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Odiando a las mujeres: la derecha y la izquierda1

Andrea Dworkin

Título original: Woman-Hating Right and Left


Traducción: Eugenia Chareun

Ha pasado mucho tiempo desde que nos unimos para decir lo que entendemos por
feminismo y por qué la lucha por la libertad de las mujeres nos importa lo suficiente como
para que le dediquemos nuestras vidas: no tres horas el sábado por la tarde; no una carta
ocasional aquí y allá; no un indignado “¡Oh, Dios mío, no lo dices en serio!”. No creemos
que nuestras vidas sean triviales. Imagínate. Y no creemos que los crímenes cometidos
contra nosotras sean menores o insignificantes. Eso significa que hemos hecho un progreso
estupendo en entender que somos seres humanos con derechos en este mundo; que nadie
puede quitarnos esos derechos y que hemos sido lastimadas por la subordinación
sistemática de las mujeres, por el abuso sexual sistemático al que hemos sido expuestas. Y
estamos organizadas políticamente para contraatacar y cambiar la sociedad en que vivimos
desde sus raíces.
Creo que como feministas tenemos una forma de mirar los problemas que otras personas
parecen no entender. Para poner nombres: la derecha y la izquierda parecen no entender
qué es eso que las feministas están tratando de hacer. Las feministas están tratando de
destruir una jerarquía sexual, una jerarquía racial y una jerarquía económica, en las que las
mujeres son lastimadas y no tienen poder, y en la que la sociedad celebra la crueldad sobre

1
Texto original disponible en https://radfemenformacion.wordpress.com/2018/12/12/odiando-a-las-
mujeres-la-derecha-y-la-izquierda/
nosotras y nos niega la integridad de nuestros propios cuerpos y la dignidad de nuestras
propias vidas.
Ahora bien: el problema de las mujeres no es un problema que la izquierda haya decidido
que debe ser resuelto. Puede que te hayas dado cuenta. Y la derecha no considera como tal
el problema de las mujeres. La derecha no ha llegado al punto de decir que el problema aún
no es importante, la izquierda sí, porque la izquierda siempre está en la vanguardia. Ya que
la izquierda es vanguardista, puede estar ahí delante diciendo “Bueno, sí, entendemos el
problema. Sólo que no es realmente importante.” La derecha, al ser los dinosaurios, sólo
dirán que no hay problema. Y se supone que tenemos que elegir entre estas dos opciones.

Entonces las feministas miramos la sociedad en la que vivimos y tratamos de entender cómo
haremos para luchar contra el poder masculino. Y para tratar de averiguar cómo vamos a
combatirlo, tenemos que descubrir cómo está organizado, cómo funciona. ¿Cómo
sobrevive? ¿Cómo se las rebusca? ¿Cómo se mantiene a sí mismo como sistema de poder?

En el transcurso de analizar el poder masculino y todas sus instituciones, tratando de


entender cómo opera, tenemos que impedir que trabaje: como si pusiéramos arena en sus
tanques de combustible. Así que tratamos de averiguar cómo podemos hacer eso.

Tenemos que analizar el rol de la derecha y el rol de la izquierda en el mantenimiento del


poder masculino sobre las mujeres: no analizar lo que dicen, sino lo que hacen. Y entonces
tenemos que ir más allá de la realidad que nos presentan cuando dicen, como suelen hacer,
de una forma u otra: “Chiquitas, nosotros sabemos lo que es bueno para ustedes. Estamos
trabajando por sus intereses.” El ala derecha te prometerá un marido, a quién, sí, es verdad,
debes obedecer, pero él te amará por eso, por obedecerlo. Ahora bien, hay circunstancias
(como en las que vivimos) en las que para muchas mujeres esa no es una mala oferta.
Debido a que reduce por varios millones el número de hombres a los que tienes que hacer
caso.

Y la izquierda también dice “chiquitas” —a menos que estén siendo políticamente


progresistas en ese momento, en ese caso dirán “grandes coños”, porque esa es su idea de
libertad— se dirigen a nosotras en el tono de voz que estén usando y nos dicen (pensando
que es un buen trato): “Bueno, lo que haremos será concederles el derecho al aborto en
tanto ustedes permanezcan sexualmente accesibles a nosotros. Y si retiran la accesibilidad
y empiezan a hablar de esa mierda acerca de un movimiento de mujeres autónomo,
destruiremos cualquier apoyo que les hayamos dado: monetario, político, social, cualquier
cosa que les hayamos dado por el derecho al aborto. Porque, chiquitas, si su derecho al
aborto no significa acceso sexual para nosotros, no pueden tenerlo”. Y eso es lo que han
estado haciendo durante los últimos quince años.

Entonces venimos las feministas y decimos: bueno, vamos a entender cómo es que esta
gente hace lo que hace. Vamos a abordar el problema de manera política. Eso significa que
vamos a tratar de aislar y describir los sistemas de explotación que funcionan sobre
nosotras, desde nuestro punto de vista como personas que están siendo perjudicadas por
ellos. Esto significa que, aunque estamos en la parte inferior y ellos en la superior, los
estamos examinando en busca de puntos vulnerables. Y a medida que encontremos esos
puntos vulnerables (se pueden localizar anatómicamente, así como de cualquier otra
manera), vamos a mover los músculos que tengamos, desde cualquier posición en la que
nos encontremos, y vamos a quitarnos de encima a ese cabrón en su manifestación
colectiva.

Y eso significa que estamos organizando políticamente una resistencia a la supremacía


masculina. Solíamos hablar de tener una revolución. Todas sonreíamos y reíamos y
estábamos encandiladas, pensábamos que iba a ser fácil. Por alguna razón, no entendimos
que quienes tienen el poder no van a disfrutar de la revolución tanto como nosotras.
Comenzaron a no pasarlo bien cuando empezamos a organizarnos. Se volvieron más y más
infelices cuando comenzaron a ver que eran vulnerables, que la supremacía masculina no
era esa cosa gigante y rígida que les había sido dada por Dios o por la naturaleza. Dios es la
derecha; la naturaleza es la izquierda.

Comenzó a parecer que, si bien la revolución de la noche a la mañana no iba a ser posible,
sería posible una resistencia consistente, seria y organizada al poder masculino y las
instituciones del poder masculino que dañan a las mujeres. Nosotras empezamos a
entenderlo, y ellos también.

Luego comenzaron los días difíciles para el movimiento de mujeres. Las personas a quienes
tratábamos de quitarle el poder no sólo iban a seguir atacándonos de las formas en que
habían tenido el privilegio de hacerlo en los cientos y miles de años anteriores, también
iban a organizarse políticamente para detenernos. Y eso es lo que han hecho.
Bien, cuando hablo de una resistencia, estoy hablando de una resistencia política
organizada. No estoy hablando de algo que viene y algo que va. No estoy hablando de un
sentimiento. No estoy hablando de albergar en tu corazón el modo en que deberían ser las
cosas y pasar un día normal con ideas buenas, decentes y maravillosas. Estoy hablando de
cuando arriesgas tu cuerpo y tu mente y te comprometes a años de lucha para cambiar la
sociedad en la que vives. Esto no significa simplemente cambiar a los varones que conoces
para que sus actitudes mejoren (aunque esto tampoco estaría mal). Han pasado quince
años. Sus actitudes no han mejorado de manera notoria, aún. Pero esto no es una
resistencia política. Una resistencia política ocurre día y noche, a cubierto y en campo
abierto, donde la gente puede verla y donde no. Se transmite de generación en generación,
se enseña, se incentiva, se celebra; es inteligente, es ingeniosa, es comprometida. Y algún
día ganará. Va a ganar.

Todas encarnamos, también, una resistencia personal a la dominación masculina. Lo


hacemos de la mejor manera que podemos. Y parte del problema en los últimos años ha
sido sugerir que una u otra resistencia (la organizada políticamente o la personal) será
suficiente porque el feminismo es una especie de elección de estilo de vida. Eres una mujer
joven y moderna, por supuesto que eres feminista.

Eso no es lo que significa ser feminista. El feminismo es la práctica política de combatir la


supremacía masculina en nombre de las mujeres como clase, incluidas todas las mujeres
que no te gustan, aquellas con las que no quieres estar, las que solían ser tus mejores amigas
y con las que ya no quieres tener nada que ver. No importa quiénes sean las mujeres
individualmente. Todas ellas son igualmente vulnerables a la violación y el maltrato, como
las niñas al incesto. Las mujeres más pobres son más vulnerables ante la prostitución, que
es básicamente una forma de explotación sexual intolerable para la sociedad igualitaria por
la cual luchamos.

Parte de lo que tenemos que hacer en esta resistencia de la que estoy hablando es negarnos
a colaborar con el poder masculino, negarnos a ser usadas por él, negarnos a ser sus chicas
de la primera línea, negarnos a colaborar con él para hacer nuestras vidas un poco más
fáciles. Negarnos a colaborar con él incluso cuando esa sea la forma de conseguir un lugar
para hablar en esta sociedad. Un ventrílocuo podría estar moviendo tu boca si eres una
mujer al frente del poder masculino. No estás trabajando en nombre de tus hermanas, estás
trabajando para los muchachos. Y estás haciendo que les sea más fácil lastimar a otras
mujeres. Es muy difícil no colaborar con el poder masculino porque es omnipresente, está
en todas partes.
Parte de tener una resistencia feminista al poder masculino incluye expandir la base de esa
resistencia a otras mujeres, a mujeres con las que tienes poco en común, a mujeres con las
que no tienes nada en común. Implica un diálogo activo y proselitista con mujeres que
tienen diferentes puntos de vista políticos porque sus vidas valen lo mismo que la tuya. Por
ese motivo.

Tenemos que superar las barreras políticas convencionales, las líneas que los varones han
trazado para nosotras. “Nuestras chicas están ahí; las llamemos demócratas, las llamemos
socialistas, las llamemos como queramos llamarlas. Aquellas chicas están allá; esas son sus
chicas. Las chicas de nuestro lado no tienen permitido hablar con las chicas del lado de
ellos.” Bueno, si las chicas de cada lado hablarían con las chicas del otro lado, es posible que
descubran que están siendo engañadas del mismo modo por el mismo tipo de hombres.

Y así, cuando miramos la experiencia real de las mujeres (algo que hacemos las feministas
y que no hace la derecha ni la izquierda) ¿qué encontramos? Encontramos que las mujeres
de todo el espectro político, independientemente de su ideología, son violadas y
maltratadas dentro y fuera del matrimonio. Encontramos que una gran cantidad de mujeres
adultas ha sido víctima de incesto, incluso que la tasa de incesto está creciendo en nuestro
país. En este momento, los expertos creen que cada año hay dieciséis mil casos nuevos de
incesto padre/hija, y este es sólo un tipo de incesto.

La experiencia real de las mujeres incluye prostitución y pornografía, cuando analizamos la


experiencia real de las mujeres (y rechazamos el pábulo con que nos alimentan los chicos
de ambos lados diciéndonos qué pensar y cómo son nuestras vidas) lo que encontramos,
por ejemplo, cuando analizamos la pornografía, es que podemos rastrear su uso en el abuso
sexual de generaciones anteriores. Podemos tomar generaciones de mujeres: niñas,
jóvenes, madres, abuelas. La pornografía no tenía que estar por todas las calles para ser una
parte funcional del abuso sexual de las mujeres en esta sociedad. Sólo les estoy recordando
lo que ya saben: la mayoría de los abusos sexuales a mujeres ocurren en privado. Se llevan
a cabo en lugares donde, realmente, no podemos verlo. Y el asombroso logro del
movimiento de mujeres fue decir: “Ya no respetamos tu privacidad, violador”

Las mujeres están aisladas en sus hogares. Esto no es decir que las mujeres no puedan salir;
las mujeres pueden salir. Pero las cosas que les pasan a las mujeres, en su mayoría, suceden
en el hogar. El hogar es el lugar más peligroso para las mujeres en esta sociedad. Son más
las mujeres asesinadas en sus hogares que en cualquier otro lugar. Una mujer casada o que
vive con su pareja es golpeada en este país cada dieciocho segundos. El hogar es un lugar
peligroso para las mujeres.

Antes del movimiento de mujeres, las mujeres que fueron violadas y las que fueron
golpeadas no sabían que alguien más había pasado por eso. Le había ocurrido a ella sola en
todo el mundo. ¿Por qué? Por algo que ella hizo; porque ella era de alguna manera; por algo
que ella hizo mal; porque ella era mala en algún sentido. El problema —la violencia— era
eficazmente ocultado por la supremacía masculina. El hecho era que se podía caminar una
cuadra en una ciudad y encontrar un gran número de mujeres que habían tenido
precisamente las mismas experiencias de violencia masculina contra ellas por la misma
razón. Y la razón, en realidad hay una única razón, es que son mujeres. Es eso, son mujeres.
La sociedad está organizada no sólo para castigar a las mujeres, sino para proteger a los
varones que castigan a las mujeres. Y eso es lo que estamos tratando de cambiar.

Ahora, en términos de lidiar con la derecha, la izquierda y el odio a las mujeres, quiero
hablarles especialmente sobre pornografía y algunas de las estrategias donde la derecha y
la izquierda se unen para cuidar la pornografía, mantener la subordinación de las mujeres
a través de la misma y resguardar el abuso sexual que genera.

La pornografía existía en los hogares y fue utilizada en abusos sexuales. Estaba disponible
para varones en grupos de varones solamente. Muchas de nosotras crecimos, si tenemos
cuarenta o cincuenta años, sin ver pornografía. No saturaba el ambiente como lo hace
ahora. Como resultado, siempre faltaba una pieza cuando, más tarde, como feministas
tratábamos de entender el abuso sexual. Nunca hubo un modo de entender cómo se
transmitieron todos esos hábitos de los violadores y las formas de abusar de las mujeres, o
cómo se transmitieron todas las “causas” del abuso. ¿Cómo aprendieron los varones? Las
enseñanzas no cayeron del cielo, no creemos que haya sido así. Supongo que algunas
personas sí lo creen: bajaron con los Diez Mandamientos; esta es la forma en que la golpeas,
esta es la forma en que la atas.

Pero no creemos que sea así. Entonces: tenemos a las mujeres como propiedad privada,
adquiridas por los varones, en casas, aisladas. Y luego, para lidiar con el llamado problema
de la pornografía, tenemos algo llamado leyes de obscenidad. Lo que estas leyes hacen
cuando funcionan en la sociedad es ocultar la pornografía a las mujeres y los niños. Nos
impiden verla. No impiden que los varones la usen en nosotras para el abuso sexual. Ellos
pueden conseguir pornografía y usarla, pero nosotras no podemos verla, hablar sobre ella
u organizarnos, ni aprender todo lo que podamos aprender acerca de cómo funciona la
supremacía masculina. No podemos hacer eso.

Uno de los modos en que la estructura social protege la supremacía masculina es la


estrategia de la derecha de usar leyes de obscenidad para mantener la pornografía en
secreto para las mujeres, pero disponible para los varones, tanto como para los individuos
como para los grupos exclusivamente de hombres.

Tenemos esta extraña noción que aparece en el movimiento de mujeres de vez en cuando
(es una gran trivialización de nuestras vidas, y además es incorrecta) de que en el mundo
hay una división real de las mujeres en mujeres buenas y mujeres malas. Y tenemos algunas
mujeres de izquierda que, muy orgullosas, quieren ser reconocidas, percibidas y
consideradas malas, muy malas. Ahora, la realidad es que puedes hacer todo lo posible para
ser una buena mujer en esta sociedad, pero cuando estás en casa con el marido que
sedujiste con tu conformidad de ser lo que en apariencia es una buena mujer, cuando él
empieza a golpearte, lo hace porque eres mala. La premisa subyacente en esta sociedad es
que todas las mujeres son malas, que tenemos una naturaleza que es mala y que
merecemos ser castigadas. Puedes ser la mujer más mala de la izquierda (lo que significa
ser una buena mujer desde el punto de vista de la izquierda) y cuando el izquierdista
empieza a golpearte, lo hace porque eres una mujer, porque eres mala del modo en que
una mujer es mala, no del modo en que el izquierdista es malo; eres mala porque eres mujer
y mereces ser castigada.

Pueden verlo manifestado en las instituciones. Les pido que lo consideren en relación con
la pornografía, porque en la pornografía no hay nada que pueda hacerse a una mujer que
la castigue lo suficiente por ser mujer. Y la naturaleza misma de su ser es que obtiene placer
sexual al ser castigada. No tienes que pedir ser una chica mala, vives bajo la supremacía
masculina: eres mala. Eres mujer; lo que es odioso en ti (en ti, definiéndote) es el motivo
que los varones tienen para lastimarte. Ese es el motivo por el que no dicen: “estoy
golpeando a un ser humano y estoy lastimando a ese ser humano”. Dicen: “Estoy castigando
a una perra, estoy castigando a una puta.” Dicen lo que dice la pornografía: “realmente te
gusta, ¿no? hay algo en ti que realmente… realmente te da placer”.

Después, cuando pides ayuda, pensando que eres una persona a la que no le gusta ser
lastimada, el psicólogo dice: “pero en realidad te gustó, ¿verdad?”. Tú dices: “Maldición,
no. No es así”. Y él te dice “Bueno, no estás siendo honesta y ciertamente no te conoces
muy bien”. Acudes a tu guía espiritual, tu instructor de yoga, y él es capaz de decirte lo
mismo. Es un poco desalentador, ¿no?. Incluso la gente en estado vegetativo cree que si
eres mujer, eres mala.

Se supone que tenemos una naturaleza que anhela el abuso. La pornografía consiste en
castigarnos hasta el punto de la aniquilación por ser mujeres, y tanto la derecha como la
izquierda tienen un papel que desempeñar en la protección de la pornografía. Actúan en
conjunto para asegurarse de que seamos castigadas. La lucha pública que siempre tienen
es, desde nuestro punto de vista y para nuestros propósitos, una distracción. Cada facción
hace su parte para mantenernos debajo, y lo importante es entendamos qué parte es esa.

Lo que sucede en torno a las leyes de obscenidad es que los jueces de derecha, estas
personas autoritarias que supuestamente odian la pornografía más que a cualquier otra
cosa en el mundo han establecido la fórmula legal que protege la pornografía. Al definir la
obscenidad, han establecido el método que los pornógrafos utilizan para proteger
legalmente el material que publican. La Corte Suprema dice: “Hazlo de esta manera, de esta
manera, y de esta manera. Mientras tengas esto, esto y esto no te tocaremos”. Eso es lo
que dicen esas esas leyes de obscenidad.

Y luego tenemos a nuestros maravillosos escritores vanguardistas de izquierda que se unen


y dicen: “Está bien, y proporcionaré el material socialmente redentor para que pueda
cumplir con las normas de la fórmula establecida por los varones de derecha”. Y
ocasionalmente un escritor de derecha también lo hace, William Buckley o alguien así. Él no
rechaza el dinero, las feministas rechazan el dinero. Quienes no rechazan el dinero no son
feministas.

Así que tienes este extraordinario acuerdo social entre la derecha y la izquierda, que actúan
como si estuvieran peleándose todo el tiempo, pero de hecho pueden poner cualquier
cantidad de explotación, tortura, crueldad o brutalidad de odio hacia las mujeres en sus
publicaciones; sólo lo envuelven en un escrito que cumple con el estándar establecido por
la Corte Suprema. Eso es todo lo que tienen que hacer. Apenas tienen que estar
alfabetizados para cumplir con ese estándar, y lo hacen juntos. Y si dejas que te distraigan
con la pelea de gallos pública que siempre están teniendo, olvidas el hecho de que cuando
se trata de producir el producto social llamado pornografía, la izquierda y la derecha están
de acuerdo.
El odio hacia las mujeres en la pornografía no molesta a ninguno de los dos lados. El odio
hacia las mujeres no “ofende” (por usar una palabra corriente) ni a la derecha ni a la
izquierda, tanto si las mujeres son mascotas, vaginas, conejitas o si son torturadas. Ellos
están bien con todo esto, ambos lados.

La forma en que los pornógrafos manejan realmente su negocio tiene que ver con su
relación con los gobiernos municipales en todo el país. Tenemos los supuestos buenos
gobiernos en ciudades de todo el país (demócratas y republicanos en los ayuntamientos)
que toman decisiones increíbles sobre nuestras vidas todos los días. La mayoría de nosotras
somos demasiado presuntuosas para prestarles atención, tenemos una ideología que
considerar, tenemos pescado político más importante para freír. Mientras tanto, esos
pequeños ayuntamientos que no significan nada para ninguna de nosotras les están dando
a los pornógrafos partes de nuestras ciudades.

Así que tienes a los políticos locales de pie, derecha e izquierda, denunciando la pornografía.
Los liberales están en shock, quiero decir, simplemente están paralizados, pero deben
defender la pornografía. Ellos deben hacerlo. ¿Por qué deben hacerlo? Ellos cambian el
tema. La zonificación es un permiso legal para explotar y traficar mujeres. Eso es lo que es.
No detiene la pornografía, la pone en un barrio determinado. Los pornógrafos obtienen un
vasto poder municipal porque asisten a las reuniones de la junta de zonificación, ellos y sus
abogados. Averiguan qué partes de las ciudades están programadas para el desarrollo
urbano, ya sea un centro municipal, un proyecto de viviendas o un centro comercial. Ellos
van y compran la tierra, luego la mantienen como rehén hasta que las leyes de la ciudad se
vuelven amigables para ellos y consiguen vender su producto, el odio contra la mujer, en
partes oficialmente reguladas de la ciudad. Y ¿cuáles son esas partes de la ciudad? La
mayoría de estos lugares son los lugares donde viven personas de color y algunas personas
blancas pobres.

Por ejemplo, Minneapolis es una ciudad donde el 96% de los habitantes son blancos y el 4%
de color, en su mayoría personas negras y nativos americanos. ¿Cómo llegó el 100% de la
pornografía a sus vecindarios? Quiero decir, si la estuvieras tirando desde el cielo no podrías
lograr eso.

Esto es lo que pasa: esas partes de las ciudades terminan empobrecidas, las empresas
legítimas se mudan, varones de todas partes de la ciudad vienen de noche para comprar
pornografía y cazar mujeres. Suben los delitos de violencia contra las mujeres y las niñas en
esos barrios. Nadie vendrá a esos vecindarios desde otros barrios a menos que quieran
pornografía. Así que tenemos una nueva forma de segregación en nuestras ciudades creada
por los efectos sociales de la pornografía y un aumento de la violencia contra las mujeres y
las niñas.

Aquí está el complot de la derecha y la izquierda. Tenemos a los republicanos y los


conservadores, que a veces son demócratas, hablando de valores inmobiliarios. Ellos van a
proteger los valores inmobiliarios, ¿cuáles? los de los ricos y blancos. Por eso colocan la
pornografía donde la colocan. ¿Se alza la izquierda con furia y dice “¿cómo te atreves a
hacer esto? Queremos igualdad económica. No queremos empobrecimiento”? La izquierda
no hace nada, porque mientras la derecha habla de valores inmobiliarios la izquierda está
con sus discursos.

Y así tenemos, en vastas áreas de municipios en este país, una nueva forma de segregación
creada por la pornografía. Tenemos nuevas áreas de deterioro económico creadas por la
pornografía y tenemos una nueva miseria para las personas que tienen que vivir allí.

¿Cuál es el rol del Estado en todo esto? A la gente le gusta hablar sobre el rol del Estado, es
afortunadamente abstracto. Es como leer un test de manchas de tinta: puedes decir lo que
quieras, nadie sabe nunca si tienes razón o si estás equivocada. Entonces, lo que me gustaría
decir es que tenemos un Estado particular al que podríamos observar, ese es el Estado en
el que vivimos. De hecho, podríamos prestar atención a lo que es, a cómo funciona y cómo
se originó.

Una cosa que parece estar clara es que ni la derecha ni la izquierda piensan que el rol del
Estado sea crear justicia económica o sexual. Eso parece ser fácil de ver: la igualdad ya no
es un objetivo de la izquierda si tiene que incluir a las mujeres, ha rechazado ese objetivo.
Y la igualdad nunca fue un objetivo de la derecha.

Esta es la realidad, y les ruego que piensen en esto cuando escuchen toda la mierda que
escuchen sobre la Primera Enmienda. Les ruego que piensen en esta Constitución que fue
diseñada para proteger la institución de la esclavitud, diseñada para no interferir con la
compra y venta de seres humanos. No es una sorpresa que este Estado, regulado por esta
Constitución, sea profundamente insensible a los delitos que involucran la compra y venta
de personas.
Y les recordaré que los padres fundadores fueron, muchos de ellos, dueños de esclavos,
pero especialmente que James Madison, quien escribió la Primera Enmienda, no sólo era
dueño de esclavos sino que se jactaba de que podía gastar 12 o 13 dólares al año en su
mantenimiento y ganar de cada esclavo 257 dólares por año.

La Primera Enmienda no tiene nada que ver con la protección de los derechos de las
personas que históricamente han sido esclavizadas en este país. Y no es sorprendente que
en este momento proteja a personas que compran y venden personas: la Primera Enmienda
protege a los pornógrafos. Se nos dice que su libertad de expresión fortalece nuestra
libertad de expresión. Ustedes verán, toman a una de nosotras o diez o treinta, nos ponen
mordazas en la boca, nos cuelgan de algo y nuestra libertad de expresión se fortalece.
Desafía la lógica pero ellos siguen diciendo que es cierto. Yo sigo diciendo que no es verdad.

Entendamos que vivimos en un país donde los tribunales protegen activamente la


pornografía y su negocio. Cuando se aprobó la ordenanza de derechos civiles en
Indianápolis, la ciudad fue demandada una hora después por haberla aprobado. Por
aprobarla. Ni siquiera fue utilizada, sólo por haberla aprobado.

El primer juez en el tribunal federal de distrito era una jueza designada por Reagan, una
mujer de derecha. Ella dijo en su decisión que la discriminación sexual nunca supera en
importancia a los derechos de la Primera Enmienda. Esa es la posición de la derecha: la
Primera Enmienda es más importante que cualquier daño que se esté haciendo a las
mujeres. Esta decisión luego fue apelada. Otro juez designado por Reagan, Frank
Easterbrook, escribió la decisión del tribunal de apelaciones en contra de la ordenanza. Dijo
que la pornografía hizo todo lo que nosotras dijimos que hizo: dijo que promovía la violación
y las lesiones, que llevó a un salario más bajo para las mujeres, a los ataques, insultos y
lesiones contra las mujeres. Y luego dijo que eso demostraba el poder de la pornografía
como discurso. Su capacidad para herir a las mujeres demostró su poder como discurso y
fue la razón por la que tuvo que ser protegida. Un libertario de derecha designado por
Reagan.

Entonces si tu teoría es que la derecha está en contra de la pornografía y usará cualquier


medio a su alcance para evitar que la pornografía exista, me parece que la realidad te obliga
a cambiar tu teoría por ser incorrecta. Tanto la derecha como la izquierda están de acuerdo
en que una mujer a la que se cuelga de algo es el discurso de alguien. El discurso de alguien.
Y esto significa que hay una nueva forma en la que las mujeres son legalmente esclavas.
¿Entiendes que una vez que somos el discurso de los varones, somos su propiedad en la era
de la tecnología? Una vez tecnologizadas, una vez que el abuso contra nosotras es
tecnologizado, legalmente somos de su propiedad.

Se supone que la izquierda no valora demasiado el libre mercado. Quiero decir, el libre
mercado no es una idea de izquierda ¿verdad? Es decir, el libre mercado significa que
vendes lo que puedes vender en grandes cantidades y subes los precios al máximo y
obtienes la mayor ganancia posible. Y el mercado te dice lo que es popular y lo que no lo
es, qué puedes hacer y qué no. Y si muere mucha gente porque no valen mucho, esto es
así, porque en el libre mercado compiten los valores más altos.

Ahora, puede que hayas oído hablar a mucha gente de izquierda sobre algo que llaman “el
libre mercado de las ideas”. Verás, no sólo se supone que vendas cerdos, ganado, cebollas,
manzanas y autos en el libre mercado. Hay un libre mercado donde las ideas compiten. Las
buenas ideas ganan y las malas ideas pierden.

Podrían pensar, como lo hice yo, que una idea es inefable y no es una mercancía. Quiero
decir, no puedes sacarla del aire y ponerla en el mercado para venderla y decir: “Pesa esta
cantidad y la estoy vendiendo por libra”. Resulta que si se rastrean las ideas de las que habla
la izquierda, se refieren a mujeres. Se refieren a mujeres que son cosificadas, usadas y
explotadas en pornografía. Eso es el “libre mercado de ideas”. Y las ideas se parecen
curiosamente a nosotras: somos las ideas y ellos tienen un libre mercado en nosotras,
amigas. Tienen un libre mercado en nosotras.

La verdad es que la opresión es una realidad política. Es una situación de alianzas de poder
en el que ciertas personas están en la parte inferior y son explotadas y utilizadas por
personas que están en la parte superior, encima de ellas. En este país, donde todo tiene
que ser psicologizado y también utilizado por los sociólogos, no hablamos de la opresión
como una realidad política. En cambio, hablamos de personas que son víctimas. Decimos
“Fulana fue victimizada”, “Fulana fue víctima de una violación”. Con suma razón, es una
palabra correcta. Si te violaron, te victimizaron. Es malditamente cierto, fuiste víctima. No
significa que seas una víctima en el sentido metafísico, en tu estado del ser, como parte
intrínseca de tu esencia y existencia. Significa que alguien te lastimó, que te hirieron.

Y si te sucede sistemáticamente porque naciste mujer, significa que vives en un sistema


político que usa el dolor y la humillación para controlarte y lastimarte. Ahora, una de las
cosas que nos ha sucedido es que muchas personas han dicho que no somos víctimas sino
que nos sentimos victimizadas. Lo sentimos, es un estado de ánimo, es un estado de
exageración emocional. Lo sentimos, no es que nos haya pasado algo, es que tenemos un
mal estado de ánimo. Y las feministas somos responsables de ese estado de ánimo, porque
hacemos que las mujeres se sientan victimizadas.

Señalar que en este país hay una violación cada tres minutos y que una mujer es golpeada
cada dieciocho segundos es muy malo para las mujeres porque las hace sentir víctimas. Y
se supone que no debemos ser malas y hacer que las mujeres se sientan mal. Esta es la
mierda mental suprema: elimina todas las bases sobre las que podemos afirmar: “Tenemos
un problema político, tendremos que cambiar la sociedad en la que vivimos para
encontrarle una solución política”.
Si tomas un grupo de personas y de repente descubres que una de ellas es golpeada cada
dieciocho segundos, que otra es violada cada tres minutos, que diez mil millones de dólares
al año se gastan en verlas violar por diversión, verlas ser explotadas, cosificadas y violadas
por diversión y no te sientes un poco maltratada, me refiero un poco exhausta por eso, me
parece que una no sólo sería una víctima, sino una muerta en vida, totalmente insensible e
ingenua.
La explotación es real e identificable, luchar contra ella te hace fuerte, no débil. La violación
sexual es real e intolerable, luchar contra ella te hace fuerte, no débil. El odio hacia las
mujeres es real, se sistematiza en la pornografía y en actos de violencia sexual contra las
mujeres, combatirla te hace fuerte, no débil. Y tanto la derecha como la izquierda —ya sea
si Phyllis Schlafly da una conferencia sobre cómo si hubieras sido casta y virtuosa no te
habrían acosado sexualmente o si la izquierda te explica que deberías celebrar tu sexualidad
y olvidarte de la violación, olvídate, no tengas una mala actitud, no te sientas una víctima—
ambas quieren que las mujeres acepten el status quo, que vivan en este estado de cosas y
no organicen la resistencia política de la que hablé anteriormente. Porque el primer paso
para resistir la explotación es reconocerla, verla, comprenderla y no mentir acerca de tu
posición.

El segundo paso es preocuparte lo suficiente por otras mujeres: si hoy estás bien y ayer
estuviste bien pero tu hermana que colgaron del árbol no está bien, irás a la distancia para
bajarla.

El feminismo es la oposición al odio contra la mujer para lograr una sociedad


verdaderamente igualitaria. No puede existir un movimiento de mujeres que esté enraizado
en las defensas políticas del odio hacia las mujeres. No son feministas quienes piensan que
el odio hacia las mujeres está bien. No lo son. Tampoco son feministas quienes piensan que
está bien a veces, aquí y allá, cuando a ellas les gusta, cuando lo disfrutan, cuando
encuentran placer en ello —especialmente en lo sexual. Y no son feministas quienes
piensan que el odio hacia las mujeres es muy malo en algunas situaciones pero está bien en
la pornografía porque causa orgasmos. La pornografía causa orgasmos en quienes odian a
las mujeres, claro que sí. Y no son feministas quienes odian tanto a las mujeres para creer
que nuestra explotación es sólo un discurso o una idea. Quienes creen que las mujeres no
son personas o que las mujeres en pornografía no son seres humanos, no son feministas.
No son feministas quienes encubren a quienes odian a las mujeres, a aquellos que producen
el odio hacia las mujeres, a quienes producen pornografía y a aquellos que celebran el sexo
de odio contra las mujeres.

Me gustaría ver en este movimiento un retorno a lo que llamo el primer feminismo. Es muy
sencillo: significa que cuando algo lastima a las mujeres, las feministas están en contra. El
odio contra las mujeres hiere a las mujeres. La pornografía es el odio contra las mujeres, la
pornografía lastima a las mujeres. Las feministas están en contra de la pornografía, no con
ella.

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