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Clemens Brentano quiero morir hasta que él descanse con honor en su tumba.

HISTORIA DEL VALIENTE KASPERL —¿Ochenta y ocho años y ha caminado seis leguas? —
comentaban los curiosos—. Está cansada y chochea; a esa edad
Y DE LA HERMOSA ANNERL12 no se tienen fuerzas.

ERA a principios de verano. Los ruiseñores entonaban —Abuela, aquí puede coger un resfriado y enfermar, y
sus primeros cantos por los caminos, pero habían enmudecido además se va a aburrir —le dijo un artesano inclinándose hacia
aquella fría noche que se nos echaba encima, precedida de ella.
lejanas tormentas. El sereno voceó las once. Iba yo camino de
casa cuando vi un tropel de artesanos de distintos oficios que,
Entonces habló de nuevo la anciana con su voz grave,
después de abandonar la cervecería, se apiñaban alrededor de
entre suplicante e imperiosa:
una persona sentada en la escalinata de un gran edificio. Me
pareció que mostraban un vivo interés, por lo cual temí que se
tratara de un accidente, y quise acercarme. —Dejadme en paz y no seáis insensatos; yo no cojo
resfriados ni me aburro; ya es tarde y tengo ochenta y ocho
años; pronto amanecerá y mañana estaré con mis amistades. El
Era una anciana campesina la que estaba sentada en la
que es bueno y tiene suerte y sabe rezar puede esperar unas
escalinata; no prestaba la menor atención a la solicitud de los
horas sin dificultad.
presentes, a sus preguntas de curiosidad ni a las propuestas
generosas que le hacían. Resultaba extraño y hasta infundía
respeto ver a la buena mujer, consciente de lo que quería, La gente había ido desfilando poco a poco y los últimos
acomodándose lo mejor posible para el descanso nocturno, al rezagados siguieron el ejemplo cuando vieron en la calle al
raso y en medio de la gente, como si estuviera sola en su sereno; era la ocasión para que les abriera la casa. Así quedé
habitación. Se puso el delantal a modo de abrigo, se caló el gran solo con la anciana. La calle recobró la calma. Yo paseé
sombrero negro de hule hasta los ojos, apoyó la cabeza en su pensativo de un lado a otro bajo los árboles de la plaza vacía
hatillo y se desentendió de todas las preguntas. situada ante mí; el porte de la campesina, su tono resuelto y
serio, su seguridad en la vida, una vida que había visto girar
ochenta y ocho veces con sus estaciones y que a ella le parecía
—¿Qué le pasa a esa anciana? —preguntó a uno de los
como el atrio de una iglesia, me impresionaron vivamente.
presentes. Llegaron respuestas de todas partes: «Viene del
«¿Qué son todos los sufrimientos, todos los deseos de mi
campo y ha recorrido seis leguas. No puede más. No sabe
pecho? Los astros siguen perpetuamente su órbita; ¿por qué
orientarse en la ciudad. Tiene amistades en el otro extremo y no
busco yo alivio y consuelo, y de quién busco y para quién? Todo
puede ir hasta allí».
lo que busco y amo y persigo ¿me ayudará a pasar la noche
como esta alma buena y piadosa, sosegadamente, a la puerta de
—Yo quería acompañarla —dijo uno—, pero el la casa, hasta que amanezca el día, y podré encontrar entonces
camino es largo y no llevo conmigo la llave de mi casa. Ella al amigo como ella? Ay, yo no llegaré a la ciudad, sucumbiré
tampoco conoce la vivienda adonde quiere ir. de cansancio en las arenas, a las puertas, y quizá caeré en manos
de los bandidos.» Mientras rumiaba estos pensamientos me
—Pero la señora no puede estar aquí —dijo un recién acerqué de nuevo a la anciana por el paseo de los tilos y oí cómo
llegado. rezaba a media voz con la cabeza hundida. Extrañamente
emocionado le dije:
—Ella se empeña —contestó el primero—; le he dicho
hace rato que estoy dispuesto a llevarla a casa; pero ella —Dios la guarde, piadosa abuela; rece también un
desvaría; me parece que está bebida. poco por mí.

—Yo creo que no está en sus cabales; pero aquí no Acompañé las palabras con un tálero que dejé caer en
puede quedarse de ninguna manera —repitió aquél—; la noche su delantal. La anciana alzó los ojos muy tranquila:
es fría y larga.
—Mil gracias, Señor, por haber escuchado mi oración.
Mientras tanto la anciana se había acomodado a su
gusto, ajena a todo como si estuviera sorda y ciega, y cuando el Yo creí que hablaba conmigo, y le dije:
último dijo de nuevo «aquí no puede quedarse», replicó con voz
extrañamente profunda y grave:
—Abuela, ¿usted me pidió algo? No lo sabía.

—¿Por qué no he de quedarme aquí? ¿No es esto una


Mi presencia sorprendió a la anciana, que dijo:
mansión ducal? Yo tengo ochenta y ocho años, y el duque no
me echará de aquí. Tres hijos míos han muerto a su servicio, y
ahora acaba de irse mi nieto; Dios se lo perdonará, y yo no —Buen señor, vaya a casa, rece allí y acuéstese. ¿Qué

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AAVV (1992) Cuentos románticos alemanes (presentados por Traduccion: Manuel Olasagasti Gaztelumendi
Hofmannsthal). Siruela. Madrid: España. Pags 451−472
busca en la calle a estas horas? Eso no conviene a los jóvenes, donde están los ángeles buenos.
pues el enemigo merodea buscando a quien atrapar. Muchos se
han perdido con esas andanzas nocturnas. ¿A quién busca Ya llegó el buen Dios
usted? ¿A Dios? Él está en el corazón del hombre cuando el
hombre vive honestamente, y no en la calle. Pero si busca al
en un hermoso arco iris.
enemigo, ya lo tiene; vuelva a casa y rece para verse libre de él.
¡Buenas noches!
Ya se fueron los pérfidos judíos
Se volvió del otro lado y guardó el tálero en el hatillo.
Todo lo que hacía la anciana me impresionaba vivamente, y le que prendieron a Cristo, señor nuestro.
dije:
Los altos árboles relucen,
—Querida abuela, tiene usted razón; pero es usted
misma la que me retiene aquí. La he oído rezar y quise pedirle las duras piedras se parten.
que se acordara de mí.
El que sepa esta pequeña plegaria,
—Ya lo he hecho —dijo la anciana—. Cuando lo vi
recorrer el paseo de los tilos, pedí a Dios que le diera buenos que la rece una vez al día.
pensamientos. Téngalos y vaya a dormir.
El alma comparecerá ante Dios.
Me senté en la escalinata, la tomé de la mano
descarnada, y le dije:
¡Cuándo iremos al cielo! Amén.

—Déjeme pasar la noche a su lado y cuénteme de


Cuando se acercó la ronda militar, la buena anciana no
dónde es y qué busca en la ciudad. Aquí no va a encontrar
ocultó su emoción.
ayuda; a su edad se está más cerca de Dios que de los hombres;
el mundo ha cambiado desde que usted era joven.
—¡Ay! —dijo—, hoy es el dieciséis de mayo, todo
sigue igual que entonces; sólo han cambiado los gorros y las
—¡Como si no lo supiera! —contestó la anciana—; eso
trenzas. No importa, si el corazón es bueno.
me ha traído siempre sin cuidado. Usted es aún demasiado
joven, por eso se asombra de todo; a mí me ha ocurrido todo
tantas veces que sólo me produce alegría, porque veo en ello la El oficial de la ronda se detuvo ante nosotros; iba a
fidelidad de Dios. Pero nunca hay que rechazar lo que se ofrece preguntarnos qué hacíamos allí a aquellas horas cuando
con buena voluntad, aunque a uno no le haga falta, pues de lo reconocí en él al amigo brigada, conde de Grossinger. Le
contrario el amigo no estará presente cuando lo necesitemos. expliqué brevemente el asunto, y dijo conmovido:
Así que siga sentado y vea en qué me puede ayudar. Le contaré
por qué hice el largo camino hasta la ciudad. No pensaba volver —Aquí tiene un tálero para la anciana y una rosa —que
de nuevo aquí. Hace setenta años estuve sirviendo en la casa a llevaba en la mano—; a las viejas campesinas les gustan las
la que da acceso esta escalinata; desde entonces no había estado flores. Pídale mañana que le recite la letra de la canción; usted
en la ciudad; ¡cómo pasa el tiempo!, casi en un abrir y cerrar de la copia y me la trae. Ando hace mucho detrás de esa canción,
ojos. ¡Cuántas veces estuve aquí sentada, hace setenta años, pero nunca pude conseguirla.
esperando a mi amor, que hacía la guardia! Aquí nos hicimos
novios. Cuando él… silencio, que viene la ronda. Con esto nos despedimos, pues el centinela del
siguiente puesto, hasta donde lo había acompañado atravesando
Empezó a cantar delante de la puerta en tono suave, la plaza, gritó: «¿Quién vive?». Aún me dijo que tenía la guardia
como hacen las criadas y los criados jóvenes en hermosas en el castillo y que fuera a verlo allí. Yo volví donde la anciana
noches de luna, y le oí con íntimo placer esta antigua y bella y le di la rosa y el tálero.
canción:
Tomó la rosa con extraña vehemencia y se la prendió
Cuando llegue el día del juicio en el sombrero recitando con voz algo más fina y casi llorando
los versos:
las estrellitas caerán a tierra.
Rosas, flores, en mi sombrero.
Vosotros, muertos, resucitaréis,
Qué bueno si hubiese dinero:
iréis al juicio final;
rosas y mi amor.
subiréis a las alturas
—Se ha puesto muy alegre, señora —le dije, y ella propia carga; pero mi difunta hija, su madre, se mató a trabajar
respondió: con aquel gandul y no pudo reunir el dinero suficiente para
pagar sus deudas. El ulano contaba cosas de los franceses, y
Alegría, alegría, cuando el padre y el hermanastro hablaban mal de ellos, él
decía: «Padre, usted no lo entiende; ellos tienen mucho
pundonor». Entonces el hermanastro contestaba con malicia:
más algarabía,
«¿Cómo puedes alardear de pundonor ante tu padre? Él fue
sargento en el regimiento de N. y entenderá más que tú, que eres
más armonía. soldado raso». «Sí —dijo Finkel padre en tono desafiante—, lo
fui y a más de un mozo petulante le di su merecido; de haber
Tocó subir, tenido sólo franceses en mi compañía, les hubiera hecho sentir
aún mejor lo que es el honor.» Esto le dolió al ulano, que dijo:
toca bajar: «Voy a contar la anécdota de un sargento francés, que me gusta
más. Parece que fue bajo el rey anterior cuando se introdujo el
castigo de los azotes en el ejército francés. La orden del
¡no es de extrañar!
ministerio de guerra fue dada a conocer en Estrasburgo durante
un gran desfile y las tropas la acogieron con íntimo disgusto y
Mire usted, señor, ¿no hice bien en quedarme aquí? horror. Ya al finalizar el desfile, un soldado raso cometió una
Todo se repite, créame. Hoy hace setenta años que estaba yo infracción y ordenaron a un sargento darle doce golpes. Fue una
aquí sentada, a la puerta; era una joven sirvienta y me gustaba orden estricta y el sargento tuvo que cumplirla. Pero una vez
cantar. Entonces canté los versos del día del juicio como hoy, aplicado el castigo, el sargento tomó el fusil del hombre al que
al pasar la ronda, y un granadero me arrojó una rosa en el había azotado, lo dejó en tierra, enfrente, y lo descargó con el
regazo; aún están las hojas en mi Biblia; fue el primer encuentro pie de forma que la bala le penetró en la cabeza y el sargento
con mi difunto marido. A la mañana siguiente dejé la rosa en la murió en el acto. Pusieron el hecho en conocimiento del rey y
iglesia; allí estaba él, y todo siguió su curso natural. Por eso me el castigo del azote fue derogado inmediatamente. ¡Eso se llama
ha alegrado tanto que hoy me regalaran una rosa. Es una señal un hombre de honor, padre!». «Un loco, que no es lo mismo»,
de que voy a su encuentro y esto me produce un gran gozo. dijo el hermano. «Cómete tu honor si tienes hambre», gruñó el
Cuatro hijos y una hija han muerto, y anteayer se fue mi nieto padre. Entonces mi nieto tomó su sable, salió de la casa, fue a
(Dios lo ayude y tenga piedad de él) y mañana me abandonará mi cabaña y me contó todo llorando amargamente. Yo no podía
otra alma buena. Pero ¿qué digo mañana? ¿No ha pasado ya la ayudarlo; pero, sin entrar a discutir lo que me había contado, le
medianoche?. dije al final: «El honor déjalo para Dios». Le di la bendición,
pues al día siguiente concluían sus días de licencia y él deseaba
—Son las doce pasadas —contesté, extrañado de sus aún recorrer a caballo una legua hasta el lugar donde una ahijada
palabras. mía sirve en el castillo señorial y a la que él aprecia; quería
alojarse en su casa. Pronto volverán a reunirse, si Dios escucha
—Dios le dé consuelo y paz en las cuatro horitas que mi oración. Él se ha ido ya; mi ahijada lo acogerá hoy, y he
le faltan —dijo la anciana, y quedó en silencio mientras juntaba preparado ya el ajuar; en su boda estaré presente yo sola.
las manos.
La anciana calló de nuevo; parecía estar orando. Mi
Yo no pude hablar, de lo impresionado que me dejaron mente hizo divagaciones sobre el honor; me pregunté si un
sus palabras y todo su semblante. Pero como seguía callada y el cristiano podía aprobar la muerte del sargento. Me habría
tálero del oficial estaba aún en su delantal, le dije: gustado que alguien aclarase la cuestión.

—Abuela, guárdese el tálero; podría perderlo. Cuando el centinela cantó la una de la madrugada, dijo
la anciana:
—No lo guardaremos; se lo vamos a dar a mis
amistades, que padecen extrema necesidad —contestó—. El —Me quedan dos horas. Usted sigue ahí; ¿por qué no
primer tálero me lo llevaré mañana a casa; pertenece a mi nieto se va a dormir? Mañana no podrá trabajar y tendrá problemas
y él debe disfrutarlo. Mire, ha sido siempre un chico excelente, con su patrón; ¿qué oficio ejerce, buen hombre?
y algún ángel de la guarda ha cuidado de su cuerpo y de su
alma… ¡también de su alma, Dios mío! He rezado durante todo No supe cómo decirle que era escritor. No podía
el camino; no es posible; el buen Dios no dejará que se pierda. presentarme como hombre de estudios sin mentir.
Siempre fue el más limpio y el más aplicado de los niños en la Curiosamente, un alemán suele tener reparo en decir que es
escuela, pero destacaba sobre todo en el honor. Su alférez decía escritor; no le gusta presentarse como escritor ante personas de
siempre: «Si hay pundonor en mi escuadrón, está encarnado en estamentos inferiores porque tienden a asociarlo con los
el soldado Finkel». Era ulano. La primera vez que volvió de escribas y fariseos de la Biblia. La palabra «escritor» no tiene
Francia contó hermosos episodios, pero siempre versaban sobre carta de naturaleza entre nosotros como el homme des lettres
el honor. Su padre y su hermanastro pertenecían a la milicia de entre los franceses, que goza de un estatuto corporativo y
reserva y discutían con él sobre el honor, pues lo que a él le desarrolla una actividad socialmente más reconocida e incluso
sobraba, les faltaba a ellos. Dios me perdone este pecado grave; se le pregunta: «Où ave-vous fait votre philosophie? (¿Dónde
no quiero hablar mal de ellos: cada cual tiene que llevar su ha estudiado su filosofía?)». En este sentido el escritor francés
es un hombre afortunado. Pero no es sólo esta falta de aún en su regazo. La anciana rompió a llorar.
reconocimiento público lo que dificulta que el alemán se
presente como escritor; es además cierto pudor que nos retrae, —Abuela, ¿qué le pasa? ¿Por qué llora?
un sentimiento que atenaza a todo el que se ocupa de bienes
liberales y espirituales, de dones inmediatos del cielo. Los
—¿Por qué no he de llorar? Lloro por el tálero, lloro
hombres de ciencia están en mejor posición a este respecto que
por la instancia, lloro por todo. Pero no hay por qué llorar,
los poetas porque suelen costearse la carrera y ejercen tareas de
porque todo en la tierra es mucho mejor de lo que nos
Estado, parten troncos o trabajan en minas donde hay que
merecemos los humanos, y las lágrimas más amargas son
extraer aguas salvajes. Un poeta está en la peor situación porque
dulces. Mire ese camello dorado de la botica. Qué cosas tan
suele pasar del parvulario al parnaso, y un poeta de profesión y
espléndidas y maravillosas ha creado Dios; pero el hombre no
que no lo sea sólo incidentalmente resulta algo sospechoso. Es
lo reconoce. Y un camello como ése entrará antes por el ojo de
fácil que alguien le diga: «Mire, señor, el ser humano, además
una aguja que un rico en el reino de los cielos… Pero ¿qué hace
de tener cerebro, corazón, estómago, bazo, hígado, etcétera,
ahí sentado? Vaya a comprar el pliego de papel y tráigame la
lleva también la poesía en el cuerpo; pero el que sobrealimenta
instancia.
uno de estos órganos y lo destaca sobre los otros hasta crear en
torno a él una profesión, tiene que sonrojarse del resto de su
persona». Uno que vive de la poesía ha perdido el equilibrio, y —Querida abuela, ¿cómo puedo hacerle la instancia si
un hígado de ganso hipertrofiado supone siempre un ganso no me dice lo que he de escribir?
enfermo. Todas las personas que no se ganan el pan con el sudor
de su frente tienen que avergonzarse en cierto modo, y esto lo —¿Eso tengo que decírselo yo? —contestó ella—.
siente incluso el que no espera pasar grandes apuros por decir Entonces no tiene gracia, y no me extraña que se avergüence de
que es escritor. Estas consideraciones me llevaron a medir las llamarse escribiente si todo tengo que decírselo yo. Bueno, haré
palabras ante la anciana; ésta observó mi perplejidad y me miró lo que pueda. Diga en la instancia que dos personas que se
con extrañeza: quieren han de reposar juntas y que no se lleven a una de ellas
al instituto de anatomía, y que sus miembros han de estar unidos
—Le he preguntado qué oficio ejerce; ¿por qué no me si es verdad aquello de «¡vosotros, muertos, resucitaréis, iréis al
lo quiere decir? Si no es un oficio honrado, al menos tiene usted juicio final!».
el aire de haber elegido uno provechoso. ¿No será un verdugo o
un espía que quiere sonsacarme algo? Por mí, puede ser lo que De nuevo, empezó a llorar amargamente.
quiera; pero dígame quién es. Si se pasa los días aquí sentado,
voy a creer que es un pegote, o sea un vago que se pega a las Sospeché que arrastraba un grave sufrimiento, pero que
casas para no caerse de pereza. con el peso de los años sólo en determinados momentos la
afectaba dolorosamente. Lloró sin lamentarse; sus palabras eran
Se me ocurrió una palabra que quizá pudiera servir de siempre tranquilas y frías. Le pedí otra vez que acabara de
puente para su comprensión. explicarme el motivo de su viaje a la ciudad, y dijo:

—Querida abuela —dije—, yo soy escribiente. —Mi nieto, el ulano, quería mucho a mi ahijada, como
le he dicho, y el tema constante de su conversación con la
—¡Hombre! —exclamó—, podía haberlo dicho antes. hermosa Annerl, como la llamaba la gente por la tersura de su
De modo que es un hombre de la pluma; para eso hace falta rostro, era el honor; le recalcaba que debía guardar siempre el
tener buena cabeza, dedos ágiles y un Corazón sano para evitar honor de ella y de él. Por eso la muchacha tenía siempre un
tropiezos. ¿Conque es escribiente? ¿Entonces podrá redactarme toque de dignidad en la cara y en el atuendo; era más delicada
una instancia al duque, pero que sea atendida y no quede y formal que las otras jóvenes. Era más rígida en todo, y si un
estancada junto a muchas otras? mozo la sobaba un poco en el baile o la zarandeaba más de lo
conveniente, venía a mí sollozando y decía siempre que aquello
atentaba contra su honor. Annerl, ay, ha sido siempre una chica
—Yo le puedo redactar una instancia, y procuraré
muy suya. A veces cogía el delantal con ambas manos y se lo
hacerlo con la mayor urgencia posible.
quitaba rápidamente como si ardiera, y luego empezaba a llorar
desesperadamente; pero esto tiene su causa: ella es una víctima
—Así me gusta —dijo la anciana—. Dios se lo pague, y el enemigo no descansa. Si la niña no estuviera siempre
le haga vivir más años que a mí y le conceda en su vejez un obsesionada con el honor y se hubiera apoyado en Dios, no
ánimo tan sosegado y una noche tan bella, con rosas y táleros habría abandonado nunca al ulano y habría soportado por él la
como a mí, y también un amigo que le haga una instancia si lo vergüenza y el desprecio en lugar de fijarse en su propia honra.
necesita. Pero ahora vaya a casa, querido amigo, cómprese un El Señor habría tenido misericordia, y todavía la tendrá. ¡Ojalá
pliego de papel y escriba la instancia; yo lo espero aquí. Dentro vuelvan a reunirse; que sea lo que Dios quiera!
de una hora iré a casa de mi ahijada, usted puede acompañarme;
ella se alegrará mucho con la instancia; tiene buen corazón, pero
»El ulano volvió a Francia y pasó mucho tiempo sin
los juicios de Dios son inescrutables.
escribir; lo dimos por muerto y lloramos mucho por él. Cayó
enfermo con una grave lesión, y cuando salió del hospital lo
Después de pronunciar estas palabras la anciana calló, nombraron sargento; entonces recordó las frases humillantes
hundió la cabeza y se puso en actitud de orar. El tálero estaba del hermanastro, dos años atrás: que era soldado raso, mientras
que el padre era sargento, y recordó también el episodio del como sargento, era un honor pasear con ella en domingo. Le
sargento francés, y sus pláticas con Annerl sobre el honor, al contó al molinero cosas de Francia; comieron y bebieron juntos
despedirse de ella. Perdió la calma, sintió nostalgia y dijo a su y el molinero lo ayudó a cargar grano; después lo llevó a dormir
capitán, que se interesó por su estado: “Capitán, tengo ganas de al cuarto superior y él se tendió abajo a descansar sobre unos
volver a casa”. Le permitieron regresar con su caballo, pues sacos. El ruido del molino y la añoranza de la patria no lo
todos los oficiales confiaban en él. Le dieron tres meses de dejaron dormir mucho al buen Kasperl, aunque estaba muy
vacaciones. Realizó el viaje con la mayor rapidez posible sin cansado. En medio del nerviosismo se acordó de su difunta
perjudicar al caballo, al que procuró cuidar mejor que nunca, madre y de la hermosa Annerl, y pensó en el honor que suponía
que para eso se lo había dejado. En una jornada lo hizo rendir para él presentarse ante los suyos como sargento. Al final,
al máximo en su afán por llegar cuanto antes a casa. Era víspera concilio el sueño, pero se despertaba a menudo con pesadillas.
del aniversario del fallecimiento de su madre, y le pareció que Soñó que su madre le pedía ayuda; después, él mismo se vio
ella corría delante del caballo diciendo: “Kasperl, honra mi difunto; iba a ser sepultado, pero caminaba por su pie hacia la
memoria”. Ay, yo estuve aquel día sentada sobre su tumba y tumba y la hermosa Annerl lo acompañaba; lloró amargamente
pensé: “¡Ojalá estuviera Kasperl conmigo!”. Hice una guirnalda por no estar presentes los compañeros, y al llegar al cementerio,
de nomeolvides, la colgué de la cruz y tomé las medidas de la vio que su tumba estaba junto a la de su madre, y también la de
superficie diciéndome: “Aquí deseo reposar, y ahí debe estar Annerl estaba allí; entonces entregó a Annerl la pequeña corona
Kasperl si Dios le concede una tumba en su tierra, pues todos que le había traído; la de la madre colgaba de su tumba; después
debemos estar juntos si se ha de cumplir aquello de ‘resucitad, miró en torno y sólo me vio a mí; a Annerl alguien la había
muertos, id al juicio final’”. Pero Kasperl no vino. Yo tampoco arrastrado a la tumba tirando del delantal; él también bajó a la
sabía que estaba cerca y pudo haber llegado. Él se apresuró todo tumba y dijo: «¿No hay nadie que me rinda los últimos honores
lo posible, pues en Francia había pensado mucho en esa fecha y y quiera hacerme la salva como valiente soldado?». Entonces él
traía de allí una pequeña guirnalda de bellas flores amarillas mismo sacó su pistola y se disparó en la tumba. Con el ruido del
para adornar la tumba de su madre y otra para Annerl, que ésta disparo despertó sobresaltado, pues le pareció que crujían las
debía guardar para su cumpleaños. ventanas bajo sus efectos; miró a su alrededor y oyó un disparo
más, alboroto en el molino y griterío a consecuencia del
Aquí enmudeció la anciana, moviendo la cabeza. Yo le estruendo. Saltó de la cama y cogió el sable; en aquel momento
repetí las últimas palabras: «que ésta debía guardar para su se abrió una puerta y vio a la luz de la luna llena a dos hombres
cumpleaños», y ella continuó: de rostro renegrido y armados de garrotes que se lanzaron sobre
él. El ulano se defendió y a uno de ellos le dio una estocada en
el brazo; entonces huyeron los dos, cerraron la puerta, que daba
—Quién sabe si puedo conseguirlo yo misma. ¡Ah, si
hacia fuera, y echaron el cerrojo. Kasperl intentó salir en vano;
pudiera despertar al duque!
al fin, logró forzar una hoja de la puerta. Bajó las escaleras y
oyó los gritos de dolor del molinero, al que encontró con las
—¿Para qué? —pregunté—. ¿Qué es lo que desea, manos atadas, tendido entre sacos de trigo. Kasperl lo soltó y
abuela? fue al establo a ver el caballo y la mochila; ambas cosas habían
desaparecido. Volvió desolado al molino y contó al molinero
—¡Oh, qué importaría la vida si fuese eterna, y qué que le habían robado sus pertenencias y además el caballo
importaría si no lo fuese! —dijo con aire grave, y continuó su prestado por los militares, y a esto último no podía resignarse.
relato—. Kasperl pudo haber llegado a nuestro pueblo al filo del Pero el molinero estaba ante él con una bolsa repleta, y dijo al
mediodía, pero el hostelero le había dicho en el establo que el ulano: «Querido Kasperl, alegraos; os debo la salvaguarda de
caballo no aguantaría más, y añadió: «Amigo, esto no lo honra mi fortuna; los ladrones venían por esta bolsa, que estaba arriba,
al jinete». La frase impresionó vivamente a Kasperl; por eso le en vuestro cuarto, y gracias a vuestra defensa no me han robado
aflojó la silla al animal, hizo lo posible por curarle las heridas y nada. Los que encontraron vuestro caballo y vuestra mochila en
prosiguió el viaje a pie llevándolo de la rienda. Llegó así hacia el establo debían de ser vigilantes que acompañaban a los
el anochecer a un molino, un molino de nuestro pueblo, y como ladrones; ellos dispararon para avisar que había peligro, porque
conocía al molinero, viejo amigo de su padre, se presentó a él y probablemente supieron por la silla de montar que había un
fue bien recibido. Kasperl llevó el animal a la caballeriza, allí soldado de caballería alojado en la casa. No os preocupéis, yo
dejó la silla y su mochila en un rincón y fue a la habitación con no ahorraré esfuerzos ni dinero para que podáis recuperar el
el molinero. Preguntó a éste por los suyos; el molinero le caballo, y, de no encontrarlo, os compraré uno por caro que
contestó que yo, la abuela, vivía aún, que su padre y el sea». Kasperl le respondió: «Yo no acepto regalos, eso va contra
hermanastro estaban bien, que el día anterior llevaron trigo al mi honor; pero si usted quiere adelantarme setenta táleros,
molino, que el padre había entrado en el negocio caballar y asumiré la obligación y se los devolveré en un plazo de dos
vacuno y prosperaba mucho, que cuidaba algo de su honor y no años». El molinero aceptó la propuesta y el ulano se despidió
era tan irresponsable como antes. Esto le alegró mucho al bueno de él para ir a su pueblo; allí reside un magistrado de la nobleza
de Kasperl, que preguntó después por la hermosa Annerl. El comarcal, al que pensaba informar de lo sucedido. El molinero
molinero le respondió que no la conocía, pero que si era la que quedó en casa para esperar a su esposa y a su hijo, que asistían
había servido en Rosenhof, oyó decir que había alquilado una a una boda en los alrededores; su intención era seguir el ejemplo
habitación en la capital porque de ese modo podía aprender algo del ulano y denunciar el caso ante el juzgado.
y eso era más honroso para ella; esto se lo había oído decir un
año antes al criado de Rosenhof. También esta noticia le alegró »Usted puede imaginar, señor escribiente, la aflicción
a Kasperl; aunque sintió no poder verla en seguida, esperaba con que recorría Kasperl el camino de nuestro pueblo, a pie y
encontrarla pronto hecha una señorita en la capital, y para él, sin blanca, él que soñaba con una entrada triunfal; le habían
robado cincuenta y un táleros que tenía ahorrados, el diploma ladrones son mi padre y mi hermanastro; ojalá nunca hubiera
de sargento, el permiso de vacaciones y las coronas para la nacido! Los he capturado aquí en el establo; mi mochila está
tumba de su madre y para la hermosa Annerl. Estaba enterrada bajo el estiércol”. Los campesinos entraron en el
desesperado y en tal estado de ánimo llegó hacia las once de la establo, maniataron a Finkel padre y a su hijo y los llevaron a la
noche a su tierra natal; llamó inmediatamente a la puerta del casa. Kasperl desenterró la mochila, extrajo de ella las dos
magistrado, cuya casa es la primera a la entrada del pueblo. coronas y no fue a la casa, sino directamente al camposanto, a
Entró, hizo la denuncia y dejó constancia de todo lo que le la tumba de su madre. Empezaba a amanecer. Yo estuve en la
habían sustraído. El magistrado le encargó que se presentara pradera y había trenzado dos coronas de nomeolvides para
ante su padre, que era el único campesino del pueblo que poseía Kasperl y para mí; esperaba que él adornase conmigo, al
caballos, y recorriera la comarca con él y con su hermano, regreso, la tumba de su madre. De pronto, oí un ruido insólito
tratando de seguir la pista de los ladrones; él enviaría entre tanto en el pueblo, y como no me gusta el alboroto y prefiero estar
a otros hombres para hacer el rastreo a pie, e informaría al sola, di un rodeo para ir al camposanto. Entonces sonó un
molinero de otros extremos si acudía a él. Kasperl dejó al disparo; vi cómo subía el humo al cielo y apresuré el paso…
magistrado para dirigirse a la casa paterna. Pero tenía que pasar ¡Divino Salvador, apiádate de él! Kasperl yacía muerto sobre la
por mi cabaña y me oyó a través de la ventana tararear un canto tumba de su madre. Se había disparado al corazón; tenía
religioso, pues el recuerdo de su difunta madre no me dejaba prendida en el ojal la pequeña corona que había traído para la
dormir; por eso llamó a la puerta, y dijo: “¡Alabado sea hermosa Annerl; se había disparado a través de esta corona. La
Jesucristo! Querida abuela, aquí está Kasperl”». Oh, estas corona para la madre estaba ya sujeta a la cruz. Ante el cuadro,
palabras me estremecieron; fui corriendo a la ventana, la abrí y creí que la tierra se abría bajo mis pies; me abalancé sobre él
lo besé y estreché en mis brazos bañada en lágrimas. Él me gritando: “¡Kasperl, infeliz de ti!, ¿qué has hecho? Ay, ¿quién
contó su desgracia en pocas palabras y me comunicó el encargo te lo ha contado? ¿Por qué dejé que te marcharas antes de
que traía del magistrado para su padre; por eso tenía que explicártelo? ¿Qué dirán tu padre y tu hermano cuando te
dejarme para perseguir a los ladrones, ya que su honor dependía encuentren así?”. Yo no sabía que ellos eran el motivo de su
de la recuperación del caballo. desgracia; creía que la causa era muy diferente. Entonces vi algo
aún más terrible: el magistrado y los campesinos traían
»No sé por qué, la palabra honor me produjo maniatados a Finkel padre y a su hijo; la angustia me ahogó la
escalofríos, pues yo era consciente del severo juicio que lo voz en la garganta y no pude pronunciar una palabra. El
esperaba. “Cumple con tu deber y déjale el honor a Dios”, le magistrado me preguntó si había visto al nieto. Yo le indiqué
dije; salió en el acto en dirección a la granja de Finkel, que está con el dedo el lugar donde yacía. Se acercó a él creyendo que
en el otro extremo del pueblo. Cuando se fue, caí de hinojos y lloraba sobre la tumba; lo sacudió y entonces vio la sangre que
pedí a Dios que lo protegiera; oré, ay, con más angustia que caía a la tierra. “¡Jesús María —exclamó—, Kasperl se ha
nunca y tuve que decir al final: “Señor, hágase tu voluntad en suicidado!”. Los dos presos se miraron aterrados; el cadáver de
la tierra como en el cielo”. Kasperl fue trasladado junto con los malhechores a la casa del
magistrado. Hubo llanto en todo el pueblo; las campesinas me
acompañaron a casa. ¡Ay, fue el recorrido más espantoso de mi
»Kasperl fue a ver a su padre con verdadero agobio.
vida!
Escaló el cerco del jardín por la parte trasera, oyó el ruido de la
bomba de agua y un relincho de caballo que le llegó al alma; se
detuvo y vio a la luz de la luna a dos hombres que se estaban La anciana calló de nuevo, y yo le dije:
lavando; el corazón le latía fuertemente. Uno de ellos dijo: “Ese
idiota no baja”; el otro respondió: “Ve primero al establo y —Querida abuela, su dolor es terrible, pero Dios la
córtale la cola y las crines al caballo. ¿Has enterrado bien la ama; aquellos a los que más duramente prueba son sus hijos más
mochila en el estiércol?” “Sí”, dijo el otro. Entonces fueron al queridos. Dígame, querida abuela, ¿qué le ha movido a hacer
establo y Kasperl corrió ciego de ira, cerró la puerta detrás de tan largo camino y qué desea conseguir con su instancia?
ellos, y gritó: “¡En nombre del duque, rendíos! Al que se resista,
le descerrajo un tiro”. Dios mío, los ladrones del caballo eran… —Ay, eso se lo puede usted figurar —continuó
su padre y su hermanastro. “¡Mi honor, he perdido mi honor!”, serenamente— para conseguir una tumba digna para Kasperl y
gritó, “¡soy el hijo de un infame ladrón!”. Cuando oyeron esto para la hermosa Annerl, a la que traigo la pequeña corona de
los dos hombres, gritaron desesperados: “¡Kasperl, querido cumpleaños. Está manchada de la sangre de Kasperl; mire.
Kasperl, por el amor de Dios, no nos mates; te lo devolveremos
todo! Por tu difunta madre, cuyo aniversario es hoy, ten piedad
Sacó del hatillo una pequeña corona de oropel y me la
de tu padre y de tu hermano”. Pero Kasperl estaba como
enseñó. Pude ver al primer brillo del alba que estaba
desesperado y exclamaba sin cesar: “¡Mi honor, mi deber!”.
ennegrecida de la pólvora y salpicada de sangre.
Ellos intentaron forzar la puerta y derribaron un trozo de la
pared para escapar; entonces él disparó al aire con una pistola
gritando: “¡Auxilio, auxilio! ¡Ladrones, auxilio!”. Los Yo estaba desolado por la desgracia de la buena
campesinos despertados por el magistrado, que ya se acercaban anciana, y la grandeza de ánimo con que la llevaba me llenó de
para convenir sobre los diversos caminos que debían rastrear admiración.
para perseguir a los malhechores, acudieron en dirección al
disparo y a los gritos. El viejo Finkel seguía suplicando a su hijo —Querida abuela —le dije—, ¿cómo le va a comunicar
que le abriera la puerta, pero éste le dijo: “Yo soy un soldado y a la pobre Annerl su desgracia sin que se muera de horror y qué
debo servir a la justicia”. Entonces entraron el magistrado y los cumpleaños va a celebrar con esa triste corona?
campesinos. Kasperl dijo: “¡Por Dios, señor magistrado, los
—Querido señor —contestó—, venga conmigo; usted Ante estas palabras ella se detuvo, me estrechó la
puede acompañarme; yo no ando deprisa, pero aún podemos mano, y dijo con voz trémula:
llegar a tiempo. En el camino le contaré el resto.
—Sí, era la mejor persona del mundo; pero las últimas
Se levantó, rezó sus oraciones de la mañana con mucha palabras sobre la desesperación no debiera haberlas escrito;
calma, se arregló el vestido y colgó su hatillo de mi brazo. Eran ellas lo privan de una sepultura honrosa y lo condenan a ir a
las dos de la madrugada, apuntaba el día y caminamos por las parar al instituto de anatomía. Ay, querido escribiente, si usted
calles silenciosas. pudiera ayudarme en esto…

—Mire —siguió contando la anciana—, cuando Finkel —¿Cómo, querida abuela? ¿En qué pueden
y su hijo fueron encerrados, tuve que ir al magistrado, en la sala perjudicarle las últimas palabras?
de la audiencia. El cadáver de Kasperl estaba depositado sobre
una mesa, cubierto con el capote del ulano, y conté al —Claro que sí —contestó ella—; me lo ha dicho el
magistrado lo que sabía de él y lo que me dijo esa mañana a magistrado. Se ha cursado una orden a todos los juzgados para
través de la ventana. Él iba escribiendo todo en el papel que que sólo los suicidas por melancolía reciban honrosa sepultura;
tenía delante; después echó un vistazo a la agenda que Kasperl los que se han suicidado por desesperación deben ir a parar al
llevaba consigo; en él había algunas cuentas, historias sobre el instituto de anatomía, y el magistrado me ha dicho que debe
honor y también la anécdota del sargento francés, y detrás algo enviar el cadáver allá, porque el propio Kasperl confiesa su
escrito a lápiz. desesperación.

La anciana me entregó la cartera y leí las últimas —Ésa es una ley muy peregrina —dije—, pues en cada
palabras del infortunado Kasperl «Yo tampoco podré sobrevivir caso de suicidio se podría incoar un proceso sobre si el suicidio
a mi infamia. Mi padre y mi hermano son ladrones, la víctima fue por melancolía o por desesperación, proceso que sería tan
he sido yo mismo; con el corazón destrozado he tenido que largo que el juez y los abogados caerían en melancolía o en
detenerlos y los he entregado a los tribunales porque soy desesperación e irían a parar al instituto de anatomía. Pero esté
soldado de mi príncipe y mi honor no me permite hacer tranquila, querida abuela; nuestro duque es un buen soberano
excepciones. Por el honor he entregado a la justicia a mi padre cuando se entere bien del asunto, concederá sin duda al pobre
y a mi hermano. Ruego a todos que me concedan una tumba Kasperl un lugar junto a la madre.
digna aquí donde he caído, junto a mi madre. Que la abuela
envíe a la hermosa Annerl la pequeña corona traspasada por la
—¡Dios le oiga! —contestó la anciana—. Mire,
bala y la salude de mi parte; ay, me duele en el alma, pero ella
querido señor cuando el magistrado lo puso todo en el papel,
no podía casarse con el hijo de un ladrón, pues siempre ha
me entregó la cartera y la corona para la hermosa Annerl y ayer
rendido culto al honor. Querida Annerl, ojalá no te horrorices
me apresuré a venir aquí para darle este consuelo en su
de mí; vive feliz, y si alguna vez me has querido un poco, no
cumpleaños… Kasperl murió a tiempo; de haberlo sabido todo,
hables mal de mí. Yo no puedo hacer nada para borrar mi
se hubiera vuelto loco del disgusto.
infamia. Me he esforzado en vivir con honor, era ya sargento y
gozaba de buena fama en el escuadrón, sin duda habría llegado
a ser oficial y no por ello, Annerl, te hubiera abandonado para —¿Pues qué pasa con la hermosa Annerl? —pregunté
casarme con otra de posición superior; pero si el hijo de un a la anciana—. Usted dice primero que a ella le quedan pocas
ladrón tiene que prender a su padre y hacerlo juzgar, el honor horas; después habla de su cumpleaños y ahora añade que la
no le permite sobrevivir a su infamia. Annerl, querida Annerl, triste noticia será un consuelo para ella. Dígame de una vez ¿se
acepta la pequeña corona; siempre te he sido fiel; ¡que Dios se va a casar con otro? ¿Ha muerto? ¿Está enferma? Tengo que
apiade de mí! Ahora te devuelvo la libertad, pero honra mi saberlo todo para hacer la instancia.
memoria y no te cases con ninguno que sea peor que yo. Si
puedes, intercede por mí, para que me concedan una tumba —Ay, querido escribiente —respondió la anciana—,
digna al lado de mi madre, y si mueres en nuestro pueblo, haz las cosas son así; que sea lo que Dios quiera. Mire usted, cuando
que te entierren junto a nosotros; la querida abuela se reunirá llegó Kasperl, yo no me alegré mucho, y cuando se quitó la vida
también con nosotros, así todos estaremos juntos. Tengo tampoco me he entristecido mucho; yo no habría podido
cincuenta y un táleros en la mochila; quiero que sean colocados sobrevivir si Dios no se hubiera apiadado de mí,
a interés en favor de tu primer hijo. Mi reloj de plata debe ser obsequiándome con un sufrimiento mayor. Sí, le digo a usted
para el señor párroco si recibo honrosa sepultura. Mi caballo, el que había una piedra delante de mi corazón, una especie de
uniforme y las armas pertenecen al duque, y esta cartera a ti. rompehielos, y todos los dolores que como témpanos han caído
Adiós, tesoro de mi alma; adiós, querida abuela; orad por mí y contra mí y me hubieran destrozado, han chocado con esta
sed felices. ¡Que Dios se apiade de mí; ay, mi desesperación es piedra y han pasado de largo. Le voy a contar algo muy triste.
grande!».
»Cuando mi ahijada, la hermosa Annerl, perdió a su
No pude leer estas últimas palabras de un hombre noble madre, que era prima hermana mía y vivía a siete leguas de
y desgraciado sin derramar amargas lágrimas. nosotros, yo estaba en su casa. Su madre era viuda de un pobre
campesino y en su juventud estuvo enamorada de un cazador,
—Parece que Kasperl fue una buena persona, querida pero no se casó con él por la vida desordenada que llevaba. El
abuela —dije a la anciana. cazador llegó a tal situación que fue condenado a muerte por un
asesinato. Mi prima se enteró cuando estaba enferma y le dolió deseo que él le pudiera satisfacer. El cazador Jürge dijo “Pida a
tanto que empezó a empeorar día a día; poco antes de morir me la buena señora que asista mañana con la hijita de su prima a mi
entregó a la hermosa Annerl como ahijada y se despidió de mí; ejecución; eso me dará fuerza en mi último momento”. El
en el último momento me dijo “Querida Anne Margret, si pasas alcalde me pidió este favor y, aunque me pareció muy atroz, no
por la villa donde está preso el pobre Jürge, hazle saber por pude negárselo al infeliz reo. Le di la mano y se lo prometí
medio del vigilante que rezo por él en mi lecho de muerte para solemnemente; él se tendió sobre la paja, llorando. El alcalde
que se convierta a Dios, que seguiré rezando hasta el último fue conmigo a avisar a su amigo, el párroco, al que tuve que
momento y que le envío un saludo afectuoso”. Poco después de contar todo de nuevo antes de que fuese a la prisión.
pronunciar estas palabras murió mi buena prima; cuando recibió
sepultura, tomé del brazo a la pequeña Annerl, que tenía tres »Pasé la noche con la niña en casa del alcalde y a la
años, y marché con ella a casa. mañana siguiente hice el amargo recorrido para presenciar el
ajusticiamiento del cazador Jürge. Me situé en el círculo del
»Antes de llegar a la villa que debía cruzar pasé por la tribunal junto al alcalde y vi cómo éste rompía la varita. El
casa del verdugo; éste gozaba de cierta fama como veterinario cazador Jürge pronunció aún unas bellas palabras y todos
y decidí comprar algún medicamento para nuestro alcalde. lloraron; él me miró a mí muy emocionado, y a la pequeña
Entré en la casa y dije al verdugo lo que quería. Él me invitó a Annerl que estaba delante de mí, y después besó al verdugo
seguirlo al sótano, donde tenía las plantas medicinales, para Franz; el párroco rezó con él; le vendaron los ojos y se arrodilló.
ayudarlo a elegir. Dejé a Annerl en la sala y lo seguí. Cuando Entonces el verdugo le dio el golpe mortal. “¡Jesús, María y
volvimos, Annerl estaba delante de un pequeño armario José!”, exclamé, pues la cabeza de Jürge fue a dar contra Annerl
adosado a la pared, y dijo “¡Abuela, ahí dentro hay un ratón; y mordió con los dientes la falda de la niña, que gritó
qué ruido hace; hay un ratón!”. El verdugo torció el gesto ante horrorizada. Yo me quité el delantal y lo arrojé sobre la horrible
las palabras de la niña, abrió el armario, y dijo “¡Dios nos cabeza; el verdugo Franz se acercó presuroso, desprendió la
asista!”. Vio oscilar su espada justiciera, que colgaba de un cabeza, y dijo “Señora, señora, ¿qué le dije ayer por la mañana?
clavo en el armario. Sacó la espada del armario, con gran Yo conozco mi espada; ¡es un ser vivo!”. Yo había caído al
preocupación mía. “Señora —dijo—, si usted quiere bien a la suelo y Annerl gritaba desesperadamente. El alcalde quedó
pequeña Annerl, no se asustará de que le haga un pequeño corte consternado e hizo que nos llevaran a la niña y a mí a su casa.
con la espada alrededor del cuello; la espada ha oscilado delante Allí su esposa me regaló otros vestidos para la niña y para mí,
de ella y pide sangre, y si no le hago la incisión en el cuello, la y por la tarde el alcalde nos dio una cantidad de dinero; lo
niña sufrirá una gran desgracia en la vida”. Entonces agarró a la mismo hicieron muchas personas de la villa que fueron a ver a
niña; ella empezó a gritar, yo también grité y acudí a librarla de Annerl; llegué a recoger veinte táleros y muchas prendas de
sus manos. En esto entró el alcalde del pueblo, que venía de vestir para ella. Al anochecer vino el párroco y me exhortó largo
caza y traía un perro enfermo al verdugo para que lo curase; rato a educar a Annerl en el temor de Dios, sin hacer caso de los
preguntó por la causa de los gritos, y Annerl dijo sollozando malos presagios, que sólo eran trampas de Satanás dignas del
“¡Me quiere matar!”. Yo estaba aterrorizada. El verdugo contó más absoluto desprecio; después me regaló una hermosa Biblia
al alcalde lo ocurrido. Éste lo reprendió, tachando su acción de para Annerl, que ella conserva todavía. A la mañana siguiente
superchería, y lo amenazó con castigarle severamente. El el alcalde nos acompañó tres leguas, camino de casa. ¡Todo esto
verdugo replicó con mucha calma “Así actuó mi padre y así ocurrió, Dios mío! —dijo la anciana, y calló.
actúo yo”. Entonces le amonestó el alcalde “Señor Franz, si
usted cree que su espada se ha movido porque yo le anuncio que Me asaltó un atroz presentimiento; el relato de la
mañana a las seis debe decapitar al cazador Jürge, se lo puedo anciana me había anonadado.
perdonar; pero que de eso quiera sacar conclusiones sobre esta
niña es irracional y absurdo. Una cosa así puede llevar a una
—¡Por el amor de Dios, abuela! —exclamé—, ¿qué le
persona a un estado de desesperación si le dicen de mayor lo
ha ocurrido a la pobre Annerl? ¿No se le puede ayudar?
que le ocurrió en la infancia. No hay que tentar a la gente”.
“Tampoco hay que tentar a la espada del verdugo”, dijo Franz
para sí, mientras colgaba de nuevo la espada en el armario. El —El destino la ha llevado hasta ahí —dijo la
alcalde besó a Annerl y le dio un panecillo de su morral. anciana—. Hoy la ejecutan. Pero ella hizo lo que hizo en estado
Después me preguntó quién era yo, de dónde venía y a dónde de desesperación el honor, el honor fue su perdición. Fracasó
iba; yo le conté lo de la muerte de mi prima y su encargo para en su afán de honores; se dejó seducir por un noble que luego
el cazador Jürge, y él me dijo “Usted debe traerlo al buen la abandonó. Estranguló a su hijo con el mismo delantal que yo
camino; yo mismo la llevaré; él tiene un corazón duro; quizá el arrojé sobre la cabeza del cazador Jürge y que ella me sustrajo
recuerdo de una buena moribunda lo ablande a última hora”. El secretamente. Ay, el destino la ha llevado a ese extremo; ella lo
buen señor nos acogió Annerl y a mí en su carruaje, que estaba hizo sin darse cuenta. El seductor le había prometido desposarse
a la puerta, y nos llevó a la villa. con ella asegurándole que Kasperl permanecía definitivamente
en Francia. Entonces cayó en desesperación, cometió el crimen
y se presentó voluntariamente a los tribunales. A las cuatro de
»Me indicó una casa de comidas; allí comimos bien y
la madrugada será ajusticiada. Me ha escrito pidiendo que vaya
al atardecer fue conmigo a visitar al pobre pecador. Cuando le
a verla; quiero hacerlo, y llevarle la corona y el saludo del pobre
conté al preso las últimas palabras de mi prima, empezó a llorar
Kasperl y la rosa que me han regalado; eso la consolará. Ah,
amargamente, y dijo a gritos “¡Dios mío, si ella hubiera sido mi
querido escribiente, a ver si consigue con la instancia que lleven
mujer, no me habría pasado esto!”. Después pidió la presencia
su cadáver y el de Kasperl a nuestro cementerio.
del señor párroco para rezar con él. El alcalde se lo prometió, lo
felicitó por su cambio y le preguntó si antes de morir tenía algún
—¡Lo intentaré todo, todo! —grité—. Voy el velo en la mano y pensando “Dios mío, esto es el indulto”.
inmediatamente al castillo; mi amigo, que le regaló la rosa, hace Al doblar la esquina vi a un hombre que se embozó en la capa
allí la guardia; él despertará al duque. Me arrodillaré ante su cuando pasé cerca de él y me dio bruscamente la espalda para
lecho y le pediré indulto para Annerl. no ser visto; no tenía necesidad; yo miraba y escuchaba sólo en
mi interior ¡gracia, gracia! Escalé la puerta enrejada y me dejé
—¿Indulto? —preguntó la anciana fríamente—. Ella caer en el patio del castillo. Gracias a Dios me salió al encuentro
tiene su merecido. Escuche, querido amigo, la justicia es mejor el brigada, conde de Grossinger, que paseaba de un lado a otro
que el indulto. De qué sirve el indulto en la tierra si todos hemos bajo los castaños en flor delante del cuartelillo.
de presentarnos ante el tribunal de Dios.
—Querido conde —dije con vehemencia—, lléveme
Vosotros, muertos, resucitaréis; inmediatamente ante el duque, ahora mismo, o será tarde y todo
estará perdido.
iréis al juicio final.
Quedó perplejo ante mi petición, y preguntó:

—¿Qué le sucede a estas horas? Eso no es posible.


Venga a la revista de tropas; entonces lo presentaré.
»Mire usted, ella no quiere indulto; se lo han ofrecido
a cambio de delatar al padre de la criatura, pero Annerl contestó
“Yo asesiné a su hijo y quiero morir para no labrar su Yo ardía de impaciencia.
infelicidad; debo sufrir mi propio castigo para reunirme con mi
hijo, pero mi delación lo puede aniquilar a él”. Por eso le han —¡Ahora o nunca! —grité—. Es urgente, se trata de la
aplicado la pena capital. Vaya usted al duque y pídale una vida de una persona.
tumba honrosa para Kasperl y para Annerl. ¡Vaya
inmediatamente!; mire ahí va el párroco camino de la prisión; —Ahora no puede ser —contestó Grossinger con gesto
le voy a pedir que me deje acompañarlo para ver a la hermosa enérgico—; está en juego mi honor; tengo prohibido pasar hoy
Annerl. Si usted se da prisa, podría quizá traernos el consuelo ningún aviso.
allá fuera, en el tribunal, con la tumba honrosa para Kasperl y
Annerl.
La palabra honor me hizo desesperar; me acordé del
honor de Kasperl, del honor de Annerl, y dije:
Alcanzamos al sacerdote y la anciana le explicó su
parentesco con la rea; él se prestó amablemente a llevarla
—¡El dichoso honor! Precisamente para prestar la
consigo a la prisión. Yo eché a correr, como nunca en mi vida,
última ayuda, que no entiende de honor, tengo que acudir al
en dirección al castillo, y me pareció un signo esperanzador
duque. Pase aviso o llamo desde aquí a gritos.
cuando, al pasar por la casa del conde de Grossinger, oí por la
ventana abierta una voz delicada que cantaba con
acompañamiento de laúd: —Si da un paso —dijo Grossinger con energía—, lo
hago arrestar en el cuartelillo. Usted es un chalado y no se hace
cargo de las circunstancias.
La gracia habló de amor;

—¡Oh, conozco unas circunstancias terribles! Tengo


pero el honor vigila
que ver al duque; cada minuto que pasa es irrecuperable —
contesté—. Si usted no me anuncia, voy por mi cuenta.
y desea a la gracia
Iba a subir las escaleras que llevaban a los aposentos
las buenas noches. del duque cuando observé que se dirigía hacia ellas la misma
persona que encontré antes embozada en su capa. No pude verla
La gracia toma el velo porque Grossinger me apartó violentamente con la mano.

cuando el amor ofrece rosas; —¿Qué hace, loco? —me susurró—. Tranquilícese y
no me hunda en la desgracia.
el honor saluda al galán
—¿Por qué no ha detenido usted al hombre que acaba
porque quiere a la gracia. de subir? —le pregunté—. No puede traer un asunto más
urgente que el mío. ¡Es urgente, urgente; tengo que ver al
duque! Se decide la suerte de una pobre criatura seducida.

—Usted ha visto a ese hombre subir las escaleras —


Otro signo esperanzador fue que cien pasos más
respondió Grossinger—. Si dice una palabra sobre eso, caerá
adelante encontré un velo blanco en la calle; lo levanté del suelo
bajo mi espada. Precisamente porque él ha subido, usted no
estaba lleno de rosas fragantes. Continué mi carrera sosteniendo
puede subir. El duque tiene asuntos que tratar con él.
En esto se iluminaron las ventanas del duque. —¡Cállese, por el amor de Dios, cállese!

—¡Dios, tiene luz; está levantado! —dije—. ¡Tengo Se volvió al brigada, que estaba a la puerta, y le dijo
que hablarle; por el amor de Dios, déjeme o pido auxilio! con vehemencia:

Grossinger me asió del brazo diciendo: —¡Pronto!, cabalgue con este hombre. Reviente al
caballo, pero llegue a tiempo al tribunal. Sujete este velo a su
—Usted está bebido; venga conmigo al cuartelillo. Yo espada, agítelo y vaya gritando «¡Indulto, indulto!». Yo iré
soy su amigo; duerma bien y después dígame la letra que la después.
anciana cantaba esta noche a la puerta cuando yo pasaba la
ronda; esa letra me interesa mucho. Grossinger recogió el velo. El conde estaba
transformado; parecía un espectro lleno de miedo y de prisa.
—¡Precisamente por la anciana y los suyos tengo que Corrimos a la caballeriza, montamos a caballo y nos dispusimos
hablar con el duque! —grité. a galopar; el conde salió por la puerta como una exhalación.
Cuando sujetó el velo a la punta de la espada, gritó:
—¿Por la anciana? ¿Por ella está hablando conmigo?
Los grandes señores no se ocupan de esas cosas. Rápido, venga —¡Señor Jesús, mi hermana!
al cuartelillo.
Yo no entendí lo que quiso decir. Se levantó sobre los
Quiso empujarme, cuando el reloj del castillo dio las estribos, agitó el velo, y gritó:
cuatro. Las campanadas me llegaron al alma como una llamada
de auxilio y empecé a gritar a pleno pulmón hacia las ventanas —¡Indulto! ¡Indulto!
del duque:
Vimos sobre la colina la muchedumbre reunida en
—¡Auxilio, por el amor de Dios; auxilio para una pobre torno al tribunal. Mi caballo se espantó ante el velo izado. Yo
criatura seducida! soy mal jinete y no pude seguir a Grossinger; él volaba en veloz
carrera y yo sacaba fuerzas de flaqueza. ¡Triste coincidencia!
Grossinger se puso frenético. Quiso taparme la boca, La artillería hacía ejercicios en las proximidades y el ruido de
pero yo forcejeé con él; me golpeó en la nuca y me insultó; los cañones impedía oír nuestros gritos de lejos. Grossinger
quedé sordo momentáneamente. Él llamó a la guardia; salió el irrumpió entre la gente y el pueblo abrió paso; yo miré al círculo
sargento con varios soldados para arrestarme; pero en aquel del tribunal y vi algo que brillaba al sol matinal. ¡Dios mío, era
instante se abrió la ventana del duque y oí una voz: la espada del verdugo! Me lancé adentro y escuché los lamentos
de la gente.
—¡Brigada, conde de Grossinger! ¿Qué escándalo es
éste? Haga subir ahora mismo a ese hombre. —¡Indulto, indulto! —gritó Grossinger y se precipitó
como un loco en el círculo agitando el velo; pero el verdugo le
presentó la cabeza ensangrentada de la hermosa Annerl, que le
No esperé a Grossinger; me lancé escaleras arriba; caí
sonrió dolorosamente.
a los pies del duque, que me hizo levantarme, extrañado y de
mal humor. Llevaba botas y espuelas y una bata de noche que
había recogido cuidadosamente a la altura del pecho. Entonces gritó Grossinger:

Hablé al duque, con la premura inevitable, de lo que —¡Que Dios me perdone! —y se postró en tierra, sobre
me había contado la anciana sobre el suicidio del ulano y sobre el cadáver—. ¡Matadme, matadme! Yo la seduje; yo soy el
el caso de la hermana Annerl, y le pedí al menos el aplazamiento asesino.
de la ejecución por unas horas y una sepultura digna para los
dos infelices si no era posible el indulto. El furor de la venganza se apoderó de la muchedumbre;
las mujeres y las jóvenes se abalanzaron sobre él, lo apartaron
—¡Ay, indulto, indulto! —exclamé mientras sacaba del cadáver y lo pisotearon; él no se defendió; los guardias no
del seno el velo blanco lleno de rosas—. Este velo que he pudieron contener a la muchedumbre enfurecida. Entonces se
encontrado en el camino me ha parecido un augurio de indulto. oyó gritar «¡El duque, el duque!». Había llegado en carruaje
abierto; junto a él se sentaba un joven con el sombrero calado
hasta tapar el rostro y embozado en una capa. La gente se apartó
El duque me arrebató el velo y quedó profundamente
de Grossinger.
conmovido; lo apretó entre las manos, y cuando yo le dije:

—¡Jesús, mi hermano! —exclamó el joven oficial con


—Alteza, esa pobre chica es víctima de un falso sentido
voz femenina desde el carruaje.
del honor; un noble la sedujo y le prometió desposarse con ella,
y es tan buena que prefiere morir a delatarlo —el duque me
interrumpió con lágrimas en los ojos, y dijo: El duque le dijo, consternado:
—¡Calla! Kasperl. ¿Lleva el escrito consigo?

Bajó del carruaje; el joven quiso seguirlo; el duque lo Me volví a la anciana para pedirle.
hizo retroceder con gesto brusco, pero esto permitió descubrir
que el joven era la hermana de Grossinger disfrazada de oficial. —Abuela, déjeme la agenda de Kasperl. Su alteza
El duque hizo colocar al maltrecho, ensangrentado y quiere leer su última voluntad.
desvanecido Grossinger en el carruaje; su hermana prescindió
ya de toda cautela y lo cubrió con la capa; entonces vieron todos
La anciana, que seguía ajena a todo, respondió de mal
su atuendo femenino. El duque estaba perplejo, pero se
humor:
sobrepuso y ordenó girar el carruaje y llevar a casa a la condesa
y a su hermano. Este episodio había apaciguado el furor de la
gente. El duque dijo en voz alta al oficial de guardia: —¿Otra vez por aquí? Más le valiera estarse quieto en
su casa. ¿Trae la instancia? Es demasiado tarde. No he podido
darle a la pobre hija el consuelo de poder acompañar a Kasperl
—La condesa de Grossinger vio que su hermano se
en una tumba honrosa; yo le mentí, pero ella no me creyó.
estaba preparando en casa para traer el indulto y quiso asistir a
este alegre acontecimiento; cuando yo pasé por su casa con este
mismo fin, estaba asomada a la ventana y me pidió que la trajera El duque la interrumpió para decirle:
en mi carruaje; no pude negarme al ruego de la bondadosa
chica. Ella tomó una capa y un sombrero del hermano para no —Usted no le mintió, señora; este señor hizo todo lo
llamar la atención, y este desgraciado incidente ha hecho que posible. La caída del caballo fue la causa de todo. Pero ella
todo acabara en un escándalo. Pero ¿cómo no ha podido usted, tendrá una tumba honrosa junto a su madre y junto a Kasperl,
señor teniente, proteger al infeliz conde de Grossinger de la que fue un valiente militar. Habrá oración fúnebre para los dos
chusma? Ha sido lamentable que haya llegado tarde cabalgando sobre las palabras «El honor, sólo para Dios». Kasperl recibirá
a galope; pero él no ha podido hacer más. Quiero que arresten sepultura como brigada, su escuadrón hará tres salvas en su
y sancionen a los que han maltratado al conde. tumba y la espada del infame. Grossinger será depositada en su
féretro.
A estas palabras del duque siguió un clamor general:
Dicho esto, el duque levantó la espada que estaba aún
—¡Es un canalla! Él es el seductor, el asesino de la en tierra con el velo, recogió éste para cubrir a Annerl, y añadió:
hermosa Annerl; él mismo lo ha confesado, el miserable, el muy
malvado. —Este malogrado velo que le hubiera traído el indulto
le restituirá el honor; ha muerto indultada y con dignidad, y el
Como las voces llegaban de todos los lados y el velo será enterrado con ella.
sacerdote, el oficial y las personas del tribunal lo confirmaron,
el duque quedó tan profundamente consternado que sólo supo Entregó la espada al oficial de la guardia con las
decir: palabras:

—¡Espantoso, espantoso! ¡Miserable! —Hoy mismo, en la revista de tropas, recibirá mis


órdenes sobre el sepelio del ulano y de esta pobre chica.
El duque, pálido y desencajado, accedió al círculo del
tribunal para ver el cadáver de la hermosa Annerl. La difunta Leyó también en voz alta y muy emocionado las
yacía sobre el verde césped vestida de negro con lazos blancos. últimas palabras de Kasperl. La anciana se abalanzó a sus pies
La anciana, ajena a todo lo que sucedía a su alrededor, le había con lágrimas de alegría como si fuera la mujer más feliz del
unido la cabeza al tronco y cubrió el terrible corte con su mundo. El duque le dijo:
delantal. Estaba ocupada en juntarle las manos sobre la Biblia
que el párroco de la villa le había regalado a la pequeña Annerl. —Consuélese. Tendrá una pensión vitalicia y mandaré
Le sujetó la corona dorada a la cabeza y depositó sobre su pecho erigir una lápida conmemorativa en honor de su nieto y de
la rosa que Grossinger le había dado aquella noche sin saber Annerl.
quién era ella.
Ordenó al sacerdote trasladar a su casa
Ante este cuadro comentó el duque: provisionalmente, en compañía de la anciana, el cadáver de
Annerl depositado en un féretro, con destino posterior al pueblo
—¡Hermosa, desgraciada Annerl! ¡Seductor infame, natal, donde se haría cargo del sepelio. Como habían llegado ya
llegaste demasiado tarde! ¡Pobre anciana, sólo tú le has sido fiel los ayudantes con caballos, el duque me dijo:
hasta la muerte!
—Déle su nombre a mi ayudante. Le pasaré aviso.
Cuando me vio a mí a su lado, me dijo: Usted ha dado una bella muestra de solidaridad humana.

—Usted me habló de una última voluntad del sargento El ayudante escribió mi nombre en su agenda y se
despidió muy cortésmente. El duque, en medio de las verdadero, que se inclinan hacia tierra a ambos lados delante de
aclamaciones de la multitud, partió para la ciudad. El cadáver la cruz; la Justicia aparece en un lado con la espada
de la hermosa Annerl fue conducido en compañía de la anciana desenvainada, y la Gracia en el otro corriendo un velo. Hay
a la casa del párroco, y en la noche siguiente volvió éste con ella quienes ven en la cabeza de la Justicia un parecido con el duque,
a su pueblo natal. Al atardecer del día siguiente apareció el y en la cabeza de la Gracia un parecido con el rostro de la
oficial con la espada de Grossinger y un escuadrón de ulanos. princesa.
El bravo Kasperl fue enterrado con la espada de Grossinger y el
diploma de brigada dentro del féretro, junto a la hermosa
Annerl, al lado de su madre. Yo también asistí al acto
acompañando a la abuela, que parecía embargada de un gozo
infantil, pero habló poco, y cuando los ulanos hicieron la triple
salva, cayó muerta en mis brazos. Le dieron sepultura junto a
los suyos. ¡Dios les conceda a todos ellos una feliz resurrección!

Subirán a las alturas,

donde están los ángeles buenos,

donde llegó el buen Dios

en un hermoso arco iris;

sus almas comparecerán ante Dios.

¡Cuándo iremos al cielo! Amén.

Cuando volví a la capital, me enteré de la muerte de


Grossinger. Se había envenenado. En mi casa encontré una
carta suya. Decía así:

Tengo mucho que agradecerle. Usted sacó a la luz la


infamia que me estuvo royendo el corazón durante mucho
tiempo. El canto de la anciana me era familiar; Annerl me lo
había cantado a menudo; ella era una persona noble donde las
haya. Yo he sido un miserable criminal; ella guardaba una
promesa escrita de matrimonio y la arrojó a las llamas. Había
estado de sirvienta en casa de una tía mía; a veces la melancolía
se ensañaba con ella. Yo me apoderé de su alma mediante
ciertos fármacos que tienen algo de mágico. ¡Que Dios me
perdone! Usted ha salvado también el honor de mi hermana; el
duque la ama y yo era su valido; lo ocurrido le ha causado gran
consternación. Que Dios me ayude: he tomado ya el veneno.

Josef, conde de Grossinger

El delantal de la hermosa Annerl que recibió el impacto


de la cabeza del cazador Jürge al ser decapitado se conserva en
la casa museo ducal. Se dice que el duque elevará a la hermana
del conde de Grossinger a la dignidad principesca con el título
de Voile de Grâce, Velo del Indulto, y se casará con ella. Para
la próxima revista de tropas se prevé la bendición del mausoleo
en memoria de las dos infortunadas víctimas del honor que se
ha erigido en el cementerio del pueblo. El duque está muy
contento; la idea parece haber sido de la princesa y del duque
conjuntamente. El monumento representa el falso honor y el

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