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SECRETARIADO DE CATEQUESIS
Papa Francisco
Nos dice el Catecismo de la Iglesia católica (CCE 545-546) que Jesús invita
a los pecadores al banquete del Reino. Le invita a la conversión, sin la cual, no se
puede entrar en el Reino. La conversión que nos pide Jesús, exige una elección
radical, es necesario darlo todo, las palabras no bastan, hacen faltas las obras.
Las luces y sombras de la época que vivimos están patentes a los ojos de
todos. El desarrollo humano y las plagas que lo infectan; el progreso civil en
muchos aspectos y la barbarie en otros…: son contrastes que tanto san Juan
Pablo II como sus sucesores han señalado repetidas veces [1], animando a los
cristianos iluminar la sociedad con la luz del Evangelio.
Como enseña el Concilio Vaticano II, los laicos han de «iluminar y ordenar
todos los asuntos temporales a los que están estrechamente vinculados, de tal
manera que se realicen constantemente según Cristo y se desarrollen y sean para
la gloria del Creador y del Redentor» [5]. En una palabra: cristianizar desde
dentro el mundo entero, mostrando que Jesucristo ha redimido a toda la
humanidad: ésa es la misión del cristiano [6].
Es, por una parte, liberarla de las estructuras de pecado —por ejemplo,
de las leyes civiles y de las costumbres contrarias a la ley moral—, y por otra,
más a fondo, procurar que las relaciones humanas estén presididas por el
amor de Cristo, y no viciadas por el egoísmo de la concupiscencia, la
violencia y la injusticia.
A quienes están en el error hay que procurar que conozcan la verdad, que
sólo se encuentra plenamente en la fe católica, enseñándoles y convenciéndoles
con el ejemplo y con la palabra, pero nunca con la coacción. El acto de fe sólo
puede ser auténtico si es libre.
Pero cuando un cristiano intenta que la ley civil promueva el respeto de
la vida humana desde el momento de la concepción, la estabilidad de la
familia a través del reconocimiento de la indisolubilidad del matrimonio, los
derechos de los padres en la educación de los hijos, tanto en escuelas
públicas como en privadas, la verdad en la información, la moralidad
pública, la justicia en las relaciones laborales, etc., no está pretendiendo con
imponer su fe a los demás, sino cumpliendo con su deber de ciudadano y
contribuyendo a edificar, en lo que está de su parte, una sociedad mejor, conforme
a la dignidad de la persona humana. Ciertamente, el cristiano, gracias a la
Revelación divina, posee una especial certeza sobre la importancia que esos
principios y verdades poseen para edificar una sociedad más justa; pero estos
están al alcance de la razón humana, y por eso cualquier persona,
independientemente de su fe, puede apreciar el valor e importancia que esos
principios tienen para la vida social.
El fin no es que las estructuras sean sanas, sino que las personas
sean santas. Tan equivocado sería despreocuparse de que las leyes y las
costumbres de la sociedad fueran conformes al espíritu cristiano, como
conformarse sólo con esto. Porque, además, en ese mismo momento peligrarían
de nuevo las mismas estructuras sanas. Siempre hay que estar recomenzando.
«No hay humanidad nueva, si antes no hay hombres nuevos, con la novedad del
bautismo y de la vida según el Evangelio» [20].
A todos nos gusta más ser servidos que servir. Ocupar los primeros
lugares y no los últimos. ¿Y a quién le puede gustar ser servidor de todos?
Jesucristo, siendo Dios, se hizo siervo, servidor nuestro. También ustedes deben
ser servidores, uno de los otros. Él hizo este camino por amor. También ustedes
tienen que amarse y ser servidores en el amor. Esta es la herencia que nos deja
Jesús.
El amor procurado por uno al otro hace que éste no sea manipulado ni
malinterpretado. Sólo lo superior, el amor de Dios, afianza el poder de Jesús”.
Jamás dejará de conmovernos su agudo sentido social, expresado en términos de
la más absoluta cotidianidad: “Nos acostumbramos a la violencia como algo
infaltable en las noticias, nos acostumbramos al paisaje habitual de pobreza y de
la miseria caminando por las calles de nuestra ciudad” Y recalca estas palabras
con desafío: “no queremos ser la Iglesia temerosa que está encerrada en el
cenáculo, queremos ser la Iglesia solidaria que se anima a acercarse”. Y entonces
involucra, sin demoras ni excusas, a toda la feligresía: “Sólo una opción ética
convertida en prácticas concretas, con medios eficaces, es capaz de evitar que el
hombre sea depredador del hombre: nos referimos a principios como la dignidad
de la persona humana, la solidaridad, el amor. Lejos de ser un sentimentalismo
común, y una mera impulsividad, el amor es una tarea fundamental, sublime e
irremplazable, que hoy se torna como una necesidad para ser propuesta a una
sociedad deshumanizada”.
Esta alta vocación exige mucho de los designados para este servicio, exige
la madurez humana y relacional (CPV Nº4, 90), un verdadero encuentro con la
persona de Cristo (LAIDMCE 82) una verdadera vivencia cristiana y progresivo
crecimiento en la fe (CPV Nº4, 91.94), conocimiento del lenguaje y pedagogía que
le permitan transmitir el mensaje cristiano (LAIDMCE 85), vivencia sacramental y
crecimiento en la participación litúrgica (LAIDMCE 145d) etc.
Jesús continuo con esta comparación: “Un hombre tenía una higuera que crecía
en medio de su viña. Fue a buscar higos, pero no los halló. Dijo entonces al
viñador: “Mira, hace tres años que vengo a buscar higos a esta higuera, pero
nunca encuentro nada. Córtala. ¿Para qué está consumiendo la tierra
inútilmente?” El viñador contesto:” Señor, déjala un año más y mientras tanto
cavare alrededor y le echare abono. Puede ser que así dé fruto en adelante y, si
no, la cortas.
CANTO: Espíritu de Dios
REFLEXION:
La paciencia de Dios es inmensa, no se cansa de darnos una «segunda
oportunidad. Pero la vida sobre esta tierra se acaba. El hombre es un ser libre, y
por tanto responsable de sus actos. Dios nos toma en serio, y por eso, aunque
tiene mucha paciencia con nosotros, también respeta nuestras opciones libres. No
quiere vernos sufrir, pero si nos empeñamos en no hacerle caso, en vivir contra lo
que Él nos manda, respeta nuestra libertad. Por ello, sin ponernos dramáticos, no
hemos de perder de vista que la vida se acaba. El tiempo para convertirnos es
limitado, dura mientras dura la vida; una vez que hayamos franqueado el umbral
de la muerte, entrando a la vida eterna, ya no habrá posibilidad de volver atrás, de
convertirnos. Pero también durante esta vida podemos ir dificultando nuestra
conversión. Si en una montaña de hielo nos dejamos caer, cada vez será más
difícil remontarnos y llegar a la cumbre. Cada día vivido sin convertirnos, sin
esforzarnos sinceramente por estar más cerca de Dios, es un día que nos aleja y
nos dificulta llegar a la cima.
La parábola de la higuera ofrece un rayo de esperanza. El jardinero hará lo que
pueda para que la higuera produzca frutos, dedicándole más tiempo y atención.
Pero llegará un punto que él se dará por vencido. La higuera y la viña son
metáforas tradicionales para la gente de Dios, ya que Dios espera que ellos
produzcan frutos de arrepentimiento y santidad. Pero el tiempo se está acabando.
Tal vez no sentimos estar bajo presión para producir frutos, a pesar que todavía
nos podemos preguntar si estamos haciendo todo lo posible, o todo lo que
deberíamos hacer. Señor, Tú nos hablas. Nos miras para ver si damos frutos, si
mostramos signos de amor en nuestra vida. No queremos perder más
oportunidades, pero confío en que Tú tengas paciencia y me ayudes. Cava
alrededor mío y abóname, incluso si duele. Tú solo sabes cómo hacer algo bueno
de mi vida.
CANTO: El Alfarero
Padre nos unimos para pedirte por todas las necesidades del mundo, de nuestra
amada Venezuela, nuestra familia y nuestras comunidades cristianas.
Por la Santa Iglesia: para que difunda en todas las familias el fermento del
Evangelio. Roguemos al Señor.
Te pedimos Señor, ser adoradores en espíritu y en verdad. Roguemos
al Señor
Te pedimos por todos los sacerdotes, en especial los de nuestra
Diócesis, para que se sigan fortaleciendo con tu gracia en su Ministerio.
Roguemos al Señor
Te pedimos estrechar la comunión contigo y con los hermanos.
Roguemos al Señor
Te pedimos servirte, sirviendo a los necesitados y marginados,
Roguemos al Señor
Te pedimos ser portadores de paz y justicia, Roguemos al Señor
Te pedimos ser constructores de un mundo más solidario, Roguemos al
Señor
Te pedimos un corazón quebrantado y humillado para recibir tu
misericordia, Roguemos al Señor
Te pedimos por los que no creen en tu misterio pascual, Roguemos al
Señor
Te pedimos por la familia para que seamos ejemplo de unión y
verdadero amor. Roguemos al Señor
Te pedimos por Venezuela, para que su pueblo logre salir de la
esclavitud y encontrarse nuevamente liberados y en paz. Roguemos al
Señor
CANTO: Ya no tengo nada, lo tengo todo, te tengo a ti
Terminamos esta hora santa delante la presencia de Jesús sacramentado,
dándole gracias por la Eucaristía y por este rato de oración, supliquémosle que
derrame su gracia a favor de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres del
mundo.
Señor Jesús, queremos darte gracias por la institución de la Eucaristía, gracias por
tu misterio pascual que nos salva y redime, gracias por el mandamiento nuevo,
gracias por ser Emmanuel, Dios con nosotros, gracias por esta hora de oración
ante tu Presencia. Gracias, Jesús, por interceder por nosotros y darnos otra
oportunidad para que, con la gracia de la Eucaristía, podamos rectificar lo que
debemos cambiar en nuestra vida y aspirar a la eficacia apostólica, donde es
necesario morir a nuestra comodidad para dar fruto. Amén
CANTO: Vive Jesús
HORAMOMENTO
SANT HORA SANTA
MARIANO AHO
Saludo
Gracia, paz y bien en nuestros corazones por tanto amor, entrega, perdón y
consolación recibida de la Trinidad Santa, Único Dios y de María Santísima “vida,
dulzura y esperanza nuestra” en este encuentro de hermanos en la fe.
Monición
En María, como fruto de su vida de fe, su corazón se convierte en una fuente
inagotable de esperanza. Esa gran esperanza se ve renovada por los anhelos y
deseos ante la pronta espera y venida del Mesías prometido.
Contemplemos a María, que por su fe vivía en la consoladora y dulce esperanza
de ver y contemplar al Salvador, Hijo del Eterno Padre. Esa también fue la
esperanza que sostenía la vida del anciano Simeón. Confianza que aparece más
clara y admirable en María, ante la pasión, muerte y gloriosa resurrección de su
Hijo Amado.
María, como buena oyente y catequista fiel al Verbo Encarnado, nos invita a vivir
una acción catequética de permanente renovación de la esperanza. “Tener
esperanza es hacer lo que esperamos”
Canto
Santa María del Camino
Reflexionemos y Meditemos sobre la catequesis del Papa Francisco, desarrollada
durante la Audiencia General del 10 de mayo de 2017: Mirar hacia María, Madre
de la Esperanza.
“María no es una mujer que se deprime ante las incertidumbres de la vida,
especialmente cuando nada parece ir por el camino correcto. No es mucho menos
una mujer que protesta con violencia, que injuria contra el destino de la vida que
nos revela muchas veces un rostro hostil. Es en cambio una mujer que escucha”
María ha atravesado más de una noche en su camino de madre. No era
simplemente responder con un “sí” a la invitación del ángel: sin embargo, ella,
mujer todavía en la flor de la juventud, responde con valentía, no obstante, no
sabía nada del destino que le esperaba. María en aquel instante se presenta como
una de las tantas madres de nuestro mundo, valerosa hasta el extremo cuando se
trata de acoger en su propio vientre la historia de un nuevo hombre que nace.
Aquel “sí” es el primer paso de una larga lista de obediencias- ¡larga lista de
obediencias! - que acompañaran su itinerario de madre. Así María aparece en los
Evangelios como una mujer silenciosa, que muchas veces no comprende todo
aquello que sucede a su alrededor, pero que medita cada palabra y cada suceso
en su corazón.
María es una mujer que escucha, que acoge la existencia, así como esa se
presenta a nosotros, con sus días felices, pero también con sus tragedias que
jamás quisiéramos haber encontrado. Hasta la noche suprema de María, cuando
su Hijo es clavado en el madero de la cruz.
Las madres no traicionan, y en aquel instante a los pies de la cruz, ninguno de
nosotros puede decir cual haya sido la pasión más cruel: si aquella de un hombre
inocente que muere en el patíbulo de la cruz, o la agonía de una madre que
acompaña los últimos instantes de la vida de su hijo. Los Evangelios son
lacónicos, y extremadamente discretos. Registran con un simple verbo la
presencia de la Madre: ella “estaba” (Jn 19,25). Estaba allí, en el momento más
feo, en momento cruel, y sufría con su hijo. “Estaba”.
La reencontramos en el primer día de la Iglesia, ella, Madre de esperanza, en
medio de aquella comunidad de discípulos así tan frágiles: uno había negado,
muchos habían huido, todos habían tenido miedo (Cfr. Hch 1,14). Pero ella,
simplemente estaba allí, en el más normal de los modos, como si fuera del todo
natural; en la primera Iglesia envuelta por la luz de la Resurrección, pero también
por las vacilaciones de los primeros pasos que debía cumplir en el mundo.
Por esto todos nosotros la amamos como Madre. No somos huérfanos: tenemos
una Madre en el cielo: es la Santa Madre de Dios. Porque nos enseña la virtud de
la esperanza, incluso cuando parece que nada tiene sentido: ella siempre
confiando en el misterio de Dios, incluso cuando Él parece eclipsarse por culpa del
mal del mundo. Esa mujer, es María de Nazaret.
Momento Celebrativo
Canto
Himno del “Magníficat”
Para este momento se sugiere que mientras se canta el himno, en procesión se
entroniza la imagen de Nuestra Señora de Coromoto y se coloca en el altar
previamente preparado con algunos signos: Luz, Mantel Blanco, Bandera de
Venezuela y Flores.
Alabanzas
1.- Te saludamos, María de Coromoto, por ser la Reina y Patrona de Venezuela.
R: Salve, Reina, Madre y Esperanza nuestra.
2.- Te saludamos, María de Coromoto, por ser Madre del autor de nuestra vida.
R: Salve, Reina, Madre y Esperanza nuestra.
3.- Te saludamos, María de Coromoto, pues eres el consuelo de todos los
venezolanos.
R: Salve, Reina, Madre y Esperanza nuestra.
4.- Te saludamos, María de Coromoto, por ser la abogada de todos nuestros
males.
R: Salve, Reina, Madre y Esperanza nuestra.
5.- Te saludos, María de Coromoto, porque tú nos guías hacia tu Hijo, nuestro
salvador.
R: Salve, Reina, Madre y Esperanza nuestra.
Oración: Repitan todos:
-Madre de la esperanza, te necesitamos en la oscura noche, porque tú nos
alumbras y nos ayudas a reconocer a tu Hijo en las diferentes formas que se
presenta entre nosotros. (Ave María)
-Madre nuestra, ruega por nosotros y no nos dejes solos, intercede ante tu Hijo
para obtener la paz que tanto estamos implorando. (Ave María)
-En los momentos de dificultad, María, la Madre que Jesús ha regalado a todos
nosotros, pueda siempre sostener nuestros pasos, pueda siempre decirnos al
corazón: “Levántate. Mira adelante. Mira el horizonte”, porque Ella es Madre de
Esperanza. (Ave María)
Canto
Junto a ti María.