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Pedagogía

Clase 1
Modernidad y discurso pedagógico: formación de ciudadanía.
Entre la razón, la libertad, la justicia y la emancipación.

En esta clase se comenzará a analizar la educación en tanto prácticas sociales complejas.


Por ello es necesario -desde una perspectiva pedagógica- preguntarse acerca de ¿para qué
educar? Los diversos debates y respuestas que a lo largo de los últimos tres siglos se han
configurado, dan cuenta de que es necesario considerar la educación como una tarea que va
más allá de la cuestión del cómo ejecutarla. Los sentidos que históricamente ésta asume,
están ligados intrínsecamente a la dirección que las finalidades político-educativas intentan
conferir.
El siglo XVIII o “Siglo de las Luces” se constituye como un momento de inflexión en el
proceso de constitución de las sociedades modernas, que se funda como un nuevo tiempo
histórico. Es relevante, por lo tanto, comprender cómo se imbrican proyecto político y proyecto
pedagógico en el pensamiento moderno, que inaugura la Pedagogía como disciplina que
reflexiona de manera sistemática acerca de la educación.

Se puede acceder a los siguientes videos, si es de interés un abordaje


general e introductorio a las temáticas:
https://www.youtube.com/watch?v=IylXSFIHKpo
https://www.youtube.com/watch?v=OrnLBJ3K3Tc
https://www.youtube.com/watch?v=zJMMZLpnBgk

La Pedagogía –o teoría de la educación– tiene una entidad que le es propia y que se ha ido
reconstruyendo históricamente. El siglo XVIII ha sido un momento central en la constitución de
la Pedagogía en tanto disciplina. La reflexión acerca de la educación, adquiere un lugar
fundamental a la par del proyecto político que se está gestando en Europa. En aquel momento,
pensar la república (teorizar acerca de los principios de derecho político que son constitutivos
de la sociedad civil) implica pensar a los ciudadanos que serían capaces de llevar adelante una
transformación social tan profunda y con sus expectativas puestas en una paz duradera, en la
justicia social, en la salida de formas de dominio vigentes que generan sufrimiento y dolor en

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los seres humanos. Es también proyectar formas de ciudadanía que expresaran el espíritu de
una época de secularización, que orienta sus fines hacia la humanidad, tomando como piedra
angular a la facultad de la razón.
La divisa de la Ilustración “¡Ten el coraje de servirte de tu propio entendimiento!”,
publicada en 1784 en un texto de I. Kant (1724-1804), marca a la vez el destino y el desafío
de la humanidad. Dejar de ser un rebaño de súbditos a disposición del poder político y religioso
de la época, y hacerse cargo del propio destino en tanto ciudadanos autónomos, libres y
responsables por nuestros actos. No sólo es posible este camino sino que es necesario que la
humanidad lo recorra, porque su destino no puede ser desoído. Pero tampoco es un recorrido
que se dará por sí sólo, sino que requiere del esfuerzo de cada uno y de la especie en su
conjunto.
Constituir repúblicas posibilitará por un lado que el pueblo de manera soberana se dé a sí
mismo reglas y leyes libremente decididas, a las cuales se obliga a obedecer
(autodeterminación); y por otro, se sostiene la posibilidad de modificar las instituciones
sociales existentes, en tanto se tenga la máxima libertad para realizar una crítica
fundamentada, tendiendo a una mejora en términos del bien común.
Confluyen así ambos rasgos que equilibran la vida de una sociedad, los debates acerca de
qué aspectos es relevante mantener o conservar y cuáles son necesarios transformar en la
misma. Para ello, es necesario tener un punto de mira o ideal al cual tender, que se constituye
en torno a las ideas de justicia, solidaridad, dignidad humana, respeto mutuo. En este sentido
se sostiene la emancipación social como ideal regulador. Es decir, la posibilidad de conformar
sociedades constituidas por hombres y mujeres libres e iguales, que no estén sometidas a
dominios vigentes que les resten posibilidades de desarrollar sus capacidades y singularidades,
en tanto valiosas como aportes a la vida social.

Estos cambios y transformaciones se pueden entender a partir de lentos procesos de


aprendizaje social, que implican conflictos y luchas sociales; sostenidos en la
producción de conocimientos que se dirijan a una crítica acerca de las formas en que
las instituciones sociales vigentes apuntan a sostener privilegios imperantes, que
mantienen el sufrimiento y dolor de aquellos que no pueden expresar sus voces.

Asimismo, en el propio presente histórico y desde la crítica que se realiza, se encuentran


tendencias que posibilitan –desde una dimensión propositiva- romper esa estructura de
privilegios que mantiene acalladas las necesidades y capacidades de quienes se encuentran
sometidos a situaciones de inequidad, esclavitud, maltrato o desprecio. En este sentido, vamos

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a analizar tanto en I. Kant como en J.J. Rousseau (1712-1778), los modos en que se imbrican
crítica y proposición, en sus planteos filosófico-políticos así como en el pensamiento
pedagógico.

Si es de interés profundizar en estas temáticas, recomendamos la lectura


de los capítulos “La modernidad como autorreflexión” y “Luces y sombras
del siglo XVIII”. En Casullo, Forster y Kaufman (coord) (1999) Itinerarios
de la modernidad. Editorial Eudeba: Buenos Aires.

Procesos de formación y ciudadanía republicana

Uso de la razón: obediencia y libertad en el pensamiento kantiano


Una nueva forma de representación del mundo que viene gestándose desde varios siglos
atrás, hace eclosión en el “Siglo de las luces”, con el proyecto de la Ilustración: la modernidad
expresa la desacralización de la organización religiosa del mundo, y la marcha a un mundo
racionalizado y emancipado, en el cual la noción de progreso es central (Casullo et. al., 1999;
Goergen, 2001). En los pensadores modernos se expresa la dialéctica entre crisis, crítica y
utopía; que a la vez pone en tensión la vinculación entre pasado-presente-futuro (Koselleck,
2001; Reyes Manuel, 2010). El pasado como tradición (que se sostenía en las sociedades
tradicionales) ya no sirve como medida del presente, porque es oscuridad e ignorancia, no
puede dar cuenta de los procesos de integración social, de cohesión y de socialización. Son los
hombres quienes deben hacerse cargo de su destino como humanidad, y es desde el propio
presente -que debe autolegitimarse- en donde se encuentran los fundamentos racionales de
dicho proceso. Los elementos de crítica al propio tiempo histórico son la clave para orientar el
futuro. En este sentido se piensa la utopía en su vinculación intrínseca con la crítica, como la
posibilidad de pensar aquello que todavía no es pero que puede ser, porque los elementos que
permiten la orientación al futuro están inscriptos en el propio presente (Nobre, 2004). En este
sentido, tanto Kant como Rousseau –entre otros pensadores- han interpretado magistralmente
los problemas de su propio tiempo histórico, así como pudieron avizorar las tendencias
presentes en ese momento hacia las cuales se orientaban las sociedades a mediados y fines
del siglo XVIII, convulsionadas por complejos procesos revolucionarios de transformación
estructural.

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Los nuevos problemas que se presentan en este complejo contexto, habilitan discusiones y
desafíos inéditos para la época, y que marcarán a los siguientes siglos. En particular, se torna
de interés central pensar la formación de los futuros ciudadanos. Por ello, se considera a la
Pedagogía como la disciplina que se orienta a una reflexión deliberada, sistemática, organizada
que apunta a las finalidades de la educación en tanto proceso complejo que vincula proyecto
político y proyecto pedagógico.
En fin, un problema central que se aborda en obras pedagógicas en esta época, refieren a
la necesidad de formar a un ciudadano que pueda ser el constructor de un proyecto político
que lo involucra en términos de instituir y cimentar la “cosa pública”. El tipo de reflexión que
habilita esta disciplina fue advertida por I. Kant en su obra
pedagógica (1991, 2009), y hace referencia a la necesidad de
elevarse de “un arte mecánico” a una disciplina guiada por principios
(Kant, 2009). En este sentido, considera que la educación es el
problema más grande que se puede plantear al hombre, porque si
bien la razón es un atributo inherentemente humano, no se puede
usar esta facultad desde el nacimiento sino que es preciso prepararla
en un particular proceso de formación.

Si es de interés profundizar en estas temáticas, recomendamos la lectura


de textos clásicos de pensadores de la Ilustración: Immanuel Kant
(especialmente Sobre la paz perpetua y Respuesta a la pregunta qué es el
iluminismo).

Dado que el hombre es tan propenso a una libertad que no tome en cuenta regla alguna
(salvo el propio interés y placer), es necesario que prontamente reconozca que la sociedad le
opone resistencia a sus deseos, así como él también lo hace para con los demás. Aquí radica
una problemática central en la propuesta pedagógica de Kant, quien sostiene:
Uno de los más grandes problemas de la educación es conciliar, bajo
una legítima coacción, la sumisión con la facultad de servirse de su
voluntad. Porque la coacción es necesaria. ¿Cómo cultivar la libertad por
la coacción? Yo debo acostumbrarle a sufrir una coacción en su libertad,
y al mismo tiempo debo guiarle para que haga un buen uso de ella. Sin
esto, todo es un mero mecanismo, y una vez acabada su educación, no
sabría servirse de su libertad. (Kant, 1991: 38)

Por un lado, esta postura legitima la necesidad de una acción externa de educadores, que
guíen al niño en el proceso de constitución de su razón. “La barbarie es la independencia

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respecto de las leyes”. Y las leyes son expresión de la vida en sociedad, por tanto, venidos a
este mundo con una naturaleza antagónica (insociable-sociabilidad), es necesario que
prontamente se someta al “hombre a las leyes de la humanidad” y se le haga sentir su
coacción (Kant, 1991: 29). Esta tarea sólo podrá realizarla quien ya esté sometido al imperio
de la ley, un adulto. Sólo podemos constituirnos en seres humanos, en contacto con otros
humanos.
Por otro lado, es necesario remitir a las nociones de libertad y de igualdad que explica el
autor en el texto “La paz perpetua”:
Mi libertad exterior (jurídica) hay que explicarla, más bien, de la
siguiente manera: como la facultad de no obedecer ninguna ley exterior
sino en tanto y en cuanto he podido darle mi consentimiento. Asimismo,
la igualdad exterior (jurídica) en un Estado consiste en la relación entre
los ciudadanos según la cual nadie puede imponer a otro una obligación
jurídica sin someterse él mismo también a la ley y poder ser, de la
misma manera, obligado a su vez. (Kant, 1991a: 16)

Llegar a este punto requiere para el hombre un complejo proceso de dominio de sí mismo.
La insociable-sociabilidad, esa disposición natural a la que tanto debemos según Kant en el
progreso de la humanidad, debe ser controlada para lograr los más altos y mejores frutos que
el género humano puede gestar (Kant, 1992). Dar consentimiento y establecer una obligación
mutua, significa siempre un acto responsable y de la propia voluntad. Pero mientras no pueda
juzgar por sí mismo, es necesaria la obediencia. El sentido de la obediencia es la sumisión al
deber de manera voluntaria, por tanto autónoma.

Una coacción legítima posibilitará que esa obediencia, a futuro le permita servirse de
su libertad. Este es un punto fundamental para la reflexión pedagógica, y en vistas a
la tarea del educador.
En este sentido, hoy ¿qué prácticas educativas garantizarían la formación de
autonomía? ¿de qué modo orientar las acciones en las aulas y en las instituciones a
fin de asegurar que esta finalidad sea lograda por todos los estudiantes? ¿qué
sentidos asumiría la posible coordinación de coacción, obediencia y libertad?

Finalmente, ¿qué significa entonces que pueda servirse de su libertad? Podría pensarse
desde dos aspectos complementarios: el pasaje a la mayoría de edad y la finalidad de la
educación en términos de moralización.
Respecto al primer aspecto, el abandono de la minoría de edad es equivalente al uso de la
razón. La capacidad de pensar por sí mismo, sin guías externas, supone la mayoría de edad.
En este sentido, son válidos los conocimientos que hayan sido constituidos a partir de procesos

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de reflexión y debate, que van más allá de la mera superficifialidad de los hechos. Es decir que
prepara para un pensamiento crítico, base para un análisis fundamentado y puerta que habilita
procesos de transformación. En estos términos, se hace referencia a la autonomía, guiarse por
sí mismo en los pensamientos y las acciones.
El segundo aspecto se sostiene en que el fin de la formación es la moralización. No basta
la habilidad para cumplir con los fines en tanto individuo, no basta la prudencia en el buen
trato con otros ciudadanos; sino que es necesario contar con un criterio para elegir los buenos
finales, válidos universalmente. Ese criterio es moral, y se basa en tomar a los demás como
fines en sí mismos y no como medios para mis propios fines. Debo respetar la dignidad en
cada uno, y actuar en vista a la humanidad.
Se debe conducir al niño poco a poco a hacer de acuerdo con principios
que él reconozca como justos, él debe ser llevado a obedecer a su
propia razón, de modo que la obediencia a la razón pueda ser asociada a
la máxima de ´siempre pensar por sí mismo´. Ese es el camino, según
Kant, para formar un ser racional y autónomo. (Cenci, 2007: 56 –
traducción propia)

En resumen, “tras la educación está el gran secreto de la perfección de la naturaleza


humana”. Este argumento le permite sostener a Kant como válido y necesario el proyecto de
una teoría de educación. Que por lo mismo la piensa como idea, que “no es otra cosa que el
concepto de perfección no encontrada aún en la experiencia” (Kant, 1991: 31). En este sentido
se considera el carácter normativo de la educación. Tiene una dimensión teórica (en tanto
teoría o reflexión acerca de la educación), y una dimensión práctica, dado que requiere
orientar la acción. Esta orientación apunta a la autonomía individual, condición sine qua non
para la emancipación social. Esto “sólo es posible mediante los esfuerzos de las personas de
sentimientos bastante grandes para interesarse por un mundo mejor, y capaces de concebir la
idea de un estado futuro más perfecto”. Es decir “conforme a la idea de humanidad y de su
completo destino” (Kant, 1991: 35). A éstos les cabe la tarea de formación de las nuevas
generaciones para que puedan hacerse cargo de su destino colectivo.

El rol de los educadores es fundamental en tanto personas que requieren conocer la


complejidad de los problemas del mundo actual; y a la vez, puedan orientar sus
prácticas pedagógicas en términos de procesos de formación, que habiliten en los
estudiantes una preocupación profundamente activa acerca de los conocimientos y de
las acciones que se requieren para transformar estructuras que generan injusticias
sociales. Es válido insistir que en este sentido, la educación no puede reducirse a una
tarea meramente técnica o instrumental. No cabe simplemente referirse al cómo, sino
que la orientación está dada a partir del para qué y el por qué de la educación, a su
dirección en tanto acto político.

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Actividad previa al foro

A partir de la lectura realizada hasta el momento, los invitamos a


reflexionar acerca del sentido de la educación en la contemporaneidad:
¿Qué aspectos consideran necesario sostener y profundizar en función de
pensar la educación en términos de su sentido ético-político?
¿Qué aspectos de la educación en la actualidad consideran que
obstaculizan pensar su sentido ético-político?

Sugerencia: tomen algunas notas a fin de comenzar a delinear


argumentos que se compartirán en la actividad de foro correspondiente a
la clase.

Crítica radical, pacto social y autonomía moral en Rousseau


Jean Jacques Rousseau, hombre de paradojas, pensador relevante del siglo XVIII, sostiene
que “el hombre ha nacido libre, y sin embargo, vive en todas partes entre cadenas”
(Rousseau, 1938: 854). Esta frase inaugural del Contrato Social, instala al lector en el desafío
de cómo se concilia la libertad innata del hombre con la convivencia en sociedad. En la obra de
Rousseau -como en general en la producción de toda la Ilustración- el punto de referencia es
la naturaleza, que se presenta como un estado hipotético, conjetural. Le permite sostener en
primer lugar la crítica radical que realiza a la sociedad de su época; y luego, le brinda los
elementos para construir su visión acerca de cómo constituir un nuevo pacto y educar al
hombre que ha de ser el ciudadano constructor de ese contrato social.
El hombre en estado de naturaleza es amo del mundo. Su libertad no tiene límites, salvo
por sus propias fuerzas para satisfacer sus necesidades. La preocupación es la conservación,
centrada en sí mismo. Es fuerte porque no depende de nadie más que de él y su agilidad; y
porque no conoce pasiones ni tiene deseos que vayan más allá de sus fuerzas para
satisfacerlos. La armonía es completa, se encuentran equilibrados los deseos y las facultades
(Rousseau: 1973; 1982).
La única virtud natural es la compasión, que actúa como ley natural. Rousseau sostiene
que la compasión viene en auxilio de la razón, porque de otro modo seríamos terribles
monstruos.
“Tal es el puro impulso de la naturaleza anterior a toda reflexión; tal es
la fuerza de la piedad natural, que las costumbres más depravadas
difícilmente pueden destruir (…) La piedad nos lleva sin reflexión al
socorro de aquellos a quienes vemos sufrir, y en el estado de
naturaleza, sirve también de ley, de costumbre y de virtud, con la
ventaja de que nadie intenta desobedecer a su dulce voz” (Rousseau,
1973: 79-80).

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El proceso por el cual se va saliendo del estado de naturaleza y comienza a gestarse un
estado social, se sostiene en dos características naturales en el hombre. Por un lado, el libre
albedrío, por el cual el hombre tiene la facultad de escoger, saltando al propio instinto. Por
otro, la perfectibilidad, que desenvuelve a las otras facultades, y reside en la especie, no sólo
en el individuo.
A partir de estas consideraciones Rousseau plantea una teoría de evolución social, que
plasma en su Discurso acerca del origen de la desigualdad entre los hombres (Rousseau,
1973), escrito en 1754. En este escrito sostiene que las guerras, la esclavitud, el dominio y los
privilegios tienen un origen histórico. La sociedad civil se inicia con
la propiedad privada y la instauración de las leyes, que delimitan
prerrogativas entre propietarios de la tierra y aquellos que no
poseen, estableciendo una convención entre ricos y pobres,
haciendo progresar de este modo la desigualdad. Continúa con la
disposición de los magistrados, que defenderán el derecho de
propiedad de los ricos, de modo que se instalan nuevos privilegios
entre poderosos (ricos) y débiles (pobres). Avanza la desigualdad
con el cambio de un poder legítimo en un poder arbitrario, dado
que los poderosos argumentan que sus descendientes serán
también gobernantes, dejando a los súbditos sin posibilidad de elegir a los siguientes jefes. Así
se encadena definitivamente a los hombres a la condición de esclavitud, en sociedades
abismalmente divididas en amos (ricos y poderosos) y esclavos (pobres y débiles); en las
cuales el poder se sostiene por la fuerza, perdiendo de este modo legitimidad. Rousseau
concluye su diagnóstico del tiempo presente argumentando que el pacto se ha roto, dado que
ya no se sostiene en un acto voluntario, sino en la obediencia por la fuerza. De este modo, la
forma de romper con este poder absoluto es a partir de un acto de fuerza. Con lo cual afirma
que el pueblo logrará su libertad solamente si lucha por ella.

De manera magistral Rousseau articula una crítica radical a su tiempo histórico, a


partir de una categoría central: la desigualdad. Asimismo, en contraposición a
posturas filosóficas y políticas de la época (algunas con raíces en el pensamiento
aristotélico), desmiente con sus argumentos que la esclavitud sea una relación
natural. Afirma que somos libres por naturaleza, por lo cual no hay posibilidad de
sostener la esclavitud como forma de relación social legítima. Especialmente si se
sostiene la idea de república.
En este sentido, si hoy tuviéramos que pensar criterios para articular una crítica a
nuestro tiempo ¿cuáles serían los conceptos centrales? ¿de qué modos se expresan
las desigualdades en la contemporaneidad? ¿cuáles serían formas de dominio
actuales?

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Esta crítica profunda a las estructuras sociales injustas que se han constituido
históricamente hasta sus días, le brindan la base argumental para organizar una novedosa
propuesta filosófico-política y pedagógica, que desarrolla en dos obras complementarias:
Emilio y El contrato social, publicadas en 1762. En ellas se encuentran argumentos claros para
entender la imbricación entre proyecto político y proyecto pedagógico, para dar respuesta a los
problemas del mundo europeo en el siglo XVIII.
En su libro El contrato social, en el cual desarrolla los principios de derecho político para
constituir una república, la cuestión es ¿cómo constituir un pacto social sin que se violente la
naturaleza del hombre, pero que a la vez permita una “administración legítima y permanente”
entre sus asociados? (Rousseau, 1938). Es decir, busca resolver el problema de la
desigualdad, a partir de una forma de administración que proteja y defienda con la fuerza
común a todos los asociados (en su vida y sus bienes), y que a la vez sea justa para todos.
La respuesta la encuentra en una convención anterior a cualquier otra, por la cual un
pueblo se constituye como tal. Se funda así el contrato social (acto de voluntad de cada uno de
los asociados), cuya novedad radica en que es un pacto de cada asociado con el cuerpo
colectivo, y viceversa. De este modo, se constituye una entidad que es más que la suma de las
partes, garantiza la libertad civil y la propiedad de los bienes de cada uno de los asociados. En
ese preciso momento, los particulares se convierten en ciudadanos en tanto miembros del
poder soberano, y súbditos en tanto se someten a las leyes que ellos mismos se han dado
como cuerpo político. En ese sentido, se afirma que la soberanía es el ejercico de la voluntad
general que se plasma en leyes, consideradas como la expresión de nuestras voluntades en un
determinado tiempo. Va de suyo, la necesaria la formación del pueblo para que cada
ciudadano pueda participar en las deliberaciones, y legislar para sí mismo como cuerpo
colectivo. La autonomía significa, entonces, la libertad de la voluntad de hacer según reglas, es
decir libertad moral (autodominio de sí mismo) (Dalbosco, 2008).

Si es de interés profundizar en estas temáticas, recomendamos la lectura


de textos clásicos de pensadores de la Ilustración: Jean Jacques Rousseau
(especialmente Discurso acerca del origen de la desigualdad entre los
hombres y El contrato social).

A partir de esta concepción ¿cómo se estructura una teoría de educación que sostenga
estos principios y que forme un hombre capaz de ser ciudadano en este pacto? La referencia
está puesta en la naturaleza humana. La afirmación de que las instituciones sociales
corrompen la bondad natural del hombre es bien conocida (Rousseau, 1982). Esta convicción

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sostiene la necesidad de que el niño se mantenga apartado del influjo de ellas hasta que logre
formar su conciencia moral, es decir hasta llegar a la edad de la razón. A su vez, afirma que el
momento en que puede entrar en sociedad es cuando “no se deje arrastrar por las pasiones o
las opiniones de los hombres, hasta que vea con sus ojos y sienta con su corazón, hasta que
no lo gobierne otra autoridad más que su propia razón” (Rousseau, 1982: 94), en suma, que
sea autónomo.
Esto que pareciera contradictorio, se articula de modo coherente en la argumentación de
Rousseau, “toda moralidad de nuestras acciones, así reza una de sus tesis centrales de
´Emilio´, reside en el juicio que hacemos de nosotros mismos. En este sentido, sin respeto por
sí mismo o sin honestidad consigo mismo no hay moralidad” (Dalbosco, 2008: 137 –
Traducción propia). Ahora bien, esto nos coloca en una problemática ¿cómo se concilia la
escucha de esta “voz interior” en la convivencia con los otros? Para clarificar esta cuestión se
presentará la argumentación de C. Dalbosco.
El amor propio indica, desde el punto de vista moral, la pretensión del sí mismo de
ser reconocido como persona, pero también la exigencia de hacer valer esta
pretensión a todos los congéneres. La universalización de tal reconocimiento,
incluyendo en él la idea de obligación y deber, es lo que constituye la piedad en su
sentido propiamente moral (…) se transforma en el sentimiento de inclusión moral
de sí mismo y del otro” (2008: 139).

Se le enseñará el oficio de vivir, porque en tanto hombre no importa el rol que ocupe en la
sociedad dado que como tal puede realizar cualquier tarea; a la vez se constituye en ciudadano
de una república, propulsor de la humanidad en cada uno de sus congéneres, desde un sentido
de justicia que une la libertad y la igualdad como condiciones de la convivencia social.

No hay que perturbar un proceso de desarrollo natural, porque la garantía está en la


posibilidad del propio individuo de formarse a sí mismo, con la guía de un educador
que dispondrá del ambiente de tal modo que el discípulo pueda tener experiencias en
las cuales se enfrente a problemas que tenga que resolver. Garantizado este proceso,
la opinión de los otros no hará mella en Emilio, quien tendrá un juicio crítico propio.

El rol del educador es fundamental para garantizar estas experiencias.


En la contemporaneidad lo sigue siendo, ahora bien ¿es posible mantener ese sentido
hoy? ¿podría formarse prácticamente en soledad, con la garantía de la naturaleza?
¿qué lugar ocupan los otros en la constitución de experiencias educativas? ¿en qué
aspectos se modifica el rol del educador?

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Actividad previa al foro

Retome las notas apuntadas en la actividad anterior (páina 7), y a partir


de la lectura realizada en esta clase, los invitamos a revisar su escrito:
¿Qué nociones o conceptos considera relevantes tener en cuenta en la
actualidad, a fin de pensar la educación en un sentido emancipatorio que
retome las posibilidades de crítica y proposición?
¿Qué aspectos de la educación estima que se tornan obstaculizadores en
términos de considerar las prácticas pedagógicas en su sentido
emancipatorio?

Sugerencia: tome algunas notas a fin de profundizar y ampliar los


argumentos que compartirán en la actividad de foro correspondiente a la
clase.

A modo de cierre

Los debates y posturas que estos pensadores del siglo XVIII brillantemente han colocado
en sus obras, expresan los problemas que debían afrontar los estados europeos en términos de
transformación de estructuras sociales. La unión novedosa entre razón, conocimientos y
libertad, conlleva pensarla en términos de proyecto político y proyecto pedagógico en tanto
“hermanas gemelas”, al decir de A. Honneth (2013). En este sentido, un elemento constitutivo
de la teoría de educación, es su doble dimensión -teórica y práctica- que se revela en las
tensiones entre ser / deber ser, y crítica / proposición. En ambas se expresa la particular
vinculación entre presente y futuro que instala la modernidad. La Pedagogía juega en esa
doble línea de un presente denunciado como injusto, como “aquello-que-es-pero-que-no-
debería-ser”, donde la radicalidad de la crítica depende de las categorías con las cuales se
analiza el propio presente histórico; y a la vez se anuncia la posibilidad de una orientación que
permitiría que se realicen sus mejores posibilidades, “lo-que-aún-no-es pero-que-podría-ser”,
porque sus elementos ya están presentes en esa contemporaneidad. Funciona como una
“idea”, o ideal regulador.
La crítica es posible por el desarrollo de la razón que permite construir nuevos
conocimientos. En este sentido, la noción de crítica es intrínseca al propio proceso de
ilustración. El lugar del intelectual, el lugar del ciudadano, el lugar del libre-pensador, se
asienta en la posibilidad de crítica, y a la vez de proposición. El optimismo y la esperanza tiñen
un tiempo histórico de grandes transformaciones, de revoluciones que anunciaban la ruptura

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de los dominios vigentes, el progreso y la felicidad de la humanidad (Goergen, 2010; Casullo
et. al., 1999).
La reflexión pedagógica se orienta a dar respuesta a una pregunta central ¿para qué
educar? Las respuestas podrán ser diversas en su contenido, pero guardan todas ellas algo en
común: su carácter normativo; el sentido de una orientación de las prácticas que permita
construir un futuro que todavía no es. Este sentido normativo de la Pedagogía, que marca un
“deber ser”, sostiene su dimensión ético-política, su sentido emancipatorio (porque al reducir
lo pedagógico a su dimensión meramente instrumental, se niega a sí misma, perdiendo su
potencial crítico-propositivo y emancipatorio). En términos de J. Dewey “el problema consiste
en extraer los rasgos deseables de formas de vida en comunidad que realmente existen y en
emplearlos para criticar los rasgos indeseables y sugerir su mejora” (1971: 94).
Es en este sentido que se considera necesario recobrar el pasado, no como pieza de
museo, sino como interpelación crítica del presente (Forster, 1999), que nos posibilite dar
cuenta de los problemas y desafíos que tiene por delante la educación en la
contemporaneidad.

Bibliografía y materiales sugeridos


Casullo, Forster y Kaufman (coord.) (1999) Itinerarios de la modernidad.
Editorial Eudeba, Buenos Aires. Capítulos “La modernidad como
autorreflexión” y “Luces y sombras del siglo XVIII”.
Kant, I. (1991a) Sobre la paz perpetua. Tecnos, Madrid.
Kant, I. (1992) “Respuesta a la pregunta ¿qué es el Iluminismo?”, en
Filosofía de la historia. Fondo de Cultura Económica, México.
Rousseau, J. J. (1938) El contrato social. Editorial Tor, Buenos Aires.
Rousseau, J.J. (1973) Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los
hombres. Aguilar, Madrid. Traducción José Lopez y Lopez.

Video sobre el contexto histórico de la Ilustración:


https://www.youtube.com/watch?v=IylXSFIHKpo

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Video sobre I. Kant:
https://www.youtube.com/watch?v=OrnLBJ3K3Tc

Video sobre J.J. Rousseau:


https://www.youtube.com/watch?v=zJMMZLpnBgk

Referencias bibliográficas de la clase


Casullo, Forster y Kaufman (coord.) (1999) Itinerarios de la modernidad.
Editorial Eudeba, Buenos Aires.
Cenci, A. (2007) A educaçao moral em perspectiva. Concepçoes clássicas e
desafios atuais. UPF Editora, Passo Fundo.
Dalbosco, C. (2008) “Crítica da razao e iluminismo pedagógico em
Rousseau”, en Teoría Crítica de la Sociedad, Educación, Democracia y
Ciudadanía. Editado por Universidad Nacional del Centro de la
Provincia de Buenos Aires.
Dewey, J. (1971) Democracia y Educación. Editorial Losada -7ma. Edición-
, Buenos Aires.
Goergen, P. (2001) Pós-modernidade, Ètica e Educação. Campinas-SP,
Editora Autores Associados.
Goergen, P. (2010) Conferencia “Sociedade complexa, iluminismo
pedagógico e pedagogia latino-americana”. Conferencia dictada en la
ciudad de Tandil, en la apertura de la Segunda Reunión Científica
“Teoría Crítica de la Sociedad, Educación, Democracia y Ciudadanía”,
21 al 24 de abril de 2010. Inédito.
Honneth, A. (2013) La educación y el espacio público democrático. Un
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Autor: Adriana Pinna


Cómo citar este texto:
Pinna, Adriana (2019). Clase 1 “Modernidad y discurso pedagógico: formación de ciudadanía.
Entre la razón, la libertad, la justicia y la emancipación”. Pedagogía. Trayecto de Formación
Pedagógica. Dirección de Formación Continua. DGCyE.

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