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Biografía corta de César Vallejo

César Vallejo Mendoza nació en Santiago de Chuco el 16 de marzo de 1892. Sus padres
fueron Francisco de Paula Vallejo Benítez y María de los Santos Mendoza.

Estudió en el colegio San Nicolás de Huamachuco y en la Facultad de Letras en la


Universidad de Trujillo, lagrando graduarse en 1915 con la tesis El romanticismo en la
poesía castellana. Mientras trabajaba como profesor en Trujillo, frecuentó a los jóvenes
intelectuales que formaron el Grupo Norte, donde destacaron Víctor Raúl Haya de la
Torre, Antenor Orrego y Alcides Spelucín.

En 1918, llegó a Lima para continuar estudios en la Universidad San Marcos. En 1919,
publicó Los Heraldos Negros, su primer poemario, y en 1921 ganó el Premio del Cuento
Nacional por su relato Más allá de la vida y la muerte. En 1922, publicó su afamado
poemario Trilce y en 1923 viajó a Europa, de donde nunca volvió. Vivió entre París y
Madrid escribiendo poemas y artículos periodísticos. También viajó a Rusia, donde
adoptó la ideología socialista.

Vallejo es considerado el más grande poeta del Perú. Su obra refleja el dolor por las
injusticias sociales. Sus poemarios más afamados son: Los Heraldos
negros (1919), Trilce (1922), España, aparta de mí este cáliz (1939), Poemas
humanos (1939). En narrativa sobresalen: Paco Yunque (1931), Fabla salvaje (1923)
y El Tungsteno (1923).

Murió de paludismo en París 15 de abril de 1938. Sus restos reposan en el cementerio de


Montparnasse.

Poesía de César Vallejo


1919- Los heraldos negros

1922- Trilce
1936- Nómina de huesos

1937- España, aparta de mí esta caliz

1937- Sermón de la barbarie

1939- Poemas humanos

1942- Antología de César Vallejo

Ficción de César Vallejo

1923- Escalad melografiadas, talleres tipografia de la penetenciaria (cuentos)

1931- Tungsteno (novela)

1931- Hora del hombre (novela)

Drama de César Vallejo

1937- La piedra cansada

El poeta peruano, César Vallejo, aporto en la literatura muchos géneros literarios

importantes como cuentos, poesía, narrativa, teatro y ensayo. César Abraham Vallejo

Mendoza es uno de los escritores más importantes de Latinoamérica. El pensador Thomas

Merton lo considero como "el más grande poeta universal después de Dante".

RESUMEN DE EL TUNGSTENO
Cesar Vallejo
Cuando la empresa norteamericana “Mining Society” logro porfin adueñarse de
las minas de tungsteno de Quivilca, en el departamento del Cuzco, de inmediato
llego al Perú la orden gerencial de Nueva York disponiendo el comienzo de la
extracción del mineral.
Una avalancha de indios procedentes de Colca lleno la mina en poco tiempo para
satisfacer las labores de minería.

En Quivilca se instalaron junto a los peones y mineros, míster Taik y míster Weiss,
gerente y subgerente de la “Mining Society”; el cajero de la empresa, Javier
Machuca; el ingeniero peruano Baldomero Rubio; el comerciante José Marino, que
había tomado la exclusiva del bazar y la contrata de peones para la “Mining
Society”.

el comisario del asiento minero, Baldazari y el agrimensor Leónidas Benítez,


indios de la región, fueron ingenuamente estafados por obreros, peones y sobre
todo por los inescrupulosos Marino, Machuca y Baldazari.

Los soras cambiaban sus plantaciones y sus animales por cosas banales como
garrafas, franelas en colores, botellas pintorescas, paquetes policromos, fósforos,
caramelos, vasos transparentes etc. Los soras es sentían atraídos por estos objetos,
como ciertos insectos a la luz.

El primero en operar sobre las tierras de los soras para enriquecerse fue José
Marino, quien formo una sociedad secreta con el ingeniero Rubio y el agrimensor
Benites. Este contubernio tuvo que vérselas en apretada competencia con
Machuca,Baldazari y otros que también despojaban de sus bienes a los soras.

José Marino adulaba a todo el que, de una u otra manera, podía serle útil. Un día
que Marino debía ir de Quivilca a Colca, se reunieron en su bazar para despedirlo,
Leónidas Benites, Míster Taik, y Míster Weiss, el comisario Baldazari, Rubio y
Javier Machuca.

La botellas de champaña fueron desfilando raudamente y en cada, ¡salud!, Marino


no desaprovechaba la oportunidad para adular a todos los presentes.

Cuando ya estaban ebrios Marino propuso jugar a “La rosada” a los dados; esta era
una de las queridas de Marino. Muchacha de 18 años, serrana, ojos grandes y
negros y empurpuradas mejillas candorosas, la había traído de Colca, como
querida, un apuntador de las minas, junto con sus hermanas Teresa y Albina.

El ganador del “premio” fue el comisario Baldazari; Marino de inmediato envió a


su sobrino Cucho en busca de la muchacha, quien llego a los pocos minutos. El
exceso de licor provoco tal degeneración que “La rosada”, que se llamaba Graciela,
fue poseída por todos los presentes.

La muchacha se había negado a las exigencias de José Marino, pero este le había
dado una pócima que la embriago hasta privarla. La muchacha no vio el amanecer
y murió por efecto de la droga que le administrara José Marino. Míster Taik exigió
absoluta discreción.

La llevaron a su casa y dijeron a sus hermanas que le había dado un ataque y que
yace le pasaría. Al otro día la enterraron. Las hermanas de la difunta fueron donde
Míster Taik a pedirle justicia por que consideraban que a su hermana la habían
matado.

El gringo las boto y todo quedo archivado en el pasado.


En colca José Marino tenía otro bazar en sociedad con su hermano Mateo; la firma
se llamaba “Marino hermanos”.

Los hermanos Marinos eran originarios de Mollendo y hace ya unos doce años que
se habían establecido en la sierra. Poco apoco habían ido escalando posiciones para
llegar al lugar en que estaban, pero siempre con la adulación y la falta de
escrúpulos como armas.

Había en casa de Mateo una india rosada y fresca bajada de la puna a los ocho años
y vendida por su padre, un mísero apasero, al cura de Colca; se llamaba Laura, y
cuando José venia de Quivilca, Lura solía acostarse también con el a escondidas
de Mateo.

Laura en el fondo odiaba a su patrón y amante; cuarentón, colorado, medio


legañoso, redrojo, grosero, sucio y tan avaro como su hermano José.

La raíz de este enconoradicaba en el hecho del desprecio encamisado e insultante


que Mateo ostentaba por Laura cuando había gente en casa de “Marino hermanos”,
afín de que nadie creyese lo que todo el mundo creía: que era su querida; esto le
dolía profundamente, a Laura.

José la retenía con la astucia y el engaño prometiéndole que la haría su mujer ante
todos, cuando el tono de su hermano Mateo la dejara como lo hozo con la madre
de su hijo Cucho. Esa noche fue Mateo el primero en deslizarse hasta la cocina
donde dormía Laura para ponérsela brutalmente.

A los pocos minutos fue José, quien aprovechando que Mateo dormía, visito a la
joven india en la cocina.

Laura le confeso que estaba preñada de el; este se negó a tal compromiso. José
había contado a su hermano que Míster Taik le había pedido cien peones mas para
la mina de tungsteno que explotaba la Mining Society.
Como no era fácil convencer a los indios para tan dura tarea, en la cual ya habían
casi desaparecido los soras, fueron a buscar al subprefecto Luna para que les
facilitara dos gendarmes.

Este les manifestó que carecía de personal y que el escaso que estaba a su cargo
los tenia ocupados “cazando” conscriptos. Dos yanaconas, Braulio conchucho e
Isidoro Yepez, fueron traídos desde Guaca pongo a Colca, para ser enrolados en el
servicio militar.

Sin sombrero, bajo un sol abrazador, los encallecidos pies en el suelo, los brazos
atados hacia atrás, amarrados por la cintura con un lazo de cuero al pescuezo de
las mulas, los yanaconas fueron arrancados de sus hogares y atravesando ríos,
quebradas y pedregales, fueron llevadas a Colca ya casi agonizantes por dos
crueles y sanguinarios gendarmes.

El pueblo, sediento de venganza, se vuelca contra la oficina del alcalde y lideradas


por el herrero del pueblo, Servando Huanco, exigen justicia.

Braulio Con chucos no pudo resistir mas tiempo y cayo muerto en la oficina del
alcalde Para, delante del prefecto Luna, el secretario boda, el juez Ortega, el
gamonal Iglesias y el medico Riaño quien certifico su muerte.

Servando dio entonces un salto a la calle entre los gendarmes, lanzando gritos
salvajes, roncos de ira, sobre la multitud ¡un muerto! ¡Lo han matado los soldados!
¡Abajo el subprefecto! ¡Viva el pueblo! La confusión, el espanto y la refriega
fueron instantáneos.

El enfrentamiento entre la persecución de estos últimos con el pretexto de


restablecer el orden publico. No se respeto ninguna vivienda; todas fueron
violentadas en busca de los “sublevados”. Los más encarnizados en la represión
fueron el juez Ortega y el cura Velarde.

En una reunión ofrecida por el alcalde Para, los hermano Marino llevaron a un
rincón al subprefecto Luna y lo convencieron para que este les facilitara
veinticinco indios que estaban en la cárcel, los cuales en la madrugada,
emprendieron viaje a las minas de Quivilca.

Pocas semanas después, el herero Servando Huanca conversaba en Quivilca con


Leónidas Benites, quien había sido arrojado de su puesto de agrimensor. Perdiendo
además su sociedad de cultivo y cría con José Marino.

Con palabras desgarradoras, Huanca logro que Benites despertara del letargo en
que estaba sumido y se diera cuenta que los pobres indios eran no solo explotados,
sino también maniatados por los Yanquis y por los malos hombres como José y
Mateo Marino que servían incondicionalmente a tipos sin escrúpulos como míster
Taik.

Benítez proporciono un documento que demostraba que míster Taik no era yanqui
sino alemán, y que con esa evidencia podría fregar a la “Mining Society”. Ambos
hombres se unieron para iniciar la rebelión de los indios contra sus opresores.

Lo que había terminado de decidir la actitud de Benites, era el amor que sentía por
la difunta Graciela a quien el recordaba y amaba en silencio.

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