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CONCEPTO DE NATURALEZA

En sus dos acepciones básicas, naturaleza es el conjunto de las cosas que constituyen el universo
(totalidad dinámica de elementos) o la esencia de una cosa que (la naturaleza de algo), a modo de
principio activo, hace que ésta manifieste un determinado conjunto de propiedades o características.
Etimológicamente, tanto en griego (phýsis) como en latín (natura), el término se refiere al
«nacimiento» o a la «producción» de las cosas, y así lo entendieron los presocráticos, autores de las
primeras teorías sobre el «principio», o arkhé, en que se supone consiste la naturaleza.
Aristóteles presenta la primera definición formal de naturaleza, como la «sustancia que posee en sí
misma el principio del movimiento», y este criterio le permite nombrar un conjunto de cosas que son
«por naturaleza»: los animales, las plantas y los cuerpos simples de donde todo procede;
distinguiéndolas, por lo demás, cuidadosamente de lo que es producido por la tékhne, el arte, también
principio productivo.
Esta idea de la naturaleza de carácter cualitativo se mantendrá hasta la llegada del mundo moderno y
su interpretación cuantitativa del mundo natural. En el primer término se destacan sus características
dinámicas, en el segundo sus características matemáticas y mecánicas.
Con la llegada de la ciencia moderna, en los siglos XVI y XVII, se sustituye la antigua noción de
«naturaleza» por la de una «naturaleza máquina», cuyo funcionamiento el hombre conoce a través de
sus leyes, pero a la que en última instancia considera ordenada, o diseñada, por las manos de Dios. En
este mundo sometido a leyes mecánicas, las que formula la ciencia moderna de Galileo a Newton. Pero
a lo largo del s. XVIII, se piensa de forma creciente en una naturaleza independiente de Dios: el
mecanicismo se convierte finalmente en el materialismo.

CONCEPTO DE CULTURA
El término cultura proviene del latín cultus, que inicialmente significaba «cultivar». Cultus significaba
el estado de un campo cultivado. En tanto que el cultivo de un campo precisa de un constante esfuerzo,
el sustantivo cultus adquirió, por una parte, el significado de «cuidado» y pasó a significar «culto» en
el sentido religioso (por el «cuidado» o «culto» constante de los dioses realizado por los sacerdotes) y,
por otra parte, pasó a considerarse «culto» todo ser humano que «cultivase» su espíritu. En este
segundo sentido, se seguía la metáfora, ya existente en la Grecia de la época sofista, consistente en
considerar el espíritu como un campo. El hombre «inculto» sería, pues, como un campo sin cultivar,
mientras que el hombre «culto» sería aquél que tendría cuidado de su espíritu. En este sentido, el
término cultura se entiende aplicado al ámbito del individuo, y en este ámbito mantiene una cierta
relación con el término griego paideia o educación (cultura subjetiva). A partir de los siglos XVII y XVIII
el término se amplía, entendiéndose por cultura aquello que el hombre añade a la naturaleza, sea en
sí mismo (cultivo de su espíritu), sea en otros objetos, tales como utensilios, herramientas, procesos
técnicos, etc., (de donde surge la idea de «bienes culturales» o de «cultura material»), de manera que
la cultura se entiende como la intervención consciente del hombre frente a la naturaleza (cultura
objetiva). De esta forma se pueden distinguir dos significados de la palabra cultura:
Cultura subjetiva: acervo de conocimientos que adquiere un sujeto en el proceso de aprendizaje en un
contexto social.
Cultura objetiva: producciones que llevan a cabo los seres humanos en un contexto social.
RELACIONES ENTRE NATURALEZA Y CULTURA
A lo largo de la historia la relación entre estas dos ideas se configura fundamentalmente de dos
maneras, se oponen o se complementan.
En primer lugar, el concepto de naturaleza se configuró como lo opuesto a la cultura y
viceversa. Autores como el filósofo francés R. Descartes que diferencia entre cuerpo y espíritu y
distingue funciones naturales del ser humano y operaciones relacionadas con la capacidad de
simbolizar de la mente humana, o como el pensador suizo J. J. Rousseau que presenta lo cultural como
lo alejado de la felicidad natural de las sociedades primitivas, o en su vertiente más extrema, el
psiquiatra y neurólogo S. Freud que concibe la cultura como opresora y fuente de represión de la
naturaleza humana, pueden ser considerados como partícipes de este enfrentamiento entre naturaleza
y cultura.
En segundo lugar, autores como el poeta y filósofo alemán Johann Gottfried Herder o Karl Marx
entienden la cultura como una segunda naturaleza que completa al ser humano. Este es una animal
social que produce sus propias condiciones de vida en un contexto determinado.
Sin embargo, la dicotomía entre cultura y naturaleza ha servido como criterio para distinguir
dos tipos de realidades: naturales y culturales, y para establecer dos tipos de ciencias. En primer
término, desde que Aristóteles señaló la distinción, ha servido como criterio de diferenciación entre
dos tipos de seres: naturales y artificiales. Los seres naturales serán aquellos que tienen el principio de
cambio en sí mismos, esto es, que sus cambios no dependen de ningún agente externo. Sin embargo,
los seres artificiales dependen de la acción de un agente externo, el técnico o artista y por tanto, se
consideran un producto humano.
En segundo término, la distinción entre cultura y naturaleza se utiliza como criterio de
demarcación de dos grandes tipos de ciencias. Es en este sentido en el que el alemán Wilhelm Dilthey,
filósofo historicista de la segunda mitad del S. XIX propone la distinción entre ciencias de la naturaleza
y ciencias del espíritu.

Ciencias de la naturaleza: aspiran al conocimiento de leyes, se enfrentan a fenómenos aislados que


tienen que relacionarse entre sí como causas y efectos, forman un todo ordenado, dan lugar a hipótesis
que el futuro se encarga de respaldar o de desmentir, aspiran a tener una validez eterna, pues
pretenden controlar realidades duraderas, estructuras fijas o de lenta evolución. Su finalidad sería
entonces explicar la realidad y por tanto, su método explicativo.

Ciencias del espíritu: tienen como finalidad el conocimiento de individualidades históricas ejemplares
con sus acciones concretas; forman un todo que conecta todos los aspectos de la vida humana: ideas,
proyectos, sentimientos, afectos, entusiasmos y reflexiones. La historia quiere conocer realidades que
tienen lugar en un tiempo breve y casi nunca se muestran ante nuestros ojos, sino que están sepultadas
en el pasado. Las ciencias del espíritu conectan la acción histórica con la interioridad del hombre: una
realidad invisible que se intenta penetrar mediante la comprensión. La interioridad está compuesta por
los fenómenos de la vida humana. Este ámbito necesita del trabajo de un intérprete que dota a la vida
del hombre de una profundidad de sentido que sólo se puede conquistar si nos adueñamos de la acción
de los hombres del pasado. El objeto de esta tarea pertenece a la hermenéutica, es decir, en la medida
en que se hace con la vida del pasado, con su sentido y su intención, sirve sobre todo al presente.

DE LA NATURALEZA A LA CULTURA
Todos los animales necesitan obtener información del medio que les rodea para mejorar sus
posibilidades de supervivencia. La forma en que se responde a los distintos estímulos depende de la
complejidad de su sistema nervioso y de las posibilidades de aprendizaje. Es decir, además de las
condiciones naturales e instintivas para responder ante el medio la capacidad de adquirir conocimiento
y de intervenir en el entorno facilita la adaptación.
Las respuestas instintivas de los organismos determinadas genéticamente desencadenan
siempre repuestas similares e involuntarias y solo es a través de la capacidad de aprender como el tipo
y la variedad de respuestas se hacen cada vez más numerosas y complejas. El aprendizaje es, pues, el
que hace posible la cultura como forma de adaptación e intervención en el entorno.
En el caso del ser humano, la evolución biológica ha sustituido progresivamente el instinto,
como respuesta heredada, por el hábito, como respuesta aprendida. Se puede decir que en el hombre
prácticamente ha sustituido todas las formas instintivas de adaptación por formas culturales, de
manera que podemos decir que el hombre es fundamentalmente un animal cultural.
Uno de los factores básicos para que el hombre haya evolucionado culturalmente ha sido la
utilización de símbolos entre los estímulos del entorno y su respuesta. Etimológicamente símbolo
significa acuerdo, encuentro, reunión. El símbolo es una realidad a partir de la cual se posibilita un
vínculo con el mundo. Este sentido está evocando un significado, un contenido, que en sí mismo no
está presente; en relación a lo ya señalado todo símbolo exige una comprensión.
Ernst Cassirer pensador de origen alemán de la primera mitad del S.XX dice que el universo del
hombre no es un universo físico, es un universo simbólico; está plasmado, está configurado por
múltiples y variadas formas. Las formas simbólicas son de diferentes tipos: el lenguaje, el arte, la
religión, el mito, las ciencias que en el fondo constituyen las diferentes expresiones culturales. Cuál es
la función de estas formas culturales que son formas simbólicas: son el medio a través de las cuales
nuestra experiencia se manifiesta, se expresa (la manifestación es simbólica); la experiencia del hombre
se manifiesta a través de estas expresiones culturales; es una forma distinta de ver la realidad.
Es pues el lenguaje el instrumento fundamental para crear y transmitir la cultura. De esta
forma, se configura como el depósito del conocimiento que permite transmitir información y
acumularla de generación en generación-

DIVERSIDAD CULTURAL
Es un hecho cada vez más frecuente en las sociedades actuales. Significa que se constata la existencia
de diferentes culturas en un mismo espacio geográfico y social. Sin embargo estas culturas cohabitan
pero influyen poco las unas sobre las otras y no suelen ser permeables a las demás. Se mantienen en
guetos y viven vidas paralelas. La sociedad de acogida suele ser hegemónica y suele establecer
jerarquías legales y sociales que colocan a los otros grupos en inferioridad de condiciones, lo que lleva
al conflicto, al menosprecio, a la creación de estereotipos y prejuicios dificultando la convivencia social,
siempre en detrimento de los grupos más débiles. En los casos en que exista equidad y respeto mutuo
se puede pasar de la multiculturalidad al multiculturalismo.
El multiculturalismo es aquella ideología o modelo de organización social que afirma la
posibilidad de convivir armoniosamente en sociedad entre aquellos grupos o comunidades étnicas que
sean cultural, religiosa o lingüísticamente diferentes. Se valora entonces positivamente la diversidad
sociocultural y tiene como punto de partida que ningún grupo tiene por qué perder su cultura o
identidad propia. En este modelo, la diversidad existente no desaparece sino que se mantiene, se
recrea; no desaparece ni por adquisición de la cultura dominante y abandono del original ni por el
surgimiento de una cultura integradora con los aportes de los preexistentes. La diversidad cultural se
considera algo bueno y deseable, se fomenta la práctica de tradiciones etnoculturales, se buscan vías
para que la gente se entienda e interactúe respetando las diferencias.
Sin embargo, ante la multiculturalidad pueden mantenerse otras actitudes entre las que destaca:
El etnocentrismo. Consiste en conceder un valor superior a la cultura propia frente al que se otorga a
la ajena, y en emplear los patrones de la propia para juzgar la cultura ajena. En la vida cotidiana, el
etnocentrismo es bien perceptible en los juicios de valor de quienes ven a las gentes de otras culturas
como raras y atrasadas. El etnocentrismo dificulta e impide la comprensión de las culturas de otros
pueblos y está en la base de los movimientos racistas, de la intolerancia y de la xenofobia
Es un concepto ligado al desarrollo de la teoría antropológica. Dado que el desarrollo teórico estaba de
parte de los occidentales, éstos no se cuestionaron, más que raramente, el hecho, pensando que, en
efecto, la cultura occidental era superior. Frente al etnocentrismo, y como forma de combatirlo, se
halla el relativismo cultural. Al hilo del discurso se entiende que el relativismo cultural consiste en
ponerse en lugar del otro para entender su cultura. El relativismo cultural consiste en adoptar los
patrones culturales de la sociedad que se pretende estudiar, a fin de poder comprender su lógica
interna. En este sentido, las diversas culturas son Por último estaría el relacionismo cultural que
defiende la posibilidad del interculturalismo.
Considera que el intercambio cultural es positivo y nunca debería evitarse. La solución está en
encontrar ciertos valores universales que sean validos para las distintas culturas. Se parte de la validez
limitada de cada cultura y señala que los criterios de decisión pueden ser múltiples para considerar una
práctica cultural legítima o no.

SOCIEDAD
Sociedad es un término complejo, susceptible de referirse a realidades distintas y capaz de recibir
enfoques contrapuestos. Su radical polisemia significativa ha motivado gran variedad de definiciones.
Estas dependen del punto de vista adoptado o de los elementos que incluyan. En general se designa
como sociedad todo tipo de asociación o grupo formado por seres vivientes, a los que unen ciertas
semejanzas o coincidencias en su constitución o en sus actividades. Así, según la diversidad de su
objeto, puede referirse a hombres, animales o plantas; por la diversidad de actividad puede ser
sociedad natural, laboral o mercantil.
Aquí nos referimos a la sociedad humana en general. Pero también en este sentido resulta un concepto
ambiguo por la amplísima variedad de formas sociales que el hombre ha creado en el espacio y en el
tiempo, y por la compleja evolución o diversificación de las mismas. La perspectiva adoptada, además
de estar condicionada por la historia y el medio, se altera también según se dirija la atención hacia las
personas, hacia las instituciones, la cultura u otros aspectos.
Etimológicamente, sociedad viene del término latino «socius», derivado de una raíz indoeuropea que
significa «seguir» o «acompañar». Socio es entonces el cercano o asociado en algo común, sobre todo
el que está al lado en la vecindad, en el trabajo o en la batalla. Socio se contrapone a «hostis», que es
el extranjero, el alejado, que por estar más allá de la puerta («ostium») es visto como opuesto o incluso
peligroso. Sociedad sería entonces la agregación o conjunto de socios, de colegas, de colaboradores.

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