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DIÓCESIS DE MATURÍN

SECRETARIADO DE CATEQUESIS

CATEQUESIS, ACCIÓN RENOVADORA DE ESPERANZA


“Renovados en la Esperanza”

SEMANA NACIONAL DE LA CATEQUESIS


DEL 22/09/19 AL 29/09/19
PRESENTACIÓN

El Secretariado Diocesano de Catequesis, en comunión con el Obispo y el


Vicario de Pastoral, cumpliendo con la misión de dirigir, animar y acompañar el
proceso catequístico, de cara a la realidad pastoral de la Diócesis de Maturín,
ofrece a todos los catequistas, catequizandos y laicos en general, el presente
material que consta de tres temas de formación, Una Hora Santa y la Celebración
Mariana. Los temas están referidos a: 1. Depresión Social, 2. Catequista, Agente
Transformador de la Sociedad, 3. El Don del Servicio, para que sean reflexionados
y vividos en la Semana de la Catequesis, a celebrarse del 22/09/19 al 29/09/19.

Esta formación tiene como Objetivo General: Propiciar un encuentro para el


estudio y reflexión, sobre el papel de la catequesis como acción renovadora de
esperanza, con el fin de destacar su interés, por los problemas que atañen hoy a
la sociedad.

Partimos de la realidad, de nuestra experiencia humana y cristiana, dado el


momento histórico que vivimos, respetando con fidelidad las circunstancias
concretas del aspecto social, económico y político, que afectan nuestra
cotidianidad. Nos dejamos iluminar por la Palabra de Dios y los Documentos del
Magisterio, sabiendo que “Entre el Evangelio y la Experiencia Humana hay un lazo
indisoluble, referido al sentido último de la existencia para iluminar, juzgar y
transfigurar”. Asumimos con valentía la expresión de la fe que profesamos y
celebramos, de la cual damos testimonio a través del Servicio y el compromiso de
ser Catequistas, que contribuyen en el proceso de transformación de la sociedad.

Exhortamos a vivir a plenitud la Semana de la Catequesis, llenos de alegría


y esperanzas, siendo transmisores de la Buena Noticia, que transforma a la
sociedad, e invita a hacernos servidores los unos de los otros.

Secretariado Diocesano de Catequesis


1.-
DEPRESION SOCIAL
“Señor sálvanos que perecemos” Mt 8,26

En la actualidad, Venezuela está transitando por


una crisis, que ha generado un impacto en nuestra
sociedad. Si nos ubicamos en el impacto
psicológico, el pesimismo, la desesperación, la
desesperanza, fatiga crónica, cansancio,
irritabilidad, y tendencia al aislamiento, son
indicadores que con frecuencia observamos en las
personas con las que nos relacionamos. Estos
indicadores son referentes de lo que denominamos
en psicología depresión social.

Por: Psic. Debri Ricciardone

Para la Organización Mundial de la Salud, la depresión es la principal causa


de discapacidad, y contribuye de forma muy importante a la carga mundial general
de morbilidad. Y es de gran importancia aprender, que la depresión también puede
expresarse a través de afecciones de tipo cognitivo, volitivo e incluso somático. Es
por esto, que vemos el incremento de enfermedades en la población. Como
católicos, tenemos una buena nueva, el creer en Dios que protege contra estos
síntomas. Es por ello, que como Iglesia tenemos la responsabilidad de tejer redes
de apoyo, y servir como guías a los hombres hacia Dios, educando la fe.

Para cumplir la misión de ser multiplicadores de esta buena nueva,


necesitamos revisar nuestras creencias, y alimentar nuestra fe; ya que no
podemos dar algo que no tenemos. Con sólo ubicar a Jesús como imagen
referente es suficiente para educar nuestras emociones, y llamarnos a mantener la
confianza en Dios en medio de la adversidad. Así lo podemos comprobar cuando
en el capítulo de la barca “acercándose ellos, le despertaron diciendo: ¡Señor
sálvanos que perecemos! Y Él les dice: ¿por qué tienen miedo hombres de poca
fe? Entonces se levantó increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran
calma”. Mt 8, 25-26.

El miedo tiene su polaridad opuesta que es el amor. Y es entrenando


nuestra mente, en poder mirar el amor sin importar circunstancias, como podemos
ser testimonio de que Nuestro Señor está vivo. En la dualidad mental podemos
tener batallas si no aprendemos a deshacernos del Ego, que es el encargado de
manipular nuestras vidas. Una vida enraizada en la Divinidad de Jesús podría
convertirse en nuestro objetivo como cristianos. Una vez nadando en la verdadera
fuente del amor podremos encontrar la mirada esperanzadora, que surge para
asumir la experiencia del servicio como un medio de reparación no sólo de la vida
de nuestros hermanos, sino de la nuestra.

Santa Teresa de Calcuta vivió la depresión, y sabía perfectamente lo que


significaba el desierto, no solo emocional, también el espiritual, más, sin embargo,
no se detuvo en el servicio. Siempre dijo que la mayor pobreza está en no ser
amado, no ser querido, no ser cuidado. Su solidaridad con las personas que vivían
esto era con conocimiento de causa, puesto que ella lo había experimentado,
escribió “Sin sufrimiento nuestro trabajo sería solo trabajo social. Toda la
desolación de los pobres debe ser redimida y nosotros debemos compartir con
ella”. Un gran ejemplo de cómo un sufrimiento puede convertirse en la vía para ser
Santos. Así que estamos en el escenario idóneo para ejercitarnos en la fe, y lograr
subir escalones hacia la santidad, fortalecidos por la comprensión de lo que
significa andar en la Verdad.

Si unimos nuestros esfuerzos y honramos esas palabras de María “Mi


alimento es hacer la voluntad del Padre y llevar a cabo su obra” (Jn 4,34). Cada
intención será guiada, cada palabra estará llena del Espíritu Santo, cada servicio
será desde el amor, cada proyecto será la esperanza, y la catequesis sin duda
alguna será un instrumento de Dios para crecer en la fe.
CATEQUISTA AGENTE TRANSFORMADOR DE
LA SOCIEDAD
“En la búsqueda creativa de dar a conocer a Jesús
no debemos sentir miedo porque Él nos precede en esa tarea.
Él ya está en el hombre de hoy, y allí nos espera».

Papa Francisco

I.– AGENTE TRANSFORMADOR.


El Agente transformador es aquella persona que está en contacto con una
sensibilidad histórica de los espacios sociales y sus prácticas, que es de donde
surge la identidad de las personas y las cosas. Tiene una sensibilidad atenta a las
situaciones de ruptura y las aprovecha como posibilidades de atracción a los
demás, por el futuro que sabe proponer, un futuro destinado a hacer la vida más
significativa para él y los otros. Se nutre espontáneamente en la vida comunitaria.
Considera la innovación como un fenómeno asociado al trabajo y no como un rayo
que desciende de las élites. Se autoimpone el compromiso de aunar voluntades y
sabe aceptar la disidencia y el conflicto con espíritu positivo: reconoce en ellos la
variedad de la vida humana, componentes indispensables para llegar a una
resonancia y no a la unificación hegemónica. (fragmento del texto llamado
"Educación y Transformación", Preparemos a Chile para el Siglo XXI, de F. Flores
y F. Varela.)

II.- CRISIS SOCIAL QUE VIVE VENEZUELA


Indicadores de la situación social actual en Venezuela.
https://cpalsocial.org/indicadores-de-la-situacion-social-actual-en-venezuela-2784

Anitza Freitez, directora del Instituto de Investigaciones Económicas y


Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello nos presenta un balance de la
situación social en Venezuela.
Venezuela ha venido registrando la peor crisis de su historia republicana,
producto del fracaso de un modelo político y productivo (socialismo del siglo XXI) y
de la progresiva desinstitucionalización, en medio de un clima de conflictividad y
polarización.
Dimensionar el impacto de esta crisis en el plano social ha sido posible
gracias a la disponibilidad de información sobre las condiciones de vida de la
población proveniente del proyecto ENCOVI [1], la cual ha permitido establecer el
grado de empobrecimiento, no sólo en términos de la privación ocasionada por la
pérdida de la capacidad adquisitiva en los hogares, sino también por el
desmejoramiento en el ámbito de los servicios públicos, las condiciones del
hábitat, los logros educativos, la seguridad alimentaria en los hogares y la
seguridad ciudadana. Frente al cuadro de deterioro, referente a: 1.
Empobrecimiento absoluto, luego del boom petrolero más fabuloso, 2. Inseguridad
alimentaria, 3. Aumento en los riesgos de muerte y retrocesos en la sobrevivencia,
4. Se revierten algunos logros educativos, 5. El derecho al trabajo, 6. Inseguridad
ciudadana, 7. Migración forzada en tiempos de crisis, que bien configura esta
situación de “crisis humanitaria”, vastos sectores de la población de todo el
espectro social se han visto forzados a migrar para buscar en otros países
oportunidades para atender necesidades esenciales y generar ingresos que
ayuden a sostener la sobrevivencia de familiares en Venezuela.

III.- LLAMADOS A LA CONVERSION:

Nos dice el Catecismo de la Iglesia católica (CCE 545-546) que Jesús invita
a los pecadores al banquete del Reino. Le invita a la conversión, sin la cual, no se
puede entrar en el Reino. La conversión que nos pide Jesús, exige una elección
radical, es necesario darlo todo, las palabras no bastan, hacen faltas las obras.

La conversión no es un hecho puntual, sino un proceso, que inicia al ser


bautizados y se realiza a través de nuestra vida, para alcanzar la vida eterna. Este
proceso requiere la conversión del corazón, nuestro deseo ferviente de hacernos
uno con el Padre, por medio de su Hijo, auxiliados por el Espíritu Santo. El
Catecismo de la Iglesia Católica (CCE 1989) nos enseña que la conversión es
obra de la gracia del Espíritu Santo. Es un llamado que hemos recibido al ser
bautizados. Este llamado exige la renovación del hombre interior, que se va
manifestando en consecuencias sociales. El Catecismo (CCE 1888) nos explica
que la conversión del corazón impone la obligación de introducir en las
instituciones sociales las condiciones para que se manifieste la justicia y se
favorezca el bien de todas las personas.

La Encíclica Laborem Exercens escrita por San Juan Pablo II,


establece que la conversión personal y la transformación social van de la mano.
La verdadera conversión lleva consigo un entregarse a los demás, un compromiso
por la causa de la justicia y una trascendencia del beneficio personal a la
búsqueda del bien.

La Doctrina Social de la Iglesia (42) expone: “La transformación interior de


la persona humana, en su progresiva conformación con Cristo, es el presupuesto
inicial de una renovación real con las demás personas”. La comunidad cristiana
está llamada a transformar las relaciones sociales según las exigencias del Reino
de Dios. Esa transformación se fundamenta en valores morales universales:
justicia, verdad, libertad y caridad, que se revisten de la espiritualidad cristiana.

El llamado que recibimos para la conversión, implica no solo una conversión


interior, sino además un compromiso firme en la lucha por la justicia y la paz
social. Requiere un esfuerzo encaminado hacia una mayor solidaridad, un
reconocimiento de los derechos y deberes de todas las personas, una
participación efectiva en los asuntos públicos para iniciar la construcción del Reino
de Dios. La conversión del corazón conlleva la edificación de estructuras sociales
más humanas, respetuosas de los derechos de las personas, menos opresivas y
menos avasalladoras. (Evangelii Nuntiandi, 36).
IV ¿CÓMO TRANSFORMAR LA SOCIEDAD?

Las luces y sombras de la época que vivimos están patentes a los ojos de
todos. El desarrollo humano y las plagas que lo infectan; el progreso civil en
muchos aspectos y la barbarie en otros…: son contrastes que tanto san Juan
Pablo II como sus sucesores han señalado repetidas veces [1], animando a los
cristianos iluminar la sociedad con la luz del Evangelio.

Sin embargo, aunque todos estamos llamados a transformar la


sociedad según el querer de Dios, muchos no saben cómo hacerlo. Piensan
que esa tarea depende casi exclusivamente de quienes gobiernan o tienen
capacidad de influir por su posición social o económica y que ellos sólo pueden
hacer de espectadores: aplaudir o silbar, pero sin entrar en el terreno de juego, sin
intervenir en la partida. No ha de ser esa la actitud del cristiano, porque no
responde a la realidad de la vocación a la que está llamado. Quiere el Señor que
seamos nosotros, los cristianos —porque tenemos la responsabilidad sobrenatural
de cooperar con el poder de Dios, ya que El así lo ha dispuesto en su misericordia
infinita—, quienes procuremos restablecer el orden quebrantado y devolver a
las estructuras temporales, en todas las naciones, su función natural de
instrumento para el progreso de la humanidad, y su función sobrenatural de
medio para llegar a Dios, para la Redención [2].

No somos espectadores. Al contrario, es misión específica de los laicos


santificar el mundo «desde dentro» [3]: orientar con sentido cristiano las
profesiones, las instituciones y las estructuras humanas [4].

Como enseña el Concilio Vaticano II, los laicos han de «iluminar y ordenar
todos los asuntos temporales a los que están estrechamente vinculados, de tal
manera que se realicen constantemente según Cristo y se desarrollen y sean para
la gloria del Creador y del Redentor» [5]. En una palabra: cristianizar desde
dentro el mundo entero, mostrando que Jesucristo ha redimido a toda la
humanidad: ésa es la misión del cristiano [6].

Y para esto los cristianos tenemos el poder necesario, aunque no tengamos


poder humano. Nuestra fuerza es la oración y las obras convertidas en
oración. La oración es el arma más poderosa del cristiano. La oración nos hace
eficaces. La oración nos hace felices. La oración nos da toda la fuerza necesaria,
para cumplir los mandatos de Dios [7].

Concretamente, el arma específica que poseen la mayoría de cristianos


para transformar la sociedad es el trabajo convertido en oración. No
simplemente el trabajo, sino el trabajo santificado.

Dios se lo hizo comprender a san Josemaría en un momento preciso, el 7


de agosto de 1931, durante la santa misa. Al llegar la elevación, trajo a su alma
con fuerza extraordinarias las palabras de Jesús: cuando seré levantado en alto
sobre la tierra, todo lo atraeré hacia mí [8]. Lo entendí perfectamente. El Señor nos
decía: ¡si vosotros me ponéis en la entraña de todas las actividades de la
tierra, cumpliendo el deber de cada momento, siendo mi testimonio en lo que
parece grande y en lo que parece pequeño…, entonces omnia traham ad
meipsum! ¡Mi reino entre vosotros será una realidad! [9]

V.- CRISTIANIZAR LA SOCIEDAD

Dios ha confiado al hombre la tarea de edificar la sociedad al servicio de su


bien temporal y eterno, de modo acorde con su dignidad [10]: una sociedad en la
que las leyes, las costumbres y las instituciones que la conforman y
estructuran, favorezcan el bien integral de las personas con todas sus
exigencias; una sociedad en la que cada uno se perfeccione buscando el
bien de los demás, ya que el hombre «no puede encontrar su propia plenitud si
no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás»[11]. Sin embargo, todo se
ha trastocado a causa del pecado del primer hombre y de la sucesiva
proliferación de los pecados que —como enseña el Catecismo de la Iglesia— hace
«reinar entre los hombres la concupiscencia, la violencia y la injusticia. Los
pecados provocan situaciones sociales e instituciones contrarias a la bondad
divina. Las “estructuras de pecado” son expresión y efecto de los pecados
personales» [12].

El Hijo de Dios hecho hombre, Jesucristo nuestro Señor, ha venido al


mundo para redimirnos del pecado y de sus consecuencias. Cristianizar la
sociedad no es otra cosa que liberarla de esas consecuencias, que el
Catecismo resume con las palabras que acabamos de leer.

Es, por una parte, liberarla de las estructuras de pecado —por ejemplo,
de las leyes civiles y de las costumbres contrarias a la ley moral—, y por otra,
más a fondo, procurar que las relaciones humanas estén presididas por el
amor de Cristo, y no viciadas por el egoísmo de la concupiscencia, la
violencia y la injusticia.

Esta es tu tarea de ciudadano cristiano: contribuir a que el amor y la libertad


de Cristo presidan todas las manifestaciones de la vida moderna: la cultura y la
economía, el trabajo y el descanso, la vida de familia y la convivencia social [13].
Cristianizar la sociedad no es imponer a nadie la fe verdadera. Precisamente el
espíritu cristiano reclama el respeto del derecho a la libertad social y civil en
materia religiosa, de modo que no se debe impedir a nadie que practique su
religión, según su conciencia, aun cuando estuviera en el error, siempre que
respete las exigencias del orden público, de la paz y la moralidad pública, que el
Estado tiene obligación de tutelar [14].

A quienes están en el error hay que procurar que conozcan la verdad, que
sólo se encuentra plenamente en la fe católica, enseñándoles y convenciéndoles
con el ejemplo y con la palabra, pero nunca con la coacción. El acto de fe sólo
puede ser auténtico si es libre.
Pero cuando un cristiano intenta que la ley civil promueva el respeto de
la vida humana desde el momento de la concepción, la estabilidad de la
familia a través del reconocimiento de la indisolubilidad del matrimonio, los
derechos de los padres en la educación de los hijos, tanto en escuelas
públicas como en privadas, la verdad en la información, la moralidad
pública, la justicia en las relaciones laborales, etc., no está pretendiendo con
imponer su fe a los demás, sino cumpliendo con su deber de ciudadano y
contribuyendo a edificar, en lo que está de su parte, una sociedad mejor, conforme
a la dignidad de la persona humana. Ciertamente, el cristiano, gracias a la
Revelación divina, posee una especial certeza sobre la importancia que esos
principios y verdades poseen para edificar una sociedad más justa; pero estos
están al alcance de la razón humana, y por eso cualquier persona,
independientemente de su fe, puede apreciar el valor e importancia que esos
principios tienen para la vida social.

Esfuérzate para que las instituciones y las estructuras humanas, en


las que trabajas y te mueves con pleno derecho de ciudadano, se conformen
con los principios que rigen una concepción cristiana de la vida. Así, no lo
dudes, aseguras a los hombres los medios para vivir de acuerdo con su dignidad,
y facilitarás a muchas almas que, con la gracia de Dios, puedan responder
personalmente a la vocación cristiana [15]. Se trata de «sanear las estructuras y
los ambientes del mundo (…) de modo que favorezcan la práctica de las
virtudes en vez de impedirla» [16].

La fe cristiana hace sentir hondamente la aspiración, propia de todo


ciudadano, de buscar el bien común de la sociedad. Un bien común que no se
reduce al desarrollo económico, aunque ciertamente lo incluye. Son también,
y antes —en sentido cualitativo, no siempre en el de urgencia temporal—, las
mejores condiciones posibles de libertad, de justicia y de vida moral en todos sus
aspectos, y de paz, que corresponden a la dignidad de la persona humana.
Cuando un cristiano hace lo posible para configurar de este modo la sociedad, lo
hace en virtud de su fe, no en nombre de una ideología opinable de partido
político. Actúa como actuaron los primeros cristianos. No tenían, por razón de su
vocación sobrenatural, programas sociales ni humanos que cumplir; pero estaban
penetrados de un espíritu, de una concepción de la vida y del mundo, que no
podía dejar de tener consecuencias en la sociedad en la que se movían [17].

La tarea apostólica que Cristo ha encomendado a todos sus discípulos


produce, por tanto, resultados concretos en el ámbito social. No es admisible
pensar que, para ser cristiano, haya que dar la espalda al mundo, ser un derrotista
de la naturaleza humana [18].

Es necesario procurar sanear las estructuras de la sociedad para


empaparla de espíritu cristiano, pero no es suficiente. Aunque parezca una
meta muy alta, no pasa de ser una exigencia básica. Hace falta mucho más:
procurar sobre todo que las personas sean cristianas, que cada uno irradie a su
alrededor, en su conducta diaria, la luz y el amor de Cristo, el buen olor de
Jesucristo [19].

El fin no es que las estructuras sean sanas, sino que las personas
sean santas. Tan equivocado sería despreocuparse de que las leyes y las
costumbres de la sociedad fueran conformes al espíritu cristiano, como
conformarse sólo con esto. Porque, además, en ese mismo momento peligrarían
de nuevo las mismas estructuras sanas. Siempre hay que estar recomenzando.
«No hay humanidad nueva, si antes no hay hombres nuevos, con la novedad del
bautismo y de la vida según el Evangelio» [20].

VI.- Para continuar profundizando:


Del Concilio Plenario de Venezuela. LA CONTRIBUCIÓN DE LA IGLESIA A LA
GESTACIÓN DE UNA NUEVA SOCIEDAD.Documento Conciliar Nro. 13
1] Cfr. Juan Pablo II, Exhort. apost. Ecclesia in Europa, 28-VI-2003, c. I.
[2] San Josemaría, Carta 30-IV-1946, n. 19, en E. Burkhart, J. López, Vida
cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josemaría, I, Rialp, Madrid 2010, p.
420.
[3] Conc. Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 31.
[4] San Josemaría, Carta 9-I-1959, n. 17, en E. Burkhart, J. López, Vida cotidiana y
santidad en la enseñanza de San Josemaría, I, Rialp, Madrid 2010.
[5] Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 31.
[6] San Josemaría, Conversaciones, n. 112.
[7] San Josemaría, Forja, n. 439.
[8] Jn 12, 32.
[9] San Josemaría, Apuntes de una meditación, 27-X-1963, en E. Burkhart, J.
López, Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josemaría, I, Rialp,
Madrid 2010, pp. 426-427:
[10] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 353, 1929, 1930.
[11] Conc. Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, n. 24.
[12] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1869..
[13] San Josemaría, Surco, n. 302.
[14] Cfr. Conc. vaticano II, Decr. Dignitatis humanae, nn. 1, 2 y 7.
[15] San Josemaría, Forja, n. 718.
[16] Conc. Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 36.
[17] San Josemaría, Carta 9-I-1959, n. 22, en E. Burkhart, J. López, Vida cotidiana
y santidad en la enseñanza de San Josemaría, I, Rialp, Madrid 2010, p. 418.
[18] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 125.
[19] Cfr. 2 Cor 2, 15.
[20] Pablo VI, Exhort. apost. Evangelii nuntiandi, 8-XII-1975, n. 18.
EL DON DEL SERVICIO
"El que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos". Mt 20,26

El servicio del latín servitum que traduce


literalmente esclavitud o servidumbre ha venido
a significar en nuestros días la actitud,
disposición y acción de ser “útil o a propósito de
un determinado fin” a alguien o a una causa
determinada o común.

En el contexto que abordaremos,


profundizaremos las características propias de
este valor en la comunidad cristiana y cómo se
manifiesta particularmente en ella, queriendo
lograr con esto, que nuestras comunidades y
especialmente los asociados al ministerio de la
catequesis crezcan en la práctica del
servicio, a Dios y a los hermanos a imitación
de Cristo, edificando por medio de esta acción
el Reino en sus respectivos campos de acción
pastoral.

I. SER SERVIDORES UNOS DE LOS OTROS.

A todos nos gusta más ser servidos que servir. Ocupar los primeros
lugares y no los últimos. ¿Y a quién le puede gustar ser servidor de todos?
Jesucristo, siendo Dios, se hizo siervo, servidor nuestro. También ustedes deben
ser servidores, uno de los otros. Él hizo este camino por amor. También ustedes
tienen que amarse y ser servidores en el amor. Esta es la herencia que nos deja
Jesús.

Todos somos destinatarios de la lección de humildad que nos da Jesús,


porque todos, más o menos conscientemente, ambicionamos puestos de honor en
nuestro seguimiento de Cristo. Tampoco nosotros tenemos que entender la
autoridad como la de “los que son reconocidos como jefes de los pueblos”, que
“los tiranizan y los oprimen”. Para nosotros, nada de eso. Los cristianos tenemos
que entender la autoridad, en el ámbito en que la tengamos (social, comunitario,
eclesial), como servicio y entrega a los demás: “El que quiera ser primero, sea
servidor de todos”. Hemos de imitar a Jesús, que lo vemos estar en medio de la
gente “como el que sirve”.

II. PENSEMOS TAMBIÉN, ¿CÓMO PODEMOS SERVIRLES MEJOR, A LAS


OTRAS PERSONAS?
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma, con todas tus
fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo
como a ti mismo” (Lc 10,27)

El amor al prójimo tiene una dimensión personal y una dimensión


comunitaria. Al final de nuestras vidas nos examinarán por el amor. “Tuve hambre
y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber” (Mt 25,35). Hoy no es un
pobre que llama a nuestra puerta. En Venezuela hay más de veinte millones de
personas que tienen dificultades para conseguir el alimento necesario. ¿Qué
debemos hacer por ellos? ¿Qué debemos cambiar en nuestra sociedad para que
no se prolongue indefinidamente esta situación?

Una dimensión del amor es el servicio humilde. El servicio no desde arriba,


sino desde abajo. Como dijo Jesús, después de lavar los pies a sus discípulos.
“Comprenden ustedes lo que acabo de hacer? Ustedes me llaman Maestro y
Señor, y tienen razón, porque efectivamente lo soy. Pues bien, si yo, el Maestro y
el Señor, les he lavado los pies, ustedes deben hacer lo mismo unos a otros. Les
he dado ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho por ustedes” (Jn 13,
12-15).
¿Estás sirviendo humildemente a tus hermanos? ¿De qué forma les podrías
servir? ¿Has experimentado el poder del amor en el servicio? El Papa Francisco,
refiriéndose al poder del amor como servicio, expresó: Jesús manifestó el poder
del amor como servicio. Por más que se lo destruya el poder del amor como
servicio siempre resucita. Su fuente está más allá de toda indicación humana; es
la paternidad amorosa de Dios, fuente inalcanzable e incuestionable.

El amor procurado por uno al otro hace que éste no sea manipulado ni
malinterpretado. Sólo lo superior, el amor de Dios, afianza el poder de Jesús”.
Jamás dejará de conmovernos su agudo sentido social, expresado en términos de
la más absoluta cotidianidad: “Nos acostumbramos a la violencia como algo
infaltable en las noticias, nos acostumbramos al paisaje habitual de pobreza y de
la miseria caminando por las calles de nuestra ciudad” Y recalca estas palabras
con desafío: “no queremos ser la Iglesia temerosa que está encerrada en el
cenáculo, queremos ser la Iglesia solidaria que se anima a acercarse”. Y entonces
involucra, sin demoras ni excusas, a toda la feligresía: “Sólo una opción ética
convertida en prácticas concretas, con medios eficaces, es capaz de evitar que el
hombre sea depredador del hombre: nos referimos a principios como la dignidad
de la persona humana, la solidaridad, el amor. Lejos de ser un sentimentalismo
común, y una mera impulsividad, el amor es una tarea fundamental, sublime e
irremplazable, que hoy se torna como una necesidad para ser propuesta a una
sociedad deshumanizada”.

III.- LA VOCACIÓN CATEQUÉTICA COMO VOCACIÓN DE SERVICIO.

Sabemos ahora que la vocación fundamental de todo cristiano pasa


necesariamente por una actitud constante de servicio a los hermanos, ahora
interesa preguntarnos cuál es la particularidad de esta vocación universal en el
ministerio que desempeñamos, es decir, que es lo característico del servicio en el
ministerio de la catequesis.

Empecemos por la identidad del catequista, este es ante todo un “ministro”


instituido por la Iglesia (CPV Nº4, 88), es decir un servidor, esto significa que lo
que caracteriza a los responsables de la catequesis es una relación de servicio
para con el resto de la comunidad cristiana. El catequista tiene la grave
responsabilidad de ser para sus catequizandos (y a los ojos de la comunidad)
profeta, maestro y testigo (CPV Nº4, 92) que como compañero de camino guíe el
proceso de maduración en la fe de los catecúmenos (CPV Nº4, 91). Lejos de
significar una dignidad superior al “resto de los fieles” ser designado para el
ministerio de la catequesis representa ante todo un compromiso para con Dios y la
Iglesia de hacerse cotidianamente el último, de cómo Jesucristo abajarse para
limpiar los pies de los hermanos, lavarlos con el agua de la fe de todas sus
esclavitudes y, robusteciendo su fe, introducirlos progresivamente a la comunidad
cristiana.

Esta alta vocación exige mucho de los designados para este servicio, exige
la madurez humana y relacional (CPV Nº4, 90), un verdadero encuentro con la
persona de Cristo (LAIDMCE 82) una verdadera vivencia cristiana y progresivo
crecimiento en la fe (CPV Nº4, 91.94), conocimiento del lenguaje y pedagogía que
le permitan transmitir el mensaje cristiano (LAIDMCE 85), vivencia sacramental y
crecimiento en la participación litúrgica (LAIDMCE 145d) etc.

Responsabilidad, compromiso, servicio, son palabras que se repiten y


gravitan en torno al ministerio y persona del catequista, éste al ser el acompañante
de aquellos que buscan ingresar a la comunidad cristiana se convierten
necesariamente en el primer rostro visible y concreto de esa comunidad, rostro de
la Iglesia y por ende debería añadirse facilitador u obstructor del encuentro vivo
con Cristo en la comunidad, de aquellos que darán sus primeros pasos en la fe.
Por esta misma razón y comprendiendo las exigencias de este ministerio todo
catequista debería sentir ante su vocación un profundo respeto (temor) que lo
conduzca a desempeñarlo cada vez mejor, no como el “experto” de la fe que
aconseja desde la altura, sino como el humilde esclavo que sirve con la luz de la
fe a sus amos que se encuentran en tinieblas.
HORA SANTA

Mi Jesús Sacramentado, mi dulce amor y consuelo


Aquí estamos Señor, ante tu presencia, adorándote. Tú nos has llamado y reunido
junto a Ti, para acompañarte en esta Hora de Adoración. Creemos firmemente que
estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar, te adoramos y glorificamos.
Colocamos a tus pies nuestras preocupaciones y agobios, porque en esta hora
queremos sentirnos unidos a Ti, mi Señor.

También mi Señor, Jesús, queremos ponerte en este tiempo a nuestra amada


Venezuela, el pueblo vive en la desesperanza, fatiga crónica, cansancio,
irritabilidad, y tendencia al aislamiento, efectos que conducen a una gran
depresión en la sociedad.

No queremos mi Jesús, que nuestra vida espiritual acabe en el fracaso, sino en el


triunfo final y eterno, pese a las muchas batallas que perdamos durante nuestra
vida.

CANTO: Bendito, bendito sea Dios y Como el siervo.


Vivimos en nuestra nación una profunda crisis en todos los sentidos: social,
político, económico, religioso y moral. Muchos de los problemas que
acarreamos son fruto del egoísmo y consecuencia del pecado. Por eso hoy Señor
queremos decirte arrepentidos: PERDONANOS SEÑOR
- Por no haber cumplido bien nuestra misión de ser multiplicadores, de la
Buena Nueva de Salvación. Perdónanos Señor.
- Por tantos dirigentes políticos de todas las toldas, que buscan más sus
intereses, guiados por el afán de poder en vez del servicio al pueblo.
Perdónanos Señor.
- Por tantos militares y policías que reaccionan con violencia ante la gente,
amparados en una falsa concepción de autoridad. Perdónanos Señor.
- Por quienes desde diversas áreas del servicio: médicos, docentes,
empresarios, obreros, profesionales, se preocupan sólo por sí mismos e
imponen grandes cargas a la gente o se olvidan de los sufrimientos de los
demás. Perdónanos Señor.
- Por no ser agentes transformadores de la sociedad, según la voluntad de
Dios. Perdónanos Señor.
- Por no presentar a Jesucristo como el verdadero redentor del mundo.
Perdónanos Señor.
- Por conformarnos solo con ser espectadores, sin recordar que como Laicos
tenemos la responsabilidad de orientar con sentido cristiano las
profesiones, las instituciones y las estructuras humanas. Perdónanos
Señor.
- Por no ejercer con alegría el servicio de la caridad con los hermanos.
Perdónanos Señor.
- Por no realizar con responsabilidad el servicio en la catequesis.
Perdónanos Señor.
CANTO: Hoy, Perdóname
Padre, nuestra esperanza es siempre también esperanza para los otros; sólo así
es realmente esperanza. Jesús, gracias por darnos la oportunidad de mejorar, de
servirte, de amarte. Danos tu gracia para cada día por dar frutos.
Evangelio según San Lucas 13,1-9
En ese momento algunos le contaron a Jesús una matanza de galileos. Pilato los
había hecho matar en el Templo, mezclando su sangre con la sangre de sus
sacrificios. Jesús le replicó: ¿Creen ustedes que esos galileos eran más
pecadores que los demás por que corrieron semejante suerte? Yo les digo que
no. Y si ustedes no renuncian a sus caminos, perecerán del mismo modo. Y
aquellas dieciocho personas que quedaron aplastadas cuando la torre de Siloé se
derrumbó, ¿creen ustedes que eran más culpables que los demás habitantes de
Jerusalén? Yo les aseguro que no. Y si ustedes no renuncian a sus caminos,
todos perecerán de igual modo.

Jesús continuo con esta comparación: “Un hombre tenía una higuera que crecía
en medio de su viña. Fue a buscar higos, pero no los halló. Dijo entonces al
viñador: “Mira, hace tres años que vengo a buscar higos a esta higuera, pero
nunca encuentro nada. Córtala. ¿Para qué está consumiendo la tierra
inútilmente?” El viñador contesto:” Señor, déjala un año más y mientras tanto
cavare alrededor y le echare abono. Puede ser que así dé fruto en adelante y, si
no, la cortas.
CANTO: Espíritu de Dios
REFLEXION:
La paciencia de Dios es inmensa, no se cansa de darnos una «segunda
oportunidad. Pero la vida sobre esta tierra se acaba. El hombre es un ser libre, y
por tanto responsable de sus actos. Dios nos toma en serio, y por eso, aunque
tiene mucha paciencia con nosotros, también respeta nuestras opciones libres. No
quiere vernos sufrir, pero si nos empeñamos en no hacerle caso, en vivir contra lo
que Él nos manda, respeta nuestra libertad. Por ello, sin ponernos dramáticos, no
hemos de perder de vista que la vida se acaba. El tiempo para convertirnos es
limitado, dura mientras dura la vida; una vez que hayamos franqueado el umbral
de la muerte, entrando a la vida eterna, ya no habrá posibilidad de volver atrás, de
convertirnos. Pero también durante esta vida podemos ir dificultando nuestra
conversión. Si en una montaña de hielo nos dejamos caer, cada vez será más
difícil remontarnos y llegar a la cumbre. Cada día vivido sin convertirnos, sin
esforzarnos sinceramente por estar más cerca de Dios, es un día que nos aleja y
nos dificulta llegar a la cima.
La parábola de la higuera ofrece un rayo de esperanza. El jardinero hará lo que
pueda para que la higuera produzca frutos, dedicándole más tiempo y atención.
Pero llegará un punto que él se dará por vencido. La higuera y la viña son
metáforas tradicionales para la gente de Dios, ya que Dios espera que ellos
produzcan frutos de arrepentimiento y santidad. Pero el tiempo se está acabando.
Tal vez no sentimos estar bajo presión para producir frutos, a pesar que todavía
nos podemos preguntar si estamos haciendo todo lo posible, o todo lo que
deberíamos hacer. Señor, Tú nos hablas. Nos miras para ver si damos frutos, si
mostramos signos de amor en nuestra vida. No queremos perder más
oportunidades, pero confío en que Tú tengas paciencia y me ayudes. Cava
alrededor mío y abóname, incluso si duele. Tú solo sabes cómo hacer algo bueno
de mi vida.
CANTO: El Alfarero
Padre nos unimos para pedirte por todas las necesidades del mundo, de nuestra
amada Venezuela, nuestra familia y nuestras comunidades cristianas.
Por la Santa Iglesia: para que difunda en todas las familias el fermento del
Evangelio. Roguemos al Señor.
 Te pedimos Señor, ser adoradores en espíritu y en verdad. Roguemos
al Señor
 Te pedimos por todos los sacerdotes, en especial los de nuestra
Diócesis, para que se sigan fortaleciendo con tu gracia en su Ministerio.
Roguemos al Señor
 Te pedimos estrechar la comunión contigo y con los hermanos.
Roguemos al Señor
 Te pedimos servirte, sirviendo a los necesitados y marginados,
Roguemos al Señor
 Te pedimos ser portadores de paz y justicia, Roguemos al Señor
 Te pedimos ser constructores de un mundo más solidario, Roguemos al
Señor
 Te pedimos un corazón quebrantado y humillado para recibir tu
misericordia, Roguemos al Señor
 Te pedimos por los que no creen en tu misterio pascual, Roguemos al
Señor
 Te pedimos por la familia para que seamos ejemplo de unión y
verdadero amor. Roguemos al Señor
 Te pedimos por Venezuela, para que su pueblo logre salir de la
esclavitud y encontrarse nuevamente liberados y en paz. Roguemos al
Señor
CANTO: Ya no tengo nada, lo tengo todo, te tengo a ti
Terminamos esta hora santa delante la presencia de Jesús sacramentado,
dándole gracias por la Eucaristía y por este rato de oración, supliquémosle que
derrame su gracia a favor de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres del
mundo.
Señor Jesús, queremos darte gracias por la institución de la Eucaristía, gracias por
tu misterio pascual que nos salva y redime, gracias por el mandamiento nuevo,
gracias por ser Emmanuel, Dios con nosotros, gracias por esta hora de oración
ante tu Presencia. Gracias, Jesús, por interceder por nosotros y darnos otra
oportunidad para que, con la gracia de la Eucaristía, podamos rectificar lo que
debemos cambiar en nuestra vida y aspirar a la eficacia apostólica, donde es
necesario morir a nuestra comodidad para dar fruto. Amén
CANTO: Vive Jesús
HORAMOMENTO
SANT HORA SANTA
MARIANO AHO

MARÍA, MADRE DE LA ESPERANZA


“Es una mujer que escucha: no se olviden que hay
Siempre una gran relación entre la esperanza y la escucha.”
(Papa Francisco, 2017)

Saludo
Gracia, paz y bien en nuestros corazones por tanto amor, entrega, perdón y
consolación recibida de la Trinidad Santa, Único Dios y de María Santísima “vida,
dulzura y esperanza nuestra” en este encuentro de hermanos en la fe.
Monición
En María, como fruto de su vida de fe, su corazón se convierte en una fuente
inagotable de esperanza. Esa gran esperanza se ve renovada por los anhelos y
deseos ante la pronta espera y venida del Mesías prometido.
Contemplemos a María, que por su fe vivía en la consoladora y dulce esperanza
de ver y contemplar al Salvador, Hijo del Eterno Padre. Esa también fue la
esperanza que sostenía la vida del anciano Simeón. Confianza que aparece más
clara y admirable en María, ante la pasión, muerte y gloriosa resurrección de su
Hijo Amado.
María, como buena oyente y catequista fiel al Verbo Encarnado, nos invita a vivir
una acción catequética de permanente renovación de la esperanza. “Tener
esperanza es hacer lo que esperamos”
Canto
Santa María del Camino
Reflexionemos y Meditemos sobre la catequesis del Papa Francisco, desarrollada
durante la Audiencia General del 10 de mayo de 2017: Mirar hacia María, Madre
de la Esperanza.
“María no es una mujer que se deprime ante las incertidumbres de la vida,
especialmente cuando nada parece ir por el camino correcto. No es mucho menos
una mujer que protesta con violencia, que injuria contra el destino de la vida que
nos revela muchas veces un rostro hostil. Es en cambio una mujer que escucha”
María ha atravesado más de una noche en su camino de madre. No era
simplemente responder con un “sí” a la invitación del ángel: sin embargo, ella,
mujer todavía en la flor de la juventud, responde con valentía, no obstante, no
sabía nada del destino que le esperaba. María en aquel instante se presenta como
una de las tantas madres de nuestro mundo, valerosa hasta el extremo cuando se
trata de acoger en su propio vientre la historia de un nuevo hombre que nace.
Aquel “sí” es el primer paso de una larga lista de obediencias- ¡larga lista de
obediencias! - que acompañaran su itinerario de madre. Así María aparece en los
Evangelios como una mujer silenciosa, que muchas veces no comprende todo
aquello que sucede a su alrededor, pero que medita cada palabra y cada suceso
en su corazón.
María es una mujer que escucha, que acoge la existencia, así como esa se
presenta a nosotros, con sus días felices, pero también con sus tragedias que
jamás quisiéramos haber encontrado. Hasta la noche suprema de María, cuando
su Hijo es clavado en el madero de la cruz.
Las madres no traicionan, y en aquel instante a los pies de la cruz, ninguno de
nosotros puede decir cual haya sido la pasión más cruel: si aquella de un hombre
inocente que muere en el patíbulo de la cruz, o la agonía de una madre que
acompaña los últimos instantes de la vida de su hijo. Los Evangelios son
lacónicos, y extremadamente discretos. Registran con un simple verbo la
presencia de la Madre: ella “estaba” (Jn 19,25). Estaba allí, en el momento más
feo, en momento cruel, y sufría con su hijo. “Estaba”.
La reencontramos en el primer día de la Iglesia, ella, Madre de esperanza, en
medio de aquella comunidad de discípulos así tan frágiles: uno había negado,
muchos habían huido, todos habían tenido miedo (Cfr. Hch 1,14). Pero ella,
simplemente estaba allí, en el más normal de los modos, como si fuera del todo
natural; en la primera Iglesia envuelta por la luz de la Resurrección, pero también
por las vacilaciones de los primeros pasos que debía cumplir en el mundo.
Por esto todos nosotros la amamos como Madre. No somos huérfanos: tenemos
una Madre en el cielo: es la Santa Madre de Dios. Porque nos enseña la virtud de
la esperanza, incluso cuando parece que nada tiene sentido: ella siempre
confiando en el misterio de Dios, incluso cuando Él parece eclipsarse por culpa del
mal del mundo. Esa mujer, es María de Nazaret.
Momento Celebrativo
Canto
Himno del “Magníficat”
Para este momento se sugiere que mientras se canta el himno, en procesión se
entroniza la imagen de Nuestra Señora de Coromoto y se coloca en el altar
previamente preparado con algunos signos: Luz, Mantel Blanco, Bandera de
Venezuela y Flores.
Alabanzas
1.- Te saludamos, María de Coromoto, por ser la Reina y Patrona de Venezuela.
R: Salve, Reina, Madre y Esperanza nuestra.
2.- Te saludamos, María de Coromoto, por ser Madre del autor de nuestra vida.
R: Salve, Reina, Madre y Esperanza nuestra.
3.- Te saludamos, María de Coromoto, pues eres el consuelo de todos los
venezolanos.
R: Salve, Reina, Madre y Esperanza nuestra.
4.- Te saludamos, María de Coromoto, por ser la abogada de todos nuestros
males.
R: Salve, Reina, Madre y Esperanza nuestra.
5.- Te saludos, María de Coromoto, porque tú nos guías hacia tu Hijo, nuestro
salvador.
R: Salve, Reina, Madre y Esperanza nuestra.
Oración: Repitan todos:
-Madre de la esperanza, te necesitamos en la oscura noche, porque tú nos
alumbras y nos ayudas a reconocer a tu Hijo en las diferentes formas que se
presenta entre nosotros. (Ave María)
-Madre nuestra, ruega por nosotros y no nos dejes solos, intercede ante tu Hijo
para obtener la paz que tanto estamos implorando. (Ave María)
-En los momentos de dificultad, María, la Madre que Jesús ha regalado a todos
nosotros, pueda siempre sostener nuestros pasos, pueda siempre decirnos al
corazón: “Levántate. Mira adelante. Mira el horizonte”, porque Ella es Madre de
Esperanza. (Ave María)
Canto
Junto a ti María.

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