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Acerca del conocimiento, la virtud y el alma en el Menón de Platón

La cuestión central que Platón formula en este diálogo, ya tratada en el de Protágoras, es el


de qué es la virtud en sí, y si es algo enseñable o algo que viene a los hombres por
naturaleza. A lo largo de la discusión, se suscitan 3 cuestiones principales: 1) ¿Qué es la
virtud? 2) ¿De qué resulta el conocimiento y qué relación tiene este con el alma? 3) ¿Se
puede adquirir la virtud, es decir, por medio del aprendizaje?

A la pregunta qué es la virtud, Menón, según avanza la discusión, ofrece definiciones que
comienzan por ser demasiado particulares en función de las ocupaciónes y los oficios, hasta
llegar a una definición más general: ''Procurarse y gozar de las cosas hermosas''. Sin
embargo, al no lograr definir qué es la virtud a la manera en que Sócrates le insta a hacerlo,
Menón apunta, frustrado, que al ignorar que es lo que la virtud es, la actividad investigativa
pierde validez, pues si llegará a encontrar la respuesta acertada ¿Cómo haría para
reconocerla como tal si es algo que ignora? Aquí Sócrates trae a colación el concepto de
reminiscencia con el fin de persuadir a Menón de que, ciertamente, sí es posible discernir
cuando uno se topa con la verdad. Sócrates explica que en el alma se encuentran contenidos
conocimientos adquiridos antes de que el hombre se haga hombre, entonces, al ser inmortal
el alma, una vez el ser humano renace, todo lo que le queda por hacer es recordar, por
medio de la problematización y las preguntas, lo que ha aprendido anteriormente, y a esto
se le denomina reminiscencia .Avanzando en la discusión se establece que los bienes como
la riqueza, el poder o la belleza se sirven de los bienes relativos al alma –la sensatez, la
justicia, el valor– y todo lo que el alma emprenda debe estar guiado por el discernimiento
para que sea bueno y justo. Pero ¿este buen juicio, es decir, el discernimiento, es enseñable
o no? Para responder a esta pregunta Sócrates parte del hecho de que si existe algo
enseñable es condición que también existan maestros y discípulos dedicados a tal asunto, y
al no encontrar tales, concluye que la virtud no es algo susceptible de ser enseñado. Por otra
parte, el discernimiento y el buen juicio, de los cuales el alma es el contenedor, no son los
únicos caminos para hacer que los hombres lleguen a ser buenos y útiles, también la recta
opinión nos conduce a este fin, pero ni los unos ni la otra pueden ser enseñados, ni se dan
por naturaleza, afirma Sócrates. Por lo tanto, solo queda una respuesta: la virtud es un don
otorgado por los dioses.

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