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Antecedentes Históricos

En la última mitad del siglo XIX y principios del XX Chile se caracteriza por importantes
transformaciones sociales, políticas y económicas, además de los desplazamientos de la
población desde el campo a la ciudad. En el contexto de la incipiente urbanización e
industrialización, aumentaron las malas condiciones de vida de los trabajadores, horas
extensas de trabajo, bajos salarios, falta de viviendas, inseguridad laboral, escaso acceso a
servicios básicos como salud y educación, entre otros. Desencadenaron la conocida “cuestión
social”, donde la clase trabajadora a lo largo de todo el país pusieron en marcha distintos
movimientos sociales que reclamaban una urgente solución a los diferentes problemas. A
medida que avanzaba el tiempo los trabajadores fueron logrando varias mejoras en sus
condiciones de trabajo como fue el descanso dominical, el derecho a la silla, contrato de
trabajo, salas cunas, etc. Para englobar todas estas mejoras en el sistema laboral el 6 de
febrero de 1927 se aprobó en el Congreso Nacional el Código del trabajo.

En este periodo las fabricas demandaban grandes cantidades de mano de obra que no podían
ser cubiertas solo por hombres, por lo cual se requirió que las mujeres entraran a trabajar “De
acuerdo con la estadística industrial desde 1912 a 1925 entre un 20 y un 29% de los obreros
manufactureros eran mujeres” (Hutchinson, 2006, pág. 64). Esta inclusión de las mujeres al
ámbito laboral generó variadas críticas respecto de sus responsabilidades domésticas y del
cuidado de los hijos e hijas, principalmente se creía que el trabajar en las fabricas amenazaba
el bienestar físico de las mujeres y el de toda la familia, esto según Hutchinson (2006) se ve
en el discurso de Recabarren para las obreras del tabaco en el año 1915

(…) aparte que el trabajo excesivo y antihigiénico daña físicamente a las mujeres, hay
que agregar que la mala habitación, la mala alimentación y los vicios, completan la
obra destructora del trabajo en el cuerpo de las mujeres, bien fácilmente podemos
convencernos que si siempre vais a trabajar en esas condiciones, vuestro destino será
tener hijos raquíticos, idiotas, que en vez de ser la esperanza y ayuda para vuestra
vejes, solo serán lo que hoy la mayoría de los obreros: viciosos y esclavos, malos
hijos y peores esposos`. (Hutchinson, 2006, pág. 102)
Producto de las diversas criticas que se generaban respecto del trabajo de las mujeres en las
fábricas, las leyes y los derechos de estas solo se relacionaban con la protección de la infancia
y la familia. En este sentido y siento nuestro tema principal la ley del descanso del pre y
postnatal nace en éste contexto como lo señala (Comunidad Mujer, 2017) tiene sus inicios
en el año 1925 con el decreto de Ley 442, en el cual se establece el primer cuidado a la
maternidad mediante el descanso prenatal de 40 días y postnatal de 20 días, este descanso
debía ser pagado por el empleador con al menos el equivalente al 50% de su salario, por lo
demás, el empleador no podía despedir a la trabajadora por causa de su embarazo. Sin
embargo, esto no aseguraba del todo su empleo, ya que, el despido podría ser justificado por
razones ajenas al embarazo. Según (Romanik, 2014) aquella primera Ley sufrió tan solo un
pequeño cambio con el Código del Trabajo del año 1931 mediante el decreto de Ley 178 que
extendía el descanso maternal en 84 días, 6 semanas para el prenatal y 6 semanas para el
postnatal. No obstante, no fue hasta el año 1953 cuando mediante la Ley Nº 11.462 se instaura
el fuero maternal que asegura el puesto de trabajo de las mujeres en estado de embarazo, a
diferencia de la Ley anterior, el empleador en este caso no puede de ninguna forma despedir
a una mujer que se encuentre en su descanso maternal, extendiéndose incluso hasta un mes
posterior a su reintegración laboral.

Para el año 1973 mediante la Ley Nº 17.928 se extiende el descanso maternal, en especial
con la etapa postnatal que aumentó de 6 a 12 semanas, manteniendo el prenatal de 6 semanas.
Hasta ahora las diversas modificaciones hechas en la Ley se han centrado en la protección
maternal y el cuidado por la infancia, estableciendo una relación directa entre madre e hijo/a,
en el cual, el padre parece no tener una mayor relevancia. Como lo plantea (Romanik, 2014)
recién en 1993 cuando se inicia un proceso por igualar los derechos ante el cuidado de los
hijos, se establece la Ley Nº 19.250 que permite al padre hacer uso del descanso postnatal,
pero esto solo en caso de que la madre falleciera o si es que su hijo/a menor de un año
enfermara. Esto permitía entregar a los padres el cuidado de los hijos, sin embargo, para
acceder se debía tener el consentimiento explícito de la madre (en el caso de enfermedad),
aunque la Ley tratara de igualar la responsabilidad por los hijos el padre no contaba con un
fuero laboral que le permitiera ausentarse libremente del trabajo sin temor a despido. Esto
último es modificado en el año 2000 con la Ley Nº 19.670 en donde se le concede fuero
laboral al padre en aquellos casos donde la madre haya fallecido durante el parto o después
de él.

Dentro de este marco de pretender igualdad de derechos y deberes de padres y madres, según
(Biblioteca del Congreso Nacional, 2011) el año 2011 se instaura la Ley Nº 25.545 que
beneficia a la madre con permiso pre y postnatal irrenunciable, pero con la excepción de que
siendo trabajadora tiene la posibilidad entregar parte de su descanso postnatal al padre a partir
de la séptima semana, sin embargo las condiciones no serán las mismas, mientras que la
madre posee un fuero laboral de hasta un año terminado su descanso maternal, en el caso de
los hombres también cuentan con fuero laboral, pero este se limita a un máximo de tan solo
3 meses, por lo demás desde que la mujer da en concepción a su hijo/a el padre tiene un
permiso de ausencia laboral de máximo 5 días (misma situación gozan aquellos padres que
acuden a la adopción).

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