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Reflexión personal a partir de las lecturas de Mark Prensky

Alejandro Joos

La irrupción de las ya no tan nuevas tecnologías de la información y la comunicación y


la llegada de generaciones que a corta edad estructuran su pensamiento bajo las lógicas
de la inmediatez, la simultaneidad, la dinámica de lo que ciertos autores nombran
“hipertextualidad”, la libertad y facilidad de acceso a la información a voluntad, el
lenguaje gráfico, entre otras.
De esta forma, la escuela y la educación tradicional no solo quedan anticuadas
o, cuando menos, insuficientes sino que su función se ve obligada a cambiar.
Numerosos intelectuales se refieren acerca de la responsabilidad crítica y reflexiva de
la escuela frente a la sociedad de la información pero, incluso así, la institución continúa
sosteniendo un diseño curricular prescripto, graduado y de cumplimiento obligatorio.
Prensky es partidario de una modificación tanto en la metodología de enseñanza
como en los contenidos y, en este sentido, insinúa la necesidad de sostener los
contenidos básicos para el desenvolvimiento social y laboral y reemplazar los demás
por tópicos más acordes al “futuro” que están íntimamente ligados con las TIC.
No obstante, tampoco deja de observar el protagonismo del interés en las
decisiones y en la atención de los estudiantes. De hecho, se refiere al uso de la atención
selectiva de manera estratégica para vencer al aburrimiento mientras realizan otra tarea
en simultáneo. No solo las formas han cambiado, sino la misma estructura cerebral y
las capacidades de estos nativos digitales.
En este sentido, cabe preguntarse en qué medida es posible no reincidir en el
formato de enseñanza de los inmigrantes digitales en tanto más allá de emplear
videojuegos, aplicaciones, dispositivos, presentaciones más breves y dinámicas,
incorporar los referidos “contenidos del futuro”, etc. no deja de ser un intento de motivar
el interés de los alumnos, interés que puede ser suscitado pero nunca forzado. Bajo esta
perspectiva, la trampa del currículum escolar parece ser ineludible.
Aun así, desde una mirada más optimista, la adopción de estas y otras
estrategias resulta no solo clave sino también necesario para que la educación sea
exitosa y que encuentre resonancia en sus destinatarios en vez de seguir apostando a
un modelo que inevitablemente está condenado al fracaso debido a los reconocimientos
ya realizados por las neurociencias, la psicología social y demás disciplinas biológicas
y sociales.
Por supuesto, esta mirada también tiene sus limitaciones. Más allá de que el
profesorado no esté formado en este nuevo paradigma, habilidades tales como grabar
y editar videos, navegar y seleccionar clips audiovisuales diseñados por otros, promover
el uso de los dispositivos y la conexión a Internet para acceder a la información, trabajar
con determinado software, etc. pueden aprenderse, independientemente de su
dificultad. No obstante, la verdadera dificultad radica en que los docentes no tienen ni
les corresponde tener la formación informática para el diseño y la programación de
aplicaciones propias para satisfacer sus propias necesidades. En este sentido, el
educador queda restringido a la posibilidad de instrumentar herramientas llevadas a
cabo por otros, a menudo sin formación ni interés pedagógico, y en el mejor de los casos
adaptarlas de acuerdo a su conveniencia como un recurso más dentro de su repertorio
didáctico. Lejos de ser una problemática propia de lo educativo, la figura del
“prosumidor” presentada por algunos pensadores como la del usuario de la web 2.0 en
tanto consumidor y productor en simultáneo de sus propias creaciones y las de sus
pares, también enfrenta este condicionamiento. Sus creaciones están sujetas a los
esquemas propuestos por grandes empresas y organizaciones que poseen el capital
humano, de conocimiento y económico que les permite el desarrollo de tales
herramientas siempre sujetas y dispuestas principalmente al servicio de la rentabilidad
económica de sus propietarios.

Hace algunos años, tuve la oportunidad de desempeñarme como voluntario en el


Programa de Educación de CIPPEC y, a raíz de ello, me tocó participar en la selección
de contenidos para el sitio web Las 400 clases que, por lo que acabo de ver, ya no está
en línea o al menos no en este momento. Les dejo un video si quieren conocer más al
respecto. En pocas palabras, se trataba de una página que brindaba una selección de
alrededor de 400 videos en alta calidad de imagen que abordaban contenidos
curriculares recomendados especialmente como recurso para docentes y alumnos.

Los desarrolladores del proyecto lo impulsaban como una iniciativa desde el formato de
clase invertida. En línea con los contenidos de la unidad 1, tomando conciencia del
desplazamiento de la escuela del lugar monopólico en la posesión y distribución de la
información, este modelo propone la adquisición de los contenidos teóricos por fuera de
la escuela por medio de distintos medios, especialmente -y como es en este ejemplo-
audiovisuales, para luego ponerlos en práctica en el espacio del aula y aprovechar la
presencialidad para resolver inquietudes y guiar la aplicación de los saberes,
normalmente relegada al hogar bajo la forma de "tarea". Durante el breve tiempo que
formé parte de tal iniciativa, me preocupaba la idea de que en vez de potenciar los
intereses y hacer de la clase algo más provechoso y atractivo, los estudiantes fuesen
saturados con tarea ya no práctica sino de lectura, visión de videos, escuchas de audios,
etc. lo que, a mi criterio, sería contraproducente y ocuparía tiempo que niños y
adolescentes puedan querer ocupar en otras responsabilidades o de manera ociosa y no
por ello menos necesaria.

El artículo de Infobae me hizo recordar esta experiencia y su consecuente reflexión


dado que hacía referencia a los edutubers, aquellos profesionales devenidos ¿docentes?
o, mejor dicho, comunicadores que eligen el portal YouTube para subir videos
explicando distintos contenidos curriculares escolares o universitarios. A ellos acuden
aquellos estudiantes que, desmotivados por el formato escolar o su falta de interés en el
tema desvían su atención en la escuela, que encuentran barreras de acceso y apropiación
de los saberes que se distribuyen en el aula, que no pueden/no quieren por decisión o
situación propia o familiar asistir al/la clásico/a "profesor/a particular" con un objetivo
claro: aprobar el examen y acceder a la promoción. ¿Qué efecto tendría, por el
contrario, si los educadores adoptaran el modelo de clase invertida y empezaran a
proponer el consumo de estos videos por fuera del aula para trabajarlos prácticamente
en el aula? En relación a esto, vuelvo a plantear la misma preocupación acerca de la
gestión del tiempo.

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