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Vezzetti, Hugo. – Aventuras de Freud en el país de los argentinos.

(1996)

Psicología Social Tecnicatura en Diseño Gráfico y Comunicación Visual


Apunte de catedra

Prof. Silvina Díaz

Capítulo 5 - Enrique Pichón Rivière: Psiquiatría – Psicoanálisis – Poesía


Ésta es la hipótesis que me propongo explorar a través de un examen de la trayectoria inicial de
la figura más conocida del círculo fundador del psicoanálisis: Enrique Pichon-Rivière.

Maestro de varias generaciones, ocupa un lugar particular en el cuadro retrospectivo que cierta
memoria del psicoanálisis argentino ha producido desde las convicciones e identidades propias
del campo “psi” de los años ‘60. Y ha sido entronizado, desde ese presente, como la figura
mayor de un desplazamiento desde el interior de la corporación psicoanalítica —y, en el límite,
desde el propio discurso freudiano— hacia una colocación heterodoxa, en términos de la
propia disciplina, ante problemas emergentes en la escena social.

La psicología social construida por Pichon-Rivière se constituyó en un núcleo generador de un


transplante disciplinar que tuvo consecuencias en el interior del espacio discursivo del
psicoanálisis.

Fue, por una parte, miembro fundador de la institución oficial y autor, hasta fines de los ‘50, de
una obra escrita considerable en la que primaba la voluntad de pertenencia —y de reforma—
al campo psiquiátrico. Pero a la vez fue protagonista de una trayectoria de distanciamiento
respecto de la APA y actor único de una empresa de extensión y enseñanza que era no sólo
externa al campo psicoanalítico sino también al ámbito universitario.

En su enseñanza, dirigida directamente al público más amplio y diverso, en la que siempre


rechazó los parámetros académicos, no es difícil encontrar algo de esa pulsión plebeya de
apropiación y extensión, aunque en su caso, por el desplazamiento a la psicología social y la
expansión de las prácticas grupales, el freudismo quedó en el camino.

El primer texto publicado por Enrique Pichon-Rivière no trata de Freud sino de Jung y Adler,
probablemente bajo la influencia de Federico Aberastury.2 En ese trabajo inicial destacaba la
importancia de la tipología psicológica de Jung (que distinguía los tipos intro y extravertido) y el
interés que podía ofrecer para la educación y para la profilaxis y el tratamiento de la neurosis.

Para presentar a Freud elige un abordaje que combina la historia del descubrimiento con la
presentación de los objetivos del psicoanálisis, en términos que permiten iluminar algunos
rasgos de su propio acceso a la disciplina. En efecto, su presentación acentúa el carácter
científico del psicoanálisis, pero, a la vez, destaca freudianamente el papel de las “resistencias”
que debía vencer.

Nuestro psicoanalista postula la obra del sabio vienés como una doctrina sintética, una
cosmovisión abarcativa: “una concepción integral del hombre”, “biológica e instintiva en su
fuente, social y cultural en sus proyecciones y humana siempre”. Ese rescate humanista del
freudismo corre paralelo con la exaltación del retrato moral del creador del psicoanálisis: “la
necesidad de comprender a los hombres fue la pasión más fuerte de su vida”.

La proposición del psicoanálisis freudiano como una concepción humanista e integral del
hombre, centrada en la indagación de los procesos del enfermar y de los resortes de la cura, es
también el punto de vista predominante en el discurso ante el Primer Congreso de la Sociedad
de Neurología y Psiquiatría de Buenos Aires.

Pichon buscaba construir un nuevo abordaje y una enseñanza renovada de la psicopatología,


en esos comienzos junto a la inspiración psicoanalítica hay que tomar en consideración esa
recepción de la “psiquiatría dinámica” parisina constituida en torno deL’Evolution
Psychiatrique.

Pichon se siente convocado, entonces, allí donde Freud no había avanzado y donde, más aún,
había anticipado la imposibilidad de aprehender una estructura psicopatológica específica.

Pichon realizó una trayectoria excepcional y en su carácter único se hace comparable a José
Ingenieros; pero lo cierto es que esa trayectoria es impensable sin el impacto inicial de su
opción por la psiquiatría, que le proporcionó el marco necesario para la construcción de una
teoría nosológica que fue el resultado de una voluntad de integración que estaba presente
desde sus primeros trabajos.

Pichon-Rivière promueve un “encuentro” doblemente desplazado: de la neurosis a la psicosis y


del consultorio al hospicio en un primer intento de constitución integral de una nueva
psiquiatría. En 1948, un extenso trabajo sobre la psicosis maníaco-depresiva le sirve para
exhibir su voluntad de integrar la psicopatología psicoanalítica al conjunto de la tradición
psiquiátrica.

la luz de esa tradición insistente de recepción del freudismo de cara a demandas de la


sociedad, conviene establecer algunas distinciones, ya que hay más de una concepción del
psicoanálisis en juego. Por una parte es psiquiatría psicoanalítica, es decir “nueva psiquiatría”
en la que la voluntad de transformación del espacio psiquiátrico se integra con la vocación
pedagógica en la formación de los nuevos profesionales capaces de sostener esa empresa de
renovación. Muy cercanamente, es psicopatología psicosomática como una extensión a la
clínica médica de esa nosografía construida en el hospicio. Finalmente, en la labor colectiva
común con sus socios fundadores de la institución psicoanalítica, es medicina psicosomática
(“psicoanálisis médico” en la acepción de Alexander) en un desplazamiento que no sólo cambia
los destinatarios del discurso sino que incorpora un punto de vista que podría considerarse una
apertura hacia una psicopatología —y una psicosomática— social

No me propongo examinar aquí los pasos que llevaron a Pichon de la psiquiatría psicoanalítica
a la dinámica de los grupos y la psicología social. Es claro que hay un Pichon-Rivière de los ‘60,
supuestamente más conocido y sin duda más influyente, que todavía aguarda ser estudiado en
el contexto de un período clave del psicoanálisis argentino.

En este ensayo me he limitado a examinar su obra hasta comienzos de los años ‘50, período en
el cual produjo una parte muy importante de su obra escrita. Después, como es sabido,
escribió menos y estableció las bases de una enseñanza oral en las sucesivas “escuelas” (de
psiquiatría social, de psicología social) que fundó con apreciable éxito de público. Sus discípulos
han insistido en que esa enseñanza no puede ser juzgada a partir de los pocos trabajos escritos
que han sobrevivido al maestro.41 Pero si se toma en cuenta un primer trabajo, de 1951, sobre
psicoterapia de grupos, es evidente que también en esa línea, que va a constituir el eje de su
enseñanza en los ‘60, la puerta de entrada es la cuestión psiquiátrica.

En este caso la vocación pedagógica, volcada a la enseñanza de la psiquiatría, lo llevaba a


resaltar las posibilidades del grupo como instrumento de formación aplicado a estudiantes de
medicina. Pero en ese texto que se proponía como el relaté de una experiencia había algo más
que la exposición de un recurso de enseñanza.

Es la concepción misma de la psicopatología que había construido en la década anterior la que


quedaba afectada por un cambio de registro que anunciaba su desplazamiento fuera del
campo del psicoanálisis. En efecto, las neurosis y las psicosis son ahora definidas como una
básica “perturbación del aprendizaje de la realidad”, en una perspectiva que opera un
verdadero trastrocamiento de la categoría kleiniana de la relación objetal hacia la noción
psicosocial del rol. En efecto, en el pensamiento psicoanalítico de Melanie Klein el vínculo
aludía estrictamente a un “mundo interno” definido por intensidades de carga de los instintos y
no debía casi nada al “aprendizaje”.

La teoría del aprendizaje que Pichon comenzaba a construir, de acuerdo con las referencias
incluidas en ese texto inicial de su vocación grupalista, encontraba sustento en una peculiar
combinación de lecturas de Kurt Lewin, George Mead, Gaston Bachelard y de nociones
recicladas del kleinismo.

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