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La presente monografía pretende precisar el concepto de frutos, teniendo en cuenta el concepto común de frutos, la
historia del tratamiento de los mismos, las diversas doctrinas que han surgido en torno a su régimen jurídico y las
diversas clasificaciones que, sobre la base de todo ello, se han establecido.
Hemos procurado la consulta de obras de doctrina nacional, pero también extranjera. A lo largo de nuestro estudio
observamos diferencias doctrinales casi irreconciliables, lo que nos ha obligado a tomar una posición determinada,
que se verá expuesta en toda su magnitud en las conclusiones, última parte de este trabajo.
Para un adecuado tratamiento expositivo, consideramos conveniente dividir la monografía en las siguientes
partes: Concepto Natural de Frutos, en la que expondremos el concepto generalizado de frutos, es decir, el que lo
relaciona directamente con el mundo vegetal. Realizaremos un análisis de dicha concepción, descubriendo sus
aspectos controvertidos.
Como segunda parte, expondremos la Evolución del Concepto de Frutos, donde expondremos las elaboraciones
doctrinarias en torno a los frutos. Comenzaremos por analizar la regulación jurídica que los romanos hicieron,
tomando en cuenta lo que las Instituciones de Justiniano establecían sobre el concepto de frutos y de la clasificación
que realizaron. También dilucidaremos la Teoría de la Accesión de los Frutos, realizando la crítica respectiva, y la
Teoría de los Frutos como Atributo de la Propiedad.
En tercer lugar trataremos el Concepto de Frutos en la Legislación Peruana, parte en la cual realizaremos la
exposición de la regulación que realizan la Constitución, el Código Civil y el Código Procesal Civil con respecto a los
frutos. También llevaremos a cabo el análisis exegético de todas estas normas jurídicas, con respecto a los frutos;
demostraremos ciertas antinomias que presentan en cuanto a la teoría adoptada, es decir la Teoría de los Frutos como
Atributo de la Propiedad; y realizaremos las comparaciones con respecto a las legislaciones extranjeras.
Como cuarto acápite, aproximaremos una Clasificación de los Frutos, capítulo que ocupará el estudio de las diversas
clasificaciones de los frutos; teniendo en cuenta los criterios de Naturaleza, Situación y Manera de Ofrecerse.
Detendremos nuestra atención en el criterio de Naturaleza, porque es el que adopta nuestro Código Civil y
comparemos la elaboración de nuestro ordenamiento legal con la de las legislaciones extranjeras, sobre todo la
Argentina (Teoría de los Frutos como Atributo de la Propiedad, Tesis Clásica) y la Española (Teoría de la Accesión de
los Frutos). Como última parte, señalaremos las necesarias Conclusiones, a las cuales hemos podido arribar, de
acuerdo a todo el análisis realizado en el trabajo.
Esperamos que esta monografía pueda aclarar en algo el confuso terreno doctrinal en el que se debate el tratamiento
de los frutos; lo que se hace necesario, toda vez que nuestro Código ha adoptado la Teoría Económica de los bienes,
diferenciándose de la doctrina internacional. Pero sobretodo, que pueda comprenderse para que reciba sin piedad las
críticas que se consideren oportunas.
PRIMERA PARTE
Al abordar el problema de la formulación del concepto de frutos, al igual que en otros temas de relevancia jurídica,
encontramos una diferencia entre la noción que tiene el común de las gentes y el sentido que la norma jurídica quiere
imponer a dicho término. Esta dificultad común se debe a la anterioridad del concepto natural de lo existente con
respecto a su definición y regulación jurídica. Sería necesario, entonces, empezar nuestro estudio de los frutos
analizando qué se entiende comúnmente por tales, para después revisar los primeros intentos de legislar sobre ellos.
b) Idea de una naturaleza intermedia.- Como acabamos de mencionar, el fruto no es más que el estado de evolución
posterior de la flor luego de fecundada hasta la expulsión posterior de las semillas, contenidas en el fruto o no, que
darán origen a la nueva planta. La etapa de fruto no es pues una condición estable de la planta, como pueden ser la
raíz, el tallo, las ramas y, en cierta medida, las hojas. Este hecho muchas veces se olvida, porque indudablemente
asociamos al fruto con la fruta, que no es más que la etapa de maduración máxima del fruto, en el que éste se hace
apto para el consumo humano.
2. Análisis
Una observación superficial de ambas características las conciliaría. El fruto es la parte de la planta que es posible
comer. Es difícil que a un comedor habitual de frutas le interese saber más sobre lo que gusta devorar. Pero ello no
puede bastar para nosotros. Analicemos la primera idea que hemos establecido. Podemos deducir del concepto vulgar
de frutos: la pertenencia. Comúnmente se piensa que algo forma parte de otra cosa mayor cuando aparece en ésta.
Esto no es tan cierto, cuando tenemos en cuenta un organismo viviente, tal es la planta. Ello, porque un ente vivo no
puede concebirse como una colección desorganizada de partes sin conexión entre sí. Teniendo en cuenta el enfoque
sistémico, afirmar lo último sería una aberración.[2] Ahora bien, considerando las últimas premisas ¿Es realmente el
fruto parte de la planta? Para contestar esta pregunta, habría que absolver otra previa ¿Qué función cumplen los
frutos? La mayoría de las personas contestarán que la reproducción de la planta. Pero, el verdadero órgano de la
reproducción de la planta es la flor, no el fruto. Una vez fecundado, el fruto pasa a ser una carga funcional, en realidad
no aportará nada al vegetal. Su función está en madurar para poder estimular un futuro desarrollo de las semillas. Es
decir, está en la planta, pero se orienta hacia el exterior. Vive de la planta, pero su finalidad está fuera de ella. ¿Puede
considerarse entonces parte de la planta? Pues, no. Tiene una categoría distinta y propia, derivada de su particular
naturaleza. Por ahora, quedémonos con este concepto previo, que nos ayudará a comprender ciertos aspectos que para
muchas legislaciones jurídicas han quedado oscuros.
SEGUNDA PARTE
EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO DE FRUTOS
En esta parte, nos avocaremos al análisis de las diversas concepciones que han existido en torno a la naturaleza de los
frutos. Primero revisaremos lo referido a los primeros intentos de regulación de la propiedad sobre los frutos,
efectuados por los romanos. Posteriormente, analizaremos las corrientes predominantes en la doctrina jurídica y de las
cuales nuestro Código Civil ha recogido su propia concepción.
Fueron los romanos los primeros en establecer un régimen sobre los frutos. A lo largo de la historia del pueblo romano
se fueron elaborando diversos conceptos sobre el tema. Como quiera que el último y más acabado de los textos
jurídicos estuviera constituido por las Instituciones, abordaremos su estudio. Pasemos, pues, a observar lo que
establecía este famoso libro promulgado por Justiniano:
“35. Si alguno ha recibido de buena fe, de aquel que por error creía propietario, un fundo de tierra por venta,
donación, o cualquiera otra causa, la razón natural ha aconsejado decidir que haga suyos los frutos que perciba, en
recompensa de su cultivo y cuidado. Y si después el dueño se presenta y vindica el fundo, no podrá demandar los
frutos consumidos por el poseedor. En cuanto a aquel que a sabiendas posee el fundo de otro, no se le concede el
mismo derecho; y con el fundo se le obliga a restituir todos los frutos, y aun los consumidos.
36. El usufructuario de un fundo no se hace propietario de los frutos sino a proporción que los percibe. Si a su muerte
los frutos, aunque maduros, no han sido todavía recolectados, pertenecen absolutamente, no a sus herederos, sino al
dueño de la propiedad. Casi lo mismo se dice respecto del arrendatario.
37. En los frutos de las bestias se colocan las crías lo mismo que la leche, el pelo y la lana. Así los corderos, los
cabritos, las vacas, los potros, los lechones, se hacen por su naturaleza al nacer propiedad del usufructuario. Pero
entre los frutos de una esclava no se entienden sus hijos, que por consiguiente pertenecen al dueño de la propiedad.
Parecería absurdo, en efecto, considerar como fruto al hombre, para quien la naturaleza lo ha criado todo.”
(Extraído de Instituciones: Libro II: De las cosas y de las herencias testamentarias; Título I: De la división de las
cosas)[3]
Una observación preliminar del régimen de frutos que los romanos hacían permite vislumbrar que realizaban una
distinción tácita entre los frutos:
a) Frutos del Fundo.- No existe en las Instituciones un concepto preciso acerca de lo que son. Sin embargo, la distinción
posterior que se realiza con respecto a las crías animales posibilita entender que se refieren a los rendimientos
agrícolas de la tierra. Es decir, las cosechas provenientes de los vegetales sembrados. Es importante precisar de dónde
procedía el derecho del propietario sobre los frutos. Al respecto, podemos citar a Gayo: “los frutos pendientes son
considerados partes del fundo”.[4] Fundo y frutos son indivisibles.
b) Frutos Animales.- Aquí se establece una concepción más simplista sobre el derecho del propietario sobre los frutos.
Así como el propietario era dueño de los animales, también lo era de lo que de ellos provenga. En el caso del
usufructo, el usufructuario recibía del propietario tal potestad.
c) Los Esclavos.- Hoy en día sería imposible hablar de tal cosa. Pero en un sistema esclavista, como era el romano, lo
lógico sería que la madre esclava fuera también productora de frutos para su propietario.[5] Las Instituciones,
basándose en Gayo, negaban que los hijos de una esclava fueran frutos, se afirmaba simplemente que eran propiedad
del dueño de la esclava. Esto permitía que la vida de los esclavos así nacidos no perteneciera a los usufructuarios, pero
sí a los dueños. Justiniano pretende infundir la idea que al eliminarse un aspecto del régimen de los frutos en el caso
de los seres humanos se los está despojando de la posibilidad de caer en dicha condición. Esta no es más que una
evasión del problema destinada a recalcar la condición de seres humanos de los esclavos, pero nada más.[6]
Otros tratadistas romanos realizaron una distinción entre los frutos naturales y civiles. Los primeros son parte del
objeto que los produce, por lo que pertenecen al mismo dueño. Los segundos, a decir de Pomponio, no proveían
propiamente del capital sino de las obligaciones que con respecto a éste pudieran surgir. La clasificación realizada,
tiene una importancia especial, ya que permitía generar un concepto más abstracto y genérico de los frutos.
Lamentablemente, fue negada por Justiniano, quien prefirió ligar más el concepto de frutos con el hecho natural de su
existencia independientemente de la acción humana.
La acción de Justiniano resultó perjudicial, en cierta medida, porque impidió la elaboración de un concepto uniforme
sobre lo que debía entenderse por frutos. Así, no quedó claro si es que había alguna diferencia entre el fruto y la cosa
misma. Tampoco se pudo precisar cuánto alcanzaba el dominio del propietario sobre el fruto.[7] Sin embargo, había
quedado en la mente de los investigadores y tratadistas de Derecho las interrogantes sobre la procedencia de la
propiedad de los frutos, su clasificación y naturaleza.
2. La Accesión de los Frutos
Se trata de la posición más antigua, descendiente directa de la tradición romana. Actualmente, muy pocas legislaciones
la sostienen; una de ellas es la española. En efecto, el Código Civil Español establece, en su Artículo 353°, que “la
propiedad de los bienes da derecho por accesión a todo lo que ellos producen, o se les une o incorpora natural o
artificialmente”.[8]
La accesión consiste en hacer de uno lo que se adhiere o se junta a la cosa que ya estaba bajo su dominio. [9] Así se
podían adquirir: animales que nacían de los animales domésticos, islas nacidas en los ríos, terrenos desprendidos por
la acción del río y los provechos que rendían las tierras cultivables.
La tesis que identifica la adquisición de los frutos con la accesión postula, pues, que éstos son adherencias que se
hacen a las cosas. Esto es discutible, por dos razones:
- Primero, porque no todo aquello que se adhiere a la cosa va en provecho de su propietario. Por ejemplo las pulgas, las
liendres y las garrapatas se pegan a los conejos y nadie va a pensar que estos parásitos son frutos de los conejos. Los
hongos silvestres se adhieren a los árboles y no son frutos de éstos. La maleza infesta los terrenos cultivados y ningún
cultivador creerá que son frutos de la tierra.
- Segundo, y lo más importante, la naturaleza del fruto es contraria a la simple adherencia. ¿Acaso las crías de los
animales se pegan a la madre? ¿Las verduras se unen a la planta? ¿La renta se adhiere al dinero? ¿O surgen de ellos?
En realidad, si bien es cierto que por accesión se adquiere lo que se pega a la cosa, es falso hacer extensivo este modo
de adquisición a lo que se procede del bien mismo.
En esta parte, trataremos sobre la regulación del concepto de frutos en la legislación nacional, procurando abordar las
más diversas ramas del Derecho y precisar la posición doctrinaria que se ha adoptado con respecto al tema que nos
ocupa. Comenzaremos por lo que dice nuestra Constitución, para luego analizar la Codificación Civil y otras
igualmente importantes en el ámbito nacional.
1. Marco Constitucional
La Constitución peruana tiene dos aspectos principales que son de nuestro interés. El primero es el referido al
reconocimiento del derecho a la propiedad y el segundo al régimen de los recursos naturales. Pasemos a revisarlos.
a) Derecho a la propiedad.
La Constitución consagra el derecho a la propiedad en el Título I: De la persona y de la sociedad, Capítulo I:
Derechos fundamentales de la persona.[16] Este derecho resulta uno de los más controvertidos, puesto que se ha
discutido mucho acerca de lo que debe ser la propiedad. Durante la Ilustración, los filósofos liberales sostuvieron que
esta facultad es inherente a la persona y la opusieron a la concepción absolutista monárquica, para la que todo lo que
había dentro un Estado debía pertenecer al rey.
“Los liberales pensaron que si las leyes permitían a cada persona la posibilidad de ser propietario, se produciría una
situación en la que todos y cada uno serían propietarios de todo lo que es necesario.”[17] Pero, a todas luces, ello
hasta ahora no sucede. Los grandes propietarios perciben enormes cantidades de beneficios por sus propiedades e
industrias, pero inmensos sectores de la población mundial continuaron inmersos en la más espantosa miseria. ¿Qué es
lo que no funciona?
Los marxistas pensaron que la solución estaba en la eliminación del Estado y la propiedad privada. Pero todas sus
acciones en este sentido contribuyeron a la creación de una superestructura estatal que nunca se eliminó a través de sí
misma, sino se convirtió en una tiranía que acabó con el propio sistema socialista. La Iglesia ha sostenido que el
sistema económico debe excluir la indiferencia hacia los sectores más pobres de la sociedad, necesidad más evidente
en los países del Tercer Mundo.
En todo caso, según Rubio Correa, “las leyes sobre propiedad deben establecer las formas tendientes a que cada uno
tenga, cuanto menos, los bienes indispensables para su vida y seguridad”.[18]
Los recursos naturales son el patrimonio de la Nación no sólo por su propia naturaleza, sino por la importancia que
tiene para el conjunto del país. Por tanto, no pueden ser propiedad privada y exclusiva de los particulares. Según las
leyes, pueden ser aprovechados por el Estado y por el capital privado, por medio de la concesión. Esto está establecido
en el Título III: Del régimen económico, Capítulo II: Del ambiente y los recursos naturales.[19]
Los otros bienes están sujetos al régimen civil. Según Cuadros Villena, la titularidad de los recursos naturales varía de
acuerdo al tipo de recurso que se trate. Así, los recursos renovables son patrimonio de la Nación, es decir del conjunto
de ciudadanos y ciudadanas que habitan el país. En cambio, los recursos no renovables son patrimonio exclusivo del
Estado. La anterior Constitución recalcaba la relación íntima que existía entre los recursos no renovables y la
propiedad del Estado y el carácter más liberal del aprovechamiento de los recursos renovables. Y, aunque nuestra
actual Carta Magna no haga este tipo de distinciones la división de Cuadros Villena es válida puesto que, en buena
medida, los frutos son los rendimientos de los bienes renovables.[20]
2. Código Civil
Antes que nada es necesario decir que nuestro Código ha superado la antigua concepción de las cosas, remplazándola
por la de bienes. Es decir, todo el tratamiento del Libro V: Derechos Reales está referido solamente a las cosas que
tienen algún provecho económico presente o potencial. Esto permite darle mayor precisión al concepto de frutos, ya
que se evitan los problemas surgidos con las otras legislaciones y que hemos examinado anteriormente. Ahora
tratemos acerca de lo que, con relación al concepto de frutos, trata el Código Civil de 1984.
a) Origen del derecho sobre los frutos
El Código Civil confirma la tendencia doctrinaria a considerar los frutos como atributo de la propiedad. Es más, la
propia definición de frutos ofrecida por el Código está dada por el conjunto de poderes reconocidos al propietario de
los bienes. También se exige al propietario que restrinja su derecho a lo exigido por la legislación. Así tenemos:
“Artículo 923°.- La propiedad es el poder jurídico que permite usar, disfrutar, disponer, reivindicar un bien. Debe
ejercerse en armonía con el interés social y dentro de los límites de la ley.”
El Código Civil de 1857 tenía una elaboración doctrinaria bastante aceptable con respecto a los frutos. Su Artículo
1087° establecía esta clasificación:
Naturales.- Los que produce espontáneamente la tierra o las crías de los animales, domésticos se entiende.
Industriales.- Aquellos obtenidos por medio del trabajo o del arte.
Mixtos.- Los que provienen de la naturaleza o de la industria.
Civiles.- Comprendían los alquileres de fundos rústicos y urbanos, los intereses del dinero y las rentas vitalicias o
perpetuas.[21]
Las enconadas disputas doctrinarias surgidas después impulsaron a los legisladores de principios de siglo a buscar la
eliminación de dicha definición. Así, el Código Civil de 1936 no establecía ninguna definición de frutos. Se limitaba a
señalar los modos de adquisición de los frutos, teniendo en cuenta sus clases. De este modo establecía:
“Artículo 927°.- Pertenecen al usufructuario los frutos naturales y los de la industria agrícola pendientes al
comenzar el usufructo y al propietario, los pendientes a su término.”
“Artículo 928°.- Los frutos naturales y los de las industrias agrícola y minera se perciben cuando se recogen o
extraen, respectivamente. Los frutos civiles y los productos de las industrias fabriles se entienden percibidos día a
día, y se pagan los primeros cuando sean recaudados y los segundos, al término del período económico.”
Esta omisión pudo parecer acertada entonces. Sin embargo, tal y como hemos visto, la doctrina se pronunció por la
posición del fruto como atributo de la propiedad. Por ello, se hizo urgente la inclusión de una definición de
frutos. Siguiendo la doctrina alemana del dominio y adaptándola al tratamiento de los bienes, el Código Civil de 1984
establece lo siguiente:
“Artículo 890°.- Son frutos los provechos renovables que produce un bien, sin que se altere ni disminuya su
sustancia.”
Este fenómeno se produce también en los frutos civiles. Así, el trabajo del ser humano disminuye con el
envejecimiento, los predios se desgastan con el uso, el capital está sujeto a los fenómenos económicos de devaluación,
deflación, inflación e inclusive, en el capital estático, a la depreciación de la maquinaria productiva. Lo mismo sucede
con los frutos industriales, sea por desgaste de las plantas, en la dificultad de obtención de las materias primas o su
agotamiento, o en la peor productividad de los trabajadores. Lenta pero progresivamente, entonces, el fenómeno
fructificador consume al bien principal; aunque no sea tan observable como en el caso de los productos.
Hemos establecido que la doctrina de la accesión de los frutos parece haber quedado muerta. La propia definición
ofrecida por el Código Civil parece concluyente. Sin embargo, cuando se empieza a tratar la adquisición de la
propiedad por medio de la accesión, es posible encontrar dos artículos inquietantes:
“Artículo 495°.- El que de buena fe edifica con materiales ajenos o siembra plantas o semillas ajenas adquiere lo
construido o sembrado, pero debe pagar el valor de los materiales, plantas o semillas y la indemnización por los
daños y perjuicios causados.
Si la edificación o siembra es hecha de mala fe se aplica el párrafo anterior, pero quien construye o siembra debe
pagar el doble del valor de los materiales, plantas o semillas y la correspondiente indemnización de años y
perjuicios.”
“Artículo 496°.- El propietario de animal hembra adquiere la cría, salvo pacto en contrario.
Para que los animales se consideren frutos, basta que estén en el vientre de la madre, aunque no hayan nacido.
En los casos de inseminación artificial realizada con elementos reproductivos procedentes de animal ajeno, el
propietario de la hembra adquiere la cría pagando el valor del elemento reproductor, si obra de buena fe, y el triple
de dicho valor, si lo hace de mala fe.”
Si bien es innegable la necesidad de establecer un régimen de regulación de los problemas surgidos con respecto a la
propiedad cuando materiales y trabajo reproductivo concurren y no pertenecen al mismo propietario; también es
necesario anotar que el incluir disposiciones de este tipo en el título dedicado a la accesión viene a constituir un
resabio negativo de la vieja teoría de la accesión de los frutos.
Pero continuemos con nuestro análisis. Estos artículos han resuelto la disputa arriba señalada dando preferencia al
trabajo, es decir siguiendo la teoría económica de los bienes. La diferencia en las indemnizaciones por daños y
perjuicios radica en la buena fe de quien empleó materiales, semillas, plantas o reproductivos ajenos. En ello
convenimos. ¿Qué sentido tendrá incluir estas disposiciones en el capítulo de la accesión? Se podría justificar tal
acción si el Código dispusiera, como las Instituciones, que en todos los casos de conflicto, los frutos pasarían al
propietario de los bienes empleados por otros. Entonces sí se podría hablar de accesión de los bienes, porque en
verdad, los frutos se han pegado al bien independientemente de la acción de su titular. Pero ya vemos que no es el
caso. Sería necesario entonces, trasladar estas disposiciones a la parte referida a los frutos. Tal y como se plantea el
Código Civil, no existe la accesión de los frutos naturales, industriales o civiles.
Fuera de esta preocupación ecológica otros autores, han señalado los rasgos distintivos de los productos. Así, Cuadros
Villena indica que de la definición dada por el Código Sustantivo se pueden deducir las siguientes características:
Diferencias
- Los frutos son provechos renovables. Lo que significa que el rendimiento económico de los frutos es perdurable; el
de los productos, perecible.
- Los frutos que produce el bien no alterna ni disminuyen la sustancia; los productos, importan una modificación
sustantiva en el bien.
Semejanzas
La principal estaría en el Artículo 185° del Código Civil, que indica que “las disposiciones sobre los frutos
comprenden a los productos si ellas no los excluyen expresamente”. Es decir, en el tratamiento jurídico.[26]
En la vía procesal civil, los frutos están sujetos al régimen aplicable a los bienes; sin que ello signifique la inclusión de
los frutos dentro del régimen de los accesorios. A continuación, analizaremos algunas instituciones procesales que se
refieren expresamente a los frutos.
a) Interdictos[27]
Los interdictos son procesos sumarios que sirven para la defensa de la posesión actual con el fin de evitar un daño
inmediato. Por su propia naturaleza, sus sentencias no pueden ser consideradas como definitivas, por lo que es posible
contradecirlas en procesos de conocimiento posteriores.[28] Con respecto a los frutos, el Código Procesal Civil se
ajusta las normas establecidas por el Código Civil.[29] Sería lógico pensar, como en el Derecho Romano, que en todos
los casos el poseedor ilegítimo debía restituir no sólo el bien sino los frutos que haya obtenido como producto de dicha
posesión irregular. Pero no es cierto. En este sentido, las Instituciones tienden a presuponer el derecho del
demandante. Pero, nuestro Código Sustantivo hace lo contrario: supone más bien la buena fe del poseedor, así sea
ilegítimo. En efecto, aunque sea cierto que el poseedor de mala fe esté obligado a cubrir el íntegro del pago de los
frutos percibidos o que pudo percibir; al poseedor de buena fe, se le reputa como dueño de los frutos.
La elaboración doctrinaria al respecto, es casi unánime. Definitivamente lo importante en los frutos es la actividad
humana realizada para obtenerlos y no tanto la propiedad o tenencia legítima del bien fructífero. Y ello tiene mucha
más coherencia con la Teoría Económica de los bienes que es la adoptada por nuestro Código Civil en la mayoría de
sus acápites. Sin embargo, es de considerar que aquí existe un conflicto con el derecho de propiedad, reconocido por
la Constitución, que se presenta en perjuicio del propietario. Veamos dos jurisprudencias dictadas al respecto:
Expediente : 211-96
Fecha : 13/02/97
Jurisprudencia : “No procede el pago de frutos porque se ha demostrado que los demandados se han
encontrado en posesión del bien de buena fe”.
Puno
Expediente : 226-95
Jurisprudencia : “El poseedor de buena fe hace suyos los frutos, por tanto no tiene obligación alguna de
pagar los frutos con anterioridad a dicha fecha”.
De la lectura de ellas, podemos deducir que la práctica judicial se ha pronunciado en favor de los poseedores
ilegítimos. Como quiera que la buena fe se presume y la mala fe se demuestra, son muy pocos los casos en que la
administración de justicia ha obligado a los poseedores ilegítimos a hacer efectivo el pago de los frutos pretendido en
las demandas interdictales. No es que estemos de acuerdo con la vieja teoría romana, pero sí creemos que sería justo
que se pagara un porcentaje de los frutos obtenidos, porque después de todo, sea buena fe o mala fe, proceden del
aprovechamiento ilegítimo de un bien ajeno.[30]
b) Embargo[31]
El embargo consiste en la afectación jurídica de un bien o un derecho del presunto obligado, aunque se encuentre en
posesión de un tercero. Solamente es posible solicitarlo cuando la pretensión principal es apreciable en dinero. Es más
que evidente que los frutos, como provenientes del bien principal, pueden también ser objeto de embargo. No obstante
el Código Procesal reconoce la distinción entre el bien y su fruto, que hemos abordado anteriormente, cuando aclara
que las pretensiones de embargo sobre frutos deben ser indicadas específicamente por quien traba el embargo.
Sin embargo, el Código Adjetivo reconoce que no siempre los frutos siguen el destino del bien principal. En efecto, en
el Artículo 648°[32] se enumera una larga lista de bienes que no pueden ser embargados en ningún caso, salvo las
excepciones establecidas al final del mismo artículo. Pero, se establece también que los frutos de dichos bienes sí
pueden ser embargados. Dicha posición presenta tres casos especiales donde existen o deberían existir limitaciones:
Seguridad Jurídica de los acreedores del Estado.- El Estado no puede responder a sus deudas con bienes, porque tal
cosa está prohibida por la propia Constitución, tal y como hemos visto anteriormente.[33] Por otro lado, el Código
contiene la expresa prohibición de embargar los frutos provenientes de los bienes del Estado. Sin embargo, existe la
necesidad de satisfacer la obligación contraída con los particulares. Para ello, debe asignarse adecuadamente las sumas
de dinero en las partidas presupuestadas al sector del Estado a quien le corresponda la obligación.[34]
Protección de los bienes del Patrimonio Familiar.- Si bien el Código Adjetivo señala que los frutos percibidos por el
patrimonio familiar son embargables, el Código Civil señala una limitación. Ella consiste en que pueden ser
embargados sólo hasta las dos terceras partes y que deben limitarse a los casos de pensiones alimenticias, tributos
referentes al bien y condenas penales.[35]
Protección de los deudores.- Si bien se acepta que los medios que posibilitan la subsistencia de los deudores no son
objeto de embargo, sí lo son los frutos percibidos por ellos. Aquí el autor discrepa con lo establecido por el Código
Adjetivo. Si se busca que los deudores subsistan, por lo menos, para terminar de pagar su deuda ¿No es lógico que se
establezcan limitaciones a la apropiación de los frutos por parte del acreedor? Pensemos, por ejemplo, en una
persona que vive únicamente de la explotación de una máquina o de sus herramientas. Si todos los frutos obtenidos de
su actividad pasan al acreedor ¿De qué va vivir? No hay que olvidar que el objetivo del Derecho Procesal es la
resolución de los conflictos de intereses para alcanzar la paz social. La situación descrita no contemplaría construcción
de dicho estado, sino su propia destrucción.
CUARTA PARTE
Habiendo abordado el estudio de la concepción de los frutos, tanto en la doctrina nacional como en la extranjera,
procederemos a realizar el análisis de las clasificaciones de los frutos. Para el efecto, tendremos en cuenta los criterios
establecidos expresamente en el Código Civil, pero también los elaborados teóricamente por los juristas.
1. Criterio de Naturaleza
Tradicionalmente se ha considerado que los frutos se dividen, de acuerdo a su naturaleza, en tres clases: naturales,
industriales y civiles. La mayoría de las codificaciones sólo reconocen expresamente esta clasificación. El Código
Civil Peruano, establece lo siguiente:
“Artículo 891°.- Los frutos son naturales, industriales o civiles. Son frutos naturales los que provienen del bien, sin
intervención humana. Son frutos industriales los que producen el bien, por la intervención humana. Son frutos civiles
los que el bien produce como consecuencia de una relación jurídica.”
a) Críticas a la clasificación
Como hemos visto anteriormente, los romanos son los autores más remotos de este tipo de clasificación.
Originariamente se dividió a los frutos en naturales e industriales. El criterio más importante que fue tenido en cuenta
entonces fue la intervención de la mano del hombre. Así, si la actividad humana es necesaria en el proceso de
fructificación se decía que el fruto era industrial. Caso contrario, los frutos eran naturales. Algunos autores, como
Ferranti,[36] han afirmado que dicha dicotomía es falsa, porque la mano del hombre no hace sino facilitar el proceso,
que culminará en la obtención del fruto.
Alberto Vásquez Ríos no comparte esta opinión. Para él, el fundamento de la distinción estaría no solamente en el
hecho de la intervención humana mediante su actividad consciente, sino también, en el desarrollo inminente del bien
que genera sus propios frutos, los que provienen de apropiación por el hombre (recalcando el sentido de la palabra
marcada). En cambio, los frutos civiles son producidos por la intervención del hombre. El citado jurista dice apoyar su
posición basándose en la tesis de Valencia Zea.
El citado jurista colombiano asegura en su obra Derecho Civil[37] que existen frutos orgánicos, es decir, aquellos que
se producen y reproducen, como las crías de los animales; y frutos inorgánicos (generalmente
denominados productos), es decir, aquellos que son beneficios que, extraídos no se reproducen, como las arenas, las
piedras y el metal extraído de una mina. Es decir, para él, los frutos inorgánicos son productos y no frutos industriales,
como sostiene Vásquez Ríos.
Esta trampa intelectual es condenable, toda vez, que el propio Valencia Zea reconoce que dicha clasificación no
pertenece al derecho romano, ni es seguida por las legislaciones actuales, ya que presenta como dificultad que la
concepción de frutos se ha referido siempre al goce de una cosa y que tanto los llamados frutos orgánicos e
inorgánicos, tarde o temprano se agotan. Lo que sí nos parece rescatable es el sentido de la apropiación que el hombre
hace de los frutos naturales, que Vásquez Ríos afirma en su obra Los Derechos Reales.
Por su parte, y muy acertadamente, Carlos Cuadros Villena afirma que la diferencia esencial entre frutos naturales y
civiles estaría radicada en dos elementos característicos: la naturaleza y el trabajo. “Si predomina la acción de la
naturaleza sobre el trabajo humano, los frutos serán naturales. Si predomina la industria del hombre, el trabajo sobre
la naturaleza, o prescinde de ellas, los frutos serán industriales”.[38] Nosotros pensamos que siempre la intervención
humana es importante, al definir la propia condición de frutos, aunque admitimos lo conveniente de adoptar el criterio
de Cuadros para realizar la distinción entre frutos naturales e industriales. Manteniendo una posición más o menos
neutra, Jorge Eugenio Castañeda señala que son aquellos que provienen del desenvolvimiento propio, orgánico, de la
cosa.[39]
Mayor importancia normativa tiene, en cambio, la separación que la doctrina hace con los frutos civiles. Mientras que
los frutos naturales e industriales se presentan materialmente, los frutos civiles tiene una existencia meramente
jurídica. Oertman afirma que el concepto jurídico de fruto civil surge de “trasladar mentalmente lo que
en (las)... cosas corporales sucede al proceso, comparable a este otro desde el punto de vista económico privado, que
tiene lugar en los derechos, ya que también la relación jurídica puede estar dispuesta de tal modo que proporcione al
sujeto ciertos rendimientos continuos.”[40] Es decir, que en los frutos naturales hay una esfera normativa que acoge el
proceso natural, y en los civiles, ese esquema es jurídico.
b) Frutos Naturales
Con respecto a los frutos naturales, el Código Civil de España, señala que:
“Artículo 355°.- Son frutos naturales las producciones espontáneas de la tierra y las crías y los demás productos de
los animales”.
Esta definición es demasiado naturalista, carece de una nota de rigurosidad científica que le otorgue la generalidad
necesaria para el Derecho. Por lo tanto, de plano la descartamos. El Código Civil de Argentina, por su parte, establece
que:
“Artículo 2424°.- Se consideran frutos naturales las producciones espontáneas de la naturaleza.”
Por frutos naturales, Arias-Schreiber entiende “aquellos que nacen o se producen de modo espontáneo y sin
la intervención del hombre siendo su ejemplo más claro el de la cría de los animales”.[41] Anteriormente hemos
sostenido que la intervención del ser humano es necesaria en todos los frutos. Aunque, en puridad, no sea necesaria la
labor humana para que se produzca el fruto, es él quien valora qué es fruto y qué no lo es. Por ello, nos adscribimos a
la definición que ofrece el Artículo 714° del Código Civil Colombiano: “Frutos naturales son los que se extraen de la
naturaleza, ayudada o no de la industria humana”. Tal concepción es la que más se ajusta al marco teórico de bienes
que nuestra Legislación Civil ha adoptado.
Sobre el tratamiento de los frutos naturales, Vásquez Ríos afirma que antes de su separación del bien, forman parte de
él, por lo que son accesorios del mismo. A renglón seguido, no obstante, sostiene que algunos frutos pueden ser
objetos de enajenación antes de su separación. La regla de los bienes accesorios es que siguen el destino del bien
principal. El propio Código Civil reconoce que, en el caso de los frutos, es válido el pacto en contrario. Por tanto, no
creemos que los frutos sean accesorios del bien, en realidad, tienen una categoría jurídica propia y nuestra tesis es que
debería desarrollarse aún más este aspecto descuidado de la doctrina.
c) Frutos industriales
Los frutos industriales, a decir del citado Arias-Schreiber, son los que “se obtienen por el concurso de la industria o
sea del trabajo del hombre aplicado a la producción en general”.[42] Según Cuadros Villena, serían aquellos en los
que predomina la labor industrial sobre la propia acción de la naturaleza. Para Castañeda, opinión sobre la que sin
duda se basó Cuadros, son los debidos a la intervención del esfuerzo humano sobre la naturaleza.[43]
Alberto Vásquez Ríos, por su parte, afirma que existe otra nota característica más importante que los frutos
industriales poseen. Para él, los frutos naturales provienen de los frutos y los industriales son producidos por el
hombre. Nuevamente, discordamos con sus afirmaciones. Los frutos, aun los naturales, necesitan de la acción humana
para poder ser aprovechados. Sería del todo falso que una vez que conseguimos un animal o una planta, mágicamente
nos van a dar frutos. Aún los procesos de producción naturales necesitan, y, efectivamente, son controlados por el
hombre.
En definitiva, creemos que los frutos industriales son aquellos que, además de ser calificados por el hombre, requieren
de su acción para ser producidos, tanto en la conducción como en la realización del proceso de producción. Esta nota
distinguiría los de los frutos naturales, en los cuales el hombre, a lo sumo, intervendría en el proceso de conducción de
la producción y la consiguiente recolección.
d) Frutos Civiles
El Código Civil de España establece, al respecto, lo siguiente:
“Artículo 355°.- Son frutos civiles: el alquiler de los edificios, el precio del arrendamiento de tierras y el importe de
las rentas perpetuas, vitalicias u otras análogas.”
Es decir, el Código prefiere evitar una definición doctrinaria y se limita a mencionar qué frutos son civiles. No
estamos de acuerdo con dicho tratamiento, porque pueden haber, y de hecho existen, muchos más frutos civiles que
los enumerados por dicha lista; como veremos más adelante. De otro lado, el Código Civil de Argentina señala:
“Artículo 2330°.- Son cosas accesorias, como frutos civiles, las que provienen del uso o del goce de la cosa que se ha
concedido a otro, y también las que provienen del uso de la cosa. Son igualmente de la privación del uso de la cosa.
Son igualmente frutos civiles los salarios u honorarios del trabajo material, del trabajo inmaterial de las ciencias.”
Los frutos civiles según Schreiber-Pezet, a quien gustamos citar porque brinda el alcance exacto de lo expresado por el
Código Civil, son “los producidos por el bien por determinación de la ley. Se trata por lo tanto de frutos ficticios,
siendo ejemplo de ellos los sueldos, salarios y honorarios, las pensiones de jubilación, cesantía y montepío, las rentas
vitalicias y otras similares.”[44] Jorge Eugenio Castañeda precisa que “los frutos civiles son los rendimientos
obtenidos por el uso de la cosa fructífera por otro que no es el dueño. Así, los intereses, las rentas, las mercedes
conductivas.”[45]
Arturo Valencia Zea, complementando a Schreiber-Pezet, indica que los frutos civiles “son los provechos económicos
que resultan de las relaciones jurídicas, en virtud de los cuales, se permite a otro el uso o goce de una cosa o de una
suma de dinero”.[46] En otras palabras, y concordando en esto con la posición de Cuadros Villena, los frutos civiles
son los que provienen de una relación jurídica que nace de acto jurídico o de obligación extracontractual.[47]
Cuadros Villena añade que los frutos civiles pueden subdividirse en tres clases, según su fuente:
Los que rinde la cosa en poder de otro (arrendamiento, usufructo oneroso, mutuo, hospedaje).
La indemnización de lucro cesante, o sea la compensación por el rendimiento de la cosa, de la que uno ha sido
privado.
Los resultados del trabajo manual e intelectual (salarios, compensaciones, indemnizaciones, pensiones).
Poseedor de Buena Fe.- Como ya se ha visto, el poseedor de buena fe hace suyos los frutos y se presume la buena
fe, salvo prueba en contrario.
Usufructuario.- El usufructuario hace suyos los frutos pendientes al comenzar el usufructo y el propietario, los
pendientes a su término.[52]
Nosotros coincidimos con la crítica hecha por Cuadros Villena con respecto a que el Código indica que el dominio de
los frutos civiles lo tienen los titulares del derecho, puesto que en los otros casos también se trata de titulares de
derechos. No obstante, es muy difícil encontrar otro tipo de criterio para calificarlos. La otra opción sería mencionar
todos los titulares de derechos que pueden percibir frutos civiles (usufructuario, arrendatario, comodatario, vendedor,
etc.), como hacen los Códigos Civiles de España y Argentina. Con ello no estamos de acuerdo. Tal vez la solución
sería redactar así: titulares del derecho que originó dicho fruto; es decir, el civil.
Finalmente, Arias-Schreiber Pezet indica, explicando la última parte del Artículo 892° del Código Civil, que dicha
norma establece que los frutos naturales se perciben cuando son recogidos, los industriales cuando se obtienen y los
civiles cuando se recaudan. Ante dichos procesos, los frutos son puramente potenciales y están incorporados como
parte integrante del bien del cual posteriormente se obtienen, desprenden o recaudan;[57] con lo que el autor coincide
plenamente.
f) Cómputo de los frutos industriales o civiles
Al respecto, el Código Sustantivo establece lo siguiente:
“Artículo 893°.- Para el cómputo de los frutos industriales o civiles, se rebajarán los gastos y desembolsos realizados
para obtenerlos.”
Comentando este artículo, Vásquez Ríos afirma que dicho artículo es bastante acertado, puesto que en los frutos
naturales y civiles el cómputo debe realizarse considerando la inversión y recaudación, por un lado, y que “no era
necesario normar sobre el cómputo de los frutos naturales, por su propia razón de ser en la que no interviene el ser
humano y por tanto no existen gastos que deducir, toda vez que éstos frutos se recogen de acuerdo la tiempo que la
sabia naturaleza ha dispuesto.”[58]
El destacado jurista Arias-Schreiber Pezet no concuerda, y con razón, con esta posición. Para él, no existe razón para
no haber considerado lo mismo en el caso de los frutos naturales. Fundamenta su posición, basándose en dos
hechos: para la recolección de los frutos naturales se necesitan realizar gastos (por ejemplo, las frutas de los árboles,
donde hay que realizar gastos de siembra, crecimiento y cosecha), la fuente de donde se tomó este artículo[59] no
hace este tipo de distinciones.[60]
Adoptando una posición más doctrinaria, Cuadros Villena refuta a los redactores de dicho artículo, al no considerar el
cómputo de los frutos civiles, porque en realidad no existe fruto natural espontáneo, sino como resultado de la acción
humana. Así, la propia recolección del fruto genera un gasto, que debería ser computable. [61] Ya hemos dicho que no
estamos de acuerdo con esa tesis de que los frutos naturales se den sin la intervención humana; para el autor, los frutos
naturales requieren de dos componentes puramente humanos: la valoración y la recolección.
2. Criterio de Situación
El criterio de situación o estado es recogido por Cabanellas en su extensa obra compiladora. [62] Sin duda se refiere
con él a su naturaleza jurídica, clasificación que realiza Valencia Zea en su obra citada. Hemos querido dejar este
criterio, junto con otros menos importantes desde el punto de vista jurídico, porque está directamente relacionado con
el anterior y para evitar redundancias que quiten agilidad al presente estudio.
3. Otros criterios
Cabanellas considera en su obra, dos criterios más de clasificación de los frutos:
a) Manera de ofrecerse.- De acuerdo a ello, los frutos serían ordinarios (cuando proceden de un bien mediante cualquiera
de las vías citadas: recolección, industria, negocios jurídicos) y extraordinarios (cuando proceden de los bienes
mediante vías no comunes, como el premio gordo de la lotería, la súbita aparición de plantas valiosas en un campo
cultivado sin la intervención del titular del derecho, etc.).
b) Realidad actual.- De acuerdo a lo cual, los frutos son existentes y consumidos, o que no necesita de mayores
comentarios.[65]
QUINTA PARTE
CONCLUSIONES
1. De acuerdo con la Ontología, el fruto no es parte de la cosa misma, aunque dependa de ella durante su desarrollo. Por
tanto, es incongruente decir que un fruto forma parte del bien del que procede o es accesorio de ella. No forma parte,
porque el fruto posee una naturaleza distinta al bien del que surge. No es accesorio, porque el fruto no se adhiere al
bien, sino que procede de él.
2. El Derecho ha adoptado un régimen de destino de los frutos idéntico al de los bienes de los que proceden, más por la
praxis y la tradición, que por doctrina. No obstante, es posible dentro de los derechos reales, enajenar los frutos sin
hacer lo mismo con los bienes y viceversa. Ello se observa de modo más evidente en el usufructo y la posesión de
buena fe.
3. Los frutos son los rendimientos de los bienes renovables y, por lo tanto, no disminuyen al bien fructífero. La
periodicidad del rendimiento no caracteriza a los frutos, ya que los rendimientos pueden ser eventuales o periódicos,
sin que dejen de ser frutos. Ello depende, en realidad, de la forma de explotación de los frutos. Además, lenta pero
progresivamente, la producción de frutos va acabando con el bien principal.
4. Los frutos se diferencian de los productos por su rendimiento económico, según lo cual los frutos son perdurables y
los productos perecibles, y de acuerdo con la modificación de la sustancia, que en los productos es evidente e
inmediata y en los frutos, menos visible y progresiva. Sin embargo, ambos tienen esencialmente el mismo tratamiento
jurídico, según lo establece el propio Código Civil.
5. La presunción de buena fe del propietario, que hace el Código Sustantivo, ha producido una reiterada jurisprudencia a
favor de los poseedores ilegítimos. Así, las pretensiones sobre el pago de frutos, que deben ser conexas a la demanda
de interdicto, no son satisfechas casi nunca. Nuestra posición, si bien no se aúna a la presunción de mala fe que hacían
los romanos, es que por lo menos debiera pagarse un porcentaje por los frutos ilegítimamente obtenidos.
6. Los frutos naturales son aquellos que se obtienen del bien de tal forma que el ser humano no interviene más que en
la valoración, definiendo su condición de fruto y, a lo sumo, en la propia recolección. Los frutos industriales son
aquellos que se obtienen del bien, en modo tal que el ser humano interviene, no sólo en la valoración y recolección,
sino en la transformación, es decir, el proceso necesario para obtener el fruto. Los frutos civiles son aquellos que
provienen de un derecho real o de un negocio jurídico.
7. En cuanto al dominio sobre los frutos, el Código Sustantivo señala que los frutos civiles pertenecen al titular del
derecho. En realidad, los propietarios y productores, que dominan los frutos naturales e industriales respectivamente,
son también titulares de derechos. Lo que ayudaría mucho sería precisar: los titulares del derecho que origina dicho
fruto (el civil).
8. El Código Civil establece que el cómputo de los frutos civiles e industriales se realiza descontando los gastos y
desembolsos realizados para obtenerlos. Sin embargo, también se requiere realizar gastos y desembolsos para obtener
los frutos naturales. Por ejemplo, la selección, siembra y cosecha no son gratuitas, sino que tienen un costo. Por lo
tanto, debería eliminarse esta distinción y generalizar el cómputo para todos los frutos.
BIBLIOGRAFÍA
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NOTAS:
[1] Pastor, Julio (Director) (1966) Enciclopedia Ilustrada Cumbre: Tomo V. 6ta Edición. México, Cumbre S.A. p. 161.
[2] Bunge, Mario (1997) Vigencia de la Filosofía. Lima, Universidad Inca Garcilazo de La Vega. 344 pp.
[3] Instituciones de Justiniano. Lima, San Marcos. p. 136.
[4] Enciclopedia Jurídica Omeba. Tomo XIII. p. 710.
[5] Los esclavos en el Imperio Romano carecían de derechos, al ser considerados como cosas.
En la época romana si existió una posición más radical, que sostenía que un ser humano no podía nacer esclavo puesto que Dios lo había
creado naturalmente libre. Esta concepción terminó triunfando cuando se les hizo más difícil a los dueños mantener a sus esclavos y se pasó
del Esclavismo al Servilismo.
No obstante, se puede encontrar cierto esbozo de una concepción económica del fruto en la parte referida al derecho de quienes sembraron de
buena fe en terrenos de otro. Los frutos le pertenecen a quien lo realizó, justamente porque fue él quien invirtió tiempo y trabajo en cuidarlos. La
elaboración de los frutos animales fue mucho más sencilla.
Cabanellas, Guillermo (1979) Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual: Tomo III. 12a Edición. Buenos Aires, Heliasta. p. 424.
[9] En la doctrina romana se pensaba que su justificación jurídica radicaba en el Derecho Civil.
[10] Vásquez Ríos, Alberto (1993) Los Derechos Reales. Lima, IGRAP. p. 75.
[11] Valencia Zea, Arturo (1976) Derecho Civil: Tomo II. 5ta Edición. Bogotá, Temis. p. 184.
[12] Valencia Zea, Arturo. Op. cit. p. 185.
[13] Vásquez Ríos, Alberto. Op. cit. p. 75.
[14] Vásquez Ríos. Op. cit. p. 75.
Por ejemplo, antiguamente las minas de uranio no tenían ninguna utilidad económica porque ni siquiera se conocía de la existencia de este
mineral. Pero al descubrirlo y empezar a explotarlo en la industria nuclear, las minas adquirieron un valor económico; por lo que dejaron de ser