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INTRODUCCIÓN
Lo primero que haremos es definir al derecho a la vida como aquel derecho supremo y
fundamental de la persona humana, sustento o soporte sobre el cual se desarrollan el resto de los
derechos. Es inviolable y esencial, ya que al vulnerar la vida de una persona desaparece el sujeto
de derecho y se hace imposible e inútil la protección de los demás derechos. La inviolabilidad de
éste derecho se puede apreciar desde dos perspectivas; I) no admite excepción alguna y II) ostenta
de un carácter absoluto. Los demás derecho adquieren sentido solamente cuando se garantice el
derecho a la vida, por eso es fundamental, esencial, troncal y supremo.
El derecho a la vida nace como un derecho natural, propio de todas las personas por el
sólo hecho de existir y de ser. A pesar de esto, el poder, los intereses y las condiciones desiguales
que existen en las comunidades del mundo, el derecho que estamos analizando es vulnerado,
violado y deja sin posibilidades a los individuos de poder exigir, defender y disponer con libertad
de su derecho a la vida. John Locke, padre del liberalismo filosófico es una de las personas que
propone la positivización y constitucionalización de los derechos naturales, para que todas las
personas tengan herramientas firmes, materiales y utilizables para proteger y reclamar cuando sus
derechos sean transgredidos. Aquí es donde nace el “contrato social” con la intención de crear una
estructura positiva de normas que permita el goce de los derechos naturales. No se busca la
creación de nuevos derechos sino logar una defensa más efectiva los ya existentes, pero que, al
ser obligaciones naturales, no brindan instrumentos para la eficaz exigencia de los mismos.
Argumenta Gómez Sierra que, según Locke, la garantía de los derechos naturales positivizados es
la razón de ser y la finalidad del poder mismo y explica que: “El Estado sólo existe por los derechos
y ha sido creado para garantizarlos; la fundamentación, justificación y legitimación del orden
coactivo jurídico monopolizado por el Estado sólo se da en función de los derechos…”. Entones la
positivización de los derechos fundamentales comienza por el Derecho a la vida como
presupuesto para el ejercicio de los demás derechos, ya que es el primero de los derechos
inherentes a la persona.
En cuanto a los niños, las niñas y adolescentes, al formar parte de la sociedad y ser
reconocidos como sujetos de derecho, gozan del derecho a la vida y en el caso de éstas
determinadas personas la protección jurídica de sus derechos es aún más completa, más extensa,
más integral. Poseen un mayor y especial amparo de sus derechos ya que son individuos que
debido a su edad presentan ciertas características, como la importancia de un desarrollo digno de
la persona desde sus primeros momentos de vida, en relación a la alimentación, cuidados físicos,
educación, un ambiente sano y pacífico, igualdad de oportunidades, siendo el derecho a la vida el
más importante de todos por supuesto. Dentro de estas dificultades hay que tener en cuenta
cierto grado de madurez que complica la posibilidad de satisfacer las necesidades anteriormente
nombrada por sí mismos, también la facilidad que existe para vulnerar sus derechos, las pocas o
nulas herramientas con las que cuentan para defender, reclamar y proteger éstos derechos y las
gravísimas consecuencias que acarrea la no recepción de lo necesario para un buen desarrollo y
crecimiento de un niño o de una niña. Se configura y conforma entonces una nueva rama jurídica,
el Derecho de Infancia y Adolescencia, que debido a ciertos cambios fundamentales que se han
producido con respecto a la posición jurídica del niño, la niña y adolescentes reconociéndolos
como sujetos titulares activos tanto de los derechos humanos básicos y como de los propios de su
condición de menores de edad, y cambios en relación a la concepción de la autoridad parental, ya
que madres y padres tienen como único fin procurar al niño la protección y los cuidados
indispensables para garantizar su desarrollo integral. Ésta nueva rama jurídica presenta un objeto
de estudio propio e independiente, por lo que podemos decir que se trata de un derecho
autónomo, que se rige por sus propios principios, reglas y procedimientos y que tiene sus propias
autoridades administrativas y judiciales. Como consecuencia de todas éstas características y por la
especial importancia que posee en la actualidad, el Derecho de Infancia y Adolescencia ha sido
incluido en el bloque de constitucionalidad del ordenamiento normativo colombiano.
Como explicamos anteriormente el derecho a la vida es inherente a todas las personas por
el sólo hecho de serla y en éste caso incluye a todas personas que residan en el país colombiano. El
autor Gómez Sierra resalta, al comentar el nombrado artículo constitucional, que “la protección de
los derechos a la vida y a la integridad física de las personas es responsabilidad y obligación
esencial del Estado como lo enuncia el Artículo 2 de la Constitución Nacional.”
TRATADOS INTERNACIONALES
Debido a la protección especial que los niños niñas y adolescentes deben poseer, atendiendo a
su falta de madurez, facilidad en la vulneración de sus derechos y su indefensión frente a las
injusticias de la sociedad en la vivimos, los diversos organismos internacionales han consagrado,
en diversos instrumentos, normas, procedimientos y garantías de derecho internacional atinente a
la protección de éste sector de la población, en búsqueda de una formación y un desarrollo en
condiciones adecuadas. Es por esto que el bloque de constitucionalidad colombiano incorpora las
normas, medidas y reglas del ordenamiento jurídico en materia de derechos humanos de infancia
y adolescencia. En éste sentido incorpora todos los Tratados de Derechos Humanos que en
materia de infancia y adolescencia ha suscripto el estado colombiano y vale decir que éstos son
utilizados como fuente para la interpretación, orientación y aplicación del derecho interno del
país, así como también influyen en la elaboración de normas. Los Tratados o Convenciones más
importantes son los siguientes:
Le compete al Poder Judicial y al ministerio Público velar por el pleno respeto y garantías
de todas las obligaciones internacionales por el Estado colombiano al suscribir y ratificar los
tratados de Derechos Humanos de Infancia y Adolescencia.