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LABORAL Y DE SALUD
Compañeras y compañeros:
Desde comienzos del gobierno de Santos se viene planteando otra reforma a la Ley
100 de 1993 en el aspecto pensional. Este, en el Plan de Desarrollo de su primer
mandato presentó un artículo, que debió retirar, el cual elevaba la edad de las
mujeres para pensionarse a 62 años y la de los hombres a 65. Fracasada la
intentona, anotó: “El Gobierno considera que es un acto de responsabilidad con las
futuras generaciones plantear desde ya una reforma que garantice la viabilidad y
sostenibilidad del sistema pensional colombiano”. Viabilidad y sostenibilidad
vocablos repetidos hasta el cansancio por los interesados en acabar con lo que va
quedando del sistema pensional público colombiano luego de la ley 100 ya
mencionada; la 797, de 2002, y el acto legislativo 01 de 2005. Registremos que la
llamada polarización entre santistas y uribistas se desvanece cuando se trata de
ceder al interés de los magnates y esquilmar al pueblo.
Decía la revista que la fórmula del gobierno era compleja: “La idea es que la
cotización hasta un salario mínimo sea administrada bajo el modelo del RPM y los
aportes por encima del mínimo irían al RAIS. Así, todos los trabajadores recibirían
el mismo subsidio del Estado en lo que tiene que ver con la porción del mínimo,
pero el resto del capital ahorrado se comportaría como las cuentas individuales para
formar la pensión.” A esto lo llamaba Pardo Rueda “modelo de escalones”, conocido
hoy con el nombre de “pilares”, eje de la fórmula promovida por el centro
paragubernamental Fedesarrollo. Aducía, además, que era más equitativo porque
se reducirían a la mitad las pensiones de los trabajadores de ingresos
superiores al mínimo: profesionales, técnicos, jueces, profesores, etc.
Los gobiernos de Santos concluyeron sin que ese propósito cuajara, y eso que gozó
de condiciones políticas favorables, pues, con el enmohecido argumento de que
había que ponerle contención a la derecha de la derecha, muchos de los voceros
de quienes resultarían afectados con la reforma le dieron su respaldo.
Desde esas calendas los instigadores del arrasamiento han venido siendo casi los
mismos: las agencias multilaterales a través de las cuales el imperialismo y el capital
financiero trazan sus políticas (el FMI, el Banco Mundial, el BID, la OCDE);
Asofondos, que agrupa a las Administradoras de Fondos Privados de Pensiones
(AFP), presidida por el recalcitrante Armando Montenegro; Anif, el “tanque de
pensamiento” del grupo Aval, de Luis Carlos Sarmiento, por varioos lustros dirigida
por Sergio Clavijo, quien se pasó a Colpensiones para jubilarse, pero recibe la paga
del grupo Aval para promover la eliminación del fondo público; Fasecolda, el gremio
de las aseguradoras, al mando de Jorge Humberto Botero, otro pensionado de
Colpensiones, y Fedesarrollo, la incubadora de tecnócratas que ocupan las carteras
económicas y el Departamento Nacional de Planeación, o las sinecuras que les
prodigan las agencias internacionales, en pago de su contribución a postrar al país
y al pueblo ante sus exigencias.
Lo anterior, junto con que las personas de ingresos superiores también deban dejar
parte de la cotización en el primer pilar es lo que hace montar en cólera a los fondos
privados, que no dudan en calificar tal propuesta de “reforma tributaria para darle
caja al gobierno”, mediante la eliminación de un 50 % del flujo (hacia sus arcas)
del ahorro pensional, con lo que se le da un golpe al mercado de capitales, según
ellos, principal motor del desarrollo económico. Asofondos y Anif tampoco se
resignan a aceptar que se les quiten los cotizantes de salario mínimo pues, en dicho
segmento, las AFP dominan abrumadoramente “el mercado”, dados sus acuerdos
venales con gerentes y directores de personal y la pasividad de Colpensiones, lo
cual convierte la fementida “libertad de elección” en una caricatura, al igual que les
sucede a los de abajo con todas las libertades en la sociedad capitalista. Así,
señalan que el sistema únicamente debe ser de ahorro y capitalización, es decir, el
de ellos, al que entrarían todos los nuevos cotizantes. Para quienes no alcancen a
jubilarse apoyan los BEPS.
Anif le agrega a lo planteado por Asofondos que hay que marchitar el régimen de
prima media; bajar, mientras exista Colpensiones, en al menos 20 % la tasa de
reemplazo; reducir la pensión mínima al 75 % del salario mínimo legal, y a la de
sobrevivencia reducirle un 25 %; todo esto en medio de una gran algarabía sobre
que si no se efectúa tal “reforma estructural pensional” nos harán trizas las “bombas”
fiscal y pensional.
Desde hace pocos días ha empezado también a hacer carrera la posición expresada
por un grupo de altos funcionarios de la OIT, a la cual se le han atribuido más méritos
de los que tiene, incluso ha querido presentársele como la panacea contra la
privatización. En realidad es, cuando mucho, un registro de la reversión de esta en
varios países y bajo diferentes circunstancias, en tanto se desestiman sus
propuestas gravemente lesivas a los asalariados, que pueden compendiarse en que
so pretexto de que el sistema público sea sostenible hay que hacerle variaciones
paramétricas, que incluyen aumentos automáticos de la edad para pensionarse, de
los años sobre los que se computa el ingreso base de liquidación, y hasta reducir a
un 40 % las tasas de reemplazo, como se explica en la ponencia sobre dicho
documento, presentada por las compañeras del extraordinario grupo de activistas
que componen el colectivo Pensionadas por Derechos.
No hay sino una sola manera de detener tamaños atentados contra los derechos
laborales supérstites y la estafa de las pensiones por el capital financiero —frente a
la cual palidecen las fechorías de todos los capos que en el mundo han sido—, y es
lanzarse sin demora y con denuedo a ejecutar el plan de organización y lucha que
defina este encuentro, el cual seguramente contemplará que los activistas se boten
cada vez en mayor número a las barriadas obreras, a las zonas francas, a los
establecimientos públicos armados de megáfonos y cabinas y hojas volantes, que
llamen a los jóvenes a entender que el problema es con ellos, que les digan a los
trabajadores de más edad que ningún régimen de transición es garantía de nada, y
a los propios pensionados que en semejante orgía especulativa ni siquiera las
mesadas o como dicen muchos “el derecho adquirido” estará seguro; que
persuadan a los dirigentes adormilados de que los trabajadores no perdonarán la
complacencia con tan grandes crímenes.
Muchas gracias.
Bogotá, D.C., 31 de agosto de 2019