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Canto

de Valentina y Otros Cantos


Autor:
Luis Parmenio Cano Gómez

El canto de Valentina, Valentinita, Valentinota


Valentina, perdió su silla. Jugando al gato y la gata, con las niñas que
conoció en la escuelita de Villa Pinzón. Valentina corrió en dirección al
jardín de la casa en que vivía Carmenza. La negrita la llamaban. Fue
de aquí para allá. Y, desde allá, hasta el riachuelo que cruzaba al
barrio.
Valentinita la llamaba su papá Argiro. Casi como puro viento.
Descansó allí; como si fuese señuelo para atrapar maripositas. De
color negro y azul. Oh que delicia de suelo este. Le decía Marcolina.
La niñita de papá Milciades y de mamá, doña Paula. Esta sí que iba y
venía, Casi todo el día y media noche. El jilguerito tierno le decía la
maestra Úrsula. De primerito de primaria, apenas, y ya sabía cantar a
las golondrinas pasajeras. Desde media mañana y hasta cuando caía
la tarde.
Limoncito, limoncito. Cuéntale a Valentinita de dónde eres. Y cuando
llegaste. Limoncito, verdecito de azúcar empapado. Dile a la naranjita,
naranjita; lo mucho que has vagado. Por todos los caminos, todos.
Marcolina pedigüeña. Ven para acá con tus pies descalzos. Para que
le cantes. Ahora. Y más tarde a la alondrita que no encontró su nido. Y
que, ahorita mismo, está aturdita. Como asustada. Alondrita que te
meces en esa rama. Alondrita; escucha cantar a tu amiga Marcolina,
Marcolinota.
Valentina. Valentona. Muchachita traviesa. Vente para acá, que el
elefantico está solito. Ahí, no más. En la callecita llamada Cora, la
Batidora. Sí que estás triste, mi trompón azul grana. Si que lloras por
tus hermosos ojazos. Elefantico de Andrina. Que te encontró. Solo
solito. En el bosque de Los Almendros. Pequeñito. Mucho más de lo
que está ahora.
Prudencia, Prudencita. Niña de cabellos azules. Que llegaste aquí; en
días pasados. Prudencita, Pudenzota. Hazme saber dónde naciste. Y
de dónde has llegado. Soy Valentina; la monita risueña. Ven mi
Prudencita. Dime que no estás triste. Dime, mejor, que llegaste en
diciembre pasado. Cuando todas estábamos en pleno jolgorio.
Celebrando la fiesta de los fieros hipopótamos. Cuando estábamos en
pleno baile de la matraca, matraquita. Juliana Pesares, con su tambor
mayor. Resonaba y resonaba. Hasta que llegaste vos.
Dímelo a mí, burrita terciopelo. Dime que ya conocías a la piernipeluda
Altagracia. Dímelo a mí solita. Burrita que subes y bajas. Por la
callecita enmermelada. Por el surco que ha visto crecer a todos y
todas. Te quiero, burrita, burrota. Ven acá y me cuentas lo que has
visto. Por las praderas. Dímelo, a mí. Me llamo Valentinita, Valentinota.
Ven pues hasta acá mi Alba Lucía, señora, señorita. Ya conoces a
Prudencita. Prudenzota. Ven y me cuentas que camino tomó la
luciérnaga que se perdió hace ya casi tres días. Dímelo Albita pegotes.
Cuéntales a todas; lo que aprendiste al lado de Simona Salavarrieta.
La diosa de los saberes.
No te tardes mucho chivita Angélica. Dime tú. Cómo se sube al
morrito Don Matías. Pero dímelo rápido, estoy de salida. Viajaré sin
rumbo a buscar mi silla perdida. Tal vez la tenga Hilda. Eso me dijo
Torcoroma, la hija de don Alberto, el vendedor de calamares
adiestrados. No se si volveré algún día. Dímelo pues chivita, chivota.
Viajaré, pues. Ya te lo dije. Me iré con Hortensia y con la negra Irene.
No sé si volveré algún día. Chivita, chivota. Angélica, Angelota.

Déjalos y déjalas hablar contigo viejo mar


Mar de ayer. Que no el de hoy. Sujeto triste. Llave de agua, que
creíamos perenne. ¿Qué te hemos hecho, viejo vigía de las creaturas
todas que en ti nacieron? Hoy, están como tú. Diezmadas en enésima
potencia. Dime qué siente y que sienten. Qué sintieron antes. Los
pasados, pasados vivos y que perdieron su ruta evolutiva, por las
ansias desbordadas. De viajantes milenarios. De vituperarios en
ciernes siempre. Te mando a decir con el viento, llave de lluvia, que
aquí, en el hoy. Están los únicos sujetos vivos en quienes pueden
confiar. Niños y niñas veloces en decantar las voces. Las palabras. Las
de ayer y las de hoy. No sabemos si las de mañana. Todo depende,
viejo loco intrépido. Depende de ti mismo. En tu ir y venir. Depende de
tu itinerario. Llave de lluvia. Viejo y perplejo mar. Por lo que te hemos
hecho. ¡Anda!. Habla con ellos y con ellas. A ver qué te dicen.
Tal vez que también han sido vejados y vejadas. En el día y noche
truculentos. Han andado caminos al dolor expuestos. Han subsumido
lo suyo. Como equívoco navegante. Han dejado atrás sus territorios
que sintieron su primer llanto. Pero también el primer susurro en voz.
De las mujeres madres todas. Diles algo, llave de lluvia. Háblales de
tus pactos con el viento. Y con esa fuerza potente latente entre nubes.
Fuerza desbordada. Luz y sonido en estrecho abrazo.
Esto de hablar con infantes es bien difícil. Porque a socaire. Voces en
una locución de idéntica tersura. De inspiración primigenia. De vuelo
señor. En aires avallasante. De vuelo que cruje. Que se enternece
cuando, como águila, te localiza. Allá. En lo tuyo. En lo que sabes y
has sabido hacer siempre. En esa estremecedora voz de fuerza contra
las peñas acantilados. Subidas en sí mismas, para verte y sentirte
bramar. Como millones de toros condensados en un solo. Vamos, viejo
intrépido. Habla con ellos y ellas. No te quedes como mudo sonsonete.
Por lo triste. Tal vez. Pero puede que en ellas y ellos encuentres el
rumbo que parece perdido. Son (ellos, ellas), viajantes empedernidos.
Sacrílegos en el mundo de los señores. De los imperios que devastan.
Que han maltratado tu cuerpo de agua vasta. Casi infinita.
Déjalos hablar. Puede ser que te digan, en palabras, lo que tú y el
viento han hecho lenguaje sonoro por milenios. Ya sé que has visitado
todos los lugares. Que has estado con tus amigos, los glaciares. Sé
que has llevado y has traído todos los barcos posibles. Qué te han
penetrado los submarinos. Que te han engañado, algunos. Porque han
sido a la guerra lo que las tramas celulares, han sido a la vida. Es
misma que siempre llevas en tu vientre. Y que se han esparcido en el
infinito envolvente.
Déjalos y déjalas que, a viva voz, te digan en sus palabras; lo que tal
vez ya tú conoces a través de las heridas que han hecho en ti,
melancolía. Cuéntales lo mucho que conoces. Del mil de millones de
historias. Cuéntales que conoces la química del universo. Que, como
llave de lluvia, has prodigado vida. En todos los entornos. En todos los
lugares. Aunque, algunos y algunas no te conozcan en tu vigor físico.
Ni de tu pasado violento. Cuando irrumpías contra natura en
formación.
Hasta es posible que te inciten a vivir viviendo la vida tuya de otra
manera. Como la de ellos y ellas, vástagos de futuro. Tal vez no de la
iridiscencia de esa bravía hecha espuma punzante. Pero si de esa
ternura primigenia. Como si fuera lectura en mapa genético. Tal vez
de la anchura extendida. Cercana a la de alfa tendiendo al infinito.
Pero si para que te cuenten de las palabras voces de sus madres en
cuna. Y las de sus palabras en esa acezante motivación para el crecer
alegre y creativo.
En fin de cuentas. Déjalos, viejo mar, que estén contigo. Para que no
estés triste, llave de lluvias. Déjalos ser como ellos quieren que tú
seas, yo te lo digo

Viajero
Caballito de sorpresas. Estando, a cada nada, volando por ahí. En una
vida pasada sujeta a la alegría de los pájaros sueltos, cantores,
Caballito que va por ahí, desafiando a las nubes densas, fuertes.
Nubes que vagan como él. Pero que se quedan en el surco que lleva
al Sol. Caballito de mil sorpresas. Como si nada. Alegre. Versátil.
Animalito henchido de alegría y de emoción. De la esperanza casi
perdida, En ese viento voraz. Que mide sus fuerzas con el mar. Que
exhibe la voluntad para seguir de largo. Tal vez, en efímera nostalgia.
Caballito de mar que va y viene. Como incertidumbre volátil. Como
ensayo general para cualquier alborada. Con música color verde.
Como verde fuera su vida antes. Al lado de sus pares amigos. Volando
en excelso volumen ansiado. Como transitando en todos los caminos
habidos. Como ávido sediento que otrora encontró el desierto. Como
correcaminos impávido. Como lanza llamas sacrílego. Como pertinaz
vocero de los niños y las niñas, Como centinela plantado en el
horizonte potente. Rojizo. Vulnerable. Pero con las alas dispuestas a
llevar de viaje por todo el universo. Caballito veloz, supremo. Que
encontraste la fuerza que había sido robada. En enhiesto cuerpo.
Arboleo. Sutil, triste.
De volar, volando caballito diáfano. Rodeado en flores voladoras.
Puestas en pura fuerza. Como andando al mismo tiempo. En carrera
loca, pero no aviesa. Corazón predispuesto. Como pura sensibilidad
no enajenada. Como voluntad que recorre el universo. Tratando de
localizar a quienes se habían perdido. En la búsqueda de sí mismo y
de todos y todas.
Caballito libertad te llaman hoy. Caballito de andanzas. Llevando a
lomo a quienes habían perdido sus alas. Antes de ser vos mismo.
Caballito melancólico, a veces. Pero sabio y prudente. Exhalando la
propuesta que siempre te ha distinguido. Aquello de lo cual decían que
era irreparable.
Todo, pues, predispuesto. Toda alegría avizorada desde temprano día.
Desde las ilusiones habidas desde remoto tiempo. Caballito alado.
Manifiesto sujeto de energía no silente. Enhebrando la letra de la
alegría. Enrutando los pasos hacia caminos antes perdidos.
Caballito que dibujaste los paisajes. Que levantaste la cabeza en
búsqueda del futuro. Como futuro cierto es, la vida de todos y todas
que no han claudicado. Caballito, pájaro, sonsonete canto iluminado.
Se hizo, para ti, la vida. Pajarito, caballito, ruiseñor andante.
Correcaminos ansioso. Corderito hecho potencia. Gaviota pulcra,
alegre. Águila viviente. Corazón puro. Corresponsal de la vivencia. No
latente. Si pura fuerza. Caballito de empatía. Con todos y todas.
Animalito vocero de la ternura. Caballito volador incansable. En puro
pulso con el viento.
Sea lo que sea, mi caballito azul dorado, negro. Mi animalito con alas
ampliadas siempre. Que vas y vienes. En pura fuerza desatada.
Coloquial señuelo. Que convocas a quienes por tu lado pasan y
vuelan. No te vayas nunca, animalito bullicioso. Te llaman aquellos y
aquellas que te anhelan siempre. Como pura fuerza no anclada. Nunca
sometida. Que vas y vienes. Caballito alado no superfluo. Pura
expresión de la risa desbordada.
Comoquiera, entonces, animalito veloz, supremo. Vuelve tu mirada
hacia atrás. Para aligerar el paso de quienes caminan lento. Ruiseñor
alado. Perspicaz andante. Volantón fantasmita. Que te quedaste
cualquier día. Esperando a Ámbar a Vulcano, a Esperanza. Y a Paula;
y a Andreina.
Veloz sujeto no hiriente. Pertinaz viajero de siempre. Alegre sujeto
empalagoso. Ávido sujeto que encontraste el camino. Y que, paso a
paso, llevaste a niños y niñas. En el carrusel. En Tiovivo,, como canto
universal; como gozo no silente.

Sigue yendo por ahí


Sé que vienes por ahí; oh diablillo envidioso. Tal vez es que te
contaron de mi cuerpo hermoso. O será que, por ser de día, no
hallaste el camino de tu casita olvidada. O, será que quieres quedarte
a rogarle perdón al Sol, por lo mucho que has vagado.
De lo que sea será, chiquilla habladora. No vengo ni voy tampoco.
Solo espero la noche, aquí en este lugar que no brilla, ni calor tiene; ni
risas tampoco. Yo siendo tú niña de alto vuelo, correría a buscar
refugio en cualquier lado; antes que yo te convierta en bruja y viajes
por las nubes con la escoba y el gorro.
No me digas que debo hacer; no tienes por qué decirlo. Yo a ti no te
creo, ni te quiero siquiera un poco. Anda ve y te pierdes. Espera la
noche solo; como tiene que ser y como será siempre por lo que eres,
diablillo mentiroso.
Si tuviera aquí mi tridente te ensartara en él sin remedio. Y te haría
arder en el fuego mío que tengo. Desde ayer y todos los días más;
para vivir sin estorbos. Vete tú ahora no quiero ver ni tu rostro, ni tu
pelo ni tus zapatos que tienen el color que no quiero; porque me hace
recordar el día aquel en que partí la Luna en dos trazos. Uno para mí y
el otro para mi hijo que se ha quedado allá solo.
Vuelvo y te digo señor, que no te tengo miedo ni respeto. Eres para mí
solo huella pasajera; que no puede anidar aquí; ni allí; ni allá en la
casita de todos. Sigue tu marcha, pues, no vaya a ser que te
conviertas en sumiso escorpión que no tenga aguijón, ni de a poco.
Qué suerte la mía, digo ahora, encontrarme esta niña hoy; cuando yo
llegué a creer que no había nadie aquí; en este bosque y ciudad que
quiero tanto; por ser ella y él mi universo primero. Y buscando siempre
estuve a quien robar y a quien soplar para que no viva más como
ahora; sino como animal que ni pelo tenga. Ni muchos menos lindos
ojos.
Cuéntale eso a cualquiera que no te conozca. Yo, por lo pronto, sé
quién eres y quien fuiste, porque me lo contó la alondrita mía que amo.
Y que me avisó también, que vendrías muy solo, como para poder
engañar; a ella, a mí y las otras también. Sigue andando pues, hasta
que puedas hallar a quien engañar y a quien pelar para a la olla llevar
y prepara así suculento festín y para reírte sin fin.
Ya ni ganas tengo de seguir hablando contigo; muchacha necia y
sabia; me voy por otros caminos; buscando a quien agradar y ofrecerle
mis mimos. No sabes lo que te has perdido, por andar hablando
demás y por meterte conmigo.
Que te vaya mal deseo, diablillo de ojos vivos. Tú seguirás tu camino y
yo a vivir aquí me quedo. Como cuando no estabas, ni habías llegado
siquiera. Saluda a tu hijo de mi parte; porque si es aún niño debe ser
hermoso, cálido y tierno; como somos todos y todas las que, siendo
niños y niñas vivimos la vida siempre, con la mirada hecha para amar
ahora y por siempre.

Benjamines y Jacintos
Todo era, como era todo. Eso decía Benjamincito. El hijo de Benjamina
y Benjaminón. Todos y todas, en el pueblo, remedaban su manera de
hacer sonar las palabras. Decían que él era, lo que, en un tiempo fuera
don Bejazmin El Puyo. Coloquiando, coloquiando. Se iba yendo. Casi
siempre como pura lagartija viva. Risueña. Amable. Y le dio por
acumular palabras feas y bonitas. Y se le dio por recordar a Benjamina
Benjamin. La abuela de Benjamin el risueño. Como recordando a
Benjamin el osco. El hombre de pura pataleta endemoniada.
Y así, entre insultos e insultos; se abrió camino el canto de la melodía
venida desde lejanas tierras. Melodía ansiada. Recóndita. En veces
amarga. Otras veces más amargas que las otras veces. Y, otras, no
tan amargas como las primeras. Pero si tan embolatadas, como las
palabras de los primeros Benjamines de la tierra.
Y si que, Benjamín, el primero. Vivió cerca de tres siglos. Al menos eso
decían quienes habían llegado antes que ellos; a estás vastas tierras
enlagunadas. Y se fueron haciendo cábalas. Que tal vez, vinieron
desde la lejanía. Allí donde las aves se posaron por primera vez. Que,
tal vez, se hicieron recónditos secreteros. De los que hablan por
hablar. Y, hablando por hablar, dicen cosas que nadie entiende. Ni
entenderán quienes lleguen después de nosotros y nosotras. Que, es
posible que hayan venido volando. A la casa de los Benjamines, los
dueños de los árboles. Los Jancitos les llamaban. Que, tal vez, el
holograma hubiese estado dispuesto; para ser asignado como
emblema de gatuperios.
En fin que, con el tiempo, siguieron llegando los herederos de los
Jacintos. En pura carrera llegaron ampliadas. Y se hicieron
andariegos. Casi como saltimbanquis adornados con las túnicas.
Hechas con punto fino de dedal, aguja e hilos. Por lo pronto, yo, no
puedo decir, ni lo uno ni lo otro. Simplemente soy viajero de otro
tiempo. De aquel que conocieron mis padres y mis amigos. Tiempos
de mil y un Jacintos. Como también de mil y un Benjamines. Puro
diseño en vértigo. Pura palabra empeñada. Atada a los primeros niños
y niñas. Puro cuento de vieja envergadura. De peor literatura que
aquella que estaba antes. Cuando leyendo que leyendo, se fueran
formando las danzas sincopadas, manifiestas.
Y sí que, entonces, Benjamines y Jacintos unieron sus voces para, a
capela, saludar los tiempos idos. Y hablar en los tiempos ciertos. De
ahora. Como abarcando el horizonte con solo mirar. Viéndolos agitar
sus desmirriadas banderas. En puro acezar de voces. En puro cuerpo
acongojado. Y sí que, vinieron, viniendo. Las estolas y las ditirámbicas
expresiones. De puro mirar, mirando. Los árboles casi muertos. Y las
plantas, todas. Como si estuviesen embrujadas. Dicen que, esto, sí
que es cierto. Dicen que, en ese tiempo, la voladura de los gavilanes.
De ojos impávidos. Gruesos. Adormilaron con su canto todo lo que
vivía en esta tierra.
De Benjamines. De Jacintos y otras voces; dirá la historia que fueron
presas del pánico. Que, simplemente, cundió. A su vuelo. A su
vocinglería a ras de la tierra. Presos, mágicos, estólidos. Jacintos y
Benjamines. Amantes de los cuervos y las lunas planetarias todas.
Cuervos, Benjamines, Jacintos. Embadurnados de betunes agrios.
Colores fuertes. Como pura extensión de tósigos. En veces, hirientes.
En fin, pues, que Los unos y los otros. Benjamines y Jacintos; hicieron
de la vida aquí. Pura algarabía. En conciertos efímeros, pasados. No
otra cosa nos contó el mayor de las dos extirpes. Como cantando al
viento. A la vida, que pasa pasando.. Todo era, como era todo, dijeron
Benjamines y Jacintos.

Luna, Lunita de todos los tiempos


Luna, que lunita amada. Luna de la esperanza, ansiosa. Girando al
vuelo invertido. Esa otra cara indefensa. Lóbrega, fría. Lunita que
juegas en los sueños, con Rafaela. Y con Constanza. Y con Evita
lavandera mía. Espacio obscuro. Metido en la lejura de los años luz.
Lunita que vas y vienes. En los sueños de todos y todas. Lunita, he
ensayado mil formas para llegar a ti. Una de ellas en vuelo herético,
ajeno al Sol. Otra en pasos adormilados. Como decantando cada
metro y cada segundo. Luna, lunita mágica. Que haces mover los
mares todos. Lunita de imantación manifiesta, nítida.
Te conocí en otro tiempo. Cuando recién fundabas tu territorio.
Cuando, sin llamarte, entonces, Luna. Ya conocía tu brillo, hermoso.
Pero, en veces, frío. Como soliloquio seco, punzante. De tu palabra se
hicieron las notas iniciáticas. De tiempo. De condensaciones
fascinantes. Siendo tú, Lunita que Lunita sola. De tu tiempo, en el
origen de lo que eres; se conoció ya tarde. Cuando Planeta Tierra se
contagió de todos los fuegos. Cando, esta Tierra belicosa; fuera
centrándose en puro equilibrio de fuerzas. Y hasta ahora no
dominadas.
Y si que, en puro escape de líneas apresuradas, heterogéneas. Te
hiciste reflejo de Sol potente. Alumbrando lo que llegó a ser tu propia
prisión. Imantación, para ti, en veces lúgubre. Casi siempre desolado.
Y, en esto de andar, buscándote; volaron todos mis imaginarios.
Extraviados. Casi truculentos. Siendo lo mío, puro discurso acuoso.
Sonámbulo. Vertiginoso.
Luna, Lunita. Pletórico cuerpo. Derrochas imágenes, en tu cuerpo
suturados. Cuerpo satelital embriagante. Surtidor de ideas para poetas
y poetisas. Cuerpo lunario profanado. Cuando te hirieron tu inocentes
arenas. Cuerpo no solapado. Luna, Lunita agraviada. Por todos los
visores que te siguen en tus movimientos. Cuerpo que ha sido
matematizado. En hechura de postulados de la física, buscona.
Y, siguiendo tu huella, casi fija, he ido midiendo mi pulsión. Desde acá.
Desde cualquier sitio. Embelesado sujeto, yo. Simple andante que te
mira. Con la nostalgia engalanada. Tratando de preguntarte acerca de
los orígenes. En toda explosión potente. Como sujeto, yo, de
inequívoca admiración. Como queriendo llegar a ti. Luna, Lunita
hermosa. Cuerpo de brillo lechoso, Como nuestra Vía Láctea. Que te
retiene, a través de todos los vuelos y de todos los cuerpos. Y de todas
las posiciones ya calculadas.
Luna, Lunita. De locomoción exacta. Cómplice de todos los cálculos
realizados, sin contar contigo. De eclipses lunarios. De eclipses en
relación a tu dueño mayor, el Sol. Como en coloquio no efímero; te han
cantado y cantan: luna lunita, cascabelera; Lunita de octubre; la Luna
lunita naciente. Luna Lunita en cuentos de hadas. En los juegos y las
voces alegres de niños y niñas.
Luna de los tiempos. Cuerpo, soñado hechizo durmiente. Luna, lLunita.
Fémina convocante. Cuerpo que quisieran hacer suyo, Mercurio, con
sus soledades. Con el calor ardiente en día. Y con soledad fría, en sus
noches. Cuerpo fémino que te ansía el planeta Venus. De por sí, el
mismo, dador de nombres en la Tierra. Luna, Lunita de ti enamorado el
coloso Marte, a pesar de ser suyas Phobos y Deimos. Europa y las
otras lunas de Júpiter te envidian; por lo mismo que eres inspiración
inmediata. Luna, Lunita nuestra. Más bella que Dionea, Pandora y
Tetis, que imanta el potente Saturno. Luna, Lunita. Fémina. Cuerpo
más bello que Ariel, Belinda y Bianca, lunas del casi yerto Urano.
Lunita nuestra, imaginario más potente que Despina, Galatea y
Larissa algunas de las Lunas del lejano Neptuno. Ni Charon, Nix o
Hydra, Lunas del enano Plutón, se atreven a viajar para competir
contigo. Lo mismo que Namaka e Hriaka. Que circundan al extraño y
lejano Haumea. Dysnomia, fría y serena, que retiene Eris; creo que ni
podrían llegar a conocerte.
En fin que, Lunita de mis pesares y alegrías, te amo por lo que eres.
Puro cuerpo celeste mágico, embriagante; embrujador..
Buscador-preguntón
Y que sería del muchachito que vi otro día. Y de la niña volantona. De
palabra va y viene. De recordaciones. El niño de siete mares.
Olvidadizo de continuo. Que vio una y mil veces, en pasado casi
remoto, a Pocahontas. Niña que miró y mira por ahí. De calle en calle.
Como tratando de tejer más de una ilusión. Niños de escasos dientes
todavía. Que están cosiendo, ahora, las hojas de cuaderno. Para
garabatear en próximos días. La libélula aspaventosa. Y el gato de mil
botas nuevas. Y a la lechucita andariega en noche. Niñas que juntan
brazos y ojos. Para ver y coger. Las Lunas nuevas y llenas. Los Soles
vestidos de rojo. En estos atardeceres de ensueño.
Y que sería de esos niños de negro cabello. Y todos negros. De pies a
cabeza. Con esos ojazos de negrura también expresa. Y las negras
niñas. De trompa bravía. Ceñudas. Hijas de cuenteras y cuenteros. La
última vez la vi en Pacífico de Caloto. De Tumaco y Buenaventura.
Negritas juguetonas. De palabra limpia y atrevida. Y esas volantonas.
Diciendo y jugando. Y cantando Duerme Negrito. Y los sones cantos
en repetido alegre. Creativo.
Y… ¿será que se perdieron del todo? Si no más los vi y las vi. Hace
poco. El mismo día en que mataron a los dos paeces. ¡Sí los de
palabra y ruta de autonomía! Y sí que dolió eso. Así, de una. Lo
hicieron los de manos agrestes. Y peor contera de vida. Los del por ahí
afanado mentiroso. ¿Será que por eso se escondieron los piojosos?
Y me revolqué en preguntadera. En duda dudosa. Casi impía. Y los
busqué en todo abierto terreno. Viviendo lo vivido. Preguntando lo
preguntado ya. Por toda esquina. Y toda calle. Llamándolos. A grito
amplio. Nombrándolos. Qué los negros negrura. Que las negras
negruminas porfiadas. Qué las blanquitas y blanquitos perezosos y
perezosas.
Y ya en la vacancia de escuela. Vuelvo y paso. Pregunte que pregunte.
Qué si pasaron o se rajaron. Qué si juegos nuevos van a jugar. Y qué
dónde y cuándo. Para estar ahí. Embelesado. Como sujeto nuevo
viejo. El mismo que vuelve y dice hoy, lo mismo de ayer y del año
pasado.
Y me metí, a vuelo, por el ladito. En esa esquina de barrio viejo. El de
antes. Volviendo al tiempo ido. Y qué Barrio ese. En el cual hicimos
rondas y las jugamos y las cantamos. Y recordando me fui yendo.
Hasta encontrarme a mí mismo. En esos fines de año. Bien vividos y
jugados. En lo justo de lo subversivo. En la perseguidora de globos. En
la sonadera de sonajeros hechos a pulso. De puras tapas y alambres.
Y me seguí metiendo. Volviendo a ver esas ilusiones hechas por los de
la patota limpia. Frentera. Deconstruyendo verdades no ciertas.
Y, de reversa, me devolví. Y volví a los y las de aquí y ahora. Negros
cejudos. Negras coquetas. Blancuzcos. Cachetones. Coloradotes. Y
dele a la fregadera berrionda. Como si nada. Jodiéndolos con eso de
que me cuenten que están jugando. Si le están dando a la pelota. La
de patear. O a la grandecita del baloncesto. O si se le están dedicando
solo a la tele. Medio podrida, digo yo.
Y, en fin, que me cansé de ir yendo por ahí. Todo día y Toda hora.
Buscándolos y buscándolas. Para hablarles de eso y de lo otro
también.
Niña Virgilia

Desde que te conozco, dulce Virgilia. Caminas que caminas. Supongo,


yo, que te convoca el horizonte hecho. Para todos y para todas. Virgilia
amiguita de quienes contigo crecen. Esos bosques, otrora pletóricos.
Bosques, ahora, desmirriados. Por lo que vienes diciendo. Por tanta
voracidad ciega. Que te amputan, constantemente. Avasalladores
sujetos. Que te van lacerando, en lo mejor que tienen: la exuberancia
nítida. Con el verdor que, por siglos, mantuvieron. Hasta la llegada de
mercaderes implacables.
Viirgelinita. La de la golosa latente y cierta. De los juegos sucesivos.
De la candelita, candela. De la efervescencia de pasos corriendo. En
veloz carrera constante. En el embrujo de lo que tú cantas. A cada
expresión. Del día a día. De la noche silente. Que te atrapa en sueño
tendido. Y que viajas en ellos hasta territorios ignotos, vivos.
Se trata, entonces, Virgilia de seguirte en tu tropelera y constante
guerra tierna y dulce. En escapes dominante. Por los entornos viajera.
A cada nada, llamas a Valentina, la ígnea mujer envolvente, tierna.
También llamaste, en otro tiempo, a la niña Venus dichosa.
Engalanada. De cuerpo nítido y de palabra cautivante. Convocas a la
divina Dulcinea. Aquella por la cual vibró don Quijote. A la cual
Cervantes le adjudicó la premisa válida. Como relación de ensueño.
Como potente mujer lúcida.
Virgilia que te llaman, quienes no te conocen. Pero que te imaginan en
todos los tiempos. Y sí que vuelas. En todo proceso hilvanado.
Localizando los meridianos. Aquella que se ha unido a la Estrella
Polar y la Rosa de los vientos. Andante traviesa. Alegre señuelo que
inmovilizas. A pájaros, peces, leones y leonas. Al rimbombante tigre
ágil en su carrera. Felino referente de todas las cosas que vuelan. De
aquellas mariposas dadoras de colores.
Virgilia amiga. De todas las mujeres niñas. De su presencia no
grotesca. De las Karen. De las Lucías bulliciosas. Virgilia de opciones
gratificantes. Puro nervio punzante y lúcido. Hasta ti llegaron las
hilanderas y las vendedoras de rosas y claveles. Las mujeres niñas
que soñaron en pasado. De aquellas que postularon y postulan, aún
hoy, aquella del presente. Que las fascinantes ilusiones válidas,
necesarias.
Vamos yendo, entonces, Virgilia amiga. Reincidente pregonera de
ávidas propuestas del Mar que cruje. De las olas inmensas. Como lago
salino. Aquel que recibe, en su vientre, aguas de todos los ríos. Virgilia
que floreces en cada día y en cada vida. Eres absorbente sujeta
libertaria. En envoltura tenue, aproximada a los glaciales. Aquellos que
están en puro riesgo de perecer. Virgilia. Niña dueña de los vientos del
sur. De la nubes viajeras de todos los días.
Niñita de perenne risa. Caudalosa niña que incitas la alegría. Aquí y
allá. En todos los tiempos. Niñita dueña de las exuberantes sabanas.
De los enormes picos montañosos. Que vuelve a volar. Empalagosa
mujer que renuevas la fe en los iconoclastas sujetos. Hombres
viajeros. Tal vez, como niños manifiestos. Andariegos y admiradores
de Arquímedes; Leonardo, Miguel Ángel, Newton y aquellos otros que
desafiaron a inquisidores perversos.
Te llevo en mí, Virgilia. Contigo estoy dispuesto a viajar hasta los
infinitos límites. Hasta llegar hasta cada uno de los millones de
cuerpos celestes. Ávidos del fuego inmenso. Como nuestro Sol
paternal.
Y sí que, te quiero, quiero. Virgilia, niña de amor dispuesto. Mujer
correcaminos. Niñita de ojos verdes y traviesos.
El Negro Salatiel
Como irreverente sujeto distante. Niño Salatiel. Dicen que vienes,
vienes. Desde el comienzo del universo. Niñito que siempre has
volado. En esos sueños todos. Desde el comienzo de la noche. Hasta
la última hora del amanecer ocioso. Volantín dichoso que desafiaste al
viento. Desde el pasado bullicioso. Hasta este hoy, un tanto lánguido.
Salatielito, te llama mamá Fortunata. La negra de cabellos crespos. Y
huías de ella. Sin que cayera en cuenta ella. Y engalanabas el barrio
con tu potente risa.
Te fui conociendo poco, a poco. Negro de ínfulas manifiestas,
adornadas con tus ojazos color verde. Siempre ajeno a cualquiera
tropelía dañina. No eres cicatero. Ni rufián prepotente. Eres, en
contrario, muchachón de palabra fuerte, pero tierna. Salatiel que
ensayas, cada hora, el canto de los alegres sapos. De las ranitas
álgidas en sus pozos de pantano e hierbas. Como decía Demetrio el
Galante. Eres todo encanto. De inocencia latente. Contrario a las
aviesas costumbres. Amigo de siempre. Decían de ti “las Marielas”.
Mariela Augusta; Mariela José y Mariela Gertrudis. Todas tres; siendo
muchachitas, en el tiempo ido, como el tuyo también.
Una voladura de cometas. De arlequines y de ansiosas estrellas,
hechas a puro pulso societario. Melquisedec, el Brujo, dijo de ti sartal
de palabras huidizas. Un tanto insólitas, planas. Y, yo mismo le dije al
Brujo, que tú eras mucho más que eso. Que fuiste y, aún eres sujeto
de voz amable, dichosa. Salatiel que jugaste a la pelota de cuero
nítido. En los picaditos de calles 46 y 47. En el hermoso sitio. Nos
juntábamos todos y todas la algarabía. En tiempo prolongado.
Vibrando con los goles, golazos. Número 9 empedernido. Gol tras gol
fuiste acumulando. Salatiel de la voltereta propia. Con ese giro en el
aire que era tuyo, solo tuyo.
Y visitábamos tu casita. De colores vivos pintada. El azul de los
techos, el verde de los zócalos y el amarillo de las paredes. Y allí, en
tu humilde casa, jugábamos al naipe. En la treinta una. El dominó
continuo. El parqués sonoro. Con sus dados al vuelo. En fin que, todos
y todas, hacíamos de ese sitio pulcro un horizonte benévolo.
Llegada la noche, casi siempre, éramos vencidos y vencidas por el
cansancio y el sueño. Y empezaría el tránsito de búfalos y búfalas. De
los cóndores en pleno vuelo. De los acezantes orangutanes. Cuando
pasamos al medio camino de la idolatría benévola. Aparecían las
jirafas volantonas. Los pájaros azules y negros. De puro canto señero.
Al despertar, todos y todas, comíamos melones, papayas, naranjas y
dulces piñas. Riendo a cada nada. Suspirando en todo nuestros
cuerpos. Iríamos, a cada sitio de nuestro barrio. Rondando las
esquinas. Viajeros y viajeras de pura ansiedad vestidos y vestidas.
Pues sí, negrito Salatiel, mamá Fortunata ya te llama para ir a la
escuelita “María Brisa”. Nosotros y nosotras seguiremos el punto que
tú dejaras. Con el dedal, el hilo y las tijeritas de doña Inocencia.

La barcaza Iguana

La mamá de Luis Mario, tenía por costumbre navegar a mar abierto.


En la barcaza “Doña Iguana”. Todos los días, y a diferentes horas,
miraba hacia el monte “Picacho”. Y, desde ese mismo lugar, enhebraba
los hilos de los cuentos aprendidos, cuando niña, de la habladera de
Jeremías Quebradazola, el dueño de las palabras en el barrio de todos
y todas.
“Barrio Calvo”, como que los y las viera nacer. Cada familia, con su
hàlito de recuerdos pegados a la piel. Cada quien como volando en
todo el horizonte. Visto, asì, cada niño y cada niña; en pura veloz
carrera. Llamando, a puro pulso de voz, a los pájaros y las pájaras. En
pura equidad de gènero. Como para no tener ningún brete negativo, al
momento del inventario de hechos y de acciones.
Pues si, entonces, que Luis Mario le dijo a mamá Rosalía, que èl no
iría en su barcaza. Tanto como enunciarle que ya había naufragado el
día aquel en que surcaron todo el escenario de tierra, entre
“Labranzagrande” y “Gran Barquisimeto”. El día ese en que, entre
remaso y remaso, resolvieron rezongar por màs de treinta minutos.
Como dándole tiempo al mar; para que tratara de serenarse. Para que
dominara sus mismas aguas.
Adriana Lucero, hermanita menor de Lucrecia Anafranil Mendoza
Gutierrez, ese mismo día, empezó a la lloradera. Había sucedido algo
asì como la pérdida de la muñequita “pecas”. Se la había regalado
doña Heliodora del Carmen Antolinez. El mismo día que celebraron la
fiestecita en “Barrio Feliz”. Comoquiera que, ese mismo día, cumpliría
siete años, Almíbar Lorenzo, el primito de Abigail Solórzano, la abuelita
de Prudencia María Hinestroza Forero.
Y, cada quien, se hizo su misma idea. En ese estilo de democracia;
que proclama dejar que cada quien sea cada quien. Y no que sea el
que cada quien quiere que sean los otros y las otras.
Sin embargo, a pesar de las rogativas de todos y todas. El mar nada
que podía dominarse. Sus aguas seguían embravecidas. Tal vez, por
lo mismo que el viento áspero siguiera entonando la canción de “la
pura fuerza bruta que se expande”. Cada uno y cada una, como si
acaso fuera pura casualidad, siguieron remando. Siguió entonando las
canciones de “Paco Silvestre”; el hijo de doña Sofía Isolina Pointers.
Canción de puro vuelo ampliado. “como quieres que te quiera, oh
Benjamín Tempranero. Si tú me dijiste aquel día que cada quien a lo
suyo. Como cada quien a lo demás. Es decir que, cada uno y cada
una, con su sombrero. Y no el de los demás”.
Y, entonces, en ese universo de voces. En esa traba de palabrota
acongojada. Ni el mar silenciaba sus aguas. Ni ellos, ni ellas, hacían
nada por equilibrar las ansias de volver a pisar la arena. Arena de
“Playa Lejana”. Arena recalentada. Picante. Que quema como puro
fuego de dragón empecinado en quemarlo todo.
Y, al volver la vista atrás, Rosalía viera volar las águilas que, ese día
después, fueran liberadas. Que habían sido hechas cautivas; por parte
de Marceliano Aragón Pimienta. El papá de la negra Gardenia. La
misma que fuera amiga de Almíbar; de Abigail y de Prudencia María.
Todos y todas, volaron tras ellas. Sin embargo, águilas y aguiluchos;
volaron mucho màs rápido. Y se perdieron en la inmensidad del cielo
abierto. Y, como puro homenaje pleno, el Sol volvió a brillar. Y Rosalía
volvió a cantar.

Una pregunta
Los muchachos del barrio, habían anunciado su participación en el
juego. El entusiasmo seria general y absoluto. No todos los años
habría posibilidad de deleitarse con la magia de Aurelio Arturo. A
quien llamaban “el dios del fuego armónico”. No sé por qué, sin
embargo, dudaría de promesa cumplida. Era algo asì como un pálpito.
De esos que siempre me han acompañado, desde pequeño.
Alguien dirìa que “peor es nada” Algo asì como tratando de
reglamentar las condiciones para acceder a un tipo de divertimento
asociado a la creatividad de quienes, siempre, habían destacado por
ser prepotentes sujetos; en términos de la tesitura en sus movimientos
y, lo que es mucho màs convocante, su condición de herederos de
Justina Arregocès, la mujer emblema, en eso de juntar ternura y
esperanza.
Luis Diego y Diego Luis estebarían listos, desde muy temprana. A las
cinco de la mañana, ya había despertado. Ya estaban ensayando su
“gran aventura a través del juego milenario del pasado y del presente”.
Era algo asì como una alegoría relacionada con la magia pura.
Envuelta en lo que, ellos, darían en llamar “la quiromancia fina, en
tiempos de Diderot el Magnífico”. Como si se tratase de una revuelta.
De una voltereta por los aires. Sin ningún tipo de adorno sumiso.
Llegado el momento. Luis Diego, le dijo a Diego Luis que ya era hora
de prolongar las voces. En la intención de retrotraer las palabras que
habían sido informadas y enseñadas en tiempos de Aurelia Arturo
Manjarrez. La madre de todos los tiempos, la llamaban. Como
imponente diosa que hiciera, en su tiempo, toda una herejía; alrededor
del significado relacionado con el fluctuante yugo de la entelequia.
Como mujer de libertad definida. De mujer ajena a cualquier expresión
imperativa, y/o poderdante del naufragio asociado a la contraternura.
Diego Alejandro Monterroso llegó al barrio, el mismo día en que
Esperanza Martínez Matiz, participó en el jolgorio de “La Buena
Ventura “. Un ejercicio lúdico no contemplativo. Màs bien como
validando las condiciones de su entorno. En un tipo de festival de lo
sublime como epicentro de la esperanza, asumida como horizonte.
Para todos y para todas.
Es día, veinticuatro de abril, irían por las calles, adornadas con
guirnaldas. Y con casas engalanadas. Las cintas de color verde y
amarillo. Como sonsacando a la ternura para que hiciese presencia.
Para que, todas las voces se juntaran en pura algarabía de palabras
cimeras. Por lo mismo que, Juliana Caicedo Martínez, iría de la mano
de “Osiris la Bella”, aquella encantadora niña, venida, desde hacía
muchísimo tiempo, de Bermejal; el barriecito amado por todos y por
todas.
Siendo ya el día siguientes, Diego Alejandro Jaramillo Almanza, llegó a
casa de Gertrudis Sinisterra Escalada. Allí, echó a volar su canto,
tipificado como inverosímil, por parte de las hermanas de Eloísa
Cifuentes Mùnera. En su orden: Elisa Eloísa; María Eloísa y Margarita
Eloísa.. Y se fue extendiendo la noche. En todo el escenario, cada
momento, se escucharían las plegarias. Tratando de posicionar las
nuevas palabras. Pretendiendo hacer, de cada pulso herético, las
constancias universales, por la vida en dignidad.
Adriana Alejandra y Ángela Alejandra Espinosa Díaz, llegaron hasta su
refugio. Situado en la misma calle en que, antes, habían nacido. Papá
Olegario Alfonso y mamá Olegaria Eugenia, habrían sido referentes de
las mamás y papás de cada diagonal y cada transversal. Èl y ella,
habían asistido a la “Fiestas de las Lentejas”. Cuando, Adriana y
Alejandra apenas si eran niñas que asistía a la escuelita “Paulina
Contreras” en la cual habían aprendido las palabas, hechas poesía, de
Maximiliano Otoniel Errázuriz Pontevedra.
Yo, Emilio Arturo Carranza Combariza, me enteré de su llegada, el
mismo día en que conocí a Emiliana Arrabal Arrieta, el mismo día en
que Juan Diego anunciaría su llegada. Como yo no recuerdo, ni el día,
ni la hora. Pregunto a quien esté leyendo este escrito; ¿cómo podría
dar respuesta?
Recordando a Eufrasia

Como recóndito recuerdo, hice de mi andar en el día a día, un universo


de palabras. En lo que pueda llegar a ser tipificado con el camino que
llevamos en nuestra memoria desde que éramos niños y niñas.
Uno de esos recuerdos, tendría que ver con las condiciones en que se
desenvolvería la vida de la niña Eufrasia Arboleda Benítez. Le
decíamos la mona. Un tanto, en la intención de darle vida al brillo de
su cabello.
Taciturna, siempre en envoltura que denotaba cierto temor ante su
mundo exterior. Tal vez por el hecho mismo de, ella a su vez, tendría
sus propios recuerdos. Metidos en la hondura de los sueños
transmitidos por su mamá Eustaquia. Ella (Eustaquia) habría estado en
“Ciudad Benévola”. Allí habían nacido su papá Ambrosio y su mamá
Aquilina.
Acostumbrado, como he estado siempre, dejé volar mi cuerpo. Como
si fuera nube traviesa, elongado. Con el viento de agosto. Como mi
cometa, metida dentro de èl. Y, llegando hasta territorio extraño; mis
sentimientos deambulaban por ahí. Tratando de hallar a quien fuera mi
primera amiga: Valentina. A quien, yo mismo, llamaba Valentinota. La
del canto inmenso. La misma que me enseñó a jugar con todos y
todas. Incluidos aquellos y aquellas que vivían en barrios muy
distantes del nuestro. En esa geografía explayada de nuestra ciudad.
Por lo mismo, entonces, que mi vuelo fuera nítido e imbuido de
sonidos prolongados; Eufrasia adhirió a mi propósito. Nos hicimos (ella
y yo) viajeros rebeldes. Avezados caminantes entre las nubes.
Sinceros ofertantes de ilusiones. Todo esto, a pesar de no haber
dilucidado la relación entre los recuerdos perdidos. Por allá en nuestra
infancia temprana. Y el presente (éste); como si en tránsito continuo,
hubiéramos perdido el interregno. En algo asì como si el movimiento
de nuestros pasos y nuestros vuelos; no hubieran podido acotar la
esperanzas.

Otro tiempo, otro viento


En uno de tantos viajes, Valentina Valentinota, llegaría a territorio
habitado por extraños animales. Ella misma, lo contaría el día en que
nos reunimos para agasajar a Pedrita Valbuena. Decía ella (Valentina)
que había visto, el primer día, a una libélula enana. De colores como el
iris absoluto e infinito. Siempre en vuelo contracorriente. Atada con
hilos delgados, dorados, brillosos. Siempre protegiendo sus inmensos
ojos color gris.
Después nos contaría acerca de dos moscos que acompañaban
siempre a “Pedrita”, como llamaría a la libélula enana. Dirìa de ellos,
en descripción magnífica, que sus alas emitían un tenue sonido. Alas
color amarillo. Que expelía, entre vuelo y vuelo, colores asociados a la
magnificencia de la lava volcánica. Una intensidad entre naranja y rojo.
Los ojos, de “Lobo” y de “Oso” (como llamaría a los dos moscos),
tenían el color reflejo del azulo profundo; de las aguas del lago
circundante. Y los viajes de Valentinita se irían haciendo mucho màs
extensos. “Pedrita”, “Lobo! Y “Oso” la acompañarían con mucha màs
decisión. En los caminos, esos caminos en veces estrechos. En veces
anchurosos, Irían siendo poblados por pájaros y pájaras de
multicolores plumas. Y con doble pico. Por mariposas dotadas de once
pares de alas. De colores tan variados y nítidos, que no cabían en el
imaginario. Ni en el de ella. Ni en el de Adriana Alejandra y Ángela
Alejandra, quienes se le habían unido, una vez pasarían (Valentina,
“Pedrita”, “Lobo” y “Oso”) por el sitio llamado “Espejo Perplejo.
Con toda la diversidad vista y sentida, Valentina, empezaría la
convocatoria. Como tratando de esforzar su visión acerca del
significado de las ilusiones. En una perspectiva de esperanza abierta,
cierta, prolongada.
Y, como si el tiempo se hiciera cada vez màs ancho y màs potente: sus
amigas Eufrasia, Adriana Alejandra y Ángela Alejandra y “Pedrita”. Y
sus amigos “Lobo” y “Oso”. Resolverían avanzar. Caminando, siempre,
en contravía. Como si tratases de retar al mismo tiempo y al mismo
viento.
Demetrio y las Tres Marías
En esos de ir contando historias. Demetrio Alvarado Castaña, se haría
a la idea de contar lo que viera el mismo día en que conociera a las
“tres marías”. Las llamaría, desde ese entonces, así. En razón a que
coincidiría en sus nombres. A pesar de haber vivido, siempre, muy
distantes una de las otras. Y las otras de la una.
Todo comenzaría el mismo día. María Azucena, había nacido en
“Barrio Loreto” situado al sur de la ciudad. Ella y su hermana Natalia,
estudiaron en el mismo colegio. Siempre en condiciones de alguna
dificultad manifiesta. Relacionada, fundamentalmente, con la situación
de la familia. Como casi todas las familias del barrio. E, inclusive, como
casi todas las de la ciudad.
Desde muy temprano, en su infancia, empezarían a sentir el
desasosiego propio de la falta de abrigo. De la ausencia prolongada de
compañía. Cada una por su fuero propio. Pero, al mismo tiempo, cada
una en posición de ansiedad referida al sentimiento colectivo, asociado
a la perspectiva de futuro.
María Azucena se fue haciendo a la idea de centrar sus actividades
escolares, en relación con lo constituiría su pasión cada vez màs
profunda: el aprendizaje de la profesión relacionada con la
interpretación de los sueños de los otros y las otras. Esta pasión, había
surgido a partir de sucesivos sueños. En los cuales serían constantes
las imágenes alusivas a los recuerdos. Algo asì como estar sumergida
en otros sueños. Un paralelismo vinculado con las condiciones mismas
de lo que cada quien pueda llegar a ser. Bien como sujeto o como
sujeta.
Se le iría, de manera constante, el tiempo en la pensadera acerca del
sueño relacionado con Valentina Sellares,. La misma que, aún seguía
siendo su disociación con respecto a la personalidad definida; a pesar
de percibirla a su lado, en cada cambio d clase. Y, yodo esto, a pesar
de sentirse agobiada por punzantes momentos, en los cuales ella y
ella, asumían roles diferenciado. Pero, al mismo tiempo, como si
fuesen una sola; al momento de refrendar los pasos y las acciones y
los hechos. Con razón, en veces, sentían como si las atravesase el
hilo conductor de la historia que ya había vivido por anticipado.
De ellas, Valentina Sellares y María Azucena, se dirìa siempre que
fueran mujeres con la posibilidad latente de ser condicionadas por el
apego a sus sueños. Por las vivencias diarias, en su día a día,
entendidas como me reflejo de la una con respecto a la otra.
El caso de María Altagracia sería contado, como si recién apareciera el
entendido de comprensión directa con respecto a los caminos
recorridos.
Había nacido en “Ciudad Alpujarra”, en el barriecito adjunto al centro.
Llamado “Barrio Hipódromo”; se caracterizaría por sus calles en tierra,
sin ningún tipo de asfalto que evitara el barrizal formado en época de
lluvias.
Ella, María Altagracia, nunca tendría amigas. Ni amigos. De hecho se
le conocería como lo que las mamás llamarían siempre “cusumbo
solo”. Como mera alegoría cifrada. Significando, con ello, aquellas
condiciones y personas en las cuales la soledad fuera como insumo
constante. Un estilo de vida asociado al ensimismamiento propio de
quienes, en el tiempo, habrían viajado a bordo del viento. Un absurdo
como entender que, en ese ir y venir del ser, ni siquiera estarían
acompañados o acompañadas de las sombras, sus propias sombras.
Siendo asì, entonces, María Altagracia, haría de su propia casa algo
asì como refugio perenne. Su memoria condicionada a sus propios
recuerdos en soledad potenciada. En todo lo que pudo haber sido, si
se vincula con el significado mismo del pasado de cada quien. Como el
pasado de Eufrasia. O el pasado de la libélula “Pedrita”. O el pasado
de los moscos “Lobo” y “Oso”. Es decir quienes pasaron por territorios
y que ya habían sido conocidos y conocidas, en la historia anterior a la
aparición de María Altagracia.
Ella, en esa circundaciòn efímera. En la circularidad de todos sus
movimientos. En esa soledad de la soledad misma; dejó de necesitar
amigos y amigas. Por lo mismo que, ahora, ya no està para explicarlo.
Por lo mismo que, cualquier día, alzó vuelo en búsqueda del diablillo y
de su hijo. Y del “buscador preguntón”. Y del “negro Salatiel”. Todo
ello, en tratàndose de volver a ella misma.
María de los Ángeles, en su tiempo ya pasado, habría estado asociada
con Eunice Valenzuela y con Virgilio Ampuero. Todo, en el tiempo,
tendría la connotación de ser un pulso constante. Entre lo que cada
uno o cada una tendrían de ser caminantes en el espacio abierto.

Un bache en el camino

No todo lo que había pensado antes se mantiene ahora. Es como si
hubiera perdido todos mis referentes. Una nostalgia viva empezó a
recorrer mi cuerpo. Y mi espíritu. Como cabalgando hacia un infinito
totalmente desconocido. Reconozco que la incertidumbre pareciera
estar latente al momento de empezar mi reconocimiento en términos
de lo necesario para poder acceder al punto de equilibrio. Ese estado
que, pienso yo, será siempre las aspiración de todos y todas seres
humanos.

Al despertar, este día, encontré mi cuerpo deambulando por todo el
espacio en que estaba situado. Trataría de centrar mi espíritu en lo
fundamental constituido como necesidad potente. Tal vez para no
subsumirme en profunda tristeza. Todo a cuenta de la condición de
sujeto inerme; ante los avatares y condicionamiento del destino.
En todo caso recuerdo a Valentina. Mis primeros pasos al lado de ella.
Cuando compartíamos salón de clases. Cuando conversábamos con
Eufrasia y con María Azucena y con María Altagracia. Ellas y yo en
una expresión lúdica. En benévola interacción que traducía esperanza
a futuro. Pero, también, ternura y solidaridad inmediatas.

Ese treinta y uno de octubre del año en que Valentina cumpliría doce
años, nos reunimos en “Placita Alvernia”; con el propósito de
expresarle nuestra admiración. Por lo que ella sindicaba para nosotros
y nosotras. Tejiendo condiciones para entender la cotidianidad un tanto
extraña. Ante todo en consideración al posicionamiento del miedo,
Como si, a cada paso, se extendiera la opción de arrasar con la
intención nuestra, en el sentido de potenciar el quehacer libertario. A
partir de nuestra presencia en la escuelita. Pero, también, en el vasto
entorno del municipio de “Villa Esperanza”; en el cual habíamos nacido
y estaríamos creciendo.

Y, a la vez que mi cuerpo, flotaba. Mi espíritu como que iría
decantando saberes y comportamientos. Mi yo, entenido como insumo
no atado a ninguna expresión física, iniciaría el vuelo hacia el horizonte
antes soñado.

En cada escenario abierto, caminaría con la certeza de llegar a
“Ciudad Vigía”. Y, acompañado por mamá Rogelia y por la mamá de
Valentina Sellares; fui yendo en plena aireación somática. En plena
pretensión de alcanzar logros asociados al futuro. Entendido como
escenario y como territorio. A partir de sentirlo como opción inherente
al desarrollo mismo de la humanidad.

Y trataría de asir mi cuerpo. A partir de relacionarlo con mi
consolidación espiritual. Tratando de pretender que esa relación
pudiera llegar a constituir la consolidación de dos formas diferentes de
exhibir la condición de sujeto,

Siendo asì, entonces, todo el vuelo asumido con Valentina y con el
Negro Salatiel y con la libélula “Pedrita”. Y con los moscos “Lobo” y
“Oso”. Y con Luis Diego y Diego Luis. Y con María Azucena. Se
entendería como proclama cierta. Como convocatoria expresa. Como
iridiscente deseo para alcanzar otro tipo de opción. Un tanto más
vinculada con la vida entendida no como simple ser, ahí, expuesto,
inane. Por el contrario como la unidad entre intención y ser habilitado
para construir cuadros relacionales mucho màs plenos; en lo que esto
tendría de aproximación a la Razón como continuo devenir.

Ese día, entonces, mi espíritu no podría retener mi cuerpo. Se
produciría la disociación que había temido. Cada quien por su lado. Y,
en ese tràmite absolutamente triste, trataría de dejar correr mi canto.
Porque supe, en ese momento, que había perdido mi libertad, de tanto
juntar silencios. Ellos y ellas, a quienes percibiría en mis sueños,
naufragaron conmigo. De tanto exhibir olvido.




La repetidera de las letras

Corriendo que, corriendo corre, Juanita pasó veloz, por la callecita del
recuerdo. Y, en ese ir yendo corriendo que, corriendo corre; Jacobo
Monserrat viaja hacia la “Colina de Santander”. Y, en esa misma
locomoción de tiempo y de espacio; la figura de doña Margarita, se irìa
yendo por el camino llamado “De las Cuatro Rosas”.

Y, cada quien, con cada quien corriendo; empezarían a entender la
necesidad de redefinir las palabras, Como se tratara de colocar los
puntos sobre cada coma. Como tratando de llevar a la P, para que
dijera pato en vez de pez. Procurando decir a la R que recuerde a
Rosalba la amiga de Rosa y de Rosaura. Y que la T entienda que
Tulia, tiene todos los tabacos unidos a la tabacalera de Todos y todas.

Con la L, de luna pálida que Lalo va acomodando en el jardín de Lola y
Lila. Como si estuviese en el hogar de la U. Con las niñas *Úsuga y
con Ulpiano el señor de las uvas y que se fuera para una de las que
primero se acercó a vigilar a las Urdaneta. Las niñas que una vez se
hicieron una; viajaron hasta el país de las Ugarte. Las mismas niñas
que don Urías adorò. Como se adora al jardín de las Úrsula. Las
mismas que, con la V, bebieron vino de la viña de doña Vilma Viviana..

La D, entonces, decidió dedicar el dedal de doña Débora. La misma
señora que se tronchó el dedo cuando Danilo Dueñas dijo que dijo,
diciendo; que dos màs doscientos fuera doscientos dos al cuadrado.
Y la C de la señora casa, viajó hasta Cáceres el pueblito en el cual
nació Camilo el novio de Camila Cediel Cano Caviedes.

Y la A con la que se escribe Álvaro, Ana, Andrea, Alfonso y Alfonsina,
Pero, también, Alba, Argenes, Ambrosio y Aquilina. Viajaría a bordo de
las nubes que ya habían acompañado a Valentina Sellares. Siendo la
V, entonces, la letra de Valbuena y de Velocidad y de los Varela que
viajaron hasta donde las amigas de Vilma y de Valeria.

Reconocí la S, cuando Suetonio, mi amigo sincero, sintió que Salatatial
el negro, salió hasta llegar donde los Suárez. Los mismos que cazaban
sinsontes, sabiendo que sinsontes no podía cazar. Ni tampoco matar
sapos silenciosos que sabían que Solón de Sileto, salía para la casa
de Sansón el fuerte. Que, entre otras, fuera amigo de Santander
Higuera.
Y si que pasaría la F, fundando fundos y buscando a Fulgencia
Foronda. La misma que fuera amiga de Fulgencio Beltrán Fuentes.
Todos y todas al pie de los fundadores de la fuente llamada Fundación
de Fabiola y de Fabio y de Federica la amiga de Federico.

La E, corrió veloz en busca de Enrique y de Enriqueta. Y se encontró,
a Evelio y a Evelia; que salían de viaje el mismo día en que felices
fueron las Foronda, Amigas, nada màs ni nada menos, que las
hermanas de Feliciano Forcadas. El amigo de Felicia a la que llaman
la flaca.

Y vino, entonces, la G de los García, los Gómez, los Granada y los Gil.
Todos y todas, en perfecta gracia con Graciliano y Griselda. Les
acompañaría, también, Federico Galarza Garsilazo. Y la señora
Epimenia Gondomar Grimaldo.

La J llegaría un tanto jorobada, por lo mismo que el jilguero no cantaría
hasta después de junio o julio; según dirìa José Jenaro Jácome.

Y vería, yo, a la V de Viridiana y de Vizcaya, el señor de la familia
Vivas y Villa pinzòn.

La Z, como si nada, se hizo zapatera de todos los zapatos que doña
Alejandra Zaldúa llamó para que don Zabaleta hiciese amigos en
Zapatoca, la tierra de los Zabala. Quiénes fueran conocidos en el
Zaguán de las Zambrano.

La Y, hizo presencia el mismo día en que don Yepes le dijo a Yeison
que ya era justo dejar de llamar a Yamile para decir siempre lo mismo.
Y que era hora de llamar a Yanira para que llevara a todos los pueblos
la llave de doña Yesenia.

Magdalena, que se escribe con M, dejó de lado entender que
Maximiliano estaría en Magdalena Medio. Todos los días. Desde
madrugada hasta mediodía.

La N se puso celosa con Nidia, la niña de la familia Nivia. La miasma
que nadando llegó hasta Puerto Nicéforo. Tratando de nada decir.
Comoquiera que diciendo nada, nadie pudiera ser entenido como si
fuese ni de aquí ni de allá.

La O de oferentes y de ósmosis. Pero también la letra con la cual
empieza Olimpia y Orfa y Osiris y Ordòñez. Vaya delirio, ojala me
entiendan, cuando el ojal perdió la aguja y Ovidio se hizo niño en
orfandad.

Por último, la Q, le dijo a Quintiliano que volviera porque don Quicazàn
lo estaba buscando para que le devolviera la quimera que le había
prestado cuando don Quiroga le dijera que doña Quintero le habría
dejado quieto. Por lo mismo que Quintero y Quicazàn quedaron en
que, cada cual, harían que regresara la negra Quilmes, desde donde
Quintiliano Quiceno, el novio de la niña Quiroga. Las misma que quiso
cualquier día casar a don Querubín con la señora Querubina
Quimbaya.



La Lenteja
Mayor


Hay dichos, reflexiones, carretas, que nunca las he podido entender:
“eso es como soplando y haciendo botellas”. Vaya enredo. Hasta
donde tengo preciso, con mi pésima asimilación de la física básica, se
puede hacer en un laboratorio de soplado de vidrio. Juvenal, mi
colega de ceguera en física, en sexto de bachillerato, acató la orden
de nuestra profesora. Tan mal lo hizo, que sopló fue para dentro. Pues
sí, murió de algo q u e los médicos llamaron: U n a quemazón ni la
verraca. Tripitorio, hígado, páncreas. No sé si me entienden. Entonces
no es tan fácil soplar y hacer botellas.
Otro: “Salió con un chorro de babas”. Tampoco lo entiendo porque,
comparándolo con lo que pasa en mi casa, Alfonsito, mi hermanito
especial, de conformidad con la tipificación actual, babea todo el día.
Con mocos y todo. ¿…será eso? Que a todo aquel o aquella que le
decimos eso; ¿es especial? Es decir…
Otro: “en casa de herrero, azadón de palo”. S e me viene una
interpretación, así: ¿será q u e se aplica en todos los casos?. Por
ejemplo: en casa de barragana, muñeca inflable. O, en casa de
carbonero, préndale a la gasolina. O al gas natural. En fin, sigo sin
entender,
O este: “Tanto va el cántaro al agua, hasta que al final se rompe”.
He tratado de interpretarlo así: tanto va el taladro en pozo de petróleo
de Rubiales, hasta que al final, todo un pueblo sin agua.
Y este: “n o por madrugar, amanece más temprano”. E n mi
perversa y supina ignorancia, me ha dado por creer que es lo mismo
que: no por llegar borracho a casa en la madrugada, se encuentra a
la mujer feliz. O esta: no por pensar en el fenómeno del niño, habrá
otro Gaviria cambiando las horas”.
Esta sí que me ha causado problema; “dime con quién andas y te
diré quién eres”. Fíjense en esta aproximación: dime si fuiste donde
Uribe y te volverás paramilitar. Tengo esta otra: Dime si conociste a
Turbay y te lo juro que sabes bailar el Polvorete.
Y que de esta: “Yo sé por dónde va el agua al molino”. S e me ha
ocurrido este parecido: yo sé por dónde se llega al Congreso. O, yo sé
por dónde se muere más temprano, pues siendo enemigo de un
sicario.
“Es mejor pájaro en mano que cien volando”. Tremendo lío, por
esto: más vale un salario mínimo que yendo a cientos de cooperativas
empleadoras. O, más vale decirle que sí al papa Francisco, que ver
perder a San Lorenzo de Almagro.
Pero este si es la tapa: “Donde quiera que fueres debes hacer lo
que vieres”. ¿Qué pasa, entonces, si voy al Palacio de Nariño y veo
la cola de lagartos que esperan?. O ¿Qué pasa si voy donde el papá
de Messi y lo veo cobrando por la publicidad de su hijo, vendiendo
arracachas boyacenses?

“Ojo por ojo, diente por diente”. De solo oírlo me da lo que las
mamás llaman escaramuza. ¿Qué tal si me meto en el alegato de dos
ciegos y muecos?. O sea, será lo mismo que el Ejército Sionista
atacando a la población inerme. Será que puedo validar el dicho en
mi casa?
“Los últimos serán los primeros. O El que ríe de último ríe
mejor”. ¿Y si dejo la risa para después de los otros y las otras, y se
muere mi mamá? ¿De quién me río?
“Ganarás el pan con el sudor de la frente”. ¿Será lo mismo en una
familia de frentones y frentonas, qué en una familia de frente enjuta.
Será que comen más pan en la primera familia? Algo así como pensar
que a más frente más sudor?
“Más vale dejar libre a un faltón, que condenar a un angelito de
dios”. ¿Será lo mismo que decir: Más vale matoniar a los de décimo
D en el Colegio La Sagrada Familia; que equivocarse con los de once
J, en la Escuela Militar Divino Mancuso.?
“No tengo velas en ese entierro”. ¿Será algo así como: ni pendejo
que fuera para embarcarme con ese man en el cuento de los falsos
positivos”?
“Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”. En veces me
da por creer que es lo mismo que decir: No vayas a Barranquilla, no
sea que te arrastre uno de los arroyos.
“más bravo que misia escopeta”. Con lo entelerido y lento que soy,
he llegado a creer que sería más bravo, que misia escopeta de dos
cañones.
Qué tal este: “El o la que tiene rabo de paja no se mete a la
candela.” Me ha dado por interpretarlo así: Qué tal si el rabo no es de
paja, sino el de Amparo Grisales. ¿Será que de todas maneras corre
el riesgo de quemárselo? O, ¿si apaga la candela el procurador
Ordóñez. Será que no puede comulgar hasta diciembre?
“Este, o esta tiene fe de carbonero”. Por más que trato no lo puedo
asimilar. Sin embargo me aviento con la siguiente aproximación: ¿El
Atlético Quindío, para acceder a la A? O esta: La de Dunga, cuando
quiere que se borre de la memoria el siete a uno?
“A ese teatro no le cabe un tinto”. ¿Cómo así, será que el tinto no
se riega en medio de tanto ajetreo? O, ¿ cómo se las arregla el que
tiene el tinto para sentarlo?.
“A cada santo le prende una vela”. Yo, consultándole al papa
Francisco, he llegado a la conclusión de que son, entre santos y
santas, unos diez mil. ¿Quién va a compra r diez mil velas? A no ser
el o la que sea se gane el baloto.
“más caliente q u e negro en un baile”. Hum, lo q u e faltaba. Se
pueden dar las siguientes interpretaciones: ¿Baile solo de negros y
negras? ¿Baile de integración para confrontar el racismo; es decir de
negros, negras, blancos y blancas? O ¿Será que el susodicho negro
llegó con la mecha encendida, crecida? ¿S e r á el negro q u e se
prendió fuego para que su negra lo localizara, en caso de apagón?
O este otro “de las carreras no queda sino el cansancio”. ¿Será
que quieren referirse a Cochise, cuando le corrió a Uribe, buscándole
voticos, para salir como senadorcito?

Uno parecido al anterior: “Aquí, el que menos corre vuela”. ¿Tendrá
algo que ver con la familia de Usain Bolt?
“El que no quiere caldo se le dan dos tazas”. Lo primero; se me
hace raro caldo servido en tazas y no en platos hondos, como donde
las abuelas. Segundo, qué tal que el caldo sea de pajarilla y de
creadillas’. El fulano o la fulana, si se tomarán dos porciones?
“Luz de la calle, obscuridad en la casa”. ¿Será que en la casa se
quedaron sin luz. O que se la cortaron por exceso de pago?.
O este: “al que madruga dios le ayuda” Es el en que más he
pensado. ¿Será lo mismo que decir:
¡Oiga no joda no duerma todo el día, que dios lo está esperando!

Este otro me ha llamado mucho la atención “En casa de ciegos, el
tuerto es rey”. He tratado de entenderlo. Y se me viene a la cabeza: ¡
sáquese un ojo si quiere reinar!.
“A cada santo le llega su día”. Le he echado cabeza, creo que tengo
uno parecido: Si son diez m il santos, cada uno espera esos años sin
envejecer.
“El que con niños se acuesta, mojado amanece” Este si es fácil,
porque me ha tocado lavarme el berrinche a cada nada
“De tal palo, tal astilla”. Este si es como para los forestales. Algo así
como: si ya conoces el palo, seguro que conoces la astilla.
“El que a hierro mata, a hierro muere”. E s si es como para
aplicárselo a los sicarios. Pero, con una variación: el que con changón
mata, mañana le dan metralla, en Manrique, o en barrio Triste.
O este:” Si algo quieres, algo te ha de costar”. Dentro de mi
escasa mollera, entiendo esto: Si vas a la tienda, no te robes los
huevos.
“Está más perdido que el hijo de Limber”: Nunca lo he entendido
con ese nombre. Pero, en aproximación, sería, creo yo: Nadie lo
encuentra desde que se perdió.
“Se le devolvió la procesión”. Lo encuentro igualito a: el cura
párroco del barrio, se enojó con Altagracia, porque ella no confesó sus
pecados.

“Hizo la del bobo”. Muy fregado, es un insulto a quien se hace el

bobo haciendo cualquier cosa.


“Ni que estuviéramos bravos”. Le pasa lo que le pasó a

Alonsito, siempre pidiendo favores.


“Donde come el enfermo, come el aliviado”. No sé si lo entiendo,
es lo mismo que: Tranquilo no vuela a mercar mijo, visite los
enfermos en la Clínica León XIII

“Conoce más palos que un mico”. Le he querido dar la explicación
menos burda posible: ..e avemaría mija guarde esa perra que están
los perros haciendo cola.

“Lo hizo de aposta”. Entiendo algo así como: Vaya Danielito y


devuélvale al carnicero esa posta que está muy dura.


“Salió que ni pintiparado”. Creo que hace alusión a Don Benjamin
que, en verdad, pinta parado.

“El que se fue pa villa, perdió su silla”. Con lo indelicados que son
en este barrio, yo diría así: Viejo man, no de papaya, llévese su
taburete.
“Más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Entiendo así: He
entendido que el diablo no es muy inteligente. Pero el viejo Alcaráz, se
sabe las tablas de multiplicar.
“Respirando por la herida”. No sé, se me ocurre: A Albita le operaron
la nariz y la boca y respira por una sonda.
“se fue por lana y salió trasquilado”. No sé, me suena a peluquería
barata. Yo diría: mijo, mire que le cortaron una patilla sí y la otra no.
“Haga de tripas corazón”. Nunca me ha gustado esa expresión. Por
lo mismo, yo diría. Al marrano de nochebuena le aprovecharon todas
sus vísceras y su mango.
“Le quito está vida y la otra”. Me suena un poco como a quien le
disparan con escopeta de dos cañones.
“A mi mula negra no le busque pelo blanco”. Es como decir: no sea
bestia, deje de engañar a Josefina.

“Santa Bárbara bendita”. A doña Ofelia le escuché desde chiquito
esa expresión, cuando a Don José, le cayó un rayo encima. Pero no
le encuentro sentido, porque en Santa Bárbara (Antioquia), no es que
le crean mucho a la santa.
“Qué me parta un rayo, si miento”. El viejo Eduardo, cada que su
amigo Evelio decía eso, se echaba a correr y a gritar, ¡Santa Bárbara
bendita!.

“Vaya a que lo piche un perro” De buena fe he creído que es: no
abra esa puerta que lo muerde el perro de don Eufrasio

“Se puso la casa de ruana”. Me ha dado por entender: Cómprese

una ruana y póngasela en la casa

“. Ni fu, ni fa”. Como que me parece así: Orquesta desafinada.


“Si te metes de bombero, no le huyas a la candela”: Me parece un
poco injusto, sabiendo que don Augusto, el bombero, corrió fue de
miedo del perro de enseguida.
“…Ah vida perra la del pobre mara, cagó un sinsonte y le cayó en
la cara”. Ni señas quien es o fuera don mara. Lo cierto es que me
parece un caso raro.

“me cuesta trabajo dar del cuerpo”. Es como si uno pusiera al
cuerpo a dar ¿dar qué? Sinceramente no le encuentro sentido. Porque,
así, uno pudiera dar el corazón, el hígado, el páncreas…etc.

“Al rey muerto, rey puesto”. Como yo odio a los reyes, se me viene
a la cabeza: A rey muerto, toneladas de tierra en su tumba”.
“El agua clara y el chocolate espeso”. Creo que es un problema de
forma. Como queriendo decir: tómese el agua primero, pero le
advierto que después le digo dos o tres verdades, pendejo.

“si a eso se levantó, vuélvase a acostar”. Me viene a la mente:
deje de ser abusivo. Todos los días en lo mismo: pidiéndome aquello.
“Más demorado que polvo de borracho” Se me ha ocurrido que es
como el esposo de doña Ana que se fuera a comprar un pote de
mexsana, y se demoró mediodía.
“Unas son de cal y otras de arena”. Entiendo que es como en una
cantera. Una palada de cal y otra palada de arena.

“Más porfiado que la mujer de garabato”. Mi mamá me dijo que
eso le decían a la esposa del finado q u e llamaban gancho, q u e le
echaba cantaleta a toda hora y que…En fin y o preferiría: Qué vieja
más cansona, todo el día pidiéndome la misma cosa.

“El bulto sabe a quién le sale”. Siempre me parece dirigida a los
coteros. Pero, también, puede ser: Quítate bulto de carne, que voy a
pasar.
“En un abrir y cerrar de ojos”. Es tanto como cuando te echan gotas
para dilatar pupilas.

“Primero muerto que mal acompañado”. Esta sí que es bien difícil.
He optado por esta interpretación: Si mi presencia te molesta, ándale
has lo que te dé la gana.

“Hijo de tigre sale pintado”. Ni que tigre ni que nada. S i es hijo de
uno,, en algo tiene que parecerse. A no ser que Juliana, me haya
dicho mentiras.
“Repicar y andar en la procesión”. Me recuerda mis años de
monaguillo. Y o hacía las dos cosas. Con u n a campanita portátil
llamaba a misa, mientras andaba detrás de los santos.

“L o s últimos serán los primeros”. Tremenda contradicción.
Parecida a “tres personas distintas y un solo dios verdadero”. No
cuadra con ninguna de las opciones de operaciones con polinomios
y la ley de los signos. Por lo mismo, yo diría: no seas bobo Mariano,
no corras esa prueba que ya está arreglada.
“La constancia vence lo que la dicha no alcanza”. Y vuelven las
cosas raras. La constancia es terquedad y la dicha, es gozar la vida.
Ni lo uno ni lo otro, pues.
“Más enredado que un bulto de anzuelos”. Ni pescador que fuera.
Lo cierto, en verdad, es que llevo casi tres años desenredando el
nylon para poder colocarle la carnada al pez vela.

“Salió mal. Como por la puerta de atrás”. Yo he creído que no dice
nada. Siempre y cuando se crea que por la puerta de adelante, lo
están esperando los chepitos.
“Barriga llena corazón contento”. Me suena un poco a glotonería.
Nunca he entendido en que se parece el buche al corazón. Tal vez
sería: come, come ya, que viene el cardiólogo y te va a pillar.
“El que busca encuentra.”. Aquí, el problema es que conozco a
varios que se han ido a la Pedrera a baharequiar y han vuelto con las
manos vacías. Yo la cambiaría por esta: Si vas a buscar oro, fíjate
que puedes meter la pata en el lodo y encontrarás puras niguas.
“Hoy por ti mañana por mí”. No hay tal. He hecho favores a casi
todos mis vecinos y el mañana ha sido que me han tumbado el
alicate, e martillo, la llave boca fija…….
“No mires la paja en ojo ajeno, sin mirar la viga en el tuyo”. Vuelve
y juega eso de las comparaciones. Creo que todo se reduce a tener
cataratas.
“E l mismo perro con la misma guasca”. Primero una aclaración:
debe ser la misma cabuya o collar. Creo que se parece a todas las
suegras, siempre lo mismo.

“Amanece donde lo coja la noche”. Típico sinvergüenza que se la
juega a Marianita casi todos los días.
“Con la vara que mides serás medido”. Claro que sí. En el ejército
los miden a todos, con el mismo palo. Los que llegan son medidos por
los que ya están y que también fueron medidos (el garrote de los
instructores)
“Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”. Puro
trabalenguas. Yo diría; si tienes algo que decir, dilo ya, pero no digas
algo que ya fue dicho.
“Vicente va para dónde va la gente”. Ni pintado. Yo digo; Hombre
vos si sos repetido.

“El mismo puente, cruzando el mismo río”. Aquí si la embarraron.
Porque ni es el mismo río y, para ajustar, el puente se pudo haber
caído.
“En cada puerto un amor”. Sí que es relativo. Más bien he pensado
en: Recojan a sus hijas. N o vaya a ser que llegue el Buque Escuela
Gloria, que lleva varado tres meses con cien infantes de marina a
bordo.
“Desde el desayuno ya se sabe que será el almuerzo”. Tal vez sí.
Pero no me queda claro si es por la escasez generalizada. O por
aquello de don José, el de la tienda y su familia comen solo las yucas,
plátanos…que no han vendido.
Dios no castiga, ni con palo ni con rejo”. Siendo así yo, en cambio
diría: Si fue capaz de echar a Adán y Eva del paraíso, es muy capaz
de dar fuete, cañazos, palazos, puñaladas…al que le dé la gana.
“cada niño o niña, nace con el pan debajo el brazo”, Eso no es
cierto. Mi tía Angélica tiene catorce hijos y ya no le alcanza la plática
para tanto tetero de agua de panela.
“Como si no lo conociera”. Quieren decir que ese está untado. Yo
digo: No, hermano, usted está hecho, todo el mundo sabe que es un
faltón de aquí a cualquier parte.

“Lo puso en capilla”. Verdaderamente, no se cual capilla. Pero, de
todas maneras, creo que es: Si te pilló ayer, hoy te la va cobrar.
“ese muchacho es muy rápido, en un tris va a Roma y Vuelve”.
Siendo así, sería mejor decir: Va hasta el Mar Muerto a resucitarlo”

“Dios no castiga ni con palo ni con fuete”. No sé, entonces conque
será. Lo cierto es que le sale, a mi diosito eso que le canta Soledad
Bravo:”…de seguro que él almuerza en la casa del patrón”
“Lo que por agua viene, por agua se va”. Ni más ni menos, le sale
al que se ahogó en el río, y lo encontraron en el mar.

Otra muy parecida. “Buscando el ahogado rio arriba”. Viéndolo
bien, puede ser: por ejemplo el caso, del que se ahoga y queda
ensartado en un banco de arena O en un tronco de árbol. Y vienen a
buscarlo desde abajo.
“Lo quieren más que a un hijo bobo”. A Turbay le sale lo que le dijo
la mamá….ay, mijito, no se haga el bobo que usted es muy vivo
“A dios rogando y con el mazo dando”. Y dele con el Nazareno. Lo
que pasa es que ese sí dio zurriago ventiao a los del mercado que
sabemos. Menos mal que no ha venido al Capitolio, ni a Abastos…ni
a Casa de Nariño.
“ la quiero Como a la niña de mis ojos”. A veces pienso: habrá
alguien que en vez de niña, tenga niño en los ojos? Porque de ser así

“Eso es un elefante blanco”. Casi que no. Por fin le achacan a los
blancos algo non sanctus.

“…Tiene un negro porvenir”. Dos cosas, o una negra que está de
parto. O, lo de siempre: todo lo negro es malo.
…Y es que, como ese, hay muchos: “negro destino”, “día negro”,
“nube negra”, “negra noche” (es decir, en doble vía); “negro que
no la caga a la entrada, la caga a la salida”….
“Todo lo del pobre es robado”. En verdad, puede ser cierto: Que tal
uno bien ll evado y que le den papaya en cualquier casita burguesa.
Televisorcito de 42”; Neverita cuatro puertas - Jacuzzi en mármol.
Mueblecitos Victorianos, etc.
“Ni pendejo que fuera”. Eso dijo el man del caso anterior.

“Esa vieja tiene una lengua tan larga que comulga desde el
atrio”. Yo sí creo. Conozco una propia para eso: la secretaria privada
de Ordóñez. Es la que le lleva todos los chismes. Como los
informantes de los Tribunales de Inquisición.
“El que en la miel anda, algo se le pega”. Pues si…las abejas.


“Váyase para la porra”.. Nunca he podido saber dónde queda

la porra “Ni para allá, ni para acá”. Siempre me ha sonado

como a sainete politiquero.


“El día de la quema se ve el humo”. Claro que sí. Inclusive es vital
para los cónclaves para anunciar que hay otro papa…Y de seguro,
como casi siempre, no es ni será buena papa.
“Ese le saca capul a una calavera”. Sin necesidad de ser tan
extremo…a un calvo vivo.

“Pero me lo paga chan con chan”- Es decir, en efectivo. Aunque se
corre el riesgo de que se le peguen un tiro con un changón.
“Ni más ni menos”. Lo mismo de “ni para allá ni para acá”
Respuestas caucho. Va también para “más o menos”.
“Más pelado que espalda de frasco”. Casi todos vivimos ese
drama...a no ser que se trate de la espalda de una botellita de
aguardiente.
“Más feo que Parmenio”. A mí no me aplica, porque me llamo Luis.

“Le dieron sopa y seco”. Qué bueno. Sobre todo si el sequito se lo
dieron con carnita, tajaditas de plátano, ensaladita…”no pendejo, fue
que lo mataron”. No jodás marica, si?
“Más cansón que una piedra en el zapato. E avemaría. Cuando
hicieron a los sapos, ese ya tenía la boca abierta”

“Más puntual que novia fea”. Yo sí creo en eso, después de haber
conocido a la novia de mi tío Otoniel. Llegó al altar con tanto tiempo
de anticipación que el cura que los casó apenas si estaba en quinto
de bachillerato, en el Seminario Menor…y llevó, de una vez, la cama y
el colchón de tela de franela…y los pajecitos apenas estaban
tomando teta.
“Para el mamón no hay ley”. Le sale a casi todos los gobernadores,
alcaldes, presidentes, concejales y…, al faltón ese de mi hermano
mayor que siempre me promete una vueltecita en la moto. Y nunca se
llega el día.
“De un día para el otro”. Este si es muy obvio. A no ser que ni sea el
día, ni que el otro tampoco.

“Resurgió de entre las cenizas”. No me crea tan…como para creerle
que es capaz de volarse del infierno. Con lo avión que es Uribe, y
Pablo VI, y Laureano Gómez, y…el trinitario Ordóñez; y…
“Como Pedro por su casa”. Una de dos: o es un amante de su
mujer bien abeja. O se le metió Pedro Corolas al rancho y se lo
desocupó
“No lo puede ver ni en pintura”. Claro. Con esas cataratas que tiene
don Anselmo; ni en vivo y en directo puede ver a ese borracho de
Bertoldo.
“En un santiamén”. Ese Joaquín se le volvió a tomar el guarito a
Edilberto.

“con todo y todo” Como queriendo decir con todo y todo, todo
quedó como cuando me robaron todo
“Nadie sabe con la sed que el otro vive”. ¡Hum! Como para que lo
lean en La Guajira, Santa Marta,
Quibdó…

“Como ni mandado a hacer”. Apenas para Luis Eduardo Garzón,
quien desde 2010 dijo que “…simplemente me cautivó Juan Manuel
Santos.”
“Está mandado a recoger” Quisiera que, cada día, lo recordaran
León Valencia, Angelino Garzón, L u i s Eduardo Garzón, Gustavo
Petro, Navarro Wolf, y…todos los arrepentidos y arrepentidas.

“Coger el toro por los cuernos”. Sale en dos sentidos: coger por los
cachos al señor Toro, el esposo de María Jacinta. O, al torero al que
se le cayó la muleta.

“Como me la recetó el doctor”. Piropo pendejo de los matamujeres.

“…Pero le pegué una vaciada, para que respete”. No sé si esté
asociado a vaciar el inodoro. O a lo que dicen las señoras,
comentando la pelea con las vecinas.
“Ese aborrecido bebe más que macho asoleado”. Giro lingüístico
de algunas señoras, hablando de su marido con las vecinas.
“Que ni se aparezca por aquí”. Una variante de las amenazas
irrelevantes entre quienes fueron amigos de quien ahora es su
enemigo. (…de Uribe es, para Santos, pues).

“…y si está muy arrecho, venga y me lo dice en la cara”. Ora
variante de la anterior. Mientras eso dicen, cruzan los dedos para que
el otro se haga el sordo.

“No me dieron ni agua donde esa vieja”. Apenas hecho para insultar
a los tacaños.

“El que tiene tienda que la atienda.” Dirigida a quienes son tan
perezosos que mandan al papá o a la mamá a las entrevistas para
conseguir trabajito.
“No lo volví a ver ni en las curvas”. Versión de un ciclista,
hablando de Nairo Quintana. O de Cochise en su momento.
“Yo ya lo sabía, ese man no…” Le sale a todos los que se las dan de
sicólogos, para hablar mal de cualquiera.

“A la legua se ve que es un don nadie”. Dicho muy recurrente en
usuarios de lentes bifocales.

“No lo quiere ni su mamá”. Apenas, para dedicárselo a los torcidos,
tipo Uribe, Santos, Zuluaga, Valencia Cossío, etc.

“Está en la pomada” (termino anterior a mermelada, pero son
sinónimos)”. Los usufructuarios, paladines, vividores, y similares, sin
los cuales no se entendería el ejercicio del poder.
“Le hace más el ojo que la barriga”. Escóndase pendejo que es con
usted.

“Cada vez que lo veo, don Julián, me acuerdo que le debo unos
pesos”. Le están hablando, mala paga.
“En el camino se arreglan las cargas”, le decía el arriero a sus
mulas. Le dice, ahora, el traficante a sus mulas.

“Lo conozco como a la palma de mi mano”. Siempre me ha
parecido muy asociado a psicología que llaman popular. Es decir, la
psicología. Inocente
“En carrera larga hay desquite”. Lo veo un tanto bifurcado: o se
refiere a que, en el camino siempre aparecía “Desquite”, uno de
tantos peleadores que convirtieron su lucha política en bandidaje
perverso (entre 1944 hasta 1965). El otro: un tanto como ¡vea
pendejo, usted me la hizo ahora. Cuídese!.
“Ahora sí, que entre el demonio y escoja”. Es un poco aquello de
que: que cosa tan tenaz anda suelto ese diablo de Ordóñez.
Cualquier cosa mala nos puede pasar.
“Y dicho y hecho”: Como en la Historia q u e llaman Sagrada:
Hágase la luz…y la fue hecha”. Todavía seguimos sin saber quién la
hizo.
“En menos que canta un gallo”. Si es símbolo de velocidad y
rapidez, es relativo: que tal un gallo tatareto (tartamudo).
“Como alma que se lleva el diablo”. Y vuelve el diablo. Vuelve símil
de velocidad. ¿Pero, qué tal, si se montaron en un Transmilenio?
“Otra pata que le nace el cojo”. Lo entiendo como que no faltan los
problemas. Pero, en verdad, muy bueno para el cojo. Al menos ya
puede caminar sin problemas.
“No hay cuña que más apriete que la del mismo palo”. Si, puede
ser, como expresión que habla de que, por ejemplo, resulta que,
nunca se sabe; porque es muy probable que, tal vez pueda que sea
así.
“No me quita el ojo de encima”. ¿Encima de qué?...Y, ¿un solo
ojo?. Porque no los dos?....o será que, quien la está mirando es
tuerto?.
“Todo salió a pedir de boca”. Salió bien. ¿Pero qué tal si lo que
pide la boca es patacón pisao. O morcilla, o caldo de ojo, o
chunchullo…?....¿seguirá siendo bueno?

“Martes, ni te cases, ni te embarques”. ¿..O sea que solo se puede
viajar lunes, miércoles, jueves, sábado o domingo?. Y, entonces,
¿Qué pasa, entonces, si LAN me vendió un pasaje para dentro de
tres meses. Y, justo el día, cae un martes?...¿me devolverán, siquiera,
el 0.0005%?

“N o tiene veinticinco riesgos”. L o entiendo como ¡n o !. ¡Nunca!.
Hasta ahí, bien. ¿P e r o será que, quien lo dice, no corre mucho
riesgo?
“Fue flor de un día”. Pero, casi todas las mujeres de nombre Flor
que yo conozco, tienen bastantes años…sigo así de lenteja, no
entiendo lo que quieren decir.

“No de papaya”. Sí. Eso se le puede sugerir a doña Pompilia, la del
puestecito de frutas en el Campin cuando llegan los del “Aguante
Azul”. Es decir: ¡cuídese que la dejan sin nada!

“A palabras necias, oídos sordos”. Es la que hay que aplicarles

a los promeseros en elecciones.

“No tengo pa donde coger”. Seguro, que lo tienen cercado los

de Datacrédito.
“L o cogieron con las manos en la masa”. Típica situación del
panadero, o del arepero. Pero, ¿qué tal que sea el novio de Agripina
Maza Mora?
“Hoy no fio, mañana sí”. Letrerito que no falta en las tiendas, para
ahuyentar buscadores de fiados y similares. S e r í a bueno, también
ponerlo en las cafeterías del Congreso de la República, para
ahuyentar a los que sabemos.
“Cuando no está el gato, los ratones hacen fiesta”… ¿será que al
gatico lo desaparecieron los del Centro Democrático?
“Ese santurrón, no e s sino solapado”. ¿S e referirán a Evelio que
se la pasa vistiendo y desvistiendo a los santos y a las santas en la
casa cural?. ¿O al jediondo ese que, cada nada, está rezando y, cada
nada, prestando dinero al 35%?
“Ese es de los que tira la piedra y esconde la mano” Parecido al
anterior. ¿O

Será que hablan de Evelio, el novio de Josefina Piedra, que ayer pidió
su mano a la mamá y al papá?
¿…Ahora, quien le pone el cascabel al gato? Buena pregunta. Ante
todo si se trata de entender su lógica: Siendo, aquí, los gatos la
gendarmería que llega sigilosos interpretando la danza de las
desapariciones.
“Ojala le pongan el tatequieto”. Es decir están hablando de tratar
de parar a ese man que, de manera infame, hace lo que le da la gana
con la gente (… ¿un tal Santos, o un tal Uribe, o un tal Ordóñez,…?).
“Ese man ha ido de la seca a la meca.”. L o de la Meca (con
mayúscula) lo entiendo. No sé qué es la seca (no sé si hace alusión a
una pequeña inflamación, muy dolorosa por cierto, de la que hablaba
mi mamá y sin que haya podido ser confirmada, que se fijaba en el
sobaco, como una especie de metástasis de otro dolor). Lo cierto es
que se les puede endilgar a personas como Juan Pablo I I o Andrés
Pastrana o al profesor Mantilla, rector de la Universidad Nacional de
Colombia, o a mi hijo J u a n Camilo…o a los arrepentidos y
arrepentidas de la revoluta, dictando conferencias en Getsemaní
(barrio de Cartagena), Pavarandó; Turbo; San Andrés de Cuerquia;
Fredonia; Guapi; Puerto Escondido; Leticia; el barrio las Cruces en
Bogotá; Soacha; Belmira, barrio San Bernardino (Bosa)…

“…está todo tan tranquilo como en el barrio de los acostados”
Primera aclaración: léase cementerio. Claro q u e los paracos
oficiales, las Convivir y los “Doce apóstoles”, y a los campeones de los
falsos positivos; les gusta más el término “fosas comunes”
“Lo que hace con la mano lo borra con el codo”. La precisa para
Petro. Después de la alharaca libertaria en contra de la Procuraduría,
se enloda con lo de las máquinas tapa huecos.
“El que mucho abarca poco aprieta”. Dos opciones. El novio de la
gorda Fabiola; o (cambiándole el poco aprieta, por “mucho roba”)
Samuel Moreno; o Iván Moreno, o Morales Russi; o los Nule o casi
t o d o s los Senadores y Representantes…o las corporaciones
financieras y los bancos…
“Tapar el Sol con un dedo”. El alegato en favor de la inocencia de
María del Pilar Hurtado; de Sabas Pretelt; o de Álvaro Uribe; o de
Belisario Betancur (¿...recuerdan lo del Palacio de Justicia?); o del
arquero Castellanos, en el gol del Huila ayer; o de Felipao en el siete
a cero ante Alemania…
“El fiar es cosa ingrata. Pues se pierde el amigo y la plata”. O si
no que lo digan los tenderos y tenderas de barrio conchudo.


Un recuerdo

Cuando conocí a Juan Javier Jaramillo Juárez, vivía en el municipio
llamado “Jeremías Jején Jácome”. Una vida parecida a vivir el dìa que
es. Sin pensar en el que será. O en el que ya fue.

Estudiábamos en la misma escuelita “Juana Juvenecía de los
Juanetes”. Éramos muy buenos en eso de las matemáticas. Pero,
tampoco, nos quedaba grande ningún reto relacionado con las otras
materias.

Los dos conseguimos novia, casi al mismo tiempo. Eran Juvenala Jael
Jovellanos (la mía) y Juvencia Jeremías Jordán (la de mi amigo). Dos
muchachas bien entendidas. Muy elocuentes al hablar. Casi siempre
tenían la misma opción respecto a cualquier tema y/o acontecimiento.

En fines de semana salíamos a caminar por las calles de “Barrio
Jacinto”.. Conversábamos con quienes nos encontrábamos en nuestro
camino. En una hacedera de ilusiones; que nos posicionaban como
sujetos y sujetas de alto vuelo. Todo un proceso de socialización de las
ideas. Además de compartir todo lo aprendido entre semana.

Recordaría, pasados casi diez años desde nuestro último encuentro,
aquella tarde en que nos reunimos con los profesores y las profesoras
del colegio. En el propósito de reflexionar acerca de lo sucedido con
Jimena Jiménez. Ella había estado en el colegio tres años. Siempre
ajena a cualquier tipo de opciones susceptibles de vulnerar a las
personas.

Todo había pasado en velocidad de tiempo intrigante. Comoquiera
que, Jimena, se encontraba en casa de su amiga Javiera Jinete. El
hermano de Javiera, Joel, les había enseñado el procedimiento
necesario para poder entender los procesos relacionados con entender
los reflujos vivos inherentes a cada quien que pasara por cada esquina
o similares.

Reconozco que, para mí, constituiría un enigma la actuación, en sí, por
parte de la profesora Arritoquieta Jorquera. Ella dijo algo así como que
Jimena debería ser declarada culpable con conocimiento de causa.
Esto en razón a que, ella, conocía de los riegos asociados al juego de
hablar y no respirar. Es decir, su muerte se la buscó ella misma. Luego
no habría lugar a ningún tipo de procedimiento en contra de Javiera
Jinete y su hermano Joel Jinete.

Aquí y ahora, siento profunda nostalgia por tiempos pasados. Viviendo
en este entorno que me induce a revitalizar mi cuerpo y mis
pensamientos. Entendidos como asociación de deseos y de recuerdos.
Y de acciones inherentes a lo que es la vida en sì. Es decir del
significado de la interacción con todos y todas. Asì como, en tiempo de
Juan Javier y de Juvenala y de Juvencia., entendería que la muerte de
Jimena Jiménez, había sido obra del Profesor José Custodio Jenaro. Y
todo por cuenta de los celos que lo atormentarían desde que supo que
ella era novia de Josefa del Castillo Jardín.

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