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El automóvil, (los minoritarios ciudadanos conductores) no solo han invadido, ocupado, el espacio público
urbano, sino que se imponen de forma dominante sobre toda la ciudadanía. Las ciudades de los humanos
que caminan, se han transformado, adaptado, sometido en su forma y funcionamiento a la lógica de la
minoría de los centauros motorizados. Las tramas y barrios se organizan en torno de la red viaria básica
de la movilidad en vehículo privado.
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diariamente se traslada en coche, transcurre una media de150 horas al año bloqueado sin moverse en
atascos. 7 largos días y noches encerrado, cautivo, dentro de su cabina.
La razón y causa de la congestión urbana es técnicamente bien simple y conocida. Un viajero en coche,
dependiendo de la velocidad, consume entre 10 y 20 veces más espacio que un viajero caminado en bici o
en transporte público. Provoca por tanto entre 10 y 20 veces más congestión.
El automóvil es un invento fabuloso, que permite, moverse libremente espacial y temporalmente,
transportando familiares, amigos o mercancías de puerta a puerta. Rápido y flexible.
Tiene sentido para viajes interurbanos, pero en la ciudad, si son muchos los que lo utilizan es
perfectamente ineficaz y absurdo.
No se necesita mucho criterio para discernir que para hacer un corto viaje urbano. (En ciudades
compactas no acostumbra a superar los 10km), la utilización de una máquina de una tonelada de acero y
150CV de potencia, con semáforos en cada esquina, supone un completo desatino.
Aun cuando el automóvil es desde el punto de vista económico, tanto desde la óptica individual como
colectiva el medio más ineficiente y caro, para el ciudadano con recursos, en función de su teórica rapidez
y flexibilidad, puede tener su lógica individual. No obstante si esta elección, como en realidad ocurre, la
toman muchos individuos a la vez, en la practica la suma de decisiones individuales se convierte en una
pésima opción colectiva y en consecuencia individual.
Por otra parte los conductores, no solo se fastidian a si mismos sino a todo el mundo. Sobre todo al
transporte colectivo de todos.
Según UN-HABITAT el tiempo perdido debido a la congestión de tráfico afecta directamente al PIB de la
ciudad con pérdidas en torno al 1% en las ciudades inglesas, que pueden alcanzar el 4% en Manila, el 6%
en Bangkok o el 10% en Lima.
No obstante, el mérito, resultado más valioso está sin duda en la drástica reducción de la mortalidad
violenta (accidentes) y lenta por intoxicación (contaminación), así como en la generación de CO2 efecto
invernadero-cambio climático.
Implica la recuperación de la ciudad para el ciudadano. La recuperación cuantitativa del espacio público,
pero fundamentalmente cualitativa, aceras amplias para caminar, pasear, estar, donde los niños puedan
jugar solos sin necesidad de protegerlos del peligro de los accidentes, del stress y del ruido.
Una racional política de la movilidad urbana, aparte de una notable mejora de ésta, comporta asociada
una patente mejora de salud y de la seguridad de la ciudadanía. Dos pájaros de un tiro. Los beneficios son
enormes.
Las políticas e instrumentos urbanísticos para incidir en una movilidad sostenible, eficaz, justa, segura y
saludable
Una movilidad urbana más allá del automóvil, post car cities, no solo es posible sino perfectamente
factible y son muchas, (aunque relativamente pocas), las ciudades que desde hace años han optado por
este modelo.1 Los coches se comportan como los gases, (ley de Boylle). Se expanden o se comprimen
ocupando todo el espacio disponible. A más oferta vial, más coches, más ciudadanos optan por este
medio. A la recíproca, una política de contención vial, produce en primera instancia una gran congestión,
que rápidamente se estabiliza en una reducción del número de vehículos, ya que muchos conductores
optan por pasarse a los otros modos.
Exactamente lo contrario de las tradicionales políticas de ingeniería de tráfico, que pretenden solucionar
el problema de la congestión, (demanda), aumentando la oferta de vialidad (más carriles para coches).
Grandes y costosos viaductos y aparcamientos a mayor deleite de las grandes empresas constructoras.
Los resultados son bien conocidos. A los pocos días la nueva via se satura y de rebote la trama capilar de
calles en la que desagua. Más congestiones y atascos en toda la ciudad. Más contaminación y accidentes.
Las técnicas de contención, no desaparición, de la movilidad en vehículo privado, con paralela
potenciación de los otros medios, a pie, en bici, en transporte público son bien conocidas y de
espectaculares resultados en la mejora de la movilidad y de la calidad del espacio urbano (sin accidentes,
ruidos, ni contaminación)
Se trata en general de técnicas disuasivas, bien conocidas y experimentadas. La referida disminución de la
oferta de carriles en calzada; La protección de tramas urbanas, barrios, del tránsito “a trasvés” (límites de
velocidad, obligación de cambio de sentido en los cruces,..).
Limitaciones de acceso en función del efecto contaminación (por zonas, cubicaje, antigüedad, diésel,...);
Fiscalidad estática (aparcamiento en la calle, o en interior edificios, rotativo, de residentes,..) o fiscalidad
dinámica (perímetros urbanos tasados, road pricing,..)
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La solución no es desde luego el coche eléctrico, super publificado por los fabricantes de coches.
El vehículo eléctrico posee en efecto dos virtudes:
a) distanciar la fuente de la contaminación de la población urbana, en todo caso no de erradicarla. La producción
mundial de electricidad se obtiene mayoritariamente en centrales térmicas basadas en carburantes fósiles,
contaminantes y productores de CO2.
b) ser silencioso
No ofrece por lo demás ninguna ventaja respecto al coche de motor de explosión. Conserva intactos todos sus
defectos. Es minoritario (desigual); Es ineficaz en la movilidad urbana (congestión, atascos); y su capacidad de matar
y herir por accidentes de tráfico es la misma, o superior al no avisar pues es silencioso. No se oye, previniendo de su
amenaza.
En sentido contrario, por ahora no acaba de funcionar para vehículos pesados camiones, tractores autobuses, etc; Es
bastante más caro; y Ofrece unas prestaciones, (autonomía, potencia, velocidad, lentitud de carga de baterías, etc.),
muy inferiores al tradicional vehículo de gasolina o gasoil.
El gran futuro de los vehículos eléctricos no está en el coche, sino en la bicicleta eléctrica, de gran potencial en la
ciudad.
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Por último caminar hacia una utilización eficiente y racional del coche, no asociada a la pertenencia
privada del vehículo. Formas de tenencia colectiva y compartida tipo taxis, Uber, car-pools, car-sharing
que implican un profundo cambio de mentalidad. Cambio de paradigma.
Posiblemente es la lapidaria frase de Margaret Thatcher en los 80, la que mejor sintetiza el sentimiento
que el coche inspira: “Si un hombre después de los 40 años se encuentra en un autobús, puede
considerarse a sí mismo como un fracasado”
La subjetiva ideología dominante a favor del coche ignorando su objetiva perversidad, responde
plenamente al modelo gramsciano de hegemonía cultural, por el que la sociedad asume y hace suyos
argumentos del adversario, que van claramente en su contra.
La continuada expansión del coche en las ciudades de los cinco continentes es un aspecto más de la onda
regresiva que acompaña el pensamiento único neoliberal de los últimos 30 años. En contra de la mayoría
gente. A favor del restringido y poderoso lobby económico de la industria del automóvil, el petróleo y las
grandes obras públicas.
tiempo, ante la evidencia de las ventajas y del incremento de gente en la calle y en consecuencia de
facturación se convierten en los grades defensores.
No obstante, en muchas ciudades del planeta, la pacificación del vehículo privado en la ciudad, paralelo a
la potenciación de los otros modos de transporte, se ha aplicado y se está aplicando con espectaculares
resultados y finalmente con fuerte apoyo de la ciudadanía.
Se trata de intervenciones públicas francamente económicas, que no requieren de costosas obras
infraestructurales. Únicamente de gestión, de reorganización del espacio público existente. Disminución
de calzada para el coche en movimiento y aparcado. Incremento de aceras, carril bicis y carril bus. Así de
simple.
Políticamente en cambio la cosa no acostumbra a ser tan simple. Subvertir la subjetiva y aciaga ideología
dominante del coche en la ciudad, por un modelo urbano más racional, sostenible, eficaz, justo, seguro y
sano no es tarea fácil y requiere una decidida voluntad política de los gobernantes y años de pedagogía a
partir de pequeñas y continuadas intervenciones.
La recualificación de la ciudad, de su espacio público a favor de los peatones, las personas y de paso la
substancial mejora de la movilidad urbana, no es tarea fácil, pero perfectamente viable, como es posible
contrastar en múltiples ejemplos. Se trata en general de núcleos urbanos compactos.
Otra cosa es actuar sobre la urbanización dispersa y difusa que rodea los centros urbanos históricos, la
“No ciudad extensa” surgida en estos últimos años a caballo del automóvil y de la especulación
inmobiliaria.
La intervención sobre esta parte de la ciudad, suburbial y escuálida, que va de la ciudad formal a la
informal, es tarea mucho más difícil, profunda y compleja. Requiere básicamente de la necesidad de darle
estructura y recualificación a este tejido urbano de baja densidad, difuso, amorfo, en mancha de aceite,
creando polaridades compactas densificadas, ejes de “urbanidad” sobre los que apoyar el transporte
público.
La regeneración de la No ciudad extensa hija del coche y cautiva del mismo, no es tarea imposible, pero
tampoco fácil, requiriendo de importantes inversiones.
profundas), que no pueden competir a los actuales bajos precios. La oferta está cada vez más
concentrada, básicamente en Oriente Próximo, en los emiratos-satrapías del golfo pérsico, con
explotaciones que conservan una muy alta rentabilidad.
Una cosa está clara: el milagro de la energía abundante y barata que ha permitido el gran desarrollo de
los últimos 150 años se acabó. El acelerado modelo de transporte low-cost, de viajeros y también de
mercancías trajinadas de un extremo a otro del planeta, entrará en una profunda crisis, que ya está
apuntando.
La movilidad urbana no será ajena a este irreversible proceso y la crisis del vehículo privado como medio
masivo en la ciudad, es cuestión de tiempo, pero está cantada.
La imprescindible transformación de la “ciudad del coche” a la “ciudad de las personas”, sino es posible
por criterios internos objetivos de racionalidad técnica, económica y social, llegará a la fuerza de forma
traumática por el impacto externo de la escasez de materias primas y energía. Debería ser una razón más
para controlar resilientemente este proceso y avanzar hacia una ciudad sostenible, segura y saludable,
apoyada sobre una movilidad eficaz e igualitaria.