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XIV CONGRESO INTERNACIONAL DE HISTORIA AGRARIA-

“LA CRÍA DE GANADO MENOR COMO EJE ARTICULADOR DE LA ECONOMÍA


COLONIAL EN EL NUEVO REINO DE LEÓN”.

AUTOR: ANTONIO PEÑA GUAJARDO

INSTITUCIÓN: UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓN

SESIÓN:

C.3. La historia rural en América Latina: tendencias recientes

RESUMEN

El objetivo de este trabajo consiste en analizar de manera concreta el desarrollo de la

ganadería menor en el Nuevo Reino de León bajo la premisa de ser la actividad articuladora

de un sistema económico especial que funcionaba en áreas poco pobladas y relativamente

alejadas de los principales centros de consumo, ya fueran reales mineros o ciudades

importantes. Para ello, este trabajo se enfoca en examinar prácticas como el arrendamiento

de ovejas, el uso de ganado como medio de pago, la división de la propiedad con base en

los criterios de los aprovechamientos de los agostaderos, la comercialización de los

productos derivados de la ganadería y la vinculación de la ganadería con el resto de las

actividades económicas de la región.

Lo que aquí se plantea es considerar al Nuevo Reino de León como un espacio

generador de riqueza con base en la vinculación de la cría de ganado menor con el sistema

mercantil novohispano en donde el funcionamiento económico local se adaptaba a los

requerimientos y condiciones de esta actividad. Es decir, esta área operaba bajo una lógica

1
económica totalmente dependiente del ganado menor como se puede visualizar en el uso de

carneros y ovejas como medio de crédito, en el pago de primales en las transacciones

comerciales ante la ausencia de circulante y en la consideración de las necesidades

ganaderas como base de la distribución de la tierra. Con este estudio, se pretendería

estimar la posición económica de estos espacios no tan dinámicos productivamente en

comparación con las áreas mineras ni que se mantenían tan aislados de la economía

monetizada tal como sucedía con la agricultura de subsistencia de los pueblos de indios.

2
1. INTRODUCCIÓN.

La economía de la Nueva España se caracterizaba por la posición de la minería como polo

dinamizador en su carácter de vinculación con el comercio internacional y de estructuración

de un mercado interno de ciertas dimensiones. Esta actividad, al generar demanda de

mercancías y contar directamente con medios de pago metálicos, activaba circuitos

mercantiles y fomentaba la producción de alimentos, materias primas e insumos para su

venta en los reales de minas. Esta situación condujo a una articulación económica

interregional e intrarregional que propició la conformación de áreas especializadas que

complementaban el ritmo productivo del territorio virreinal.1

Una de estas áreas especializadas se constituyó en la zona enfocada en la ganadería

menor que se ubicó en el norte de la Nueva España. Este espacio abarcaba grandes

dimensiones de tierras que incluían partes de San Luis Potosí, Nuevo Santander, Nuevo

Reino de León, Coahuila, Durango y porciones de Zacatecas. Específicamente, en el

territorio del Nuevo Reino de León, la cría de ovejas y cabras insertó la actividad

productiva local en el sistema económico novohispano y motivó que prevaleciera cierto

dinamismo que, al menos le otorgó algo de rentabilidad a una jurisdicción que

anteriormente generaba bajos rendimientos.

Al ser la ganadería menor la actividad principal del Nuevo Reino de León es lógico

suponer que ésta se constituyó como el eje articulador de la economía local. Ante las

condiciones específicas de esta jurisdicción en donde no existían centros mineros de alta

productividad, las tribus nativas vivían en forma seminómada y no en pueblos sedentarios y

los centros urbanos importantes se encontraban relativamente alejados para suministrar


1
Assadourian, 1998, pp. 18-32.

3
cantidades significativas de granos básicos, la ganadería menor resultó la opción más

conveniente para generar riqueza y fundamentar el funcionamiento del régimen económico

local. En este sentido, se puede plantear si la ganadería menor en el contexto local ocupó la

misma posición de la minería en el plano virreinal como polo dinamizador de la economía.

El objetivo de este trabajo consiste en analizar la función de la cría de ganado menor

como elemento estructurador del régimen económico del Nuevo Reino de León. Para ello,

se dividió el texto en cinco partes. En primer lugar, se revisa el proceso de conformación

del espacio ganadero del Nuevo Reino de León en si inserción a la dinámica de expansión

geográfica de esta actividad iniciada desde los primeros años del virreinato. Posteriormente,

se incluye una estimación superficial de la actividad productiva de este espacio con el fin

de ubicar la importancia del sector ganadero en el conjunto de la economía local.

Finalmente, en los últimos tres apartados, se considera el estudio de tres prácticas en donde

se percibe notablemente la influencia de la cría de ovejas y cabras como núcleo articulador

de la economía de la jurisdicción, las cuales eran la existencia de grandes y medianas

propiedades de tierras, la concertación de arrendamientos ce cabras y ovejas y el uso de

ganado como medio de pago.

2. LA EXPANSIÓN DE LA GANADERÍA HACIA EL NORTE DE LA NUEVA

ESPAÑA.

La configuración del Nuevo Reino de León como zona de explotación de la cría de ganado

menor fue resultado de un proceso iniciado en el siglo XVI y concluido en el siglo XVIII

de expansión continua hacia el norte de los espacios ganaderos originalmente concentrados

en el Valle de México. En el periodo inmediato posterior a la conquista se introdujo con

4
bastante éxito en el territorio novohispano diversas variedades de ganado, entre las cuales,

estaban incluidas las ovejas y cabras. Dada la densidad demográfica de la región central, la

actividad ganadera resultaba perjudicial para los cultivos de los pueblos de indios ya que el

paso de los animales por las comunidades destruía sus sembradíos. Esto ocasionaba una

serie de presiones para desplazar el pastoreo hacia nuevas áreas de explotación.2

Además de este inconveniente, existía el problema de la depredación ecológica

ocasionada por el pastoreo excesivo de ovejas. Como lo señala Elinor Melville en el caso

del Valle de Mezquital, el notable crecimiento de los hatos de ganado ovino de esta región

propició una transformación del medio ambiente que se caracterizó por la erosión del suelo,

el predominio de matorrales de tierra árida en lugar de los bosques y la reducción del nivel

de los flujos acuíferos del terreno. Esta situación provocó el agotamiento de los pastos con

la subsecuente caída de la producción ganadera.3 De esta manera, surgió la necesidad de

buscar nuevas opciones para seguir explotando con éxito el recurso pecuario, por lo cual se

buscaron nuevas áreas de explotación en el norte novohispano de reciente poblamiento y se

instrumentó la práctica de la transhumancia, continuando con la tradición de la España

peninsular.

El desplazamiento inicial de la zona del Altiplano central hacia el Valle del

Mezquital motivó la erección de una zona de especialización de la cría de ganado menor en

el norte novohispano. Esta región que incorporaba las poblaciones de Tula, Ixmiquilpan,

Alfaxayuca, Huichapan, Xilotepec y San Juan del Río posteriormente fue ampliada al Bajío

2
Chevalier, 1999, pp. 179-191.
3
Melville, 1999, pp. 138-197.

5
al integrar puntos como Querétaro, San Miguel y San Felipe. 4 Esta expansión del espacio

ganadero coincidía con la consolidación del poblamiento de esta región.

Pero en estas nuevas zonas de colonización se presentaba la misma problemática de

agotamiento de pastos debido a la sobreexplotación de ovejas. Es por ello que se recurrió a

la práctica de la transhumancia que tanto éxito había contado en la España peninsular. En

un principio, el recorrido del ganado se efectuaba sobre territorios cercanos como la

provincia de Michoacán o el lago de Chapala, pero posteriormente, las rutas se fueron

alejando hacia el extremo septentrional. La ventaja de este último espacio consistía en que

no existía una concentración demográfica de pueblos de indios que dificultara el tránsito de

ganado. Además, existía mucha disponibilidad de tierra que permitía la dotación de terrenos

extensos con suficientes pastizales y agostaderos para sostener la explotación de ovejas.5

En este continuo proceso de ampliación de las rutas de transhumancia se integró el

territorio del Nuevo Reino de León en el año de 1635. Los dueños de estancias ganaderas

de Tula, Huichapan y Querétaro se apropiaron de extensos terrenos de pastos y agostaderos

en el sur de esta provincia y definieron de manera estacional el desarrollo de la cría de

ganado menor. Durante los meses de noviembre a mayo, los carneros y ovejas

permanecieron en el Nuevo Reino de León y con ello se evitaba ejercer mayor presión

sobre los ecosistemas de las zonas tradicionales de explotación.6

El retorno de los animales a sus estancias de origen contaba con la finalidad de su

inmediata utilidad, ya sea, en la obtención de lana por medio de la trasquila o el sacrificio y

la venta de su carne para el consumo humano. De esta manera, la explotación de las tierras

4
Garza, 2002, p. 289.
5
Ibid, pp. 278-321.
6
Ibid, pp. 278-321.

6
del Nuevo Reino de León representaba una parte esencial del sistema que permitía

conservar la acumulación de cantidades considerables de cabezas de ganado sin agotar los

pastos. En esta dinámica, las ganancias provenientes de esta actividad fortalecía a la elite

terrateniente del Valle de México y no favorecía inicialmente a la conformación de un

grupo de ganaderos locales.

En un proceso que todavía no se ha estudiado, en el siglo XVIII, en el Nuevo Reino

de León, y en general, en el norte novohispano, apareció de manera paulatina una serie de

propietarios ganaderos que adquirieron altos niveles de riqueza por la cría de carneros y

ovejas que suelen ser ejemplificados por los Marqueses de Aguayo, la familia Sánchez

Navarro y el Conde de Peñasco pero que asimismo, prevaleció la existencia de criadores

medianos que convirtieron a esta actividad en el sector económico clave de esta región. El

paso de la ganadería trashumante a la cría de ganado local debería ser objeto de una

investigación seria y detallada pero hasta el momento solamente contamos con la impresión

de que este proceso debiera estar conectado con la ampliación de los niveles de consumo

del siglo XVIII y la formación de áreas especializadas en producción agropecuaria.

Según el estudio de Enriqueta Quiroz, el territorio del Nuevo Reino de León estaba

integrado al sexto círculo del modelo de Von Thünen en donde predominaba la crianza

extensiva de animales debido a los reducidos costos del valor de la tierra, el precio del

forraje y el aprovechamiento de la facilidad del desplazamiento del ganado por sí mismo.

Esta área comprendía la costa occidental de Nueva Galicia, Nueva Vizcaya, Coahuila y los

7
pastos del Golfo de México en la provincia de Veracruz y se desempeñaba de manera

general como zona ganadera ya sea de mayor y menor.7

En forma particular, el Nuevo Reino de León perteneció a la región especializada en

la cría de ganado menor que abarcaba el norte lejano y que incluía a diversos puntos de

Zacatecas, Durango, Coahuila, Nuevo Santander y San Luis Potosí. La actividad ganadera

de este espacio era dinamizada principalmente por la demanda urbana de carne de carnero

en la ciudad de México y la necesidad de abastecimiento de materia prima a los obrajes

laneros del Bajío y del Valle de México. Estos factores promovieron la conformación de un

circuito comercial que incorporó notablemente el ritmo productivo de cierta parte del

septentrión novohispano al sistema económico virreinal.8

La ciudad de México como el centro urbano de mayor concentración demográfica

en la Nueva España se desempeñaba como polo importante de demanda en el espacio

virreinal. La preferencia de su población por el consumo de la carne de carnero,

especialmente la elite española, motivaba la articulación de una red de abasto que

aprovechaba las condiciones ventajosas que ofrecía el norte lejano para suministrar

animales para su sacrificio en la capital. El incremento poblacional de la ciudad de México

experimentado en el siglo XVIII fomentaba el aumento de la producción ovina9, situación

que debió permitir mayor dinamismo en la cría local en el Nuevo Reino de León.

Por su parte, la producción de lana se comportaba de manera análoga a la dinámica

expansiva del consumo de carne de carnero. La zona obrajera del virreinato novohispano se

encontraba localizada en el Bajío y el Valle de México. Puntos como los poblados de San

7
Quiroz, 2005, pp.310-332.
8
Ibid, pp. 318-329
9
Ibid, pp. 117-158.

8
Miguel el Grande, Querétaro y Acámbaro y los lugares adyacentes a la ciudad de México

como Tacuba y Mizcoac constituían centros de demanda de materia prima que estructuraba

un circuito mercantil que vinculaba el área ganadera del extremo septentrional. El

crecimiento económico y demográfico de la segunda mitad del siglo XVIII fomentó un

aumento de la producción textil que desembocó en la necesidad de una mayor

disponibilidad de ovejas.10

Este tipo de condiciones deberían incentivar la conformación de un grupo local de

ganaderos en el Nuevo Reino de León que paulatinamente desplazarían a los propietarios

ausentistas basados en la trashumancia. En este sentido, con la consideración de la ausencia

de centros productores de plata, del alejamiento de centros urbanos de importancia para

suministrar granos básicos y la carencia de productos de alto valor en los mercados

virreinales e internacionales como lo serían el azúcar y los colorantes, la cría de ganado

menor significaba la vía más óptima para la integración del circuito comercial novohispano

y el aprovechamiento de los recursos naturales del área. Por ello, la preponderancia de del

ganado ovino delineó un régimen económico de características particulares que permitió la

acumulación de cierto nivel de riqueza en un espacio originalmente marginal y periférico.

3. LA PRODUCCIÓN GANADERA EN EL NUEVO REINO DE LEÓN.

Por una parte, el predominio de la cría de ganado menor en el Nuevo Reino de León se

fundamentó en la existencia de condiciones ecológicas adecuadas para fomentar esta

actividad. El terreno se caracterizaba por los denominados “pastos siempre verdes”, es

decir, la hierba crecía tanto en verano como en invierno, lo que permitía contar con una

dotación continua de alimentos para los hatos ganaderos. Asimismo, en este paisaje natural
10
Miño, 1998, pp. 197-216.

9
existían ríos y salitres que podían optimizar la crianza de los animales. En este sentido, el

espacio del Nuevo Reino de León contaba con los elementos que favorecía el desarrollo de

la ganadería ovina y caprina ya que incluía una buena disponibilidad de aguajes,

abrevaderos, pastos y salitres.11

Además del medio ambiental, el contexto sociodemográfico resultaba adecuado

para permitir la explotación de ganado menor con buenos rendimientos. Existía poca

población sedentaria y las tribus nativas no ocupaban permanentemente un sitio ya que

contaban con un carácter seminómada. Esto ocasionaba una amplia disponibilidad de

espacios que podían ser aprovechados para el pastoreo de ganados. Como ya se mencionó,

no existía el riesgo de un conflicto por los daños ocasionados a los sembradíos de los

pueblos de indios y asimismo se encontraba la posibilidad de acrecentar las dimensiones de

las propiedades para evitar el agotamiento de los pastos. Igualmente, ante la falta de

desarrollo de otros sectores económicos, la ganadería representaba la mejor opción para

generar cierto dinamismo productivo en la región.

Aunque el inicio de la cría de ganado menor en el Nuevo Reino de León obedecía a

un proceso natural de expansión hacia el norte novohispano, también existió una política

deliberada por parte de las autoridades locales para atraer esta actividad con el objetivo de

consolidar el poblamiento de la provincia. Durante la gestión del gobernador Martín de

Zavala (1625-1664) se entregaron mercedes de tierras de amplísimas dimensiones (entre 40

y 50 sitios de ganado menor) a un grupo de hacendados del Valle de México para practicar

la trashumancia.12 Ante la escasez de población sedentaria y el contexto de inseguridad

11
Hoyo, 1987, pp. 25-26.
12
Garza, 2002, p. 278-321.

10
provocado por los frecuentes ataques indígenas, la llegada estacional de pastores y ovejas

se convertía en un recurso para controlar el territorio dada la poca eficacia de las misiones

franciscanas.

Como ya se mencionó, un efecto importante de la ganadería trashumante lo

constituyó el desarrollo de la cría de ganado local. Esta última actividad, aunque

contemplaba el pastoreo de ovejas y carneros, se enfocaba primordialmente en el cuidado

de cabras. Como inicialmente, el acceso a los mercados de la carne de carnero y de lana

estaba controlado por los hacendados del Valle de México y el Bajío, no existía un estímulo

externo que fomentara la explotación local de ganado ovino. En cambio, la cría del caprino

no contaba con tanta competencia. Para el consumo interno, este animal proporcionaba

carne y productos lácteos que complementaban las dietas alimenticias de los pobladores de

la zona. Además, el cuero y el sebo obtenidos de las cabras contaban con valor comercial

ya que podían ser enviados a los distritos mineros cercanos como Mazapil y Zacatecas. Hay

que aclarar que, como el ganado trashumante era sacrificado en sus estancias de origen, en

la región central virreinal, sus derivados eran mercantilizados en la ciudad de México y no,

en el norte novohispano.

Este desarrollo de la cría de ganado menor estructuró el régimen económico del

Nuevo Reino de León. La explotación de yacimientos de plata había generado resultados

sumamente pobres. Solamente, la extracción de plomo se había tornado una actividad

sistemática con cierto nivel de rendimientos ya que este metal era empleado como insumo

en los procesos de separación de la plata por medio de la fusión. Aunque este sector sí era

rentable, sus dividendos no eran nada comparables con la obtención de metales preciosos,

11
por lo que su desarrollo obedecía a una compensación de los esfuerzos infructuosos para

encontrar recursos argentíferos.

Por parte de la agricultura, el cultivo de maíz se había convertido en el producto

básico de subsistencia y de comercialización de excedentes. Según el gobernador

Fernández de Jaúregui, en 1749, 30 000 fanegas de maíz se destinaban para el alimento de

los pobladores, 11 000 para mantener a los sirvientes y 4 000 para venderse en Saltillo, lo

que indica un nivel bajo de mercantilización.13 Ante esta situación, los rendimientos

generados por la cría de ganado menor resultaban ser atractivos ya que sus productos

derivados contaban con un valor estimable en el mercado virreinal. Hay que reconocer que,

aunque en esta práctica, no prevalecían las expectativas de enriquecimiento tan elevadas

como en el sector minero, no existían las altas condiciones de riesgo que podían producir la

bancarrota de los inversionistas. En este sentido, en el rubro ganadero, se podía encontrar

mayor estabilidad.

La dinámica productiva de la cría de ganado menor en el Nuevo Reino de León está

poco estudiada. Además de una falta de atención a la época colonial de este territorio,

existe un problema de disponibilidad de fuentes para obtener datos cuantitativos confiables.

No existe un fácil acceso a los archivos eclesiásticos de la localidad para consultar los

documentos del cobro de diezmos pero, aunque lo hubiera, era costumbre de este periodo

arrendar el cobro de esta contribución a particulares que no estaban obligados a presentar

cuentas detalladas a las autoridades religiosas.

Ante esta eventualidad, los únicos datos disponibles se localizan en los informes de

los gobernadores que presentan estimaciones no tan precisas de las actividades productivas
13
Fernández de Jáuregui, (2006), pp. 5-19.

12
del Nuevo Reino de León. En 1717, el gobernador Francisco de Barbadillo señaló que en

esta jurisdicción merodeaban 100 000 cabezas de ganado ovino y que los propietarios

entregaban como diezmo 30 000 de estos animales.14 Por su parte, en 1749, el gobernador

Fernández de Jaúregui estimo la explotación de 100 000 piezas de ganado de lana con valor

total de 100 000 pesos. Asimismo, las ovejas que pastaban en esta provincia generaban la

comercialización de 26 000 arrobas de lana.15 Tanto Barbadillo como Fernández de

Jaúregui no distinguieron entre la actividad de los propietarios ausentistas con la de los

criadores locales, por lo que no se conoce, en realidad, la aportación económica de la elite

lugareña. Finalmente, en el reporte elaborado por el gobernador Simón de Herrera en 1806,

se menciona que en el Nuevo Reino de León se contabilizaban 1 115 360 cabezas de

ganado de pelo y lana,16 suma bastante importante que denota el incremento de la

productividad de este sector en las postrimerías del régimen colonial.

Con estos datos, se indica la importancia económica de la cría de ganado menor en

el contexto productivo del Nuevo Reino de León. Hay que reconocer la factibilidad de esta

actividad para dinamizar espacios fronterizos como la región pampeana del Río de la Plata

que difícilmente se hubiera poblado bajo otras circunstancias. En el caso del Nuevo Reino

de León, la economía ganadera le permitió fomentar el poblamiento, vincularse al circuito

comercial novohispano y generar cierto nivel de riqueza que facilitó el control institucional

del territorio ante los constantes ataques indígenas. En esta perspectiva, la cría de ganado

menor resultaba la actividad estratégica clave de la población local.

14
Cavazos, 1964, p. 10.
15
Fernández de Jaúregui, (2006), pp. 5-19.
16
Herrera, (2006), p. 177.

13
Ante la carencia de datos cuantitativos de la producción ganadera y de reportes

detallados sobre el funcionamiento de este sector, una manera de evaluar la importancia de

esta actividad se ubicaría en la revisión de su posición de referencia en el conjunto del

régimen económico local; es decir, observar la forma en que la cría de ganado menor servía

para articular distintas prácticas comunes que le otorgaban coherencia interna a su lógica

productiva. En este sentido, se observó que la distribución de la propiedad, la concertación

de arrendamiento y los medios de pago se delinearon bajo la perspectiva de una economía

ganadera que privilegió la formación de grandes y medianas haciendas, el empleo del

arrendamientos de cabras y ovejas como un negocio redituable y el uso de ganado como

moneda, recurso que se empleó ante la escasez de circulante. A continuación,

presentaremos cada una de estas cuestiones.

4. EL GANADO Y LA PROPIEDAD.

Durante los siglos XVII y XVIII, en el Nuevo Reino de León era común la

existencia de grandes y medianas propiedades de tierra. Ya sea, por parte de los

propietarios ausentistas o de los criadores locales, en este territorio se llegaron a conformar

haciendas sumamente extensas, lo que Francois Chevalier calificó como señores de

ganado.17 Pero estos terrenos de amplias dimensiones se configuraron más que, por una

lógica de acumulación de riqueza y prestigio social (que también pudo haber estado

presente) por las necesidades propias de la actividad ganadera.

Aunque todavía no se ha elaborado un estudio analítico y sistemático sobre la

evolución de la propiedad en el Nuevo Reino de León, se pueden citar algunos ejemplos de

miembros de la elite local que llegaron a conjuntar buenas dotaciones de tierra. Uno de
17
Chevalier, 1999, pp. 282-285.

14
ellos sería el caso de Pedro Guajardo cuya propiedad medía 14 leguas por lado (31.04

kilómetros cuadarados).18 Asimismo, Cipriano García de Pruneda declaraba en su

testamento bienes inmuebles con la extensión de 200 sitios de ganado menor y 23

caballerías de tierra (157 000 hectáreas).19 Finalmente, Francisco Báez Treviño poseía 25

sitios de ganado mayor, 25 sitios de ganado menor y 8 caballerías de tierra.20

Una explicación de esta acumulación de tierras se puede enfocar en el carácter

extensivo de la ganadería. A diferencia de la agricultura en donde se pueden desarrollar

cultivos en pequeñas parcelas, tal como sucedía con los pueblos de indios del Valle de

México, en la cría de ganado menor se necesitaba la disposición de terrenos de amplias

dimensiones para cuidar la sobreexplotación de los pastos. Además, la movilidad de los

hatos ganaderos permitía el aprovechamiento de los recursos en toda la propiedad, no como

en las haciendas agrícolas que contaban con espacios ociosos. Así que las grandes y

medianas propiedades en el Nuevo Reino de León no eran un lujo sino una necesidad.

Un factor que facilitaba la conformación de grandes y medianas propiedades

consistía en el bajo costo de la tierra y el reducido nivel de inversiones que necesitaba la

actividad ganadera. Como ya se mencionó, la amplia disponibilidad de terrenos en espacios

no ocupados por la población sedentaria disminuía notablemente el valor de la tierra. Como

ejemplo de esto, se puede citar la venta de 31 sitios de ganado menor y 8 caballerías de

tierra efectuada por el conde de Peñalva a Gaspar de Treviño en 2 888 pesos.21 Dada la

cada vez mayor demanda de productos derivados de los ovinos en el mercado virreinal, el

18
Archivo Histórico de Monterrey (en adelante AHM), Ramo civil, vol. 47, exp. 5.
19
AHM, Ramo civil, vol. 39, exp. 1.
20
AHM, Protocolos, vol. 8, fol. 252, núm. 98.
21
AHM, Protocolos, vol. 8, fol. 131, núm. 62.

15
engrandecimiento de la propiedad resultaba ser un negocio redituable y le otorgaba mayor

competitividad a los criadores locales.

Por otra parte, en comparación con las haciendas agrícolas, las propiedades

ganaderas necesitaban pocas dosis de inversión. No había que recurrir a la construcción de

canales y obras de irrigación para mejorar la calidad del suelo ni emplear una gran cantidad

de mano de obra. Solamente había que destinar dinero a la fabricación de corrales para

controlar el paso de ganado y el pago del salario de los pastores que se encargaban de

cuidar a las manadas, pero su número no era nada comparable con los que se utilizaban

como jornaleros en el trabajo agrícola. Aunque en otras partes del virreinato se podía

emplear la noción de tamaño de la propiedad como sinónimo de riqueza, en el Nuevo Reino

de León, más bien, esta última se derivaba de la cantidad de cabezas de ganado y no por la

mera acumulación de tierras. Es decir, dado el bajo valor de los terrenos, la propiedad se

desenvolvía en función de la explotación de ganado y no constituía un activo importante

por sí mismo.

5. EL ARRENDAMIENTO DE GANADO MENOR.

Esta situación de mayor importancia económica de la ganadería menor se reflejaba en la

práctica de arrendamiento de cabras y ovejas. A diferencia de buena parte del territorio de

Nueva España en donde estaba generalizado el arrendamiento de tierras, en el Nuevo Reino

de León, por el escaso valor que contaban éstas, resultaba más rentable la renta de

animales. Los primeros documentos que constatan la realización de estas actividades

provienen del año de 1655. Paulatinamente, los contratos de arrendamiento de ganado se

realizaban con más frecuencia y se intensificaron en la primera mitad del siglo XVIII.

16
Posteriormente, en la segunda parte de esta centuria, disminuyó la protocolorización de

estos convenios y se fue empleando de manera más común la renta de terrenos.

En un principio, las cofradías fueron las encargadas de efectuar los arrendamientos

de ganado menor, principalmente de cabras de vientre, y, en menor medida, de ovejas en la

misma condición. La duración de los contratos se estipulaba en un corto plazo, dos o tres

años y la renta se concertaba en diez pesos por cada ciento de animales. Con el objetivo de

recaudar fondos en metálico para la realización de fiestas religiosas, a las cofradías del

Nuevo Reino de León les convenía, más que rentar bienes inmuebles, adquirir cabezas de

ganado ovino y caprino que contaban con más valor para ofrecerlos en arrendamiento que

la tierra. Para los clientes, el hecho de de alquilar hembras en edad de procrear significaba

ya sea el inicio de un negocio ganadero o la ampliación de los hatos de animales. Se puede

señalar, a manera de hipótesis, que posiblemente este tipo de transacciones fue el que

permitió la transición de la ganadería trashumante a la cría de ganado local.

Como ejemplo de los convenios de arrendamiento de ganado menor efectuado por

las cofradías se puede citar un caso desarrollado en el año de 1701 en donde el mayordomo

de la Cofradía del Santísimo Sacramento, José de Treviño le otorgó en renta al capitán José

Ochoa de Ehejalde, miembro prominente de la elite local, 700 cabras de vientre, cuyo costo

de alquiler se concertó en diez pesos el ciento, lo que daba el pago de una suma anual de 70

pesos. El plazo de este convenio se estipuló en tres años y se fijó como hipoteca una

hacienda de labor.22

22
AHM, Protocolos, vol. 7, fol. 143, núm. 67.

17
A finales del siglo XVII e inicios del XVIII, el arrendamiento de cabras y ovejas

coexistía con la renta de mulas.23 Estos convenios contaban con otra lógica que se

vinculaba al sector mercantil. El hecho de que en la región existiera cierta carencia de estos

animales implicaba la necesidad de los comerciantes de buscar fuentes de

aprovisionamiento y su alquiler de las que pertenecían a las cofradías, representaba una

buena opción al no absorber los costos más elevados de una compra ya que de cualquier

manera se les utilizaba en el cargamento de mercancías. Para las cofradías, al igual que lo

sucedido con el ganado menor, el arrendamiento de mulas era un recurso para obtener

metálico. Paulatinamente, en el transcurso del siglo XVIII, estas transacciones aparecen con

menos frecuencia en los registros notariales, lo que denota un desuso de esta práctica.

El menor empleo de la renta de mulas coincidió con el ingreso de particulares al

negocio de arrendamiento de ganado menor. A esta actividad se dedicaron los principales

criadores locales como una forma de complementar sus inversiones. Aunque las cofradías

seguían efectuando el alquiler de renta de cabras y ovejas, ya no constituían los principales

arrendadores. En esta transición, el tipo de arreglos se modificó para dar lugar a un pago en

especie y no en metálico como se acostumbraba anteriormente y que se fijaba en diez

primales por cada ciento de cabras u ovejas.

El hecho de que el cobro del arrendamiento se efectuara en especie y no en metálico

denota el interés de los propietarios locales de ganado por incrementar el volumen de sus

hatos a un bajo costo. En lugar de adquirir nuevos animales por compra directa, les era

ventajoso arrendar hembras en edad de procrear ya que les suministraba de manera gratuita

más crías, y con ello, aumentaba la cantidad de cabezas en posesión. Ante la escasez de

23
AHM, Protocolos, vols. 6, 7 y 8.

18
metálico preponderante en la zona, el pago de la renta en especie conectaba directamente

las necesidades productivas y de inversión de los criadores sin recurrir a los medios de

cambio indirectos como el dinero en plata o las libranzas. Como el objetivo principal de las

haciendas ganaderas era vender carneros y lana en los mercados del Bajío y el Valle de

México, no tenía tanto sentido obtener metálico para comprar más animales si se contaba

con la oportunidad de suprimir este paso.

Los ejemplos de este tipo de transacciones se pueden enfocar en la actividad de Luis

García de Pruneda, principal criador local a mediados del siglo XVIII. Este propietario

arrendó en 1737 a Manuel González de Paredes 500 cabras de vientre buenas de dar y

recibir por el pago anual de 50 primales de pelo capados durante dos años. 24 Asimismo, en

1730, García de Pruneda dio en alquiler a Nicolás de los Reyes 150 cabras de vientre a

cambio de la entrega anual de 15 primales en un plazo indefinido.25 Con estos tratos, García

de Pruneda acrecentaba notablemente su poder económico, por lo que refleja la importancia

del arrendamiento de cabras y ovejas como un mecanismo de inversión determinante para

el aumento de la productividad económica.

Esto conlleva a pensar en el grado de complejidad de la economía virreinal en

donde las elites locales tuvieron que resolver situaciones particulares y específicas

dependientes de su entorno con el objetivo de la producción y reproducción de riqueza. Las

formas de inversión más practicadas en la Nueva España no resultaban tan viables como el

arrendamiento de ganado menor en el Nuevo Reino de León. La economía ganadera de este

territorio contaba con su propia lógica productiva y sus diferentes necesidades de

24
AHM, Protocolos, vol. 13, fol. 129, núm. 57.
25
AHM, Protocolos, vol. 13, fol. 206, núm. 91

19
operación. El hecho de que este sector orientara la actividad económica motivaba a diseñar

estrategias especiales que incentivaran la cría de cabras y ovejas para permitir una mayor

optimización en el manejo de los negocios.

Finalmente, en la segunda mitad del siglo XVIII se recurrió con menor frecuencia al

arrendamiento de ganado menor y, en contraparte, la renta de tierras y aguas se convirtieron

en prácticas de mayor uso. Esta situación, tal vez, provenga de un aumento demográfico y

del propio proceso natural de agotamiento de pastos que presionó la disponibilidad de

tierras a tal grado que llevó a un aumento de su valor, lo que fue atractivo para el negocio

del alquiler de propiedades. Esta explicación solamente resulta ser una hipótesis pero

cuenta con bastante lógica, por lo que es probable que ésta hubiera sido la causa pero

faltaría elaborar una investigación para aclararlo.

6. EL USO DE GANADO COMO MEDIO DE PAGO

Otra práctica que denota el valor significativo de la cría de ganado menor en el régimen

económico local es el uso de estos animales como medio de pago. Como en el Nuevo Reino

de León no era una zona productora de plata ni centro de consumo importante en el

contexto del virreinato de la Nueva España, la escasez de circulante que predominaba en

todo el virreinato se tornaba más aguda. Así que para efectuar las transacciones locales, no

existía la disponibilidad suficiente de metálico. Una forma de resolver la situación podía

consistir en el empleo de libranzas y letras de cambio que fundamentaba el comercio

controlado por los mercaderes del consulado de la ciudad. Pero, en lugar de esta opción, la

elite regional recurrió a las cabras y ovejas como uso alternativo de monedas.

20
En una economía en donde el ganado menor se erigía como el activo de más valor y

la obtención de riqueza dependía de la posesión de la posesión de estos animales para

vender sus derivados en el mercado virreinal resultaba factible realizar transacciones que se

saldaran no en moneda metálica sino en cierto número de cabaras y ovejas. Esta situación

ayudaba a dinamizar un poco el traspaso de propiedades y la obtención de mercancías

foráneas al fin que a largo plazo este ganado se convirtiera en moneda al momento de la

venta de sus productos derivados. En este sentido, al igual que lo sucedido con el

arrendamiento de ovinos y caprinos, la utilización de semoviente como medio de pago

significaba la supresión del empleo de metálico en los pasos intermedios de la cadena

mercantil en que participaban los propietarios locales. Es decir, en lugar de monedas de

plata se pagaba en ganado, al cabo que, finalmente con este último se podía obtener

numerario en su vinculación con el mercado novohispano.

Como ejemplos de casos en donde el ganado menor era empleado para saldar venta

de propiedades se pueden referir el de la compra de Pedro Guajardo de la estancia San

Miguel a cambio de la entrega de 50 cabras y 50 ovejas 26 y el traspaso de 25 sitios de

ganado menor de Nicolás de Hurtado a Luis García de Pruneda por 800 chivatos.27 Cabe

mencionar que también se efectuaban operaciones de compra-venta mediante el pago en

metálico, por lo que el uso de ganado como pseudomoneda no fue una medida exclusiva de

este tipo de transacciones sino alternativa.

Además de la utilización de ganado como medio de pago en los traspasos de

propiedad, también se le recurría para cubrir deudas. Esta situación se presentó cuando

26
AHM, Protocolos, vol. 7, fol. 92, núm. 33.
27
AHM, Protocolos, vol. 8, fol. 371, núm. 114.

21
Miguel Garza se obligó a pagar a Antonio de Lanzagorta la cantidad de 2 333 pesos 3

reales mediante su precio equivalente en primales de pelo, lana, cabras y ovejas viejas.28

Igualmente, el ganado era empleado como garantía hipotecaria como lo muestra el

compromiso de José Cayetano de la Garza con Francisco Ignacio Larralde que estaba

respaldado con 200 cabras de vientre.29

En sí, es demasiado arriesgado considerar al ganado menor como moneda en el

Nuevo Reino de León ya que estos semovientes solamente representaban un intermediario

en el objetivo de la posterior acumulación de riqueza. Es decir, la propiedad de ganado no

era un fin en sí mismo sino un medio para la obtención de metálico en el mercado virreinal.

El valor de las transacciones siempre estuvo referido al sistema monetario tradicional y no a

determinado número de cabezas. Bajo los criterios de Ruggiero Romano,30 el ganado

aunque desempeñaba las funciones de medio de intercambio y medio de pago, no cumplía

con las atribuciones de medio de valor y medio de atesoramiento. Por ello, se concluiría

que el empleo de cabras y ovejas como medio de pago constituía una forma de adaptación

de una economía ganadera a los condicionantes de la zona.

CONSIDERACIONES FINALES.

Lo aquí presentado indica los niveles de adaptabilidad y flexibilidad que podían desarrollar

las distintas áreas económicas del virreinato de la Nueva España en su afán de optimizar la

disponibilidad de recursos. Con respecto a la agricultura, minería o comercio, la ganadería

contaba con su propia lógica productiva que conllevaba la conformación de circunstancias

especiales que activaban el conjunto de la actividad local.

28
AHM, Protocolos, vol.14, fol. 340, núm. 125.
29
AHM, Protocolos, vol. 15, fol. 181, núm. 83.
30
Romano, 1998, pp. 13-14.

22
Un ejemplo de esto se visualiza en el territorio del Nuevo Reino de León en donde

la práctica de la ganadería menor definió el tipo de propiedad y fomentó el uso de cabras y

ovejas como medio alternativo para el desarrollo de negocios importantes como lo eran los

arrendamientos y traspasos de propiedad. Al ser el ganado ovino y caprino el principal

activo del territorio, el régimen económico local se estructuró bajo su dinámica. Es decir,

en el contexto regional, el valor de las cabezas de ganado menor movilizaba el mercado de

tierras al contar con la necesidad de acrecentar la extensión de los terrenos para una mayor

explotación. Asimismo, ante la escasez de circulante, el uso del ganado como medio de

pago facilitaba la realización de transacciones comerciales por ser un producto apreciado de

manera generalizada. Finalmente, la cría de ganado menor también influía en las estrategias

de inversión que trataban de expandir la producción sin necesidad de recurrir a las fuentes

tradicionales de créditos como el censo redimible o el depósito irregular o la práctica de la

renta de tierras y, por ello, utilizaron el arrendamiento de animales.

FUENTES

AHM: Archivo Histórico de Monterrey

Protocolos

Ramo Civil

Fuentes impresas

Fernández de Jaúregui,J. A., “Descripción del Nuevo Reino de León”, en L. Espinosa e I.

Ortega (comps), 2006, Nuevo León en voz de sus contemporáneos, Monterrey, Fondo

Editorial, Nuevo León, pp. 5-19.

23
Herrera, Simón de, “Catálogo de noticias concernientes a esta provincia del Nuevo Reino

de León”, en L. Espinosa e I. Ortega (comps), 2006, Nuevo León en voz de sus

contemporáneos, Monterrey, Fondo Editorial, Nuevo León, pp. 173-178.

BIBLIOGRAFÍA

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México, México, Fondo de Cultura Económica.

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de México.

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Mora.

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México, México, Fondo de Cultura Económia/El Colegio de México.

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