolares ha de ser
uno de los objetivos primordiales que se imponga la comunidad educativa por el
bien del proceso educativo que afecta a los alumnos. En ella participan actitudes y
comportamientos respetuosos, positivos, amigables, de respeto hacia los demás, de

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ayuda al que lo necesite, de consenso por parte de toda la comunidad escolar, etc.
Con estos elementos anteriores contribuiríamos a la mejora del clima escolar y a
una formación para una vida social adulta adecuada.
En todo esto, no cabe ninguna duda, tiene un papel importante toda la
sociedad, pues a veces se pueden identificar el clima y la convivencia escolar como
reflejos de lo que exteriormente ocurre en la escuela. Por esto último, no resulta
fácil intervenir en la mejora del clima y la convivencia en las escuelas si en la
sociedad que las rodea se contempla la agresividad, violencia, falta de respeto y
consideración ante los demás, contradicciones, puntos de vistas diferentes, políticas
contradictorias y no consensuadas, etc., incidiendo todo esto directamente sobre el
ámbito educativo.
La mejora de dicha convivencia escolar, por tanto, ha de enmarcarse en una
mejora de las relaciones e interacciones entre los agentes e instituciones sociales.
Hay que decir que la escuela se presenta en sí misma llena de
contradicciones y esto puede resultar en algún modo conflictivo con respecto a los
intereses y necesidades de los componentes de la comunidad educativa: asistencia
obligatoria, formación de grupos con compañeros poco cercanos, aceptación
obligada de normas, decisiones a veces no consensuadas, mandato por parte de
adultos sin tener en cuenta las opiniones de los estudiantes. Todo esto anterior,
unido a que la sociedad de hoy en día es cada vez menos exigente y más permisiva
con nuestros jóvenes, afecta negativamente a los objetivos que aquí nos hemos
propuesto, que es conseguir un correcto y productivo proceso de enseñanza–
aprendizaje avalado por un ambiente escolar favorecedor y caracterizado por la
ausencia de conflictos y contradicciones que dificulten la efectiva consecución de los
objetivos educativos.
Es el elevado grado de permisividad que caracteriza a las familias y la
sociedad de hoy en día lo que dificulta que nuestros alumnos mantengan, en la
medida de lo posible, el orden escolar, a veces marcado para los alumnos por el
sentido de la obligatoriedad. De aquí se deriva, además, el importante papel que
juega también la institución familiar en esta ardua y complicada labor que nos
hemos planteado.
Actualmente, los jóvenes disfrutan de unas comodidades y posibilidades de
consumo que no disponían generaciones anteriores, obteniendo la mayoría de las
cosas que desean en el menor tiempo posible. Esto afecta negativamente dentro
del ambiente educativo, en el sentido que el alumno no suele ver interesante el
aprendizaje a largo plazo conseguido por medio del esfuerzo y el tesón hasta
conseguir los resultados esperados de antemano. Por todo esto, ni se les puede

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exigir a estos alumnos demasiado, de manera que les lleve a la frustración y a la
desmotivación consiguiente, ni tampoco aquello que les haga saber que lo que
buscan se consigue sin esfuerzos (aspecto también desmotivador para el
alumnado).
Los docentes hemos de reflexionar sobre nuestro papel y funciones ante los
cambios que se están produciendo en la sociedad actual. De esta manera podremos
conectar mejor con nuestros alumnos y sus necesidades educativas.
Por otro lado, los padres han de comprometerse a participar en esta
aceptación de las normas de convivencia tanto en la familia, como en la escuela y
la sociedad.
Es importante, además, la participación de los alumnos en la elaboración de
las normas de convivencia, las cuales han de establecerse, en la medida de lo
posible, por consenso y con la participación de todos los componentes de la
comunidad educativa que se vean afectados e incluidos en ellas, comprometiéndose
la totalidad de la comunidad escolar, en la mejora de dichas normas de
convivencia. Esta participación del alumnado en tales labores se puede hacer
efectiva por medio de actividades como: debates, asambleas, etc.

Todo esto anterior, como puede imaginar el lector, tiene un objetivo


primordial, y es el optimizar la normativa de convivencia del centro escolar,
lo cual afecta positivamente al ambiente que en él se desarrolla, por lo que
habríamos conseguido el objetivo que desde los comienzos de este punto nos
hemos marcado.
Por tanto, debemos observar a partir de aquí la disciplina de una forma
positiva, como medio de armonizar las relaciones entre los agentes escolares e
instituciones educativas y demás sectores de la comunidad escolar, además de

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como ayuda en la consecución de una enseñanza y procesos de aprendizaje de
mayor calidad y productividad, educativamente hablando.
La creciente importancia que se le está dando actualmente a los problemas
de convivencia y conflictos en la escuela en los medios de información, medios de
masas, internet, etc., no conlleva la adecuada y suficiente actuación por parte de
los poderes públicos con el fin de eliminarlos, o por lo menos aminorarlos. Tampoco
se debería de caer en solucionar todo por medio del endurecimiento de las medidas
disciplinares y punitivas, puesto que su eficacia siempre se ha puesto en duda.
Es cierto que los medios de comunicación, al darle tanta importancia a estos
factores negativos en la escuela como es la violencia y la falta de convivencia,
suelen distorsionar los hechos de manera que se impacte lo máximo posible en el
espectador, no favoreciendo esto que tomemos una visión de estos fenómenos
desde una perspectiva educativa y social, lo cual ayudaría a solucionarlos y
paliarlos más eficazmente.
Estos medios de comunicación desvirtúan tanto la imagen del profesor como
la del alumno, promoviendo contravalores y comportamientos antisociales. Esto es
algo que debemos atajar, como paso previo a la mejora de las relaciones humanas
en nuestras escuelas.
Es por ello imprescindible conocer la importancia que dentro del ámbito
escolar tiene la introducción de ciertos valores elementales como: la tolerancia, la
convivencia y la solidaridad entre las personas, principios democráticos, respeto de
los derechos humanos, respeto al medio ambiente, etc. Por tanto, una Educación en
Valores es muy aconsejable como fiel ayudante en la mejora de la convivencia en
nuestras escuelas (como veremos más adelante).

Si tenemos en cuenta lo anterior, sabemos que la educación escolar tiene


como finalidad básica la de contribuir a desarrollar personas con capacidad para
desenvolverse en la sociedad. Camps (1993), define la educación como “formar el
carácter para que se cumpla un proceso de socialización imprescindible y
formarlo para promover un mundo más civilizado, crítico con los defectos
del presente y comprometido con el proceso moral de las estructuras y
actitudes sociales”. Para tal fin, además de los conocimientos de diversas
disciplinas hay ciertas cuestiones en la época actual que reclaman una atención
prioritaria. Los grandes conflictos contemporáneos del mundo como la violencia, las
desigualdades, la escasez de valores éticos, el despilfarro, la degradación del medio
ambiente o hábitos que atentan contra la salud, no pueden pasar desapercibidos
para el sistema educativo (MEC, 1993). En el currículum de la Educación Infantil,

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Primaria y Secundaria aparece un nuevo concepto general que se denomina temas
transversales, los cuales tienen que impregnar toda la práctica educativa y estar
presentes en las diferentes áreas (Busquets y otros, 1993). Su inclusión pretende
paliar algunas necesidades sociales que hemos heredado de la cultura tradicional y
tratar de solventarlas a través de una educación en valores. Aunque la Comunidad
Educativa coincide en destacar la importancia de este ámbito, la escasa tradición
docente puede plantear problemas a la hora de incorporarlos al proceso de
enseñanza y aprendizaje (temas transversales). Los temas transversales dentro del
currículo son un conjunto de contenidos de enseñanza esencialmente actitudinales
que deben entrar a formar parte en las actividades planteadas en todas las áreas.
Siguiendo a Lucini (1994), su incorporación supone formalizar una educación en
valores y actitudes no de forma esporádica sino constante a lo largo de cada curso.
Es importante ser conscientes que los valores no se pueden imponer de forma
autoritaria, sino que son un cúmulo de actitudes autoimpuestas por la propia
voluntad.

Los temas transversales suponen una oportunidad de globalizar la enseñanza


y de realizar una verdadera programación interdisciplinar (Yus, 1996). Estos temas
tienen la ventaja, y a la vez el inconveniente, de que están a la orden del día en la
sociedad: en las familias, en los medios de comunicación, con los amigos, etc. La
ventaja es que partimos de intereses cercanos al alumnado y el inconveniente
puede ser las teorías implícitas que traigan de su contexto más cercano.
No sólo los alumnos se incorporan a la escuela con unas teorías implícitas
sobre estos valores, también los profesores y personal de administración y servicios
se relacionan con sus ideas sobre cada tema transversal. El conjunto de relaciones
formales e informales que se dan entre los diferentes miembros de una comunidad
educativa influyen sobre la vida diaria del centro y sobre los sujetos que coexisten.
Todo esto da lugar a lo que se denomina como currículum oculto, que hace
referencia a todo lo que se aprende y se enseña de forma implícita, sin
intencionalidad y que pasa, en gran medida, inadvertido. Una de las tareas de la
Comunidad Educativa y de cada docente es desvelar y analizar el sistema de
valores o contravalores que están operando en el centro y las posibles
contradicciones. Se trata de planificar la acción educativa (MEC, 1993).
Cada centro debe, por tanto, establecer su sistema de valores coherentes
con el entorno en el que desarrolla su actividad educativa.

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