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GUIA DE APRENDIZAJE

Género Narrativo
I. Lee el siguiente texto:

“Nosotros, de un vistazo, percibimos tres copas en una mesa; Funes, todos 1.


los vástagos y racimos y frutos que comprende una parra. Sabía las formas B
de las nubes australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos
ochenta y dos y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro
en pasta española que sólo había mirado una vez y con las líneas de la
Batalla espuma que un remo levantó en el Río Negro la víspera de la acción del
argentin
Quebracho. Esos recuerdos no eran simples; cada imagen visual estaba
a (1846)
ligada a sensaciones musculares, térmicas, etc. Podía reconstruir todos los
sueños, todos los entresueños. Dos o tres veces había reconstruido un día
entero; no había dudado nunca, pero cada reconstrucción había requerido
un día entero. Me dijo: Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán
tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo. Y también: Mis
sueños son como la vigilia de ustedes. Y también, hacia el alba: Mi
memoria, señor, es como vaciadero de basuras. Una circunferencia en un
pizarrón, un triángulo rectángulo, un rombo, son formas que podemos intuir
plenamente; lo mismo le pasaba a Ireneo con las aborrascadas crines de un
potro, con una punta de ganado en una cuchilla, con el fuego cambiante y
con la innumerable ceniza, con las muchas caras de un muerto en un largo
velorio. No sé cuántas estrellas veía en el cielo.”

Funes el memorioso (Jorge Luis Borges)


usca en un diccionario las palabras subrayadas y anota su significado al
lado del texto, siguiendo el ejemplo.

2. Según el narrador del texto, ¿cuál es la característica especial que


diferencia a Funes de nosotros? Contesta a partir de ejemplos tomados del
texto.

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II. Lee el siguiente texto:

Bebieron un café. Pero no habían salido del trance, había que hacer algo de
mayor audacia, y caminaron hacia el pórtico de San Francisco. Se produjo un
corto cambio de palabras respecto a cuál era el edificio más alto de esa parte de
la Alameda, y se inclinaron finalmente por el contiguo a la Casa Central de la
Universidad. Se detuvieron ante el portal, saludaron respetuosamente al portero
que dormitaba en una silla de paja y subieron riendo hasta el último piso.
Husmearon dentro de una pieza donde zumbaban las máquinas del ascensor, y
salieron a la azotea. Resolvieron que el edificio no era lo suficientemente alto.
Subieron a cuatro edificios más. En la azotea del quinto, Pedro dijo, "Hemos
estado en otros más altos. ¡Pero no importa!" Los avisos de neón en el muro,
funcionando con persistencia cansina, les tiñeron el rostro de colores lívidos.
Abajo pasaban trolebuses vacíos y transeúntes escasos. Pedro se sentó en el
parapeto y girando sobre sí dejó colgar las piernas hacia fuera; asió el mohoso
riel de metal que corría sobre el parapeto y le pasaba bajo los muslos; taconeó
contra el muro, una risa congelada en el rostro verde: había tirado un cigarrillo a
medio fumar que caía lentamente a la calle despidiendo chispas. Miguel sintió el
hombro de Rodolfo contra el suyo y vio su mano alargarse hacia Pedro: Pero la
mano no osó tocar a Pedro. Entonces Rodolfo se abalanzó hacia adelante: Pedro
había cambiado casi sin ruido de posición, y se descolgaba hacia la calle, diez
pisos más abajo, asido por las manos a la barra de metal del parapeto.
1. Busca en un diccionario las palabras subrayadas y anota su significado al
lado del texto, siguiendo el ejemplo.
La casa de algarrobo (Cristián Huneeus)
2. ¿Qué hizo Pedro en la azotea del edificio? Contesta a partir de ejemplos
del texto.

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III. Lee el siguiente texto:

Recién horas más tarde pude hacer una reconstrucción más o menos fiel de la
cara de la médica. La hice apremiado por la curiosidad de Tellas, para
consolarla del escándalo de no haberme acompañado. Primero habíamos ido
a comprar la pomada a la farmacia del puerto. Era la misma en la que nos Pueblo de
habíamos presentado al poco tiempo de llegar a Saint-Nazaire, con el Francia
enérgico pero infructuoso propósito de descubrir las drogas legales del lugar.
Tellas balbuceaba nuestras pretensiones en castellano, yo las traducía al
francés, y los ojos de la farmacéutica, una mujer madura cuyas larguísimas
uñas nunca dejaron de repiquetear sobre el mostrador de vidrio, viajaban de
la intriga a la sospecha con una única y rápida escala en el desconcierto.
Abrumada por la prudencia ávida de nuestras consultas, apenas había atinado
a desplegar sobre el mostrador un repertorio perfectamente inocuo de
aspirinas, de energizantes a base de hierbas, de suplementos nutritivos.
Como proselitista de la naturaleza era irreprochable. Nuestra sed, por
desgracia, era puramente química. Esta vez, el nombre inofensivo de la
pomada, y sobre todo nuestra falta de rodeos al pedirla (Tellas permaneció
callada, absorta en una vistosa línea de calzado ortopédico), disiparon la
mueca de horror que le había desdibujado la cara cuando nos vio entrar. De
la farmacia fuimos al departamento, donde Tellas llevó a cabo la primera
aplicación mientras me exigía un pormenorizado informe de la consulta.
Recién entonces, con el quiste untado de pomada, el identikit de la médica se
dibujó en mi memoria. Tenía los ojos de dos colores distintos, lo que daba a
su mirada un aire ligeramente estrábico; una sombra tenue de vello corría
paralela a su labio superior, y un pequeño lunar liso colgaba como un aro
flotante bajo el lóbulo de su oreja izquierda.

Wasabi (Alan Pauls)

1. Busca en un diccionario las palabras subrayadas y anota su significado al


lado del texto, siguiendo el ejemplo.

2. ¿Por qué los personajes tienen problemas para comprar la pomada?


Contesta basándote en fragmentos del texto.

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¿Qué tipo de narrador presentan los textos anteriores? Contesta a partir de las
características que definen a cada uno de los narradores acompañadas de citas
del texto:
I. Funes el memorioso (Jorge Luis Borges)

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II. La casa de algarrobo (Cristián Huneeus)

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III. Wasabi (Alan Pauls)

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Lee el siguiente cuento y reconoce en el los elementos del mundo narrado.

LOS BOMBEROS

Olegario no sólo fue un as del presentimiento, sino que además siempre estuvo muy orgulloso de
su poder. A veces quedaba absorto por un instante, luego decía: “Mañana va a llover”. Y llovía.
Otras veces se rascaba la nuca y anunciaba: “El martes saldrá EL 57 a la cabeza”. Y el martes
salía el 57 a la cabeza. Entre sus amigos gozaba de una admiración sin limites.
Algunos de ellos recuerdan el más famoso de sus aciertos. Caminaban con él frente a la
Universidad cuando de pronto el aire matutino fue atravesado por el sonido y la furia de los
bomberos. Olegario sonrió de modo casi imperceptible, y dijo: “Es posible que mi casa se esté
quemando”.
Llamaron al taxi y encargaron al chofer que siguiera de cerca de los bomberos. Estos tomaron
por Rivera, y Olegario dijo: “Es casi seguro que mi casa se está quemando”.
Los amigos guardaron un respetuoso y afable silencio; tanto lo admiraban.
Los bomberos siguieron por Pereyra y la nerviosidad llegó a su colmo. Cuando doblaron por la
calle en que vivía Olegario, los amigos se pusieron tensos de expectativa . Por fin, al frente
mismo de la llameante casa de Olegario, el carro de bomberos se detuvo y los hombres
comenzaron rápida y serenamente los preparativos de rigor. De vez en cuando, desde las
ventanas de la planta alta, alguna astilla volaba por el aire.
Con toda parsimonia, Olegario bajo del taxi. Se acomodo el nudo de la corbata, y luego, con un
aire de humilde vencedor, se apresto a recibir las felicitaciones y los abrazos de su buenos
amigos.

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