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De la anécdota al poema: el material poético nocturno de Villaurrutia

Decía José Hierro (Madrid, 1992-Madrid, 2002), poeta español de la posguerra, que “únicamente
con verdad no se escribe poesía, hay que persuadir” y decía bien pues, a diferencia del género
poético japonés haiku el cual no está hecho para conmover al lector sino para que el autor
manifieste su “aware”, el poeta no se puede limitar a transcribir un acontecimiento de su vida, por
muy fantástico e importante que haya sido, pues significa algo para él pero no para el lector. De la
destreza del autor para construir versos en los que, si bien haya algunos rastros de la anécdota, pero
no tantos que la dejen entreverse, depende si hay un poema o no.

Como prueba de lo anterior, tenemos los Nocturnos (1933) de Xavier Villaurrutia (Ciudad
de México, 1903-Ciudad de México, 1950) gran poeta mexicano de la primera mitad del siglo XX.
En particular, el nocturno de los ángeles. El poema comienza, muy ad hoc a su nombre,
describiendo un escenario nocturno, oscuro, al mismo tiempo que reflexiona acerca de uno de los
temas más predilectos de la obra del poeta: el deseo. El secreto del deseo que, según el autor, todos
escondemos. El tema del deseo abarca las primeras dos estrofas y es hasta la tercera en que la
anécdota se “muestra” con la metáfora del “río de la calle” pues ese “río de sedientos seres”
representa al que vio Novo en el hotel al subirse en el ascensor. Aclaro, no es que el poema lo deje
entrever sino que una vez que estas enterado de la anécdota la buscas en el poema.

Posterior a los versos acerca del tráfico de sedientos seres, en la séptima estrofa, a mi
parecer, se desvela el poema con la comparación entre el mar y el cielo: “vienen del mar que es el
espejo del cielo”, pues es a partir de esta de donde la equivalencia entre ángel y marinero vale. Y
todo el poema depende de esa equivalencia alegórica que hizo de los marineros convertidos en
ángeles: en el poema, los ángeles vienen a la tierra a fundirse y confundirse con los mortales, a vivir
la pasión erótica que en su destierro no pueden realizar, mientras que en la anécdota los marineros
cuando llegan a tierra disfrutan dicha pasión de la cual habían sido privados por su “exilio”
marítimo.

Ahora bien, con respecto al ritmo, el poeta siguió la misma línea del poema; la versificación
fluye tal cual “fluye el rio de la calle”, pues es casi siempre acentual; sigue un ritmo. Y, dado que
Villaurrutia era un solitario y eso se veía reflejado en su quehacer poético, pese a su pasión
dramatúrgica, en el poema no habla para los otros sino acaso para un personaje interior casi siempre
inquietante que sería Otro Xavier. Es decir, la voz poética es impersonal y no se dirige a nadie más
que a él mismo y esto se ve desde el principio del poema donde comienza “Se diría que las
calles…”.
Volviendo al tema de la anécdota y el poema, son más las alusiones que se hacen a la
verdadera historia como, por ejemplo: los nombres que toman los ángeles “Dick o John, o Marvin
o Louis” que, me atrevo a decir, son nombres comunes de marineros así como la muy directa
referencia, en la penúltima estrofa, de los “asesores de los hoteles”.

En fin, me atrevo a afirmar que sin la transfiguración de los marineros en ángeles no habría
un poema sino solo un vil cuento que no conmovería a nadie. Asimismo, me parece que el poema
de Villaurrutia es un claro ejemplo del equilibrio que tiene que haber entre una y otra pues es
verdad que la anécdota está “presente” en el poema pero hay mucho más que eso y he ahí su
belleza; no se queda solo con los marineros y el ascensor sino que reflexiona acerca del deseo y el
exilio.

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