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SACRAMENTOS

MANUAL BÁSICO
SACRAMENTOS

CONTENIDO:
Nos hemos apartado un poco del esquema de Manual Básico, ya que damos un orden
distinto tanto a los Sacramentos como a los puntos a tratar. Hemos sin embargo
respetado el objetivo del Manual para esta plática.
Para cada sacramento ponemos los elementos siguientes:
Definición Ministro
Base en la Sagrada Escritura Sujeto
Materia Efectos
Forma Explicación

DESARROLLO DE LA PLÁTICA
INTRODUCCIÓN:
¡Cuántas cosas hemos ido descubriendo en esta Jornada! Sabemos que Dios nos ha
creado por amor, que Su Amor no tiene límites, y que de todas las creaturas que Dios
hizo, el ser humano, tú y yo, somos la más excelsa: Nos hizo a su imagen y semejanza,
inteligentes y libres, capaces de decidir y de amar. Dios nos crea por amor y para el amor,
amor que es donación, entrega de sí mismo.
En la plática sin duda más importante de la Jornada, la de la Gracia, hemos descubierto
el regalo máximo que Dios nos da por los méritos de Jesucristo: El poder de participar ya
desde ahora, de su propia divinidad y ser santos.
Pero entre el proyecto fabuloso de Dios y nuestra realidad hay un abismo llamado
pecado. Somos capaces de rechazar el maravilloso plan divino y decir no a la Gracia.
Tenemos una facilidad enorme para actuar mal, dar la espalda a Dios. Nos ganan las
pasiones. Y la prueba de ello es el álbum negro que venimos cargando desde que éramos
niños y que aumentamos día a día.
Es por eso que debemos lanzar al cielo un SOS con urgencia. En Oración y los Sacrificios.
Sin ellos no será posible la vida en Gracia. No hay cristianismo sin Oración y los
Sacrificios. Esas son dos de las siglas de S.O.S., pero falta la tercera. En realidad mi
plática y la anterior, forman un conjunto y por eso habrán notado que no hemos hecho
corrillos entre una y otra.
Falta pues, explicar la tercera letra, la S. Y da la casualidad de que es la más importante
sin comparación. Tanto la Oración como los Sacrificios, son hechos meramente humanos.
Vienen siendo como las disposiciones para poder vivir la Vida Divina. Pero falta la acción
de Dios. Si Dios no nos comunica su divinidad, nada hay que podamos hacer nosotros
para divinizar nuestra existencia. Y esta acción formidable de Dios en favor de sus

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creaturas, absolutamente indispensable y gratuita, se concreta en lo que llamamos los
SACRAMENTOS.

DEFINICION
1116 Los sacramentos, como "fuerzas que brotan" del Cuerpo de Cristo (cf. Lc 5, 17; 6, 19; 8,
46) siempre vivo y vivificante, y como acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que
es la Iglesia, son "las obras maestras de Dios" en la nueva y eterna Alianza.
Esta palabra por supuesto que ya la conoces, pero me sospecho que me sería difícil
definir que son los Sacramentos. Vamos a tratar de dejar una idea bien clara y sencilla.
Quisiera empezar con esta frase del Evangelio de San Juan:" Para que tengan vida". Así
dice Jesús: "Yo he venido para que tengan Vida, y la tengan en abundancia" (Jn.
10,10)
¿A qué "Vida" se refiere Cristo? Por supuesto a la Vida Divina.
¿Has venido para que tengamos vida, Jesús? ¡Pero si ya tenemos vida, ya estamos vivos!
¿O no? ¡Claro que no! Necesitamos la Vida Divina para estar realmente vivos! Lo que
Cristo te ofrece, y que has ido descubriendo a lo largo de esta Jornada, es precisamente
esa vocación a la Santidad, a vivir de la Vida misma de Dios. Esa Vida Divina, que
nosotros llamamos "Gracia" porque es un don de absolutamente gratuito de Dios, es lo
que Jesús ha venido a ofrecerte.
Hemos visto esta tarde no solo cual es el plan maravilloso de Dios, sino también como
podemos perder la Gracia (Pecado) y cómo podemos incrementar la Gracia (Oración y
Sacrificio).
Falta únicamente ver cómo adquirir y restaurar la Gracia cuando la perdemos. Y por eso
en este momento vamos a hablar de los SACRAMENTOS.
"Sacramento": es una palabra que proviene del griego en que fue escrito el Nuevo
Testamento, y significa "un plan secreto para conseguir un gran bien". En latín, la
palabra que tiene ese mismo significado es: "Misterio".
Los sacramentos son siete: Bautismo, Confirmación, Penitencia (Confesión), Eucaristía,
Unción de los Enfermos, Orden Sacerdotal y Matrimonio.
Empecemos pues con una definición:
SACRAMENTO:
 SIGNO EFICAZ Y SENSIBLE
 INSTITUIDO POR CRISTO
 PARA DARNOS LA GRACIA.
Veamos cada una de estas partes:
¿Qué es un signo?
Un signo es un elemento que usamos para comunicarnos. Si, por ejemplo, estando en
clase de matemáticas, yo dibujo un signo "+", sin decir nada, ustedes entienden que
significa "más".
Lo mismo con los signos "-" (menos), "x" (por) y "/" (entre). Yo no tuve que decir nada, pero
ya estábamos de acuerdo y entendemos estos signos que, por matemáticos, son muy
precisos.
Otros son menos precisos: ¿Qué significa el "agua"? Vida, limpieza... La luz de una vela?
La fe, la seguridad. Su significado depende de nuestra cultura, de nuestras tradiciones.
Dios, al hacerse hombre, se hace plenamente hombre. Incluso en nuestro lenguaje, en
nuestros signos. Nos habla a través de signos que podemos entender y por los cuales Dios
nos dice, nos comunica algo. Dios se comunica a nosotros por medio de ciertos signos para

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que por medio de los sentidos entremos en contacto con Él. El máximo signo del amor de
Dios es Cristo entero, y Él instituyó los sacramentos.

EFICAZ

¿Qué significa "eficaz"? Eficaz significa que hace Lo que dice que hace. Demos un
ejemplo: vas en tu coche y Llegas a un crucero donde hay un semáforo (Por cierto, qué
significa el rojo ("alto"); El verde? ("Siga) Y el amarillo? Acelera, ¡porque se va a poner
rojo!)
Y al llegar, el semáforo está en rojo. Pregunta: ¿El semáforo te obliga a detenerte? No,
porque si quieres te sigues de frente: La lucecita roja no te puede detener, no es eficaz.
¡La patrulla sí es eficaz! Prende sus luces, y se te pone enfrente, y te detiene: ¡Es muy
eficaz!
Un sacramento es EFICAZ porque, cuando el sacerdote dice: "Yo te Bautizo",
¡efectivamente estás bautizado! Es Dios mismo quien te bautiza. Aunque llores, aunque
patalees, ¡estás bautizado! Cuando el sacerdote dice: "Yo te absuelvo", en ese momento
Dios mismo te ha absuelto, en ese momento tus pecados están borrados, desaparecen,
dejan de existir, y nadie los puede ir a buscar.
Así pues, los Sacramentos son eficaces porque conceden al hombre alguna gracia o favor
especial de Dios, claro, en quien recibe el sacramento dignamente con las debidas
condiciones. No dependen de la santidad del ministro o de las circunstancias concretas
del acto. A veces ni siquiera de la conciencia del que la recibe. Obviamente, mientras
mayor es la disposición del que lo recibe, también mayores son las gracias recibidas.

SENSIBLE

Dios quiere que sientas, que experimentes Su Gracia. Dios quiere que sientas el agua
sobre tu frente, que sientas la mano del sacerdote sobre ti, que te perdona, que sientas el
amor de tu ser querido en el momento que se comprometen para siempre. Dios no es un
Dios lejano, está cerca de ti, está en tu corazón.

INSTITUIDO POR CRISTO

Esto puede sonar obvio, pero mucha gente dice que los sacramentos son un invento de la
Iglesia para sacarnos dinero, y que no hay pruebas de que los haya instituido Cristo.
Vamos a ver hoy cómo hay una o varias citas bíblicas para cada sacramento, donde la
Palabra de Dios expresa claramente la voluntad Divina de dejarnos estos medios
maravillosos para vivir su Gracia.

1114 "Adheridos a la doctrina de las Santas Escrituras, a las tradiciones apostólicas y al


sentimiento unánime de los Padres", profesamos que "los sacramentos de la nueva Ley fueron
todos instituidos por nuestro Señor Jesucristo" (DS 1600-1601).

PARA DARNOS LA GRACIA


Esto también parece obvio, pero ustedes saben muy bien que mucha gente se acerca a los
sacramentos sin saber qué hacen, o incluso rechazando la gracia de Dios. El ejemplo
típico es el cuate que se casa por la Iglesia "porque si no, no me la dan". Una persona así

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no está interesada en la Gracia de Dios, y, por lo tanto, lo más probable es que ni siquiera
se esté casando.
Los Sacramentos realmente santifican y renuevan internamente quien los recibe, es
decir, el hombre queda en un estado por el cual es santificado, es hecho hijo adoptivo de
Dios y heredero de la vida eterna, y PARTICIPE DE LA VIDA DIVINA.

1127 Celebrados dignamente en la fe, los sacramentos confieren la gracia que significan (cf.
Cc. de Trento: DS 1605 y 1606). Son eficaces porque en ellos actúa Cristo mismo; Él es quien
bautiza, Él quien actúa en sus sacramentos con el fin de comunicar la gracia que el sacramento
significa. El Padre escucha siempre la oración de la Iglesia de su Hijo que, en la epiclesis de
cada sacramento, expresa su fe en el poder del Espíritu. Como el fuego transforma en sí todo lo
que toca, así el Espíritu Santo transforma en vida divina lo que se somete a su poder.

1128 Tal es el sentido de la siguiente afirmación de la Iglesia (cf. Cc. de Trento: DS 1608): los
sacramentos obran ex opere operato (según las palabras mismas del Concilio: "por el hecho
mismo de que la acción es realizada"), es decir, en virtud de la obra salvífica de Cristo,
realizada de una vez por todas. De ahí se sigue que "el sacramento no actúa en virtud de la
justicia del hombre que lo da o que lo recibe, sino por el poder de Dios (S. Tomás de A., s. th.
3,68,8). En consecuencia, siempre que un sacramento es celebrado conforme a la intención de
la Iglesia, el poder de Cristo y de su Espíritu actúa en él y por él, independientemente de la
santidad personal del ministro. Sin embargo, los frutos de los sacramentos dependen también
de las disposiciones del que los recibe.

Materia y forma
También hay que saber que Cada sacramento consta de materia y forma, así por ejemplo,
la materia del bautismo es el agua limpia y la forma es: "...Yo te bautizo en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".

Carácter
Hay tres Sacramentos que imprimen carácter. ¿Qué es el carácter? Es cierta señal
indeleble (imborrable, que no se puede quitar) en el alma de una persona, es una señal
distinta de cualquier otra. De ahí que los sacramentos que imprimen carácter no se
repiten en la misma persona. Los tres sacramentos que imprimen carácter son: el
bautismo, la confirmación y el orden sacerdotal. Los cuatro restantes sacramentos no
imprimen carácter y por lo tanto si admiten la reiteración.
1121 Los tres sacramentos del bautismo, de la confirmación y del orden sacerdotal confieren,
además de la gracia, un carácter sacramental o "sello" por el cual el cristiano participa del
sacerdocio de Cristo y forma parte de la Iglesia según estados y funciones diversos. Esta
configuración con Cristo y con la Iglesia, realizada por el Espíritu, es indeleble (Cc. de Trento:
DS 1609); permanece para siempre en el cristiano como disposición positiva para la gracia,
como promesa y garantía de la protección divina y como vocación al culto divino y al servicio
de la Iglesia. Por tanto, estos sacramentos no pueden ser reiterados.

Ministro
No puede cualquier cristiano administrar válidamente todos los sacramentos, sino que
tienen ellos su propio ministro, el cual válidamente administra aunque sea indigno,
incluso si fuere pecador o hereje o cismático. Debe además ser un ministro legítimo. El
ministro debe poseer la debida intención de hacer lo que quiere la Iglesia, no puede
disimular un sacramento.
Sujeto de los sacramentos:

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Lo es el hombre que quiere y que está debidamente dispuesto.

Efectos
Cada sacramento tiene su efecto especial, que iremos conociendo.

Necesidad de los sacramentos


En general los sacramentos son necesarios para la salvación, aunque no todos para cada
uno, o en la realidad o en su deseo. Dice San Agustín en su libro de la Ciudad de Dios:
"Invisiblemente se administra un bautismo, al que no excluyó el desprecio de la religión,
sino el término de la necesidad". Por ejemplo: "El emperador Maximino deseaba ser
bautizado y mandó llamar a San Ambrosio a que lo bautizara. Pero mientras el Santo iba
de camino, el emperador se murió. Entonces San Ambrosio dijo a los familiares del
difunto: "El gran deseo que él tenía de ser bautizado reemplaza al sacramento del
bautismo. Quedó bautizado con bautismo de deseo, que también vale".
1129 La Iglesia afirma que para los creyentes los sacramentos de la Nueva Alianza son
necesarios para la salvación (cf. Cc. de Trento: DS 1604). La "gracia sacramental" es la gracia
del Espíritu Santo dada por Cristo y propia de cada sacramento. El Espíritu cura y transforma a
los que lo reciben conformándolos con el Hijo de Dios. El fruto de la vida sacramental consiste
en que el Espíritu de adopción deifica (cf. 2 P 1, 4) a los fieles uniéndolos vitalmente al Hijo
único, el Salvador.

1.- EL BAUTISMO
Definición
El bautismo es el primer sacramento, es puerta y fundamento de los demás, es decir, no
se puede recibir ningún otro sacramento si antes no se ha recibido el bautismo. El
bautismo es único (...confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados...
rezamos en el Credo). Junto con la confirmación y la eucaristía forma los Sacramentos de
la Iniciación Cristiana.
1213 El santo bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el
Espíritu (vitae spiritualis ianua) y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el
Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser
miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión (cf. Cc.
de Florencia: DS 1314; CIC can. 204, 1; 849; CCEO 675, 1): Baptismus est sacramentum
regenerationis per aquam in verbo ("El bautismo es el sacramento del nuevo nacimiento por el
agua y la Palabra", Cath. R. 2,2,5).

EL NOMBRE DE ESTE SACRAMENTO


Este sacramento recibe el nombre de bautismo en razón del carácter del rito central
mediante el que se celebra: bautizar (baptizein en griego) significa "sumergir",
"introducir dentro del agua"; la "inmersión". Este sacramento es llamado también "baño
de regeneración y de renovación del Espíritu Santo" (Tt 3, 5), o de iluminación.
Base en Sagrada Escritura
Encontramos la doctrina del Bautismo en varios pasajes muy importantes del Nuevo
Testamento. Veamos los más importantes:
En verdad, en verdad te digo, el que no nace de alto, no puede ver el reino de Dios. Jn. 3, 3.
Aquí tenemos el SIGNO VISIBLE: El AGUA, y la realidad que representa: El ESPIRITU
SANTO. Es muy bello ver cómo Dios escogió un símbolo tan importante, el agua, para
representar la VIDA DIVINA que nos da. También representa la Pureza, pues Dios nos
limpia de nuestros pecados.

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Mt.28, 20: Todo poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra. Vayan, pues,
y enseñen a todas las gentes a guardar lo que les he enseñado, y bautícenlos
en el Nombre de Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Y yo estaré con ustedes todos
los días hasta el fin del mundo.
En este pasaje San Mateo nos da la FORMULA que debe usarse en el bautismo: " en el
Nombre de Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo." Es lo que llamamos la FORMULA
TRINITARIA.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles, vemos varios pasajes donde los Apóstoles
cumplen el mandato de Cristo: San Pedro declara a la multitud conmovida por su
predicación:
Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de
Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del
Espíritu Santo (Hch 2, 38).
Otro caso:
El carcelero inmediatamente recibió el bautismo, él y todos los suyos (Hch
16, 31-33).
Materia
Agua natural
El bautismo se ha de administrar por infusión o por inmersión.
Forma
La forma del Bautismo es: "Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo".
Ministro
El ministro del Bautismo: Es ministro del Bautismo el Obispo, el presbítero y el diácono.
En caso de necesidad -peligro de muerte- cualquier persona puede bautizar con tal de que
tenga la debida intención de hacer lo que hace la Iglesia. ¿Cómo?, derramando agua sobre
la cabeza del niño y diciendo la fórmula: "Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo". (Cfr. Cat. 1256)
Sujeto
1246 "Es capaz de recibir el bautismo todo ser humano, aún no bautizado, y sólo él" (CIC can.
864; CCEO can. 679).
Efectos
Los EFECTOS del Bautismo son:
 Por el bautismo se comunica al alma la Gracia
 Nos quita el pecado original.
 Nos hace hijos de Dios.
 Nos hace miembros de la Iglesia: Es la Puerta de entrada a la gran Familia de
Dios.
 Se perdonan los pecados, especialmente el pecado original, y también los pecados
personales, con tal que el hombre consienta por su parte. El bautismo libra de la
pena temporal que se merece por los pecados y rescata del poder del diablo.
 se transforma en una nueva creatura,
 es adoptado como hijo de Dios
 es regenerado
 renacemos espiritualmente

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 Por Él somos crucificados al mundo; por la muerte de Cristo se rompe la muerte,
introducida en todos nosotros por Adán y transmitida a todo hombre, todo hombre
que nace hereda esa cédula de muerte, pero por el bautismo es liberado de ella).
1264 No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del pecado,
como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida, como
las debilidades de carácter, etc., así como una inclinación al pecado que la Tradición llama
concupiscencia, o fomes peccati: "La concupiscencia, dejada para el combate, no puede dañar a
los que no la consienten y la resisten con coraje por la gracia de Jesucristo. Antes bien 'el que
legítimamente luchare, será coronado' (2 Tm 2, 5)" (Cc. de Trento: DS 1515).
"Una criatura nueva"
1265 El bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace también del neófito "una
nueva creación" (2 Co 5, 17), un hijo adoptivo de Dios (cf. Ga 4, 57) que ha sido hecho
"partícipe de la naturaleza divina" (2 P 1, 4), miembro de Cristo (cf. 1 Co 6, 15; 12, 27),
coheredero con Él (Rm 8, 17) y templo del Espíritu Santo (cf. 1 Co 6, 19).
1266 La Santísima Trinidad da al bautizado la gracia santificante, la gracia de la justificación
que:
- lo hace capaz de creer en Dios, de esperar en Él y de amarlo mediante las virtudes teologales;
- le concede poder vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante los dones del
Espíritu Santo;
- le permite crecer en el bien mediante las virtudes morales.
Explicación
Claro que lo más importante de todo esto es que tú, ahora como joven, estés consciente de
las PROMESAS que tus padres y padrinos hicieron por ti, y que tú ahora puedes renovar.
Como lo dijo San Agustín: " De pequeño, tus padres te prestaron sus pies para venir a l
Iglesia, te prestaron su voz para decir tu fe, y te prestaron el corazón para amar a Dios".
Ya nadie hablará por ti, sino que tú mismo puedes expresar.
Estas promesas fueron:
"¿Renuncias a Satanás?
- Sí, renuncio.
- ¿Renuncias a todas sus obras?
- Sí, renuncio.
-¿Renuncias a sus seducciones?
- Sí, renuncio.
- ¿Crees en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?
-¡Sí creo!
- ¿Crees en Su Hijo Único Jesucristo, que nació de María Virgen, padeció, murió al
tercer día, y está sentado a la Derecha del Padre?
-¡Sí creo!
- ¿Crees en el Espíritu Santo, Señor y dador de Vida?
-¡Sí creo!
Como ves, no es muy difícil, y ahora que estás consciente de todo esto, tu fe será más
fuerte, y podrás vivir más profundamente La Gracia que Dios te dio en el Bautismo.

Exigencias del Bautismo


La responsabilidad que tiene un bautizado es enorme, y los compromisos que se
adquieren con el bautismo tienen una razón muy profunda en los dones maravillosos de
Dios.

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Recordemos nuevamente las principales maravillas que el bautismo produce: infunde la
Gracia regenerativa dando la vida sobrenatural, convierte al hombre en templo vivo de la
Santísima Trinidad, le hace hijo de Dios y heredero de la gloria, le hace miembro vivo de
Jesucristo, le imprime el carácter de cristiano y lo incorpora a la Iglesia, le borra el
pecado original y los actuales si los tiene, le remite toda la pena debida por los pecados.
Quien recibe todos esos dones, se comprende que llevara consigo grandes
responsabilidades. Hay dos exigencias fundamentales que surgen del Bautismo:
- Morir definitivamente al pecado.
- Vivir una vida totalmente nueva, sólo para Dios en Cristo.
San Pablo recoge estos dos aspectos en su Carta a los Romanos: 6, 2-11:
"Los que hemos muerto al pecado ¿cómo seguir viviendo en él? ¿0 es que ignoráis que cuantos
fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con Él
sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre
los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva...
Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él, sabiendo que Cristo,
una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío
sobre él. Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; más su vida, es un vivir
para Dios.
Así también vosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús."
- Morir definitivamente al pecado.. Nosotros somos hijos de Dios desde nuestro bautismo.
Es sumamente triste pensar que hay muchos "cristianos" que por cualquier tontería, o
tentación pierdan su vida sobrenatural, la vida divina: "somos realmente hijos de Dios
por la Gracia".
-Vivir una vida totalmente nueva, sólo para Dios, en Cristo. El bautizado está llamado a
vivir una vida totalmente distinta a la vida de los demás, llamado a vivir la Vida de la
Gracia, en camino hacia la patria eterna. Buscar una vida nueva quiere decir buscar las
cosas de "arriba", las cosas de Dios, buscar siempre y en todo agradar a Dios, pensar en
Dios y en todo y sólo en lo que a Él le place. De tal manera que el bautizado ya no se ha
de buscar a sí mismo en nada, sino sólo ha de estar preocupado por los intereses de
Cristo, y a Cristo lo único que le importaba y le importa es la gloria del Padre. Sólo quien
vive del todo para Dios es verdaderamente sensato y cuerdo, vivir para Dios quiere decir
ser santo, esto es lo único que vale para un bautizado: ser santo, Nuestra única
preocupación de esta vida debe ser vivir nuestra
Gracia bautismal: ser santos, hombres virtuosos que avanzan hacia la "Casa del Padre
Celestial". Esta consigna debe quedar grabada con fuego en nuestros corazones.
"Bautizado, vive tu bautismo", "Bautizado, vive solo para Cristo ".

2.- LA RECONCILIACIÓN
Hay por ahí un adagio que dice: "Dios perdona siempre, los hombres a veces...". A los
hombres nos cuesta perdonar porque amamos poco, pero Dios ama con locura y por eso
está dispuesto a perdonarnos. Dios nos ama inmensamente, hasta el grado de haberse
encarnado en Jesús y derramar toda su sangre para salvarnos del pecado, del dominio de
Satanás y de la muerte. Si descubriéramos cuanto nos ama Dios y lo horrible que es el
pecado, no pecaríamos y viviríamos llenos de gratitud, amando a Dios y a nuestros
hermanos.
Definición
La Penitencia es un verdadero sacramento del Nuevo Testamento. el sacramento de la
Penitencia es para perdonar los pecados cometidos después del Bautismo, se hace en
forma de juicio y puede repetirse.

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Base en Sagrada Escritura
En Mt, 16,19 Cristo le dice a San Pedro: "Lo que ates en la tierra quedará atado en los
cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos"
Después de resucitado, le dice a sus apóstoles: "A quienes perdonéis los pecados les
quedan perdonados. A quienes se los retengáis, les quedan retenidos"
Cristo confió el ejercicio del poder de absolución al ministerio apostólico, que está
encargado del "ministerio de la reconciliación" (2 Co 5, 18).
Materia
La Materia o cuasi-materia son los actos del penitente: la contrición (arrepentimiento), la
confesión de los pecados y la satisfacción (mejor conocida como "la penitencia" señalada
por el sacerdote para la remisión de la pena temporal).
a).- La contrición (arrepentimiento).-: La contrición: es el "dolor" del alma y la detestación
del pecado cometido junto con el propósito de no pecar en adelante; de tal modo que el
hombre querría "con toda su alma" no haber pecado. Es un acto libre y voluntario. La
contrición o arrepentimiento debe manifestarse al confesor y debe dar esperanzas
fundadas de una enmienda, en especial en lo que se refiere a la fuga de una libre ocasión
próxima
+Contrición perfecta: Es la que procede de la caridad (amor sobrenatural), pero es
ineficaz si no va unida al deseo de recibir el sacramento. Y justifica (santifica y
renueva internamente al hombre por la Gracia Santificante), siempre que se de
dicho deseo de confesarse. Este arrepentimiento perfecto no hace superflua la
confesión, sino que el pecador arrepentido ha de confesarse lo más pronto posible.
+La Contrición imperfecta o Atrición: Surge comúnmente de la consideración de la
fealdad del pecado y del miedo a las penas del infierno. La atrición no incluye
necesariamente el amor a Dios; es, sin embargo, un movimiento bueno, un acto
libre y voluntario, y también útil, que dispone a la Gracia; pero sin la recepción del
sacramento no puede santificar ni renovar internamente al hombre; en cambio,
estando atrito y confesando los pecados, sí basta para recibir la Gracia
Santificante.
b).- La confesión de los pecados.- Es la manifestación de los pecados al confesor, necesaria
por derecho divino (Cfr. Jn. 20, 22-23), y ha de ser de todos los pecados graves cometidos
después del Bautismo (y que no han sido ya perdonados directamente por el sacramento
de la Penitencia).
Los pecados deben manifestarse íntegros, según su especie, es decir, que el pecado ha de
ser expresado de forma tal que no admita inferiores subdivisiones en especies distintas
(así, no se puede decir tan solo: me acuso de un pecado contra la caridad o de un pecado
de lujuria; hay que especificar si fue de pensamiento, deseo, palabra, de tal obra, etc.,
añadiendo las circunstancias que pueden modificar su especie). En el caso de los pecados
mortales, ha de decirse siempre, además el número de veces que se cometió (si esto
resulta muy difícil -porque es difícil recordar, porque hace muchos años de la última
confesión, etc.-, ha de decirse un número aproximado; por ejemplo, alrededor de dos veces
al mes durante tres años). Aquellos pecados que involuntariamente se omitieron, deben
declararse en la próxima confesión; si el confesor pregunta si el pecado se ha convertido
ya en una mala costumbre, y así es, no ha de negarse. Esta integridad formal (decir todos
los pecados mortales que se recuerdan, según especie, género y número de veces
cometidos),
+Modo de hacer la confesión de los pecados.- La confesión debe ser externa y oral, basta
que se tenga en secreto al confesor

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Penitencia.- La satisfacción ha de imponerse con el poder que tiene el confesor, debe ser
saludable y conveniente, medicinal (que realmente se dirija a curar el mal espiritual que
ha producido el pecado), reparadora (como castigo). La reparación de los pecados es muy
necesaria para que realmente se corrija la persona; la separación ha de ir a realizar
exactamente lo contrario del vicio o peca do en el que se ha caído. El penitente debe
cumplir siempre la satisfacción que el sacerdote le ha dejado.
La satisfacción sacramental consiste en buenas obras, por las que se honra a Dios,
especialmente por la oración, limosna y ayuno, que reciben su valor de los méritos de
Cristo y también por los méritos del propio penitente.
Forma
Es una sentencia judicial pronunciada por el sacerdote con las siguientes palabras: "Yo te
absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", que
deben pronunciarse ante la presencia del penitente; a dichas palabras sacramentales se
debe el perdón de los pecados y no a la confianza que posea el penitente de que esta
absuelto.
Ministro
Es sólo el sacerdote debidamente autorizado por la autoridad competente. El ministro
tiene la obligación de guardar inviolablemente el sigilo sacramental.
Sujeto
Es la persona debidamente arrepentida y que se acerca libremente a la confesión.
Efectos
Los efectos de la confesión, a no ser que se trate de una "falsa penitencia" (la que hace sin
rechazar los pecados cometidos, o sin tener propósito de enmienda ni de conversión a
Dios), son la curación y salud espirituales, la recuperación de la justicia perdida (la
justicia perdida es la renovación interior -"hombre nuevo"- que se alcanza por el
Bautismo, pero que se puede perder por el pecado mortal); la reconciliación con Dios por
la remisión de todos los pecados cometidos después del Bautismo.
La confesión bien hecha condona también la pena eterna debida a los pecados mortales;
no siempre, en cambio, toda la pena temporal; tal remisión no acaece sin grandes llantos
y trabajos, pero se transmiten a los que devotamente reciben este sacramento una gran
paz y consolación del alma; se adquiere además la reviviscencia de todos los méritos
perdidos por el pecado.
ALGUNAS OBJECIONES MÁS COMUNES
¿Por qué tengo que decirle mis pecados a un hombre que es igual a mí o peor que yo? ¿Por
qué no se los puedo decir directamente a Dios? ¿Acaso Dios no perdona al que se
arrepiente?
La primera respuesta a todas estas preguntas es: "porque Dios quiere". Esto puede
parecer simplista, y mucha gente ya no acepta esta razón. Pero para un buen católico,
Hijo de su Padre Celestial, y que busca complacerlo en todo, la Voluntad de Dios, lo que
Dios quiere, debe tener la más grande importancia. Dios no manda las cosas solo porque
sí. El tiene sus razones, y estas son muy poderosas.
La pregunta debería ser: ¿por qué quiere Dios que me confiese? ¿Por qué no inventó otro
sistema? La respuesta es realmente muy sencilla: Dios quiere que EXPERIMENTES, que
SIENTAS Su perdón. El ha querido que una mano humana (como la de Jesús, que curaba
a los enfermos) se pose sobre tu cabeza, que tus oídos oigan esas palabras maravillosas:
"Yo te absuelvo de todos tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu
Santo".
Claro, ¡hay quienes prefieren confesarse con la pared! Se pegan a un rincón, y dicen:
"Dios, ¿me perdonas? Claro que sí, ya sabía!!!" ¿De veras crees que una confesión así sea

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plenamente sincera? Esa persona, ¿está realmente arrepentida? ¿Cómo lo sabe? ¿por qué
no pide ayuda? ¿Qué pasa si se le olvidó algo? La pared no le va a ayudar! ¡No le va a
preguntar nada! La diferencia entre la pared y el sacerdote, es que este cumple tres
funciones que la pared (o uno mismo no puede cumplir)
JUEZ: en primer lugar, el sacerdote actúa como Juez. No de la persona, pero sí del
pecado. Muchas veces no distinguimos la gravedad del pecado, y necesitamos un "experto
externo" que nos ayude a discernir. ¿Conoces la gravedad de tus pecados? ¿Quizás
cometes una y otra vez el mismo pecado: ¿Eso es grave o menos grave? No es lo mismo
decir "le saqué la lengua a mi abuelita" que ""le saqué la lengua a mi abuelita cien veces"
o que "le saqué la lengua a mi abuelita con unas pinzas"!! La pared, e incluso tu misma
conciencia no es siempre capaz de discernir la gravedad de un pecado, y por eso necesitas
la ayuda del sacerdote.
En segundo lugar, el sacerdote es MEDICO: La Gracia de Dios te puede curar! Es la
medicina más poderosa del mundo! Si estuvieras enfermo del hígado o del corazón, ¿con
quién irías? ¿Acaso no vas con el médico, incluso con un especialista? Si vas con la pared,
ella no te va a decir nada! Cuántos más debemos ir con un especialista para las
enfermedades del alma!
Otro motivo es parecido: Tal vez eso que tú crees que es pecado, ¡realmente no lo es! Caso
típico: El joven o la joven que, de niño/a, fue violado/a. Quizás fue a manos de algún tío,
padrastro, etc. ¡Y se siente culpable! Trató de decirle a alguien: ¡No le creyeron, la
regañaron, la culparon! Una persona así viene arrastrando una carga emotiva muy
fuerte, y no ha confiado en nadie. Yo te invito a que confíes en tus sacerdotes: Cuando te
acerques a confesar, especialmente en esta Jornada, ¡ábrele tu corazón! Di todo lo que
tengas que decir: Jesús te ofrece hoy la gran liberación: No desaproveches esta
oportunidad!
Finalmente, el sacerdote es, precisamente, SACERDOTE: Actúa en nombre de Dios. Te
da la Gracia Divina, cosas que ningún otro ser humano puede hacer. Tú no te puedes dar
la gracia a ti mismo: Debes acudir a otro.
Además díganme una cosa: Los sacerdotes, ¿de veras somos tan malos? ¿Somos tan
pecadores como los demás? No dudo que haya malos sacerdotes, pero en general, somos
buenas gentes: El sacerdote es un joven que ha descubierto un ideal, que también se
esfuerza por alcanzar la santidad, que no estamos exentos de culpas ni de tentaciones,
pero realmente no creo que seamos "peores que tu. ¡Somos buenas gentes! ¡Uno se mete
de sacerdote por generosidad, por deseo de ayudar a los demás!
¿Puedo comulgar sin confesarme?
Mientras estés en Gracia de Dios, ¡claro! La gente piensa que se debe confesar cada vez
que comulga, pero eso no es exacto. Hay que comulgar en gracia de Dios, y para eso es la
confesión. Mientras te mantengas en esa gracia, puedes, es más, debes comulgar
frecuentemente.
¿No le va a decir el sacerdote a otros mis pecados?
¡Ni aunque le des permiso!
El sacerdote está bajo la obligación del SIGILO sacramental: Por ningún motivo, bajo
ninguna causa puede o debe revelarlo que ha oído en confesión. Algunos han ido a la
cárcel, otros han sido martirizados (como san Juan Nepomuceno) con tal de no revelar el
secreto de confesión. Además Dios nos da la gracia de OLVIDAR lo que hemos oído!
No me acuerdo de todos mis pecados ¿Qué hago?
Tenemos la obligación de confesarnos bien, no de lanzarnos a lo tonto, sin prepararnos.
Por eso la Iglesia nos pide que hagamos un buen EXAMEN DE CONCIENCIA. Hay

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gente que se acerca a confesarse sin haberse preparado en lo más mínimo. Por eso la
confesión debe ser INTEGRA: es decir confesar todo, lo más completamente posible.
Si en verdad, con toda sinceridad, se me olvidó decir un pecado, queda perdonado, pero
debo confesarlo en la próxima confesión. Así muestro sinceramente mi deseo de
conversión. Todos los pecados quedan perdonados, así que si ya confesé un pecado no
debo repetirlo: Si Dios lo ha olvidado, yo también debo olvidarlo y vivir la Vida Nueva
que Dios me ofrece.
Me arrepiento de todos mis pecados, menos de este: ¡Qué bueno que lo hice, y lo
volvería a hacer!
Este es un ejemplo típico de cómo el pecado oscurece nuestra mente y nos impide ver con
claridad: Nos hace creer que lo malo es bueno y lo bueno malo. A veces, por deseo de
venganza u otro motivo equivocado, deseamos el mal. Pero Dios nos invita a un ideal más
elevado: alejarnos del mal y vivir en santidad: ¿Qué camino escoges?
Cuando tengas sentimientos de ese tipo, pídele a Dios que los purifique y los transforme.
¿Cómo me va a perdonar Dios, si yo no he perdonado a esa persona que me
lastimó?
No hay que confundirlos sentimientos con el perdón. A veces sentimos rencor, deseo de
venganza, pero eso no es realmente nuestro deseo. Y si lo es, no es el deseo de Dios. Dios
quiere que perdonemos, para que Él pueda perdonarnos: "en verdad les digo, que si no
perdonan de corazón a sus enemigos, Su Padre Celestial tampoco los perdonará" . Ahora
bien, Dios no pide imposibles: Si nos pide que perdonemos, es porque podemos perdonar,
claro que necesitamos de su Gracia. No olvides tampoco que Dios está aquí contigo,
ahora, y también está con esa otra persona, en este momento. Es más, Dios está presente
en el momento en que fuiste dañado, ya que él es eterno y para Él el tiempo no existe:
Por eso hay que hacer un gran acto de Fe, y decirle a Dios: Dios mío, dame la gracia de
perdonar como Tú perdonas, y llévale ese perdón a esa persona. Llévaselo ahora y
llévaselo también al pasado, para sanar de raíz todo este asunto.
Por supuesto que cuesta trabajo: Si fuera fácil no tendría chiste. Por supuesto que no
quiero, o en realidad mis sentimientos no quieren! Por eso hay que perdonar primero con
la cabeza ("Señor, mi inteligencia, mi razón ya perdonó porque Tú lo pides"), y después
con el corazón ("Señor, ayúdame a no sentir este rencor, quítame este sentimiento de
venganza y dolor").
Si todavía me acuerdo de mis pecados, o de lo que otros me hicieron, ¿significa
que no estoy perdonado o que no es perdonado?
Los humanos somos como las computadoras: No tenemos mucha inteligencia, pero
tenemos una memoria!! Dios nos dio nuestra memoria para poder aprender y crecer.
Desafortunadamente, nos acordamos también de las cosas malas, que deberíamos
olvidar.
Dios no va a borrar nuestra memoria, pero sí la va a SANAR: Hay que entregarle a Dios
esos malos recuerdos, ponerlos en sus manos una y otra vez, para que con su Gracia
vayan cicatrizando. Mucha gente, en vez de confiar en Dios, está continuamente
rascando esa "herida" recordando una y otra vez, dándole vueltas, "reabriendo la herida",
y ¡hasta echándole sal! Así nunca se va a curar.
Nuevamente, hay que tener FE: "Dios mío, creo firmemente que ya me perdonaste! Te
doy gracias por ese perdón, acepto ese perdón, y también acepto perdonar como tú me
perdonas". Y seguir adelante en el camino de la vida!
NOTA: No olvides que Jesús tenía un amigo, Pedro, que era pescador. Pues bien, Jesús tomó
un día todos los pecados del mundo, hizo una bola grande con ellos, y se subió a la barca de
San Pedro y le dijo: "Pedro, llévame a lo más hondo del lago"

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San Pedro va rema y rema, hasta que llegan a lo más profundo del mar.
Aquí está bien, Pedro.
Y Jesús tomó todos los pecados y los aventó por la borda.
Y puso un letrero que dice: "PROHIBIDO PESCAR"
¿Para qué me confieso, si voy a seguir pecando?
Otro ejemplo más de cómo el pecado nos confunde. Sería como decir: "para qué juego
futbol, si perdí el partido anterior? Un cristiano verdadero no se acobarda ni se da por
vencido. Ciertamente algunos vicios son más difíciles de vencer, pero precisamente en la
confesión encontramos la Gracia para vencerlos.
Es un engaño que puede alejarnos de la Gracia de Dios. Si has podido ver tus
debilidades, también podrás ver la forma de venderlas: ¡Confía en Dios!
¿Qué pasa si alguien muere sin confesarse (o sin recibir la Unción de los
enfermos?
Lo importante es vivir en Gracia de Dios toda nuestra vida, hasta el último instante. Lo
importante no es cómo mueres, ¡sino cómo vives! "Cómo vives, mueres" dice el dicho.
No sabemos a qué hora vendrá la muerte, por eso hay que estar siempre preparados. El
que está en Gracia de Dios no le teme a nada.

3.- EL MATRIMONIO
Dios ha creado al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza. Esto quiere decir que
están llamados a una vocación muy alta. El matrimonio feliz o el matrimonio desgraciado
no se improvisan jamás, son tanto uno como otro la cosecha de muchos años anteriores a
la vida matrimonial, cada quien cosecha lo que siembra; para el matrimonio se necesitan
todo un hombre y toda una mujer, eso es lo primero, lo fundamental para que pueda
haber "esposo" y "esposa". Aquellas personas que desde pequeñas fueron egoístas y
caprichosas, y adolescentes siguieron igual, y luego en su juventud lo mismo -con el
corazón lleno de vicios y defectos que nunca se trataron de corregir-, no vayan a pensar
que luego serán muy buenos esposos... "Nadie puede dar lo que no tiene"; si no hay todo
un hombre y toda una mujer, no podrá haber jamás un verdadero esposo ni una
autentica esposa.
La vocación de todo el que es llamado por Dios al "matrimonio" es DAR y DARSE.
¿Quieres descubrir si tu vocación es o no el matrimonio? Entrégate a lo que ahora mismo
ves claro que Dios te está pidiendo: cumple con tu deber, corrígete de tus defectos, sé más
reflexivo (a), sé valiente en todo, busca orientación de una persona experimentada y que
lleve a Dios muy metido en su corazón, haz oración...
Si la vocación del esposo y de la esposa es DAR y DARSE, es porque esto tiene un claro
objetivo según el plan de Dios. El objetivo es que los esposos han de manifestar al mundo
el gran amor de Dios. Para comprender lo que es el amor verdadero, hay que mirar a
JESUS CLAVADO EN LA CRUZ: ¡Cuánto olvido de sí mismo, cuanta entrega y donación
de sí mismo, de su propia persona; cuanta limpieza de corazón...!
Todo esto se necesita para saber amar y construir un matrimonio según el plan de Dios.
Definición

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¿Qué es el matrimonio? El matrimonio es la asociación del hombre y la mujer, constituido
por Dios, no sujeto a leyes puramente humanas; que significa la unión entre Cristo y la
Iglesia (Cfr. Ef. 5, 21-33), y fue elevado por Cristo a la dignidad de verdadero sacramento,
de suerte que el mismo contrato matrimonial es el sacramento y no puede haber contrato
válido entre cristianos que no sea al mismo tiempo- sacramento. El matrimonio es
fundamentalmente un estado de vida; una comunidad conyugal que se genera o se inicia
en la boda, porque las consecuencias y las relaciones interpersonales y jurídicas se dan
durante toda la vida de los cónyuges (por lo tanto hemos de distinguir entre el momento
en que se celebra el matrimonio boda (y la vida matrimonial).
Base en Sagrada Escritura
"Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen
una sola carne" (Gn 2, 18-25).
"De manera que ya no son dos sino una sola carne" "Lo que Dios unió, que no lo
separe el hombre" (Mt 19 ,6).
"Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí
mismo por ella, para santificarla" (Ef 5, 25-26),
Materia y forma
1626 La Iglesia considera el intercambio de los consentimientos entre los esposos como el
elemento indispensable "que hace el matrimonio" (CIC can. 1057, 1). Si el consentimiento
falta, no hay matrimonio.
1627 El consentimiento consiste en "un acto humano, por el cual los esposos se dan y se
reciben mutuamente" (GS 48, 1; cf. CIC, can 1057, 2): "Yo te recibo como esposa"; "Yo te
recibo como esposo" (OcM 45). Este consentimiento que une a los esposos entre sí,
encuentra su plenitud en el hecho de que los dos "vienen a ser una sola carne" (cf. Gn 2,
24; Mc 10, 8; Ef 5, 31).
1628 El consentimiento debe ser un acto de la voluntad de cada uno de los contrayentes,
libre de violencia o de temor grave externo (cf. CIC can. 1103). Ningún poder humano
puede reemplazar este consentimiento (CIC can. 1057, 1). Si esta libertad falta, el
matrimonio es inválido.
1629 Por esta razón (o por otras razones que hacen nulo e inválido el matrimonio; cf. CIC
can. 1095-1107), la Iglesia, tras examinar la situación por el tribunal eclesiástico
competente, puede declarar" la nulidad del matrimonio", es decir, que el matrimonio no
ha existido. En este caso, los contrayentes quedan libres para casarse, aunque deben
cumplir las obligaciones naturales nacidas de una unión precedente anterior (cf. CIC can.
1071).
1630 El sacerdote (o el diácono) que asiste a la celebración del matrimonio, recibe el
consentimiento de los esposos en nombre de la Iglesia y da la bendición de la Iglesia. La
presencia del ministro de la Iglesia (y también de los testigos) expresa visiblemente que
el matrimonio es una realidad eclesial.
1631 Por esta razón, la Iglesia exige ordinariamente para sus fieles la forma eclesiástica
de la celebración del matrimonio (cf. Cc. de Trento: DS 1813-1816; CIC can. 1108). Varias
razones concurren para explicar esta determinación:
---El matrimonio sacramental es un acto litúrgico. Por tanto, es conveniente que sea
celebrado en la Liturgia pública de la Iglesia.
---El matrimonio introduce en un ordo eclesial, crea derechos y deberes en la Iglesia
entre los esposos y para con los hijos.
---Por ser el matrimonio un estado de vida en la Iglesia, es preciso que exista certeza
sobre él (de ahí la obligación de tener testigos).

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---El carácter público del consentimiento protege el "Sí' una vez dado y ayuda a
permanecer fiel a él.
Ministro
1623 Son los esposos quienes, como ministros de la gracia de Cristo, se confieren
mutuamente el sacramento del matrimonio expresando ante la Iglesia su
consentimiento.
Sujeto
1625 Los protagonistas de la alianza matrimonial son un hombre y una mujer
bautizados, libres para contraer el matrimonio y que expresan libremente su
consentimiento. "Ser libre" quiere decir:
--no obrar por coacción
--no estar impedido por una ley natural o eclesiástica.
Efectos
Siempre visto como sacramento, el fin del matrimonio es el aumento corporal de la
Iglesia. Los efectos son: la Gracia que santifica la unión marital; con derecho a las
gracias actuales necesarias para la vida matrimonial y el triple bien: de los hijos, de la
fidelidad, de la indisolubilidad.
LOS EFECTOS DEL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO
1638 "Del matrimonio válido se originan entre los cónyuges un vínculo perpetuo y
exclusivo por su misma naturaleza; además, en el matrimonio cristiano los cónyuges son
fortalecidos y quedan como consagrados por un sacramento peculiar para los deberes y la
dignidad de su estado" (CIC can. 1134).
El vínculo matrimonial
1639 El consentimiento por el que los esposos se dan y se reciben mutuamente es sellado
por el mismo Dios (cf. Mc. 10, 9). De su alianza "nace una institución estable por
ordenación divina, también ante la sociedad" (GS 48, l). La alianza de los esposos está
integrada en la Alianza de Dios con los hombres: "el auténtico amor conyugal es asumido
en el amor divino" (GS 48, 2).
1640 Por tanto, el vínculo matrimonial es establecido por Dios mismo, de modo que el
matrimonio celebrado y consumado entre bautizados no puede ser disuelto jamás. Este
vínculo que resulta del acto humano libre de los esposos y de la consumación del
matrimonio es una realidad ya irrevocable y da origen a una alianza garantizada por la
fidelidad de Dios. La Iglesia no tiene poder para pronunciarse contra esta disposición de
la sabiduría divina (cf. CIC can. 1141).
La gracia del sacramento del matrimonio
1641 "En su modo y estado de vida, (los cónyuges cristianos) tienen su carisma propio en
el Pueblo de Dios" (LG l l). Esta gracia propia del sacramento del matrimonio está
destinada a perfeccionar el amor de los cónyuges, a fortalecer su unidad indisoluble. Por
medio de esta gracia "se ayudan mutuamente a santificarse con la vida matrimonial
conyugal y en la acogida y educación de los hijos" (LG 11; cf. LG 41).
1642 Cristo es la fuente de esta gracia. "Pues de la misma manera que Dios en otro
tiempo salió al encuentro de su pueblo por una alianza de amor y fidelidad, ahora el
Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia, mediante el sacramento del matrimonio,
sale al encuentro de los esposos cristianos" (GS 48, 2). Permanece con ellos, les da la
fuerza de seguirlo tomando su cruz, de levantarse después de sus caídas, de perdonarse
mutuamente, de llevar unos las cargas de los otros (cf. Ga 6, 2), de estar "sometidos unos
a otros en el temor de Cristo" (Ef 5, 21) y de amarse con un amor sobrenatural, delicado y
fecundo. En las alegrías de su amor y de su vida familiar les da, ya aquí, un gusto
anticipado del banquete de las bodas del Cordero:

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LOS BIENES Y LAS EXIGENCIAS DEL AMOR CONYUGAL
1643 "El amor conyugal comporta una totalidad en la que entran todos los elementos de
la persona--reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y de la afectividad,
aspiración del espíritu y de la voluntad--; mira una unidad profundamente personal que,
más allá de la unión en una sola carne, conduce a no tener más que un corazón y un
alma; exige la indisolubilidad y la fidelidad de la donación recíproca definitiva; y se abre
a la fecundidad.
En una palabra: se trata de características normales de todo amor conyugal natural, pero
con su significado nuevo que no sólo las purifica y consolida, sino las eleva hasta el punto
de hacer de ellas la expresión de valores propiamente cristianos" (FC 13).
Unidad e indisolubilidad del matrimonio
1644 El amor de los esposos exige, por su misma naturaleza, la unidad y la
indisolubilidad de la comunidad de personas que abarca la vida entera de los esposos:
"De manera que ya no son dos sino una sola carne" (Mt l9, 6; cf. Gn 2, 24). "Están
llamados a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la
promesa matrimonial de la recíproca donación total" (FC l9). Esta comunión humana es
confirmada, purificada y perfeccionada por la comunión en Jesucristo dada mediante el
sacramento del matrimonio. Se profundiza por la vida de la fe común y por la eucaristía
recibida en común.
1645 "La unidad del matrimonio aparece ampliamente confirmada por la igual dignidad
personal que hay que reconocer a la mujer y el varón en el mutuo y pleno amor" (GS 49,
2). La poligamia es contraria a esta igual dignidad de uno y otro y al amor conyugal que
es único y exclusivo.
La Fidelidad del amor conyugal
1646 El amor conyugal exige de los esposos, por su misma naturaleza, una fidelidad
inviolable. Esto es consecuencia del don de sí mismos que se hacen mutuamente los
esposos. El auténtico amor tiende por sí mismo a ser algo definitivo, no algo pasajero.
"Esta íntima unión, en cuanto donación mutua de dos personas, como el bien de los hijos
exigen la fidelidad de los cónyuges y urgen su indisoluble unidad" (GS 48, l).
1647 Su motivo más profundo consiste en la fidelidad de Dios a su alianza, de Cristo a su
Iglesia. Por el sacramento del matrimonio los esposos son capacitados para representar y
testimoniar esta fidelidad. Por el sacramento, la indisolubilidad del matrimonio adquiere
un sentido nuevo y más profundo.
1648 Puede parecer difícil, incluso imposible, atarse para toda la vida a un ser humano.
Por ello es tanto más importante anunciar la Buena Nueva de que Dios nos ama con un
amor definitivo e irrevocable, de que los esposos participan de este amor, que los conforta
y mantiene, y de que por su fidelidad se convierten en testigos del amor fiel de Dios. Los
esposos que, con la gracia de Dios, dan este testimonio, con frecuencia en condiciones
muy difíciles, merecen la gratitud y el apoyo de la comunidad eclesial (cf. FC 20).
1649 Existen, sin embargo, situaciones en que la convivencia matrimonial se hace
prácticamente imposible por razones muy diversas. En tales casos, la Iglesia admite la
separación física de los esposos y el fin de la cohabitación. Los esposos no cesan de ser
marido y mujer delante de Dios; ni son libres para contraer una nueva unión. En esta
situación difícil, la mejor solución sería, si es posible, la reconciliación. La comunidad
cristiana está llamada a ayudar a estas personas a vivir cristianamente su situación en
la fidelidad al vínculo de su matrimonio que permanece indisoluble (cf FC, 83; CIC can.
1151-1155).
1650 Hoy son numerosos en muchos países los católicos que recurren al divorcio según
las leyes civiles y que contraen también civilmente una nueva unión. La Iglesia
mantiene, por fidelidad a la palabra de Jesucristo ("Quien repudie a su mujer y se case

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con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro,
comete adulterio": Mc 10, 11-12), que no puede reconocer como válida esta nueva unión,
si era válido el primer matrimonio.
Si los divorciados se vuelven a casar civilmente, se ponen en una situación que contradice
objetivamente a la Ley de Dios. Por lo cual no pueden acceder a la comunión eucarística
mientras persista esta situación, y por la misma razón no pueden ejercer ciertas
responsabilidades eclesiales. La reconciliación mediante el sacramento de la penitencia
no puede ser concedida más que a aquellos que se arrepientan de haber violado el signo
de la Alianza y de la fidelidad a Cristo y que se comprometan a vivir en total continencia.
1651 Respecto a los cristianos que viven en esta situación y que con frecuencia conservan
la fe y desean educar cristianamente a sus hijos, los sacerdotes y toda la comunidad
deben dar prueba de una atenta solicitud, a fin de que aquéllos no se consideren como
separados de la Iglesia, de cuya vida pueden y deben participar en cuanto bautizados:
Se los exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a
perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la
comunidad en favor de la justicia, a educar a sus hijos en la fe cristiana, a cultivar el
espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios
(FC 84).
La apertura a la fecundidad
1652 "Por su naturaleza misma, la institución misma del matrimonio y el amor conyugal
están ordenados a la procreación y a la educación de la prole y con ellas son coronados
como su culminación" (GS 48, 1):
Los hijos son, ciertamente, el don más excelente del matrimonio y contribuyen mucho al
bien de sus mismos padres. El mismo Dios, que dijo: "No es bueno que el hombre esté solo
(Gn 2, 18), y que hizo desde el principio al hombre, varón y mujer" (Mt 19, 4), queriendo
comunicarle cierta participación especial en su propia obra creadora, bendijo al varón y a
la mujer diciendo: "Creced y multiplicaos" (Gn 1, 28). De ahí que el cultivo verdadero del
amor conyugal y todo el sistema de vida familiar que de él procede, sin dejar posponer los
otros fines del matrimonio, tiende a que los esposos estén. dispuestos con fortaleza de
ánimo a cooperar con el amor del Creador y Salvador, que por medio de ellos aumenta y
enriquece su propia familia cada día más (GS 50, 1).
1653 La fecundidad del amor conyugal se extiende a los frutos de la vida moral,
espiritual y sobrenatural que los padres transmiten a sus hijos por medio de la
educación. Los padres son los principales y primeros educadores de sus hijos (cf. GE 3).
En este sentido, la tarea fundamental del matrimonio y de la familia es estar al servicio
de la vida (cf. FC 28).
1654 Sin embargo, los esposos a los que Dios no ha concedido tener hijos pueden llevar
una vida conyugal plena de sentido, humana y cristianamente. Su matrimonio puede
irradiar una fecundidad de caridad, de acogida y de sacrificio.
LA IGLESIA DOMÉSTICA
1656 En nuestros días, en un mundo frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las
familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e
irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión,
Eclesia domestica (LG l l; cf. FC 21).
El matrimonio es una comunidad activa que debe satisfacer las aspiraciones de la
persona para ser mejor y más feliz.
En el seno de la familia, "los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores
de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada
uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada" (LG 11).

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1657 Aquí es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre
de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la familia, "en la recepción
de los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida
santa, con la renuncia y el amor que se traduce en obras" (LG l0). El hogar es así la
primera escuela de vida cristiana y "escuela del más rico humanismo" (GS 52, l). Aquí se
aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso
reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de su vida.
OTROS PUNTOS QUE SE PUEDEN MENCIONAR
* El amor conyugal.- El amor conyugal debe considerarse como causa existencial del
matrimonio y comprende toda la persona de los cónyuges: lo corporal en la comunicación
sexual y lo espiritual en el dialogo entre ambos. El amor de los novios es la causa del
matrimonio -debe de ser-, y se transforma en amor conyugal al casarse. El matrimonio,
como unión de dos personas, es el único modo como el amor conyugal puede desarrollarse
en toda su potencia, alcanzar su plenitud.
* Promoción integral de los consortes.- La promoción humana es más que la ayuda o
socorro mutuo que se consignan en la legislación civil como fines del matrimonio.
Ambos están comprometidos en la promoción integral humana en el matrimonio, distinta
a la que recibieron en el hogar paterno y en la educación dada en la escuela. En el
matrimonio cristiano no solo está presente la ayuda y el socorro mutuo entre consortes,
sino también la responsabilidad de lograr la santificación y salvación del cónyuge.
* Paternidad responsable.- La paternidad responsable se refiere no sólo a la
procreación, sino también al sostenimiento, educación y atención del hijo. Los padres son
responsables de la guarda y educación de los menores. Su ejercicio debe realizarse de
común acuerdo entre marido y mujer, y ambos son responsables de los resultados, de tal
manera que uno no puede ni debe de legar esta responsabilidad en el otro.
Deberes conyugales
* Débito conyugal.- Es el deber de los cónyuges de prestarse a las relaciones sexuales con
el otro por amor.
* Fidelidad.- Esta debe ser mutua. Ha de sostenerse el "si" que se dieron ante el altar de
una manera perseverante, hasta la muerte. Fidelidad también de pensamiento y de obra,
no engañar con nadie; por amor.
* Vida común.- "... serán los dos una sola carne" (Gen. 2, 24). Comunión de corazones, de
espíritu, de caracteres (cada uno impulsará al otro con ejemplo, palabra y oración para
que alcance lo que le hace falta o supere las propias deficiencias). Comunión en todo. Solo
se puede vivir si se ama.
* Mutuo auxilio y socorro.- Quienes de verdad se aman en el matrimonio, viven no sólo
ayudándose y socorriéndose, sino teniéndose infinidad de detalles y delicadezas.
* El diálogo.- De los cónyuges entre sí y el diálogo conyugal con Dios para que el
matrimonio pueda crecer más y más en el amor.
* El respeto.- Es una consecuencia obvia del amor.
* La autoridad.- Autoridad que ha de manifestar la actitud de Cristo. La autoridad como
servicio amoroso y orientado para que cada persona se desarrolle armónicamente y la
familia cumpla adecuadamente sus funciones y alcance sus fines.
PREPARACIÓN AL MATRIMONIO
1632 Para que el "Sí" de los esposos sea un acto libre y responsable, y para que la alianza
matrimonial tenga fundamentos humanos y cristianos, sólidos y estables, la preparación
para el matrimonio es de primera importancia:
El papel de los pastores y de la comunidad cristiana como "familia de Dios" es
indispensable para la transmisión de los valores humanos y cristianos del matrimonio y
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de la familia (cf. CIC can. 1063), y esto con mayor razón en nuestra época en la que
muchos jóvenes conocen la experiencia de hogares rotos que ya no aseguran
suficientemente esta iniciación: Los jóvenes deben ser instruidos adecuada y
oportunamente sobre la dignidad, tareas y ejercicio del amor conyugal, sobre todo en el
seno de la misma familia, para que, educados en el cultivo de la castidad, puedan pasar,
a la edad conveniente, de un honesto noviazgo vivido, al matrimonio (GS 49, 3).
Para reflexionar:
¿Te has preocupado seriamente por plantar en tu vida virtudes muy necesarias para
saber amar?
¿Has empezado "YA", sinceramente, a matar tus vicios y así poder descubrir si Dios te
llama al matrimonio y ser capaz de responder a esa vocación tan hermosa?
No respondas simplemente sí o no, se valiente y procura dar una respuesta más
profunda, una respuesta en la que vaya incluido el cambio de tu vida, porque amar
supone: "No vivir para sí mismo".
Te propongo tres campos de entrenamiento para aprender a amar:
* Tu familia.- Ama, respeta, obedece, sacrifícate, ora. Sé limpio y honrado. Tú
puedes descubrir un sinnúmero de detalles con un poco de reflexión.
* Tu deber (escuela o trabajo).- Cúmplelo con responsabilidad, con diligencia, con
puntualidad, con perfección, con amor...
* Una sana amistad.- Busca agradar a los demás, alegrarlos, colaborar con ellos,
comentar positivamente las cosas para estimularte a la virtud. Dispón todas las
energías de tu corazón y de tu cuerpo para el bien y la verdad, para el dominio de
ti mismo. Busca amigos(as) limpios de alma y cuerpo, pero sobre todo procura ser
verdadero amigo: leal, sincero, valiente, sacrificado, dando buen ejemplo,
estimulando a los demás,

4.- LA CONFIRMACIÓN
La confirmación es un verdadero y propio sacramento, por medio de él se recibe al
Espíritu Santo para darnos fortaleza y valor para proclamar y vivir nuestra religión ante
los demás, como auténticos testigos de Cristo, propagadores y defensores de la fe.
El sacramento de la confirmación los une más íntimamente a la Iglesia y los enriquece
con una fortaleza especial del Espíritu Santo. De esta forma se comprometen mucho más,
como auténticos testigos de Cristo, a extender y defender la fe con sus palabras y sus
obras" (LG 11; cf. OCf, Praenotanda 2).
Base en Sagrada Escritura
El descenso del Espíritu Santo sobre Jesús en su bautismo por Juan fue el signo de que
Él era el que debía venir, el Mesías, el Hijo de Dios (cf. Mt 3, 13-17; Jn 1, 33-34).
En repetidas ocasiones Cristo prometió esta efusión del Espíritu (cf. Lc 12, 12; Jn 3, 5-8;
7, 37-39; 16, 7-15; Hch 1, 8), promesa que realizó primero el día de Pascua (Jn 20, 22) y
luego, de manera más manifiesta el día de Pentecostés (cf. Hch 2, 14). Llenos del Espíritu
Santo, los Apóstoles comienzan a proclamar "las maravillas de Dios" (Hch 2, 11) y Pedro
declara que esta efusión del Espíritu es el signo de los tiempos mesiánicos (Hch 2, 17-18).
Los que creyeron en la predicación apostólica y se hicieron bautizar, recibieron a su vez el
don del Espíritu Santo (cf. Hch 2. 38).
Materia
Debe confirmarse con el crisma: compuesto de aceite y bálsamo, bendecido por el obispo.
Quien pone su mano sobre la cabeza del que va a ser confirmado y lo unge en la frente
con el santo crisma
Forma
19
1300" El sacramento de la confirmación es conferido por la unción del santo crisma en la
frente, hecha imponiendo la mano, y con estas palabras: Accipe signaculum doni Spiritus
Sancti (recibe por esta señal el don del Espíritu Santo)" (Pablo VI, cons. ap. Divinae
consortium naturae).
Ministro
El ministro ordinario de la confirmación es el Obispo; también administra válidamente
este sacramento el sacerdote dotado de facultad por el derecho común o por concesión
peculiar de la autoridad competente. Para los que se encuentran en peligro de muerte, el
párroco, e incluso cualquier sacerdote puede confirmarlos.
Sujeto
1306 Todo bautizado, aún no confirmado, puede y debe recibir el sacramento de la
confirmación (cf. CIC can. 889, 1). Puesto que bautismo, confirmación y eucaristía forman
una unidad, de ahí se sigue que "los fieles tienen la obligación de recibir este sacramento
en tiempo oportuno" (CIC, can. 890), porque sin la confirmación y la eucaristía, el
sacramento del bautismo es ciertamente válido y eficaz, pero la iniciación cristiana queda
incompleta.
1310 Para recibir la confirmación es preciso hallarse en estado de gracia. Conviene
recurrir al sacramento de la penitencia para ser purificado en atención al don del
Espíritu Santo. Hay que prepararse con una oración más intensa para recibir con
docilidad y disponibilidad la fuerza y las gracias del Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14).
Los padrinos del confirmando: En la medida de lo posible tenga el confirmando un
padrino, a quien corresponde procurar que se comporte como verdadero testigo de Cristo
y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al sacramento. Para que alguien pueda
ser padrino es necesario que cumpla las mismas condiciones que se requieren para ser
padrino de bautismo. Es conveniente que se escoja como padrino a quien asumió esa
misión en el bautismo.
Efectos
Este sello del Espíritu Santo marca la pertenencia total a Cristo, la puesta a su servicio
para siempre, pero indica también la promesa de la protección divina en la gran prueba
escatológica (cf. Ap 7, 2-3; 9, 4; Ez 9, 4-6).
Es la efusión plena del Espíritu Santo, como fue concedida en otro tiempo a los Apóstoles
el día de Pentecostés.
1303 Por este hecho, la confirmación confiere crecimiento y profundidad a la gracia
bautismal:
- nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir "Abbá,
Padre" (Rm 8, 15);
- nos une más firmemente a Cristo;
- aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo;
- hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia (cf. LG 11);
- nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe
mediante la Palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar
valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz (cf.
DS 1319; LG 11, 12).
1304 La confirmación, como el bautismo del que es la plenitud, sólo se da una vez. La
confirmación, en efecto, imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el "carácter"
(cf. DS 1609), que es el signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su
Espíritu revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo (cf. Lc 24,48-49).

20
1305 El "carácter" perfecciona el sacerdocio común de los fieles, recibido en el bautismo,
y "el confirmado recibe el poder de confesar la fe de Cristo públicamente, y como en
virtud de un cargo (quasi ex officio)" (S. Tomás de A. s. tn. 3, 72, 5, ad 2).
Explicación
Exigencias de la Confirmación: Anotamos aquí algunas de las más importantes:
a).- La confirmación nos obliga a adquirir una buena cultura religiosa, que es condición
indispensable para defender la fe y no dejarse atrapar por tantos errores y confusión
b).- La confirmación también nos obliga a vencer el respeto humano, el qué dirán, la
cobardía, pues para proclamar y vivir públicamente nuestra fe es necesario ser valientes
y tener celo y ardor por sólo agradar a Cristo, le pese a quien le pese.
c).- La confirmación nos lleva a ser apóstoles, a llevar el Evangelio a todas partes, con
nuestro testimonio de vida y con nuestra palabra, principalmente en el ambiente en
donde nos desenvolvemos y en las circunstancias especiales de nuestra vida.
d).- La confirmación nos obliga a una atención constante a las inspiraciones interiores del
Espíritu Santo, a tener cuidado por complacerle y vivir siempre en gracia, rechazando
con todas las fuerzas el pecado.

ENFERMOS

A menudo, cuando estamos enfermos, nos gusta que alguien nos cuide, nos apapache!
Quiero un tecito, quiero un cariño, nos sentimos "chipiles". Más que medicina, queremos
que alguien nos de un abrazo, esté junto a nosotros, nos haga sentir su cariño.
Lo mismo con Dios: Quiere expresarnos su cariño, su presencia junto a nosotros. este
sacramento nos hace sentir, experimentar el Amor de Dios cuando estamos débiles,
enfermos, necesitados de un aliento, un "apapache". Dios quiere estar presente en
nuestras vidas en esos momentos en que estamos enfermos.
Es un sacramento para ENFERMOS, no para muertos! En la imaginación popular, el
sacerdote aparece como buitre junto a la cama del enfermo, pero no hay que llamarlo
demasiado pronto "para que no se asuste"!!! A ver, ¿qué susto es peor, el ver al sacerdote
antes de morir, o ver a Satanás después?
Los familiares cometen un grave error al no llamar al sacerdote, pues es su deber
cristiano cuidar de los enfermos, sobre todo de sus necesidades espirituales.
¿Será quizás porque no aceptamos la muerte como algo natural, dentro del Plan de Dios?
Si toda nuestra vida está en manos de Dios, cuanto más nuestra muerte! Muchos
rehusamos aceptar la realidad de la muerte o de la enfermedad, y es precisamente en
esos momentos difíciles que debemos acudir a Dios!
Es un sacramento bellísimo: El sacerdote cumple un deber precioso al visitar a los
enfermos. En la vida del sacerdote es un momento muy significativo, que le permite, en
nombre de Cristo, acompañar a los más débiles y necesitados.
OTROS TEXTOS DEL CATECISMO UNIVERSAL
1500 La enfermedad y el sufrimiento se han contado siempre entre los problemas más
graves que aquejan la vida humana. En la enfermedad, el hombre experimenta su
impotencia, sus límites y su finitud. Toda enfermedad puede hacernos entrever la
muerte.
1501 La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces
incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede también hacer a la persona

21
más dura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial para volverse hacia lo que
lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a
Él.
1503 La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes
de toda clase (cf. Mt 4, 24) son un signo maravilloso de que "Dios ha visitado a su pueblo"
(Lc 7, 16) y de que el Reino de Dios está muy cerca. Jesús no tiene solamente poder para
curar, sino también de perdonar los pecados (cf. Mc 2, 5-12): vino a curar al hombre
entero, alma y cuerpo; es el médico que los enfermos necesitan (cf. Mc 2,17). Su
compasión hacia todos los que sufren llega hasta identificarse con ellos: "Estuve enfermo
y me visitasteis" (Mt 25, 36). Su amor de predilección para con los enfermos no ha cesado,
a lo largo de los siglos, de suscitar la atención muy particular de los cristianos hacia
todos los que sufren en su cuerpo y en su alma. Esta atención dio origen a infatigables
esfuerzos por aliviar a los que sufren.
1504 A menudo Jesús pide a los enfermos que crean (cf. Mc 5, 34. 36; 9, 23). Se sirve de
signos para curar: saliva e imposición de manos (cf Mc 7, 32-36; 8, 22-25), barro y
ablución (cf. Jn 9, 6 s). Los enfermos tratan de tocarlo (cf Mc 1, 41;3, 10; 6,56) "pues salía
de él una fuerza que los curaba a todos" (Lc 6.19). Así, en los sacramentos, Cristo
continúa "tocándonos" para sanarnos.
1505 Conmovido por tantos sufrimientos. Cristo no sólo se deja tocar por los enfermos,
sino que hace suyas sus miserias: "Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestra
enfermedades" (Mt 8, 17; cf Is 53, 4). No curó a todos los enfermos. Sus curaciones eran
signos de la Venida del Reino de Dios. Anunciaban una curación más radical: la victoria
sobre el pecado y la muerte por su Pascua. En la Cruz, Cristo tomó sobre si todo el peso
del mal (cf Is 53, 4-6) y quitó el "pecado del mundo" (cf Jn 1, 29), del que la enfermedad
no es sino una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz. Cristo dio un sentido
nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con Él y nos une a su pasión
redentora.
"Sanad a los enfermos... "
1506 Cristo invita a sus discípulos a seguirlo tomando a su vez su cruz (cf. Mt 10, 38).
Siguiéndolo adquieren una nueva visión sobre la enfermedad y sobre los enfermos. Jesús
los asocia a su vida pobre y humilde. Les hace participar de su ministerio de compasión y
de curación: "Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos
demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban" (Mc 6, 12-13).
1507 El Señor resucitado renueva este envío: "En mi nombre... impondrán las manos
sobre los enfermos y se pondrán bien", (Mc 16, 17-18) y lo confirma con los signos que la
Iglesia realiza invocando su nombre (cf Hch 9, 34; 14, 3). Estos signos manifiestan de una
manera especial que Jesús es verdaderamente "Dios que salva" (cf Mt 1, 21; Hch 4, 12).
1508 El Espíritu Santo da a algunos un carisma especial de curación (cf. 1 Co 12, 9. 28.
30) para manifestar la fuerza de la gracia del Resucitado. Sin embargo, ni siquiera las
oraciones más fervorosas obtienen la curación de todas las enfermedades. Así san Pablo
aprende del Señor que "mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la
flaqueza" (2 Co 12, 9), y que los sufrimientos que tengo que padecer, tienen como sentido
lo siguiente: "completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de
su Cuerpo, que es la Iglesia (Col 1, 24).
1509 "¡Sanad a los enfermos!" (Mt 10, 8). La Iglesia ha recibido esta tarea del Señor e
intenta realizarla tanto mediante los cuidados que proporciona a los enfermos como por
la oración de intercesión con la que acompaña. Cree en la presencia vivificante de Cristo,
médico de las almas y de los cuerpos. Esta presencia actúa particularmente a través de
los sacramentos, y de manera especial por la eucaristía, pan que da la vida eterna (cf. Jn
6, 54. 58) y cuya conexión con la salud corporal insinúa san Pablo (cf. 1 Co I, 30).

22
1510 No obstante, la Iglesia apostólica tuvo un rito propio en favor de los enfermos,
atestiguado por Santiago: "¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de
la Iglesia, que oren sobre él y lo unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la
fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levanten, y si hubiera cometido pecados, le
serán perdonados" (St 5, 14-15). La Tradición ha reconocido en este rito uno de los siete
sacramentos de la Iglesia (cf. DS 216; 1324-1325; 1695-1696; 1716-1717).

VI.- EL ORDEN
Cristo, al instituir Su Iglesia, quiso que unos hombres continuaran su presencia y
gobernaran y santificaran a Su Pueblo. Por eso constituyó a los Sacerdotes.
1536 El orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus
Apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: es, pues, el
sacramento del ministerio apostólico. Comprende tres grados: el episcopado, el
presbiterado y el diaconado.
1545 El sacrificio redentor de Cristo es único, realizado una vez por todas. Y por esto se
hace presente en el sacrificio eucarístico de la Iglesia. Lo mismo acontece con el único
sacerdocio de Cristo: se hace presente por el sacerdocio ministerial sin que con ello se
quebrante la unicidad del sacerdocio de Cristo: Et ideo solus Christus est verus sacerdos,
alii autem ministri eius ("Y por eso sólo Cristo es el verdadero sacerdote; los demás son
ministros suyos", S. Tomás de A.. Hebr. 7. 41.
Existen dos modos de participar en el único sacerdocio de Cristo: el sacerdocio común de
los fieles, y el sacerdocio ministerial que se adquiere por la ordenación.
1546 Cristo, Sumo Sacerdote y único Mediador, ha hecho de la Iglesia "un Reino de
sacerdotes para su Dios y Padre" (Ap 1, 6; cf. Ap 5, 9-10; 1 P 2, 5.9). Toda la comunidad
de los creyentes es, como tal, sacerdotal. Los fieles ejercen su sacerdocio bautismal a
través de su participación, cada uno según su vocación propia, en la misión de Cristo,
Sacerdote, Profeta y Rey. Por los sacramentos del bautismo y de la confirmación los fieles
son "consagrados para ser... un sacerdocio santo" (LG 10).
1547 El sacerdocio ministerial o jerárquico de los obispos y de los presbíteros, y el
sacerdocio común de todos los fieles, "aunque su diferencia es esencial y no sólo en grado,
están ordenados el uno al otro; ambos, en efecto, participan, cada uno a su manera, del
único sacerdocio de Cristo" (LG 10). ¿En qué sentido? Mientras el sacerdocio común de los
fieles se realiza en el desarrollo de la gracia bautismal (vida de fe, de esperanza y de
caridad, vida según el Espíritu), el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio
común, en orden al desarrollo de la gracia bautismal de todos los cristianos. Es uno de los
medios por los cuales Cristo no cesa de construir y de conducir a su Iglesia. Por esto es
transmitido mediante un sacramento propio, el sacramento del orden.
ES CRISTO MISMO QUIEN OBRA EN EL SACERDOTE
Cristo está presente en cada sacerdote, por débil y humano que sea. Debemos aprender a
ver a Cristo en cada sacerdote.
1548 En el servicio eclesial del ministro ordenado es Cristo mismo quien está presente en
su Iglesia como Cabeza de su cuerpo, Pastor de su rebaño, Sumo Sacerdote del sacrificio
redentor, Maestro de la Verdad. Es lo que la Iglesia expresa al decir que el sacerdote, en
virtud del sacramento del orden, actúa in persona Christi Capitis (cf. LG 10; 28; SC 33;
CD 11; PO 2,6):
Sin embargo, no por eso deja el sacerdote de ser humano
1550 Esta presencia de Cristo es el ministro no debe ser entendida como si éste estuviese
exento de todas las flaquezas humanas, del afán de poder, de errores, es, del pecado. No
todos los actos del ministro son garantizados de la misma manera por la fuerza del

23
Espíritu Santo. Mientras que en los sacramentos esta garantía es dada de modo que ni
siquiera el pecado del ministro puede impedir el fruto de la gracia, existen muchos otros
actos en que la condición humana del ministro deja huellas que no son siempre el signo
de la fidelidad al Evangelio y que pueden dañar por consiguiente la fecundidad apostólica
de la Iglesia.
EL SACERDOTE ES COLABORADOR DE LOS OBISPOS, SUCESORES DE LOS
APÓSTOLES.
1562 "Cristo, a quien el Padre santificó y envió al mundo, hizo a los obispos partícipes de
su misma consagración y misión por medio de los Apóstoles de los cuales son sucesores.
Éstos han confiado legítimamente la función de su ministerio en diversos grados a
diversos sujetos en la Iglesia" (LG 28). "La función ministerial de los obispos, en grado
subordinado, fue encomendada a los presbíteros, para que, constituidos en el orden del
presbiterado, fueran los colaboradores del orden episcopal para realizar adecuadamente
la misión apostólica confiada por Cristo" (PO 2).
Se confiere, sin embargo, por aquel sacramento peculiar que, mediante la unción de
Espíritu Santo, marca a los sacerdotes con un carácter especial. Así quedan identificados
con Cristo sacerdote, de tal manera que puedan actuar como representantes de Cristo
Cabeza" (PO 2).
1551 Este sacerdocio es ministerial. "Esta función, que el Señor confió a los pastores de
su pueblo, es un verdadero servicio" (LG 24). Está enteramente referido a Cristo y a los
hombres. Depende totalmente de Cristo y de su sacerdocio único, y fue instituido en favor
de los hombres y de la comunidad de la Iglesia. El sacramento del orden comunica "un
poder sagrado", que no es otro que el de Cristo. El ejercicio de esta autoridad debe, por
tanto, medirse según el modelo de Cristo, que por amor se hizo el último y el servidor de
todos (cf. Mc 10,43-45; 1 P 5, 3). "El Señor dijo claramente que la atención prestada a su
rebaño era prueba de amor a El" (S. Juan Crisóstomo. sac. 2, 4: cf. Jn 21. 15-17).
Base en Sagrada Escritura
Cristo instituyó la jerarquía de su Iglesia al fundarla sobre San Pedro (Mt. 16,18) y los
demás Apóstoles (Jn.20,23) y al compartir con ellos su misión salvífica por medio de la
Eucaristía (lc.22,19) "para intervenir en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios,
para ofrecer dones y sacrificios por los pecados" (Hb 5, 1). Asimismo, les confió la tarea de
enseñar a todos el Evangelio de Dios" (cf. Mc 16, 15)..
Cristo, Sumo Sacerdote y único Mediador, ha hecho de la Iglesia "un Reino de sacerdotes
para su Dios y Padre" (Ap 1, 6; cf. Ap 5, 9-10; 1 P 2, 5.9).
Materia y Forma
1573 El rito esencial del sacramento del orden está constituido, para los tres grados, por
la imposición de manos del obispo sobre la cabeza del ordenado, así como por una oración
consecratoria específica que pide a Dios la efusión del Espíritu Santo y de sus dones
apropiados al ministerio para el cual el candidato es ordenado (cf. Pío XII, const. aP.
Sacramentum ordinis: DS 3858).
Ministro
1575 Fue Cristo quien eligió a los Apóstoles y los hizo partícipes de su misión y su
autoridad. Elevado a la derecha del Padre, no abandona a su rebaño, sino que lo guarda
por medio de los Apóstoles bajo su constante protección y lo dirige también mediante
estos mismos pastores que continúan hoy su obra (cf. MR, Prefacio de Apóstoles). Por
tanto, es Cristo "quien da" a unos el ser Apóstoles, a otros pastores (cf. Ef 4, 11). Sigue
actuando por medio de los obispos (cf. LG 21).
1576 Dado que el sacramento del orden es el sacramento del ministerio apostólico,
corresponde a los obispos, en cuanto sucesores de los Apóstoles, transmitir "el don

24
espiritual" (LG 21), "la semilla apostólica" (LG 20). Los obispos válidamente ordenados,
es decir, que están en la línea de la sucesión apostólica, confieren válidamente los tres
grados del sacramento del orden (cf. DS 794 y 802; CIC can. 1012; CCEO can. 744; 747).
Sujeto
1577 "Sólo el varón (vir) bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación" (CIC, can
1024). El Señor Jesús eligió a hombres (viri) para formar el colegio de los doce apóstoles
(cf. Mc 3, 14-19; Lc 6, 12-16), y los apóstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a sus
colaboradores (cf. Tm 3, 1-13; 2 Tm 1, 6; Tt 1, 59) que los sucederían en su tarea (S.
Clemente Romano Cor, 42, 4; 44, 3). El colegio de los obispos, con quienes los presbíteros
están unidos en el sacerdocio, hace presente y actualiza hasta el retorno de Cristo el
colegio de los Doce. La Iglesia se reconoce vinculada por esta decisión del Señor. Esta es
la razón por la que las mujeres no reciben la ordenación (cf. Juan Pablo II, MD 26-27;
CDF decl. Inter insigniores: AAS 69: [1977] 98 116).
1578 Nadie tiene derecho a recibir el sacramento del orden. En efecto, nadie se arroga
para sí mismo este oficio. Al sacramento se es llamado por Dios (cf. Hb 5, 4). Quien cree
reconocer las señales de la llamada de Dios al ministerio ordenado, debe someter
humildemente su deseo a la autoridad de la Iglesia a la que corresponde la
responsabilidad y el derecho de llamar a recibir este sacramento. Como toda gracia, el
sacramento sólo puede ser recibido como un don inmerecido.
1579 Todos los ministros ordenados de la Iglesia latina, exceptuados los diáconos
permanentes, son ordinariamente elegidos entre hombres creyentes que viven como
célibes y que tienen la voluntad de guardar el celibato "por el Reino de los cielos" (Mt 19,
12). Llamados a consagrarse totalmente al Señor y a sus "cosas" (cf. 1 Co 7, 32), se
entregan enteramente a Dios y a los hombres. El celibato es un signo de esta vida nueva
al servicio de la cual es consagrado el ministro de la Iglesia; aceptado con un corazón
alegre, anuncia de modo radiante el Reino de Dios (cf. PO 16).
Efectos
El carácter indeleble
1581 Este sacramento configura con Cristo mediante una gracia especial del Espíritu
Santo a fin de servir de instrumento de Cristo en favor de su Iglesia. Por la ordenación
recibe la capacidad de actuar como representante de Cristo, Cabeza de la Iglesia, en su
triple función de sacerdote, profeta y rey.
La gracia del Espíritu Santo
1585 La gracia del Espíritu Santo propia de este sacramento es la de ser configurado con
Cristo Sacerdote, Maestro y Pastor, de quien el ordenado es constituido ministro.
1587 El don espiritual que confiere la ordenación presbiteral está expresado en esta
oración propia del rito bizantino. El obispo, imponiendo la mano, dice:
Señor, llena del don del Espíritu Santo al que te has dignado elevar al grado del
sacerdocio para que sea digno de presentarse sin reproche ante tu altar, de anunciar el
Evangelio de tu Reino, de realizar el ministerio de tu Palabra de verdad, de ofrecerte
dones y sacrificios espirituales, de renovar tu pueblo mediante el bario de la
regeneración; de manera que vaya al encuentro de nuestro gran Dios y Salvador
Jesucristo, tu Hijo único, el día de su segunda venida, y reciba de tu inmensa bondad la
recompensa de una fiel administración de su orden (Euchologion)
explicación
1566 "Su verdadera función sagrada la ejercen sobre todo en el culto o en la comunión
eucarística. En ella, actuando en la persona de Cristo y proclamando su misterio, unen la
ofrenda de los fieles al sacrificio de su Cabeza; actualizan y aplican en el sacrificio de la
Misa, hasta la venida del Señor, e único sacrificio de la Nueva Alianza: el de Cristo, que

25
se ofrece al Padre de una vez para siempre como hostia inmaculada" (LG 28). De este
sacrificio único, saca su fuerza todo su ministerio sacerdotal (cf. PO 2).
El santo Cura de Ars dice: "El sacerdote continúa la obra de redención en la Tierra"... "Si
se comprendiese bien al sacerdote en la Tierra se moriría no de pavor sino de amor"... "El
sacerdocio es el amor del corazón de Jesús."
¡Atención, jóvenes! Cristo sigue llamando a la generosidad: "Cristo repite hoy también
como a los apóstoles: VEN Y SÍGUEME". La Iglesia se encuentra en una dolorosa y a
veces angustiosa situación: la de tener ante sí un mundo que espera e implora: VEN EN
NUESTRO AUXILIO; y no puede, no puede acudir por falta de hombres y mujeres que
hayan aceptado entregarse a Cristo y a la salvación del mundo. Cristo mismo
experimentó esta pena: "La mies es mucha, pero los obreros son pocos". Todo el que tiene
la gracia y la fortuna de pertenecer a la Iglesia, de tener una vocación cristiana, piense
que el Señor quiere algo más que la fidelidad común; que lo quiere todo, que desea "el
sacrificio" que parece "deshacer" a quien lo acepta y que, en cambio, le da "nueva
plenitud" prometida a los generosos: una intima felicidad incomparable.
La vocación es una gracia que no es de todos, pero puede hoy ser de muchos; de muchos
jóvenes fuertes y puros, que tienen el ansia de una belleza superior de la vida y la pasión
por la salvación de sus hermanos" (Pablo Vl).
VII.- LA EUCARISTÍA
Definición
1322 La sagrada eucaristía culmina la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la
dignidad del sacerdocio real por el bautismo y configurados más profundamente con
Cristo por la confirmación, participan por medio de la eucaristía con toda la comunidad
en el sacrificio mismo del Señor.
1323 "Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entregado, instituyó el
sacrificio eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su
vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de
su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor,
banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una
prenda de la gloria futura" (SC 47).

LA EUCARISTÍA, FUENTE Y CUMBRE DE LA VIDA ECLESIAL


1324 La eucaristía es "fuente y cima de toda la vida cristiana" (LG 11). "Los demás
sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado,
están unidos a la eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada eucaristía, en efecto, contiene
todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua" (PO 5).
1325 "La eucaristía significa y realiza la comunión de vida con Dios y la unidad del
Pueblo de Dios por las que la Iglesia es ella misma. En ella se encuentra a la vez la
cumbre de la acción por la que, en Cristo, Dios santifica al mundo, y del culto que en el
Espíritu Santo los hombres dan a Cristo y por Él al Padre" (CDR, inst. Eucharisticum
mysterium, 6).
1326 Finalmente, por la celebración eucarística nos unimos ya a la Liturgia del Cielo y
anticipamos la vida eterna cuando Dios será todo en todos (cf. l Co 15, 28).
1327 En resumen, la eucaristía es el compendio y la suma de nuestra fe: "Nuestra
manera de pensar armoniza con la eucaristía, y a su vez la eucaristía confirma nuestra
manera de pensar" (S. Ireneo, haer. 4, 18, 5).
Se le llama Eucaristía porque es acción de gracias a Dios

Base en Sagrada Escritura

26
337 El Señor, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin. Sabiendo que había
llegado la hora de partir de este mundo para retornar a su Padre, en el transcurso de una
cena les lavó los pies y les dio el mandamiento del amor (Jn 13, 1-17). Para dejarles una
prenda de este amor, para no alejarse nunca de los suyos y hacerles partícipes de su
Pascua, instituyó la eucaristía como memorial de su muerte y de su resurrección, y
ordenó a sus Apóstoles celebrarlo hasta su retorno, "constituyéndolos entonces sacerdotes
del Nuevo Testamento" (Cc. de Trento: DS 1740).
1338 Los tres Evangelios sinópticos y san Pablo nos han transmitido el relato de la
institución de la eucaristía; por su parte, san Juan relata las palabras de Jesús en la
sinagoga de Cafarnaúm, palabras que preparan la institución de la eucaristía: Cristo se
designa a sí mismo como el pan de vida, bajado del cielo (cf. Jn 6).
1339 Jesús escogió el tiempo de la Pascua para realizar lo que había anunciado en
Cafarnaúm: Dar a sus discípulos su Cuerpo y su Sangre:
Llegó el día de los Ázimos, en el que se había de inmolar el cordero de Pascua: "(Jesús)
envió a Pedro y a Juan, diciendo: 'Id y preparadnos la Pascua para que la comamos'...
fueron... y prepararon la Pascua. Llegada la hora, se puso a la mesa con los apóstoles; y
les dijo: 'Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer, porque
os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios'... Y
tomó pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: 'Esto es mi cuerpo que va a ser
entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío'. De igual modo, después de cenar,
tomó el cáliz, diciendo: 'Este cáliz es la nueva Alianza en mi sangre, que va a ser
derramada por vosotros' (Lc 22, 7-20; cf. Mt. 26, 17-29; Mc 14, 12-25; I Co 11, 23-26).
1340 Al celebrar la última Cena con sus Apóstoles en el transcurso del banquete pascual,
Jesús dio su sentido definitivo a la pascua judía. En efecto, el paso de Jesús a su Padre
por su muerte y su resurrección, la Pascua nueva, es anticipada en la Cena y celebrada
en la eucaristía que da cumplimiento a la pascua judía y anticipa la Pascua final de la
Iglesia en la gloria del Reino.
"Haced esto en memoria mía."
1341 El mandamiento de Jesús de repetir sus gestos y sus palabras hasta que venga" (1
Co 11, 26), no exige solamente acordarse de Jesús y de lo que hizo. Requiere la
celebración litúrgica por los Apóstoles y sus sucesores del memorial de Cristo, de su vida,
de su resurrección y de su intercesión junto al Padre.

Materia y forma

La materia son el pan y el vino. La forma son las palabras de consagración que dice el
sacerdote.

Ministro

Es el Sacerdote válidamente ordenado.

Explicación

Vamos a terminar hablando del mayor de todos los Sacramentos. El Sacramento en el


cual no solamente se nos da la Gracia sino al Autor mismo de la Gracia: la Sagrada
Eucaristía.

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Ya saben que en la víspera de su pasión, en la Ultima Cena, Jesús se entrega totalmente:
" Tomando Pan en sus manos, lo bendijo y se los dio diciendo: Tomad y comed, esto es mi
cuerpo. Y después de la cena, tomando el cáliz se lo dio diciendo Tomad y bebed, éste es el
cáliz de mi Sangre, que será derramada por todos los hombres. Haced esto en memoria
mía".
El colmo. Con el infinito poder que tiene como persona divina, transforma,
transubstancia ese pan y ese vino en su propio Cuerpo, en su propia Sangre. Desde antes
de morir, ya se entregó. ¡Y de qué manera! Con la elegancia de un Dios, cumple aquella
promesa relatada en el capítulo 6 de San Juan: " En verdad, en verdad les digo: mi carne
es verdadera comida, mi sangre es verdadera bebida".
¿Habrán entendido los apóstoles la grandeza del momento? Mucho me temo que no.
Tendría que venir el Espíritu Santo sobre ellos para que descubrieran la verdad.
En la institución de la Eucaristía, el Señor oficia la primera Misa en el mundo. El es el
sumo y eterno Sacerdote y al mismo tiempo El es la Víctima Divina, el Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo. Sacerdote y Víctima al mismo tiempo. ¡Oh misterio
insondable!

La Eucaristía es antes que nada SACRIFICIO. Habiendo Jesús dado su vida en el


Calvario, en un lugar preciso del mundo, en un día determinado, quiso que todas las
generaciones de sus seguidores, participáremos del privilegio de asistir a su muerte y con
El ofrecerla al Padre por la redención. Cristo perpetúa su sacrificio en cada altar de la
Iglesia Católica. No es que muera de nuevo, como si su muerte en Jerusalén no hubiera
sido suficiente, sino que cada Misa sigue siendo el Calvario. A través del tiempo y hasta
el fin de los siglos, su sacrificio se hace presente en un Sacramento que realiza la
redención permanente.
Las ofrendas de pan y vino que ponemos en el altar son bien poca cosa, aunque las
acompañen nuestras buenas obras. Pero poco después a la Consagración en el altar ya no
son pan ni vino. Está Cristo realmente presente, en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
Tal como es y será. Se ha obrado lo que la Iglesia llama transubstanciación.
Permaneciendo las apariencias, la sustancia ha sido transformada. Tan solo vemos los
accidentes. Solo la fe nos dice: ahí está el Señor. Y con eso basta.
¿Por qué creemos en este prodigio? Porque Él lo dijo y ya. Esto es mi Cuerpo. ¿Alguna
objeción? Tan simple como eso. Y ha sido la fe de la Iglesia desde los apóstoles hasta la
fecha. ¡Bendito sea Dios!
Una vez que tenemos a la víctima Divina en el altar, podemos por fin ofrecerla al Padre
Eterno en adoración perfecta por la redención de la humanidad. No tenemos otro modo
de adorar a Dios, ni lo necesitamos. es Cristo el que adora a su Padre y nuestro Padre. Y
con el lo adoramos todos. Toda la Iglesia es sacerdotal.
Al final de la gran oración consacratoria llamada Anáfora, el sacerdote tomando a Cristo
en sus manos, adora al Padre con las formidables palabras: " Por Cristo, con El y en El, A
ti Dios Padre, en la unidad del Espíritu Santo, Todo honor y toda gloria por los siglos de
los siglos". Es el resumen de toda la Misa. Es Cristo salvando a la humanidad en todos
los altares católicos. El pueblo fiel termina esa oración con un rotundo y decidido AMEN
que significa el asentimiento total, la aceptación total, el acuerdo total. Con ese Amén,
toda la Iglesia adora al Padre con Cristo, hermano nuestro. ¡Oh Sacramento admirable!
Pero en el colmo del amor, Cristo se entrega a nosotros en forma de alimento. La
eucaristía también es BANQUETE.
¡ Y qué banquete! ¿Cómo se le ocurrió a Jesús darse en alimento?

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Es algo inaudito. Tomad y COMED. El signo sacramental más adecuado para significar
la Vida Divina que se nos comunica. El alimento es vida. El que no come, se muere. El
que no come lo suficiente se debilita. Vivamos lo que comemos.
Así sucede con la Vida Divina. El Pan de los Ángeles que se nos ofrece, nos vivifica, nos
acrecienta en santidad, nos robustece La Gracia.
De la misma manera que descaradamente la Iglesia dice que con la Gracia somos dioses,
podemos decir que nos comemos a nuestro DIOS. Como suena. Somos Teófagos. Nos
alimentamos de Dios. ¡Qué barbaridad! Y podemos hacerlo si queremos, todos los días.
¿Cómo es posible, me pregunto, que haya católicos que diciendo creer en esto, nunca
comulguen? El pobre católico mexicano standard ( y eso significa tercer-mundista) si bien
le va, comulga tres veces en su triste vida: la primera vez porque lo llevan a su primera
comunión. La segunda cuando se casa, porque la novia lo lleva, y la tercera si tiene
suerte, cuando le llevan al sacerdote al lecho de muerte. O sea, que nunca comulgó por
propia convicción. ¡Que pena!
A Dios gracias, hay también muchos cristianos que tienen hambre de Dios y acuden todos
los días a la Santa Misa y comulgan diariamente. Almas escogidas que han arreglado su
vida no entorno de la telecomedia sino en torno de la Eucaristía.
Creo yo que lo más normal, lo mínimo por así decirlo, será comulgar todos los domingos.

En primer lugar es de precepto asistir a Misa los Domingos, cosa que puedes cumplir
desde el sábado en la noche. Y quiero que quede bien claro que dejar de ir a Misa los
domingos es pecado mortal. Luego sucede que nos repercute mucho en la conciencia un
pecado por ejemplo, de tipo sexual y la falta de Misa ni la registramos,. y sin embargo es
grave porque es dejar a Cristo el Señor plantado, clavado en la Cruz, mientras yo me
divierto o flojeo simplemente. Si una falta de educación con un hombre está mal,
despreciar la invitación del Señor, esta mucho muy mal. Que no se te olvide.
Y si asistes a Misa, a la mejor por costumbre, ¿por qué no comulgas? Tan solo veo yo tres
motivos: el primero es que acabas de comer y debes guardar una hora a lo menos antes
de comulgar y se me hace una torpeza que no te fijes. No vas a un banquete ya cenado.
La segunda causa para que no comulgues el domingo es muy triste: ni se te ocurre. A lo
mejor estando en Gracia, la Comunión no entra en tus planes de santificación. es capaz
que tienes hartas devociones secundarias, como el rosario, las novenas, las mandas,
santos, etc... y no comulgas pudiéndolo hacer.
Y la tercera es la peor de todas: estás en pecado mortal. Y eso es inconcebible. Vivir en
pecado mortal, ya lo vimos es una estupidez gravísima. ¡A confesarte, tonto!
Si te pones como regla inviolable en tu vida, para los años, meses o días (uno nunca sabe)
que te queden de vida el comulgar TODOS LOS DOMINGOS, eso mismo te salvará. No
podrás llegar al domingo en pecado. Tienes que recibir al Señor. ¡Y te levantas, qué
caray! Y no te meterás en una situación de pecado como por ejemplo el adulterio o el
amasiato, que te impedirían comulgar. ¡ La comunión dominical te salvará! No lo olvides.
Con eso sería suficiente, aunque no lo idóneo. Podrías como otros, comulgar diariamente.
Arregla tu vida para ello.
Pero todo esto que te vengo diciendo de la Eucaristía, es basado en un hecho: Cristo está
real y verdaderamente presente en la Hostia Consagrada. La Eucaristía es una presencia
REAL. El Señor esté en cuerpo, sangre, alma y divinidad en las formas consagradas. Y
está permanentemente presente. Tenemos la fórmula consacratoria, pero no existe la
des-consacratoria. Una vez consagrado el Pan, es El en persona. Por eso podemos ofrecer
al Padre la Víctima Divina y no solo un cacho de pan. Por eso podemos comer a Cristo y

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no una galleta un tanto insípida. Dios está realmente presente, todo el tiempo, mientras
existan las especies sacramentales. ¡Qué cosa!
Te diste cuenta que en la Misa de anoche, las formas que sobraron de la Misa, las guardé
en el Sagrario. Y ahí está Él. Una lámpara roja nos llama la atención y nos dice: Pst, pst,
aquí está tu Señor. ¿Habías recapacitado en ello? ¿Has pensado durante esta jornada que
Jesús ha estado con nosotros en la capilla? Cuando hemos entrado a rezar, ¿has sentido
Su Presencia, has sentido su mirada, llena de amor, esperándote?
¡Cómo podemos ser tan distraídos! ¡Cuantos católicos entran al templo y van con su santo
favorito y al Dios ni lo saludan! ¡Cuántos van a Misa indecentemente vestidos, mascando
chicle, distraidísimos y ni piensan que están en presencia del Rey de Reyes y Señor de los
Señores.

Sí. muchachos: ahí está Él. En todos los Sagrarios de la bendita Iglesia Católica. "Estaré
con ustedes, hasta la consumación de los siglos". En las inmensas catedrales y basílicas,
en las parroquias de todo el mundo, en las humildes capillitas en campos de misión, ahí
está El con su pueblo. Acompañandonos en este peregrinar, a nuestra disposición,
esperando, esperando. Esperando a que reaccionemos y lo reconozcamos y lo visitemos y
estemos en su magnífica presencia.
Aparte de ofrecerlo al Padre, aparte de comerlo frecuentemente, debemos visitarlo en sus
sagrarios cada vez que podamos. Nuestros templos, por lo general permanecen abiertos
durante todo el día. He visto a muchas personas del pueblo humilde. al pasar enfrente de
un templo, descubrirse el sombrero de petate o persinarse, aunque sea al aventón. Pero
están reconociendo que el templo es la casa de Dios, que ahí hay una presencia santa.
Yo te pido lo siguiente: entra, entra unos momentos.
El tiempo suficiente para decirte a Cristo ¡ Te amo! Dos segundos. Y si puedes,
arrodíllate en su presencia y deja que tu alma se derrama ante El. Díle tus cosas, oye lo
que El quiera decirte. Estáte ahí nomás. Como el Santo Cura de Ars que se pasaba largas
horas en su presencia y cuando le preguntaron que tanto le rezaba, contestó " Nada.
Nomás lo miro y me mira". ¡ La perfecta oración!
Aquí, en la jornada, hemos entrado a la capilla varias veces a hacer oración. ¿ Pensaste
que estaban en Su Presencia? ¿ Te sentiste ante Jesús,en verdad? Porque la mera verdad
es que podemos entrar a la Iglesia y salir de ella sin por un momento reflexionar en su
Presencia Real. La veladora roja junto al Sagrario no nos dice nada, no nos conmueve.
Rezamos, si, pero sin esa sensación maravillosa de estar a unos cuantos metros del Señor
de cielos y tierra, hecho un Sacramento silencioso, esperando nuestra atención.
Yo te invito, ahora mismo, a que vayamos todos juntos a postrarnos en su presencia, muy
cerca del Sagrario. Ahí le hablaremos con la confianza de un niño. Ahí le abriremos
nuestro corazón, con la absoluta seguridad que nos está oyendo de todas todas y lo que es
más, en alguna manera, nos está contestando. El nunca se queda callado, pero hay que
saber oírlo, darle tiempo y paz a nuestra alma para percibir su voz internamente.
Claro que Dios se te puede revelar en el tumulto de la calle. si así lo desea, pero ante el
Sagrario es mucho más fácil escuchar su voz.

Una anécdota:
Hace muchos, muchos años, llegó a un país muy lejano, a Japón, un hombre llamado
Francisco Javier. San Francisco Javier fue el gran evangelizador de la India. Atravesó
Turquía, Persia, la India y por fin llegó a Japón. Después de fundar la Iglesia de Cristo
en esas tierras, quiso partir hacia China, ese era su gran sueño. Pero Dios no se lo
permitió: Murió la noche en que un barco lo iba a llevar a China. Y fue justo antes de que

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Japón se cerrara, cuando los Shogunes prohibieron la llegada de extranjeros. Durante
más de tres siglos, Japón estuvo cerrado, y ningún misionero pudo ir allá, Pues bien,
pasó el tiempo, y más de trescientos años después, por fin pudieron regresar al Lejano
Oriente los Misioneros Católicos. Entre ellos, un joven sacerdote, recién ordenado, fue
enviado a la ciudad japonesa de Nagasaki. Llegó allá, rentó un departamento, se instaló,
y pensó :"¿Ahora qué hago? ¿Por dónde empiezo?"
En ese momento tocaron a la puerta, y dos señoras estaban ahí: "¿Padre? Usted es padre,
¿verdad? ¿Podemos hablar con Usted?"
Sí, claro, ¡pasen!
Padre, queremos hacerle dos preguntas: Primero, ¿Usted cree en la Santísima Virgen
María?
El joven sacerdote estaba sorprendido: ¿Cómo habían oído hablar de la Madre de Dios?
Por supuesto, ¡Ella es la Madre de Dios!
¡Las dos señoras estaban felices! ¡Les rodaban las lágrimas por las mejillas!
Otra pregunta, Padre: ¿Usted cree en la Sagrada Eucaristía?
¡El padre iba de sorpresa en sorpresa! ¿Cómo sabían todo esto?
Sí, ¡por supuesto! ¡la Sagrada Eucaristía es el Cuerpo de Cristo! ¡Nuestro Señor está
verdadera, real y substancialmente presente en la Eucaristía!"
Las señoras no cabían en sí de felicidad! ¡Lloraban de alegría!
Padre, ¡venga con nosotros!
¿Adónde?
¡Usted venga con nosotros!
Y se lo llevaron. Llegaron a una casa grande, donde se habían reunido quizás un
centenar de gentes, todas ansiosas, expectantes, miraron a aquél padre joven que parecía
venido de otro mundo. Y le contaron su historia. Y la historia es esta:
Hacía muchos, muchos años, antes de partir, o mejor dicho, antes de morir, San
Francisco Javier les había dejado unas instrucciones: "Algún día, Dios sabe cuando,
vendrán algunos hombres, que dirán venir en nombre de Jesucristo; no los reciban!
(Claro, San Francisco Javier ya sabía que los Protestantes habían empezado con sus
cosas y bien podían llegar a Japón antes que los católicos!) No los reciban sin ponerlos a
prueba! Y la prueba será esta: ¡Deberán creer en la Santísima Virgen María, y deberán
creer en la Sagrada Eucaristía! ¡ De lo contrario, no vienen en nombre de Cristo, no los
reciban!"
¡Se dan cuenta de lo que significa? ¡Durante más de trescientos años, estos hermanos
nuestros católicos estuvieron bautizando a sus niños! Se casaban legítimamente, ¡y ya!
¡No podían confesarse, no podían comulgar, no tenían sacerdotes, ni obispos! Sólo hacían
lo que podían, y lo que podían era reunirse el domingo en esa estancia grande que usaban
de iglesia, y sobre el altar ponían los ornamentos de San Francisco Javier, prendían las
velas, ponían pan y vino, y ... se sentaban a llorar, porque no podían celebrar la Santa
Misa! ¡Trescientos años! Trescientos años de Fidelidad, de paciencia, de espera, de
esperanza de que algún día llegaría un sacerdote... Trescientos años de enseñar a sus
hijos, de educarlos en la promesa que San Francisco Javier les había hecho: "Algún día,
Dios sabe cuando, vendrán algunos hombres...."
Ahora díganme ustedes: ¿Acaso Dios Nuestro Señor nos juzgará a todos por igual?
¡Nosotros los Mexicanos no vamos a misa ni por accidente!
CON LA FLECHA "ATRÁS" DE TU NAVEGADOR PUEDES REGRESAR A LA
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