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AGUIRRE, Carlos Antonio. Anti manual del mal historiador o cómo hacer una
buena historia crítica. Capitulo IV: "Por los caminos de la buena historia
antipositivista “México: Ediciones desde abajo, 2002.
CAPITULO II
LOS SIETES (Y MÁS) PECADOS CAPITALES DEL MAL HISTORIADOR
La mala historia es mil veces más fácil de hacer y de enseñar que la buena
historia o historia crítica. Es justamente el fruto de esos libros aburridos y pesados
que nadie lee y no toman en cuenta. Son historias que repiten las anécdotas
locales y los sucesos pintorescos de una cierta población, localidad, región
cualquiera del mundo, personajes, etc. Son resúmenes ya dichos por otros autores
que no tienen orden ni sentido, carecen de definiciones históricas específicas y de
datos y hechos históricos que sean realmente los hechos significativos.
El primer pecado del mal historiador actual es el del positivismo, que creen que
hacer historia es lo mismo que llevar a cabo el trabajo de investigación y de
compilación del erudito limitando el trabajo del historiador, exclusivamente al
trabajo de las fuentes escritas y de los documentos, se reduce a las operaciones
de la critica interna y externa de los textos, clasificación y ordenación de los textos.
La verdadera historia sólo se construye cuando, apoyados en esos resultados del
trabajo erudito, accedemos al nivel de la interpretación histórica, a la explicación
razonada y sistemática de los hechos, fenómenos, procesos y situaciones
históricas que estudiamos.
El segundo pecado es del anacronismo en historia, la falta de sensibilidad hacia el
cambio histórico, que asume consciente e inconscientemente que los hombres y
las sociedades del pasado eran iguales a los de ahora, que pensaban, sentían,
actuaban y reaccionaban de la misma manera que en la actualidad. Se cancela
una de las tareas primordiales de la historia que es la de mostrar, primero a los
historiadores y después a toda la gente, en qué ha consistido precisamente el
cambio histórico, qué cosas se han modificado al paso de los siglos y cuáles se
han mantenido, y también cuáles han sido las diversas direcciones o sentidos de
esas múltiples mutaciones históricas.
El tercer pecado es el de la noción del tiempo. Una idea del tiempo que se concibe
como una dimensión única y homogénea, que se despliega linealmente en un solo
sentido y que está compuesto por unidades y subunidades perfectamente
divididas y siempre idénticas, de segundos, minutos, horas, días, semanas,
meses, años, décadas, siglos y milenios. El tiempo newtoniano de los físicos,
medido por los calendarios y relojes, no es nunca el verdadero tiempo histórico de
Nombre: Luis Alejandro Zambrano Silva Código: 2171055
las sociedades, es más bien un tiempo social e histórico, que no es único sino
múltiple, y que además es heterogéneo y variable, haciéndose más denso y más
laxo, más corto o más amplio, y siempre diferente, según los acontecimientos,
coyunturas, estructuras históricas a las que se refiera
El cuarto pecado es el de la idea limitada del progreso. Es también la de una
ineluctable acumulación de avances y conquistas determinadas fatalmente por el
simple transcurrir temporal que parece afirmar que inevitablemente, todo hoy es
mejor que cualquier ayer, y todo mañana será obligatoriamente mejor que el de
hoy. Esta es una idea afirmada por los apologistas del capitalismo. El buen
historiador crítico restituye a la noción de progreso como una multiplicidad de
líneas y de trayectorias diversas que lo integran, que acometen muchas veces un
problema hasta encontrar su solución, ensayando y equivocándose, explorando y
avanzando.
El quinto pecado capital es el de la actitud profundamente acrítica hacia los
hechos del presente y del pasado, y hacia las diferentes versiones que las
diversas generaciones han ido construyendo de ese mismo pasado/presente. Es
la típica actitud pasiva que los historiadores positivistas mantienen siempre a los
testimonios y a los documentos tal y como han acontecido.
El sexto pecado es del mito repetido de su búsqueda de una objetividad y
neutralidad absoluta frente a su objeto de estudio, la pretensión de tomar partido,
no juzgar, no apasionarse y no involucrarse para nada con los personajes o con
las situaciones que se investigan. Es imposible una historia que sea realmente
neutral y que sea objetiva. Toda historia reflejará necesariamente las elecciones y
el punto de vista del propio historiador, los que se proyectan incluso desde la
elección de los hechos que son investigados y los que no, hasta el modo de
organizarlo, clasificarlos, interpretarlos y ensamblarlos dentro de un modelo más
comprehensivo que les da su sentido y significación particulares.
Finalmente, el séptimo pecado es el posmodernismo en historia haciéndose eco
de algunas posturas que se han desarrollado recientemente en las ciencias
sociales norteamericanas y también en la historiografía. Han comenzado a
proliferar en algunos países ciertos historiadores que intentan reducir a la historia
a su sola dimensión narrativa o discursiva, evacuando por completo al referente
esencial de los propios hechos históricos reales. Los historiadores hacemos
historia con el objetivo de conocer, comprender y luego explicar la historia real,
convencidos de que somos capaces de establecer, cada vez más, verdades
históricas científicas, verdades cada vez más precisas y capaces de dar cuenta
real de los problemas concretos históricos que investigamos.
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