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Para una crítica

de la violencia
Walter Benjamin

Traducido del inglés por Héctor A. Murena


Editorial Leviatán, Buenos Aires, 1995

Título del original:


Zur Kritik der Gewalt, 1921

Los números entre corchetes corresponden


a la paginación de la edición impresa
[7]

PRÓLOGO

En el umbral de nuestro tercer milenio, el tema de la violencia es


prioridad especulativa para entendernos y para construir un futuro
social aceptable. Lo de nuestro merece explicación para ubicarnos. Se
trata de la sociedad que tuvo acceso, por un lado, al desarrollo de la
teoría política y por otro, a la psicología en su vertiente científica que
abre acceso a la posibilidad de curar al individuo en su accionar
individual –cuando sufre o ataca con violencia–, suponiendo que
pueda abstraerse el accionar individual del de la sociedad en su con-
junto. Violencia pública y violencia privada están desde el primer
momento sobre el tapete.

Los aspectos de la violencia sufrida, una vez que se aplica esta


lente de indagación, son múltiples y han dado lugar a [8] especulacio-
nes cada vez más íntimas sobre el valor de la libertad y la razón,
propuestos desde la sociedad modelo hacia la que se tiende. A tal
punto que la violencia –como actitud genérica y amenaza múltiple–,
está implícita cada vez que nos referimos a una esperanza de expresión
libre, de creencia sin dogmas, de convivencia digna y de crecimiento
creativo.

El hecho de que entre los ensayos escogidos de Walter Benjamin,


publicados en 1955 por la Suhrkamp Verlag de Frankfort, aparezcan
estas páginas sobre la violencia, no puede extrañar porque precisamen-

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te Benjamin desde su humanismo pleno advirtió el tema ya en las justificación de siempre para el recurso a medios violentos, encamina
primeras décadas del siglo, al referirse a los frutos culturales de la la reflexión hacia la distinción entre derecho natural (que hace de la
cultura europea desde el siglo XVII, y luego alertó con plena claridad violencia un dato natural), y el derecho positivo, que toma en cuenta la
hacia dónde apuntaba el nazismo. Por lo demás, en todo su trabajo transformación histórica del poder. De este modo, con un criterio que
como crítico estético propuso indagaciones que se articulan en su base avala los medios del derecho positivo, o bien los impugna, quiere
con la libertad y la creación, como fruto el más preciado de la cultura demostrar que ambos casos están imbricados en la consideración que
en su dimensión más amplia y más generadora. An-[9]tes de seguir, se tenga del derecho dentro de un planteo de filosofía de la historia. Al-
vale destacar que este artículo fue editado junto con algunos otros de go parecido debió haber pensado Erasmo en sus consideraciones dadas
Benjamin por Editorial Sur, en 1967, y en traducción del imponderable a conocer en el umbral de los tiempos modernos, cuando el derecho
Héctor A. Murena, datos que en sí mismos, y para nuestra preocupa- natural se imponía sobre los dogmas inquisitoriales, al mismo tiempo
ción por la cultura, tienen una gravitación notable. Recordemos que en que alertaba sobre las transformaciones de la ciencia, que el amigo
esos momentos estábamos verificando en nuestro propio lugar el Descartes proponía desde el reparo y el aislamiento holandés.
arrebato de un acuerdo trabajoso de las fuerzas políticas que restaura-
También Benjamin estaba entonces en el umbral de un medio si-
ban un gobierno parlamentario, el del Dr. H. Illia, y que comenzaba el
glo transfor-[11]mado por la violencia de la segunda guerra, y el horror
gobierno militar precedido por Onganía, quien con la noche de los
del holocausto, quizá entrevisto ya en su peregrinaje por una Europa
bastones largos fijó qué relaciones tendría su gobierno con la uni-
acosada por las huestes nazis. Pero su prescindencia de escuelas y
versidad reformista que había cobrado bríos bajo la dirección del Dr.
pertenencias ya la había probado con creces, incapaz de rechazar los
Rizieri Frondizi.
avances de la escuela de Frankfürt, pero a la vez de aceptarlos inte-
Water Benjamin, en estas páginas escasas, opera como un pensa- gralmente, como tampoco el marxismo, y su especial modo de con-
dor social, más bien preocupado por la manera de construirse la siderar el materialismo histórico. De ahí que sus trabajos no constitu-
sociedad, en su relación entre derecho y justicia, más que por los frutos yan argumentaciones sistemáticas o secuencias de un sistema, sino
de un acuerdo en la convivencia cotidiana. Explica claramente el verdaderas iluminaciones o perfiles indubitados de los más arduos
porqué: “Porque una causa eficiente se convierte en violencia en el problemas de la comunicación humana, o del arte en cualquiera de sus
sentido exacto de la [10] palabra, sólo cuando incide sobre relaciones expresiones. Trasciende pues umbrales y tiempos, y lo que propone
morales” (relaciones que hallan expresión en el derecho y la justicia). tiene una vivencia de siempre, no para un momento presente, sino en
No ingresa en el tema de los fines, que en cierto modo han sido la una auténtica pervivencia de todos los tiempos. De ahí que este trabajo,

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que en sí aborda la médula de las sociedades históricas, es integral- alcanzar una constitución donde los derechos individuales sean
mente una búsqueda de orígenes, como ratificación de la multiplicidad protegidos, incluido el ejercicio del voto electivo, que avale la legalidad
de sus dimensiones e interpretaciones, sin dejarse embretar en para- del poder político y, consecuentemente, vigile la violencia que ese
digmas tan al uso [12] entonces. poder pueda o deba ejercer para garantizar algunos derechos que
graviten sobre la comunidad.
El papel de la memoria en la apropiación de aquella primera vio-
lencia, la conexión con los mitos fundantes, y la vigencia de los poderes Queda así en evidencia la percepción de una violencia explícita y
centrales en ciudades que luego formaron imperios, más la legalidad otra latente, que subyace en las guerras libertarias, en las naciones en
que otorgaba la antigüedad fijada en los legados del pasado, recapi- formación, en los alcances de la ciudadanía, en las aspiraciones de la
tulaban en el consentimiento divino coronando testas faraónicas en el comunidad. Problemas todos que las viejas naciones irán resolviendo
antiguo Egipto, las monarquías de Occidente que se religan con la en un entrelazamiento de lealtades y adhesiones labradas a lo largo de
desintegración del imperio romano y la vigencia del poder papal. La siglos en tanto que las naciones nuevas, [14] creadas a esa imagen,
legitimación de esas coronas fue siempre motivo de guerras que deberán arrancarlos de la anomia, de la anarquía, del caudillaje de
soldaban el vasallaje feudal, primero, y luego la persistencia de espa- caciques locales, de la pretensión de unas regiones sobre otras o de las
cios que darían paso a las naciones, siempre en un balance precario de luchas obreras desde fines del siglo XIX en más. La necesidad de distin-
hegemonías. guir entonces entre la violencia legítima y la ilegítima, se hace premio-
sa. Forman parte del tejido de todas las historias, pero hay algunas
Cuando ese juego de compensaciones se debilita tanto en las ciu-
particularmente crueles, o encubiertas, o consentidas sin concientiza-
dades como en las áreas rurales –con sus diversos tempos concretos–
ción específica.
el poder profano hará camino, la razón se instalará en el lugar del cetro
religioso, el descubrimiento de América abrirá fronteras a esa Europa Su evolución necesita tiempos y trabajos, subjetividades y robus-
que ampliará la ecumene, y el Viejo Régimen monárquico deberá tecimientos, que encuentran en las leyes un texto mediatizador, pero
afrontar las [13] exigencias teórico–prácticas del Nuevo Régimen que necesitan internalizarse a través de comportamientos y vivencias.
aspirado por la burguesía en ascenso contra la nobleza de sangre. Las Lo dice Benjamín con una economía sin par:
guerras europeas entrarán en sosiego a partir de las modalidades
“Estas relaciones jurídicas se caracterizan –en lo que respec-
contractuales que impone el derecho de gentes, para luego plasmarse
ta a la persona como sujeto jurídico– por la tendencia a no admi-
en contratos, a la manera del propuesto por Rousseau en su Contrato
tir fines naturales de las personas en todos los casos en que tales
social. A partir de allí, una nueva perentoriedad ilumina la vida social:

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fines pudieran ser incidentalmente perseguidos con coherencia visto también como una violencia arbitraria, en casos como puede
mediante la violencia”. serlo una declaración de guerra y sus contradicciones objetivas, que
derivan en violencia militar, que en principio fuera explícita por du-
He aquí expresado de la manera me- [15]nos oscura y más simple
plicidad entre el militarismo y el estado opresor.
en su articulada complejidad una de las claves de nuestro acceso a los
tiempos más actuales. Es evidente que hacia la época en que esto se Apasionada, pero irónicamente, –dice Susan Sontag– Benjamín se
escribe, existe el esfuerzo comunitario que compromete a mucha gente, coloca siempre en las encrucijadas. Era importante ese abordaje a las
de pensamiento y sensibilidad, de abordar una batería de estrategias distintas posiciones, él necesita proponerlas, porque necesita de todas
legales que avalen una lucha que pueda convertirse en violencia en la esas complejidades, para su recapitulación en la libertad creativa, la
misma medida que el diálogo posible se pierda en los vericuetos de única liberadora de violencias. [17]
juzgados y demoras institucionales. Benjamin ha sido mártir –testigo–
“Benjamín pensaba que el intelectual libre era, de todos mo-
de tropelías y gestor de rebeldías profundas, pero a su vez siempre
dos, una especie moribunda hecha no menos caduca por la socie-
reivindicó los valores de una libertad que entonces parecía utópica, y
dad capitalista que por el comunismo revolucionario; en realidad
quizás hoy sigue pareciendo tal. Pero Benjamin dio alas a su objetivo
sentía que estaba viviendo en una época en que todo lo valioso
complejo e integrador, lo mostró con la evidencia de su incólume
era lo último de su especie”,
vigencia, a través de cuanto pensó y escribió sobre la libertad de la
creación, más allá del derecho consentido, del canon de las academias y según dirá con toda agudeza Sontag (Bajo el signo de Saturno, Editorial
escuelas, de la presión de un positivismo de fines desdeñosos de los Edhasa, 1987).
tiempos y las pluralidades de los diferentes. En resumen, va exponien- No se dio tiempo para huir de Francia, cuando ya los nazis la es-
do consideraciones en torno de la libertad frente a [16] la violencia, taban ocupando, y no pudo finalmente –o no quiso– huir, de modo que
más allá del derecho consentido, porque en tal caso siempre se reserva- en la frontera española que acababa de cerrarse, opta por irse de este
ría al poder el monopolio de la violencia, cancelando el accionar de la mundo.
eterna lectura diversa y creativa de la realidad.
Pero el gran desafío estaba ya en pie. Vendrán enseguida años de
Queda abierta así la gran puerta de entrada de los que pelean por compromiso de los intelectuales, que se pronuncian contra el genoci-
otro estatuto jurídico. Y el derecho de huelga de la clase obrera, que es dio nazi y contra el autoritarismo –la violencia política–, que ha
en los momentos en que escribe, el único sujeto jurídico que tiene degenerado en el militarismo atroz. Los Congresos Mundiales de la
derecho a la violencia en caso de operar como clase organizada, es Paz, que nuclean hombres de ciencia y de pensamiento, y mujeres

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decididas a entrar en ese ruedo como nunca antes, en donde se cimien- motivó esa gesta y esa dirección de trabajo, no será nunca más que un
tan lazos y regulaciones que [18] luego van a florecer en declaraciones recordatorio de circunstancias.
internacionales de universal validez jurídica también, que en cierto
A esto, en forma global, se refiere Benjamín cuando describe el
modo tejen una trama ineludible de respeto por la protección de la
compromiso, que califica con sutileza como
libertad de pueblos e individuos. Ya no se trata del clima sobreimpues-
to que creó, al cabo de la Primera guerra mundial, la Sociedad de las “la regulación no violenta de los conflictos, que opera sobre
Naciones, que ponía desde el inicio una valla a la consideración todo en los conflictos individuales y que surge dondequiera que la
igualitaria de los miembros, aunque muchos de sus presupuestos cultura de los sentimientos pone a disposición de los hombres
instalaron por primera vez la superación del colonialismo y la elimi- medios puros de entendimiento”.
nación de diferencias étnicas, más providencias que fueron creando ese Como se ve, recorre todo un periplo, [20] que no se puede eludir,
territorio de común entendimiento. y que hace radicar en el fundamento subjetivo del hombre, aunque
Hoy, a medio siglo de aquel fervor, si nos atenemos a la compro- subraya que su operatividad está en la aprobación objetiva de la ley
bación de abusos y olvidos, malos usos y silencios en el sentido de que circula a disposición del hombre medio. Es decir, al alcance de
aquel respeto que debiera prevalecer, puede caerse en el cinismo o la cualquier hombre, el hombre del común, el que protagoniza la historia.
desolación. No nos dejemos ganar, como postula Benjamín en este Y agrega:
artículo que es fundante. Dejemos lugar para identificar el espacio que “Hay una esfera hasta tal punto no violenta del entendi-
se ha creado en apoyo de las continuidades de gestión, del respeto por miento humano que es por completo inaccesible a la violencia:
la vida, de la exaltación de la diferencia y el pluralismo, de los [19] verdadera y propia esfera de «entenderse», la lengua”.
criterios protectores y normativos para territorios sociales que no han
Que es como decir la posibilidad humanizadora de la naturaleza,
accedido a la historia, como el de la mujer, el del niño, el adolescente,
el entendimiento por la palabra, el compromiso, el pacto, que es la pax,
el discriminado por su etnia, etc.
sin adjetivaciones. De ahí al abordaje de la ley primera, de los diez
La oficialización de estas legislaciones genéricas quizá dé paso mandamientos en su doble condición de exigencia y de temor a la pena
también al olvido de la enorme tarea de haberlas conseguido, a las que divina, antes que la explicación y el juicio sobre la acción. De forma
deben su existencia sin lugar a duda alguna. Esa desmemoria, ese que la contienda entre razón y fe, que ha movido tantas conciencias, se
olvido, provoca en el hombre común una inercia desdichada para la repite en la aceptación de la violencia divina que retiene el derecho, y
presencia en el mundo, y la historia, si no logra evocar el clima que la violencia del go-[21]bierno que conserva el derecho.

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He ahí la encrucijada de los tiempos nuevos, que él presiente y [23]
que no verá, que se alejan de la violencia consentida, que opta por la
subsistencia del derecho de gentes –aunque los tiempos marquen otras PARA UNA CRÍTICA DE LA VIOLENCIA
designaciones–, pero que permite a los humanos embarcarse en una
travesía apoyada en la libertad y la no violencia.
La tarea de una crítica de la violencia puede definirse como la ex-
Benjamín queda así introducido en las ciencias del hombre, que a posición de su relación con el derecho y con la justicia. Porque una
partir de lo hasta allí experimentado, tomarán una mirada prevenida causa eficiente se convierte en violencia, en el sentido exacto de la
hacia la violencia estatuida y su proyección en todas las mani- palabra, sólo cuando incide sobre relaciones morales. La esfera de tales
festaciones de la cultura –hasta allí apenas entrevista– que van desde el relaciones es definida por los conceptos de derecho y justicia. Sobre
balbuceo primero al estertor y el cadalso, y que es preciso reconocer si todo en lo que respecta al primero de estos dos conceptos, es evidente
buscamos el sentido de la travesía y la aventura de vivir en este tercer que la relación fundamental y más elemental de todo ordenamiento
milenio que estamos encarando. jurídico es la de fin y medio; y que la violencia, para comenzar, sólo
puede ser buscada en el reino de los medios y no en el de los fines.
HEBE CLEMENTI
Estas comprobaciones nos dan ya, para la crítica de la violencia, algo
más, e incluso diverso, que lo que acaso nos parece. Puesto que si la
violencia es un medio, [24] podría parecer que el criterio para su crítica
esta ya dado, sin más. Esto se plantea en la pregunta acerca de si la
violencia, en cada caso específico, constituye un medio para fines
justos o injustos. En un sistema de fines justos, las bases para su crítica
estarían ya dadas implícitamente. Pero las cosas no son así. Pues lo que
este sistema nos daría, si se hallara más allá de toda duda, no es un
criterio de la violencia misma como principio, sino un criterio respecto
a los casos de su aplicación. Permanecería sin respuesta el problema de
si la violencia en general, como principio, es moral, aun cuando sea un
medio para fines justos. Pero para decidir respecto a este problema se

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necesita un criterio más pertinente, una distinción en la esfera misma A esta tesis jusnaturalista de la violencia como dato natural se
de los medios, sin tener en cuenta los fines a los que éstos sirven. opone diametralmente la del derecho positivo, que considera al poder
en su transformación histórica. Así como el derecho natural puede
La exclusión preliminar de este más exacto planteo crítico carac-
juzgar todo derecho existente sólo mediante la crítica de sus fines, de
teriza a una gran corriente de la filosofía del derecho, de la cual el
igual modo el derecho positivo puede juzgar todo derecho en trans-
rasgo más destacado quizás es el derecho natural. En el empleo de
formación sólo mediante la crítica de sus medios. Si la justicia es el
medios violentos para lograr fines justos el derecho natural ve tan
criterio de los fines, la legalidad es el criterio de los medios. Pero si se
escasamente [25] un problema, como el hombre en el “derecho” a
prescinde de esta oposición, las dos escuelas se encuentran en el
dirigir su propio cuerpo hacia la meta hacia la cual marcha. Según la
común dogma fundamental: los fines justos pueden ser alcanzados por
concepción jusnaturalista (que sirvió de base ideológica para el terro-
medios legítimos, los medios legítimos pueden ser empleados al
rismo de la Revolución Francesa) la violencia es un producto natural,
servicio de fines justos. El derecho natural tiende a “justificar” los
por así decir una materia prima, cuyo empleo no plantea problemas,
medios legítimos con la justicia de los fines, el derecho positivo a
con tal de que no se abuse poniendo la violencia al servicio de fines
“garantizar” la justicia de los fines con la legitimidad de [27] los
injustos. Si en la teoría jusnaturalista del estado las personas se despo-
medios. La antinomia resultaría insoluble si se demostrase que el
jan de toda su autoridad en favor del estado, ello ocurre sobre la base
común supuesto dogmático es falso y que los medios legítimos, por
del supuesto (explícitamente enunciado por Spinoza en su tratado
una parte, y los fines justos, por la otra, se hallan entre sí en términos
teológico–político) de que el individuo como tal, y antes de la conclu-
de contradicción irreductibles. Pero no se podrá llegar nunca a esta
sión de este contrato racional, ejercite también de jure todo poder que
comprensión mientras no se abandone el círculo y no se establezcan
inviste de facto. Quizás estas concepciones han sido vueltas a estimular
criterios recíprocos independientes para fines justos y para medios
a continuación por la biología darwinista, que considera en forma del
legítimos.
todo dogmática, junto con la selección natural, sólo a la violencia como
medio originario y único adecuado a todos los fines vitales de la El reino de los fines, y por lo tanto también el problema de un cri-
naturaleza. La filosofía popular darwinista ha demostrado a menudo lo terio de la justicia, queda por el momento excluido de esta investiga-
fácil que resulta [26] pasar de este dogma de la historia natural al ción. En el centro de ella ponemos en cambio el problema de la legiti-
dogma aún más grosero de la filosofía del derecho, para la cual aquella midad de ciertos medios, que constituyen la violencia. Los principios
violencia que se adecua casi exclusivamente a los fines naturales sería jusnaturalistas no pueden decidir este problema, sino solamente
por ello mismo también jurídicamente legítima. llevarlo a una casuística sin fin. Porque si el derecho positivo es ciego

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para la incondicionalidad de los fines, el derecho natural es ciego para violencia en legítima e ilegítima no es evidente sin más. Hay que
el condicionamiento de los medios. La teoría positiva del derecho cuidarse firmemente del equívoco jusnaturalista, para el cual dicho
puede tomarse como hipótesis de partida al comienzo de la investiga- significado consistiría en la distinción entre violencia con fines justos o
ción, porque establece una distinción de principio entre [28] los injustos. Más bien se ha señalado ya que el derecho positivo exige a
diversos géneros de violencia, independientemente de los casos de su todo poder un testimonio de su origen histórico, que implica en ciertas
aplicación. Se establece una distinción entre la violencia históricamen- condiciones su sanción y legitimidad.
te reconocida, es decir la violencia sancionada como poder, y la violen-
Dado que el reconocimiento de poderes jurídicos se expresa en la
cia no sancionada. Si los análisis que siguen parten de esta distinción,
forma más concreta mediante la sumisión pasiva –como principio– a
ello naturalmente no significa que los poderes sean ordenados y
sus fines, como criterio hipotético de subdivisión de los diversos tipos
valorados de acuerdo con el hecho de que estén sancionados o no. Pues
de au-[30]toridad es preciso suponer la presencia o la falta de un
en una crítica de la violencia no se trata de la simple aplicación del
reconocimiento histórico universal de sus fines. Los fines que faltan en
criterio del derecho positivo, sino más bien de juzgar a su vez al
ese reconocimiento se llamarán fines naturales; los otros, fines jurídi-
derecho positivo. Se trata de ver qué consecuencias tiene, para la
cos. Y la función diversa de la violencia, según sirva a fines naturales o
esencia de la violencia, el hecho mismo de que sea posible establecer
a fines jurídicos, se puede mostrar en la forma más evidente sobre la
respecto de ella tal criterio o diferencia. O, en otras palabras, qué
realidad de cualquier sistema de relaciones jurídicas determinadas.
consecuencias tiene el significado de esa distinción. Puesto que vere-
Para mayor simplicidad las consideraciones que siguen se referirán a
mos en seguida que esa distinción del derecho positivo tiene sentido,
las actuales relaciones europeas.
está plenamente fundada en sí y no es substituible por ninguna otra;
pero con ello mismo se arrojará luz sobre esa esfera en la cual puede Estas relaciones jurídicas se caracterizan –en lo que respecta a la
realizarse dicha distinción. En suma: si el criterio establecido por el de- persona como sujeto jurídico– por la tendencia a no admitir fines
[29]recho positivo respecto a la legitimidad de la violencia puede ser naturales de las personas en todos los casos en que tales fines pudieran
analizado sólo según su significado, la esfera de su aplicación debe ser ser incidentalmente perseguidos con coherencia mediante la violencia.
criticada según su valor. Por lo tanto, se trata de hallar para esta crítica Es decir que este ordenamiento jurídico, en todos los campos en los
un criterio fuera de la filosofía positiva del derecho, pero también fuera que los fines de personas aisladas podrían ser coherentemente perse-
del derecho natural. Veremos a continuación cómo este criterio puede guidos con violencia, tiende a establecer fines jurídicos que pueden ser
ser proporcionado sólo si se considera el derecho desde el punto de realizados de esta forma sólo por el poder jurídico. Además tiende a
vista de la filosofía de la historia. El significado de la distinción de la reducir, mediante fines jurídi-[31]cos, incluso las regiones donde los

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fines naturales son consentidos dentro de amplios límites, no bien tales podido ser sus fines, ha conquistado la secreta admiración popular.
fines naturales son perseguidos con un grado excesivo de violencia, Ello no puede deberse a sus acciones, sino a la violencia de la cual son
como ocurre por ejemplo, en las leyes sobre los límites del castigo testimonio. En este caso, por lo tanto, la violencia, que el derecho
educativo. Como principio universal de la actual legislación europea actual trata de prohibir a las personas aisladas en todos los campos de
puede formularse el de que todos los fines naturales de personas la praxis, surge de verdad [33] amenazante y suscita, incluso en su
singulares chocan necesariamente con los fines jurídicos no bien son derrota, la simpatía de la multitud contra el derecho. La función de la
perseguidos con mayor o menor violencia. (La contradicción en que el violencia por la cual ésta es tan temida y se aparece, con razón, para el
derecho de legítima defensa se halla respecto a lo dicho hasta ahora derecho como tan peligrosa, se presentará justamente allí donde
debería explicarse por sí en el curso de los análisis siguientes.) De esta todavía le es permitido manifestarse según el ordenamiento jurídico
máxima se deduce que el derecho considera la violencia en manos de la actual.
persona aislada como un riesgo o una amenaza de perturbación para el
Ello se comprueba sobre todo en la lucha de clases, bajo la forma
ordenamiento jurídico. ¿Como un riesgo y una amenaza de que se
de derecho a la huelga oficialmente garantizado a los obreros. La clase
frustren los fines jurídicos y la ejecución jurídica? No: porque en tal
obrera organizada es hoy, junto con los estados, el único sujeto jurídi-
caso no se condenaría la violencia en sí misma, sino sólo aquella
co que tiene derecho a la violencia. Contra esta tesis se puede cierta-
dirigida hacia fines antijurídicos. Se dirá que un sistema de fines
mente objetar que una omisión en la acción, un no–obrar, como lo es
jurídicos no podría mantenerse si [32] en cualquier punto se pudiera
en última instancia la huelga, no puede ser definido como violencia.
perseguir con violencia fines naturales. Pero esto por el momento es
Tal consideración ha facilitado al poder estatal la concesión del dere-
sólo un dogma. Será necesario en cambio tomar en consideración la
cho a la huelga, cuando ello ya no podía ser evitado. Pero dicha consi-
sorprendente posibilidad de que el interés del derecho por monopoli-
deración no tiene valor ilimitado, porque no tiene valor incondicional.
zar la violencia respecto a la persona aislada no tenga como explica-
Es verdad que la omisión de una acción e incluso de un servicio, donde
ción la intención de salvaguardar fines jurídicos, sino más bien la de
equivale sencillamente a una “ruptura de relaciones”, puede ser [34] un
salvaguardar al derecho mismo. Y que la violencia, cuando no se halla
medio del todo puro y libre de violencia. Y como, según la concepción
en posesión del derecho a la sazón existente, represente para éste una
del estado (o del derecho), con el derecho a la huelga se concede a las
amenaza, no a causa de los fines que la violencia persigue, sino por su
asociaciones obreras no tanto un derecho a la violencia sino más bien
simple existencia fuera del derecho. La misma suposición puede ser
el derecho a sustraerse a la violencia, en el caso de que ésta fuera
sugerida, en forma más concreta, por el recuerdo de las numerosas
ejercida indirectamente por el patrono, puede producirse de vez en
ocasiones en que la figura del “gran” delincuente, por bajos que hayan

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cuando una huelga que corresponde a este modelo y que pretende ser ordenamiento jurídico en virtud del cual tal derecho le ha sido conferi-
sólo un “apartamiento”, una “separación” respecto del patrono. Pero el do; cuando es pasiva, podrá ser definida en la misma forma, si repre-
momento de la violencia se presenta, como extorsión, en una omisión senta una extorsión en el sentido de las consideraciones precedentes.
como la antedicha, cuando se produce respecto a la fundamental Que el derecho se oponga, en ciertas condiciones, con violencia a la
disposición a retomar como antes la acción interrumpida, en ciertas violencia de los huelguistas es testimonio sólo de una contradicción
condiciones que no tienen absolutamente nada que ver con ella o objetiva en la situación jurídica y no de una contradicción lógica en el
modifican sólo algún aspecto exterior. Y en este sentido, según la derecho. Puesto que en la huelga el estado teme más que ninguna otra
concepción de la clase obrera –opuesta a la del estado–, el derecho de cosa aquella función de la violencia que esta investigación se propone
huelga es el derecho a usar la violencia para imponer determinados precisamente determinar, como único fundamento seguro para su
propósitos. El contraste entre las dos concepciones aparece en todo su crítica. Porque si la violencia, como parece a primera vista, no fuese
rigor en relación con la huelga general revolucionaria. En ella la [35] más que el medio para asegurarse directamente aquello que se quiere,
clase obrera apelará siempre a su derecho a la huelga, pero el estado podría lograr su fin sólo como violencia de robo. Y sería completamen-
dirá que esa apelación es un abuso, porque –dirá– el derecho de huelga te incapaz de fundar o modificar relaciones en forma relativamente
no había sido entendido en ese sentido, y tomará sus medidas extraor- estable. Pero la huelga demuestra que puede hacerlo, aun cuando el
dinarias. Porque nada le impide declarar que una puesta en práctica sentimiento de justicia pueda resultar ofendido por ello. Se podría
simultánea de la huelga en todas las empresas es inconstitucional, dado objetar que tal función de la violencia es [37] casual y aislada. El
que no reúne en cada una de las empresas el motivo particular presu- examen de la violencia bélica bastará para refutar esta obligación.
puesto por el legislador. En esta diferencia de interpretación se expresa
La posibilidad de un derecho de guerra descansa exactamente so-
la contradicción objetiva de una situación jurídica a la que el estado
bre las mismas contradicciones objetivas en la situación jurídica sobre
reconoce un poder cuyos fines, en cuanto fines naturales, pueden
las que se funda la de un derecho de huelga, es decir sobre el hecho de
resultarle a veces indiferentes, pero que en los casos graves (en el caso,
que sujetos jurídicos sancionan poderes cuyos fines –para quienes los
justamente, de la huelga general revolucionaria) suscitan su decidida
sancionan– siguen siendo naturales y, en caso grave, pueden por lo
hostilidad. Y en efecto, a pesar de que a primera vista pueda parecer-
tanto entrar en conflicto con sus propios fines jurídicos o naturales. Es
nos paradójico, es posible definir en ciertas condiciones como violen-
verdad que la violencia bélica encara en principio sus fines en forma
cia incluso una actitud asumida en ejercicio de un derecho. Y precisa-
por completo directa y como violencia de robo. Pero existe el hecho
mente esa actitud, cuando es activa, podrá ser llamada violencia en la
sorprendente de que incluso –o más bien justamente– en condiciones
medida en que ejerce un derecho que [36] posee para subvertir el

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primitivas, que en otros sentidos apenas tienen noción de los rudimen- Si en la última guerra la crítica a la violencia militar se convirtió
tos de relaciones de derecho público, e incluso cuando el vencedor se en punto de partida para una crítica apasionada de la violencia en
ha adueñado de una posesión ya inamovible, es necesaria e imprescin- general, que muestra por lo menos que la violencia no es ya ejercida o
dible aun una paz en el sentido ceremonial. La palabra “paz”, en el tolerada ingenuamente, sin embargo no se le ha sometido a crítica sólo
sentido en que está relacionada con el término “guerra” (pues existe como violencia creadora de derecho, sino que ha sido juzgada en forma
otro, por [38] completo diferente, enteramente concreto y político: tal vez más despiadada también en cuanto a otra función. Una duplici-
aquel en que Kant habla de “paz perpetua”), indica justamente esta dad en la función de la violencia es en efecto característica del milita-
sanción necesaria a priori –independiente de todas las otras relaciones rismo, que ha podido formarse sólo con el servicio militar obligatorio.
jurídicas– de toda victoria. Esta sanción consiste precisamente en que El militarismo es la obligación del empleo universal de la violencia
las nuevas relaciones sean reconocidas como nuevo “derecho”, inde- como medio para los fines del estado. Esta coacción hacia el uso de la
pendientemente del hecho de que de facto necesitan más o menos violencia ha sido juzgada recientemente en forma más resuelta que el
ciertas garantías de subsistencia. Y si es lícito extraer de la violencia uso mismo de la violencia. En ella la violencia aparece en una función
bélica, como violencia originaria y prototípica, conclusiones aplicables por [40] completo distinta de la que desempeña cuando se la emplea
a toda violencia con fines naturales, existe por lo tanto implícito en sencillamente para la conquista de fines naturales. Tal coacción
toda violencia un carácter de creación jurídica. Luego deberemos consiste en el uso de la violencia como medio para fines jurídicos. Pues
volver a considerar el alcance de esta noción. Ello explica la menciona- la sumisión del ciudadano a las leyes –en este caso a la ley del servicio
da tendencia del derecho moderno a vedar toda violencia, incluso militar obligatorio– es un fin jurídico. Si la primera función de la
aquella dirigida hacia fines naturales, por lo menos a la persona aislada violencia puede ser definida como creadora de derecho, esta segunda
como sujeto jurídico. En el gran delincuente esta violencia se le aparece es la que lo conserva. Y dado que el servicio militar es un caso de
como la amenaza de fundar un nuevo derecho, frente a la cual (y aplicación, en principio en nada distinto, de la violencia conservadora
aunque sea impotente) el pueblo se estremece aún hoy, en los casos de del derecho, una crítica a él verdaderamente eficaz no resulta en modo
impor-[39]tancia, como en los tiempos míticos. Pero el estado teme a alguno tan fácil como podrían hacer creer las declaraciones de los
esta violencia en su carácter de creadora de derecho, así como debe pacifistas y de los activistas. Tal crítica coincide más bien con la crítica
reconocerla como creadora de derecho allí donde fuerzas externas lo de todo poder jurídico, es decir con la crítica al poder legal o ejecutivo,
obligan a conceder el derecho de guerrear o de hacer huelga. y no puede ser realizada mediante un programa menor. Es también
obvio que no se la pueda realizar, si no se quiere incurrir en un anar-
quismo por completo infantil, rechazando toda coacción respecto a la

22 23
persona y declarando que “es lícito aquello que gusta”. Un principio de su amenaza no tiene el sentido de intimidación, según interpretan
este [41] tipo no hace más que eliminar la reflexión sobre la esfera teóricos liberales desorientados. La intimidación, en sentido estricto, se
histórico–moral, y por lo tanto sobre todo significado del actuar, e caracterizaría por una precisión, una determinación que contradice la
incluso sobre todo significado de lo real, que no puede constituirse si la esencia de la amenaza, y que ninguna ley puede alcanzar, pues subsiste
“acción” se ha sustraído al ámbito de la realidad. Más importante siempre la esperanza de escapar a su brazo. Resulta tan amenazadora
resulta quizás el hecho de que incluso la apelación a menudo hecha al como el destino, del cual en efecto depende si el delincuente incurre en
imperativo categórico, con su programa mínimo indudable – “obra en sus rigores. El significado más [43] profundo de la indeterminación de
forma de tratar a la humanidad, ya sea en tu persona o en la persona de la amenaza jurídica surgirá sólo a través del análisis de la esfera del
cualquier otro, siempre como fin y nunca sólo como medio”– no es de destino, de la que la amenaza deriva. Una preciosa referencia a esta
por sí suficiente para esta crítica1. Pues el derecho positivo, cuando es esfera se encuentra en el campo de las penas, entre las cuales, desde
consciente de sus raíces, pretenderá sin más reconocer y promover el que se ha puesto en cuestión la validez del derecho positivo, la pena de
interés de la humanidad por la persona de todo individuo aislado. El muerte es la que ha suscitado más la crítica. Aun cuando los argumen-
derecho positivo ve ese interés en la exposición y en la conservación de tos de la crítica no han sido en la mayor parte de los casos en modo
un orden establecido por el destino. Y [42] aun si este orden –que el alguno decisivos, sus causas han sido y siguen siendo decisivas. Los
derecho afirma con razón que custodia– no puede eludir la crítica, críticos de la pena de muerte sentían tal vez sin saberlo explicar y
resulta impotente respecto a él toda impugnación que se base sólo en probablemente sin siquiera quererlo sentir, que sus impugnaciones no
una “libertad” informe, sin capacidad para definir un orden superior se dirigían a un determinado grado de la pena, no ponían en cuestión
de libertad. Y tanto más impotente si no impugna el ordenamiento determinadas leyes, sino el derecho mismo en su origen. Pues si su
jurídico mismo en todas sus partes, sino sólo leyes o hábitos jurídicos, origen es la violencia, la violencia coronada por el destino, es lógico
que luego por lo demás el derecho toma bajo la custodia de su poder, suponer que en el poder supremo, el de vida y muerte, en el que
que consiste en que hay un solo destino y que justamente lo que existe, aparece en el ordenamiento jurídico, los orígenes de este ordenamiento
y sobre todo lo que amenaza, pertenece irrevocablemente a su orde- afloren en forma representativa en la realidad actual y se revelen
namiento. Pues el poder que conserva el derecho es el que amenaza. Y aterradoramente. Con ello con-[44]cuerda el hecho de que la pena de
muerte sea aplicada, en condiciones jurídicas primitivas, incluso a
1 En todo caso se podría dudar respecto a si esta célebre fórmula no contiene demasiado delitos, tal como la violación de la propiedad, para los cuales parece
poco, es decir si es lícito servirse, o dejar que otro se sirva, en cualquier sentido, de sí o absolutamente “desproporcionada”. Pero su significado no es el de
de otro también, como un medio. Se podrían aducir óptimas razones en favor de esta
duda. castigar la infracción jurídica, sino el de establecer el nuevo derecho.

24 25
Pues en el ejercicio del poder de vida y muerte el derecho se confirma poder que conserva el derecho, dado que se pone a disposición de
más que en cualquier otro acto jurídico. Pero en este ejercicio, al aquellos fines. La afirmación de que los fines del poder de la policía
mismo tiempo, una sensibilidad más desarrollada advierte con máxima son siempre idénticos [46] o que se hallan conectados con los del
claridad algo corrompido en el derecho, al percibir que se halla infini- derecho remanente es profundamente falsa. Incluso “el derecho” de la
tamente lejos de condiciones en las cuales, en un caso similar, el policía marca justamente el punto en que el estado, sea por impotencia,
destino se hubiera manifestado en su majestad. Y el intelecto, si quiere sea por las conexiones inmanentes de todo ordenamiento jurídico, no
llevar a término la crítica tanto de la violencia que funda el derecho se halla ya en grado de garantizarse –mediante el ordenamiento jurí-
como la de la que lo conserva, debe tratar de reconstruir en la mayor dico– los fines empíricos que pretende alcanzar a toda costa. Por ello la
medida tales condiciones. policía interviene “por razones de seguridad” en casos innumerables
en los que no subsiste una clara situación jurídica cuando no acompa-
En una combinación mucho más innatural que en la pena de
ña al ciudadano, como una vejación brutal, sin relación alguna con
muerte, en una mescolanza casi espectral, estas dos especies de violen-
fines jurídicos, a lo largo de una vida regulada por ordenanzas, o
cia se hallan presentes en otra institución del estado moderno: [45] en
directamente no lo vigila. A diferencia del derecho, que reconoce en la
la policía. La policía es un poder con fines jurídicos (con poder para
“decisión” local o temporalmente determinada una categoría metafísi-
disponer), pero también con la posibilidad de establecer para sí misma,
ca, con lo cual exige la crítica y se presta a ella, el análisis de la policía
dentro de vastos límites, tales fines (poder para ordenar). El aspecto
no encuentra nada sustancial. Su poder es informe así como su presen-
ignominioso de esta autoridad –que es advertido por pocos sólo
cia es espectral, inaferrable y difusa por doquier, en la vida de los
porque sus atribuciones en raros casos justifican las intervenciones
estados civilizados. Y si bien la policía se parece en todos lados en los
más brutales, pero pueden operar con tanta mayor ceguera en los
detalles, no [47] se puede sin embargo dejar de reconocer que su
sectores más indefensos y contra las personas sagaces a las que no
espíritu es menos destructivo allí donde encarna (en la monarquía
protegen las leyes del estado– consiste en que en ella se ha suprimido
absoluta) el poder del soberano, en el cual se reúne la plenitud del
la división entre violencia que funda y violencia que conserva la ley. Si
poder legislativo y ejecutivo, que en las democracias, donde su presen-
se exige a la primera que muestre sus títulos de victoria, la segunda
cia, no enaltecida por una relación de esa índole, testimonia la máxima
está sometida a la limitación de no deber proponerse nuevos fines. La
degeneración posible de la violencia.
policía se halla emancipada de ambas condiciones. La policía es un
poder que funda –pues la función específica de este último no es la de Toda violencia es, como medio, poder que funda o conserva el de-
promulgar leyes, sino decretos emitidos con fuerza de ley– y es un recho. Si no aspira a ninguno de estos dos atributos, renuncia por sí

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misma a toda validez. Pero de ello se desprende que toda violencia parlamentos. Les falta a éstos el sentido de la violencia creadora de
como medio, incluso en el caso más favorable, se halla sometida a la derecho que se halla representada en ellos. No hay que asombrarse por
problematicidad del derecho en general. Y cuando el significado de esa lo tanto de que no lleguen a decisiones dignas de este poder y de que se
problematicidad no está todavía claro a esta altura de la investigación, consagren mediante el compromiso a una conducción de los proble-
el derecho sin embargo surge después de lo que se ha dicho con una luz mas políticos que desearía ser no violenta. Pero el compromiso,
moral tan equívoca que se plantea espontáneamente la pregunta de si
“si bien repudia toda violencia abierta, es sin embargo un
no existirán otros medios que no sean los violentos para armonizar
producto siempre comprendido en la mentalidad de la violencia,
intereses humanos en conflicto. Tal pregunta nos lleva en principio a
pues la aspiración que lleva al compromiso no encuentra motiva-
comprobar que un reglamento de conflictos total-[48]mente desprovis-
ción en sí misma, sino en el exterior, es decir en la aspiración
to de violencia no puede nunca desembocar en un contrato jurídico.
opuesta; por ello todo compromiso, aun cuando se lo acepte li-
Porque éste, aun en el caso de que las partes contratantes hayan
bremente, tiene esencialmente un carácter coactivo. «Mejor sería
llegado al acuerdo en forma pacífica, conduce siempre en última
de otra forma» es el sentimiento fundamental de todo compromi-
instancia a una posible violencia. Pues concede a cada parte el derecho
so”.2 [50]
a recurrir, de algún modo, a la violencia contra la otra, en el caso de
que ésta violase el contrato. Aun más: al igual que el resultado, también
Resulta significativo que la decadencia de los parlamentos haya
el origen de todo contrato conduce a la violencia. Pese a que no sea
quitado al ideal de la conducción pacífica de los conflictos políticos
necesario que la violencia esté inmediatamente presente en el contrato
tantas simpatías como las que le había procurado la guerra. A los
como presencia creadora, se halla sin embargo representada siempre,
pacifistas se oponen los bolcheviques y los sindicalistas. Estos han
en la medida en que el poder que garantiza el contrato es a su vez de
sometido los parlamentos actuales a una crítica radical y en general
origen violento, cuando no es sancionado jurídicamente mediante la
exacta. Pese a todo lo deseable y placentero que pueda resultar, a título
violencia en ese mismo contrato. Si decae la conciencia de la presencia
de comparación, un parlamento dotado de gran prestigio, no será
latente de la violencia en una institución jurídica, ésta se debilita. Un
posible en el análisis de los medios fundamentalmente no violentos de
ejemplo de tal proceso lo proporcionan en este período los parlamen-
acuerdo político ocuparse del parlamentarismo. Porque lo que el
tos. Los parlamentos presentan un notorio y triste espectáculo porque
parlamentarismo obtiene en cuestiones vitales no puede ser más que
no han conservado la conciencia de las fuerzas revolucio-[49]narias a
las que deben su existencia. En Alemania en particular, incluso la
última manifestación de tales fuerzas no ha logrado efecto en los 2 Unger, Politik und Metaphysik, Berlin 1921, p. 8.

28 29
aquellos ordenamientos jurídicos afectados por la violencia en su dimiento humano que es por completo inaccesible a la violencia: la
origen y en su desenlace. verdadera y propia esfera del “entenderse”, la lengua. Sólo ulterior-
mente, y en un característico proceso de decadencia, la violencia
¿Es en general posible una regulación no violenta de los conflic-
jurídica penetró también en esta esfera, declarando punible el engaño.
tos? Sin duda. Las relaciones entre personas privadas nos ofrecen
En efecto, si el ordenamiento jurídico en sus orígenes, confiando en su
ejemplos en cantidad. El acuerdo no violento surge dondequiera que la
potencia victoriosa, se limita a rechazar la violencia ilegal donde y
cultura de los sentimientos pone a disposición de los hombres medios
cuando se presenta, y el engaño, por no tener en sí nada de violento,
puros de entendimiento. A los medios legales e [51] ilegales de toda
era considerado como no punible en el derecho romano y en el germá-
índole, que son siempre todos violentos, es lícito por lo tanto oponer,
nico antiguo, según los principios respectivos de ius civile vigilantibus
como puros, los medios no violentos. Delicadeza, simpatía, amor a la
scriptum est y “ojo al dinero”, el derecho de edades posteriores, menos
paz, confianza y todo lo que se podría aun añadir constituyen su
confiado en su propia fuerza, no se sintió ya en condición de hacer
fundamento subjetivo. Pero su manifestación objetiva se halla deter-
frente a toda violencia extraña. El temor a la violencia y la falta de
minada por la ley (cuyo inmenso alcance no es el caso de ilustrar aquí)
confianza en sí mismo constituyen precisamente su crisis. El dere-
que establece que los medios puros no son nunca medios de solución
[53]cho comienza así a plantearse determinados fines con la intención
inmediata, sino siempre de soluciones mediatas. Por consiguiente, esos
de evitar manifestaciones más enérgicas de la violencia conservadora
medios no se refieren nunca directamente a la resolución de los
del derecho. Y se vuelve contra el engaño no ya por consideraciones
conflictos entre hombre y hombre, sino solo a través de la intermedia-
morales, sino por temor a la violencia que podría desencadenar en el
ción de las cosas. En la referencia más concreta de los conflictos
engañado. Pues como este temor se opone al carácter de violencia del
humanos a bienes objetivos, se revela la esfera de los medios puros.
derecho mismo, que lo caracteriza desde sus orígenes, los fines de esta
Por ello la técnica, en el sentido más amplio de la palabra, es su campo
índole son inadecuados para los medios legítimos del derecho. En ellos
propio y adecuado. El ejemplo más agudo de ello lo constituye tal vez
se expresa no sólo la decadencia de su esfera, sino también a la vez una
la conversación considerada como técnica de entendimiento civil. Pues
reducción de los medios puros. Al prohibir el engaño, el derecho limita
en ella el acuerdo no violento no sólo es posible, sino que la exclusión
el uso de los medios enteramente no violentos, debido a que éstos, por
por principio de la violencia se halla expresamente confir-[52]mada
reacción, podrían engendrar violencia. Tal tendencia del derecho ha
por una circunstancia significativa: la impunidad de la mentira. No
contribuido también a la concesión del derecho de huelga, que contra-
existe legislación alguna en la tierra que originariamente la castigue.
dice los intereses del estado. El derecho lo admite porque retarda y
Ello significa que hay una esfera hasta tal punto no violenta de enten-
aleja acciones violentas a las que teme tener que oponerse. Antes, en

30 31
efecto, los trabajadores pasaban súbitamente al sabotaje y prendían Sorel opone estos dos tipos de huelga como huelga general política y
fuego a las fábricas. Para inducir a los hombres a la [54] pacífica huelga general revolucionaria. Ambas son antitéticas incluso en
armonización de sus intereses antes y más acá de todo ordenamiento relación con la violencia. De los partidarios de la primera se puede
jurídico, existe en fin, si se prescinde de toda virtud, un motivo eficaz, decir que
que sugiere muy a menudo, incluso a la voluntad más reacia, la necesi-
“el reforzamiento del estado se halla en la base de todas sus
dad de usar medios puros en lugar de los violentos, y ello es el temor a
concepciones; en sus organizaciones actuales los políticos (es de-
las desventajas comunes que podrían surgir de una solución violenta,
cir, los socialistas moderados) preparan ya las bases de un poder
cualquiera que fuese su signo. Tales desventajas son evidentes en
fuerte, centralizado y disciplinado que no se dejará perturbar por
muchísimos casos, cuando se trata de conflictos de intereses entre
las críticas de la oposición que sabrá imponer el silencio, y pro-
personas privadas. Pero es diferente cuando están en litigio clases y
mul-[56]gará por decreto sus propias mentiras”4
naciones, casos en que aquellos ordenamientos superiores que amena-
zan con perjudicar en la misma forma a vencedor y vencido están aún “La huelga general política nos muestra que el estado no
ocultos al sentimiento de la mayoría y a la inteligencia de casi todos. perdería nada de su fuerza, que el poder pasaría de privilegiados a
Pero la búsqueda de estos ordenamientos superiores y de los corres- otros privilegiados, que la masa de los productores cambiaría a
pondientes intereses comunes a ellos, que representan el motivo más sus patrones.”
eficaz de una política de medios puros, nos conduciría demasiado Frente a esta huelga general política (cuya fórmula parece, por lo
lejos3. Por consiguiente, basta con mencionar los [55] medios puros de demás, la misma que la de la pasada revolución alemana) la huelga
la política como análogos a aquellos que gobiernan las relaciones proletaria se plantea como único objetivo la destrucción del poder del
pacíficas entre las personas privadas. estado. La huelga general proletaria
En lo que respecta a las luchas de clase, la huelga debe ser consi- “suprime todas las consecuencias ideológicas de cualquier
derada en ellas, en ciertas condiciones, como un medio puro. A conti- política social posible, sus partidarios consideran como reformas
nuación definiremos dos tipos esencialmente diversos de huelga, cuya burguesas incluso a las reformas más populares”. “Esta huelga
posibilidad ya ha sido examinada. El mérito de haberlos diferenciado general muestra claramente su indiferencia respecto a las ventajas
por primera vez –más sobre la base de consideraciones políticas que materiales de la conquista, en cuanto declara querer suprimir al
sobre consideraciones puramente teóricas– le corresponde a Sorel. estado; y el estado era precisamente (...) la razón de ser de los

3 Sin embargo, cfr. Unger, pág 18. y sigs. 4 Sorel, Reflexions sur la violence. Va. edición, Paris, 1919, pág. 250.

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grupos domi-[57]nantes, que sacan provecho de todas las empre- actual en conjunto se asemeja menos a una locomotora que se detiene
sas de las que el conjunto de la sociedad debe soportar los gas- porque el maquinista la abandona, que a una fiera que se precipita
tos.” apenas el domador le vuelve las espaldas; queda además el hecho de
que respecto a la violencia de una acción se puede juzgar tan poco a
Mientras la primera forma de suspensión del trabajo es violencia,
partir de sus efectos como a partir de sus fines, y que sólo es posible
pues determina sólo una modificación extrínseca de las condiciones de
hacerlo a partir de las leyes de sus medios. Es obvio que el poder del
trabajo, la segunda, como medio puro, está exenta de violencia. Porque
estado que atiende sólo a las consecuencias, se oponga a esta huelga –y
ésta no se produce con la disposición de retomar –tras concesiones
no [59] a las huelgas parciales, en general efectivamente extorsivas–
exteriores y algunas modificaciones en las condiciones laborables– el
como a una pretendida violencia. Pero, por lo demás, Sorel ha demos-
trabajo anterior, sino con la decisión de retomar sólo un trabajo
trado con argumentos muy agudos que una concepción así rigurosa de
enteramente cambiado, un trabajo no impuesto por el estado, inver-
la huelga general resulta de por sí apta para reducir el empleo efectivo
sión que este tipo de huelga no tanto provoca sino que realiza directa-
de la violencia en las revoluciones. Viceversa, un caso eminente de
mente. De ello se desprende que la primera de estas empresas da
omisión violenta, más inmoral que la huelga general política, similar al
existencia a un derecho, mientras que la segunda es anárquica. Apo-
bloqueo económico, es la huelga de médicos que se ha producido en
yándose en observaciones ocasionales de Marx, Sorel rechaza toda
muchas ciudades alemanas. Aparece en tal caso, en la forma más
clase de programas, utopías y, en suma, creaciones jurídicas para el
repugnante, el empleo sin escrúpulos de la violencia, verdaderamente
movimiento revolucionario: [58]
abyecto en una clase profesional que durante años, sin el menor
“Con la huelga general todas estas bellas cosas desaparecen; intento de resistencia, “ha garantizado a la muerte su presa”, para
la revolución se presenta como una revuelta pura y simple, y no luego, en la primera ocasión, dejar a la vida abandonada por unas
hay ya lugar para los sociólogos, para los amantes de las reformas monedas. Con más claridad que en las recientes luchas de clases, en la
sociales o para los intelectuales que han elegido la profesión de historia milenaria de los estados se han constituido medios de acuerdo
pensar por el proletariado.” no violentos. La tarea de los diplomáticos en su comercio recíproco
A esta concepción profunda, moral y claramente revolucionaria [60] consiste sólo ocasionalmente en la modificación de ordenamientos
no se le puede oponer un razonamiento destinado a calificar como jurídicos. En general deben, en perfecta analogía con los acuerdos
violencia esta huelga general a causa de sus eventuales consecuencias entre personas privadas, regular pacíficamente y sin tratados, caso por
catastróficas. Incluso si podría decirse con razón que la economía caso, en nombre de sus estados, los conflictos que surgen entre ellos.
Tarea delicada, que cumplen más drásticamente las cortes de arbitraje,

34 35
pero que constituye un método de solución superior como principio, sólo con la imposibilidad de una clara decisión respecto a lo que es
que el del arbitraje, pues se cumple más allá de todo ordenamiento “justo” o “falso” en [62] las lenguas en desarrollo).
jurídico y por lo tanto de toda violencia. Como el comercio entre
Porque lo cierto es que respecto a la legitimidad de los medios y a
personas privadas, el de los diplomáticos ha producido formas y
la justicia de los fines no decide jamás la razón, sino la violencia
virtudes propias, que, aunque se hayan convertido en exteriores, no lo
destinada sobre la primera y Dios sobre la segunda. Noción esta tan
han sido siempre.
rara porque tiene vigencia el obstinado hábito de concebir aquellos
En todo el ámbito de los poderes previstos por el derecho natural fines justos como fines de un derecho posible, es decir no sólo como
y por el derecho positivo no hay ninguno que se encuentre libre de esta universalmente válidos (lo que surge analíticamente del atributo de la
grave problematicidad de todo poder jurídico. Puesto que toda forma justicia), sino también como susceptible de universalización, lo cual,
de concebir una solución de las tareas humanas –para no hablar de un como se podría mostrar, contradice a dicho atributo. Pues fines que
rescate de la esclavitud de todas las condiciones históricas de vida son justos, universalmente válidos y universalmente reconocibles para
pasadas– [61] resulta irrealizable si se excluye absolutamente y por una situación, no lo son para ninguna otra, pese a lo similar que pueda
principio toda y cualquier violencia, se plantea el problema de la resultar. Una función no mediada por la violencia, como esta sobre la
existencia de otras formas de violencia que no sean las que toma en que se discute, nos es ya mostrada por la experiencia cotidiana. Así, en
consideración toda teoría jurídica. Y se plantea a la vez el problema de lo que se refiere al hombre, la cólera lo arrastra a los fines más carga-
la verdad del dogma fundamental común a esas teorías: fines justos dos de violencia, la cual como medio no se refiere a un fin preestable-
pueden ser alcanzados con medios legítimos, medios legítimos pueden cido. Esa violencia no es un medio, sino una manifestación. Y esta
ser empleados para fines justos. Y si toda especie de violencia destina- violencia tiene manifestaciones por completo ob-[63]jetivas, a través de
da, en cuanto emplea medios legítimos, resultase por sí misma en las cuales puede ser sometida a la crítica. Tales manifestaciones se
contradicción inconciliable con fines justos, pero al mismo tiempo se encuentran en forma altamente significativa sobre todo en el mito.
pudiese distinguir una violencia de otra índole, que sin duda no podría
La violencia mítica en su forma ejemplar es una simple manifes-
ser el medio legítimo o ilegítimo para tales fines y que sin embargo no
tación de los dioses. Tal violencia no constituye un medio para sus
se hallase en general con éstos en relación de medio, ¿en qué otra
fines, es apenas una manifestación de su voluntad y, sobre todo,
relación se hallaría? Se iluminaría así la singular y en principio des-
manifestación de su ser. La leyenda de Níobe constituye un ejemplo
alentadora experiencia de la final insolubilidad de todos los problemas
evidente de ello. Podría parecer que la acción de Apolo y Artemis es
jurídicos (que quizás, en su falta de perspectivas puede compararse
sólo un castigo. Pero su violencia instituye más bien un derecho que no

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castiga por la infracción de un derecho existente. El orgullo de Níobe bien persigue lo que es instaurado como derecho, como fin, con la
atrae sobre sí la desventura, no porque ofenda el derecho, sino porque violencia como medio, sin embargo –en el acto de fundar como dere-
desafía al destino a una lucha de la cual éste sale necesariamente cho el fin perseguido– no depone en modo alguno la violencia, sino
victorioso y sólo mediante la victoria, en todo caso, engendra un que sólo ahora hace de ella en sentido estricto, es decir inmediatamen-
derecho. El que esta violencia divina, para el espíritu antiguo, no era te, violencia creadora de derecho, en cuanto instaura como derecho,
aquella –que conserva el derecho– de la pena, es algo que surge de los con el nombre de poder, no ya un fin inmune e independiente de la
mitos heroicos en los que el héroe, como por ejemplo Prometeo, violencia, sino íntima y necesariamente ligado a ésta. Creación de
desafía con valeroso ánimo al destino, lucha contra él [64] con variada derecho es creación de poder, y en tal medida un acto de inmediata
fortuna y el mito no lo deja del todo sin esperanzas de que algún día manifestación de violencia. Justicia es el principio de toda finalidad
pueda entregar a los hombres un nuevo derecho. Es en el fondo este divina, poder, el principio de todo derecho mítico. Este último princi-
héroe, y la violencia jurídica del mito congénita a él, lo que el pueblo pio tiene una aplicación de consecuencias extremadamente graves en el
busca aún hoy representarse en su admiración por el delincuente. La derecho público, en el ámbito del cual la fijación de límites tal como se
violencia cae por lo tanto sobre Níobe desde la incierta, ambigua esfera establece mediante “la paz” en todas las guerras de la edad mí-[66]tica,
del destino. Esta violencia no es estrictamente destructora. Si bien es el arquetipo de la violencia creadora de derecho. En ella se ve en la
somete a los hijos a una muerte sangrienta, se detiene ante la vida de la forma más clara que es el poder (más que la ganancia incluso más
madre, a la que deja –por el fin de los hijos– más culpable aún que ingente de posesión) lo que debe ser garantizado por la violencia
antes, casi un eterno y mudo sostén de la culpa, mojón entre los creadora de derecho. Donde se establece límites, el adversario no es
hombres y los dioses. Si se pudiese demostrar que esta violencia sencillamente destruido; por el contrario, incluso si el vencedor
inmediata en las manifestaciones míticas es estrechamente afín, o por dispone de la máxima superioridad, se reconocen al vencido ciertos
completo idéntica, a la violencia que funda el derecho, su problemati- derechos. Es decir, en forma demoníacamente ambigua: “iguales”
cidad se reflejaría sobre la violencia creadora de derecho en la medida derechos; es la misma línea la que no debe ser traspasada por ambas
en que ésta ha sido definida antes, al analizar la violencia bélica, como partes contratantes. Y en ello aparece, en su forma más temible y
una violencia que tiene las características de medio. Al mismo tiempo originaria, la misma ambigüedad mítica de las leyes que no pueden ser
esta relación promete arrojar más luz sobre el destino, [65] que se halla “transgredidas”, y de las cuales Anatole France dice satíricamente que
siempre en la base del poder jurídico, y de llevar a su fin, en grandes prohiben por igual a ricos y a pobres pernoctar bajo los puentes. Y al
líneas, la crítica de este último. La función de la violencia en la creación parecer Sorel roza una verdad no sólo histórico–cultural, sino metafísi-
jurídica es, en efecto, doble en el sentido de que la creación jurídica, si ca, cuando plantea la hipótesis de que en los comienzos todo derecho

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ha sido privilegio del rey o de los grandes, en una palabra de los una certeza respecto al carácter pernicioso de su función histórica, que
poderosos. Y eso seguirá siendo, mutatis mutandis, mientras subsista. se trata por lo tanto de destruir. Y esta tarea plantea en última instan-
[67] Pues desde el punto de vista de la violencia, que es la única que cia una vez más el problema de una violencia pura inmediata que
puede garantizar el derecho no existe igualdad, sino –en la mejor de las pueda detener el curso de la violencia mítica. Así como en todos los
hipótesis– poderes igualmente grandes. Pero el acto de la fijación de campos Dios se opone al mito, de igual modo a la violencia mítica se
límites es importante, para la inteligencia del derecho, incluso en otro opone la divina. La violencia divina constituye en todos los puntos la
aspecto. Los límites trazados y definidos permanecen, al menos en las antítesis de la violencia mítica. Si la violencia mítica funda el derecho,
épocas primitivas, como leyes no escritas. El hombre puede traspasar- la divina [69] lo destruye; si aquélla establece limites y confines, esta
los sin saber e incurrir así en el castigo. Porque toda intervención del destruye sin limites, si la violencia mítica culpa y castiga, la divina
derecho provocado por una infracción a la ley no escrita y no conocida exculpa; si aquélla es tonante, ésta es fulmínea; si aquélla es sangrienta,
es, a diferencia de la pena, castigo. Y pese a la crueldad con que pueda ésta es letal sin derramar sangre. A la leyenda de Níobe se le puede
golpear al ignorante, su intervención no es desde el punto de vista del oponer, como ejemplo de esta violencia, el juicio de Dios sobre la tribu
derecho, azar sino más bien destino, que se manifiesta aquí una vez de Korah. El juicio de Dios golpea a los privilegiados, levitas, los golpea
más en su plena ambigüedad. Ya Hermann Cohen, en un rápido sin preaviso, sin amenaza, fulmíneamente, y no se detiene frente a la
análisis de la concepción antigua del destino5, ha definido como destrucción. Pero el juicio de Dios es también, justamente en la des-
“conocimiento al que no se escapa” aquel “cuyos ordenamientos trucción, purificante, y no se puede dejar de percibir un nexo profundo
mismos parecen [68] ocasionar y producir esta infracción, este apar- entre el carácter no sangriento y el purificante de esta violencia. Porque
tamiento”. El principio moderno de que la ignorancia de la ley no la sangre es el símbolo de la vida desnuda. La disolución de la violencia
protege respecto a la pena es testimonio de ese espíritu del derecho, así jurídica se remonta por lo tanto a la culpabilidad de la desnuda vida
como la lucha por el derecho escrito en los primeros tiempos de las natural, que confía al viviente, inocente e infeliz al castigo que “expía”
comunidades antiguas debe ser entendido como una revuelta dirigida su culpa, y expurga también al culpable, pero no de una culpa, sino del
contra el espíritu de los estatutos míticos. derecho. Pues con la vida desnuda cesa el dominio del derecho sobre el
viviente. La violencia mítica es violencia sangrienta sobre la desnuda
Lejos de abrirnos una esfera más pura, la manifestación mítica de
[70] vida en nombre de la violencia, la pura violencia divina es violen-
la violencia inmediata se nos aparece como profundamente idéntica a
cia sobre toda vida en nombre del viviente. La primera exige sacrifi-
todo poder y transforma la sospecha respecto a su problematicidad en
cios, la segunda los acepta.
5 Hermann Cohen, Ethik des reinen Willens, 2a. ed., Berlin 1907, pág. 362.

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Existen testimonios de esta violencia divina no sólo en la tradi- para la persona o comunidad actuante que deben saldar sus cuentas
ción religiosa, sino también –por lo menos en una manifestación con el mandamiento en soledad y asumir en casos extraordinarios la
reconocida– en la vida actual. Tal manifestación es la de aquella responsabilidad de prescindir de él. Así lo entendía también el judaís-
violencia que, como violencia educativa en su forma perfecta, cae fuera [72]mo, que rechaza expresamente la condena del homicidio en casos
del derecho. Por lo tanto, las manifestaciones de la violencia divina no de legítima defensa. Pero esos teóricos apelan a un axioma ulterior, con
se definen por el hecho de que Dios mismo las ejercita directamente en el cual piensan quizás poder fundamentar el mandamiento mismo: es
los actos milagrosos, sino por el carácter no sanguinario, fulminante, decir, apelan al principio del carácter sacro de la vida, que refieren a
purificador de la ejecución. En fin, por la ausencia de toda creación de toda vida animal e incluso vegetal o bien limitan a la vida humana. Su
derecho. En ese sentido es lícito llamar destructiva a tal violencia; pero argumentación se desarrolla, en un caso extremo –que toma como
lo es sólo relativamente, en relación con los bienes, con el derecho, con ejemplo el asesinato revolucionario de los opresores–, en los siguientes
la vida y similares, y nunca absolutamente en relación con el espíritu términos:
de lo viviente. Una extensión tal de la violencia pura o divina se halla
“Si no mato, no instauraré nunca el reino de la justicia (...)
sin duda destinada a suscitar, justamente hoy, los más violentos
así piensa el terrorista espiritual (...) Pero nosotros afirmamos
ataques, y se objetará que esa violencia, según su deduc-[71]ción
que aún más alto que la felicidad y la justicia de una existencia se
lógica, acuerda a los hombres, en ciertas condiciones, también la
halla la existencia misma como tal”6.
violencia total recíproca. Pero no es así en modo alguno. Pues a la
pregunta: “¿Puedo matar?”, sigue la respuesta inmutable del manda- Si bien esta tesis es ciertamente falsa e incluso innoble, pone de
miento: “No matarás.” El mandamiento es anterior a la acción, como la manifiesto no obstante la obligación de no buscar el motivo del man-
“mirada” de Dios contemplando el acontecer. Pero el mandamiento damiento en lo que la acción hace al asesinato sino en la que [73] hace
resulta –si no es que el temor a la pena induce a obedecerlo– inaplica- a Dios y al agente mismo. Falsa y miserable es la tesis de que la existen-
ble, inconmensurable respecto a la acción cumplida. Del mandamiento cia sería superior a la existencia justa, si existencia no quiere decir más
no se deduce ningún juicio sobre la acción. Y por ello a priori no se que vida desnuda, que es el sentido en que se la usa en la reflexión
puede conocer ni el juicio divino sobre la acción ni el fundamento o citada. Pero contiene una gran verdad si la existencia (o mejor la vida)
motivo de dicho juicio. Por lo tanto, no están en lo justo aquellos que –palabras cuyo doble sentido, en forma por completo análoga a la de la
fundamentan la condena de toda muerte violenta de un hombre a palabra paz, debe resolverse sobre la base de su relación con dos
manos de otro hombre sobre la base del quinto mandamiento. El
mandamiento no es un criterio del juicio, sino una norma de acción 6 Kurt Hiller en un almanaque del “Ziel”

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esferas cada vez distintas– designa el contexto inamovible del “hom- permitir a lo [75] sumo un hamacarse dialéctico entre las formas de la
bre”. Es decir, si la proposición significa que el no–ser del hombre es violencia que fundan y las que conservan el derecho. La ley de estas
algo más terrible que el (además: sólo) no–ser–aún del hombre justo. oscilaciones se funda en el hecho de que toda violencia conservadora
La frase mencionada debe su apariencia de verdad a esta ambigüedad. debilita a la larga indirectamente, mediante la represión de las fuerzas
En efecto, el hombre no coincide de ningún modo con la desnuda vida hostiles, la violencia creadora que se halla representada en ella. (Se han
del hombre; ni con la desnuda vida en él ni con ninguno de sus restan- indicado ya en el curso de la investigación algunos síntomas de este
tes estados o propiedades ni tampoco con la unicidad de su persona hecho.) Ello dura hasta el momento en el cual nuevas fuerzas, o aque-
física. Tan sagrado es el hombre (o esa vida que en él permanece llas antes oprimidas, predominan sobre la violencia que hasta entonces
idéntica en la vida terrestre, en la muerte y en la supervivencia) como había fundado el derecho y fundan así un nuevo derecho destinado a
poco sagrados son sus estados, como poco lo es su vida física, [74] una nueva decadencia. Sobre la interrupción de este ciclo que se
vulnerable por los otros. En efecto ¿qué la distingue de la de los anima- desarrolla en el ámbito de las formas míticas del derecho sobre la
les y plantas? E incluso si éstos (animales y plantas) fueran sagrados, destitución del derecho junto con las fuerzas en las cuales se apoya, al
no podrían serlo por su vida desnuda, no podrían serlo en ella. Valdría igual que ellas en él, es decir, en definitiva del estado, se basa una
la pena investigar el origen del dogma de la sacralidad de la vida. nueva época histórica. Si el imperio del mito se encuentra ya quebran-
Quizás sea de fecha reciente, última aberración de la debilitada tradi- tado aquí y allá en el presente, lo nuevo no está en una perspectiva tan
ción occidental, mediante la cual se pretendería buscar lo sagrado, que lejana e inaccesible como para que una palabra contra el derecho deba
tal tradición ha perdido, en lo cosmológicamente impenetrable. (La condenarse por [76] sí. Pero si la violencia tiene asegurada la realidad
antigüedad de todos los preceptos religiosos contra el homicidio no también allende el derecho, como violencia pura e inmediata, resulta
significa nada en contrario, porque los preceptos están fundados en demostrado que es posible también la violencia revolucionaria, que es
ideas muy distintas de las del axioma moderno.) En fin, da que pensar el nombre a asignar a la suprema manifestación de pura violencia por
el hecho de que lo que aquí es declarado sacro sea, según al antiguo parte del hombre. Pero no es igualmente posible ni igualmente urgente
pensamiento mítico, el portador destinado de la culpa: la vida desnuda. para los hombres establecer si en un determinado caso se ha cumplido
la pura violencia. Pues sólo la violencia mítica, y no la divina, se deja
La crítica de la violencia es la filosofía de su historia. La “filoso-
reconocer con certeza como tal; salvo quizás en efectos incomparables,
fía” de esta historia, en la medida en que sólo la idea de su desenlace
porque la fuerza purificadora de la violencia no es evidente a los
abre una perspectiva crítica separatoria y terminante sobre sus datos
hombres. De nuevo están a disposición de la pura violencia divina
temporales. Una mirada vuelta sólo hacia lo más cercano puede
todas las formas eternas que el mito ha bastardeado con el derecho. Tal

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violencia puede aparecer en la verdadera guerra así como en el juicio
divino de la multitud sobre el delincuente. Pero es reprobable toda
violencia mítica, que funda el derecho y que se puede llamar dominan-
te. Y reprobable es también la violencia que conserva el derecho, la
violencia administrada, que la sirve. La violencia divina, que es enseña
y sello, [77] nunca instrumento de sacra ejecución, es la violencia que
gobierna.

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