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La oralidad y la escritura en el aula.

Se define a la oralidad como el medio de comunicación verbal, que se produce a través


de sonidos emitidos por la voz y que se reciben por medio del oído. Se considera a este
como el primer modo de comunicación empleado por el ser humano, el cual le permite
crear vínculos entre los integrantes de una sociedad. Por otro lado, la escritura, es
considerada como el habla traducida a signos visibles, que permite mantener un registro
permanente de la historia de una sociedad.

Retomando la postura de Walter Ong, existen dos clases de oralidad: la primaria y la


secundaria. La primaria se refiere a la comunicación oral propia de cada cultura; mientras
que la secundaria engloba al lenguaje escrito de dicha cultura. Ambos aspectos, permiten
que el sujeto comparta sus ideas, emociones, juicios, ideologías, costumbres,
tradiciones, gustos, etc., por lo tanto, la oralidad y la escritura se encuentran
entrelazadas, y en conjunto, estas habilidades lingüísticas configuran el lenguaje.

El lenguaje, tal como se le conoce, cuenta con un papel importante en el trayecto de la


vida humana. Desde el principio de los tiempos, el código lingüístico perteneciente a una
región, se ha encargado de propiciar un sistema de comunicación que favorece al
desarrollo de las sociedades. Es por ello que, en la actualidad, el habla se ha convertido
en la herramienta principal que permite el desarrollo del aprendizaje, puesto que funge
como un intermediario entre el acervo cultural de la sociedad, y el proceso de crecimiento
cognitivo del individuo, puesto que promueve distintas formas de sociabilidad, de acceso
al saber, de la apropiación de la lengua y de la construcción de la identidad propia.

Su papel puede ser observado desde las primeras etapas de vida de los sujetos, quienes
reciben sus primeras interacciones con el lenguaje oral gracias a las intervenciones de
los padres. En esta fase, el individuo comprende que la lengua funciona como un medio
para la satisfacer sus necesidades básicas y entablar relaciones con los sujetos y objetos
que lo rodean.

Con forme pasa el tiempo, y se produce una mayor madurez cognitiva, el infante asocia
al habla con un contexto específico y actúa de acuerdo al mismo; sin embargo, con el
paso de tiempo, esta habilidad informal se vuelve insuficiente para ser transferida a otras
situaciones comunicativas; es entonces donde entra el proceso educativo del niño.

Las instituciones educativas serán el órgano encargado de brindar un espacio adecuado,


en el cual se puedan experimentar desafíos en los que sea necesario poner en práctica
la habilidad desarrollada dentro del núcleo familiar, con la finalidad de que el niño pueda
comprender las limitantes de la misma. Siendo así, las docentes serán las encargadas
de diseñar situaciones didácticas en las cuales los infantes tengan la oportunidad de
comprender el proceso del diálogo, las reglas que forman parte del mismo y sus
participaciones dentro de éste; además de ampliar su vocabulario, tomando en cuenta
los contextos, las necesidades y los intereses de los actores educativos.
En adición con el incremento del léxico infantil, deberá propiciarse de manera simultánea
el proceso de enseñanza – aprendizaje; es decir, que la lengua se convertirá en el
recurso principal para que el individuo adquiera el conocimiento, puesto que es a través
de ella que se va transmitiendo la información.

No obstante, la comunicación oral, por más que sea desarrollada, en algún momento se
verá limitada. Es por esto que, en conjunto con el desarrollo de la oralidad, es necesario
que se produzca el desarrollo de la escritura. En cuanto a preescolar, esta premisa se
ha encargado de dividir al profesorado en 2 posturas principales: “los niños de preescolar
deberían salir leyendo y escribiendo” y “los infantes que cursan el preescolar no tiene
que leer y escribir al término del mismo”. La realidad es que el proceso de escritura y
lectura dependerá de la madurez que presente el infante; sin embargo, el objetivo de la
educadora será generar ambientes de aprendizaje adecuados para que el párvulo
reconozca la escritura como un medio de comunicación y comprenda cuáles son sus
funciones y la forma de emplearse en la vida cotidiana.

Una vez que el infante obtenga estas herramientas de la comunicación y pueda ponerlas
en práctica, ocurrirá un crecimiento potencial en su aprendizaje y la cantidad de
conocimiento con el que cuenta; y será capaz de enfrentarse a las problemáticas que se
susciten a lo largo de su vida, en las cuales pueda emplear el lenguaje (oral, escrito o no
verbal), como una estrategia o herramienta que dé solución a las mismas.

Comprendido lo anterior, se concluye entonces, que el ser humano, un ente social por
naturaleza, necesita formar parte de un proceso de interacción que le permita
comprender el entorno y los individuos que lo rodean. Para ello, a lo largo del tiempo, se
ha dado a la tarea de ir desarrollando diversas estrategias que le permitan pertenecer a
este proceso comunicativo.

A través de la evolución y la adaptación del hombre al mundo que habita, se ha podido


observar los diversos medios por los cuales ha manifestado y formalizado la
comunicación. Los balbuceos, los pictogramas, las señales de humo, las señas, etc., son
solo algunos de los predecesores de estos vehículos de la información, y que dieron
paso a lo que en la actualidad configura al lenguaje.

Al convertirse en una forma de mediación entre el sujeto y el mundo, el lenguaje asegura


su intervención en los procesos de la construcción histórico – social de la sociedad, así
como ser una herramienta fundamental para generar el conocimiento.

A partir de esta premisa, en las escuelas, surge un nuevo objetivo. Con él, las
instituciones educativas cuentan con la necesidad de convertirse en un espacio que les
permita a los individuos llevar a cabo los procesos de interacción social que favorezcan
el desarrollo de su lenguaje, tanto oral como escrito. Para conseguir lo anterior, es
fundamental que se propicie una transformación respecto al papel que juega el habla
dentro de los procesos cognitivos de los estudiantes.
Será, entonces, tarea del docente comprender la importancia que tiene el lenguaje
durante el proceso de enseñanza – aprendizaje y trabajar para beneficiar al mismo,
tomando en cuenta que el habla forma parte esencial de la actividad del ser humano. Lo
anterior le exige al maestro modificar su intervención docente y diseñar planeaciones
que cumplan con el objetivo antes mencionado.

Durante el proceso de escolarización, el preescolar, por ser considerado el cimiento del


aprendizaje, se convierte en el primer espacio en el cual los infantes ponen en contraste
el conocimiento informal adquirido en casa, contra las problemáticas de la vida cotidiana.
Debido a esto, es importante que los momentos de aprendizaje donde los niños hagan
uso de su lenguaje oral sean lo más reales posibles, brindándoles a estas situaciones un
sentido significativo. Sin embargo, no sólo deberán propiciarse espacio de práctica oral,
sino que también será el deber de la educadora, adentrar a los estudiantes a la dinámica
del lenguaje escrito, favoreciendo principalmente la comprensión y función de la
escritura.

La enseñanza y aplicación de estas habilidades comunicativas en el aula, tendrán


resultados positivos en el desarrollo integral de los estudiantes; mejorando su confianza,
su madurez cognitiva, el entendimiento de su realidad, etc.; con el objetivo final de
entregarles herramientas que les permitan alcanzar las competencias necesarias para
enfrentarse a la vida.

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