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DOI: http://dx.doi.org/10.15304/qui.16.

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IN GIRUM IMUS NOCTE ET CONSUMIMUR IGNI: DEL


LABERINTO AL CIRCUITO. ALGUNAS NOTAS SOBRE EL
ANDAR COMO PRÁCTICA ESTÉTICO-POLÍTICA*

Irene Valle Corpas


Universidad de Granada
Data recepción: 2016/09/13
Data aceptación: 2017/07/23
Contacto autora: irenevalle1991@gmail.com
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-5153-5994

RESUMEN
La imagen del laberinto ha sido objeto de múltiples revisiones en el dominio artístico durante todo
el siglo XX. Pero fue la década de los sesenta la que hizo de ella una figura esencial para numerosos
teóricos y creadores que se negaban a seguir los preceptos del urbanismo dominante. A partir de la
noción deleuziana de pliegue, el presente artículo pretende esclarecer las razones que motivaron el res-
cate de ciertos aspectos del arte Barroco y determinar cuál es su relación con el recurso a lo laberíntico
y el andar performativo. Para finalizar, trataremos de situarnos en las últimas décadas de la centuria con
el objetivo de comprobar qué fortuna ha tenido esta metáfora como mecanismo de actuación política.
Palabras clave: laberinto, pliegue, Barroco, Internacional Situacionista, Surrealismo

ABSTRACT
The image of the labyrinth was reworked on numerous occasions by artists during the twentieth
century, though it was in the 1960s that it became an essential figure for many theorists and creators
who refused to follow the precepts of urbanism, in all their dominant forms. Making use of Deleuze’s
notion of folding, this paper aims to clarify the factors that motivated the recovery of certain aspects
of Baroque art, while also attempting to determine its relationship with the recourse to the labyrinthine
and performative walking. Finally, we will look at the final decades of the century and assess the fate
of this metaphor as a mechanism for political action.
Keywords: labyrinth, folding, Baroque, Situationist International, Surrealism

Llamaremos a este hombre el viajero – si por Ya lo apuntó Foucault: “la inquietud actual
casualidad ello es necesario – a causa de la lentitud concierne fundamentalmente al espacio, sin duda
de su paso, a causa del extravío de sus ojos. mucho más que al tiempo; el tiempo no aparece
Marguerite Duras, El amor. probablemente sino como uno de los juegos de
Ya no sé volver a la salida. Desciendo, luego subo. distribución posibles entre los elementos que se
Y hago un giro. Laberinto. No pude salir nunca. reparten en el espacio”1. Precisamente por ser la
Y ahora habito para siempre en el interior de un época del espacio, el siglo XX fue también deleu-
edificio que sin duda va a derrumbarse, víctima de ziano, pues Gilles Deleuze poseía una brillante ca-
una secreta enfermedad. Nadar, citado por Walter pacidad para fabricar toda una serie de conceptos
Benjamin en Obra de los pasajes. con los que cartografiar y pensar el espacio hasta

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Fig. 2. Oposición entre semi-trama (arriba) y árbol (abajo) en


C. Alexander, “La ciudad no es un árbol”, Cuadernos summa-
Fig. 1. Pliegues de Paul Klee, en G. Deleuze, El pliegue, Leibniz nueva visión, 9, 1968, p. 21
y el Barroco, Paidós, Barcelona, 1989, p. 26
radas sino que cada ser es un torbellino de plie-
el punto de practicar una auténtica topografía gues unido al resto de la materia. O dicho de otro
de la escritura2. De entre las numerosas figuras modo, el pliegue es un indicador de la elasticidad
geográficas que descubrimos en sus obras po- de los cuerpos y la fluidez de los fenómenos, la
dríamos citar las más relevantes: meseta, grieta, prueba de que lo vivo presenta la forma de tejido
estrato, caminar nómada o los pares rizoma/raíz o laberinto:
y oasis/desierto; pero, sin duda, y a pesar de que
Así, pues, el laberinto del continuo no es una línea
en gran medida no puede pensarse separada de
que se disociaría en puntos independientes, como la
las demás, la imagen de pliegue3 es una de las
arena fluida en granos, sino que es como un tejido
que mayor fortuna ha tenido en el ámbito de las
o una hoja de papel que se divide en pliegues hasta
artes plásticas y la arquitectura4. En las primeras
líneas de su libro dedicado a Leibniz, el filóso- el infinito o se descompone en movimientos curvos,
fo francés nos brinda una definición de pliegue cada uno de los cuales está determinado por el
como función operatoria esencial del Barroco, si entorno consistente o conspirante. […] La unidad
bien más adelante advertimos que Deleuze teo- de materia, el más pequeño elemento de laberinto
riza esta noción en respuesta a toda una tenden- es el pliegue, no el punto, que nunca es una parte,
cia del arte contemporáneo que irrumpe en los sino una simple extremidad de la línea. […] De lo
años sesenta5. Es interesante comprobar cómo anterior se derivan ya dos consecuencias que hacen
ese barroquismo de la década de los sesenta, presentir la afinidad de la materia con la vida, con
que Deleuze detecta retrospectivamente, tiene el organismo6. (fig. 1)
importantes implicaciones en el desarrollo del Como si de una mónada se tratase, este pá-
urbanismo radical que posteriormente mutaría rrafo condensa las ideas principales que com-
sus rasgos en esa otra era neobarroca que son ponen el fondo del pensamiento organicista en
los años ochenta. arquitectura y urbanismo, además de arrojar luz
En esencia, el pliegue es el retorcimiento in- sobre las razones que llevaron a mediados de si-
finito de la materia, el movimiento curvilíneo de glo a muchos teóricos de la ciudad a recurrir a la
un organismo que evidencia que la materia y el imagen del laberinto como táctica de oposición
espacio no están formados por partículas sepa- contra el reduccionismo de los planteamientos

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dominantes. De antemano, Deleuze señala que raíz de la crisis de los CIAM11 aparecieron muchos

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por más que busquemos en el laberinto no en- arquitectos preocupados por ofrecer una alterna-
contraremos un punto aislable sino, con suerte, tiva al espacio racionalista y abstracto heredado
un hilo que nos lleve a uno de los extremos de del Movimiento Moderno, para lo cual apelaron
la trama. A esta estructura laberíntica de líneas a figuras biomórficas como el corazón de la ciu-
plegadas y conectadas Deleuze la llama rizoma y dad o el tejido urbano y promovieron un nuevo
le otorga un valor político significativo por varias interés por la materia en bruto. Sin embargo, la
razones. En primer lugar, lo rizomático remite a lo crítica radical contra el modelo espacial del fun-
horizontal pues supone la negación de un tronco cionalismo no alcanzaría su punto culminante
generador en favor de una multiplicidad de cen- hasta los años sesenta cuando autores como
tros, de suerte que el rizoma tendría numerosas Henri Lefebvre, Michel Foucault o Guy Debord
entradas y salidas7. Asimismo, al carecer de eje, y sus compañeros de la Internacional Situacio-
el rizoma-laberinto no divide el espacio entre un nista conjugaron la censura a la ortogonalidad
exterior y un interior pues todo queda dentro de cartesiana con un ataque aún más feroz contra
la malla. Lo opuesto al rizoma es el árbol, don- la naciente sociedad de consumo y de control.
de el crecimiento es radial y vertebrado sobre un Todos ellos coincidían en que la transformación
tronco que separa las extremidades y cierra la urbana que había traído el boom económico con
estructura sobre sí misma (fig. 2). Por otro lado, a su estandarización y fragmentación de la ciudad
juicio de Deleuze, el rizoma está generado por el en zonas según una reducción de la vida a cuatro
deseo, en tanto que este nunca persigue un único actividades (ocio-consumo, residencia, trabajo y
objeto sino toda la red de relaciones asociadas a
circulación), a duras penas podía esconder sus
él, por lo que el deseo no se detiene nunca y el
verdaderas intenciones ideológicas, a saber, el
espacio que genera es siempre cambiante y rizo-
orden y contención social. Tal taxonomía urbana
mático. En última instancia, el poder político del
poco o nada tenía que ver con una vivencia real
rizoma estriba no solo en su capacidad para co-
de la ciudad que solo podía nacer de una apro-
nectar cualquier punto con otro sin necesidad de
piación del espacio a partir del deseo y más allá
pasar por un eje sino, sobre todo, en la exigencia
del tiempo repetitivo de la producción.
de actualizar constantemente las conexiones en
virtud de una temporalidad, haciendo muy difícil Para experimentar la ciudad en todas sus po-
la imposición de un orden férreo al conjunto. De sibilidades psicológicas y sociales era necesario
ahí que Deleuze nos emplace a actuar como los subvertir los dos dispositivos principales que or-
nómadas que “han inventado una máquina de denaban el espacio de forma coactiva y castrado-
guerra frente al aparato del Estado” al producir ra: el circuito y el panóptico. La maniobra con la
una geografía en acto marcada tan solo por una que llevar dicha tarea a buen puerto pasaba por
serie de trazos que se borran con el tiempo8. Al recuperar ciertos aspectos del Barroco y actuali-
igual que ocurre en un laberinto, si tuviéramos zarlos según una lectura política12. A la solidez y
que caminar por el rizoma los recorridos serían rigidez de la arquitectura moderna contraponían
cada vez distintos y estarían determinados por el gusto por lo fugaz, lo ilusorio y la seducción de
una toma de decisiones que no por ello escapa la curva13; el urbanismo como ideología y técnica
al deseo o el azar. No en vano Deleuze dirá que de separación debía ser sustituido por la Gesa-
el mapa (otra imagen rizomática) “es un asunto mkunstwerk o unión de las artes entre sí y con la
de performance” pues además de ser abierto, vida en el espacio público (la plaza y la calle serían
es susceptible de ser modificado, desmontado o pues, lugares privilegiados de la acción estética
alterado9. y política)14; a la ideología del menos es más y la
Por supuesto, todas estas ideas latían en el ciudad como máquina de producción respondían
contexto del pensamiento urbano de mediados con el derroche festivo y lúdico de lo teatral; y
de siglo antes incluso de que Deleuze escribiese para atacar el espacio escópico15 y cerrado de la
sus obras más conocidas, si bien sus ensayos las vigilancia, nada mejor que el recorrido fenome-
sintetizan de forma privilegiada10. Es bien sabido nológico y caótico que exigían ciertas manifesta-
que ya incluso en la década de los cincuenta y a ciones artísticas del Barroco.

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Fig. 4. Constant, Comienzo de planificación de una ciudad


cubierta, 1959 (Fuente: http://www.plataformaarquitectura.cl)

como intimidad, interioridad y subjetividad”18. El


Fig. 3. Constant, Diseño para tejido E, 1956 circa, Colección andar laberíntico deviene así una expresión direc-
Fudanción Constant, (Fuente: http://stichtingconstant.nl/) ta de independencia social19.
Solo teniendo en cuenta estos parámetros evi- Ahora bien, llegados a este punto es perti-
taremos caer en el error de explicar el recurso a nente responder a un par de preguntas subya-
lo laberíntico en las décadas centrales del siglo centes. Por una parte, es evidente que la figura
como un mero capricho formal. Las piezas de del laberinto no fue inventada por ningún grupo
artistas como Constant, ya sean experimentacio- de jóvenes enragés dispuestos a hacer frente a
nes (fig. 3) o planes de proyectos urbanos (fig. los últimos cambios del sistema capitalista, como
4), no persiguen una motivación exclusivamente tampoco es la creación de un filósofo aficionado
artística, como tampoco lo hacen, aunque des- a las imágenes. Los laberintos ya existían antes
de otro ámbito, las también laberínticas obras y formaban parte del imaginario de Occidente
de Hélio Oiticica (fig. 5)16. En un momento en el
desde el antiguo Egipto y, ciertamente, desde que
que proliferaban las estructuras cerradas que im-
Dédalo construyese uno en Creta para encerrar al
pedían cualquier recorrido libre forzando a obe-
Minotauro. La Edad Media haría del laberinto una
decer los itinerarios marcados, aquellas tácticas
alegoría de las andanzas realizadas por el hom-
que tiraban líneas de fuga con las que romper el
bre hasta su encuentro con Dios y la Ilustración
círculo, indicaban una actitud de resistencia. De
lo erigiría como símbolo mismo de la sinrazón.
la misma manera, si la circulación había sido la
¿Por qué entonces afirmar como hacía Perniola
gran privilegiada en el reparto de zonas, y andar
en 1968 que “el verdadero laberinto no ha exis-
era ya algo más parecido a un trabajo que a una
vivencia, caminar à la dérive a merced de unas tido nunca”20? ¿En qué se diferenciaba la noción
reglas propias desplegando una verdadera esté- de laberinto en la teoría situacionista para que
tica del instante era, cuando menos, una provo- dicha afirmación fuese algo más que una simple
cación17. Al fin y al cabo, tanto el détournement boutade? En segundo lugar, tampoco el andar
como la deriva apuntaban al corazón del sistema: como práctica estética buscando esos espacios
la conversión frenética de toda realidad en mer- oscuros o pliegues de la ciudad, era ninguna no-
cancía, incluidos tiempo y espacio. Lo que esta- vedad. A comienzos de siglo, una serie de artistas
ba en juego era nada menos que cortocircuitar plásticos consiguieron apoderarse de un tipo de
los procesos que habían transformado la propia experiencia, el paseo, que hasta entonces obraba
ciudad en objeto de consumo haciendo del or- en poder de la literatura. Tanto los dadaístas con
den y la orientación condición sine qua non para sus ready-made urbanos como forma de antipa-
mantener dicha lógica. Ante tal paisaje banal y seo (lo que Careri denomina el anti-walk), como
utilitario era preferible perderse y vagabundear las deambulaciones oníricas de los surrealistas
hic et nunc, producir un espacio y un relato pro- habían explorado las posibilidades del extravío
pio (pues ¿qué es andar sino contar un relato?) como mecanismo para crear un arte sin obra21.
aceptando el azar y haciendo resurgir “el tiempo ¿En ese caso, cuáles eran las variaciones intro-

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Que el inconsciente tiene estructura laberíntica

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es una idea que rondaba los círculos intelectuales
de los años veinte y treinta. Bataille, Breton y sus
respectivos grupos lo tenían muy claro23. Para el
primero, el laberinto, espacio ciego e irracional,
junto con lo informe, lo primitivo, lo inquietante
o la bassese, era un modo de trasgredir la formas
tradicionales de la arquitectura clásica así como
desmantelar el eje vertical que las sustentaba24.
Los seguidores de Breton también tomaban lo
laberíntico como figura emancipadora porque
funcionaba como un resorte con el que liberar
una experiencia que, a causa de la cosificación de
la realidad, estaba “confinada en una jaula, en
Fig. 5. Hélio Oiticica, Grande Núcleo, 1960 (Fuente: http:// cuyo interior da vueltas y vueltas sobre sí misma,
ilikethisart.net/?p=15086) y de la que cada vez es más difícil hacerla salir”25.
ducidas en los años sesenta y las razones que las Los surrealistas, como después sus herederos de
motivaban? la IS, estimaban que el hombre había sido redu-
cido a un cuerpo fantasmal y maquinal incapaz
Intentaremos contestar a estas dos observacio-
de mantener un trato con su mundo circundante
nes de una vez. Perniola distingue tres concep-
que no estuviese mediado por el hechizo cadavé-
tos diversos en la historia del laberinto: místico-
rico de la mercancía26. Salir de la jaula significaba
religioso, ilustrado y unitario. Si el primero, de
para ellos crear nuevo tipo de materialismo de
tradición judeocristiana, entiende el laberinto
inspiración antropológica y corporal, donde la
como una peregrinación espiritual jalonada de
experiencia del hombre con el mundo y sus ob-
obstáculos, el segundo, de herencia griega, lo
jetos estuviese cargada de acciones embriagadas
considera una prueba que el intelecto humano
con las que despertar del letargo de la alienación.
debe superar. En ambos casos, la postura hacia lo
Varias son las formas de embriaguez (esa Rausch
dedálico es negativa pues desdeña el desorden, y
benjaminiana) con las que contaban los segui-
el esfuerzo de andar se comprende solo en virtud
dores de Breton: el sueño, el amor, los objetos
de la llegada. A diferencia de ellos, como hemos
anticuados, la droga o el paseo. Todas ellas iban
podido apreciar, los miembros de la IS defendían
encaminadas a producir un rebajamiento de con-
un tercer tipo de laberinto, esta vez unitario, que
ciencia, un estado heroico en el que el sujeto se
“no tiene ni centro ni periferia; no tiene ninguna
adentra en una atmósfera anímica narcotizante
regularidad; es la única experiencia no cosificada
(Stimmung) saturada de imágenes. Imágenes que
del espacio porque se resuelve completamente en
nacen de un encantamiento místico presente en
la aventura temporal de la búsqueda eterna”22.
el corazón de lo cotidiano, de un contacto con los
Así, los situacionistas serían los primeros en re-
objetos atravesado por el deseo. Por ello, los su-
clamar un laberinto genuinamente laberíntico,
rrealistas más que nadie dieron valor al laberinto,
esto es, un lugar donde la meta no es llegar sino
pensándolo casi como una iluminación profana
andar siguiendo un rumbo marcado por impulsos
y se zambulleron completamente en ese espacio
psíquicos. Sin embargo, dicha afirmación solo se
sinuoso y líquido que es la ciudad27. Con sus flâ-
sostiene si obviamos un dato trascendental. Exis-
neries oníricas quisieron introducir al mundo en
te un cuarto concepto de laberinto que Perniola
un flujo inconsciente:
apenas menciona donde las premisas anteriores
se cumplen con creces: el inconsciente. Para acer- El Teseo surrealista, el revolucionario, no libera al
carnos a este nuevo laberinto — cuyo interés no mundo de la tiranía penetrando en el laberinto
es menor pues en cierto sentido es el embrión y destruyendo a la bestia, sino llevando consigo
de aquel otro en el que nos hallamos inmersos al mundo entero dentro del laberinto, donde,
—, tenemos primero que hacer un pequeño ex- confundido con lo inconsciente liberado, el mundo
cursus. se transforma28.

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El problema — y Benjamin29 no se cansó de consumido de forma pasiva34. La reformulación


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advertirnos —, era que este laberinto podía ser de esta metáfora sigue por tanto, unas directrices
una trampa. Abandonarse a un continuo état de distintas en la década de los cincuenta y sesenta
surprise sin pensar en un ulterior “despertar dia- que en las vanguardias precedentes pero no por
léctico, copernicano”, no solo era propio de la fu- ello es la primera reivindicación de un laberinto
nesta mentalidad romántica sino que, ante todo, plenamente laberíntico.
era peligroso porque encerraba al sujeto (colecti- Pero aún queda una pregunta sin contestar:
vo) en una jaula, impidiéndole tornar de vuelta a ¿qué fue de todo esto una vez liquidadas las ex-
la realidad. Benjamin reprochaba a Aragon el no pectativas políticas tras el fracaso del 68, y la pos-
querer salir de su incesante vague de rêves que terior crisis de los 70 que culmina en el giro neo-
sin acudir a esa constelación del despertar, no se liberal en el que aún estamos inmersos? ¿Cuáles
distinguía en mucho de aquella otra ensoñación son nuestros laberintos? En un mundo como el
de la fantasmagoría30. Esto es justamente lo que nuestro, donde las imágenes se multiplican ad
ocurría en los Pasajes, esas Urformen de los ac- nauseam provocando que muchos pensadores
tuales centros comerciales, donde el flâneur va- hablen de una hipertrofia de la imagen, no es
gaba guiado por el deseo, pero esta vez el deseo extraño que la posmodernidad haya tomado a los
era fetichista y el laberinto había devenido labe- surrealistas como padres putativos, no sin cierta
rinto de la mercancía: “Caminar a través de los dosis de injusticia. Ciertamente resulta paradójico
pasajes es hacer un camino de fantasmas donde que el surrealismo haya pasado de ser la única
ceden las puertas y se ablandan, las paredes se vanguardia que comprendió el Manifiesto a con-
abren31 […] El laberinto es sin duda el camino co- vertirse en un laboratorio de experimentación psi-
rrecto para quien quiere llegar pronto a la meta. cológica puesto al servicio de la publicidad. Una
Porque dicha meta es el mercado”32. vez domesticada y empaquetada, esa embriaguez
Si las imágenes y el sueño solo juegan en fa- se ha integrado perfectamente en el sistema. Las
vor del consumo y la fascinación, convirtiendo ensoñaciones y delirios surrealistas pueblan nues-
el deambular en una simulación que niega sus tras pantallas de televisión y medios de comunica-
posibilidades como “trampolín” hacia una revo- ción. En palabras de Krauss, “la importancia del
lución, el laberinto de la rêverie se antoja un lugar surrealismo radica en el pasado, admitámoslo”35
contradictorio y problemático. Es de este modo porque ya no se trata sólo de decir sí a la obra de
como deben pensarse los reproches de Benjamin arte como extensión de la experiencia del mun-
a estos “hijos del frenesí y de la sombra”, por do. El problema al que nos enfrentamos ahora es
usar la fórmula de Louis Aragon. Cuando desde aprender a orientarnos en un entorno de sobrees-
mediados de los cincuenta la ciudad entró en un timulación “donde los residuos de viejas represio-
período de transformación radical, en una autén- nes que los surrealistas encontraron desperdiga-
tica crisis urbana que solo podía resolverse colec- dos por el París de entreguerras se convierten hoy
tivamente, los paseos pulsionales y subjetivos de en el aura de sueño que envuelve a un universo
los surrealistas se interpretaron como una huida mercantil prácticamente autonomizado”36. Si hay
de la realidad y los reproches se multiplicaron33. un lugar en el que se nos invite a andar al compás
En el momento en que la colonización de imá- de nuestros sueños — fabricados, claro está —
genes era ya dominante y más que propiciarla ese es el centro comercial donde la estructura
primaba combatirla, los situacionistas echaban laberíntica ha adquirido verdadera carta de na-
en falta una actitud más abiertamente política y turaleza. No en vano señalaría Frederic Jameson
consciente. Su laberinto debía estar del lado del que en el vestíbulo del Hotel Buenaventura de Los
despertar. Tenía que ser ante todo una forma de Ángeles, concebido como un espacio comercial,
activar un nuevo uso de la vida que para ellos no es imposible situarse y los clientes son incapaces
podía desligarse del espacio colectivo de la ciudad de crearse un mapa cognitivo no ya solo del sitio
y no tanto un mecanismo de indagación perso- sino de la propia ciudad37. Una sensación simi-
nal. En definitiva, el laberinto situacionista no era lar asalta al operador de cámara ficticio de Sans
más que una táctica de defensa urbana cuando Soleil (Chris Marker, 1983) en su viaje a Tokio.
la ciudad se había convertido en un espectáculo Ciudad invadida por pantallas que constituye el

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Fig. 6. Fotogramas de Sans Soleil dirigida por Chris Marker
en 1983
Fig. 7. Mapa de establecimiento comercial Ikea, años 2000
epítome del espacio de sobreestimulación, en No podemos aquí historizar en todos sus ma-
Tokio la imagen mediática penetra en la vida de tices la noción de lo laberíntico en la era posmo-
las personas hasta en sus gestos más cotidianos derna pero sí podemos decir que en su vertiente
(un trayecto en metro se vive como una película o despolitizada38 en buena medida se trata de un
un videojuego). La desconocida mujer que lee las rizoma arborificado o bloqueado, un espacio in-
cartas del camarógrafo relata uno de sus sueños. trincado y movedizo pero siempre circular y en-
A su voz en off le acompañan imágenes de una claustrado en un recinto que traza una firme línea
multitud que recorre como sonámbula los pasillos entre interior y exterior, entre dentro y fuera (fig.
de una estación de metro y un centro comercial 7). En estos espacios el recorrido es siempre el
de la capital japonesa (fig. 6): mismo y el tiempo que se haga cada vez más39.
Este tipo de disposiciones espaciales se multipli-
Descripción de un sueño: cada vez con más
can en nuestras ciudades a través de la conver-
frecuencia mis sueños tienen lugar en los centros sión de los cascos históricos en guetos turísticos
comerciales de Tokio, en los túneles subterráneos o la proliferación de espacios autosuficientes y
que lo extienden y discurren paralelos a la ciudad blindados. Debord era plenamente consciente de
(les galeries souterraines qui le prolongent et esta posibilidad, por lo que no es extraño que en
doublent la ville). Una cara aparece, desaparece; la desencantada década de los setenta se sirviese
un rastro es encontrado, desaparecido. Todo el de un palíndromo para expresar lo que él consi-
folklore de los sueños está tan en su sitio que al día deraba un presente sin salida ni reposo: In girum
siguiente cuando me despierto me doy cuenta de imus nocte et consumimur igni (damos vueltas
que continúo buscando en la base del laberinto, la en la noche y somos devorados por el fuego)40.
presencia encubierta de la noche anterior. Empiezo Si el surrealismo ha sobrevivido — pero de
a preguntarme si esos sueños son realmente míos qué manera — y el laberinto se ha vuelto circui-
o si forman parte de un conjunto, de un gigantesco to, tampoco han gozado de mejor fortuna otras
sueño colectivo del cual la ciudad entera podría ser pretensiones del situacionismo y el urbanismo
la proyección. radical. Como aseguran Rem Koolhaas y otros

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teóricos contemporáneos las aspiraciones lúdi- tras urbes. Así, en la mejor tradición de la deri-
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cas de la que es considerada última vanguardia, va, el artista Francis Alÿs ha querido tomarse el
su barroquismo y desde luego la insistencia en tiempo de caminar por la ciudad de México en
la porosidad y la fluidez de los tránsitos toman varias acciones con el objetivo de crear un relato
cuerpo en nuestras ciudades líquidas, informales, fabuloso con el que deconstruir el discurso ofi-
desordenadas y vertiginosas — vivimos en la era cial sobre la ciudad y mostrarlo como lo que es,
del keep walking41. No solo la solidez se ha desva- un cuento como otro cualquiera. En Cuento de
necido en el aire, también lo blando, lo débil o lo Hadas (1995), una performance consistente en
líquido han seguido un camino similar. Al mismo caminar por las calles dejando atrás el hilo de su
tiempo, la retórica de la creatividad ha convertido jersey que se va destejiendo con sus pasos, vuelve
al homo ludens en un trabajador perpetuo, como al mito del laberinto para ponerse en la posición
antaño le ocurrió al paseante. Si hay algo que de Ariadna y pensar la ciudad como hilo narrativo
hemos visto repartirse en las últimas décadas es urdido al andar. En palabras de Thierry Davila, se
el cambio de bando de las tácticas o su plena fa- trata de formular preguntas a nuestra experiencia
gocitación, eso que Boltanski y Chiapello llaman urbana, de insertar una “fábula en la vorágine
la crítica como motor del capitalismo42. Podemos de la megalópolis”, en definitiva, de practicar un
decir con Perniola que el situacionismo ha tenido écart en la ciudad46. Un impulso parecido, aún
una “serena derrota”, en tanto que el mundo no más laberíntico incluso, mueve la transurbancia
ha sido esencialmente transformado43. David Har- del ya conocido colectivo Stalker. Hablamos de
vey va aún más lejos y sugiere que “en 1967 Guy un grupo de artistas, arquitectos y activistas que
Debord escribió un texto profético, La société du con sus errabundeos han decidido explorar los
Spectacle, y casi parece que los representantes territorios vacíos de la periferia de Roma y otras
del capital lo hubieran leído cuidadosamente y capitales. Fuertemente influidos por el concepto
hubieran adoptado sus tesis como los fundamen- de devenir rizomático en la teoría de Deleuze y
tos de sus estrategias consumistas”44. Guattari así como por los trabajos de Constant
En 1972, año en que clausura la IS, Italo Cal- y el situacionismo, consideran el viaje como un
vino escribió su “último poema de amor a las método para construir colectividades.
ciudades” cuando, debido a su crecimiento des- El laberinto vuelve así a ser una actividad tác-
mesurado y las políticas de exclusión social, se tica según la formulación de Michel De Certeau,
habían convertido en lugares invivibles que invita- quien realzaba el poder de los ciudadanos para
ban a un repliegue hacia la imaginación y sus ciu- darle la vuelta a las acciones y usos del espacio,
dades invisibles. No obstante, conscientes de que la lengua o los recursos programados por los su-
zafarse es ahora más necesario que nunca, mu- jetos poderosos en función de sus intereses47. A
chos artistas siguen trabajando con todo el con- este ardid silencioso pero efectivo del poder lo
junto de ideas heredados del urbanismo radical, llamaba De Certeau estrategia, y postulaba que
releyendo las propuestas de Deleuze y asumiendo toda buena estrategia dispone de un lugar propio
la tarea de volver a tejer el verdadero laberinto: donde desplegar sus relaciones de fuerzas. Las
emancipador, escurridizo, abierto y colectivo. Han tácticas, sin embargo, “no tienen más lugar que
nacido nuevas formas de andar políticamente, el del otro”, dependen solo del uso del tiempo.
mucho más conscientes de la importancia de tra- Parece que tal despliegue de términos está he-
bajar en espacios olvidados o marginales donde cho a la medida de nuestra pequeña historia del
aún es factible lograr la heterotopía. Pero, eso laberinto. De modo que en los últimos años el
sí, tratando de sortear el peligro de que estos enemigo del laberinto habría sido él mismo en
lugares se cierren sobre sí mismos o lleven a una su versión vaciada y distorsionada, en su postu-
estetización vacua de la nomadología45, para lo ra estratégica. Si queremos mantener su fuerza
cual conviene fortalecer las líneas que conectan táctica, hagamos caso al profeta. Perdámonos,
el archipiélago de ciudades que compone nues- pero despiertos.

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In girum imus nocte et consumimur igni 333

NOTAS Por un lado, el Barroco podía interesar

Irene Valle Corpas


escapa que esta lectura choca frontal-
mente con aquella otra formulada por a todos aquellos autores desde Bataille
* Este artículo es fruto del trabajo Michael Fried en Art and Objecthood, a Foucault o Horkheimer y Adorno que
en el ámbito de un proyecto de tesis libro escrito directamente para atacar se proponían desenmascarar el mito de
doctoral que cuenta con la ayuda del la teatralidad de los artistas literalistas la Ilustración como época de libertad
Ministerio de Educación, Cultura y De- al considerar que la presencia del es- y progreso. Igualmente, para muchos
porte (FPU14/03622). pectador en las obras y la universalidad pensadores, como ha apuntado Martin
que arrastra el teatro hacían degenerar Jay, el Barroco se identificaba con una
1
M. Foucault, “Des espaces au-
al arte. Por último, más allá de la com- época en la que el sistema visual se so-
tres”, Architecture, Mouvement, Conti-
ponente teatral, Deleuze señala que brecargó con un exceso de imágenes,
nuité,5, 1984, p. 47.
existe otra vertiente barroca en el arte lo que Buci-Glucksmann denomina «la
2
J. Rodríguez Gómez, “Literatura y
contemporáneo, esta vez motivada por locura de la visión», en muchos casos
filosofía: Deleuze o la caza de Snark”,
un interés por las texturas de la materia dirigidas al estado llano y que se co-
La Balsa de la Medusa,36, 1995, p. 53.
y una inclinación hacia lo informal, lo rrespondía a la perfección con la explo-
3
Hay que advertir que ni el término sión de la imagen desde los sesenta en
bajo y lo que está a ras de suelo. Todo
ni el concepto son exclusivos de Deleu- adelante. Véase: M. Jay, Ojos abatidos.
ello coincidiría con los rasgos biomórfi-
ze. Más bien este lo toma de Foucault La denigración de la visión en el pensa-
cos que adquiere la materia al plegarse.
quien lo teoriza como forma de subjeti- miento francés del siglo XX, Akal, Ma-
Así, también serían “pintores barrocos
vación o de inclusión del afuera. Véase drid, 2007, p. 44.
modernos” artistas como Klee, Fautrier,
el capítulo Los pliegues o el adentro del
Dubuffet o Betencourt (Ibíd., p. 51). 13
En Hiroshima mon amour, publi-
pensamiento (subjetivación) del estudio 6
Ibíd., pp. 14-15. cada en 1960, Marguerite Duras con-
de Deleuze sobre la filosofía de su ami-
trarrestaba la efervescencia amorosa de
go, en G. Deleuze, Foucault, Barcelona,
7
Véase G. Deleuze, F. Guattari, Mil
dos jóvenes con el hastío y la angustia
Paidós, 1987. mesetas. Capitalismo y esquizofrenia,
vividos en una ciudad de provincias
Pre-textos, Valencia, 2004, p. 26.
4
Para un estudio de la importancia en plena guerra a partir de un recurso
del pensamiento de Deleuze en arqui-
8
Palabras de Deleuze tomadas de
formal: «En aquellas calles tortuosas se
tectura es útil cualquier obra de Solà- F. Careri, Walkscapes. El andar como
vive, pues, la línea recta de la espera de
Morales, no obstante, podemos concre- práctica estética, Gustavo Gili, Barcelo-
la muerte» (M. Duras, Hiroshima mon
tar: I. Solà-Morales, Territorios, Gustavo na, 2014, p. 38.
amour, Seix Barral, Barcelona, 1984,
Gili, Barcelona, 2002, pp. 77-137. 9
G. Deleuze, El pliegue..., p. 18. p.122). La contraposición de valores
5
El propio Deleuze reconoce que 10
Por otro lado, Solà-Morales se- poéticos a partir del juego con el an-
tanto detrás de las esculturas planas de ñala que no habría que esperar a Mil tagonismo recta/curva parece ser una
Carl Andre, los trabajos igualmente mi- mesetas. Capitalismo y esquizofrenia constante en estos años aunque es algo
nimalistas de Tony Smith, los gigantes o El pliegue. Leibniz y el Barroco para de lo que se ocupó la fenomenología
envolvimientos de Christo o los movi- encontrar una reflexión profunda sobre francesa desde Bergson a Bachelard.
mientos del cuerpo en los artistas per- el espacio en la obra de Deleuze, sino Este último publicó en una fecha muy
formativos hay un espíritu barroco. Si el que muy al contrario, ya en Diferencia cercana, 1957, su conocido libro La
Barroco se caracteriza por ese pliegue y repetición, publicado en 1968, se de- poética del espacio donde afirma: «Es
all over que subraya la unión de espa- sarrolla todo un pensamiento saturado un hecho poético el que un soñador
cio y materia, todo arte que participe de de nociones topológicas y figurativas. pueda escribir que una curva es calien-
este impulso unitario — y el de los artis- Véase: I. Solà-Morales, op. cit., p. 72. te. ¿Creemos que Bergson no rebasaba
tas citados así lo hacía — será también 11
Para un breve pero informado el sentido atribuyendo a la curva la gra-
barroco. La fórmula en la que se tradu- relato de las sucesivas crisis del CIAM cia y sin duda a línea recta la rigidez?
ce esta defensa de la continuidad de hasta su disolución definitiva en 1959, ¡Qué hacemos de más si decimos que
las artes es la del teatro o lo teatral. El véase: B. Gravagnuolo, Historia del un ángulo es frío y una curva caliente?
teatro para el filósofo francés es un es- Urbanismo en Europa. 1750-1960, ¿Que la curva nos acoge y que el ángulo
pacio social desbordante donde el arte Akal,Madrid, 1998, pp. 423-434. demasiado agudo nos expulsa? ¿Que el
finalmente se convierte en máquina vi- 12
Aunque muy someramente, he- ángulo es masculino y la curva femeni-
viente. En dicho sentido, la performati- mos podido apreciar la fuerte atracción na? Una nada de valor lo cambia todo.
vidad del minimal y el hecho de situarse que siente Deleuze por la filosofía y el La gracia de una curva es una invitación
en un espacio difuso entre escultura o arte barrocos, algo que resulta extensi- a permanecer» (G. Bachelard, La poéti-
arquitectura, llevan a Deleuze a califi- ble a otras figuras a él contemporáneas ca del espacio, Fondo de Cultura Eco-
car a Smith de artista neoleibniziano como Debord, Lefebvre y, en otro sen- nómico, Buenos Aires, 2000, p. 135).
o a reclamar un inventario de temas tido, también Jacques Lacan y Michel Los edificios de Oscar Niemeyer o Eero
barrocos en personajes como Robert De Certeau según señala Christine Saarinen no están muy lejos de este tipo
Morris o Sol LeWitt (véase: G. Deleuze, Buci-Glucksmann. Además de los as- de enunciados.
El pliegue, Leibniz y el Barroco, Paidós, pectos espaciales arriba comentados, 14
No debemos olvidar que para
Barcelona, 1989, p. 159). A nadie se le podríamos pensar en otras razones. Debord «la separación es el alpha y

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omega del espectáculo» (G. Debord, de Estudios Urbanos y Ciencias Sociales, llas de Klein como figuras más ajustadas
Irene Valle Corpas

La sociedad del espectáculo, Pre-Textos, 4, 1968, p. 191). al funcionamiento real del inconsciente.
Valencia, 2015, p. 46). De la misma ma- 17
A veces se ha olvida que no sólo Claro que tampoco en Lacan el deseo
nera, Lefebvre se queja amargamente los europeos realizaron este tipo de se mueve rizomáticamente sino que se
de la parcelación del espacio que, en paseos. No nos debe extrañar que Oi- encadena persiguiendo un único objeto.
su opinión es simétrica al surgimiento ticica hiciera sus propias derivas en las Véase Íbid, p. 277.
de una especie de zooning corporal: que recogía un conjunto de objetos de 24
R. Krauss, El inconsciente óptico,
«Confinado por la abstracción del espa- las calles de Río de Janeiro (Delirio am- Tecnos, Madrid, 1997, p. 183.
cio fragmentarlo en lugares especializa- bulatorio o Apropiaciones son algunos 25
A. Breton, Manifiestos del surrea-
dos, el cuerpo mismo se fragmenta y se ejemplos). Artur Barrio hizo lo propio en lismo, Argonauta, Buenos Aires, 2001,
pulveriza. […] En el espacio abstracto, 4 días, 4 noches (1970) y más adelan- p. 26.
donde quiera que se sienta su influen- te Francis Alÿs exploraría la ciudad de
cia, la muerte del cuerpo se cumple de
26
La cuestión de lo vivo y lo muerto,
Méjico como si se tratase de un enorme
dos maneras: una simbólica y otra con- lo orgánico y lo inorgánico no es baladí.
organismo. Véase: T. Davila, Marcher,
creta» (H. Lefebvre, La producción del Benjamin toma de Marx la noción de
créer. Déplacements, flâneries, dérives
espacio, Capitan Swing, Madrid, 2013, mercancía como ese lugar en el que se
dans l’art de la fin du XXe siècle, Editions
p. 346). esconde una muerte (lo inorgánico): «En
du Regard, Paris, 2002, pp. 83-92.
el viviente percibe la moda los derechos
15
En opinión de Martin Jay, desde 18
H. Lefebvre, op. cit., p. 424.
Bataille a Derrida, los teóricos franceses del cadáver. El fetichismo, que sucumbe
19
Así es como Constant define al al sex-appeal de lo inorgánico, es su ner-
del siglo XX elaboraron una crítica a la
espacio social de Nueva Babilonia pen- vio vital. El culto a la mercancía pone a
facultad de ver (voir) en tanto que con-
sado directamente a partir de la figura este al servicio de lo inorgánico.» (Libro
sideraban que presentaba un estrecho
del laberinto. Véase: L. Andreoti, X. de los Pasajes, B 9,1). Y Marx, aunque
vínculo con esas otras actividades nada
Costa (eds.), Teoría de la deriva y otros no refiriéndose a la mercancía sino al
inocentes de pouvoir (poder) y savoir
textos situacionistas sobre la ciudad, capital, apunta: «El capital es trabajo
(saber) – M. Jay, op. cit, passim –. Esta
Actar,Barcelona, 1996, p. 168. muerto que, a la manera del vampiro,
crítica tiene importantes consecuencias 20
M. Perniola, op. cit., p. 187. vive sólo de chupar el trabajo vivo, y
en la teoría del espacio en Debord y su
aversión hacia el espectáculo, en Lefeb-
21
Para saber más sobre el paseo tanto más vive, cuanto más chupa» (C.
vre con su reprobación de los espacios como práctica estética en las primeras Marx, El Capital I. Crítica de la economía
de representación o el conocido análisis vanguardias véase F. Careri, op. cit., pp. política, Fondo de Cultura Económica,
foucaultiano del panóptico. Desde lue- 68-88. Méjico D. F., 2014, p. 209). Se hace evi-
go el recurso a lo laberíntico en estos 22
M. Perniola, op. cit., p. 187. Re- dente que en el surrealismo y más tarde
años debe ser leído como una forma de sulta interesante insistir en esta relación en el organicismo de posguerra, el labe-
esquivar al imperio del ojo. entre el concepto de pliegue deleuziano rinto se entiende dentro de esta duali-
16
Podríamos aventurar la hipótesis y ciertos aspectos del urbanismo radi- dad: es lo vivo, la forma que adquiere la
de que los artistas que en los años 60 cal. Para los artistas cercanos a la IS el materia cuando por ella traspasa la vida.
de una u otra manera trabajaron con laberinto griego no es un paradigma a 27
Para un estudio de la ciudad su-
las fórmulas y modelos del constructi- seguir como tampoco es satisfactorio rrealista como líquido amniótico véase F.
vismo desarrollaron después un interés el pliegue griego según el criterio de Careri, op. cit., pp. 84-88.
por el espacio laberíntico y con la idea Deleuze porque supone una mezcla de 28
Palabras de Breton tomadas de
del caminar como práctica estética. Al términos que «actúan por disposiciones
M. Jay, op. cit., p. 199.
menos así lo sugiere Mario Perniola: en círculo que corresponden a la repeti- 29
Sería necesario un estudio aparte
«La importancia de la contribución de ción de la proporción», es decir, porque
del concepto de laberinto en Benjamin.
los constructivistas a una concepción no proporciona una unidad real (véase:
Esto es lo que hace de alguna manera el
auténticamente laberíntica del espacio G. Deleuze, El pliegue..., p. 54). El re-
chazo de la cerrazón del círculo es quizá capítulo dedicado al filósofo alemán en
es claramente deducible a través de su
el punto en común más sólido en este el ensayo de D. Frisby, Fragmentos de la
planteamiento dialéctico de las relacio-
sentido. modernidad. Teorías de la modernidad
nes existentes entre la forma y las ne-
en la obra de Simmel, Kracauer y Ben-
cesidades humanas. Desde el desarrollo 23
Para una comprensión algo más
jamin, La balsa de la Medusa, Madrid,
de la tesis de la realización práctica del profunda de este asunto acompañada
1992, pp. 373-415.
arte, el constructivismo sostiene la abo- de una rica bibliografía, véase: M. Jay,
lición del arte como actividad separada op. cit., p. 199. Hay que decir también
30
Para la crítica de Benjamin a los
y autónoma y considera que el trabajo que no todos los pensadores del incons- surrealistas: S.Buck-Morss, Dialéctica de
del arquitecto debe ser inventar con- ciente sostienen que este presenta una la Mirada. Walter Benjamin y el proyecto
temporáneamente nuevos espacios y disposición laberíntica. En la línea mar- de los Pasajes, Visor, Madrid, 1995, pp.
nuevas condiciones de vida» (M. Per- cada por Freud, Breton se sirve de esta 286-288.
niola, “Apuntes para una historia del imagen, pero más adelante Lacan pro- 31
W. Benjamin, “Obra de los pa-
urbanismo laberíntico”, URBS. Revista pondrá la banda de Moebius o las bote- sajes, J 61, 8”. En: http://www.circu-

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lobellas artes.com/benjamin/termino. los laberintos y otros lugares ocultos a lleva a hacer apología del todo movi-

Irene Valle Corpas


php?id=139. [Consulta: 16/05/2016]. la vista, como las criptas, tiene que ver miento continuo y proceso de deste-
32
W. Benjamin, “Parque Central con un apego a pensar las experiencias rritorialización. Si no se tiene la debida
Obras I, 2, p. 275”. En: http://www.cir- táctiles y sonoras. Habría otra explica- precaución, esta postura juega en favor
culobellas artes.com/benjamin/termino. ción además del ocularcentrismo para
del discurso de la economía neoliberal
php?id=139. [Consulta: 16/05/2016]. comprender el interés por lo laberíntico
asentada sobre un flujo esquizofrénico
33
Tales recriminaciones no siempre desde los setenta en adelante que tiene
de capitales y personas. Si se echa un
son justas. Si tomamos al pie de la letra que ver con la superación de la rigidez
del paradigma estructuralista. Véase: M. vistazo al actual panorama geopolíti-
las palabras de Aragon, no existe tal hui-
Jay, op. cit., pp. 372-409. co, se hace difícil glorificar la actitud
da sino una reformulación del plano de
39
«La duración media de la perma- nómada en tanto en cuanto el mundo
lo real: «lo que pedimos a gritos son, no
nencia en los shopping mall ha pasado está repleto de campamentos de refu-
lo duden, realidades. RE-A-LI-DA-DES»
(L. Aragon, El campesino de París, Bru- de veinte minutos en los años sesenta giados y pueblos enteros vagando de
guera, Barcelona, 1979, p. 58). Además – que corresponden el tiempo medio un continente a otro de forma nada
si hay una vanguardia que se anticipó a de la permanencia en un comercio a las voluntaria ni poética, mientras la otra
la importancia que más tarde cobraría lo tres horas actuales – duración media, mitad del planeta se ve obligada otro
cotidiano esa es el surrealismo. en cambio, de un largo paseo urbano. tipo de ultramovilidad globalizada e in-
34
Jacques Rancière ha querido con- El tiempo no basta nunca desde el mo- somne que licúa las relaciones sociales.
testar a esta y otras tesis de Debord. mento en que el shopping mall es un
Sin embargo, precisamente este estado
Para el autor de El espectador emanci- mundo entero que contiene todo, es
de cosas puede permitir el brote de for-
pado la condena del observador como una ciudad en la ciudad, un mundo en
mas contra-hegemónicas de caminar,
un personaje pasivo que no logra ob- el mundo» (G. Aymendola, La ciudad
posmoderna. Magia y miedo de la me- aunque a juicio de Gielen el éxito de las
tener conocimiento con su mirada no
trópolis contemporánea, Celeste edicio- mismas pasa por desterrar el ideal libe-
es sólo una reducción simplista inscrita
nes, Madrid, 2000, p.260). ral del artista individual y lanzarse a un
en un marco platónico y antimiméti-
40
Este es el título de un film de Guy andar colectivo que tenga muy presente
co sino que, ante todo, constituye un
obstáculo para la emancipación. Ran- Debord fechado en 1978 cuyo guión que los nuevos enemigos son esas dos
cière no parece compartir la oposición fue publicado: G. Debord, In girum versiones de nomadismo forzado. Véase
entre ser y ver, acción y pasividad que imus nocte et consumimur igni. Damos P. Gielen, “Noma(i)deología. La estetiza-
tanto ha preocupado a los críticos de vueltas en la noche y somos devorados ción de la existencia nómada” en El arte
izquierdas pues para él, a la larga, ésta por el fuego, Ateneu Enciclopèdic Po- no es la política/La política no es el arte.
genera siempre una desigualdad. En su pular, Barcelona, 1999.
Despertar de la Historia, Brumaria, Ma-
defensa de la experiencia estética como 41
P. Gielen, R. Koolhaas, “El desba- drid, 2014, pp. 139-157.
forma de producir una desviación en la rajuste de la arquitectura utópica. Rem 46
Para la obra de Francis Alÿs y
experiencia ordinaria, Rancière mantie- Koolhaas y Pascal Gielen conversan so-
ne una fe en el poder emancipador de bre Constant Nieuwenhuys” en Cons- otros artistas de finales del siglo XX inte-
la mirada que en cierto sentido lo sitúa tant. Nueva Babilonia, Museo Nacional resados por la flânerie en el contexto de
lejos de algunos de los teóricos que aquí Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, las nuevas ciudades véase T. Davila, op.
hemos mencionado. Véase: J. Rancière, 2015, pp. 246-270. cit., pasim. En cuanto a las líneas arriba
“Crítica de la crítica del espectáculo”, 42
L. Boltansky, È.Chiapello, El es- citadas, se trata de las páginas 114 y
en Pensar desde la izquierda. Mapa de píritu del nuevo capitalismo, Akal, Ma- 115 de esta obra. (Traducción nuestra).
pensamiento crítico para un tiempo en drid, 2002, p. 241. 47
Aunque De Certeau desarrolla
crisis (AA.VV), Errata Naturae, Madrid, 43
Véase: M. Perniola, “La amarga esta cuestión en La invención de lo coti-
pp. 379-397. victoria del movimiento situacionista”, diano (Universidad Iberoamericana, Mé-
35
R. Krauss, op. cit., p. 43. Imago Crítica, 4, 2014, pp. 41-50. jico, 1999), nosotros la hemos tomado
36
G. Cabello, La vida sin nombre. 44
D. Harvey, Diecisiete contradic- de P. Gielen, “La representación de la
La lógica del espectáculo según David ciones y el fin del capitalismo, IAEN, ciudad del común” en Constant. Nue-
Lynch, Biblioteca Nueva, Madrid, 2005, Quito, 2014, p. 234.
va Babilonia, Museo Nacional Centro
p. 10. 45
Frente a este peligro se ha pro- de Arte Reina Sofía, Madrid, 2015, pp.
Véase: F. Jameson, El posmoder-
37
nunciado Pascal Gielen en un texto
229-237. Por nuestra parte podemos
nismo o la lógica cultural del capitalis- escrito a modo de advertencia contra
mo avanzado, Paidós, Barcelona, 2011, afirmar que tal distinción elaborada por
el riesgo que en la actualidad sufren
pp. 96-115. De Certeau se asemeja mucho a la dua-
numerosos artistas y curadores de sos-
38
Algunas de las versiones más tener una visión romántica del andar lidad lengua/jerga que definió Henri Le-
subversivas siguen la estela de la críti- nómada, en ocasiones alimentada por febvre. Véase: H. Lefebvre, De lo rural a
ca antiocular de modo que, por tomar una lectura poco profunda de los tra- lo urbano, Ediciones Península, Madrid,
un ejemplo, la atracción de Derrida por bajos de Deleuze y Guattari, que les 1971, pp. 93-94.

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