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En “El maestro y el método” Díaz Barriga habla de dos factores, de dos formas de
hacer en la docencia que a la larga llegan a entorpecer la labor docente: la rutina y la
falta de reflexión sobre el método.
La suposición de previsibilidad, la confianza en que el saber específico y sus
instrumentos son suficientes para desempeñar la tarea docente, sin una meditación
sobre la adecuación de las intervenciones realizadas, llevan a un estado de
estancamiento y de falta de creatividad que dan como resultado el fracaso del
método y por consiguiente de su aplicación.
En este caso podemos ver que la profesora estaba acostumbrada a llevar una rutina
en un colegio privado, en la cual los recursos materiales se encontraban al alcance
de la mano. Pero una vez en el colegio estatal, la falta de opciones alternativas da
cuenta de una ausencia de reflexión sobre el método que utiliza habitualmente: al
abstraerse puramente en lo instrumental no contempla la posibilidad de situaciones
adversas, quedando trunca su intervención. La profesora, dependiente del recurso
didáctico, trata de conseguir de todas las maneras posibles un mapa como elemento
principal de su clase, sin darse cuenta que desaprovecha otros recursos
subyacentes: no tiene en cuenta que los alumnos podrían tener smartphones con
acceso a internet, ni tampoco se le ocurre la utilización de las computadoras
portátiles entregadas por el gobierno a los alumnos de escuela media.
Desde los aportes de Freynet citados por el autor, debemos tener en cuenta la
necesidad de construir el método en clase, de modificarlo y adaptarlo cuando el
contexto lo haga necesario, pero que para esto sea posible debe mediar la reflexión.
Con Díaz Barriga tenemos una reivindicación de lo teórico, una necesidad de
reflexión conceptual sobre el conocimiento didáctico, para que éste no se vea
limitado meramente a un saber práctico, técnico o instrumental.