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LOS GENES QUE “SALTAN”

Por: Enrique Bravo M.


El descubrimiento de que los genomas procarióticos y eucarióticos son
menos estables de lo que los análisis genéticos clásicos habían indicado, es
uno de los muchos desarrollos importantes realizados por la Genética
Molecular en los últimos años.
Bárbara Mc Clintock, Premio Nobel de Medicina 1983, estudiando loci
inestables, con una alta tasa de mutabilidad reversible en maíz, Zea mays,
pudo concluir hacia finales de la primera mitad de este siglo que las
expresiones fenotípicas en los loci mutables estaban ligadas a cambios en un
elemento de la cromatina diferente a los componentes de los genes mismos.
Estas entidades fueron denominadas por Mc Clintock “Elementos
Controladores”, pues podían inhibir la actividad de un gene al insertarse en
él o cerca de él. De vez en cuando, en el tejido germinal o en el somático, el
elemento podía escindirse de ese sitio y como resultado, la actividad del
gene podía ser más o menos restaurada, mientras que el elemento podía
integrarse en otra parte del genoma en donde afectaría la actividad de otro
gene. Sin embargo, fue en los organismos Procarióticos en donde 20 años
después del descubrimiento de los elementos controladores en maíz, se
encontró un nuevo tipo de mutaciones que parecían deberse a una adición
de segmentos de ADN de longitud definida al cromosoma de la célula. Estas
secuencias mutadoras de alrededor de 2000 pares de nucleótidos de
longitud, descubiertas en la bacteria Escherichia coli, se denominaron
inicialmente “Secuencias de la inserción” y muy pronto se estableció que
podían integrarse en múltiples sitios del cromosoma bacteriano causando
mutaciones reversibles, la cual indicaba la existencia de fenómenos de
inserción y escisión de unidades estructurales discretas.
Hasta ahora, elementos genéticos transponibles como los descubiertos
inicialmente en maíz y en bacterias también se han descrito en levadura y en
Drosophila, lo cual representa una razonable distribución para considerar su
existencia como universal en el mundo biológico.
Actualmente se conoce a los elementos genéticos transponibles con la
denominación genérica de transposones.
Por diversas técnicas genéticas y moleculares se sabe que los transposones
bacterianos tienen entre 750 y 5000 pares de nucleótidos y que codifican una
enzima llamada transposasa (una endonucleasa que cataliza los procesos de
inserción y escisión) y una proteína reguladora de la transposición (que actúa
como represor con control negativo sobre la transcripción). Algunos
transposones bacterianos poseen genes que codifican resistencia a
antibióticos y aun algunos tienen la organización genética y molecular
suficiente para considerarlos como partículas virales.
Una notable característica estructural de los transposones es la presencia de
extremos con secuencias repetidas. Estos extremos son esenciales en los
procesos de inserción-escisión, pues las mutaciones que afectan estas zonas
inhiben la transposición del elemento.
Los transposones tienen la muy interesante propiedad de generar re-arreglos
cromosomales en la vecindad del sitio de su inserción, como por ejemplo,
delecciones, adiciones, duplicaciones, inversiones y fusión de replicones, lo
cual explica la gran capacidad que poseen para originar mutaciones.
Un modelo reciente de cómo se realiza la transposición postula que la
transposasa codificada por el transposón reconoce una pequeña secuencia
en el ADN “blanco”, provocando un corte escalonado en el que se realiza la
inserción.
La reparación de los extremos del corte produce las secuencias repetidas
terminales y conduce a la replicación del transposón.
Actualmente existe mucha evidencia física y genética de la presencia de
transposones similares a los bacterianos en levadura, Drosophila y muy
posiblemente en células de mamíferos, en donde serían responsables de
diversos eventos mutacionales.

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