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Las leyes educativas en España, desde la LGE de 1970 hasta la LOMCE, se han elaborado
contando con la asesoría de la OCDE y, en ocasiones, con la financiación para su implantación del
Banco Mundial. Ambas instituciones insisten en la potenciación de la Formación Profesional. Por
su parte, la UE, dentro del marco de la estrategia de Lisboa y de los planes de Educación y
Formación (ET 2010 y ET 2020) inició en 2002 el Proceso de Copenhague, que “tiene por objeto
mejorar los resultados, la calidad y el atractivo de la educación y formación profesionales por medio
de una mejor cooperación a escala europea. El Proceso está basado en prioridades mutuamente
acordadas que se revisan cada dos años”. En este marco el Consejo europeo ha establecido unos
objetivos para 2020:
“El Consejo calcula que, para ser plenamente eficaces, las políticas en materia de EFP deben
adoptar un enfoque global que tenga en cuenta las políticas sociales y de empleo.
Para 2020, los sistemas de EFP deberán ser más atractivos y estar abiertos a todos, proporcionando
una educación de calidad y plenamente adaptada a las necesidades del mercado laboral. Deben ser
lo suficientemente flexibles como para que sea posible pasar fácilmente de un sistema de enseñanza
a otro (educación escolar, enseñanza superior, etc.). La educación y formación profesionales (EFP)
permanentes deben ser de fácil acceso y estar orientadas a la carrera. Deben mejorarse las
posibilidades de cursar una parte de la educación o formación profesionales en el extranjero.
Objetivos 2011-2020
Se han definido diversos objetivos estratégicos que deberán alcanzarse de aquí a 2020. Todos van
acompañados de objetivos a corto plazo (2011-2014) que deben fijarse a nivel nacional, así como de
precisiones sobre el apoyo prestado por la Unión Europea (UE) para alcanzarlos. Se han fijado seis
objetivos estratégicos:
aumentar la participación de los actores de la EFP y dar a conocer mejor los resultados
obtenidos gracias a la cooperación europea;
coordinar la gobernanza de los instrumentos europeos y nacionales en materia de
transparencia, reconocimiento, garantía de la calidad y movilidad;
intensificar la cooperación entre la EFP y los demás ámbitos de acción pertinentes;
mejorar la calidad y compatibilidad de los datos a efectos de la definición de las políticas de
la UE en materia de EFP;
aprovechar el respaldo de la UE.
Por otro lado, las características del mercado laboral, al que se tiene que adaptar
necesariamente la FP, hacen que éste sea cada vez más imprevisible y que se compruebe una
polarización. Según la OCDE “hay indicios de una tendencia hacia el aumento de la polarización
de competencias: se necesitan trabajadores altamente calificados para labores relacionadas con la
tecnología; se contratan trabajadores menos calificados para la prestación de servicios que no
pueden automatizarse, digitalizarse o subcontratarse, tales como el cuidado de otras personas; se
sustituyen las competencias medias por robots inteligentes”. Esto implica una mayor rotación de la
mano de obra, que según prevén los organismos internacionales deberá cambiar de empleo entre 5 y
10 veces a lo largo de su vida profesional. En este contexto el papel de la FP ligado a la concepción
del “aprendizaje para toda la vida” es fundamental y, al mismo tiempo, problemático. Dado que es
previsible que el mercado laboral cambie cada vez más rápidamente, es difícil establecer una
planificación a medio plazo de la oferta de ciclos, puesto que los sistemas de educación y formación
cambian más lentamente que el mercado.
Por tanto, se debe tener presente este marco a la hora de plantearnos e intentar responder las
siguientes cuestiones:
- ¿Cuál debe ser el papel de la FP en el sistema educativo? ¿Cuánta importancia tiene la parte
práctica en la formación de estos alumnos? ¿Debe estar claramente orientado a un perfil
profesional? ¿Se debe buscar una enseñanza politécnica inicial suficiente que permita el tránsito de
unos perfiles profesionales a otros?
- ¿Cómo debe estar organizada la oferta de ciclos formativos? ¿Debe adaptarse al entorno
profesional y la demanda? ¿A otros factores? ¿Se debe flexibilizar la exigencia de asistencia?
- Sobre la FP dual, ¿es un modelo aceptable? Si lo es, ¿qué se puede mejorar? ¿Qué aporta a los
estudiantes? ¿Supone una sobrecarga para estos? ¿Cuenta con el suficiente seguimiento y apoyo de
los profesores? ¿Sería conveniente unificar requisitos, al menos, por ciclos? ¿Se deben controlar
qué actividades realizan en la empresa?
- ¿Qué peculiaridades debe tener la evaluación en esta etapa? ¿Se valora suficiente la actitud,
motivación y cualidades? ¿Cómo se puede ser objetivo a la hora de evaluar estos aspectos? En la
realidad que conocemos, ¿se le da suficiente importancia a la parte práctica o solo a la teoría?
-¿Los profesores están lo suficientemente preparados y actualizados?
-¿Es necesaria una tutoría presencial en la etapa? ¿En los dos cursos?
-¿Son convenientes los libros de texto? ¿Qué alternativas hay a tener en cuenta?
-¿Existe una buena coordinación entre empresa, centro educativo y currículo?
-¿Sigue la FP estigmatizada?