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Alud

desplazamiento de una capa de nieve ladera abajo

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Una avalancha en el Monte Everest.

Un alud, también denominado avalancha es el desplazamiento de la capa de nieve


hacia abajo, que puede incorporar parte del sustrato y de la cobertura vegetal de
la pendiente.

MagnitudesEditar

Existen dos tipos de aludes:

Alud superficial: donde sólo se moviliza una parte del manto nival.

Alud de fondo: donde se moviliza de manera súbita y violenta todo erosionando


el sustrato de la ladera, transportando y depositando estos materiales en el punto
donde el ángulo de la misma con respecto a la horizontal, lo permite.

Para clasificar el riesgo hay una Escala Europea de Peligro de Aludes,[1] usada en
casi todo el mundo:

Débil;

Limitado;

Notable;

Fuerte;

Muy fuerte.

Causas de su formaciónEditar

Los aludes son ocasionados por la falta de homogeneidad de la capa de nieve y por
la existencia, entre los límites de capas físicamente diferentes, de un agente que
facilita el deslizamiento de una de ellas sobre otra subyacente. Ocurre por
ejemplo, que la nieve recién caída o acumulada por el viento no llega a
cohesionarse a la superficie de la capa preexistente. En otros casos,
la lluvia empapa una capa reciente, que se desliza entonces por su propio peso, si
la pendiente lo permite. Las aguas pluviales pueden también infiltrarse entre dos
capas de nieve y obrar entonces como un lubricante que permite el deslizamiento de
la capa superior sobre la inferior. Lo mismo puede ocurrir si el agua penetra en la
nieve y el terreno, haciendo que éste se vuelva deslizadizo. Los cambios
de temperatura ambiente también tienen su gran importancia. En particular, un
aumento importante de la temperatura reduce la cohesión de la nieve, por eso los
aludes son más probables por la tarde que por las mañanas, sobre todo en aquellas
pendientes que han estado expuestas a los rayos solares durante las horas más
calurosas del día. A veces el brusco calentamiento por el sol matutino basta para
provocar aludes en las pendientes abruptas orientadas hacia el este. Las
condiciones del suelo que soporta la nieve pueden ser también
determinantes: terreno arcilloso y, por consiguiente, deslizante; suelos lisos,
húmedos o helados, vertiente de forma convexa o con excesiva pendiente. Sean cuales
fueren las circunstancias favorables a un alud, éste puede ser desencadenado por
una causa mínima aunque capaz de vencer la escasa cohesión que retenía la masa de
nieve: un ruido, el desprendimiento de una roca o un bloque de hielo, o el simple
paso de un esquiador por la capa inestable.

Clases de aludesEditar

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Avalanchas en el Monte Rainier en 1973.

Aludes de nieve fresca

Parte generalmente de un punto y arrastra cada vez más nieve. Esta avalancha se
inicia cuando el peso de la nieve sucumbe a la fuerza de gravedad. Esto sucede
sobre todo después de fuertes nevadas (a partir de 25cm de espesor),
particularmente cuando se acumula sobre una base (manto) lisa (debido a la lluvia,
a la escarcha, a la fusión de la nieve). Esta nieve, muy ligera, se mezcla con el
aire formando un aerosol que desciende la pendiente a una velocidad de 100 a
300 km/h.

Aludes de placa

Este tipo de alud es el más frecuente. Una placa es una superficie de nieve
compacta que se desprende del resto del manto de nieve y que se desliza sobre
el suelo o sobre la nieve existente. Estas placas pueden ser inmensas y dejan
un límite de fractura bien visible.

Aludes de nieve húmeda

Este tipo de avalancha se produce cuando suben las temperaturas y en la primavera


en las pendientes bien expuestas al sol (cuando la nieve funde). Se deslizan
lentamente (20 a 60km/h), los factores que la activan son el aire o el viento
caliente, el sol y el sobrepeso.

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