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Valentina, perdió su silla. Jugando al gato y la gata, con las niñas que
conoció en la escuelita de Villa Pinzón. Valentina corrió en dirección al
jardín de la casa en que vivía Carmenza. La negrita la llamaban. Fue
de aquí para allá. Y, desde allá, hasta el riachuelo que cruzaba al
barrio.
Valentinita la llamaba su papá Argiro. Casi como puro viento.
Descansó allí; como si fuese señuelo para atrapar maripositas. De
color negro y azul. Oh que delicia de suelo este. Le decía Marcolina.
La niñita de papá Milciades y de mamá, doña Paula. Esta sí que iba y
venía, Casi todo el día y media noche. El jilguerito tierno le decía la
maestra Úrsula. De primerito de primaria, apenas, y ya sabía cantar a
las golondrinas pasajeras. Desde media mañana y hasta cuando caía
la tarde.
Limoncito, limoncito. Cuéntale a Valentinita de dónde eres. Y cuando
llegaste. Limoncito, verdecito de azúcar empapado. Dile a la naranjita,
naranjita; lo mucho que has vagado. Por todos los caminos, todos.
Marcolina pedigüeña. Ven para acá con tus pies descalzos. Para que
le cantes. Ahora. Y más tarde a la alondrita que no encontró su nido. Y
que, ahorita mismo, está aturdita. Como asustada. Alondrita que te
meces en esa rama. Alondrita; escucha cantar a tu amiga Marcolina,
Marcolinota.
Valentina. Valentona. Muchachita traviesa. Vente para acá, que el
elefantico está solito. Ahí, no más. En la callecita llamada Cora, la
Batidora. Sí que estás triste, mi trompón azul grana. Si que lloras por
tus hermosos ojazos. Elefantico de Andrina. Que te encontró. Solo
solito. En el bosque de Los Almendros. Pequeñito. Mucho más de lo
que está ahora.
Prudencia, Prudencita. Niña de cabellos azules. Que llegaste aquí; en
días pasados. Prudencita, Pudenzota. Hazme saber dónde naciste. Y
de dónde has llegado. Soy Valentina; la monita risueña. Ven mi
Prudencita. Dime que no estás triste. Dime, mejor, que llegaste en
diciembre pasado. Cuando todas estábamos en pleno jolgorio.
Celebrando la fiesta de los fieros hipopótamos. Cuando estábamos en
pleno baile de la matraca, matraquita. Juliana Pesares, con su tambor
mayor. Resonaba y resonaba. Hasta que llegaste vos.
Dímelo a mí, burrita terciopelo. Dime que ya conocías a la piernipeluda
Altagracia. Dímelo a mí solita. Burrita que subes y bajas. Por la
callecita enmermelada. Por el surco que ha visto crecer a todos y
todas. Te quiero, burrita, burrota. Ven acá y me cuentas lo que has
visto. Por las praderas. Dímelo, a mí. Me llamo Valentinita, Valentinota.
Ven pues hasta acá mi Alba Lucía, señora, señorita. Ya conoces a
Prudencita. Prudenzota. Ven y me cuentas que camino tomó la
luciérnaga que se perdió hace ya casi tres días. Dímelo Albita pegotes.
Cuéntales a todas; lo que aprendiste al lado de Simona Salavarrieta.
La diosa de los saberes.
No te tardes mucho chivita Angélica. Dime tú. Cómo se sube al
morrito Don Matías. Pero dímelo rápido, estoy de salida. Viajaré sin
rumbo a buscar mi silla perdida. Tal vez la tenga Hilda. Eso me dijo
Torcoroma, la hija de don Alberto, el vendedor de calamares
adiestrados. No se si volveré algún día. Dímelo pues chivita, chivota.
Viajaré, pues. Ya te lo dije. Me iré con Hortensia y con la negra Irene.
No sé si volveré algún día. Chivita, chivota. Angélica, Angelota.
Viajero
Caballito de sorpresas. Estando, a cada nada, volando por ahí. En una
vida pasada sujeta a la alegría de los pájaros sueltos, cantores,
Caballito que va por ahí, desafiando a las nubes densas, fuertes.
Nubes que vagan como él. Pero que se quedan en el surco que lleva
al Sol. Caballito de mil sorpresas. Como si nada. Alegre. Versátil.
Animalito henchido de alegría y de emoción. De la esperanza casi
perdida, En ese viento voraz. Que mide sus fuerzas con el mar. Que
exhibe la voluntad para seguir de largo. Tal vez, en efímera nostalgia.
Caballito de mar que va y viene. Como incertidumbre volátil. Como
ensayo general para cualquier alborada. Con música color verde.
Como verde fuera su vida antes. Al lado de sus pares amigos. Volando
en excelso volumen ansiado. Como transitando en todos los caminos
habidos. Como ávido sediento que otrora encontró el desierto. Como
correcaminos impávido. Como lanza llamas sacrílego. Como pertinaz
vocero de los niños y las niñas, Como centinela plantado en el
horizonte potente. Rojizo. Vulnerable. Pero con las alas dispuestas a
llevar de viaje por todo el universo. Caballito veloz, supremo. Que
encontraste la fuerza que había sido robada. En enhiesto cuerpo.
Arboleo. Sutil, triste.
De volar, volando caballito diáfano. Rodeado en flores voladoras.
Puestas en pura fuerza. Como andando al mismo tiempo. En carrera
loca, pero no aviesa. Corazón predispuesto. Como pura sensibilidad
no enajenada. Como voluntad que recorre el universo. Tratando de
localizar a quienes se habían perdido. En la búsqueda de sí mismo y
de todos y todas.
Caballito libertad te llaman hoy. Caballito de andanzas. Llevando a
lomo a quienes habían perdido sus alas. Antes de ser vos mismo.
Caballito melancólico, a veces. Pero sabio y prudente. Exhalando la
propuesta que siempre te ha distinguido. Aquello de lo cual decían que
era irreparable.
Todo, pues, predispuesto. Toda alegría avizorada desde temprano día.
Desde las ilusiones habidas desde remoto tiempo. Caballito alado.
Manifiesto sujeto de energía no silente. Enhebrando la letra de la
alegría. Enrutando los pasos hacia caminos antes perdidos.
Caballito que dibujaste los paisajes. Que levantaste la cabeza en
búsqueda del futuro. Como futuro cierto es, la vida de todos y todas
que no han claudicado. Caballito, pájaro, sonsonete canto iluminado.
Se hizo, para ti, la vida. Pajarito, caballito, ruiseñor andante.
Correcaminos ansioso. Corderito hecho potencia. Gaviota pulcra,
alegre. Águila viviente. Corazón puro. Corresponsal de la vivencia. No
latente. Si pura fuerza. Caballito de empatía. Con todos y todas.
Animalito vocero de la ternura. Caballito volador incansable. En puro
pulso con el viento.
Sea lo que sea, mi caballito azul dorado, negro. Mi animalito con alas
ampliadas siempre. Que vas y vienes. En pura fuerza desatada.
Coloquial señuelo. Que convocas a quienes por tu lado pasan y
vuelan. No te vayas nunca, animalito bullicioso. Te llaman aquellos y
aquellas que te anhelan siempre. Como pura fuerza no anclada. Nunca
sometida. Que vas y vienes. Caballito alado no superfluo. Pura
expresión de la risa desbordada.
Comoquiera, entonces, animalito veloz, supremo. Vuelve tu mirada
hacia atrás. Para aligerar el paso de quienes caminan lento. Ruiseñor
alado. Perspicaz andante. Volantón fantasmita. Que te quedaste
cualquier día. Esperando a Ámbar a Vulcano, a Esperanza. Y a Paula;
y a Andreina.
Veloz sujeto no hiriente. Pertinaz viajero de siempre. Alegre sujeto
empalagoso. Ávido sujeto que encontraste el camino. Y que, paso a
paso, llevaste a niños y niñas. En el carrusel. En Tiovivo,, como canto
universal; como gozo no silente.
Benjamines y Jacintos
Todo era, como era todo. Eso decía Benjamincito. El hijo de Benjamina
y Benjaminón. Todos y todas, en el pueblo, remedaban su manera de
hacer sonar las palabras. Decían que él era, lo que, en un tiempo fuera
don Bejazmin El Puyo. Coloquiando, coloquiando. Se iba yendo. Casi
siempre como pura lagartija viva. Risueña. Amable. Y le dio por
acumular palabras feas y bonitas. Y se le dio por recordar a Benjamina
Benjamin. La abuela de Benjamin el risueño. Como recordando a
Benjamin el osco. El hombre de pura pataleta endemoniada.
Y así, entre insultos e insultos; se abrió camino el canto de la melodía
venida desde lejanas tierras. Melodía ansiada. Recóndita. En veces
amarga. Otras veces más amargas que las otras veces. Y, otras, no
tan amargas como las primeras. Pero si tan embolatadas, como las
palabras de los primeros Benjamines de la tierra.
Y si que, Benjamín, el primero. Vivió cerca de tres siglos. Al menos eso
decían quienes habían llegado antes que ellos; a estás vastas tierras
enlagunadas. Y se fueron haciendo cábalas. Que tal vez, vinieron
desde la lejanía. Allí donde las aves se posaron por primera vez. Que,
tal vez, se hicieron recónditos secreteros. De los que hablan por
hablar. Y, hablando por hablar, dicen cosas que nadie entiende. Ni
entenderán quienes lleguen después de nosotros y nosotras. Que, es
posible que hayan venido volando. A la casa de los Benjamines, los
dueños de los árboles. Los Jancitos les llamaban. Que, tal vez, el
holograma hubiese estado dispuesto; para ser asignado como
emblema de gatuperios.
En fin que, con el tiempo, siguieron llegando los herederos de los
Jacintos. En pura carrera llegaron ampliadas. Y se hicieron
andariegos. Casi como saltimbanquis adornados con las túnicas.
Hechas con punto fino de dedal, aguja e hilos. Por lo pronto, yo, no
puedo decir, ni lo uno ni lo otro. Simplemente soy viajero de otro
tiempo. De aquel que conocieron mis padres y mis amigos. Tiempos
de mil y un Jacintos. Como también de mil y un Benjamines. Puro
diseño en vértigo. Pura palabra empeñada. Atada a los primeros niños
y niñas. Puro cuento de vieja envergadura. De peor literatura que
aquella que estaba antes. Cuando leyendo que leyendo, se fueran
formando las danzas sincopadas, manifiestas.
Y sí que, entonces, Benjamines y Jacintos unieron sus voces para, a
capela, saludar los tiempos idos. Y hablar en los tiempos ciertos. De
ahora. Como abarcando el horizonte con solo mirar. Viéndolos agitar
sus desmirriadas banderas. En puro acezar de voces. En puro cuerpo
acongojado. Y sí que, vinieron, viniendo. Las estolas y las ditirámbicas
expresiones. De puro mirar, mirando. Los árboles casi muertos. Y las
plantas, todas. Como si estuviesen embrujadas. Dicen que, esto, sí
que es cierto. Dicen que, en ese tiempo, la voladura de los gavilanes.
De ojos impávidos. Gruesos. Adormilaron con su canto todo lo que
vivía en esta tierra.
De Benjamines. De Jacintos y otras voces; dirá la historia que fueron
presas del pánico. Que, simplemente, cundió. A su vuelo. A su
vocinglería a ras de la tierra. Presos, mágicos, estólidos. Jacintos y
Benjamines. Amantes de los cuervos y las lunas planetarias todas.
Cuervos, Benjamines, Jacintos. Embadurnados de betunes agrios.
Colores fuertes. Como pura extensión de tósigos. En veces, hirientes.
En fin, pues, que Los unos y los otros. Benjamines y Jacintos; hicieron
de la vida aquí. Pura algarabía. En conciertos efímeros, pasados. No
otra cosa nos contó el mayor de las dos extirpes. Como cantando al
viento. A la vida, que pasa pasando.. Todo era, como era todo, dijeron
Benjamines y Jacintos.
La barcaza Iguana
Una pregunta
Los muchachos del barrio, habían anunciado su participación en el
juego. El entusiasmo seria general y absoluto. No todos los años
habría posibilidad de deleitarse con la magia de Aurelio Arturo. A
quien llamaban “el dios del fuego armónico”. No sé por qué, sin
embargo, dudaría de promesa cumplida. Era algo asì como un pálpito.
De esos que siempre me han acompañado, desde pequeño.
Alguien dirìa que “peor es nada” Algo asì como tratando de
reglamentar las condiciones para acceder a un tipo de divertimento
asociado a la creatividad de quienes, siempre, habían destacado por
ser prepotentes sujetos; en términos de la tesitura en sus movimientos
y, lo que es mucho màs convocante, su condición de herederos de
Justina Arregocès, la mujer emblema, en eso de juntar ternura y
esperanza.
Luis Diego y Diego Luis estebarían listos, desde muy temprana. A las
cinco de la mañana, ya había despertado. Ya estaban ensayando su
“gran aventura a través del juego milenario del pasado y del presente”.
Era algo asì como una alegoría relacionada con la magia pura.
Envuelta en lo que, ellos, darían en llamar “la quiromancia fina, en
tiempos de Diderot el Magnífico”. Como si se tratase de una revuelta.
De una voltereta por los aires. Sin ningún tipo de adorno sumiso.
Llegado el momento. Luis Diego, le dijo a Diego Luis que ya era hora
de prolongar las voces. En la intención de retrotraer las palabras que
habían sido informadas y enseñadas en tiempos de Aurelia Arturo
Manjarrez. La madre de todos los tiempos, la llamaban. Como
imponente diosa que hiciera, en su tiempo, toda una herejía; alrededor
del significado relacionado con el fluctuante yugo de la entelequia.
Como mujer de libertad definida. De mujer ajena a cualquier expresión
imperativa, y/o poderdante del naufragio asociado a la contraternura.
Diego Alejandro Monterroso llegó al barrio, el mismo día en que
Esperanza Martínez Matiz, participó en el jolgorio de “La Buena
Ventura “. Un ejercicio lúdico no contemplativo. Màs bien como
validando las condiciones de su entorno. En un tipo de festival de lo
sublime como epicentro de la esperanza, asumida como horizonte.
Para todos y para todas.
Es día, veinticuatro de abril, irían por las calles, adornadas con
guirnaldas. Y con casas engalanadas. Las cintas de color verde y
amarillo. Como sonsacando a la ternura para que hiciese presencia.
Para que, todas las voces se juntaran en pura algarabía de palabras
cimeras. Por lo mismo que, Juliana Caicedo Martínez, iría de la mano
de “Osiris la Bella”, aquella encantadora niña, venida, desde hacía
muchísimo tiempo, de Bermejal; el barriecito amado por todos y por
todas.
Siendo ya el día siguientes, Diego Alejandro Jaramillo Almanza, llegó a
casa de Gertrudis Sinisterra Escalada. Allí, echó a volar su canto,
tipificado como inverosímil, por parte de las hermanas de Eloísa
Cifuentes Mùnera. En su orden: Elisa Eloísa; María Eloísa y Margarita
Eloísa.. Y se fue extendiendo la noche. En todo el escenario, cada
momento, se escucharían las plegarias. Tratando de posicionar las
nuevas palabras. Pretendiendo hacer, de cada pulso herético, las
constancias universales, por la vida en dignidad.
Adriana Alejandra y Ángela Alejandra Espinosa Díaz, llegaron hasta su
refugio. Situado en la misma calle en que, antes, habían nacido. Papá
Olegario Alfonso y mamá Olegaria Eugenia, habrían sido referentes de
las mamás y papás de cada diagonal y cada transversal. Èl y ella,
habían asistido a la “Fiestas de las Lentejas”. Cuando, Adriana y
Alejandra apenas si eran niñas que asistía a la escuelita “Paulina
Contreras” en la cual habían aprendido las palabas, hechas poesía, de
Maximiliano Otoniel Errázuriz Pontevedra.
Yo, Emilio Arturo Carranza Combariza, me enteré de su llegada, el
mismo día en que conocí a Emiliana Arrabal Arrieta, el mismo día en
que Juan Diego anunciaría su llegada. Como yo no recuerdo, ni el día,
ni la hora. Pregunto a quien esté leyendo este escrito; ¿cómo podría
dar respuesta?
Recordando a Eufrasia
Un bache en el camino
No todo lo que había pensado antes se mantiene ahora. Es como si
hubiera perdido todos mis referentes. Una nostalgia viva empezó a
recorrer mi cuerpo. Y mi espíritu. Como cabalgando hacia un infinito
totalmente desconocido. Reconozco que la incertidumbre pareciera
estar latente al momento de empezar mi reconocimiento en términos
de lo necesario para poder acceder al punto de equilibrio. Ese estado
que, pienso yo, será siempre las aspiración de todos y todas seres
humanos.
Al despertar, este día, encontré mi cuerpo deambulando por todo el
espacio en que estaba situado. Trataría de centrar mi espíritu en lo
fundamental constituido como necesidad potente. Tal vez para no
subsumirme en profunda tristeza. Todo a cuenta de la condición de
sujeto inerme; ante los avatares y condicionamiento del destino.
En todo caso recuerdo a Valentina. Mis primeros pasos al lado de ella.
Cuando compartíamos salón de clases. Cuando conversábamos con
Eufrasia y con María Azucena y con María Altagracia. Ellas y yo en
una expresión lúdica. En benévola interacción que traducía esperanza
a futuro. Pero, también, ternura y solidaridad inmediatas.
Ese treinta y uno de octubre del año en que Valentina cumpliría doce
años, nos reunimos en “Placita Alvernia”; con el propósito de
expresarle nuestra admiración. Por lo que ella sindicaba para nosotros
y nosotras. Tejiendo condiciones para entender la cotidianidad un tanto
extraña. Ante todo en consideración al posicionamiento del miedo,
Como si, a cada paso, se extendiera la opción de arrasar con la
intención nuestra, en el sentido de potenciar el quehacer libertario. A
partir de nuestra presencia en la escuelita. Pero, también, en el vasto
entorno del municipio de “Villa Esperanza”; en el cual habíamos nacido
y estaríamos creciendo.
Y, a la vez que mi cuerpo, flotaba. Mi espíritu como que iría
decantando saberes y comportamientos. Mi yo, entenido como insumo
no atado a ninguna expresión física, iniciaría el vuelo hacia el horizonte
antes soñado.
En cada escenario abierto, caminaría con la certeza de llegar a
“Ciudad Vigía”. Y, acompañado por mamá Rogelia y por la mamá de
Valentina Sellares; fui yendo en plena aireación somática. En plena
pretensión de alcanzar logros asociados al futuro. Entendido como
escenario y como territorio. A partir de sentirlo como opción inherente
al desarrollo mismo de la humanidad.
Y trataría de asir mi cuerpo. A partir de relacionarlo con mi
consolidación espiritual. Tratando de pretender que esa relación
pudiera llegar a constituir la consolidación de dos formas diferentes de
exhibir la condición de sujeto,
Siendo asì, entonces, todo el vuelo asumido con Valentina y con el
Negro Salatiel y con la libélula “Pedrita”. Y con los moscos “Lobo” y
“Oso”. Y con Luis Diego y Diego Luis. Y con María Azucena. Se
entendería como proclama cierta. Como convocatoria expresa. Como
iridiscente deseo para alcanzar otro tipo de opción. Un tanto más
vinculada con la vida entendida no como simple ser, ahí, expuesto,
inane. Por el contrario como la unidad entre intención y ser habilitado
para construir cuadros relacionales mucho màs plenos; en lo que esto
tendría de aproximación a la Razón como continuo devenir.
Ese día, entonces, mi espíritu no podría retener mi cuerpo. Se
produciría la disociación que había temido. Cada quien por su lado. Y,
en ese tràmite absolutamente triste, trataría de dejar correr mi canto.
Porque supe, en ese momento, que había perdido mi libertad, de tanto
juntar silencios. Ellos y ellas, a quienes percibiría en mis sueños,
naufragaron conmigo. De tanto exhibir olvido.
La repetidera de las letras
Corriendo que, corriendo corre, Juanita pasó veloz, por la callecita del
recuerdo. Y, en ese ir yendo corriendo que, corriendo corre; Jacobo
Monserrat viaja hacia la “Colina de Santander”. Y, en esa misma
locomoción de tiempo y de espacio; la figura de doña Margarita, se irìa
yendo por el camino llamado “De las Cuatro Rosas”.
Y, cada quien, con cada quien corriendo; empezarían a entender la
necesidad de redefinir las palabras, Como se tratara de colocar los
puntos sobre cada coma. Como tratando de llevar a la P, para que
dijera pato en vez de pez. Procurando decir a la R que recuerde a
Rosalba la amiga de Rosa y de Rosaura. Y que la T entienda que
Tulia, tiene todos los tabacos unidos a la tabacalera de Todos y todas.
Con la L, de luna pálida que Lalo va acomodando en el jardín de Lola y
Lila. Como si estuviese en el hogar de la U. Con las niñas *Úsuga y
con Ulpiano el señor de las uvas y que se fuera para una de las que
primero se acercó a vigilar a las Urdaneta. Las niñas que una vez se
hicieron una; viajaron hasta el país de las Ugarte. Las mismas niñas
que don Urías adorò. Como se adora al jardín de las Úrsula. Las
mismas que, con la V, bebieron vino de la viña de doña Vilma Viviana..
La D, entonces, decidió dedicar el dedal de doña Débora. La misma
señora que se tronchó el dedo cuando Danilo Dueñas dijo que dijo,
diciendo; que dos màs doscientos fuera doscientos dos al cuadrado.
Y la C de la señora casa, viajó hasta Cáceres el pueblito en el cual
nació Camilo el novio de Camila Cediel Cano Caviedes.
Y la A con la que se escribe Álvaro, Ana, Andrea, Alfonso y Alfonsina,
Pero, también, Alba, Argenes, Ambrosio y Aquilina. Viajaría a bordo de
las nubes que ya habían acompañado a Valentina Sellares. Siendo la
V, entonces, la letra de Valbuena y de Velocidad y de los Varela que
viajaron hasta donde las amigas de Vilma y de Valeria.
Reconocí la S, cuando Suetonio, mi amigo sincero, sintió que Salatatial
el negro, salió hasta llegar donde los Suárez. Los mismos que cazaban
sinsontes, sabiendo que sinsontes no podía cazar. Ni tampoco matar
sapos silenciosos que sabían que Solón de Sileto, salía para la casa
de Sansón el fuerte. Que, entre otras, fuera amigo de Santander
Higuera.
Y si que pasaría la F, fundando fundos y buscando a Fulgencia
Foronda. La misma que fuera amiga de Fulgencio Beltrán Fuentes.
Todos y todas al pie de los fundadores de la fuente llamada Fundación
de Fabiola y de Fabio y de Federica la amiga de Federico.
La E, corrió veloz en busca de Enrique y de Enriqueta. Y se encontró,
a Evelio y a Evelia; que salían de viaje el mismo día en que felices
fueron las Foronda, Amigas, nada màs ni nada menos, que las
hermanas de Feliciano Forcadas. El amigo de Felicia a la que llaman
la flaca.
Y vino, entonces, la G de los García, los Gómez, los Granada y los Gil.
Todos y todas, en perfecta gracia con Graciliano y Griselda. Les
acompañaría, también, Federico Galarza Garsilazo. Y la señora
Epimenia Gondomar Grimaldo.
La J llegaría un tanto jorobada, por lo mismo que el jilguero no cantaría
hasta después de junio o julio; según dirìa José Jenaro Jácome.
Y vería, yo, a la V de Viridiana y de Vizcaya, el señor de la familia
Vivas y Villa pinzòn.
La Z, como si nada, se hizo zapatera de todos los zapatos que doña
Alejandra Zaldúa llamó para que don Zabaleta hiciese amigos en
Zapatoca, la tierra de los Zabala. Quiénes fueran conocidos en el
Zaguán de las Zambrano.
La Y, hizo presencia el mismo día en que don Yepes le dijo a Yeison
que ya era justo dejar de llamar a Yamile para decir siempre lo mismo.
Y que era hora de llamar a Yanira para que llevara a todos los pueblos
la llave de doña Yesenia.
Magdalena, que se escribe con M, dejó de lado entender que
Maximiliano estaría en Magdalena Medio. Todos los días. Desde
madrugada hasta mediodía.
La N se puso celosa con Nidia, la niña de la familia Nivia. La miasma
que nadando llegó hasta Puerto Nicéforo. Tratando de nada decir.
Comoquiera que diciendo nada, nadie pudiera ser entenido como si
fuese ni de aquí ni de allá.
La O de oferentes y de ósmosis. Pero también la letra con la cual
empieza Olimpia y Orfa y Osiris y Ordòñez. Vaya delirio, ojala me
entiendan, cuando el ojal perdió la aguja y Ovidio se hizo niño en
orfandad.
Por último, la Q, le dijo a Quintiliano que volviera porque don Quicazàn
lo estaba buscando para que le devolviera la quimera que le había
prestado cuando don Quiroga le dijera que doña Quintero le habría
dejado quieto. Por lo mismo que Quintero y Quicazàn quedaron en
que, cada cual, harían que regresara la negra Quilmes, desde donde
Quintiliano Quiceno, el novio de la niña Quiroga. Las misma que quiso
cualquier día casar a don Querubín con la señora Querubina
Quimbaya.
La Lenteja
Mayor
Hay dichos, reflexiones, carretas, que nunca las he podido entender:
“eso es como soplando y haciendo botellas”. Vaya enredo. Hasta
donde tengo preciso, con mi pésima asimilación de la física básica, se
puede hacer en un laboratorio de soplado de vidrio. Juvenal, mi
colega de ceguera en física, en sexto de bachillerato, acató la orden
de nuestra profesora. Tan mal lo hizo, que sopló fue para dentro. Pues
sí, murió de algo q u e los médicos llamaron: U n a quemazón ni la
verraca. Tripitorio, hígado, páncreas. No sé si me entienden. Entonces
no es tan fácil soplar y hacer botellas.
Otro: “Salió con un chorro de babas”. Tampoco lo entiendo porque,
comparándolo con lo que pasa en mi casa, Alfonsito, mi hermanito
especial, de conformidad con la tipificación actual, babea todo el día.
Con mocos y todo. ¿…será eso? Que a todo aquel o aquella que le
decimos eso; ¿es especial? Es decir…
Otro: “en casa de herrero, azadón de palo”. S e me viene una
interpretación, así: ¿será q u e se aplica en todos los casos?. Por
ejemplo: en casa de barragana, muñeca inflable. O, en casa de
carbonero, préndale a la gasolina. O al gas natural. En fin, sigo sin
entender,
O este: “Tanto va el cántaro al agua, hasta que al final se rompe”.
He tratado de interpretarlo así: tanto va el taladro en pozo de petróleo
de Rubiales, hasta que al final, todo un pueblo sin agua.
Y este: “n o por madrugar, amanece más temprano”. E n mi
perversa y supina ignorancia, me ha dado por creer que es lo mismo
que: no por llegar borracho a casa en la madrugada, se encuentra a
la mujer feliz. O esta: no por pensar en el fenómeno del niño, habrá
otro Gaviria cambiando las horas”.
Esta sí que me ha causado problema; “dime con quién andas y te
diré quién eres”. Fíjense en esta aproximación: dime si fuiste donde
Uribe y te volverás paramilitar. Tengo esta otra: Dime si conociste a
Turbay y te lo juro que sabes bailar el Polvorete.
Y que de esta: “Yo sé por dónde va el agua al molino”. S e me ha
ocurrido este parecido: yo sé por dónde se llega al Congreso. O, yo sé
por dónde se muere más temprano, pues siendo enemigo de un
sicario.
“Es mejor pájaro en mano que cien volando”. Tremendo lío, por
esto: más vale un salario mínimo que yendo a cientos de cooperativas
empleadoras. O, más vale decirle que sí al papa Francisco, que ver
perder a San Lorenzo de Almagro.
Pero este si es la tapa: “Donde quiera que fueres debes hacer lo
que vieres”. ¿Qué pasa, entonces, si voy al Palacio de Nariño y veo
la cola de lagartos que esperan?. O ¿Qué pasa si voy donde el papá
de Messi y lo veo cobrando por la publicidad de su hijo, vendiendo
arracachas boyacenses?
“Ojo por ojo, diente por diente”. De solo oírlo me da lo que las
mamás llaman escaramuza. ¿Qué tal si me meto en el alegato de dos
ciegos y muecos?. O sea, será lo mismo que el Ejército Sionista
atacando a la población inerme. Será que puedo validar el dicho en
mi casa?
“Los últimos serán los primeros. O El que ríe de último ríe
mejor”. ¿Y si dejo la risa para después de los otros y las otras, y se
muere mi mamá? ¿De quién me río?
“Ganarás el pan con el sudor de la frente”. ¿Será lo mismo en una
familia de frentones y frentonas, qué en una familia de frente enjuta.
Será que comen más pan en la primera familia? Algo así como pensar
que a más frente más sudor?
“Más vale dejar libre a un faltón, que condenar a un angelito de
dios”. ¿Será lo mismo que decir: Más vale matoniar a los de décimo
D en el Colegio La Sagrada Familia; que equivocarse con los de once
J, en la Escuela Militar Divino Mancuso.?
“No tengo velas en ese entierro”. ¿Será algo así como: ni pendejo
que fuera para embarcarme con ese man en el cuento de los falsos
positivos”?
“Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”. En veces me
da por creer que es lo mismo que decir: No vayas a Barranquilla, no
sea que te arrastre uno de los arroyos.
“más bravo que misia escopeta”. Con lo entelerido y lento que soy,
he llegado a creer que sería más bravo, que misia escopeta de dos
cañones.
Qué tal este: “El o la que tiene rabo de paja no se mete a la
candela.” Me ha dado por interpretarlo así: Qué tal si el rabo no es de
paja, sino el de Amparo Grisales. ¿Será que de todas maneras corre
el riesgo de quemárselo? O, ¿si apaga la candela el procurador
Ordóñez. Será que no puede comulgar hasta diciembre?
“Este, o esta tiene fe de carbonero”. Por más que trato no lo puedo
asimilar. Sin embargo me aviento con la siguiente aproximación: ¿El
Atlético Quindío, para acceder a la A? O esta: La de Dunga, cuando
quiere que se borre de la memoria el siete a uno?
“A ese teatro no le cabe un tinto”. ¿Cómo así, será que el tinto no
se riega en medio de tanto ajetreo? O, ¿ cómo se las arregla el que
tiene el tinto para sentarlo?.
“A cada santo le prende una vela”. Yo, consultándole al papa
Francisco, he llegado a la conclusión de que son, entre santos y
santas, unos diez mil. ¿Quién va a compra r diez mil velas? A no ser
el o la que sea se gane el baloto.
“más caliente q u e negro en un baile”. Hum, lo q u e faltaba. Se
pueden dar las siguientes interpretaciones: ¿Baile solo de negros y
negras? ¿Baile de integración para confrontar el racismo; es decir de
negros, negras, blancos y blancas? O ¿Será que el susodicho negro
llegó con la mecha encendida, crecida? ¿S e r á el negro q u e se
prendió fuego para que su negra lo localizara, en caso de apagón?
O este otro “de las carreras no queda sino el cansancio”. ¿Será
que quieren referirse a Cochise, cuando le corrió a Uribe, buscándole
voticos, para salir como senadorcito?
Uno parecido al anterior: “Aquí, el que menos corre vuela”. ¿Tendrá
algo que ver con la familia de Usain Bolt?
“El que no quiere caldo se le dan dos tazas”. Lo primero; se me
hace raro caldo servido en tazas y no en platos hondos, como donde
las abuelas. Segundo, qué tal que el caldo sea de pajarilla y de
creadillas’. El fulano o la fulana, si se tomarán dos porciones?
“Luz de la calle, obscuridad en la casa”. ¿Será que en la casa se
quedaron sin luz. O que se la cortaron por exceso de pago?.
O este: “al que madruga dios le ayuda” Es el en que más he
pensado. ¿Será lo mismo que decir:
¡Oiga no joda no duerma todo el día, que dios lo está esperando!
Este otro me ha llamado mucho la atención “En casa de ciegos, el
tuerto es rey”. He tratado de entenderlo. Y se me viene a la cabeza: ¡
sáquese un ojo si quiere reinar!.
“A cada santo le llega su día”. Le he echado cabeza, creo que tengo
uno parecido: Si son diez m il santos, cada uno espera esos años sin
envejecer.
“El que con niños se acuesta, mojado amanece” Este si es fácil,
porque me ha tocado lavarme el berrinche a cada nada
“De tal palo, tal astilla”. Este si es como para los forestales. Algo así
como: si ya conoces el palo, seguro que conoces la astilla.
“El que a hierro mata, a hierro muere”. E s si es como para
aplicárselo a los sicarios. Pero, con una variación: el que con changón
mata, mañana le dan metralla, en Manrique, o en barrio Triste.
O este:” Si algo quieres, algo te ha de costar”. Dentro de mi
escasa mollera, entiendo esto: Si vas a la tienda, no te robes los
huevos.
“Está más perdido que el hijo de Limber”: Nunca lo he entendido
con ese nombre. Pero, en aproximación, sería, creo yo: Nadie lo
encuentra desde que se perdió.
“Se le devolvió la procesión”. Lo encuentro igualito a: el cura
párroco del barrio, se enojó con Altagracia, porque ella no confesó sus
pecados.
de Datacrédito.
“L o cogieron con las manos en la masa”. Típica situación del
panadero, o del arepero. Pero, ¿qué tal que sea el novio de Agripina
Maza Mora?
“Hoy no fio, mañana sí”. Letrerito que no falta en las tiendas, para
ahuyentar buscadores de fiados y similares. S e r í a bueno, también
ponerlo en las cafeterías del Congreso de la República, para
ahuyentar a los que sabemos.
“Cuando no está el gato, los ratones hacen fiesta”… ¿será que al
gatico lo desaparecieron los del Centro Democrático?
“Ese santurrón, no e s sino solapado”. ¿S e referirán a Evelio que
se la pasa vistiendo y desvistiendo a los santos y a las santas en la
casa cural?. ¿O al jediondo ese que, cada nada, está rezando y, cada
nada, prestando dinero al 35%?
“Ese es de los que tira la piedra y esconde la mano” Parecido al
anterior. ¿O
Será que hablan de Evelio, el novio de Josefina Piedra, que ayer pidió
su mano a la mamá y al papá?
¿…Ahora, quien le pone el cascabel al gato? Buena pregunta. Ante
todo si se trata de entender su lógica: Siendo, aquí, los gatos la
gendarmería que llega sigilosos interpretando la danza de las
desapariciones.
“Ojala le pongan el tatequieto”. Es decir están hablando de tratar
de parar a ese man que, de manera infame, hace lo que le da la gana
con la gente (… ¿un tal Santos, o un tal Uribe, o un tal Ordóñez,…?).
“Ese man ha ido de la seca a la meca.”. L o de la Meca (con
mayúscula) lo entiendo. No sé qué es la seca (no sé si hace alusión a
una pequeña inflamación, muy dolorosa por cierto, de la que hablaba
mi mamá y sin que haya podido ser confirmada, que se fijaba en el
sobaco, como una especie de metástasis de otro dolor). Lo cierto es
que se les puede endilgar a personas como Juan Pablo I I o Andrés
Pastrana o al profesor Mantilla, rector de la Universidad Nacional de
Colombia, o a mi hijo J u a n Camilo…o a los arrepentidos y
arrepentidas de la revoluta, dictando conferencias en Getsemaní
(barrio de Cartagena), Pavarandó; Turbo; San Andrés de Cuerquia;
Fredonia; Guapi; Puerto Escondido; Leticia; el barrio las Cruces en
Bogotá; Soacha; Belmira, barrio San Bernardino (Bosa)…
“…está todo tan tranquilo como en el barrio de los acostados”
Primera aclaración: léase cementerio. Claro q u e los paracos
oficiales, las Convivir y los “Doce apóstoles”, y a los campeones de los
falsos positivos; les gusta más el término “fosas comunes”
“Lo que hace con la mano lo borra con el codo”. La precisa para
Petro. Después de la alharaca libertaria en contra de la Procuraduría,
se enloda con lo de las máquinas tapa huecos.
“El que mucho abarca poco aprieta”. Dos opciones. El novio de la
gorda Fabiola; o (cambiándole el poco aprieta, por “mucho roba”)
Samuel Moreno; o Iván Moreno, o Morales Russi; o los Nule o casi
t o d o s los Senadores y Representantes…o las corporaciones
financieras y los bancos…
“Tapar el Sol con un dedo”. El alegato en favor de la inocencia de
María del Pilar Hurtado; de Sabas Pretelt; o de Álvaro Uribe; o de
Belisario Betancur (¿...recuerdan lo del Palacio de Justicia?); o del
arquero Castellanos, en el gol del Huila ayer; o de Felipao en el siete
a cero ante Alemania…
“El fiar es cosa ingrata. Pues se pierde el amigo y la plata”. O si
no que lo digan los tenderos y tenderas de barrio conchudo.
Un recuerdo
Cuando conocí a Juan Javier Jaramillo Juárez, vivía en el municipio
llamado “Jeremías Jején Jácome”. Una vida parecida a vivir el dìa que
es. Sin pensar en el que será. O en el que ya fue.
Estudiábamos en la misma escuelita “Juana Juvenecía de los
Juanetes”. Éramos muy buenos en eso de las matemáticas. Pero,
tampoco, nos quedaba grande ningún reto relacionado con las otras
materias.
Los dos conseguimos novia, casi al mismo tiempo. Eran Juvenala Jael
Jovellanos (la mía) y Juvencia Jeremías Jordán (la de mi amigo). Dos
muchachas bien entendidas. Muy elocuentes al hablar. Casi siempre
tenían la misma opción respecto a cualquier tema y/o acontecimiento.
En fines de semana salíamos a caminar por las calles de “Barrio
Jacinto”.. Conversábamos con quienes nos encontrábamos en nuestro
camino. En una hacedera de ilusiones; que nos posicionaban como
sujetos y sujetas de alto vuelo. Todo un proceso de socialización de las
ideas. Además de compartir todo lo aprendido entre semana.
Recordaría, pasados casi diez años desde nuestro último encuentro,
aquella tarde en que nos reunimos con los profesores y las profesoras
del colegio. En el propósito de reflexionar acerca de lo sucedido con
Jimena Jiménez. Ella había estado en el colegio tres años. Siempre
ajena a cualquier tipo de opciones susceptibles de vulnerar a las
personas.
Todo había pasado en velocidad de tiempo intrigante. Comoquiera
que, Jimena, se encontraba en casa de su amiga Javiera Jinete. El
hermano de Javiera, Joel, les había enseñado el procedimiento
necesario para poder entender los procesos relacionados con entender
los reflujos vivos inherentes a cada quien que pasara por cada esquina
o similares.
Reconozco que, para mí, constituiría un enigma la actuación, en sí, por
parte de la profesora Arritoquieta Jorquera. Ella dijo algo así como que
Jimena debería ser declarada culpable con conocimiento de causa.
Esto en razón a que, ella, conocía de los riegos asociados al juego de
hablar y no respirar. Es decir, su muerte se la buscó ella misma. Luego
no habría lugar a ningún tipo de procedimiento en contra de Javiera
Jinete y su hermano Joel Jinete.
Aquí y ahora, siento profunda nostalgia por tiempos pasados. Viviendo
en este entorno que me induce a revitalizar mi cuerpo y mis
pensamientos. Entendidos como asociación de deseos y de recuerdos.
Y de acciones inherentes a lo que es la vida en sì. Es decir del
significado de la interacción con todos y todas. Asì como, en tiempo de
Juan Javier y de Juvenala y de Juvencia., entendería que la muerte de
Jimena Jiménez, había sido obra del Profesor José Custodio Jenaro. Y
todo por cuenta de los celos que lo atormentarían desde que supo que
ella era novia de Josefa del Castillo Jardín.