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Ray Kurzweil - La era de las máquinas espirituales (Parte 1)

Selección del prólogo: Una emergencia inexorable. Ray


Kurzweil, uno de los principales inventores y pensadores de
nuestra época, nos muestra su visión del futuro: un mundo
donde será cada vez más difícil establecer una distinción
clara entre las capacidades de la inteligencia humana y la de
las máquinas.
Una emergencia inexorable
Jamás se le había ocurrido al jugador que algún día se
hallaría en este lugar.
Pero, reflexionando, cayó en la cuenta de que en su época
había dado muestras de bondad.
Y este sitio era más hermoso y satisfactorio de lo que había
imaginado.
Por todas partes se veían arañas de cristal, las más bellas
alfombras tejidas a mano, las comidas más refinadas y, claro
que sí, las más hermosas mujeres, que parecían intrigadas con
su nuevo compañero celestial.
Probó suerte en la ruleta y, sorprendentemente, su número
salió una y otra vez.
Probó los juegos de mesa y la suerte no le fue menos
favorable: ganó partida tras partida.
En verdad, sus ganancias causaron gran impresión y excitación
tanto en el personal, que tenía en él prendida la atención,
como entre las bellas mujeres.
Así siguió todo un día y otro día, una semana y otra semana.
El jugador ganaba en todos los juegos y acumulaba más y más
dinero.
Todo se plegaba a su voluntad.
Sólo ganaba.
Y una semana tras otra, un mes tras otro, su racha de suerte
se mantenía inquebrantable.
Al cabo de un tiempo la situación comenzó a resultar aburrida.
El jugador empezó a sentir una cierta desazón, pues el hecho
de ganar comenzaba a carecer de sentido.
Pero nada cambió.
Siguió ganando a todos los juegos hasta que un día, ya
angustiado, se volvió al ángel que parecía encargado de su
custodia y le dijo que no podía aguantar aquello.
Después de todo, el cielo no era para él.
Él se había creído destinado al "otro sitio", y era allí
adonde de verdad quería ir. "Este es el otro sitio", fue la
respuesta.
Es mi recuerdo de un episodio de la dimensión desconocida, que
vi de pequeño.
No recuerdo el título, pero yo lo titularía "ten cuidado con
lo que deseas".
De acuerdo con el tono general de esta atractiva serie,
ilustraba una de las paradojas de la naturaleza humana: nos
gusta resolver problemas, pero no queremos que estén todos
resueltos, no demasiado rápidamente, en absoluto.
Nos atraen más los problemas que las soluciones.
Pensemos en la muerte, por ejemplo.
Invertimos gran parte de nuestros esfuerzos en evitarla.
Hacemos grandes esfuerzos por aplazarla y a menudo tenemos su
aparición por un acontecimiento trágico.
Sin embargo, nos resultaría muy difícil vivir sin ella.
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La muerte da sentido a la vida.
Da importancia y valor al tiempo.
El tiempo carecería de sentido si abundara en exceso.
Si la muerte se postergara indefinidamente, la psique humana
terminaría como el jugador del episodio de la dimensión
desconocida.
Pero no tenemos este inconveniente.
Hoy en día no escasean por cierto los problemas relativos a la
muerte o en general a cuestiones humanas.
Pocos observadores tienen la sensación de que el siglo veinte
nos vaya a dejar un legado demasiado bueno.
En efecto, la prosperidad aumenta, no casualmente alimentada
por la tecnología de la información, pero la especie humana se
sigue enfrentando a retos y dificultades que, en conjunto, no
difieren de aquellos con los que viene luchando desde el
inicio de su historia documentada.
El siglo veintiuno será diferente.
La especie humana, junto con la tecnología informática que ha
creado, estará en condiciones de resolver antiguos problemas
de necesidad, cuando no de deseo, y podrá trastocar la
naturaleza de la mortalidad en un futuro posbiológico.
¿Tenemos bastante capacidad psicológica para todo lo bueno que
nos espera? Probablemente, no. Sin embargo, también esto
cambiará.
Antes de que acabe el próximo siglo, los seres humanos ya no
serán los entes más inteligentes o más capaces del planeta.
Pero quisiera matizar, porque, en realidad, la verdad de este
enunciado depende de qué se entienda por "humano".
Y en esto apreciamos una diferencia profunda entre ambos
siglos.
A diferencia del siglo veinte, el principal problema político
y filosófico del próximo estribará en definir quiénes somos.
Pero me estoy adelantando demasiado.
Este último siglo ha sido testigo de una inmensa
transformación tecnológica y de las perturbaciones sociales
que la acompañaron y que pocos sabios previeron.
El ritmo de esta transformación se acelera y así ha ocurrido
desde el comienzo de la invención.
El resultado será las transformaciones de las dos primeras
décadas del siglo veintiuno, mucho mayores que las que hemos
visto en todo el veinte.
Sin embargo, para apreciar la lógica inexorable de hacia dónde
nos llevará el siglo veintiuno, hemos de volver atrás y
comenzar con el presente.

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