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La narrativa sonora como ejercicio escrito

Introducción

Las palabras escritas se estructuran con base a símbolos llamados fonemas. Estos tienen la
capacidad de representar sonidos ideales dentro de una secuencia determinada, la cual puede
formar una palabra, una frase o un texto más complejo. La presencia de las onomatopeyas en
algunas obras literarias, en especial (con uso más recurrente) en las historietas o comics,
intenta reproducir ciertos sonidos en donde el significante se aproxima todavía más a la
materia a representar; demostrando, así, la potencia del signo lingüístico.

La caminata sonora

En estos últimos días me propuse aplicar las enseñanzas con fines literarios. Me preguntaba
como podría representar los sonidos que me circundaban mediante un registro escrito. Hice
algunos apuntes, recorrí cuatro espacios en total: dos parques en distritos alejados y dos
avenidas con frecuencia de tráfico importante. Ambos bloques en apariencia disimiles con la
intención de poder tener ciertos contrastes que me permitieran enriquecer la base de datos.

Escucha en las ciencias sociales

Los espacios de las avenidas: veredas, negocios de comida, de venta de celulares, algunas
peluquerías, ambulantes de accesorios varios y las pistas plagadas de automóviles, en su
mayoría “combis” (medio de transporte en extinción, menos mal, habitual en las ciudades
peruanas, caracterizados por su pequeñez, incomodidad y gran capacidad de contaminar el
aire); tienen una constante que yo podría denominar ruido. El ruido no siempre, a mi
entender, es negativo, pues de él podemos extraer algunas enseñanzas con respecto a la
subversión en contra del canon sonoro, como las melodías occidentales (la buena música) por
ejemplo. El ruido (en la ciudad) manifiesta una necesidad de poder existir a pesar de las
prohibiciones que vienen de un lado o de otro. El problema es cuando este ruido agota su
capacidad de rebelión y se inserta solo en la comodidad del desorden y la informalidad. No
deja de ser, sin embargo, el sonido de un problema.

Autobiografía de las cosas

Los objetos, según una de las lecciones del curso, pueden presentar una modificación material
en cuanto a los sonidos con que interactuaron. Esto resulta fascinante si lo tomamos en
consideración. De pasar por la noche, quizá de madrugada por esas avenidas plagadas de
personas y máquinas, estoy seguro que hubiese sentido o percibido la sensación de su ruido a
pesar de lucir desérticas. Sin embargo, en relación con ello, la experiencia “animista” se
produjo en mi visita a los parques. No estaría aun ni a 100 metros cuando logré escuchar, en
cierto modo, el golpeo del viento sobre las hojas, los gritos de algunos niños, que siempre los
hay en estos ambientes o el ladrido de un perro al correr a sus anchas por el pasto. Una vez
atravesada la puerta, me senté cerca a las canchas de frontón y recordé el sonido de las
pelotas al rebotar con violencia en los grandes muros de las canchas. La primera (y más fácil)
presencia de esta autobiografía sonora, tiene que ver con nuestra capacidad de poder recordar
eventos en espacios similares.

El sonido como material poético

Suena en un poema de César Vallejo: Rumbbb… Trrraprrrr rrach chaz / Serpentínica u del
bizcochero / engirafada al tímpano. la carreta de un vendedor de bizcochos en algún pueblo de
la sierra norte del Perú. Estoy seguro que el gran poeta recordó estos sonidos al momento de
regresar a sus lugares de infancia. Los sonidos no hacen sino más que emerger.

En otro dice: Hay soledad en el hogar sin bulla /sin noticias, sin verde, sin niñez /
Y si hay algo quebrado en esta tarde/y que baja y que cruje/son dos viejos caminos
blancos, curvos/ Por ellos va mi corazón a pie.
El hogar vacío, dejó de sonar, en apariencia. Dicen que el silencio no existe. Que
nunca deja sonar algo a la lejanía, o que los fluidos corporales nos recuerdan que
estamos allí. Es cierto, pero para Vallejo el sonido memorable es aquel doloroso del
viaje, aquel que lo alejará definitivamente de su casa. Ese sonido lo llena de
tristeza y acalla los demás.

Conclusión

Conclusión

La representación de los sonidos por medio de fonemas y sus correspondientes grafías, en


apariencia, podrían resultarnos insuficientes, si los comparamos con otras formas de registro
como una grabadora, por ejemplo. Yo diría que un texto escrito no tiene pierde si lo usamos en
su función poética, literaria en otras palabras. Podemos representar los sonidos (decentemente)
si queremos. Pero lo más importante, sin duda, es la capacidad que tenemos al momento de
modificarlos, todo ello con una determinada intención: la de evocar un lugar, personas que lo
habitan, risas, llantos, ciertos sentimientos incomunicables en apariencia, etc. Un poema o la
descripción en una obra narrativa puede resultar un viaje fascinante si logramos hacernos de los
sonidos en nuestros paisajes sonoros.

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