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Desde una mina de 12.

000 años a los arcanos de la galaxia


TALTAL
Sergio Prenafeta Jenkin
nació en Taltal (1939),
se tituló de profesor de
biología y Química en
la Universidad de Con-
Desde una mina de 12.000 años cepción y fue becado
a los arcanos de la galaxia por Unesco para es-
tudiar en Francia Metodología de la
enseñanza y Comunicación de las Ciencias.
Sergio Prenafeta Jenkin
Ejerció el periodismo científico en distintos
medios y como docente y director de las
escuelas de Periodismo en la Universidad
del Norte, Universidad de Chile y Universi-
dad Austral (Valdivia), esta última creada
por él. Fue presidente de la asociación
Iberoamericana de periodismo científico.
Ha dictado seminarios sobre comuni-
cación científica en nueve países y es autor
de 15 libros sobre el tema como autor,
coautor coeditor. Entre ellos´: “Teoría y
Práctica del Periodismo científico”, “La
Comunicación de la Ciencia en Chile”,
“Talentos al servicio de Chile”, “Diccionario
Patrocina Auspicia Científico”, “Ciencia, Tecnología e Inno-

TALTAL
vación en la Usach”, “Ecología del paisaje
en Chile central”, “Crónica de la Ciencia y
Tecnología en Chile”, “Ciencia, Tecnología
y Arte en la Universidad de Chile”, “El
derecho a la vida del no nacido” y “Tatiana,
una luz en la penumbra”. Como Cronista
del pasado de su comuna, nos invita en
Museo Augusto Capdeville Rojas Ilustre Municipalidad de Taltal este nuevo libro a recorrerla en busca de
su identidad, para atisbar los desafíos del
futuro que para ella se vislumbra.

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TALTAL
Desde una mina de 12.000 años
a los arcanos de la galaxia

Sergio Prenafeta Jenkin

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Prenafeta Jenkin, Sergio.
TALTAL. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia.
Sergio Prenafeta Jenkin. 1a ed.
Santiago, Chile: 2018.
320 p.; maps; il. 15x23 cm.
ISBN 978-956-9217-13-5
1.-HISTORIA-CHILE 2.-REGIÓN 3.-URBANISMO 4.-SOCIEDAD.

Primera edición: noviembre de 2018.


© Sergio Prenafeta Jenkin, 2018
Inscripción: A-280053.
ISBN 978-956-9217-13-5
900 ejemplares.

Impresión: Andros, S.A.

Diseño portada: Sergio Prenafeta Jenkin.

Diseño y diagramación: Marco Murúa C.


marcomurua@gmail.com

Fotografía de portada: Omar Acosta Pizarro.

Impreso en Chile.

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SUMARIO

Introducción. 9-12
1. Taltal, un nombre polémico. 13-18
2. El desierto ofrece su casa al ser humano. 19-24
-La Cultura Huentelauquén
-Augusto Capdeville estudia los conchales
-La mina más antigua de América
3. La cuestión del Paposo. 25-44
-Un hábitat de changos
-El Rey de España quiso anexarlo al Perú
-Las balsas de cuero de lobos
-Hay que crear puertos nuevos
-El Médano, un museo al aire libre
4. José Antonio Moreno, minero y benefactor. 45-60
-Un histórico pedido desde Caleta El Cobre
-Las ricas minas de Paposo se inscriben en Caldera
-Ingenieros de minas asumen tareas
5. Gobierno Comunal. 61-74
-El puerto que “nació dos veces”
-Los conflictos con Chañaral
-Nace la Junta de Vecinos (1931)
-¿Qué pasó con los primeros profesionales?
6. Taltal, tierra acogedora. 75-86
-La migración llega de todos los cuadrantes
7. Salitre, harina de la luna llena… 87-112
-Daniel Oliva se instala en el Desierto
-47 Oficinas compiten por el mercado
-Los veleros se llevan el salitre a Europa
-Aparece el salitre sintético. Crisis y abandono
-Penoso término del siglo XX
-Breve historia del Cantón Taltal

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8. El Ferrocarril inglés moviliza el salitre. 113-124
-Los ingleses organizan su negocio
-1888: Somos Departamento de Antofagasta
-Nace una ciudadela dentro del Puerto
-Máquina 59, testimonio del pasado febril
9. Minería metálica. 125-142
-Tenemos cobre hasta debajo del mar
-Guanaco, Cachinal de la Sierra, Paposo y muchos más
-Una realidad cambiante
-Los grandes capitales
-El hierro por mal camino
-ENAMI, una mirada crítica
10. Educación. 143-154
-Tres liceos históricos y un Instituto Politécnico
-Tempranos servicios de escuelas básicas
-¿Hacia dónde camina la educación hoy?
11. Cultura. 155-168
-Aportes significativos y Premios Nacionales
-Una mirada profunda al Universo
12. Economía. 169-174
-La comuna se nos achicó de repente
-Efectivos aportes del FNDR
-Taltal no ha dejado de crecer
13. Salud. 175-190
-Por la amebiasis se nos tildó de “puerto sucio”
-Memorias de un Hospital de 131 años
-La dependencia obligada de Antofagasta
-La Municipalidad y la salud del puerto
-Las famosas pestes
-Las cifras demográficas tras un siglo
-Los muertos que quedaron en el Desierto
-Locos del manganeso, conejillos de indias

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14. Deportes. 191-196
-Todo comenzó con el fútbol de los ingleses
-Prácticas en baja y otras en ascenso
-La ciudad hace crecer las multicanchas
-Caminantes del Desierto hacen historia
15. Energía. 197-202
-Electricidad con restricciones desde 1913
-Petróleo y carbón dan paso a energías limpias
-Mejillones se une a Paposo: Gasoducto
-Aparece el ciclo combinado (1999)
-Las viejas salitreras ceden lugar a la energía nueva
16. Defensa. 203-210
-Vigilancia oceánica
-Carabineros de Chile
-Bomberos desde 1882
17. Recursos del mar. 211-220
-El negocio más rentable es el huiro
-La industria pesquera: falta de resultados
-Áreas de manejo y cultivos programados
18. Flora y fauna de la Comuna. 221-234
-Parque Nacional Pan de Azúcar
-Reserva Nacional de Paposo
-Parque Nacional Llullaillaco y el Camino del Inca
19. Agua que no has de beber… 235-238
-Del agua arsenicada al agua desalada
-La bebida vital como tema político
20. Comunicaciones Sociales. 239-250
-El viejo periodismo como fotografía social
-Un nuevo tipo de información
-Surge el Cuarto Poder en la comuna
-El vergonzoso pago con fichas a los obreros
21. La Guerra del Pacífico. 251-266
-El “Huáscar” y sus visitas ingratas a Taltal
-Balmaceda y su defensa del salitre

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-La Toma de Taltal en 1891
-Un plan para liberar a Chañaral
-Todas las naves llamadas “Taltal”
22. La vida religiosa. 267-276
-Un pedazo de terreno para la Parroquia
-Curas extranjeros y laicos locales
-Un taltalino ingresa a caballo en plena misa
-Las llamas consumen la parroquia (2007)
-La Puntilla y los bailes religiosos
23. Desastres naturales. 277-286
-Terremotos, aluviones, barcos perdidos y otros
24. Personajes de todos los tiempos. 287-302
25. Viñetas taltalinas. 303-308
26. Bibliografia. 309-318
Agradecimientos. 319

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INTRODUCCIÓN

Le pareció oportuno al Concejo de la I. Municipalidad


de Taltal (2016), reunir todos los antecedentes disponibles para
estructurar una Historia de Taltal. Por distintas razones, la carto-
grafía disponible de América y especialmente de Chile, antes de
1840 ignoró no solo a nuestro puerto, entonces una caleta más,
sino a casi todos los ubicados “al norte del río Copiapó”, de mar a
Cordillera en el Despoblado de Atacama, con excepción de Papo-
so. Luego, como si esto no bastara, comenzaron a tomar cuerpo
versiones equívocas sobre la data de establecimiento de la caleta
que llegaría a tener la condición de puerto con un nombre curioso
y raro: Taltal. ¿Quiénes eran los habitantes de esa comarca y sus
alrededores? ¿Vivieron siempre allí o llegaron de otras latitudes?

Algunos estudiosos de la arqueología propusieron asig-


narle procedencia migratoria a este poblamiento temprano. Les
atribuyeron edades distintas, hablaron de pescadores y recolectores
litorales, los changos, grupos nómades que dejaron su testimonio
de vida en los conchales o acumulación de caparazones de molus-
cos. Pero el interés de los investigadores continuó estudiando los
testimonios que dejaron estos primeros habitantes del desierto
costero y descubrieron que no solo fueron pescadores sino también
mineros. Y que junto con habitar los aleros rocosos de las playas
también incursionaron hacia el interior del desierto en busca de

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sus “materiales” para llevar adelante su cometido: rocas duras
con características especiales para realizar sus trabajos. Pero eso
no fue todo.

A tres kilómetros de la Plaza de Taltal, rumbo costero al


norte, un equipo científico encontró en 2010 la mina más antigua de
América desde donde los indígenas obtenían óxido de fierro para
pintar tanto sus rostros y cuerpos como el de sus muertos, pero
también sus testimonios inscritos sobre piedras, los que perduran
hasta hoy. Esto ocurrió durante el Holoceno Temprano, cerca de
12.000 años antes del presente. El hallazgo corresponde a la Edad
de Piedra, en la Prehistoria, la etapa que estudia el desarrollo de
la humanidad antes de la invención de la escritura. La prehistoria
reconstruye el pasado empleando restos arqueológicos (en este
caso la mina San Ramón 15, en la quebrada del mismo nombre),
es decir todo lo producido por la mano del hombre como armas,
tumbas, utensilios, etc. Con la ayuda de otras ciencias auxiliares
como geología, paleobotánica, zoología, etc., intenta conocer,
interpretar y definir las civilizaciones y culturas antiguas.

Investigadores de Argentina, Perú. México, Estados Uni-


dos, Canadá, Italia, España, Francia, Austria, Alemania, Inglaterra
y Rusia, junto a colegas chilenos, llegaron hasta la boca de la mina
el 30 de noviembre de 2010. Su veredicto fue claro: en Taltal se
encuentran valiosos testimonios de un pueblo que vivió muchos
años antes de la invención de la escritura y de la rueda, lo que
constituye el aporte capital en la historia técnica de la humanidad.
Y mucho antes también que se conocieran las primeras formas
de agricultura.

Muestras de carbón y conchas encontradas en la mina


fueron enviadas a dos laboratorios de los Estados Unidos y otro
de Polonia. Los resultados corroboraron lo mismo: se trata de
materiales que son miles de años anteriores a Babilonia, a Egipto y
sus pirámides. Asumamos entonces que no solo somos herederos
de un pueblo antiguo sino antiquísimo, por cierto no el más viejo
de la humanidad pero si de América. Aquí vivieron los primeros
mineros del continente y sus “compañeros” de hoy, un grupo de
trabajadores locales que ayudó a realizar las primeras labores

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en el terreno de los arqueólogos y que fueron impactados por el
descubrimiento.

Estamos comprometidos con el pasado remoto allí,


apenas a unos metros de la costa, pero también lo estamos desde
1968 con el futuro en los arcanos del universo desde la cumbre
de cerro Paranal, en el borde norte del límite que nos separa de
la comuna de Antofagasta. Allí está el Very Large Telescope. VLT,
de propiedad de la ESO (Observatorio Astronómico Austral), un
conjunto de cuatro potentes telescopios que operan científicos
de todo el mundo auscultando noche tras noche los cúmulos
estelares, las nebulosas planetarias y las galaxias; las posibilida-
des de vida inteligente en la Vía Láctea y la discusión sobre las
limitaciones para la existencia de la vida en el sistema solar, entre
muchos otros temas.

En momentos de redactar esta página (20 de enero de


2017), investigadores del observatorio anunciaban el descubrimien-
to de siete planetas similares a la Tierra, que orbitan alrededor
de la estrella enana ultrafría TRAPPIST-1, ubicada a 40 años luz de
distancia nuestra. Con este descubrimiento se produce un salto
importante en la búsqueda de vida en otros mundos, según señaló
luego la revista Nature.

El Universo está construido por materia, radiación,


espacio-tiempo y vacío, componentes fundamentales responsables
de todo lo que conocemos: desde la armonía del mundo extraga-
láctico hasta los pensamientos que fluyen en la mente del lector al
ser testigo de estas líneas. Entremedio, toda una completa danza
controlada por el azar y sus fluctuaciones. Allí reside la esencia
final de su trabajo colectivo, por eso que observatorios como
Paranal –entre otros en Chile– están llamados a ser reconocidos,
según Unesco, como Patrimonio de la Humanidad.

Vamos a tratar de recorrer el camino que parte desde


la mina más antigua de América hasta la visita a las estrellas en el
cielo más limpio del continente. Hacemos un convite para que nos
acompañen en la travesía que nos llevará desde las playas hasta
el volcán Llullaillaco, desde Esmeralda hasta Caleta El Cobre y a

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Guanaco; desde el cobre, el oro y la plata, el azufre, Litio, el renio
y el molibdeno hasta el salitre y el yodo. Pero por sobre todo
descubrir en este andar al hombre y a la mujer que hicieron y dan
vida a Taltal, a sus luchas y esperanzas.

Profesor Sergio Prenafeta Jenkin .


Noviembre de 2018.

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

1. TALTAL, UN NOMBRE POLÉMICO

La etimología del nombre de nuestro puerto es motivo


de polémica y controversia. Algunos estudiosos señalan que deriva
del canto de los “gallinazos” (Athares urubus), también conocidos
por ellos como “taltales”. Pero ocurre que este nombre científico
no existe en la Sistemática o disciplina de las clasificaciones mo-
dernas. Athares es un nombre mitológico vinculado a un planeta,
en tanto la especie urubus es el término portugués para designar
a los buitres o zopilotes. Por su parte el etimologista Febrés expre-
sa que la palabra “Thalthal” deriva del mapuche (mapudungun),
algo que carece de una fácil y aceptable justificación histórica
porque nuestro terruño es un lugar chango desde los inicios de
su poblamiento, hace más de seis mil años y mucho más vincula-
do al imperio de los incas. No obstante, según D’Ans (1974), “los
pescadores changos habrían hablado la lengua mapuche”, afirma-
ción que carece totalmente de pruebas. El académico y filólogo
Rodolfo Lenz, así como nuestro coterráneo Mario Bahamonde
Silva le asignaron al nombre la reproducción del ruido producido
por los mentados gallinazos.

Lo cierto es que la referencia más antigua del nombre


Taltal se encuentra en la “Histórica Relación del Reyno de Chile”,
del Padre Diego de Rosales (1666, Tomo 1, pág. 318). No deja de ser
curiosa esta vinculación onomatopéyica, referida a una palabra
que imita de algún modo un sonido no lingüístico relacionado
con algún sonido animal y concretamente con los enigmáticos

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Taltal un nombre polémico

gallinazos. El doctor Juan Van Kessel, investigador y académico


contemporáneo, señala en su Diccionario de Pesca Artesanal del
Norte Grande de Chile, que por gallinazo se entiende un pez extinto
que habitó en el medio del mar durante el “máximo climático” y
que actualmente fluctúa en el extremo norte del Perú. Figuraba
en la dieta alimenticia de los grupos pescadores que poblaron
la costa durante el período arcaico. Si atendemos su definición,
estamos hablando de un pez que no emite ruido y no de un ave.
Nuestra búsqueda se torna más complicada aún.

Lo que dicen los Ornitólogos

Los estudiosos de las aves exigen revisar el conocimiento


acumulado de su ciencia porque los gallinazos de que nos hablan los
historiadores y cronistas –y que repiten todos cuantos se refieren
al nombre del puerto– indican a un ave ahora extinta. Sin embargo,
en el desierto que separa Arica del Perú (Línea de la Concordia)
se nos aparece la Pampa Gallinazos, sin que sea posible encontrar
alguna información para dicho nombre. Lo mismo ocurre con la
estancia Gallinazos, en la Reserva Nacional Pampa del Tamarugal,
al interior de Iquique. Entretanto, tratemos de encontrar algo que
se le parezca examinando una probable estirpe zoológica de estas
aves. En Chile hay 439 especies de aves reunidas en 56 familias. De
ellas, anidan en el territorio ejemplares de 296 especies.

Una de esas familias en la Falconidae (Falconide), que


en Chile está representada por halcones, tiuques, caranchos y
traros con diez especies, ninguna de ellas consideradas como
“gallinazos”. En uno de sus trabajos, Augusto Capdeville (1932)
precisó tímidamente que el nombre de Taltal provendría del canto
o ruido emitido por cernícalos (Falco sparverius) o de algunas de
sus subespecies. ¿De dónde salió tal información? Por su parte la
familia Cathartidae (Catartide) la integran cóndores y jotes, y la
familia Accipitridae, aves de rapiña de garras fuertes, incorporan
a unas diez otras especies como águilas, aguiluchos, peucos, varis
y bailarines, ninguno de ellos “gallinazos”.

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Sergio Prenafeta Jenkin

Mala nota en canto

Los estudios que se han hecho en relación al canto de la


avifauna chilena como de las visitas que llegan de paso por tem-
poradas, señalan que no hay parecido al ruido “tal tal tal” (como
pareciera reproducirlo el ronco sonido que emiten los pavos de
gallineros, especie introducida al país). Otros autores anotan que
el sonido “tal tal tal” sería el emitido por las gaviotas, lo que nos
lleva a revisar qué especies de la familia Laridae (Laride) es la que
le habría regalado su canto al puerto. Guillermo Egli (2002), de la
Unión Ornitológica de Chile, UNORC, reunió en un CD las voces
de 110 especies de aves chilenas, sin que en ellas se advierta el
sonido “tal tal tal”.

Las gaviotas que habitan o visitan la costa taltalina son


la conocida garuma (Larus modestus), que anida en el desierto; la
gaviota peruana (Larus belcheri); la gaviota andina (Larus serranus)
que solo en el invierno baja a la costa desde el desierto precordille-
rano; la gaviota de Franklin (Larus pipixcan); muy ocasionalmente
la gaviota cáhuil (Larus maculipennis) y la gaviota de Sabine (Xema
sabini), además de una serie de gaviotines entre los que destaca
el hermoso gaviotín monja o “monjita” (Larosterna inca), antigua
moradora de los lanchones salitreros con sus patas rojas y una
franja de plumas blancas que forman dos aretes característicos.
Pues bien, ninguna de estas visitantes pía, canta o emite ruidos
que se asemejen a “tal tal tal”. Vistos estos antecedentes, habrá
que entrar a suponer que los famosos “taltales” sufrieron una
extinción total, lo que no llega a ser una hipótesis falta de serie-
dad y objetividad.

Existe también en la avifauna nacional la típica “gallina


ciega” o “plasta” (Caprimulgus longirostris), de coloración café
grisácea y manchas negras. En Chile viven tres sub especies entre
Arica y Torres del Paine y en la cordillera suben hasta los 2.500
metros. Cuesta observarlas porque durante el día prefieren man-
tenerse escondidas en el suelo y solo se vuelven activas durante el
crepúsculo y la noche. Lo interesante es que la gallina ciega –que
también habita en los países vecinos– al volar lanza, en forma
repetida, un silbido agudo y lastimero, pero que de ninguna ma-
nera se asemeja al que reproduce el nombre de nuestro puerto.

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Taltal un nombre polémico

Lo que dice la Geografía

Revisando antiguos mapas y modernas cartas satelitales


sobre la geografía de la Puna chilena y argentina, nos encontramos
con el volcán Tultul, nombre nativo en la latitud 25° 03’ 36’’, en la
provincia de Salta, Argentina, con una altura de 5.314 metros sobre
el nivel del mar. En la costa, frente al Océano Pacífico, en cambio,
está Taltal, aproximadamente en los 25° 20’. ¿Hubo alguna relación
fonética entre ambas grafías, en boca de los primitivos habitantes
de la región? El volcán Tultul es uno de los siete volcanes sagrados
de la Puna, junto al Llullaillaco (que comparten Chile y Argentina),
Socompa, Arizaro, Aracar, Guanaqueros y Pocitos. Desde su cumbre
se divisa precisamente la estación Pocitos del ferrocarril de Salta
a Socompa, a 20 km de distancia.

Se sabe, por otra parte, que la repetición de sonidos


identifica a muchos lugares de Chile, como topónimos de escri-
tura separada (la toponimia estudia el origen y significado de los
nombres propios de lugar). Es el caso de Til Til, Con Con, Chol Chol,
Calle Calle, Tagua Tagua, Bio Bío, Llayllay y otros. En algunos casos
estos nombres obedecen al hecho que los primitivos habitantes
de estos territorios no conocían el plural, por lo tanto, un lugar
donde vivían muchas taguas y pidenes, por ejemplo, pasó a ser
“Tagua Tagua” y con la llegada de los españoles se cristianizó como
San Vicente de Tagua Tagua (actual comuna de la sexta Región).

Por ejemplo, Chol Chol significa muchos cardos: Llay llay


equivale a muchos hongos, Tril tril nomina a una playa muy limpia
(tril es limpio); Bio Bío da cuenta de un río muy grande y Chai chai
(en las cercanías de Osorno) es la repetición de muchos ruidos.
No faltará al que se le ocurra nombrar a nuestro puerto como
“Taltal ciudad tril tril”.

La repetición de otros nombres no necesariamente in-


volucra la noción de cantidad. Por ejemplo, Caicai es la serpiente
mítica de los chilotes, pero también designa a un tipo de gaviota;
Huilo huilo es un ir y venir constante, esto es hacer remolinos:
Llau llau es un hongo comestible de Chiloé en tanto Trapa Trapa
señala un lugar de paz. ¿Y qué sucede con Chiu Chiu, al interior de
nuestra II Región, con fuerte influencia aymara?

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Sergio Prenafeta Jenkin

En todo caso no es una relación válida con el nombre de


nuestro puerto, que algunos foráneos suelen escribirlo separándolo
en dos sílabas, lo que por cierto es erróneo. Los letreros camine-
ros que anuncian la cercanía de Taltal suelen anotarlo separado y
los ingratos partes de Carabineros, redactados por funcionarios
foráneos, consignan que la falta ocurrió en Tal Tal.

La deuda continúa

Entretanto, seguimos sin saber el origen del nombre


con que fue alguna vez signado como caleta, pueblo, puerto y
comuna. Desde la revista “Taltalia” que publica el Museo local con
respaldo de la I. Municipalidad, propusimos una suerte de juego
de ingenio para niños y adolescentes. De mano de la fantasía,
les propusimos que en consideración que el término Taltal sigue
huérfano de significado fiable, ellos crearan un nuevo nombre
para la comuna, agregando las razones para justificar el imaginario
cambio. Los nombres de las ciudades son, por lo general una sola
palabra (Antofagasta, Mejillones, Calama), pero hay también nom-
bres con más de una palabra (Viña del Mar, Puerto Montt, Hanga
Roa, San Fernando) y muy pocos con varias palabras (San Pedro
de Atacama, San José de la Mariquina o San Fabián de Alico). Hay
otros topónimos, incluso, que habiendo sido más largos, el uso
cotidiano los acortó. Es el caso de nuestro vecino Chañaral de las
Ánimas, hoy solo Chañaral (lugar de chañares), e incluso nombres
poéticos como el de Santa María la Blanca de Valdivia, que quedó
reducido solo al apellido del conquistador hispano, allá en medio
de los ríos donde dicen que se baña la luna.

La respuesta de niños y adolescentes a este desafío in-


telectual fue nula. Los colegios y liceos enmudecieron. El cambio
de nombre llamaba a una provocación al razonamiento individual,
a una especulación con la historia, a una crítica razonada frente
a la capacidad de conjeturar un nombre para el lugar de vida en
que nacimos o vivimos. No llamamos a un concurso jalonado de
premios en dinero. Olvidaron que Copiapó alguna vez fue San
Francisco de la Selva; que Puerto Montt comenzó siendo Meli-
pulli (“cuatro colinas”); que Antofagasta fue primero La Chimba,
que los habitantes de Valparaíso son porteños porque habitan el
puerto principal del país, y que los de Concepción son penquistas

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Taltal un nombre polémico

(y no concepcionistas) porque un día debieron mudarse de Penco


su suelo natal por la fuerza destructora de un gran terremoto,
invocando para ello a la Santísima Concepción.

El nombre de nuestro puerto y el de su fecha de naci-


miento siguen, por lo tanto, faltos de consenso.

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2. EL DESIERTO OFRECE SU CASA AL SER HUMANO

Existen evidencias que hace unos once mil años antes del
presente (AP), los seres humanos llegaron desde el norte a ocupar
el Despoblado de Atacama, entre la desembocadura del río Loa
y Taltal. Eran cazadores que buscaban sus alimentos tanto en el
borde andino como en el litoral. El paisaje que los recibió no era el
mismo que hoy cruzamos y encontramos aisladamente habitado
en estas regiones. Así lo señala el Profesor Lautaro Núñez Aten-
cio, Premio Nacional de Historia (2002), en su investigación sobre
“Primeros poblamientos del Desierto de Atacama”.

Sus trabajos y los de sus colegas expresan que durante


la edad glacial, anterior a los once mil años, el desierto era más
acogedor para la vida. Lo que es hoy Calama, por ejemplo, era un
espacio lleno de lagos y lagunas, rodeado de exuberante vegetación
alentada por grandes lluvias donde merodeaba una megafauna
hoy extinta de megaterios, del caballo americano, de camélidos
salvajes, roedores, venados y otros animales que desaparecieron,
pero sin la presencia del ser humano. Restos de muchos de estos
especímenes han sido encontrados y descritos (G. Chong, 2000)
dentro de un capítulo interesante de la paleontología americana.

Oportunamente hemos trasladado estos temas de los


papers de los científicos al conocimiento público porque la ciencia
que no se comunica simplemente no existe. (Ver “Adán y Eva en
La Portada. Presencia temprana del hombre en costa de Antofa-

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El desierto ofrece su casa al ser humano

gasta”. Ercilla N° 2.267, 1979); “Cocodrilo fósil encuentran al norte


de Chuquicamata (1973)”; “Cordillera de Domeyko: antepasados
de las sardinas en pleno desierto” (1974); “Anzuelos de espinas de
cactus hallan en Arica” (1974): “Investigaciones en Tagua Tagua y
Quereo”, El Mercurio (1983).

Durante las estaciones cálidas –que no corresponden


precisamente a las cuatro estaciones que conocemos hoy– los
cazadores merodeaban por las vegas y lagos altoandinos, por sus
quebradas intermedias, arroyos y oasis del desierto. Dejaron sus
artefactos de piedra y herramientas en cuevas y aleros. Muchos
de esos sitios, pasados diez u once mil años, aparecen transfor-
mados en salares o depósitos lacustres relictuales.

Así fue como se instaló el poblamiento de cazadores


trasandinos (sin fronteras) entre grupos que, junto con procurarse
alimentación, comenzaron a tallar rocas para fabricar raspadores,
cuchillos, puntas triangulares, especialmente para cazar caméli-
dos similares a las vicuñas que dominaban el paisaje andino. Con
el tiempo el flujo migratorio fue ganando nuevos espacios hacia
el sur del desierto, con altas cumbres nevadas en la Cordillera
de los Andes, el desaparecimiento gradual de la Cordillera de la
Costa y de la Depresión Intermedia y su reemplazo por los Valles
Transversales, encontrándose con una cobertura nueva de ve-
getación y un entorno diferente como el que pudieron estudiar
Lautaro Núñez, Juan Varela y Rodolfo Casamiquela en los lagos de
Quereo (en las afueras de Los Vilos) en 1983 y otros investigadores
de la Universidad de Chile en lo que es hoy San Vicente de Tagua
Tagua (VI Región) un año antes.

Pero si bien una corriente de cazadores buscó el sur,


hubo otra muy importante que bajó a la costa donde la disponi-
bilidad alimentaria era distinta: algas, peces, mamíferos marinos,
crustáceos, aves, etc., con un punto a favor muy importante: el
clima era mucho más favorable y benigno, donde playas y aleros
rocosos estaban a su disposición con un agregado vital: las agua-
das y vertientes que venían a morir al océano o a sus cercanías.
La alta Cordillera de la Costa jugaba a favor de los recién llegados
al atrapar la neblina, la camanchaca que pasaría a ser el distintivo
con que fueron nombrados los primeros pobladores costeros. La
humedad que hacía germinar –sin que nadie pudiese explicárselo,
ni falta que hacía– plantas, flores, quiscos y entre éstos insectos

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Sergio Prenafeta Jenkin

y animales menores que merodeaban por su sustento, la llegada


posterior de frutales que el ser humano supo aclimatar en el de-
clive de los cerros con la mediación del agua.

Los recursos que brindaba el litoral eran fluctuantes


durante las estaciones (el concepto de año calendario se vino a
instalar mucho después), lo que se avenía con la vida de la gente
nómade, transeúnte. En la zona central del país, entretanto,
se pudo apreciar que hubo un importante grupo humano que
aprovechó los recursos del mar con un antecedente nuevo: la
existencia de ríos de distinta correntía que drenan sus aguas al
océano y generan un punto importante en la génesis de vida en
las desembocaduras al mar, e incluso en las rías que allí se instalan
con agua que tienen menos contenido salobre que las del océano
pero más que las que éstas tenían bajando de la cordillera. Una ría
es una ensenada amplia en la que vierte el mar aguas profundas.
Este ámbito de aguas de salinidad mermada representa sitios de
buena productividad de peces y organismos menores.

La Cultura Huentelauquén

Huentelauquén es una caleta donde desemboca el río


Choapa, luego de recibir las aguas de sus afluentes, el río Illapel y
el estero La Canela. La Carretera Panamericana Norte corre hoy
muy cerca y paralela a dicho punto de la costa. Los grupos humanos
que pertenecieron a lo que hoy se conoce como “cultura Huen-
telauquén”, se especializaron en la captura y uso de los recursos
marinos y habrían viajado (migrado) desde allí al norte abarcando
un área amplia entre el río Choapa y Antofagasta.

Esos primeros grupos exploratorios Huentelauquén


(HQ), afirma Lautaro Núñez, “alcanzaron la costa de Taltal optan-
do por la desembocadura de quebradas y aguadas, utilizando sus
típicas puntas de arpones pedunculadas e instalando pequeños
refugios bajo rocas. Han sido datados entre los 10.290 a 10.040
antes del presente (AP). Se trató de grupos pequeños que no
construyeron recintos al aire libre, salvo estaciones y refugios
para tareas específicas”.

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El desierto ofrece su casa al ser humano

Ha sido posible comparar la similitud de los artefactos


usados por estos grupos HQ en Taltal con los encontrados en las
cercanía de La Chimba, en Antofagasta, lo que comprueba que
tenían componentes culturales y económicos distintos y más avan-
zados que los cazadores andinos. Los HQ dejaron en los sitios, litos
(piedras) discoidales y poligonales, o juegos de piedras tallados en
arenisca con forma de estrella o redondas del tamaño de tejos de
competencia usados en la rayuela, sin que hasta ahora se tenga una
respuesta coherente de su uso, a no ser la ceremonial o simbólica.

Los HQ muestran sus campamentos residenciales alejados


de la playa donde pernoctaban mujeres, ancianos y niños, dejando
a la fuerza de trabajo centrada en la Cordillera de la Costa y en el
litoral. Hacia los años 9000 y 5000 AP, la transhumancia, la migra-
ción, se hace más efectiva: las poblaciones cazadoras-recolectoras
suben y ocupan la cuenca del río Loa y las orillas del actual Salar
de Atacama. Entre los 9000 y los 6000 años, los investigadores
advierten que se produce “un largo silencio arqueológico” en el
litoral, “no motivado por impactos climáticos sino más bien por
el efecto del avance del nivel del mar por sobre la locación de los
campamentos”. Luego de estabilizado el nivel del mar, se inicia
la recolonización del litoral, con “nueva arquitectura doméstica”
conforme al crecimiento demográfico.

En esta nueva fase, los pescadores de Taltal se asientan


lejos de los sitios que ocuparon siglos antes sus antepasados y
donde quedaron fogones y montículos de basurales repletos de
huesos de pescados, de mamíferos y conchas de mariscos. Fueron
surgiendo nuevas técnicas para la producción de sus morteros de
lava, raspadores, machacadores, yunques planos para preparar
pigmentos rojos y los grandes cuchillos foliáceos típicos de los
pescadores taltalinos, cuya distribución hacia el norte los hacía
populares hasta la boca del río Loa.

Estos fueron los primeros pasos del aprovechamiento


que el ser humano hizo del Desierto de Atacama y de su litoral. Los
umbrales de la civilización (3500 – 2400 años AP); las nacionalida-
des, las fronteras y las banderas al viento son cuestiones solo del
ayer, considerada la dimensión de estos doce milenios pasados.

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Sergio Prenafeta Jenkin

La mina más antigua

Diego Salazar es arqueólogo de la Universidad de Chile


desde 1973. Entonces ya surgía en él un creciente interés por
estudiar la presencia y actividad humana temprana en la costa
y el desierto, junto a otros ex alumnos y colegas. Realizando un
proyecto Fondecyt 2008-2011 junto al geólogo francés Jean Louis
Guendon y los arqueólogos Paulina Corrales, Valentina Figueroa,
Hernán Salinas y Diego Briones, entre otros, encontraron una mina
donde trabajaron los primeros mineros de América. Allí había óxido
de fierro, colorante que usaban los pueblos originarios para sus
ritos y para pintar a sus muertos.

En mayo de 2010 se corroboró la data más antigua para


una mina en el continente. Era la San Ramón-15, que fue excavada
en dos momentos, el 10.000 aC y cerca del 2000 aC por los mineros
de la cultura Huentelauquén. Eran horas en que comenzaban a
extinguirse en el mundo los mamuts y otros grandes mamíferos.

En las cercanías de la mina encontraron martillos de


piedra, sin mango y difíciles de manejar. Aquello fue un hallazgo
muy interesante que los guió, paso a paso hasta dar con la mina.
Había también huesos trabajados en forma de cuchillos, conchas
de ostiones, etc. Le correspondió a Valentina Figueroa, tesista
doctoral del proyecto, presentar el descubrimiento en un congreso
realizado en Austria. Al escuchar su exposición, muchos prefirieron
el silencio pero el alemán Thomas Sttoller le dijo directamente:
“Dudo. No puede ser. Que sea la mina tan antigua es muy difícil”.

Hasta ese momento no se conocían los resultados de


los exámenes que corroboraron los 12 mil años de antigüedad.
Cuando el arqueólogo alemán llegó a Taltal junto a una comitiva
de expertos, conoció la mina y se rió de su propia incredulidad.
Todo era cierto.

¿Para qué sirve este hallazgo? Entre otras muchas razones,


para nuestra comprensión de las sociedades arcaicas. No estaban
documentadas hasta entonces las actividades extractivas a esta
escala entre grupos de cazadores y recolectores de fecha tan
antigua. Ahora sabemos que el aprovisionamiento de materias
primas por parte de grupos de este tipo era del tipo oportunista y

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El desierto ofrece su casa al ser humano

asistemático. En este caso, sostienen los investigadores, estamos


frente a un trabajo que era intensivo y planificado, no destinado
al consumo propio sino seguramente para el intercambio.

Equipo de profesionales en la boca de la mina San Ramón-15, a un kilómetro y


medio de la costa.

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

3. LA CUESTIÓN DEL PAPOSO

Con este curioso título el investigador chileno Javier Vial


Solar (1903) se refirió al desacuerdo entre los gobiernos de Bolivia
y Chile, incluidos sus historiadores y en menor medida también
de Argentina y Perú, en relación a la pertenencia jurisdiccional del
territorio del Desierto de Atacama durante los años de dominio de
la Corona Española en la región. Se aludía así al caserío indígena
del (de) Paposo (25° 01’ S-70° 28’ O), uno de los tres asentamientos
con aptitud de puerto, siendo los otros dos Cobija y Mejillones y
que existían entonces en el desierto comprendido entre el río Loa,
Copiapó y la Puna de Atacama.

Miguel Luis Amunátegui, historiador y estudioso chileno


del tema, en su obra “La Cuestión de límite entre Chile y Bolivia”
(1863), niega que la provincia de Charcas (Bolivia) haya tenido
jurisdicción sobre la costa del Pacífico, sosteniendo que el Reino
de Chile limitaba por el norte con el Virreinato del Perú. Escritores
de Bolivia han sostenido lo contrario, como Casimiro Olarrieta
(1843), no obstante en la Recopilación de Leyes de Indias de 1680
ya quedó planteado en la Ley IX del título XV, que “el territorio
jurisdiccional de las reales audiencias de Lima y Santiago de Chile
son vecinas, lo cual no sería posible si la Audiencia de Charcas se
interponía alcanzando el mar al norte del territorio jurisdiccional
de la Audiencia de Chile”.

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La cuestión del Paposo

Paposo fue habitado por indígenas changos desde épo-


cas prehispánicas, atraídos por la existencia de agua potable en la
superficie. Eran nómades costeros y se establecían en las aguadas
del lugar. A fines del siglo XVII el Corregidor de Copiapó Francisco
de Cisternas y de la Fuente Villalobos, acaudalado terrateniente
del norte del Reino de Chile, obtuvo por merced de tierras del 4
de julio de 1674 la encomienda de Paposo. A partir de aquello la
rada fue conocida como Hacienda de Paposo, por la abundancia
de pastos y agua para criar animales. Desde 1679 el asentamiento
comenzaría a denominarse Nuestra Señora del Paposo.

En 1735 llegó a Paposo el Obispo de Santiago de Chile Juan


Bravo de Rivera, como primer lugar que pisaba perteneciente a su
diócesis luego de ser consagrado en Charcas y atravesar a lomo
de mula el Desierto de Atacama. (Charcas constituyó una audien-
cia perteneciente al Virreinato del Perú, luego al Virreinato de La
Plata, creada por el Rey Felipe II en 1558. Foco interesante minero
y agrícola, desde la Independencia pertenece a Bolivia). En 1793
el obispo de Santiago de Chile creó la vice parroquia de Paposo,
dependiente de la parroquia de Copiapó, siendo nombrado vice
párroco el P. Rafael Andreu y Guerrero. Este viajó a España para
explicar a las autoridades metropolitanas los beneficios que se
obtendrían al crear un pueblo en Paposo. La capilla del poblado
se erigió el 28 de julio de 1797 en el lugar denominado Junquillar.

El Rey, ejerciendo su derecho de Patronato, lo nombró el


26 de junio de 1803 como obispo auxiliar de las cuatro diócesis que
convergían en la región de Atacama: Charcas, Santiago de Chile,
Arequipa y Córdoba de Tucumán, debiendo regresar a Paposo y
colaborar en las operaciones de fortificación y establecimiento
de un pueblo y bajo la jurisdicción eclesiástica de Chile. El Papa lo
nombro obispo titular de Epifanía y se le comunicó que tendría
residencia ordinaria en los puertos y caletas de San Nicolás y
Nuestra Señora del Paposo, en el mar del sur. Se lo instó a buscar
sacerdotes idóneos que lo acompañaran en la loable empresa de
“continuar reduciendo a vida civil y cristiana a aquellos habitan-
tes y otros de las extremidades de las cuatro diócesis referidas”.
Pidió, además, que se autorizaran fondos especiales para llevar
adelante su cometido.

El mismo obispo solicitó al Capitán General de Chile,


Gabriel de Avilés y del Fierro, que se ocupara también de la situa-

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Sergio Prenafeta Jenkin

ción en que se encontraba Paposo, “un oasis floreciente que se


debe atender, por lo que se deben tomar medidas para mejorar
la condición de este caserío indígena”.

El 3 de junio de 1801 el Rey aprobó los presupuestos


llegados a palacio y ordenó “reducir a vida civil y cristiana a los
habitantes dispersos en la costa del sur hacia el puerto de San
Nicolás o de Nuestra Señora del Paposo” y ordenó que se contri-
buya en los auxilios que se solicitan. Pero el Rey Carlos IV tenía
otros proyectos en carpeta. Ordenó el 1 de octubre de 1808 que
“Paposo, sus costas y territorios se agreguen al Virreinato de
Lima, así para el gobierno político como por lo militar, por la
mayor facilidad con que (se) lo puede defender y porque siendo
digno de toda atención, es consiguiente que dependa de aquella
capital, cuyo apostadero extiende su jurisdicción hacia el sur a
todos los puertos y costas hasta Chiloé y teniendo S.M. presente
que en esta empresa son tan interesadas las provincias del Río
de la Plata y del Perú como ese Reyno de Chile, pues concurren
las extremidades de los tres gobiernos en el territorio indefenso
de Paposo, y porque no hay proporción para todo lo necesario
en las dos primeras, se ha servido mandar que V.E. aporte y
remita cuantos auxilios necesite y pida el obispo Andreu por sí
o por medio del comandante, que elegirá el Virrey de Lima…”.

Acto seguido se impartieron las órdenes para que se


enviase desde Lima un ingeniero y algún oficial de marina o piloto
“que reconozcan con cuidadoso esmero aquellos parajes, espe-
cialmente el puerto y describan el modo menos costoso y más
ventajoso de defenderlo, formando para ello el plan correspon-
diente y un mapa topográfico de las inmediaciones, con el plan
de defensa más adaptable a sus actuales circunstancias y que,
practicadas estas diligencias, se cuente todo a Su Majestad el
Virrey, proponiendo la clase, número y arreglo de tropas que
sea más conveniente para aquel país y el jefe militar y políti-
co que debe determinar a él, que también considere la Junta
(de Defensa) debe ser a satisfacción del mencionado obispo”.

El Virrey de Buenos Aires, Joaquín del Pino, comunicó el


25 de febrero de 1804 su asentimiento a lo ordenado desde España
y dispuso formar población en el puerto de Nuestra Señora del
Paposo, agregando éste y el territorio inmediato y el desierto de
Atacama al Virreinato del Perú.

Pero no estaba todo perdido. El Virrey del Perú comunicó


al Rey su opinión contraria a la formación de un poblado y la for-
tificación en Paposo. Razones: No es del interés para los extran-

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La cuestión del Paposo

jeros para el comercio; la población es corta y es débil, cualquiera


fortaleza que se construya sería más ventajosa al enemigo que
al mismo país. Todo será un gasto inútil al erario en las obras de
fortificación y subsistencia de la tropa.

El obispo Andreu y Guerrero no regresó a Paposo y el


proyecto no se ejecutó (Vial Solar, 1903). Cabe recordar que el ci-
tado año de 1808, cuando al Rey Carlos IV se le ocurrió anexar de
una plumada Paposo al Perú, a miles de kilómetros de distancia,
el monarca hacía frente en su propia casa al fracaso de la Conjura
de El Escorial (1807) y al Motín de Aranjuez (1808) donde debió
abdicar en su hijo Fernando.

En territorio de Changos

En Paposo estaba parte de los últimos exponentes de


los recolectores, pescadores y cazadores que por diez mil años
ocuparon el litoral del Océano Pacífico entre el sur del Perú y Co-
quimbo. Todo hace suponer que no era un grupo étnico definido
sino poblaciones diferentes, especializadas en diversos aspectos
de la vida marítima, que se habrían extinguido a fines del siglo XIX.
Al comienzo se los conoció como “uros pescadores”, “camancha-
cas” o “proanches” y desde mediados del siglo XVII se comienza a
llamarlos changos, apelativo que prevaleció hasta avanzado el siglo
XX con cierta connotación despectiva. Incluso en Taltal se los solía
nombrar también como “paitacos”, un error porque los asimilaba
al gentilicio peruano de los habitantes de Paita, puerto pesquero
del litoral norte peruano. La legislación chilena no reconoce hasta
hoy la existencia de una etnia con estas características, mientras
la I. Municipalidad de Taltal junto a la Universidad “Arturo Prat”
de Iquique, en un proyecto conjunto (mayo de 2015), buscan que
el Estado reconozca la zona de influencia de los changos del norte
chileno creando un Área de Desarrollo Indígena, junto con validar
su reconocimiento concretamente para el área de Paposo.

La excelente exposición “Pescadores de la niebla: Los


changos y sus ancestros” (2008-2009), organizada por el Museo
Chileno de Arte Precolombino, con la colaboración de nueve
museos del país, dos universidades, la Fundación Familia Larraín
Echeñique, la I. Municipalidad de Santiago y Minera Escondida,

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Sergio Prenafeta Jenkin

abrió la información y el diálogo para conocer a este grupo humano


cuyo locus vivendi fue la costa: un lugar para vivir, para imaginar,
para trascender y un lugar de continuidad. Gran parte del material
expuesto en dicha exposición fue facilitado por el Museo Augusto
Capdeville de Taltal.

Los changos ocuparon tres territorios, de norte a sur,


con características especiales: El primero, desde Arica al río Loa,
donde es posible distinguir seis valles que descienden de los
Andes y cortan la Cordillera de la Costa para desaguar en el mar.
El segundo va desde el río Loa hasta Antofagasta, donde no hay
valles que desemboquen en el océano, con planicies litorales. El
tercero corre desde Antofagasta hasta el río Copiapó, con ausencia
de valles pero con una cordillera que colinda con el mar a través
de acantilados activos.

Hicieron su vida junto al océano por la riqueza de la flora


y fauna existente, por el clima litoral alentado por la corriente fría
Chile-Perú (Humboldt) rica en nutrientes; por la camanchaca que
moja los cerros y genera formas de vida únicas que, además, frena
el paso de la humedad al desierto. Pero también por el fenómeno
de inversión térmica cuyo origen está, entre otros, en el anticiclón
del Pacífico suroriental, el que trae consecuencias en su área de
influencia. Por ejemplo, situaciones propicias para la presencia de
alta contaminación o inhiba la formación de nubes que generen
precipitaciones abundantes.

Los pescadores primitivos, tal vez imbuidos en la cris-


tiandad, atribuyeron en la costa sur del Perú que “la llegada del
Niño Dios, el 24 de diciembre”, venía acompañado con cambios
que alteraban la productividad del mar. Los estudiosos modernos
llamaron a aquello como “Fenómeno El Niño”, consistente en el
ingreso de aguas marinas tropicales que provocan cambios en
la temperatura del océano y en la salinidad de las aguas, con la
desaparición o alejamiento de especies pelágicas (las que viven
en la masa de agua), la muerte de aves marinas y de las crías de
mamíferos marinos, y la entrada de especies de aguas cálidas.

Paposo alcanzó la expresión de mayor variedad y abun-


dancia de vegetación de las tres zonas antes señaladas. La costa
como un lugar de vida permitió distinguir tres etapas de adaptación
cultural: la de los Recolectores Marítimos, otra de los Pescadores

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La cuestión del Paposo

Tempranos y una última de los Pescadores Tardíos, durante los


últimos diez mil años y a través de unas trescientas generaciones
(José Berenguer R. 2008). Chañaral (primitivamente Chimiral), al
sur, era entonces un espacio enteramente desierto y sin más vida
que la residencia pasajera de los changos, hasta que el descubri-
miento del mineral de “Las Ánimas” vino, gracias a su cercanía, a
servirse de él para el embarque de sus minerales de cobre. Paposo
fue, en cambio, la residencia favorita de los changos, la cuna de
los Zuleta, de los Almendáriz (Almendares), de los Aracena, de
los Caruncho. Don Francisco y don Hilarión Zuleta eran conocidos
como sujetos de distinción, “nombres que constituían la nobleza
de la costa” según el relato de Sayago.

Anota este autor que los changos eran


“gente ignorante, retraída del acceso de las demás gentes, dedicada
exclusivamente a la pesca del congrio. Rondaban nuestra costa sobre
miserables canoas o balsas de cuero de lobo marino, llevando en ellas
toda su familia con sus perros, sus arreos y demás materiales. La tierra
desnuda, una cueva o un deslastrado rancho era toda su vivienda. El
desaseo y la miseria, junto con la ignorancia y con su destreza en el
pescar eran todo su patrimonio; la aversión a lo poblado y al tráfico
de gentes cundía entre ellos… De cuando en cuando recibían las
visitas del cura y religiosos de Copiapó, habiendo además tenido
el honor y el beneficio de tener entre sus miserables viviendas a
varios obispos de Santiago que venían a instruirlos en la fe católica
y bautizar numerosos niños bastante crecidos, hacer prédicas, co-
rregir sus malos hábitos, confesarlos y dirimir cópulas incestuosas”.

Corsarios y filibusteros que se paseaban por el océano,


podían muy bien acercarse a alguna caleta en demanda de agua e
interactuar con ellos, oportunidad que tenían los contrabandistas
para introducir sus mercaderías con toda facilidad. Esto obligó a
constituir entre los changos una compañía de caballería que se
llamó “Compañía de la Costa”. Constaba (1762) de un capitán,
un teniente, un alférez, dos cabos y veinte soldados, entre los
cuales predominaba el apellido Zuleta. En cuanto a la adminis-
tración civil y judicial de los changos, esta estaba encomendada
a un diputado territorial o teniente de corregidor que residía en
Paposo. El primero en ser nombrado fue José Zuleta, quien lejos
de prestar protección a los changos los oprimía con exacciones
(retenciones) y usuras, por cuya razón fue reemplazado por don
Gregorio Almendáriz a fines de 1789. El diputado don Gregorio
no sabía escribir, por lo tanto los informes que enviaba a Copiapó
llevaban la firma de don Félix Zuleta.

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Sergio Prenafeta Jenkin

Las balsas de totora

El uso de balsas de totora amplió el panorama de la pesca


hacia fines comerciales. Sin embargo, en un medio como Paposo,
donde no había madera ni totora, se impuso el uso del cuero de
lobos para transformarlos en naves de captura. Documentos fecha-
dos en 1547 dan cuenta de la estructura de estas balsas formadas
por dos odres inflados dispuestos en forma convergente hacia la
proa, hechos con cuero de lobos marinos unidos con espinas de
cactus entrelazadas con nervios o tendones e impermeabilizados
con una mezcla de arcilla y aceite de lobo. Los odres se inflaban
con una copuna consistente en un hueso largo de alcatraz intro-
ducido cerca de la proa, conectado a una tripa de lobo de mar y
a una boquilla de hueso de ave por la que soplaba el tripulante
cuando el flotador perdía aire. En algún punto de la costa entre
Tocopilla y Taltal se estima que pudo haber estado el “centro de
invención” de estas balsas.

El sacerdote Rafael Valdivieso, en viaje evangelizador


visitó Paposo a mediados del siglo XVIII. Contó así sus impresiones:
-La ocupación favorita de los changos es la pesca del congrio, que
abunda mucho por allí, y es digno de notarse el modo como lo
pescan. Este pescado es uno de aquellos que solamente pueden
recogerse con anzuelo…Más los paposinos tejen a propósito un
trozal de cáñamo de poco grueso y mucha consistencia, que lla-
man varilla, y van poniendo en distancia de pie o pie y medio cada
anzuelo hasta reunir 700 u 800: luego colocan guijarros de trecho
en trecho para que se mantenga la varilla estirada en el fondo del
mar, y en los dos extremos aseguran otras cuerdas que terminan
en sus respectivas boyas para servir de señales que den a conocer
el lugar donde están. Con este arbitrio, los pescadores sin más
trabajo que tender la varilla al anochecer y recogerla al siguiente
día, cogen una pesca abundantísima. En la primera ocasión que
vi sacar uno de estos lances, conté hasta 190 y tantos peces, y
felicitando al pescador por su buena suerte, él me contestó con
frialdad que mientras no llegase a 300 o 400, apenas era regular:
y posteriormente supe que esta misma era la opinión de todos.

El naturalista alemán Rodulfo Amando Philippi, en su


viaje por la costa norte de Chile (1853-1854), se refiere a Paposo
como “un cortijo aislado, un caserío que no alcanza el rango de
aldea”. Informó luego el tipo de población existente, destacando
el uso de balsas de cuero de lobo por sus habitantes en la caleta
de Tartal, Taltal o Juncal (sic):

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La cuestión del Paposo

-Cerca de nuestro toldo hay muchos ranchos de changos. Nada


es más sencillo que un tal rancho. Se fijan en el suelo cuatro cos-
tillas de ballenas o troncos de quisco, apenas de alto de 6 pies
y se echan encima cueros de cabras, (de) lobos marinos, velas
viejas, harapos y aun solo algas secas, y la casa está hecha. Por
supuesto no hay al interior ni sillas, ni mesas, ni catres; el estó-
mago de un lobo sirve para guardar el agua, unas pocas ollas y
una artesa completan el ajuar de la casa… Como media legua al
sur de Paposo hay un atracadero de los botes. La costa forma
aquí un llano bajo y ancho como un cuarto de legua hasta el
pie de los cerros. En este llano hay como 20 casas de changos.

El censo realizado en 1793, ordenado por el subdelegado


de Copiapó, estableció que la población de changos alcanzaba a
152 personas (23 hombres -padres-, 27 mujeres madres, 60 hijos y
42 hijas), desde Pan de Azúcar al paraje de Agua Salada; en 1813, en
plena guerra de la emancipación, un censo en Paposo contabilizó
a 570 individuos de origen indio, mestizo y mulato. En 1907 eran
441 personas (267 hombres y 174 mujeres y el resto extranjeros).
Los censos contabilizaron poblaciones de “chilenos” y “extranje-
ros” residentes temporales, pero en ningún momento se refieren
concretamente a “changos”. El explorador francés Julián Mellet
viajó por Sudamérica durante 12 años y publicó el libro “Viajes por
el Interior de la América Meridional”. Contó que en su viaje entre
Copiapó y Paposo a principios del siglo XIX, encontró que este
último era “una aldea habitada por indios tributarios gobernados
por un subdelegado y un cacique que hace de intérprete entre los
indios y el subdelegado”.

En 1853 Philippi hizo su campamento de trabajo en el sec-


tor de “Hueso Parado”, en las afueras de Taltal, comprobando que
estaba en medio de una decena de toldos habitados por changos.
Había certeza que hacia fines de los años cincuenta del siglo XIX
Taltal ya funcionaba como puerto clandestino de embarque de
productos mineros, sin autorización alguna de la autoridad com-
petente. A José Antonio Moreno le pareció que esta situación no
podía seguir. Sus méritos y reputación estaban puestos en duda.

Hacia 1870 habitaban la meseta sur de la “Quebrada de


los Changos” o “Quebrada Húmeda” (a unos 3 km al sur de la plaza
de Taltal), un centenar de estas personas entre adultos y niños.
Al fondo de la quebrada hay una fuente natural de agua que ase-
gura su consumo. La gran epidemia que hubo en Taltal los años
1886-1887 diezmó a los changos de ese hábitat y los pocos que

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Sergio Prenafeta Jenkin

quedaron emigraron a Paposo. Algunos estudiosos sostienen que


José Antonio Moreno decidió establecer el primer campamento
base en lo que hoy es Taltal, cerca de la Quebrada de los Changos,
“principalmente por la posibilidad de incorporar mano de obra
necesaria para el éxito de sus nuevos emprendimientos mineros
e industriales” (R. Contreras y P. Núñez, 2009).

Hay que crear puertos nuevos

Luego de recorrer la costa desde Chañaral a Mejillones


reconociendo nuevas caletas para uso comercial, el 14 de diciem-
bre de 1853 fondeó en Taltal el bergantín goleta “Janequeo” de
la Armada Nacional. El informe señaló que la entonces caleta
tenía una bahía semi cerrada a los vientos del sur y ubicada en la
desembocadura de una gran quebrada. Lo que había “más allá”
de esa quebrada, esto es la pampa misma, no tenía las mejores
referencias para el naturalista Philippi. Según Darapsky, frente
a los potenciales yacimientos salitreros y otros minerales del
desierto, Philippi “mostró solamente una sonrisa compasiva”,
de modo que el fin práctico de su viaje resultó ser un fracaso. El
mismo declaró que “el desierto es inhabitable porque el agua es
demasiado escasa y el interior inservible, de modo que la cons-
trucción de ferrocarriles y telégrafos sería inmensamente difícil
por no decir imposible”.

En tanto, a nivel de Gobierno, don José Victorino Lastarria


tuvo una preocupación fuerte por la exploración de las riquezas
mineras del norte de Atacama. Siendo Senador presentó un pro-
yecto de ley apoyando las actividades de la minería de exportación,
la que estaba rindiendo poco, y cuando fue designado Ministro
del Interior del Presidente Aníbal Pinto (1876) denunció la falta
de puertos desde donde despachar los productos. Por lo tanto
ordenó la formación de una Comisión Exploradora del Litoral
Norte de Atacama, la que viajó en el barco de guerra “Abtao” y,
entre otras decisiones, recomendó que la caleta Remiendos (luego
Blanco Encalada) fuera considerada como puerto menor, lo que
ocurrió en abril de 1877. Tiempo después se decidió construir allí
y en Taltal poblaciones, según lo dispuesto en el Decreto N° 179
de 1877. Se autorizaron dos nuevas poblaciones en el Desierto de
Atacama. Taltal tendría 11 manzanas, 9 de cien metros por lado y

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La cuestión del Paposo

dos de 160m. El geólogo Pedro Pissis, comisionado por el Gobierno


para estudiar el tema, concluyó que “Taltal debería ser el puerto
principal por el que se exportará no solo salitre sino que todos
los productos del interior”. A fines del siglo XIX Taltal enviaba al
extranjero borato de cal, cobre en barra, ejes de cobre y plata,
oro, salitre y yodo. La prosperidad estaba de nuestra parte. La
caleta Blanco Encalada, a la que se le concedió mayor cantidad de
espacio para viviendas, no conoció el progreso como lo vivió Taltal.

Hemos hablado, hasta ahora, mucho más de Paposo


que de Taltal y eso tiene su razón: la caleta donde se levantaría
Taltal no concentró gente en cantidad como sucedió en Paposo
y alrededores. Taltal era parte de un circuito de explotación más
que de asentamiento. El registro arqueológico de Taltal mismo se
concentraría en el extremo sur de la caleta, en La Puntilla, donde
existe hasta hoy un lugar de abrigo especial para “capear” vientos,
corrientes y mareas.

Los changos no renunciaban incorporarse a trabajos


mineros. Pero ¿qué lengua o dialecto hablaban y qué tipo de es-
critura utilizaban? No hay aún respuestas para estas preguntas
fundamentales que caracterizan a las etnias de nuestro territorio
y que al faltar frenan el avance en la comprensión del mundo
chango. No obstante, los investigadores fueron avanzando en
conocer la forma cómo vivían y morían estos grupos humanos;
cómo eran sus asentamientos y sitios habitacionales, cómo se
adaptaron a la explotación de los recursos costeros. Se sabe hoy
que los referentes arqueológicos más importantes de esta clase
de asentamientos semi sedentarios están entre Caleta Huelén, por
el norte, cerca de la desembocadura del río Loa, y en Los Bronces,
un asentamiento de 5.500 años antes del presente ubicado diez
kilómetros al sur de Taltal, en el camino que sigue a La Puntilla.

Resulta común que los sitios habitacionales de aquella


época temprana se usaran también como cementerios. Bajo los
pisos de los recintos se enterraba a uno o varios muertos en po-
sición extendida, con sus rostros cubiertos con pigmento rojo o
arcilla y envueltos en esteras de fibra vegetal. A manera de ajuar
se los acompañaba con enseres domésticos, cestos, instrumentos
de pesca, tejidos de estera, figuritas de hueso y finas hojas de
piedra conocidas precisamente como “taltaloides”.

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Sergio Prenafeta Jenkin

El Médano, Museo del Arte Rupestre

El arte rupestre tomó pronto cuerpo mostrando en un


solo frontón de piedra pinturas de ballenas, tortugas, albacoras,
pescadores en balsas con sus medios de caza, pero también camé-
lidos del desierto costero. A 75 km al norte de Taltal por el actual
camino semi costero norte (actual Ruta B 710) se encuentra la
quebrada de El Médano, uno de los yacimientos de arte rupestre
más singulares del Pacífico sudamericano. Se trata de unos 200
paneles con pictografías a lo largo de 5 km de una senda de no
fácil acceso donde destacan sobre bloques de granodiorita y vetas
de andesita, cerca de 1.500 imágenes pintadas en rojo que repro-
ducen escenas de pesca y caza en el océano más rico del planeta.

El Médano no es el único tesoro del arte precolombino


que ofrece la comuna de Taltal a sus visitantes. En los últimos 20
años se han identificado y confirmado nuevas manifestaciones de
este tipo en otros sitios cercanos a la costa, seguramente santua-
rios de arte votivo para lograr una buena pesca y caza de animales
marinos como de guanacos. Todos estos sitios arqueológicos, en
total hasta la fecha (2017) unos 21, incluyendo El Médano, se en-
cuentran asociados a 47 aguadas, manantiales o desembocadura
de quebradas que evidencian flujos hídricos del pasado, entre “Los
Bronces” por el sur hasta “Miguel Díaz” por el norte. (Contreras,
R., P. Núñez, O. Rodríguez. Taltalia, 2008).

En 2016 tuvimos la oportunidad de dar dos clases en la


Escuela “Alondra” de Taltal a un curso mixto de alumnos entre los
12 a 13 años de edad. La primera fue sobre la Reserva Nacional de
Paposo y la segunda con el tipo de enfermedades que más afectan
a la población de la comuna. En la primera sesión se mencionó la
negativa oficial del Estado para reconocer a los changos como una
etnia, tal como sucede con pascuenses, atacameños o diaguitas.
Insistimos que las razones que se esgrimen para no admitirlos
como etnia es la carencia de un lenguaje y una escritura propios.
Todo el curso aceptó en silencio estas razones, menos una alumna
que levantó su mano pidiendo ser escuchada.

-Señor, mis abuelos viven en Paposo y yo conozco las


pinturas que dejaron los changos. Ellos si sabían comunicarse a
través de sus dibujos. No fue necesario que lo dejaran por escrito,
expresó con seguridad ante sus compañeros y la profesora del curso.

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La cuestión del Paposo

Lamentablemente no retuvimos el nombre de la alumna


pero su aporte, vivencial y convincente, abrió de inmediato un
diálogo enriquecedor. Abordamos la función comunicativa del
lenguaje humano que garantiza la transmisión de la cultura de una
generación a otra haciendo suya la experiencia del pasado. Pero
para la fijación de ese lenguaje hay que hacerlo mediante símbolos
gráficos: las letras, signos materiales que en un comienzo fueron
un símbolo y más tarde un dibujo o una pictografía, los cuales ini-
ciaron el sistema gráfico. Entonces los petroglifos, dibujos incisos
en piedra, burdos, geométricos o estilizados, tenían y conservan
una significación gráfica expresiva equivalente al lenguaje. La
escritura alfabética actual nació a mediados del segundo milenio
antes de Cristo. Toda esta reflexión, que no excedió la hora en un
ambiente de interés y participación plena, enriqueció y sobrepasó
nuestro propósito. Los niños querían seguir dialogando sobre el
tema y acordaron viajar un fin de semana a conocer las famosas
pinturas rupestres.

Los aportes de Capdeville

Fue un entusiasta arqueólogo aficionado, con estudios


iniciales de Medicina y Derecho que no pudo terminar dado la
muerte de su padre. Augusto Capdeville Rojas fue funcionario
público del Servicio de Aduana y Tesorería con el cargo de Pesador
1° de salitre en Taltal. Luego de su trabajo cotidiano, dedicó buena
parte de sus horas de descanso a explorar, catear, entrevistar a
antiguos pescadores y a excavar durante años los conchales que
los primitivos pobladores de la costa dejaron en Morro Colorado,
en Caserón y sitios adyacentes, en la Llanura del Hueso Parado,
en la Quebrada de San Ramón, en Punta Morada y otros sitios ale-
daños a Taltal. Todo el resultado de sus observaciones constituye
hoy un valioso patrimonio que conserva el Museo que lleva su
nombre. La disciplina que se impuso para detallar sus hallazgos
en cada salida a terreno, la precisión de lo observado y el croquis
coloreado a mano a falta de la impresión fotográfica, derivó en
una colección de valiosos cuadernos donde prima el detalle que
orienta a los científicos que han seguido de cerca el análisis de
sus aportes. Con todo ese material estudiado y guardado en cajas
debidamente rotuladas, entre 1914 y 1918 planteó la hipótesis de
la presencia en la costa de Taltal de la “Civilización Dolménica”

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Sergio Prenafeta Jenkin

o “Gentes de los Círculos de Piedra” con sus cementerios en la


Puntilla Sur y de los llamados “vasos pintados”.

A juzgar por los trabajos pioneros de Capdeville, espe-


cialmente los que pertenecen a la época de la cerámica, “Taltal
pasó a ser un fenómeno cultural único para la zona litoral”, según
apreciaciones del doctor Richard P. Schaedel, investigador estadou-
nidense que fue invitado por la Universidad de Chile para participar
en la creación de su Centro de Estudios Antropológicos. En 1938 el
ingeniero inglés Ricardo Latcham Cartwright (1869-1943) publicó
el resultado de sus primeras investigaciones prehistóricas en Pa-
poso y Cobija donde tuvo su primer encuentro con los testimonios
changos, sin dejar, como ingeniero, de apreciar la riqueza minera
de la zona. Latcham agregó tres nuevos sitios arqueológicos de
la “Cultura Dolménica” para el sector sur de Taltal: Agua de los
Perros, caleta de las Guaneras y quebrada El Bronce (hoy de Los
Bronces) y llamó la atención del mundo científico con un trabajo
sobre “La Edad de Piedra en Taltal” (1939). Luego, el experto esta-
dounidense Junius Bird realizó excavaciones entre Arica y Taltal y
elaboró la primera secuencia ocupacional y cultural para la costa
del norte de Chile. Su trabajo mayor se concentró en Taltal donde
excavó dos grandes conchales: Cerro Colorado y Punta Morada,
destacando la evidencia de cazadores, pescadores y recolectores
marinos que ya utilizaron anzuelos hechos de conchas.

El detalle de muchas de las excavaciones hechas por


Capdeville ha sido publicado y comentado por la revista “Tal-
talia” del propio Museo. Llama la atención que en medio de su
relato técnico, incluyese este comentario personal no menor:
“En diciembre de 1914, hice reunir en mi pieza de estudio al señor
Rector del Liceo de Taltal, ingeniero de minas don Ricardo Fritis;
al profesor de ciencias Físicas y Naturales de ese liceo, abogado
don Arturo Torres Pinto; al Administrador de Aduana, don Ricardo
Urquieta y al Interventor de la misma, don Carlos Bravo V. para
darles a conocer mi descubrimiento. Vi muchas sonrisas; oí frases
de ignorancia pero también hubo palabras de sincero asombro por
lo que tenían ante su vista. Cuando meses después se proclamó
que eran trabajos humanos muy antiguos por primera vez vistos
en Chile, todos los ignorantes se volvieron sabios”.

Capdeville recibió en Taltal la visita del experto alemán


Friedrich Max Ulhe (1856-1944), que fue contratado por el Gobier-

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La cuestión del Paposo

no, vivió en Chile desde 1911 a 1919 y ejerció una gran influencia
en los científicos nacionales y extranjeros que investigaban en el
país. Sostuvo luego con Ulhe una activa correspondencia y éste
estudió el material recogido por Capdeville, corrigió algunas de
sus apreciaciones y estableció una cronología provisoria y tal vez
definitiva que aclaran aspectos de la prehistoria de la región. Sus
trabajos en Taltal y sus relaciones con Capdeville están bien rela-
tadas en diferentes publicaciones, entre ellas la preparada por la
doctora Grete Mostny, directora del Museo Histórico Nacional,
autora del “Epistolario de Augusto Capdeville con Max Uhle y
otros arqueólogos e historiadores” (1964). Para Uhle, el yacimiento
de Taltal que estudió Capdeville, más allá de algunas precisiones
metodológicas, sin lugar a dudas ayudó a enriquecer los motivos
de la investigación del hombre paleolítico en América y en Chile.

Taltal fue un referente importante de las discusiones ar-


queológicas durante la primera mitad del siglo XX, particularmente
en aquellas sobre las poblaciones de cazadores, recolectores y
pescadores tempranos de Sudamérica. Sin embargo, la investi-
gación sistemática en Taltal quedó prácticamente abandonada
a partir de la década de 1940, salvo algunos trabajos aislados de
campo. Pasaron cuatro décadas hasta que una nueva generación
de estudiosos fijó su atención en Taltal y su entorno, en el rescate
de nuevos sitios arqueológicos, en la navegación y la caza de espe-
cies oceánicas, en la prospección de 90 km de costa entre Caleta
El Gritón, al sur de Taltal y Punta Cañas, al norte de Paposo; en las
pinturas rupestres de El Médano, los contextos líticos de asenta-
mientos arcaicos, la existencia del Precerámico en sus costas, la
organización económica de las poblaciones arcaicas; en nuevas
visitas a Morro Colorado, en la minería del período arcaico en la
quebrada de San Ramón, etc. Muchos de estos trabajos han sido
financiados por medio de proyectos llamados a concursos por el
Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología (Fondecyt), el aporte de
universidades, del Gobierno y el Museo Regional de Antofagasta,
de la Ilustre Municipalidad de Taltal y del Museo Augusto Capdeville.

Un variado menú

El uso de modernas técnicas de investigación ha permiti-


do contar con dataciones más precisas del poblamiento costero,

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Sergio Prenafeta Jenkin

determinando –entre otros temas– el contenido de los desechos


de alimentos consumidos y dejados en los basurales de los di-
ferentes sitios. En el área Cascabeles, por ejemplo, se sabe que
el menú cotidiano usaba de preferencia moluscos: locos, lapas,
ostiones, y luego peces del intermareal rocoso: pejeperros, viejas,
corvinas, jureles y tomoyos. La especie que más abunda entre los
restos óseos de algunos aleros es el jurel, base predilecta en el
consumo de estas poblaciones, seguido por la corvina y la sierra y
con mucha menor importancia la merluza, el rollizo, el bonito y la
cabrilla. El congrio, en cualquiera de sus tres variedades y que hoy
aparece como un símbolo de Taltal, tenía un consumo de segunda
importancia. Peces oceánicos de captura más especializada como
la albacora, el merlín, el atún, el dorado y los tiburones, también
formaron parte de la dieta de los changos primitivos, lo que ya
exigía el uso de artes de pesca especializadas en su captura. En
otro momento del período Arcaico predomina la ingesta del caracol
negro (Tegula atra), seguido de lapas y apretadores (chitones). El
choro zapato, muy común en la costa chilena, proveía su concha
para la producción de anzuelos con vástago, fabricados con el
método del recorte y el pulido, sin embargo también aparece el
anzuelo de mayor resistencia fabricado en hueso de guanaco.

Los investigadores han organizado la suma de sus hallaz-


gos e interpretaciones del llamado Arcaico en períodos que van
de los once mil a los dos mil quinientos años antes del presente.
Ello les ha permitido plantear una evolución de las tecnologías
usadas, el tipo de ocupación de los distintos aleros rocosos y el
tiempo de ocupación –su temporalidad–; los sistemas de movili-
dad (desplazamiento) y permanencia en determinados sitios, el
cambio de las prácticas mortuorias y en épocas más recientes la
adopción de tubos de cobre para insuflar alucinógenos, algo que
los científicos atribuyen como un momento terminal del período
de los “pescadores especializados en aldeas incipientes”.

Llama la atención que entre los sitios citados en los estu-


dios figure la “Poza Bahamondes”, ubicada en el lugar donde don
Santos Bahamondes Latorre, un minero que dedicó el siglo XX de
su vida al trabajo en las cercanía del litoral como en el desierto y
al que todos conocían como el “chango Bahamondes”, mantuvo
allí una planta para producir concentrado de cobre de sus propias
minas. El sitio está a un kilómetro y medio de la plaza del puerto
y la planta cerró un día sus actividades sin que nadie advirtiera

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La cuestión del Paposo

que bajo el alero que conduce a la poza, a orillas de su playa, se


descubrieran restos óseos de corvinas, jureles y pejeperros que
hace 4.060 años consumieron nuestros antepasados.

El trabajo sistemático en terreno permitió a los investi-


gadores advertir cómo comenzó a desaparecer el uso del anzuelo
de concha; las ocupaciones (los aleros donde vivían) se fueron
notando más efímeros con una virtual desaparición de los fogones
y donde no figuran evidencias que los difuntos fuesen enterrados
en los espacios habitacionales. Se advierten entonces restos de
campamentos residenciales de pequeños tamaños y de una ocu-
pación por menor tiempo. En general hay una escasa densidad de
depósitos lo que sugiere una significativa disminución poblacional
de Taltal y un drástico cambio de los sistemas de movilidad. Los
entierros se hacen ahora con las personas flectadas. Lo que viene
más tarde será la ocupación prehispánica de Taltal, el uso de un
lenguaje oral único y el desarrollo de la alfarería. Estamos hablando
de Plaza de Indios, Llano de los Muertos, Poza Bahamondes, Mo-
rro Colorado, San Ramón, Punta Morada, Paso Malo, Portezuelo
Choluto, San Lorenzo, El Gaucho, Bandurrias, el Rincón y Punta
Cañas, siempre de sur a norte del litoral taltalino.

El anzuelo de cobre cobra vida y hay un progresivo


abandono de los campamentos habitacionales junto a la línea
de costa. La vida de los changos dejó de estar vinculada solo al
mar y se invade la pampa y comercializan productos tales como
pescado seco que es llevado a San Pedro de Atacama y entregado
en trueque a quienes lo cambian por granos, harinas y hojas de
coca boliviana. El propio naturalista Philippi refiere haber visto el
trueque de productos secos del mar por papa y harina en pleno
desierto entre changos y atacameños. La importación de las ho-
jas de coca se extiende dentro o fuera de la ley hasta 1950 para
consumo especialmente de los pobladores adultos de majadas,
caseríos y ocasionalmente viejos mineros. Ya no se habló de la
prohibida “hojas de coca” sino simplemente se la nombró como
“lechuga”, la que se vendía a los interesados por kilos.

Los changos aprovecharon de la mejor forma los recursos


marinos de nuestra costa. Un interesante estudio sobre el tema,
realizado en tres grandes conchales arqueológicos del llamado
Arcaico Medio (6.000 a 4.000 años antes de Cristo) muestra la
riqueza de estos recursos de invertebrados, además de peces y

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fauna marina. Restos de locos, lapas, caracoles negros, chitones


(apretadores), peces litorales (jurel, jerguilla, bilagay, sierra, al-
bacora, cojinova, vieja, sardina, anchoveta, congrios, lenguados,
tiburones, lobos marinos), delfines y ballenas, además de cuatro
especies de algas y, en la tierra, el zorro gris o Chilla y el lauchón
orejudo.

El primer conchal está en Morro Colorado, a 3 km al


norte de Taltal, uno de los sitios arqueológicos más importantes
de nuestra costa, no obstante encontrarse muy alterado por la
acción humana y el tráfico vehicular. Hubo allí un campamento
residencial mil años atrás. El segundo conchal está en el sector
Agua Dulce, unos 20 km al norte de Taltal, a unos seis metros
sobre el nivel del mar. Fue ocupado y desocupado por lo menos
cuatro veces entre los 6.826 y 6.258 años antes del presente. El
último conchal es llamado Zapatero y se encuentra a 60 km al
norte de Taltal y a 10 km de Paposo. Está solo a algunos metros de
la línea de la costa actual y se advierten las actividades realizadas
por grupos de cazadores-recolectores-pescadores en distintos
momentos del Arcaico Medio, como el consumo y procesamiento
de fauna marina y terrestre, manufactura de instrumentos líticos
óseos y de conchas, barbas para arpones, anzuelos de cobre, etc.
Los locos (Concholepas concholepas) más chicos que comieron los
changos fueron los de Morro Colorado, a diferencia de Zapatero
donde los especímenes eran más grandes. Lapas hubo en mayor
cantidad en Zapatero que en los otros dos conchales. (Taltalia N°
5-6, 2013, pags. 37-53).

Unas misteriosas rayas

Las investigaciones arqueológicas suman y siguen en el


área costera de Taltal. En la plataforma que enfrenta la rada de
Paposo, muy cerca del paso de la carretera (entre Punta Grande
y Paposo) se ubica Punta Negra, un conglomerado arqueológico
donde fijó sus observaciones Patricio Núñez Henríquez, inves-
tigador adjunto al Museo Augusto Capdeville y académico por
más de cuatro décadas vinculado a las universidades de Chile y de
Antofagasta. El sitio, de casi 20 mil metros cuadrados, es un sector
de petroglifos ubicado sobre un afloramiento rocoso de escollos
y desniveles que dificultan la movilidad de las personas, pero que

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La cuestión del Paposo

por lo mismo para Núñez, “junto a la soledad, el viento y el sentir


del mar hasta la línea del horizonte, hace posible percibir cierta
quietud y tranquilidad en la atmósfera”. Allí están las llamadas
“piedras inscritas” o rayadas, un símil de lo que hacen los niños
en la playa decorando sus castillos de arena.

Por la correspondencia epistolar entre Max Uhle y Cap-


deville en 1919, se sabía que este último había encontrado en el
asentamiento del Caserón, de la Gente de los Círculos de Piedra,
en Taltal, una gran piedra que presentaba rayas por sus dos caras
como si hubiesen sido trazadas con regla y escuadra y que él de-
nominó como “piedra inscrita”. Uhle le respondió rápidamente
desde Arica y anota: “Su piedra inscrita no es inscrita verdade-
ramente. Las rayas tienen un origen técnico, de la costumbre de
afilar los instrumentos. Yo tengo aquí dos del mismo tipo y muy
a mano”. Los antecedentes de la gran piedra taltalina hacían pre-
sumir, no obstante, que su constitución no era de arenisca apta
para afiladores.

Núñez explica que pasado casi un siglo de la respuesta


lapidaria de Max Uhle, el tema no se volvió a discutir en congre-
sos y reuniones de la arqueología del norte de Chile pero que, sin
embargo, abrió nuevos flancos para la investigación en la estética,
en el arte abstracto y hasta en el chamanismo. Porque descubrir
huesos de jureles en un conchal tiene una respuesta rápida: el sus-
tento cotidiano en determinado tiempo, pero explicarse por qué
algunas piedras aparecen rayadas casi con cincel, la interpretación
es hasta ahora del todo más difícil porque no es posible conocer el
significado de sus signos preservados o tener una interpretación
fidedigna de aquello.

Sostiene el autor que “la comunidad de Punta Negra tuvo


la voluntad de expresar sus emociones, sentimientos, creencias,
conocimiento e ideas, su memoria colectiva en forma abstracta
en las rocas. El resultado es un hecho razonado y creativo, quizás
con diferentes fines, especialmente en el ámbito de la magia y la
religiosidad, que nosotros consideramos, además, como expresión
artística abstracta”.

Quedan invitados los/las lectores/as para ver y fotogra-


fiar las piedras rayadas que se conservan a la entrada del Museo
Augusto Capdeville. Para los investigadores y para el director del

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Sergio Prenafeta Jenkin

Museo es mucho mejor que el público y los estudiantes aprecien


testimonios como estos a través del diálogo en el propio Museo,
que en los sitios costeros locales. Razones: en este mismo sitio
de Punta Negra hay evidencias que la roca ha sido usada reciente-
mente como cantera, empleando para ello explosivos. Atentados
a la cultura como este no son aislados. Trabajos de campo son
con cierta frecuencia interrumpidos por el huaqueo o robo de
tumbas para convertir sus hallazgos materiales en productos de
venta clandestina. (En: Patricio Núñez H. Vivir después de soñar.
2016, 142 págs.).

Se encarga a ingenieros evaluar las minas

La riqueza de las minas del norte comenzó a llamar la


atención del gobierno. En una publicación realizada en 1931 bajo
el nombre de “La Nueva era de las municipalidades de Chile”, se
describe a Taltal como un pueblo que consta de 130 manzanas con
calles de 20 m de ancho y se encuentra dividido en dos partes por
el Cerro Central. Eso no bastaba para entender cómo se llegó a
aquello si nuestro puerto comenzó a ser de interés para el Gobier-
no central por lo menos a partir de 1854. En efecto, los primeros
documentos oficiales de Chile donde se insinúa la existencia de
“poblados menores al norte del río Copiapó” se produjo el 25 de
octubre de 1854, cuando por ley de la República se estableció un
Cuerpo de Ingenieros de Minas y Distritos Mineros del país. Allí se
señaló que “habrá un Cuerpo de Ingenieros de Minas encargado
de velar sobre la observancia de las leyes y ordenanzas relativas
a su laboreo, conforme a la presente ley y a los reglamentos que
se den para completarla”. La minería comenzaba a tener valor
para el Gobierno.

El territorio naciónal se dividió en distritos mineros y la


provincia de Atacama (de la que Taltal formaba parte) ocupó el
primero. El 7 de abril de 1857 se decretó que “el primer distrito
comprenderá todo el territorio de dicha provincia que se extiende
al norte del río Copiapó, desde la orilla derecha de ese río”. Se ha
subrayado lo anterior porque la referencia está hecha a bulto, sin
precisión alguna, lo que no ocurre con el segundo distrito donde se
señala de manera taxativa que corresponde a los departamentos de
Vallenar y Freirina. Casi tres décadas más tarde, en 1886, aparecen

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La cuestión del Paposo

por primera vez unos nuevos personajes, los “diputados propie-


tarios” por comunas y para Taltal un representante totalmente
desconocido, don Manuel José Vicuña. Llama la atención que por
lo general esos diputados y senadores del país eran políticos de la
capital, muchos de ellos aristócratas que nunca visitaron el área
geográfica que representaban.

Las referencias a lo que sería el territorio de la comuna


de Taltal, comenzaron a ser desde entonces más precisas. En
1878, por ejemplo, la noticia más importante fue la decisión del
Presidente Aníbal Pinto de entregar fondos para realizar estudios
y reconocimientos preliminares destinados a la construcción de
ferrocarriles que comunicasen el puerto de Taltal y el de Blanco
Encalada con las salitreras del interior: desde Taltal (entre los 25° y
25° 30´´) al cantón del mismo nombre y el de caleta Blanco Encalada
al cantón de Aguas Blancas (aproximadamente en los 24° 10´´). Si
bien tiempo después la iniciativa se declaró inviable, por lo menos
alentó el interés empresarial así como el público para considerar
que para Taltal asomaba un futuro interesante. El primer embar-
que salitrero desde Caleta Cascabeles o Puerto Oliva se produjo
al año siguiente, cuando ya existía un poblamiento temprano de
pescadores y changos y crecían los “enganches” que trajeron
hasta la pampa del cantón salitrero a trabajadores procedentes
de la zona central del país. El destino de estos compatriotas era la
pampa inhóspita donde se iniciaban las explotaciones salitreras.

Con antelación, el Presidente Manuel Montt emitió el


12 de julio de 1858, como analizaremos más adelante, un decreto
que declaraba habilitado el puerto de Taltal para el cabotaje y,
consecuentemente, en la categoría de Puerto Menor. En el libro
“La nueva era de las Municipalidades” se precisa que la habilitación
del puerto significó que se podía usar para cabotaje y que debía
existir un poblado (una población). El decreto autorizó el funcio-
namiento del Servicio de Aduana, pero a pesar de este avance
el pueblo no prosperó hasta fines de la década de 1880, con los
descubrimientos de salitre en el Desierto. Por Decreto de 6 de julio
de 1877, se había creado la subdelegación de Paposo y ese mismo
año se establecían las poblaciones de Blanco Encalada y Taltal.

De todo este andar, a veces cansino y otras expectante,


nos ocuparemos pronto.

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

4. JOSÉ ANTONIO MORENO, MINERO Y BENEFACTOR

La historia de Taltal está asociada de forma indisoluble


con la gestión minera y ciudadana de don José Antonio Moreno
Palazuelos, minero copiapino nacido en 1812. Desde temprano
exploró el desierto en el que el Gobierno de la época mostraba
poco interés porque el centro de la actividad minera, fundidora y
exportadora no estaba precisamente en la provincia de Atacama
sino en la de Coquimbo. Por el lado materno, Moreno era primo
de Diego Portales Palazuelos, sin embargo los separaban 19 años
y un muy escaso contacto familiar por la distancia donde vivían y
la gestión de uno y otro en la actividad pública.

Moreno se casó dos veces, la segunda en 1857 con una


joven de 22 años, 45 años menor que él. Era Delfina Zuleta Hidalgo,
cuando niña compañera de curso de María Moreno en la escuela, la
hija del primer matrimonio de don José Antonio. Algunos cronistas
afirman que Delfina “era una bella joven”, dato novelesco que no
resulta importante si confirmarlo o ponerlo en duda. En cambio, lo
valioso fue su condición de madre de sus tres hijos Moreno Zuleta:
Herminia Delfina (1859), fallecida a temprana edad; Julia María del
Carmen (1863) y José Antonio (1865), quien no conoció a su padre y
falleció soltero a los 33 años. Delfina como mamá debió asumir los
deberes de un papá ausente en el desierto y luego como gestora y
representante de los negocios de su esposo en Copiapó y Caldera.

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José Antonio Moreno, minero y benefactor

Desde 1854 a 1859, Moreno y Ramón de la Barra arrenda-


ron en sociedad la estancia de Paposo a la pudiente familia Gallo
de Copiapó. La historia de cómo llegó a sus manos este “regalo”
nos retrotrae 338 años a la fecha (1679-2017), más del doble de la
edad que tiene Taltal como comuna. Apelando a vuestra pacien-
cia, estimado lector/a, se lo quiero explicar (S. Prenafeta, Taltalia
N° 5-6, 2013):

El 4 de julio de 1679, el Gobernador y Capitán General


del Reino de Chile, don Juan Henríquez, Caballero de la Orden
de San Juan, del Consejo de Su Majestad, Presidente de la Real
Audiencia, concedió oficialmente los terrenos de la antigua estan-
cia al Maestre de Campo, Corregidor y Justicia Mayor del Partido
de Copiapó don Francisco de Cisternas Villalobos. En la “Historia
de Copiapó” de José María Sayago (1874, pág. 84), se cuenta que
“Cisternas salió de Copiapó en demanda de un derrotero de mi-
nas, luego de mucho recorrer llegó a un paraje desconocido con
el nombre de Paposo y pareciéndole muy a propósito para crianza
de ganado, por los pastos naturales que allí abundan, lo solicitó al
capitán general don Juan Henríquez mediante el pago de catorce
pesos de media anata. Lo obtuvo con fecha 4 de julio de 1679,
en la extensión de 1.500 cuadras, distribuidas por iguales en los
puntos llamados Guanillos, quebrada de Camarones y lomas de
Llampi, siendo sus linderos, desde el mar a Cordillera, la quebrada
de Miguel Díaz, al Norte, y la de Paposo al Sur”. (La anata era un
impuesto colonial instalado en 1631. Por lo general no se aplicaba
sino que se castigaba la mitad de la renta).

Vamos a la segunda parte. Cisternas no vivía solo. Estaba


casado con doña María Fuijea y fue padre de Josefa y Mariana Cris-
tina Cisternas Fuijea. Ambas, a su tiempo, fueron esposas de don
Felipe Mercado, general y padre de los hijos legítimos Mercado
Cisternas, quedando finalmente con los títulos de la estancia los
hermanos Felipa, Gregoria, Francisco Javier y Juan.

Tercera parte. A la muerte de don Felipe, se incluyó esta


macro propiedad entre los bienes partibles y así fue adjudicada
a don Julián de la Sierra, “vecino de la villa de San Francisco de
la Selva, partido de Copiapó”. El nuevo dueño quiso tener en sus
manos una copia del título de la estancia y con tal fin se dirigió al
Presidente Ambrosio O´Higgins, quien pidió un informe al fiscal

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Sergio Prenafeta Jenkin

de Su Majestad sobre la solicitud y con fecha 21 de julio de 1791


dictó el auto respectivo. Este advirtió a don Julián:
“No debe impedir a los indios el uso de las playas y cien varas más
arriba de la más alta marea i que es obligado a permitirles formar
barrancas, extender sus redes, mantener las cabalgaduras i hacer en
dicho terreno cuanto sea necesario para el ejercicio de la pesca, sin
pretender exigirle por ello contribución alguna, por vía de gratifica-
ción, pago de arrendamiento i otros de los que se hallan introducidos”.

Valioso y de justicia lo señalado por don Ambrosio. Sin


embargo, no mencionó la extensión ni los linderos demarcatorios
de la estancia, antecedentes valiosos que más tarde desataron
juicios ante los tribunales de justicia.

Cuarta parte. La hija de don Julián y heredera de Paposo,


doña Manuela de la Sierra, se casó con don Pedro Antonio Goye-
nechea y fue madre de quien recibió en herencia la estancia, doña
Candelaria Goyenechea de la Sierra y Mercado (1795-1884), esposa
de don Miguel Gallo Vergara, un rico minero y comerciante copia-
pino, padre de los diez hijos del matrimonio. Gallo usó Paposo para
criar ganado que traía en arreo por el desierto desde Argentina.
Se cuenta que instaló los piños en los faldeos del poblado y el
trabajo de sus peones lo hacía a cambio del talaje de sus animales,
“lo que le permitía obtener mano de obra gratis a expensas de
la escuálida y estacional vegetación lugareña (Larraín H., 1981).

El 31 de octubre de 1843, el gobierno crea la Provincia de


Atacama e incluye a Paposo. Nadie habla de Taltal. Se disipa de
esta forma cualquier duda que hubiese sobre la pertenencia de
ese apartado territorio de Chile.

Durante su juventud, José Antonio Moreno había tra-


bajado en Copiapó en uno de los establecimientos mineros de
la familia Gallo, llegando a ser un eficiente mayordomo y luego
administrador de la mina Candelaria de Chañarcillo. Era una per-
sona de confianza de la familia Gallo. Pronto inició cateos y explo-
raciones por el desierto en busca de algunos derroteros mineros
muy comentados en Chañaral, Mejillones y Paposo. Se preocupó
por llegar e inspeccionar personalmente estos lugares, contando
para ello con un gran amigo y conocedor del desierto, don Diego
de Almeyda. Antes que Moreno llegara por primera vez a Paposo,
Almeyda ya había estado allí 23 años antes. Don José Antonio tuvo

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José Antonio Moreno, minero y benefactor

también información de la existencia de minerales en el sector de


Paposo por sus relaciones de trabajo con Nicolás Pérez Talavera,
su socio en varias empresas de cateos, especialmente de plata y
que falleció en 1854. En ese tiempo estaban casi abandonados
los minerales de Bandurrias, Estancia Vieja, Matancillas y Paposo,
minas con hondura media de 25 a 49 m verticales.

Moreno vio y pasó su mano sobre colpas de cobre nativo.


No había que cavar la tierra para llegar a contemplar esa maravilla.
Decidió quedarse allí, construir una habitación amplia y cómoda
desde donde organizar la planificación de su obra. Lo suyo no era
la pesca ni la explotación de los recursos de un mar generoso, de
tal forma que nadie se sintió invadido en su trabajo. Había que
organizar el trabajo como la ley lo ordenaba. Cada nuevo trabajo
minero debía ser inscrito en la escribanía (notaría) geográfica más
cercana, esto es en Caldera (La Caldera). No había un tiempo para
viajar por mar a ese puerto cada vez que fuese necesario inscribir un
nuevo pedimento. Entonces también su familia respaldó a Moreno.

A partir de 1856 comenzaron a hacer la travesía por


mar a Caldera los enviados de don José Antonio, llevando desde
Paposo el pedido de inscripción de nuevas minas dentro de la
estancia. Allí su cuñado Juan Zuleta Hidalgo, la hermana de éste y
esposa de Moreno, doña Delfina; su hermana doña María Moreno
de Garnham, el marido de ésta y gran colaborador de Moreno,
Juan Esteban Garnham, se encargaban de los trámites. En otros
momentos aparecían representantes de Moreno como don En-
rique Ernesto Schmidt, “natural de Hamburgo”; Elías y Domingo
Almendares, naturales de Paposo, además de don Manuel Ossa,
otro incansable cateador del Desierto. En los terrenos concedidos
por el Estado, Moreno levantó un gran establecimiento para la
fundición de metales, luego adquirió vapores y barcos a velas y
con ello puso en ejecución los viajes periódicos entre los puertos
chilenos y Europa.

¿Tuvo contacto Moreno con Charles Lambert, maestro


de la fundición y el refinado, o con Ignacio Domeyko para en-
frentar con las técnicas de la modernidad la industria cuprera?
El conocimiento minero de esas horas se fundamentaba en los
contactos con los cateadores y buscones, en ciertas creencias
asociadas al aspecto exterior de las formaciones naturales(color,
forma y disposición de las rocas) y no solo en la simple fortuna de

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Sergio Prenafeta Jenkin

los hallazgos. Hasta hoy se carece de información para saber que


esos contactos fueron factibles de establecer (Pinto J. et al. 1993).

Aparecen nuevas minas

En 1857 Paposo y las minas de caleta El Cobre entraban


en plena producción. Los títulos de propiedad se iban sumando
rápidamente: Parrilla (1856), Montecristo (1857), Colorada (1858),
Abundancia (1859), todas en el cerro de Yumbes. Luego vino la Des-
cubridora, Portezuelo, Reventón, Bella Vista, Julia (antes conocida
como San José de Yumbes, lo que se cambió por el nombre de la
hija de Moreno); Casualidad, Diablo, Veta Gruesa o Manto, Salva-
dora, Diana, Venus, Julia de Plata, San Rafael, Santa Rosa, Santo
Domingo y otras cuando Moreno y Barazarte ya habían fallecido.

El pedimento que presentó doña Delfina Zuleta sobre la


Primera Estaca Sur de la Reventón, pasó a ser en la historia minera
de Atacama el primero hecho por una mujer. Su redacción simple
y directa, a fojas 50 y 52 del Libro de Mensuras de los años 1858-
1860 en Caldera, decía:
“Pedimento y Mensura.
Señor Gobernador:
Delfina Zuleta de Moreno, natural y vecina de Copiapó, ante Usía
respetuosamente me presento y digo: que en el mineral que
denomina del ‘Desierto’, en Paposo, trabaja mi esposo don José
Antonio Moreno una mina de metales de cobre que llama Reven-
tón. Hacia la parte del sur y como arriba sobre la misma corrida,
pido una pertenencia que para su explotación me encuentro en
faenas y demás útiles listos. Por tanto a Usía suplico me conceda
la pertenencia que solicito conforme a ordenanzas. Es justicia”.

No sabía doña Delfina que la mina que estaba solicitan-


do pasaría a ser una de las más ricas de todas y hasta hoy la más
profunda del área de Paposo, con leyes de 35 a 40 por ciento. Tan
bien le fue a Moreno, dice Benjamín Vicuña Mackenna en “El Libro
del Cobre y del Carbón de Piedra en Chile” (1883), que “como los
minerales de esa costa (Paposo) resultaron ser excesivamente ricos,
don José Antonio Moreno improvisó en diez años tan caudalosa
fortuna que comenzaba ya a figurar entre nuestros millonarios,
cuando la muerte, este cansancio de las grandes fatigas sobre-

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José Antonio Moreno, minero y benefactor

llevadas con férreo músculo, vino a asentarse en la puerta de su


hogar y le arrebató a la industria nacional por los años de 1865”.

La casona que Moreno hizo construir en Paposo quedó


semivacía cuando su dueño decidió instalar una nueva sede en
caleta El Cobre, 90 km más al norte y adonde convenía viajar en
una goleta aperado de víveres (y finos licores) más que por tierra.
Allí se encontró con nuevos veneros de cobre y oro en Las Cañas,
Panul, Parañave, el Médano, Cardón, Punta de Plata, la Colorada y
Miguel Díaz, “límite de la estancia de Paposo de los señores Gallo
de Copiapó”, precisaba Vicuña Mackenna.

Caleta El Cobre estaba fuera del límite norte de la estancia


de Paposo, según el plan que corre a fojas 60 agregado a los autos
de la partición de los bienes de la señora Candelaria Goyenechea
de Gallo (Cuaderno de planos y tasaciones), de 25 de febrero de
1925. El hecho de haber descubierto el mineral de Caleta El Cobre
y otros en la sierra de Las Canchas, en la entonces vasta comuna
de Taltal (cuando colindaba al Este con Argentina), aparte del
arriendo de nuevas minas, hizo de Paposo un lugar importante
en la producción de cobre en el norte de Chile.

La acumulación de metales de alta ley planteaba asumir


por lo menos tres actividades fundamentales: incorporar tecnología
en el trabajo dentro y fuera de las minas, habilitar una fundición
de esos metales con maquinaria que debía ser importada y vender
a mercados externos los productos.

La visita de un Naturalista

Benjamín Vicuña Mackenna siguió de cerca lo que sucedía


con Moreno en esos rincones del desierto costero, sin jamás llegar
a visitarlo (El Libro del Cobre, capítulo XIII, “En pleno Desierto”).
Escribe que el “Sucesor de Almeida llega hasta ‘El Cobre’, terminando
allí su itinerario de importantes descubrimientos. Le acompañaba
don José Manuel Zuleta y don José Santos Ossa. Zuleta fue el pri-
mer explorador industrial del grupo septentrional del río Salado
(Las Animas) y conoció la opulencia después de su ruda pobreza.
Cuando joven había hecho comercio con el congrio seco de los
changos de Paposo, llevándolo en sus acémilas (mulas) a Bolivia

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desde donde traía como retorno la apetecida hoja de coca para


los indígenas del desierto. En 1859 Zuleta compró las ricas minas
de Cerro Negro, Descubridora, Manto Zuleta y Carmen”.

En el verano de 1853 llegó por esos parajes el naturalista


alemán Rodulfo Amando Philippi Krumwiede (1808-1904), comi-
sionado por el Gobierno para explorar y estudiar los recursos
naturales del Desierto de Atacama. Eran años en que la situación
política se mantenía temporalmente estable por lo que gracias a la
acogida que le brindó Moreno y la compañía del mejor baqueano
existente, Diego de Almeida, pudo dedicar su tiempo a observar y
colectar plantas entre Taltal y El Cobre, para luego emprender el
duro viaje por el desierto hasta alcanzar a San Pedro de Atacama.

Philippi no conocía la “veta” de los mineros en su vida


cotidiana, en especial aquella de la que al parecer no se privaba
José Antonio Moreno ni sus acompañantes, en cuya mesa no fal-
taba el champaña servido durante las comidas en reemplazo del
agua semi salobre de los chorrillos naturales del lugar. En su libro
“Viaje al Desierto de Atacama hecho por orden del Gobierno de
Chile” (1869), el naturalista destaca la enorme riqueza florística
de la zona en un año en que estaba presente lo que más tarde se
llamó “Fenómeno El Niño”. Llamó su atención la apetencia de los
changos por masticar la hoja de coca junto a la ceniza del copao
–una cactácea local– con el fin de extraerle la cocaína en el medio
alcalino que provee la saliva. Pudo comprobar personalmente el
comercio que los changos mantenían con las poblaciones del área
andina, a las que vendían pescado “salpresado” (seco y salado).
Por dedicarse a recoger especies nuevas para la botánica, las que
no fueron pocas, le dio poca importancia a la exploración de rique-
zas minerales del desierto (1853-1854), pero su obra la continuó
pronto su hijo Federico Philippi, que recogió gran parte de la flora
del extremo norte y del altiplano, donde nunca pasó por alto el
trabajo que entonces se hacía en las minas del área.

Los estudiosos de la naturaleza eran entonces llamados


naturalistas y no científicos. El término científico nació a posteriori
cuando los conocimientos se hacían cada vez más específicos,
como fue el caso de los matemáticos, físicos, químicos y biólogos.
El aura que rodeaba a Philippi le permitió formular algunos juicios
categóricos sobre el futuro de la vida y explotación en el Desierto
de Atacama. Él no obtuvo resultados prácticos de su viaje, pero

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José Antonio Moreno, minero y benefactor

declaró que el desierto como tal era inhabitable porque el agua


era demasiado escasa y en el interior inservible, de modo que
proyectar la construcción de un ferrocarril e instalar un servicio
de telégrafo sería “inmensamente difícil, por no decir imposible”.

El tráfico marítimo necesita nuevo puerto

Caldera quedaba definitivamente a trasmano de los ne-


gocios de Moreno, que no solo necesitaba recurrir a las oficinas
en Caldera parta solicitar los permisos e iniciar labores en nuevas
minas sino que, más importante aún, utilizar una bahía segura y
certificada donde embarcar los minerales de su producción. Enviar
lanchones cargados desde Caleta El Cobre o Paposo hasta Caldera,
significaba un dispendio de tiempo y dinero para finiquitar un em-
barque, el que podía abreviarse si se pudiese hacer desde caleta
Taltal. Por lo demás la costa que corre entre Paposo y Taltal no
ofrece seguridades para fondear naves mayores debido al litoral
rocoso existente o, en ausencia de éste, por los bancos de arena
y el oleaje permanente de playas como Cachinales y Las Losas.

Para poder usar la bahía de Taltal con estos propósitos,


debía existir una oficina de Aduana que controlase las operaciones
de salida y entrada de productos, cualquiera fueran éstos. En las
esferas del Gobierno, el tema “Desierto de Atacama” comenzó
a inquietar y un diplomático como Mariano Egaña contrató en
Europa a dos profesionales de excepción para que estudiaran los
nuevos desafíos de Chile en el campo de los recursos naturales:
al matemático y físico español don Andrés Antonio de Gorbea
(1802-1852) y al humanista y fundador de la Universidad de Chile
don Andrés Bello López (1781-1865).

Gorbea entendió rápidamente lo que faltaba en Chile para


introducir ciencia, tecnología y un ordenamiento institucional en
beneficio del desarrollo minero. A instancias suyas y luego como
primer decano de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas
de la Universidad de Chile, el 7 de diciembre de 1853 se creó la
Escuela de Ingeniería, donde se comenzaron a enseñar los ramos
necesarios para formar ingenieros geógrafos, ingenieros civiles,
ingenieros de minas, ensayadores generales y arquitectos, pro-
fesiones nuevas hijas de la revolución industrial. El 25 de octubre

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Sergio Prenafeta Jenkin

de 1854, bajo el gobierno del presidente Manuel Bulnes, se creó


el primer Cuerpo de Ingenieros de la República y dos años antes
nacía por ley el Primer Cuerpo de Ingenieros de Minas y Distritos
Mineros del país. Allí se señaló taxativamente: “Habrá un Cuerpo
de Ingenieros de Minas encargado de velar sobre la observación
de las leyes y ordenanzas relativas a su laboreo conforme a la
presente ley y a los reglamentos que se den para completarla”.
De estas carreras salieron los equipos profesionales para estudiar
y conducir las obras públicas y el desarrollo minero en el país.

Para este propósito, lo hemos anticipado, el país quedó


dividido en distritos mineros y el 7 de abril de 1857 se decretó que
el primero de ellos comprendía “todo el territorio de Atacama al
norte del río Copiapó, desde la orilla derecha de este río”. En cada
uno de estos distritos habría un ingeniero de minas nombrado
por el Presidente de la República, con la tarea de mensurar las
pertenencias pedidas o denunciadas, ejecutar toda operación
práctica que exija conocimientos profesionales de minería; le-
vantar y conservar sus archivos y planos exteriores de superficie
de todos los minerales que se trabajan en su distrito, debiendo
marcar en ellos los linderos de todas las pertenencias, los pozos
de ordenanza y los hilos de las vetas o direcciones en que las vetas
explotadas corren. Se les pidió, además, examinar todas las minas
de su correspondiente distrito, descendiendo hasta los planes para
reconocer el estado de los caminos, puentes y otros y ver si tienen
la necesaria ventilación. A los ingenieros de minas se les encargó
hacer el mapa geológico de sus respectivos distritos.

Antes de 1856 –escribió el químico alemán Ludwig Da-


rapsky, “solía considerarse a Taltal como un trozo de tierra inútil”
pero en 1880 le significaba al erario, solo en impuesto aduanero,
una cantidad aproximada de cuatro millones de marcos alema-
nes” (Berlín, 1900). La minería metálica y la no metálica sin duda
estaban en auge.

No obstante, la importancia de contar con un ente or-


ganizador de la actividad minera en pleno desierto, el decreto
supremo dio muestras de tener pocas referencias de lo que el
llamado “Despoblado de Atacama” guardaba en su suelo. Don
José Antonio Moreno aparecía viviendo en el limbo, en el extremo
de un territorio dudoso. Por ello fue que a través del conducto
regular de la Intendencia de Atacama, solicitó al Gobierno que se

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José Antonio Moreno, minero y benefactor

permitiera el cabotaje a través de caleta Taltal, hasta entonces un


lugar habitado por changos pero con la bahía de mejores caracte-
rísticas para el fondeadero de todo el litoral. Ello suponía que por
lo menos un ingeniero de minas debía aproximarse hacia Paposo
y El Cobre para tomar conocimiento del desarrollo alcanzado por
las explotaciones mineras.

El Gobierno consideró el petitorio del contribuyente


José Antonio Moreno de la manera más directa y lo respondió
de la siguiente forma:
“Santiago, 12 de julio de 1858
“Decreto N° 91. En vista de la presente solicitud de don José Antonio
Moreno y de lo informado sobre ella por el Gobernador de Caldera
y por el Administrador de la Aduana de ese puerto, y considerando:
“1° Que buques que actualmente arriban al puerto de Taltal necesitan
previamente el permiso del Intendente de Atacama y llevar
a su bordo uno de los guardas de Caldera.
“2° Que este procedimiento es perjudicial para el gran número de
barcos que fondean en Taltal para cargar metales, por la demora que
ocasiona, y al Servicio de Aduana de Caldera porque la mayor parte
de sus guardas se emplean en este tráfico, con arreglo a lo dispuesto
en el Art. 7, Cap. 1 de la Ordenanza de Aduanas, vengo en declarar:
“1° Se declara habilitado y dependiente de la Aduana de Cal-
dera el Puerto de Taltal, situado en la provincia de Atacama.
“2° El Servicio de Aduana en este puerto se hará por un Teniente
Administrador, un guardia interventor y dos marineros que gozarán
los sueldos que la Ley del 17 de noviembre de 1857 asigna a los de su
clase dependiente de la Aduana de Caldera. Habrá asimismo un bote.
“3° El guarda interventor de Taltal hará el servicio de Aduana en
el puerto habilitado de Paposo, dirigiéndose a este puerto por el
vapor de la carrera del Norte, en cada vez que pase, para despacharle
y volviendo por el mismo vapor a su destino.
“4° Don José Antonio Moreno pondrá a disposición de los empleados
de Aduana de Taltal la habilitación en que deben residir en ese puerto.
“Tómese razón, comuníquese y publíquese”
(Fdo.) M. Montt Matías Ovalle

En muchos documentos (libros, trípticos, artículos y


por cierto discursos), se aprovecha el tenor de este decreto para
usarlo como colofón, remate y fe de nacimiento legal de Taltal.
En el libro “La nueva era de las Municipalidades” se puntualiza,

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Sergio Prenafeta Jenkin

precisamente, que la habilitación del puerto significó que esa fecha


se podía usar para el cabotaje y que debía tener un poblado (una
población). De la fecha de esta supuesta apertura marítima de
Taltal al mundo nadie se acordó hasta que un siglo más tarde, en
1958, al alcalde la Municipalidad de Taltal, don Belmor Rojas Iriarte,
le pareció interesante y oportuno instituir, junto al Concejo del
Municipio, en forma oficial un día recordatorio de lo que estimó
que podía ser la fecha fundacional de la ciudad. Nadie se opuso
públicamente en ese momento a la decisión edilicia. Tampoco en
los años que le siguieron. Nuestra investigación nunca encontró
en los archivos de la institución el acta del acuerdo oficial que creó
ese día fundacional para la comuna.

Una empresa editorial de Antofagasta, de propiedad del


cronista Enrique Agullo, le ofreció a la Municipalidad de Taltal la
preparación de un documento gráfico para recordar la historia del
puerto. La revista llevó en su portada la fotografía del Presidente
de la República Carlos Ibáñez del Campo y el texto del documento,
de la pluma de Agullo, recopiló material que por primera vez salió
dedicado solo a Taltal y Paposo. Escritos con la experiencia de un
redactor de oficio, asumió conclusiones definitorias de un Decreto
del Gobierno central que no las contiene.

Ocurre que los puertos de la actual Segunda Región ca-


recen de fecha fundacional. Es lo que ocurre, por ejemplo, con la
ciudad de Antofagasta, hija directa de La Chimba, pero que cada
14 de febrero muchos erróneamente festejan la fundación de la
ciudad en vez del aniversario de un conflicto: la toma histórica de
la ciudad por las armas chilenas. El 14 de febrero de 1879 el coronel
Emilio Sotomayor informó al Ministro de Guerra y Marina que “las
operaciones (de desembarco) se han verificado sin accidente alguno,
mostrándose los chilenos con mayor cordura y moderación que los
bolivianos”. Ese día las tropas chilenas ocuparon la ciudad. Se había
iniciado así el conflicto bélico con Bolivia y Perú.

En Taltal, como tributo a José Antonio Moreno, un acau-


dalado industrial minero, se le adjudicó la calidad de “fundador”
de la ciudad, una suerte de Pedro de Valdivia para con Santiago,
donde a pesar de existir una población ya instalada allí de la etnia
mapuche, se celebró la partida oficial de la colonización hispana
en el país. Moreno hizo valer su prestigio y consiguió lo que pidió
por la vía oficial: simplificar y acortar los trámites legales para

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José Antonio Moreno, minero y benefactor

exportar sus productos. No representó a nadie con su petición


sino a sus propios intereses pero la medida oficial iría a beneficiar
pronto a muchos industriales y empresas mineras.

El busto de Moreno en la Plaza Arturo Prat de Taltal,


frente a la I. Municipalidad, comparte honores en una misma línea
con el Padre de la Patria, don Bernardo O´Higgins. Allí aparece
una lectura errónea cuando se lo califica de “Fundador de Taltal”.
Moreno nunca fundó Taltal, aunque si fue su Benefactor. Lo hemos
sostenido respetuosamente en el ejercicio de las comunicaciones
sociales y en este mismo texto el lector podrá encontrarse con
afirmaciones similares.

Siguiendo con esta cadena de interpretaciones erróneas,


se insiste en agregar algo nuevo: que el 12 de julio de 1858 Taltal
fue “fundado como Puerto Mayor”. Esta falsa modestia portuaria
hizo nacer a la criatura (Taltal) de inmediato como adulta. Pecamos
de ser “agrandados”. Lo cierto fue que partimos siendo “Puerto
Menor” (1858), algo que el vecino Chañaral ya había logrado en
1844. Más tarde, el 25 de enero de 1881, mediante Ley N° 1.151,
Taltal fue elevado oficialmente a la categoría de “Puerto Mayor”,
en atención a su gran movimiento comercial del momento, lo que
significó que se podía exportar e importar mercaderías. En Taltal
ya funcionaba la aduana, el servicio de correos, una escuela y se
construían los muelles de los empresarios Daniel Oliva y Schjolberg.

Pero seis años más tarde, en el Mensaje que el Presidente


de la República envió al Senado el 8 de noviembre de 1888, propuso
la reforma al Servicio de Aduanas y la supresión de varios puertos
mayores. Se planteó que “el movimiento mercantil de (los puer-
tos) Ancud, Melipulli (luego Puerto Montt), Carrizal bajo, Taltal y
Tocopilla, aconsejan dejarlos en la condición de puertos menores
desde el despacho que por ellos se hace como puertos mayores,
lo que no justifica el crecido gasto que imponen al erario cualquier
puerto de esa categoría”. La nominación de “Puerto Mayor” duró
solo siete años (1881-1888).

Decenas de discursos –si no más–, sin duda modificados


unos de otros, repiten llegado julio este mismo error histórico. Y lo
más peligroso: son la fuente desde donde los estudiantes preparan
sus tareas sobre la historia local llegado un nuevo aniversario. El
puerto que señalan como “fundado” en 1858 no tenía autoridades

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Sergio Prenafeta Jenkin

civiles (gobernador, alcalde); policiales, administrativas, judiciales,


de educación, sanitarias y otras, ni tampoco autorizaba crearlas
como consecuencia del Decreto 91. De partida no se indicaba la
ubicación geográfica del puerto menor, más allá del borde costero.

En los últimos años se ha cuestionado con insistencia en la


necesidad de enmendar la mala interpretación de las fechas antes
señaladas. El público se ha visto contrariado con la decisión que
algunos estiman que habría que asumir: cambiar la fecha y olvidar,
como un error involuntario de la autoridad y como así ocurrió sin
otra intención, que el 12 de julio (1858) sería oficialmente el “Día
de la Fundación de Taltal”.

¿Qué va pasar entonces con todo lo festejado, lo comido


y lo bailado bajo el frio invierno de los días 12 de julio? Y qué va
a suceder con el escudo de Taltal que tiene impresa la fecha de
1858, y con los bancos de la plaza que están todos marcados con
una placa de bronce; ¿Y qué va a acontecer con la emisión de un
hermoso sello de correo que circuló desde el primer día de los su-
puestos 150 años (2008) y que ahora pasa a ser una valiosa rareza
filatélica al no coincidir con la “edad verdadera” de la comuna?

Nos encaminamos, entonces, al encuentro de una fe-


cha real con el mayor significado para nuestra comuna. El 17 de
enero de 1884, bajo la presidencia de don Domingo Santa María,
el Congreso Nacional aprobó un importante proyecto de ley que
dividió en tres el territorio de la provincia de Atacama, que a la
fecha formaban solo los Departamentos de Copiapó y Caldera.
Desde ese momento serían tres, “los que se denominarán Taltal,
Chañaral y Copiapó, cuyas capitales serán las ciudades de los mismos
nombres”. La ley le otorgó a Taltal el título de ciudad, estableció
por primera vez los límites de los nuevos departamentos e indicó
que “en el Departamento de Taltal habrá un juez letrado con un
sueldo anual de tres mil quinientos pesos” (y una gratificación de
quinientos pesos también anuales). Agregó que el Presidente de
la República mandará a practicar el censo de la población de los
tres nuevos departamentos “para fijar el número de diputados
que corresponda elegir a dichas reparticiones”.

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José Antonio Moreno, minero y benefactor

Casona de José Antonio Moreno en Paposo, construida utilizando caña traída


de Guayaquil, tejas de alerce y barro duro en sus murallas. Su primer patio de
entrada estaba tapizado con piedra de huevillo y rodeado de palmeras. Hoy
es un basural.

El viejo e invernal 12 de julio debiera ser desde ahora,


si así lo estima el Concejo de la I. Municipalidad, el estival 17 de
enero para nuestra comuna. Porque no se incurre en algo que
amerite una sanción administrativa al asumir un cambio de este
tipo ni a ninguna repartición del Estado le cambia su relación con
Taltal por las razones dadas. En conocimiento de esta propues-
ta aclaratoria, nuestro coterráneo Rigoberto Cordero Vitaglic,
ingeniero comercial que ejerció como agregado comercial de la
Embajada de Chile en Yugoeslavia y luego con responsabilidades
similares en la Embajada de España en ese país, contaba que
una noche se acostó a dormir junto a su familia en su residencia
en Belgrado, Yugoeslavia, y a la mañana siguiente amaneció en
Sarajevo, la capital de Bosnia, otro país donde se hablan por lo
menos tres idiomas locales: bosnio, croata y serbio. En un abrir y
cerrar de ojos pero con una historia jalonada de hechos bélicos,
se había disuelto Yugoeslavia y su capital Beograd (Belgrado) ya
no tenían mención alguna.

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Sergio Prenafeta Jenkin

José Antonio Moreno Palazuelo. Industrial minero y benefactor de Taltal

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José Antonio Moreno, minero y benefactor

Estos cambios, sin duda drásticos en sus historias nacio-


nales, sucedieron también en otros países. La Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas, URSS, que reunía a 15 repúblicas, rompió su
estructura política en 1991 tras lo cual nació la Federación Rusa.
Checoslovaquia, por su parte, se dividió pacíficamente el 1 de
enero de 1993, volviendo a poner en funciones a dos repúblicas,
la Checa y la Eslovaca. Y el mundo siguió girando igual.

Si naciones antiguas como poderosas acordaron cambiar


su correlato histórico, olvidando un día sus fechas fundacionales
mediante la negociación y el diálogo, ¿por qué no se puede esperar
que ocurra algo similar con la fecha que siembra dudas y divide
a la comunidad taltalina, a fin de aunar voluntades y consensos
respecto a nuestra propia historia común?

Crece el interés por el Norte

El año 1854 marca un hito importante en la preocupación


del Gobierno por lo que existe “más al norte del río Copiapó”. Ese
año aparecen los primeros documentos oficiales donde se insinuó la
existencia de “poblados menores” en todo ese olvidado territorio,
sin identificarlos. El trabajo del ya citado Cuerpo de Ingenieros de
Minas aceleró este conocimiento, precisó la ocupación humana
de esa fracción del país y tanto la exploración como la fase de
explotación comenzaban a avanzar.

En 1874 se habían iniciado también las autorizaciones


a privados para construir muelles en Taltal y un decreto oficial
de fecha 6 de julio de 1877 creó la Subdelegación de Paposo. Ese
mismo año se establecían las poblaciones de Blanco Encalada y
Taltal. En la perspectiva del tiempo, Blanco Encalada sigue siendo
una caleta y pocos son, dentro de la II Región, las personas que
hoy pueden dar alguna referencia concreta sobre su ubicación, al
sur de caleta El Cobre y al norte de Botija.

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

5. GOBIERNO COMUNAL

El desarrollo de la vida de los ciudadanos y de las distintas


instituciones a que ellos pertenecen, tendientes al logro del bien
común, está vinculado al funcionamiento de las municipalidades.
Son una herencia del Derecho Romano como un lazo de unión
entre los vecinos y el Estado, lo que permite recaudar tributos,
atender la instrucción y el ornato público y administrar la justicia,
convirtiéndose en una valla contra la acción del cuerpo político
del poder central. El municipio tenía vida propia, diferente a la
del Estado. Algo de todo aquello quedó de herencia, como tarea
cotidiana en los ayuntamientos o municipios modernos.

Antes de ser comuna fuimos Subdelegación, lo que nos


deparó más de una contingencia con nuestros vecinos de Chaña-
ral, como veremos luego. Pero el 13 de mayo de 1882 se autorizó
la instalación de una Casa Consistorial en Taltal y el 17 de enero
de 1884 (Diario Oficial N° 2.029) el Congreso Nacional sancionó un
importante proyecto de ley que dividió en tres departamentos el
territorio de la Provincia de Atacama; Taltal, Chañaral y Copiapó,
los que hasta esa fecha solo eran los Departamentos de Copiapó
y Caldera. Taltal y Chañaral dependían hasta entonces, adminis-
trativamente del Departamento de Caldera.

Sostienen los académicos, doctores en Historia de Chile


consultados sobre el tema, que la existencia del Departamento
de Taltal por mandato de la ley y como parte del aparato admi-

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Gobierno comunal

nistrativo del Estado, parte desde el citado 17 de enero de 1884.


El profesor Juan Floreal Recabarren hizo bien al acuñar la frase:
“Taltal, el puerto que nació dos veces”, y que acogió luego Lina
Lemus López de Maturana en su libro “Taltal, su historia y su gente”
(2001). Lo que permitió el Decreto N° 91 de 1858 fue habilitar –esto
es capacitar, facultar, investir– para que esta parte de la costa de
la provincia de Atacama pudiese despachar y recibir todo tipo de
cabotaje y, de paso, destrabar un trámite hasta entonces farragoso
y agilizarlo lo más posible: lograr la independencia total de Caldera.

Allí nadie habló de los límites que tendría el pueblo y


quien lo administraría, ni menos de quien debía asegurar el orden
público. No es que se le olvidó precisarlo al legislador sino que no
correspondía hacerlo en un documento oficial preciso y por tanto
ajeno a cualquier acto fundacional. En suma, Taltal se convirtió
en un puerto real, pero no legal. Incluso, antes que José Antonio
Moreno solicitara el establecimiento de un servicio de Aduana,
ya se enviaban desde la caleta Taltal embarques de minerales en
forma legal pero también clandestina al exterior. Algo similar se
hacía desde Paposo, donde fondeaban naves no obstante la mala
calidad de la bahía para embarcar con seguridad minerales o sus
productos de fundición. Es inobjetable que la petición de Moreno
lo benefició personalmente en su condición de productor activo, al
resolverle un problema administrativo y también mercantil, pero
que otros lo aprovecharon más tarde al poder exportar produc-
tos metálicos y, sobre todo, salitre, además de recibir insumos
importantes desde el exterior.

No hubo entonces una “fundación” de Taltal. La ciudad


de Taltal nunca fue fundada. Tampoco lo fueron centenares de
urbes, incluso capitales, guardando diferencias y distancias, si se
entiende por ello la colocación de una primera piedra, el estable-
cimiento de una plaza central, la habilitación de un servicio de
policía, una posta de salud, una escuela, etc. Por decreto de 26 de
junio de 1877, se estableció que “Taltal se compondrá de 11 manza-
nas distribuidas alrededor de una plaza pública”. La construcción
avanzó rápidamente dejando los espacios para la futura plaza, la
capilla y el hospital. Dividida por calles de 20 metros de ancho,
con callejuelas arenosas bordeadas de casas de madera, pronto
las 11 manzanas no dieron abasto para contener a una población
en rápido crecimiento.

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Sergio Prenafeta Jenkin

José Miguel Quiroz V., director fundador de la entonces Escuela Industrial; don
Guillermo Meza León (al centro), Gobernador del Departamento; y don Carlos
Prenafeta Ruiz, representante de los comerciantes y mineros.

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Gobierno comunal

El nuevo Departamento de Taltal, con fecha 12 de agosto


de 1884, fue dividido en ocho subdelegaciones: la Primera Urbana,
hasta Caleta Oliva; la Segunda Urbana hasta Cifuncho. Las otras
fueron Esmeralda (por el sur), Santa Luisa, Paposo (por el norte),
Refresco, Cachinal y Vaquillas. En el distrito y mineral de plata
de Esmeralda se formó luego un pueblo que llegó a contar con
escuela, hotel, telégrafo y un servicio de coches. Pero hay más: la
ley señaló que el Presidente de la República “mandará a practicar
el censo de la población de los tres nuevos departamentos para
fijar el número de diputados que corresponda elegir a dichas
reparticiones”.

Al clarificar la “partida de nacimiento” de Taltal, conforme


a los documentos que se detallan en la bibliografía de este libro
y recogidos en las fuentes oficiales de los gobiernos de la época,
se busca corregir la apreciación errónea de atribuirle a nuestra
comuna una mayor edad legal de la que realmente tiene, esto es
26 años de antigüedad gratuita (1858-1884). Aquí no hay culpas
para nadie sino una puesta al día respecto de una errada lectura de
nuestra historia que desde 1958, el año del supuesto ”centenario”,
se ha venido sosteniendo. Cuando se nos convocó para preparar
el presente libro, algunas personas manifestaron que querían
conocer a priori lo que se diría en torno a este asunto. Todo lo
demás –minería, salitre, changos, pesquerías, salud, educación,
cultura, energía, desarrollo humano, etc.– parecía como secunda-
rio. Nuestro oficio no es desagregar y desmembrar la historia sino
darle la lectura racional y objetiva que aquí se ofrece, gestando
siempre la unidad entre las generaciones de ayer, que aún nos
acompañan, con las de hoy y de mañana.

La Ley N° 2.029 de 13 de mayo de 1882, promulgada bajo


el mandato del Presidente Domingo Santa María, señaló los límites
de los tres Departamentos y creó las respectivas gobernaciones,
juzgados de letras y demás entidades autorizando al mandatario
a nombrar alcaldes provisorios en un número de tres por Depar-
tamento. Taltal recibió un trato distinto que Chañaral. La Ley de
1884 señaló que “en la capital del departamento de Taltal habrá un
juez letrado pero que el departamento de Chañaral quedará bajo
la jurisdicción del juzgado de letras de Copiapó”. Durante mucho
tiempo se sostuvo en Chañaral que había “curiosas preferencias”
para Taltal por sobre su departamento vecino de parte de las
autoridades de Atacama.

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Sergio Prenafeta Jenkin

Separados por 135 kilómetros

Hay razones suficientes para sostener que la vida de


Chañaral y Taltal estuvieron muy relacionadas hacia 1880. La
historia recogida de los textos municipales de Chañaral en esa
época, señalan que “Taltal dependió de la corporación edilicia
hasta 1884 y los límites geográficos de la Municipalidad de Cha-
ñaral abarcaban un extenso territorio desde Costa a Cordillera,
incluyendo los distritos de El Salado, Las Ánimas, Pueblo Hundido,
Inca de Oro, Pan de Azúcar, Esmeralda y Taltal”. Durante el período
alcaldicio 1882-1885, se desató una lamentable contienda entre
ambos municipios.

“No era extraño que las autoridades de Caldera apoyaran


solapadamente al Subdelegado de Taltal, para que éste revelara y
desconociera las atribuciones y responsabilidades del municipio
de Chañaral en ese puerto. Esta azuzada rivalidad hizo crisis en
las elecciones municipales de 1882, cuando Taltal presentó sus
propios candidatos, lo que era un acto totalmente ilegal”, escribe
el periodista y escritor Omar Monroy L. en su obra “Episodios de
la Revolución de 1891 en Atacama” (2011).

En esta “inaceptable elección”, llevada a cabo con la au-


sencia de la autoridad de Caldera –continúa el autor– se desecharon
las preferencias y posiciones políticas en ambos puertos, primando
en los habitantes solo el afán de ganar el referéndum. La reñida
lucha fue pueblo a pueblo en la que ganó la lista chañaralina pero
que dejó agrios sinsabores en el sendero.

Por su parte el historiador Francisco Manuel Aracena,


contemporáneo a los hechos, describió así las “lamentables odio-
sidades” de ese año:
“La subdelegación de Taltal, como dependiente del municipio de
Chañaral, ha tenido necesariamente que estar bajo la inmediata
inspección de este último con respecto a la recaudación de sus
fondos, como entradas esencialmente municipales, y al mismo
tiempo para la exacta inversión de todos ellos. Pero he aquí que los
taltalinos, o lo que es lo mismo su autoridad administrativa, guiados
por un orgullo tan mal entendido como innoble, no han permitido
jamás que su dependencia corresponde a Chañaral y de aquí nacen
las antiguas rencillas y absurdas rivalidades entre ambos pueblos”.

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Gobierno comunal

Las denuncias suman y siguen: “La Gobernación de Cal-


dera, haciendo uso de una parcialidad sistemática a todas luces, ha
apoyado y amparado siempre al Subdelegado de Taltal en todos
sus más ruines desmanes y torpes atropellos contra el propio
decoro del municipio de Chañaral. Y a tal punto han llegado estas
profundas desavenencias, que en las últimas elecciones municipa-
les de 1882 se prescindió absolutamente en ambas localidades de
toda idea política dominante, para dar paso solo y exclusivamente
a un espíritu del más exagerado ´localismo´. En efecto. Solo hubo
dos listas de candidatos para municipales: una con candidatos
chañaralinos y la otra con personalidades de Taltal. La batalla iba
a ser de esperarlo”.

El resultado de este increíble conflicto llamó a nuevas


reflexiones del historiador Aracena:
¿Y si el resultado de esta curiosa contienda hubiese sido todo lo
contrario, favoreciendo a los electores de Taltal, cómo se habrían
allanado todas estas graves dificultades? ¿Los municipales talta-
linos electos habrían tenido que acudir a Chañaral a celebrar sus
sesiones, lugar declarado y autorizado por mandato supremo, o
habrían optado por celebrarlas en su propia localidad, como ya de
antemano así lo habían dado a entender, o lo más probable y lógico
habría sido que la nueva Municipalidad al fin no se habría instalado?

Corresponde en justicia señalar que en 1832 don Santiago


Meléndez ya fundía minerales de cobre en el ingenio de Chaña-
ral y entre sus obreros estaba el copiapino Juan Godoy. Fue ese
leñador quien descubrió más tarde el rico mineral de Chañarcillo,
el más potente tesoro de plata en la América. Pero Chañaral era
entonces desierto y sin más vida que la residencia pasajera de los
changos, en tanto de Taltal nadie daba noticias. Fue entonces el
descubrimiento del mineral de Las Ánimas, cercano a Chañaral, el
que usó al futuro puerto para sus embarques de cobre.

Concluye Aracena señalando que “al parecer, la fortuna


o estrella de la suerte no estuvo cerca de Chañaral en el siglo
XIX, aunque todos los logros siempre constituyeron esfuerzo y
contrariedad. Y fue lo que sintieron los habitantes al enterarse
que le habían arrebatado cincuenta y siete millas de su costa,
quedándole solo trece de las setenta que antes conservaba. El
beneficiado fue Taltal, que quedó con los distritos de Esmeralda
y Pan de Azúcar. Además, perdió otros distritos al interior, lo que
fue un “favor concedido” por el ingeniero Francisco San Román,

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Sergio Prenafeta Jenkin

quien fijó los límites del Departamento de Chañaral, siendo acep-


tados por el Gobierno”.

La hermandad de las dos comunas definió luego su verda-


dero perfil: en la pampa taltalina se descubrió, explotó y exportó
salitre a raudales, en tanto el mineral de Las Ánimas primero y
luego Potrerillos, fortalecieron la economía minera metálica y
establecieron también un fuerte poder exportador de Chañaral.

El primer alcalde de Taltal fue el empresario Daniel Oliva


Figueroa, quien resultó elegido por voto ciudadano en la siguiente
elección directa del gobierno municipal. Tanto fue el interés por
convertir a la naciente Municipalidad en un ente totalmente au-
tónomo del Estado, que en 1890 nació el periódico “La Comuna
Autónoma”, editado por Jorge Valenzuela y que duró hasta 1898.

En 1889 Taltal tenía una población de 4.760 habitantes.


En el extremo sur de la ciudad se ubicaba la fundición de Rafael
Barazarte, una casa compradora de minerales y el Cuartel de la
Guardia Nacional. En el sector norte estaba instalado el Ferro-
carril inglés que desde 1882 cruzaba la pampa trayendo salitre
para exportarlo. En esos años se descubrió el mineral de plata de
Cachinal de la Sierra, a 148 km de Taltal, donde Francisco Bustos
acuñó su fortuna. En 1880 Bustos instaló un taller para el ensaye
de minerales en calle Guillermo Matta y durante la Revolución de
1891 fue nombrado Gobernador por los congresistas.

En la década de 1890 el progreso iba acorde con la ex-


plotación de nuevas salitreras y minas. Extranjeros deseosos de
encontrar espacios de progreso y paz, llegaban al puerto y a la
pampa sin mayor dominio del idioma. En el desierto fueron en es-
pecial empleados de las pulperías y dueños de restaurantes donde
se incluía alojamiento. En el puerto transformaron el comercio
detallista de alimentos, de importación de productos de primera
necesidad, confección de ropa, etc. La Municipalidad mantenía un
servicio de policía, aseo y ornato de la ciudad y las nuevas calles
debían tener nominaciones justas, por ello que las hazañas navales
de Chile en la reciente Guerra del Pacífico fueron las que dieron el
nombre de sus héroes a las principales calles. A O´Higgins y a José
Miguel Carrera, los héroes más antiguos, se los ubicó como calles
en los puntos más alejados de la ciudad. A don Bernardo al norte,

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Gobierno comunal

pegado a un pequeño cerro que divide la ciudad, en tanto don José


Miguel fue ubicado lo más al sur posible, vecino también al cerro
grande (La Cubana) que hace la espalda del puerto, “seguramente
para no despertar desavenencias históricas entre ambos”. Entre
uno y otro extremo fueron apareciendo las calles Arturo Prat,
Esmeralda, Ignacio Serrano, Juan Martínez, Thompson, Eleuterio
Ramírez, Torreblanca, etc. La fecha misma del 21 de mayo pasó a
ser el nombre del hospital de la comuna.

Organizar a los vecinos

La primera Junta de Alcaldes de Taltal entró en funciones


en 1884, luego que fuera nominada y autorizada por el Supremo
Gobierno y presidida por don Salvador Reyes, Gobernador del
Departamento. La preocupación de la autoridad municipal fue,
desde un comienzo, que el peso del gobierno de la comuna fuera,
en cierto modo, compartido y de alguna manera gestado con las
iniciativas de los propios habitantes debidamente organizados.
Hacia 1931, la Municipalidad logró crear la primera Junta de Veci-
nos, que integraron el alcalde don David Aguayo Cerezo, persona
muy estimada tanto en el pueblo como en la región por su espíritu
de sacrificio y su gran entusiasmo por el progreso de la ciudad.
Junto a él estuvieron don Pedro 2° Marincovich, comerciante: don
Virgilio Casareggio Ferrea, contador con formación en el Banco
Italiano de la ciudad; don Luis Quezada Carneiro, empleado del
Ferrocarril salitrero y don Gregorio Adaro Martínez, en su calidad
de representante del sector obrero. Todos los integrantes de la
Junta eran personas que contaban con la amplia confianza de los
vecinos y que desarrollaban una eficiente labor en el seno de la
I. Municipalidad.

Una de sus primeras tareas fue solicitar el incremento


del alumbrado público en un 400% sobre el que existía en 1928,
lo que se consiguió mediante la rebaja del precio de los servicios
solicitada por la Junta a la Dirección General de Servicios Eléctri-
cos. Importa tener presente que fue durante la administración del
Presidente Eduardo Frei Montalva (1964-1970), cuando se aprobó
la ley que creó las Juntas de Vecinos en el país, 35 años después
de la iniciativa surgida en Taltal. Las juntas vecinales son hoy fuer-
zas vivas que trabajan no solo para atender mejoras materiales

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Sergio Prenafeta Jenkin

para cada sector que representan sino también por el bienestar


humano y familiar.

Las tareas que asumió la Municipalidad en beneficio


directo del puerto y las salitreras desde los años veinte del siglo
pasado tuvieron la mayoría de las veces el carácter de urgentes:
agua potable, alcantarillado, pavimentación, viviendas, salud,
educación, ocupación laboral, higiene pública, desechos domici-
liarios, plan de inversiones, fondos del cobre, patentes, crisis en
las salitreras, desastres naturales, cultura y entretención, etc. La
población durante el mismo tiempo tuvo muchas variaciones de
acuerdo a los ciclos de la economía del país y en el especial del
precio internacional del salitre.

El factor humano

En 1911 Taltal tenía 11.457 habitantes, sin contar las en-


tonces comunas de Santa Luisa y La Aguada. En 1940 descendió
tal indicador a 5.649 personas. La pérdida de casi la mitad de la
población generó, en primer lugar la partida de capital humano
al resto de la provincia de Antofagasta como también al centro
del país. La población en 2012 bordeaba los 17.000 habitantes, sin
que esa cifra fuese la más alta de densidad demográfica histórica.
¿A cuánto ascendió esa pérdida en capital humano?

El año 2016 realizamos privadamente un análisis sobre


esta merma, a partir de todos los nacidos en Taltal desde 1879
hasta 1935 y que cursaron carreras de la educación terciaria para el
logro de un título. Dividimos a estas personas en dos ciclos: entre
la fecha de inicio y 1900 y luego entre 1900 y la fecha de término.
Se tuvo presente que los estudiantes considerados fueron los que
contaron con el respaldo de sus padres o familiares para cursar
estudios superiores fuera de Taltal, toda vez que la Sociedad de
Ayuda a los Estudiantes Pobres comenzó sus actividades en la
segunda fase de nuestra medición.

Los primeros titulados buscaron preferentemente dos


tipos de profesiones: contadores y profesores de enseñanza básica
(normalistas). Entre los primeros estuvieron Luis Alberto Oyane-
del Urrutia (nacido en 1884), Armando Campaña Castro (1894),

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Gobierno comunal

Carlos Mandiola Aguin (1896), Ramón Cuello Barahona (1896),


Carlos González Goycolea (1888), Ismael Gutiérrez Verbal (1890
y Armando Rosselot Marx (1890). La mayoría de ellos ingresaron
más tarde a empresas portuarias y salitreras en el área contable.

El primero de los jóvenes taltalinos que debió salir a


estudiar afuera fue Manuel Barros Castañón, nacido en 1879 y a
quien nos hemos referido en el capítulo dedicado a la Educación.
Pero en 1888 nació Gastón Heriberto Páez Rodríguez, el primer
hijo de nuestro terruño que logró el título de ingeniero civil en la
Universidad de Chile. Humberto Mewes Bruna (1889) fue abogado
y como lo destacamos en el capítulo de los Personajes, llegó a
ocupar el cargo de Contralor General de la República; Sady Zañartu
Bustos (1893) ganó gran estatura en las letras nacionales; Eduardo
Carmona Blanco (1894) ejerció como profesor en la Escuela Agrí-
cola de Talca; Guillermo Rojas Carrasco (1895) estudió Pedagogía
en inglés y castellano llegando a ser un cotizado maestro por el
doble manejo de los idiomas y Julio Guerra Castañeda (1897) fue
el primer hijo de este puerto en asumir como oficial de aviación
llegando al grado de General de Brigada.

En la “segunda oleada” aparecen las profesiones de más


larga duración. Julio Auger Valenzuela, abogado; Alfredo Bolados
Ritter, odontólogo; Alfredo Cordero Cordero, médico; Óscar Gon-
zález G., ingeniero aeronáutico; Guillermo Pinto Desplás, aboga-
do; Eduardo Kupfer Pfister, técnico mecánico titulado en Suecia;
Pedro Zuleta Guerrero, médico; Mateo Papic Omerovic, dentista;
Carlos Pedraza Olguín, Premio Nacional de Artes; Arturo Zuleta
Guerrero, médico; Alejandro Flores Gallardo, químico farmacéutico;
Alberto Prenafeta Ruiz, ingeniero químico; Osvaldo Olivares Álva-
rez, médico; Daniel Lois Perales, ingeniero civil; Lucía Capdeville
Celis, médico neuropsiquiatra; Ovidio Olivares Álvarez, dentista;
Olga Prenafeta Ruiz, dentista; Juan Serapio Lois Perales, médico;
Voltaire Lois Perales, abogado; Jorge Sapiaín de Aguirre, médico;
Héctor Soublette, abogado; Hernán Flores Martínez, ingeniero;
Héctor Araya Valdés, piloto naval; Luis Perales Arestizábal, médico;
Eduardo Orío Perucci, ingeniero civil químico; Mario Orío Perucci,
ingeniero civil químico; Héctor Leonel Barrales Pizarro, ingeniero
agrónomo, doctor en fisiología vegetal; Juan Mediano Guzmán,
dentista; Héctor Perucci Ocampo, dentista; Santiago Hunfán Ríos,
dentista; Iván Pavletic Mor, dentista (1935) y muchos más.

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Sergio Prenafeta Jenkin

De esta larga enumeración se concluyó que, salvo ex-


cepciones, los profesionales no volvieron a vivir y a ejercer en
Taltal. Hubo, es cierto, quienes permanecieron largo tiempo en
el puerto: Alejandro Flores instaló su farmacia e hizo su familia en
Taltal. Juan Mediano no solo ejerció la odontología en su clínica
como en el hospital sino que enseñó biología en el Liceo. Con-
tadores y profesores emigraron, con la salvedad que los cargos
de los maestros eran determinados por la autoridad nacional (la
asignación o contrato local llegó mucho más tarde).

La interrogante final propuesta en la presente evaluación


fue averiguar qué hicieron por su comuna esos talentos. Qué pro-
yectos estudiaron y prepararon con sus pares para incrementar el
desarrollo comunal. Cómo se benefició la Municipalidad local con
sus aportes en las diferentes disciplinas. Qué gestión aportaron
ante los entes de gobierno para hacer viables las necesidades
prioritarias de la población. El resultado no pretende señalar
omisiones sino concluir que se perdieron muchas capacidades
para atraer y gestar progreso para Taltal.

En algún momento será interesante volver sobre esta


pérdida de capital humano. La célebre frase del Presidente John F.
Kennedy respecto a “¿Qué puede hacer el gobierno de los Estados
Unidos por mí?”, en vez de “¿Qué puedo hacer yo por el futuro de
mi país?”, es el reto histórico sobre el que nos cabe reflexionar.
Está comprobado que las visitas de parlamentarios a ciudades
con escaso electorado siempre resultan de relativo interés en
sus gestiones públicas y políticas, a no ser que ocurran grandes
catástrofes en donde su gestión puede acelerar la ayudas ante
necesidades de la comunidad. Alcaldes, regidores y más tarde
concejales luchan contra esta desidia, esta incuria y abandono que
resulta incorregible. Las actas históricas de los distintos concejos
comunales dan cuenta de los continuos viajes que se debieron
realizar desde Taltal a Antofagasta y hasta Santiago y Valparaíso
para solicitar apoyos a proyectos de beneficio de la comuna. Los
resultados de tanto esfuerzo personal terminan muchas veces
siendo gravosas pérdidas para las esperanzas colectivas del puerto.

Para no divagar con la historia, baste un ejemplo. La


construcción de la carretera panamericana norte abrió la oportu-
nidad para que su trazado pasara por Taltal, prefiriendo con ello
la vía semi costera más corta. Los habitantes y sus organizaciones

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Gobierno comunal

de base –sindicatos, asociaciones, comerciantes, empresarios,


transportistas, etc.– junto a entidades como la I. Municipalidad,
el Centro para el Progreso y el Rotary Club, cerraron filas ante una
medida llamada a combatir el aislamiento de Taltal. La campaña
recurrió a varias medidas de impacto público: no salía ninguna
carta del correo sin un timbre visible que decía “La Carretera
Panamericana debe pasar por Taltal”. La gente salió a las calles y
manifestó ante la Gobernación sus puntos de vista, mientras la
clase política buscaba formalizar un frente único ante las autori-
dades de Gobierno para asegurar una decisión favorable a Taltal.
El movimiento dio un atisbo de interesarle al ejecutivo cuando
el ministro de Obras Públicas, Ernesto Pinto Lagarrigue, llamó e
invitó al alcalde Belmor Rojas Iriarte “para considerar en Santiago
una medida que involucre el paso de la carretera por el puerto”.
La ilusión embargó al edil y a todo el concejo municipal y de esta
forma partió a Santiago vía aérea desde Antofagasta. Cuando
esperaba subir al avión, los periodistas le informaron la última
noticia: “la carretera no pasará por Taltal sino que seguirá por la
pampa”. La medida había sido tomada beneficiando a las oficinas
salitreras Alemania y Chile, de propiedad de Gustavo Ross Santa
María, muy cercano al Presidente Jorge Alessandri R. y a ministros
de su gobierno. Las esperanzas de Taltal se fueron en ese instante
directamente a negro.

Siniestro en 1961

La Municipalidad tenía un edificio de dos pisos totalmente


de madera en la céntrica calle Arturo Prat. A las 14 horas del 22 de
julio de 1961, cuando comenzaba la tarde de la siesta que inmoviliza
(hasta hoy) toda actividad en Taltal, un incendio redujo a cenizas la
casona con la pérdida total de mobiliario, archivos y documentos.
Los regidores decidieron de inmediato organizar sus actividades
reuniéndose en el local de la cuarta Compañía de Bomberos. El
primer tema en discusión fue terminar el nuevo edificio consistorial
consiguiendo para ellos fondos de Corfo, medida que aprobaron
el alcalde y todos los ediles: Carlos Alday Araya, Francisco Solano
Díaz, Luis Flores Iglesias, Luis Paredes Godoy, Lorenzo Zazzali
Barrios y Luis Malebrán Galleguillos.

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Sergio Prenafeta Jenkin

La ausencia de un domicilio oficial no amilanó el trabajo


del equipo municipal. La petición de poner en marcha una Planta
Lixiviadora de 100 toneladas de minerales de cobre comenzaba a
consolidarse con la primera medida oficial de abrir el poder com-
prador de minerales de baja ley. Por otra parte se anunciaba que
Corfo y Enami estaban realizando estudios para instalar una planta
elaboradora de ácido sulfúrico con base en el azufre disponible
en el (entonces) Departamento, o el que se importara conforme
a la ley de Frontera Franca Industrial. La iniciativa finalmente no
funcionó.

Las ideas sueltas no mermaban. Con el fin de establecer


cursos de pesquería para aprovechar el terreno disponible en la
industria pesquera pronto a cerrar sus actividades, se propuso que
la Escuela/Liceo Industrial pudiese establecer allí una unidad de
carpintería de ribera. La iniciativa, impulsada con beneplácito de
los ediles, no logró su materialización. Por otra parte, la escasez de
agua que se agudizaba en la comuna, llevó al Municipio a pedir al
Gobierno un mayor presupuesto para obras sanitarias, en atención
que Taltal quedaba expuesto a epidemias y otros males (1962).

Mientras éstas eran las preocupaciones que animaban


la discusión de los regidores locales, Chile y el mundo respiraban
aires totalmente distintos. La crisis en Cuba (misiles soviéticos
en la isla) parecía llevar al mundo a la tercera guerra mundial; el
nazi Adolf Eichmann era ejecutado en Israel; se lanzó desde Cabo
Cañaveral el Telstar, primer satélite activo de radio y televisión
puesto en órbita alrededor de la Tierra, mientras irrumpía en
Uruguay el Movimiento de Liberación Nacional, MNL, más cono-
cido como los tupamaros. ¿A algunos de nuestros coterráneos le
interesó cómo y hacia dónde se movía el mundo y la proyección
de los cambios en el Chile de entonces? Ocurre que los problemas
locales tenían para las autoridades y para la familia taltalina y de
la pampa prioridad única. La gran crisis estaba aquí y no afuera. El
cierre de las últimas oficinas salitreras era el término del trabajo
y del sustento de centenares de jefes de hogares y el clamor que
se expresaba en los comicios locales que tenían, en el fondo, el
signo de la desesperación. Hasta que el descalabro de la produc-
ción de salitre fue real, los argumentos expuestos para detener
el caos no conmovieron finalmente a nadie y se bajó la cortina de
la historia para siempre tanto en la pampa productora como en
el puerto exportador.

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Gobierno comunal

Sin tiempo para la dilación

Hubo, sin embargo, vecinos y autoridades que nunca


bajaron la guardia al solicitar en el mismo Palacio de La Moneda
de la capital, que se atendieran las justas demandas de Taltal. En la
nota gráfica adjunta (c. 1940) aparecen el Gobernador del Depar-
tamento, don Guillermo Meza León (al centro); don José Miguel
Quiroz V., director fundador de la entonces Escuela Industrial, y
don Carlos Prenafeta Ruiz, representante de los comerciantes y
mineros. Si se pudiese resumir en pocas palabras el motivo de su
misión, sería: “No nos abandonen. Taltal es hoy un mendigo sen-
tado en un banco de oro”. Este breve texto aparece inscrito en
las páginas del diario Las Últimas Noticias que entrevistó a estos
coterráneos. En otro momento, el doctor Olegario Olivares V. llegó
hasta el despacho del propio Presidente Gabriel González Videla
para pedirle que apoyara algunos proyectos que eran necesarios
para alentar la vida del puerto.

Todo se hacía sin dilación, sin tardanza y casi siempre


con peculio y tiempo compartido con las ocupaciones particulares
de cada cual. Hermosa entrega a causas del bien común que hoy
tienen caminos más directos y regionales para hacerlas realidad.

También hubo alcaldes designados

En la larga lista de los alcaldes que fueron elegidos demo-


cráticamente luego de un período mandatado por ley , aparecen
los nombres de vecinos como Santiago Ochoa, Luis Poblete, Luis
Matamoros Fernández, Luis Godoy Barrera, Guillermo de la Ba-
rrera, Víctor Flores Olivares, Belmor Rojas Iriarte, Claudio Gómez
Layana, Guillermo Hidalgo Ocampo y Sergio Orellana Montejo.
Algunos de ellos ocuparon su cargo hasta por cinco períodos. En
1973 este ejercicio democrático se interrumpió durante 17 años
y los alcaldes fueron designados directamente por el gobierno
militar, algunos sin vínculo alguno con la historia del puerto entre
ellos estuvieron Néstor Zapata, Patricio Osorio, María Teresa
Cornide Vergara, Nelson Avendaño, Raúl Quintanilla y Francisco
Villalón Villegas.

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

6 TALTAL, UNA TIERRA ACOGEDORA

Desde mediados del siglo XIX comenzaron a llegar a


nuestras costas los hijos de países de Europa, Asia y África, con
el propósito de establecerse primero en el puerto y luego en los
enclaves salitreros. El viaje era definitivo, sin vuelta atrás (salvo
ingleses y alemanes). Algunos trajeron una esposa de su misma
nacionalidad pero la mayoría llegó solo. El paso del tiempo les
daría a muchos de ellos descendencia; otros jamás la tuvieron.

Los migrantes eslavos sabían leer y escribir, de tal forma


que mantenían contacto con sus familiares lejanos. Los que llega-
ron desde China, salvo excepciones, no sabían leer ni escribir el
idioma propio y con mucha dificultad pudieron hablar castellano.
Para subsanar en parte este aislamiento, recurrían a paisanos
que eran los dirigentes de la Colonia y les ayudaban a redactar
mensajes y, algo valioso, les leían los diarios y folletos que recibían
de China dándoles a conocer las noticias económicas y políticas
de su país. Los residentes chinos se reunían cada fin de semana
en el Club Chun Wa, donde jugaban cartas y no conversaban sino
con sus paisanos.

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Taltal una tierra acogedora

Croatas en Taltal

Con el propósito de paliar la difícil situación que estaban


viviendo sus familiares en Yugoeslavia, los eslavos residentes
preparaban cientos de pequeños sacos con capacidad, a lo más,
para un kilo de alimentos (arroz, porotos, azúcar, café, etc.), y los
enviaban por vía aérea o marítima aprovechando la franquicia
aduanera internacional. Muchas veces en medio de los granos
se incorporaba un billete de cien dólares que bien le venía a los
destinatarios.

El comercio detallista fue el rubro que más explotaron los


eslavos, tanto el propio como aquel de las pulperías de la pampa.
Tuvieron especial interés en crear fábricas de bebidas gaseosas,
que tenían buena acogida en el mercado local. Para ello utilizaban
las botellas de vidrio donde envasaban sus productos empresas
nacionales que trabajaban en el rubro (CCU Antofagasta, Adolfo
Floto en La Serena), lo que generaba reclamos permanentes dentro
del ámbito comercial.

No es posible nombrar a todos los croatas que encontraron


en Taltal un espacio para vivir y trabajar, pero también para instalar
una agencia de préstamos, como lo hizo Hernando Katalinich, o
desempeñarse en dos rubros a la vez, como Santiago Bradanovich,
que tenía un almacén surtido de mercaderías de importación y
maquinarias, pero también trabajaba minas. Comerciantes con
buena clientela eran los hermanos Victorio y Antonio Cvitanovic,
pero también Baltazar Francovich, Antonio Perdich, los hermanos
Papic (mercería), los hermanos Soko; la familia Zlósilo (Juan, Lucas,
Miguel, Danko, Miroslav); Juan Milos (barraca de maderas y frutos
del país): Pedro Marincovich (tienda); Juan Raich (carnicería); An-
tonio Pechivich (cantina); Felipe Tomic (menestras); Dusan Perovic
(restaurant); Juan Jurinovich (botes); Antonio Devcic Bradanovic
y Santiago Zadjelovic (mercería, combustibles), Andrés Mihojevic
(bar); Pedro Pablovic (menestras); Miguel Fatalovich, Santiago
Lettich y Lucas Pugliesevic (pulperos Oficina Alemania); Miguel
Lukinovich y Juan Simenich (pulperos Oficina Chile); Esteban
Buzolic (pulpero Oficina Esperanza); Rodolfo Pavletic, Bartolo
Bogdanic, Rudoslav Andrevic ( Hotel en Agua Verde), Juan Grubsic
(librería), Cayetano Vodanovic (albañilería); Mateo Matas y Roque
Matas (fábrica de bebidas y restaurant), etc. En Refresco y en Taltal,

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Sergio Prenafeta Jenkin

entretanto, junto a sus padres, crecieron e hicieron sus familias


los hermanos Restovic –Vicente, Cosme y Antonio- que dedicaron
su vida al comercio, la minería y el transporte ferroviario.

Los italianos fueron numéricamente menos pero sus ne-


gocios estaban en permanente renovación. Nicolás Pelliza tenía a su
cargo el Hotel Cosmopolita en calle San Martín 30. Doña Francisca
R. viuda de Focayni era dueña del “Despacho Garibaldi” en San
Martín esquina Sargento Aldea; Raddo y Ferrari, al comienzo de
calle Prat, vendían artículos de oficina y de minas. Los hermanos
Marinello eran los dueños de la tienda El Pampino, antes que lo
asumiera don Amador Cortés. Aníbal Giovagnolli tenía un negocio
de menestras en la comuna de Aguada y Menotti Giovagnoli era
jefe de Almacén en la Oficina Ballena, donde también trabajaba
Remo de Angelis. Don Ciriaco Perucci tenía su zapatería en Prat
78, y su hermano Raniero (Ver capítulo Cultura) hizo el Teatro
Alhambra en 1921 que todos conocen. Don Guillermo 2° Borghetti
fue agente del Banco Italiano, Bartolomé Serazzi implementó la
arquitectura de la antigua iglesia de San Francisco Javier, en tanto
su hermano Antonio trabajó en minería en Paposo. Don Antonio
Cagliastri se desempeñó en el Teatro Municipal y en su negocio de
relojería, en tanto don Pedro Perfetti fue dueño de la Oficina Flor
de Chile. Don José Macchiavelo se dedicó al comercio mayorista,
don Luigi Pandolfi tenía un almacén de abarrotes y actividades
similares ocuparon a Nicolás Luxardo, Juan Locatelli, Antonio
Sboccia, Luigi Pandolfi y Martín Arlegui.

Los alemanes trabajaron en la compañía salitrera Alema-


na, especialmente en las oficinas Alemania y Chile. En la primera
Otto Framm era su administrador; Karl Paulentz el segundo ad-
ministrador, Erich Martenz el contador ; Wilheln Wolfe el médico
y químico, Kurt Granke el techero y Walter Bossnec uno de los
ingenieros. En la Oficina Chile el segundo administrador era Otto
Werkermeister, Carlos Lupke el ingeniero y Rolf Wiederhold el bo-
deguero jefe. Por su parte Enrique Hintze fue el dueño del mineral
de Guanaco. Guillermo Pabst tenía su relojería y joyería en Prat 168;
Josías Hodge poseía un negocio de menestras en calle Guillermo
Matta; en la Oficina Lautaro trabajaban el ingeniero E. L. Ashe,
el contador C. Guttendge y el ingeniero mecánico Carlos Gelbke.
La farmacia alemana en Taltal estaba a cargo de A. Hochstetter y
Enrique Selinke se ocupaba de atender a su clientela en su negocio

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Taltal una tierra acogedora

de Atacama 76. (Sobre la presencia de los alemanes en el negocio


del salitre, Rodolfo Contreras Neira publicó un interesante artículo
en revista Taltalia N° 5-6, 2013).

Los ingleses estaban reunidos especialmente en torno al


Ferrocarril y a las salitreras, en especial “Ballena” (su administrador
A.G. Nicoll, el contador J.M. Campbell y el cajero B.H. Binford); “Bri-
tania” (Stowell Burrowes, su administrador y Juan Stanley Orime,
el contador); “Chile” (Bertrans Norton, administrador y Roberto
Hoffmann, contador) y el administrador de “Esperanza”, George E.
Burriwes. Don Ramón Scholberg era el vice cónsul de Gran Bretaña
y una persona que se dedicó íntegramente a la minería y parte de
su familia derivó a Taltal. El gerente del Ferrocarril era Mr. E. B.
Forbes y la gerencia de la salitrera “Lautaro” la ocupaba William
R. Mitchell. En la oficina Lautaro don William Neal era el contador
y don George Wooley el cajero. Jefe de tráfico del Ferrocarril fue
J.S. Burns e inspector de trenes Mr. J.W. Broockes. Don José Pool
ejerció la odontología en el Hospital de la ciudad pero entre sus
pacientes estuvo siempre la colonia inglesa local y de la pampa.

Los españoles llegan también para sumarse al comercio


del puerto. Don Juan Mediano H. y los hermanos Zacarías y Felipe
Campos tuvieron una oficina de ventas al por mayor de productos
diversos en combinación con las líneas navieras de cabotaje. Me-
diano fue padre de cinco hijos: dos de ellas fueron funcionarias
de Naciones Unidas en Santiago, en tanto los hombres trabajaron
en Codelco central, en las clínicas odontológicas de Taltal, Chuqui-
camata y Santiago, en tanto el menor fue oficial de la Armada de
Chile. Don Juan Geli Vila y su hermana Mercedes fueron otra familia
de ascendencia hispana que se dedicó al comercio de géneros y
ropa en general en calle Serrano.

Don Juan Fernández Orío era dueño de la gran tienda “La


Rosa Blanca”, ubicada en la esquina de Prat y Torreblanca, frente
a la Plaza Prat. Allí trabajó el joven español Alfredo Orío Parreño,
pariente de los Fernández, quien se casó con Elena Perucci y fueron
padres de Eduardo, Mario y Carlos.

Desde Iquique llegó don Jorge Malagarriga Potestad,


hijo de comerciantes catalanes y se hizo cargo de una tienda y
sastrería también en la calle Serrano. Hizo su familia en Taltal y
más tarde se radicó en Coquimbo y Ovalle.

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Llegan los chinos

El primer miembro de la colonia china que llegó a Taltal


en 1904 fue Ascencio Yon. Venía sin pasaporte y abrió un pequeño
negocio en calle Atacama. Al año siguiente lo hizo Ricardo León
Joo, “soltero, cesante y sin pasaporte”. En junio de 1906 ya estaba
Antonio Phunhon Chiang iniciando su actividad comercial en calle
San Martín 104. Se casó con la dama taltalina Edelmira Martínez y
fueron padres de Silvia y Wayman. Ese mismo año se establecieron
en el puerto Francisco Fonnin Jo, comerciante, y Santiago Chong
Chau, empleado. En 1907 llegaron otros dos paisanos: Juan Yong
Chu y Juan Ramos Wong, comerciantes. El apellido Ramos nada tuvo
que ver con la familia china pero fue cambiado por los empleados
de inmigración para poder leerlo con más facilidad. Ocurrió con
muchos otros ciudadanos chinos. Los apellidos Lo Pi (separados),
por ejemplo, fueron ajustados como López. No fue raro entonces
que el comerciante de la esquina fuera “el chino López”.

Los registros de los migrantes orientales a los que tuvi-


mos acceso indican que los que llegaron luego a Taltal fueron los
siguientes: Antonio Majoo Chian (1909), José Chiang Hun (1910),
Enrique Chausan Zu (1910, Oficina Santa Luisa) y Benito Pon (1912).
Don Benito, con su negocio en la esquina de las calles Atacama y
Sargento Aldea, hizo su familia en Taltal y el menor de sus hijos es
profesor de inglés en la Pontificia Universidad Católica de Chile. En
1914 llegó José Hip Chon o José Hillip. La duda en la forma como
escribir su nombre también era del ciudadano chino encargado
de llevar el registro en Taltal.

En 1914, año mundialmente conflictivo por el estallido


de la primera Guerra Mundial, llegó a Chile don Manuel Tang Hau
“con todos sus papeles en orden”. A diferencia de buena parte de
sus paisanos que pasaron primero a Iquique y luego a Taltal, don
Manuel eligió otra vía por el Atlántico donde recaló en Buenos
Aires y desde allí siguió su viaje a Chile. Establecido en el puerto y
en contacto con sus paisanos, abrió su negocio y formó su familia
con la señora Blanca Rojas Reyes donde nacieron sus tres hijos:
Manuel, profesor de Artes; María Eugenia, dueña de casa y Jorge,
químico farmacéutico hoy en Puerto Varas.

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Taltal una tierra acogedora

En Estación Refresco se estableció en 1914 Juan Manchau


Tay y al año siguiente llegó don Alfredo Hip Chau, quien trabajó
intensamente el rubro comercio con su esposa Florida Selinke,
madre de seis hijos. Alfredo partió siendo campesino en China
pero decidió dejar su país y llegó a México donde trabajó en minas
de plata atendiendo una cantina. De allí pasó al salitre de Iquique
y luego a la pampa de Taltal. Al puerto llegó con buen capital y
se asoció con Alfredo Phunhon y Manuel Tang para abrir el gran
almacén Shangai. Nunca volvió a tener contacto con China ni
interés en volver.

En 1916 vino Juan Ching Ji, empleado y al año siguiente lo


hizo José Chau Jam, que se radicó en la oficina Santa Luisa como
funcionario del camal (matadero). El primer Kong que apareció por
estas tierras fue don Luis Kong Chau, en 1917, y al año siguiente
don Mateo Zanyon Leon abría su negocio en estación Catalina. Al
mismo lugar llegó ese año Abraham Pon Ma. No deja de llamar la
atención que todos los nombres propios de los chinos pasaron por
el cedazo de la cristianización y asumieron nominaciones de santos
y apóstoles –insospechados por ellos– para el resto de sus vidas.

Avelino Lau Kon se sumó al creciente listado en 1922 y


don Eusebio Tay S. lo hizo a los 22 años en 1923, por cierto que
“sin pasaporte”. Su nombre legal era Tay Ton Chen y no le duró
mucho. Primero llegó a Callao donde vivía su padre Tay Chen Mon,
quien lo invitó para que participara de una industria de lavado
de botellas de bebidas para nuevo uso. El clima no le vino bien y
prefirió cambiarse a Chile llegando a Iquique y más tarde a Catalina
y al ámbito salitrero para detener su largo viaje en Taltal en 1932.
donde se estableció con un almacén y botillería en la esquina de
calles Serrano y Juan Martínez. Se casó con la señora María Rivera
y al fallecer su esposa contrajo matrimonio con doña María Inés
Urbina Catalán. Eusebio fue padre de Juan (comerciante pesque-
ro) y Carlos Tay Rivera (médico), y de Lorenzo (dentista), Lautaro
(ingeniero agrónomo), Leoncio (médico) y Bernardo Tay Urbina
(industrial minero). Por la ubicación que tenía su negocio en el
sector sur del puerto, Eusebio pasó a ser el jefe de la despensa de
pescadores, mineros y vecinos, con los cuales selló una amistad y
respeto recíprocos durante medio siglo.

Don Roberto Chaisán Fu llegó a Chile entre 1910-1911,


fecha que corresponde en China a la Dinastía Manchuria, cuan-

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do aún no se fundaba la República. Vino por barco y traía una


bolsita con tierra de su patria porque si se enfermaba durante la
travesía, comía un poco de ella para mejorarse. Al entrar a Chile
le preguntaron su nombre y dijo llamarse Chang Sang Fu, pero
el funcionario de inmigración le colocó Roberto Chaisan Fu. Fue
atraído por las cartas de paisanos residentes que le contaban el
auge de la época del salitre. A su hijo le contó que vino realmente
porque había llegado la noticia a China que en Chile se podían
recoger pepitas de oro del suelo. Así de fácil. Pasó a las salitreras
de Iquique, se dedicó al comercio, se asoció con un paisano pero
fue engañado. Abrió la primera chifa que hubo en Iquique y en
1944 recibió una carta desde Taltal de su amigo Samuel Kong
ofreciéndole un almacén grande y una casa habitación. Aceptó
la propuesta y se estableció en el puerto donde trabajó muy bien
hasta el fin de sus días. Su hija Yilia, profesora jubilada en Calama,
nos contó su historia.

Don Samuel Kong llegó casado a Iquique pero su esposa


no se acostumbró y volvió a China. De Iquique partió a Santiago
donde a los 34 años colocó una carnicería cuya cajera era la joven
Graciela Urbina Catalán, de 17 años. Ella sería la madre de sus siete
hijos en Chile. Samuel, médico ginecólogo, nacido en Valparaíso,
director del Hospital de Taltal, luego en Chañaral y Copiapó. Le
siguieron Bélgica, Carmen, Sonya, Ismael (Ver capítulo Personajes)
y Jorge. Dos hijos de su primer matrimonio, Enrique y Gerardo, le
solicitaron a don Samuel venir a trabajar a Chile, lo que ocurrió y
se establecieron en Antofagasta y Tocopilla.

El Club Chung Wa que reunió a los chinos no solo era un


salón de juegos y recreación. Allí se escuchaban juicios condenato-
rios al Partido Comunista chino. Se recordaba que en 1911 estalló
en China la revolución contra el emperador manchú Hsuab T’ung,
quien abdicó al año siguiente. China se convirtió así en república
y eligió a Sun Yat-sen (1866-1925) como primer presidente del
partido nacionalista del Kuomintang. Muchos de los chinos que
vivían en Taltal y en el norte habían participado en tales aconte-
cimientos. En 1927 las fuerzas nacionalistas tomaron el puerto de
Shanghai y continuaron sus campañas para unificar al país bajo el
liderazgo de Chiang Kai-shek. El Kuomintang (KMT) expulsó a los
comunistas del partido creando una creciente tensión entre los
bandos y finalmente una guerra civil. En 1945 la guerra enfrentó
a los nacionalistas con los comunistas, estos últimos al mando de

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Taltal una tierra acogedora

Don Manuel Tang Hau y su familia taltalina.

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Taltal vista desde la puntilla.

Plaza Riquelme en la costanera de la ciudad.

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Taltal una tierra acogedora

Mao Zedong (1893-1976). El 1 de octubre de 1949 Mao proclamó el


establecimiento de la República Popular China. Los nacionalistas
se retiraron entonces a la isla de Taiwán encabezados por Chiang
Kai-shek.

Todo este relato no podían saberlo los chinos residentes


en Taltal. La mayoría no sabía leer y no entendían la radio, de allí que
algunos de los dirigentes del Club Shun Wa les leían y explicaban los
relatos que traían los diarios de la China nacionalista. Muchos de
los hijos chilenos de los chinos, no obstante, mostraban posturas
proclives a Mao y a los comunistas, lo que molestaba a sus padres.

Genaro Sam Chau fue el padre de Norma Sam Dorador,


una de las últimas personas vinculadas a la antigua colonia china, a
la que alentó en forma permanente dándole ayuda a los paisanos.
Recuerda que su padre nació en 1897, llegó a Perú y de allí pasó a
Iquique para luego radicarse durante un tiempo en Taltal. Norma
conserva el carnet que tenía su padre como miembro del Partido
Nacionalista.

La lista de los ciudadanos chinos que llegaron hasta Taltal


es mucho más amplia que la aquí señalada. Sin embargo, uno de los
últimos que vino a radicarse al puerto fue Agustín Ching Singkai
(1909-1971), hijo único que había llegado muy joven con sus padres
a Arica. Se educó en el English School y más tarde obtuvo su título
de contador. Vivió en Vallenar y Calama, donde tenía negocios,
para luego llegar a Taltal. A diferencia de toda la colonia que vi-
vía entre la ciudad y la pampa, Agustín participó activamente en
la sociedad local. Fue no solo simpatizante sino que lo eligieron
presidente del club de fútbol “Caleta”, e ingresó al Rotary Club
como socio activo por el rubro comercial que desarrollaba. Ante
la imposibilidad de nombrar la letra “r” por no existir en el idioma
chino, siempre aseguró ser un activo “lotalio” (rotario). Formó
familia en la ciudad y fue padre de tres hijos Ching Cerda que
viven en Taltal.

Hubo colonias más pequeñas, pero no por eso menos


queridas por los taltalinos, como la de los árabes. Se centraban
en las familias Nara Negrete, Resk Seleme y Seleme Farjat, todos
en calle Prat y en el rubro de tienda y paquetería. Don Elías Nara
Jure (1898-1973), libanés, vino desde una aldea cercana a Beirut,

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próxima al Mar Mediterráneo, cuando tenía solo 18 años. Trabajó


en su comercio establecido pero también, de forma paralela, en las
salitreras como “falte”, esto es con canastos llenos de productos
en los brazos para ofrecerlos directamente a una clientela que
crecía viaje tras viaje. Todos lo conocían por su espíritu amistoso
y por su costumbre de paralizar todas las ventas llegado el medio
día, donde dedicaba unos minutos para entonar un himno religioso
vinculado a sus creencias. A veces la hora lo sorprendía entrando al
tren o a una oficina y el canto no podía faltar. La gente lo conocía y
respetaba. Formó su hogar con la señora Margarita Negrete en 1935
y fueron padres de Elías Nibaldo, Yamil, Jalid, Laya y Ana Susana.

Don Abraham Resk y su esposa, la señora Sara Seleme


Farjat hicieron el otro núcleo árabe de la ciudad. Con Sara vivían
sus padres y cinco hermanos en torno a una extensa tienda de
géneros y ropa. Abraham fue el padre de Salma (profesora y
magister en inglés), Jorge (dentista) y Juan (ejecutivo bancario).

Los griegos también fueron dos familias dedicadas al


comercio. Don Juan Tófalos Jaña fue el jefe de una familia de doce
hijos vinculados al transporte, a una fuente de soda y a una parcela
en las afueras del puerto. Esta quinta fue traspasada luego a su
paisano Jorge Venicelos, vinculado también al negocio minero. La
fuente de soda “Atenas” de don Juan Tófalos, con ese nombre, fue
un foco de atracción para los griegos que recalaban en el puerto
integrando las tripulaciones de los barcos salitreros. El problema
era que los hijos del dueño no hablaban griego. Hubo antes otro
griego que llegó siendo un niño a Taltal. Era Werner Misculini,
nacido en Atenas en 1912. Se casó con Zarella Gallardi, también
griega y hoy el apellido Misculini se conserva en nuestro puerto.

Los judíos estuvieron representados por cuatro familias:


Albagli, Jaime Esquenazi, Zebil y Tichauer. La tienda “La Camelia”
fue abierta en 1917 por don Simón Albagli y años más tarde trabajó
en ella Moreno Samuel Benavides que formó su familia con una
paisana en Taltal. Su hijo fue Víctor Samuel Jaime y con sus ape-
llidos causó problemas a sus profesores en la escuela. Cuando le
preguntaron cómo se llamaba, Víctor respondió correctamente
pero el profesor lo reprendió por “no saber sus apellidos”. Le
prometieron dejarlo castigado si no enmendaba su falta. Pero lo
que el profesor ignoraba era que Samuel y Jaime eran los apellidos
paterno y materno con que llegaron a Chile sus padres. La historia

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Taltal una tierra acogedora

de estas familias la hemos documentado en la revista Taltalia N°


9-10 (1917).

Más pequeña aún fue la familia que vino desde el Ecua-


dor a radicarse en Taltal. La componían los hermanos Ángel y Luis
Aguilar Pineda junto a sus mayores, don Joaquín y la tía Vicenta.
Don Angel se ocupó de atender representaciones comerciales
mientras don Luis y don Joaquín ejercieron de peluqueros en un
céntrico salón propio. Debido a la cantidad de extranjeros que
desembarcaban en el puerto, su local lucía un destacado anuncio
en inglés: “hairdresser´s”.

La sumatoria del aporte de estos hijos de países lejanos


que se avecindaron en Taltal, dejaron una impronta de trabajo, es-
fuerzo y entrega a Chile. La mayoría vino para quedarse y nuestro
puerto los acogió con amistad y admiración.

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

7. SALITRE, HARINA DE LA LUNA LLENA…

Son las palabras con que Pablo Neruda inició su homenaje


al nitrato del desierto. Y agregó que el salitre también era el “ce-
real de la pampa calcinada” y un “jazminero en ásperas arenas”.
A qué seguir si su hermoso poema resume lo que fue bandera y
estrella de nuestra historia por unos 80 años hasta sus últimos
estertores en el cantón de Taltal.

El salitre se encuentra en las pampas resecas del despo-


blado de Atacama. Son terrenos del desierto sin escurrimiento
superficial pero sí subterráneo y profundo. A partir de la latitud
de Taltal comienza a desaparecer la pampa salitrera como una
gran unidad y solo se da en pequeñas cuencas tectónicas en las
cercanías de la Cordillera de la Costa. Sin embargo, no es que el
salitre se acabó para Chile como reserva ya que no más del 25% de
los terrenos o cuencas salitrales fueron alguna vez prospectados,
a sabiendas que no contienen solo nitrato de sodio y potasio sino
minerales del mayor interés para la economía del país.

La evolución geológica y geomorfológica permitió la pre-


sencia de un gran reservorio subterráneo debido a que la Cordillera
de la Costa, un macizo rocoso, obstaculiza el paso de las aguas y
sedimentos provenientes de las quebradas cordilleranas. Éstos,
al no lograr su salida al mar, rellenaron la Depresión Intermedia

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Salitre, harina de la luna llena...

durante miles de años formando acuíferos donde hoy se encuentra


agua subterránea. Si se dibuja un corte del territorio desde la orilla
del mar hasta la cordillera, en el área que nos preocupa aparece
la Cordillera de la Costa con cerros altos, luego un gran espacio
plano que acostumbramos llamar simplemente como “pampa”,
esto es la Depresión Intermedia y luego aparecen las cumbres
altas de la Cordillera de los Andes. Ni en la Cordillera de la Costa
ni en la de los Andes existe salitre. Éste se encuentra contenido
en el caliche que tapiza la pampa. Un bendito regalo natural que
sigue allí esperando nuevas tecnologías para transformarlo en
progreso para Chile.

En la Depresión Intermedia domina el llamado “clima


extremo de Atacama”. La influencia oceánica se ve obstaculiza-
da por la Cordillera de la Costa de tal forma que las variaciones
térmicas son muy marcadas: frío en las noches invernales (bajo
cero grado C.) y cálidas en el día, con 25 a 30° C. No es raro que
llueva e incluso caiga nieve en la pampa. Los niños de las salitreras
mostraban siempre sus manos cuarteadas por el frío.

En la tercera década del siglo XIX se inició el gran desarrollo


de las provincias de Tarapacá y Antofagasta. El salitre salió primero
a Francia y Estados Unidos y luego a otros países de Europa y al
mundo desde el interior de Iquique, entonces territorio peruano
y fue reconocido como de gran valor para la producción de explo-
sivos más que como abono de los campos. En 1820 un embarque
de salitre se había enviado a Inglaterra pero los derechos fueron
tan elevados que hubo de ser arrojado al mar. En 1826 Iquique
era una aldea de pescadores con unos cien habitantes y 30 años
después su población era de unas cinco mil personas. Pero fueron
los estudios del químico alemán Justus von Liebig (1803-1873) los
que abrieron el apetito de los agricultores al interesarlos a ocupar
el nitrato de sodio natural para aumentar la productividad de sus
campos. Liebig editó su libro hacia 1840 sobre “Química Orgáni-
ca y su aplicación a la Agricultura y la Fisiología”, destacando la
necesidad de devolver a la tierra los nutrientes que quedaron
agregados en los vegetales, mediante el empleo de abonos. La
respuesta vendría pronto desde el norte de Chile.

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Sergio Prenafeta Jenkin

El llamado del Desierto

En 1870 una expedición financiada desde la capital por


Concha y Toro y Rivas, descubrió depósitos de salitre en Agua Ver-
de, al interior de Taltal. Hasta entonces había allí unas bodegas de
José Antonio Moreno habilitadas en 1858 solo para exploraciones
mineras. A mediados de 1872, una caravana organizada por Emeterio
Moreno recorrió la pampa de Aguas Blancas (al sur de Antofagasta)
y descubrió un extenso salar con depósitos salitrales. Poco más al
sur hacía lo mismo José Antonio Moreno, más interesado en vetas
de cobre, oro y plata. Oscar Bermúdez, el gran investigador de lo
ocurrido con la industria del salitre, sostiene que a partir de 1876,
o poco antes, toda esta región pasó a ser objeto de interés para
los buscadores de salitre, lo que dio origen a un abultado registro
de adjudicaciones en la Intendencia de Atacama.

En 1877 el gobierno manifestó su interés en la industria


del salitre y con el respaldo del entonces rector de la Universidad
de Chile, don Ignacio Domeyko, catedrático de mineralogía, se
designó al profesor e investigador Amado Pissis para que revi-
sara los yacimientos salitreros del territorio. Su tarea fue la de
establecer la potencialidad productiva real de la pampa. Dos años
más tarde se comenzaba a generar salitre en las oficinas Lautaro,
Germania y Lagunas.

En 1899, luego del término de la Guerra del Pacífico, las


entradas de Iquique por el comercio de importación y exportación
eran siete veces más elevadas que las de Antofagasta; en 1912
eran prácticamente idénticas y en 1915 solo los ingresos debidos
al salitre eran el 50% mayores en la provincia de Antofagasta con
relación a Iquique.

Un hombre de negocios nacido en San Felipe, don Daniel


Oliva Figueroa, se instaló en la pampa de Iquique –aún peruana–
a producir y exportar salitre. Tuvo éxito pero al encontrarse en
suelo ajeno, recibió presiones que hicieron inviable su negocio.
Trasladó el equipamiento y su capital a la pampa de Taltal donde
ya existía interés de capitales del país y el extranjero por darle
auge al mercado salitrero. Oliva comenzó a producir salitre por
el primitivo método de “paradas”, en uso hacia 1830 en la pampa
de Iquique. Consistía en extraer el caliche y ahí mismo producir
salitre mediante un complemento de bateas o tinas para crista-

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Salitre, harina de la luna llena...

lizar el producto. Tenía un bajo costo de instalación y podían ser


movilizadas hasta el lugar de la calichera y donde fuera fácil con-
seguir agua de pozo. Pronto se adoptó el sistema Shank ideado
en Inglaterra pero siempre para un trabajo de sales en frío, el que
debió cambiarse para su uso con calor para disolver la materia
prima. Aquello hizo crecer la producción del salitre y animó a los
dueños de las oficinas a adoptarlo.

Oliva abrió la pampa a los interesados por iniciar el trabajo


salitrero: los Páez, Cena, Marambio, Martínez, Pairoa, Severín,
Arias y Ferreira, algunos de los cuales les dieron su apellido a las
nuevas salitreras. Además, capitales del país como foráneos en
el caso de los Peters, Berger, Keating y Quasfaslem, Saint Marie
y Lappé, Vitrais y Kleachit, Lamarca y Ossa, Barón, Santos, Cien-
fuegos y Barazarte, que levantaron hasta fines de 1882 un total
de 19 oficinas salitreras en el Departamento de Taltal. Pero esas
no fueron todas.

Asociado con Barazarte y con Vicente Bañados, Oliva


fomentó las exploraciones salitreras, fundando luego las oficinas
Lautaro, Santa Catalina y Bellavista. Adquirió a la firma De la Piedra
Hermanos la oficina salitrera Atacama, construyó redes de agua
y abrió la Caleta Cascabeles como un puerto por donde sacar el
salitre del desierto al exterior. El nuevo Puerto Oliva fue habilitado
como tal el 16 de febrero de 1870, teniendo su primer embarque
en 1878. Fueron 741 toneladas, las que al año siguiente llegaban a
9.750 y alcanzó, en pleno bloqueo de Iquique, a 40.335 toneladas
en 1880 y 61.820 en 1881.

Bajar el salitre a la costa (caleta Cascabeles) aprovechan-


do una larga como accidentada quebrada fue un trabajo lleno
de problemas y no del todo menores. Se usaron carretas tiradas
por mulas las que circulaban en caravana junto a los animales de
reemplazo. El trabajo de carretoneros y ayudantes resultaba en
extremo agotador. Llegados a la costa, el “nuevo puerto” era
una suma de improvisaciones. El barco esperaba fondeado lejos,
en medio de una bahía llena de rocas sobre los cuales chocaban
botes y lanchones (llamados faluchos en Constitución, donde se
los construía), llevando la carga ensacada la que a veces se perdía
ante la agitación del mar. Solo embarcaron salitre en Caleta Oliva
las oficinas Santa Luisa y Guillermo Matta hacia 1880.

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Pero toda esa penosa faena tenía su premio. El 16 de enero


de 1879, desde la Intendencia de Atacama se envió el siguiente
oficio al Ministro de Hacienda luego de finalizado el primer em-
barque de salitre desde una caleta vecina 20 km al norte de Taltal.
Textualmente decía:
“Señor Ministro:
Se me ha remitido por el interesado el certificado que adjunto.
El muestra que se han embarcado ya en el puerto de Taltal quin-
ce mil cuatrocientos treinta quintales de salitre y que es esta la
primera remesa de salitre chileno que se embarca y despacha
para el extranjero. Como es esta una industria nueva y como
el que ha embarcado este salitre, don Daniel Oliva, es uno de
los primeros que llegó al desierto tratando de explotar salitre,
lo comunico a V.S. para su conocimiento y para que sepa la
importancia que esta pasta debe tener en nuestra República,
dándose la correspondiente publicación en el “Diario Oficial”.
Dios guarde a V.S.

Guillermo Matta, al Señor Ministro de Hacienda”.

Por ser el primer industrial chileno que produjo salitre en


la comuna trabajando caliches ricos que luego exportó como salitre
chileno, el Gobierno premió a don Daniel Oliva con $ 20.000. Esto
quedó inscrito como un hecho histórico el 16 de enero de 1879,
en la carta que envió el Ministro de Hacienda, don julio Zegers,
resaltando que “el Poder Ejecutivo asegura la expectativa de de-
sarrollo de la industria salitrera en nuestro territorio”. El primer
embarque lo condujo hasta Hamburgo el barco “Valparaíso”.

Hacia 1890 las salitreras pertenecían a capitales ingleses


y solo a fines del siglo XIX e inicios del XX se incrementaron las
inversiones chilenas y alemanas en el rubro. En 1909 funcionaba
“la Lautaro” (The Lautaro Nitrate Co. Ltd.), dueña de Santa Luisa,
Lautaro y Ballena. Por su parte la empresa Williamson Balfour era
propietaria de las oficinas Tricolor, Britania y Esperanza. Su admi-
nistrador era Mr. T. W. Orr, quien fuera de sus actividades en el
negocio salitrero actuó como intermediario entre el British Museum
y Augusto Capdeville para el traspaso y venta de material cultural
arqueológico de los sitios excavados por el propio Capdeville en
la costa de Taltal. El año 1963 tuvimos la oportunidad de conocer
en Londres la sala especial que existe en dicho museo sobre la
arqueología de Taltal y Paposo, donde aparecen piezas únicas que
no se encuentran en el Museo de Taltal y en ningún otro de Chile.

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Salitre, harina de la luna llena...

Los otros capitales foráneos vinculados a negocios sali-


treros fueron: La Compañía Foklchs y Martin, de Alemania, con
sus oficinas “Alemania”, “Moreno” y “Salinitas” y las oficinas
“Lilita, Miraflores, Ghyzela, Julia, Flor de Chile, Alianza, Delawere,
Tricolor, Atacama, Britania y otras” (Ver lista en detalle).

Las 19 primitivas oficinas que habían competido con el


fuerte estanco peruano, dieron origen a la Compañía Salitrera
Alemania, a la Lautaro Nitrate, a Esperanza y Tricolor Nitrate y a
otras que pusieron a Taltal como uno de los centros exportadores
mundiales de salitre.

Desde 1858 se había habilitado el puerto de Taltal para


usarlo en el cabotaje de Puerto Menor y 23 años más tarde, en
1881, se lo autorizaba como Puerto Mayor para importar y ex-
portar productos.

Por decreto supremo de 6 de julio de 1877, se había crea-


do la subdelegación de Paposo y ese mismo año se establecían
las poblaciones de Blanco Encalada y Taltal. En 1874 se habían
iniciado también las autorizaciones para que privados pudiesen
construir muelles.

Construir muelles, a diferencia de levantar viviendas,


requiere faenas sobre y bajo el agua, siendo las últimas las más
difíciles a cargo de buzos especializados. Aquí se necesitó acero,
cemento, madera y pesadas grúas o donkeys (“burros de carga”)
que fue necesario traer desde fuera de Chile.

El pueblo estaba creciendo. Se comenzaba a hablar, con


fuertes argumentos, del florecimiento de la industria salitrera en
el cantón de Taltal. En 1880 la extracción de salitre daba trabajo
en 21 oficinas, no obstante la improvisación y el afán de un rápido
lucro determinó que todas pronto fracasaran. Solo las oficinas
Lautaro y Santa Catalina sobrevivieron y Santa Luisa y Guillermo
Matta en el valle de Perrito Muerto, fueron consideradas durante
mucho tiempo como de poca importancia. Pero supieron mante-
nerse gracias a los costos especialmente bajos de su transporte
del salitre hacia Puerto (Caleta) Oliva.

El 15 de enero de 1882 el Gobierno promulgó una ley


mediante la cual se establecieron los Derechos de Exportación

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de salitre por Taltal. Allí se estableció que el producto que salía


al mundo por nuestro puerto y caletas de su dependencia, solo
pagaría un derecho de exportación equivalente al 50% del impuesto
que gravó aquel producto según la Ley del 1 de octubre de 1880.
El problema fue que tal rebaja duraría hasta el 30 de junio de 1882.

En agosto de ese año se fundó la empresa Taltal Nitrate


Co. que adquirió los doce campos comprendidos entre Julia y
Catalina, conocidos como Pampa Andrade y comenzó a instalar
en el puerto una planta lixiviadora de propia invención pero que
nunca entró en funciones, siendo desarmada ocho años después.
En noviembre del mismo año siguió la empresa Santa Luisa Nitra-
te Co. y Guillermo Matta. En enero de 1889 se fundó la compañía
Lautaro Nitrate Co. que comprendía la oficina de ese nombre y
siete instalaciones más abarcando un área de 115 km cuadrados.
Simultáneamente surgió la Julia Nitrate Co., con otros nueve kiló-
metros cuadrados de superficie. La vida de estas empresas fue
dispar: unas no alcanzaron a partir, otros trabajaron algunos meses
con resultado negativo y el resto simplemente no funcionaron.
Administrativamente las cosas se hicieron mal y el arrebato por
crear empresas salitreras sin proyectos claros terminó por perder
capital humano y monetario.

Plata, salitre y yodo

Hablar de salitre implica referirse a un capítulo más en


la historia mayor de Chile, siempre dependiente en la economía
de producción de materias primas. La guerra del Pacífico, que
costó la vida a unos diez mil soldados chilenos, fue una guerra
salitrera. La guerra civil de 1891 fue otra guerra de génesis salitrera
que costó vidas no solo en el norte sino también en el centro del
país. Lamentablemente la historia que se enseña en los colegios
y universidades parece olvidar estos y otros hechos de hondo
contenido humano vinculado al quehacer de la producción de
salitre. Basta citar solo lo ocurrido en la Escuela Santa María de
Iquique el 21 de diciembre de 1907, al cabo de una gran huelga en
las oficinas salitreras de la provincia de Tarapacá, con un llamado
al lector para que busque y se encuentre con el infausto relato de
lo allí acaecido hace ya 110 años. A una masacre como esa no se la
puede disfrazar con otro nombre.

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Salitre, harina de la luna llena...

El químico alemán Ludwig Darapsky, de quien ya hemos


dado noticias, había llegado a Chile en 1881. Tenía entonces 24
años y nadie lo apuraba para ingresar al ámbito minero utilizando
para ello la información que personalmente iba buscando gracias
a su vocación de investigador nato. Nadie como él recorrió casi
metro a metro en el desierto como en el área litoral cotejando
leyes mineras, existencia y calidad de las aguas, flora y fauna,
etc. con el fin de no entrar en negocio minero alguno sin tener
sus proyectos claros. Precisamente en el verano de 1881, desde
la recién fundada oficina salitrera Lagunillas, Rafael Barazarte
había enviado caravanas de cateadores a explorar el interior de
la pampa. Una de ellas regresó después de infructuosa búsqueda
de minerales y luego de agotadas sus provisiones, acamparon al
pie de una colina insignificante. Allí descubrieron el enorme ya-
cimiento de plata de Cachinal de la Sierra. Su veta principal fue
vendida a una empresa de Santiago en dos millones de pesos. La
compañía bautizó el yacimiento con el nombre de Arturo Prat,
iniciando regularmente sus trabajos en 1882. Seis años más tarde
Darapsky asumió como gerente de esta compañía estableciéndose
por cerca de diez años en Taltal. Tenía claro que la costra desértica
no solo guardaba nitratos sino que también varios elementos que
requerían mayor estudio. Con ello la presencia de yodo en el salitre
terminó de ser un secreto. Allí fue donde conoció a su paisano, el
doctor August Dietze que puso de pie la industria del yodo en la
empresa Lautaro Nitrate Co. a un nivel tal que la misma superó en
pocos años a los proveedores más antiguos de Tarapacá. Dietze
murió en 1894 durante una tormenta de nieve en la cordillera.

Vivió solo 28 años pero su aporte a la naciente industria


del yodo, lejos de su patria, fue de la mayor importancia.

En 1899 el precio internacional del salitre llegó al valor


más bajo del siglo: cuatro chelines y tres peniques los 46 kilos del
quintal de mineral. El salitre, sostén de la economía, pasaba a ser
el principal villano del momento, no obstante las exportaciones
subían cada año. En 1882 se enviaron desde Chile 500 mil toneladas
del producto y en 1890 se alcanzó el millón. El registro subió luego a
1.5 millón de toneladas en 1900, a 2.7 millones de toneladas en 1912
y a tres millones en 1913. El gran tema salitre tenía entonces dos
caras visibles. Una fue que hasta 1930 su precio comenzó a decaer
año a año, cifras para las entonces dos provincias productoras.
La otra fue que al declinar el siglo la cesantía era el gran proble-

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ma social. Desde Tarapacá reembarcaron unos 30.000 obreros


con sus familias al sur o con destino a Perú y desde allí a Bolivia.
Entraban en remate algunas oficinas pero todo pareció cambiar
cuando Europa necesitó más salitre en su renacimiento agrícola.
En los inicios del siglo XX comenzó a aumentar incesantemente la
disponibilidad del producto a un precio alto y estable.

El duro trabajo del salitrero

Producido el “enganche” de nuevos trabajadores no


solo en la zona norte y central del país sino también de peruanos
y bolivianos, la pampa se abría para ellos en dos tipos de activi-
dades. Unos se ocuparon del cateo y extracción de caliche en las
nuevas calicheras. Eran conocidos como los “barreteros”, en tanto
los otros –llamados particulares o patizorros– se encargaban de
extraer los duros trozos de caliche encontrados. Ambos grupos
eran vigilados por los “costreros” que controlaban la producción
en el terreno mismo. Luego entraba en acción un grupo llamado
“cacharreros”, que eran los perforadores de los grandes pedazos
de caliche mediante el uso de equipos compresores. Dado el gran
calor y el polvillo reinante, un grupo de “aguadores” se encar-
gaban de saciar la sed de los obreros portando el vital elemento
en barriles. Un nuevo grupo –los carreteros– se encargaba de
transportar el caliche en carretas y escasos vehículos motorizados,
hasta el lugar de elaboración. Allí se lo vaciaba a los “chanchos”
que lo trituraban, y lo depositaban en unos estanques de gran
capacidad que se llenaban del producto y de agua, con el fin que
a alta temperatura se disolviese la sal del salitre a unos 120° C.
Un viejo canto del folklore pampino recuerda perentoriamente:
“Échale caliche al chancho…”.

El paso siguiente consistía en llevar el ripio producido a


las “tortas”, las que hasta hoy son el mudo testigo de la historia
salitrera a orillas de la Ruta 5 Norte. Como en un viaje familiar en
auto por el desierto los niños suelen preguntar a sus padres qué
significan esas “tortas”, es el momento de detener el viaje y tomar
imágenes de ellas. Allí hay depositadas sales de varios metales,
incluso de uranio. Están somnolientas esperando, tal vez, que al-
guno de esos niños curiosos pueda aprovecharlas científicamente
en un futuro cercano para beneficio de Chile.

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Salitre, harina de la luna llena...

Siguiendo el proceso, el “caldo” conteniendo salitre se


llevaba a las bateas de enfriamiento, trabajo del que se ocupaban
los “canaleros”. Luego los “arrolladores” amontonaban la mitad
del salitre cristalizado en cada batea para facilitar su extracción.
De allí lo sacaban los “cancheadores” y lo llevaban hasta las can-
chas. El polvo que se desprendía en cada una de estas operaciones
resultaba ser altamente tóxico para la salud de los trabajadores y
a poco de continuar las labores iban cayendo las primeras víctimas
del proceso.

Ya estaba todo casi listo para ensacar, pesar los quintales


y enviarlos a puerto en los carros del Ferrocarril Salitrero de Taltal.

Tiempo de veleros

Todavía se conservan en algunos viejos hogares taltalinos


fotografías de los veleros que recalaban en el puerto esperando
ser cargados de salitre. En la casa habitación de la familia Corde-
ro, incluso, se mantiene la maqueta de uno de los veleros que
el tiempo “varó” para siempre en esa casona a escasos metros
del mar en la calle Esmeralda. Don René, el último representante
del negocio familiar de lanchones, remolcadores, bodegas y un
muelle, a sus 96 años (2017) contó que dos líneas armadoras, una
alemana y otra francesa, competían por llevar sus bodegas llenas
de salitre a Europa y volver con carbón a Chile, el que más tarde
se produjo en minas propias en el sur.

“Por lo general un velero hacía dos viajes por año desde


los puertos del norte a Europa. En la bahía de Taltal solían juntarse
muchos de ellos ya que el proceso de carguío siempre fue lento,
no por falta de salitre en las bodegas del Ferrocarril sino porque
el embarque siempre se hizo desde los muelles mediante buzones
hasta lanchones y de éstos al barco fondeado afuera. Aquí los
veleros y los barcos en general nunca pudieron atracar directa-
mente a los muelles. Despachar ocho mil toneladas de salitre en el
velero o fragata alemana Preussen, por ejemplo, tomaba a veces
semanas”, cuenta don René.

La fragata alemana citada tenía una capacidad de ocho mil


toneladas de carga y cada viaje duraba unos 69 días entre Europa

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y las costas de Chile. Toda la línea alemana de la firma Laeisz, tenía


como distintivo que los nombres de sus naves siempre comenzaban
con la letra “P”, por ejemplo el Potosí, Parsifal, Parnass, Professor,
Palmira, Priwall, Pergammon, Pirat, etc. La otra línea importante
fue la francesa, del armador Antoine-Dominique Bordes, con sus
veleros France, Bordeaux, Valentine. Montmorenray, Pacifique,
pero también con nombres que recordaban a puertos chilenos
como Coquimbo, Almendral, Chañaral y otros. El Muskoka (luego
Caroline) ostentaba los mejores tiempos de navegación entre
Nantes, en la costa atlántica de Francia y Taltal, cuando demoró
69 días. Todo muy bien hasta allí ya que terminó sus días destruido
y hundido en Antofagasta por un incendio en su cargamento de
carbón.

Al comienzo todos los barcos que acarreaban salitre


eran veleros, la mayoría de madera y a partir de 1900 primaron
grandes y modernas embarcaciones de este tipo, confirma Gui-
llermo Burgos Cuthbert en su excelente libro “Veleros franceses
y alemanes en la ruta del salitre” (2015), los que hacían su trayec-
toria a Europa vía Cabo de Hornos. Era frecuente ver en la bahía
de Taltal a veleros de tres, cuatro y cinco palos a veces durante
semanas esperando ser cargados. El “Pitlochry” puso su mejor
registro entre Hamburgo y Taltal en 65 días de navegación. Se
quemó en 1925 cargado de carbón a la cuadra de Bahía Blanca,
Argentina. El “Muskoka” tenía las mejores marcas de velocidad.
Cambió de nombre a “Caroline” y sus más notables navegaciones
bajo bandera francesa fue en 1916 cuando viajó desde Nantes, en
la costa atlántica francesa, a Taltal en 69 días. Lamentablemente
terminó sus días incendiado en Antofagasta con un cargamento
de carbón. Muchos veleros fueron echados a pique en plena
navegación por submarinos alemanes en tiempos de la primera
guerra mundial. El “Chañaral”, de 4 mástiles, por ejemplo, fue
hundido por un submarino en 1917 y el “Aconcagua”, mientras
navegaba desde Mejillones a Rochefort con 1.900 toneladas de
salitre (1917) fue hundido por el submarino V-70. El “Priwall” pasó
a ser el buque escuela “Lautaro” de la Armada Chilena. El 28 de
febrero de 1945, en viaje de instrucción a México, el cargamento
de salitre que llevaba se incendió. Como el 15 de febrero de ese
año Chile le declaró la guerra a Japón, lo ocurrido en el “Lautaro”
pasó a segundo plano, a pesar de los daños producidos.

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Salitre, harina de la luna llena...

Muchos veleros, desatada la primera gran guerra, de-


bieron permanecer “internados” en puertos chilenos, cargados y
sin poder zarpar y con vigilancia policial chilena. Veleros de cuatro
mástiles, como el “Herzogin”, el “Cecile” y el “Pommern” perma-
necieron internados alrededor de seis años en Chile durante la
primera guerra mundial. Hoy el “Pommern” es un museo flotante
en Mariehnman, en las islas Alond, en Finlandia. En Taltal estu-
vieron largo tiempo el “Dunquerque” y el “Chili” (luego hundido
en diciembre de 1914). Compartían el fondeadero con veleros
alemanes internados a pocos metros. Traían carbón el que no fue
descargado “para impedir que los alemanes pudiesen adueñarse
de este combustible para las salitreras”.

Fue el tiempo de los barcos y veleros que repletaban la


bahía de Taltal, con nueve consulados activos acreditando pasa-
portes de tripulantes y viajeros, así como constancias de ingresos
y egresos de cargas a las bodegas de las naves. Representaban a
Inglaterra, Francia, España, Italia, Argentina, Perú, México, Noruega
y Alemania. Pero un día ya no estuvieron más.

El maestro Erasmo Bernales dedicó un pensamiento a


esas horas:
-Partieron los veleros, los trenes, los amigos. Solo queda el ensueño
bordando la nostalgia. Los ojos de la noche, de tu plaza altiva,
arriban como siempre su antigua resonancia.
Y en su “Evocación en torno a la Nostalgia”, dijo algo más:
-En la faz de tus calles que hoy bostezan de tedio/ cien idiomas
caldeaban la pasión marinera./ Todo el eco del mundo pasa-
ba por tus muelles/ en una florescencia de razas y banderas.

Había un mar de fondo en el norte que no excluía a Taltal.


En 1906, en pleno período de la recesión económica, el cierre del
Banco Inmobiliario fue un golpe devastador para las salitreras de
Taltal y Antofagasta. Todos los precios internacionales iban a la
baja, a excepción del trigo. Hacia 1910 hubo cierta holgura en los
precios externos, volúmenes exportados, rentas derivadas del
salitre, etc. Entre 1903 y 1907 fue época de huelgas casi semanales
con un movimiento popular en auge tanto como el anarquismo
(Ver el impacto de estos sucesos en el capítulo dedicado a las
Comunicaciones Sociales).

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La crisis social y el salitre

La primera conflagración mundial sorprendió a Chile con


la pérdida de los mejores clientes en el exterior. En 1920 la crisis
social era inminente al finalizar la primera guerra mundial y la
sustitución del salitre natural por el sintético. Entre 1918 y 1921 el
producto de exportación del nitrato bajó en más del 50% provo-
cando una enorme cesantía y el agravamiento de los conflictos
locales. La llamada “cuestión social” era el centro del debate po-
lítico y frente a ella tomaban posición todos los sectores sociales,
gremiales y culturales.

Pero no todo terminó allí. La crisis mundial de 1929 y el


desarrollo de las primeras revoluciones socialistas, junto al avance
de los movimientos corporativistas y fascistas de España, Portugal,
Italia y Alemania, por una parte, y la Encíclica Quadragesimo Anno
del Papa Pío XI (1931) por otra, con sus acentos corporativistas
repercutió en la juventud católica chilena y comenzaron a surgir
en el conservantismo tendencias que llevarían a la creación de la
Falange Nacional.

Se sostiene que la crisis de 1929 golpeó a Chile más que a


cualquier otro país en el mundo con el incremento de las tensiones
sociales y las presiones populares. (C. Ruiz. Escritos de Teoría, 1977).
Esta misma crisis señaló el fracaso del empresariado salitrero. En
1931 sobrevivían nueve oficinas en toda la región salitrera y en
Taltal solo una. En 15 años los indicadores socioeconómicos se
fueron abajo: desde 1918 la industria salitrera ocupaba a 57.000
trabajadores y en 1933 sumaba solo 4.000. En Taltal se redujo el
crecimiento demográfico al punto de revertirse (murieron más
que los que nacieron), decayendo notoriamente la actividad
comercial y urbana ya que en la pampa la decadencia fue mucho
más impactante.

Privilegios

El gobierno comenzó a manifestar interés concreto en


la prevención de problemas que desbaratasen la importancia del
recurso salitre. En 1886, por ejemplo, concedió privilegio exclusivo
por el término de ocho años a don Otto Herrmann, para usar en

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Salitre, harina de la luna llena...

el país el nuevo procedimiento de elaboración de salitre de su in-


vención. Con tal fin se le extendió una patente de privilegio previo
depósito de cien pesos en la Tesorería Fiscal y el depósito en el
Museo Nacional del pliego de explicaciones correspondientes.

Otro decreto de la misma fecha otorgó al mismo Herr-


mann similar prerrogativa para usar en el país el producto por
él creado que generaba sustancias amoniacales por medio de
la descomposición de materias nitrosas, incluyendo también la
fabricación, por el mismo sistema, de los productos accesorios y
residuos. Herrmann obtuvo una tercera exclusividad ese mismo
año para utilizar en Chile el nuevo producto de su invención des-
tinado a la elaboración de yodo.

En 1885 se había concedido a don Maximiliano Morguer


el privilegio exclusivo por el término de ocho años para usar en
el país la máquina creada por él destinada a elaborar caliche. El
mismo año se concedió a don Carlos Gilbert otra exclusividad por
ocho años para usar en el país el procedimiento de su invención
con el fin de extraer yodo de las aguas madres del salitre. Para
ello se empleaba sulfuro de carbono.

No es posible encontrar registro alguno que permita saber


si algunos de estos privilegios llegaron a ser probados y utilizados
por la industria salitrera. Lo importante de destacar fue que hubo
interés por buscar caminos nuevos a la producción salitrera. Don
Carlos Soublette, administrador de la Oficina Santiago, pidió al
Gobierno que adquiriera e instalara una oficina salitrera destinada
solo a la experimentación químico industrial, “donde los técnicos
e inventores puedan ensayar nuevos métodos de elaboración que
permitan producir a menor costo y aprovechando las costras pobres
en ley de salitre existente”. (Ingeniero Guillermo Medina, revista
Zig Zag, Año V, 1909). El tema nunca pasó a mayores y cada oficina
dedicó su laboratorio químico a controlar su propia producción.

El agua, recurso valioso

El problema mayor de la industria del salitre no fue la


energía ni la baja ley del caliche. Fue la carencia suficiente de agua,
que si bien existía en la profundidad de la pampa, había que hacerla

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aflorar con la autorización respectiva de su dueño, el Estado de


Chile. Un decreto supremo firmado por el presidente Domingo
Santa María (1886) concedió a don Pedro Perfetti el uso de una
extensión de terrenos baldíos de 500 metros cuadrados en las
inmediaciones de la oficina salitrera “Aguada”, para hacer un pozo
y captar el agua que necesitaba esa oficina para elaborar salitre.

A don Belisario Malbrán se le concedió el uso de un te-


rreno en las vegas de Cachinal para abrir pozos y surtir de agua al
mineral de Esmeralda “y para el uso que lo requieran expediciones
del Estado, municipales y científicas”. A los señores Ismael y José
Dolores Cordero, dice otro decreto, se les autorizó el uso de un
kilómetro de terrenos baldíos en las Vegas de la Cachina, con el
fin de construir un establecimiento para obtener agua y aumentar
este artículo vital en el mineral de Esmeralda.

Concesiones

Las oficinas que lograban estabilizar sus ganancias soli-


citaban nuevas ayudas del Estado. En 1910 se concedió a The Lilita
Nitrate Company Limited el derecho a abrir pozos para (atender)
la explotación de caliche en terrenos ubicados en la quebrada del
Chaco, con el acuerdo de pagar a título de ocupación de ellos la
suma anual de diez pesos por cada hectárea. La Compañía Salitrera
Alemana obtuvo ese mismo año la autorización para abrir pozos en
terrenos fiscales ubicados en la quebrada del Chaco para atender
las necesidades de las oficinas Chile, Alemania, Moreno y Salini-
tas, a fin de surtir de agua a esas empresas. La compañía Lautaro
recibía también nuevos terrenos fiscales en la subdelegación de
Vaquillas, “al norte de las salitreras Josefina y Copiapina” (1910).
El año anterior se le había concedido también a la oficina Lautaro
otras cinco porciones de terrenos fiscales con un total de 2.897
metros cuadrados en la población de La Aguada, subdelegación
novena de Guanaco, “con el fin de mantener edificios y pozos
allí construidos para obtener agua destinada a la elaboración de
salitre. Deberá pagar a título de ocupación de esos terrenos cinco
pesos anuales”.

La Sociedad Ricardo Lyon y Cía. también fue facultada


para usar terrenos fiscales donde cavar pozos y extraer agua para

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Salitre, harina de la luna llena...

la explotación del salitre de sus pampas. Se trató de 10 porciones


de terrenos de media hectárea cada uno ubicados entre Cerro
Blanco y el cerro del Soldado en la subdelegación de Cachinal.

Las concesiones también favorecieron a empresas y co-


merciantes en el puerto. En 1909 la Compañía Salitrera Alemana,
representada por don Enrique Schmidt, fue autorizada para recibir
en arriendo una extensión de una hectárea de terrenos baldíos
en el lugar denominado La Puntilla de la bahía del puerto, para
instalar allí un varadero para lanchas. Recibió el visto bueno del
Intendente de Antofagasta, del director general de la Armada, del
subdelegado marítimo de Taltal y del superintendente de Aduanas.
Al año siguiente se arrendó a don Camilo Ocaña, por el plazo de
9 años otra extensión de playa de 20 metros de largo por 10 de
ancho para establecer un varadero destinado a la reparación de
lanchas. (Boletín de Leyes 1910).

Las grandes compañías seguían utilizando terrenos fis-


cales en la pampa para abrir nuevos pozos de agua y en 1912 las
oficinas Lautaro y Alemania suscribieron nuevos arriendos para
usar extensiones de terrenos fiscales con este propósito. Se infor-
maba también la aprobación de las reformas introducidas en los
estatutos de la Compañía Salitrera Unión de Taltal, elevando su
capital social a un millón y medio de pesos que quedaron divididos
en 75.000 acciones de $ 20 cada una. Otro empresario, don Elías
Ahuja, también recibió permiso oficial para hacer sondajes y cavar
pozos en la quebrada del Chaco, en la subdelegación de Aguada,
para aflorar aguas subterráneas destinadas a elaborar salitre. El
decreto oficial llevaba la firma del Presidente Ramón Barros Luco
y del ministro Arturo Alessandri P., que solo años antes integraba
el directorio de otra salitrera.

Pero en medio de estos trámites normales en la adminis-


tración empresarial, aparecían decretos como éstos: “Se autoriza
la disolución y liquidación de la Sociedad Anónima denominada
Sociedad Salitrera Alianza de Taltal, autorizada por Decreto N°
3.235 de 11 de agosto de 1905”.

Entretanto, jueces y notarios debían leer con atención


los documentos oficiales del momento, como el de noviembre
de 1910 que autorizó “prorrogar a favor de The Chysela Nitrate
Co. Ltd. por cinco años y por la renta anual anticipada de $ 10 por

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Sergio Prenafeta Jenkin

hectárea, el arrendamiento de dos hectáreas de terrenos fisca-


les que le fueron concedidos a don Gustavo Hawes por Decreto
N° 4.170 del 31 de octubre de 1905 en la quebrada del Chaco del
departamento de Taltal”.

Los avisos publicitarios de las empresas emergentes


no dejaban de ser curiosos por la información detallada de sus
intereses comerciales, donde se exponían también sus conflictos
legales pendientes (1907):
SOCIEDAD SALITRERA SOFÍA DE TALTAL
Capital autorizado: 500.000 libras esterlinas
Capital suscrito: 251.000 libras esterlinas
Presidente: D. Eduardo Charme
Directores: Javier Ortúzar, Carlos Larraín Claro, Arturo Alessandri Pal-
ma, Julio Fredes, Santiago Pérez Eastman, Guillermo Mackenna Cerda.
Gerente: D. Antonio Varas. Ingeniero Jefe: D. J. S. Buckanan.
Grupos que componen el Haber Social:
Pampa Negra, Pampa Eduardo Videla, Pampa Teresa, Pampa Huanillos
y el grupo denominado Títulos Keating, que son 128 estacas que están
en juicio con la Compañía Lautaro; además tiene 3 estacas actualmen-
te, fuera de la que tiene en litigios con la misma Lautaro. Próxima-
mente contará con dos poderosas máquinas que darán gran impulso
en general. La oficina de la Sociedad se encuentra en la Plaza Prat.

Es probable que ninguno de los citados conoció alguna


vez el lugar de la tal oficina Sofía en la geografía del desierto.

El 20 de noviembre de 1909 se creó el Consejo Salitrero


luego de atender el informe de una comisión oficial que estudió
las diversas situaciones relacionadas con la industria del salitre.
El Consejo tendría a su cargo el estudio y la dirección permanen-
te de las materias relativas a la industria y el comercio salitrero.
El decreto señaló que sería tarea suya estudiar los medios para
perfeccionar los sistemas de elaboración del salitre y abaratar su
costo de producción; estudiar medidas que puedan adaptarse para
mejorar las condiciones del acarreo y embarque del producto,
los sistemas de propaganda (publicidad) y demás medidas que
puedan asumirse para el fomento de su consumo y la constitu-
ción definitiva de la propiedad salitrera. El Consejo dependió del
Ministerio de Hacienda.

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Salitre, harina de la luna llena...

El primer paso en el logro de los propósitos del Consejo


se vio plasmado en un decreto de 1912 que concedió a la Compañía
Salitrera Alemana “privilegio exclusivo de invención por el término
de diez años para usar en el país una modificación de los cachuchos
usados en la industria salitrera, mediante la adaptación de una reja
de varillas en toda la superficie y a cierta altura del fondo, a fin de
facilitar la disolución de los caliches con borra”.

En 1926 se incorporó el proceso Guggenheim para pro-


ducir salitre, en especial a partir de caliches de baja ley, lo que
significó un método importante en la lixiviación de nitratos y ex-
tracción de salitre. Los campamentos comienzan a ampliarse, la
vida pasa a ser menos dura para el trabajador y su familia. Ahora
los capitales no eran ingleses sino estadounidenses. El Código del
Trabajo aparecido en 1931 le dio un nuevo perfil a las relaciones
empresa-trabajadores. Pero la cuenta regresiva del futuro del
salitre ya estaba echada. Entre 1947 y 1960 se produce la crisis
final de la industria. Comienza el paro y el desarme de numerosas
oficinas. En 1953 el movimiento sindical crea la CUT, la Centra Única
de Trabajadores, luego Central Unitaria ya que nunca ha logrado
ser una entidad sindical unitaria en el país.

Salitre sintético

El director del Kaiser Wilhelm Institut, en Berlín, doctor


Fritz Haber, ganó el Premio Nobel de Química en 1918 por haber
desarrollado la síntesis industrial del amoníaco, lo que llevó luego
a la producción de nitratos, entre ellos el salitre, sin necesidad de
venir a buscarlo al desierto de Atacama.

El amoníaco es uno de los disolventes más análogos al


agua y el estudio de sus reacciones, especialmente el amoníaco
líquido, llenaron de resultados los laboratorios hacia los años
20. Todo esto lamentablemente se conoció tardíamente en las
salitreras chilenas. La síntesis industrial del amoníaco llevado a
cabo por vía catalítica y a fuerte presión evitó que ya no hubiese
más obreros quemados y muertos al caer a los cachuchos. Haber
falleció en enero de 1934, el mismo mes y año en que el gobierno
de Chile decretaba que el Estado ejercería el control de la industria
de los nitratos.

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Sergio Prenafeta Jenkin

El aporte de Haber en la química del salitre y en el destino


de su mercado, causó honda depresión en las esferas administra-
tivas, económicas, sociales y políticas de este negocio. El año 1967,
las páginas del periódico “La Voz del Pueblo” de Taltal recogían
los informes de estudios geológicos de Corfo y de dos empresas
salitreras para cambiar de rubro y ahora explotar azufre de la
mina “Plato de Sopa”, en la frontera con Argentina al interior de
Taltal, con fines de exportación. Dos ministros del gobierno del
Presidente Eduardo Frei Montalva visitaron la zona y comunica-
ron que “Plato de Sopa será nuestro nuevo rubro exportador“.
El año anterior Taltal había sido noticia en el sector economía y
negocios por el cierre de la oficina Flor de Chile que dejó cesantes
a 400 obreros, a lo que se sumó el terremoto que cerró el mes de
diciembre con grandes calamidades.

El inminente cierre de la oficina Alemania (que se detalla en


otro capítulo de este libro) y la paralización del ferrocarril salitrero
que hacía el porteo del nitrato a los muelles, elevaba el número
de cesantes a 800. En ese momento las crónicas y los discursos
buscaban la culpa del desastre en el aporte del método Haber y
en la crisis mundial de los años treinta, pero no en los propios di-
rigentes de la comuna y en los diputados y senadores que decían
representar al puerto ante las esferas del estado. De los 27 mil
habitantes que había en Taltal en 1930, quedaron 18 mil en 1940.
Los hijos de Taltal que lograron estudiar una carrera universita-
ria, no volvieron al puerto salvo escasos ejemplos. La actividad
salitrera había muerto. El desarme fue inminente y en algunas
partes no quedó piedra sobre piedra. Todo, líneas de ferrocarril,
durmientes, cañerías, alambres de telégrafo, estanques, tendido
eléctrico, etc. se fue en camionadas por el desierto. Las casas con
frágiles murallas de adobes quedaron marcadas con lecturas sim-
ples: ”Aquí hicimos una familia y con profundo dolor nos vamos”.

No quedaron muchos caminos para intentar suplir el mer-


cado que se cerraba con productos nuevos. Algunos propusieron
intensificar la explotación de otros recursos naturales. Surgieron
entonces tres ideas en torno a la explotación de éstos en el área de
la cordillera donde existe un yacimiento de azufre (Plato de Sopa)
“cuya explotación proporcionaría ingresos y empleos y contribuiría
a aliviar la escasez nacional y mundial de este mineral”. Los otros
rubros estaban dedicados a alentar lo más posible el trabajo en la
pequeña minería del cobre y al mismo tiempo lograr una ampliación

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Salitre, harina de la luna llena...

de la industria pesquera. Las voces que se alzaron para abrir estas


esperanzas propusieron “reconstruir la ciudad, no la del salitre
sino la del azufre, del cobre y de la pesca”. Hay que conceder un
mérito a todas estas propuestas: la de querer incorporar valor
agregado a las materias primas exportadas y diversificar la canasta
exportadora, todo en horas de abatimiento general.

“La Voz del Pueblo” abrió sus columnas para incorporar


otras iniciativas. El 8 de septiembre de 1967, Salvador Reyes, hijo
adoptivo de Taltal, escribió allí sobre “Mares y Tierras del Norte”
resaltando las bondades de la bahía de Taltal en peces y “al futuro
que se podría abrir desarrollando la industria del algodón para lo
cual se deberá desalinizar agua de mar para asegurar su regadío”.
Cultivar algodoneros fue también propuesto por el ex gobernador
Luis Raúl Gallardo unos años antes, sin que su idea como la de
Reyes fueran tomadas en cuenta.

La Asociación Minera de Taltal, por su parte, entregó


a los ministros Juan de Dios Carmona y Alejandro Hales otras
iniciativas llamadas a paliar la crisis, como la creación de una
cooperativa regional de producción minera “para que con las
facilidades estatales con que funcionan estos organismos, se
puedan adquirir estas plantas salitreras para transformarlas en
plantas de tratamiento de minerales de cobre, explotación de
yacimientos de sulfato de sodio y que procesados en ellos pue-
dan ser susceptibles de exportarlos”. Agregaron también la idea
de construcción de una planta productora de ácido sulfúrico de
cien toneladas diarias, con aportes de Enami, la Compañía Minera
Santa Fe y la Compañía Chañaral Taltal (Chatal). En forma paralela
se propuso ampliar la Planta “José Antonio Moreno” de Enami,
usando la alternativa de agitación mixta de mineral con una pro-
ducción de 700 toneladas diarias y con fondos de Enami y Corfo
Norte. Finalmente, se subrayó la construcción –otra vez– de una
planta refinadora de azufre de cien toneladas diarias, con ayuda
del Ferrocarril Salitrero, la Compañía Salitrera Iquique y Corfo
Norte. No faltó quien abogara porque a Taltal se lo declarara, de
una vez por todas, como Puerto Libre.

Esta sucesión de ideas no llegó nunca a ser desarrollada


en proyectos calculados y sostenidos técnicamente, con visos de
alcanzar viabilidad industrial. Hay más. Se siguió el viejo expediente
de señalar a dedo quiénes podrían asumir el rol de “vacas leche-

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Sergio Prenafeta Jenkin

ras” para entregar sustento (financiar) a cada iniciativa. Pedirle


ayuda al Ferrocarril Salitrero que vivía su propia agonía, más que
sueño parecía pesadilla.

Con el paso del tiempo Enami modernizó su planta en


Taltal pero no adhirió a ningún proyecto que no fuera atender
la compra de minerales a los productores pequeños y medianos
de siempre. Luego de depositar millones de toneladas de basura
minera en playa Atacama y sobre terrenos arqueológicamente
valiosos en el sector de Muelle de Piedra, borrando la historia de
los pueblos primitivos, fue llamada a trasladarse a otro hábitat en
las cercanías de la antigua estación ferroviaria Breas, orden que
aún en 2018 no se ha cumplido.

Penoso término del siglo XX

Los últimos años del siglo pasado trajeron para Taltal


anuncios de calamidades colectivas. Desde 1967 el tema de la para-
lización de la oficina Alemania era tratado en el Concejo Municipal
que presidía el alcalde Belmor Rojas Iriarte. Se le encargó a la Comi-
sión de Hacienda del municipio que preparara un estudio financiero
detallado del problema, pero el 30 de junio la administración de la
salitrera presentó la solicitud de paralización de faenas “por dejar
pérdidas al gobierno”. Las propuestas “salvadoras” no tardaron
en aflorar. Se señaló que los costos de producción de la oficina
Alemania eran menores que las salitreras María Elena y Victoria
(que aún funcionaban) y “cabría pedir que la oficina Alemania
quedase como empresa particular financiándola con capitales
del Departamento”. El Gobierno decidió paralizar Alemania en la
seguridad que se producirían pérdidas, pero el estudio realizado
en el Concejo Municipal estimó todo lo contrario.

Representantes del gobierno, de la Municipalidad local,


de organismos gremiales, del Centro para el Progreso, etc. hicie-
ron posible que la administración de la oficina fuera entregada en
arriendo al industrial Oscar de Urriticoechea Díaz, contratado por
el gobierno para ocuparse de esta misión por el plazo de un año
(julio de 1967 a junio de 1968). El ejecutivo dijo que las pérdidas se
harían más grandes pero que se aprobó esta medida para buscar
nuevas fuentes de trabajo en el departamento (ferrocarriles,

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Salitre, harina de la luna llena...

obreros movilizados, etc.), así como la posibilidad de poner en


explotación la minería de azufre. La oficina Alemania producía tres
mil toneladas mensuales de salitre, dando trabajo a 850 personas y
sus grupos familiares. Aparte de su producción de yodo, se indicó
que esta oficina estaba en buen estado de funcionamiento y podía
generar también otros productos como ácido bórico.

El Concejo municipal propuso que el Gobierno comprara


la oficina a su dueño el ingeniero Jorge Ross Ossa, Presidente de la
Compañía Salitrera Iquique. La propuesta insistió en no paralizar
las faenas aunque encontró también algunas voces de regidores
insistiendo en que “se requisara de una vez por todas la empresa”.

Las alarmas se sucedían saltando de la crisis en el salitre


a la de la pequeña minería del cobre. Los titulares de las crónicas
periodísticas en este segundo tema se encargaron de resumir lo
que estaba sucediendo. El 25 de marzo de 1998 se había dado el
resultado de la encuesta CASEN de ese año, que colocó al 47.1%
de la población de Taltal en condición de pobreza, lo que ubicó al
pueblo entre las 71 comunas más pobres del país.

Ese año se iniciaba con 78 trabajadores despedidos en


minera Las Luces, 38 en Amax Guanaco, 30 en Punta Grande y el
cierre definitivo de Caleta El Cobre, aquella que brilló en los tiempos
de José Antonio Moreno. El 16 de julio, con grandes titulares se
expresó: “Catastrófica situación de minería en Taltal. Autoridades
comunales y gremiales han buscado ayuda en todos los sectores”.

El editorial de El Mercurio de Antofagasta se refirió el 19


de agosto en su editorial a “El Manifiesto de Taltal”, expuesto en
un acto público realizado en la víspera en la plaza Prat del puerto:
“La asamblea ciudadana realizada en Taltal, lejos de entenderla
como una manifestación de ácida protesta con el Gobierno central
y regional, debe más bien interpretarse como la expresión de toda
una comunidad que busca con cierto grado de desesperación lo
que ocurre, abundar en los diagnósticos, observar el futuro, dia-
logar, expresar sus inquietudes e irritaciones”.

Al día siguiente diarios y radios se referían al tema des-


tacando: “Salvavidas para Taltal. Apoyo, la única esperanza. Taltal
exige soluciones”. Las fotografías mostraban a niños afuera del

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local de Minera Punta Grande, con carteles en sus manos donde


se leía “Hambre y Dolor”. Los titulares volvían una y otra vez sobre
lo mismo: “Cerró otra empresa minera”.

Oficinas salitreras históricas en el cantón Taltal

1) Alemania. Propietaria: Compañía Salitrera Alemana


2) Atacama Nueva. Compañía Salitrera Alemana.
3) Adela.
4) Alianza (luego Caupolicán). Compañía Salitrera Alianza.
5) Ballena (ex Germania). Lautaro Nitrate Co.
6) Bellavista. Propietario: Daniel Oliva Figueroa.
7) Blanca Unión. Propietario: Telésforo Andrade.
8) Britania. Britania Nitrate Co.
9) Catalina. Anglo Lautaro Nitrate Co.
10) Catalina del Norte. Daniel Oliva F.
11) Carolina (luego Delawere y Bascuñán). Berger y Cía. y
Salitrera Bascuñán
12) Caupolicán. Lautaro Nitrate Co.
13) Comunidad Salitrera Constancia de Taltal. 1922. Instalada,
nunca funcionó.
14) Chile. Compañía Salitrera Alemana.
15) Chileno Española. Daniel Oliva F.
16) Delaware. Du Pont Nitrate Co. Estados Unidos
17) Descubridora. Peters y Cía.
18) El Toro. Barazarte y Oliva.
19) Esmeralda (luego San Jacinto, Severin, Catalina del Sur).
Carlos Severin.
20) Esperanza. (Ex Julia). Británica.
21) Flor de Chile. Peters y Cia.
22) Germánica. (Ver Ballena).
23) Ghysela. Daniel Oliva.
24) Guillermo Matta. Lautaro Nitrate Co.
25) Germania (luego Ballena). Lautaro Nitrate Co.
26) Julia (luego Esperanza). Telésforo Andrade.
28) Juana
29) José Antonio Moreno. Lautaro Nitrate Co.
30) Los Amigos. Compañía Casaigne.
31) Lautaro. Lautaro Nitrate Co. Británica.

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Salitre, harina de la luna llena...

32) Lilita. Lillita Nitrate Co. Británica.


33) Lagunas o Lagunillas. Rafael Barazarte.
34) Los Tres Amigos. Vicente Bañados, Rafael Barazarte, D.
Oliva.
35) Miraflores. Sociedad Salitrera Miraflores.
36) Negra Adela. Daniel Oliva. Agua Verde.
37) Portezuelo.
38) Porvenir. Compañía Salitrera Portezuelo.
39) Porfía. Berger y Cia.
40) Pampa Anita. Compañía Salitrera Sudamericana.
41) Rosario. Daniel Oliva. Barón y Cia.
42) Rosa de Cachinal. Compañía Salitrera Sudamericana.
43) Santa Luisa. Lautaro Nitrate Co.
44) Sir Leyton. Compañía Salitrera Sudamericana.
45) Salinitas. Compañía Salitrera Alemana
46) Sara. Santos Cienfuegos. Chilena.
47) Tricolor Pedro Perfetti y Cia. Chilena.
48) Unión. St. Marie & Loppé.

Breve Historia del Cantón Taltal

1876. 21 Oficinas están en funciones en el Cantón.


1882. Se inaugura el Ferrocarril salitrero entre Taltal y Refresco.
1889. El Ferrocarril llega a Cachinal de la Sierra.
1890. Ramal ferroviario a Oficina Santa Luisa.
1907. Dos mil personas conforman la población de Oficina
Alemania.
1910. Patente Haber-Bosch para producir nitrato sintético.
1915. Ferrocarril Longitudinal empalma con línea férrea de Taltal
en Estación Catalina.
1917. Parte producción masiva de nitrato sintético en Alemania
y Francia.
1926. Cierra la Oficina Tricolor.
1929. La gran depresión afecta duramente a Chile. Se inicia la
crisis salitrera.
1930. Cierra la Oficina Ballena.
1949. Cierra la Oficina Santa Luisa donde trabajan y viven 2.700
personas.
1961. Cierra la Oficina Chile.

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Sergio Prenafeta Jenkin

1966. Paraliza la Oficina Flor de Chile. Se incendia su hospital.


1971. Nacionalización de las empresas salitreras.
1976. Cierre definitivo de la Oficina Alemania, ahora “Oficina
Unidad Popular”.
1978. Se inicia cierre y levante de las líneas férreas de Taltal.

Rene Cordero C., el último miembro de una familia de armadores con muelle y
embarcaciones propias, conserva la réplica de un viejo velero que un día fondeó
cerca del patio de su casa que hasta hoy conserva (falleció en 2018).

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Salitre, harina de la luna llena...

La “59” reposando ahora como Monumento Nacional en la Plaza de la Cultura


de Taltal. Simula tirar dos carros de pasajeros que nunca tuvieron que ver nada
con ella.

El “Pamir”, que llevó salitre de nuestras pampas a Alemania, se hundió durante


una tormenta en el Atlántico.

Los veleros traían carbón de Europa (en carros de ferrocarril sobre el muelle) y
volvían cargados de salitre. En primer plano, un muelle en plena construcción
(c. 1890).

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

8. EL FERROCARRIL MOVILIZA EL SALITRE

Dos ingenieros ingleses, Richard Trevithick y Andrew


Vivian patentaron en 1802 una locomotora a vapor que se despla-
zaba sobre raíles o vía férrea. Hacia 1860 el tráfico ferroviario en el
mundo tenía gran utilidad y se construían vías férreas y convoyes
capaces de recorrerlas. Los primeros usos que tuvo el ferrocarril
fue el transporte de minerales y de personas, algo que también
ocurrió en Chile. La exploración y luego la explotación del salitre
en el desierto movió a capitales ingleses para formar en Londres
el 3 de junio de 1881 la empresa The Taltal Railway Company Limited
la que al cabo de algunos reveses financieros recibió la concesión
para construir un ferrocarril.

El Gobierno de Chile estaba interesado en agilizar el


transporte de la producción salitrera que partía, por lo que tres
años antes ya había llamado a propuestas para invertir hasta veinte
mil pesos en estudios preliminares que proyectasen una vía férrea
entre Taltal, Blanco Encalada (en la costa norte) y las nacientes
salitreras. El Gobierno aseguraba al ente ganador el usufructo del
trazado por 30 años libre de toda competencia. Dicho proyecto, de
suyo ambicioso con solo considerar la geografía costera, no pasó
de ser un buen propósito pero nunca se materializó. El trazado
definitivo lo hizo el ingeniero Aurelio Lastarria y la obra la constru-
yó el ingeniero Juan Enrique Meiggs, de tal forma que el primer

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El ferrocarril moviliza el salitre

tramo de la vía entre Taltal y estación Refresco se inauguró el 20


de octubre de 1882. Ese mismo año el Congreso Nacional aprobó
una ley expresando que el salitre exportado por Taltal solo pagaría
un derecho equivalente a la mitad del impuesto que tenía aquel
producto desde 1880. La velocidad de expansión de la empresa
fue más rápida que la de sus convoyes, siempre lentos en los 298
kilómetros de extensión uniendo en 1890 a más de 20 oficinas en
plena producción.

A medida que crecía la extensión de la línea el puerto se


desarrollaba. Taltal en 1861 tenía 360 habitantes, al término del
siglo XIX su población sumaba 5.834 personas y en 1907, el año
de mayor prosperidad llegaba a 11.457 ciudadanos, con más del
doble que lo anotado por el censo en las comunas vecinas de Santa
Luisa y La Aguada. Ese año Taltal pasó a ser el mayor exportador
de salitre de la provincia de Antofagasta. Toda la literatura que
ponderó grandezas y un “buen vivir” de muchos data precisamente
de esos años. Obnubilados por este despertar fastuoso, el ciclo se
cerraría para siempre en 1976, unos 94 años más tarde, con el cese
definitivo de la producción de la Oficina Alemania, a cuyo certifi-
cado de defunción ya se le había cambiado su nombre histórico.

El flamante Ferrocarril salitrero tomó posesión de parte


del plan urbano de Taltal en 1884. Con todos sus equipos, talleres,
oficinas y viviendas, la mayoría de importación inglesa, se ubicó
en un amplio recinto especialmente protegido entre la orilla
del mar –donde se construían sus muelles– y un pequeño cerro
colindante, desde donde comenzó a extender sus servicios hasta
el lejano Cachinal de la Sierra. Para ello debió seguir la ruta de la
quebrada de Taltal, donde ubicó las primeras tres estaciones de
su red de apoyo (Kilómetro 7, Breas y Canchas), donde estaba la
única planicie entre cerros que permitió compartir el peralte del
terreno con el camino de entrada y salida de Taltal. Como es hasta
hoy un paso estrecho y pleno de curvas, en tiempo de temporales
ese fue (hasta hoy) el único drenaje por donde bajaron violentos
aluviones que destruyeron no solo caminos sino también el ten-
dido de rieles, durmientes y postes telegráficos del ferrocarril. El
periódico “Eco de Taltal” (18 de agosto de 1882) señalaba:
“Ferrocarril. En pocos días más se pondrá a disposición y servicio
del público el ferrocarril de Taltal. Las estaciones principales del
interior, principiando por el puerto son: Breas, Canchas, Agua

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Verde y Refresco. La distancia que recorrerá es de 82 kilómetros.


El comercio y los pasajeros podrán mandar sus mercaderías
y viajar con comodidad. La correspondencia para Cachinal
y demás oficinas del interior será fácil y ligera”.

El 3 de septiembre de 1886, una ley especial concedió


“a la gran (sic) Compañía Minera Arturo Prat y a la empresa del
Ferrocarril de Taltal, permiso para construir un ramal de ferrocarril
de vapor que ponga en comunicación la línea principal del FF.CC.
de Taltal con el establecimiento de amalgamación que la primera
de estas compañías posee en la caleta norte del puerto, y el uso
gratuito de terrenos baldíos fiscales necesarios para la construc-
ción de la línea”. (El apelativo de “gran” compañía aparece en la
escritura fundacional de la empresa).

Más tarde, el Presidente Jorge Montt concedió el 2


de febrero de 1893 un permiso al industrial minero Daniel Oliva
Figueroa “para construir y explotar una línea de ferrocarril de
vapor entre su oficina salitrera Atacama y el desvío de Refresco,
perteneciente a la Compañía del FF. CC. de Taltal”. El gobierno
estaba interesado en movilizar los recursos naturales del desier-
to con rapidez y al año siguiente autorizó al empresario privado
Carlos Watters para construir un ferrocarril de trocha angosta
entre Antofagasta y el distrito salitrero de Aguas Blancas, 70 km
al sur de la capital provincial.

El Censo de población realizado el 28 de noviembre de


1895, determinó que el Departamento de Taltal y sus tres comu-
nas tenía 12.902 habitantes distribuidos en Taltal (6.862), Santa
Luisa (4.202) y Aguada (1.838). El puerto mismo contaba con una
población de 5.834 habitantes y el informe oficial anotaba que
“su población ha aumentado rápidamente debido a que es la
puerta de la exportación de la comarca que ha llevado el nombre
de Desierto de Atacama, en la que ahora se encuentran salitreras
en explotación y minerales de plata y cobre en beneficio. Esto y
la exploración que se sigue en el desierto, promete a Taltal un
seguro porvenir”.

Según el Rol de Propiedades mineras e industriales es-


tablecidas en la comuna de Taltal, en 1896 las más importantes
eran el Ferrocarril Salitrero, el Establecimiento Arturo Prat, el
Establecimiento Atacama, todos de sociedades anónimas; el

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El ferrocarril moviliza el salitre

Establecimiento Barazarte y el Establecimiento Paposo, ambos


de doña Delfina Zuleta Hidalgo. En la comuna de Santa Luisa el
número de empresas era mayor, siendo la primera de ellas The
Lautaro Nitrate Company Limited, con un avalúo de sus bienes de
dos y medio millones de pesos, más de lo declarado en Taltal por
el Ferrocarril Salitrero.

El Gobierno autorizó en 1885 la construcción de un


ferrocarril a vapor entre la oficina “Guillermo Matta” y el lugar
denominado Escalerita (Diario Oficial 2.489). La concesión fue
hecha al industrial Alfredo Quast Faslem, con el agregado que
podría extenderlo hasta Caleta Oliva, idea del mayor interés. Para
llevarlo adelante se concedió el uso gratuito de los terrenos fiscales
que fuesen necesarios para la vía, estaciones, talleres y además
oficinas destinadas al servicio de este ferrocarril. La ley declaró
de utilidad pública los terrenos de particulares que se necesitasen
para el trayecto de la línea, sus estaciones y oficinas, con arreglo
a la ley de 18 de junio de 1857 y mientras durase la ejecución de
las obras. Las compras que el empresario hiciera en ese tiempo
quedarían libres de derecho de alcabala (tributo que el vendedor
pagaba al fisco en la compraventa). Los derechos de importación
de rieles, carros, máquinas y demás material necesario para la
construcción y equipamiento de la línea que se emplease hasta
el día que se entregara al tráfico, también no pagarían derechos
de importación.

En ese mismo territorio mirando hacia el norte por la


costa y con el propósito de construir un ferrocarril entre Paposo
y el Mineral del Desierto, se concedió en 1886 un permiso para
realizarlo a don Rafael Barazarte, industrial con actividades mi-
neras permanentes en el sector. Se le autorizó, asimismo, el uso
de terrenos baldíos de propiedad fiscal necesarios para la cons-
trucción, estaciones, casas, bodegas, maestranzas y dependencia
de la línea. En igualdad de condiciones que otros permisos, el
precio de rieles, coches, máquinas y demás útiles destinados a la
construcción del camino, edificios y equipo hasta un valor máximo
de trescientos mil pesos, no estarían sujetos en su importación al
pago de derechos fiscales.

La iniciativa volvió a fracasar y Paposo quedó para


siempre ausente de un tendido ferroviario para el traslado de su
producción minera.

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Sergio Prenafeta Jenkin

Dos años más tarde, en 1887, se autorizó al FF.CC. de Taltal


para prolongar su línea hasta el mineral de Cachinal (en la pampa)
pasando por la aguada del mismo nombre y por el mineral de Gua-
naco (Ley N° 3.081). Se agregó una serie de concesiones como el
privilegio exclusivo por 30 años para no permitir la construcción
y explotación de otra línea férrea entre los lugares que ella iba a
unir; la excepción absoluta del pago de derechos de aduana para
introducir rieles, carros, máquinas y demás materiales necesarios
para la construcción de la línea y sus edificios y para su equipo
hasta un valor de 400 mil pesos. Otras garantías que se incluyeron
fue el uso de los terrenos fiscales y particulares que la empresa
necesitara y la liberación de los derechos aduaneros por cinco años
de los materiales de conservación y uso en toda la línea, excepto
coches y carros que introdujera la compañía.

Taltal, departamento de Antofagasta

El desierto se fue llenando de vías ferroviarias que se cru-


zaban y dispersaban. En 1888 se creó la Provincia de Antofagasta
y se dividió en tres departamentos: Tocopilla, Antofagasta y Taltal
(Diario Oficial N° 3.346). Aún quedamos con dependencias lejanas
porque Taltal continuó bajo la jurisdicción de la Corte de Apela-
ciones de La Serena, no obstante formó una sola circunscripción
(Antofagasta) para elecciones de senadores y diputados. En 1891
se decretó agregar la provincia de Atacama y el departamento de
Taltal al territorio jurisdiccional de Iquique. Curiosamente fuimos
entonces ciudadanos dependientes de dos mundos: un poco
serenenses y otro poco iquiqueños.

Santa Luisa no podía quedarse atrás y una ley de 1890


le concedió a la Compañía de Taltal Ltda. permiso para construir
otro ferrocarril que uniese las estaciones de “Las Canchas” (luego
Canchas) con la oficina señalada. Pero se derogó en el texto el
artículo primero de la ley de 7 de agosto de 1885 en la parte que
permitía construir un ferrocarril de vapor entre Santa Luisa y Ca-
leta Oliva. Las esperanzas que este proyecto fuese viable chocó
con la naturaleza misma del terreno. El trazado del ferrocarril
inglés por el medio de la quebrada de Taltal finalmente se impuso
como el único.

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El ferrocarril moviliza el salitre

Uno de los primeros decretos que dictó el gobierno de


facto que derrocó al Presidente Balmaceda en 1891 (Decreto Ley
N° 13) concedió a don Daniel Oliva Figueroa “o a quien su derecho
represente, el permiso que solicita para construir y explotar una
línea de ferrocarril a vapor entre la oficina salitrera Atacama y el
desvío denominado de Refresco, de la Compañía de Ferrocarril de
Taltal”. Como el recurso agua era fundamental para alimentar a
las máquinas que tiraban el convoy, se autorizó a la empresa para
abrir nuevos pozos profundos surtidores cercanos a la línea central.

Una ciudadela protegida

Los negocios del ferrocarril estaban en un período de


auge. Los ingleses que llegaban contratados para asumir tareas de
administración y control traían a parte de su familia y se instalaban
en cómodas casas con una red de agua potable distinta a la que
surtía al puerto, además otra de servicio eléctrico estable, ajeno al
usado en el resto de la ciudad. El recinto ferroviario pasó pronto a
ser una ciudadela cerrada incrustada en la geografía local, donde
nadie que no fuese funcionario de la empresa podía circular por
sus patios y muelles. Tampoco las damas inglesas salían de sus
casas para buscar algo que necesitaban en el comercio del pueblo,
tarea que cumplían sus empleados de servicio. Cada cierto tiem-
po los ejecutivos viajaban al Reino Unido a tomar sus vacaciones
aprovechando los barcos que cargaban salitre para Europa o, más
tarde, en el cómodo “Reina del Pacífico” desde Antofagasta. Había
un día al año en que la administración inglesa realizaba un festejo
público teniendo como invitados a sus trabajadores. Era el día
del rey o la reina, en una ceremonia donde las banderas de Gran
Bretaña y Chile se entrecruzaban como símbolo de amistad, y las
esposas de los ejecutivos e invitados se sentaban en primera fila en
medio de la directiva del sindicato de trabajadores de la empresa.

¿Por qué los ingleses se fijaron en Taltal para hacer su


negocio ferroviario? Lo cierto fue que su presencia en las activida-
des mineras entre el llamado Norte Chico y Tarapacá tuvo desde
un comienzo activa presencia de capitales ingleses. El permiso
para instalar en Taltal un ferrocarril para el transporte de salitre
fue autorizado en 1881, pero a partir de la década de 1870 la in-
dustrialización de nuevos países –Alemania, Estados Unidos, Fran-

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Sergio Prenafeta Jenkin

cia– obligó a Gran Bretaña a reservar y ampliar su imperio colonial


a mercados exclusivos de sus productos. La actividad obrera se
había intensificado (1880-1890) con la formación de uniones de
trabajadores (Trade Unions) de obreros no calificados y una gran
huelga de trabajadores portuarios londinenses en 1889 paralizó
el comercio internacional.

Los bancos ingleses alcanzaron en esa época una elevada


concentración de capitales y exportaron éstos a los países sub-
desarrollados. Gran Bretaña terminaba el siglo siendo la primera
potencia bancaria mundial. Tenía la industria mejor y más meca-
nizada del mundo y pudo imponer sus aranceles en los países con
que comerciaba. El Banco de Londres y América del Sud extendía
desde Santiago y Valparaíso nuevas sucursales al norte del país.

El término de una historia

Después de 1930 la crisis salitrera causó serio impacto


en el Ferrocarril local. En 1932 sus máquinas transportaban una
décima parte de lo movilizado a principios de 1910. Al final de la
década se dejaron de pagar los dividendos y en la década siguiente
comenzó a deshacerse del material rodante que no era ocupado.
Se mantenía en trabajo esporádico cuatro o cinco oficinas salitreras
y la actividad minera de Guanaco decaía más y más.

Todo el oropel de sus mejores construcciones en Taltal


comenzó a perder brillo e interés. En 1956 el Ferrocarril pasó a
poder del comerciante de Antofagasta Julio Rumié Duk, dedica-
do al desmantelamiento de oficinas salitreras. Solo tres oficinas
eran atendidas por el ferrocarril salitrero: Alemania, Chile y Flor
de Chile. En 1971 la empresa pasó a poder estatal manejada por la
Sociedad Química de Chile, Soquimich, la que al cabo de un breve
lapso la devolvió al empresario Julio Rumié en 1976, año en que la
salitrera Alemania dejó de funcionar. El ferrocarril fue desmantelado
entre 1977 y 1979. Tres años más tarde la firma Rumié quebró y los
restos de la empresa quedaron en manos del Síndico de Quiebras
de Iquique, a 656 kilómetros de Taltal.

La última locomotora que corrió por sus líneas fue la


Kitson Meyer N° 59, que tiró en dramática jornada al tren del des-

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El ferrocarril moviliza el salitre

mantelamiento. Luego quedó abandonada en el recinto ferroviario


de Taltal soportando el saqueo de sus piezas. “La 59” pasó a ser
historia y diarios ingleses y chilenos se ocuparon de lo acaecido.
El Mercurio de Santiago dijo en su crónica del 25 de mayo de 1986:
“Única en el mundo. Campaña Pública para Conservar Locomo-
tora. Testigo de la época del auge salitrero, fue diseñada en Chile
y estuvo a punto de ser convertida en chatarra”. La Asociación
Chilena de Conservación del Patrimonio Ferroviario dio inicio a la
campaña dando a conocer que se construyeron 78 locomotoras
Kitson-Meyer, de las cuales 27 llegaron a Chile y en su diseño par-
ticipó el ingeniero Robert Stirling, jefe de tracción del Ferrocarril
Tocopilla-Toco a fines del siglo XIX. De todas ellas, tres se salvaron
de ser aserradas como chatarra y son las únicas que existen en
el mundo. La 59 es la única con trocha de 1.067 metro con dos
boogies articulados motrices y dos chimeneas.

La máquina fue declarada Monumento Histórico por


Decreto 1.221 de 10 de mayo de 1979, considerando “el Acuerdo
del Consejo de Monumentos Nacionales adoptado en sesión de
fecha 4 de abril de 1979 y el interés histórico y la antigüedad de
ella”. El pergamino que le fue otorgado en el Palacio de La Moneda
no fue óbice para que fuera puesta a remate el 26 de marzo de
1986 y en vista que no hubo resultados en el negocio, se volvió a
rematar el 17 de julio de ese año.

La revista Ercilla (31 de octubre de 1990) tituló su crónica


central denunciando como “Descarrilamiento doble” la venta a
Inglaterra de la primera locomotora diésel adquirida por Chile –la
Junín– y que se encuentra en el museo de Leeds, “en tanto que
otra, también de gran valor, permanece abandonada y seriamente
deteriorada en Taltal, siendo ambas monumentos históricos”. La
nota culpó de lo ocurrido a “la ambición empresarial de algunos
y la lenidad de autoridades sin sentido de la historia. ¡Qué sana
envidia comparar a naciones europeas y al propio Estados Unidos,
e incluso a un par de países latinoamericanos que, conscientes
de tales herencias, las cuidan y preservan para las futuras gene-
raciones!”. La locomotora 59, a estas alturas del partido, era de
propiedad de la empresa Eulogio Gordo y Cía. quien la ofreció en
venta en medio millón de pesos fue nada menos que el síndico
de quiebras. La máquina fue donada más tarde por la empresa
Gordo a la Municipalidad de Taltal. Correos de Chile emitió un
sello con la imagen de la polémica máquina pero el bochorno de

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Sergio Prenafeta Jenkin

seguir con “la 59” botada en un patio del ex ferrocarril en Taltal


perduró mucho tiempo. Lo que queda de esa reliquia se exhibe
hoy tirando un tren de pasajeros simulado en lo que fue el borde
sur de la vieja estación. Lo sucedido, por lo menos, obligó a revisar
la legislación vigente sobre monumentos nacionales (Ley 17.288).

El 15 de noviembre de 1983 el Gobierno declaró Monumento


Histórico el recinto del ex Ferrocarril de Taltal, considerando que
“las instalaciones constituyen valiosos testimonios que se identi-
fican con la trayectoria de la ciudad, asociados íntimamente con
las explotaciones salitreras y mineras y al transporte en Chile”.
El Decreto N° 1294 establece que lo anterior comprende todo el
recinto con las siguientes construcciones: Policlínico, oficinas de
Administración y Bienestar; Casa Central, Casa del Superintendente
de Locomotoras, Casa del Jefe Almacén y Casa del Empleado de
Tráfico, además el muelle asignado con el N° 7.

Más allá de lo señalado, cabe mencionar que se cometieron


saqueos mientras se preparaban los textos oficiales de la referen-
cia. Por ejemplo, los tornos, de la excelente dotación existente,
fueron sacados a viva fuerza de sus locaciones acostumbradas y
en aquellos casos en que no pudieron ser sustraídos debido a su
peso, fueron dinamitados provocando la pérdida total de estas
herramientas. El desmantelamiento de las últimas oficinas salitreras
al interior de Taltal, entretanto, revivió los efectos de una verdadera
guerra. Manos negras se robaron las líneas férreas con durmientes
desprendidos a golpes, al igual que viviendas, bateas, cachuchos,
pulperías, postes de telégrafo, cañerías de agua, calaminas, etc. Por
su parte, la autoridad comunal (delegada) del momento permitió
que en la gerencia y otras dependencias del ferrocarril se alojaran
funcionarios públicos y sus familias por tiempos variables, muchos
de los cuales se llevaron “de recuerdo” partes de la decoración
doméstica, cortinajes, etc., mientras otros robaron peldaño tras
peldaño el pino de la hermosa escala de ingreso a la gerencia de
la extinta empresa, en circunstancia de estar protegida, como la
casa misma, por un decreto presidencial.

El último gerente inglés del ferrocarril fue el ingeniero


James Austin Sherwin, junto a su esposa Dorothy Jones. Había
nacido en Boston en 1898, estudió ingeniería civil en la Univer-
sidad de Cambridge y entre 1920 y 1933 trabajó en Argentina
como ingeniero constructor del Ferrocarril Mitre. Luego viajó a

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El ferrocarril moviliza el salitre

Inglaterra y se incorporó como ingeniero del Ministerio del Aire


hasta 1947. Ese año fue destinado a Taltal como Administrador
General e ingeniero jefe del Ferrocarril salitrero. Hombre culto y
ejecutivo, fue también Presidente del Club Taltal y vice presidente
del Rotary Club local.

La “59” reposando ahora como Monumento Nacional en la Plaza de la Cultura


de Taltal. Simula tirar dos carros de pasajeros que nunca tuvieron que ver nada
con ella.

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Sergio Prenafeta Jenkin

La Gerencia del Ferrocarril inglés, construida en 1885. Ubicada desde un pro-


montorio de rocas, desde allí los ejecutivos controlaban la intensa actividad de
transporte de salitre como de pasajeros.

Lo que queda del más viejo de los muelles salitreros luego de 120 años
de soportar bravezas, terremotos y el pesado ingreso diario de vagones.

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El ferrocarril moviliza el salitre

Carro salitrero.

Muelle 1

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

9. MINERÍA METÁLICA

Téngase presente. No existe ningún país en el mundo que


tenga más cobre por kilómetro cuadrado que Chile. Si las riquezas
tuvieran patria y si esta se evaluara con base a su abundancia
en el territorio nacional, Chile sería indiscutiblemente la Patria
del Cobre (Alexander Sutulov, 1978). El país produjo en 500 años
exactamente el 13% del cobre generado por nuestra civilización
en ochenta siglos de su historia. Hay cobre desde el yacimiento
Salamanqueja, en la Región de Arica y Parinacota, hasta el yaci-
miento de cobre en Cutter Cove, Región de Magallanes. Y como
si eso no bastara, hay también gran cantidad de cobre contenido
en los nódulos polimetálicos que tapizan el suelo oceánico de los
4.300 kilómetros de costa lineal chilena. Y allí están, esperando que
nuestro país los rescate y aproveche ante el apetito manifiesto de
las grandes potencias que desearían hacerlo por su cuenta, más
acá de nuestro mar territorial.

Antes que los españoles llegaran a Chile con Almagro,


los indígenas conocían el arte de trabajar las minas. Nadie atina
a saber cómo lo aprendieron. Señala el historiador José Toribio
Medina que los indígenas llamaban en la lengua quichua “milla”
al oro, sin utilizarlo y algo entendían de los usos de la plata (ihen).
Pero si sabían bastante del cobre o “payen”. Ellos distinguían
entre el “cobre campanil”, el más agrio y resistente al martillo a
la par que más sonoro (con él hicieron las primeras campanas),

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Minería metálica

y el “cobre dulce” usado más tarde en la fabricación de baterías


de cocina y defensa.

El cobre, anota Vicuña Mackenna, “ha sido siempre ple-


beyo, al paso que el oro fue por demás aristocrático y augusto”.
Durante la Colonia pasó a tener la mayor importancia. Se dice que
no existía un solo cañón en las fortalezas de Valdivia, del Callao, de
Valparaíso o de Cartagena de Indias que no hubiese sido fabricado
con cobre de Chile.

En 1548, durante el primer Cabildo de don Pedro de Valdi-


via, se dictaron severas Ordenanzas de Minas, el documento más
antiguo de la minería en Chile. Más tarde, en 1787, se prepararon
nuevas ordenanzas para la administración del Cuerpo de Minería
del Reino de Chile, en atención al estado decadente o “la ruinosa
situación de la minería”.

Desde la Conquista, el cobre fue el principal metal tec-


nológico de la civilización precolombina, pero fue desplazado por
otro metal más duro y resistente: el hierro. Si bien era caro y solo se
conseguía en España, por asuntos esenciales de la época –armas,
herramientas, corazas, armaduras, etc.– terminó por desplazar
al metal rojo. Pero el cobre nunca dejó de estar presente porque
los conquistadores siguieron usándolo en sus actividades diarias.
Diego de Almagro y Pedro de Valdivia reemplazaron las herraduras
de hierro de sus caballos por otras de cobre hechas en la región
desértica de Chuquicamata.

Lo cierto es que Valdivia no venía precisamente tras el


cobre sino del oro. Al dominar al cacique Michimalonco, se apoderó
de los lavaderos de oro en Marga Marga, en la desembocadura
del río Aconcagua, lo que representaba la única actividad minera
de Chile entre la primera década de la Conquista. A medida que
avanzó la colonización al sur, se fueron abriendo nuevos lavaderos
en Quilacoya, Imperial, Villarrica, Madre de Dios, Osorno, así como
en Illapel y Choapa en el norte chico, especialmente después de
la fundación de La Serena en 1544.

Las minas de oro, con un trabajo de mano de obra indíge-


na, producían unas 2.000 toneladas al año, lo que bajó a la mitad
hacia 1600. El cobre entonces ganó terreno y en 1615 el Conde de
Montes Claro, Virrey del Perú, ordenó que se le enviara desde Chile

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Sergio Prenafeta Jenkin

“en forma urgente” un cargamento de cobre, con el fin de fundir


una partida de cañones para defender el Virreinato de los piratas.
Fueron 668 quintales –unas 30 toneladas– que tomó casi diez años
en completarse. El metal procedía de las minas de Coquimbo.
Un relato del jesuita Padre Rosales en su “Historia del Reino de
Chile” (Vol. 1), asegura que no solo se enviaron 668 quintales de
cobre a petición del Rey, “sino que también se adjuntó la fresca
y purificativa cachanlagua (cachenlagua) para depurar la sangre
gruesa y eruptiva de los príncipes borbones”.

La minería de plata, entretanto, se inició a mediados del


siglo XVII pero en territorios de Cuyo (hoy Argentina) hasta que en
1692 se descubrió la mina de San Pedro Nolasco y así comenzó la
producción del tercer metal más importante de la Colonia en Chile.

Los indígenas mineros tenían derecho al sesmo, es decir a


la sexta parte del oro que extraían, que luego Francisco de Villagra
lo redujo de una plumada al octavo. La explotación de los propios
indígenas era aún mayor porque luego de tributarle al cacique,
ahora se lo hacía hacia la Corona. A fines del siglo XVIII vino a Chile
una comisión enviada por el Rey con el fin de introducir nuevas
técnicas de beneficio de minerales de plata y en 1787 se estableció
el Real Tribunal de Minas de Chile.

A comienzos del siglo XIX existían en Chile 165 minas en


producción, de las cuales 67 eran de oro, 35 de plata, 61 de cobre
y dos se azogue (mercurio). El único equipo de molienda era el
trapiche, introducido en 1732 en minas de oro, los que en 1803 ya
sumaban unos 130. La plata se recuperaba por amalgamación y
para el cobre se recurría solo a la vía pirometalúrgica.

Entre 1545 y 1810, Chile produjo solo cobre, plata y oro.


Desde la Independencia hasta 1900, a los metales anteriores se
agregó fierro y manganeso y se abrió la minería no metálica con
el salitre, yodo, azufre y otros menores como el plomo, zinc y
cobalto, además de carbón como primer combustible. Hasta 1926
el panorama no tuvo variación y entre 1926 y 1950 se agregaron el
carbonato de calcio y el petróleo. El molibdeno con un significado
especial en el mercado aparece a partir de 1939 y el renio con el
litio en los años 1940-1960 (CIMM, 1976).

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Minería metálica

El aporte de Taltal

Tras el trabajo de José Antonio Moreno al que hemos


hecho referencia en especial, el negocio minero comenzó a desa-
rrollarse con celeridad en todo el Departamento (luego comuna),
desde Sierra Esmeralda, Sierra Overa y La Exploradora por el sur
y Caleta El Cobre por el norte y desde el borde litoral hasta Gua-
naco y la Cordillera de Domeyko en plena pampa, con los éxitos
y fracasos propios de este tipo de negocios.

El establecimiento de la Sociedad Beneficiadora de Me-


tales en la Aguada de Cachinal, por ejemplo, solo se mantuvo por
pocos años. La empresa conoció momentos de alta producción
desde que adquirió los derechos del proceso de amalgamación
desarrollado por B. Krohnke en 1863. Sus esperanzas estaban
cifradas en la mina Arturo Prat cuando instaló en 1883, en medio
del desierto, sus molinos de muelas verticales y toneles rotatorios.
Las pesadas piezas debieron ser transportadas a lomo de mula
desde Paposo, al carecer de otro medio de carguío. De este modo
nació la primera fundición que hubo en el Departamento de Tal-
tal. Entretanto, la Compañía Arturo Prat, deseando tener plena
independencia en su quehacer, adquirió en 1886 una fundición
propia en el puerto. El Ferrocarril alcanzó hasta el mineral recién
en 1888, pero la Sociedad Beneficiadora que entretanto había
instalado un segundo centro de amalgamación en el puerto, fue
liquidada en 1889 y ambos establecimientos fueron rematados el
25 de noviembre de ese año.

En el puerto se desarrolló, a partir del molino de plata,


un centro de molienda y amalgamiento de oro de propiedad de
la firma Atacama Mineral Company Ltd., con sede en Londres. Al
lado y al mismo tiempo, la Pollok Company estableció un nuevo
centro que utilizó cloro pero que tampoco tuvo regularidad en
su funcionamiento. Un poco antes, en 1888, otro molino de oro
llamado “La Patentada” había terminado su tarea antes del primer
año de haber sido puesto en marcha. Sin embargo, uno de esos
industriales logró fundir el primer oro en barras de Guanaco (1885)
en el establecimiento Arturo Prat y tuvo el valor de fundar una
nueva unidad similar en Taltal.

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Una rica veta de plata

“Taltal está de pláceme con un nuevo descubrimiento


de una rica veta de plata, hecho a una legua de distancia al sur
de la mina ‘Taltalina’. El descubridor es don Antonio Cargotich,
austriaco”, informaba un despacho (agosto de 1882) aparecido
en “El Ferrocarril” de Santiago. Anotaba que “este hallazgo, a
juzgar por la apariencia que presenta, parece que encamina a los
mineros hacia el famoso derrotero del chango Aracena, que por
tantos años y por tantas personas ha sido buscado inútilmente.
Cargotich se ha encontrado un cincel y varios útiles de catear y
se presume sean los que usaba Aracena”. Las muestras extraídas
dieron una ley de 2.000 marcos cajón ya que están amasadas de
plomo y por su color tienen mucho parecido a los metales de la
(mina) Taltalina. Concluye la nota que “mucho entusiasmo ha
despertado este descubrimiento y ya no son pocos los que se
han ido a catear”.

El salitre dificulta el trabajo minero

La Compañía de Minas y Beneficiadora de Taltal, cuyo


Directorio funcionaba en Valparaíso, mantenía su establecimiento
de amalgamación con capacidad para beneficiar 400 quintales de
mineral en 24 horas. En la primera década del siglo XIX se trabajó
con muchas dificultades por falta de minerales. Solo se recibían los
productos de las propias minas que la compañía tenía en Cachinal
de la Sierra, ubicado a 148 km de distancia de Taltal por vía férrea.
La minería de plata estaba paralizada por agotamiento de las minas
con metales de buena ley. La gerencia de la compañía declaró que
“la creciente industria salitrera en el Departamento ha dificultado
mucho la vida de los trabajos mineros”. El pique principal “Arturo
Prat” del establecimiento alcanzó los 358 metros de profundidad,
pero permaneció por mucho tiempo lleno de agua, un valioso
aporte para la industria salitrera.

Pero estas no fueron todas las unidades beneficiadoras.


Hubo también un molino para trabajar oro en Cifuncho (30 km
al sur de Taltal), el que no fue capaz de sobrevivir a pesar de los
esperanzados envíos de minerales desde Sierra Overa, debiendo
abandonar las instalaciones cuyos muros están hasta hoy como

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Minería metálica

reliquias cercanas a la hermosa playa. Hubo también hornos en


Vaquillas y Juncal Nuevo, como los hornos de cuba en la mina
“Abundancia” de Paposo.

Por decreto de 30 de mayo de 1905, se había concedido a


don Alfredo Quast Faslem el permiso solicitado para la explotación
del ferrocarril de Cifuncho al interior, a las vegas y manantiales
como a las vertientes y corrientes subterráneas que existan en
la zona, comprendida desde 4 km al poniente de la quebrada de
Juncal hasta los puntos denominados “Ojos del Boleón” y “Agua
de la Piedra”, y las existentes desde 4 km al poniente del “Agua
de la Cruz” hasta los “Dos Ojos de la Encantada”, en el nacimien-
to de la quebrada de Carrizo (en el límite que hoy separa la II y
la III Regiones). Tanto detalle quedó en nada porque el proyecto
original no funcionó.

Dando una mirada retrospectiva, es justo reconocer


que el “Ingenio Mercedes”, en Guanaco (al noreste de la antigua
Estación Catalina), fue fruto del esfuerzo de su dueño, el alemán
Enrique Hintze. Él fue quien puso en marcha el único molino para
oro en ese mineral y que introdujo en el país el uso del mecanismo
de bolas de Jenish-Lohnert, “sin apabullarse –anota Darapsky–
por la abismante decadencia a su alrededor”. Había encontrado
en “Silesia”, entre Guanaco y Guanaquito, a 67 m de profundidad,
una veta típica de sulfuro de cobre y de tetraedrita de arsénico,
en la cual no faltaban oro ni plata. Con la ayuda de una máquina a
vapor, una caldera de Rooth y 21 pequeños molinos de bolas, se
intentó allí amalgamar el oro puro dentro de una cuba.

El rico yacimiento de Guanaco fue descubierto en 1887


y está ubicado al sur de Cachinal de la Sierra, a los 2.850 m de
altitud y al norte de la quebrada de Vaquillas. Estaba compuesto
por otras cuatro minas para extracción de oro y plata: Ingenio
Hércules, San Lorenzo, Mina Estrella y Mina Silesia. El agua nece-
saria para estos trabajos provenía de la Aguada de Varas, hacia
los 3.430 metros sobre el nivel del mar, en medio de un oasis. En
estos 130 años transcurridos, Guanaco ha sido intensamente ex-
plotado y son muchos los mineros que reconocen haber ganado
mucho dinero en sus faenas. Por ejemplo, en 1910 se autorizó el
funcionamiento de la Compañía Internacional del Guanaco, creada
por dos escrituras públicas (29 de octubre y 23 de noviembre de
1909). La empresa continuó la explotación de las diversas minas

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Sergio Prenafeta Jenkin

del mineral de Guanaco y su capital era de $ 2.100.000 divididos


en 200.000 acciones. Hintze tuvo buenas ganancias no solo con
el oro. En 1909 se aprobó la transferencia que hizo a la Compañía
Salitrera Alemana de sus derechos de “La Aguada de las Mulas”,
que tenía en su poder desde 1894.

Para otros mineros, sin embargo, las bondades mineras


de Guanaco no se dejaron ver. En 1909, por ejemplo, el Gobierno
autorizó la disolución y liquidación de la Sociedad Minera “Emma
Luisa” del Guanaco, la que funcionaba desde 1888.

Los mineros de Guanaco marcaron toda una época con


ganancias que no era posible obtener por tanto tiempo en otras
minas. Hacia 1960 bajaban al puerto y compraban la “novedad del
año”: grandes radios a pilas con parlantes que cargaban sobre
sus hombros haciendo notar con alta sonoridad su presencia en
las calles. En los prostíbulos de La Benita, Felipe Gómez y el Nene
Pinto se los acogía con preferencia, mientras el patrón de la mina
viajaba a Santiago para comprar departamentos.

En 2008 “Guanaco Compañía Minera Limitada”, propie-


taria de las pertenencias mineras del Distrito Guanaco, anunció
la reapertura de la extracción de oro y plata en el sector con una
inversión de US$ 25 millones y el empleo de 340 personas para la
construcción y 200 en operación, para una vida útil de 10 años y
una producción estimada en 100 a 150 mil onzas de plata y cien
mil onzas de oro en metal doré. (Norpress. Diario de la Minería,
junio 2008).

Una realidad cambiante

La historia minera de Taltal tiene una monotonía singular:


se abren nuevos trabajos y se cierran otros, sin que falte para estos
últimos un adjetivo y hasta un verbo específico: salir panteón y
“apanteonarse”. A diferencia del trabajo minero antiguo, donde
las exigencias de respeto ambiental no eran tomadas en cuenta
(tampoco las condiciones de vida de estos trabajadores), ahora
toda empresa para iniciar nuevas faenas debe someter a aproba-
ción de la Corporación Nacional de Medio Ambiente, CONAMA, un
estudio riguroso de impacto ambiental. La ley exige, por su parte,

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Minería metálica

que para abrir labores a nivel de la superficie del suelo, la flora que
tapiza el área –como el caso de las cactáceas- deberá trasladarse
íntegra y replantarse en sectores aledaños pero en ningún caso
destruirse. La “guinda de la torta” la colocó la situación de los 33
mineros que quedaron atrapados 70 días en la mina “San José”,
en Copiapó. Fueron tantas las exigencias que impuso el Servicio
Nacional de Geología y Minas, Sernageomin, al trabajo minero,
especialmente a nivel de la pequeña minería, que decenas de
minas debieron cerrar sus faenas ante la imposibilidad de cumplir
la nueva normativa.

Es seguro que nadie imaginó en 1885 que a alguien se le


ocurriría exigir cocina embaldosada y duchas calientes con servi-
cios higiénicos en cualquier mina, pequeña o mediana en pleno
desierto. Ese mismo año anunciaba su instalación en Taltal una
nueva empresa, la Compañía Minera Blanca Torre, organizada en
Valparaíso donde comparecieron don Edecio Torreblanca, por sí
y como mandante de don Ismael Cordero, Washington Cordero,
José Dolores Cordero, Simón Valdivieso, Estanislao Páez, Juan
Barón, Juan Agustín Fontanés, Isidro Dolares y otros. Los citados
eran dueños en comunidad de algunas minas de plata situadas
en Sierra Esmeralda (Blanca Torre y Victorina), con un capital de
la empresa que ascendía a $ 1.400.000.

Por ley de 1 de septiembre de 1886, se concedió a don


Manuel Ossa la exención de los derechos de aduana hasta por un
año, para introducir maquinarias por un valor máximo de ochenta
mil pesos a su establecimiento de concentración de minerales de
cobre en la comuna de Taltal. En 1907, Ossa y Latorre eran dueños
de 25 minas en Paposo, muchos de cuyos nombres se conservan
hasta hoy. Por ejemplo, Portezuelo, Reventón, Montecristo,
Santo Domingo, Abundancia, Julia, Casualidad, Colorada, Venus,
Descubridora y otras, a las que Manuel Ossa sumaba a su cuenta
otras dos, Diana y Marta.

La producción minera local estaba compartida con otros


grandes empresarios, como Victorino Escobar en Sierra Overa y
La Argolla; José Rivero en El Potrero; Abel Collao, Olegario Pairoa
y Pedro González en otras localidades, sumando otras 55 minas
en actividad.

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Sergio Prenafeta Jenkin

Capitales mayores

Las noticias en torno al cobre al comenzar el siglo XX


eran mucho mejores para Chile pero no incluían directamente a
Taltal. La tecnología en boga en los Estados Unidos se interesaba
directamente en el tratamiento de minerales de baja ley y en ello
destacó el ingeniero William Braden. Se adquirió la mina El Teniente
en unas 20 mil libras esterlinas a sus dueños chilenos, los Concha
y Toro y los Irarrázabal Correa. Así fue como nació el mineral de
El Teniente de la Braden Cooper Co., al interior de Rancagua, pero
también con capitales de una rica familia judeo estadounidense,
los Guggenheim, con experiencia en el tratamiento de cobres de
baja ley mediante nuevas técnicas.

En 1912 la Braden comenzó también a trabajar Potrerillos


(actual III Región) y usó los capitales de otro consorcio de los Es-
tados Unidos, la Anaconda Copper Mining Co. y juntos formaron la
Andes Exploration Co., luego Chile Exploration Mining Co. Braden no
tenía capital para hacer frente a la inversión de la Andes Copper
Mining Co. e invitó a los Guggenheim para explotar una tercera
mina, Chuquicamata, la que inició su producción en 1915. Cuatro
años más tarde Braden abandonó definitivamente Chile dejando
una estela –nunca bien reconocida– de gran beneficio al país.

Lo cierto es que Chile no tenía capitales ni ingenieros y


geólogos para asumir tareas por cuenta del Estado o de capitales
nacionales. Había escuelas de Ingeniería y profesionales titulados.
La Geología comenzaba también a surgir y las escuelas de minas
abastecían las necesidades de la pequeña y mediana minería, pero
la macro industria minera que se introducía al país requería de
otro tipo de especialización para esas y otras carreras vinculadas
al tema minero. La comuna de Taltal, por su parte, tampoco fue
ni es asiento de lo que hoy se conoce como la gran minería. Lo
establecido hasta la fecha corresponde a una sumatoria de pe-
queña y mediana minería, supeditada a la variación de los precios
inestables de nuestros productos naturales.

La llegada de un flujo menor de capital permitió a la em-


presa Chile Canadian Mines, con sede en Panamá en los años sesenta
del siglo pasado, la compra de la mina “Julia” en una cifra redonda
de US$ 300.000 (1961, $ 1.051 por dólar) en el área de Paposo y el
establecimiento allí de un campamento bien dotado (viviendas,

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Minería metálica

talleres, escuela, casino, etc.) donde se ocupó bastante mano de


obra y se generaron trabajos e ingresos hasta que el régimen y el
clima político imperante (1970-1973) imposibilitó continuar la pro-
ducción. El geólogo encargado de la empresa, Melvin Morrison,
abandonó el país para asumir trabajos en Paraguay y el Jefe de
faenas, Algirdas Kaunas, volvió a su país de origen.

Empresas locales

En 1932 se constituyó el Grupo Ciclón compuesto por las


minas Ciclón, Celia, María, Olmué y Progreso en una extensión de
17 hectáreas, pertenecientes a los señores Sergio Gallardo, Juan A.
Mediano, Hilarión Villalobos, Antonio 2° Katalinic, Julio Villalobos
y Juan Fernández. La mina principal era Ciclón, ubicada a 3.336
metros sobre el nivel del mar en la Sierra de la Exploradora. Pro-
dujo oro, plata y cobre en vetas de hasta dos metros de ancho.

En un comienzo (1916) los minerales de Taltal se vendían


a la firma Mauricio Hoschild, con sede en Copiapó (años después
en Taltal) y luego a la Caja de Crédito y Fomento Minero, Cacremi.
Antes de esa fecha (c. 1920) y frente a la falta de poder comprador
en el puerto, el mineral previamente escogido era enviado en
lanchones a Copiapó vía Caldera, a la casa Hoschild. Las facturas
de venta de esa fecha indican que el precio del oro fino se pagaba
a $ 2.300 el kilo y la plata a $ 60 el kilo en similar condición.

Numerosos trapiches surgieron dentro y fuera de Taltal


en el transcurso del siglo pasado. Algunos, incluso, en el patio de
las propias viviendas de los mineros. No faltaba en el equipo mí-
nimo de ellos un cacho de vacuno partido transversalmente para
comprobar si las tierras contenían oro. Debido a la concavidad
que dejaba el curioso mecanismo y siempre con la presencia de
agua, el minero movía constantemente su mano en vaivén hasta
que apareciera la partícula de oro. Separarla pronto indicaba
que se podían abrir oportunidades interesantes para su pronta
explotación.

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Sergio Prenafeta Jenkin

El hierro por camino duro

Pero si esos fueron momentos que anunciaban éxitos


y optimismo público y hasta a nivel familiar, no ocurrió lo mismo
cuando los proyectos de explotación de minerales de hierro, que
levantaron el ánimo a los taltalinos del 2010, fracasaron estrepito-
samente. A 15 km al sur del puerto por un buen camino costero, la
“Sociedad Contractual Minera Hierro Taltal” solicitó una concesión
de puerto en el sector de bahía Isla Blanca, con el fin de exportar
el producto de 34 minas de hierro de la zona. Pero el 25 de mayo
de 2016 la empresa decidió rematar todos sus bienes, a saber:
Concesión de puerto ($ 350.000.000); la concentradora magnéti-
ca de hierro para 1.500 toneladas/hora; 34 minas de hierro con 15
manifestaciones y pedimentos mineros ($ 370.000.000); correas
transportadoras, molinos, harneros, etc. ($ 20.000.000); 750 mil
toneladas de mineral de hierro con una ley de 20% ($ 5.000.000) y
tortas de mineral de baja ley –unas cinco mil toneladas– por otros
cinco millones de pesos. El bajo precio internacional del hierro
fue, en parte, causante de esta decisión que destruyó un proyecto
empresarial, esperanzas de trabajo y cierta prosperidad en Taltal.

Consultados algunos geólogos expresaron que “Taltal


no tiene una riqueza fierrera en su suelo comunal como la que
existe, por ejemplo, entre el área norte de La Serena hasta Cha-
ñaral, donde su explotación es de importancia”. Lo curioso es que
a tres kilómetros de la Plaza Prat de Taltal, se encontró una serie
de depósitos de minerales de fierro en la quebrada de San Ramón
(Ver nota aparte), uno de los cuales resultó haber sido explotado
hace unos doce mil años del presente. Conviene tenerlo presente.

Enami, una mirada crítica

La entidad antecesora de la Empresa Nacional de Minería,


ENAMI, fue la Caja de Crédito y Fomento Minero, Cacremi, que
inició sus actividades en julio de 1927 al servicio de la pequeña y
mediana minería del país. Enami instaló en Taltal una de sus plantas
en 1966, bajo el nombre del minero benefactor del puerto, don
José Antonio Moreno. Levantando la vista al noticiario mundial,
fue curioso constatar que en el mismo tiempo en que se hacía el
primer trasplante de un corazón artificial a un paciente moribundo

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Minería metálica

en Houston, Texas, en Taltal, Chile se ponía en marcha una maqui-


naria con nueva tecnología algo semejante para volverle la vida a
centenares de mineros que trabajaban sin asistencia profesional
pertenencias propias o ajenas.

Hasta el año 2009 esta planta tenía dos líneas de produc-


ción. La primera para procesar minerales sulfurados y la segunda
para tratar minerales oxidados, con una capacidad de 12.000 to-
neladas por mes vía lixiviación, extracción por solvente y electro
obtención. Se producían entonces 200 toneladas mensuales de
cátodos de alta pureza (99.999% de cobre). A partir del año 2010
el proceso trabajó solo minerales oxidados, esto es los que están
más cerca de la superficie y cuesta menos su extracción.

La nueva planta tuvo un costo de US$ 3.597.000 y fue un


apoyo directo a la pequeña minería local. La decisión de Enami de
hacer esta inversión no fue un generoso regalo sino el resultado de
las peticiones reiteradas del Concejo de la Municipalidad local, de la
Asociación Minera de Taltal junto a otros entes locales y regionales.
Hasta entonces todo discurría sin problemas y a satisfacción de
los mineros, pero en junio de 2008 se confirmaron irregularidades
en el manejo económico de la planta. Enami reaccionó haciendo
controles internos, revisando el manejo de la administración y
comprobó que, efectivamente, hubo “manos negras” y las cosas
andaban mal. Se interpuso una denuncia en la Fiscalía de Taltal
para que fuese ella la que investigara judicialmente.

En efecto, se comprobaron alteraciones en la valorización


de los lotes (las entregas de minerales que la empresa recibe) y se
constató que en un momento determinado, la empresa pagó la
compra solo de piedras en vez de minerales a algunos productores
“amigos”. Esto llevó a suspender el padrón de seis productores y
se separó de sus funciones habituales a trabajadores de Enami y de
contratistas, involucrados en estos ilícitos. Allí quedó también en
evidencia una de las irregularidades que pasaban imperceptibles
para controladores y ejecutivos. Consistía en cambiar la famosa
“pizarrita” colocada al tope de cada descarga de minerales –lla-
mados lotes– donde quedaba acreditado el nombre de la mina, del
propietario y el tonelaje depositado. Un “lote abierto” es aquel
que espera la llegada de nuevas camionadas del mineral y, por lo
tanto, su liquidación se hará cuando el propietario ordene cerrarlo.

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Sergio Prenafeta Jenkin

Un “lote cerrado”, por el contrario, dependerá lo que el propie-


tario consigne y puede contener una sola camionada de mineral.

Si el propietario sabía “a ojo” que su remesa daría baja ley


o incluso sospechaba un “panteón”, buscaba un acuerdo con algún
operario de la cancha de minerales para que cambiara la pizarra
del lote conflictivo por la de otro lote ajeno pero abiertamente de
mejor ley. El “servicio” amistoso aseguraba una prebenda posterior
a modo de “atención de la casa” de parte del productor. Solo en
marzo de 2008 se estimó que el posible daño económico causado
por todas estas malas prácticas fue cercano a los 500 mil dólares.

Pero este no fue el único problema que removió a la planta


local de Enami. Algunos años antes, el Ministerio de Defensa no le
renovó a esta empresa la concesión de la playa colindante con su
planta de lixiviación. Razones: la necesidad que Enami resolviera
los problemas de contaminación de las aguas con sus relaves. En
efecto, la planta drenaba sus aguas residuales sin neutralizarlas y
estaba provocando embancamiento en el sector de Playa Atacama
y la destrucción de la flora y fauna conocida como abundante en
el área. La preocupación cundió luego entre las autoridades de
salud, del SAG, la Gobernación y Capitanía de Puerto.

Conocimos en detalle lo que estaba ocurriendo y lo


informamos en la revista Ercilla N° 2.067. Ya habíamos hecho
con antelación una denuncia similar con el desastre dejado por
Codelco El Salvador con sus relaves echados al río Salado y que
volvió estéril la bahía de Chañaral. El problema de Taltal fue algo
distinto. La planta local producía al año 3.700 toneladas de cobre
fino y ocupaba a 230 trabajadores. Extraído el cobre, se producía
un mineral estéril que se descargaba a la playa luego de someterlo
a diferentes lavados con agua de mar. Si esto hubiese ocurrido
solo un día, la mitigación del daño tal vez habría sido rápida. Pero
ocurre que por espacio de cinco años se provocó este daño, el que
pintó de amarillo terroso el rincón norte de la bahía.

Investigaciones realizadas por científicos de la Universidad


de Chile en 1969, comprobaron alta concentración de sulfatos en
las muestras de arena, lo que determinó la ausencia de vida animal
en el área. Los pescadores denunciaron oportunamente la total
extinción de mariscos en el sector de descarga de los relaves y
hombres-rana confirmaron que las praderas de algas del fondo

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Minería metálica

estaban muertas y cubiertas de barro. Las recomendaciones


hechas por los biólogos marinos no inquietaron a Enami, cuya
planta aumentó considerablemente su capacidad de producción
y la consiguiente liberación de desechos al mar.

En 1973, el gobernador de Taltal, capitán © Fernando Rossi


Mejías, había denunciado la alta contaminación de las aguas ante
el Servicio Nacional de Salud. Copia de su informe fue enviado al
vicepresidente de Enami, Eduardo Matta Berger, quien escribió
en su primera hoja: “Entiendo que tenemos ya bastante literatura
al respecto”. Pero la literatura tenía su fundamento. Así lo estimó
el Director General del SNS, doctor Darwin Arriagada Loyola,
que el 22 de febrero de 1974 resolvió prohibir a Enami descargar
sus relaves en la playa o aguas costeras de Taltal “sin que antes
proceda a su depuración en forma satisfactoria (Resolución N°
06045). Enami respondió que “para la empresa resulta evidente-
mente impracticable, por los costos elevados de las soluciones de
relaves previo a su volcamiento al mar. Tendríamos que agregar a
los relaves un volumen de agua de mar de unos 45 metros cúbicos
por segundo, lo que equivale al caudal de un río, disponiendo las
correspondientes instalaciones de bombeo”.

Pero faltaba la última decisión empresarial. Entrevistado


el agente local de la planta, José Kortemeier Mertens, sorprendió
con su afirmación tajante: “Déjense de joder con esto de la ecolo-
gía y la contaminación del mar. Si siguen con esta tontera, vamos
a levantar la planta y nos iremos con ella a otra parte donde nos
dejen trabajar tranquilos”.

Mucho antes de la creación de la Cacremi y luego Enami,


ya había malas prácticas en el campo minero local. El 22 de mayo
de 1889, el juez letrado en lo civil de Taltal recibió la siguiente nota
de parte de don Daniel Martínez:

“Pongo en su conocimiento que habiéndose embarcado


últimamente metales de cobre en la barca “Jam Lam”, actualmente
anclada en la bahía de Paposo, hemos notado que de los metales
del embarque existe una buena parte de ellos pertenecientes a
la mina “Mantos”, perteneciente a la señora Delfina Z. viuda de
Barazarte. Estos metales son de una ley subida, de color añilado
de un 45% y otros como acerados y plateados que fluctúan entre
60 y 70 por ciento. El dueño de los metales por embarcar es un

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Sergio Prenafeta Jenkin

señor Moisés Carmona, quien trabaja en sociedad con un señor


Juan Rivera E., por lo que la sociedad se denomina M. Carmona y
Cia. Por lo expuesto, vengo a entablar demanda ante US pidiendo
el rescate de los metales, o sea pagándolos al verdadero valor o
dictaminando (a) US como lo estime conveniente”.

La explotación de minas junto a la costa y en el desierto


mismo han dado ganancias temporales a dueños y trabajadores,
sin embargo, conforman en la mayoría de los casos situaciones que
dan un mentís a la creencia que la pequeña minería es “un pozo de
dinero” disponible para quien quiera llegar y llevar. El 16 de julio de
1998, la información del diario El Mercurio de Antofagasta conta-
ba a cinco columnas: “Catastrófica situación de minería en Taltal.
Autoridades comunales y gremiales han buscado ayuda en todos
los sectores”. Como ocurre en las mareas, los temporales pasan
y dejan sus daños, pero nadie puede asegurar que no volverán.

Inestabilidad

El año 1998 cerró con el término de las actividades de


”Minera Yolanda”, lo que dejó el mismo 30 de diciembre fuera del
mercado laboral a cientos de trabajadores. La entidad era subsi-
diaria de la canadiense Kap Resources. La medida se vino a sumar
a la paralización de la “Minera Punta Grande”, “Caleta El Cobre”
y “Valle Dorado”, todo con una solo causa: “por necesidades de
la empresa”. No todo era cobre porque había también explota-
ción de yodo y nitratos. Ese año también cerró sus actividades
la empresa “Amax Guanaco” y de un total de 80 productores de
minerales oxidados que existían en la comuna, quedaron solo 19.

La situación no podía ser peor. La crisis de Taltal fue cali-


ficada como seria y crítica. Enami señaló que “no reabrirá mineras
de Taltal (El Mercurio, Antofagasta, 29 de agosto de 1998). Era una
de las alternativas para activar fuentes de empleo en la pequeña
minería de la comuna. Se señaló que “no resulta factible usar los
fondos de estabilización del cobre para reabrir empresas mineras
como Punta Grande y Logroño”.

Buscando la forma más inteligente para salvar esa crisis,


mentes desquiciadas no encontraron algo mejor que colocar

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Minería metálica

banderas de Bolivia en el Cerro de La Cubana (16 de septiembre).


En La Paz, Bolivia, esta noticia fue miel sobre hojuelas para arre-
meter una vez más contra Chile. La nota ocupó amplias páginas y
espacios en los medios informativos, en tanto el Concejo Municipal
de Taltal manifestó su más enérgico repudio ante lo acaecido.

Nadie nunca supo quiénes cometieron tal disparate.


Tampoco Carabineros y la PDI, porque es común que en Taltal na-
die asuma como propio el honor colectivo que se insulta desde la
impunidad. Un poeta chileno de fuste y que pasó buena parte de
sus años mozos en el Taltal de los años veinte, don Carlos Pezoa
Véliz, reaccionó con talento ante situaciones como estas, sobre
todo en su hermoso poema “Nada” (“Los jueces de turno hicieron
preguntas al guardián nocturno: éste nada sabía del extinto; ni el
vecino Pérez ni el vecino Pinto”).

Hoy se estudia en sociología un nuevo síndrome social,


un conjunto de síntomas y signos que adquirió su mayoría de
edad precisamente en Taltal, allí a la vuelta de la Puntilla. Cuando
se inauguró el camino que abrió el tráfico por la costa a Cifuncho
y playas intermedias, el Ministro de Obras Públicas viajó desde
Santiago para estar presente en tan significativo acto. Cuando
le cupo hacer su discurso, usó los vocativos correspondientes
nombrando primero a las autoridades invitadas. Pero le faltaba
un nombre clave: el del encargado de dirigir la obra. Entonces
le preguntó a una persona cercana a su ubicación quién fue ese
ejecutivo. La respuesta fue breve: “El pelao sae”. Entonces el mi-
nistro improvisó unas loas al destacado trabajo del “Señor Sáez”,
ante el ceño fruncido del alcalde y otros presentes que no sabían
la existencia del tal señor Sáez.

La anécdota pasó a mayores porque le puso ese mismo


día un nombre nuevo a una locación de nuestra geografía. Sobre
las razones de ello solo “el pelao sae”.

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Sergio Prenafeta Jenkin

Los ciclos mineros

Concluido el auge de la demanda china que por ocho años


mantuvo los precios del cobre muy por encima de lo normal, la
minería de todos los calibres –entre ellas la de Taltal– ha entrado
en seria reflexión. Ellos saben que los ciclos mineros no son algo
que el gobierno o las empresas del rubro pueden subsanar. El
Instituto Fraser, prestigioso centro canadiense de estudios, ubica
a las empresas mineras en un ranking mundial, donde combina
la visión sobre el potencial geológico de los países productores,
con las políticas públicas vigente en ellos, considerando pará-
metros tales como cargas tributarias, regulaciones ambientales
o derechos de propiedad. El lugar que en este informe ocupa la
minería chilena es lapidario. Quedamos bajo Perú, descendimos
28 puntos en el listado luego de haber estado en 2013 en la cuarta
posición. Las asociaciones mineras que reúnen a los productores
de la pequeña minería, no solo esperaban, sino que trabajaban
para que esta situación cambiase en la víspera de una renovación
de las autoridades de gobierno en 2017.

Selección de material metálico para obtener una mejor ley

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Minería metálica

Al pasar un siglo, sólo se conserva la chimenea de ladrillos de la Fundición Arturo


Prat en el área norte de la ciudad.

Los contaminantes líquidos producidos por la planta ENAMI de Taltal, desde su


sitio de depósito de residuos “botadero”, causaron la muerte de la micro flora
y fauna en el área de Muelle de Piedra. (Foto, Sergio Prenafeta).

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

10. EDUCACIÓN

La formación de las nuevas generaciones fue asumida


tempranamente por el Estado y la autoridad edilicia en las comunas
de Taltal y su cantón salitrero. A partir de 1885 ya existía en la ciudad
el Colegio Español-Inglés y en 1890 funcionaba el Colegio Inglés,
dirigido por la señora Ana T. de Heredia; el Colegio de Instrucción
de las hermanas Olivares; las escuelas N° 1 y 3 de Niñas; la Escuela
de la Sociedad de Artesanos, fundada por don Andres Keating y
mantenida luego por la Logia Masónica local; las escuelas N° 1 y
2 de Hombres y otros ya al iniciar el siglo XX. A éstos se sumó un
Colegio Parroquial de enseñanza básica.

Algunas oficinas salitreras establecieron pronto escuelas.


En 1910 la Oficina Chile contaba con una escuela mixta para los
hijos de los operarios, los que al finalizar la sexta preparatoria
podían ingresar al estudio de contenidos laborales. Otros esta-
blecimientos, sin embargo, se habían anticipado a atender esa
necesidad formativa a través de una Escuela Industrial Salitrera.
Las oficinas Flor de Chile y Alemania consolidaron más tarde el
trabajo formativo a través de instituciones escolares donde el
deporte y la cultura física tuvieron especial desarrollo. Estación
Catalina también tuvo su escuela cuyo estado de deterioro ocupó
las discusiones del concejo municipal durante varias sesiones en
la década de los años 1970.

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Educación

La Municipalidad de Taltal puso tempranamente en


funciones su Comisión de Instrucción, la que en 1907 presidía el
segundo alcalde (de tres en la nómina legal) Juan Ramírez Tagle,
e integraban Isaac Matta y el regidor Balbino Alday. Como un es-
tímulo a la actividad de las escuelas, en su presupuesto tenía un
ítem destinado a subvenciones de los establecimientos públicos
como privados.

Liceos con resabios de escuelas

En 1905 se organizó el Liceo de Niños en cuya matrícula


también existían cursos de educación básica (preparatorias), lo
que sumó una matrícula inicial de 137 alumnos. Rector del plantel
fue don Manuel Barros Castañón, nacido en Taltal en 1879 y ante la
ausencia de un colegio de enseñanza media en el puerto fue enviado
por su familia a estudiar en Santiago y, más tarde las carreras de
Derecho y Pedagogía en la Universidad de Chile. Fue profesor de
Derecho Constitucional y Administrativo en el Curso de Leyes de
Valparaíso. Su decisión de instalar el primer liceo fiscal fue recibi-
do con general beneplácito y asumieron los primeros años como
profesores los señores Juan Riffo B., Juan Carrillo, Gregorio Medel,
Antonio Reyes y Antonio Opazo. El gobierno de la época designó
más tarde al rector Barros como Ministro Plenipotenciario ante
Bolivia y luego Embajador en México. Fue, sin dudarlo, el primer
hijo del puerto que puso su talento al servicio de la diplomacia.

Los altibajos de la industria salitrera llevaron a Taltal a vivir


horas aciagas en su economía. En 1938 el Ministerio de Educación
determinó que el Liceo de Taltal fuera trasladado administrativa-
mente a la ciudad de Los Andes como entidad formadora en las
humanidades. Nadie entendió cómo se resolvía eso de “trasladar
el liceo”, pero lo cierto que la comuna se fue a pérdida. Habían
trabajado allí pedagogos y profesionales como el doctor Arturo
Lois, el sacerdote Juan Cabello, el abogado Ricardo Fritis, don An-
tonio Bahamondes, don Jorge Polle, don Arturo Torres Pinto, don
Vicente Agostinelli, don Roberto Vilches Acuña y muchos otros.

Hubo más tarde un establecimiento que con rango de


particular, vino a llenar las expectativas de un colegio de segunda
enseñanza. Fue obra del pedagogo en Castellano y Filosofía Juan

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Sergio Prenafeta Jenkin

Cortés-Monroy Cortés, a la sazón profesor de su asignatura en la


Escuela Industrial de la ciudad. Le parecía al joven pedagogo que si
la máxima de gobierno de don Pedro Aguirre Cerda fue “Gobernar
es Educar”, Taltal no podía seguir carente de un liceo. Apegado a
las enseñanzas del ilustre gramático Andrés Bello López, bautizó
al nuevo plantel con su nombre. Los jóvenes de ambos sexos que
fueron sus alumnos tienen hoy más de 80 años de edad. Vivos o
fallecidos, recordamos a Hipólito Tapia Escobar, Roberto Perucci
Ocampo, Nora Prandi Tapia, Lucy Matus, María Elena Flores Jara,
Luis Álvarez, las hermanas Pacheco Fermaglio, Mateo y Nora
Cárdenas (de Oficina Alemania), Malva Quezada, Silvia Punhon
Martínez, Norma Sam Dorador, Raúl Concha Guerra, David Alday
Araya, Mirna Tapia, Hernán Ledezma C., Mercedes Flores Tapia,
Guillermo y Nilda González Guerra, entre muchos otros en los
primeros tres cursos del Liceo Andrés Bello.

El tercer y definitivo liceo se organizó cuando la matrícula


del Liceo Andrés Bello declinó constantemente. Una comisión
de “hombres buenos” (así se acostumbraba llamarlos en todo
el país), viajó a la capital en 1947 con el propósito de exponer
ante las autoridades del Ministerio de Educación, la necesidad
de crear en la ciudad un Liceo Fiscal. Presidió ese comité el Dr.
Ovidio Olivares Álvarez, el que fue recibido también en el Palacio
de La Moneda por la esposa del Presidente Gabriel González
Videla, señora Rosa Markmann R. Como hija de Taltal, ella asumió
con interés la solicitud. La buena acogida que tuvo este pedido
en el Gobierno, contrastó con la que tenían en el propio puerto
algunos detractores que ocupaban las columnas del diario “La Voz
del Pueblo” para expresar que Taltal no tuviese un nuevo Liceo
“mientras no se solucionen primero la falta de luz eléctrica y la
carencia de vuelos en LAN Chile”.

Parece increíble que tal campaña pudo haber sido rea-


lizada desde el propio lugar donde se pedía más oportunidades
formativas para la juventud. El 1 de marzo de 1949 el Liceo Fiscal
abrió sus puertas y matriculó al que sería su primer año de humani-
dades. El único pedagogo disponible era el rector Cortés-Monroy,
acompañado por docentes de las escuelas básicas de la comuna
que le ofrecieron su apoyo en distintas disciplinas con el fin de
llevar adelante el proyecto. En los años siguientes comenzaron a
llegar profesores egresados de institutos pedagógicos, contratados
para asumir sus cargos en varios cursos de primero a sexto año de

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Educación

enseñanza media. Muchas disciplinas, no obstante, fueron también


encargadas a ingenieros, abogados (jueces, notarios) oficiales de
Carabineros, dentistas y otros. En sus 68 años de existencia, el Liceo
consolidó su tarea y consiguió que se le construyera un moderno
edificio considerado como el mejor dotado en la II Región. Lleva
en justicia y reconocimiento ciudadano el nombre de su primer
rector y fundador.

Enseñanza básica y grado vocacional

A comienzos del siglo XX, la concentración mayor de la


población estaba en el área centro y sur de la ciudad, teniendo
como eje central la Plaza Prat. Frente a ella funcionaba la Escuela
Superior de Hombres N° 1, cuyo director fue por largos años don
Andrés Gajardo, con la colaboración del primer inspector don
Arsenio Montenegro. Vecino a ella en la calle lateral (Torreblanca)
estaba la Escuela Superior de Niñas N° 2, bajo la dirección de su
directora señora Carmen Álvarez S. y sus ayudantes señoritas Celia
Silva Morán y Ana Contreras R. Más tarde asumió la conducción del
plantel la recordada educadora señorita Berta Pérez. La profesora
Celia Silva, por su parte, entregó su vida a la formación de niñas y
jóvenes junto a sus hermanas Domitila y Sara Rosa.

La Escuela Elemental de Niños N° 1, ubicada en la comercial


calle Serrano, daba formación a 118 alumnos bajo la conducción
de la profesora Elvira Villalobos, con sus ayudantes Sara Poblete
J. y Emma Rodríguez. La Escuela Elemental de Niñas N° 6, en calle
San Martín, atendía a otras cien alumnas bajo la responsabilidad
de la directora Domitila Silva Morán.

La formación de las adolescentes, a través de un Grado


Vocacional, compartía el mismo espacio que la Escuela N° 2 en calle
Torreblanca, a media cuadra del mar y frente a la sede del Club
Social Taltal. Allí las jóvenes aprendían a confeccionar prendas en
lencería, modas, dibujo, bordados artísticos, tejidos a máquina y a
mano, etc. en una “preparación para la vida de hogar y las respon-
sabilidades en una familia”, tarea que fue encargada a una desta-
cada educadora, la señorita Rosa Nercasseau y Morán junto a un
cuerpo docente formado por las profesoras Julia Durán, Enriqueta
Martínez y Julia Madrid. La Escuela contó siempre con una Junta

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Sergio Prenafeta Jenkin

de Vigilancia que integró Carlota de Forbes, Edelmira Bustos de


Zañartu (esposa del juez Fabio Zañartu y madre del escritor Sady
Zañartu Bustos). También eran parte de esta Junta el Gobernador
del Departamento y los señores Edmundo Forbes, Mateo Pinto,
Ramón C. Briceño y Pedro Bolados Cartes, notario de la comuna.
El Grado Vocacional, que perduró más de medio siglo, resultó ser
un excelente aporte a las familias locales porque no solo cumplió
su cometido de organizar el quehacer femenino en la formación
de una familia sino que preparó a muchas jóvenes para el trabajo
independiente local en talleres de sastrería y modas.

A la Escuela Superior N° 1 de Hombres se le cambió de


nombre y se la conoció como Escuela República de México. Cuan-
do Sady Zañartu fue designado Premio Nacional de Literatura, se
cambió nuevamente el nombre a la escuela por el del escritor hijo
de este puerto. Al fusionar a dicha escuela con la de igual categoría
de mujeres en un moderno y amplio edificio en calle Esmeralda,
la escuela tomó el nombre del director y joven maestro “Víctor
Hugo Carvajal Meza”, tempranamente fallecido.

En 1942 se fundó la “Escuela Hogar N° 19 Pedro Aguirre


Cerda”, obra del profesor Victoriano Quinteros Soto y orientada
a entregar formación general más un grado vocacional de ju-
guetería y hojalatería y un régimen de internado para aquellos
alumnos procedentes de la pampa salitrera. La activa labor del
profesor Quinteros recibió el permanente apoyo de su esposa,
señora Graciela Lara y la cooperación del entonces Alcalde de la
comuna, Luis Godoy Barrera. Con una matrícula de 240 alumnos,
ocho profesores, tres inspectores; una ecónoma venida expresa-
mente de la capital, la señora Tila Ganter; un maestro de talleres y
personal de servicios, a ellos se unió una banda instrumental que
distinguió al establecimiento en los actos cívicos locales. El director
Quinteros dio también su apoyo al Liceo de Hombres creado en
1949 al asumir la enseñanza de la Historia. La Escuela Hogar lleva
hoy el nombre de su fundador.

En el barrio Caleta Ossa, cuyo nombre recuerda al empre-


sario minero Manuel Ossa Ruiz, funcionó la Escuela Coeducacional
N° 3, que literalmente pasó a tomar el nombre de “Escuela de la
Caleta”. Ocupó un solar primitivamente perteneciente al cemen-
terio del puerto, el que luego debió ser retirado más al norte en
atención al crecimiento de la ciudad. La escuela era la única que

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Educación

existía en el puerto creada bajo la administración del Presidente


José Manuel Balmaceda, hacia 1890. Entre los docentes que ocu-
paron más tarde la dirección del colegio estuvieron las profesoras
Orfa Pinto de Raby, Clementina Gallo, Margarita Toro y el profesor
Guido Olave Aguirre.

La Escuela Particular diurna “Bernardo O’Higgins”, por


su parte, fue fundada por la educadora Zunilda Verdejo Veliz y re-
cibió un valioso apoyo cuando la joven Alondra Rojas Barrios y su
hermano Andrés llegaron como pupilos al hogar de la directora.
Doña Zunilda le pidió a la señorita Alondra que la acompañara en
la tarea educativa y la apoyó para que cursara estudios a distancia
en el Instituto Pinochet Le Brun de la capital, dedicado a entregar
a las mujeres la formación que no podían conseguir por tener que
trabajar en lugares lejanos. La postulante a ese título se entregó
por completo a compatibilizar teoría con la práctica en aula y
luego de cumplir con todas las exigencias recibió los certificados
correspondientes a su etapa formativa. Mientras doña Zunilda
atendía a los alumnos de los cursos iniciales –el famoso silabario
y las primeras letras– Alondra puso mayor énfasis en los alumnos
de segundo a sexto año básico. Terminada la jornada diaria, seguía
haciendo repasos particulares a alumnos que mostraban más di-
ficultad en el aprendizaje y, como si eso no bastara, daba clases a
mujeres adultas en el manejo de la escritura a máquina, apoyando
de esta forma el ingreso al mundo del trabajo de dichas personas.

La escuela cobraba un mínimo aporte pecuniario por


ser un ente privado. Al finalizar el mes, era doña Alondra la que
recordaba discretamente “la plata de la escuela”, que en 1945 era
de cinco pesos mensuales. Los alumnos no usaban uniforme ni
distintivo alguno, sin embargo se les ocurrió a ambas educadoras
que en el desfile del 18 de septiembre de 1948, hombres y mujeres
debían vestir camisa blanca, pantalón o falda azul marino y una
corbata roja. Fue este último atuendo el que les trajo problemas
porque el color rojo estaba vedado usarlo como señalética por la
vigente Ley de Defensa de la Democracia. Apenas aparecieron los
niños con la corbata al aire, el gobernador local frunció el ceño,
lo que fue interpretado como una provocación al gobierno, juicio
que no se demoró en compartir el capitán de Carabineros. Los
niños no se dieron cuenta pero las maestras sí. A los padres, en
general comerciantes, mineros y empleados les movió más bien
a risa el cuento de la corbata roja y los “niños comunistas”. En

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los últimos años de funcionamiento de la escuela, se incorporó


a la docencia la profesora Juana Bobadilla Ríos, quien reemplazó
a doña Alondra tras su deceso. Hoy la ex escuela es una casona
vacía en calle Atacama, sin que alguna placa o leyenda recuerde
la hermosa tarea que tuvo a su cargo durante más de medio siglo.

El recuerdo de Alondra Rojas Barrios lo conservó una


nueva, amplia y confortable escuela básica inaugurada en 2002,
en terrenos aledaños al ex ferrocarril salitrero, en el área norte
de la ciudad, con un presupuesto de construcción que excedió los
mil millones de pesos y para dar atención a 700 niños con jornada
escolar completa. Se la conoce como la “Escuela Alondra” y fue
conducida en sus primeros años por el experimentado maestro
Guido Olave A. Colegio de aulas amplias con dotación especial para
el conocimiento de disciplinas de las ciencias y humanidades, vino
a servir a una gran población en rápido crecimiento y aspiraciones
crecientes tanto en el alumnado como en sus docentes.

En el mismo sector donde funciona la escuela antes citada,


se encuentra el Liceo Politécnico “José Miguel Quiroz”, fundado en
otro sector del puerto en 1939. Sobre su quehacer hemos hecho
referencia en otro capítulo de este libro.

No existen hoy colegios particulares en Taltal. Los hubo


a comienzos del siglo XX para un reducido número de alumnas,
como el Colegio de Señoritas en calle Ramírez 49, dirigido por
la señora Celsa Oyanadel y donde enseñó inglés a las jóvenes la
profesora Fanny V. de Villaflor. Por su parte las hermanas Nichols
mantenían otro colegio frente a la Plaza Prat con 15 alumnas, a
las que el uso del idioma inglés le resultaba obligatorio. En ese
colegio aprendieron sus primeras letras las hermanas Markmann,
pasando luego al Liceo de Niños donde estarían en amplia minoría
respecto de los hombres.

La educación que se imparte hoy en los establecimien-


tos del puerto y de Paposo, alcanza a los 2.700 alumnos. El 8% es
atendido en el nivel parvulario, el 60% en enseñanza básica y el
24% en educación media. Las dos últimas cifras han variado desde
que el séptimo y el octavo año de las escuelas pasaron a formar
parte en todo el país de la enseñanza media entregada por liceos.

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Educación

Con el apoyo de la Municipalidad local, del Instituto Nacio-


nal de la Juventud y de la Universidad Católica del Norte funciona
un curso Pre Universitario para los egresados de la enseñanza
media. El ingreso de alumnos a estudios universitarios ha tenido
un importante incremento como producto del trabajo intensivo
proyectado por este curso. Es notoria la elección de los alumnos
por carreras vinculadas a ingeniería y geología.

¿Hacia dónde camina la educación hoy?

Contar solo fechas y nombres de colegios puede ser un


acopio inútil e incompleto si no se cierra este capítulo con algunas
consideraciones de la educación en nuestros días. La tarea de
todo educador consiste en tener muy claro tres asuntos básicos:
Primero, qué enseñar; Segundo, cómo enseñar y Tercero, para qué
enseñar. Quienes no tienen claro las respuestas a estas interrogan-
tes, es preferible que busquen acomodo en otras actividades, así
se encuentren en poder de su título profesional que los habilita
para impartir sus disciplinas.

Corren tiempos de desarrollo impensado de la ciencia


y la tecnología. En las manos de los niños y adolescentes que
llegan a clases hay un pequeño aparato que hace posible llegar
hasta bien al fondo del conocimiento acumulado por la humani-
dad con solo pulsar una tecla. Lo que no tiene conexión directa
con los celulares es con los valores de respeto y entusiasmo por
la vida, con la forma como exaltar el altruismo y el anti egoísmo,
tendencias que impulsan al individuo a vivir para y con los otros.
Pero hay más. Diversas investigaciones a nivel mundial sostienen
que en el seno de los colegios se estaría gestando una “demencia
digital”, en el sentido que de acuerdo a la forma como se están
utilizando estas tecnologías puede llevar a un deterioro cognitivo
importante (Dr. Manfred Spitzer, 2012). Ocurre que a pesar de
facilitar (el computador, el celular) tantas tareas, limitan al mismo
tiempo el aprendizaje. En suma, el uso de internet en los colegios
conduce a un empeoramiento de la memoria y a una reducción de
la capacidad de búsqueda de información. Los mismos profesores
son los que sancionan que gran cantidad de los “trabajos de in-
vestigación” dados a sus alumnos, terminan siendo malas copias
de bajar información de internet y pegarla como pensamiento

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Sergio Prenafeta Jenkin

propio. Lo mismo ocurre, con un poco más de refinamiento en


las universidades.

A menudo se califica con notas altas y aplausos a niños y


adolescentes por sus esfuerzos para manejar y hasta memorizar
leyes y principios, auges y caídas de sistemas políticos y agrupacio-
nes sociales, fórmulas y paradigmas, celebrando más el resultado
final de un problema que el proceso que buscó el alumno para
llegar a la respuesta. La tarea de la escuela y del maestro debe
ir mucho más allá del resultado conseguido dentro o fuera del
establecimiento.

En “La Divina Comedia” de Dante Alighieri, a comienzos


del siglo XIII, aparecen unos personajes que no obstante los siglos
que han pasado, siguen plenamente vigentes. En su paso por el
infierno, llama la atención un grupo de ellos que están comple-
tamente aislados y permanecen sin comunicarse con nadie. Son
los ignavos. No los ignaros, que son los ignorantes. Los ignavos
son los que nunca ayudaron a nadie ni les interesó nada que no
fuesen ellos mismos. La ignavia es la pereza, la desidia, la flojedad
de ánimo, donde caben todos aquellos que jamás se van a jugar por
nada y por nadie. En colegios y liceos de todos los tiempos hubo y
hay ignavos por herencia y por condición humana. No participan
en agrupaciones deportivas, artísticas, de investigación, religiosas,
etc. Nunca se van a mojar ante emergencia alguna.

Tarea del colegio y de los maestros es combatir al pusilá-


nime, al temeroso, al falto de ánimo, al que “no está ni ahí” para
intentar llevar adelante obras y proyectos por grandes o pequeños
que sean. Del mismo modo, hace falta combatir e impugnar al fatuo
y a la fatua, al presumido y al vanidoso y, sobre todo, al “chanta”
que confunde talento con estupidez. El historiador italiano Carlos
Cipolla señala que el estúpido resulta más peligroso que el ladrón,
ya que éste si bien produce efectos nocivos, no es catastrófico. En
cambio, los estúpidos causan daño sin dejar ningún tipo de ganan-
cia. La riqueza se destruye y la sociedad se empobrece. La tarea
del educador no se cumple a cabalidad si solo se reduce a “pasar
su materia” y cumplir un programa. Su compromiso está llamado
a salir a los extramuros de su especialidad para encontrarse con
la raíz de la(s) crisis que afectan hoy a grupos determinados de la
juventud como de la sociedad en que están insertos.

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Educación

Hay que sumar cotidianamente esfuerzos para alentar


la constancia, la firmeza y perseverancia a fin de lograr estos
propósitos. La forma como se está educando hoy en Chile debe
cambiar significativamente, para que no triunfe la desmotivación
y el desencanto entre los jóvenes. Seis de cada diez profesores
en el plano nacional estiman que uno de los grandes desafíos
para enfrentar a sus alumnos es precisamente la desmotivación,
porque son muchos los que sostienen que lo que aprenden no
les sirve y se aburren.

A las autoridades, a los educadores, a los estudiosos


del problema educativo y por cierto que a los padres y la familia,
este y otros temas les son de sobra conocidos aunque no siempre
asumidos. Forman parte de nuestra historia. El Foro Económico
Mundial señaló (2017) que el 65% de los niños que entraron a la
escuela ese año van a enfrentar trabajos que aún no existen, más
complejos y que requieren habilidades no rutinarias. Hay más: los
niños que nacen hoy no van a llegar a conducir un vehículo alcan-
zada su adultez porque éstos se desplazarán solos. Ya se atisba
el arribo de una nueva sociedad.

Pensando en el Taltal del mañana, en la concreción de


ese publicitado slogan de “Un nuevo Horizonte por Descubrir”,
desde nuestra ciudad satélite, lejana de la gran urbe y del capital
de la II Región, se advierten vientos de cambios en la educación.
Desde 1981 y sin preparación previa se traspasó el manejo del tema
Educación a la administración municipal y en los tres decenios
pasados se ha tratado de definir el perfil de la nueva escuela/liceo
que la comuna requiere, donde destacan los trabajos para enfren-
tar los desafíos de la inclusión (que nadie se quede afuera); de la
pertinencia (que el colegio responda a lo que la actual sociedad
requiere) y de la calidad, donde se puedan ir desarrollando las
llamadas habilidades del siglo XXI.

Los caminos para lograr lo anterior lo saben los maes-


tros. Hay que transformar el aula y las prácticas al interior de sus
clases, pasando del paradigma de la enseñanza al del aprendi-
zaje profundo, menos monótono y más desafiante. Para ello se
necesita formar a niños con pensamientos críticos, autónomos y
comprometidos con una sociedad más justa. Se han dado ya los
primeros pasos: contrato de los docentes expresando el total
de horas convenidas y asignación expresa de funciones técnico

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Sergio Prenafeta Jenkin

pedagógicas y horas destinadas a estas labores; incremento del


trabajo con base en mallas curriculares que privilegien actividades
culturales y deportivas y contribuyan a la formación integral de
los estudiantes ; coordinar y articular acciones con las entidades
y redes de servicios sociales competentes para detectar, derivar
y tratar problemas sicológicos, sociales y necesidades educativas
especiales de alumnos prioritarios; impulsar la asistencia técnico
pedagógica especial para alumnos con bajo rendimiento; mejorar
los niveles de aprobación y tasa de titulación de todos los estable-
cimientos de la comuna y retención de los alumnos de primero
básico a cuarto medio independiente de su rendimiento escolar.

Los indicadores son claros: el 86% de los docentes de la


comuna (2017) estaban en la categoría de competentes y desta-
cados; las escuelas “Paranal” de Paposo y “Victoriano Quinteros
Soto” en el puerto, recibieron Acreditación Medio Ambiental de
parte del Sistema Nacional de Certificación Ambiental; el “Liceo
Juan Cortés-Monroy Cortés” y la “Escuela Humanista Víctor Hugo
Carvajal M.” lograron la “Excelencia Académica” del Ministerio de
Educación por sus logros académicos; Ciento veintiocho millones
de pesos en equipamiento y maquinarias para la educación técnico
profesional recibió el Proyecto 3.0 que implementará la especialidad
de Mecánica Industrial en el “Liceo Politécnico José M. Quiroz”,
en tanto el 90% de los profesores de todos los establecimientos
cuentan con su contrato en calidad de indefinido. Las cuentas
claras auguran solo beneficios para las nuevas generaciones.

En todas las campañas y proyectos de interés común en


Chile se repite en coro la frase “Sí, se puede”. El consenso para
alcanzar las metas señaladas en la educación debe ser la voz firme,
templada y sin renuncias de las generaciones de ayer y de hoy para
fortalecer los desafíos de la sociedad que viene.

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Educación

El nuevo edificio del Liceo Juan Cortés-Monroy Cortés, en las calles Arturo Prat
y San Martín, tiene junto a laboratorios modernos de apoyo académico, un
domo (último piso) habilitado para la observación astronómica de los alumnos.
El Observatorio Paranal, situado en la comuna, ofrece becas y apoyo a alumnos
de este establecimiento.

Alumnos y Profesores Escuela Hogar 1944.

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

11. CULTURA

Taltal tiene dos hermosas salas, grandes, espaciosas, para


gestar y transmitir cultura. Una casi centenaria (1921) que nació
por iniciativa de don Raniero Perucci Romani, que había llegado en
1893 desde Ancona, Italia, con su esposa Emilia Giacaglia Panfiggi
y luego de una corta estada en Guanaco se estableció en Taltal y
tuvo a su cargo el Teatro Municipal, entonces situado donde hoy
tiene su asiento la I. Muinicipalidad. El Teatro-Cine Alhambra que
construyó Perucci animó la vida de Taltal durante el siglo XX y hoy
reposa su vejez en manos de la I. Municipalidad de Taltal. La otra
gran sala, moderna y luminosa, amplia y confortable, de la mis-
ma corporación, es el Centro Cultural. En 2016 asistimos en esta
última a un concierto de guitarra clásica y a un ballet moderno
venido desde la capital. No obstante la publicidad dada a estos
eventos, la concurrencia en ambos programas no excedió las 15
personas, incluyendo iluminador y tramoyista. Terminados los
espectáculos preguntamos por qué hubo tan escasa asistencia
a programas de alta calidad y gratuitos. Nos llamó la atención la
respuesta recurrente: “son cuestiones culturales fomes que la
gente no entiende”.

A una cuadra del Centro Cultural, frente a la sede de la I.


Municipalidad, hubo esos mismos días presentaciones nocturnas
de grupos musicales cultores del reaggetón, ese estilo de música
que mató definitivamente la poesía de todos los tiempos con una

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Cultura

coprolalia monótona, con un insulto repetitivo al talento. Aquello


puso en guardia a muchos funcionarios sobre la crisis que existe
en buena parte del público sobre lo que involucra el tema cultura,
sobre todo contando el municipio con una sede ponderada como
una de las mejores de la II Región del país.

Lo que pasa es que el tema cultural tiende a sobrepasar-


nos por la vastedad de su alcance. Refiere los ideales educativos y
los valores espirituales que realiza y persigue la sociedad humana
en sus fases de desarrollo. Cultura significa el desarrollo completo
y armónico del ser humano, por lo tanto implica elaboración y
transformación inteligente de una realidad natural, teniendo como
mira el fin de emancipar al hombre y a la mujer de la esclavitud
de la naturaleza. La idea de la cultura alcanza y abraza entonces
toda la vastedad del ser humano. El tema está presente en el que
hizo las primeras balsas de cuero de lobo de los changos para
cazar ballenas, como en los artesanos que fabrican hoy carteras
de la piel de los peces, a un costado de la Plaza Prat en Taltal.
Pero culta es también la persona que maneja un lenguaje que no
roza el garabato para mantener un diálogo, el que es capaz de
expresar sus ideas con tal armonía –en un cuadro, en un poema,
en el canto– que llama la atención y el interés de su interlocutor.

Los aportes más que centenarios a la cultura no exigen


como pasaporte el haber nacido en el puerto para incrementar
su acerbo. La cultura no sabe de límites ni fronteras. El recuento
de la prosa y el verso, por ejemplo, nos enseña que la inspiración
sopla desde todos los cuadrantes y en todo tiempo, con o sin un
título profesional que acredite la inspiración. Las referencias que
aparecen a continuación tienen una condición que lo reiteraron
a su hora autores y autoras: nadie se puso a escribir en medio del
ruido que ensordece una tarde de verano, cuando los decibeles
con que emiten bandas de músicos contratados “para deleitar al
público”, junto a la Plaza Prat, humillan la paz misma de vecinos
y turistas.

Con el paso de los años, a Taltal se lo aprecia y goza más


en el silencio que en el griterío destemplado. El silencio no solo es
una mera ausencia de sonidos, o de ruidos, como se le entiende
vulgarmente, sino algo que se escucha. Es un “soplo” que a su vez
es un mensaje que proviene de aquellos que murieron jóvenes. El
silencio es el ámbito de las cosas esenciales. Lo han dicho poetas

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Sergio Prenafeta Jenkin

como Rilke y filósofos como Heidegger, pero también nuestra


vida cotidiana. ¿Cómo podríamos desarrollar un pensamiento
profundo, elevar una oración, crear una obra de arte, hacer un
descubrimiento o vivir en verdadero amor, en un ambiente ruidoso?

Una parte de este libro fue escrito en medio del martillazo


que ensordece y la ranchera llorona, que es peor, justo al medio
de dos edificios en construcción (calle Atacama, Taltal, 2017) y un
tercero vecino con igual propósito colindante al patio. Fue nece-
sario rogarle a tan virtuosos “maestros” que liberasen algunos
minutos de menor ruido para poder concluir párrafos y atemperar
algunas frases. Porque aún en Taltal muchos adultos acostumbran
a gritar de una acera a la de enfrente para saludar o entregarse
recados, seguramente como resabios de pobladores primitivos.

Este es un recuento apretado de personas e instituciones


que se sintieron con el ánimo despierto para incorporar su talento
a los arcanos de la cultura:

Ernesto Murillo Costa (1922-2007) fue ingeniero y poeta.


Nació en Santiago, trabajó como ejecutivo de la Empresa Nacional
de Minería y vivió con su familia en nuestro puerto. Confesó que su
vocación de poeta la descubrió cuando cumplía su labores como
ingeniero en el Norte Grande, cuando debió visitar desiertos, sa-
lares y puertos abandonados y encontró allí a los protagonistas
de su obra. En 1962 escribió “Mi Patria es Difícil”, catalogada por
la crítica capitalina como “un catastro lírico de nuestra loca geo-
grafía”, forjando una bella alianza entre la Naturaleza y el Hombre.
Como ingeniero, el equilibrio inexorable de la matemática le sirvió
de base para producir una poesía de alta calidad que no andaba
por las nubes y que reanudó un auténtico diálogo con los lectores.
Entre otras de sus obras están “Salar” (1967) que obtuvo el Premio
Municipal de Poesía de Santiago; “La otra ribera” (1964) y “Una
flor en el cemento” (1968).

Andrés Sabella Gálvez. Nació en 1912 y fue escritor,


periodista y académico de Comunicación Social en la Universidad
Católica del Norte. Su obra literaria abarcó todos los géneros, desde
cuentos para niños, obras de teatro, ilustración de libros y hasta
poemas revolucionarios. En 1933 inició la publicación de su revista
“Hacia”, en uno de cuyos números (1958) destacó la obra de Sady
Zañartu, Mario Bahamonde, Salvador Reyes, Horacio Valderrama

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Cultura

y Domingo Gómez Parra. Un día domingo en la bahía de Nuestra


Señora, Andrés compuso su conocido poema que han recitado
medio siglo niños y adultos: “Del opaco gemir de sus gaviotas/ cae
a Taltal la tarde forastera. Taltal es una historia de madera/ donde el
tiempo olvidó sus viejas botas”. La poesía la dedicó a su amigo, el
profesor Nibaldo Mardones Bascuñán y por su intermedio saludó
a la Hermandad de la Costa que él instaló un día en Taltal.

Erasmo Bernales Gaete, chañaralino (1906), profesor


normalista, casado con taltalina, su cariño por nuestro puerto lo
plasmó en el Himno a Taltal y en varios de sus poemas, entre los
que destaca su “Tributo Justiciero” donde honra el esfuerzo de
José Antonio Moreno. Dice: “Es difícil hallarle contendor en el brío/
con que hurgaba las venas del rojizo metal. Porque es justo decirlo/ él
fue “El Hombre del Cobre” ; su tenaz laborero y aguerrido industrial”.
En su “Evocación en tono de Nostalgia” recuerda también a Taltal
en los inicios del pasado siglo.

Mario Bahamonde Silva (1910-1979). Su nombre escrito


con grandes letras en la puerta de entrada del Liceo de Hombres
de Antofagasta, indica que nadie es profeta en su tierra. No hay
nada que lo recuerda de tal manera en Taltal. Nos referimos a
Mario y a su obra en el capítulo de Personajes.

Carlos Pedraza Olguín (1913-2000), nació en Taltal y recibió


el Premio Nacional de Arte en 1977. Ya en 1941 había ganado el Sa-
lón Oficial con “Autorretrato”. Fue decano de la Facultad de Artes
de la Universidad de Chile en dos oportunidades en los agitados
años ’60, mientras su obra salía a los exigentes salones públicos
de Estados Unidos y galerías de Europa. No existe ninguna obra
suya en nuestro puerto y nunca se lo citó como un hijo destacado
de esta comarca.

Sady Zañartu Bustos (1893-1983) alcanzó más conside-


ración local cuando obtuvo el Premio Nacional de Periodismo. Su
padre, abogado, ejerció la judicatura en el puerto y su madre se
vinculó con la formación de las jóvenes en el ámbito vocacional.
Escritor, diplomático y poeta, plasmó su talento en 13 obras desde
1919 en adelante, muchas de ellas elogiadas por la crítica, como
“Mar Hondo” (1949) donde relató sus vivencias juveniles en Taltal.

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Sergio Prenafeta Jenkin

Graciela Toro nació en Taltal, estudió en Antofagasta


y trabajó en Chuquicamata. Esposa de Sady Zañartu, “Chely”
aparece incluida en la colección que preparó la Editorial Nacimento
en 1983 sobre “¿Quién es quién en las letras chilenas?”. Su obra
inicial “Imágenes, brumas y arenas” (1972) contiene 20 poemas y
un prólogo del crítico Jacobo Danke. Becada por el Instituto de
Cultura Hispánica en Madrid, amplió en España su creación poética.
Recorrió luego India y Pakistán cumpliendo una importante tarea
de acercamiento cultural. Entre sus obras destacan “Tiempo de
Vigilia”, “El viento deambula en las pampas”, “Es la hora de detener
la luz” y “Melodía profunda”.

Ana Toro de Ahumada, profesora normalista, plasmó en


la poesía sentidos homenajes a su puerto natal. No obstante, de-
dicó también su compromiso por la docencia al preparar un texto
de ayuda dedicado a sus colegas y en beneficio de la orientación
conductual de las nuevas generaciones, el que fue recibido con
beneplácito en el ámbito de los especialistas en el plano nacional.

Horacio Valderrama Barrios (1935), dedicó buena parte


de su vida a mantener encendida la llama del cariño a su terruño,
el que manifestó en sus poemas y en representar públicamente
cuántas veces fuese necesario el clamor ciudadano por mejorar la
dignidad de vida de sus coterráneos. En su poema “Taltal, Velero
a la Esperanza” nos dice: “Taltal, cada piedra de tus cerros, cada
oleaje, cada arena, guarda una historia simple de cariño a la tierra,
de sangre y de caliche, de niebla y de nostalgia. Nadie supo danzar
entre gaviotas/ como lo hiciste tú, Taltal querido. Nadie supo enamorar
la brisa. Nadie supo hacer hablar la tierra, nadie supo trenzar las
soledades, nadie logró plasmarse en los conchales/ como lo hiciste
tú, Taltal embravecido”.

Isabel Barrios Ford, madre de Horacio, enseñó inglés en


los colegios y ejerció el periodismo en las publicaciones locales
para mantener vivo el interés público sobre los temas humanos.
Su veta poética siempre estuvo viva y fresca hasta el último res-
piro de su vida.

Lina Lemus López de Maturana. Pertenece a antiguas


familias taltalinas y es la Directora de la Biblioteca Municipal “Sady
Zañartu Bustos” de Taltal. Suyo es el libro “Taltal, Su historia y su
gente”, conocido como “el libro azul” de la comuna donde indagó

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Cultura

en las leyendas del pasado, los personajes e instituciones que le


dieron vida al puerto. Es una obra de permanente consulta de
estudiantes y maestros, año tras año.

Isabel Collao Lemus (1985). Hija de Lina, egresada de


Derecho e investigadora sobre temas vinculados a la denuncia
del maltrato animal en Chile, lo que ha sido acogido con interés
en programas de televisión y prensa. En 2017 impactó a la crítica
con su novela “La Caza del Pecado” (430 paginas, Editorial Forja)
y nada indica que dejará descansar la pluma porque tiene claras
sus metas como escritora joven y culta.

Javier Escobar es antropólogo titulado en la Universidad


de Concepción y llegó a Taltal vinculado a un proyecto nacional
donde profesionales jóvenes se dedican a actividades de desarrollo
en beneficio público. Javier preparó el libro que a ningún taltalino
se le ocurrió investigar. Se trata de “Patrimonio Gastronómico
de Taltal. Tradiciones, Sabores y Recetas” (122 páginas, edición
español-inglés, Edit. Impresartes, Santiago, 2017), con la colaboración
de la Organización No Gubernamental “English for the Greatest.
Language School – Taltal Society Proyect” y financiada por el Gobierno
Regional de Antofagasta con recursos del FNDR, 2% Cultura 2016.
La excelente impresión a color destaca una variedad de platos y
sus aderezos correspondientes, todos de origen local y propios
de la cocina de Taltal y Paposo.

Pedro Osorio Aguilar. Hijo de nuestro puerto, la Asociación


de Escritores del Norte, ASEN, ha publicado sus obras “Antología
elemental”, “Hogueras otoñales”, “Vitrales nortinos” y “Portal
Poético en el Bicentenario”. Entre sus poemas destacan “¿Ay, la
muerte!” y “Cazador de Mariposas”, este último calificado por
la crítica especializada como “un poema rebelde y subversivo”.

Rosa Ovalle Fernández. Docente en la Escuela de Paposo


donde no solo les explicó a sus alumnos la naturaleza feraz que
los rodeaba, sino que también creó un grupo de teatro y escribió
cuentos y poemas, entre los cuales destacan “Cantar de mi país”,
“Sueño erótico” y “El inocente exiliado”.

Jorge Antonio Oyanadel Ávalos, más conocido como


Cucufato y El Chango Taltalino. Es cantautor, músico y poeta, sin
abandonar su trabajo cotidiano como vendedor de pescado fresco

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Sergio Prenafeta Jenkin

en su kiosko. Le canta a su tierra, al minero y al pescador, lo que


lo llevó a ganar un Proyecto Fondart que le permitió grabar un CD
sobre “El chango taltalino. Canto y poesía”, en tanto la televisión
lo presentó hasta en los más lejanos rincones del país. Son tam-
bién obras suyas “El pescador y el minero”, “Remembranzas” y
“Atardecer”.

Juan Rojas Aguilar es un profesor normalista (1969) que


ejerció su cometido en la Oficina Salitrera Alemania, luego de lo
cual derivó al puerto y fue director de la Escuela Hogar “Victo-
riano Quinteros S.”. Tanto en la pampa como en el puerto, Juan
ha escrito valiosas obras, entre las que figuran “Los obreros del
salitre”, “Juan Pereira”, “Encuentro en la eternidad”, “Taltal, una
historia para contar”, “Mi Madre”, “El abuelo Segundo” y “El
Teatro Alhambra”. Algunos de sus poemas han sido musicalizados
como una producción autóctona de la comuna y de la II Región.

Carmen Escobar Mercado nació en Taltal en 1934 y su


inspiración en la prosa y el verso han estado siempre cercanos a
los primitivos habitantes del litoral, como sus libros “Changuerías”
o “Recuerdos de una changa”.

Héctor Cordero Vitaglic pertenece a antiguas familias


del puerto como de la pampa. Nació en 1946 y ya en 1984 entregó
su primer libro, “El jardín de las sombras” y luego “Cigarra” en
1987. En Antofagasta se vinculó activamente al medio literario y
publicó, entre otros, sus poemas “Nudo Gordiano”, “Alimento de
tu savia” y “Una noche en el sur”.

Luis Kong Santibáñez nació en 1959 y fue alumno del


Liceo Fiscal de Taltal. Recibió su título como Profesor de Caste-
llano y luego un Magister en la Universidad de Chile, donde se
desempeña en la actualidad como académico. Privilegia el verso
breve, como en sus obras “En el Apocalipsis”, “Te digo Adiós” y
“Mi alma recorre las calles”. Junto a sus hermanos volvió a Taltal
en 2017 y trajo como regalo docenas de obras de autores nacio-
nales y extranjeros “con el fin de alentar la buena lectura de los
jóvenes”. El material fue agradecido por el Alcalde de la comuna e
incorporado al patrimonio de la Biblioteca municipal, reportando
un gesto encomiable digno de ser imitado.

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Cultura

Salvador Reyes Figueroa nació en Copiapó en 1899 y


vivió en Taltal durante su juventud. Recibió el Premio Nacional
de Literatura en 1967 y como diplomático representó a Chile en
los consulados de París y Roma y fue encargado de negocios en
Grecia. Su obra literaria es amplia, desde la poesía de “Barco
Ebrio” (1923) hasta “La Redención de las Sirenas”, obra de teatro,
en medio de lo cual hay 50 años y más de novelas cortas, cuentos,
obras de teatro, muchas de ellas traducidas al francés y artículos
de prensa. Columnista permanente, en muchos de sus artículos
reprodujo nuestra impronta costera y taltalina, lo que subrayó
también en su novela “Matador de tiburones” (1926). El valioso
aporte de este escritor a la literatura como a la cultura misma del
siglo XX bien merece ser estudiada y comentada en un coloquio
de expertos que Taltal debiera convocar.

Nicolás Santana Salas (1919), profesor de Artes Plásticas


y Técnica Manual, fue el autor del escudo de Taltal (1958) luego de
la convocatoria pública llamada para tal fin por la I. Municipalidad.
Allí incorporó las tres razones de la vida y existencia de la comuna:
Salitre, Pesca y Minería. Su obra sufrió leve modificación en 1996
respetando los elementos del diseño original para incluir una
nueva imagen corporativa de la Municipalidad donde aparecen
las estrellas como símbolo de la construcción del Observatorio
Paranal. Este segundo diseño fue obra del artista Rony Correa.

Tatiana Alamos nació en el mineral de Guanaco en 1935,


donde su padre era ingeniero. Fue la tercera de cuatro hermanos
y a falta de su madre fue llevada por una tía a Linares donde vivió
su niñez a pleno campo. Aprendió tarde a dibujar y a encontrarse
con el arte y el mundo de los colores. Alumna en la Facultad de
Bellas Artes de la Universidad de Chile, conoció allí a artistas e
intelectuales que apoyaron su carrera de “recolectora de objetos
con los que crea arte”, y que es precisamente lo que la ha ubicado
como una artista plástica de excepción.

Ariana Pérez Collao. Lleva 30 años trabajando en educación


y aparte de su condición de maestra de vocación, se define como
artesana y trovadora. Lo cierto es que irrumpió desde el primer
día en las aulas como gestora de movimientos musicales entre
sus alumnos, con los que comenzó a rescatar leyendas de Taltal
y las tradujo en textos y ritmos que comprometieron por igual a
niños, jóvenes y adultos. Vistió a los niños a la usanza de los años

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Sergio Prenafeta Jenkin

veinte y los presentó en los escenarios de sus antepasados. Todo


aquello lo plasmó en 2016 en un libro de fina factura con auspicio
oficial y que tituló “Historias y Leyendas del Norte”.

Saúl Zuleta Godoy, miembro también de una antigua


familia de Taltal y Paposo, creó una obra de arte que fija la atención
de todos los visitantes que concurren a la Plaza Riquelme, a orillas
del mar, más conocida como la Plaza del Muelle. Allí se ubican dos
congrios hechos en metal, dentro de lo que Saúl llamó su “Alegoría
a la Bahía de Nuestra Señora”. El congrio colorado ganó así la
categoría de símbolo del puerto, en una plaza junto a dos grandes
anclas de veleros, perdidas en las arenas del puerto en épocas
pretéritas, y dos cañones de guerra que apuntan al horizonte,
silenciados para siempre.

Ana Cuadra H., periodista taltalina titulada en la


Universidad Católica del Norte, vive en Suecia pero está en contacto
permanente con Chile. Sus poemas dejan traslucir su recuerdo y
su distancia, como en su “Dos Nortes”: “Hay dos mundos en mi
alma viajera, el Sur y el Norte, quizás dos nortes, Desierto y Polar.
Los voy recomponiendo en mi memoria en silencio, entiendo el paso
del tiempo. En la orfandad de mi vida siento el calor, también el frío,
mirándome en una sola dirección”.

Rubén Villalón Villegas (1926-1978). Taltalino, poeta y es-


critor, fue funcionario del Banco del Estado y fundador y director
del Taller Literario “Sady Zañartu”. Su obra poética es amplia y
su empeño por dar a conocer la literatura en conferencias y por
la vía radial resultó encomiable. Entre sus poemas están “El viejo
muelle”, “La Plaza de mi pueblo”, “Volvamos a ser niños”, “Calle
de mi infancia” y otros. Tampoco olvidó nuestras raíces con obras
dedicadas a “Camila, la changa” y a “El chango”.

Paulino Astudillo Olivares, artista plástico nacido en


Taltal, es académico de la Universidad Arturo Prat de Iquique
donde forma a los jóvenes en su disciplina. Fue él quien pintó el
“Cristo Crucificado” que donó a la Parroquia San Francisco Javier
de Taltal. Paulino ha presidido los últimos años la Asociación de
Hijos de Taltal en Iquique, manteniendo el recuerdo vivo de los
coterráneos por nuestra tierra.

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Cultura

María Nevenka Astudillo Olivares, hermana de Paulino, es


una joven escritora que ha irrumpido en el mundo de las letras con
especial éxito. Una de sus primeras obras fue investigar la historia
de la Parroquia taltalina desde el ángulo humano, destacando la
obra del P. Francisco Robles Jenkins y sus colaboradores.

Beltrán Bravo es profesor del Liceo Politécnico y del Liceo


Juan Cortés Monroy C. donde enseña sus disciplinas favoritas, la
pintura y el dibujo. Sus obras han recibido el beneplácito de la
comunidad en las exposiciones realizadas.

Entre los años 1950-1960 funcionó en Taltal el “Centro


Cultural y Artístico José Antonio Moreno”, que dedicó su queha-
cer especialmente al teatro. Ante la falta de un conjunto musical
permanente, logró reunir a instrumentistas autodidactas y con
formación local en piano, violín y batería lo que entusiasmó a
vocalistas que complementaron la labor colectiva. Allí surgieron
los hermanos Américo y Elsa Díaz y don Amaro Avalos en el vio-
lín. En la labor teatral de actuación y administración destacaron
Nita Prandi Tapia, Ana Bogdanic, Irma Guidotti, Salvador Pacheco
Fermaglio, Mario Mandiola Brito, Néstor Godoy Muñoz, Renán
Cárdenas, Carlos Labarca y otros bajo la conducción del Profesor
Néstor Prenafeta Jenkin. El Centro Cultural llegó también hasta
la Oficina Salitrera Alemania con un espectáculo especial: un circo
con toda la implementación de rigor.

Artesanos “Cazadores de la Niebla de Taltal”. Es una


agrupación creada en 2010 con el fin de promover y desarrollar el
patrimonio cultural, material e inmaterial de la comuna. Su nom-
bre rinde un homenaje a los changos, pueblo ancestral y últimos
exponentes de los recolectores, pescadores y cazadores que
poblaron el litoral taltalino. Un total de 15 artesanos conforman
la agrupación, instalada con puestos de venta en un costado de
la Plaza Prat, y con talleres donde destacan sus trabajos en cobre,
cuero de pescado, madera y vidrio. Cuentan con el apoyo de la I.
Municipalidad para participar en ferias y muestras a nivel nacional.

Hacia los años setenta y fines del siglo pasado creció


la muralística en manos profesionales, a través de la pintura y el
grafitti culto. La avenida Matta que conduce por la costa hacia el
norte y deja a su derecha el ingreso al Cementerio, fue tapizada
por un largo y hermoso mural que revive y detalla, casi paso a paso,

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Sergio Prenafeta Jenkin

la historia salitrera y del ferrocarril que allí operó. Imágenes de la


fauna que muestra las pictografías de El Médano, por su parte, se
reproducen también en las murallas externas de la Escuela Hogar
y en relieve en el frontis del Centro Cultural. Pero también valio-
sas fotografías del pasado minero fueron copiadas, ampliadas y
pintadas en las murallas del puerto, con el beneplácito general de
los vecinos y de quienes pasan sus vacaciones en la tierra natal.

Parte gravitante en la cultura local como regional la cons-


tituye el Museo Augusto Capdeville Rojas (MACAR), dependiente
de la I. Municipalidad de Taltal, que abrió sus puertas el 10 de sep-
tiembre de 2001 en el edificio de la ex Gobernación del Departa-
mento, cuya data de construcción es de 1885 y está declarado como
Patrimonio Histórico de la comuna. Lleva el nombre del precursor
de la Arqueología Costera entre los años 1914 y 1924, último año
de su permanencia en Taltal como empleado fiscal de Aduanas.
El MACAR tiene cinco áreas: dos dedicadas a la arqueología local
donde se aprecia el desarrollo cultural de los recolectores, pesca-
dores y cazadores changos, que fueron los primeros habitantes
de nuestras costas. Otras tres salas están dedicadas a la historia
de Taltal con muestras sobre la industria del salitre, fotografías
de época y sala de periódicos editados en la ciudad desde 1885,
además de salas multiuso y una sala facilitada por el Observatorio
ESO Paranal. El Museo posee una infraestructura adecuada a la
exhibición, resguardo, conservación e investigación del patrimonio
de nuestra localidad. Aquí se conserva gran parte del material que
Capdeville recogió, a veces con el detalle milimétrico anotado en
una serie de cuadernos, en su recorrido todos los fines de semana
en el ámbito costero de Taltal y la región de Antofagasta. Prepara
el MACAR una revista propia de divulgación científica, con apoyo
municipal bajo el nombre de Taltalia, recordando a Castalia, des-
crita en la obra cumbre del novelista y poeta alemán Hermann
Hesse, donde destaca a la ninfa que dio su nombre a las Musas y
cuya agua inspiraba a los poetas y a la felicidad y la paz a todos los
seres humanos. Taltalia recoge entonces el agua pura y cristalina
del talento de los labriegos del pasado que echaron las bases de
la cultura de los tiempos que siguieron.

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Cultura

Sobre el suelo nuestro está el Ojo de la Humanidad

Es uno de los grandes centros que indagan la astronomía


mundial. Los changos conocían al paraje como cerro Parañao, hoy
Paranal y desde 1991 funciona allí el Very Large Telescope, VLT, en
el que investigadores de todo el mundo vinculados al European
Southern Observatory, ESO (Observatorio Europeo del Sur), estudian:
1) el Universo Primordial, tal como era cuando tenía un cuarto de
la edad actual; 2) la Nucleogénesis en galaxias remotas, esto es el
inicio de la síntesis de los elementos químicos; 3) la formación del
Sistema Solar, con la búsqueda de sistemas planetarios alrededor
de las estrellas más cercanas a nuestra galaxia; 4) Hoyos Negros,
para conocer la materia que cae en ellos en un breve lapso de lu-
minosidad: 5) Astrosismología, para recolectar más información
sobre el interior de estrellas gigantes y enanas y 6) Núcleos de
las galaxias, para conocer el movimiento del gas que envuelve el
núcleo. Sus cuatro poderosos telescopios junto a otros auxiliares,
pueden ser visitados gratuitamente por el público, previa infor-
mación convenida de día, hora y traslado.

Teatro Alhambra (1921), que trajo el cine a Taltal 26 años después de su


invención. Hasta 1929 el cine fue mudo y un pianista se encargaba de animar
el relato durante toda la película. El cine contaba con un equipo Pathé Freres
importado de Francia a comienzos del siglo XX. Hoy el teatro es de propiedad
de la I. Municipalidad de Taltal.

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Sergio Prenafeta Jenkin

Casa de la Cultura, en cuyo frontis se reproducen sobre relieve algunos pictoglifos


del arte rupestre de El Médano.

3. Escultura de Saúl Zuleta en homenaje a la Bahía de Nuestra Señora, donde


destacan dos congrios colorados, especie característica y apetecida de nuestros
recursos del mar.

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Cultura

Actualmente se encuentra en etapa de construcción el


Telescopio Extremadamente Grande, ELT (en su sigla en inglés), en
el cerro Armazones, a 23 km de Paranal. Será el principal telescopio
óptico con el que contará el Observatorio Europeo Austral. El ELT
será operado desde Paranal y podrá captar imágenes directas de
planetas extraterrestres del tamaño de la Tierra. Esto permitirá
conocer si hay allí presencia de clorofila, agua y oxígeno, elementos
y compuestos fundamentales para la vida. Se espera que Arma-
zones pueda entrar en funciones hacia 2023-2024. Será un regalo
hermoso en especial para que los niños y jóvenes de entonces,
puedan compartir los sueños de Galileo Galilei (1564-1642).

Augusto Capdeville Rojas

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

12. ECONOMÍA

¿De qué vive Taltal? Es una pregunta que durante años


aparece en medio del diálogo informal, especialmente entre quienes
siendo taltalinos se encuentran fuera del terruño. La respuesta
cuesta darla sin titubeos. Ya no hay salitreras. Su valioso aporte a la
economía local y nacional es historia, no importa para este propósito
todos los traspiés ocurridos. La minería metálica en funciones, la
mediana y la pequeña, crece y decrece continuamente según los
precios internacionales del producto. Su gasto en insumos deja
algunas ganancias al comercio establecido local y al erario con las
patentes que deben pagar año tras año. Por su parte las pesquerías
explotan recursos para la subsistencia local y la manutención de
pequeños propietarios como de sus materiales de trabajo. Más
que los peces, son las algas las que más aportan a la explotación
marina de nuestro litoral, por encima de la veda impuesta por el
Estado a tales recursos.

La Comuna se achicó de repente

El 12 de diciembre de 2003, el Presidente de la República


envió al Parlamento el Mensaje N° 47-350 que estableció un cambio
del número de regiones e incorporó la creación o supresión de
éstas como materia exclusiva del mandatario, junto con modificar

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Economía

los límites de todas las unidades territoriales (regiones, provincias,


comunas). Taltal pasó a ser para el Gobierno Regional la única
comuna al sur de Antofagasta, con el 2.5% de la población de la
II Región. Se definió un espacio en donde Antofagasta prolongó
su jurisdicción sobre todo un sector que va desde la Cordillera de
Domeyko a la Cordillera de los Andes (frontera con Argentina),
perdiendo Taltal una gran extensión territorial que lo afectó, entre
otras cosas, en la privación de ingresos por patentes mineras que
se dejaron de percibir.

La autoridad no le consultó a nadie su decisión (agru-


paciones legales mineras; de ingenieros, geólogos, ecólogos y
geógrafos; sociedades científicas y otros). Eran límites históricos
que por identidad y tradición fueron territorios por derecho
pertenecientes a nuestra comuna y donde existían intereses de
jurisdicción territorial importantes como el Paso del Azufre o de
Aguas Calientes, además de emprendimientos mineros metálicos
y no metálicos de gran importancia. Todo aquello fue borrado del
mapa que correspondía a la comuna de Taltal.

Resulta importante explicar a los lectores y en especial


a los taltalinos ausentes del terruño, el trato discriminatorio que
durante mucho tiempo ha soportado la comuna. Conviene tener
presente que la Estrategia Regional de Desarrollo no considera
integrar plenamente en un desarrollo armónico a la comuna de
Taltal, dado a que sus principales lineamientos de carácter pro-
ductivo regional no sintonizan con las necesidades de Taltal. Al
respecto, estipula el Cuarto Lineamiento “Consolidar a la Región
de Antofagasta como el Eje de Integración Cultural, Turístico y
Económico del Centro Oeste Sudamericano, y como Eje entre ésta
y los Países de la Cuenca del Pacífico”. En tanto, el Quinto Linea-
miento busca “Consolidar en la Región de Antofagasta un Complejo
Productivo Minero, Industrial y de Servicios”. En el llamado Cluster
(grupo) Minero, donde tan solo Antofagasta y Calama tienen las
ventajas comparativas, la vertiente para la conectividad son los
pasos fronterizos de Sico y Jama, los que no vinculan a Taltal bajo
ningún aspecto. Sico conduce a Salta y Jama a San Salvador de
Jujuy, ambos desde San Pedro de Atacama.

A mayor abundamiento, el desarrollo del Borde Costero


se detuvo con la rectificación y mejora de la Ruta Taltal-Paposo
incluyendo la cuesta que lo conecta con la antigua Ruta B-710 que

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Sergio Prenafeta Jenkin

lo lleva hasta Antofagasta. El proyecto costero pretendía evitar la


peligrosa cuesta y extender el camino desde Paposo hasta subir a
Varillas por la Ruta B-620 y empalmar allí con el Km 1.324, pasado
el límite comunal de buena carretera. Tal iniciativa ha quedado en
el trazado pero no tiene fecha de realización. Directivos del Obser-
vatorio Paranal, ubicado frente al nuevo Observatorio Armazones
en construcción, han manifestado su interés de colaborar con la
construcción de parte del camino costero con el fin de evitar la
circulación de vehículos durante la noche por la carretera, a fin
que las luces de éstos no distorsionen las observaciones nocturnas
de los astrónomos.

Los aportes del FNDR

La política de descentralización permitió promulgar la


Ley N° 19.097 (1991) que estableció “Gobiernos Regionales” como
instancias con personalidad jurídica y patrimonio propio. De esta
forma nació el Fondo Nacional de Desarrollo Regional (FNDR) en
1976, cuyos recursos de inversión deben ser administrados y re-
sueltos por los Gobiernos Regionales al amparo de la Ley N° 19.175
de 1993. A partir del mismo año se promulgó la Ley N° 19.143 sobre
patentes mineras o de recursos no renovables, cuya disposición
establece como requisito de amparo de las concesiones mineras,
la obligación de pagar una patente anual por hectárea. Tales in-
gresos deben de ser distribuidos entre las regiones y comunas del
país en un 70% para incrementar el FNDR y el 30% restante para
las municipalidades de aquellas comunas ubicadas donde están
las concesiones mineras.

Es frecuente escuchar que el FNDR es el “hada madrina”


que financia los pocos proyectos que se le presentan desde Taltal.
Antes de la aplicación de la Ley de Patentes Mineras, la comuna
recibía como promedio el 4.5% de los ingresos del FNDR tradicio-
nal, equivalentes a un monto aproximado de $280.000.000 de sus
recursos. A partir de 1993 el Fondo incrementó sus ingresos por
los aportes que provenían del 70% de las patentes mineras que
generan las comunas. Para el caso de Taltal, ocurrió que los Go-
biernos Regionales ni siquiera reintegraron recursos de inversión
equivalentes a lo que aportan, vale decir que con los recursos de
Taltal se financiaron inversiones en otras comunas. Un análisis

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Economía

comparativo de la distribución de los fondos FNDR y sus efectos


en Taltal, muestra que los aportes que se dejaron de percibir en
un corte de ocho años excedieron los M$ 2.300.000.

Como siempre resulta engorroso entender este tipo de


análisis para el lector ajeno al manejo de grandes cifras, concluya-
mos que el centralismo intrarregional nos perjudica ya que Taltal
es la única comuna que ha recibido menos de lo que genera en
patentes mineras, salvo lo que ocurre en la comuna de María Elena.

La información anterior no es primera vez que sale al


conocimiento público. Fue tanto el impacto que produjo que
hasta se escuchó en el seno del Concejo Municipal una serie de
propuestas llamadas a desvincular a Taltal de la II Región para
solicitar la incorporación a la Región de Atacama, a la que un día
pertenecimos siendo entonces Provincia. Como el “traslado” en
comento no solo tiene que ver con aportes de montos variables, el
tema amerita consideraciones más de fondo como los servicios que
se requieren para Taltal en salud, educación, vivienda, transporte,
etc. y la forma como nos vincula y hasta nos ata a la capital de la II
Región. Taltal no dispone de organismos de Gobierno representados
en forma permanente en la comuna, como Tesorería General
de la República, Servicio de Impuestos Internos, Inspección del
Trabajo, DGA, Conama, Servicio Nacional de Geología y Minas,
Policía de Investigaciones, Bienes Nacionales y otros. Algunos de
ellos “visitan” un día al mes el puerto. El resto hay que ir a verlos
en Antofagasta. Un servicio de buses que demora tres horas (230
km), lleva a los usuarios a resolver dudas, peticiones, permisos,
operaciones, certificaciones, etc. en las oficinas matrices, totalizando
en su gestión con 460 km a su cargo.

En medio de esta situación de dependencia extrema,


surgió la solución a un penoso problema de salud. Se construyó
e inauguró en 2017 en Taltal un moderno Centro de Diálisis, con
cargo a un proyecto FNDR, para asegurar el tratamiento de los
pacientes en su propio pueblo de una vez por todas, sin necesidad
de viajar tres veces por semana de madrugada a Antofagasta para
mantener estable el estado de cronicidad de cada uno de ellos.

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Sergio Prenafeta Jenkin

No hemos dejado de crecer

A pesar de las asperezas que cada cual anota en su calen-


dario personal, durante los últimos 25 años Taltal anota avances
en su infraestructura que es de justicia reconocer y señalar que
obedecen a distintas políticas de Gobierno que han experimentado
inversiones sectoriales por parte de los ministerios de Educación
(excelentes colegios nuevos), Obras Públicas, Vivienda y Urbanismo
y por cierto la propia Municipalidad. La totalidad de las calles están
pavimentadas; las 24 horas del día se cuenta con agua potable;
el alcantarillado cubre el 100% de la población; la jornada escolar
completa es una realidad sin excepciones; la electrificación del
país dejó de tener a Taltal como la última ampolleta encendida
en el Sistema Conectado Central para establecer el puente con el
Sistema Conectado Norte (Ver capítulo de Energía).

Una sola entidad bancaria (Bancoestado y una red de


cajas vecinas) funciona en el puerto. Hacia 1907 existían dos enti-
dades del rubro, el Banco de Chile en calle Esmeralda N° 85, y el
Banco Italiano, frente a la Plaza Prat, los que cerraron con motivo
de la crisis salitrera. El turista no tiene problemas con el manejo
de su dinero porque el Bancoestado dispone de dispensadores
de dinero donde realizar las operaciones que correspondan. De
la misma forma, un visitante que necesite pagar las cuentas que
mantiene en su ciudad de origen, puede hacerlo sin mayor trámite
desde el mismo puerto.

En el área de la microeconomía, es interesante constatar


la irrupción de agricultores (parceleros) en predios colindantes al
puerto, especialmente en la planicie de la Caleta Hueso como en
las cercanías de La Cachina. En Taltal no solo se producen frutales
y hortalizas sino que aceitunas y aceite de oliva de calidad extra,
aprovechando la asistencia técnica brindada por organismos es-
tatales, de la minería y universitarios regionales. Los productores
se asociaron para asegurar la disponibilidad del recurso agua, que
en parte bajan de la antigua Estación Breas del Ferrocarril sali-
trero y almacenan en depósitos, a lo que se agrega el acarreo del
elemento en forma permanente de la red pública del puerto. La
carencia de lluvias se subsana en parte con la calidad del terreno
donde se siembra.

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Economía

Ha crecido el número y calidad de la hotelería (Plaza, Hos-


tería, Mi Tampi, Gali, San Martín, Casa Blanca, San José y Cabañas
Caleta Hueso), junto a nuevos hostales y residenciales. El comercio
cuenta hoy con supermercados surtidos y se comenta bastante
que la industria del turismo puede dar dividendos interesantes para
la comuna, siempre que se planifique una política que aproveche
mar y desierto, flora y fauna, arqueología y astronomía y, sobre
todo, le asegure el descanso al visitante en un clima grato y de
amistad a toda prueba de parte de nuestros vecinos.

Pero habrá que preparar a quienes reciben a los visitantes.


Sera necesario previamente “estudiar” cómo son y donde están
nuestras ventajas; elaborar cartillas con información precisa para
que el turista se vaya informado y multiplique con sus relatos lo
que conoció y vivió en la comuna. Si se visita el desierto donde
en un momento hubo intenso trabajo salitrero, ese solo tema
requiere jerarquizar qué es lo más importante: si solo fotografiar
las ruinas o entender por qué devino la desolación y el caos. Y en
otro plano más cerca, qué importancia se le atribuye a la mina San
Ramón 15: ¿sus mineros eran changos? Y un poco más al norte,
pasado Paposo, aparecen pictografías. “Somos viejos y dicen
que es muy difícil llegar hasta esos lugares: ¿creen que de todas
maneras hay que visitarlos? Taltal da para eso y mucho más. No
vale entonces improvisar.

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

13. SALUD

EL verano de 1997 puso a Taltal en el candelero de las


noticias nacionales y de los peores comentarios nada de gratos.
Razones: un brote epidémico de amebiasis tenía a medio pueblo
con su digestión complicada, pérdida de apetito, náuseas, vómitos,
diarrea moderada e intensos retortijones y malestar abdominal. El
7 de marzo se contabilizaron 157 personas que llegaron casi juntos
a pedir ayuda a la sala de urgencia del hospital, donde médicos,
enfermeros y casi todo el resto del personal, no daban abasto
para atender las consultas y entregar las primeras ayudas. Bastaba
tomar los exámenes de rigor a uno de los enfermos para explicar
lo sucedido al resto de la familia que vivía con él. Para decir las
cosas como corresponde, la gente se había enfermado por comer
caca finamente dividida. A esto se agregaba no lavarse las manos
como corresponde tras una evacuación.

Afortunadamente, confirmó el entonces médico director


del hospital, Alberto Vargas, nadie falleció en medio de esta crisis,
pero fueron muchos los veraneantes que prometieron no volver
a Taltal luego de comer alimentos inadecuadamente cocinados,
en mal estado o contaminados, con las consecuencias de rigor.
“Nueve mil habitantes. Ochenta locales con patente de bebidas
alcohólicas. Tres tristes cabaret. Dos homicidios por año. Y ahora,
noticia de primera plana en todo el país”. Así resumió el reportaje
en páginas centrales del diario La Tercera en su edición del 30 de

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Salud

mayo de ese año. Y agregó luego: “Porque Taltal no solo carga con
el estigma de ser una de las comunidades más pobres de Chile -como
lo certificó en 1994 el Ministerio de Planificación- sino como uno de
los lugares más sucios del país. Y contra esa nueva imagen no hay
tratamiento rápido ninguno”, agregó La Tercera.

El apelativo de “Taltal pueblo sucio” reiterado en comen-


tarios de televisión, motivó el surgimiento de un slogan desde la
Municipalidad local: “Taltal, ciudad limpia”, no solo en sus calles
y veredas sino, especialmente, dentro de los hogares.

Emergencias como estas dejaron enseñanzas en las auto-


ridades vinculadas al problema, porque por un lado sobrepasaron
la capacidad de atención a los pacientes y, por otra, obligaron a
analizar algo elemental: la calidad de la ingesta cotidiana que se
consumía y cómo se preparaba aquello. Si el brote epidémico se
hubiese producido durante el año escolar, cuando niños y adoles-
centes pasan la mayor cantidad de tiempo juntos compartiendo
aulas, servicios higiénicos y comedores, el foco epidémico pudo
haber tenido resultados más graves. No faltaron, en todo caso, los
“analistas” locales que atribuyeron el problema a una convención
de evangélicos venidos de varios países realizada en Taltal ese
verano, “gente de donde estas enfermedades son comunes”. En
suma, para ellos “el diablo metió la cola y los enfermó a todos”.

Desde 1886 funciona el Hospital “21 de mayo” de Taltal,


inaugurado el día de las glorias navales del país. En sus 130 años
cumplidos (2016), su historia está jalonada de acciones colectivas
para prevenir y curar las dolencias de un puerto cuyos habitantes
han conocido secuencialmente épocas de auge y de pobreza, de
emprendimiento y recesión, de un optimismo prudente como de
un pesimismo esperanzador y a veces trágico.

De uno a otro extremo

Daniel Barrientos Zúñiga, nacido y criado en Punta Are-


nas, se graduó de médico en la Universidad de Chile y por consejo
de un tío decidió comenzar a ejercer su profesión en el norte
del país, algo que él desconocía. En Antofagasta logró practicar
intensamente la cirugía antes de llegar a Taltal para asumir su

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Sergio Prenafeta Jenkin

cargo de médico general de zona. Comprobó que el puerto era


prácticamente una isla por su distancia con los grandes centros
hospitalarios. El médico al cual Barrientos debió reemplazar le
confesó en pocas palabras: “Taltal es una gran familia y hay que
tener un espíritu de sacrificio inmenso”.

La recepción oficial se la dio el doctor Olegario Olivares


Vargas, director del plantel, delante de todos sus colaboradores.
“Sea usted bienvenido a este puerto, que fue grandioso en la
época del salitre. No tenemos muchos recursos médicos, pero sí
existe la fuerza anímica para ayudar a los pacientes”. El hospital
tenía en esos momentos 50 camas con las cuatro especialidades
básicas: cirugía, medicina general, pediatría y obstetricia. Pronto
el joven médico se dio cuenta que entre el personal había varios
miembros de dos familias locales: los Peña y los Flores, por lo que
muchos nombraban al establecimiento como el Hospital Peñaflor.

Durante un año el doctor Barrientos ejerció solo, como el


único médico del pueblo, tras lo cual llegaron dos nuevos colegas
generales de zona, dos enfermeras universitarias, una matrona
y un dentista. Esto le permitió comenzar a hacer rondas médicas
a las últimas tres oficinas salitreras que quedaban funcionando:
Alemania, Chile y Flor de Chile, luego que renunciara el médico
que atendía directamente con asiento en ese sector.

“La pobreza de los mineros creció en las oficinas sali-


treras, donde un alto porcentaje vivía en forma sub humana. En
un informe solicitado por la Jefatura de Zona de Antofagasta,
comenté la vida de estos trabajadores del salitre, cuya cama era
una plancha de zinc sujeta por cuatro bolones de caliche, arropa-
dos con cualquier tipo de tejido que tuvieran a mano. Durante el
día trabajaban bajo el intenso calor y bebían agua potable con sal
para evitar los calambres producidos por la intensa transpiración
diaria”, contó Barrientos junto con agradecer el apoyo que le
brindaron colegas como José Baro Maldonado (fallecido en un
accidente en Chañaral en 1966); Fernando Lazo, Samuel Kong
Urbina, Carlos Tay Rivera y J. Olivera.

El personal del hospital en ese momento sumaba 70


funcionarios, buena cantidad de ellos inamovibles a la espera
de la jubilación. Entre otros eran muy conocidos allí los apellidos
Herrera, Fritis, Céspedes, Muñoz, Pool, Acevedo, Pérez, Donaire,

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Salud

Jerez, Tapia, Maidana, Ferreira, Vodanovic, Valdivia, Mardones,


Calderón y Sapunar. A ellos hay que agregar a don Eduardo Pizarro
Escudero, personaje imperdible en el buen discurso y la poesía
desde su puesto de encargado de la farmacia hospitalaria.

Nunca el establecimiento rechazó atender a sus pacientes


calificando sus urgencias y procuró mantener esa política en forma
permanente, no obstante tener muchas limitaciones para hacer
todo el tipo de medicina que los enfermos requieren. En este trajín
que hasta hoy no termina entre enfermos enviados de urgencia al
Hospital Regional de Antofagasta y los que regresan a Taltal, suele
ocurrir que algún paciente fallece durante el trayecto actual de 240
km (antes eran 303 km por pleno desierto) que median entre Taltal
y Antofagasta. Hay consenso que algunas intervenciones, como
ocurría hace 50 años y menos en el hospital local, podrían realizarse
hoy donde no existen médicos especialistas sino generalistas con
corta experiencia. La medicina completa se asoma por aquí una
o dos veces al año en operativos que convocan a una veintena
de expertos durante un fin de semana, en un hospital repleto de
gente inscrita con antelación como primera visita. Buena parte
de los tratamientos que allí se prescriben deberán ser resueltos,
de nuevo, en Antofagasta, sujetos, claro está, a una verdadera
competencia por lograr “una horita” con enfermos de toda la II
Región. Sin embargo hay avances que destacar. En los primeros
meses de 2017 se recibió en el hospital un completo equipo mo-
derno de anestesia y luego un microscopio especializado para
cirugía de catarata, la que no se realiza como rutina en Taltal. Es
probable que esta breve intervención evite el necesario traslado
de los pacientes al Hospital Regional de Antofagasta.

Pero en la gran mayoría de los apuros asistenciales suele


haber siempre una salida al fin exitosa. Es lo que le sucedió a la
señora Marta, taltalina de buena cepa, que tiene hoy (2017) 78
años y entonces trabajaba en la mina Julia de la empresa Chile Ca-
nadian Mines, cuando cumplió los nueve meses para el término de
su embarazo. Ella ya era mamá de una mediana prole y no sentía
temor ante la llegada de un nuevo hijo. Cerca ya del momento de
dar a luz –tal vez a última hora– se dispuso que la camioneta de
gerencia la trasladara al hospital del puerto. La única mujer que
viajaba en el vehículo era ella, la que a mitad de camino costero
pidió al chofer que se detuviera porque la guagua ya estaba por
nacer. Se tendió entonces en el asiento delantero del vehículo, ante

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Sergio Prenafeta Jenkin

la mirada atónita de los hombres que no creían que el nacimiento


sería algo inminente. Y así fue, mientras Marta daba órdenes a
los mineros, los que no tuvieron tiempo ni agua para lavarse las
manos ante tan inaplazable emergencia.

Una hora más tarde llegó la madre con su hijo a la pos-


ta del Hospital “21 de Mayo” del puerto. El chofer debió dar los
primeros datos de este nuevo nacimiento mientras Marta y su
bebé eran atendidas en la sala de partos. “Lugar del nacimiento”
inquirió la matrona y la escueta respuesta fue “en la camioneta
de la mina Julia, patente BF 235”.

Casos como el de Marta forman parte de un anecdota-


rio sin fin de la institución, sobre todo por tratarse de un pueblo
esencialmente minero, con precarias condiciones de atención de
salud en los lugares de trabajo pero a veces con resultados que
pudieron ser trágicos.

Los accidentes mayores que ocurren con cierta frecuencia


en la carretera norte-sur en las inmediaciones del puerto, ha sor-
prendido más de una vez al hospital falto de ropa de cama. Ante
la emergencia ha sido necesario salir a pedir prestado sábanas en
casas particulares del puerto, a la espera que vengan helicópteros
de Antofagasta al rescate de los heridos.

Pero hay otras facetas interesantes que recordar. Fer-


mín Tabalí era un conocido vendedor de diarios y revistas en los
años cuarenta y cincuenta en Taltal. Gustaba finalizar su jornada
apagando la sed del día con algunas copas de vino antes de ir a
dormir. Una noche, camino de su casa, pasó cerca de la puerta del
cementerio, donde existía una pequeña pieza con el nombre de
“morgue”. Allí quedaban los cuerpos de quienes morían en situación
de accidentes, crímenes, etc. esperando el informe médico y la
orden judicial para su entierro. Fermín sintió el gemido sostenido
de una guagua que no alcanzaba a ser llanto. Tomó la decisión de
devolverse hasta el hospital donde denunció tal situación, la que
fue comunicada de inmediato al director del plantel, doctor Pedro
Cortés González. Enfermeros de turno se dirigieron al cementerio
para comprobar la denuncia y, efectivamente, pudieron rescatar el
cuerpo de un niño recién nacido cuyo parto no había ocurrido en el
hospital. Había sido “olvidado” en la morgue para que falleciera. Al
llegar la mañana la noticia ya era compartida en el puerto, incluso

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Salud

dando nombres de las posibles madres, mientras jefes de familia


llegaban hasta la dirección del hospital solicitando esa guagua para
su adopción. Sin mediar el cumplimiento de todos los trámites
que hoy se exigen ante situaciones como estas, el doctor Cortés
puso al recién nacido bajo la tutela de un practicante del plantel,
padre de dos hijas adultas. En ese hogar el niño creció, siguió una
carrera universitaria, se tituló de ingeniero y más tarde partió a
los Estados Unidos para su realización profesional y familiar.

El hospital local inició su gestión con dos médicos, los


doctores Hermenegildo Pina y Ramón Valenzuela. Dos farmacias
atendían el recetario prescrito por ellos, la Botica Alemana de
Adolfo Lausen, en calle Prat, y la Botica de don Toribio Núñez,
especializados en preparar las “tomas” y “papelillos” ordenadas
por los médicos donde aparecían en detalle las cantidades de los
ingredientes que éstas debían contener. En 1907 las boticas ya eran
cinco. La Alemana fue adquirida por don Bermecides Muñoz, en la
esquina de la Plaza Prat. Abrió sus puerta la botica de Hochstet-
ter y Compañía que permaneció muchos años en dicho servicio;
continuaba la de don Toribio Núñez junto a su hijo, en calle Prat
85, y se agregaban las boticas y droguerías de los hermanos Pinto
y de Carlos Urquieta, en Atacama 46.

Ya en 1907 ejercían en el puerto siete médicos, todo un


dispendio si se lo compara con el número de facultativos que más
de un siglo después trabajan en el hospital de Taltal. Ellos eran los
señores Carlos Alfaro, Pedro Barros, Mario Guesalaga, Arturo Lois,
Ricardo Meza, Olegario Olivares y José Rivero.

Muchas oficinas salitreras tenían también atención médica


estable. En la primera década del siglo XX la oficina Santa Luisa
contaba en su hospital con dos médicos cirujanos, los doctores
Pedro Vergara D. y Francisco Reveco. En la Oficina Chile también
atendía el doctor Vergara y en la Oficina Alemania estaba el médi-
co y químico germano Wilhelm Wolff. El recordado don Olegario
Olivares daba atención en otras oficinas menores, con la dificultad
de su traslado rápido por la pampa ante cualquier emergencia.

La calidad de la atención, pasada ya la centuria, no dejó


de tener serios contratiempos en Taltal, como un incendio que
afectó gran parte de las instalaciones, la reconstrucción del local

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Sergio Prenafeta Jenkin

y la necesidad de habilitar nuevos servicios dentro de un espacio


limitado. La puesta en marcha del moderno Centro de Diálisis en
2016, con capacidad para atender a la población local que lo precise,
puso una nota de justicia y tranquilidad entre los pacientes y sus
familiares. Ellos debían realizar tres viajes semanales a Antofagasta
para tratar su insuficiencia renal. Partían en horas de madrugada
en un bus del hospital, para someterse a sesiones de cuatro horas
en el proceso de extracción de los productos de desecho y del
exceso de agua del cuerpo. Ahora todo aquello cambió gracias
a aportes de fondos regionales administrados por el gobierno.

Pero los avances de hoy cobraron muchas vidas en el


pasado. El año 1886 se desató una epidemia de cólera en el norte,
infección del intestino delgado por la acción de la bacteria Vibrio
cholerae a causa de ingerir agua, mariscos u otros alimentos con-
taminados por excrementos de personas infectadas. La Municipa-
lidad aprovechó la circunstancia para precisar las obligaciones del
matadero local. La Ordenanza del 30 de julio de ese año respecto
al cobro del impuesto de matadero (camal se decía en la pampa),
precisó los límites del puerto hasta donde tal medida regía. Anotó
que los animales que se beneficiaban en dicho establecimiento
pagarían la contribución de 30 centavos por cada kilo de peso. Pero
agregó algo del mayor interés: no se podrá matar ningún animal
para consumo de la población fuera del matadero público y quien
lo hiciera sería penado con la pérdida de la especie e incurriría,
además, en una multa igual a cuatro veces el valor de los derechos
que corresponden por matadero”. Lo anterior al parecer no fue
lo suficientemente explícita porque llegado junio, el mes de los
santos y luego las fiestas dieciocheras, los cerdos y cabritos seguían
pagando sus culpas en la casa de sus amos.

El faenamiento de animales mayores en las viviendas,


por lo general en condiciones insalubres, facilitó el contagio del
cólera. Entre 1886 y 1895 murieron en Chile 24.618 personas a
causa de esta enfermedad, y otros catorce mil entre 1905 y 1906
debido a la viruela. La epidemia ya había causado víctimas en
1872. La autoridad dictó un reglamento sanitario en 1883 y se de-
cretó vacunación nacional. En Taltal se prohibió que los entierros
de esos fallecidos se hiciera en el cementerio, se impidieron los
velatorios con presencia de vecinos y se abrió un lazareto, en los
extramuros de la ciudad donde se depositaron los restos de niños

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Salud

y adultos víctimas de las llamadas “pestes” (hoy quedó al oriente


de la circunvalación del puerto, hasta donde llegó la expansión
habitacional irregular desde el año 2000).

Entre los años 1910 – 1915 se departía en Taltal con el


tifus y la viruela, con la bubónica y la tuberculosis, pero también,
sin que se supiera la identidad de los afectados, con la sífilis y
la gonorrea, curiosamente llamadas “enfermedades sociales”,
transmitidas de persona a persona a través del contacto sexual.
En el caso de estas últimas, su prevalencia no ha variado de un
siglo a otro y en todo el mundo. Más de 250 millones de personas
se infectan cada año con gonorrea, cifra que para la sífilis llega a
50 millones (OMS, 2015).

Las famosas pestes

De tarde en tarde y luego de alguna lluvia intensa, el agua


suele lavar la superficie de los cerros del viejo lazareto, haciendo
visibles restos de urnas y cadáveres despedazados por el paso del
tiempo. Muchas veces el comentario cunde en el puerto por lo
que sucede en el “leprosario”, a lo que otros agregan de manera
irresponsable como “aparición de un entierro”. Pero ocurre que
Taltal nunca conoció la lepra o enfermedad de Hansen y no se
puede confundir viruela o cólera con lepra. Que entonces no se
hable más de lepra vinculada a Taltal, enfermedad causada por una
bacteria cuya forma de transmisión (Mycobacterium leprae) no se
conoce hasta hoy y, en caso que hubiese alguna vez un enfermo,
existen fármacos muy activos que la combaten.

Durante muchos años la sífilis fue tratada con compues-


tos derivados del mercurio (Salvarsán, Neosalvarsán, Versene),
metal altamente tóxico que generaba nuevos problemas a los
pacientes. Los médicos no tenían mucho más que elegir frente
al contagio y de tanto ver a los mismos pacientes terminaban
haciéndose amigos y consolándolos con un preciso refrán : “Si
te gustó pasar una noche con Venus, ahora vas a tener que pasar
todas las noches que te quedan con mercurio ”. Lo cierto era que
muchos no sabían quién era la tal Venus.

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En su libro autobiográfico “Memorias de un Médico


General de Zona” (2000), el doctor Daniel Barrientos recuerda
el impacto de las enfermedades venéreas en los trabajadores
salitreros, producto de las “visitas” que hacían a las oficinas las
prostitutas de Antofagasta que evadían el control rutinario de
sanidad, provocando la transmisión del contagio el día de pago de
los jornales. A partir de ese día calendario era posible determinar
cuándo se sentirían los primeros síntomas de la infección entre
los hombres, especialmente los solteros, para entonces iniciar el
tratamiento.

El destacado salubrista y ex decano de la Facultad de


Medicina de la Universidad de Chile, doctor Benjamín Viel Vicuña,
agregó otro antecedente sobre la salud de los mineros: “La grave
crisis económica mundial que se desencadenó en 1929, obligó al
cierre de las minas del norte. Los obreros fueron trasladados a
albergues en la zona central y sin ropa de recambio ni medios de
aseo, la especie piojo aumentó y comenzó así una epidemia de la
enfermedad que históricamente ha acompañado las grandes ca-
lamidades humanas”. Piojos y ladillas también hicieron su recalada
en el puerto, las minas y la pampa taltalina.

Combate a la Viruela

En 1909 el hospital local era administrado por don


Federico Schmidt, secundado por don Pedro Bolados Carter.
La atención de los enfermos estaba a cargo de las Monjas de la
Caridad y las consultas de salud las atendían los médicos Carlos
Alfaro y José Riveros. A mediados de junio de 1905 llegó a Taltal
el doctor Olegario Olivares Vargas, nombrado por decreto N° 1215
bajo el gobierno del Presidente Germán Riesco, “para combatir
la epidemia de viruela tanto en Taltal como en las oficinas Chile y
Alemania”. Don Olegario atendió junto a sus ayudantes alrededor
de 7.500 casos, con una mortalidad bastante alta especialmente de
viruela, en una época con todo tipo de carencias clínicas, sanitarias
y hogareñas para aislar los agentes infecciosos. En 1907 y 1908
fue médico de las oficinas Flor de Chile, Tricolor y Esperanza, en
tanto en la comuna de La Aguada fue médico sanitario municipal,
extendiendo su cometido hasta Guanaco y Cachinal. Su receta allí

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Salud

y en todas partes donde trabajó fue siempre la misma: “caldito


de posta y cataplasmas”.

En 1907 atendían en Taltal los médicos Carlos Alfaro,


Ricardo Meza, Pedro Barros, Daniel Feliú y José Riveros, a los
que hay que agregar al director del hospital, doctor Arturo Lois
Fraga (Ver Personajes). Los dentistas eran el Dr. José Pool Gilbert,
graduado en Inglaterra con estudios reconocidos por la Univer-
sidad de Chile, y los doctores Alejandro Gandarillas y Reinaldo
Quezada. El abundante oro de Guanaco comenzaba a brillar en
las coronas, puentes y prótesis de los pacientes taltalinos. Lucir
un diente forrado en oro era rango de distinción. De alguna forma
el metal también servía como moneda de pago por los servicios
odontológicos recibidos.

Hacia 1930 la Municipalidad de Taltal subvencionaba la


Oficina Municipal de Sanidad, a cargo del doctor Carlos H. Alfaro,
del inspector sanitario Rafael Vecchiola y del vacunador Anibal Pool
Ubeda. La labor realizada era compartida con la que brindaba en
el Hospital “21 de Mayo”, que ese año contaba con cuatro médicos
y tres practicantes y recibió a 729 enfermos.

En 1943, durante el breve mandato del Presidente Juan


Antonio Ríos M.,Taltal consiguió que el Gobierno destinara la
suma de cinco millones de pesos para la construcción de un nuevo
hospital. Todo quedó estipulado en la Ley N° 7.377 de 25 de junio,
donde el monto acordado favoreció a Taltal y a Arica, con un por-
centaje mayor para esta última ciudad. El diario local “El Pueblo”
dedicó su página central a la buena nueva destacando “¡Por fin
Taltal logrará una de sus grandes aspiraciones!”. Sus redactores
no pasaron por alto otro hecho importante: en la misma fecha
contrajo matrimonio el recordado médico del hospital taltalino
Pedro Cortés González con la joven profesora local Hilda Adriazola
Berger. Sin duda el sector salud estuvo entonces por esas semanas
de merecido pláceme.

Las cifras tras un siglo

Epidemiólogos y economistas han establecido un paralelo


entre las principales causas de muerte (mortalidad) como de enfer-

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Sergio Prenafeta Jenkin

medad (morbilidad) en 1910 y 2010 en Chile, las que son aplicables


perfecta y proporcionalmente a nuestro puerto. El ingreso per
cápita en 1910 era de US$ 2.908 y en 2010 alcanzó a US$ 13.459. Al
inicio del siglo XX la principal causa de muerte era la tuberculosis
(TBC) y la bronconeumonía (16.6%). Se comentaba que la persona
con tuberculosis tenía “picado el pulmón”, en circunstancias que la
TBC es una enfermedad contagiosa que también puede afectar a
otros órganos, como la cavidad abdominal, vejiga, cerebro, articu-
laciones, riñón, columna, órganos reproductivos y el revestimiento
protector del corazón. La principal causa de muerte en 2010, en
cambio y hasta hoy, son las enfermedades cardiovasculares (14%),
entre ellas la hipertensión, las que en 1910 estaban en segundo
lugar (4.9%), a diferencia de las enfermedades cerebrovasculares
que en 2010 pasaron a tener un segundo lugar entre las causas de
muerte. Antes de la llegada de la antibioterapia (1945), la TBC se
trataba con una mejor ingesta de alimentos (“falta bitute” decía
la gente) y facilitando el cambio de ambiente. Muchos enfermos
eran llevados hasta la oficina Ballena para respirar aire más bien
cordillerano, cuando precisamente el oxígeno procedente del mar
producía el mismo efecto. Hoy la TBC se previene (vacuna BCG) y se
trata, entre otros medicamentos, con un fármaco, la Rifampicina,
que se entrega en forma gratuita a los pacientes en los hospitales.

Cáncer (no existe uno solo sino unos 110 tipos distintos) fue
palabra maldita en boca de los médicos hasta 1950. Desde entonces
buena parte de los cánceres son tratables denunciados a tiempo,
por ejemplo un “porotito” en la mama femenina; un lunar atípico
que crece, cambia de color, sus bordes son irregulares y pica, etc.
El cáncer ocupaba en 1910 la tercera causa de muerte con un 1.1%
(sin duda mal diagnosticado) y con cifra similar aparecía la compli-
cación del embarazo, sobre todo cuando los partos eran caseros.
En el año 2010, en cambio, el tercer lugar lo ocupaba la cirrosis y
otras enfermedades del hígado, por ejemplo, las provocadas por
el alcoholismo, dolencia que se comprobó hacia 1960 que tiene
compromiso genético porque lo que heredan algunos de los hijos
de un alcohólico es el apetito por el alcohol, descubrimiento que
le valió al médico farmacólogo chileno Jorge Mardones Restat el
reconocimiento mundial.

La diabetes es una enfermedad crónica en donde los


valores sanguíneos de glucosa (un tipo de azúcar) son anormal-
mente altos dado que el organismo no libera insulina o la utiliza

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Salud

en forma inadecuada, con más frecuencia después de los 50


años de edad. Tal dolencia puede ser dependiente de la insulina
(tipo 1) y se desarrolla antes de los 30 años, o no dependiente
de esta hormona (tipo II), propia de los niños y adolescentes. La
enfermedad como tal acusó un cuarto lugar entre las causas de
muerte en 2010. La lista comparativa finaliza con la quinta causa
de muerte que para 1910 eran el tifus, el sarampión, la difteria y
otras dolencias mal definidas.

Al nacer (1910) los chilenos tenían una expectativa de vida


de 30 años, indicador que aumentó en 45 años en 2010, alcanzando
las mujeres un promedio hasta los 88.9 años y los hombres hasta
los 84.6 años. Hay más: de cada mil niños que nacían a comien-
zos del siglo XX, 330 morían antes de cumplir un año. En 2010, en
cambio, murieron 7 de cada mil nacidos vivos, con el 98 % de los
partos atendidos en hospitales y clínicas, una de las cifras más
altas de América latina.

Uno de los problemas gravitantes de la población de Taltal


en 2017 es la obesidad y las secuelas que ella arrastra (diabetes,
hipertensión, etc.), y en algunos casos la obesidad mórbida de
niños, adolescentes y mujeres. El viejo predicamento que perdu-
ró en boca de madres y abuelas fue que “la gordura es parte de
la hermosura” y que “niños gordos son niños sanitos”. Eso pasó
a ser definitivamente cuento del pasado. En 2015, profesionales
del hospital de Taltal estudiaban la salud de los pre escolares y
escolares de Paposo respecto de los de Taltal, por tratarse de una
población que si bien consume regularmente productos del mar,
hay carencias de frutas y verduras en su menú diario.

Soledad final

“Qué solo se quedan los muertos” subraya un viejo poema


y en la pampa de Taltal los hechos hablan por sí solos. Entre oficinas
salitreras y sus respectivos campamentos, hubo cementerios por
todas partes. En cada cruz un nombre y a veces una fecha, además
de una corona de hojalata simulando flores siempre frescas que el
sol, de todas maneras, desteñiría con el tiempo. Algunos de esos
cementerios desaparecieron producto de los aluviones que arra-
saron todo a su paso. Otros, la gran mayoría, han sido saqueados.

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Sergio Prenafeta Jenkin

El del mineral de Guanaco se mantiene pero está recibiendo las


“tortas” del mineral que en la actualidad se trabaja y su destino
es sucumbir. En la Aguada de Cachinal el cementerio se conserva
sin problemas en tanto en la ex oficina Alianza sigue pero en total
abandono y lo comparte con la ex estación Catalina. El cementerio
de la oficina Santa Luisa continúa erguido con algunas bóvedas
de cemento y madera pero también sometido a una permanente
depredación. El cementerio de la ex oficina Alemania es el más
visitado por los deudos, igual que el de la ex oficina Chile , pero
en este caso más deteriorado a causa de las avenidas de agua y
barro. El de la ex oficina Atacama se encuentra saqueado y des-
truido, lo mismo el de la ex oficina Lautaro, en cambio el de la ex
oficina Flor de Chile, que se encuentra en la estación ferroviaria
de Refresco, es otro de los visitados por parientes y amigos de los
deudos. No existe una comisión ad hoc a nivel regional o municipal
que vigile la suerte que pesa sobre los cementerios de la pampa,
donde reposan los restos de un grupo de personas que forjó, a
su hora, buena parte del progreso del país.

En Taltal la situación ha sido distinta. Al comienzo los


muertos eran enterrados en los extramuros del puerto que,
conforme al crecimiento demográfico, fue necesario cambiar
al lugar que hoy ocupa el camposanto municipal. En el sitio del
primitivo necrosario se construyó una escuela en tiempos del
gobierno del Presidente Balmaceda, la recordada “Escuela de la
Caleta”. Los alumnos descubrieron un día que bajo el piso de sus
pupitres asomaban huesos humanos, situación que los profesores
de inmediato informaron y corrigieron.

Dentro del cementerio hay toda una historia a descubrir.


Desde 1910 existe un Mausoleo de la Sociedad Balmacedista, visi-
tado hasta hoy. El Cuerpo de Bomberos entierra a sus voluntarios
desde 1930 en un solo lugar, donde incluso reposan los restos
de tres taltalinos “Veteranos de la Guerra del Pacífico en 1879”:
Roberto Varas, René Cárcamo y Ramón Ahumada. La colonia
española también dejó a sus muertos en un mausoleo único, así
como la Sociedad Protectora de Empleados. Los trabajadores del
Ferrocarril salitrero, ya extinguido, reunidos en una sociedad de
socorros mutuos desde 1901, siguen rindiendo culto a sus deudos
y amigos en otro mausoleo subterráneo de difícil ingreso, en
tanto el personal inglés que falleció en el puerto tiene un mini
cementerio donde no solo recuerda a sus empleados y sus espo-

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Salud

sas fallecidos sino también a sus hijos que viajaron a Inglaterra


a defenderla durante las dos guerras mundiales y murieron. Un
monolito recuerda sus nombres.

Los ingleses vivían dentro del recinto ferroviario pero la


sepultación de sus muertos no se hacía usando los mismos mé-
todos del puerto, con una carroza tirada por una mula cuarteada
encabezando el cortejo y una banda de músicos interpretando
“Adiós al Séptimo de Línea”. Ellos disponían de un carro funerario
especial tirado por una máquina a vapor por la línea central, la
que se detenía muy cerca del cementerio, desde donde seguía el
cortejo a pie y sin música alguna.

Los locos del manganeso

Una vez finalizada la II Guerra Mundial, Estados Unidos


determinó que necesitaba gran cantidad de manganeso para su
industria del acero. Hizo un llamado a los países productores y Chile
respondió de inmediato abriendo el poder comprador del metal.
Al anuncio hecho por la Cacremi, mineros con y sin experiencia se
fueron a los cerros para poner en marcha antiguas minas. No se
tomaron en cuenta medidas de precaución en las nuevas labores,
como máscaras anti polvo, cascos de protección, etc. Lo urgente
era comenzar a bajar las primeras toneladas del metal en pequeños
camiones y de vuelta llevar a las minas agua y víveres.

Al cabo del tercer mes de trabajo, un camión bajó con su


carga y con un minero atado a una camisa de fuerza. El hombre se
había vuelto loco y el temblor de sus extremidades no cesaba. En el
Hospital no se le pudo contener y fue enviado a la Casa de Orates
(Hospital Psiquiátrico) de Santiago. Apenas producido este caso,
el que fue denunciado por el director del Hospital a la autoridad
sanitaria provincial, otro camión bajó cargado de metales y con otro
trabajador en las mismas condiciones: tembloroso y alucinado. El
diagnóstico no tardó en afirmar que se había producido intoxica-
ción por el polvillo de manganeso, conocido como manganismo.

Nuevos casos se registraron y fueron remitidos en tren


a Santiago, donde los primeros afectados ya habían fallecido. El
neurólogo del Hospital Clínico de la Universidad Católica, doctor

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Sergio Prenafeta Jenkin

Ismael Mena Rivera, estudioso de la enfermedad de Parkinson,


encontró signos externos parecidos entre los “locos del manga-
neso” y sus pacientes, sobre todo en la parálisis agitante. Pidió
permiso para hacer autopsias en el cerebro de los cadáveres que
morían procedentes de las minas de Taltal y observó que el daño
cerebral era similar al conocido en los pacientes con Alzheimer.
Ambos eran procesos degenerativos con pérdida de millones de
neuronas.

El doctor Mena tomó contacto con el investigador George


Cotzias (1918-1947) que desde hacía tiempo buscaba en Estados
Unidos una droga capaz de detener la parálisis agitante en enfer-
mos de Parkinson. Sus trabajos en animales de experimentación
a los que producía artificialmente dicho trastorno, daban buenos
resultados cuando aplicaba la droga conocida como L-DOPA (ácido
dihidroxi fenil alanina). Pero tenía un gran problema. Había prohi-
bición federal de aplicar cualquier droga nueva en seres humanos
enfermos, de tal forma que los “locos del manganeso” de Chile
podían ser quienes probaran los efectos de la droga en estudio.
Cotzias, Mena y otros investigadores presentaron los resultados
de sus trabajos en 1969 sobre “Tratamiento del síndrome de Par-
kinson y en la intoxicación crónica del manganeso”.

La droga salió al mercado internacional y hasta hoy se


utiliza para calmar los temblores iterativos de los enfermos de
Parkinson, sin que ello signifique una cura en una dolencia que
carece de aquello. Entretanto, cesó la compra de minerales de
manganeso y de los enfermos jamás se supo. La autoridad llegó
tarde a hacerse parte y sancionar lo que acontecía. Una empresa
de la III Región, Manganeso Atacama, hizo las cosas como corres-
pondía vigilando la salud de sus trabajadores. Pero los nuestros
fueron reconocidos como los “conejillos de indias” en el estudio
mundial de la enfermedad de Parkinson.

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Salud

Personal Hospital, 1944.

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

14. DEPORTES

Fueron los ingleses vinculados a las empresas que ex-


plotaban el salitre como al Ferrocarril y la fundición de metales, a
partir de sus casas matrices ubicadas en Taltal, los que aportaron
los primeros jugadores y entrenadores de los nacientes equipos de
fútbol. Así fue como nació el Taltal Railway Club. Muchos jóvenes
y adultos captaron rápidamente las reglas del juego, ayudaron
a construir una cancha con las medidas reglamentarias y en los
espacios donde funcionaba la Fundición Pacific Smelting, que la
gente identificó siempre como “la Smelting” (la Fundición), fue
donde se jugaron los primeros encuentros. Aquello quedaba en
la cercanía de la actual Planta Enami, entonces en los extramuros
del puerto hasta donde llegaba gran cantidad de gente a un paseo
familiar que, aparte de fútbol, sirvió para desarrollar también allí
las primeras competencias atléticas de los colegios.

El primer club de fútbol auténticamente taltalino fue


“Escudo de Chile” (1902), cuyo nombre quiso legitimar la raíz y la
práctica masiva de este deporte. El segundo fue “Unión Maríti-
mo” (1904), que recibió el apoyo de los ingleses residentes y del
activo gremio vinculado a las actividades del mar. “Unión Caleta”
reunió, por su parte, a muchos deportistas residentes en el sector
de Caleta Ossa, en tanto Unión Bellavista surgió como una rama
disidente de Unión Caleta. Otras agrupaciones que nacieron en
forma paralela a los citados pero que no perduraron en el tiempo
fueron el Club Nacional Obrero, el Chile Argentina y el Club Brasil.

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Deportes

Los cuatro equipos pioneros –Escudo de Chile, Marítimo,


Unión Caleta y Bellavista– continúan hoy defendiendo sus histo-
rias en medio de colecciones de copas y recuerdos de muchos de
sus jugadores que destacaron un día en clubes profesionales del
país. Algunos de estos equipos fueron campeones regionales o
participaron representando al norte en la Copa Chile.

Las canchas de tierra comenzaron a surgir en distintos


lugares del puerto pero la oficial ocupó su lugar vecina a la cárcel
y al cuartel de Carabineros de Chile. En las últimas décadas del
siglo pasado fue posible construir un estadio con pasto sintético
y graderías en el sector de la Caleta, obra que recuerda el nombre
de su principal impulsor, el ex alcalde Belmor Rojas Iriarte. Nume-
rosas figuras nacionales del fútbol que han visitado el estadio han
destacado la calidad de sus instalaciones y el cuidado con que se
mantienen. Por otra parte, el incremento del parque vehicular
en la ciudad comenzó a limitar hasta eliminar la vieja “pichanga”
callejera como entretención de niños y adolescentes, vivero de
donde salieron muchos jugadores y créditos del futbol regional.

El Básquetbol surgió más tarde tanto en sus ramas mas-


culina y femenina. “Del Pacífico”, “Orión”, “Excursionista” y “Hos-
child” fueron los primeros equipos en participar en competencias
formales, a los que se fueron sumando nuevos equipos con base en
estudiantes del Liceo Fiscal, de la Escuela (luego Liceo) Industrial
y de la Escuela Hogar (Eschogar). Todos los antiguos jugadores
como dirigentes, coinciden en señalar que el básquetbol se en-
cuentra hoy sin la energía que otrora lució, cuando desarrollaba
programas especiales de temporada aprovechando la llegada de
los estudiantes universitarios a sus hogares, o se participaba en
encuentros regionales. Desde hace bastante tiempo existe un
excelente estadio techado municipal donde realizar entrenamien-
tos y competencias, pero todos echan de menos el “rebote” del
balón por las tardes invitando a practicar o simplemente a ver los
entrenamientos. Canchas con menos comodidades que el estadio
techado existen en establecimientos de educación y en empresas,
pero por ahora este deporte que tanta teleaudiencia tiene necesita
volver sobre su historia. La falta de interés por el básquetbol no
solo ocurre en Taltal sino que en el norte del país, un tema que
llama a asumir políticas locales, regionales y nacionales de apoyo a
su práctica. Y en el ámbito femenino, todos se preguntan, ¿dónde
quedaron las reemplazantes de Jovita Bravo, Melva Garday, María

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Sergio Prenafeta Jenkin

Guerrero, Norma Sam y tantas otras dirigentes y jugadoras de los


años ’50 y ’60 del siglo XX?

El Tiro al Blanco tuvo temprano desarrollo desde co-


mienzos de 1900. Un impulsor de la organización de este club
fue el ex alcalde Luis Matamoros Fernández, gozando la entidad
con un campo de entrenamiento y competición en el sector alto
de la ciudad. Hoy aquel terreno pasó a ser ocupado por viviendas
de emergencia pero conservó la nominación de “Tiro al Blanco”.
Este deporte fue sometido en todo el país a serias restricciones y
permisos y en Taltal quedó relegado a una práctica de tiro sobre
animales en cerros y quebradas, lejos de todo control. Las orga-
nizaciones de tiro al blanco están hoy en receso en todo el país,
vinculadas más bien a los vendedores autorizados de armas.

Los deportes náuticos como el velerismo y la boga han


logrado importante auge, especialmente el primero. Gracias a la
iniciativa del vecino Roberto Perucci Ocampo y sus hijos y tras la
movilización de grupos de adultos interesados en la práctica de sus
familiares, se logró establecer un Club de Yates en el lugar que un
día ocupó un varadero de lanchones, en el camino que une a Taltal
con La Puntilla. La curvatura que en ese lugar produce la costa y
el pequeño muelle (embarcadero) que allí se construyó, dejan a la
playa en excelentes condiciones para echar al mar embarcaciones
de pequeño y mediano tamaño sin peligro. Los niños y jóvenes que
practican permanentemente, organizan competiciones locales y
salen con sus botes a participar en otros puertos del norte, con
excelentes resultados.

La boga, en cambio, no ha contado con los adeptos que


habría que esperar. Durante la existencia en Taltal de las oficinas
de la Compañía Salitrera Alemana, personal de dicha empresa
tenía botes con y sin timonel especialmente diseñados para tales
competencias. Uno de esos botes, excepcionalmente de seis bo-
gadores y que ya no existen, quedó guardado durante muchos
años en las bodegas del Muelle Cordero, colgado de dos pescantes
y a resguardo del sol. Un grupo de jóvenes estudiantes solicitó
hacia los años cincuenta del siglo pasado que se le facilitara dicho
bote para realizar prácticas pero la negativa fue rotunda. Tiempo
después el bote se vendió a un bajo precio y se incendió en un
restaurant de Antofagasta donde se lo mantenía como reliquia.

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Deportes

En Taltal quien quiera aprender a bogar y a sirgar (boga


con un solo remo a popa) tiene que vencer las dificultades de en-
contrar un bote y su conductor disponibles. Es otro desafío para
bien utilizar el mar en beneficio de la cultura física de hombres y
mujeres en nuestra hermosa bahía.

La práctica de la natación también muestra altibajos.


Todos los veranos se programan clases de nado para niños y niñas
en horarios matinales, los que logran la primera meta: que todos
aprendan a practicar las técnicas que les aseguren mantenerse a
flote y, algo fundamental, tenerle respeto a la dinámica propia del
oleaje. De allí al paso de competir por alcanzar metas mayores hay
manifiesto desinterés, por ejemplo lo que significa cubrir el tramo
entre los muelles y La Puntilla. Uno de los pocos nadadores de
largo alcance vigentes pasado ya su medio siglo, es Tarzán Alvarez
Gretchmar, hoy ocupado en regar jardines y oficiar de salvavidas
en la temporada de verano. Debe ser la única persona en Chile que
en su cédula de identidad lleva el nombre de Tarzán, el que heredó
de su padre, un minero conocido como el “negro Tarzán”. Sus tíos
Gretchman fueron, a su hora, destacados basquetbolistas locales.

El tenis ha contado siempre con el interés de públicos


especiales. Fue introducido por los extranjeros hacia fines del
siglo XIX, especialmente los ingleses en canchas disponibles en el
Ferrocarril y desde allí fue buscando nuevas locaciones. Las más
antiguas fueron las dos canchas que se instalaron vecinas a la em-
presa de agua potable, en las cercanías de la cancha Barazarte. De
allí salieron Ruperta y Ernestina Encalada San Román, excelentes
tenistas que luego impactaron en dicha práctica en Antofagasta.
Tenían a su favor haber nacido al lado de las canchas de tenis de
Taltal, lo que les permitió desde muy temprano entrar al domi-
nio de esta disciplina. La Empresa Nacional de Minería, tiempo
después, habilitó otras canchas similares, cerca de la playa en el
centro de la ciudad. Hoy se utilizan nuevas canchas habilitadas en
lo que fue el patio de la Gerencia del Ferrocarril (por calle Prat),
lugar donde también se practica gimnasia y disciplinas afines para
jóvenes y adultos.

La Rayuela es otro deporte-entretención que por muchos


años concertó el interés de grupos de personas reunidas en torno
a un club o asociación deportivo. Del término Rayuela deriva el
diminutivo raya y es que el juego consiste en tirar piezas de cierto

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Sergio Prenafeta Jenkin

peso o “tejos” a una raya (lienza) hecha sobre un plano levemente


inclinado de barro semi duro y a cierta distancia, de tal forma que
gana el que la toca o el que más se acerca a ella. Juego machista
por naturaleza, nunca abrió la oportunidad para que mujeres
pudiesen utilizarlo como su pasatiempo. En la rayuela el juego
es individual, nadie toca a nadie, sin embargo el encargado de la
instalación toma los recaudos y advierte que los observadores
deben ubicarse a cierta distancia donde caen los tejos para evitar
accidentes. La rayuela está de capa caída en todas partes. Se ar-
gumenta que la mató la televisión, especialmente la transmisión
de deportes como el fútbol y es recibida con beneplácito en los
salones de reunión de las agrupaciones deportivas.

El Club Social Taltal conservó durante muchos años una


cancha de palitroques –hoy bowling– de medidas oficiales, para
entretención de sus socios, la que el paso del tiempo y el descuido
de los directivos del club terminaron por dejarla inútil. Era otra de
las entretenciones solo para hombres. En el mismo Club existía
una sala de billares importados desde Inglaterra, junto con tacos
y marcadores, lo que durante muchos años atrajo la atención de
sus socios. Tal salón perdió su atractivo y fue ocupado por un
espacio de comidas.

El Excursionismo, en cambio, tiene en Taltal un auge


destacado. El Grupo Nómade Excursionistas surgió por el interés
de distintas personas de realizar actividades al aire libre, ejercitar
el rescate patrimonial, conocer el entorno y caminatas con o sin
pernoctación, pero a partir de 2006 se formalizan las actividades
constituyendo el Club Social y Deportivo Nómade, inscrito en el
Registro de Organizaciones Comunitarias bajo el N° 185, Folio
N° 195. En la entidad se practica y fomenta el excursionismo y la
caminata en la comuna, descubriendo y preservando el medio
ambiente. Hombres y mujeres rescatan y descubren las huellas y
testimonios que dejaron nuestros antepasados, y los incorporan
–fotografías, textos, artefactos, etc.– al patrimonio histórico del
puerto. Dan ganas de acompañarlos, aunque sea a “La Piedra
del Cuatro”, paseo obligado los fines de semana para los niños
de antaño.

Estas “salidas a terreno” obligan, en justicia, a recordar la


hermosa tarea que durante muchas temporadas hizo el scoutismo
para niños y niñas en la comuna. Fue y sigue siendo un ejercicio

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Deportes

para el cuerpo y una renovación cotidiana para el espíritu, en


una cita que no debiera tener jamás fin con la naturaleza, con la
pachamama.

Los yates menores tienen especial acogida entre niños y jóvenes. Su participa-
ción regional gana cada vez mejores lugares.

Cancha de la Smelting, al norte de la ciudad, donde se concentraba toda la


actividad deportiva hacia 1920.

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

15. ENERGÍA

La historia del uso de la energía en la vida de la población


de Taltal tiene dos momentos importantes desde 1913 hasta fines
del siglo XX, y desde los inicios del presente siglo a la fecha. El 10
de noviembre de 1913 se recibió en esferas del Gobierno la solici-
tud presentada por don Ladislao Larraín en representación de la
Sociedad Anónima denominada “Compañía Eléctrica de Taltal”,
pidiendo la autorización de su existencia y la aprobación de sus
estatutos. Su duración sería de 50 años y su objeto principal era
la adquisición y explotación de la empresa Taltal Electric Light and
Power Company y los derechos a la concesión otorgada a don Ale-
jandro Alfaro H. para desarrollar corriente eléctrica en la ciudad.
Su capital social era de $ 300.000 dividido en seis mil acciones.

La llegada de la corriente eléctrica le cambió la vida a los


vecinos. Todos querían tener acceso a ella pero los costos para
el usuario era motivo de discriminación social porque no todos
pudieron apagar los chonchones y las velas para pasarse como
usuarios de lo que constituyó “la novedad del año”. Instalada ya una
red de servicio creciente, la electricidad dejó sin uso las planchas a
carbón, preferidas por sastres y sus ayudantes que “entallaban”
los trajes, las costureras y las amas de casa en general. El uso de la
electricidad llegó un momento que entró en crisis y debió reducir
los horarios diurnos de uso corriente. En Taltal no había durante
la mañana electricidad en el circuito, sin embargo, cuando ésta

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Energía

aparecía la razón era muy clara: los médicos estaban operando a


algún paciente en el hospital. Entonces los corrillos de las vecinas
cundían no para saber hasta qué hora duraría el flujo eléctrico sino
a quién estaban interviniendo tan temprano.

Viejos motores petroleros hacían el servicio desde la


Planta Eléctrica hasta que la ciudad, ya más crecida, comenzó a
recibir energía desde el Servicio Interconectado Central, SIC. Taltal
pasó a ser el tope norte del sistema de transmisión troncal del SIC
ya que la última lámpara que recibía el flujo energético está, hasta
hoy, ubicada en el balneario “Tierra del Moro”, dos kilómetros al
norte del puerto. Desde allí siguió siempre el desierto pleno hasta
llegar a Antofagasta, a unos 230 kilómetros de distancia. Cualquiera
falla que ocurra en la transmisión de la energía eléctrica desde el
sur al norte, deja a Taltal a oscuras y a los refrigeradores estilando.

Llega la interconexión

El sector energía es estratégico y fundamental para el


funcionamiento de nuestra sociedad y la vida de las personas. Los
hidrocarburos (petróleo, parafina) y el gas licuado han perdido
la prioridad que tenían hasta 1970. Chile importó en 2012 el 60%
de su energía primaria, por lo que somos un país subordinado a
la inestabilidad y volatilidad de los precios en los mercados in-
ternacionales. En 2013 los precios medios del mercado rondaron
los US$ 112 Mega Watt hora en el SIC y de US$ 108 MWhora en el
Sistema Interconectado del Norte Grande (SING). En los últimos
la electricidad pasó a propiedad de empresas privadas, las que
han ido licitando terrenos fiscales para establecer proyectos de
interés público. Los que corresponden a Taltal se encuentran en
pleno desierto, en la pampa que un día fue ocupada por las oficinas
productoras de salitre y hasta hoy están abandonadas.

Respecto al recurso carbón, de tan amplio uso en la


industria como en el hogar, Chile es pobre en recursos fósiles en
relación al resto de países de América Latina, a excepción de las
reservas existentes en la zona de Magallanes que Enap explora
y explota. Pero, en cambio poseemos recursos renovables en
abundancia considerando el gran potencial hidroeléctrico aún

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Sergio Prenafeta Jenkin

no aprovechado, las excepcionales condiciones de radiación solar


especialmente en el norte, la disponibilidad de vientos, el gran po-
tencial geotérmico, etc. Sobre este último ítem surgen las mejores
noticias que incluimos al finalizar este capítulo.

En el SIC radica el 90% de la población nacional y en el


SING solo el 8%. La producción de energía eléctrica en este último
sistema en un 82% ha dependido de centrales carboneras.

Mejillones se une a Paposo

Endesa destinó en 1997 un presupuesto de 145 millones


de dólares para poner en marcha su “Proyecto Taltal”, que consiste
en el tendido de un gasoducto y una central térmica, el primero
sobre una extensión de 260 kilómetros. Lo cierto es que el citado
ducto llega a la parte norte de nuestra comuna pero no al puerto
de Taltal, lo que provocó equívocos al trascender que tal iniciativa
pudiese haber avanzado 54 km más al sur, donde tiene su asiento
el gobierno comunal, lo que no ocurrió.

Las plantas térmicas vecinas a Paposo transmiten su


energía hacia el SIC a través de una líneas de 220 kV de 170 kiló-
metros de longitud, atravesando el desierto hasta la Subestación
más nortina del SIC, Diego de Almagro, ya en la III Región. De
esta forma, Paposo inyecta energía a todo el tramo norte del
SIC, abasteciendo la demanda creciente, en especial del sector
minero. El gasoducto Mejillones-Paposo fue la primera vinculación
energética del SING-SIC.

La primera unidad del ciclo combinado inició sus operacio-


nes a comienzos de 1999, con una potencia de 175 MW. La planta
fue construida por la empresa francesa Gec Alsthom.

El funcionamiento de la central no dejó tranquilos a las


organizaciones ecologistas de la región, preocupadas de los posi-
bles efectos negativos del mega proyecto sobre el suelo, la flora
y fauna en la Reserva Nacional Paposo, el paisaje, la estética, la
calidad del aire, el ruido, la economía, la hidrología, la condición
humana, etc. El Estudio de Impacto Ambiental que generó el pro-
yecto, disponible en la Municipalidad de Taltal, concluyó aproban-

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Energía

do el trabajo realizado por la empresa Gasoducto, lo que generó


tensiones entre las entidades defensoras del medio ambiente.

En 2017 la comuna de Taltal tenía en operaciones los si-


guientes proyectos con las indicaciones técnicas que se especifican:
1. Central Taltal, Unidad 1, a cargo de ENEL, con uso de tecnología
térmica y con capacidad de 123 ,40 MW.
2. Central Taltal, Unidad 2, ENEL, térmica, 121,50 MW. Ambas
del año 2000.
3. Parque Eólico Taltal, ENEKL, 99 MW.
4. Parque Fotovoltaico Latackama, ENEL, energía solar, 72.50 MW.
5. Parque Fotovoltaico Pampa Solar Norte- ENEKL. Capacidad
69.30 MW.
6. Parque Solar Conejo (Etapa 1), Fotovoltaico, 104 MW.
7. Proyecto Solar Conejo (Etapa 2). Pattern Chile Development
Holdings SPA. Fotovoltaico, 198 MW. Aprobado ambiental-
mente)
8. Seccionadora Conejo Solar. Pattern, SIC, 220 kV.
Proyecto de Alta Tensión 1x220kV. Nueva subestación FV.
9. Proyecto Fotovoltaico Pampa Solar Sur. 90.9 MW. Aprobado
ambientalmente 2014.
10. Proyecto Solar Toro. Pattern Chile Development Holdings
SPA. 56 MW. Aprobado ambientalmente en 2015.
11. Proyecto Parque Solar Las Luces. Helio Atacama Diez SPA.
24 MW. Aprobado en 2015. Optimización del ciclo combinado
de la Central Termoeléctrica de Taltal, ENEL (Ex Empresa
Nacional de Electricidad S.A.). Térmica, 130 MW.
12. Taltal Solar. Taltal Solar S.A. (Solar Pack S.A.). 30 MW.
El informe mensual Antofagasta (febrero 2017), entregado
por la Secretaría Regional Ministerial de Energía, señalaba que en
la comuna de Taltal estaban en operación los siguientes proyectos:
1. Línea S/E Parque Eólico Taltal, sub estación Paposo. Titular: ENEL
Green Power, sistema SIC, tensión 220 kV.
2. S/E Parque Eólico Taltal. ENEL Green Power. SIC. 220 kV.
3. Tap-Off y sub estación planta Fotovoltaica Latackama. Entel
Green Power. 220 kV.
4. Tap-Off, Línea de Transmisión y sub estación Pampa Solar Norte.
ENEL Green Power. SIC. 220 kV.
5. Sub estación seccionadora Conejo Solar. Pattern, SIC, 220 kV.

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Sergio Prenafeta Jenkin

6. Proyecto de Alta Tensión 1x220kV. Nueva sub estación FV


Elevadora Pampa Solar Norte – Top-Off Pampa Solar Norte
cuatro SpA, SIC. 2x220kV.
El panorama energético que une desde ahora al país
significa los cambios más sustantivos en lo que está involucrada
nuestra comuna. No terminan en esta lista llena de tecnicismos
sino que todo esto es recién el comienzo con que se aprovecha
lo que la madre naturaleza nos ofrece para beneficio de la familia
humana.

Surge el Parque eólico “Horizonte”

En octubre de 2017 el Gobierno informó la creación del


parque eólico más grande de América Latina, que ocupará una
extensión de ocho mil hectáreas en el desierto que cubre a Taltal,
lo que representará una inversión de 971 millones de dólares y una
capacidad de otorgar electricidad a más de 730.000 hogares. La
información no generó comentario alguno en la población local.
No hubo una voz responsable que tradujese en términos de futuro
lo que significará para la comuna el nuevo parque.

Sin duda que más que Taltal, será la II Región la que


obtendrá los primeros beneficios porque de las 19.000 unidades
de fomento que va a pagar la empresa Colbún al fisco, el 65% va a
quedar en la región de Antofagasta. “Horizonte” espera generar
607 megawatts de potencia gracias a que en los alrededores de
nuestra comuna se produce una de las mayores intensidades de
viento constante del planeta. La calidad de energía limpia generada
podrá cumplir las necesidades de la casi totalidad de viviendas de
las regiones de Arica-Parinacota, Tarapacá, Antofagasta, Ataca-
ma y Coquimbo, o su equivalente a las necesidades de todos los
hogares de la región de Valparaíso.

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Energía

En la soledad del desierto costero, cerca de Paposo, surgió un enclave para la


transmisión del flujo eléctrico de norte a sur.

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

16. DEFENSA

Vigilancia Oceánica

La Capitanía de Puerto, con un personal de 13 funcio-


narios, se ocupa de autorizar el trabajo de quienes laboran en el
mar, sean éstos pescadores en embarcaciones como de buzos. A
unos y otros les otorga un permiso especial que en el caso de los
primeros deberá renovarse cada cuatro años, en tanto con los
segundos el plazo de acorta a un año. Durante 2016, la entidad
registró seis accidentes entre los buzos y uno con causa de muerte.
El Capitán de Puerto, Sargento Primero Denis Gallardo, señaló que
la carencia de una cámara hiperbárica para el tratamiento de los
buzos de manera local se ve agravada por la falta de un médico
especializado en el área broncopulmonar. Refiere que llevar a
buzos afectados hasta Antofagasta es también un riesgo de vida
ya que el Hospital Regional carece de una cámara propia y utiliza
una privada que se le facilita cuando éste la requiere.

El pescador artesanal debe tener en su poder un permiso


especial que otorga la Capitanía y una matrícula. Quien postula a
trabajar en el mar debe aprobar un examen médico que acredite su
estado general de salud. Por lo demás, cada embarcación que desee
internarse en el mar debe solicitar un zarpe, el que se entrega con
la matrícula al día y en atención a las condiciones meteorológicas
anticipadas para el área adonde se dirigirá la embarcación. Incluso
aquellos que solo quieren dar un paseo por la bahía.

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Defensa

La tarea de vigilancia de la franja litoral se extiende desde


los 24° 33’ 00’’ S (Punta Carrizalillo), colindante con el extremo norte
del Parque Nacional Pan de Azúcar, hasta los 26° 03’ 20’’ S, Punta
Dos Reyes, lo que significa unas 90 millas del territorio costero,
aproximadamente unos 167 km de costa entre caletas, ensenadas
y el puerto de Taltal. La vigilancia del límite de las 200 millas del
Mar de Chile le corresponde hacerlo a la Gobernación Marítima
de Antofagasta con el auxilio de una lancha rápida, un avión naval
y un helicóptero, los que están en permanente contacto con la
radioestación de la Capitanía de Puerto de Taltal.

En ese recorrido por esta parte de la costa el personal


naval encuentra a los recolectores de huiro (huireros) en sus fae-
nas, a los que debe exigir la inscripción legal de todos y el retiro
de las faenas de aquellos que carecen de certificación oficial. Estos
hallazgos son más frecuentes porque a la extracción del recurso
han llegado personas que no viven en la comuna y han bajado
desde la pampa luego de quedar cesantes, o bien son extranjeros.

Corresponde a Sernapesca solicitar a la autoridad marí-


tima la ratificación de un área de manejo donde instalar un cria-
dero de especies marinas protegidas. En poder de esta última se
encuentra la ubicación de otras áreas ya concedidas, así como las
condiciones de seguridad que ofrece la concesión para el trabajo
de los pescadores.

Desde algunos lustros no entran o recalan en la bahía


de Taltal barcos de cabotaje o embarcaciones de puertos de la
zona central y sur que trabajan en la capturas de especies para
la exportación, todo lo cual ayuda a centralizar el trabajo de la
Capitanía de Puerto de Taltal en tareas más específicas como las
del sector pesquero.

El borde costero es de propiedad fiscal y comprende


una franja de 80 metros de ancho desde la línea de las más altas
mareas. Los ecosistemas que existen en esta área donde inte-
ractúan tierra, mar y atmósfera, son vigiladas por la Comisión
Nacional del Uso del Borde Costero. Por mandato de la ley, el mar
adyacente y las playas son de uso público, lo que no autoriza a
nadie a construir una habitación permanente en ese ámbito. Las
propiedades (residencias, hotelería) que a la fecha están muy cerca
de la rompiente fueron, por lo general, construidas a comienzos

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Sergio Prenafeta Jenkin

del siglo XX cuando la legislación era más laxa. Hoy esto ya no es


permitido y es tarea de la autoridad local correspondiente vigilar
que esta normativa se respete en beneficio de las vidas humanas
allí expuestas.

Carabineros de Chile

La Policía se instala en Taltal en 1881, compuesta por nueve


hombres al mando de un sub teniente. Contaba con dos caballos,
un carretón y también hacía el aseo en las calles. La apertura del
Ferrocarril salitrero en 1889 motivó el aumento de los escuadrones
en las distintas unidades de la región. En 1903 el Presidente Pedro
Montt cambió la denominación de los regimientos de Carabineros
por el de un Cuerpo de Carabineros, dedicado exclusivamente a
garantizar un eficiente servicio policial.

El primer cuartel, conocido como “Escuadrón Taltal”,


dependiente del Regimiento N° 2, funcionó cerca del mar, en calle
Esmeralda (lugar que hoy ocupa una escuela mixta municipal)
desde 1910 a 1920, enfrentando el muelle fiscal de pasajeros que
más tarde una braveza de mar derribó y llevó a la construcción
inmediata de otro muelle similar, siempre frente al recinto de
Carabineros y que otra braveza volvió a echar abajo sin posterior
reparación.

Del Regimiento N° 2 dependió la Tenencia Chile, Iberia y


Gruptas y la Tenencia Potrerillos. La ubicación del cuartel de Cara-
bineros era especial para la vigilancia de embarque y desembarque
de personas y bienes en atención al ir y venir de barcos de pasa-
jeros y cabotaje general. Cuando se decidió construir en 1920 un
nuevo local más amplio para la institución en calle Sargento Aldea
N° 502, el local de calle Esmeralda continuó en funciones como
reten Aduana. Una de sus últimas actividades policiales cumplidas
fue mantener retenidos a los dirigentes sindicales comunistas de
empresas salitreras y mineras, además de dirigentes locales, para
embarcarlos en una barcaza como relegados políticos de Taltal
a Pisagua, producto de la aprobación de la Ley de Defensa de la
Democracia en 1948.

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Defensa

Bajo su impronta “Orden y Patria”, la tarea de Carabine-


ros no solo atendió las necesidades del puerto sino que extendió
retenes a las salitreras y a algunas faenas mineras, vigilando has-
ta hoy sitios remotos del Desierto de Atacama colindantes con
la frontera Argentina. En el Kilómetro 1145 de la Ruta 5 Norte,
por ejemplo, se encuentra Agua Verde, lugar donde Carabineros
mantiene un importante retén de control en la ruta que conduce
a Antofagasta. A Agua Verde se llega también desde Taltal por la
ruta B 901, lo que permite, a mitad de camino, encontrar una ruta
secundaria, la B 750 que pasa por la antigua Oficina Santa Luisa
en caminos rectos de segunda clase hasta empalmar tanto con
la carretera B 901 o con la B 710 en las cercanía del Observatorio
Paranal, siendo más corto este último recorrido. Valga esta breve
descripción caminera para señalar que el trabajo de vigilancia que
realiza Carabineros en estos parajes del Desierto demanda una
compleja estrategia, sobre todo en tareas como el combate a los
robos de vehículos que se trasladan de sur a norte para venderlos
en la frontera con Bolivia, como para el retorno de cargamentos
de drogas desde el país vecino para su consumo en Chile o para
su exportación.

Pero hay más: desde Agua Verde salen las patrullas en-
cargadas de la vigilancia de salares (Gorbea, Agua Amarga, del
Azufre, Pajonales), azufreras y del Parque Nacional Llullaillaco,
en la frontera con Argentina y por donde una comitiva de vecinos
y empresarios de Taltal, encabezados por el alcalde, lograron
atravesarla con algún grado de dificultad en un plan de “herma-
namiento” con los instituciones y dirigentes allende los Andes.

En el puerto, su edificio sito en el sector alto de la ciudad,


le dio cabida durante bastante tiempo a la cárcel del puerto, la que
colindaba con el estadio oficial de fútbol. Con el establecimiento
del CDP Taltal II Región, dependiente de la Dirección Nacional de
Gendarmería, el servicio de prisiones se ubicó como su vecino en
calle Sargento Aldea N° 506 y dentro de él la cárcel local. El campo
deportivo abandonó dicho lugar a un espacio mucho más amplio
en el sector Caleta Ossa.

El uso de caballares para el patrullaje local tuvo un sector


cómodo para el cuidado animal a cargo de un “mariscal”. Durante
muchos años se recordó al caballo “Nerón”, fiel cumplidor de sus
tareas en las calles y gran amigo de los niños en su pesebrera. A

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Sergio Prenafeta Jenkin

su muerte se le dio sepultura en un sitio especial del murallón de


tierra colorada que colinda con el cerro, con la respectiva leyenda
que el paso de los años fue borrando. Hoy ese espacio guarda los
vehículos de la policía.

En el curso de los últimos 40 años el delito ha cambiado su


figura. La embriaguez consuetudinaria quedó reducida a personas
de ambos sexos con una enfermedad sin vuelta atrás, algunas veces
impulsada por un apetito de origen genético por el consumo de
alcohol. Pero ese no es el problema que prima en el delito actual.
La aparición masiva por el consumo de drogas, inductoras al robo
para lograr financiarla, desató el despojo creciente de domicilios
y vehículos y una serie de delitos que hasta ahora hacen fracasar
las campañas asumidas oficialmente.

Taltal no ha estado ajeno a esta ola envolvente de delito


contra las personas. La venta de drogas, el microtráfico, es un
mercadillo cotidiano que aparece como imparable. Se conocen
los sitios de venta y hasta cuántos funcionan por cuadra en algu-
nos sectores. En un diálogo (febrero de 2016) auspiciado por la I.
Municipalidad de Taltal en la sede de su Biblioteca y que nos cupo
conducir, quedó de manifiesto que todos los presentes sabían cómo
llega la droga a la ciudad, dónde se comercializa, etc., pero nadie
daba la voz de alerta “por temor a la represalia”. Carabineros fue
invitado a participar de la reunión con su personal especializado
pero no concurrió.

La Policía de Investigaciones, PDI, no tiene asiento en


Taltal sino que llega al puerto cuando así lo dispone su cuartel con
sede en Antofagasta. La población local tiene perfecta conciencia
que 17.000 habitantes, son apenas un barrio de Antofagasta. Hay
otros servicios públicos que también sienten el peso de la distancia
(230 km). El Servicio de Impuestos Internos viene uno o dos días
al mes a controlar a Taltal, días en que se multiplican las boletas
dadas a los compradores de todo tipo. Hay también otros servicios
tan lejanos como los citados y el más importante sigue siendo la
atención de salud. Solo los Operativos multiprofesionales durante
tres días dos veces al año calman algunas ansiedades y tensiones
en el área de la salud.

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Defensa

La tarea del Cuerpo de Bomberos

El 12 de marzo de 1882, casi dos décadas después de ha-


berse instalado en Santiago el Cuerpo de Bomberos Voluntarios,
se fundó la Primera Compañía de Bomberos de Taltal, por iniciativa
del ciudadano inglés Thomas R. Williamson. En esa misma fecha
se da inicio a la construcción del primer cuartel. Por medio de la
Ley del 12 de diciembre de 1889, el Gobierno concedió al Cuerpo
de Bomberos de Taltal el permiso requerido por el Artículo 556
del Código Civil para que pudiese conservar hasta por 30 años
la posesión del bien raíz en que fue instalada la institución. Ese
mismo año se recibió el primer aporte especial de mil pesos que
el Gobierno otorgó a varias instituciones similares del país.

Fueron voluntarios fundadores de la entidad local don


Rafael Barazarte, empresario minero y salitrero, junto a los señores
Román Valenzuela, Samuel Molle, Pedro N. Orta, Manuel Rojas del
Río, Rodolfo Carlessi y el ciudadano croata Lucas 2° Zlósilo, la ma-
yoría comerciantes y empleados. La lectura de los libros de partes
conservados con mucha dificultad desde entonces, muestran el
espíritu solidario de los voluntarios y su sometimiento a una férrea
disciplina no exenta de sanciones para quienes no asumieran las
responsabilidades impuestas.

A falta de un vehículo motorizado que llevara hasta el lugar


de los siniestros los materiales para apagar el fuego, se pusieron
de moda los carros de dos grandes ruedas llamados “gallitos”, los
que portaban las mangueras dispuestas de tal manera en torno a
un carretel para la conexión directa a grifos públicos. Los gallitos
eran tirados y empujados por dos o tres voluntarios pero tenían
complicada faena cuando había que llegar a calles del sector alto
de la ciudad. El agua que corría por las mangueras era sacada del
mar y bombeada a dos estanques ubicados en los faldeos del cerro
La Cubana, desde donde partían a la red del sector bajo del puerto,
dada las restricciones para el uso de agua potable en el circuito.
Debieron pasar muchos años antes que Bomberos contara en
Taltal con un camión porta escaleras y con capacidad para llevar
también a una primera dotación de voluntarios.

En los registros del Cuerpo de Bomberos aparecen todo


tipo de incendios ocurridos en la ciudad. Las construcciones estaban
hechas en gran medida de madera, la que con frecuencia era traspa-

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Sergio Prenafeta Jenkin

sada por la plaga de unas polillas especiales que no respetaron los


enseres y hasta la ropa de los vecinos. El 30 de diciembre de 1939,
por ejemplo, media manzana de casas en calle Juan Martínez fue
afectada por el mayor incendio del que se tengan registros. Treinta
familias perdieron casas y bienes y un obrero resultó carbonizado.
Medio año después, el 13 de junio de 1940, un aluvión destruyó
viviendas y costó la vida a tres mujeres. La labor de bomberos en
esos y todos los siniestros fue y continúa siendo abnegada como
efectiva. Ellos estuvieron combatiendo el fuego en el incendio que
destruyó totalmente la sede de la Municipalidad, el Juzgado del
Crimen, establecimientos comerciales de comerciantes chinos,
el Liceo Fiscal, la Sociedad Protectora de Empleados, etc. Pero
lamentan como institución no haber podido hacer nada frente al
incendio que afectó a su vecina inmediata, la Parroquia San Fran-
cisco Javier, que en cerca de 25 minutos ardió sin que bomberos
pudiesen sacar sus carros, mangueras y herramientas.

La tarea solidaria de los bomberos de Taltal tuvo su úl-


timo registro de proporciones cuando viajaron 1.400 kilómetros
para ayudar a sus colegas de Cauquenes, afectados en los grandes
incendios de la zona central a comienzos de 2017. “No teníamos
experiencia para atacar el fuego en los bosques, por lo que la
misión nuestra era atender las urgencias que tuvieran los bombe-
ros de Cauquenes con sus equipos, los que nos comprometimos
a mantenerlos activos. Pero fue tanto el clamor público que al
tercer día tuvimos que salir a apoyarlos en el combate al fuego.
Nosotros llevamos un carro aljibe e hicimos lo propio”, comentó
el voluntario Guido Beltrán, a cargo del cometido.

El Cuerpo de Bomberos de Taltal está hoy equipado para


atender no solo incendios sino accidentes carreteros que dejan
atrapados a los ocupantes de los vehículos. Instrumentos especiales
les permiten rescatar con vida a adultos y niños conduciéndolos
al hospital local salvando sus vidas. Institución originalmente
formada por hombres, no tardó en incorporar a mujeres como
bomberas, especialmente para las primeras atenciones y compa-
ñía a los grupos familiares afectados. Hoy, indistintamente, ellas
están también en el combate del fuego. La infraestructura del
Cuerpo de Bomberos cuenta hoy con el material y los vehículos
para cumplir con eficiencia su cometido.

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Defensa

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

17. RECURSOS DEL MAR

Cualquier vecino o la persona que nos visite, lo primero


que consulta es la cuantía de las especies de peces y mariscos que
a diario produce el mar que baña la costa taltalina. Se lo pregun-
tamos a pescadores y a buzos mariscadores, quienes no llegan
a un acuerdo pero aseguran que nunca falta en la comida de los
hijos de esta tierra un apetitoso plato con productos del mar.
Nombran las especies más apetecidas e incluso, se atreven a dar
algunas recetas para aprovechar mejor la elección. Se trata, por
cierto, de una visión optimista que no se condice con la realidad
nacional y mundial de la productividad de los ecosistemas mari-
nos. Sin embargo no son congrios, jureles, cojinobas, blanquillos,
corvinas o lenguados, entre tantas especies, ni tampoco locos,
jaibas, pulpos, lapas u ostiones, los que compiten por la cantidad
mayor de las capturas en kilos de peso. El 30% de una sola especie
que va a la exportación es colectada en Taltal. Se trata de un alga
muy conocida, el huiro (Lessonia berteroana).

No obstante ser un recurso que está en veda hasta 2018,


de tal forma que no debieran tocarse las poblaciones naturales
que crecen en las orillas o a baja profundidad, fue necesario or-
ganizar una sección de plan de manejo debido al importante rol
que cumple el trabajo de extracción para muchas familias que
dependen de este recurso. Se constituyó una mesa de trabajo
que integran un representante de Sernapesca, un comercializador

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Recursos del mar

y siete recolectores de orilla elegidos democráticamente. Ellos


fijan las cuotas de recolección del huiro, donde frecuentemente
trabaja toda la familia, incluyendo a abuelos, tíos y todo el en-
jambre de “allegados” que suelen vivir bajo un mismo techo. El
huiro se arranca de las rocas, se seca al sol y luego se vende para
molerlo y exportarlo como un polvo a Japón. Los comerciantes
que compran el huiro lo pagan entre 350 y 400 pesos el kilo seco
(2017), operación que muchas veces se hace a orillas de playa
hasta donde llegan vehículos y romanas de pesaje para abreviar
el proceso. El pago es instantáneo y el dinero entra al bolsillo del
jefe autorizado de la cuadrilla.

La extracción del huiro no siempre se realiza recolec-


tándolo desde la orilla. Se ha denunciado el uso de barretines y
“arañas” metálicas para arrancar el pie de la planta desde la roca
donde crece, e incluso el empleo de dinamita para ampliar esta
operación. Resulta que el huiro confiere el hábitat que utiliza la
microfauna de peces y crustáceos para su reproducción. Despo-
blando a las rocas de este enjambre de algas se merma y hasta se
esterilizan pozas y rocas como generadores de nuevas fuentes de
vida marina. El control de este proceso extractivo no alcanza ser
llevado a cabo por la autoridad correspondiente si en la oficina
local de Sernapesca solo hay tres funcionarios, incluyendo una
secretaria, para hacer cumplir la ley en un espacio de 170 kilóme-
tros lineales de costa. Para estos propósitos, Sernapesca se vale
del apoyo logístico que le brinda el personal de la Armada que
depende de la Capitanía de Puerto local.

Los huireros deben estar autorizados por el Servicio


Nacional de Pesca y acreditados dentro de un Registro Pesquero
Artesanal, además deben aparecer inscritos antes de 2014 en un
documento estadístico donde se controla la producción. El huiro
molido sale del país como materia prima y vuelve transformado
en una variedad de productos elaborados por la industria química
para uso industrial, películas, plásticos, etc. ¿Cuántos de esos no
podrían fabricarse en Chile, creando más fuentes de trabajo?, si
hay reconocida capacidad de innovación entre los científicos y
tecnólogos que se ocupan de la salud del mar. Los recolectores
ganan buenos ingresos con el negocio del huiro, lo que se advier-
te en la capacidad de poder renovar sus vehículos y mejorar su
forma de vida.

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Sergio Prenafeta Jenkin

La pesca es también un negocio atractivo y productivo. En


Paposo los mismos hombres de mar han sectorizado las áreas de
trabajo. Hay allí unos seis compradores que procesan el producto y
lo venden preferentemente en Antofagasta, a 180 km de distancia.
Por su parte la caza de albacoras con arpón, algo característico
del pescador taltalino, se incrementa de preferencia entre marzo
y mayo, en manos de un tirador de pie en la proa y un motorista
en la popa de la embarcación atento en la conducción de la ma-
niobra. En la punta del arpón va una “mariposa” de bronce que
penetra la musculatura del animal donde queda atrapada. Boyas
acompañan al cable que sujetó la mariposa y dan cuenta de la
captura, la que luego se atrae a la embarcación para depositarla
con espada y cola en la pequeña bodega del falucho, a la espera
ojalá de otras compañeras que van a dar igual batalla.

Mercado antiguo, el pesquero suele caer en algunas fallas


como ofrecer el tiburón marrajo como “albacorilla”, una especie
que no existe como tal, así como la jibia se presenta como “el loco
de los pobres”, por su carne blanca. Los pescadores artesanales
que buscan la albacora en los aguajes (así llaman a las áreas más
propicias para las capturas mar afuera), tienen el buen criterio de
capturar ejemplares maduros y de elevado peso. Pero también
existen mafias de albacoreros llegados de caletas y puertos leja-
nos, que tiran sus redes metálicas para alzarlas con todo lo que
venga. De allí es que las capturas de esta especie a partir de 1960
comenzaron a ser cada vez más voluminosas pero de tamaño menor,
esto es ejemplares de hasta 20 kilos en etapa de juveniles privando
con ello la reproducción normal de la especie. Las capturas con
este tipo de redes caen en el espacio vacío de lo ilegal. Ocurre lo
mismo con el recurso jurel. Hacia los años ’50 del siglo pasado los
ejemplares de esta preciada especie, medían aproximadamente
55 centímetros de largo, en tanto hoy no exceden los 30 cm. Las
capturas actuales corresponden a los juveniles y si se los elimina
sin discriminación, es muy probable que el llamado “perro de los
mares” (porque aparece en todos los océanos del mundo) simple-
mente desaparezca. El jurel, la sardina y la anchoveta son las tres
especies de alto contenido proteico que explotan las productoras
de harina de pescado, para dárselo como alimento a los perros y
gatos del mundo.

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Recursos del mar

Combate a la pesca ilegal

Por otra parte, el tercer negocio más rentable del mun-


do, luego del tráfico de armas y el tráfico de drogas, es la pesca
ilegal. La legislación no la contempla en esta condición y hace
falta corregirlo. La captura del molusco loco fuera del tiempo
permitido de veda oficial, es un acto manifiesto de delincuencia
que se repite cada temporada y motiva persecuciones policiales
que han llegado a ser tema de una película nacional. A tal punto
ha llevado esta merma de capturas, que desde unos 25 años a esta
parte se inició en centros de investigación y luego en estaciones
productivas el cultivo marino de peces y algas, lo que ha pasado
a ser un “salvavidas” para los recursos pesqueros en declive. A
ello habría que agregar la introducción de peces foráneos planos
tipo lenguado y de apetecida carne; la producción de caviar, etc.

El pez emblemático de Taltal, el congrio colorado, se


produce también lejos del mar en el campus experimental que
mantiene la Universidad de Los Lagos (Osorno) en Puerto Montt,
sin que los ejemplares hayan saboreado al nacer las bondades
oceánicas. Más al norte, en Laguna Verde, en la Región de Valpa-
raíso (2015) se comenzó a producir congrio “en tierra” para llevarlo
más tarde a Coquimbo donde la empresa Colorado Chile depositó
ejemplares en agua de mar iniciando su producción a escala. El
congrio se sumó así al salmón entre las especies que produce la
acuicultura nacional. En la lista están también la cojinova, el ba-
calao y la vidriola, en tanto la luga o yapin (Iridaea laminarioides)
que crece entre Valparaíso a Magallanes, y el huiro o chascón
(Macrocystis sp.), que se encuentra en toda la costa nacional, fue-
ron sumados a esta ola innovadora. Este último es el recogido en
el área de Taltal, una planta verde oliváceo de hasta 5 metros de
largo, que crece adherida firmemente por un disco de hasta 40
cm de diámetro al fondo rocoso.

Pero esto no es todo. La Universidad de Atacama trabaja


en un proyecto para cultivar dorado (Seriola lalandi) e instaló un
laboratorio de engorda de la especie en Arica. La Universidad de
Antofagasta, junto a la empresa Acuícola del Norte, comenzó a
trabajar en la producción de esta misma especie, la que fue bauti-
zada de inmediato como “el salmón del norte” (2009), en tanto la
Fundación Chile y la Universidad Arturo Prat de Iquique lideran otro

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Sergio Prenafeta Jenkin

proyecto para el desarrollo sustentable de la corvina, y más al sur,


en el centro acuícola de Chinquihue (X Región) se desarrolla otra
iniciativa para conocer las oportunidades del cultivo de bacalao
de profundidad. Parral, la cuna de Neruda, ha pasado a ser tam-
bién la cuna de los alevines de esturión, a partir de una iniciativa
de la Universidad de Los Lagos para producir el preciado caviar
(las ovas de este pez). Otro tanto se ha intentado en Coihaique.
El caviar cuesta aproximadamente unos 1.500 dólares el kilo y un
solo esturión llega a pesar 200 kilos y a producir un kilo de caviar
por cada 10 kilos de peso.

Hay entonces interés por ampliar la producción de cultivos


marinos y dulceacuícolas a nivel comercial, tarea que se presenta
como relevante y de futuro. La Universidad Andrés Bello mantiene
en Quintay (antigua estación ballenera) el Centro de Investigación
Marina, CIMARQ, a 42 km al sur de Valparaíso. Es el gran laboratorio
productor de lenguados, congrio colorado, locos, lapas y erizos
que abastecen los mercados del centro del país. Por su parte, los
pescadores artesanales no han dado un sí categórico de aproba-
ción por esta nueva vía que se ha abierto. Razones: las plantas que
se instalan lo hacen en la primera milla costera “y esa milla nos
pertenece a nosotros”, reclaman. Personeros de la Subsecretaría
de Pesca sentenciaron, por el contrario en 2005, que “el futuro
está más en la acuicultura que en la pesca artesanal”.

La realidad local

Este apretado resumen está llamado a contrastarlo con


la realidad de los pescadores de nuestra comuna. Recién aparece
una iniciativa en este sentido como proyecto del Liceo Politécnico
de Taltal a partir de 2017, con la colaboración de entidades de go-
bierno y universidades regionales. Se prevé que sea un trabajo que
no distraiga capital en embarcaciones sino en el aprendizaje y la
aplicación de tecnologías probadas para el desarrollo “en tierra”
de los cultivos marinos, algo totalmente distinto al quehacer de
los trabajadores del mar.

El pescador artesanal en su trabajo no paga IVA ni impuesto


a la renta. Por lo general es un mal administrador de sus recursos
pero suele ganar bastante dinero cuando el mar lo permite. Son

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Recursos del mar

ellos los que fijan el precio de los recursos del mar que explotan,
a diferencia de lo que ocurre con los mineros. El Estado les aporta
a muchos un capital de inicio en las artes de pesca necesarias para
incrementar su producción (botes, motores fuera de borda, etc.)
con el único compromiso que al terminar su cometido entreguen
estadísticas de su producción.

Funcionan en Taltal once sindicatos de trabajadores del


mar legalmente constituidos y existe una Federación de Pescadores
que reúne a todos los sindicatos bajo el alero de la Confederación
Nacional de Pescadores de Chile, CONAPACH. A nivel nacional
constituyen un poder fundamental en la trilogía con el Gobierno
y el sector empresarial. La pesca del congrio usando canastos
donde ordenadamente había cientos de anzuelos con su carnada
(anchoa, jibia) y unidos a un eje central, se cambió por la captura
más rápida que hace directamente un buzo mariscador que llega
hasta las cuevas donde viven estos ejemplares y los captura con
un gancho metálico. Si bien con esta segunda opción se ahorra
tiempo, existe el peligro de una embolia por un problema de
descompresión que se produce cuando el buzo sube a la super-
ficie muy rápido sin tomar los recaudos necesarios. No hay en
Taltal una cámara hiperbárica para tratar al afectado y el peligro
de sufrir lesiones permanentes en el sistema nervioso y hasta la
muerte son reales.

Áreas de Manejo

En el extenso litoral de Taltal se han constituido e instalado


legalmente dos áreas de manejo, no obstante otras siete tienen
autorización pero no han logrado establecerse. Las áreas de manejo
son producto de las investigaciones realizadas por el profesor y
doctor en recursos del mar Juan Carlos Castilla Zenobi, académi-
co e investigador de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Utilizando el molusco loco como modelo, estudió detenidamente
durante tres años en su laboratorio, a pocos pasos de la Alameda
Bernardo O´Higgins en Santiago, la reproducción del apetecido
caracol, sus ritmos circadianos y otras conductas depredadoras
marinas. (Plantas y animales, al parecer, tienen un cronómetro
interno o reloj biológico con ciclo aproximado a 24 horas. Esos se
conocen como ciclos circadianos). Expuso los resultados de sus

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Sergio Prenafeta Jenkin

estudios en Estados Unidos y recibió importantes comentarios de


sus colegas y a su vuelta al país consiguió la instalación (1982) de
una Estación Costera de Investigaciones Marinas, ECIM, en el área
de Las Cruces. La universidad le reiteró su respaldo y el Gobierno
de Chile los permisos suficientes para el uso exclusivo del área con
tales fines. En diciembre de 1982 se inauguró la entidad y en 1985
Castilla publicó un interesante artículo pionero y exploratorio sobre
la forma como la gente manipula e impacta el ambiente marino
en la costa de Chile. Tres años más tarde, con el apoyo de proyec-
tos Fondecyt (Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología) se dio a la
tarea de convencer a las asociaciones de pescadores artesanales
de Chile Central para experimentar en conjunto sus iniciativas.

Los hallazgos de Castilla, tanto ecológicos como de


repoblación natural de mariscos y algas dentro del ECIM, fueron
fundamentales para dar los pasos siguientes. El ECIM tenía, pre-
ferentemente, poblaciones de locos en recuperación. Luego de
tres años, Castilla y sus alumnos pudieron constatar un incremento
poblacional en densidad y biomasa de éstos en la producción. Los
locos crecieron y al aumentar la densidad de locos disminuyó de
inmediato el de los choritos ya que éstos constituyen un apetecido
manjar para los locos, carnívoros por excelencia.

Surgió entonces la posibilidad de extender la investiga-


ción a un área mayor con participación directa de los pescadores
artesanales. Partió en las caletas de Quintay y El Quisco y luego
de evaluar aciertos y errores, se extendió el proyecto a las costas
de todo el país con la responsabilidad plena de los trabajadores
artesanales del mar. Así nacieron las Áreas de Manejo y Explota-
ción de Recursos Bentónicos (mariscos y algas), que en 2012, en
número superior a las 700, estaban repartidas con la participación
de 20.000 pescadores y buzos comprometidos en su custodia,
bajo la supervisión de la Subsecretaría de Pesca. La tarea que
siguió fue no tanto de repartir territorios a las orillas del mar sino
que introducir una cultura de ampliar las ganancias, proteger el
ecosistema y responsabilizar a un gremio en un nuevo tipo de
trabajo colectivo. Quienes tienen a su cargo las áreas de manejo
de Taltal deben presentar cada año estudios de productividad
de su zona de trabajo. Todo ha ido bien, salvo que permanece
vigente una competencia por parte de mariscadores que operan
fuera del sistema y venden, en plena veda, ejemplares que recién
están creciendo. El comercio clandestino, a vista y paciencia de

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Recursos del mar

Buena captura de dos albacoras, el “gladiador de los mares” (Xiphias gladius)


en una jornada. Cada especímen pesó 230 kilos y en su captura se utilizó solo
“fijas” con mariposas de bronce.

La “familia lobos” (Otaria flavescens) en su plácido baño. Al disminuir la pro-


ducción de peces se tornan cada vez más voraces para capturar su alimento.

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Sergio Prenafeta Jenkin

Para el guajacho o pelícano (Pelecanus thagus) el ingreso de los peces a su bol-


sa gular distendible bajo la mandíbula debe ser lo más rápido posible. (Fotos
gentileza de Omar Acosta)

todos, carece de vigilancia y ofrece la imagen de una producción


decadente de un recurso altamente apetecido.

Una industria que no avanzó

La pesca industrial partió en Taltal en 1944, cuando se


instaló la Industria Pesquera Orión, iniciativa del ex oficial de la
Armada de Chile Eduardo Rawlins Allan. Se había graduado de
Guardiamarina en 1928 y permaneció en dicho organismo hasta
1944, cuando se retiró como Capitán de Corbeta. Ese año fundó
en Taltal un bien equipado frigorífico y una red de embarcaciones
a motor que abastecían especialmente con albacora y congrio a la
empresa, para atender el consumo de Antofagasta. En 1949 vendió
el establecimiento a un comerciante de la ciudad con el propósito
que continuara e incrementara una nueva línea de trabajo con la
producción de harina de pescado. Esta segunda fase del negocio
no logró su cometido, aunque se alcanzó a vender una partida
inicial del producto en La Serena.

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Recursos del mar

La segunda empresa fue la Compañía Pesquera Taltal,


que ocupó el área del antiguo establecimiento Barazarte, luego
Baños Municipales. Fue una entidad con respaldo de Corfo y un
modelo de trabajo similar al desarrollado por empresas mayores
en Iquique. Disponía de grandes frigoríficos y embarcaciones para
la pesca de arrastre con el fin de producir sardinas en latas para
el comercio mayorista. Dicha tarea ocupó bastante mano de obra
femenina y fue la primera entidad que absorbió efectivamente el
trabajo de buena parte de las mujeres del puerto. Las llamaban
“las chamayas”. Pero los negocios no prosperaron no obstante
el interés puesto por el Concejo municipal de la época para que
otro tipo de administración pudiese asumir la conducción de la
empresa. Esta cerró sus puertas, los frigoríficos comenzaron a
oxidarse al carecer de una protección del aire marino y las casas
que la empresa ocupó de propiedad de la antigua compañía The
Lautaro Nitrate terminaron en poder de personas ajenas al negocio
pesquero. No cabe argüir que esta industria “tuvo mala suerte”
porque ese factor está ajeno a toda administración empresarial
competitiva y moderna, salvo que fuerzas mayores –incendio,
explosión de la maquinaria o un terremoto– devasten el proyecto.

Con posterioridad hubo tres pequeñas empresas familiares


que se dedicaron cada cual a labores más concretas de compra
de pescados y mariscos para su venta a consorcios mayores de
la región.

Cada 29 de junio los pescadores de Taltal y sus familias


suben a sus embarcaciones para pasear por la bahía a su Patro-
no San Pedro. Le colocan en su mano un pequeño congrio y les
encomiendan buena pesca y protección a los que viven del mar.
Algunos bailes religiosos suelen despedir y recibir a esta procesión
que transcurre entre rezos y cantos. Se ignora si igual apego al
santo se advierte entre las ocho familias que manejan el negocio
industrial pesquero en Chile.

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

18. FLORA Y FAUNA

Los viajeros que nos visitan, por lo general acostumbra-


dos a contemplar en otros países o en las zonas central y sur de
Chile bosques, lagos, lluvias, flores y por cierto abundante smog,
el paisaje desértico de “cerros pelados” suele deprimirlos. Con
algo de cortesía, reconocen que el clima, el menú litoral fresco, las
noches cálidas y la acogida en las playas recomponen un cuadro
nuevo donde figuran, en partes iguales, un poco de historia del
puerto, de casonas centenarias mal tenidas, de levas de perros
vagos y de mujeres muy jóvenes vestidas de sobrepeso. Esa es la
impresión que muchos se llevan de una comuna de la que, final-
mente, terminan ignorando todo lo mejor.

Es que nadie les dice, nadie los orienta que Taltal tiene
dos Parques Nacionales y una Reserva de la Naturaleza propios.

Desde el sur y por la costa, una porción menor del Parque


Nacional Pan de Azúcar está en territorio de la comuna de Taltal,
con una flora y fauna especiales que la vecina comuna de Chañaral
y CONAF se han encargado siempre de protegerlas, tanto por la
Ruta 5 en el cruce del sector Las Bombas, o por caminos internos
bien mantenidos. En cambio, los vehículos no tienen entrada o
salida similar por el sector de costa de Taltal y aún el desplazamien-
to costero en motos no es recomendado incluso por los propios
amantes de ese deporte.

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Flora y fauna

El camino de Taltal por su costa sur llega a la playa de


Cifuncho sin dificultad. Sus cerros y arenales colindantes están
bajo el resguardado de la Armada de Chile, con la prohibición de
acercarse a esa parte de la geografía, sin embargo los jeeperos
suelen acceder al sector. Un camino interno que parte de caleta
Cifuncho y pasa en medio de la planta minera Las Cenizas, conduce
por una parte a la Ruta 5 y, por otra, a la antigua planta Esmeralda,
colindante con el borde norte del Parque Nacional Pan de Azúcar.
Ubicado en la zona litoral del Desierto de Atacama, guarda ves-
tigios de nuestra historia, de importantes recursos mineros y es
un lugar excepcional para el reencuentro del ser humano con la
naturaleza (Creces, agosto 1986). Los changos fueron explotadores
de las minas de cobre “Carrizalillo de las Bombas”, a un costado
de la actual Carretera 5 Norte (Panamericana). Es posible ver to-
davía las huellas de las carretas que bajaban el mineral al puerto
de San José de Pan de Azúcar, a 40 km de la costa, donde existía
una fundición para minerales de cobre.

La Reserva Nacional Paposo, en cambio, recibe durante


el año a científicos chilenos y extranjeros atraídos por las carac-
terísticas especiales del territorio costero de la II Región, lo que
hace posible que allí tengan su hábitat unas 1.500 especies de
plantas vasculares endémicas o el equivalente al 0.5% del total de
las plantas vasculares del mundo, ¡en pleno Desierto de Atacama!

Solo las cactáceas descritas para Paposo suman unas 20


especies pero la gente generaliza su identificación en una sola, la(s)
Copiapoa, cuando solo con esa nominación un botánico distingue,
en esos terrenos, unas 11 distintas (de las 104 que aparecen descritas
entre Arica y Santiago). Por ejemplo, allí están los cojines del “cacto
solar” (Copiapoa solaris) que alcanzan hasta un metro de altura y
viven sin compañía vegetal en su entorno; otro es el “solitario”
que no alcanza los 8 centímetros y es uno de los más escasos y
buscados con afán por los expertos (Copiapoa aphanes). Al ilustre
naturalista que visitó esa zona el siglo XIX le fue dedicada otra
especie, la “Copiapoa cinerea o Copiapoa de Philippi”, así como hace
pocos años a la botánica chilena Adriana Hoffman, conocedora
de las cactáceas paposinas, le fue dedicada una nueva especie, la
Copiapoa longistaminea, conocida como “Copiapoa de Adriana”,
que crece como cojines negros.

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Sergio Prenafeta Jenkin

Los botánicos han establecido la identificación de aquellas


especies nativas de Paposo que están en condición de vulnerables,
como la Copiapoa humilis, conocida como el “humildito de Papo-
so”, o el “chascón” (Copiapoa krainziana), dedicada a Hans Krainz
(1906-1980), gran conocedor de las plantas llamadas suculentas.

La gente también distingue el copao (Eulychnia breviflo-


ra), que aparece formando pequeños bosquecillos de dos y tres
metros de altura. Vecinos a las copiapoas son los sandillones, que
pertenecen a especies distintas. Allí aparece el “sandillón de los
ratones solitarios” (Eriosyce rodentiophila), donde los roedores
suelen hacer sus nidos y por lo mismo se lo conoce también como
“solitario”. Es el Eriosyce taltalensis, cuyo nombre parece retratar
la condición geográfica de desamparo de nuestro puerto en la II
Región .

Los cactus fueron frecuentemente maltratados, derribados


y hasta eliminados con el fin que la acción del sol los secara pronto
para usarlos como combustible en las panaderías del puerto. El
hecho fue denunciado a través del periodismo especializado en
la crónica de Juan Carlos Caiceo, Leonel Lazo y E. Téllez (Creces,
abril de 1985), que titularon “Los cactus viven su agonía por causa
del hombre”.

A propósito, aún no tenemos en Taltal o en Paposo un


cactario que nos distinga al mostrarlo a quienes nos visitan. El
que creó Enami en los años sesenta a un costado del ingreso a
la quebrada San Ramón, no contó con la asesoría especializada
para mantenerlo y multiplicarlo. No basta el apoyo de un jardine-
ro para mantener vivo un muestrario naturalista como ese. A lo
mejor es probable que muchas personas recién se enteren que
existió alguna vez.

Un hecho concreto para proteger la flora costera fue


la designación como Patrimonio Natural de la Biodiversidad al
Cerro Mirador de Paposo, proyecto para la puesta en valor de la
Reserva Nacional Paposo del Fondo de Protección Ambiental. La
coordinación del proyecto estuvo a cargo del director del Museo
A. Capdeville, Rodolfo Contreras Neira, con la asesoría botánica
de Guido Gutiérrez C. y el financiamiento de la Corporación para
el Medio Ambiente, CONAMA, con la ejecución de la Agrupa-
ción de Amigos del citado museo y como órganos asociados la

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Flora y fauna

Corporación Nacional Forestal y la I. Municipalidad de Taltal. Al


Cerro Mirador lo visitan estudiosos de Chile y el extranjero pero
ha debido soportar la llegada de intrusos que, sin un cuidador
permanente, atentan contra la vegetación donde se reproducen
especies únicas y en extremo vulnerables, como por ejemplo la
llamada “tigridia” (Tigridia phillipiana).

Sin salirnos del tema, lo que también hace falta entre


otro proyecto dinamizador del turismo local, es un Acuario don-
de se conserve y se enseñe al público la importancia de la flora
y la fauna (la biota) de nuestro litoral. Que no se argumente que
“no se le puede echar encima otra actividad onerosa para su fi-
nanciamiento a la Municipalidad local”. Iniciativas como esta son
coadyuvantes de las políticas y programas municipales pero su
financiamiento debe gestarse en una Fundación o Corporación
con representación multilateral (Estado, universidades, sindicatos;
organizaciones internacionales como el PNUMA, el Programa de
Naciones Unidas para el Medio Ambiente; FAO, el sector privado,
etc.). Por ahora cerremos este paréntesis que llama a no olvidarlo
sino que, por el contrario, a un diálogo mayor.

La flora paposana amerita un estudio más amplio por el


uso que le han dado hasta hoy las poblaciones del sector como
medicina popular para combatir sus males. Por ejemplo, los adul-
tos mayores que habitan las majadas vecinas a Paposo, tratan
los cálculos renales hasta su eliminación con la “flor del minero”
(Centaurea chilensis), que además funciona como tónico y febrífugo.
Del conocido chagual (Puya chilensis) aprovechan sus hojas como
antiinflamatorias y los tallos los consumen en ensaladas por su
alto contenido de proteínas y almidón. Del “lechero” (Euphorbia
lactiflua) fluye látex cuya gota aseguran que quema verrugas. Es-
tudios realizados en la Universidad de Concepción por el doctor
Juan Bartulín Fodic (1976) permitió conocer las características del
látex del Lechero, concluyendo que si contenía tan alto nivel de
hidrocarburos, bien podría ser usado con éxito para la obtención
de gasolina. El problema está en que la tasa de crecimiento (repo-
sición) de la especie es lenta, no crece sino en el desierto costero
local y es por lo tanto una especie protegida.

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Sergio Prenafeta Jenkin

Aparece la Camanchaca

El área circundante a Paposo muestra mayor densidad


(cobertura vegetal) que el Parque Nacional Pan de Azúcar, con la
diferencia que tiene el carácter de reserva nacional. Allí, durante
el día, el mar absorbe el calor irradiado por el sol y en la noche y
madrugada lo libera actuando como moderador térmico. En este
proceso se libera vapor de agua que en la mañana no asciende
lo suficiente a causa del anticiclón del Pacífico y, a medida que
transcurre el día, se calienta con el sol, se eleva y finalmente es
dispersado por la alta presión del anticiclón. Si se examina esta
cobertura desde la playa hasta la cumbre de los cerros altos, es
posible distinguir cinco áreas importantes insertas en un clima
desértico costero nuboso:

1. La planicie costera, en una elevación de cero a 150 me-


tros marcado por la ausencia de camanchaca. La única agua que las
plantas pueden aprovechar son las lloviznas y lluvias ocasionales.
Es aquí donde dominan los “sandillones”.

2. La zona del límite interior de la neblina, entre los 200


a 400 m de altura. Desde allí comienzan a aumentar los días con
neblina y, por consiguiente, la cantidad de humedad que está
disponible para las plantas a través de la condensación. La flora
más abundante pasa a ser la de los chaguales con tres especies
distintas: el chagual dulce, el chagual del jote y el chagual de Pa-
poso, usados como leña.

3. La zona central de la neblina, entre los 400 a 700


metros de altitud, es el rango donde existe mayor humedad. Allí
domina el lechero con la presencia de especies como el tomatillo,
la mariposita y el lirio enano.

4. El límite superior de la neblina está entre los 700 y


los 1000 metros sobre el nivel del mar. La humedad disminuye
fuertemente y aumenta la temperatura diurna pudiendo llegar
a medir hasta 10 a 15 °C más que en la parte baja cubierta por la
neblina, en tanto la fluctuación entre la temperatura diurna y la
nocturna alcanza mínimas de + 5 °C. En este nivel aparecen los
cactus y yerbas pero también animales como guanacos, roedores,
lagartijas e insectos.

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Flora y fauna

5. Cursos de aguas permanentes o semipermanentes


en todas las alturas, con la mayor concentración entre los 200
y 600 metros. Son en general aguas semi salobres y una de las
fuentes más abundantes está en la misma quebrada de Paposo.
Las aguadas tienen una gran variedad de plantas las que son el
“pasto” preferido de los rebaños organizados y dispersos del
sector, especialmente una masa que en el año 2006 estaba com-
puesta por 82% de cabras y 12% de ovejas. La flora en peligro de
extinción enfrenta un serio riesgo de desaparecer si el pastoreo
no es vigilado y reglamentado.

En 1994 el Fondo Regional del Desarrollo de las Artes


(Fondart) junto al Museo Augusto Capdeville, dependiente de la
I. Municipalidad de Taltal, presentó la exposición “Taltal: Oasis de
Camanchaca”, como parte del proyecto “Formación y Exposición
de Muestra Botánica de la Comuna de Taltal”. En 2007, el Servicio
Agrícola y Ganadero, por su parte, entregó un Plan de Manejo del
Sector Costero de Paposo, con énfasis en la situación de la flora
nativa de esa localidad y su relación con el aumento de la presencia
de ganado caprino. El estudio fue realizado por el ingeniero Orión
Aramayo y el coordinador Francisco de la Barrera.

La ex estancia de Paposo pertenece hoy a la empresa


Inter Over, de Jorge Ergas Heymann y su hijo Eduardo Ergas
Weisner, ingeniero comercial con una valiosa experiencia luego
de su estada en Silicon Valley, California. A su vuelta a Chile creó
EcoScience, entidad dedicada a la investigación científica para
la conservación ambiental y que dirige su esposa, la doctora en
bioquímica Marcela Colombres. Los propietarios entregaron al
Servicio Agrícola y Ganadero la concesión temporal de los terrenos
de la Reserva para su estudio y conservación. (Diarios y revistas
presentaron interesantes reportajes a la flora de Paposo. Destaca-
mos: “El paraíso se mudó de casa” . Creces N° 1-2, 1984; “Paposo y
los científicos. Su riqueza florística”. La Tercera, suplemento pág.
12, 9 de enero de 1983).

El resto de la comuna costa y concretamente el puerto


de Taltal, abrazado por cerros altos de la Cordillera de la Costa,
presenta una flora menos variada y abundante que la de Paposo.
En los aledaños del puerto, camino de la pampa, hay algunos oasis
que en los últimos años se han ido llenando de viviendas ligeras

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Sergio Prenafeta Jenkin

de propietarios locales, los que han contraído el compromiso de


usar el terreno para plantar árboles y vegetales de uso casero.

Con mayor ordenamiento en el uso racional del terreno y


del agua, un grupo de vecinos se instaló en la quebrada del Hueso,
en el sector alto del Muelle de Piedra. Formaron una sociedad en-
tre 43 agricultores para producir preferentemente aceite de oliva
y otros productos hortícolas. La Universidad de Antofagasta les
brindó asesoría para la instalación de una planta fotovoltaica para
desalinizar el agua de riego, a lo que se sumaron el apoyo técnico
de INDAP y el aporte de las empresas mineras El Peñón y Yamana
Gold. Es interesante ver a los nuevos agricultores desfilar con su
estandarte en las festividades locales y vender sus productos en
un mercadillo ocasional frente a la I. Municipalidad de Taltal.

El Parque Nacional Llullaillaco

El tercer foco de interés natural en la comuna es el Parque


Nacional Llullaillaco, ubicado junto al segundo volcán más alto de
América en la frontera de la II Región con Argentina. Llullaillaco
significa “agua caliente” en aymara. Hay registros de su erupción
desde el 10 de febrero de 1854. En septiembre de 1865 habría ocu-
rrido una erupción fisural con eyección de un flujo de lava la que
probablemente estuvo asociada al gran terremoto que afectó a
Arica y Antofagasta el 13 de agosto de 1868. Una nueva actividad
con erupciones explosivas centrales habría ocurrido en mayo de
1877. Desde entonces no se han registrado nuevas erupciones, lo
que no significa silencio alguno. Es posible que se hayan produci-
do más erupciones pero por el aislamiento y lo deshabitado de la
región hayan pasado desapercibidas. Las referencias antes cita-
das son las únicas que existen y aparecen en la obra del geólogo
y vulcanólogo Óscar González-Ferrán (“Los Volcanes de Chile”.
Instituto Geográfico Militar, 1993).

En el cabezal norte del Parque está inserto el Salar de


Punta Negra y en su extremo sur los salares Pajonales y de Aguas
Calientes. Al Oriente de este último se encuentra la Laguna de la
Azufrera, término del camino y cercano a la frontera con Argen-
tina, pero sin paso habilitado. Desde la laguna se divisa el volcán
Azufre o Lastarria (5.687 m) que mantiene actividad fumarólica

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Flora y fauna

en forma intermitente en su flanco norte y en los bordes de su


cráter más septentrional en el límite mismo con el vecino país;
el volcán Aguas Calientes (5.070 m): el Tocomar (4.700 m) y el
Escorial (5.440 m). Es posible que se discuta si hoy el Parque está
dentro o fuera de los límites de la comuna de Taltal, en atención
a que durante el régimen de la dictadura se dispuso “achicar” la
superficie que correspondía al desierto marginal de altura que
siempre tuvo Taltal, con el fin de “alargar” los dominios comuna-
les de Antofagasta, medida inconsulta que lamentablemente no
levantó la voz de nadie. Una empresa de la gran minería del cobre
(II Región) obtiene agua de uno de los salares el que ha bajado
su cota considerablemente. Llegado 2017 se advertía interés por
recomponer el antiguo límite comunal del Parque, con la ayuda
de organismos técnicos, comunales y estatales correspondientes.

El área del parque fue utilizado por pastores y cazadores


prehispánicos que tenían sus asentamientos cercanos a cuerpos
de agua. Allí establecieron sus cultivos, apacentaron su ganado y
aprovecharon la bajada a beber de los grandes mamíferos silves-
tres para cazarlos. Los representantes de la cultura inca que aquí
se instalaron usaban las altas cumbres como sitios ceremoniales
religiosos y las partes bajas y planas para establecer rutas de co-
mercio e información. En 1995, mediante Decreto Ley N° 856 del
Ministerio de Bienes Nacionales, se creó el Parque con el sector
de Río Frío en su interior, siendo declarado “lugar de interés cien-
tífico para los efectos mineros”. La Corporación Nacional Forestal
precisó en 1999 que “se buscó proteger las formaciones vegetales
del Desierto Montañoso de la Cordillera de Domeyko y la Estepa
Desértica de los salares andinos”. Un Refugio de CONAF está
instalado en el sector norte del Parque, pero carece del guardia
correspondiente.

La superficie del Parque cubre 268.670 hectáreas, en


una gradiente altitudinal que va desde los 3.500 hasta los 6.739
metros sobre el nivel del mar (la cumbre del volcán Llullaillaco).
Está ubicado a 275 kilómetros al Sur ste de Antofagasta, en las
coordenadas 24° 30’ 50’’ y 25° 12’ 06’’ S, y los 69° 14’ 56’’ y 68° 30’
43’’ W. Desde Antofagasta se accede al Parque por la Ruta 5 Norte
y en el kilómetro 1310 se toma la Ruta B-55 (camino internacional
hacia Argentina por el paso de Socompa), en un tramo de 133 km
hasta la estación ferroviaria de Imilac. Desde allí se continúa al sur
por un camino secundario en dirección al Salar de Punta Negra.

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Sergio Prenafeta Jenkin

Aproximadamente en el kilómetro 25 existe una bifurcación donde


se puede tomar el camino de 29 km que lleva al Parque.

Desde Taltal el acceso es más directo. Conduciendo por


la Ruta 5 Norte se toma la Ruta 865 que da acceso al sector sur
del Parque. Este asemeja su estructura a la de un botín de calzado
femenino, con su taco bien formado entre los salares de Aguas
Calientes y Pajonales, en tanto el pie mismo está en una dirección
que mira hacia la costa donde está la Reserva Nacional Paposo.
Dentro del Parque y su entorno hay acuíferos protegidos, como
los de Chuculaque, Las Zorritas, Tocomar y Llullaillaco, en tanto
en las áreas inmediatamente vecinas están los de Guanaqueros y
Aguas Calientes. La temperatura media anual del Parque es de 2
°C con una precipitación que no supera los 50 milímetros anuales
(Estación Meteorológica El Volcán de Minera Escondida).

Un Parque sin árboles

En el Parque es posible distinguir 125 especies de plan-


tas, por lo general bajas y achaparradas. No hay árboles y apenas
aparecen dos cactáceas, el chuchampe y la espina. El resto son
hierbas, entre ellas unas apetecidas por su uso comestible, fo-
rrajero, medicinal y veterinario: el pingo pingo, el bailahuén, el
té de burro, la chachacoma y el tekerere. Éstas y el resto de las
especies crecen dentro de las tres grandes formaciones vegetales
presentes: los Pajonales o Coironales en los sectores más fríos; los
Tolares que son terrenos que demuestran haber tenido intensa
actividad volcánica, y los Bofedales o Vegas, que son áreas de
menor drenaje, turbas pantanosas formadas por aguas de escu-
rrimiento superficial.

Un equipo de especialistas nacionales formado por Ale-


jandro Peñaloza, Verónica Pardo, Alicia Marticorena, Lohengrin
Cavieres y Fabrizio Frugone, con el respaldo de CONAF y el aporte
de Minera Escondida, preparó un interesante texto sobre la “Flora
y Vegetación del Parque Nacional Llullaillaco” (335 págs., 2013).
La visita que se haga a este Parque requiere necesariamente de
la información que brindan expertos como los citados. Hay que
tener presente, además, que dada su gran extensión, el Parque

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Flora y fauna

aún es un territorio limítrofe minado por lo que para su visita se


recomienda la guía de guardaparques.

La vida animal está aquí representada por pocas espe-


cies, como el quirquincho de la Puna, la chinchilla de cola corta, la
vicuña, el guanaco, el zorro gris o chilla, el zorro culpeo, el puma, el
gato colocolo y el gato andino, a los que hay que agregar algunas
especies de aves como el suri, la perdiz de la Puna, la parina gran-
de, el flamenco chileno y el piuquén o ganso andino. A un costado
del Parque se encuentra el Salar de Aguas Calientes, humedal de
alta importancia para la conservación de las tres especies de fla-
mencos presentes en la Puna: el flamenco chileno (Phoenicopterus
chilensis), la parina grande (Phoenicopterus andinus) y la parina
chica (Phoenicopterus jamesi), los que lo utilizan como sitio de
nidifcación. Además, es sitio de paso para aves migratorias tales
como el playero de Baird, de apenas 18 cm y que viaja tanto por
la costa como por el interior; el pollito de mar tricolor, visitante
escaso de verano: el playero pectoral, de pico y patas amarillo
verdosas; el pitotoy chico y el pitotoy grande, parientes de los
playeros y pollitos de mar.

Llama la atención en el Parque la presencia de la lagartija


de cabeza negra (ver su fotografía). En Chile existen unas 107 es-
pecies diferentes de lagartijas y entre ellas, 59 más emparentadas
entre si porque pertenecen al mismo género: Liolaemus, con un
importante grado de endemismo. Todas son especies termorre-
guladoras y altamente dependientes de la temperatura.

El Camino del Inca

La Carretera del Sol, el Camino del Inca, atravesó lo que


es hoy el Parque en su camino al centro del país. Como carretera
real andina, tenía de punta a cabo 5.180 km de longitud, más larga
que la más larga de las carreteras romanas, que corría desde el
Muro de Adriano, en Escocia, hasta Jerusalén. En el siglo XIX llegó
a ser la carretera más larga de la Historia. La administración del
ambicioso imperio inca dependía de sus comunicaciones y dado
que la gran plaza del Cuzco era la demarcación de sus cuatro
secciones, la plaza constituía la partida de sus carreteras, la red
de comunicación que mantenía unido al reino. La carretera real,

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Sergio Prenafeta Jenkin

llamada Capac Ñan, discurría a través de los Andes desde el borde


del imperio, a orillas del río Ancasmayo (1° de latitud Norte), des-
cendía a través del Ecuador, Perú, Bolivia y de allí hacia Argentina
(terminando en Tucumán) y entonces llegaba a Chile y finalizaba
en el río Maule (35° de latitud Sur). Hubo también una ruta similar
que se desplazaba hacia el sur por la costa y comenzaba en Tumbes
(3° de latitud Sur), la ciudad fronteriza que señalaba el extremo
litoral del reino de los Incas. Corría al sur a través del desierto
siguiendo toda la latitud del Perú, de allí descendía hasta llegar al
interior de Chile conectando en Copiapó con la carretera que venía
desde Argentina y continuaba descendiendo hasta el río Maule.

Los incas no conocían la rueda ni los animales de tiro y


los denominadores comunes eran el pie del indio y la pata de la
llama. La carretera tenía en los Andes 4,5 a 5,5 metros de ancho
y en la costa hasta 7 metros de ancho. Rasgo arquitectónico que
distinguió a las carreteras incas de las que fueron construidas en
civilizaciones anteriores. No podía producirse un movimiento de
insurrección ni una invasión en la más remota frontera, sin que las
noticias acerca de ello hubieran llegado a la capital y los ejércitos
imperiales emprendieran la marcha a través de tan magníficas
vías para poner fin a una u otra. (William Prescott. “Historia de la
Conquista del Perú”. 1847).

Entre los años 1980 y 1981, dos expediciones chilenas


se propusieron reconocer el trazado del Camino del Inca entre la
quebrada de Juncal, por el norte, y el valle de Copiapó, por el sur.
Las iniciativas contaron con un grupo variopinto de participantes
e instituciones, entre ellas la Universidad de Antofagasta, el Insti-
tuto de Investigaciones Andinas, arqueólogos, médicos, geólogos,
fotógrafos, restauradores y el apoyo de empresas mineras BHC.
Pero había un integrante que no tenía ninguna de las calidades
anteriores pero que, por el contrario, sabía mucho más del desierto
y la cordillera fronteriza que todo el resto de la comitiva juntos. Era
don Danko Zlósilo, comerciante croata vinculado por su familia a
Taltal, personaje que hizo de Estación Catalina su segundo hogar
y que en estas expediciones fue el baqueano y consultor obligado
para no perder jamás el rumbo del trabajo colectivo.

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Flora y fauna

La lagartija de cabeza negra (Liolaemus nigriceps) vive en el Parque Nacional


Llullaillaco.

Oasis de La Cachina, en las afueras de Taltal. Cachina, Cachiyuyo, Cachinalito,


Cachinal, son voces derivadas del Cunza “Cachi”, la sal, donde crecen especies
que toleran la sal.

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Sergio Prenafeta Jenkin

Esto no es el mar sino la camanchaca que humedece los cerros altos y hace
posible la mantención de una flora excepcional.

“Y tus campos de flores bordados…” también vale para la flora de Paposo. Aquí
la Nolana elegans luego de una llovizna persistente.

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Flora y fauna

Utilizando camionetas, luego montando mulas y bue-


na parte del viaje a pie, en el trayecto (1981) no encontraron
estructuras incaicas notorias pero sí un ramal de huella limpia o
despejada de piedras que se dirigía al volcán Llullaillaco, en cuya
cumbre se emplaza un reconocido santuario inca de altura. Los
expedicionarios estuvieron en el mineral de Guanaco, las minas de
Vaquillas, Catalina, Río Frío y la Aguada de Chépica, donde había
restos de construcciones que testimoniaban que ese punto fue el
centro de acopio de antiguas cañerías que captaban aguadas de
la falda occidental de la cordillera de Domeyko para las salitreras
del cantón de Taltal. Tropillas de guanacos y algunas vicuñas me-
rodeaban en todo el trayecto.

“Don Danko nos corregía y orientaba en forma perma-


nente. Conocía como la palma de su mano los valles interiores
o cuencas arreicas (secas). El diseño del camino a las azufreras
formaba parte de sus actividades mineras. Con él encontramos
la Quebrada de El Chaco, la primera al sur de Vaquillas y la que
provee de excelente agua. Gracias a su consejo dimos con vegas
y un buen camino de descenso tropero”, señaló el arqueólogo
Patricio Núñez, integrante de la expedición. La geografía del sec-
tor recuerda hoy a este baqueano croata con el “Cerro Danko”,
de 4.477 m, aproximadamente entre los 69° 05’ y los 69° 06’, con
vista al Llano de Domeyko.

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

19. AGUA QUE NO HAS DE BEBER…

La Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre Medio


Ambiente y Desarrollo (Río de Janeiro, 1992) lanzó la voz de alerta:
“El del agua dulce va a ser en los próximos 15 a 20 años el problema
ambiental y político más decisivo que enfrentará la humanidad”.
Chile estuvo presente en la cita pero en general fueron muy pocos
los países que se detuvieron a considerar dicho llamado. Desde
entonces ha pasado poca agua bajo los puentes: los períodos de
sequía han resultado dramáticos para la agricultura; el río Copiapó
disminuyó su cauce hasta secarlo en algunas partes, salvo en los
recientes años, generando activa polémica entre agricultores y
mineros; el calentamiento global ha ido alterando las estaciones
de tal forma que un aluvión bastó en el seco norte para causar
pérdidas humanas y daños a las economías locales. En la Región
Metropolitana (2017) perdió su contenido de agua una laguna
de gran atractivo turístico y hay gran presión sobre el agua esté
donde esté: en los glaciares, bajo tierra, en ríos, lagos, embalses.

Lo que ocurre es que los fenómenos hidrometeorológicos


son cada vez más frecuentes. Hay más: 16 de los últimos 17 años
han sido los más calientes de que se tenga registro desde que
éstos comenzaron en 1880. Los comentarios de quienes residen
en Taltal como de los que lo visitan solo en el verano resultan
coincidentes: el calor del verano de 2017, de día como de noche,
resultó a veces insoportable.

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Agua que no has de beber...

Taltal sufrió de sed permanente durante el siglo XX, lo


que no privó para que funcionasen unas ocho empresas que en
la primera mitad del siglo producían bebidas gaseosas y jugos
(anilinas) naturales. Una parte del puerto, el espacio que ocupó
el Ferrocarril salitrero, nunca supo de algún tipo de restricciones
en el abasto de agua porque la empresa propietaria tenía pozos
propios en la pre cordillera (Sandón, Pastos largos). Pero la res-
tricción para el resto del puerto se hizo sentir y obligó a crear
mecanismos que aseguraran un mínimo de agua dentro y fuera de
la red domiciliaria. Al comienzo no bastaba el líquido presente en
algunas aguadas o el que se conseguía aprovechando el lastre con
que llegaban al puerto veleros y barcos procedentes de lejanos
países, en busca del preciado salitre. Muchas veces ocurrió que las
minas que trabajaban en la comuna, tanto cerca de la costa como
en la pampa, quedaban sin la cuota de agua que se les enviaba
en tambores y, por lo tanto, la vida misma de los mineros estaba
en peligro. La única solución era abandonar las faenas y volver a
pié al pueblo. De los Derechos Humanos conculcados por falta de
agua nunca nadie habló.

Había agua para apagar incendios, pero ésta era obtenida


del mar, hasta que se instaló una planta desaladora y se sometió
el agua salada al proceso de evaporación y luego condensación
hasta obtener un producto apto para la bebida, los usos domés-
ticos e industriales.

Hasta ese momento Taltal recibía agua de una sola fuen-


te natural ubicada en los pozos de la lejana pampa colindante al
Parque Nacional Llullaillaco, pero que hoy se extrae desde cinco
pozos ubicados en Agua Verde, más cerca del puerto. Su conte-
nido en sales era elevado, característico de las llamadas “aguas
duras” que no dan espuma con el jabón. Del arsénico contenido
en esa agua nadie comentaba, tal vez porque el tema revestía
más peligro en Antofagasta, donde el arsenicismo dejó mortales
huellas en parte de su población. El volumen de producción fue
siempre bajo, lo que obligó a construir dos grandes estanques en
lo alto de la ciudad para almacenar el producto, pero su reparto
dejó siempre a sectores de vecinos obligados a buscarlo, como
lo graficó Isaiah Bowman en un viejo libro y que reproducimos
porque es parte de nuestra historia común.

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Sergio Prenafeta Jenkin

Generaciones de taltalinos que ya se van extinguiendo


como adultos mayores, aprendieron desde niños a lavar sus dientes
con un vaso de agua y a limitar su aseo personal a duchas breves,
algo que hoy el resto de la población olvidó.

El incremento de la población, incluyendo aquella calificada


como flotante (salitreros, mineros) exigió buscar una nueva fuente
para obtener agua a través de una Planta Desaladora (Desalini-
zadora) utilizando para ello la moderna tecnología disponible. En
Antofagasta se había tomado la misma medida el año 2001 cuando
la filial de DHLK Desalant instaló la primera planta, comprada más
tarde por la sanitaria Aguas Antofagasta. En Taltal, sin embargo,
no se estaba partiendo de cero. En las antiguas dependencias que
hoy ocupa la unidad, perteneciente a la misma Aguas Antofagasta,
permanecen como en ordenado museo las antiguas maquinarias
–salas de motores, bombas, poleas y herramientas– que daban
inicio al proceso de transmisión del agua de mar, impulsada desde
un pozo extraída a pocos metros de la costa. En ese espacioso lu-
gar se instaló y comenzó a funcionar en 2008 la nueva planta que
potabiliza las aguas por medio de un proceso químico de ósmosis
inversa. La ósmosis (con o sin tilde) es un fenómeno que consiste
en el paso de un disolvente a través de una membrana semi per-
meable y que separa dos soluciones de diferente concentración,
en este caso el agua salada con el agua carente de ella.

En todo el desarrollo del proceso no hay emisión de


gases ni ruidos molestos. Luego de captada, el agua pasa a una
etapa de pre tratamiento que consiste en una doble filtración y
un posterior acondicionamiento por medio de distintos productos
químicos. El paso siguiente es la desalación por ósmosis inversa lo
que permite separar las sales del agua hasta los niveles que hacen
posible su bebida. Finalmente el agua se somete a un proceso de
desinfección y fluoración, esto último a fin de incorporarle flúor,
un elemento oxidante recomendado por la Organización Mundial
de la Salud como efectivo combate de las caries dentales.

Del agua que se capta, el 42% corresponde a la producción


de agua desalada y el otro 58% al agua con mayor concentración
de sales o salmuera. Ésta es devuelta al mar produciéndose una
dilución de la concentración de sales que no genera impacto al
medio ambiente, por medio del emisario submarino de disposi-
ción de aguas servidas. El agua potable finalmente se impulsa al

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Agua que no has de beber...

estanque de distribución en el sector alto de la ciudad. Recuérdese


que Taltal está ubicado –como otros puertos del norte– en una
terraza estrecha enmarcada entre dos cerros.

No toda la población recibe esta agua desalada. El resto


sigue consumiendo “agua del desierto” y el paladar y el cuerpo lo
advierten. Al comienzo hubo seños fruncidos porque se gastaba
mucha agua para sacarse el jabón en un baño diario, algo que el
agua del desierto elimina rápido. Al parecer nadie se dio cuenta
que ahora se pueden regar más jardines y plantaciones, pero tam-
bién limpiar vehículos y hasta apagar incendios con más facilidad
pero, claro está, a un costo mayor. Una ama de casa que proceda
del sur y pasa sus vacaciones en Taltal, se extraña por el elevado
monto mensual de la boleta de consumo de agua, el que deberá
pagarlo si no quiere que le corten el suministro. Es el precio del
progreso dentro de uno de los derechos humanos fundamentales.

Año 1929; sistema de distribución de agua domiciliario

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

20. COMUNICACIONES SOCIALES

El periodismo asume su quehacer tempranamente en


Taltal, en especial con el inicio de las actividades en el cantón sali-
trero. Al ejercicio cotidiano de escribir originales con pluma, tinta
y papel que hacía el columnista o escritor, luego venía la segunda
y más riesgosa etapa, la de “parar tipos”, es decir unir letra por
letra metálica, incluyendo números, tildes y signos hasta comple-
tar frases y párrafos. Llegaba entonces el momento de “armar la
página” dándole el espacio correspondiente a todo ese material
con su titular respectivo en una sección determinada.

Los primeros “tipógrafos” se acostumbraron a armar,


cortar y desarmar las palabras para que una vez impresas pudie-
sen volver, de nuevo letra tras letra, a guardarse limpias en sus
cajas (almacenes) de origen. Las mayúsculas en unos depósitos,
las minúsculas en otros y puntos y comas en acopios especiales.
Este orden permanente aseguraba la escritura total de un perió-
dico sin que se acabaran las letras, sobre todo las más pequeñas.
Era el trabajo cotidiano de Susana Lemus, Rosendo Ponce, Juan
Fritis, Gregorio Ferreira y muchos otros que se ocuparon de llevar
a todos los hogares las conquistas y sinsabores de la sociedad de
su tiempo.

Pero tan perfecto sistema de trabajo tuvo también sus


problemas. Gente a la que no le agradaba lo que se decía de ellos

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Comunicaciones sociales

en ciertos diarios, generalmente por razones políticas, mandaban


a que un grupo de subordinados visitara de noche los talleres
donde estaban listas las páginas para entrar a la impresión, “pa-
tearan las letras” (desordenaran todo lo escrito) y destruyeran
los textos armados y listos. Así se impedía que el diario pudiese
circular al día siguiente.

Famosas fueron las “visitas” que hicieron en Santiago


a los talleres de la revista “Topaze” los funcionarios de la Policía
Política (PP) del Presidente Arturo Alessandri Palma, quien se
molestaba por la forma como se referían muchas veces a él y a
su gestión de gobierno en dicho semanario.

Mientras el texto tuviese solo letras no había mayor


problema. Pero la incorporación de una fotografía o un dibujo le
daba más importancia al mensaje. Como no se podían imprimir
directamente fotografías, se compusieron en talleres especiales
placas metálicas –los clichés–, las que comenzaron a cambiar el
rostro de los medios, avance que en el diarismo taltalino tuvo escaso
eco, a no ser las fotos de los candidatos a senadores, diputados,
alcalde y regidores que ellos mismos financiaban semanas antes
de las elecciones. Las fotografías guardadas de la vida citadina
son hoy valiosos documentos. Recomendamos ver el libro “El
Cantón Salitrero de Taltal. Imagen y Memoria”, que prepararon
Alexander San Francisco, Jairo Sepúlveda, Bruno Jiménez y Kurt
Petautschnig (2011), con base mayormente en el archivo del Museo
Augusto Capdeville Rojas. San Francisco, arqueólogo y natural de
la oficina Flor de Chile, ha dedicado a esta salitrera interesantes
libros y trabajos de investigación.

Una fotografía social

Al iniciarse el siglo XX Chile vivía la opulencia del salitre.


Más del 50% del erario dependía de la riqueza que provenía de las
entonces provincias de Tarapacá y Antofagasta. Como corolario,
la mayor fuerza de trabajo vivía miserablemente en cerca de 200
oficinas y campamentos. La necesidad de dictar una legislación
social era evidente, no obstante se discutía si en el país había
realmente una “cuestión social”. La autocracia agrícola gozaba al
amparo de las jugosas ventas del nitrato que hacía rejuvenecer los

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Sergio Prenafeta Jenkin

campos del mundo. La vida de muchas de estas familias, escribe


el historiador Juan Floreal Recabarren (2016), se desarrollaba en
París y en Chile y solo consumían mercaderías importadas con un
derroche que no veía las miserias de los trabajadores. Políticamente
éramos un régimen de gobierno de carácter parlamentario que
transformó al Presiente de la República “en un mono con las ma-
nos amarradas”. Los ministerios se sucedían entre conservadores,
un centro izquierda dubitativo y una izquierda organizada entre
socialistas y comunistas.

Fue el periodismo de la provincia el que informó sobre las


características de esta situación. El primero en hacerlo fue El Eco
de Taltal, fundado en 1881 por Pacián Francisco Calderón y que se
editó durante once años hasta el agitado 1891, cuando su redactor
se radicó en Copiapó. Sus avisos mostraban aspectos de la vida
activa de la ciudad: las ofertas del Almacén de los Carretoneros,
de los comerciantes italianos Misculini y Matassini, o los barcos
surtos en la bahía dejando cabotaje, como el Ayacucho, Limarí,
Mendoza, Itata y Pizarro.

En 1886 nace en Taltal El Porvenir, diario de la tarde de


corte político y defensor del Partido Radical, en tanto el 21 de
septiembre de 1890 ya se voceaba por las calles La Comuna Au-
tónoma. Editada, por Jorge M. Valenzuela, circuló durante ocho
años incluyendo un aporte novedoso con folletines literarios
de autores escogidos. La Revista de Taltal bajo la ágil pluma de
Enrique Ruiz Tagle Salcedo animó también la crónica y el entre-
tenimiento de la ciudad. En 1893 iniciaron sus actividades nuevos
periódicos: El Liberal Democrático, de don Enrique Montenegro y
La Voz de Taltal de don Alejandro Quezada Ramos, que defendía
el radicalismo contra los ataques liberales de La Voz del Obrero.
En 1895 se agregó La Palabra a las publicaciones de la semana,
alentando sobre todo el progreso industrial que llegaba hasta
nuestras playas. La Voz del Obrero cambió su nombre más tarde
por La Voz del Pueblo, “Diario demócrata defensor de la clase
proletaria”, que circuló desde el 18 de diciembre de 1901, ambos de
propiedad de los hermanos Anaclicio y Silvestre López Parra. Los
primeros avisos allí publicados recuerdan que “para controlar la
Influenza Española, la peste del momento, ya tenemos el remedio
como prevenirla en las boticas de Taltal”. También circulaban en
el puerto y en las salitreras El Mercurio del Norte (1905), bajo la
dirección de Víctor Valdés y El Liberal Democrático, diario de la

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Comunicaciones sociales

tarde (1893-1909) dirigido por Enrique Montenegro. Allí se entre-


garon pormenores, por ejemplo, de la huelga general de 1906 en
Antofagasta, donde confluyeron hechos desencadenantes del
conflicto desde fines del siglo XIX: el desenlace del movimiento
obrero en esta provincia, el capitalismo industrial, el liberalismo
político, el apogeo de la burguesía como clase dominante y el
infaltable “imperialismo” que no podía olvidarse como broche
de todos los panfletos de la época.

En 1919 aparece la primera publicación local dedicada


solo a la actividad deportiva. Era el semanario La Revista que no
obstante sus buenos propósitos de alentar la cultura física, no
tuvo el público lector deseado. La fuerte corriente anticlerical de
los años ’20, por su parte, alentó la edición de El Imparcial (1922),
cuyo nombre anunciaba lo que realmente no era. Solo circuló tres
meses. Entre 1934-1936 aparecieron otros dos diarios con igual
nombre pero no sobrepasaron los 200 números.

Pero también hubo otro periodismo de corta vida, como


El Látigo, “semanario bufo, satírico y sacristánico” (1893); El Cen-
tinela (1894), “semanario popular independiente” que solo pudo
editar cuatro números; El Intruso (1909) que se auto definía como
“periódico satírico con pretensiones de chistoso”; El Día Cómico
(1919), de corte satírico, “divertido, culto y sociable”, redactado,
según aseguraba, por “muchachos humorísticos”. Alcanzó a edi-
tar solo tres números. Más tarde aparecieron El Cardo (1921) y El
Jaibón (1923-1926), semanario satírico el primero que duró solo
un mes y humorístico el segundo.

Al comienzo del siglo XX la vida entera de Chile dependía


del desierto, pero sus hombres y mujeres tenían que soportar el
imperio poderoso y hostil de los patrones. Desde 1895 en adelan-
te, todas las demandas, quejas y manifiestos presentados a las
autoridades por los obreros del norte salitrero eran resumidas,
explicadas y por cierto opinadas en los periódicos que cada vez
iban asumiendo las características de diarios. Allí quedaron impre-
sas denuncias sobre las malas condiciones laborales y sociales a
las que estaban sometidos, las penosas condiciones de vida y de
trabajo, especialmente los abusos e irregularidades cometidas por
los patrones a través de bajos salarios, malos tratos, multas inde-
bidas, inseguridad laboral y riesgos en las faenas no cubiertas por
las compañías. A ello se sumaba la falta de libertad de comercio,

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Sergio Prenafeta Jenkin

los abusos con el empleo de fichas que reemplazaban al billete


y al dinero metálico, además de la ineficacia de los sistemas de
educación y salud. Todos aquellos fueron ejes medulares de los
conflictos del trabajo y del ámbito social que debieron enfrentar
los obreros y sus familias en el norte del país.

Las famosas “fichas” no fueron un invento chileno. Sus


antecedentes estaban insertos en la sociedad industrial inglesa. El
resplandor rojo del fierro recién fundido se convirtió en la imagen
de la nueva era de Inglaterra, la de la revolución industrial. Los
obreros del norte y del oeste británico dejaban de ser campesi-
nos para convertirse en una comunidad industrial. El gobierno se
negaba a acuñar cantidades de monedas de baja denominación,
entonces los fabricantes de hierro, como John Wilkinson, decidieron
troquelar su propia moneda para pagar los salarios, insertando
sus propios y plebeyos rostros en ellas. Londres entonces recla-
mó: ¿Se trataba de una conspiración republicana? Pero no hubo
nada de eso. Era simplemente un invento realista para enfrentar
problemas nuevos. Como los generados en las salitreras de Chile.

Un nuevo tipo de información

Entre 1902 y 1905 se produjeron en la Provincia de


Antofagasta cerca de doce “movimientos reivindicativos del
proletariado”, como los que afectaron a los trabajadores de las
oficinas Ballena y Chile (Cantón Taltal), así como a los ferroviarios
en el puerto mismo. Pero el peso de tales expresiones obreras se
dejó sentir a toda la población entre 1905 y 1907, siendo la gran
huelga de Taltal y su cantón salitrero el foco más protagónico en
septiembre de 1905, encabezado por los obreros de la Maestranza
del Ferrocarril salitrero.

Los distintos medios escritos fueron los que llevaron a


los hogares las proyecciones y efectos de estos movimientos. Pero
esto no era todo. En su sección “remitidos”, que llegaban a las
redacciones por medio del telégrafo, se tuvo noticias en nuestro
puerto de acontecimientos mayores como la matanza de la Plaza
Colón en Antofagasta (1906) y los sucesos en la Escuela Domingo
Santa María de Iquique en 1907. El ejercicio periodístico se tornaba
exigente y universal. Había que elegir el título de la noticia prin-

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Comunicaciones sociales

cipal del mes o del año entre los grandes sucesos: el terremoto
8.3 Richter que arrasó San Francisco, California, el 18 de abril de
1906; el gran sismo del 16 de agosto de ese año en Valparaíso y el
1 de septiembre con la declaración de estado de sitio en la ciudad
puerto a causa de los robos a los damnificados, o la represión y
muerte por reivindicaciones sociales en el norte del país.

Allí fueron ajusticiados obreros del salitre y portuarios.


La depresión económica que había impactado al norte en 1902,
con su efecto directo en la vida familiar de los obreros, golpeó
fuertemente al ambiente social y urbano. Los luctuosos sucesos
de Antofagasta, con su huelga general de 1906, no tuvieron un
símil parecido en Taltal, cuyas protestas en el puerto no llegaron a
mayores. En Antofagasta hubo 58 muertos y más de 300 heridos,
cifras que produjeron un impacto depresivo en la vida cotidiana
del puerto y el cantón salitrero.

A pesar de ello, el movimiento obrero siguió a la cabeza


de los conflictos en la provincia. La influencia tanto en la tribuna
sindical como en la organización de nuevos medios informativos
tuvo un líder indiscutido, el fundador del Partido Obrero Socia-
lista Luis Emilio Recabarren Serrano (1876-1924). Fue alumno de
la Escuela Santo Tomás de Aquino perteneciente a los Padres
Franceses de Valparaíso, donde incluso fue monaguillo. Se vino
al norte y en Tocopilla ingresó al mundo laboral en una imprenta.
En 1906 fue elegido diputado por Antofagasta, Tocopilla y Taltal
y al jurar su cargo conforme a lo estipulado, invocó a Dios pero
agregó: “Declaro que en mi conciencia no existe Dios ni existen
los evangelios”, lo que generó gran polémica haciendo imposible
que asumiera su cargo.

Los lectores en el puerto como en la pampa comenzaban


no solo a leer noticias y comentarios sino a reflexionar frente a
ellos, a llevar aquellos temas al seno de un club de empleados que
los recibía en plan de amistad y distracción o en la deliberación
cotidiana entre las autoridades. Los años veinte llegarían carga-
dos de resentimiento social. Un conocido cronista capitalino de
entonces, Armando Venegas, más conocido como el “Doctor Val-
dés Cange”, escribió que “en ningún pueblo moderno hay entre
las clases opulentas y los menesterosos una distancia tan grande
como en Chile”. La lectura cotidiana de los hechos comenzaba a
tener otro sentido.

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Sergio Prenafeta Jenkin

Taltal se incorporó tempranamente al mundo de la no-


ticia y mantuvo pronto un servicio telegráfico que lo comunicó
con distintos puntos de la comuna (Paposo, salitreras) como de la
región. El 23 de enero de 1889, los años del Presidente Balmaceda,
se había autorizado la construcción de la línea telegráfica desde
el ramal Esmeralda con Taltal y otras comunidades a un costo
de $ 30.000 (Diario Oficial N° 3.209) y aún se conservan en viejos
archivos los telegramas escritos con lápiz grafito a medida que el
operador iba escuchando el ruido de letras y espacios del sistema
Morse para reproducirlos. Poco después un decreto presidencial
permitió extender el servicio telegráfico entre Taltal, Tocopilla e
intermedios. Fue de esta forma como las organizaciones sindicales
del país comenzaron también a informarse para decidir acciones
de protesta conjuntas en su beneficio.

Surge el Cuarto Poder local

Una de las habilidades de Luis Emilio Recabarren era


el dominio del arte de hacer diarios y llenarlos de contenidos
dirigidos a prosélitos de la causa obrera. En 1919 creó en Taltal el
periódico “La Aurora”, auspiciador de un sindicalismo político y
revolucionario al estilo soviético, férreamente dirigido. “Solo la
revolución violenta y no la urna electoral entregará el poder a la
clase proletaria” subrayaba como principio fundacional. Ese últi-
mo año el mercado del salitre (1914-1918) estaba casi detenido a
nivel mundial por un sobre stock del producto. Taltal, como otros
puertos de la actual II Región recibía más y más cesantes con sus
familias procedentes de las salitreras.

Pero el estallido de la primera guerra mundial, en 1914, se


supo tarde en Taltal. No obstante la importancia de esos sucesos,
no eran las noticias del exterior que ocurrían en lugares remotos
del mundo las que interesaban mayormente a los vecinos. Ellos
necesitaban imponerse primero de los sucesos locales y regio-
nales, aunque fue un error olvidar que la producción de salitre y
su llegada hasta los muelles locales complicaba a los países que
entraban en conflicto. De todos modos, también en la comuna
del lejano Taltal comenzaba a ganar vigencia que el periodismo
es el cuarto poder en toda sociedad democrática porque no solo

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Comunicaciones sociales

informa, orienta y entretiene sino que asimismo anticipa, pone


en alerta, sanciona y proyecta el destino de los grupos humanos.

Una conflagración mayúscula

El 2 de agosto de 1914, dos días después de la ocupación


de Luxemburgo, las tropas alemanas invadieron Bélgica. Tras la
negativa de Alemania a respetar la neutralidad de Bélgica, Gran
Bretaña declaró la guerra a Berlín. A comienzos de noviembre el
gobierno británico dispuso que el Mar del Norte era zona de gue-
rra y estableció un bloqueo económico al imperio alemán. Entre-
tanto, en la pampa y en el puerto de Taltal funcionaban capitales
alemanes e ingleses cuyas economías entraban en crisis, algo que
repercutió en las exportaciones chilenas. Se perdían así los mejores
clientes en el exterior. En Iquique se organizaron ollas comunes,
lo que también se hizo en Taltal. Varias oficinas comenzaron a
bajar su producción o decidieron simplemente apagar sus fuegos,
rematar todo y despedir a sus trabajadores. De las 134 faenas que
funcionaban en el norte durante 1914, en enero de 1915 quedaban
solo 43. Estas eran noticias que llamaban al análisis objetivo de los
hechos, más allá del desmayo y las congojas de obreros y patrones.

El periódico “El Pueblo” de Taltal, del 13 de enero de


1906, le tomaba el pulso a la situación obrera en el salitre y señaló:
“Vemos continuamente un gran número de trabajadores que no
se establecen en ninguna oficina por mucho tiempo, sino que
trabajan dos o tres meses y se trasladan a otra en busca de mejor
suerte”. Un año más tarde, el mismo medio informativo insistía:
“Día a día vemos a obreros a través del desierto llevando a cuestas
todo lo que poseen, solo con una botella de agua”. Ocurre que el
Desierto de Atacama era una inmensa calle por donde transitaban
“a pata” –dice el texto– los obreros del salitre solo acompañados
por sus familias. El tema central era el económico: bajos salarios
y altos precios de las pulperías.

Los administradores ordenaban los despidos de los


trabajadores, lo que debía cumplirse de inmediato poniéndolos
en pleno desierto. Allí quedaban familias desechas, hijos que
abandonaban sus escuelas, mujeres que no tenían un matrimonio
formalizado, etc. Los cesantes eran llevados al sur y generaban

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Sergio Prenafeta Jenkin

problemas cuando solían juntarse en las ciudades. El Estado con-


trataba barcos con el fin de devolverlos a sus pueblos o regiones
de origen. A veces el comentario de un redactor o columnista
aparecía cáustico, como el que publicó “El Liberal Democrático”
de Taltal denunciando que “los dueños de las oficinas han tenido
una consideración con las mulas, a las que han pagado el flete por
vapores al sur para que descansen y engorden… al paso que a los
rotos se les ha despedido sin más que decirles: no hay trabajo”.

Pero la pérdida de puestos de trabajo no fue definitiva.


A fines de 1915 comenzó a subir el precio del salitre y al finalizar
ese año funcionaban en el norte unas cien oficinas. Las noticias,
entretanto, no tranquilizaban a los trabajadores y sus familias. El
dilema era claro. ¿Qué hacer: quedarse en la pampa un tiempo más
o partir de nuevo al sur, a los pueblos donde están los familiares
y conocidos e intentar otros rumbos?

El término de la primera guerra mundial, en 1918, golpeó


nuevamente el mercado del salitre. El nitrato dejó de venderse
para fabricar explosivos. Las bodegas en la pampa y en torno a
los muelles en Taltal quedaban llenas de salitre sin poder salir del
país. En 1919 había 2.207.000 toneladas del producto almacenadas
y solo se embarcaron 804.000. En enero de ese año cerraron 60
o más oficinas y volvió el éxodo de trabajadores cesantes con sus
familias. Pero lo peor estaba por venir: en 1921 salió la competencia
del sulfato de amonio o salitre sintético, el peor desastre para el
caliche base y el salitre chileno.

Los trabajadores del salitre siguieron recibiendo pagos


vergonzosos con fichas y hubo generaciones de niños que nunca
conocieron un billete de la moneda oficial de Chile. Este escándalo
se vino a solucionar con el Art. 34 del Código de Trabajo, vigente
desde la publicación de la Ley N° 4053 del 29 de septiembre de 1924,
donde se ordenaba que “los salarios de los obreros se estipularán
y pagarán en monedas de curso legal, bajo pena de no ser válido
el pago que se haga en otra forma”.

En Taltal la Mancomunal de Obreros –una suerte de CUT


pero con mayor representación de trabajadores que ella–, editó
dos periódicos: “La Voz del Obrero” y “El Defensor”. Empresarios
y el gobierno se unieron para destruir las mancomunales, las que
subsistieron hasta 1906, precisamente el año de la gran huelga

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Comunicaciones sociales

de Antofagasta. No obstante la presión que afectaba a las or-


ganizaciones de trabajadores, en 1912 se concedió personalidad
jurídica a la Sociedad de Lancheros Unión Marítima de Socorros
Mutuos de Taltal, cuyos estatutos databan del 18 de diciembre
de 1911. La Corporación “Igualdad de Conductores de Vehículos
Socorros Mutuos de Taltal” también recibió la aprobación de su
personalidad jurídica en 1912. Los entes laborales seguían ganando
terreno. El 2 de agosto de 1923 se concedió personalidad jurídica
a la corporación “Sociedad Mancomunal de Obreros” mediante
ley firmada por el Presidente Ramón Barros Luco.

Con antelación, una ley del 8 de julio de 1898 (Diario


Oficial N° 6.042), había concedido a la Sociedad de Artesanos de
Taltal el permiso requerido para conservar por los siguientes 30
años el bien raíz que poseía.

La “Voz del Pueblo” publicaba permanentemente un gran


aviso del Ferrocarril salitrero, anunciando los horarios de subida y
de bajada de sus trenes. Pero también se hizo costumbre rescatar
discursos de parlamentarios donde se trataban problemas y pro-
mesas de solución para el puerto. En otras secciones del periódico
se nombraba a todas las personas o familias que enviaban coronas
y flores ante el fallecimiento de un vecino. Haber hecho llegar un
ramo con las escasas flores de los jardines locales y la respectiva
tarjeta de pésame a la familia del occiso y no aparecer en la lista
del diario era motivo de disgustos familiares. Pero llegó el día en
que la “Voz del Pueblo” silenció para siempre sus columnas a cau-
sa del fallecimiento de don Silvestre López, su director y editor.
Las colecciones del periódico, debidamente empastadas, fueron
sacadas de la bodega familiar y lanzadas a la calle como basuras,
conteniendo la historia y el quehacer cotidiano del puerto. La gen-
te se sorprendió al ver ese valioso material y al cabo de algunos
días a la intemperie, muchos tomaron en sus manos parte de las
colecciones y se las llevaron a sus casas sin que sea posible hoy
intentar la recuperación de ese material, que es en buena parte
la historia misma de Taltal. Copia de todo eso, por cierto, está en
el registro de la Biblioteca Nacional.

En el Museo Augusto Capdeville existe una sala especial


dedicada al diarismo secular editado en el puerto, donde se pueden
encontrar interesantes aportes a un periodismo de investigación
más que sensacionalista, lleno de ingenio y amistad, que contó

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Sergio Prenafeta Jenkin

cómo se entretenían los jóvenes de los años ya idos más allá de la


política. Es interesante leer estos testimonios carentes de odios,
insidias y amargura social. Uno de ellos, que aparecía en primavera
acompañando la elección de la nueva reina local, llevaba el atrevi-
do título de “No te piques”, bajo la dirección del profesor Mario
Correa Mondaca, gran animador de la farándula de esos tiempos.

Diversas colectividades políticas levantaron también


periódicos propios donde se fueron exponiendo sus propuestas
de gobierno comunal, provincial o nacional. Entre ellos estuvieron
Avance y La Razón. El análisis de Mario Bahamonde sobre “El Viejo
Periodismo Nortino” en el primer número de revista Ankora, de
la cual fue su director en la Universidad de Antofagasta, amplía la
importancia de esta actividad en todo el norte de Chile. Refiere
que hacia 1851 ya se hacía en La Serena un periodismo político de
acerba crítica, de cáustico análisis y de áspero lenguaje, todo en
torno al movimiento revolucionario que estalló el 7 de septiembre
de ese año y en el cual José Antonio Moreno perdió un brazo y se
hizo cargo del apodo como todos lo conocieron: El Manco.

José Joaquín Vallejo, Jotabeche, había fundado en su


pueblo natal El Copiapino y abrió para las letras y la política del
norte un espíritu nuevo. En 1862 nacía en la capital de Atacama El
Constituyente en momentos de auge económico y social, cuando
al decir de Bahamonde “la plata de sus minas regaba de una ri-
queza fascinante a los hombres y este poder económico los había
convertido en magnates señoriales”.

En las columnas de este impreso copiapino figuraban


firmando crónicas y artículos destacados personajes de Copiapó,
todos hombres, a excepción de doña Delfina María Hidalgo, cuyo
nombre nos recuerda a Delfina Zuleta Hidalgo, viuda de José An-
tonio Moreno y luego esposa de Rafael Barazarte, heredera de
un valioso patrimonio minero.

La radiodifusión tuvo siempre problemas técnicos para


llegar al norte. Las emisoras peruanas, en cambio, emitían sus on-
das sobre el mar y los mensajes llegaban nítidos. Los niños sabían
canciones del vecino país antes que las de su terruño. El mensaje
de chilenidad que pudieron dar las lecturas infantiles, desde el
Silabario Matte en adelante, también fue muy pobre. Nunca se
incorporaron en sus páginas breves relatos de la vida salitrera,

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Comunicaciones sociales

minera o pesquera, o se introdujeron palabras para el análisis


gramatical (como Chu-qui-ca-ma-ta; co-bre, sa-li-tre) donde las
consonantes obligan una correcta pronunciación. Se privilegió,
en cambio, el costumbrismo campesino de la zona central, donde
tampoco regiones como Magallanes parecían no existir. Al norte
solo se lo presentó mimetizado con Arturo Prat y el 21 de mayo, pero
nunca apareció una salitrera o un barco cargando su producción.

Hacia el año 1969 se formalizó y autorizó en Taltal el


financiamiento municipal para la Radio CA-133 Emisoras José
Santos Ossa, la que inició sus transmisiones locales en diciembre
de ese año bajo la dirección de su propietario Francisco Vergara.
En el lapso de los 45 años siguientes se instalaron tres nuevas
radioemisoras comerciales con identidad propia al servicio de la
comunidad. Una señal de televisión propia asegura también la
entrega de material filmado sobre los acontecimientos citadinos.

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

21. EL HUÁSCAR Y SUS VISITAS A TALTAL

Durante la Guerra del Pacífico, el monitor peruano “Huás-


car” extendió sus correrías fuera del radio de acción donde echó
a pique a la corbeta Esmeralda el 21 de mayo de 1879. Si bien Taltal
está ubicado a unos 660 km al sur del sitio del suceso iquiqueño,
aquello no dejó de inquietar a sus pobladores y autoridades ante
un posible ataque de esta nave que dañara a personas y bienes
materiales. Pero la predicción comenzó a cumplirse el 7 de agosto
y el 8 de septiembre de ese año, con el Huáscar enarbolando la
bandera peruana, pero continuaría años más tarde el 23 de enero
y el 21 de mayo de 1891, ahora con bandera chilena, durante la
Guerra Civil que puso abrupto fin al gobierno del Presidente Bal-
maceda. Dos temas algo diferentes pero que por igual le quitaron
el sueño a los taltalinos.

El primer anuncio oficial de lo que estaba ocurriendo con


el Huáscar en Taltal, decía:
“Caldera, agosto 7 de 1879.
Huáscar entrando a Taltal en este mo-
mento, una i media P.M. Nada ocurre aún.
Guillermo Matta.”

Una hora más tarde se envió un segundo parte desde


Caldera, las 3.45 P.M.:

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El Huáscar y sus visitas a Taltal

“Subdelegado de Taltal me dice:


Son las tres i cuarto i dos botes del Huáscar se ocupan en tomar
lanchas i botes. El pueblo tranquilo i listo para impedir desembarco.
G. Matta”.

Pasados 10 minutos surgió el siguiente anuncio:


“El subdelegado de Taltal anuncia:
“Blanco a la vista.
“Huáscar que arrastraba lanchas, abandona i se prepara a huir.
“Va arrancando.
“Esperamos que Blanco le cierre el paso.
Guillermo Matta”.

A las cuatro de la tarde don Guillermo despachó otra


nota urgente:
“Subdelegado de Taltal dice:
“A la vista Blanco. Huáscar dejó su fondeade-
ro i escapó con rumbo al sur, mui a la costa.

No ha hecho daño alguno”.

A las diez de la noche, un despacho desde Caldera expre-


só que el Intendente de Atacama, señor Matta, comunicó a sus
superiores: “Dicen de (desde) Taltal que el vijía vió que el Huáscar,
al verse perseguido por el Blanco, tomó rumbo mar adentro. El
Blanco iba ganando distancia i es probable le dé caza. Se agrega
que el Itata acompaña al Blanco, sirviéndole de guía en la perse-
cución del Huáscar”.

El Huáscar, momentos antes de salir de Taltal, anota el


Boletín de la Guerra del Pacífico, “recogió lanchas, las tenía acollara-
das i listas para prenderle fuego”. Un despacho de la Comandancia
General de Marina, fechado en Valparaíso el 15 de agosto de 1879,
entregó la semana siguiente detalles de lo ocurrido en una nota
del subdelegado marítimo de Taltal, fechada al día siguiente del
arribo del Huáscar:
“Ayer, minutos antes de las 2 P.M. se avistó el Huáscar dando vuelta
la Puntilla que está al sur de este puerto, i momentos después estaba
en el fondeadero; echó bote al agua i mandó un oficial a tierra como

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Sergio Prenafeta Jenkin

parlamentario; lo recibí en la escala del muelle i lo hice conducir al


despacho del señor subdelegado civil, con quien deseaba hablar.
“Entretanto, yo me ocupé en hacer va-
rar todos los botes i las lanchas que fue posible.
“Del Huáscar se desprendieron varios botes i se ocuparon de remolcar
lanchas de las que estaban fondeadas al costado del buque; otros
botes fueron a visitar cuatro buques surtos en el puerto, de los cuales
uno tiene bandera inglesa, dos alemanes i el otro de Nicaragua. A los
tres primeros encontraron sus papeles en regla; el último tenía los
suyos en esta oficina y el comandante del Huáscar llamó al capitán i le
dijo que si en 30 minutos no presentaba sus papeles lo echaría a pique.
“Ya habían tomado cinco lanchas, entre ellas dos que esta-
ban sumidas en el agua, cuando se avistaron dos vapores
por el norte; el Huáscar llamó a sus botes, largó las lanchas,
izó sus embarcaciones e hizo rumbo al sur a todo andar.
“Momentos después, con el auxilio de un telescopio pudimos co-
nocer los dos vapores avistados: eran el Blanco Encalada y el Itata.
“Luego que salió el Huáscar se mandaron buscar las cinco
lanchas que había tomado i se trajeron cerca de la playa.
“Durante la estadía del buque enemigo en este puerto, ha
reinado el mayor orden i ni un solo grito descompuesto se ha
oído. Nada más ha ocurrido de particular, lo que comunico a US
para su conocimiento. I yo lo transcribo a US. con el mismo fin”.
Dios guarde a US.
José A, Goñi, al señor Ministro de Marina.

El paso siguiente del Huáscar fue Caldera luego de


abandonar Taltal. Este fue el Parte del Comandante de Armas de
Atacama sobre el arribo del Huáscar:

“Copiapó, agosto 14 de 1879.


Señor Ministro:
“El Comandante de Armas de Caldera, con fe-
cha de ayer, núm. 358, nos dice lo siguiente:
“Señor Gobernador:
“A la 1.30 P.M. del día de ayer, llegó a este puerto el Huáscar i un
cuarto de hora después mandó un oficial a tierra en clase de par-
lamentario. Este me espuso de parte de su jefe el señor Grau que
no venía con propósitos hostiles hacia el pueblo, i que solo quería
destruir las lanchas i botes que habían en la bahía; pero que si de

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El Huáscar y sus visitas a Taltal

tierra se oponía alguna resistencia entonces haría fuego a la pobla-


ción. Contesté al parlamentario que, no teniendo elementos con
que oponerme a lo que el señor Grau deseaba hacer, destruyera
las lanchas i botes, i que en caso que intentara un desembarco lo
impediría enérjicamente con la fuerza que tenía a mis órdenes.
“A las 3.15 el parlamentario regresó al Huáscar i momentos después
mandaron tres botes bien tripulados a tomar las lanchas. Estaban en
esta operación i ya habían remolcado al costado del Huáscar unas
lanchas cargadas de maderas, cuando a las cuatro se avista al norte
un vapor como a distancia de diez millas, e inmediatamente el buque
hizo señales a los botes para que regresaran a bordo, lo que hicieron
a gran prisa abandonando las cinco lanchas que remolcaban. A las
4.10 se reconoció que el vapor que venía del norte era el Blanco
Encalada i al mismo tiempo se reconoció al transporte Itata que lo
acompañaba. El Huáscar se puso en movimiento con rumbo al sur.
“A las 4.15 el Huáscar salía del puer to a toda fuerza de
máquina i siempre con rumbo al sur. El Blanco Encalada
i el Itata siguieron el mismo rumbo en su persecución.
“A las 5 se sintieron en este puerto tres cañonazos los que,
según he sabido por varios individuos que subieron a la cum-
bre de los cerros que dominan el mar, fueron disparados por
el Itata que había logrado acercarse al Huáscar como cinco
millas. Como luego llegó la noche no se pudo ver si el Blanco
Encalada estrechaba la distancia que lo separaba del Huáscar.
“Tan pronto como el Huáscar entró al puerto hice tocar llamada
i poner sobre las armas a la brigada cívica. La presencia del Blan-
co Encalada evitó, después, la destrucción de lanchas i botes.
“Lo espuesto, señor Gobernador, es la relación fiel i detallada
de los acontecimientos que tuvieron lugar ayer. No termina-
ré este parte sin hacer presente a US. la conducta digna de
todo elojio que este pueblo observó ayer en presencia del
enemigo. En todos reinó el valor a la par que el entusiasmo”.
Lo (que) transcribo a US. para su conocimiento. Dios guarde a US.
Guillermo Matta”.

Una nueva visita a Taltal, con nada de cortesía, realizó el


Huáscar el 26 de agosto de 1879. El Parte del Gobernador Marítimo
de Atacama a la Comandancia General de Marina, con sede en
Valparaíso, dio cuenta de lo siguiente:
“El día señalado a las 6 A.M. avistó el vijía al Huáscar e hizo la
señal convenida; desde ese momento se principiaron a varar las
embarcaciones menores. El buque enemigo, acompañado de
un transporte de ruedas que dicen que es el ‘Oroya’, pasó para
el sur i a las 7 ½ se avistó entrando al puerto. Por haber pasado
para el sur, algunos dueños de lanchas creyeron que no entra-

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Sergio Prenafeta Jenkin

ría a este puerto i se descuidaron en varar sus embarcaciones,


a pesar de haberles ordenado el que suscribe que lo hicieran.
“Debido a este descuido, pudieron los enemigos tomar seis lanchas
útiles i tres en tan mal estado que eran inservibles; mandaron
botes que las remolcaran a la boca del puerto, donde el ‘Oroya’
tomó las seis buenas i a las 12 M. hizo rumbo al oeste con ellas a
remolque, en cuya dirección se perdió de vista. También tomaron
los botes del ‘Huáscar’ un vaporcito de fierro de don Rafael Bara-
zarte i lo condujeron al costado del monitor; pero el que suscribe
había ordenado se le abrieran las válvulas i a causa de esto se
fue a pique un momento después de estar al costado del ‘Huás-
car’, a pesar de los esfuerzos que el enemigo hizo por salvarlo.
“A la 1 P.M. salió el ‘Huáscar’ con tres lanchas a remolque i con rumbo
al sur, dobló la punta i se ocupó en quemar una de las lanchas; las otras
dos, que estaban llenas de agua, las largó al garete. A las 2 ¼ P.M.
volvió el monitor a entrar al fondeadero; dio una vuelta por la bahía i
mandó botes con jente a cortar las amarras de una chata que en este
puerto tenía don Rafael Barazarte. En efecto, cortaron las cadenas
i momentos antes de las 4 la remolcó hasta cinco millas al SO, del
puerto. A esa hora me fui al vijía para observar los movimientos del
enemigo i fui testigo de los disparos que el ‘Huáscar’ hizo a la chata.
“Le tiró 19 cañonazos; de ellos uno con cañón chico i los restantes con
los de la torre; ni un solo tiro dio a la chata, pasando casi todos mui
altos, con muy mala dirección i solo uno fue cerca. La mayor distancia
la calculo en una milla i los últimos tiros los hicieron mui cerca, sobre
todo el último, a menos de tres largos del ‘Huáscar’ i el cual pasó
a gran altura i fue a caer lejos. Es de notar que los disparos fueron
mui lentos i el mar estaba completamente tranquilo i que la chata
presentaba mucho blanco por estar completamente descargada.
“Cuando oscurecía, atracó el ‘Huáscar’ a la chata y le prendió
fuego por popa i por proa, permaneció como media hora cerca i
en seguida hizo rumbo al SO., perdiéndolo de vista luego por ser
ya de noche. Las lanchas tomadas por el enemigo son tres de don
Rafael Barazarte; dos de los señores Lamarca i Ossa Hermanos;
tres en mal estado de don Juan Saez, i una que por cuenta riesgo
tenía a su costado la barca alemana ’Aurrie i Berne’, que está car-
gando salitre, la que había fletado a los señores Ste. María i Loppé.
“Tal es lo ocurrido i de lo cual tengo el honor de dar cuenta a US.
Lo que comunico a US. para su conocimiento ni lo trascribió
a US. con el mismo fin. Dios guarde a US.”.
José A. Goñi.
Al Señor Ministro de Marina.

El Huáscar, no obstante, volvió por Taltal doce años después


en horas de convulsión política. En 1886 fue elegido Presidente
de la República don José Manuel Balmaceda, decidido opositor al

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El Huáscar y sus visitas a Taltal

monopolio privado de la industria salitrera. Bajo su mandato se


creó el Ministerio de Industrias y Obras Públicas y creció la cons-
trucción de viviendas y escuelas, una de las cuales permaneció en
Taltal hasta su desarme y conocida como “la escuela de la Caleta”,
sita sobre el terreno que ocupó el primer cementerio que hubo
en el puerto. Taltal fue una de las primeras ciudades en brindar
asilo a los rebeldes durante la Guerra Civil de 1891. Poco ganó con
ello el bienestar ciudadano. El año 1889 fue de abierta hostilidad
para Balmaceda en el Congreso y a fines del año 1890 se desató
la crisis cuando el ente legislativo se negó por mayoría a aprobar
el nuevo presupuesto de la nación, ante lo cual el mandatario lo
devolvió y prorrogó el presupuesto del año anterior.

Frente a ello el Congreso respondió firmando un acta de


deposición del mandatario (entre los signatarios figuraba el único
diputado por Taltal, Vicente Grez) y acordó rebelarse creando una
Junta de Gobierno. Su primera medida fue establecer la nulidad
de la convocatoria a elecciones hechas por el Gobierno:
“Considerando que el dictador Balmaceda ha disuelto por decreto
el 11 de febrero del corriente el Congreso Nacional y ha ordenado
la elección de un nuevo Congreso según las reglas dictadas por él,
que son contrarias a las prescripciones electorales…, etc., queda
organizada provisoriamente una Junta de Gobierno. Considerando
que los departamentos de Pisagua, Tarapacá, Tocopilla, Antofa-
gasta, Taltal y Chañaral no están bajo el poder del dictador, no
pueden enviar sus representantes al Congreso”. Firmado: Jorge
Montt, Waldo Silva, Ramón Barros Luco, Enrique Valdés Vergara.

Contando con el apoyo de la Marina y de los industriales


salitreros del norte, abandonaron la capital y establecieron la
Junta de Gobierno en Iquique, encabezada por el capitán de navío
Jorge Montt Álvarez, Comandante de la Escuadra. La guerra civil
se hizo inevitable. La Escuadra se había sublevado en la bahía de
Valparaíso el 7 de enero de 1891 y zarpó rumbo al norte. Balmaceda
solo contaba con el apoyo del Ejército de línea, en tanto las masas
populares permanecieron indiferentes al conflicto conscientes que
este era un problema entre la clase política deliberante, entre la
oligarquía y el gobierno de Balmaceda, lo que más temprano que
tarde afectó a todos.

El Presidente sostuvo con insistencia un discurso nacio-


nalista y visionario sobre las riquezas del salitre para Chile:
“Es problema vital hacer que los beneficios de esta industria,

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Sergio Prenafeta Jenkin

que ha costado a Chile tanta sangre y que cuesta los desembolsos


de verdadera paz armada, unidos a los gastos de guerra,
no emigren al extranjero y sirvan para fomentar la industria
nacional y la riqueza privada de los chilenos.
“Debemos invertir el excedente de la renta sobre los gastos
en obras reproductivas, para que en el momento en que el
salitre se agote o se menoscabe su importancia por descubri-
mientos naturales o por los progresos de la ciencia, hayamos
formado la industria nacional y creado con ella y los ferroca-
rriles, la base de nuevas rentas y de una positiva grandeza”.

¿Por qué precisamente Iquique pasó a ser centro de la


noticia? Por ser Tarapacá el ámbito salitrero más importante del
país; por el peligro que Balmaceda denunció que aquella provincia
podría pasar a ser una factoría inglesa dado los capitales de tal
procedencia invertidos en ese negocio y por su interés de naciona-
lizar los ferrocarriles salitreros que hacían el porte del nitrato de
la pampa al puerto. Gonzalo Vial Correa (Historia de Chile, Tomo
IV, pág. 611, 1981) dice que la Guerra del Pacífico inyectó un factor
nuevo a los acontecimientos: la fastuosa riqueza del salitre.

En 1889 el Presidente Balmaceda viajó al norte conven-


cido que si bien la capital de Chile estaba en Santiago, el capital
del país o buena parte de él se consolidaba en el norte. Allí recibió
reiteradas demostraciones de adhesión y dialogó con la gente que
lo salió a saludar en la costa como en las calicheras y aguadas. Dijo
ahí y lo reiteró más tarde que “es verdad que no debemos cerrar
las puertas a la libre concurrencia y producción del salitre de Ta-
rapacá, pero también no debemos consentir que aquella vasta y
rica región sea convertida en una simple factoría extranjera”. Al
regreso de su visita se detuvo en Taltal y luego en Chañaral, Cal-
dera, Copiapó y Vallenar. La pampa de Taltal no era ningún macro
imperio salitrero como los de Tarapacá, con un Thomas North a la
cabeza, pero si había alta inversión de capitales ingleses y también
alemanes instalados en la explotación y exportación del rubro.

Con arcos alegóricos y guirnaldas Taltal recibió a Balma-


ceda el 17 de marzo de 1889. Llegó en el vapor “Amazonas” que
fondeó a las 8 AM procedente del norte y luego de la recepción
oficial que encabezó el alcalde Daniel Oliva Figueroa –el primer
exportador de salitre del cantón de la comuna– el mandatario
recorrió a pie las calles del puerto cuya plaza Prat estaba repleta
de delegaciones, escolares, empleados, mineros, bomberos, so-

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El Huáscar y sus visitas a Taltal

ciedades obreras, etc. Fue al hospital donde ordenó conceder una


subvención especial para botica e instrumentos; prometió entre-
gar doce mil pesos para mejoramiento material de la parroquia
y se detuvo en el cuartel de Bomberos y en el club de Artesanos.
Visitó la Sociedad Beneficiadora de Metales y Amalgamaciones,
el establecimiento de la Compañía Arturo Prat, los hornos de fun-
dición, la aduana, el resguardo, el muelle y la gobernación. Horas
después partió en tren (Ferrocarril salitrero inglés) con una breve
detención en Agua Verde para proseguir a la Oficina Flor de Chile
donde, nuevamente, dialogó con trabajadores y empleados de la
pampa. Regresó ese mismo día al puerto y luego de los fuegos
artificiales y salitrones, con “una plaza iluminada por ocho mil luces
que destellaban claridad principesca”, según detalló un cronista,
se le ofreció un banquete en el Teatro Municipal donde unas diez
personas representativas de la comuna –alcalde, gobernador,
mineros, políticos, un carpintero, un militar y el cura– destacaron
la presencia del primer presidente de la República que visitaba
Taltal y aplaudieron su labor como gobernante.

Un periodista inglés que cubría las informaciones de la


visita presidencial, comentó que “en Taltal fue donde se produjeron
las manifestaciones más populares y entusiastas vistas hasta el
momento”. El arco preparado por la colonia austro eslava, ubicado
en las calles Arturo Prat y Juan Martínez, representaba al comercio.
Los italianos levantaron su arco en la plazuela Barazarte, al final
de la calle Prat. Taltal tenía entonces 4.761 habitantes (Chañaral
2.613 y Antofagasta 7.588).

La Toma de Taltal

Los vítores que recibió Balmaceda en su visita a Taltal no


eran un reflejo especular de lo que estaba sucediendo en el país.
Existía un encono manifiesto en su contra de cierta clase política
que llegaba con facilidad a las columnas de diarios y semanarios,
a los bancos y a las asambleas de los partidos y sindicatos.

Sublevada la escuadra, no tardó en producirse la “toma


civil” de Taltal el 23 de enero de 1891, asumiendo el control del
puerto el rico propietario minero Manuel José Vicuña, junto a un
grupo de vecinos simpatizantes de los constitucionalistas. Entre

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Sergio Prenafeta Jenkin

ellos estaban Olegario Pairoa, dueño de 12 minas productoras de


minerales de oro, plata y cobre; Justo Quiroz y Felipe 2° Guerrero,
también dueños de pertenencias mineras.

El 21 de mayo de 1891, fecha de gran simbolismo por el


combate naval de Iquique, ingresaron a la bahía de Taltal las naves
“Amazonas” y el “Huáscar”, lo que llamó fuertemente la atención
de los pobladores que se acercaron lo más posible a la playa y a la
calle Esmeralda. Las tropas que estaban acuarteladas en el puerto,
leales a Balmaceda, tomaron posiciones para evitar el desembarco.
El batallón del “Buin”, al mando del teniente Ricardo Saavedra,
tomó su lugar en calle Juan Martínez, a una cuadra de la plaza, y
los policías, con su comandante Juan Amador Balbontín, se situa-
ron en calle Esmeralda. Los efectivos del Buin y los de la Policía
sumaban 105 personas bajo el mando del gobernador Marcos 2°
Solar y contaban con 200 fusiles Grass y no más de 1.500 balas,
según cifras oficiales.

Todo se disponía en la mañana de ese día para que


alumnos de las escuelas y público en general recordaran en un
acto patriótico la gesta de Iquique. Sin embargo, desde el costado
del “Huáscar” salió un bote con tripulantes que enarbolaban una
bandera blanca y donde venía el emisario Manuel José Vicuña
que tan pronto como el bote atracó al muelle, bajó para dirigirse
rápidamente a la Gobernación acompañado por gran cantidad de
gente. A las 9.00 AM se produjo el encuentro entre el Gobernador
Marcos 2° Solar y el portavoz oficial, quien le entregó una nota del
comandante del “Huáscar”, José M. Santa Cruz, fechada el 22 de
enero de 1881, que decía:
“Comisionado por el Soberano Congreso para restablecer
el orden constitucional, en algunos puertos del litoral, le intimo
la rendición del Departamento que usted dirige.
“Me hago el deber de hacer presente que serán respetadas
las vidas y propiedades de todas las personas que actual-
mente forman parte de la Administración del Departamento.
“En caso de resistencia, usted será el único responsable
de las consecuencias que pueden sobrevenir.
“Dios guarde a usted.
“José M. Santa Cruz”.

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El Huáscar y sus visitas a Taltal

El Gobernador leyó en silencio la nota que lo ponía en


una situación difícil por el pedido de entregar la plaza sin resistir
y que, en palabras del oficial, asumía que en Taltal había un apoyo
mayoritario de la población hacia la causa congresista. La auto-
ridad le hizo saber que su respuesta sería en breve y por escrito.
Pasado el mediodía, el secretario de la Gobernación, Arturo Auger,
fue el encargado de llevar la carta respuesta al comandante del
“Huáscar”. Esta decía:
“Taltal, Enero 23 de 1891.
“Acuso recibo de la nota de usted, fecha de ayer, en que me
comunica que comisionado por el Soberano Congreso para
restablecer el orden constitucional en algunos puertos del
litoral, me intima la rendición del Departamento que dirijo.
“Me agrega usted que se hace un deber en hacerme presen-
te que serán respetadas todas las vidas y propiedades de las
personas que actualmente forman parte de la Administra-
ción de este departamento y, en caso de resistencia, me hace
responsable de las consecuencias que puedan sobrevenir.
“El infrascrito, como las fuerzas que le obedecen, está resuelto a
rechazar enérgicamente cualquier tentativa de invasión de esta
parte del territorio de la República que me está confiado por el
Gobierno constitucional de S.E. el Presidente de la República; y,
en consecuencia, declina en usted toda responsabilidad a los ma-
les que puedan sobrevenir con el ataque que usted me notifica.
“Dios guarde a usted.
“Marcos 2° Solar”.

El Comandante del “Huáscar”, sin dudarlo, respondió de


inmediato al Gobernador en los siguientes términos:
“Taltal, Enero 23 de 1891.
“A la mayor brevedad que le sea a usted posible, deberá hacer retirar
de la población la gente indefensa que con motivo de su negación para
entregar la plaza, queda expuesta a las consecuencias de un combate
entre las fuerzas de mi mando y las que guarnecen este puerto,
procurando evitar de esta manera la efusión de su sangre inocente.
“Dios guarde a usted.
“José M. Santa Cruz”.

Manuel José Vicuña, el vecino emisario del sector anti


Balmaceda, consideró que era urgente entrevistarse con el Go-
bernador para persuadirlo que acatara la petición de entregar

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Sergio Prenafeta Jenkin

el mando de la ciudad. Sugirió que se formara de inmediato una


comisión de chilenos y extranjeros presentes para darle mayor
representatividad a la petición, pero la negativa de estos últimos
a integrarla la hizo fracasar. Vicuña anticipó que si el Gobernador
insistía en oponer resistencia, sus parciales –los conspiradores–
estaban decididos a tomar las armas.

Entretanto, los opositores se habían reunido en el Hotel


“La Bolsa”, en calle Torreblanca, y en la casa de los vecinos Beli-
sario Valenzuela y Francisco Bustos para considerar lo que estaba
sucediendo. El primero mantenía algunas armas y suministros en
su domicilio. Conforme a la usanza del momento, en el Hotel no
cabían sino hombres y éstos eran: Manuel Thayer, Jovino Aguirre,
Guillermo Julio Zuleta, Demetrio Larco, Manuel Jesús Toledo, Pedro
Vidal, José 2° Carrasco, Juan Toro, José Claro Arancibia, Federico
Katz, Camilo Godoy, José Verdugo, Ramón Ramírez, Clodomiro
Villanueva, José Mercedes Martínez, Juan Rodríguez, Juan Ma-
nuel Peña, Epifanio Soza, Juan Salamanca, Fidel Rivera, Braulio
Rencores y Clodomiro Leyton, entre muchos otros.

El Hotel era vecino del Cuartel de Policía, en calle Esmeralda


y aunque ganaba adeptos la idea de atacarlo, también pesaba el
hecho que los acuartelados sumaban más que 80 hombres. Pero
los rebeldes tenían un dato sin plena confirmación: que entre los
policías habría algunos que simpatizaban con la causa congresista.
Sin embargo, en este mundo de las indiscreciones surgió lo ines-
perado. Una señorita de apellido Varas interrumpió a los vecinos
Valenzuela y Bustos para contarle que “desde el cuartel lanzaron
una piedra envuelta en un papel que traía un mensaje”. Decía:
“Un buen número de soldados de la Policía está dispuesto a
abandonar el cuartel al primer disparo que se dé al grito de ‘Viva
Chile’, para ponerse a las órdenes de los que atacarán y coope-
rar al esfuerzo de los paisanos y vencer a los demás soldados”.

Valenzuela y Bustos dudaron de tan gratuito anuncio y


decidieron comprobarlo. En el patio del recinto había una muralla
en muy mal estado, la que aprovecharon para tomar contacto
con algunos uniformados al otro lado, los que confirmaron el
mensaje. En cosa de horas se produjo un intenso ataque a los
policías atrincherados en la plaza. Algunos contabilizaron dos
muertos en la refriega donde el capitán del pelotón, Alejandro

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El Huáscar y sus visitas a Taltal

Ugarte, resultó con serias heridas. En su obra “Historia del Poder


Local. La comuna autónoma de Antofagasta, 1891-1924”, su autor
Héctor Ardiles hace subir a cuatro los muertos: un centinela y tres
guardias de caballería.

Con las primeras sombras del anochecer se rindió el


cuartel luego del amotinamiento de unos policías, lo que generó
un enfrentamiento entre los sublevados y los soldados del “Buin”.
Acto seguido, un bote donde se portaba una bandera blanca se
acercó al “Huáscar”, llevando una nota de rendición del Gobernador.
Momento después, la autoridad quedó prisionera en el monitor.

Desde tierra, dos cañones abrieron fuego respondien-


do los disparos, en tanto un tiro derribó un palo en la proa del
“Imperial”. Los barcos disparaban al edificio de la Gobernación,
a una cuadra de la playa, pero luego hubo desembarco de tropas
que causaron severos daños en la Municipalidad, la Aduana y la
oficina de Telégrafos, mientras era destruida la imprenta del diario
“La Comuna” y se producía un saqueo en un club social donde se
organizaba un banquete.

Los soldados del “Buin” no quisieron rendirse y deci-


dieron iniciar una fatigosa marcha a pie a Antofagasta, la que le
tomó dos días. Una brigada de socorro dispuesta por el intendente
salió a esperarlos con agua y provisiones. Un grupo de 25 leales
del “Buin” y 17 policías, comandados por su jefe Juan Balbontín,
llegaron a Antofagasta el 26 de enero, recibiendo un saludo del
puerto nortino.

En Taltal, entretanto, tomado ya el mando por los cons-


titucionalistas, asumió como Gobernador Manuel José Vicuña y
la guarnición quedó en manos de Epifanio Robins y 50 soldados
del batallón “Valparaíso”. Días más tarde, el 2 de febrero, todos
los efectivos se embarcaron en el transporte “Cachapoal”, junto
con caballos para las tropas. Ese mismo días zarpó el “Huáscar” y
el “Cachapoal” rumbo al norte, luego de haberse conformado el
“Batallón Taltal” que partió el 16 de febrero con destino a Iquique.
Comandante de este nuevo cuerpo de guerra fue designado el
vecino Olegario Pairoa, sin que nadie pudiese saber qué virtudes
de mando militar tenía a su haber este ciudadano. El batallón fue
elevado tiempo después a la categoría de “Regimiento Taltal N°
4”. Al mando de estas tropas fue nombrado en agosto de 1891 el

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Sergio Prenafeta Jenkin

Teniente Coronel Juvenal Bari, con un total de 1.015 hombres a


su cargo.

Un Plan para liberar a Chañaral

La historia de Taltal nos hermana en muchos momentos


con la vecina Chañaral, desde la dependencia a la entonces provin-
cia de Atacama, que compartimos, como al desarrollo de la gran
minería del cobre (Potrerillos, El Salvador), respecto (en volumen)
a la explotación salitrera en el cantón de Taltal y al auge de la pe-
queña minería metálica. Esto nos alentó a conocer más de cerca a
Chañaral de las Ánimas (por el rico mineral de ese nombre) donde
nos encontramos con el plan militar ideado en nuestro puerto para
liberar a Chañaral durante la Revolución de 1891.

Chañaral –tierra de chañares- había sido recuperado


el 22 de febrero de ese año por las fuerzas leales al Gobierno de
Balmaceda. En su interesante libro “Episodios de la Revolución de
1891 en Atacama” (2011), su autor, el profesor Omar Monroy López,
cuenta que “la estrategia de ataque contempló una expedición que
iría por mar y otra marcharía por tierra. La primera descendería
al sur de Chañaral y la segunda por el norte, con el fin de cercar a
los balmacedistas entre dos fuegos”. La estrategia se llevó a cabo
con pleno éxito al amanecer del 18 de marzo de 1891. Lo ocurrido
en Chañaral, Caldera, Copiapó, Vallenar y Huasco excede nuestro
relato, sin embargo el texto examina la participación que les cupo
a los regimientos Taltal, Chañaral, Atacama y Huasco 11 de Línea,
ya desplazados a la zona central del país, en los luctuosos sucesos
de Concón y Placilla.

Terminada la guerra civil y muerto Balmaceda, la preocu-


pación de los nuevos gobernantes fue corregir el comportamiento
de algunos regimientos del norte que marcharon armados por las
calles de la capital, pidiendo que se les pagara su suple y se los
regresara a sus lugares de origen. Entre ellos, señalan las crónicas,
estaban las unidades “Atacama”, “Chañaral” y el “Taltal”. Los
mineros de estas dos últimas unidades se reunieron sin permiso
de sus jefes para reclamar por los pagos prometidos y exigir su
vuelta al norte, no sin antes traer en sus mochilas “recuerdos”
del pillaje que acompañó cada combate.

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El Huáscar y sus visitas a Taltal

¿Cuántos “Taltales” conoces?

Con el nombre de nuestro puerto se bautizaron varias


embarcaciones a partir de la Guerra del Pacífico. El Boletín oficial
de este conflicto (1879-1881) da cuenta de lo sucedido al barco de
guerra peruano “Oroya” en su incursión a Tocopilla, lo que Rodrigo
Fuenzalida Bade detalla en su libro “La Armada de Chile desde la
Alborada al Sesquicentenario (1813-1968)”. Expresa:

-Estando El Callao libre de vigilancia, no había nadie que


impidiera a los buques peruanos ejecutar operaciones similares a
las que hiciera en su oportunidad el “Huáscar” y a la efectuada por
la “Unión”, más aún el Perú, hasta la fecha, había sido hostilizado
en su frente económico con la sistemática destrucción de las insta-
laciones portuarias de sus puertos guaneros. Debía esperarse, en
consecuencia, “en reciprocidad” algún golpe de mano por algún
barco de su marina a los puertos chilenos.

Efectivamente, el vapor transporte peruano “Oroya”, al


mando del capitán de fragata Toribio Raygada, salió de El Callao al
amanecer del 30 de marzo llevando a bordo una partida grande de
hombres, que se calculó en 500, y un cargamento de armas para el
ejército de Arequipa, cuya costa estaba bloqueada. El buque des-
cargó en Chira, caleta muy cercana al sitio donde se encontraban
los buques chilenos, sin que estos lo vieran. Terminada la faena, el
“Oroya” puso rumbo a Tocopilla, guarnecida solo por 23 hombres
de infantería y ninguna artillería. Inmediato a este puerto, por el
norte se encontraba la caleta Duende, donde existía una máquina
beneficiadora de metales y un muelle, en cuya cercanía estaba
fondeado un pequeño remolcador de puerto llamado “Duende”,
sin dotación a bordo, del que el “Oroya” se apoderó. Luego se
dirigió a Tocopilla donde se encontraba el pequeño vaporcito
“Taltal”, de 45 toneladas, al ancla en la bahía y mandado por el
piloto José Theodor.

Al ver el transporte, el “Taltal” huyó, al igual que Con-


dell en Punta Gruesa, pegado a la Punta Algodón. Raygada, sin
acercársele, le hizo fuego. A esta agresión, el “Taltal” le disparó
las tres únicas balas rasas que tenía en su cañoncito de señales
y después con pólvora sola. Notando Theodor que el “Oroya” le
cortaría el paso por su mayor andar, viró de vuelta encontrada con
su enemigo y se filtró al interior del puerto, siempre pegado a la

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Sergio Prenafeta Jenkin

costa y se atracó al muelle, adonde habían acudido los 23 soldados


de guarnición y cuanto poblador había, armados de cuchillos y de
corvos para rechazar cualquier intento de desembarco. El “Oroya”
se retiró y siguió al norte muy apartado de la costa, en dirección
a Pisco y luego a El Callao. El capitán Raygada demostró en esta
incursión gran pericia náutica y valor personal al arriesgarse tan
cerca de los barcos chilenos.

Pero una historia fue la de un “Taltal” combatiente y


otra la de barcos de cabotaje y de pesca que con el nombre de
nuestro puerto y a su hora se hundieron en el océano. En 1917, en
tiempos de paz, naufragó un barco llamado Taltal en la Isla Mas
Afuera según el Registro de Naves. No hay detalles de los daños
materiales y de vidas humanas. El 13 de julio de 1942, en cambio,
el vapor chileno Taltal, de 1.196.27 TRG (toneladas de registro
grueso) se hundió en las cercanías del Faro Guafo, en la isla del
mismo nombre al Suroeste de la Isla de Chiloé. Era un viejo vapor
construido en Dundee (Escocia, Mar del Norte) en 1859 con el
nombre de ‘Pladda’. Fue reacondicionado en Chile en 1914 y per-
teneció a la Sociedad Anónima Marítima Chilena, para luego ser
controlado por la Compañía Sudamericana de Vapores en 1939.
Cubría el transporte de pasajeros y el cabotaje de sur a norte. A
la fecha del siniestro que significó su pérdida total, contaba con
53 años de bien utilizados servicios a los puertos del país. Todos
los tripulantes y pasajeros se dieron definitivamente por perdidos
en una de las grandes tragedias que han enlutado a la Marina
Mercante Nacional.

Hubo también un pesquero de alta mar llamado Taltal,


de 209,96 TRG, que naufragó en faena de pesca el 25 de mayo de
1994 en las proximidades de Huasco, alrededor de 5 millas mar
afuera del sector denominado Punta Mariposa, a consecuencia
de haber perdido su brazo adrizante producto de la fuerza que
ejercía la pesca por efecto de la clavada del cardumen tratando
de salir de la red. Murieron dos tripulantes y un tercero sufrió un
traumatismo encéfalo craneano.

A los anteriores habría que agregar otro Taltal, “vaporcito”


chileno de don Rafael Barazarte que estaba al ancla en Valparaíso
y se fue a pique sobre sus anclas por efecto de la mar gruesa del
Noroeste, sin ocasionar víctimas.

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El Huáscar y sus visitas a Taltal

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

22. VIDA RELIGIOSA

La instalación de la Parroquia San Francisco Javier tiene


su particular historia, en tiempos que la Iglesia (católica) y el Estado
no estaban separados, algo que se vino a resolver en la Constitu-
ción de 1925. En todo caso, las decisiones eclesiales dependían del
Obispado de La Serena y las económicas del gobierno a través de
la Intendencia de Atacama.

En un comunicado emanado del obispado de La Serena el


27 de junio de 1879, se informaba a la Intendencia de Atacama que
“con fecha 17 de mayo próximo pasado he nombrado vice párroco
de la nueva parroquia de Taltal al presbítero don Felipe Mardones.
Lo comunico a US para que en conformidad con lo mandato por el
decreto supremo del 12 de diciembre de 1864, se sirva ordenar se
cubra al expresado párroco por la Tesorería respectiva el sínodo
que le ha sido asignado por el Supremo Gobierno, previniendo a
US que el citado vice párroco principiará a ejercer sus funciones
en Taltal desde el primero del mes entrante.

Dios guarde a US. José Manuel Obispo de La Serena”.

El padre Mardones llegaba trasladado de la parroquia


de Chañaral de las Ánimas. Nada hacía suponer que las decisiones
que debía tomar para dar inicio a la construcción de la parroquia
generarían los primeros roces de su gestión con la autoridad. Desde

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Vida religiosa

Taltal el cura Mardones envió el 24 de agosto de 1881 la siguiente


nota al Intendente de Atacama:
“Con fecha de ayer el señor Subdelegado de este pueblo me
ha transcrito la rectificación que US ha hecho a la concesión
del terreno para iglesia y casas parroquiales de este pueblo.
“Debo hacer presente a US a fin de que ordene no se lleve a efec-
to dicha rectificación, que usando de la concesión y después de
haberme puesto en posesión del local, el señor Subdelegado de
aquella época, he edificado casa parroquial y una capilla provisoria
de 31 m 81 cm con frente a la plaza, principiando desde el límite
de la concesión para la esquina, en la cual se edificará la iglesia.
“Desde donde limita la concesión he seguido edificando para
el centro de la manzana como unos 24 m, de modo que para
hacer la rectificación y abrir la calle al medio de la manzana
fiscal, sería preciso derribar toda la casa parroquial, la sacris-
tía y notaría pues serían 6 m 81 36/44 cm de frente a la plaza,
por cerca de 24 m de largo hacia el interior de la manzana.
“Yo creo que la calle no quedaría muy angosta si se le ha quitado
de ancho los 6 metros y 81 cm, o si este mismo se le quitara a la
otra manzana, donde no se elevaría ningún edificio. Todo lo que
resultaría sería que una manzana quedara cerca de 7 metros más
chica que la otra, cuyo efecto no sería notable sino midiendo.
“La concesión US sabe que es 56 m 81 36/44 cm de frente a la plaza
por 44 m de fondo, que multiplicado el fondo por el frente
dan 2.500 metros cuadrados.
“Espero y suplico a US que con el mérito de lo que dejo expuesto,
se sirva ordenar no se lleve a efecto la rectificación que ordenó
hacer, por estar edificada esa misma parte que corresponde a la
rectificación, y que sería muy grave perjudicar a esta vice parroquia.
“Dios guarde a US.
“P. Felipe Mardones”.

El Intendente de Copiapó no era hombre cercano a


la iglesia y si cumplía las órdenes del gobierno quería ceñirse
estrictamente a lo que se le había estipulado realizar. El Padre
Mardones, en cambio, hizo un trazado a su gusto alterando hasta
las dimensiones de una calle. Es por ello que el 5 de noviembre
de 1881 el obispo de La Serena, monseñor José Manuel Orrego,
le comunicó al Intendente lo que sigue:
“Con esta fecha he nombrado vice párroco de Taltal al presbítero don
Daniel Cisternas, en reemplazo del presbítero don Felipe Mardones
que desempeñaba aquella vice parroquia. Lo comunico a US para
que en conformidad con lo mandado por decreto supremo de 12

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Sergio Prenafeta Jenkin

de diciembre de 1864, se sirva ordenar se cubra al expresado vice


párroco Cisternas por la Tesorería respectiva el sínodo que le está
asignado en la ley de presupuestos del culto. Dios guarde a US.”

El Padre Mardones debió liar sus bártulos y viajar al sur


para incorporarse a una pequeña capilla rural, lo que en otra
lectura se podría considerar como ingresar a “zona de castigo”
por desobediencia.

La parroquia que se erigió a fines del siglo XIX frente a la


plaza Prat pasó a ser una referencia destacada en la vida del puer-
to. No fue el único lugar de culto. Una ley del 28 de julio de 1899,
otorgó permiso a la Sociedad Unión Evangélica para conservar
durante 30 años la posesión de sitios y edificios en Concepción,
Valparaíso, Taltal y Tocopilla. Se refería a la iglesia con sede en
calle O’Higgins N° 32 (numeración antigua) y que existe hasta hoy.
La colonia anglicana, por su parte, integrada por los ingleses que
trabajaban en el ferrocarril salitrero, tenían su lugar de reunión
dominical en calle Esmeralda, a pasos del recinto ferroviario. La
comunidad evangélica levantó más tarde su propio templo de
moderna factura –cemento y hormigón– hacia los años setenta
del siglo XX en calle Riquelme, a dos cuadras de la Plaza Prat.

De los servicios pastorales de la parroquia San Francisco


Javier se encargaron durante muchos años sacerdotes alemanes y
luego holandeses. Con ellos se organizaron los grupos de Acción
Católica Femenina; su rama juvenil conocida como “las boinas
blancas” por el atuendo que portaban durante reuniones y cere-
monias; los grupos infantiles y juveniles masculinos que tenían su
amplia convocatoria en el “Centro Católico”, al costado sur de la
parroquia y también un grupo reducido de adultos mayores padres
de familia, a los que solía alentar el obispo diocesano en su visita
pastoral. Para ellos había un recado y compromiso especial de la
iglesia por su responsabilidad como formadores de las nuevas
generaciones, a través del análisis de problemas apremiantes
tanto en la vida comunal como nacional.

La sola noticia de una adolescente que estuviese em-


barazada sin haber contraído matrimonio, llamaba a escándalo
público y a la sanción silenciosa y a veces brutal de sus progeni-
tores. Pero también el abandono de los hijos por el padre, la falta
de atención a los deberes en el hogar, el alcoholismo, el uso de

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Vida religiosa

la violencia y la cesantía, etc. eran asuntos que llamaban no solo


a la reflexión sino a la acción. El tema de la sexualidad humana,
sin embargo, quedaba ajeno a toda consideración. De solo citarla
se la degradó a la condición de asunto vedado, de territorio del
demonio, de concupiscencia o el apetito desordenado de placeres
deshonestos y, por supuesto, de pecados que se resolvían en el
confesionario, frente a las consultas del cura que quería precisar
“cuántas veces y con quién”. Tampoco era asunto que podía
esperarse que lo asumieran los colegios en sus salas de clases,
donde comenzaban a formarse las generaciones de reemplazo.
Recuérdese que los “centros de padres” no existían y el diálogo
entre padres y docentes no tenía cabida en la dinámica escolar. O
tal vez todas las explicaciones, advertencias y consejos deberían
haber recaído en médicos y matronas, quienes siempre fueron
escasos para preocuparse de tales propósitos. El profesional
psicólogo y menos aún el sociólogo eran desconocidos aquí y en
otras actividades del puerto.

Cuando se examina la condición humana misma de los


pasados 150 años en nuestro terruño –no se necesita ir más lejos
de eso– se advierte que “cualquier tiempo pasado” no fue mejor.
Allí aparece una serie de crespones negros y clamores públicos
que la Iglesia Católica, mater et magistra, madre y maestra, no
supo traducir y enfrentar como los grandes signos de los tiempos.
Hubo encíclicas memorables –la voz del Papa, jefe de la Iglesia– y
cartas pastorales –la opinión de los obispos– en el campo de los
derechos humanos que no se tradujeron en cambios conductuales
en unan iglesia dialogante y aggiornada (aterrizada, actualizada)
para los tiempos nuevos que todos enfrentaban. La llegada del
P. Francisco Robles (Ver el capítulo Personajes) le imprimió otro
sesgo a la institución eclesial.

Muy pocas vocaciones consagradas surgieron desde la


antigua parroquia taltalina. Por lo menos dos religiosas y un sacer-
dote. Ellas fueron Sor Geraldina Bustos Grenet; la Hermana Petronila
Ester Olivares del Sagrado Corazón, del Monasterio Carmelita de
San Rafael, conocida cariñosamente como “la Hermana Lolita”,
fallecida el 19 de junio de 2016 en Santiago, y el Padre Torres, que
durante un breve lapso tuvo a su cargo la parroquia en Taltal hacia
los años sesenta del siglo pasado.

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Sergio Prenafeta Jenkin

Desde mediados de los años cuarenta del siglo XX, la


Asociación de Mujeres Católicas inició una serie de actividades
tendientes a reunir fondos para ir en ayuda de personas y familias
más necesitadas. Organizaron un bazar múltiple durante las fiestas
patrias de septiembre, que con el paso de los años llegó a ser la
actividad más importante de esa semana. El gran comedor del
Centro Católico recibía a las familias que llegaban a probar la refi-
nada pastelería y los helados que anunciaban la pronta primavera.

Los famosos helados “cuajaban” de milagro ante la escasez


de hielo, el que era traído desde Antofagasta la noche anterior al
inicio del Bazar. El hielo venía de los frigoríficos en grandes barras
forradas de viruta para evitar las pérdidas en un viaje que, por el
camino de Paposo tomaba ocho horas. Con el hielo comenzaba un
trabajo artesanal en cubos pequeños donde la parte más agotadora
la llevaba quien hacía agitar las paletas de una pequeña máquina
hasta convertir la mezcla líquida en un sólido pastoso de excelente
sabor. Toda la familia aguardaba la llegada de ese momento final
cuando el cubo se destapaba, la misma espera que soportaba el
voluntario que aguardaba vaciar el contenido para quedarse con
una porción gratuita de aquél postre.

Los curas holandeses “vistieron” la parroquia. Trajeron


un pesebre con todos sus elementos humanos y animales que
se desplegaba con la llegada de la navidad. Imágenes, cuadros,
candelabros, paramentos múltiples, un armonio manual y una
gran pianola a cuerdas, etc. instalaron un estilo sacro que la
gente respetó, asumió y protegió. Era el tiempo de liturgia con
“santos tapados” los días de Semana Santa; de los telones ne-
gros pendientes de los ventanales en las misas de difuntos, de
las procesiones en torno a la plaza Prat visitando y rezando en
altares confeccionados con utilería que las familias traían de sus
propios hogares. El cura, cobijado bajo una toldilla donde protegía
el “Santísimo”, lo presentaba a los asistentes con motivo de la
festividad de Corpus Christie.

En otras oportunidades, como en la celebración de la


Virgen del Carmen, las procesiones se extendían por la calles Prat
y Serrano cuando éstas no habían sido pavimentadas los prime-
ros 20 años del siglo pasado. Se cuenta que el alcalde radical del
momento ordenaba que se regaran profusamente estas calles
horas antes de iniciar el desfile, a sabiendas que el barro que se

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Vida religiosa

formaba dejaría ingratas marcas en las largas faldas, vestidos y


zapatos que usaban las feligresas. Cuando el Dr. Olegario Olivares
Vargas jubiló y se radicó en la capital, en una entrevista que se le
hizo en revista VEA en su condición de ser el médico más antiguo
de Chile en ese momento, se le consultó por la veracidad de esa
ingrata jugarreta alcaldicia contra las “pechoñas” taltalinas.

“Algo de eso hubo pero son cosas del pasado que más
vale no recordar”, dijo don Olegario. Lo mismo respondió cuando
se le consultó si fue cierto que una vez el conocido librepensador
local Rómulo Cordero Waters, ingresó a caballo a la parroquia por
su nave central mientras se celebraba una misa. Don Olegario
aclaró que “ese fue una apuesta que hizo Rómulo y la ganó” ante
una descontrolada feligresía.

Eran tiempos bravos donde las posturas laicas tenían


firme asiento en una colectividad política, el Partido Radical, lo
que no era óbice para que las esposas y los hijos de esos laicos
fueran a misa, se bautizaran y se casaran hincados mirando al al-
tar. El funeral de muchos de estos próceres partía desde la puerta
misma de la parroquia, con el ruego del celebrante para que “las
puertas del paraíso” se abrieran también para el difunto y para
que santos y mártires saliesen a recibirlo. Por eso que son muy
pocas las sepulturas antiguas del cementerio taltalino que carecen
de una cruz, exceptuando por cierto a judíos y chinos.

Pero todas estas y muchas otras anécdotas ardieron


como en la boca del infierno cuando un incendio dejó convertida
a la parroquia en cenizas en menos de 25 minutos el 5 de enero
de 2007, día de Santa Emilia. No valió la pena insistir en cuál fue la
causa del siniestro si la destrucción fue total, sobre todo siendo
la parroquia vecina del Cuerpo de Bomberos en calle Ramírez, el
que no pudo hacer nada ante la voracidad de las llamas. Todo se
fundió, incluyendo las pesadas campanas cuyo repique era escu-
chado en todos los rincones del puerto, incluso la hora de su reloj.

El puerto lloró esa madrugada al ver que algo que se sentía


como una parte del domicilio personal y familiar estaba convertido
en un polvo negro y sucio. Desde entonces se hicieron ingentes
esfuerzos para levantar una parroquia nueva y cuatro años más
tarde se colocó la primera piedra del futuro templo. El Gobierno
asumió el financiamiento mayor de la obra con cargo al Fondo

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Sergio Prenafeta Jenkin

Nacional de Desarrollo Regional y el 18 de abril de 2013 se hizo el


corte de la cinta inaugural del templo. Su consagración tuvo lugar
el 7 de junio de ese año ante la alegría general de la población.

El diseño de la nueva parroquia fue convocado a través


de un concurso profesional, el que ganó en primera instancia
un destacado arquitecto nacido en Taltal. La madera foránea
de pino oregón que traían los barcos extranjeros que venían a
buscar salitre las últimas décadas de 1800, debió ser cambiada a
otro tipo de materiales (acero y cemento) según la norma nacio-
nal de construcción. Aquello inspiró al arquitecto para modificar
ligeramente el diseño de la fachada del templo, lo que no gustó
a la cristiandad local que pedía una iglesia cuyos planos fueran
copiados exactamente de la que acababa de quemarse. Incluso
se recurrió al viejo expediente local de hacer “correr listas” de
firmas para acreditar la petición. El profesional comprendió que
Vox Populi vox Dei, que la voz del pueblo es la voz de Dios y declinó
recibir el premio que se le había asignado para poder así atender
el deseo de la gente.

Para quien no visitaba Taltal por lo menos hacía una dé-


cada, la nueva parroquia y la antigua fueron al final casi lo mismo.
Pero para el que privilegia los detalles finos no lo es tanto. Se bajó
el coro a un rincón del primer piso, la música de capilla se cambió
por otra del folklore andino, la que el propio cura párroco, P. David
Barril López, nacido en la localidad de Chiu-Chiu, cerca de Calama,
domina a la perfección guitarra en mano. Al interior del templo
falta espacio para seguir colocando imágenes de santos, mártires,
vírgenes, leyendas, etc., algo propio de la liturgia decimonónica.
Hasta las campanas suenan distinto. Es que el canto de Mercedes
Sosa tiene razón: cambia, todo cambia.

El santuario de La Puntilla

En 1940 se llevó en bote hasta la Puntilla, tres kilómetros


al sur de la ciudad, la imagen de la virgen de Lourdes, en manos
de Ismael Adaros Didier (Ver capítulo Personajes); el comerciante
Roque Caracciolo y otros feligreses, acompañados por el párroco
Antonio Hook Antin, holandés. Se dio comienzo así a la construc-
ción de un sitio de recogimiento y oración , que en 1942 tomó

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Vida religiosa

las características de santuario originado por el peregrinar de


pescadores y devotos. La muralla del santuario, colindante con
el cerro, se fortaleció para favorecer el reposo y seguridad de
los visitantes, el que pronto comenzó a llenarse con planchas de
bronce en agradecimiento de los fieles por los cuidados ofrecidos
a enfermos o la resolución de problemas en las familias. Lamen-
tablemente el bronce fue robado para venderlo por chatarra, sin
perdón alguno. En 1997 el Consejo pastoral de la Parroquia aprobó
la idea de dedicar el 11 de marzo de cada año a la celebración de la
fiesta madre, con participación de fieles y bailes religiosos locales
y regionales. Se amplió el sendero costero que bordea los cerros,
disponiendo allí una carpeta asfáltica para el tránsito vehicular.
Se dotó de agua al sector de la gruta y se construyeron servicios
higiénicos en el lugar; se dispusieron estacionamientos para vehí-
culos y una explanada como espacio para el desarrollo de los bailes
religiosos. Todos estos esfuerzos colectivos se opacaron cuando
un piquete de vándalos sacó de su lugar y rompió la imagen de la
virgen, la que debió ser reemplazada por otra imagen de menor
tamaño pero resguardada del alcance de la gente.

Los bailes religiosos se inscriben precisamente en este


cambio. Los días 8 al 11 de febrero de cada año se dan cita en el
puerto grupos de bailes especializados con el propósito de parti-
cipar en la Fiesta de la Virgen de Lourdes, la única que en el norte
del país ocurre a orillas del mar. Son los mismos grupos que acuden
a festividades masivas como la fiesta de La Tirana en el desierto
de la I Región, a la peregrinación de la Virgen de La Candelaria en
Copiapó o de la Virgen de Andacollo en esa localidad minera de
la IV Región. Estas agrupaciones surgieron en mayor número con
posterioridad a la década de 1950, muchas veces con un mínimo
respaldo de obispos y sacerdotes que los veían como expresio-
nes de un paganismo local. Fue necesario que cada agrupación
educara al público sobre los propósitos de los bailes, el sentido de
sus nombres particulares (Pieles Rojas, Tinkus, etc.), la monotonía
inalterable de su música, la adhesión efectiva de los integrantes al
servicio del evangelio que exige que la conducta del cristiano –con
o sin disfraz– debe ser siempre motivo de honestidad y servicio
para los que más lo necesitan.

Algunos de estos bailes religiosos acompañan hoy a las


protestas coyunturales de la vida política y gremial del país, ge-
nerando confusión entre quienes los respetan y admiran. Es que

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Sergio Prenafeta Jenkin

Bastó menos de una hora para que la Parroquia San Francisco Javier quedara
convertida en cenizas.

La nueva parroquia entre el hermoso telón de fondo del océano y la arboleda


siempre viva de la Plaza Prat.

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Vida religiosa

sigue teniendo vigencia la milenaria admonición que hay que dar


“Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

La primera “Casa de Dios” en nuestro extenso terruño, no


fue la parroquia de Taltal sino la Capilla de Paposo, erigida 93 años
antes en 1787 y renovada en 1855 a los pies del Agua del Milagro.
Su humilde altar parecía muestrario de minerales de la zona, con
el ruego y la “manda” para que no se acabara la veta. Un descuido
de su cuidador determinó que una de las velas dejadas encendi-
das por alguna alma piadosa, ocasionara un incendio que quemó
rápidamente la madera reseca de su estructura. Nunca se volvió
a levantar allí una nueva capilla, en tanto dos de ellas surgieron
en Taltal: una en lo alto de calle Torreblanca y otra a pocos metros
del mismo cementerio, en el barrio La Caleta.

El viejo local del “Centro Católico” sirve hoy de comedor


para niños, jóvenes y adultos de escasos recursos, organizado por
las damas de la Acción Católica que comprometen y recogen la
ayuda de comerciantes, vecinos y de la I. Municipalidad durante
todo el año para estos altos propósitos. Por su parte, un comité
especial de estas damas ha comprometido un programa especial
de visitas a los reos –hombres y mujeres– de la cárcel de Taltal,
con el fin de atender sus necesidades y trámites básicos con sus
familias, sobre todo porque buena parte de ellos no pertenecen
a la comuna.

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

23. DESASTRES NATURALES

El paso de los años ha dejado huellas profundas en nues-


tra comuna, con la suma del deterioro provocado por terremotos,
aluviones, tsunamis, hundimiento de barcos, incendios, avalanchas
de barro, derrumbes en minas y caminos, epidemias, caídas de
aviones, etc. Hasta tuvimos un terremoto el día de los inocentes,
un 28 de diciembre. Para no creerlo.

En el área Norte de Chile (18° y 27° latitud Sur) se han


producido diez terremotos entre 1615 y 1990, que a su vez origi-
naron tsunamis de validez comprobada. De éstos, cinco han sido
destructores y dos de ellos sembraron el desastre a lo largo de
toda la cuenca del Océano Pacífico. En todo este lapso, el Norte
ha tenido una de las mayores frecuencias de tsunamis, récord
que comparte con Japón y las islas Aleutianas (islas volcánicas
ubicadas al sur oeste de Alaska, donde comienza el eje montaño-
so del Pacífico). Los sismos que originaron tsunamis con validez
comprobada ocurrieron en los años 1615, 1705, 1866, 1869, 1877,
1918, 1836, 1966, 1967 y 1983. Los tsunamis destructores fueron
en 1705, 1868, 1869, 1877 y 1918, los cuatro primeros localizados
en el extremo Norte y el último en el entorno de los 26° latitud
Sur, entre Taltal y Chañaral.

Los “informados” de siempre explican en Taltal que “todo


esto sucede porque, como lo dijo don Sady Zañartu, tenemos el

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Desastres naturales

mar más hondo del Pacífico”, falacia que con el tiempo pasó a ser
verdad de culto. Los expertos, sin embargo, precisan que la zona
comprendida entre los 18° y 20° latitud Sur (Arica e Iquique) y la zona
que va entre los 26° y 27° latitud Sur, son típicamente productoras
de tsunamis, donde la Placa de Nazca acumula mayor cantidad de
presiones, que al liberar energía se traduce en una falla normal
con ascensos y descensos bruscos del terreno marino, moviendo
significativamente la masa de agua circundante y provocando de
esta forma grandes tsunamis. Por lo contrario, sostienen, la zona
comprendida desde los 20° latitud Sur (al sur de Iquique y al norte
de Chañaral), aparece como libre de terremotos que ocasionen
tsunamis destructores. Este hecho, teóricamente, indicaría que
allí la placa acumula menor cantidad de presiones tectónicas y
las libera fallando en forma de desgarre o cizalla (fragmentos),
desplazando el fondo marino en sentido horizontal. Aquello no
sacude de forma significativa la masa de agua dispuesta encima,
de allí entonces la explicación por qué no se producen en esta área
oceánica tsunamis destructores. El último terremoto que produjo
tsunami ocurrió en Taltal y Chañaral en 1918, lo que no hay que
confundir con las típicas “bravezas” anuales de mar que tienen
otra génesis y son posibles de advertirlas a toda la población.
Sin embargo, los habitantes de Taltal y Paposo, en especial los
estudiantes, tienen permanentes programas y simulacros para
enfrentar un eventual fenómeno de este tipo.

Lluvias dañinas

Todo lo anterior no significa que el suelo costero sea


invulnerable a otros agentes naturales. Por ejemplo, el 13 de julio
de 1927, don Celedonio Prado, administrador de la estancia de
Paposo, le envió una nota (que conservamos) a don Arturo Lato-
rre Moreno, residente en Viña del Mar e hijo mayor de la familia
propietaria de esa extensa área, dándole cuenta los daños dejados
por la última tempestad:

-Se desencadenó un gran temporal de lluvia y viento que


duró toda la noche, destruyendo todo el camino carretero hasta
las minas, formando zanjas en la quebrada desde Perales hacia
arriba, con profundidad de más de un metro en algunas partes. En
las minas Unión, Reventón y Abundancia voló los techos de fierro

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galvanizado como hojas de papel. En Cascabeles –donde existe


una cascada natural– sigue corriendo el agua y los changos más
antiguos dicen que no recuerdan haber visto una lluvia más fuerte
que esta última. Los cerros del Rincón (al norte de Paposo) aún
permanecen cubiertos de nieve en la cumbre.

Cuando el frío invernal es intenso, suele caer nieve en la


cumbre de los cerros altos de la Cordillera de la Costa que enmar-
can el camino entre Taltal y el Rincón. Se trata de un espectáculo
único que de tarde en tarde llega para enriquecer la floración
de especies autóctonas y mantener la vida de una flora y fauna
especial. Cualquier lluvia en el sector que dure una o dos horas
con cierta intensidad determina serios problemas, cuando no la
interrupción del tránsito en el camino costero.

Sismos

Se han producido tantos sismos en los últimos 150 años,


que cada generación le informa a sus hijos cómo fue aquel terre-
moto que sus abuelos y padres sintieron porque el recuento de
ellos siempre estará lleno de sorpresas. El 27 de mayo de 1913 se
registró un gran sismo (nadie se ocupó en averiguar su intensidad)
porque las viviendas que quedaron en el suelo fueron demasia-
das. Pero el remezón mayor llegó el 21 de mayo de 1918, nada
menos que a las doce del día, cuando todos los escolares estaban
de punta en blanco listos para iniciar el desfile “a las glorias de
Iquique” frente a la Plaza Prat. Fue de tal intensidad que reventó
uno de los grandes estanques de petróleo ubicado en el sector
norte de la ciudad y derramó su contenido como un torrente en
la bahía, sobre la playa Atacama. Hubo tres muertos y decenas de
heridos. Aquella fue la primera ofensa, como dicen los ecologistas,
al patrimonio natural del ambiente marino. La playa quedó por
espacio de muchos años llena de petróleo, tal vez aguardando
una “segunda vuelta” cuando en ese sector se instalara la Enami.

Luego del terremoto de 1918, otro gran sismo ocurrido


el 13 de julio de 1936 volvería a traer el pánico a la ciudad a las 7.15
de la mañana. Hubo daños en el 80 % de las viviendas junto con la
ruptura de estanques y cañerías de agua potable y alcantarillado.
Los postes del tendido eléctrico se vinieron abajo y lo mismo ocu-

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Desastres naturales

rrió con los cables de telégrafo. Los daños en las oficinas Santa
Luisa y Flor de Chile detuvieron la producción de salitre. Las calles
no tardaron en llenarse de escombros.

El 28 de diciembre de 1966, un sismo de 8 grados de inten-


sidad en la escala de Mercalli, afectó a Taltal, Catalina y El Salvador,
con un saldo se seis muertos, 30 heridos y 975 damnificados. Salvo
la inauguración de la Planta Enami “José Antonio Moreno” el 12
de julio de ese año, que el pueblo recibió con beneplácito, todas
las demás noticias locales habían agitado los ánimos de los taltali-
nos. Se llevaron a Antofagasta la Junta Local de Auxilio Escolar, lo
que perjudicó de inmediato a los alumnos de la Escuela Industrial
(hoy Liceo Politécnico); hizo crisis la falta de viviendas, en tanto
la gerencia de la Oficina salitrera Flor de Chile anunció el 25 de
noviembre que no estaba en condiciones de seguir trabajando
porque sus ingresos “se habían ido a pérdida”. La navidad no fue
para nadie generosa en regalos hasta que llegó el día 28 lleno de
dolor y desesperanza. De inmediato visitó el puerto el Subsecre-
tario del Interior, quien recibió la protesta del alcalde “por estar
el Gobierno tratando de resolver los problemas producidos por
el sismo con gente foránea y no apreciar el apoyo comunal”. El
edil denunció que se estaba haciendo política con las casas que
se estaban entregando a los damnificados, toda vez que pronto
serían las elecciones de 1967.

El personero de Gobierno se volvió a Santiago bastante


molesto y sin ganas de regresar. El infaltable cabildo abierto se
realizó entretanto para informar a la opinión pública sobre el
estado de la situación. La comisión edilicia encargada del tema
viajó a la capital para entrevistarse con el Presidente Eduardo Frei
Montalva pero no los recibió. El proyecto que destinaba el 6% de
los fondos del cobre para Taltal se rebajó al uno por ciento y la
esperanza de la reconstrucción se vino de nuevo al suelo.

Municipios y entidades regionales fueron solidarios con


la situación que vivían los taltalinos. Los sindicatos de Empleados
y Obreros de Potrerillos entregaron casas para 19 familias a fin
de paliar los daños del terremoto en otros tantos hogares. Otro
aporte similar hizo el Sindicato de Empleados de la Andes Cooper
Mining Co., mientras Mejillones y Antofagasta enviaron materiales
de construcción. El total de las viviendas destruidas llegó a 960
y la reposición de buena parte de éstas se inició en 1967. Algunas

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de ellas formaron lo que hoy se conoce como Población Vigil, que


tomó el nombre del arquitecto y Delegado Regional de la Corpo-
ración de Servicios Habitacionales, Eduardo Vigil Olate. Para los
taltalinos que por razones de su trabajo viven fuera de la comuna,
pero que vuelven por lo menos una vez al año al terruño, no deja
de llamarles la atención que se le diera a un conjunto residencial
el nombre de un funcionario foráneo de gobierno que, por qué
dudarlo, cumplía temporalmente su trabajos con diligencia, como
debe ocurrir, pero no se bautizó al sector destacando a antiguos
vecinos o vecinas de apreciado testimonio comunitario pero cuya
memoria suele perderse en la noche de los tiempos.

El sismo de 1966 dejó en mal estado el Teatro Alhambra.


Ya había cumplido 45 años como cine y teatro y la polilla no descan-
saba en atacar toda su estructura. La familia propietaria acordó
ofrecerlo en venta a la Municipalidad, transferencia que se llevó
a cabo para someterlo primero a una cirugía mayor: se desarmó
sus galerías y el anfiteatro, se buscó el reemplazo de todo aque-
llo que lo hacía inseguro para recibir público y se hizo escuela de
orfebrería para conservar el estilo especial de su construcción.

El fuego amplía la desgracia

Hasta el término del siglo XX, la construcción habitacio-


nal de nuestro puerto era básicamente de madera que el tiempo
resecó y expuso a una chispa o un corto circuito para su pérdida.
En el curso del primer semestre de 2017, un incendio ocurrido en
el sector comercial del puerto –a media cuadra de la Plaza Prat–
convirtió en cenizas locales comerciales y habitaciones dejando a sus
dueños en difícil situación. Afortunadamente no hubo desgracias
personales, como tampoco hubo que lamentarlas en otro gran
incendio que afectó el 25 de junio de 1998 a la Sociedad Protectora
de Empleados, uno de los símbolos históricos del puerto. Hasta
el día anterior “la Protectora” era el territorio de la amistad y
camaradería, especialmente de los hombres que hacían y mante-
nían funcionando a la ciudad. A la mañana siguiente al siniestro
se había terminado para siempre ese factor de unidad que ofrecía
aquella hermosa casona blanca de dos pisos que miraba desde sus
balcones al corazón mismo del puerto.

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Desastres naturales

Desde entonces la edificación ha sustituido la madera


por el cemento y el acero. Los hermosos edificios de los estableci-
mientos educacionales con que cuenta el puerto tienen al cemento
como su material básico. Los constructores de la misma parroquia,
mandatados por organismos superiores del Estado, conservaron
en gran medida la arquitectura centenaria del templo pero ahora
usando materiales incombustibles.

El castigo de los aluviones

Hasta hace pocos años, el aluvión del 13 de junio de


1940 llenaba todos los relatos familiares. Parecía que después de
aquello ya no podía volver otro igual. Pero a la naturaleza no se
le puede imponer silencios para siempre y lo cierto es que por el
mismo camino llegaron otras dos avenidas más. En el año 1940
todo comenzó con una llovizna “a la hora de once”, cuando ya
los niños volvían de sus escuelas. Los cerros se cubrieron con una
niebla espesa y la oscuridad anticipó su llegada. El mar estaba
revuelto y los pescadores veían como sus botes desaparecían
bajo las olas una y otra vez. La lluvia se desató con fuerza y el río
de barro y piedras no tardó en aparecer por calle Bilbao en las
inmediaciones de la entonces Planta Eléctrica.

Por el declive propio que deja la quebrada, la calle


O’Higgins fue el cauce obligado del caudal que buscaba llegar a
la playa. Fue allí donde el barro causó la muerte a dos hermanitas
Tófalos cuando el torrente rompió la muralla del patio de la casa e
inundó las habitaciones llevándose a las menores Irma y Evangelus.
Momentos más tarde cobró la vida de la vecina Jovita Ramírez,
dueña de casa que estaba comprando en un negocio del sector. A
medida que avanzaba la noche, muebles de todo tipo eran arras-
trados por el aluvión: roperos, pianos, catres, comedores, etc. El
barro no solo se desplazó por calle O´Higgins sino que buscó la
diagonal para llegar a la calle Atacama, paralela a la anterior. Los
tabiques divisorios de las casas desaparecieron y los vehículos que
estaban en reparaciones en un taller mecánico en la calle Serrano,
quedaron cubiertos por piedras y barro. En total desaparecieron
50 casas y los damnificados llegaron a 200.

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Afortunadamente la topografía de la ciudad dejó intactas


cientos de casas ubicadas en lo alto del puerto (sector Hospital
21 de Mayo, cuartel de Carabineros), pero castigó con clemencia
a las viviendas y calles que le abrían cauce al aluvión. La I. Muni-
cipalidad, en los decenios siguientes, pidió el apoyo a las oficinas
regionales especializadas en el tema, para buscar la forma de
frenar, sino detener el caudal de agua y barro de futuras avenidas.
De esta forma se estudió la topografía de la quebrada de Taltal
y se decidió la construcción de piscinas de decantación seriadas
en el trayecto con el fin de aminorar la presión de arrastre de la
mezcla de agua, barro y piedras.

Como suele suceder en las realizaciones de mejoras públi-


cas en beneficio de la seguridad de las personas, hubo protestas
porque el municipio estaba “desviando recursos inútilmente al
construir piscinas decantadoras del tamaño de una cancha de
fútbol, en circunstancias que lo que necesita la gente son vivien-
das”. Producido el último aluvión las piscinas se fueron llenando
y amortiguaron en parte la presión del cauce de tal forma que si
se hubiera carecido de ese freno, el desastre mayor, aparte de
daños materiales, hubiese costado vidas humanas. La Municipalidad
evaluó lo ocurrido y decidió construir nuevas piscinas y mejorar
nuevas vías de desague seguras a fin de evitar a futuro daños
que comprometan el patrimonio público y privado. El tema de
los aluviones, generados en la pampa misma desde donde bajan
hasta el mar, no tiene otra mitigación que la asumida. La estrecha
quebrada de Taltal le dio espacio a la línea del ferrocarril salitrero
(que hoy no existe) y al camino vehicular porque no hubo ni existe
otra forma de evitar el encajonamiento propio de la quebrada.

El mar cobró vidas

El registro de los accidentes ocurridos en el mar cerca-


no al puerto no deja de sorprendernos. Lo que sucedió con el
monitor Huáscar en Taltal lo contamos en capítulo aparte. El 4
de octubre de 1933, en cambio, el vapor “Valdivia”, de 3.278 tone-
ladas, navegaba de Antofagasta a Taltal en la noche del 3 al 4 en
condiciones de buen tiempo, mar llana y cielo cubierto. En Iquique
había cargado 150 toneladas de fierro dulce (ojo con esto) en sus
bodegas 2 y 3.La tablilla de desvíos del compás magnético había

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Desastres naturales

sido rectificada alrededor de 15 días antes, pero no lo fue luego


de recibir el cargamento de fierro. Durante la guardia nocturna
el rumbo fue cambiado con respecto a lo previsto, tal vez a causa
de desviaciones anormales, alterado por la carga que transporta-
ba. A ello se sumó el manto de neblina que impidió ver la costa.
El buque varó entonces sobre unas rocas en Punta Grande y se
hundió rápidamente.

Hubo cierto tiempo para realizar salvamento pero a


causa del naufragio murieron dos niños que fueron arrebatados
por el mar de las manos de sus padres en los primeros momentos
del siniestro. Sus cuerpos reposan en el cementerio de Taltal.
Entretanto, los lugareños y los pescadores de Paposo se hicieron
cargo de la nave encallada, peleando por los restos y pertenencias
dejadas en abandono.

Once años más tarde del naufragio del Valdivia, el vapor


chileno “Huelén”, de 390 toneladas, naufragó en el sector cono-
cido como Punta de Plata, mientras navegaba desde Chañaral a
Antofagasta el 16 de agosto de 1944. Por causas que no quedaron
bien establecidas al haber desaparecido testigos indispensables
como el primer piloto, el timonel, el cuaderno de bitácora y la
carta de navegación, a las 2.10 de la madrugada el barco naufragó
y encalló 40 millas al norte de Taltal, pasado Paposo. El barco se
perdió totalmente. Algunos sobrevivientes fueron recogidos por
pescadores de Paposo, de Taltal y de Antofagasta, la mayoría en
embarcaciones a remo y vela, y por el transporte “Maipo” de la
Armada, que fue el único buque que captó las señales de auxilio
y logró llegar a las cercanías del navío siniestrado a las siete de
la mañana, procediendo al rescate de náufragos y cadáveres de
víctimas que se pudieron encontrar. De la tripulación, compuesta
por 22 hombres, se salvaron nueve incluido el capitán, en tanto
se rescataron siete cadáveres, algunos desde la playa. Hubo seis
desaparecidos.

El detalle preciso de estos naufragios está contenido en


el libro “La Historia del Mar en Chile”, de Juan Francisco Vargas
Sáez, editado en 1999. Sin embargo, no está allí lo que le ocurrió
al velero inglés “Sunday Mary Bell” en Punta San Pedro, al sur de
Taltal, cuyo palo real o palo mayor se conservaba en la plazoleta de
la antigua estación del ferrocarril, en calle O´Higgins. Una caldera

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de este velero, adquirida por don Alfredo Cordero W., sirvió para
hacer funcionar el winche de su muelle.

El 24 de septiembre de 1952, el barco “Santo Domingo”


sufrió su naufragio nuevamente en el sector de Punta Grande.
Era un buque motor de 415 toneladas que encalló 16 millas al
norte de Taltal. Navegaba desde Antofagasta a Valparaíso y
San Antonio con escala en Taltal, en condiciones de oscuridad,
tiempo cerrado y lloviznando. A causa de una navegación mal
llevada al no considerarse el error de la corredera –se comentó
más tarde que el piloto estaba en estado de ebriedad– realizó un
anticipado cambio de rumbo que en lugar de conducirlo a Taltal
lo llevó directamente sobre la punta y las rocas donde encalló.
Los náufragos fueron rescatados por el buque motor “Victoria”,
no hubo desgracias personales que lamentar pero el buque no se
hundió sino que quedó a pocos metros y a la vista de los curiosos
que se ocuparon, sin dilación, en desmantelarlo.

Hubo un varamiento posterior en Cifuncho, del cual


muchos lectores deben recordar detalles. En efecto, la noche del
10 de septiembre del año 2000, en plena Operación Unitas entre
barcos de la Armada de Chile y de los Estados Unidos, la barcaza
“Lemour Country” encalló y botó al mar gran cantidad de petró-
leo. No hubo desgracias personales y de inmediato se procedió
a desguazar la nave, la que luego fue remolcada al sur donde se
la hundió. Pescadores y buzos exigieron ser indemnizados por el
daño provocado a sus áreas de trabajo, demanda que fue acogida
y que benefició hasta quienes nada tenían que ver con las faenas
del mar.

Fotos de la época muestran un total de nueve muelles en


Taltal. De aquellos queda uno que perteneció al Ferrocarril salitrero
pero que está prohibido visitarlo por el estado ruinoso en que se
encuentra. Es una reliquia centenaria que alguien propuso invertir
dinero (ajeno, no propio) en su reparación. La idea no encuentra
asidero en la mayoría de los vecinos. Hay dos muelles más: uno
para el uso de los pescadores, buzos y sus embarcaciones. El otro,
más antiguo, quedó en desuso. Vino a ocupar el mismo lugar que
tenía el llamado Muelle Alemán, de la Compañía Salitrera Alemana,
cuya vida se extinguió al mediar el pasado siglo.

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Desastres naturales

Auvión Taltal 1936. Calle Atacama.

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

24. PERSONAJES DE TODOS LOS TIEMPOS

El médico-diputado que nunca toleró


a las monjas de la Caridad

Arturo Hiparco Lois Fraga (1879-1963) nació en Copiapó,


hijo del médico, educador y filósofo positivista Juan Serapio Lois
Cañas y de Raquel Fraga Cumplido. Fue director del Hospital “21
de Mayo” de Taltal donde ejerció entre 1905 y 1921, especializán-
dose más tarde en urología. Cuatro de sus hijos nacieron también
en Taltal: Darwin (1915), ingeniero civil; Raquel, Asistente Social;
Juan Serapio (1918), médico cirujano y Voltaire (1919), abogado.
Fuera de su actividad profesional, militó y presidió la asamblea
del entonces influyente Partido Radical, siendo elegido cinco
veces diputado por Taltal, Tocopilla, El Loa, Antofagasta y luego
por Chañaral, Copiapó y Huasco entre los años 1921 a 1937. Su
ingreso al Congreso hizo noticia cuando se negó a jurar su nuevo
cargo “por Dios y los santos evangelios”, como era la extendida
costumbre. Junto a su actividad partidaria, llegó a ser Venerable
Maestro de la Logia Masónica N° 34.

En Taltal su compañero y gran amigo fue siempre el doctor


Olegario Olivares Vargas, que en 1921 se hizo cargo de la dirección
del plantel cuando Lois renunció para asumir responsabilidades
como diputado. Dejaba un hospital que si bien tenía serias ca-
rencias asistenciales, muchas de esas fallas tendían a aminorarse
con la acogida humanitaria y familiar que las religiosas Hijas de la
Caridad brindaban a los enfermos.

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Personajes

La formación familiar recibida por Arturo Lois en su ho-


gar de Copiapó modeló su personalidad y no puede olvidarse la
influencia que en ello tuvo fundamentalmente de su padre, pionero
de la psicología científica en Chile y del positivismo. Los escritos
del doctor Juan Serapio Lois Cañas aparecían en diarios de circu-
lación nacional como local (en nuestra comuna) y le dieron a su
autor celebridad en el país porque suscitaba violentas polémicas,
fanáticos seguidores y acérrimos adversarios. La década del año
1920 –y por qué no las siguientes– fue notable por las posturas
afines al clericalismo y al laicismo a ultranza asumidas dentro y
fuera de los partidos políticos. El primero de los escritos del doctor
Lois padre (1882) refutaba la divinidad de Cristo. En 1907 tradujo
al español un libelo inglés sobre Cristo cuyo título –“El bandido
de Nazaret”– ahorra explicaciones. En su dilatada labor docente
en colegios de Copiapó, se recuerda que con frecuencia pregun-
taba a sus alumnos ¿Cuáles son los enemigos del hombre? Y exigía
una respuesta que señalase “El mundo, la carne y los frailes”. Su
postura anti religiosa lo cubrió de gloria.

En 1908 don Juan Serapio sufrió un accidente vascular


cerebral en Copiapó. Su hijo Arturo lo trajo semiparalizado a Taltal
para brindarle todos los cuidados junto a su lecho de enfermo.
Falleció en 1913 y sus restos volvieron bastante después a Copiapó,
donde fue recibido con grandes honores.

El doctor Arturo Lois Fraga tenía reparos a diario contra


el desempeño de las monjas adscritas al hospital taltalino. Dar a un
enfermo terminal el sacramento de la extremaunción en alguna
de las salas del recinto asistencial, aunque lo solicitaran los fami-
liares del paciente, era mal visto por “predisponer al moribundo
a acelerar su trance final de vida”. Se prohibieron las imágenes
religiosas en piezas y pasillos y hasta el uso de la pequeña capilla
privada de las monjas era cuestionada.

La conducta reiterada del doctor Lois al criticar el desem-


peño de las religiosas determinó que éstas recurrieran a su obis-
po diocesano. El prelado consideró que la vía del diálogo con el
médico no daría resultado alguno, por lo que pidió directamente
al gobierno que tomara cartas en el asunto y, definitivamente, le
solicitara su retiro de la dirección del hospital local.

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Sergio Prenafeta Jenkin

Al dejar su cargo para asumir responsabilidades en la


política, en 1921, la efervescencia anticlerical cundía en muchos
países de América Latina. En 1926, el campesinado “cristero”
de México se alzó en armas ante la política anticatólica de su
presidente, Plutarco Elías Calles, lo que provocó el cese del culto
católico en el país. Calles no hacía otra cosa que aplicar la Consti-
tución en materia de cultos, lo que suponía deportar a los curas
extranjeros, emprender la nacionalización de todos los bienes del
clero y la clausura de las escuelas y seminarios diocesanos. Los
campesinos “cristeros” (por su grito de guerra “Viva Cristo Rey”),
que iniciaron una guerra de guerrillas, lograron poner en peligro
al gobierno y solo en 1929 lograron que éste suavizara su política
anticlerical. Entretanto, Arturo Lois y Mario Vergara publicaron,
tiempo después, su libro “Juan Serapio Lois. Librepensadores y
laicos de Atacama”, donde subrayaron la necesidad de fortalecer
la educación y la sociedad en los principios del laicismo. Hacia
1960, los jóvenes que asumían tal postura proclamaban con cierto
fervor en las asambleas universitarias un estribillo que decía: “Si
supieran los curas y frailes la paliza que le vamos a dar, subirían
al cielo gritando: libertad, libertad, libertad”.

Diego de Almeyda, cateador del desierto

Conocedor como nadie de los vericuetos del Despobla-


do de Atacama, desde el litoral a la cordillera, don Diego nació
en Copiapó en 1780, hijo del portugués José Cayetano Gómez
de Almeyda y de doña María Aracena y Godoy. Todo indica que
adelantó su infancia y adolescencia para dedicarse, cuanto antes,
a explorar el Desierto de Atacama, que en esos tiempos –cuenta
José María Sayago– tenía como puntos avanzados de la industria
minera el campamento Puquios, al interior del valle copiapino y
Chañaral hacia la costa. Cruzó todos esos parajes a pie, a caballo
o en mula y como una especie de guía de consuelo para todos los
expedicionarios que siguieron, anotó en las rocas una breve lectura:
“Por aquí pasó don Diego”, como aparece en una roca de Sierra
Esmeralda. Bautizó cerros, quebradas y parajes con nombres que
perduran hasta hoy. Muchas veces sorprendido por la oscuridad
de la noche y el cansancio del viaje, en medio de extensos arena-
les, cavaba un hueco en el terreno, se cubría de arena y dormía
profundamente como en el mejor lecho. Su afán de recorrerlo

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Personajes

todo dio pronto sus frutos: descubrió tres vetas de cobre y una de
plata en abril de 1827 en la sierra de las Ánimas, entre el puerto de
Chañaral y el de Flamenco. Así comenzó a acercarse más al norte,
a la tierra de los changos. En 1854, el naturalista Rodulfo Amando
Philippi, enviado por el gobierno para “descubrir” el Despoblado
de Atacama para la ciencia pero también para los intereses del
estado de Chile, contrató los servicios de Almeyda como baqueano
conocedor de la zona.

Almeyda había recorrido esos parajes 22 años antes, en


1832, y sabía perfectamente cuál había sido el camino que trajo a
Pedro de Valdivia desde el Perú a Chile. Philippi le ofreció como
incentivo por su compañía 20 onzas, unos $345 y el proyecto quedó
finiquitado para partir desde Caleta El Cobre, al norte de Paposo,
a San Pedro de Atacama “sin apuro alguno”. Don Diego sabía que
en Paposo se podían encontrar los víveres necesarios para cruzar
el desierto, para más tarde devolverse por senderos interiores que
los llevaran a Copiapó. Philippi recogió todo lo que estaba a su
vista, tanto animal y vegetal. Contó más tarde que “Almeyda era
un hombre de baja estatura y tenía, según sus propias palabras,
73 años de edad (¿1781?), pero sus amigos estiman que su real edad
era de 90 años. Entonces lucía todavía bastante ágil y habiloso.
Desde su juventud era minero, cateador y administrador y ganó
todo su dinero en ese rubro. Su fantasía estaba viva, igual que
la de un jovencito. Día y noche soñó con enclaves mineros ricos,
los cuales deberían existir en el desierto y en su mente ya tenía
el segundo Potosí en este despoblado”. (aludía a Potosí, el gran
yacimiento de plata de Bolivia).

Fue Almeyda el que llevó a José Antonio Moreno a re-


conocer la riqueza minera de caleta El Cobre y de Paposo. Fue
un hombre visionario como generoso, que no dudó en regalar a
cateadores tan esforzados pero con menos suerte que él, minas
de cobre y oro que más tarde produjeron grandes beneficios. Ya
escribía Philippi su extrañeza porque no se le daba a Almeyda el
reconocimiento que merecía. Un siglo y medio más tarde se pro-
puso cambiarle el nombre al distrito minero de Pueblo Hundido
(III Región) por el de Diego de Almeyda. En el ambiente industrial
minero hubo complacencia por esta justa medida, sin embargo
una persona totalmente ajena a la historia minera del norte, pero
con poder político para influir sobre su marido, jefe del gobierno
militar, decidió que había “un error” y que Pueblo Hundido debía

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llamarse desde entonces “Diego de Almagro”, el nombre del des-


cubridor que trajo a Chile las bubas de la sífilis en su cuerpo y que
estaba incapacitado –por la misma razón– para subirse o bajarse
del caballo. Otro ejemplo del “pago de Chile”.

Barazarte dejó el quirófano por los desafíos del desierto

Rafael Tomás Barazarte Oliva nació en Talca el 8 de


septiembre de 1838 y, como correspondía, fue tempranamente
vestido de huaso por sus padres Rafael y Juana. Estudió en el
Liceo de Hombres de esa ciudad y luego en la Facultad de Medi-
cina de la Universidad de Chile, donde recibió su título de médico
cirujano. Ejerció en Ancud en 1864 y en Vallenar durante los dos
años siguientes, para luego enrolarse como médico de la Marina
de Guerra en la corbeta Esmeralda, aportando su experiencia
sanitaria durante la guerra contra España. Volvió a tierra y ejerció
en Valparaíso y luego en Copiapó como médico de ciudad y en el
hospital San Juan de Dios los años 1868-1871.

Copiapó le cambió definitivamente la brújula a este


joven médico. En el ámbito intelectual se discutía mucho sobre
el positivismo de Augusto Compte, y el cenáculo radical de la
ciudad, sin duda uno de los más influyentes del país, lo atrajo y
recibió con muestras de amistad. Barazarte firmó los registros del
Partido Radical en Copiapó, se incorporó a la masonería y guardó
su albo delantal para iniciar una nueva etapa en su vida. Recorrió
el desierto durante 13 años y desde 1871 fue empresario minero.
Descubrió, entre otros, el mineral de Cachinal de la Sierra, que le
dio la fortuna que jamás imaginó ejerciendo solo su profesión.
Explotó salitreras en el cantón de Taltal y minas en Paposo, desa-
rrollando allí en 1884 una fundición de cobre. También acometió
la empresa de impulsar la industria maderera en el sur mientras
en Taltal se instaló en el extremo sur del puerto con otro tipo de
emprendimiento: varaderos y galpones donde se daba atención
a lanchones que recorrían a vela desde Coquimbo al norte y vice
versa transportando entre otras cosas alimentos y minerales.
Benjamín Vicuña Mackenna publicó en El Mercurio (Santiago, 26
de abril de 1882) una lista sobre las fortunas burguesas de Chile,
acumuladas antes de la Guerra del Pacífico con la estimación
de los haberes. Rafael Barazarte, como minero e industrial de

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Personajes

Atacama, aparece allí con tres millones de pesos, al mismo nivel


que Francisco Puelma, minero y salitrero, y más arriba que doña
Candelaria Goyenechea de Gallo, propietaria de minas de Copiapó.

Pero le quedó tiempo para asumir responsabilidades


políticas como diputado por Copiapó y Caldera entre 1882 a 1885
y representar a Valparaíso en la Cámara entre 1885-1888. Luego
de instalarse en la ciudad puerto con su familia, sus últimos años
los vivió también en Santiago, en una céntrica mansión (Amuná-
tegui esquina de Compañía) que hasta hoy es conocida como el
Palacio Matte y es ocupada por la Escuela de Ciencias Políticas de
la Universidad de Chile. La residencia fue vendida por Barazarte
a Claudio Matte en 1892 y fue famosa por su estilo italiano y sus
vastos patios de mármol.

Pero Barazarte no estaba solo. José Antonio Moreno,


industrial minero del que nos ocupamos en otro acápite de este
libro, había muerto en 1869 a los 47 años de edad, dejando una
fortuna y una menuda familia de tres hijos en Copiapó al cuidado
de su esposa, doña Delfina Zuleta Hidalgo, entusiasta empresa-
ria a sus 22 años de edad con la cual contrajo matrimonio el 26
de junio de 1857. Los éxitos obtenidos en la minería por Moreno
eran ampliamente conocidos y comentados en Copiapó, toda vez
que Paposo y (Caleta) El Cobre formaban parte de la provincia de
Atacama. Sin embargo, Barazarte nunca conoció a Moreno, 26
años mayor que él. Doña Delfina continuó a cargo de los nego-
cios, reordenó escrituras y propiedades de los Moreno Zuleta en
Copiapó, La Serena y Valparaíso, así como en el lejano desierto
costero. Por tener minas también en Paposo, Barazarte tomó
contacto con la viuda y más tarde contrajo matrimonio con ella.
Entretanto, doña Delfina obtuvo la propiedad definitiva de la
estancia de Paposo el 31 de diciembre de 1888 pagando por ello
veinte mil pesos en remate público realizado en Copiapó, “para
hacer más fácil la explotación de toda clase de minas a las que se
dedicaba su marido José Antonio Moreno”, contó más tarde su
nieto Arturo Latorre Moreno (1925).

Moreno fue siempre un padre ausente y sus hijos poco


lo conocieron. Dos de ellos fallecieron a corta edad y solo quedó
Julia del Carmen como heredera adulta de la estancia junto a su
madre. El matrimonio de Julia con el almirante Juan José Latorre
(1882) se realizó en la casa de los Barazarte Zuleta en Viña del Mar.

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Rosa Markmann Reiger

Esposa del Presidente de la República Gabriel González


Videla y Primera Dama de la Nación, nació en 1909 en el hogar de
don Juan Ladislao Markmann Villagrán y de la señora Ana Reiger
Silva. Vivió más allá de los cien años y falleció en Santiago.

Junto a su hermana mayor estudió en el Colegio inglés de


Taltal y luego ingresó al Liceo de Niños del puerto, para más tarde
proseguir en el Liceo N° 1 de Santiago, donde dio su bachillerato.
Contrajo matrimonio a los 17 años, en 1926, con el joven abogado
y político serenense nueve años mayor que ella. Acompañó a su
esposo en su designación de embajador de Chile en Francia (1938)
y Brasil, luego de lo cual llegó a la Presidencia de la República entre
los años 1946-1952. Como Primera Dama de la Nación colaboró
activamente con el Presidente. Instituyó la Fundación de Viviendas
de Emergencia (todas con nombres de mujeres), creó la Asocia-
ción de Dueñas de Casa con el fin de combatir la especulación por
medio del control de precios y educación del consumidor, además
de obras de beneficencia de impacto social con el derecho a voto
de las mujeres para elegir jefes de estado. La creación del Liceo
Fiscal en 1948 (inició sus actividades en 1949) tuvo en ella a una
efectiva impulsora. El “American Mother´s Committee” de los Es-
tados Unidos la distinguió en 1952 con el título de “Madre número
uno del Mundo” o “Madre Universal”, entre 46 primeras damas.
Doña Mitty hizo una visita oficial a Taltal hacia 1950, acompañada
con una comitiva de funcionarios para conocer y dar soluciones a
los problemas sociales más acuciantes que afectaban a la comuna,
como la construcción de un nuevo hospital. Lamentó no encontrar-
se con ex compañeros de la escuela y el liceo, sin embargo saludó
personalmente a su “teacher” que la inició en el dominio del inglés.

Humberto Mewes Bruna

Abogado nacido en Taltal en 1889, estudio su educación


media en el Liceo de Copiapó y luego en el Curso de Leyes de los
Sagrados Corazones de Valparaíso, donde recibió su título en 1913.
Padre de cinco hijos, ingresó a la magistratura y fue juez letrado y
relator de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, juez del crimen y
juez civil en la capital. Ocupó el cargo de Contralor General de la

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Personajes

República en 1946, bajo el gobierno del Presidente Gabriel Gonzá-


lez Videla. Ejerció también la docencia de Derecho Internacional
Privado. Fue el primer joven taltalino que antes de terminar el siglo
XIX buscó su realización en la disciplina del Derecho y llegó a ser
autoridad nacional en el alto cargo desempeñado.

Héctor Mario Bahamonde Silva

Mario, maestro de multitudes, poeta y escritor, nació en


“el patio norte de Taltal” (Antofagasta) el 17 de abril de 1910, hijo
de don Antonio y doña Amelia. Estudió en el Internado Nacional
Barros Arana y siguió luego la carrera de Pedagogía en Castellano
en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, donde se
tituló en 1933 con una memoria que versó sobre “Antofagasta,
Tierra de Esfuerzo”. En su vida profesional llegó a ocupar los car-
gos de Rector del Liceo de Hombres de Antofagasta y Director
del Servicio de Extensión Cultural de la Universidad de Chile, sede
Antofagasta, sin embargo, por su inclaudicable postura intelec-
tual, su imagen pública se vio, como la de otros, acallada al llegar
el término del régimen democrático en 1973.

El que coleccionó inmensos y azules mapas salitreros, el


que guardaba en pequeñas cajas, cientos de fichas y papeles que
solo el tiempo conserva; el que tenía una amplia biblioteca; el que
mantuvo miles de fichas demostrando su labor de investigador; el
que añoraba, en lontananza, la antigua Bahía de Nuestra Señora
de Taltal, ese era Mario que lo hacía decir, socarronamente, que
Antofagasta era el patio norte de su puerto natal.

En su trabajo literario exaltó los recuerdos de su puer-


to y de la vida nortina, en obras tales como “Cuán lejos viene el
tiempo”, “Pampa Volcada”, “Ala Viva”, “Puerto de Embarque” y
“Huella Rota”. Animador cultural y literario de Antofagasta, cantó
a la pampa, al desierto; lo explicó, describió y enunció la gesta de
los hombres que deberían enfrentar esta hosca geografía. Narró
la época de las grandes diferencias entre obreros y empleados, la
odiosa dualidad en un mismo territorio y así planteó: “Acá queda
Chile, con sus tierras muertas y sus distancias dormidas; al otro lado
está Chilex, metálico y frío como una risa de gringo”. Su referencia
era clara a la Chile Exploration Company, dueña de Chuquicamata,

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Sergio Prenafeta Jenkin

donde la sola adición de una letra cambió toda una perspectiva.


Es la x que aparecía imponiendo su barrera cultural y social.

Su obsesión por el lenguaje que nos fue propio –cuenta


Sergio Gaytán– lo impulsó a entregar su maciza obra “Diccionario
de Voces del Norte de Chile”, donde intenta testimoniar el habla
del hombre corriente. Sin embargo, dejó para su Taltal un soneto
admirable y sentido en junio de 1959:

“Cada noche de amor Taltal despierta/ de su insomnio de


viejo aventurero/ para llorar de sed por el viajero/ que sembrará
una estrella ante su puerta. Pero todo se fue: el sol, la huerta,/ el
cateador, el loco y el minero,/ y apenas quedó junto al salitrero/ sobre
la playa una gaviota muerta. Una rosa de paz en la bahía,/ la costa
abrupta, la melancolía/ de un atardecer: piedra, cerro, alma. Y hay
tanta soledad entre su calma/ que el mar sobre la arena se recuesta
/ para no desvelarse de su siesta”.

Los años finales de su vida lo fueron consumiendo por la


pérdida de uno de sus hijos, producto del golpe militar.

Juan José Francisco Latorre Benavente

Su padre fue el ciudadano peruano Elías de la Torre, quien


luego de vivir en Bolivia se estableció en Valparaíso. Allí se casó
don doña Nicomedes Benavente Valenzuela y modificó su apelli-
do a Latorre, no obstante sus hermanos que quedaron en Perú
conservaron el apellido de la Torre. Juan José nació el 25 de mayo
de 1858, se formó en el curso naval de los héroes junto a Prat y
Condell y le dio solo honores a la Armada hasta 1891 cuando no se
sumó a la revolución contra el Presidente Balmaceda y triunfado
ésta su nombre fue borrado del escalafón naval. Pero no se pudo
olvidar que fue Latorre el que logró la captura del Huáscar el 8
de octubre de 1879 en Punta de Angamos; que fue condecorado
por el Zar de Rusia por haber auxiliado a la cañonera rusa Tungus,
en la que servía como gran almirante Stepan Makarov; que con la
corbeta Magallanes capturó en el extremo austral al barco francés
Jeanne Amelie; que apoyó desde el mar la toma del Morro de Arica
y que mantuvo el bloqueo en El Callao, en uno de cuyos frentes su
hermano Elías de la Torre, oficial de Artillería, tenía el mando de

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Personajes

baterías defendiendo al puerto “de los bloqueadores chilenos”.


A los 35 años ya era Comandante en Jefe de la Escuadra (1882),
cuando conoció en Valparaíso, en una fiesta dada en su nombre, a
Julia del Carmen Moreno Zuleta, hija de don José Antonio y doña
Delfina, heredera de parte de la estancia de Paposo. De la unión
nacieron cinco hijos, tres mujeres y dos hombres, de los cuales
solo su hija Mercedes tuvo descendencia. El apellido Latorre como
tal se extinguió. En 1884 y 1887 permaneció en Europa vigilando
la construcción de siete nueves naves de guerra, entre cruceros,
caza torpederos y escampavías. En 1890 nació en París su primer
hijo, Arturo, que asumió como secretario de su padre y el encar-
gado de los negocios mineros de Paposo y que solía visitar Taltal.
Ya retirado de las filas de la Armada, Latorre ingresó a la vida
política siendo elegido senador por Valparaíso durante 12 años en
representación del partido Liberal Democrático. Falleció en Viña
del Mar el 9 de julio de 1912. Sus restos compartieron la tumba de
su suegro, José Antonio Moreno, en el Cementerio General de
Santiago, hasta el día que la Municipalidad local solicitó el traslado
oficial de los restos de Moreno a Taltal.

Francisco Robles Jenkins

Sacerdote diocesano de la capital, hermano de otro sa-


cerdote, el Padre Renato Robles J., llegó a Taltal en 1948 enviado
por la diócesis de Antofagasta. Acostumbrados todos a ver a los
curas vestir la sotana negra, el cura Pancho impuso desde el pri-
mer día el uso de una vestidura talar gris y captó de inmediato la
religiosidad de una comarca aislada, como Taltal, con ciertos ritos
establecidos y conservados con rigor por el grupo de sacerdotes
holandeses que se habían retirado a su país luego de largos años
de desempeño local. Procesiones, vías crucis, semanas santa con
“santos tapados”, misas cargadas de latinazgos sin traducción,
etc. fueron modificadas para hacer de los oficios oportunidades
de comunicación activa entre seres humanos. Fue uno de los
que recibió con esperanza los acuerdos del Concilio Vaticano II
y, conforme a lo que este nuevo paso de la iglesia solicitaba, no
tuvo problemas para dialogar con librepensadores, con matrimo-
nios que habían roto sus compromisos, con católicos de posturas
recalcitrantes y fieles de credos distintos. Sus puntos de vista los
expuso en instituciones generalmente lejanas a la iglesia, como

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Sergio Prenafeta Jenkin

el Rotary Club, donde sentó cátedra siendo el primer sacerdote


presidente de un club de este tipo en Chile, o en el Centro para el
Progreso de Taltal, del cual fue su secretario ejecutivo. Tampoco
se aisló de las reuniones donde se conversaba y se jugaban cartas,
sin descuidar empinar algún brebaje para calmar la sed. Estudioso
de la cultura francesa, se ofreció para hacer las clases que en ese
idioma entregaba el liceo local. Usó el canto para acostumbrar la
lengua a nuevos giros del idioma, como cuando todos entonaban
a capela “cet si bon” o la Marsellesa. No escatimó el buen uso del
adjetivo calificativo simpático para mantener la atención de los
alumnos en clase, algo que por generaciones sigue siendo recor-
dado. Retirado por razones de salud a los cuarteles de invierno
en una casa de reposo en Antofagasta, las últimas misas las hacía
sentado en una silla de ruedas. Fallecido, sus restos reposan en
el cementerio de Taltal donde hay un recodo especial para visitar
su tumba y permanecer un momento brindándole el afecto que
siempre Panchito entregó como auténtico pastor a todos.

Pedro Zuleta Guerrero

Médico cirujano, filósofo y académico de la Universidad


de Chile, nació en 1912 en el hogar formado por don Benjamín y
doña María Liduvina. Sus dos apellidos suenan al Taltal primitivo,
como los de su hermano Arturo Héctor, que nació al año siguiente
y escogió también la medicina como su profesión. Pedro obtuvo
su título en 1938 y Arturo en 1939. Fueron los tiempos de grandes
cambios: en lo político, el triunfo del Frente Popular en Chile con el
Presidente Pedro Aguirre Cerda, en tanto en el campo científico,
los químicos alemanes Otto Hahn y Fritz Strassman demostraban
la desintegración del átomo. Dentro y fuera de Chile quedaba claro
que las sociedades no son moles de piedra inamovibles sino que
materia factible de aceptar cambios profundos en su constitución.
Pedro sale de las aulas médicas y parte raudo a dar clases en la
Facultad de Filosofía y Educación de su propia universidad, donde
enseña introducción a la filosofía y filosofía de la biología, llegando
a ser presidente de las sociedades chilenas de Filosofía y Sociología
y maestro de multitudes. Sus padres se trasladaron a vivir a Va-
llenar, donde Arturo ejerció como médico, pero también atendió
pacientes en Inca de Oro, fue alcalde en Los Andes y regidor en
Chañaral. El terremoto de Chillán, a comienzos de 1939, llevó a los

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Personajes

jóvenes Zuleta a asumir tareas de asistencia médica en pueblos y


campos seriamente dañados. Pedro y Arturo no volvieron a Taltal
pero expresaron siempre su cariño por el suelo que los vio nacer.

Lucila Capdeville Celis

Fue la primera mujer médico nacida en Taltal (1916), hija


de Augusto Capdeville y Matilde Celis. Estudió medicina en la Uni-
versidad de Chile y se graduó en 1943, dedicándose a la neuropsi-
quiatría infantil, el mismo año en que se descubrían en laboratorios
de Suiza los efectos psicodélicos de la droga conocida como LSD
o ácido lisérgico. Casada con el Dr. Dusan Yancovic, Lucila trabajó
junto a maestros de la medicina como el Dr. Eduardo Cruz-Coke
y el Dr. Alfonso Asenjo. Sus trabajos clínicos estuvieron siempre
vinculados al niño con retraso mental. En sus vacaciones acompañó
siempre a su padre en muchas exploraciones arqueológicas en la
costa de Taltal y guardó durante 70 años sus cuadernos de campo,
fotografías, mapas y muchos de los hallazgos de su padre en su
residencia de la capital. A su muerte, su hijo Augusto Yankovic
Capdeville donó al Museo ese valioso material de las observaciones
realizadas por su abuelo entre los años 1914 a 1923, el que pasó a
ser patrimonio de Taltal y de su Museo.

Myria Contreras Bell

Hija del abogado José Ángel Contreras y la señora Olga


Bell, Myria (Payita), nació en Taltal en 1928 y estudió en un in-
ternado de religiosas en la capital. Se casó con el ingeniero civil
Enrique Ropert Gallet y fue madre de tres hijos: Isabel, Enrique y
Max. En 1960 comenzó a trabajar como secretaria de su vecino,
en la comuna de Providencia, el Dr. Salvador Allende Gossens.
Cuando el senador Allende asumió la Presidencia de la República,
Payita era la jefa de su equipo de secretarias y luego la última
persona que lo vio con vida en el bombardeo de La Moneda (11
de septiembre de 1973). Su hijo Enrique, dirigente político de 20
años, estudiante de ingeniería comercial, fue asesinado y lanzado
a las aguas del río Mapocho. En su libro “Testigo Privilegiado”
(2016), Orlando Sáenz Rojas, ingeniero, Presidente de la Sociedad

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Sergio Prenafeta Jenkin

de Fomento Fabril durante la Unidad Popular y amigo de Payita,


cuenta que “su atributo más característico era su impetuoso y
férreo carácter”. Destaca allí la confidencia que ella le expresa-
ra: “Yo tengo una relación con Salvador muy especial. Creo que
mucho más que amor es admiración a ideales compartidos. Él es
terriblemente infiel y yo lo sé, quién no lo sabe. Pero es un gran
hombre”. Myria se exilió en Cuba donde trabajó en la empresa
estatal de turismo Havanatur, siendo su representante en París y
en Miami. Su marido, del que estaba separada, fue expulsado a
Francia y su hermana Mitzi Contreras Bell, se hizo cargo en Cuba
de las hijas de la doctora Beatriz Allende Bussi, la hija mayor del
Presidente, cuando ésta se suicidó en La Habana. Mirya volvió a
Chile en 1990, falleció y fue incinerada en Santiago a los 72 años
de edad, el 22 de noviembre de 2000.

Héctor Leonel Barrales Pizarro

Hijo de José Antonio y Carmen, nació en Taltal en 1927,


estudió en el Liceo de Antofagasta y cursó la carrera de Agronomía
en la Universidad de Chile, donde recibió su título de Ingeniero
Agrónomo. Fue becado a la Universidad de Mac Hill, en Montreal,
Canadá, donde obtuvo su Master y asumió luego la docencia en
su especialidad en la Universidad de Toronto. En 1959 obtuvo
un doctorado en fisiología vegetal y en 1960 la Universidad de
Concepción lo contrató como director del Instituto Central de
Biología, dentro de un programa impulsado por Unesco, donde
le cupo organizar la docencia para alumnos del área científica del
plantel junto con la investigación en áreas como las ciencias del
mar. Pasados más de 80 años de su nacimiento, aún viven en Taltal
algunos de sus familiares.

Ovidio Olivares Álvarez

Natural de la oficina Santa Luisa, donde trabajaba como


médico su padre, Ovidio nació en 1915, en el hogar de don Olegario
y la señora Guillermina. Al final de los años ’20, la crisis que provo-
có el cierre de las salitreras produjo tal cesantía y pobreza en el
puerto que hasta el liceo debió ser clausurado en 1927 “por falta

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Personajes

de recursos”. Tal situación obligó a sus padres a enviarlo a seguir


sus estudios en el Liceo de Copiapó, que gozaba de gran presti-
gio. Al egresar del establecimiento, en 1933, reinaba en Santiago
gran inestabilidad política (cambios de gobierno) por lo que le
aconsejaron no quedarse en la capital y seguir a Concepción para
matricularse en la Facultad de Odontología, donde recibió su título
en 1938, luego de lo cual, incentivado por sus profesores, volvió a
Taltal. Casado con la señora Rebeca Beluzán, una alumna valdiviana
estudiante de Pedagogía que conoció en la Universidad, fueron
padres de Patricia, profesora de inglés. Ovidio ejerció de manera
intensa y a veces gratuitamente su especialidad, tanto en el puerto
como en la pampa, siendo el único profesional que atendía niños
y adultos en forma itinerante. Aficionado al cine experimental,
su hija guarda una valiosa colección de imágenes del Taltal de los
años 1940-1950. En 1948 se trasladó a Antofagasta donde sufrió
los efectos del arsénico contenido en el agua de bebida. Más tarde
se radicó en Santiago, sin alejarse de su profesión, donde formó
allí el Centro de Hijos de Taltal, factor de unidad de los taltalinos
residentes, amigos y sus familias.

Ismael Adaros Didier

Juez de Letras de Taltal en los años ´40, dedicó su vida


profesional y personal como ciudadano soltero, al servicio de la
justicia y a la atención de las nuevas generaciones en nombre
de los principios de la iglesia católica. Todos los fines de semana
recibía en el local del Centro Católico a cientos de niños y jóvenes
–solo hombres– para dialogar con ellos, atender sus problemas y
entregarles valores básicos de convivencia. El Centro disponía de
cancha de básquetbol y una amplia sala con todo tipo de juegos,
animado por una gran pianola que reproducía música a partir de
discos metálicos movidos con cuerda. A las cinco de la tarde to-
dos los asistentes recibían una once (pan y un jarro de cocho con
leche), luego de lo cual comenzaban los diálogos. Muchos de los
niños, a pedido de sus padres, eran ahijados del juez Adaros y más
de una vez ocurrió que un padre, citado por la justicia para que
declarase un delito a requerimiento del juez, cometió el equívoco
de decirle a don Ismael: “Mire compadre, yo le voy a explicar lo que
sucedió…”. De inmediato debió abandonar el estrado camino del

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Sergio Prenafeta Jenkin

penal. Lo que nadie le había explicado a esta persona fue que en


el tribunal al juez se le trata con el mayor respeto y como “Usía”.

La recta vida del señor Adaros, luego de jubilar, se trans-


formó en la de un postulante más en el seminario de La Serena. Al
cabo de pocos años salió de allí transformado en Monseñor Adaros
“por la gracia de Dios”, con un hermoso currículo de servicio y
entrega a los más necesitados.

Genaro Mariaca Camberos

Médico boliviano y académico en la Facultad de Medicina


de la Universidad de La Paz, llegó a Taltal precisamente en busca
de la paz que le negó su país por razones políticas. Acostumbrado
a ser maestro de las generaciones jóvenes de médicos al pie de
la cama del enfermo, su incorporación al equipo de colegas del
Hospital “21 de Mayo” fue recibido como un regalo del altiplano.
Es cierto que algunas patologías propias del entorno litoral nues-
tro no eran las que él acostumbraba tratar en la tierra que había
dejado atrás, pero en cambio abrió caminos en la cirugía que eran
muy importantes y que hoy, pasados ya seis decenios, de nuevo se
remiten a Antofagasta para su solución. Caballero a carta cabal,
nunca permitió que el enfermo fuera designado con un simple
número en la consulta sino como una persona con dignidad y
con el derecho a la esperanza de sanar. Agradecido de la tierra
que lo acogió con afecto y respeto, se sumó a las actividades de
bien público del Rotary Club donde desempeñó en un período su
presidencia. Pasado algunos años volvió con su esposa a Bolivia
y el hijo de ella, el periodista Alfonso Atristaín, se casó con la
profesora taltalina Adriana Alday Araya , la que vivió hasta el fin
de sus días en La Paz.

Ismael Kong Urbina

Profesor de Biología y Magister en Ictiología (peces),


Ismael nació en Taltal el 24 de marzo de 1942, en el hogar de don
Samuel Kong y la señora Graciela Urbina, antiguos comerciantes
proveedores en el mercado de la carne. Ismael cursó su enseñanza

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Personajes

básica y media en Taltal y Ovalle y luego ingresó a la Universidad


de Chile sede Antofagasta, donde realizó toda su carrera. Contrajo
matrimonio en 1967 con la joven taltalina Oriana Rojas López y
fueron padres de tres hijos, María Soledad, Milen Sabrina y Samuel,
tecnólogas médicas las primeras y ecologista el último.

Su memoria de título versó sobre “Crustáceos Decápodos


de la Bahía de Antofagasta” (langostas, langostinos, camarones)
e inició su carrera académica como ayudante de Zoología, luego
jefe de trabajos y profesor jornada completa. Siempre preocupado
de su perfeccionamiento profesional, recibió becas de la Univer-
sidad de Chile y del Alfred Wegener Institute for Polar and Marine
Research, CONCYTEC-OEA. Luego de defender su tesis sobre los
Sebastes de Chile (cabrillas), obtuvo el grado de Magister en Ciencias
Biológicas con mención en ictiología en la Universidad de Chile.
Profesor destacado y muy querido por sus alumnos y colegas,
formó grupos de trabajo e inició la preparación de alumnos en
zoología, ecología, biología marina y biodiversidad, guió sus tesis
y fue invitado para revisar trabajos similares en varias universida-
des del país. La especialización le fue permitiendo ahondar en su
especialidad. Por ejemplo, probó con su tesis de magister que las
especies chilenas de Sebastes deberían ser reducidas a una sola:
Sebastes capensis, la cabrilla española rosada que se encuentra
entre Arica y Cabo de Hornos.

Respetado por sus colegas a nivel internacional, sus


contribuciones más valiosas fueron los resultados de sus estudios
sobre peces demersales, los que viven en las cercanías del fondo
marino, en la plataforma y talud continentales (350 a 1.100 m) del
centro y norte de Chile. Viajó en cruceros de investigación a bordo
del “Itzumi”, del Instituto de Fomento Pesquero, y del “Tibería-
des”, de la UCV, colectando muestras para la posterior docencia
y análisis de las especies. Estudió los parásitos, la flora bacteriana
y alimentación del lenguado; las anomalías de la cabinza, las ocho
especies de corvina de la costa de Chile; la palometa, los peces
globo, el bonito, el jurel, etc.

El 22 de noviembre de 2008, a la edad de 66 años, falleció


Ismael. Nos hace mucha falta su palabra docta para denunciar la
depredación que sufre hoy el mar de Chile.

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

25. VIÑETAS TALTALINAS

Se aceptan separados

El juez Raúl Arancibia Hevia, recién llegado a Taltal, reac-


cionó con indignación y extrañeza al leer los rótulos que anunciaban
“Se Aceptan Separados”, o bien “No se Aceptan Separados”, en
las vitrinas de las tiendas del puerto. Católico confeso y encargado
de implantar la justicia, no podía entender –según explicó– que
existiera una abierta discriminación de los comerciantes para
quienes habían disuelto su vínculo matrimonial o para premiar a
quienes lo mantenían intacto.

No tardó en darse cuenta que su argumento no tenía


nada que ver con la realidad. Los separados no eran personas sino
ropas y zapatos que los clientes elegían meses antes el 21 de mayo
o del 18 de septiembre, para lo cual adelantaban una cuota y así
se aseguraban que las prendas quedaban reservadas a la espera
del pago total días antes de las fiestas patrias.

De aquellos tiempos quedaron dos tiendas llenas de


mercaderías al cerrar abruptamente sus puertas. La primera en
Estación Catalina, importante enclave minero y ferroviario en
plena pampa, donde el comerciante Danko Zlósilo tenía un surti-
do almacén y tienda y un día terminó su giro dejando en estantes
productos tales como Perlina y Radiolina, Cocoa Raff, Jabón Grin-
go, cigarrillos Ideal, Ganga, Particulares, 43, América, Baracoa y

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Viñetas taltalinas

Pectorales; tarros de leche La Pastora, píldoras Ross, calamorros,


tiras de salofeno y vinos envejecidos en la pampa. Por su parte, en
el puerto, los hermanos Roberto y Ricardo Matamoros Harbott-
le, trabajaron –sin mucho diálogo entre ellos– el rubro sastrería,
zapatería, discos, radios y menaje de casa. Tal como ocurrió en
Catalina, al morir sus dueños no hubo continuidad y las existencias
quedaron allí envejeciendo con el paso del tiempo. Pero algo más:
también quedaron intactos los “clavos” que dejaron impagos los
clientes, incluyendo a los que preferían los separados. Los comer-
ciantes llamaban “clavos” a las deudas, en recuerdo de los que
usaron un día para crucificar y darle muerte a Jesús. Tal rosario
de deudas sigue hasta hoy como misterio doloroso penando en
las finanzas de los antiguos comerciantes y sus familias, cuando
ya los separados pasaron a la historia.

Nunca hubo mala leche

La leche de burra fue durante mucho tiempo un alimento


de consumo cotidiano en Taltal. Los animales y sus criadores re-
corrían las calles junto a un pollino de muy corta edad, producto
del último embarazo de la burra. Frente a la clienta y en su propio
domicilio, el “casero”, procedía a llevar la cría hasta el reducido
pezón del animal con el fin de provocar, mediante la succión, el
primer chorro de leche. Se sabía también que esta leche no se
usaba solo para la alimentación de los niños sino que era preferida
por muchas mujeres de piel seca y sensible a una cicatrización con
dificultades, con tendencias alérgicas, con arrugas de temprana
aparición y prematuramente envejecidas.

Sobre las condiciones higiénicas de la producción de


esta leche más vale no hacer memoria. Con las manos sucias y
transpiradas, producto del arreo de ambos animales durante
horas, el vendedor llenaba la medida de un litro de leche en un
jarro de muy dudosa limpieza. El pago se hacía de inmediato, lo
que agregaba un problema más a la contaminación producida
durante esta cadena alimenticia callejera.

No se supo, sin embargo, que la leche de burra estuviese


asociada a algún desorden intestinal con carácter epidémico, espe-
cialmente entre los niños prematuros que la consumían. Su gran

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Sergio Prenafeta Jenkin

digestibilidad y su bajo índice de grasas y caseína, ponía puntos a


favor a la calidad del producto. Hasta entonces se ignoraba que
ésta contenía también sustancias que solo están presentes en la
leche materna, como las vitaminas A, B y C, lo que asegura al pro-
ducto propiedades antioxidantes y regeneradoras de tejidos. En
2017 la leche de burra seguía alimentando a los niños con alergia
a la proteína láctea de la vaca.

Pero había cierta mala leche contra el líquido perlino de


las burras. Solía argumentarse que aquellas personas que con-
sumían tal brebaje, “heredaban” todas aquellas características
negativas que suelen asociarse a la conducta de los asnos: animales
porfiados, de paso cansino y lento o nulo aprendizaje, lo que se
traducía en un carácter especial. Ante la primera desavenencia
con una persona, salía a relucir la dura acusación: “A este (esta)
parece que lo (la) alimentaron con leche de burra”. En París, en
tanto, esta leche era la bebida de la aristocracia y tanto orfanatos
como en hospitales tenían sus propios planteles productores.

Pero la leche de la burra se acababa pronto. Ocurre que


sus ubres no tienen comparación con las de las vacas y mientras
éstas pueden producir hasta 60 litros diarios de leche, la burra
alcanza solo hasta el primer litro. Hay más: si se le quita la cría, ésta
deja de producir leche, no así la vaca que aunque no está junto a
su ternero, sigue su producción sin problemas. Además, la tarea
lechera de la burra no se inicia antes de los cuatro años de vida
y su cría abandona la mamada a los seis meses de haber nacido.

La leche de vaca, en cambio, era producida en Taltal en


los corrales de José “Pipo” Machiavello, dueño de un plantel de 30
animales encerrados en un predio ubicado en el barrio de La Caleta.
El producto era llevado todos los días en depósitos de aluminio
hasta el domicilio de los clientes, comenzando por el Hospital 21
de Mayo, uno de sus abonados principales. Un toro bien dotado se
encargaba de mantener a las vacas en plena producción, al mismo
tiempo que incorporaba nuevos terneros a la familia.

Las condiciones higiénicas del plantel de Machiavello


también dejaban mucho que desear. No había autoridad sanitaria
alguna que vigilase la forma como se realizaba la manipulación de
la leche, sobre todo en tiempos de calor. La refrigeración del pro-
ducto era nula, así como se permitía la mezcla de restos de leche

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Viñetas taltalinas

de la producción en días seguidos, lo que hacía variar su grado


de neutralidad y pureza. Tampoco existía un servicio de atención
veterinaria local para las vacas y sus terneros.

El tercer producto vinculado a la leche era la pequeña


industria quesera del sector de Cachinalcito, camino de Paposo,
en la majada de la familia Gutiérrez. Rebaños de ovejas y cabras en
esa franja húmeda de la cordillera de la costa, eran aprovechados
con doble propósito: obtener su leche para preparar quesillos
blancos como crujientes y vender carne fresca en especial para
las festividades patrias. Las mismas consideraciones sanitarias
ya señaladas para producir y vender leche, valen también para
los quesillos. Nunca hubo salas especiales de ordeña y lo más
probable es que el índice de coliformes por gramo del producto
debe haber sido alto y por lo mismo peligroso. Pero, que se haya
sabido, nunca hubo mala leche.

Coliflores gigantes

Doña Benita Arancibia tenía el cabaret más lujoso de Taltal


hacia 1950. En el propio chalet vivían las “internas”, cuyas piezas
daban todas a un patio interior común donde crecían todo tipo de
hortalizas. El único problema del lupanar era la escasez de agua
potable, debido a estar ubicado junto a un cerro y a nivel más alto
lo que dificultaba la llegada del vital elemento. Con el propósito de
agradecer a algunos comerciantes su atención por la venta y envío
de sus compras cotidianas hasta su domicilio, Benita les respondía
regalando las verduras “premiun” de la cosecha de su jardín. Un
día apareció temprano en el negocio de un conocido comerciante
portando una coliflor de un tamaño nunca visto. “Se la traigo para
su señora madre porque he sabido que a ella le gusta la coliflor con
salsa blanca”, precisó Benita. El comerciante agradeció este gesto
y lo entregó luego a su madre, una auténtica dueña de casa que
sabía muy bien cuál era el tamaño que podía alcanzar un vegetal de
ese tipo. Todo estuvo bien hasta que ella supo la procedencia del
regalo y reaccionó sin callar su molestia. “Esta coliflor fue regada
con la orina de esas mujeres sin vergüenza, por eso creció tanto.
Devuélvala inmediatamente” ordenó a su hijo. La coliflor siguió
otro camino para no molestar a la donante, pero luego el tema
llegó a oídos de los médicos y farmacéuticos del puerto, quienes

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señalaron que la orina de las mujeres, variables en su constitución


química durante el mes, actúa como un factor de crecimiento del
tamaño de los vegetales que reciben estas hormonas humanas.
Más tarde se comprobó que plantas de interior que se riegan con
agua más algunas pastillas disueltas de anticonceptivos orales, su
crecimiento es mucho mayor que las del resto de sus congéneres.
Una cosa quedaba claro: los logros del harem a cargo de la Benita
le habían dado, sin duda, un nuevo giro a la agricultura local.

Adelita: no solo el mar es salado

En los tiempos que corren ya no entran barcos a Taltal,


sin embargo en los años cincuenta del siglo pasado era frecuente
encontrar naves de Chile descargando mercaderías y otras con
banderas extranjeras cargando salitre. Pero era también posible
divisar barcos de la Armada Nacional haciendo una breve recalada
en la bahía. Siempre Taltal recibió con afecto a los marinos y las
autoridades locales no perdían la ocasión para festejar con un
cóctel en el Club Taltal a todos los oficiales.

Ocurrió que esta vez fue el alto mando de la Covadonga


el que recibió el festejo. Como era acostumbrado, los directivos
del Club encargaron a la señora Adela viuda de Rusell la prepara-
ción del clásico pisco sour para el brindis. “Adelita” era una dama
boliviana que fue esposa de un ciudadano inglés, miembro del
staff del Ferrocarril salitrero y que ocupaba su tiempo libre para
hacer clases particulares de inglés. Todos ponderaban “la buena
mano” que siempre tenía para preparar cocteles y su afán por
realizar personalmente la mezcla del jugo de limón de Pica con
azúcar flor y hielo en cantidades exactas.

A la hora indicada, los marinos llegaron al Club y luego de


la recepción que le brindó el Gobernador de Taltal, todos recibie-
ron una copa de cuello largo esperando el momento del brindis.
La autoridad local saludó a los visitantes y pidió hacer el primer
“salud” en homenaje al Presidente de la República. Cuando todos
empinaban sus copas se produjo un breve silencio que se rompió
cuando todos los marinos reaccionaron entre risas y sorpresas.
¡El pisco sour no había sido hecho con azúcar flor sino con sal!

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Viñetas taltalinas

Las excusas del Gobernador llegaron con prontitud


mientras que los invitados locales buscaban con indignación a
Adelita, que desde la cocina se aprontaba a servir una segunda
porción del áspero brebaje. Pasado el bochorno, alguien se atre-
vió a sacar las conclusiones de rigor al afirmar que doña Adela,
natural de Cochabamba, reivindicó a menos de una cuadra del
mar el nombre de su país, frente a un grupo de marinos chilenos
haciéndolos beber un trago amargo.

---oo0oo---

Amigas y amigos: aquí termina nuestro viaje y gracias


por vuestra compañía.

Ha sido un recorrido que nos ha tomado unos doce mil


años en busca de nuestra identidad, camino ya a fundirnos con
el infinito desde Paranal. Arqueólogos y antropólogos nos han
informado cuándo llegó el ser humano a vivir en las soledades
del Desierto y ahora aguardamos que los astrónomos, desde esos
mismos parajes, nos puedan asegurar que no estamos solos en
el Universo.

Gracias Taltal, hermoso suelo nuestro, por hacernos partí-


cipe en cuerpo y alma de esta hermosa aventura del conocimiento.

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T A L T A L. Desde una mina de 12.000 años a los arcanos de la galaxia

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Decreto 31/5/1879, P. 138. Se aumenta en 26 manzanas población
de Blanco Encalada.
Decreto 31/5/1879. B.O. T. 47 pág. 137. Se aumenta en 12 manzanas
población de Taltal.
Decreto 26/11/1880. B.O. T. 48, pág. 369. Se divide en tres distritos
subdelegación de Taltal.
Decreto 3/10/1879. B.O. P. 373. Se crea distrito N° 4 de Caleta Oliva.
Decreto 11/9/1879. B.O. T.47, pág. 291. Se aprueba ordenanza
que establece las contribuciones de patentes de carruajes, carros
y carretas de uso público o particular, que trafiquen dentro del
recinto urbano de las poblaciones de Chañaral de las Ánimas, Pan
de Azúcar, Taltal y Paposo.
Decreto 24/10/1836. B.O. T. 7 pág. 84. Se declara habilitado el
puerto de Chañaral.
Decreto 24/9/1844. B.O. T.12 pág. 238. Se declara a Chañaral
Puerto Menor.
Decreto 12/7/1858. B.O. T. 25, pág. 364. Se habilita para el co-
mercio al puerto de Taltal.
Decreto 6/3/1862. B.O. T. 30 pág.57. Se autoriza a José Antonio
Moreno a construir un muelle.
Decreto 20/7/1878. B.O. 46, pág. 323. Concede permiso a E.
Atkinson para construir muelle.
Decreto 26/6/1877. B.O. T.45, pág. 340. Se establece la población
de Taltal.
Decreto 25/6/1879. B.O. T. 47, pág. 193.Concede permiso a Jerman
Theobald para construir un muelle.
Decreto 19/4/1889. B.O. T. 48, pág. 133. Se crea plaza de Receptor
de Menor Cuantía.
Decreto 25/6/1880. B.O. T. 48, pág. 179. Concede permiso a
Berger, Van Buren y Cia. para construir un muelle.
Decreto 22/9/1880. B.O. T.48, pág. 341. Concede permiso a Daniel
Oliva para construir muelle.
Decreto 19/10/1880. B.O. T. 48, pág. 338. Concede permiso a la
Cia. Inglesa de Vapores para construir un muelle.

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Sergio Prenafeta Jenkin

Decreto 19/10/1880. B.O. T. 48, pág. 337. Concede permiso a


Peters y Cia. para construir muelle.
Decreto 26/11/1880. B.O. T. 48, pág. 369. Se divide en tres distritos
Subdelegación de Taltal.
Decreto 24/12/1892. Diario Oficial N° 4.111. Aprueba la organiza-
ción y atribuciones de las municipalidades y la Ley general sobre
la materia.
Ley N° 1.151. 20/1/1881. B.O. T.49, pág. 67. Se eleva a Taltal a la
condición de Puerto Mayor.
Ley N° 1.435. 154/1/1882. Fija derechos de exportación al salitre
de Taltal y caletas de su dependencia.
Ley N° 2.025, 12/1/1884. Tarifas que se fijan para FF.CC. Antofa-
gasta y Aguas Blancas serán iguales a las del Ferrocarril de Taltal.
Ley N° 18, 2/2/ 1893. Concede a D. Oliva permiso de construc-
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Sergio Prenafeta Jenkin

AGRADECIMIENTOS

Dejo constancia de mi especial reconocimiento a los in-


tegrantes de los dos últimos Concejos de la Ilustre Municipalidad
de Taltal, presididos por el Alcalde Sergio Orellana Montejo.

Expreso también mi gratitud a quienes me brindaron


su valiosa ayuda para la realización de esta obra. Ellos son: el
Profesor, escritor y Doctor en Historia Roberto Hernández Ponce
(† 2018); el Director del Museo de Taltal Rodolfo Contreras Neira;
la Directora de Biblioteca Municipal de Taltal y sus colaboradoras,
señora Lina López Lemus de Maturana; el Director del Museo de
Chañaral y escritor Omar Monroy López; el Profesor e Historiador
Juan Floreal Recabarren R.; ejecutivos de la Secretaría Regional
Ministerial de Energía, Antofagasta; la señora Cecilia Guzmán,
Conservadora del Archivo de la Armada y jefe del Departamento
de Archivo e investigación del Museo Marítimo Nacional y el se-
ñor Raimundo Silva, bibliotecario de la unidad citada. Al videísta
Carlos Céspedes y al fotógrafo Omar Acosta, ambos taltalinos.
Gestión especial le cupo también en este trabajo editorial, a mi
nieta Dra. Joanne Briner P. y, a su hora, a mi querido hijo Marcelo
(† 2017), siempre atento para que nada faltara en la producción
de este proyecto y cuyas cenizas, a su insistente pedido, reposan
en la pampa aledaña a su querido Taltal.

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