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*. Estudiante de 4to año de la Facultad de Derecho de la Universidad Adolfo Ibáñez (Santiago, Chile). Para tales
efectos se acompaña documentación que acredite mi estado académico. Lo relativo a los contactos, estos pueden
ser, ya sea, vía Mail Kevin.I.Seals.Alfaro@gmail.com o kseals@alumnos.uai.cl , o por vía Cell (+56) 9 4481690.
IDEAS PRELIMINARES
Más allá de los matices que el lector puede, legítimamente, hacer a esta concepción,
lo cierto es que – volviendo al campo que nos compete: el Derecho como tal ciencia
(social) que muchas veces no se basta a sí misma para explicar ciertos fenómenos
sociales, siendo necesario recurrir a otras disciplinas que logren satisfacer sus
naturales falencias (pero solo en la medida que no entren en pugna con el objeto de
estudio de la disciplina jurídica: las conductas del hombre en sociedad, en función
de normas conductuales) – como sostiene el Prof. Carlos Salinas A.,
“la vocación del hombre hacia lo sobrenatural constituye una dimensión experimentada
por él desde los inicios mismos de la civilización, vocación de la que la historia ha dejado
abundantes testimonios. Esta aspiración del hombre hacia lo que sobrepasa lo meramente
natural es en él una dimensión esencial de su naturaleza lo que, incluso, ha sido puesto de
relieve modernamente en la misma psiquiatría […] Esta tendencia natural en el hombre,
1 Gastón Soublette. Entrevista en Limache (Octubre, 2015) dada por el esteta nacional con
motivo del Premio Nueva Civilización por su contribución al estudio y valorización de la cultura y la
sabiduría popular creativa; material audiovisual aportado por el canal de YouTube Universitas
Nueva Civilización: https://www.youtube.com/watch?v=neyEPrRH_oQ.
2
empero, no constituye solo un fenómeno individual, vivido en el secreto de las conciencias,
sino que el hombre tiende a vivirlo conjuntamente con otros hombres, adquiriendo, de
esta manera dimensiones sociales. Esta vocación natural se transforma, así, en un factor
socialmente relevante, por lo que, en su manifestación social, el hecho religioso no
permanece ajeno al derecho que el asume, en consecuencia, a regularlo”2.
Así, dada las cosas, al igual que una semilla que germina con el tiempo, para
luego convertirse, quizás, en alguna interesante especie vegetal que se baste a sí
misma, la institución del Matrimonio, en sus orígenes más arcaicos -cuando la
constitución matrimonial solo eran uniones de amancebamiento entre un hombre y
una o varias mujeres (en especial en el contexto tribal nómade), las cuales, por
cierto, una vez al ingresar bajo el “dominio” de su concubino, tales se conciben como
una extensión del dominio del hombre, por lo que su cosificación, tanto sexual como
de socialmente es patente en el campo de los bienes materiales del concubino-
esconde un sentido simbólico vinculado a lo que se entiende por natural ( natura
naturans). La primera manifestación de socialización del hombre es a través de la
“familias”. Así, lo “natural” es que el hombre se una a la mujer -o mujeres,
dependiendo de la cultura de la tribu o sociedad- por una necesidad vinculado a lo
sexual, afectivo y la búsqueda de trascendencia – que se materializa con la
progenie-. No es, sino, hasta que las tribus se vuelcan al sedentarismo, explotan
sus habilidades para la agricultura, ganadería, el trabajo del metal y descubren que
en ellos existe la vocación de organización social – que nace de la necesidad de la
aglomeración de masas- es que aquello -que en el periodo arcaico- se entendía por
“natural” se ve revestido del concepto de forma, fundado en una idea metafísica,
pues, ahora las manifestaciones conductuales deben estar sustentadas en algo más
que argumentos temporales. Ocurre aquí, un cambio de concepción de mundo: se
corporifican y se bautizan, de forma solemne, las estrellas -las cuales, en la
cosmovisión de las primeras civilizaciones, esconden un sentido de trascendencia
no material, cuyas verdades son verdades son reveladas al “chaman”, el anciano,
el profeta, etc.-, naciendo así los dioses y, con ellos, un proyecto inconsciente de
formación de cultura. Cultura que, en sus cimientos, es expresión de una voluntad
3
religiosa3, sustentadas en creencias que, manifestadas en imperativos morales, se
concretan en actividades, individuales o comunitarias, siendo recogidas y
aceptadas, o al menos toleradas, en la dimensión social, comunitaria e institucional.
Así, los actos que antes solo eran “hechos naturales”, ahora se vuelven solemnes
o sagradas. Nace aquí el sentido de formalismo como requisito y razón necesaria y
suficiente para que todos los actos humanos/sociales se ajusten a una forma, un
protocolo, una solemnidad que exprese el respeto a los dioses. El matrimonio no
escapa de este proyecto. Así, p. ej., en la Roma precristiana, no existía regulación
jurídica a la forma de contraer y celebrar matrimonio, pues, esta era entregada -de
conformidad a la visión de “aquellos que es correcto”: comme il faut- a la tradición
(usos sociales), basados en la religión, “por lo que era frecuente que la convivencia honorable
en qué consistía el matrimonio romano se iniciara por medio de una cena en casa de los padres de la
novia donde esta era entregada al novio y trasladada a la casa de este: deductio in domum mariti.
También era señal de existencia de un matrimonio la constitución de una dote”4; más tarde,
cuando la religión se “profesionalizo”, gracias al paulatino proceso de
institucionalización, y posterior positivización, la Iglesia entendió al matrimonio como
un sacramento, quedando sujeto a la única y exclusivamente a las normas de
Derecho Canónico5, no fue, sino, hasta la Reforma Protestante (en el año 1500 de
4
nuestra era) – y con su consolidación con los años venideros – en que la concepción
del matrimonio se va alejando de su primera dimensión religiosa, pues este pierde
su calidad de sacramento. “Aparecía así un horizonte jurídico de occidente el matrimonio civil.
La primera vez que esto ocurrió fue en Holanda tan tempranamente como que ello ocurrió en el
mismo siglo XVI”6.
La idea de que el Estado – este artificio político social – se irrogase para sí la
facultad de regular el matrimonio supuso el quiebre definitivo de esta “cultura
religiosa” del matrimonio; empero, el E°. al regular el matrimonio no tuvo que crear
nada nuevo, pues, tomo como referente el matrimonio canónico7, en cuanto a su
estructura. El Prof. C. Salinas advierte las primeras complicaciones de la
separación del matrimonio de su carácter religioso, así, “la aparición del matrimonio civil
trabajo la necesaria consecuencia de dos regulaciones diversas parar una misma institución natural, el
amor de un hombre y una mujer que, dejando sus respectivas familias, se unen para hacerse una sola
carne. Y necesariamente presentó el problema de la relevancia que el matrimonio religioso podía tener
ante el ordenamiento jurídico del Estado, lo que dio origen a lo que en doctrina se conoce como los
regímenes matrimoniales, es decir, las diversas soluciones que se han ofrecido en el derecho de los
Estados de cara al reconocimiento o rechazo del matrimonio religioso por los respectivos Estados”8
En este contexto comienza nuestra expedición sobre los Sistemas
Matrimoniales, siendo para ello necesario dividir este artículo en 4 secciones: (I) la
ubicación del estudio de los Sist. Matrimoniales en la actual legislación; (II) luego
hacer de hacer la “cartografía”, entraremos de lleno a presentar los planteamientos
doctrinales que existen al respecto; (III) a modo de transición, para el paso de un
empezado a vivirse en Europa como modo de entender las relaciones entre el poder espiritual y temporal.
Factores todos estos que estaban operantes cuando hacia el siglo XII, se inicia con mayor desarrollo del derecho
canónico llegando a la etapa que, por la gran calidad de su producción, es considerada la etapa clásica del mismo.
Fue en ese ambiente en el que, con el fuerte influjo del derecho romano justinianeo, se configuraron las vigas
maestras de la regulación jurídica del matrimonio vigentes hasta el día de hoy en el matrimonio canónico y, como
veremos, también del civil. Así, si el derecho tenía algo que decir del matrimonio, ese derecho era el derecho
canónico, y nadie discutía la validez del matrimonio canónico de cara a la sociedad civil” (sic.) p. 60.
6 Ibid. (cit. n. 2), p. 61.
7 Sobre este respecto en Ferrer Ortiz, Javier (2011). Del Matrimonio Canónico como Modelo al
Matrimonio Civil Deconstruido: La Evolución de la Legislación Española. en Revista Ius et Praxis, año 17,
Nro. 2. pp. 391 - 418 (ISSN 0717-2877); y en Salinas A., Carlos (1998). El Concepto de Matrimonio
en el Código Civil de Chile: Una Lectura Canónica. en Revista de Derecho de Universidad Católica de
Valparaíso, Nro. XIX (Valparaíso, Chile), pp. 57-87.
8 Salinas A. Carlos (Rev. D., 2010), (cit. n. 3) p. 61.
5
debate doctrinal a las conclusiones, es necesario tener en cuanta, a partir del
acapice anterior, cual ha sido la postura de Chile al respecto, siendo para ello hacer
una breve mención histórica a los sistemas matrimoniales en Chile; (IV) finalmente,
y por medio de la referencia a los artículos complementarios al art. 20 LMC, nos
referiremos al sistema actual y sus características, vinculando el Sistema
Matrimonial con otras ramas del Derecho, que escapan del ámbito del Derecho
Privado.
6
Nulidad Matrimonio; el matrimonio es susceptible de disolución (Divorcio) cuando
se configura alguna de las hipótesis del art. 54 LMC; el matrimonio puede terminar
cuando, sin haberse cumplido alguna imperfección, los conyugues dejan de existir,
ya sea por un hecho natural (la muerte) o por un hecho irresistible a la voluntad
personal (la muerte presunta)], regula el supuesto de crisis de la convivencia por la
que pueden pasar la comunidad de vida de los conyugues [Separación de Hecho y
Judicial], establece los trámites necesarios para la celebración y su forma, entre
otros. En este sentido, esta extensa regulación, permite suponer que el matrimonio
tiene una especial significancia para el Legislador, pues, se concibe como el
principal negocio jurídico fundador de Familia; a esto se le suma que de él depende
la creación de los principales estados, derechos y efectos personales y
patrimoniales -aun cuando en la realidad la familia fundada en el matrimonio esta
siendo desplazada por las convivencias de hecho-. En vista de esta doble
regulación, una general (el CC) y otra especial (la LMC), es que la literatura jurídica,
ya sea en manuales, tratados artículos de investigación especializado en alguna
institución particular derivada del matrimonio, se ha explayado de manera casi
exhaustiva sobre las principales instituciones. Sin embargo, esta misma literatura
jurídica especializada de Derecho de Familia -por razones que exceden los
contornos de mi investigación- poco o nada se ha referido, con tal detallismo -como
lo es en el caso del Divorcio, la Sociedad Conyugal, Liquidación de la bienes
comunes, la Filiación, etc.- a lo relativo a este trabajo: observaciones y comentarios
sobre el Sistema Matrimonial.
7
LMC; arts. 2 a 14 del Decreto nro. 673 y art. 41 de la Ley nro. 4.808); por otro lado,
el Matrimonio Religioso. Tal distinción se desprende de los arts. 9 a 20 de LMC,
arts. 4 Nros. 1 y 2, 15 y 37 a 41 de la Ley nro. 4.808 sobre Registro Civil (en adelante
LRC), y los arts. 1, 16 a 25 del Decreto nro. 673 sobre el reglamento del matrimonio
y registro de mediadores; sin perjuicio de este catálogo normativo -el cual cobrara
más relevancia una vez que se analice los efectos del matrimonio religioso-, el
cuerpo legal que es objeto de nuestro análisis investigativo es el art. 20 de LMC,
permitiéndonos el estudio de los Sist. Matrimoniales y sus efectos. En este sentido,
solo me limitaré – por el momento – a señalar que esta es una Ley civil que,
expresamente, reconoce la posibilidad a los contrayentes, que profesando un cierto
credo religioso – con previo reconocimiento Estatal – la celebración de un
matrimonio sujeto al rito del credo de celebración nupcial, creándoles las
expectativas que tal acto, en principio privado, producirá los mismos efectos como
si se hubiere celebrado ante el Oficial del Registro Civil en una oficina
gubernamental o en un local previamente indicado por los contrayentes.
8
[II] POSTURAS DOCTRINALES, REFERIDAS A LOS EFECTOS DEL ART. 20 LMC.
A] Introducción
9
§1. Noción de Sistema Matrimonial.
10
Arriagada Álvarez, Emilio G. (2003) La Teoría de Niklas Luhmann en Convergencia Nro. 32,
mayo-agosto (México) UAEM, México Anuarios L/L, edición especial, Instituto de Literatura y
Lingüística, p. 278. (ISSN: 1405-1435). De igual modo, para mayor profundización desde una óptica
no especializada en Sociología se puede consultar a Urteaga, Eguski. (2010) La teoría de sistemas de
Niklas Luhmann en Contrastes vol. XV, pp. 301-317.
10
Sistemas Matrimoniales – cuestión de la que se encarga los Profs. Barrientos G. y
Novales A. –.
11 Salinas A., Carlos (2009) El Derecho Eclesiástico del Estado de Chile al Tiempo del Bicentenario:
Logros y Dificultades en Revista de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Nro.
XXXIII (2do semestre, Valparaíso), p. 501.
12 Turner S., Susan (2008) Tendencias Constitucionales Relativas a la Protección de la Familia en
Estudios de Derecho Civil IV: VI Jornadas Nacionales de Derecho Civil – Universidad Diego Portales
– Olmué – Carlos Pizarro (cordiandor). Editorial LegalPublishing. Santiago (Chile, 2009), p. 100.
11
siendo precisado, aún más, en complemento con los párrafos 3 a 6 del Decreto nro.
673 y el Titulo III de la Ley nro. 4.808.
Sistemas Monistas
Bajo este tipo de sistemas solo se conciben un único tipo de matrimonio y única
forma de celebración para que produzca lo efectos civiles esperados; se suelen
llamar, también, absolutos o excluyentes. Así, se habla de: (a) Sistema de
Matrimonio Religioso Obligatorio (p. ej. el matrimonio celebrado en el Estado Vaticano)
y (b) Sistema de Matrimonio Civil Obligatorio.
12
Sistemas Dualistas
Sistemas Pluralistas
Bajo este tipo se sistemas coexiste tanto (i) pluralidad de matrimonios religiosos,
con exclusión del matrimonio civil, como (ii) pluralidad de matrimonios
religiosos, previo reconocimiento de la Ley, y el matrimonio civil. Así, es posible
distinguir las siguientes modalidades: a) Concurrencia de Diversos Matrimonios
Religiosos (en este caso no existe un matrimonio civil, sino que el Estado
permite que los contrayentes profesantes de un credo especifico celebre el
matrimonio según sus ritos y regulaciones. Este es el caso de Egipto, en que,
p. ej. se el Estado reconoce la religión musulmana, por lo que todos los que
profesan la fe musulmana celebran las nupcias conforme a ello; de igual modo,
el matrimonio cristiano católico; etc.) y b) Concurrencia de Distintos Matrimonios
Religiosos Conjunto con el Matrimonio Civil [bajo esta modalidad coexisten
distintos matrimonios religiosos y el matrimonio civil por igual, en que cualquiera
producen los mismos efectos civiles. Sin embargo, esta modalidad acepta dos
hipótesis: (i) Elección de la forma de celebración (“los habitantes del Estado
pueden optar entre el matrimonio civil y su forma propia o la forma religiosa de
algunas de las iglesias o credos reconocidos”15) y (ii) Elección en la forma de
celebración y del matrimonio (aquí “concurren el matrimonio civil, un cierto
13
matrimonio religioso reconocido por el Estado y otros matrimonios religiosos de
los que solo se admiten sus formas matrimoniales”16)]
Los efectos a lo que se harán referencia dicen relación con los tipos, como
consecuencias de la constitución del matrimonio, de Jurisdicción, Sistema Registral
y Disolubilidad.
14
Sistema Registral.
15
civiles, los contrayentes deben presentar ante el Oficial de Registro el acta
de matrimonio extendida por el ministro de culto; el Oficial corroborará si el
acta cumple con las prescripciones legales.
16
C] Aportes Doctrinales Referidos a los Efectos Inmediatos del art. 20 de la Ley
nro. 19.947.
Artículo 20. “
Los matrimonios celebrados ante entidades religiosas que gocen de personalidad
jurídica de derecho público producirán los mismos efectos que el matrimonio civil,
siempre que cumplan con los requisitos contemplados en la ley, en especial lo prescrito
en este Capítulo, desde su inscripción ante un Oficial del Registro Civil.
El acta que otorgue la entidad religiosa en que se acredite la celebración del matrimonio
y el cumplimiento de las exigencias que la ley establece para su validez, como el nombre
y la edad de los contrayentes y los testigos, y la fecha de su celebración, deberá ser
presentada por aquellos ante cualquier Oficial del Registro Civil, dentro de ocho días, para
su inscripción. Si no se inscribiere en el plazo fijado, tal matrimonio no producirá efecto
civil alguno.
El Oficial del Registro Civil verificará el cumplimiento de los requisitos legales y dará
a conocer a los requirentes de la inscripción los derechos y deberes que corresponden a
los cónyuges de acuerdo a esta ley. Los comparecientes deberán ratificar el consentimiento
prestado ante el ministro de culto de su confesión. De todo lo anterior quedará constancia
en la inscripción respectiva, que también será suscrita por ambos contrayentes.
Sólo podrá denegarse la inscripción si resulta evidente que el matrimonio no cumple
con alguno de los requisitos exigidos por la ley. De la negativa se podrá reclamar ante la
respectiva Corte de Apelaciones.
Los efectos del matrimonio así inscrito se regirán, en todo, por lo prescrito en esta ley
y en los demás cuerpos legales que se refieren a la materia ”.
17 Soza R., María de los Angeles (Rev. Ch. D., 2005), p. 406.
17
surgido un problema interpretativo”18. Ello, como señala el art. 15, inc. 2 de LRC,
referidos a los actos de inscripción por medio de mandatario, “no tendrá aplicación lo
previsto en el inciso precedente (inscribir por medio de mandatario, en conformidad al art.
103 CC), tratándose de las inscripciones que se refiere el art. 20 de la Ley de Matrimonio
Civil”. En este sentido, tanto los Profesores Carmen Domínguez como el sr. H.
Corral, se muestran contrarios a la idea de los Profs. Barrientos G./ Novales A.
(“la prohibición de la representación del acta ante el Oficial del Registro Civil para los efectos
de inscripción, no constituye más que otra manifestación del desconocimiento de los valor a
los actos matrimoniales religiosos y tras ella se esconde una especial desconfianza frente a lo
obrado en aquella fase inicial ante el ministro de la entidad religiosa”19), pues, en términos
de la primera autora, “no existen antecedentes de historia fidedigna de la norma que
pudieran hacer comprensible una prohibición de efectuar la inscripción por medio de
mandatario”20, en esta línea argumentativa el Prof. Corral cree que “la disposición
reglamentaria no manifiesta claramente una prohibición de comparecencia por medio de
mandatario respecto del acto de ratificación e inscripción. Por otra parte, entre dos
interpretaciones de una norma, ha de preferirse aquella que produzca algún efecto a aquella
carente de eficacia práctica”21.
A lo dicho anteriormente, la Profesora Sosa R. cierra esta punto creyendo que “en
definitiva, nos parece que ( ) la ley de Registro Civil es ambigua, y que no puede darse una
explicación razonable a dicha norma. Lo más prudente sería, en atención a la evidente
irracionalidad de negar la representación en la ratificación y en la inscripción del acta de
matrimonio religioso, eliminar(la) ( ). De lo contrario, es decir, si realmente se entendiera que
la referida inscripción del matrimonio religioso no admite representación, nos encontraríamos
con una contradicción evidente: tanto el matrimonio religioso (al menos el canónico), como el
civil (art. 103 del Código Civil) admiten representación, mientras que el mero acto de
18 Soza R., María de los Angeles (Rev. Ch. D., 2005), (cit. nro. 2), p. 408.
19
Barrientos G. / Novales A. (2004) (cit. nro. 4), p. 135.
20
Soza R., María de los Angeles (Rev. Ch. D., 2005), (cit. nro. 3), p. 409. Debe añadirse
además que, a juicio de la Prof. Carmen Domínguez, el actual por mandatario es un Principio General
del Derecho Privado, por lo que se entiende improcedente, y por tanto, no ha de cumplirse en el
sentido estricto, lo estipulado en el art. 15, inc. 1 LRC.
21 Corral T., Hernán (2004) Una ley de paradojas. Comentario a la nueva Ley de matrimonio civil, en
Revista Chilena de Derecho Privado Nº 2, p. 261.
18
ratificación de un consentimiento ya prestado y un trámite tan sencillo como una inscripción,
no la admitiría”22.
Otra línea argumentativa, suscitada de los efectos del art. 20 LMC, ahondan en
lo relativo a la libertad religiosa y las relaciones entre el Estado y le iglesia. A este
respecto, la idea de libertad de conciencia y de culto, ideas que se pueden expresar
en bajo el concepto de libertad religiosa, cuya conceptualización, y consecuencias
caracterización, puede quedar del siguiente modo:
“es propiamente la libertad de elegir una relación con Dios y decidir vivir conforme a
ella. Debe tenerse en cuenta que toda libertad implica dos actos, la elección y la
decisión, que son actos diferentes. La elección es un juicio que considera como
preferible un determinado bien, en el caso de la libertad religiosa, una determinada
religión; es un acto que tiende hacia un objeto externo considerado como mejor. La
decisión es un juicio por el cual la propia persona se constriñe, se determina, a buscar
determinado bien, en el supuesto, a seguir una determinada religión o relación con
Dios. La elección y la decisión de relacionarse con Dios es el acto humano más
importante que pueda realizarse, por razón de la persona a la que tiende. Es un acto
que sólo puede hacerse en libertad, es decir sin coacción externa, de las diversas
instancias del poder legítimo o de facto, y sin coacción interna, es decir no determinado
por el miedo o alguna otra pasión o debilidad”23
22 Soza R., María de los Angeles (Rev. Ch. D., 2005), (cit. nro. 4), p. 409.
23 Adame Goddard, Jorge. Estado Laico y Libertad Religiosa, p. 29. [Disponible en línea:
www.juridicas.unam.mx]. Solo para cerrar la idea, a modos de ideas generales a la definición dada:
“La libertad humana es la facultad de elegir y decidir acerca de la propia conducta sin coacción externa o interna.
La libertad religiosa es la libertad de todo ser humano de relacionarse con Dios. Lógicamente la libertad religiosa
requiere del previo reconocimiento de la existencia de Dios. Este reconocimiento es un acto intelectual por el
cual la inteligencia asiente al hecho de la existencia de Dios. Es un conocimiento que se puede adquirir por el
solo ejercicio de la razón natural, sin necesidad de la fe. El acto intelectual por el cual se reconoce la existencia
de Dios, no es propiamente un acto de libertad religiosa, sino simplemente un acto de la libertad de pensamiento.
Se puede reconocer la existencia de Dios, pero no querer relacionarse con él, o incluso afirmar que es imposible
esa relación. Sucede lo mismo que en otros campos: una cosa es la libertad de pensar en el trabajo, y otra la
libertad de trabajar; una es la libertad de pensar en emigrar del país, y otra la libertad de entrar y salir de él […]
La relación con Dios tiene una característica peculiar que la distingue de cualquier otra relación: es siempre una
relación de subordinación, entre un ser humano que se sabe limitado, y Dios, a quien se reconoce como ser
supremo, perfecto en poder, saber, bondad y en cualquier otro atributo. La forma de concebir esa relación varía
en las diversas religiones: puede ser concebida como relación entre el creador y la criatura, o entre padre e hijo,
entre el salvador y el necesitado, o entre el protector y el elegido, pero es siempre una relación que implica la
subordinación del ser humano al ser supremo. Es además una subordinación, por decirlo así ontológica, puesto
que se funda en la diferencia radical del ser limitado de uno y el ser perfecto del otro”. pp. 28-29.
19
En este sentido, el Prof. Corral considera que “el reconocimiento civil de los
matrimonios celebrados ante entidades religiosas regulado por el art. 20 de la Ley Nº 19.947,
Ley de Matrimonio Civil (LMC), bien puede contemplarse como un desarrollo de los
principios y normas contenidas en la Ley Nº 19.638, Ley de Cultos (LC), que establece normas
sobre constitución jurídica de las iglesias y organizaciones religiosas”24. Ello, pues (i) las
entidades religiosas de derecho público, reconocidas por ley (art. 5 y 10 LC), al ser
son una manifestación del derecho constitucional de la libertad religiosa y de culto
(art. 19, nro. 6 CPR), referidas, además, en el inc.1° del art. 20 LMC, se entiende
que le dan seriedad y rigor a los matrimonios celebrados en la modalidad religiosa
– argumento que sigue la Profesora Anastasia Assimakópulos Figueroa – 25; y
(ii) el art. 20 LMC al referirse al consentimiento matrimonial se preste ante un
“ministro de culto”, sin dudas, se referencia al art. 13 LC (señala la forma en que se
acreditará esta calidad, sin perjuicio del art. 20 LC para las iglesias con régimen
propio reconocido). Ha de añadirse que, el reconocimiento matrimonial posee una
24 Corral T., Hernán (2010) “El Matrimonio Religioso con Efectos Civiles: Un Desarrollo – Todavía
Parcial – de la Ley de Cultos”, p. 157.
25
“la celebración del matrimonio religioso y su reconocimiento por parte del Estado es una forma de
manifestación de las creencias de los contrayentes, ejercicio de la libertad de conciencia, concreción de la garantía
que el Estado ofrece a los miembros de la sociedad chilena de desarrollar libremente sus actividades religiosas
[…] El artículo 20 de la Ley de Matrimonio Civil trata de los matrimonios celebrados ante entidades religiosas
que gocen de personalidad jurídica de derecho público, por tanto, se debe mencionar brevemente qué
instituciones son éstas. La Ley N° 19-638, comúnmente llamada “Ley de culto”, contiene la normativa que regula
la constitución y la adquisición de personalidad jurídica de las colectividades religiosas, que define como
“entidades integradas por personas naturales que profesen una determinada fe”5, que se concretan en iglesias,
confesiones e instituciones religiosas de cualquier culto6. La norma reconoce el derecho de las entidades
religiosas a organizarse de acuerdo a su propia naturaleza, a través de la posibilidad de crear personas jurídicas
de conformidad a la legislación estatal vigente. La ley contempla un procedimiento para que dichas colectividades
adquieran personalidad jurídica en Chile. Por otra parte, el artículo 20 de la ley mencionada dispone: ´El Estado
reconoce el ordenamiento, la personalidad jurídica, sea ésta de derecho público o de derecho privado, y la plena
capacidad de goce y ejercicio de las iglesias, confesiones e instituciones religiosas que los tengan a la fecha de
publicación de esta ley, entidades que mantendrán el régimen jurídico que les es propio, sin que ello sea causa
de trato desigual entre dichas entidades y las que se constituyan en conformidad a esta ley´.
El reglamento de la Ley de Matrimonio Civil ha establecido que el Registro Civil tendrá en su base de datos
una nómina de las entidades religiosas con personalidad jurídica de derecho público7. Esto ayudará a agilizar el
procedimiento de inscripción de un matrimonio religioso. Estas cuestiones preliminares tienen gran importancia
para determinar cuándo un matrimonio celebrado de acuerdo a una confesión religiosa podrá tener efectos
civiles. Sólo podrán tenerlos aquellas uniones matrimoniales que se hayan celebrado ante entidades religiosas que
gocen de personalidad jurídica de derecho público en el Estado de Chile. Esto no es una discriminación para
aquellas organizaciones de culto que no gozan de tal atributo ante el derecho nacional, porque en nuestro
ordenamiento jurídico existe la posibilidad de que todas las confesiones religiosas sean reconocidas por el Estado”
(Sic.) Assimakópulos Figueroa, Anastasia (Cuad. Ext. Un. Andes, 2005), pp. 79-80.
20
gran trascendencia para la libertad de conciencia y de cultos, pues, concede
presencia pública a la dimensión religiosa en un ámbito tan importante para las
personas como la formación de su familia, concordando así, a juicio del Prof.
Corral, con los arts. arts. 3, 6, letras a) y b), 7 letra a) de LC. Finalmente, añade
Corral, “en este panorama de reglas y principios sobre la importancia de la conciencia y la
creencia religiosa en la esfera privada y pública, la posibilidad de que los creyentes puedan
casarse con sus propias ceremonias y ritualidades y que ese matrimonio les sea reconocido
legalmente, se observa como algo no sólo explicable sino necesario. Con todo, hemos de
concluir que la regulación que hace la Ley de Matrimonio Civil sobre los matrimonios
religiosos es limitada y parcial por varias razones, la más grave de todas es que permite incluso
que se haya obtenido realmente lo que se quería, a saber, que el matrimonio religioso fuera
reconocido por la ley civil”26. Ello pues, el art. 20 somete la operatividad practica del
matrimonio religioso, como es el plazo fatal de 8 días para su inscripción (inc. 2°,
parte final del art. 20 LMC) y la ratificación personal de contrayentes (inc. 3°, art. 20
LMC), llegando a concluir que “en el fondo se duda que haya realmente una recepción ni
siquiera formal del matrimonio religioso y se sostiene que existe un único matrimonio civil,
que puede venir precedido de un rito religioso, pero que en todo caso es inocuo y superfluo
desde el punto de vista jurídico”27. Así, estas sobre exigencias dan cuenta de las
limitantes que el Estado les impone a los contrayentes que quieren celebrar el
matrimonio conforme a su credo. En este sentido, el Prof. Carlos Salinas, afirma
que “si alguna vez existió en los legisladores de 2004 la intención de dar reconocimiento civil
al matrimonio religioso, hay que reconocer que no pudieron hacerlo peor, porque el resultado
final ha sido precisamente el contrario, de manera que hoy puede seguir afirmándose que el
único matrimonio válido ante el estado sigue siendo el matrimonio civil y nada más que el
matrimonio civil”28, pues – como expresa Salinas – los requisitos que habilitan a los
contrayentes para poder casarse son los que establece la ley civil, excluyendo la
posibilidad de que los contrayentes sigan “sus ritos” conforme a su credo -en que p.
ej., se les permita a los mayores de 13 años, pero igual o menores de 15 años,
21
contraer matrimonio sin su consentimiento, bastando solo el acuerdo de sus tutores,
como ocurre en la tradición y rito árabe o musulmán –, y el acto de ratificación del
consentimiento ante el Oficial del Registro Civil es una verdadera ceremonia civil,
pues, por un lado, está el requisito de la presencia indispensable de los contrayentes
para la inscripción del parte religioso en el Registro Civil, y, por otro, el acto mismo
de ratificar el consentimiento se vuelve una ceremonia civil, siendo su falta (la de
ratificar) la razón para que el matrimonio religioso no produzca efectos civiles. En
este sentido, los efectos matrimoniales comienzan una vez que se haya inscrito el
matrimonio y no desde su celebración religiosa. Respecto a este ultimo aspecto (la
ratificación) la Profesora Assimakópulos, discrepa del Prof. Salinas, pues, “si la
ratificación fuera una nueva manifestación de voluntad matrimonial, nos encontraríamos en la
situación que se ha vivido hasta ahora, es decir, la prestación de dos consentimientos
matrimoniales -religioso y civil-, por lo que la norma del artículo 20 no tendría sentido. Lo que
la ley pretende es dar validez jurídica a un matrimonio que no se ha celebrado en sede civil,
sino en una ceremonia religiosa. Si la finalidad de la ley hubiera sido mantener el sistema
actual, no hubiera contemplado una norma que regulara los efectos civiles de un matrimonio
celebrados ante una entidad religioso”29. En apoyo a esta argumentación, el Prof.
Corral, bajo una distinción “filológica” del titular del párrafo 4° y el comienzo del art.
20 “los matrimonios celebrados ante entidades religiosas…producirán los mismos efectos que
el matrimonio civil”, afirma que “la misma ley, en su tenor, expresa que existen dos formas de
matrimonio: los celebrados como tales, como matrimonios (no sólo como ceremonias o ritos religioso)
ante una entidad religiosa, y el matrimonio civil que se celebra ante el Oficial del Registro Civil. La
misma norma habla del ´acta que otorgue la entidad religiosa en que se acredite la celebración del
matrimonio´. Si no se inscribiere, se dice, ´tal matrimonio´ no producirá efecto civil alguno, esto es,
no es reconocido civilmente pero es matrimonio. Además, la norma prescribe que el consentimiento
matrimonial debe ser prestado ante el ministro de culto y no ante el Oficial del Registro Civil. Por ello,
el trámite de ratificación de dicho consentimiento no puede ser visto como un nuevo consentimiento,
sino, como lo dice la misma ley, como ratificación de algo que ya ha tenido lugar: el consentimiento
matrimonial. Sólo puede ratificarse algo que ya ha ocurrido”30.
29 Assimakópulos Figueroa, Anastasia (Caud. Ext. Un. Andes, 2005), (cit. nro. 2), p. 87.
30 Corral T., Hernán (2010), (cit. nro. 2), p. 158.
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[III] BREVE REFERENCIA HISTORICA A LOS SISTEMAS MATRIMONIALES
APLICADOS EN CHILE.
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y Holanda, entre otros3334. De igual modo, debe sumarse los primitivos conflictos
entre la elite intelectual de nuestro país, liderada por grupos de jóvenes liberales –
como es el caso la Sociedad Literaria (1842) que convocó a figuras distinguidas de la época,
como José Victorino Lastarria, Francisco Bilbao y Manuel Antonio Matta; quienes,
inspirados en la Ilustración, vieron ella como un proceso fundamental para el progreso del
país. Así, ya para 1844 las ideas liberales que imperaban, provocaban gran conmoción a
partir de la obra de Fco. Bilbao: “Sociabilidad Chilena”, en que expresa las críticas a la
burguesía, al gobierno conservador y la Iglesia católica. Estos son primeras organizaciones
políticas que después, en 1865, darán paso a la Fundación del Partido Radical Chileno, que
mucho tiene que decir sobre su aporte en la promulgación de las llamadas Leyes Laicas –
. Por tales razones, el sistema matrimonial monista, en su modalidad católica,
transita a uno de corte dualista, en el que la “celebración civil” – pues si bien se
celebraba ante el ministro de culto católico, era la Ley que autorizaba a los no católicos
casarse sin sujeción del rito romano apostólico, produce los mismos efectos que si se
hubiere celebrado al matrimonio oficial (cumpliendo así lo dicho en el arts. 5 de la Ley S/N
de 1844)35 – es en subsidio; la razón por la cual debía celebrarse ante el párroco o
sacerdote de la Iglesia Católica se debe a que no existía las actuales Oficinas del
Registro Civil, la cuales solo tuvieron existencia en julio de 1884, complementando
y concretando in certum las pretensiones de las leyes laicas. En este sentido, al
25
Registro Civil, se le faculto para que llevase registro de los nacimientos, matrimonios
y defunciones.
La Profesora Isler Soto, señala que el “17 de mayo del año 2004, comenzó a regir
la Ley 19. 947 que introduce en nuestra legislación un nuevo ( ) y transgresor (estatuto) en
materia de matrimonio [:] aparece la institución de la compensación económica, se reconoce
la validez del matrimonio religioso – aunque con efectos jurídicos limitados – y se consagra
expresamente derechos fundamentales en una norma de familia de carácter legal. Lo anterior
da cuenta de una verdadera revolución imperante en el Derecho de Familia contemporáneo
26
que dista mucho de la realidad social inspiradora del Código Civil”. De tales “efectos
limitados” del matrimonio religioso es que se encargará el siguiente acapice con el
fin de determinar el actual estado del Sistema Matrimonial: ¿Chile adopta un Sist.
Dualista o Pluralista? o ¿es posible que nuestra legislación halla “innovado” sobre
esta materia utilizando un resquicio o “triquiñuela jurídica”, sin alterar el estado
monista?, pues, tales cuestiones – intentaré, al menos – responder en el siguiente
apartado.
27
divorcio que sirve como remedio, por un lado, y como sanción, por otro -. En
este sentido, desde la lógica de los Sistemas de Disolución del Matrimonio,
el art. 54 LMC, es un sistema de disolución absoluta con indiferencia de la
forma de celebración del matrimonio – y no de la naturaleza, pues, si fuese
así, existirían dos tipos de matrimonios: por un lado, el matrimonio que se
concibe como sacramento y su disolución se hace imposible, y aquellos
matrimonios que son de naturaleza civil, en que si es posible la disolución
del vinculo matrimonial; estaríamos, en ese sentido, ante un sistema
pluralista, el cual, para nuestro caso no lo es, pues, como ya se dijo, el
sistema que rige en Chile es un especial sistema monista de matrimonio civil
único que admite una cierta forma, distinta a la civil, de celebración –.
Lo que respecto a una lectura aislada del art. 20 LMC, se puede observar lo
siguiente:
- El matrimonio religioso solo puede ser llevado ante entidades religiosas que
están reconocidas por el Estado, en especifico las que fueron constituidas
por la LC (Ley nro. 19. 638), ello explica la expresión entidades “que gocen
de derecho público”.
- Respecto a los incisos 1° y 2°, se entiende que los efectos civiles del
matrimonio religioso solo se producirán, siempre y cuando, el acta
matrimonial haya sido inscrita ante el Oficial del Registro Civil, dentro del
plazo fatal de 8 días. De ello, se sigue que el matrimonio religioso por si
mismo no surte los efectos civiles esperados por los conyugues, pues,
requiere de un acto administrativo, a su celebración, para que surta los
efectos – dando cuenta, en parte, la naturaleza jurídica del matrimonio: un
acto público del Estado: acto administrativo –.
De lo anterior se sigue que los efectos civiles del matrimonio se computan
no desde la celebración religiosa, sino desde que se inscriben en las
Oficinas del Registro Civil, una vez que (i) el Oficial del Registro Civil se
haya cerciorado de que el acta este bien extendida, según los requisitos
del art. 40 bis (en atención a los requisitos esenciales de la inscripción
señalados en el nro. 1 del art. 12 y nros. 1, 7 y 14 del art. 39) del
matrimonio y 40 ter de la LRC y (ii) dé a conocer a los requirentes de la
inscripción los derechos y deberes que corresponden a los conyugues
de acuerdo a la LMC (art. 20, inc. 3° LMC).
- Respecto a la expresión del inc. 3°del art. 20 LMC: “los comparecientes deberán
ratificar el consentimiento prestado ante el ministro de culto…” debe seguirse -pese
a lo que dice la doctrina conservadora Corral y Assimkópulos – lo que dice
la Profesora Carmen Dominguez y el Prof. Salinas, en atención al sistema
matrimonial, que el acto de ratificación es una verdadera manifestación del
consentimiento matrimonial, pues, dado que nuestro Sistema es Monista, el
único acto que -según como se ha venido esgrimiendo - siempre valdrá para
todos los efectos civiles es el realizado ante el correspondiente Oficial del
Registro Civil. Así, es posible hablar de que en nuestro país, el Matrimonio
28
tiene dos fases de celebración, pero una única naturaleza: (i) la primera,
como un acto “simbólico” de bendición de Dios y la comunidad profesante
hacia los contrayentes – en este sentido, resulta interesante que la lógica
que opera de tras del art. 20, inc. 3° es la idea Luterana (Protestante, para
todos los efectos) de que el matrimonio religioso solo es un acto en el que
se busca la aprobación y bendición de Dios o en los términos del profesor
Corral, constituyéndose en un matrimonio propiamente tal, en términos
bíblicos y poéticos: “el amor de un hombre y una mujer que, dejando sus respectivas
familias, se unen para hacerse una sola carne”-; y, la segunda fase (ii) la verdadera
ceremonia que se realiza ante el Oficial del Registro civil, quien tendrá
presente, para los efectos de respetar la libre manifestación de credos, el
acta matrimonial religiosa, para su posterior inscripción, aun cuando solo es
por la inscripción que los efectos civiles se producen. Ello, constituye una
verdadera celebración del matrimonio en su naturaleza y forma civil, por ello
es que la ratificación personal ante el Oficial del Registro Civil es
indispensable.
(II).- Observaciones sobre la relación del art. 20, inc. 4 LMC y la Libertad
Religiosa.
Las dudas sobre los conflictos – infundados a mi juicio – se debe lo establecido
en el inc. 4 del art. 20 LMC:
“ Solo podrá negarse la inscripción si resulta evidente que el
matrimonio no cumple con alguno de los requisitos exigidos por la
Ley. De la negativa se podrá reclamar ante la respectiva Corte de
Apelaciones”.
- Si bien, para mi juicio, la expresión “cuando resulte evidente que el
matrimonio no cumple con algún requisito”, es un tanto ambigua e imprecisa,
pues, ¿Qué debe entenderse como evidente cuando se tiene un sistema de
calificación amplia realizada a posteriori de la celebración?. Por otro lado
¿Qué ocurre si todo está en regla, pero el Oficial del Registro Civil es un ateo
o agnóstico empedernido?
Lo cierto es que la libertad religiosa no solo esta puesta en suspenso por
este inciso, sino que, al menos en términos matrimoniales, al Estado no
confía, y por ello le resta valor a través de “triquiñuelas legales” a las
actividades religiosas.
La solución se da en el mismo inciso, el que señala que se les otorga a
los contrayentes un “recurso” de reclamación ante la C. Ap. respectiva,
la cual, por mandato constitucional (“es deber del Estado …dar protección…a
la familia [y] propender [a su] fortalecimiento” art. 1, inc.5 CPR) que se
expresa en la propia LMC “el juez tomará a, petición de cualquier persona,
todas las providencias que les parezcan convenientes para posibilitar el ejercicio
legitimo de este derecho cuando, por acto de un particular o de una autoridad, sea
negado o restringido arbitrariamente”, art, 2, inc. 2°.
29
(III).- Las Relaciones entre Estado e Iglesia, a partir del art. 20.
El historiador Cristóbal García-Huidobro (2014; p. 129-130), al referirse al
proceso de secularización, afirma que “la secularización no significó realmente la
desaparición de la Iglesia o su reclusión en el mero fuero interno, ocupando un lugar en
una nueva concepción de lo público, ya no identificado con la sola esfera estatal, sino con
una definición más amplia del concepto. Este se extendería como categoría a lo que
entendemos actualmente como sociedad civil (…) en la sociedad chilena de la segunda
mitad del siglo XIX, se verificó un cambio fundamental en la cultura política, en que la
Iglesia debió encontrar un espacio diverso al que históricamente había ocupado junto al
Estado, deslindándose las esferas de influencia de cada uno, y entablándose de vez en
cuando, diversas pugnas por el control de los espacios públicos”. Para lo que respecta
a nuestro caso, la secularización y el laicismo en nuestro país sigue siendo un
tema, aun latente, cuando se habla de matrimonio.
- Como anteriormente señalar, tanto el Prof. Corral como Salinas consideran
que el Estado está en deuda con las libertades religiosas, en sus
expresiones mas sencillas, pues, tanto los el requisito de la ratificación del
consentimiento ante un funcionario público, como el plazo fatal de 8 días
para su concurrencia, son trabas que se han impuesto al matrimonio
religioso, negándole su efectiva operatividad, siendo el art. 20 (constitutivo
del sistema monista “camuflado” en el reconocimiento a la celebración del
matrimonio religioso) una mera apariencia formal o de expectativas para el
ejercicio de la libertad religiosa de los contrayentes que profesan un
determinado credo.
- Que la celebración matrimonial se celebre dos veces, simbólica y
administrativamente, solo da cuenta del desplazamiento social que la
libertad religiosa, y en sí la fe, ha tenido desde 1884 en nuestro país hacia
las esferas privadas.
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MATERIAL BIBLIOGRÁFICO
Cuerpos Legales
Constitución Política de la República de Chile de 1980 (en la versión actualizada del 2005)
Constitución de la Republica de 1925.
Constitución de la Republica de 1833.
Ley Nro. 19.947 (“Nueva” Ley de Matrimonio Civil).
Ley Nro. 19.638 (“Ley de Cultos”)
Ley Nro. 4. 808 (Ley sobre Registro Civil).
Ley s/n de 1888 (“Antigua” Ley de Matrimonio Civil).
Ley s/n de 1844 (“Ley de matrimonio para disidentes”).
Decreto Nro. 673 (sobre normas reglamentarias del Matrimonio Civil y Registro de Mediadores ).
Lectura Principal
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desde el Derecho Chileno del Siglo XX”. en V Coloquio del Consorcio Latinoamericano de
Libertad Religiosa: “Actualidades y Retos del Derecho Eclesiástico del Estado en
Latinoamérica” (Noviembre, México D.F) pp. 75 - 99
Soza R., María de los Angeles. (2005) “El Artículo 20 de la Nueva Ley de Matrimonio Civil:
Algunos Problemas de Interpretación” en Revista Chilena de Derecho (PUC, Stgo. de Chile)
[en línea] Vol. 32, Nro. 3. (Septiembre/Diciembre) pp. 405 - 412. [Disponible en:
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=177021328001]
31
(ISSN 0716-0747).
Literatura Complementaria
Bosco, Roberto. “Derecho y Religión: Los derechos religiosos en el mundo secular”. pp. 1-10
(material bibliográfico, en formato PDF, disponible en el siguiente link:
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García-Huidobro B., Cristóbal (2014). Laicización y reforma en el Chile del siglo XIX: El asunto
Taforó y las relaciones entre la Iglesia y el Estado, 1878-18861 en Revista de Historia y Geografía
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(ISBN: 978-987-514-146-9).
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