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1. JEREMY BENTHAM
La doctrina de que el placer es el único bien último y el dolor el único mal
es al menos tan vieja como Epicuro (341-270 a. C.). Pero desde el principio
esta doctrina ha sido denunciada como herética por la mayor parte de los
moralistas ortodoxos o ascéticos, de tal manera que casi desapareció, hasta
que volvió a ser rescatada en los siglos XVII y XVIII. El escritor que enton-
ces la formuló, de la manera más estricta, elaborada y sistemática, fue
Jeremy Bentham1.
Si podemos juzgarlo por el número de referencias hacia él y hacia sus doc-
trinas en la literatura sobre el tema —aunque en la mayor parte de los casos se
trate de críticas sañudas, o burlonas—, Bentham ha sido el moralista más dis-
cutido e influyente de los tiempos modernos. Por tanto puede resultar prove-
choso comenzar con un análisis de la doctrina hedonista como él la plantea.
Su declaración más conocida (y también la más auténtica)2 se encuentra
en Principles of Morals and Legislation. Los párrafos con que se inicia ese
libro son valientes y cautivadores.
La naturaleza ha colocado a la humanidad bajo el gobierno de dos amos soberanos, el dolor
y el placer. Solo a ellos les corresponde señalar lo que deberíamos hacer y determinar lo que
haremos. Por una parte, el patrón de correcto e incorrecto y, por otra, la concatenación de
causas y efectos, están sujetos a su trono. Ellos nos gobiernan en todo lo que hacemos, lo
que decimos y lo que pensamos: cada esfuerzo que podamos hacer para liberarnos de este
1. Las teorías éticas de Bentham son presentadas de forma breve en A Fragment on Government (1776), en
An Introduction to the Principles of Morals and Legislation (impresa en 1780, pero publicada hasta
1789) y en su obra póstuma Deontology editada por Bowring en 1834, con base en manuscritos. Para
una exposición y crítica completas del trabajo de Bentham sobre la ética, así como un relato sobre su
reputación, vea el trabajo de David Baumgardt, Bentham and the Ethics of Today (Princeton, NJ:
Princeton University Press, 1952).
2. En el trabajo póstumo Deontology, sobre el cual Bowring argumenta que “lo armó” a base de
“fragmentos no unificados, escritos en pequeños pedazos de papel, sin mucho pensar, sin continuidad y
entregados en mis manos sin ningún orden establecido”, es difícil decir qué es de Bentham y qué es de
Bowring.
2 Los fundamentos de la moral
Bentham modificó más tarde sus ideas, o al menos su expresión de las mismas.
Reconoció su deuda con Hume por el “principio de utilidad”, pero consideró el
principio demasiado vago. ¿Utilidad para qué? Bentham tomó de un ensayo
sobre el gobierno, publicado por Priestley en 1768, la frase “la mayor felicidad
del mayor número”, pero más tarde substituyó tanto esta frase como la expresión
“la utilidad” por “el principio de la mayor felicidad”. También, de manera pro-
gresiva (como se revela en Deontology) substituyó el término “placer” por el de
“felicidad” y la expresión “mayor felicidad”; y en Deontology llegó a esta defini-
ción: “la moralidad es el arte de maximizar la felicidad: proporciona el código de
leyes según las cuales se sugiere aquella conducta cuyo resultado, considerando
la totalidad de la existencia humana, dejará la mayor cantidad de dicha”4.
2. LA ACUSACIÓN DE SENSUALIDAD
Pero el gran vendaval de críticas se ha dirigido sobre todo contra la declara-
ción de su teoría tal como la expone en Principles of Morals and Legislation,
(y contra las malas interpretaciones generalizadas sobre lo que creyó o siguió
creyendo).
Como el objetivo principal de estos primeros capítulos será poner el fun-
damento para una teoría positiva de la moral, trataré aquí solo algunos de los
aspectos respecto de los cuales aquella crítica era válida o injustificada; y los
trataré no tanto en cuanto se aplican a las doctrinas específicas de Bentham,
sino más bien a las doctrinas hedonistas o que tienen que ver con la felicidad
en general.
La objeción más frecuente que los escritores antihedonistas y antiutilita-
ristas hacen contra el hedonismo o el utilitarismo consiste en que el “placer”
en que este hace consistir el objetivo de la acción se refiere a un placer pura-
mente físico o sensual. Así, Schumpeter lo califica como “la más superficial
de todas las filosofías concebibles de la vida”, e insiste en que el “placer” del
que habla es simplemente el placer resumido en comer bistecs6. Moralistas
como Carlyle no han vacilado calificar su teoría de “una filosofía de cerdos”.
Esta crítica es muy antigua. “Epicúreo” se ha convertido en sinónimo de sen-
sualista y los seguidores de Epicuro han sido condenados como los “cerdos”
de Epicuro.
Estrechamente relacionada con esta crítica, y compartiendo con ella casi
la misma notoriedad, está la acusación de que el hedonismo y el utilitarismo
predican esencialmente la filosofía de la sensualidad y la autoindulgencia,
propias del voluptuoso y el libertino.
Ahora bien, aunque es verdad que mucha gente predica y practica la filo-
sofía de la sensualidad, esta recibe muy poco apoyo de Bentham o, para los
efectos, de cualquiera de los principales utilitaristas.
Por lo que respecta a la acusación de sensualidad, nadie que haya leído
alguna vez a Bentham podrá tener alguna excusa para hacerla6. En su deta-
llada enumeración y clasificación de los “placeres”, menciona no solamente
los relacionados con los sentidos, entre los cuales incluye el placer de la
salud y los que se derivan de la riqueza y el poder, o hasta los que se derivan
5. Joseph A. Schumpeter, History of Economic Analysis (New York: Oxford University Press, 1954),
p. 131 et seq.
6. John Hospers ha demostrado que el cargo es injusto aún si está dirigido en contra de las verdaderas
doctrinas de Epicuro. Ver John Hospers, “Epicureanism”, Human Conduct (New York: Harcourt, Brace,
1961), pp. 49-59.
4 Los fundamentos de la moral
de la adquisición y la posesión, sino también los que tienen que ver con la
memoria y la imaginación, la asociación y la expectativa, la amistad, el buen
nombre, la piedad, la buena voluntad y la benevolencia. (También es realis-
ta y suficientemente ingenuo para incluir en su lista los que se relacionan con
la malevolencia o el rencor).
Cuando se hace la pregunta sobre cómo el placer debería ser medido,
valorado o comparado, señala para el efecto siete criterios o “circunstan-
cias”: (1) intensidad, (2) duración, (3) certeza o incertidumbre, (4) cerca-
nía o lejanía, (5) fecundidad —o la posibilidad de ser seguido por sensa-
ciones de la misma clase—, (6) pureza —o la posibilidad de no ser segui-
do por sensaciones de la clase opuesta— y (7) extensión —el número de
personas a quienes alcanza—7.
Pienso que las citas anteriores apuntan a varios de los defectos verdade-
ros en el análisis de Bentham. Estos incluyen su fracaso en la construcción
de un “cálculo hedonista” convincente (aunque su esfuerzo detallado para
lograrlo fuera muy instructivo). Incluyen asimismo su tendencia a conside-
rar el “placer” o el “dolor” como algo que puede ser abstraído y aislado de
placeres o dolores específicos, y tratado como un residuo físico o químico, o
como un resultado homogéneo que puede ser medido cuantitativamente.
Volveré a estos puntos más tarde. Aquí deseo indicar que Bentham y los
utilitaristas generalmente no pueden ser acusados con justicia de asignarle al
“placer” un sentido puramente sensual. Ni su énfasis en promover el placer
y evitar el dolor conduce necesariamente a una filosofía de autoindulgencia.
Los críticos del hedonismo o el utilitarismo hablan constantemente como si
sus adeptos midieran todos los placeres solo en términos de intensidad. Pero
las palabras clave en las comparaciones de Bentham son la duración, la
fecundidad y la pureza. La más importante de todas, según él mismo, es la
duración. Al discutir la virtud de la “prudencia egoísta”, Bentham enfatiza
constantemente la importancia de no sacrificar el futuro por el presente, o la
de dar “preferencia al placer futuro mayor sobre el presente menor”8. “¿No
es una virtud la moderación? Sí, sin duda lo es. Pero ¿por qué? Porque, al
refrenar el deleite durante un tiempo, después lo eleva a tal grado que hace
crecer, en general, la reserva de felicidad”9.
Para hacer la aplicación más específica, Bentham preguntó luego qué pasa-
ría si en Gran Bretaña todos los católicos romanos fueran hechos esclavos y se
dividieran entre todos los protestantes; o si en Irlanda todos los protestantes
fueran divididos de manera similar entre todos los católicos romanos.
Así que Bentham regresó al principio de la mayor felicidad y habló sobre
el objetivo de la ética como el que consiste en maximizar la felicidad de la
comunidad como un todo.
11. Ver Ludwig von Mises, Human Action (New Haven: Yale University Press, 1949), pp. 14-15; y Theory
and History (Yale University Press, 1957), pp. 12-13n. También Feuerbach, “Eudämonismus”, en
Sämmtliche Wërke, Bolin and Jodl, eds. (Stuttgart, 1907), vol. 10, pp. 230-293. John Hospers señala
otras fuentes de confusión en su obra Human Conduct, especialmente en las pp. 111-116. Estas incluyen
la confusión del “placer”, en el sentido de una fuente de placer, tal como una sensación placentera, con
el placer en el sentido de un estado placentero de consciencia. Es solamente al opuesto del primer
término que se le puede describir adecuadamente como “dolor”, mientras que el verdadero opuesto del
segundo sería desagrado. No hacer esta distinción fue fuente de gran confusión en los textos de
Bentham y Mill.