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¿Qué es lo que causa la caída de sistemas político-sociales o la decadencia de las

sociedades? El hombre mismo, con su capacidad inagotable de criticar, imaginar y ganas de


ser libre.
Para que una utopía fuese posible, los hombres no podrán tener ningún tipo de
ambición o aspiración propia, no sólo por no ascender en la pirámide social, sino para no
interrumpir la cadena de producción y consumo en que la sociedad humana se basa. Los
hombres tendrán que ser acondicionados a amar lo que hacen y solamente eso, aborreciendo
los trabajos de otros, pero respetándolos y sabiendo su importancia.
Casi como criaturas insensibles y mansas, hacen lo que les corresponde sin protestar y
sin ambicionar más. Así cada clase dentro de la pirámide valora el fin común dirigido por el
estado sobre el propio, subordinando hasta la propia existencia a la conveniencia o
inconveniencia del estado. La gente en su completitud profesan un sentimiento de amor,
admiración y feroz e inquebrantable lealtad hacia su líder o soberano, rayando en la obediencia
ciega.
A su vez, el soberano vela por el mejor interés del estado, no de los súbditos o de sus
deseos, sino el estado en conjunto. Posee un inmenso e ilimitado poder, que se extiende sobre
sus súbditos y todos los asuntos que conciernen a su estado.
No hay ninguna actividad sin razón o sin propósito; así no puede matarse a alguien si
no ha cometido un crimen ni puede premiarse a alguien sin mérito, aunque los premios deberán
ser parcos y en clase de su actividad, es decir, no puede premiarse a un carpintero por un buen
trabajo con una obra de orfebrería o de joyería.
Empero, el súbdito goza de las libertades más esenciales para no bloquear la causa
más profunda y primaria de descontento: así, todas las personas tienen libertad de elegir a su
pareja, no hay ninguna restricción para la orientación sexual y todos gozan de una alimentación
suficiente, sin exceso ni opulencia; toda la gente posee ropa adecuada para su trabajo y no
tiene excedentes de ningún tipo.
En la sociedad no existe religión y cualquier tipo de culto está prohibido, pues el sosiego
y la esperanza proveídos por la religión vienen del soberano. Aunque tampoco hace falta vigilar
esta prohibición pues la gente sabe que las cosas “sobrenaturales” no existen.
Las enfermedades son tratadas por un médico proveído por el soberano, pero
solamente las más graves pues no debe permitirse que las personas busquen sosiego o recreo
donde no debe haberlo, ni un descanso de sus actividades.
Y bajo los ojos del soberano todos los súbditos son iguales, es decir, hombre y mujer
tienen el mismo valor, y lo único que distingue a una persona de la otra es la actividad que
realiza, ésta además marcando su estatus social.
Y en cuanto a la guerra con otros estados, siempre presente y necesaria, el estado
adopta una actitud de producción y realiza un gran esfuerzo en conjunto con la sociedad para
asegurar la victoria en el conflicto; en cuanto a los pueblos recientemente subyugados, son
asimilados rápidamente por el estado; eliminados aquellos que no lo aceptan y sus hijos
educados en él, para que al crecer estén listos para tomar su lugar en el gran engranaje que
depende del soberano para todo. Adicionalmente, cada vivienda, de todas las personas sin
excepción tiene al menos un retrato del soberano a quien se dirigen cuando hablan de él o ella
como Su Majestad, para reforzar su importancia y elevación sobre sus súbditos.

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