Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
Hellas bajo la cruz gamada: durante los años de la ocupación, abril de 1941
a octubre de 1944, Grecia fue el campo de un cuádruple y confuso conflicto. El
país contó con tres gobiernos colaboracionistas, continuidad lógica e ideológica
de la antigua dictadura de Metaxas. Su territorio fue dividido entre tres
potencias del Eje: Alemania, Bulgaria e Italia. Una de las fuerzas contendientes
eran las fuerzas italianas de ocupación (hasta septiembre de 1943, en que su
lugar lo ocuparon los alemanes). La segunda fuerza contendiente eran los
alemanes y los aliados griegos (incluidas milicias nacionalistas). La tercera
fuerza contendiente era el gobierno británico y sus aliados nacionales (incluida
la monarquía y el gobierno en el exilio), con su propia guerrilla. La cuarta y
última fuerza era el Partido Comunista griego y la URSS de Stalin, con sus
propios grupos armados. Hitler nunca pensó en invadir Grecia. La cultura
alemana siempre estuvo fascinada por el ideal griego, un filohelenismo curioso
basado en poetas y eruditos que jamás habían visitado la Grecia real. Era un
dogma de la ideología NS que únicamente los alemanes habían podido captar
adecuadamente el espíritu de los antiguos helenos. Excelencia, honor y lealtad,
tanto para el SS-Staat como para Atenas y Esparta. La ocupación física fue
ideológicamente un largo y natural proceso de Aneignung cada vez más radical.
Mientras los italianos se quedaron con la mayoría del territorio, los alemanes
eligieron ocupar la terra mitica: Atenas y el Ática. ¿Cuántos alemanes del IIIº
Reich, incluído Heidegger, leyeron a Hölderlin en la tierra prometida por medio
de la obra de Friedrich Beissner, Feldauswahl de 1940? Los alemanes sostenían
que los verdaderos griegos habían emigrado hacia el norte y que los habitantes
de la Hélade actuales eran Mischlinge, bastardos, mezclados con razas eslavas.
El interés de Hitler por Grecia era puramente estratégico: prohibió que se
bombardearan ciudades (ni hablar de Atenas) y lamentó tener que luchar con
medios hermanos raciales. Si no hubieran intervenido los ingleses, le confesó a
Goebbels, nunca habría tenido que auxiliar a Mussolini. Hitler ya desde Mein
Kampf admiraba el mundo clásico, mientras que odiaba al Cristianismo “porque
había paralizado todo lo que tiene de noble la Humanidad”; aplaudía la
majestuosidad de la arquitectura helénica “su claridad, brillantez y belleza” y
detestaba el oscurantismo y “el misticismo impreciso” de la arquitectura gótica.
La afinidad electiva entre el estado nazi y la idea griega no impidió el expolio: el
tabaco griego desempeñó un papel trascendental, además se enviaban minerales
especiales (cromo), aceite de oliva y seda. Alrededor del 50% del aceite, todo el
cromo, 60% de la bauxita, 24% del antimonio, y el 21% del cobre que consumía
el IIIº Reich procedía de Grecia. El país vivió así un triple saqueo,
multinacional. Antes de que estallara la guerra Grecia importaba la mayoría de
sus alimentos, así que no fue extraño que a fines de 1941 se desatara una
hambruna amplia y brutal. El balance final es impresionante: la ocupación,
entre 1941 y 1945, se saldó con 460 poblaciones arrasadas, 60.000 homicidios
de hombres, mujeres y niños, 65.000 deportaciones a Auschwitz de judíos de
nacionalidad griega (en especial de Salónica) – con la ayuda de la Wehrmacht,
por cierto –, y un total de 800.000 muertes, 600.000 de las cuales por falta de
alimentos que las fuerzas de ocupación habían requisado, evacuado o destruido
sistemáticamente. El 10% de la población estaba sin hogar. Para darnos una
idea: el ciclo de dictadura, invasión, ocupación, resistencia, represalias y guerra
civil produjo entre la población civil griega (que antes de la guerra era de siete
millones de personas) que se perdiera una vida de cada 14. Una ratio sólo
superada por la URSS. Para señalar el contraste la proporción de pérdidas
civiles humanas de Alemania fue de 1/15, Francia de 1/77 y Gran Bretaña 1/125.
“Yo tenía un camarada”: El himno de las Waffen SS, “Ich hatt’ einen
Kamarade”, sonaba estridente en la estación de ferrocarril de Atenas. A pesar
del ánimo derrotista ante el cambio de suerte en la guerra, la pieza es ejecutada
con brío por la banda militar de la 4. SS-Polizei-Panzergrenadier-Division. Los
veteranos verdugos voluntarios cantaban “Yo tenía un camarada, nunca lo
hallaré mejor, que en la gloriosa jornada, iba firme en la pisada, al redoble del
tambor. Una bala, compañero. ¿Para quién es de los dos? Era el diálogo
postrero, y bajo el plomo certero, cayó tendido a mis pies. Hace un esfuerzo y,
en vano, quiere mi mano estrechar. Duerme en paz, querido hermano. La Patria
quiere mi mano para volver a atacar”. La división fue creada en octubre de 1939
y sus miembros eran funcionarios de la corrupta Ordnungspolizei, la policía
regular del Reich. Alrededor de 15.000 ex policías pasaron a ser miembros
plenos de las SS. Fue usada para tareas de seguridad en la ocupación de Polonia
(realizando algunos trabajos sucios) y como reserva frente a la línea Maginot en
Francia. Cruzó el río Aisne desde la zona del Rin en junio de 1940, tuvo
escaramuzas con pequeñas unidades francesas en retirada y tomó el pueblo de
Les Islettes en el gran bosque de Argonne. La división tuvo el honor de desfilar
por los Champs Elysées en París. Tras la rendición de Francia, fue envíada a
Prusia para entrenarse y formar parte de la reserva de la futura invasión de la
URSS. En la guerra total contra Stalin, al ser una división de segundo nivel
(tanto en personal como en equipamiento, mezcla de ropas de policía con armas
robadas a los checos), le tocó luchar en el Rollbahn más débil, el grupo de
ejércitos Norte, Heeresgruppe Nord, tomando parte en el avance hacia
Leningrado. En un terreno inhumano, lleno de pantanos, tierras bajas y
mosquitos feroces, intervino en el aniquilamiento de ejércitos soviéticos en
torno a Luga. La ciudad fue conquistada al precio de enormes bajas, incluida la
de su comandante, el SS-Gruppenführer Arthur Mülverstadt, un hijo de
campesinos y héroe en la Primera Guerra Mundial. Murió despedazado por
fuego de artillería. Su muerte es importante para las estadísticas: fue el primer
general de las SS muerto en acción durante la Segunda Guerra Mundial. En
1942, casualidad, participó en las acciones en el río Wolchow junto con los
voluntarios fascistas españoles de la 250º Einheit spanischer Freiwilliger (la
División Azul), aniquilando el 2º Ejército Soviético. La división se gana una
fama de ser confiable y de dureza moral (es decir: podía asesinar sin
escrúpulos). Ya en 1943 retrocede al sur del lago Ladoga, resitiendo el intento de
envolvimiento soviético en Kolpino. Los sobrevivientes son envíados de vuelta a
Alemania, donde se los refuerza con voluntarios de Holanda. En mayo del ’43 es
enviada a los Balcanes para realizar trabajos de contrainsurgencia en el norte de
Grecia; ya en esos primeros contactos con civiles aparecen las primeras
denuncias por su conducta criminal y atrocidades en la región de Klissura.
Masacre: segundo acto: Los alemanes tienen siete bajas fatales, incluyendo
un oficial intérprete de nombre Teo, que muere de sus heridas en el mismo
Distomo. La furia comienza: son fusilados sobre el frente de la escuela primaria
los doce aggiotistas detenidos por la mañana. Al frente del SS-
Hauptstrumführer Fritz Lautenbach, que había cumplido el mes anterior
veintisiete años, los soldados recorren desorbitados las calles desiertas del
pueblo disparando y pateando puertas. Según sea la ocasión asesinan a sus
ocupantes, los incineran dentro, ahorcan o violan. No hay diferencias frente a la
muerte: mujeres, ancianos, niños, bebés de sólo días, todos tienen su particular
Gólgota. La escena es propia de la leyenda de Heródoto. Al final del día el
recuento es de 218 civiles muertos de manera brutal. Ninguno era combatiente.
La lista es odiosa: 47 bebés y niños menores de doce años, 91 mujeres, 60
hombres ancianos y diez matrimonios. El informe de Koch contradice el reporte
del SS-Hauptstrumführer Fritz Lautenbach, al mando provisorio del grupo de
combate (su jefe ausente era el SS-Standartenführer Schümers). El mismo mes
de junio una delegación de la Cruz Roja visita Distomo para investigar el
incidente y encuentra todavía cuerpos balanceándose de los cipreses en la
carretera. La Wehrmacht se ve obligada a abrir una investigación encabezada
por un enviado especial, un tal Neubacher, que acusa a Lautenbach de falsificar
el reporte militar del incidente. A Neubach no se le ocurre entrevistar a civiles
griegos o a sobrevivientes. Al ser interrogado Schümers, formalmente al mando
de la compañía pero no presente en la acción punitiva y técnicamente culpable
de falsificar el informe, afirmó que su unidad actuó correctamente bajo
circunstancias extremas. La masacre, en su Weltanschauung, es considerada
una “necesidad militar” bajo la evidencia de la colaboración estrecha entre la
guerrilla y los habitantes de Distomo. Ante la Operación Bagration, que
destruyó todo el grupo de ejército alemán en el centro de la URSS, la división es
reforzada y enviada al sur de Belgrado en agosto de 1944. En violentas acciones
defensivas mueren en combate tanto Lautenbach como Schumers. El caso
judicialmente deberá esperar el fin de la guerra. La división fue lentamente
empujada por el embate soviético hacia el oeste, estableciendo una línea de
frente en la actual Eslovaquia. Nuevamente transferida hacia el sector de
Pomerania, luchó y quedó rodeada en el cerco a la ciudad de Dantzig, de dondé
escapó milagrosamente por barco hacia Swinemünde. Después de un corto
período de descanso fue transferida a la zona del río Elba, donde se rindió al
ejército americano en mayo de 1945 en Witterberg-Lenzen. Los ex miembros de
la división que quedan con vida realizan una reunión de camaradería todos los
años en Austria. Hoy en día los reclamos continuan, los descendientes han
exigido indemnizaciones que la justicia alemana no reconoce (y su instancia
superior, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea tampoco). Los muertos
siguen esperando una reparación justa de los vivos.
Una canción para Argyris: Distomo inspiró una película. El director suizo
Stefan Haupt recuerda en el documental “A song for Argyris” la masacre de
Distomo a través de la vida de un niño griego que perdió a sus padres y a treinta
familiares. El documental, estrenado en 2007 en España, retrata la vida real de
Argyris Sfountouris, uno de los niños sobrevivientes de Distomo. Tenía tres
años y medio cuando presenció la muerte de sus padres, hermanos, tíos y
primos. Se escondió en un tonel de aceite. El joven fue seleccionado por la Cruz
Roja entre miles de huérfanos y pudo trasladarse a Suiza. Fue internado en el
instituto Pestalozzi. Aquél fue el lugar donde pudo vislumbrar un posible futuro,
aprender con su actividad en el periódico del colegio, e incluso participar en una
película, la titulada “Nuestro pueblo”, que se estrenó en el Festival de Cannes, y
que ganó el Oso de Oro en la primera edición de la Berlinale, en 1951. Argydis
obtuvo un postgrado en matemáticas y ejerció de profesor y de traductor del
griego al alemán. ¿Cómo llegó Haupt a conocerlo?... “Conocí a Argyris
Sfountouris hace diez años, trabajando como director de teatro, llevando a la
escena “Ascetismo”, del autor griego Nikos Kazantzakis (más conocido en
Europa por su novela “Alexis Sorbas”). En aquel momento me surgió la
necesidad de contactar con una voz masculina que pudiese leer los pasajes en
griego al principio y al final de la representación de “Ascetismo” lo cual encontré
en la persona de Argyris Sfountouris. Como él mismo también era escritor, se
ofreció para ayudarme a comprender el texto. Quedé encantado de conocerlo
pero la sorpresa mayor vino cuando, años después, me enteré que la traducción
que habíamos utilizado para la representación era, de hecho, obra suya.
Simplemente, lo que había ocurrido es que el nombre del traductor había sido
omitido el libro de bolsillo de la traducción alemana... Con todo, la sensibilidad
de Argyris, su miente despierta y su “universalidad” me impresionaron. La
alegría que depositaba en todo lo que hacía contrastaba con la historia de su
vida, que gradualmente me fue explicando y que se me quedó totalmente
grabada. Una historia que, para mi, se convirtió en una especie de cristal de
lupa, enfocando candentemente muchas situaciones actuales. Unos cuantos
años más tarde, pasé el verano del 2003 en Creta, en casa de la familia de mi
mujer, que es griega. Hacía poco que los americanos habían invadido Irak. Fue
entonces cuando empecé a plantearme seriamente tomar la historia de Argyiris
como punto de partida para un proyecto cinematográfico…la vida de Argyris
Sfountouris me conmueve. Aunque conozcamos que ha habido docenas de
víctimas en un ataque terrorista, miles de heridos por una bomba o 64 millones
de personas muertas durante la Segunda Guerra Mundial, la cantidad de
víctimas, al final, toma un incomprensible y extraño aire de ficción, y todo
parece virtual a nuestros ojos. Los destinos humanos no nos tocan de cerca, no
nos llegan, ya que la actual avalancha de información provocada por los medios
de comunicación toca alguna tecla en nosotros que nos deja simplemente sin
palabras, perplejos. Nos resulta difícil y se nos hace extraño tener realmente en
cuenta a las víctimas, ya que es como si una nueva concepción se hubiese
instalado dentro de nuestra consciencia aconsejándonos que es mejor evitarlas.
Pero ser una víctima sí te transforma totalmente, no solo en cuanto al dolor de
la pérdida, de la destrucción de la integridad y la seguridad personal. Además de
todo esto quiere decir que, como víctima, estuviste en el sitio equivocado en el
momento equivocado… Otra pregunta nos acecha a todos en silencio: ¿Seríamos
nosotros capaces de tales actos? Buscando respuestas y explicaciones,
encontramos relativismos. Además, parece que exista una especie de barrera
emocional que nos previene siempre de hurgar en nuestro propio pasado
histórico y observarlo de manera crítica. El pasado está ligado a una comunidad
y el sentimiento de pertenencia no se puede arriesgar. Una voluntad recta de
autocrítica podría significar la auto expulsión de la comunidad, el ostracismo o
quedarse solo e indefenso. A Song for Argyris coge una de entre centenares de
historias, insistiendo en que la escogida sirva como ejemplo. Tan pronto como
se coge una historia personal, que lleva un nombre propio, un rostro y una
historia, todo se vuelve más comprensible”.
Un marxista hecho poeta: Distomo también inspiró poesía. Yannis Ritsos
nació en 1900, de joven fue maldecido por la tuberculosis y la miseria en un
destino cruel. Ha sido estimado como parte del cuarteto de grandes poetas
griegos del siglo XX, junto a Kostis Palamas, Giorgos Seferis y Odysseus Elytis.
El poeta francés Louis Aragon calificó una vez a Ritsos como “el más grande
poeta de nuestra época”. Fue propuesto nueve veces para el premio Nobel de
literatura. Su proletarización radical (fue sucesivamente mecanógrafo, auxiliar
de bibliotecas, calígrafo) y la influencia ideológica en los círculos de clase media
del mito bolchevique lo empujaron a afiliarse al partido comunista griego en la
década de los años ’20. En 1934 publica su primer libro de poesía, “Tractor”
(“Τρακτέρ”), donde curiosamente nunca se nombra a la máquina agrícola.
Siguiendo la senda de otro poeta izquierdista, su maestro Varnalis, se mezclan
elementos programáticos, odas a la industrialización stalinista y un intento de
superar la antinomia “propaganda vs. poesía”. Su objetivo no es tanto criticar la
cultura burguesa tout court sino invalidar esa actitud dominante en la cual el
arte no puede tener ningún fin utilitario (político). Ritsos innova con el verso
libre. Liberándose de las formas tradicionales, introduciendo la sátira y los
mitos helénicos. En 1936 su estilo ya está depurado y escribe su tercera obra
“Epitafios” (“Επιτάφιος”), un largo poema que circuló de manera clandestina. El
poema es uno de los primeros largos monólogos donde el narrador es
introducido por un preámbulo en prosa. La que habla es la madre de un joven
trabajador de la industria del tabaco asesinado por la policía de la dictadura
militar de Metaxas en Salónica en mayo de 1936. La musa inspiradora, otro
tema obsesivo en su poesía, fue una foto de portada en el diario comunista
“Rizospástis”, donde una mujer desconsolada abraza a su hijo con los brazos
caídos, ya muerto, sobre los adoquines de la calle. Ritsos admiraba toda la
iconografía de la religión ortodoxa griega y mucho simbolismo en su poesía se
refiere tanto a la madre María como a Cristo. Para Ritsos la imagen era una
Pietá proletaria y auténtica. Las primeras partes del poema aparecieron en la
misma revista tan sólo dos días después de la represión. La huelga de los
trabajadores del tabaco, la industria más sensible de la época, se había saldado
con una dura represión y muertos y heridos. El tabaco era la principal fuente de
riquezas y de exportación de Grecia en esos años (uno de sus principales clientes
era la Alemania de Hitler que a su vez le enviaba armas a la dictadura). Luego de
su versión original en entregas, Ritsos la re-escribió y fue editada en forma de
libro. El ejemplar fue prohibido buena parte de la edición quemada por la
dictadura. Pero la importancia de este poema reside en su forma métrica: utiliza
las quince sílabas de la tradición poética oral (pentadecasílabo), la forma en que
los epitafios y lamentos (moirolói) son compuestos y recitados actualmente en
los pueblos griegos. El estilo epigramático, de procedencia griega pura, no
desapareció del arsenal literario de Ritsos jamás. Además el epigrama podía ser
utilizado en sus dos usos populares: como epitafio de un héroe o como recuerdo
de un suceso. Ritsos fundó allí sus poemas más políticos, para él “la poesía debe
ser una guía en la lucha y en la felicidad, un arma en manos del pueblo y una
bandera en manos de la libertad”. Ha sido con justicia calificado como un gran
retórico, un retórico de la exageración, donde cada palabra cancela y supera el
poder y el énfasis de las anteriores, en un vertiginoso descenso. Ritsos no sólo
escribía poesía (la escribía literalmente, con una preciosa caligrafía a mano de
estilo evangélico-bizantino) sino que había sido actor, bailarín y excelente
pintor. Y siempre militante. Su carrera literaria después de la guerra suele
dividirse, curiosamente, no por su evolución formal o estilística sino por sus
períodos de encarcelamiento. El primero durante la guerra civil griega (1945-
1952); el segundo con la llamada “Dictadura de los Coroneles” (magistralmente
retratada en la película “Z” de Costa-Gavras), entre 1967 y 1974. Es en estos
períodos durante los cuales se forja la enorme reputación mundial de Ritsos
como poeta universal: “El hombre del clavel” (1952); “La sonata a la luz de la
luna” (1956); “Los barrios del mundo” (1957), hasta “Grecidad” (1966). Las
tragedias griegas y las letanías de las ceremonias religiosas se reflejarán en el
ciclo que comienza con “Orestes” (1962) y concluye con “Phaedra” (1975). En su
última época oscilará entre el poema corto, epigramático, inspirado (las musas
juegan un papel preponderante en la fantasía literaria de Ritsos) y el poema
monólogo largo (a lá Cavafy), trabajado y pulido a mediano plazo. En los ’80
incursiona en la novela con nueve libros unidos en una saga titulada
“Iconografías de Santos Anónimos” (1983-1985). “Epigrama por Distomo” fue
escrito después del fin de la ocupación alemana y ante la vista del primer
monumento erigido a sus víctimas. Su pathos refleja las palabras de Argydis
“cuando a los tres años y medio te quedas en la calle, tu casa ha ardido, y tus
padres han muerto, da igual que las hermanas, los abuelos y las tías se ocupen
de ti. El mundo se hunde igualmente, todo lo que conoces, y el sentido de la
vida. Entonces te preguntas lo que aún hoy me pregunto: ¿Con qué derecho?
¿Quién es el responsable y quién se encarga de que esto no se repita?”. Como se
puede ver en las fotos de la época se trataba de una plataforma rectangular con
una columna de mármol en la cual se esculpieron por orden alfabético los
nombres de las 218 víctimas. Ritsos recorrió en silencio todos los lugares de las
masacres y escuchó testimonios de familiares y amigos. Inmediatamente
escribió el epigrama: