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ACUERDO

En la ciudad de La Plata, a 12 de julio de 2017, habiéndose establecido, de conformidad


con lo dispuesto en el Acuerdo 2078, que deberá observarse el siguiente orden de
votación: doctores Pettigiani, Negri, Soria, de Lázzari, se reúnen los señores jueces de
la Suprema Corte de Justicia en acuerdo ordinario para pronunciar sentencia definitiva en
la causa C. 120.778, "B., N. P. contra Galeano Smith, Ascencio. Daños y perjuicios".
ANTECEDENTES
La Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial -Sala III- del Departamento Judicial
de San Martín modificó el fallo anterior que, a su turno, había hecho lugar a la demanda
(fs. 389/408 vta.).
Se interpuso, por la actora, recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley (fs. 419/454
vta.).
Oída la Procuración General (fs. 472/478 vta.), dictada la providencia de autos y
encontrándose la causa en estado de pronunciar sentencia, la Suprema Corte resolvió
plantear y votar la siguiente
CUESTIÓN
¿Es fundado el recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley?
VOTACIÓN
A la cuestión planteada, el señor Juez doctor Pettigiani dijo:
I. Se ventila en autos un reclamo resarcitorio derivado de un accidente de tránsito
ocurrido el 18 de enero de 2010 en la ruta nacional N° 3, altura kilómetro 1.652, Provincia
de Chubut, a raíz del cual resultó el fallecimiento de C. G. F. (esposo y padre de las
accionantes).
En su momento, el juez de la fase inicial hizo lugar a la acción entablada, condenando
al accionado y a la aseguradora citada en garantía al pago de diversos rubros
indemnizatorios -con más intereses a la tasa pasiva del Banco de la Provincia de Buenos
Aires desde la fecha del hecho hasta su efectivo pago- en favor de la actora N. P. B. y de
la hija menor de ambos, J. M. F. (332/340 vta.).
II. Apelada la decisión por ambas partes, la Cámara de Apelación en lo Civil y
Comercial -Sala III- del Departamento Judicial de San Martín la modificó en cuanto a la
atribución de responsabilidad y a la cuantía de los rubros, confirmándola en lo demás que
fuera materia de apelación (fs. 389/408 vta.).
Para así decidir, y luego de reseñar los pormenores fácticos del caso y establecer el
marco normativo de aplicación (Código Civil de Vélez vigente al momento del accidente,
cfr. art. 7, Cód. Civ. y Com.), emprendió el análisis de la prueba concerniente a la
causalidad del hecho, con particular referencia a las dos pericias accidentológicas
obrantes (una en las actuaciones penales traídas como prueba y otra en esta sede).
Como corolario de ello, dedujo que el siniestro no se había producido por la excluyente
pérdida de control del vehículo embistente sino, fundamentalmente, por la falta de
prudencia y previsión de la víctima al emprender el cruce peatonal de la ruta sin reparar
en el tránsito que la misma presentaba y al poco tiempo de reacción que tuvo el
demandado.
Asimismo, y dado que éste bien pudo haber disminuido su velocidad de marcha ante
la presencia de un camión y un automóvil detenidos, consideró que el mismo debía ser
responsabilizado en alguna medida. En base a tales elementos de juicio, estableció una
atribución concurrente de culpas en la siguiente proporción: 70% a la víctima y 30% al
conductor de la camioneta Ecosport (fs. 392 vta./403 vta.).
Seguidamente y ya en labor cuantificadora, redujo el importe reconocido a la actora
en concepto de "daño psicológico" y elevó el "daño moral" establecido en favor de la niña
J. M. F., readecuando los restantes guarismos a la proporción de responsabilidad
establecida previamente (fs. 403 vta./407 vta.).
III. Contra esta decisión se alza la actora -por sí y como representante de su hija menor-
mediante recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley, en el que denuncia infringidos
los arts. 499, 512, 901, 902, 1111 y 1113 del Código Civil; 163 inc. 5, 164, 375, 384, 456
y 474 del Código Procesal Civil y Comercial y 16, 29 inc. 6, 39 inc. "b", 48 inc. "y", 50,
64 y 65 de la ley 24.449. Aduce, asimismo, violación de doctrina legal de esta Corte que
individualiza y absurdo en la tarea de valoración probatoria. Formula reserva del caso
federal (fs. 419/454 vta.).
IV. Anticipo que en mi opinión, el recurso no puede prosperar. Veamos.
1. Arriba incontrovertido a esta sede que el día 18 de enero de 2010, alrededor de las
16:00 hs., C. G. F. circulaba por la Ruta Nacional N° 3 al comando de un camión
Mercedes Benz junto a las actoras N. P. B. y la niña J. M. F., hija de ambos.
A la altura del kilómetro 1652, un automóvil marca Chevrolet Astra que circulaba en
sentido contrario perdió el control e invadió el carril del camión, embistiéndolo en su
lateral izquierdo, perdiendo el control y deteniéndose más adelante con su frente
destrozado.
El señor F. detuvo su circulación en la banquina de su carril y descendió del camión
para socorrer a los accidentados.
Así, emprendió el cruce de la ruta y cuando la estaba atravesando resultó embestido
por una camioneta Ford Ecosport conducida por el accionado Ascencio Dionisio Galeano
Smith que se desplazaba por el carril contrario al del camión.
Como consecuencia de las lesiones sufridas, falleció el señor F..
2. Después de dejar sentada la responsabilidad objetiva que por principio pesaba sobre
el conductor del vehículo embistente (cfr. art. 1113, Cód. Civ.), la Cámara concluyó que
el imprudente cruce de la ruta por parte de la víctima había interrumpido parcialmente el
nexo de causalidad entre el accidente y el luctuoso desenlace.
En lo concerniente, y luego de reseñar las probanzas que a su juicio resultaban
relevantes, ponderó que el accidente se había producido en una ruta nacional, en una zona
en la que resultaba lógico no prever el cruce de un peatón, por contraste de lo que resultaba
esperable en ámbitos urbanos (art. 384, CPCC; fs. 400 vta./401).
A renglón seguido, aseveró que conforme las pruebas arrimadas, no cabían dudas de
que la víctima, en su reconocido y valiente propósito de auxiliar a quienes previamente
chocaron con su camión, emprendió el cruce de la ruta sin adoptar las medidas de
precaución necesarias. En tal contexto, y en el afán de prestar auxilio, dio la espalda al
tránsito opuesto al sentido de circulación del camión, siendo así lamentablemente
embestido por el vehículo conducido por el demandado (fs. 401).
Tales contingencias -prosiguió el tribunal- hacen al supuesto de excepción de
responsabilidad establecido en el art. 1113 del Código Civil de aplicación al caso (v. fs.
cit.).
Respecto del demandado, consideró no acreditado que el mismo circulara a una
velocidad prohibida (arts. 375, 474 y 384, CPCC; v. fs. 401 vta.).
Coincidió con el Perito Ingeniero Mecánico interviniente en estos obrados (v. fs.
217/218) en cuanto a que resultaba lógico que el margen de reacción que pudo tener el
demandado al advertir la presencia de la víctima cruzando la ruta era exiguo como para
aventurar una maniobra de frenado o esquive a 70 kilómetros por hora -como mínimo-
(arts. 384 y 474, CPCC).
Correlativamente, descartó que la causalidad del accidente se hubiese debido a una
pérdida de control y dominio del rodado por parte del conductor de la Ecosport, tal como
lo había señalado el perito en sede penal (arg. art. 163 inc. 5, CPCC).
Precisó entonces que la circunstancia de que el vehículo embistente detuviera su
marcha a no muchos metros más del lugar donde impactara con la víctima hacía presumir
o que bien venía circulando a velocidad permitida y que emprendió el frenado luego del
impacto o bien que la venía disminuyendo, tal vez por la advertencia del accidente metros
más adelante. Lo que no pudo exigírsele al accionado en tal situación es que frenara
totalmente o realizara una maniobra que a esa velocidad seguramente hubiese puesto en
riesgo su integridad física (arg. arts. 474, 163 inc. 5 y 384, CPCC; v. fs. 402 vta.).
Por otro lado, y en orden al porcentual de responsabilidad atribuida al señor Galeano
Smith (cfr. art. 1113, Cód. Civ.), remarcó que sí pudo requerírsele una mayor precaución
al visualizar, en un camino recto, la presencia de un accidente -aunque ambos vehículos
(el camión y el Chevrolet Astra) se encontraban en las banquinas-, disminuyendo con
mayor anticipación la velocidad de circulación de su vehículo a fin de reaccionar con
mayor tiempo para esquivar a la víctima (v. fs. 403).
3. De su lado, aduce aquí la recurrente que la Cámara violó la doctrina legal
concerniente al "peatón distraído" que cita, toda vez que en la especie no se verificaría la
situación excepcional que la misma deja a salvo (v. fs. 439).
Asimismo, que incurrió en absurda valoración probatoria al omitir prueba esencial y
no valorar con acierto las constancias de la causa penal traída como prueba, especialmente
las que dan cuenta de la presencia de un accidente previo perfectamente visible a distancia
que imponía al demandado disminuir su marcha y extremar la precaución, manteniendo
el control de su rodado (v. fs. 441 vta./442 vta.).
Entiende que tampoco se relevó adecuadamente la condición de chofer profesional de
Galeano Smith (v. fs. 443), ni el hecho de que la camioneta Ecosport tenía instalada en
su trompa una defensa metálica antirreglamentaria (v. fs. 443 vta.).
Protesta por supuesta violación a la doctrina legal de este tribunal en punto a la
"relación de causalidad" entre el hecho y el daño producido (v. fs. 446 vta./447).
Vuelve sobre el hecho de que el Chevrolet Astra previamente siniestrado se encontraba
detenido y humeante sobre la calzada en la línea de marcha del vehículo Ecosport y, dadas
las condiciones ambientales, era perfectamente visible a distancia, circunstancias que
imponían una prudencial disminución de la velocidad por parte del conductor de este
último (v. fs. 447 vta.).
Resalta los dichos efectuados en sede penal por el testigo Brajeda, en cuanto expuso
que "circulaba detrás de la camioneta Ecosport, que vio un hombre corriendo en la ruta
en dirección a algo", "la camioneta le tocó bocina", "podría haber frenado o se podría
haber apartado a un costado, porque no iba a mucha velocidad y lo terminó embistiendo",
"que el conductor del camión corría en la ruta porque el auto tiraba humo, y en ese
momento lo embistió la camioneta", "que a su entender la misma circulaba a 100 km/h y
no realizó ninguna maniobra evasiva" (íd. fs. cit.).
Califica como dogmática la expresión del Tribunal "...Entiendo que en tal contexto, y
en su afán de auxilio, la víctima dio la espalda al tránsito..." (v. fs. 448).
Considera que el cruce emprendido por F. fue perpendicular a la ruta y en
circunstancias excepcionales, y que no estaba prohibido. Por ende, no transgredió ningún
imperativo legal (v. fs. 448 vta.).
Valora los dictámenes periciales de accidentología producidos en sede penal y en
autos, dando preeminencia a la primera. En tal recorrido, enfatiza que el experto
interviniente en las presentes no concurrió al lugar del hecho ni examinó los rodados
intervinientes en el siniestro, dictaminando solo en base a las constancias obrantes en el
expediente penal (v. fs. 449 vta.). Al respecto, pone en duda la regularidad de la
documentación en la que el experto se habría apoyado, en razón de que al momento de
presentación de su informe la causa penal no había sido aún agregada como prueba (v. fs.
450 y vta.).
Califica como "prevaricante" la actitud del perito Oviedo -en sede civil- al responder
que el conductor de la camioneta Ecosport había efectuado un frenado como lo indican
las reglas del buen manejo, sin bloquear las ruedas (IV.b., fs. 400), al desconocer el
sistema de frenos de la camioneta pues nunca la examinó y haber admitido que el vehículo
recorrió unos 100 metros desde el punto de impacto con el peatón hasta su detención (v.
fs. 451).
Aduce inaplicada la doctrina emergente del fallo recaído en la causa Ac. 42.467, sent.
de 1-9-1989 (v. fs. 452).
Alega que no es serio expresar que la camioneta Ecosport frenó a "no muchos metros
más del lugar de impacto con la víctima" cuando dicha distancia fue de 100 metros, lo
cual indica que la velocidad desplegada no era precautoria -cfr. art. 50, ley 24.449- (v. fs.
452 vta.).
4.a. En primer término, corresponde descartar la imputada inaplicación de la doctrina
legal devengada en la causa Ac. 42.467, citada, en el sentido de que "...No puede
calificarse de imprevista o inevitable la aparición de la víctima frente a la línea de marcha
del vehículo cuando su conductor advirtió los movimientos de la zona del accidente y la
víctima, de avanzada edad ya había intentado el cruce por la vereda opuesta a la
circulación habiendo traspuesto más de la mitad del camino..." (v. fs. 452).
Al respecto, sabido es que en los casos en los cuales se alega vulneración de doctrina
legal, es necesario que primeramente la misma se individualice y luego se exponga su
similitud con el caso bajo análisis para pretender finalmente su aplicación (cfr. doct. C.
103.944, sent. de 14-9-2011; C. 115.588, sent. de 3-10-2012; C. 116.561, sent. de 22-5-
2013 y C. 117.139, sent. de 8-4-2015).
No obstante ser individualizada, la recurrente se limita a decir que tal doctrina ha sido
desconocida por el a quo, sin más aditamento (v. fs. 452), motivo que de por sí torna
inaudible al agravio.
Sin perjuicio de ello, y a mayor abundamiento, no resulta ocioso igualmente reparar
en la marcada disparidad que en orden a la valoración del cruce peatonal, como "súbito"
o "imprevisto", presentan ambos escenarios. En las presentes, se encuentra fuera de toda
controversia que el accidente se produjo en una zona rural, despoblada, con buena
visibilidad y con el tránsito propio de una ruta nacional. En el antecedente evocado, por
el contrario, quedó acreditado que el evento dañoso ocurrió en un ámbito urbano, con
tránsito peatonal intenso, que en la esquina había viandantes parados y que la visibilidad
era escasa (cfr. Ac. 42.467, sent. de 1-9-1989, cit.).
4.b. Respecto de la supuesta vulneración de la doctrina legal elaborada por esta Corte
en torno a la figura del "peatón distraído" y de la "relación de causalidad" en materia
reparatoria, cabe decir que en los argumentos respectivos no se advierten agravios de
índole normativa sino, antes bien, críticas vinculada al acierto o error de los elementos
fácticos que las tornarían eventualmente aplicables. En otras palabras, bajo el ropaje de
una denuncia de infracción normativa lo que en rigor se esconde es una impugnación a
las circunstancias fácticas valoradas por el sentenciante. Mas dado que a los escritos se
los debe interpretar por su contenido y no por la presencia o ausencia de fórmulas
sacramentales, considerando que es el contexto lo que determina el sentido y alcance de
lo pretendido (cfr. doct. C. 97.851, sent. de 28-12-2010; C. 116.924, sent. de 7-8-2013;
C. 118.900, sent. de 15-7-2015 y C. 119.875, sent. de 23-11-2016), esta Corte no se ve
impedida de abordar el análisis sustancial de tales argumentos, por su virtual entidad para
enervar, por vía de hipótesis y por absurdo, la apreciación probatoria desplegada por el a
quo.
Siguiendo este derrotero, cabe recordar que quien tiene a su cargo la conducción de
un vehículo asume sobre sí la posibilidad cierta de la ocurrencia de sucesos que, en el
curso ordinario del tránsito, puedan presentarse de manera más o menos imprevista, de
modo que la aparición de la figura del peatón distraído o del ciclista desaprensivo resultan
hechos que acaecen, si no normalmente, al menos ocasionalmente y el conductor debe
estar lo suficientemente alerta como para sortear esas emergencias, salvo, por supuesto,
casos excepcionales (cfr. Ac. 34.081, sent. de 23-7-1985; Ac. 69.130, sent. de 17-5-2000;
Ac. 81.445, sent. de 17-12-2003; C. 99.209, sent. de 25-2-2009 y C. 105.385, sent. de 2-
7-2010).
Para la Cámara, cabe aquí reiterarlo, la imprudente conducta observada por la víctima
(peatón) tuvo una relevante incidencia causal en la ocurrencia del evento, conformando
tal proceder, en las particulares circunstancias del caso, el supuesto excepcional dejado a
salvo por la doctrina transcripta, además del factor eximente también previsto en el art.
1113 segundo párrafo del Código Civil.
De su lado, la recurrente postula -a mi criterio sin razón- que tal situación excepcional
no se ha configurado en el supuesto de autos (v. fs. 439).
En esta línea de reflexión, agota su mayor esfuerzo argumental en el empeño de
demostrar la extrema desaprensión e imprudencia, así como las infracciones de tránsito
implicadas en el obrar del demandado, particularmente por no haber adoptado los
recaudos propios del riesgoso escenario que deparó el accidente previo entre el camión y
el Chevrolet Astra. Pone asimismo de resalto que la velocidad de 72 kilómetros por hora
desplegada por el embistente al momento del impacto no le habría permitido tener el
debido control y dominio sobre su vehículo, que no se tuvo en cuenta la condición de
chofer profesional del demandado ni la agravación del riesgo provocada por la existencia
de una defensa no reglamentaria en el frente de la camioneta Ecosport.
Concluye que no debió calificarse como imprevista o inevitable la aparición de la
víctima frente a la línea de marcha del vehículo cuando su conductor tenía plena
visibilidad, debiendo advertir los movimientos de la zona del accidente anterior (v. fs.
439 vta./446).
Pues bien, según se aprecia, lejos de acometer críticamente los motivos que tuvo el
sentenciante para endilgar a la víctima una conducta relevante en términos de excepción
a la citada doctrina y de ruptura parcial del nexo de causalidad (cfr. art. 279, CPCC), la
recurrente se aboca a ponderar -en forma exclusiva- las infracciones e incumplimientos
del demandado, con especial referencia -reitero- a la falta de previsión del siniestro
inmediatamente anterior.
Extremo que, huelga decirlo, no solo no fue ignorado por el judicante sino que tuvo
exclusiva y excluyente gravitación en la cuota de responsabilidad atribuida al demandado.
La frondosa argumentación desplegada en este capítulo del recurso se ve así
principalmente orientada a la inoficiosa demostración de un extremo ciertamente
reconocido por la Cámara. La discrepancia gira entonces, no sobre el hecho disparador
de la responsabilidad del legitimado pasivo sino en la graduación de su incidencia causal.
Y en tal labor, poco es el aporte realizado por la recurrente en aras de demostrar que el
reparto decidido por la Cámara fuese absurdo.
Más allá de citas y transcripciones, y el afanoso ataque a la conducta del demandado,
solo se esgrimen enunciados dogmáticos acerca de la ilogicidad de la participación
concurrente de la víctima.
En tales condiciones, no es ocioso recordar que cuando se pretenden impugnar las
conclusiones de un pronunciamiento sobre las cuestiones fácticas de la litis, no basta con
presentar la propia versión sobre el mérito de las mismas, sino que es necesario realizar
un juicio crítico de los razonamientos desarrollados por el sentenciante y demostrar
cabalmente que padecen de un error grave, trascendente y fundamental (cfr. doct. C.
107.330, sent. de 27-4-2011; C. 99.762, sent. de 13-7-2011 y C. 120.100, sent. de 28-12-
2016; entre otras).
No mejor suerte han de correr las alegaciones destinadas a descalificar la ruptura del
nexo causal relevada en el pronunciamiento en crisis.
Respecto de la calificación de "dogmática" a la expresión "resulta imposible que se
cruce una persona y donde el tránsito es escaso" que la recurrente imputa al tribunal caben
dos aclaraciones. Una es que la frase no pertenece a la autoría del juez votante sino a una
respuesta dada por el perito Carlos Alberto Oviedo a un pedido de aclaraciones de la parte
que dicho juez reseñó en un pasaje de su sufragio (v. fs. 400). Otra, ya de orden sustancial,
es que en esa referencia textual, traída a ruedo por la recurrente, se advierte la falta de una
parte del enunciado original cuyo sentido se ve así tergiversado. En efecto, la Cámara
expuso en tal contexto que "...Continúa [el perito] que el accidente de autos se produjo
en una zona desértica ‘donde prácticamente resulta imposible que se cruce una persona
y donde del tránsito es escaso’..." (v. fs. cit.).
La diferencia, por sutil, no deja de ser relevante. Una cosa es decir que algo es
imposible y otra es decir que algo es prácticamente imposible, giro gramatical y
semántico que deja a salvo, justamente, la posibilidad -remota si se quiere- de que no lo
sea.
En línea con esta observación pericial, recuerdo aquí que la Cámara comenzó su
análisis casuístico afirmando que "...el accidente ocurrió en una Ruta Nacional, en una
zona donde resulta por demás lógico que no se prevea el cruce de un peatón..." (v. fs.
400 vta.).
No advierto, como se pretende (fs. 447 vta./448), que dicha ponderación inicial vulnere
las reglas de la sana crítica.
Más allá de estas ineficaces disquisiciones, es claro que la recurrente procura justificar
el cruce de la ruta emprendido por la víctima para de allí concluir en su falta de
participación en la causalidad del luctuoso acontecimiento.
En orden a ello, considera una pura conjetura del juzgador la afirmación acerca de que
la víctima habría dado la espalda al vehículo embistente, enfatizando -a la vez- que la
misma cruzó la ruta en forma perpendicular y en lugar que no estaba prohibido y en
circunstancias excepcionales (v. fs. 448 y vta.).
Al respecto, cabe destacar que ninguno de estos argumentos excluye la relevada falta
de prudencia de la víctima, menos aún alcanza para evidenciar el grave error lógico
endilgado a la labor axiológica del juzgador.
Sabido es que disentir con las conclusiones del fallo elaborando otras distintas a la de
los sentenciantes sobre la base de datos extraídos de pruebas aisladas y seleccionadas por
la parte -que no son más que el resultado de su opinión personal- torna insuficiente el
remedio intentado porque importa la indebida pretensión de sustituir el criterio de los
judicantes, no bastando ello para acreditar el error grave, palmario y fundamental,
configurativo de absurdo y susceptible de invalidar el pronunciamiento (cfr. doct. C.
107.923, sent. de 30-6-2010; C. 117.501, sent. de 4-3-2015 y C. 120.045, sent. de 23-11-
2016).
La remanente sustancia argumental conforma una suerte de compulsa entre las dos
pruebas periciales concernientes: la rendida en sede penal por el licenciado en
Criminalística y Criminología Marcos David Ghiberto (v. fs. 79/86 del respectivo legajo
que en copias certificadas corre agregado por cuerda) y la presentada en autos por el
Ingeniero Mecánico e Ingeniero Laboral Carlos Alberto Oviedo (v. fs. 217/218 vta.).
En ese recorrido, la impugnante destaca la seriedad y autoridad técnica de la experticia
practicada en sede penal en cuanto la favorece, particularmente porque el perito concluyó
que la causalidad del accidente obedeció a la falta de control y dominio de su rodado por
parte del conductor de la pick up. Correlativamente, pone de resalto las falencias e
irregularidades que a su entender conlleva el dictamen presentado en sede civil por el
Ingeniero Carlos Alberto Oviedo.
Liminarmente, cabe descartar las líneas destinadas a abonar supuestas irregularidades
en la producción de la experticia.
En tal sentido, destaco que al contestar el traslado oportunamente conferido por la
misma, el actor esgrimió su nulidad, trayendo similares argumentos a los que se ensayan
nuevamente ante esta instancia extraordinaria (v. fs. 230/232).
Convocadas las partes a una audiencia por el juez (cfr. art. 36 inc. 4) con motivo de
dicha presentación, fue la misma actora quien, por intermedio de su representante, desistió
del referido planteo anulatorio (v. fs. 243). Así las cosas, no puede esta Corte abordar, sin
menoscabo de la congruencia y del debido proceso, la reedición de una temática
alcanzada por la preclusión.
Despejado lo anterior, se aprecia que los restantes parágrafos oscilan entre una sesgada,
y por pasajes dogmática, descalificación del dictamen pericial de autos, y una simple
discrepancia general con el criterio de valoración probatoria del sentenciante.
Ante ello, y como sello del rechazo del embate, cuadra recordar que es propia de los
jueces de grado la facultad de apreciación de la prueba, la selección de la misma y la
atribución de la jerarquía que le corresponde, quienes pueden inclinarse hacia unas y
descartar otras, sin necesidad de expresar en la sentencia la valoración de todas, lo cual
no los hace incurrir en absurdo (art. 279, C.P.C.C.; cfr. C. 105.935, sent. de 3-11-2010;
C. 105.776, sent. de 18-4-2011; C. 118.969, sent. de 30-3-2016 y C. 120.459, sent. de 21-
12-2016).
V. Por lo expuesto, oída la Procuración General, si mi opinión resulta compartida,
corresponderá desestimar el presente remedio extraordinario. Con costas a la recurrente
vencida (arts. 68, 279 y 289, CPCC).
Voto por la negativa.
Los señores Jueces doctores Negri, Soria y de Lázzari, por los mismos fundamentos
del señor Juez doctor Pettigiani, votaron la cuestión planteada también por la negativa.
Con lo que terminó el acuerdo, dictándose la siguiente
SENTENCIA
Por lo expuesto en el acuerdo que antecede, oído el señor Subprocurador General (fs.
472/478 vta.), se rechaza el recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley interpuesto.
Con costas de esta instancia a la recurrente vencida (arts. 68 y 289, CPCC).
Notifíquese y devuélvase.
EDUARDO JULIO PETTIGIANI
HECTOR NEGRI EDUARDO NESTOR DE LAZZARI
DANIEL FERNANDO SORIA
CARLOS E. CAMPS
Secretario

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