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METAFÍSICA I

Dr. Jordi Girau


Metodología y didáctica

La Metafísica General es el más abstracto de los tratados filosóficos, tan ajeno a nuestra
mentalidad ("sensibilidad") contemporánea como necesario para aprender a filosofar; y,
además, es lo mejor de la filosofía, su expresión más sublime. Privarnos de ello sería una
pérdida imperdonable e irreparable. Pero resulta muy difícil para nosotros, que estamos
enviciados con lo sensible y lo concreto. Para explicarla y hacerla entender cabría ilustrar sus
tesis mediante profusión de ejemplos intuitivos, como ocasionalmente hacía Aristóteles, su
"inventor", y ha venido haciéndose después, sobre todo a partir de Suárez (s. XVI). Sin
embargo, tanto el Estagirita como el mejor metafísico de la historia, santo Tomás, hicieron
algo más, algo en lo que no fueron imitados por los metafísicos de la llamada "segunda
escolástica" ni por los neoescolásticos del siglo XX. Aristóteles y Tomás hicieron metafísica
"concreta", "crecida con", desarrollada "al hilo de".

El primero elaboró su discurso sobre el ser, su Filosofía Primera o Sabiduría, de manera


tentativa, buscando y luchando indisimuladamente por aclararse, en continuidad con la
tradición cultural que le había precedido. Su metafísica "en construcción" se desarrolla sobre
el suelo fértil del biólogo, hijo de médico, y acude continuamente a los antiguos filósofos
naturalistas, a los eléatas, a los sofistas y a Sócrates y, sobre todo, se va organizando en
diálogo, a veces tenso, con el maestro Platón, con arreglo al certero adagio "amicus Plato,
sed magis amica veritas".

El caso de Tomás de Aquino es parecido, pero todavía más "con-creto". Su metafísica es


doblemente "concreta". Hereda en parte el carácter histórico de la de "el Filósofo", pero crece
y se desarrolla, además, en la matriz de la fe y la teología cristianas. Su visión creyente de
Dios, del hombre y del mundo empapan su filosofía, metafísica incluida. Tomás vivió
coherente, santamente, su vocación personal de servidor de la Verdad, que es el Dios de
Jesucristo. Conforme a su lema dominicano: "contemplata aliis tradere". Y se santificó
haciéndolo, como dijo de él Juan XXII en la Bula que expresa el acto infalible de su
canonización: "Tot fecerat miracula quod scripserat articulos."

No voy a sustanciar ahora estas afirmaciones, que se derivan del estudio de estos dos colosos
de la filosofía en general y de la metafísica en particular. Creo estar haciéndolo
suficientemente en el correspondiente tratado de Historia de la Filosofía Antigua y Medieval.
Pero las traigo aquí para justificar la elección de La metafisica dell'essere di san Tommaso
d'Aquino in una prospettiva storica, de Leo J. Elders, misionero del Verbo Divino, que, como
libro de texto, sustentará nuestro curso. Como su título expresa con exactitud, este libro
presenta la metafísica del ser de santo Tomás en una perspectiva histórica. No es que esta
obra satisfaga todas mis expectativas. A mi juicio, debería completarse ulteriormente
explicitando más las innumerables conexiones de la metafísica con la fe cristiana y la
teología, cosa apenas esbozada en el libro; pero, por lo menos, cumple satisfactoriamente el
objetivo de situar en contexto histórico las doctrinas de la Filosofía del Ser de Tomás de
Aquino, presentándolas, sin embargo, con la deseable claridad sistemática.
Puede dar la impresión de que, al añadir volumen de información a lo que podría ser un
escueto tratado de Metafísica, se complica nuestro trabajo académico; pero pienso que,
realmente, a fin de cuentas, no es así. El acompañamiento histórico nos facilita la
comprensión de las doctrinas metafísicas. Dado el perfil intelectual predominante en nuestros
días, que nos afecta a todos, me atrevería a decir que este enfoque (la "perspectiva histórica")
es la condición para que los pensamientos metafísicos nos resulten inteligibles.

Presentar la metafísica en perspectiva histórica no es incurrir en el historicismo. El


historicismo, que se contenta con exponer las enseñanzas de los filósofos por orden de
aparición a lo largo del tiempo y, en el mejor de los casos, se limita a evaluar una propuesta
con la ayuda de la sucesiva, es una forma de "pensamiento débil". No la peor, en cuanto
aspira a entender de verdad cada una de las doctrinas; peor es el "periodismo filosófico" de,
por ejemplo, El mundo de Sofía (Gaarder). Pero débil al cabo, porque no se atreve a discernir
entre la verdad y el error, hechizado por el tópico ilustrado del "progreso" indefinido y
presuntamente perfectivo de la humanidad y de sus productos intelectuales. A estas alturas,
después atravesar el desierto que ha sido el siglo XX, ¿quién puede creer todavía en ello?

La razón humana, también en su función filosófica, no puede renunciar al criterio, al


discernimiento, a la búsqueda de la verdad y a la opción vital por ella. No puede renunciar,
si no es a costa de la propia humanidad. A estos efectos caben dos caminos. El esfuerzo
heroico del hombre solo por la verdad, que a Camus le pareció la condena de Sísifo pero que
aún sigue siendo moralmente irrenunciable, o la apertura a otros horizontes de referencia y
de inteligibilidad. Es el caso de la "filosofía cristiana".

Respecto de esta "filosofía cristiana", caben dos posibilidades: Ser "cristiano filósofo" o ser
"filósofo cristiano". El orden del adjetivo sustantivado y el adjetivo sin más no es de ningún
modo indiferente. En el primer caso, el Magisterio de la Iglesia resulta esencial. Como
creyente en el ministerio de los pastores de la Iglesia que, a lo largo de la historia de la
salvación, van acompañando mi actividad intelectual, me dejo guiar gustosa y
agradecidamente por León XIII y su Aeterni Patris y por el beato Juan Pablo II y su Fides et
ratio, y, por eso, elijo la Filosofía del Ser de Tomás de Aquino.1 En el segundo, me veo en el

1
Fides et ratio, nn. 43 y 44, resumidos: Santo Tomás de Aquino dialogó con el pensamiento árabe y hebreo de
su tiempo. Armonizó fe y razón, ya que ambas proceden de Dios y, por tanto, no pueden contradecirse. La fe
presupone y perfecciona la razón, la libera de sus límites; y es ejercicio de pensamiento libre y consciente.
Pablo VI ponderó la audacia de Tomás para buscar la verdad con libertad y honradez; y que supo conciliar lo
secular con el evangelio: Sin despreciar el mundo, reconoció la supremacía de lo sobrenatural. Según Tomás:
“Omne verum a quocumque dicatur a Spiritu Sancto est.” Tomás amó de manera desinteresada la verdad
universal, objetiva y trascendente. Alcanzó cotas que la inteligencia humana jamás podría haber pensado. Su
filosofía es filosofía del ser y no del simple parecer.
Decreto de reforma de los estudios eclesiásticos de filosofía (28 I 2010), n. 12. “Ya sea para la
adquisición de los hábitos intelectuales como también para la asimilación madura del patrimonio filosófico,
tiene un lugar relevante la filosofía de santo Tomás de Aquino, quien ha sabido poner ‘la fe en una relación
positiva con la forma de razón dominante en su tiempo’. Por esto, es llamado aún en nuestros tiempos ‘apóstol
de la verdad’. En efecto, ‘precisamente porque buscaba la verdad sin reservas, supo reconocer en su realismo
la objetividad de la verdad’.”
Decreto (Parte dispositiva), Art. 59 §1: “La investigación y la enseñanza de la filosofía en una
Facultad eclesiástica de Filosofía deben hacerse “en el patrimonio filosófico perennemente válido”, que se ha
deber de escoger por mí mismo, entre las ofertas del panorama filosófico, la que mejor encaje
con mis convicciones de fe. Prescindir de esta última referencia equivaldría a apostatar.
Habría dejado de ser siquiera cristiano. Puede ser humanamente legítimo; no le es
cristianamente.

Por no alargarlo más: en mi caso coinciden ambas perspectivas en la filosofía de Tomás de


Aquino; máxime en su metafísica. No resulta nada fácil saber cuál ha prevalecido
biográficamente en cada persona (por ejemplo en L. Elders). En el mío, ha prevalecido lo de
ser cristiano, y sacerdote católico, que filosofa. La calidad de este filosofar y la verdad del
discurso resultante quedan ahí, a juicio de cualquier otro filósofo. Pero debo declarar que,
como hombre filósofo (amante de la sabiduría) que soy, no tengo ninguna mala conciencia
derivada de mi opción por la metafísica tomista. Está claro que esta opción por la filosofía
cristiana es también la del padre Leo Elders. Otra sólida razón para elegir su obra.

Las clases se desarrollarán del modo acostumbrado: lección "magistral" del profesor en la
que cabe un moderado uso de las preguntas espontáneas por parte de los alumnos, y atención
personal en el horario de despacho para aclarar dudas o ampliar contenidos. Con el avance
del curso irán dándose estos "apuntes" de la asignatura, en español por supuesto, que son
sustancialmente un resumen del libro de Leo Elders ocasionalmente glosado en orden a
explicitar las conexiones de la metafísica tomista con la fe cristiana y la teología.

En el aparato crítico del libro de Elders (en su bibliografía y especialmente en sus abundantes,
oportunas y certeras notas a pie de página, siempre en las lenguas originales) se puede
encontrar un exhaustivo e inagotable tesoro de referencias precisas que, para hacerlos más
sencillos, pasarán a los apuntes sólo cuando lo juzgue necesario, pero que deberá ser
consultado por quien desee ampliar o profundizar cualquiera de los temas expuestos. El
hecho de que el manual esté en italiano no debería ser óbice para alumnos universitarios
hispanoparlantes.

desarrollado a lo largo de la historia, teniendo en cuenta particularmente la obra de Santo Tomás de Aquino.
Al mismo tiempo, la filosofía enseñada en una Facultad eclesiástica deberá estar abierta a las contribuciones
que las investigaciones más recientes han aportado y continúan aportando. Se requerirá subrayar la dimensión
sapiencial y metafísica de la filosofía.”
Introducción

Origen y uso del término "Metafísica"

[Usos latos del término:] Algunos autores contemporáneos (como, por ejemplo, Camus,
Péguy, Marcel) lo han utilizado para referirse a cualquier investigación filosófica, más o
menos profunda o fundamental, sobre la realidad. En estos casos la palabra equivale
simplemente a filosofía. Suelen estar pensando en una filosofía no de lo empírico sino de lo
que se oculta debajo de ello, a lo que podemos acceder sólo aproximadamente (Hartmann).
Para Wolff, metafísica era la ciencia de los principios generales sobre los que se basan otras
ciencias, como la cosmología, la psicología y la teología natural. En ninguno de estos casos
es la ciencia del ser en cuanto tal (Aristóteles).

Es comúnmente aceptado en Historia de la filosofía que el nombre de Metafísica se debe a


Andrónico de Rodas (s. -I) quien, bajo este título inventado por él, recogió, ordenó y editó
una serie de escritos del Estagirita sobre Filosofía Primera que, por su contenido, debían
colocarse y leerse después de los de Física (tà metà physicà [biblía]). Su contemporáneo
Alejandro de Afrodisia puntualiza acertadamente que este tratado aristotélico estudia las
cosas que "para nosotros" vienen después de la física, pero que, "en sí mismas" le son
anteriores. Algunos historiadores actuales sostienen que el término ya se usaba antes, en
Alejandría o incluso en el mismo Liceo ateniense. Los neoplatónicos que comentaron a
Aristóteles incluyeron en este campo las cosas que son más altas y que trascienden este
mundo cambiante.

En el siglo XVII Glocenius empezó a llamar "ontología" al tratado sobre el ser (distinto de
la teología) que fundamenta las demás ciencias. Le siguió Wolff.

[Uso indebido: Abusiva y "catetamente" se emplea a veces el término como sinónimo de


'esoterismo'; por ejemplo, en los anaqueles de ciertas librerías "progres" e hipercomerciales,
donde se puede encontrar la Metafísica de Aristóteles mezclada con los escritos de cualquier
guru de moda.]

Breve historia de la metafísica

Algunos historiadores han pensado en Anaximandro como fundador de la metafísica, por


su sugerencia de tò ápeiron (lo indefinido) cual arjé de todas las cosas. Parece mejor elegir
a Parménides, por su propuesta del Ser como explicación de la realidad. Platón así lo
entiendió y plasmó en sus diálogos, en los que investiga las ideas y sus relaciones entre sí y
con las cosas, a la luz del Uno y la Díada indeterminada. Pero la constitución y definición
de la metafísica como filosofía primera y ciencia del ser en cuanto tal se la debemos a
Aristóteles.

Él nos dejó esa colección de 14 tratados más bien independientes que conocemos con el
nombre de Metafísica. En el libro I trata de la sabiduría [sophía] que investiga las causas
primeras. Es una ciencia teorética, no práctica; la mejor de todas ellas. El libro II plantea los
problemas fundamentales de esta ciencia, sin resolverlos de momento. ¿Aporética? Hay que
ir a los libros sucesivos. El libro IV define la metafísica como ciencia del ser en cuanto ser
y precisa los diversos significados del ser, el principal de los cuales es la sustancia. El libro
VI divide las ciencias en teoréticas, prácticas y productivas [poiéticas], distinguiendo en el
primer grupo la física, la matemática y la teología. Jaeger subrayó la influencia del
platonismo en este libro; influencia que, sin embargo, no conviene exagerar.

¿Cuál es el objeto de la Metafísica aristotélica: el Ser supremo (Dios) o el ser en general?


Alejandro de Afrodisia parece inclinarse por lo primero. También Asclepio, Filopón y
Simplicio, con los neoplatónicos, la prefieren; esta interpretación, sin embargo, fue
rechazada por el empirista Hume: no hay que buscar las causas del mundo material fuera del
mismo.

Entre los árabes, Avicena aceptó la definición de la metafísica como ciencia del ser en cuanto
ser. Dios, que no es su objeto, tiene que ver con ella porque las cuestiones que ella estudia
llevan a la demostración de su existencia. Averroes dijo que Dios es el objeto de esta ciencia,
que se ocupa también de lo material.

San Alberto Magno puso no a Dios sino al ser en cuanto tal como objeto de la metafísica.
A este ser lo entiende, neoplatónica y cristianamente, como la "primera emanación de Dios
y la primera criatura". Su opinión parece vacilante.

La postura de Tomás al respecto se irá viendo a lo largo de todo el tratado. Anticipemos que
constituyó la metafísica como filosofía del ser (ni de las sustancias ni de Dios), la unificó y
aclaró el puesto ["secundario" quoad nos, primario quoad se] que Dios ocupa en ella.

Para Scoto el objeto de la metafísica era el ens commune, absolutamente indiferenciado,


común a Dios y a las criaturas. El acto de ser (esse) es un atributo de los entes individuales
y, por ello, la metafísica estudia su esencia (esse quidditativum) y no lo que está fuera de ella.
De este concepto absoluto de ser que el hombre puede adquirir por medio de la metafísica
(ciencia necesaria y absolutamente primaria), dependen la teología y la filosofía natural. Así
Dios depende del concepto humano de ser, aunque ningún concepto puede entender a Dios.

Suárez, el primero en sistematizar el discurso metafísico ya no como comentario al texto de


Aristóteles sino como Disputationes autónomas, planteamiento muy influyente en los dos
siglos siguientes, rechazó la propuesta de Scoto: ha confundido nuestro modo humano de
concebir el ser con el modo como las cosas son realmente. El objeto de la metafísica es el
concepto de ser como nombre, al margen de si existe o no. Así el ser posee el más alto grado
de universalidad. Esta postura de Suárez reduce el estudio del ser al de la esencia, olvidando
su sentido más pleno: como realidad existente. Su metafísica se queda en estudio crítico de
las ideas. Al descuidar la distinción clásica entre el ser en sí y el ser en cuanto a nosotros,
nuestros conceptos humanos precederían al mismo Dios. De esta manera preparó
[involuntaria pero realmente] el camino del subjetivismo moderno y de la filosofía
trascendental. La cuestión de la certeza de nuestro conocimiento se convierte en el tema
principal de la filosofía y se abre el camino hacia Descartes, "discípulo de los discípulos de
Suárez".

Wolff dijo acertadamente que el afirmarse de la filosofía de Descartes trajo como


consecuencia el declive de la metafísica clásica. Aunque Leibniz sostenía todavía que el
objeto de la metafísica es el ser y todo lo que tiene que ver con él, ya Hume la rechazó como
"sofistiquería" y engaño. En el siglo XVIII se impuso Locke y su análisis del hombre que
sustituye al del ser: la metafísica es vana logomaquia.

Kant sostuvo la vital necesidad de una metafísica, pero que tenía que revolucionarse como
las ciencias naturales para salir del atasco en que se hallaba. La "verdadera" metafísica debe
estudiar los límites del conocimiento humano. Así la metafísica se desplaza del estudio del
ser al del conocer. La clásica (del ser) es imposible. Debe constituirse como una ciencia
nueva, omnicomprensiva, que abrace la ontología, la fisiología, la cosmología y la teología
(así lo vio también su predecesor Baumgarten). La ontología es la ciencia crítica de los
conceptos y debe llamarse también filosofía trascendental, pues estudia las condiciones a
priori y primeros elementos (categorías) de nuestro conocimiento.

Hegel reprochó a Kant haber causado la pérdida del interés por la metafísica. Él, a su vez,
transformó la doctrina sobre el ser en una lógica objetiva que asume la prioridad sobre el
mismo ser, y redefinió la metafísica como autoreflexión dialéctica de la Razón.

Engels distinguió entre metafísica y dialéctica. La primera considera el mundo como un


conjunto de objetos independientes e inmutables (sólo repetitivos), mientras que la segunda
capta la realidad misma como totalidad que se desarrolla dinámicamente.

Nietzsche condenó la metafísica como suma de inepcias, ignorancias y agotamiento: la


ciencia de los errores humanos, el mayor de los cuales es atribuir prioridad al ser sobre el
devenir. Bergson, que apreció la metafísica clásica como connatural al entendimiento
humano, al buscar lo que es perceptible más allá de lo pensable, no logró superar el sensismo.

En su Was ist Metaphysik? (1929), Heidegger afirma que la metafísica es la relación


primaria del hombre con el mundo, pero reprocha que la metafísica tradicional, ciencia
especializada, analítica y sistematizada, ha estrechado su visión, que debería ser global: a
partir de Platón los filósofos han considerado la suma de los seres o las esencias de las cosas,
pero no el Ser mismo con su verdad. Es la tragedia del pensamiento occidental. A causa de
este olvido del Ser o pérdida del fundamento, el hombre es asaltado por la angustia. Sin
embargo, él mismo se da cuenta de pertenecer a una clase especial del ser, el Dasein [estar-
ahí]: se siente rodeado y amenazado por la nada; y le brota la cuestión ¿por qué las cosas
existen y no más bien la nada? Sólo afrontándola podremos abrirnos al Ser, que no es Dios
sino "lo que está más allá" y es, a la vez, lo más próximo a nosotros. El Ser es la Lichtung
[iluminación, claro en el bosque], una fulgurante autorevelación que, a la vez, se sustrae, se
esconde; se ordena al hombre pero, a la vez, se distancia de él. Quien olvida la diferencia
ontológica entre das Sein [el Ser] y das Seiende [lo que está siendo, los entes] permanece a
nivel de esto último. Heidegger intenta hacer una investigación metafísica cuando busca el
fundamento de las cosas, pero no supera la aproximación fenomenológica: el Ser para él es
un "ser-presente-al-hombre" que, a la vez, se retrae de él. Tanto el postulado de la diferencia
ontológica como el rechazo de poner a Dios como fundamento del ser son discutibles. Es
víctima de lo que Siewerth ha llamado "el trágico destino del pensamiento occidental": el
hombre, que determina la naturaleza del ser, experimenta la propia contingencia o el "ser
arrojado" como angustia existencial y no logra sustraerse al temor del absurdo y de la total
pérdida de significado.
Como muchos otros filósofos influidos por el idealismo, los existencialistas Sartre y
Merleau-Ponty sostuvieron que entre la realidad (la chose, [la cosa]) y el pensamiento
(l'être-pour-soi, [el ser-para-sí]) hay un abismo infranqueable, porque lo que constituye el
ser de las cosas es lo que nos impide poseerlas. La realidad es trascendente en el sentido de
que no sé qué pueda ser. Que el hombre es un ser metafísico significa que, en cuanto deja de
vivir en la obviedad del objeto y experimenta su propia subjetividad, alcanza un nivel más
profundo de conocimiento. La metafísica es hacerse consciente del propio actuar en el
mundo, condicionado por la estructura de nuestro ser físico: mi cuerpo es el punto de vista,
absolutamente individual, de mi conocimiento. Tomás no comparte este subjetivismo: el
entendimiento puede abstraer del fenómeno lo que es universal y común.

La herencia de la ilustración de dejó sentir también en el positivismo de Comte y Schlick:


conocimiento científico es sólo el de las ciencias experimentales; los problemas que han
atribulado a los filósofos durante 25 siglos son insolubles y carecen de significado. Carnap
y los neopositivistas son de la misma opinión: la metafísica sólo refleja sentimientos de
personas privadas de talento que se apoyan en "músicas celestiales". Lo mismo piensan Ayer
y Reichenbach: el progreso real es dejar atrás la metafísica.

Los de la escuela de Oxford son menos negativos: aunque no sea una ciencia, la metafísica
puede valer para organizar esquemáticamente el entendimiento dando un significado que no
es ni verdadero ni falso. Es un juego lingüístico, un juego de lenguaje que tiene sentido
humano en determinados contextos.2 Popper (y, con él, Strawson) distingue entre las
ciencias experimentales y las que no lo son; el principio empírico sólo se aplica a las primeras
y no tiene nada que decir contra la metafísica. Ésta se ocupa sólo de las estructuras del
pensamiento; según Strawson aporta una explicación descriptiva de los conceptos
fundamentales. Tomás aceptaba el valor del principio empírico, pero con el entendimiento
va más allá: no fue un empirista.

El llamado tomismo trascendental sostiene que el hombre suscita las cuestiones del ser y su
significado, y las determina. Con el método trascendental de Kant se recuperan las
condiciones subjetivas de nuestro conocimiento. El iniciador de la escuela, Maréchal,
esperaba alcanzar las mismas conclusiones que Tomás recurriendo al método kantiano.
Coreth, de la misma corriente, opina que el método trascendental es el único válido. Pero el
tomismo no es esto. El método trascendental no existía en tiempos de Tomás, evidentemente.
Ni la metafísica ni las ciencias lo han usado, y no por ello se han visto privadas del acceso a
la realidad. Reflexionar sobre las condiciones subjetivas de nuestro conocimiento es posible
y necesario, pero no es condición intrínseca para dicho conocimiento [hay muchas personas
que conocen cosas verdaderas sin haber oído hablar de la filosofía trascendental]. Cualquier
reflexión presupone que lo obvio es verdadero y presupone, por tanto, la cognoscibilidad de
lo que existe y la armonía entre los seres y las facultades cognitivas del hombre, como
veremos en adelante. La metafísica de Tomás no estudia lo objetivamente dado en cuanto
contrapuesto a lo subjetivo [dogma de la modernidad], sino el ser, que incluye también al ser
humano. El conocimiento metafísico se basa necesariamente y es acompañado por la

2
[Conviene añadir la información acerca de Wittgenstein y sus dos etapas, transición entre el neopositivismo
de Russell y la escuela de Oxford.]
experiencia concreta de la realidad física tanto del cosmos como del hombre. La metafísica
descubre en ellos la inteligibilidad más profunda y más alta: la del ser.3

La concepción de la metafísica de santo Tomás

Tomás comentó profunda y cuidadosamente la Metafísica de Aristóteles, elaboró, sin


embargo, una teoría original que amplía, traspone y corrige en parte la del Filósofo. Lo
primero: su metafísica no se ocupa sólo de lo suprasensible e inmaterial, que está más allá
de las cosas perceptibles, sino del ser. Sólo Aristóteles (Metaph. IV), Alejandro de
Afrodisia y Avicena sostuvieron que el ser en cuanto tal es el objeto de la metafísica. Se
trata del ser común a todas las cosas: el ens commune. No sólo de lo que es separado de la
materia (Metaph. VI) sino también de lo sensible: de todo lo que existe.

Esto nos plantea: ¿Cuál es el origen de las ciencias teoréticas? Se suele responder (así p. ej.
Gredt, Maritain, Leroy, Vansteenkiste) con la teoría tomasiana de los tres grados de
abstracción: a partir de las cosas, el entendimiento abstrae la individualidad (abstracción
física), las cualidades sensibles (abstracción matemática) y la materialidad (abstracción
metafísica). Pero Tomás hablaba más bien de una doble abstracción: formal y total (S. Th.
I, 40,14), y, cuando describe la operación intelectual por la que se constituye la metafísica,
no la llama “abstractio” sino "separatio" (In Boetii de Trinitate q. 5, a. 3). En este pasaje,
minuciosamente estudiado por Geiger, afirma, tras reiterados repasos y correcciones, que la
clasificación de las ciencias se debe a las diversas operaciones del entendimiento, el cual
empieza (es el inicio del pensamiento mismo) con una abstractio totius (que, prescindiendo
de todas las determinaciones individuales del ente, arroja un concepto universal), y
sucesivamente el mismo entendimiento opera una abstractio formalis (que, prescindiendo de
todas las cualidades sensibles, da como resultado la forma exterior junto con la sustancia del
ente.

El punto de partida de la metafísica tomista es lo mundano, no una supuesta intuición


intelectual (Maritain) ni el estudio del sujeto cognoscente (trascendentalistas). Esta es la
objetividad [u "objetivismo"] de Tomás: A partir del ser mundano debidamente pensado con
una filosofía de la naturaleza que incluye la del hombre (y alcanza el conocimiento de su
alma racional) y por medio de la demostración de que existen seres inmateriales, accedemos
al conocimiento del ser, a la metafísica. Esto significa una comprensión del ser totalmente

3
[Conviene completar este panorama con la filosofía de la postmodernidad: Vattimo, etc. En esta sección
histórica nuestros alumnos, que todavía no han estudiado la Historia de la Filosofía completa, tienen que hacer
abundantes actos de fe humana: confianza en que las cosas son así o, por lo menos, en que el profesor intenta
reflejar con honradez la opinión de los autores citados acerca, en este caso, de la metafísica. Una presentación
absolutamente ordenada de la Filosofía, en la que no se produzcan estos solapamientos, es imposible en los dos
años que la Autoridad Eclesiástica manda dedicar a la filosofía en el ciclo institucional de formación sacerdotal.
Algo se paliaría esta dificultad si se consagrara el primero de estos años a ver toda la parte histórica, por su
orden. y el segundo toda la sistemática, por el suyo; pero esta solución es más aparente que real: sigue
presuponiendo la confianza en la competencia y criterios sistemáticos implícitos en la mente de los que
presentan la historia.]
4
En adelante la Summa theologiae de Tomás se citará sólo por la pars, la quaestio y el articulum, omitiendo
las iniciales S. Th. Pueden verse además los pasajes del Compendium theologiae, In Boetii de Trin., y In I
Metaph. que Elders cita en su nt. 85.
nueva, inédita en la historia de la filosofía, la cual, partiendo de la "quididad" de las cosas
materiales, llega a entender el ser como lo real (ya sea material o inmaterial). Así la
metafísica de Tomás se ocupa también de lo material, pero la realidad que ella estudia es el
ser, y lo estudia en profundidad: investiga su naturaleza y sus causas últimas. Las cosas
inmateriales son condición para el pleno desarrollo de la metafísica, pero no son su objeto
(como dijo Aristóteles en Metaph. VI contradiciéndose con Metaph. IV). Lo que ella estudia
(Tomás diría su "sujeto"5) es el ser de los entes.

En opinión de Tomás, ni Platón ni Aristóteles llegaron a analizar el ser que se ofrece a


nuestra experiencia, el ser creado6, porque ambos desconocían la composición entre acto y
potencia: no sabían que la existencia de las cosas ha sido causada por el ipsum esse per se
subsistens. Metafísica y teología natural no son, para él, la misma ciencia: hay que
profundizar la metafísica general para llegar (en teología natural) al Ser Primero del que
conocemos realmente la existencia pero no la esencia. El “sujeto” de la metafísica es, pues,
el ens commune que se puede referir a diversos entes y que no necesita (aunque tampoco
excluye) ulteriores determinaciones. Puede existir como potencia o acto, sustancia o
accidente. Cuando lo pensamos en metafísica no connotamos una concreta actualización del
mismo (si es tal o cual ser), sino simplemente que es. No es tampoco el primer concepto del
ser ("primun cognitum"). Commune no equivale a universale (unívoco), sino que el ens
commune es análogo. ¿Es predicable de Dios? Suárez y su escuela pensaron que sí. Tomás
dice que no. La metafísica de Tomás es, de esta manera, absolutamente hablando, la ciencia
del ens commune, común a todo lo creado.

El acto de ser [la ‘existencia’ de Gilson], ¿es la materia específica y el objeto de la metafísica
(De Raeymaeker, Phelan, Owens)? Tomás en su metafísica considera el acto de ser de las
cosas sin excluir de ellas la esencia; dicho de otro modo: estudia la esencia en cuanto tiene
acto de ser, en cuanto es. Su metafísica es una ciencia general que abarca el ser y la esencia,
no sólo el ens qua nomen (Gredt y otros [Suárez]). Dicho esto, hay que reconocer que
alcanzar el acto de ser es la adquisición más importante del estudio del ser común. Esta
metafísica parte del acto de ser creado y alcanza su culminación en el conocimiento de Dios
como el ipsum esse per se subsistens.

La "separatio" o formulación del juicio (segunda operación del entendimiento), ¿da sólo el
ser de las cosas? La respuesta de Tomás es que para pensar el ser común no basta la simple
abstracción o captación del concepto (primera operación del entendimiento). La "separatio"
permite afirmar que no todo es material; hay un ser inmaterial. La separación es la condición

5
Para Tomás es normal hablar así (el "sujeto" de una ciencia real), de una manera que hoy nos resulta
sorprendente, porque nosotros, para referirnos a eso mismo, diríamos espontáneamente el "objeto" de una
ciencia, aquello de que se está tratando en ella. Su peculiar semántica se deriva del análisis lógico-lingüístico
de Aristóteles: se refiere el sujeto gramatical de las proposiciones que componen el discurso de dicha ciencia
(Torrell); Elders subraya (p. 27), sin embargo, que, cuando habla de lo condicionado por el modo humano de
nuestras facultades o sentidos, Tomás dice "objectum", pero que cuando habla absolutamente del ser le llama
"subjectum" de la metafísica. Lo mismo hace cuando dice que Dios es el "subjectum" de la teología. La
explicación de Torrell puede referirse probablemente al origen de la palabra. Esto no obsta para que la
propuesta exegética de Elders sea verdadera y muy significativa: se basa en la diferencia entre lo tomado
incondicionadamente (sujeto) y lo considerado al modo humano (objeto).
6
Véase la valiosa nota 106 de Elders: juicio de Tomás sobre las metafísicas de los dos maestros griegos.
externa; la abstracción es la condición intrínseca de todo juicio, en filosofía natural o en
metafísica.

La metafísica por abstracción, ¿puede abarcar también lo histórico o debe renunciar a ello?
En realidad, la metafísica profundiza el devenir llevándolo al ser en potencia, y así va más
allá de la historicidad y de la corporeidad, alcanzando al ser que existe por sí mismo.7

La metafísica de Tomás es máximamente original: recoge la tradición filosófica y hace


comprensible la naturaleza en su esencia más profunda y en su Causa Primera.8

La metafísica, ¿debe ser precedida por una crítica de nuestro conocimiento?

Tras el ataque de Hume y Kant contra la metafísica, centrado en su presunta "ingenuidad" o


falta de autocrítica, decimos: 1) Hay que rechazar categóricamente la duda en relación con
el entendimiento y su capacidad de conocer la verdad de lo real, porque tal duda, que incluye
el uso autocrítico del entendimiento, haría imposible cualquier crítica [Comentario al IV
Metaph.; 3 CG, 107]. 2) La existencia de los seres es absolutamente cierta [QDV 10]. 3) La
reflexión crítica, legítima en sí, consiste en el estudio de nuestro conocimiento y es
subsiguiente a él. El análisis de nuestro conocer es, para Aristóteles y Tomás, un capítulo
de la antropología filosófica y ésta, a su vez, una parte de la filosofía de la naturaleza. En
resumen: El ser se nos revela y, gracias a la evidencia que acompaña nuestros análisis y
deducciones, se puede obtener la certeza en metafísica.

Metafísica y fe cristiana

Tomás elaboró su metafísica en un clima [francamente] cristiano [personalmente asumido


por él]. Según Gilson, las ideas centrales de su metafísica (el ser y la distinción real entre el
acto de ser y la esencia) dependen directamente de la revelación. Elders: la suya es
verdadera filosofía, autónoma y conforme con las exigencias de la razón: sus argumentos
son racionales e independientes. Es, eso sí, una metafísica que se desarrolla en el contexto
de la fe cristiana. 9

Heidegger atacó ásperamente que un creyente pueda filosofar: tal actividad implicaría, en su
opinión, el abandono de la propia fe.10 Para Tomás, desde luego, no es así: Hay certezas
básicas: la propia existencia del pensante; los primeros principios del ser; la cognoscibilidad

7
[Hay que entender bien esto: lo histórico, el ser historia, es parte del ser real, y una parte sustancial,
irrenunciable. Es verdad que, en cuanto tal, es parte del movimiento (Elders); pero una parte muy cualificada:
suprimirla o ignorarla sería condenarnos al naturalismo. Una metafísica que no la incorpore no nos permitiría
pensar al hombre ni la historia de la salvación. Se comprende que Aristóteles y Tomás no tuvieran nuestra
sensibilidad al respecto: faltaban muchos siglos para llegar a Dilthey; pero para nosotros ya es irrenunciable.
Aquí también estoy con Heidegger.]
8
[Esta parte es un apretadísimo ensayo sobre los rasgos que distinguen la metafísica tomasiana de las otras.
Seguramente demasiado concentrado para poder ser entendido por los alumnos.]
9
[No creo que las tesis de Gilson y Elders sean incompatibles. Debemos distinguir lo sistemático de lo
biográfico. Gilson, como historiador insistió más en lo segundo, Elders subraya lo primero. Yo prefiero a
Gilson.]
10
Esta noción heideggeriana de fe es la fe fiducial luterana: "sola fides, nulla ratio". En esto el bábaro no superó
a Kant.
del ser. A partir de ellas se plantea la cuestión de la causa de los seres no autoexplicativos
para llegar al ipsum esse per se subsistens. Independientemente de su fe, el filósofo cristiano
puede [y debe] escudriñar11 las cuestiones no inmediatamente evidentes, como Tomás hizo
acerca de la existencia [y naturaleza] de Dios y de la realidad de la creación.

El puesto de la metafísica entre las otras disciplinas filosóficas

Según Tomás, para el estudio de la metafísica se requiere un cierto grado de madurez mental,
el que se obtiene mediante el estudio de la lógica y la filosofía de la naturaleza. No consideró,
sin embargo, necesario el conocimiento de las matemáticas, como querían los platónicos.12

La división de la metafísica y el orden de los argumentos

La metafísica se ocupa de los seres creados y sus causas, y alcanza a Dios. La teología natural
es su parte culminante.

En su Comentario a los libros de la Metafísica de Aristóteles, Tomás se atiene al orden de


éstos, deteniéndose en el duodécimo, capítulo 10, que trata de Dios: probablemente estimó
que los libros XIII y XIV, que critican el platonismo, repetían lo ya dicho.

Elders propone este esquema tomista de los temas a tratar por la metafísica: I.- El ser y sus
propiedades (unidad, bondad, verdad...) y sus primeros principios, base de toda certeza. II.-
El ser en acto y el ser en potencia, distinción entre esencia y acto de ser; doctrina de la
participación. III.- Subdivisión del ser en sustancia (ser en sí) y accidentes (ser en otro). IV.-
Tras el estudio de la causa formal del ser, el de la causa final y eficiente, que nos lleva a
afirmar la existencia del Ser Primero, Acto Puro, necesario por sí mismo, Ser en su grado
más alto, Espíritu ordenador del Universo. V.- Tras esta demostración de la existencia de
Dios, el estudio de su ser: cómo es o, más bien, cómo no es.

Así la metafísica es el estudio del ser y sus causas; considera los cuatro géneros de
causalidad, principalmente las causas formal y final. La formal es el constitutivo del ser con
sus propiedades. La final interesa en cuanto la metafísica estudia el orden de los seres unos
respecto de los otros y en relación con la Causa Primera.

El método o los métodos a seguir

11
Aquí Elders habla de "practicar la duda metódica". Dado el origen cartesiano de la fórmula y sus
connotaciones, declaro no compartir en absoluto este modo de hablar y lo cambio por un genérico "escudriñar".
Descartes, con su duda metódica, fue demasiado lejos: puso en tela de juicio cosas que no pueden dudarse sin
pecar contra la fe.
12
[Según esto, ¿estamos disparatando? Tanto Platón como Aristóteles reservan el estudio de la metafísica a la
edad madura, tras una larga carrera de actividad pública (militar primero, mientras las fuerzas lo permiten, como
magistrado o partícipe en las cosas propias del ciudadano después). Y luego aparece la vida teorética, que es
supererogatoria y casi como un merecido premio de placer para quien tiene ya cumplidos todos sus deberes.
Las instituciones eclesiásticas de formación para el ministerio sacerdotal (Tomás y las universidades
medievales con ellas) son llamativamente más optimistas: se presenta la metafísica, la filosofía en general y
aún la teología dogmática a jóvenes que tal vez no han cumplido los 20 años. Y, si muestran aprovechamiento
intelectual y los restantes requisitos, se les puede ordenar con 25 años. O somos unos irresponsables o hay que
hablar fe en la gracia de Dios como sostén de este optimismo.]
La metafísica no es una disciplina histórica, pero el estudio de las diversas teorías propuestas
por los filósofos en el transcurso de la historia nos ayuda, por lo limitado de nuestro
conocimiento: completa nuestro punto de vista, confirma nuestras opiniones o nos permite
matizarlas.

Hay que servirse también del que Aristóteles y Tomás usaron y llamaron el método "lógico",
en parte semejante al filológico porque define los términos y distingue sus significados.

Puede ayudar el método fenomenológico, que analiza y describe nuestra experiencia


intelectual.13

Pero el método principal de la metafísica es el de la resolución o reducción, que va de los


efectos a las causas, de lo menos a lo más universal. Tomás lo llama método "intelectual"
[In Boecio de Trin.]. Éste se sustenta en el hecho de que el entendimiento realiza dos
operaciones: aprehender o comprender ["intellectus"], y razonar o deducir. Esto permite un
doble modo de acceso humano a la verdad: por "resolutio" [resolución] y por "compositio"
[composición].14

[A partir de este punto, Elders, que es muy preciso y formal, y no accede a tratar en su libro
de Metafísica lo que pertenece a la Lógica, a la Antropología, a la Teoría del conocimiento
y a la Teología (natural y dogmática) de Tomás, omitiendo una serie abundante de
conocimientos que él tiene y que presupone para el sucesivo desarrollo, da dos breves y
precisas pinceladas en relación con la resolutio y la compositio, pinceladas que veremos más
adelante. Pero como nosotros no somos tan rigurosos en el deslinde de los campos de lo
respectivos tratados filosóficos y, lamentablemente, no tenemos presente lo que él presupone,
nos vemos obligados, para poder seguirle en su discurso, a las siguientes aclaraciones
previas, con la ayuda de Mondin, en su Dizionario enciclopedico (art. Metafísica) y de la
Antropología de Elders (La filosofia della natura di san Tommaso d'Aquino, parte III, cap.
8):

1) ‘Intellectus’ viene de ‘intelligere’, ‘intus-legere’ (leer-dentro); y ‘ratio’ del verbo


‘reor’, calcular, echar cuentas. Lo primero se dice principalmente del modo de conocer de las
sustancias intelectuales (Dios, los ángeles), que actúan sin materia: intuitiva, instantánea y
comprehensivamente; lo segundo, del hombre, que, a causa de su naturaleza corporal-
espiritual, debe partir necesariamente del conocimiento de lo sensible y avanzar paso a paso.
El primer acto u operación del conocimiento humano es, sin embargo, más intelectual que
racional. Es racional porque lo ejecuta la razón ('intellectus diminutus' o 'deffectivus'), y por

13
[Elders dice experiencia "interior". La utilidad de la fenomenología para hacer metafísica depende
sustancialmente del dilema que Husserl no pudo dirimir. Su espíritu impulsor (Zu dem Sachen selbst!) era
saludable y le mereció cantidad de adeptos. También su método era bueno: a) determinación de los
fenómenos, limpia de prejuicios positivistas e idealistas, y b) reducción de los mismos a sus esencias. Pero el
fracaso de La crisis de las ciencias europeas, que no acierta a resolver entre idealismo y realismo mediante el
método de la fenomenología, muestra sus límites filosóficos: puede usarse como propedéutica para la
metafísica, no sustituirla.]
eso es finito y deficiente; pero la razón es sustancialmente un intellectus, y ello se manifiesta
en ese mismo primer acto suyo. Dicho acto consiste en la captación intuitiva del ser, una
captación que genera un concepto al principio muy común y difuso (‘primum cognitum’ en
el orden genético): el ens commune. La naturaleza de este acto debemos concebirla como lo
que Aristóteles, llamó abstracción (a falta de una terminología mejor), realizada por la luz
del ‘nous poietikós’ (‘intellectus agens’) que ilumina los fantasmas de la sensibilidad
(cualesquiera que sean) haciendo resplandecer en ellos su inteligibilidad, aunque sea de un
modo inicial y rudimentario. La inteligibilidad del ente que se ofrece a la experiencia sensible
es, en concreto, la esencia de este existente (el modo y el acto de ser que se dan unidos en
él). Este acto o primera operación intelectual es intuitivo, instantáneo, e imprime en el
entendimiento (posible) el concepto inicial de ens commune o primerísimo concepto. Ese
entendimiento hasta entonces era sólo posible o potencial y, a partir de este momento, y por
este mismo acto, se actualiza, deviene entendimiento en acto.

2) Pero este mismo acto se autoexpresa al sujeto en forma de la que Tomás llama
segunda operación del entendimiento, en el enunciado de un juicio simplicísimo: ‘el ser es’.
Ésta es una operación del entendimiento que ya no simplemente abstrae sino que ‘compone
y divide’. A este nivel ya hemos pasado de lo puramente intelectual a lo propiamente
racional. A partir de este momento el pensamiento humano ya nunca será sólo intelectual
sino racional, porque éste es, por la unión del alma y el cuerpo, el modo humano de ser
intelectual.15 Esta segunda operación ya no es un acto intuitivo, instantáneo y comprehensivo,
sino un movimiento de la mente, un proceso que va de lo finito (el ente finito que estoy
considerando expresado como sujeto lógico del juicio) en dirección a lo infinito (el modo de
ser y el acto de ser que competen al sujeto) y, por esto, por ser proceso, es también temporal.
Lo mismo se diga del encadenamiento de juicios en el razonamiento y de razonamientos en
el discurso científico: son siempre un proceso temporal. Sigamos con los actos racionales (a
saber, enunciación de juicios, formación de razonamientos, discurso científico), pero
considerándolos ahora por el otro lado. A simple vista se aprecia que todos ellos son
racionales, por ser procesuales y temporales; pero, en el fondo, son intelectuales: En
cualquier juicio (que es 'composición o división' entre S y P) subyace una intuición (en la
cópula, el es). Se está predicando de un ente concreto su modo intrínseco de ser ('Pedro es
hombre'), o algo todavía más básico: se predica absolutamente de un ente concreto su simple
acto de ser ('Pedro es'=existe, es real). En ningún caso nos hemos salido fuera del ente
concreto, simplemente hemos penetrado intelectualmente (hemos "visto") lo que hay en él.
Lo mismo pasa en un razonamiento formal, en un silogismo: la comprensión del mismo (tanto
para el que lo formula como para el que lo recibe y entiende) consiste en una captación del
conjunto. No sólo de las proposiciones que lo componen sino de la conexión lógica y real
entre ellas y con la conclusión. A esta captación del conjunto (verdadera Gestalt), Tomás la
llamaba ‘juzgar el silogismo’. En quien está investigando una verdad todavía no plenamente
conocida, el proceso de descubrimiento de la verdad (la ‘lógica inventiva’) es una mezcla
inextricable de intuiciones y composiciones-divisiones y de razonamientos; pero esto dura
hasta que "se hace la luz" y se capta la verdad del razonamiento formal, del ‘syllogismus
faciens scire’, que no hace saber sólo a quien lo recibe (escucha o lee) sino también, y

15
Pasándonos por un momento a la teología dogmática: me atrevería a aventurar que esto será así también en
la escatología intermedia (porque el alma separada no pierde su naturaleza de alma humana ni su destinación al
cuerpo) y, con más motivo, tras la resurrección de la carne.
principalmente, al que lo profiere en su mente, al que en ese instante lo ha engendrado
intelectualmente, lo ha "visto" como verdadero conocimiento de la realidad y, por eso, ya
puede proponerlo (‘lógica demostrativa’) y lo hace "de mil amores" (amor a la Verdad y a
los hombres con quienes la compartimos).16

3) El camino de penetración y comprensión de lo pensado mediante locuciones


inmanentes de conceptos, formulaciones de juicios y encadenamiento de razonamientos, el
estudio de la metafísica o de cualquier otra ciencia (con arreglo a los procedimientos propios
de cada una), conduce a una progresiva aclaración y despliegue de todos sus contenidos, que
no puede realizarse por medio de una lógica apriorística ("more geometrico") sino mediante
el continuo contraste del pensamiento con la realidad (lo pensado), contraste que ejerce un
indispensable y saludable "control de calidad" del discurso humano. El discurso humano es
verdadero si, sostenido por el poder del entendimiento de captar y decir el ser y cumpliendo
las exigencias de la razón, entre ellas concretamente las leyes de la lógica, alcanza a
adecuarse a lo que hay, a la realidad, al ser. La dialéctica platónica fallaba en esto; por ello
Tomás optó en favor de Aristóteles.

4) Dentro de los límites de lo humano, que siempre es fragmentario, perspectivo y


temporal, vamos alcanzando porciones cada vez más amplias y articuladas, más
comprehensivas, de la verdad del Ser. Nunca la agotamos, pero avanzamos por su camino.
No todos los discursos son igualmente verdaderos, por mucho que todos hablen de lo mismo;
el discurso total y perfecto no está a nuestro alcance, pero no por eso deja de ser obligatorio
y, sobre todo, deseable. El concepto desarrollado de Ser conquistado por medio del estudio
es entonces incomparablemente más rico, matizado y articulado de lo que era aquel ens
commune del primer momento. Incorpora, por así decirlo, todo el índice y los contenidos de
un buen libro de metafísica. Pero ni siquiera eso es todo lo que habría que decir sobre el
ipsum esse per se subsistens, sobre Dios, porque "de él sabemos más lo que no es que lo que
es". Si comprehendis non est Deus, dijo Agustín atinadísimamente. Según el teólogo Tomás,
en la visión beatífica veremos a Dios "cara a cara", pero sin comprehenderlo. De aquí la
invalidez de cualquier intento (como el anselmiano del Proslogio) de demostrar la existencia
de Dios a partir de nuestro conocimiento de su esencia. Gracias al avance en la penetración
de la verdad del ser, al final del discurso metafísico atisbamos (sin comprehenderlo) un
concepto absoluto, intensivo y divino del Ser, que abraza todas las perfecciones y que es "la
actualidad de todo acto y la perfección de todas las perfecciones" (QDP 7, 2, ad 9); esto que
"omnes dicunt Deum". Y, llegados ahí, a nuestro límite, adoramos y nos postramos
agradecidos por el privilegio de habernos acercado cuanto es humanamente posible al que en

16
Acerca de la intuición en el pensamiento humano, de la que tanto se abusa en una cultura imaginativa y
racionalmente poco rigurosa como la nuestra, es un lugar común decir que, según la teoría del conocimiento
del tomismo, sólo la hay del ente concreto mediante la sensibilidad y de los primeros principios del ser y del
pensar, evidentes de suyo. Esta tesis es verdadera y muy saludable para prevenirnos, por ejemplo, del
platonismo que, pretende hacernos ver esencias presuntamente reales y subsistentes por medio de su dialéctica.
Pero, para entenderla bien, es necesario explicitar que el ámbito de los principios es bastante más amplio que
el de los primeros principios de la metafísica y de la lógica. Con los riesgos imaginativos y topiqueros que esto
comporta, hay que reconocer que en muchas áreas del pensamiento actúan principios que se han demostrado
(y a veces no) en otras áreas superiores (según la conocida teoría aristotélico-tomista de las ciencias
subalternadas y subalternantes). En breve: quiero hacer notar que el carácter intelectual subyacente en todos
los pasos del discurrir humano puede facilitar evidencias o intuiciones, que unas veces serán legítimas y otras
no. Esto es un continuo desafío al pensamiento filosófico si, como es debido, quiere ser riguroso y verdadero.
sí es Incomprensible e Inefable, al "Santo", que, "propter nos homines et propter nostram
salutem", se nos ha revelado y comunicado, no sólo en el Sinaí (Ex 3,14) sino en su Hijo
hecho hombre y “elevado a lo alto” (Jn 8,28), como "Yo soy".

Hasta aquí los presupuestos tomasianos, principalmente antropológicos y gnoseológicos pero


también teológicos, que, según mi leal saber y entender, son sustancialmente también los de
Elders, y que nos permiten seguir adelante con su explicación acerca del método de la
metafísica.]

La resolutio. 17 Aunque el juicio intelectual [p. ej: 'el ser es'] es el punto de partida de la
actividad intelectual, porque expresa el conocimiento de principios y hechos básicos, es
imperfecto. La comprensión más perfecta que podemos obtener se encuentra al final del
modus resolutionis, y es doble: estudiando las causas extrínsecas accedemos a Dios, el Ser
primero; moviéndonos, en cambio, en el ámbito de los principios intrínsecos, en busca de lo
universal, alcanzamos los conceptos más universales que la razón discierne en las cosas
concretas. A la objeción de que, de esta manera, se llega a conceptos tan universales como
imperfectos, hay que responder que hay un doble conocimiento del universal: el primero es,
en efecto, muy imperfecto [simplificado y confuso], porque no conoce más que el universal;
el segundo modo de conocer el universal expresa, sin embargo, las diversas categorías y
modos de ser ya conocidos [considerando sus contenidos]. Tal conocimiento se refiere al ser
común y también a los conceptos trascendentales, mientras que el primero se adquiere al
inicio de nuestra vida intelectual. [Parece ser una cuestión de maduración intelectual que
explicita ulteriormente lo que al principio de la vida intelectual se hallaba implícito pero no
podía desplegarse automáticamente sin esta maduración que se deriva de la experiencia
serenamente analizada y del razonamiento, del estudio, la lectura, la discusión que ayuda a
discernir.]

Volviendo ahora al modus compositionis, llamado también método deductivo porque procede
de las causas a los efectos. No es fácil entenderlo18, pero conviene recordar los siguientes
hechos: El estudioso de la metafísica debe permanecer en contacto con el ser mediante la
experiencia inmediata, porque sus intuiciones y afirmaciones tienen que ver con la realidad;
de esta manera experimenta el propio ser y el mundo circundante por medio de los sentidos.
Una deducción rigurosa se da no sólo al nivel [lógico] de especies y géneros, sino al de los
conceptos trascendentales análogos. La verdadera metafísica no es un sistema deductivo al
modo cartesiano ["more geometrico", diría Spinoza], sino que considera el ser en las varias
formas en que éste se presenta (sus propiedades, el ser en acto o en potencia, como sustancia

17
La resolutio es, esencialmente, el proceso mental que, penetrando la realidad y, por tanto, sin salirse de ella,
va de lo más conocido para nosotros (por ejemplo un fantasma sensible o un primer principio lógico-ontológico,
o un razonamiento sólo propuesto) a lo que para nosotros es menos conocido pero en sí mismo es más verdadero
(la esencia de la cosa, la verdad de la proposición, o la del silogismo. Este dinamismo no se sale fuera de la
realidad sino que la penetra y esclarece, explicita su contenido implícito. Por eso se llama justamente modo
inductivo del pensamiento, porque, efectivamente, lleva dentro, hace entrar en la verdad. Mondin dice que la
resolutio o inducción es ‘ascendente’. Topologías platónicas aparte (aquello de que lo inteligible está en lo alto
y lo sensible aquí abajo), es verdad.
18
Cita aquí un estudio de Krapiek, autor a quien no conozco (pero esto sólo demuestra mi ignorancia, no su
irrelevancia), que rechaza la deducción en metafísica. Lo que viene a continuación es su respuesta a la
argumentación de dicho autor, de la que yo espigo sólo lo que me parece interesante para nuestro asunto.
o accidente, como causa o efecto). Estas formas primarias del ser no se deducen. Sin
embargo, cabe hacer algunas deducciones para tejer el discurso metafísico, como se verá a
lo largo de este libro.19

El uso y el significado de la metafísica

19
Se llama deductivo porque extrae, saca fuera. Si las deducciones se hacen a partir de lo todavía confusamente
conocido (por ejemplo del concepto de esse commune), llevan o pueden llevar al error; si se hacen a partir de
lo suficiente y verdaderamente conocido y en la medida que lo sea, son legítimas y hacen progresar el
pensamiento. Mondin llama descendente a este dinamismo. Este modo de hablar es aceptable en las mismas
condiciones de imaginación topológica que en el caso anterior.
¿Es lo mismo deducir que componer? Elders da por supuesta tal identidad, cosa que sólo puede
aceptarse en ciertos casos. Componer (mejor, ‘componer y dividir’), es formular juicios o razonamientos, o
discursos científicos articulados. Dichos enunciados son constitutivos de todo el pensamiento humano, también
del discurso científico de la metafísica. Pero esos mismos enunciados pueden expresar también momentos
inventivos del pensamiento. Así es casi toda la Metafísica de Aristóteles, que bien poquito tiene de deductiva.
Acerca de la de Tomás... no sé bien a qué palo quedarme. Es tan concreta, tan arraigada en su matriz teológica,
que toda reconstrucción de la misma (por verosímil y autorizada que sea, como, en mi opinión, es la de Elders)
es hipotética y conjetural, y puede verse afectada por el personal perfil intelectual de quien la realice. A mi
juicio esto es exactamente lo que pasa en este caso: nuestro autor tiene un modo de pensar eminentemente
formal (en esto se parece a Tomás quien, según Cayetano, "loquitur semper formaliter"... menos cuando no lo
hace, claro; como cuando emplea los otros métodos que estamos considerando en este apartado, o cuando hace
deducciones a partir de conceptos analógicos, como reconoce el propio Elders).
La metafísica, que es el estudio de las causas últimas de la realidad, no resulta nada fácil al
hombre contemporáneo, porque requiere el máximo grado de experiencia auténtica, de
abstracción, análisis y deducción [cosas, todas ellas, en las que no andamos nada sobrados],
y porque carece de utilidad práctica inmediata [si nos preguntamos ¿para qué sirve? hemos
de responder: Servir, lo que se dice servir… para nada, pero ¡vale mucho!] Su valor supremo
reside en que nos procura la verdad última y más profunda sobre la realidad, dándonos el
alimento vital. Nos acerca a nuestra verdadera morada y nos dispone a un conocimiento
nuevo y superior del Ser Primero.

Según Tomás sólo nos proporciona un conocimiento limitado, pero más valioso que
cualquier otro, el más profundo [y vital]: sobre todo lo que existe y el sentido y fin último de
todos los seres y de su actividad.

La metafísica no se subordina a otras ciencias, sino que les proporciona los fundamentos que
ellas necesitan para desarrollar sus propias investigaciones. La verdad es la perfección de
nuestra vida intelectual y la fel felicidad que todos anhelamos. Si la metafísica nos la
procura, todo hombre está naturalmente inclinado a hacer metafísica; todo hombre es
animal metaphysicum (Heidegger).

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