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Su papel puede ser observado desde las primeras etapas de vida de los sujetos, quienes
reciben sus primeras interacciones con el lenguaje oral gracias a las intervenciones de
los padres. En esta fase, el individuo comprende que la lengua funciona como un medio
para la satisfacer sus necesidades básicas y entablar relaciones con los sujetos y objetos
que lo rodean.
Con forme pasa el tiempo, y se produce una mayor madurez cognitiva, el infante asocia
al habla con un contexto específico y actúa de acuerdo al mismo; sin embargo, con el
paso de tiempo, esta habilidad informal se vuelve insuficiente para ser transferida a otras
situaciones comunicativas; es entonces donde entra el proceso educativo del niño.
No obstante, la comunicación oral, por más que sea desarrollada, en algún momento se
verá limitada. Es por esto que, en conjunto con el desarrollo de la oralidad, es necesario
que se produzca el desarrollo de la escritura. En cuanto a preescolar, esta premisa se
ha encargado de dividir al profesorado en 2 posturas principales: “los niños de preescolar
deberían salir leyendo y escribiendo” y “los infantes que cursan el preescolar no tiene
que leer y escribir al término del mismo”. La realidad es que el proceso de escritura y
lectura dependerá de la madurez que presente el infante; sin embargo, el objetivo de la
educadora será generar ambientes de aprendizaje adecuados para que el párvulo
reconozca la escritura como un medio de comunicación y comprenda cuáles son sus
funciones y la forma de emplearse en la vida cotidiana.
Una vez que el infante obtenga estas herramientas de la comunicación y pueda ponerlas
en práctica, ocurrirá un crecimiento potencial en su aprendizaje y la cantidad de
conocimiento con el que cuenta; y será capaz de enfrentarse a las problemáticas que se
susciten a lo largo de su vida, en las cuales pueda emplear el lenguaje (oral, escrito o no
verbal), como una estrategia o herramienta que dé solución a las mismas.
Comprendido lo anterior, se concluye entonces, que el ser humano, un ente social por
naturaleza, necesita formar parte de un proceso de interacción que le permita
comprender el entorno y los individuos que lo rodean. Para ello, a lo largo del tiempo, se
ha dado a la tarea de ir desarrollando diversas estrategias que le permitan pertenecer a
este proceso comunicativo.
A partir de esta premisa, en las escuelas, surge un nuevo objetivo. Con él, las
instituciones educativas cuentan con la necesidad de convertirse en un espacio que les
permita a los individuos llevar a cabo los procesos de interacción social que favorezcan
el desarrollo de su lenguaje, tanto oral como escrito. Para conseguir lo anterior, es
fundamental que se propicie una transformación respecto al papel que juega el habla
dentro de los procesos cognitivos de los estudiantes.
Será, entonces, tarea del docente comprender la importancia que tiene el lenguaje
durante el proceso de enseñanza – aprendizaje y trabajar para beneficiar al mismo,
tomando en cuenta que el habla forma parte esencial de la actividad del ser humano. Lo
anterior le exige al maestro modificar su intervención docente y diseñar planeaciones
que cumplan con el objetivo antes mencionado.