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Un nacionalista en apuros

(El inconsistente separatismo de Ulises Moulines)


AURELIO ARTETA
Universidad del País Vasco

RESUMEN. El artículo pretende ofrecer ABSTRACT. In this article I critically exa-


una réplica detallada del «Manifiesto mine Ulises Moulines's «Nationalist Mani-
nacionalista» de Ulises Moulines (Isegoría, festo» (Isegoría, numo 24, June 2001). I
núm. 24, junio 2001). Entre las muchas argue that his defence of ethnic nationa-
debilidades de aquella defensa del nacio- lism, amongst its many flaws, shows an una-
nalismo étnico destaca la incomprensión bility to understand the significance of
del sentido de unos cuantos conflictos many intra-national conflicts. Instead of
intranacionales. Pues, lejos de ser síntoma providing evidence of a nation's (i. e., the
de la existencia de una nación sojuzgada basque) oppression, those conflicts might
(por ejemplo, la actual vasca), podrían ser well be a symptom of the opposite phe-
más bien señal de lo contrario: de que en nomenon within the population: namely,
esa población no hay conciencia nacional that in the absenceof a national conscious"
suficiente para demandar la soberanía ness strong enough to require political
política y de que es el nacionalismo el inte- sovereignty, the only engine behind the
resado inductor del conflicto. Si la conflicts is the nationalist movement's
mini-teoría de etnias y naciones de Moulines self-interest. While Moulines's mini-the01Y
se limita a reafirmar la radical indefinición of nations and ethnic groups merely asserts
de tales conceptos, tampoco su principio the radical ambiguity of those concepts,
del Valor intrínseco de la pluralidad del Ser his PrincipIe of the Intrinsic Value of the
(infundado tanto en ética como en esté- Plurality ofBeing (whichis as unconvincing
tica) aporta prueba alguna de un presunto in ethics as in esthetics) does not provide
derecho de las naciones a su independen- any argument for a nation's right to inde-
cia. Igual que se pasa por alto la más que pendence. The difficult issue of how to
dudosa compatibilidad entre nacionalismo make' ethnic nationalism compatible with
étnico y democracia, se presupone que un democracy is completely ignored by him;
Estado multinacional <<las más de las rather, it is presupposed that «more often
veces» no puede funcionar. En suma, vuel- than not» a multinational state simply will
ta al viejo principio de las nacionalidades. not work. At last, the Manifesto boils down
to just another re-enactment of the old
Principie of Nationalities.

Como es de esperar que la condición de teras disciplinares ya sentar tesis de carác-


«filósofo de la ciencia» se apoye siempre ter ético-político acerca del nacionalismo.
en la previa y más general de sujeto político Le reprocho, eso sí, que sean disparatadas
y moral, no seré yo quien regatee a Ulises y por ello indignas (26) 1 no ya de un ilustre
Moulines su derecho a transgredir fron- pensador, sino de un ciudadano dotado de

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alguna conciencia crítica. De ahí que no al margen, trataré de probar que buena
deje de extrañar que quien se excusa por parte de las tesis del profesor Moulines
ser tan sólo «un pobre filósofo de la cien- consiste precisamente en sus notables
cia» (44), y no de la política, se comporte inconsistencias. Ysi esto se da en una figu-
en esta materia con un desenfado que le ra justamente prestigiosa del pensamiento
envidiaría el más curtido de los especia- lógico-científico, pueden figurarse el grado
listas. Llama no menos la atención que ese de coherencia argumental del que acos-
al que aquejan deficiencias como las que tumbra hacer gala el nacionalista ordi-
se verán enseguida esté presto a reprochar nario.
una y otra vez las presuntas debilidades
que al parecer afectan a los demás: ya sea
el «notable déficit conceptual y metodo- Hay amores que matan
lógico» en el tratamiento del nacionalismo
por parte de las disciplinas teóricas (26), Ciertos modos que adopta el amor a la
o bien la «gran indigencia teórica» (31) patria, por ejemplo. Contra lo que el autor
o el lamentable «nivel de indigencia con- parece suponer (26), son pocos los estu-
ceptual»en su discusión ordinaria (47). De diosos de las emociones que las encuadren
momento no parece preciso dar gracias al entre los fenómenos irracionales. Al con-
cielo por dignarse deparamos al fin la bue- trario, el cognitivismo dominante en este
na nueva del profesor Moulines. campo da por sentado que afectos y sen-
Nuestro hombre carece de reparos en timientos responden más bien a creencias,
cruzar asimismo las fronteras geográficas juicios y percepciones de sus sujetos 2. Otra
lejanas, pero se anda con mayor tiento en cosa es el grado de razonabilidad de tales
acercarse a las más próximas. Alude, pues, creencias, que es lo que importa para deci-
a los nacionalismos que asolaron la ex dir acerca del valor de verdad o de bondad
Yugoslavia, apela con soltura lo mismo al de las emociones en cuestión.
caso irlandés, judío o gitano que a bávaros Sea como fuere, no parece que el amor
y neozelandeses, menciona de pasada a los a la patria sea la raíz psicológica suficiente
de la Unión Sudafricana y Burundi, y así del nacionalismo, porque se puede ser
a varios más. Sólo que, pese a su nacio- patriota sin ser nacionalista y, mucho
nalidad española, a su estrecha relación menos, nacionalista de carácter etnicista.
con Cataluña y a escribir en una revista Ahí está el republicanismo antiguo, moder-
de pensamiento político-moral afincada en no o contemporáneo para probarlo 3.
España, se cuida muy mucho de esbozar Dígase más bien que el sentimiento nacio-
siquiera una mirada a los nacionalismos 'nalista es «el estado de enojo que suscita
de nuestra tierra. En especial, al vasco, la violación del principio [nacionalista] o
seguramente el problema político español el de satisfacción que acompaña a su rea"
más grave -por ser el único sangriento- lización», siendo tal principio político el
del presente. Nunca sabremos si se trata que sostiene que «debe haber congruencia
de una respetable medida de cautela ele- entre la unidad nacional y la política» 4.
mental (si bien un tanto exagerada, a la De suerte que ni hay que considerar la
vista de la distancia que separa Munich emoción nacional como natural e inevita"
de San Sebastián) o bien de un hábil sub- ble (26), ni el antinacionalista se erige
terfugio para evitar todo cotejo entre sus siempre en su adversario (27), sino sólo
apacibles reflexiones y un nacionalismo cuando equivale a ese «sentimiento de
cuyos dichos y hechos, mientras invocan filiación hacia un objeto que el individuo
argumentos como los suyos, instalan a dia- siente que lo trasciende, algo que percibe
rio la barbarie. Intenciones y resultados a la vez como un objeto externo a sí mismo

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y componente fundamental de su propia Moulines le interesa dejar caer al descuido,


identidad» (26). Para probarlo, aún rebro- «a cualquier precio» (27) o «por todos los
ta de vez en cuando aquí y allá el nacio- medios disponibles» (30), sino con las debi-
nalsocialismo, que también es un nacio- das cautelas y a través de los cauces de
nalismo. un Estado de Derecho.
En esos casos, ciertamente, el crítico del Claro que el éxito de tal exigencia moral
nacionalismo lo mira como ~~un grave supone algo que nuestro hombre descuida
desorden psíquico» (27) 5 Yno habrá ciu- dilucidar: a saber, que los afectos no cons-
dadano digno de tal nombre que se engañe tituyen fenómenos ineluctables y dados
acerca de sus peligros manifiestos y no pro- para siempre; que somos responsables de
cure reprimirlo o superarlo. Para empezar, nuestros sentimientos, en la medida en
porque bajo aquella fórmula el patriotismo que, siendo razonables, resultan asimismo
sería una especie más de fanatismo colec- educables. Añádase a ello que el empeño
tivo, una emoción de naturaleza religiosa de transformar ese afecto patriótico no
que contradice frOntalmente el sentimien- proviene de algún capricho. Tampoco se
to y afiliación democráticos..., aunque no trata, por cierto, de que aquel naciona-
trajera otros efectos nocivos. Por si ello lismo entrañe una mera ilusión o «grotes-
fuera poco, porque semejante sentimiento ca» alucinación, como el gusto por la cari-
busca un enemigo real o imaginario en que catura del adversario le lleva a Moulines
descargarse y, en consecuencia, será tanto a calificar. Es sencillamente que sentimien-
más peligroso cuanto más fervor patriótico to tan excluyente puede ~o tiene que~
se incube en esta nación o en aquélla. Y, impulsar una conducta pública injusta y,
finalmente (éste es unO de los más cla- como la experiencia muestra de sobra, vio-
morosos vacíos en la reflexión de Mou" lenta y hasta mortífera con el resto de los
lines), porque sus riesgos aumentan asi- connacionales primero y con los extrana-
mismo a tenor de las resistencias que cionales después. Al menos a poco de cier-
encuentra entre los no nacionalistas de su to que contenga esa citada definición de
propia y pretendida nación... Rustow de nación como «un grupo cuyos
Lo que aquí se llama negacionismo miembros colocan la lealtad al grupo como
podría entonces, contra lo que Moulines totalidad por encima de cualesquiera otras
dice (27) y sin incurrir en absurdo alguno, lealtades contrapuestas» (31), incluidas las
afirmar la existencia de una nación y a la ciudadanas y democráticas. O sea, el viejo
vez tildar ese sentimiento del amor a la right or wrong, my country. Así que aquella
patria como «producto de una ilusión o pasióp,frustrada no sólo puede volver a
quizá incluso de una alucinación» (30). los nacionalistas «locos de aman> (34); es
Exista o no nación en algún sentido veri- que con alguna desgraciada frecuencia los
ficable, por lo pronto, lo ilusorio suele ser convierte en criminales. Lo mismo les hace
la historia que el patriota se inventa, las capaces de «sacrificar la propia vida» (27)
graves afrentas de las que cree (o lo simula) que de arrebatar sin pena o con fruición
haber sido objeto y los incuestionables las ajenas.
derechos individuales y colectivos (a fin de
cuentas, a la soberanía política) que se atri"
buye. Así las cosas, nada tiene de extraño De etnias, naciones y otros entes vagarosos
que el negacionista ~si es un ciudadano
demócrata y por la cuenta que le trae~ Pero antes habrá que ponerse de acuerdo
tenga por un deber moral (y, en primer sobre el significado de nación y el Mani-
término, político) curar a los pacientes de fiesto pasa revista a un variado elenco de
tal ilusión o reprimirla. Pero no, como a definiciones (31 y ss.) para desecharlas una

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tras otra a causa de sus notorias insufi- tan su contenido doctrinal), como hace
ciencias. El propio Juan Villoro, autor de nuestro profesor al extraer las «consecuen-
«el tratado más sistemático y ponderado» cias deontológicas» de su teoría (44).
que nuestro profesor confiesa conocer Pues sucede que «aún no sabemos bien
sobre el tema, propone cuatro condiciones a bien lo que es una nación»; de acuerdo,
necesarias de pertenencia a una nación que pero ello no obsta para que exactamente
aquí se desestiman enseguida como pro- dos líneas más abajo sepamos de ella algo
blemáticas (32-33). De manera tal que fundamental que Mill ya sabía: que «es
habría que tildar al concepto de marras característico de ellas que deseen disponer
como «indefinible» (39) y todo indica que de un Estado propio, en tanto instrumento
nuestro autor está a punto de incurrir en jurídico-político para defender su identi-
ese negacionismo que ha merecido hasta dad nacional y desarrollarla» (33) 7. En
entonces sus acerbas críticas. definitiva, no va a tardarse mucho en pasar
Pero Moulines no se arredra y nos ofre- de eso que a lo sumo sería un hecho (y
Ce su propia «mini-teoría de etnias y nacio- ya se ve que harto confuso), la etnia, a
nes» (40 y ss.) que, la verdad sea dicha, la nación de los nacionalistas y a su seguro
no progresa un gran trecho en su cono- derecho. Explicar la nación, por la vía de
cimiento. Tales etnias no sólo no ofrecen su naturalización, será justificar el nacio-
un factor determinante que pueda tenerse nalismo.
por específico, sino que cuentan con unos
límites espacio-temporales «borrosos» o a) Lo primero es el nacionalismo. Ya
«difusos» y originan manifestaciones feno- hemos visto que uno puede profesar de
ménicas «imprecisas». Aceptada la impo- negacionista sin obligarse a negar la nación
sibilidad de fijar unos criterios tanto de y negando nada más que el nacionalismo
delimitación de una etnia como de per- (o la nación de los nacionalistas). De igual
tenencia a ella, sus rasgos esenciales deben forma,se puede Ser contranacionalista sin
quedar abiertos y ni siquiera la lengua es ser contranacional, o sea, sin ver en las
un componente seguro o exclusivo. Así las naciones «realidades nefastas» (30) y
cosas, parece un tanto osado afirmar, no detectando el carácter nefasto más bien
obstante, que las etnias son entidades «ge- del nacionalismo. Pues su argumento suele
nidénticas» o que en buena medida rigen ser justamente el contrario del que Mou-
la marcha de la Humanidad o, en fin, que lines le achaca: no que «las naciones son
las naciones son unas etnias políticamente la causa, o al menos una condición necesa-
autoconscientes. Son cuestiones que me ria, para el surgimiento del nacionalismo»
rebasan a mí y los límites de mi réplica. .'(ibid.), sino al revés. Para mayor exactitud,
Los que saben de esto apuntan que la que la etnia puede preceder al naciona-
noción de etnia fue un invento de la antro- lismo igual que puede prescindir entera"
pología colonial inglesa para clasificar a mente de él; pero que siempre es el nacio-
sociedades diferentes de las nuestras que nalismo ese movimiento o doctrina que
se les aparecían como carentes de insti- infunde a una población su conciencia
tuciones políticas... Pero no sólo resulta nacional y, por consiguiente, que la anima
llamativa la extraordinaria vaguedad con a dotarse de la voluntad de alcanzar algún
la que ciertas teorías sociales se sirven de reconocimiento político o incluso rango
tales palabras y «la sorprendente facilidad estatal (38). Según eso (y es postura adop-
con la que lo admiten» 6. Más chocante tada por buena parte de los estudiosos),
todavía es la aparente inconsciencia con el nacionalismo antecede a la nación y al
la que -pese a ello~ aderezan tales pala- Estado nacional, hasta el punto de cons-
bras para su uso nacionalista (o les inyec- truir a una y a otro.

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No otra cosa es lo que, en aparente Uno se pregunta si no valdría lo mismo


inconsecuencia, mantiene poco después abducir la existencia de Dios a partir de
nuestro autor. Pues resulta que «una la constatación indubitable de los millones
nación es una etnia que ha tomado con- de creyentes en Él, bajo cualquiera de sus
ciencia política de sí misma» (38), que «las figuras y advocaciones, O de los innegables
naciones son (oo.), etnias que disponen de efectos de todo género causados por las
un programa político (.oo) de preservación religiones o las iglesias 8. Pero es que, ade-
y desarrollo de su propia identidad» (43). más, la precisión que se nos ofrece no se
Todo apunta a que aquella conciencia limita a jugar un papel epistemológico,
nacional, ese «proyecto común» (32), este sino sobre todo otro de carácter normativo.
programa político, puesto que no son Quiero decir que, en virtud de su propia
preexistentes, han de ser precisamente naturaleza, la existencia teórica de las
productos del nacionalismo. Y en efecto etnias y naciones se transmuta en una exis-
lo son, según reconoce sin ambages Mou" tencia práctica. Otro tanto ocurre con la
lines: ~<Cuando este esfuerzo por preservar presunción de la existencia divina, que no
su existencia (oo.) se traduce en un pro- se contenta con su mero ser afirmada. Así
grama de acción política (oo.), tenemos que que cuidado con las abstracciones. Hablar
la etnia en cuestión se ha transformado de electrones, de gramática profunda, de
en una nación, y al programa concomitante genes o de flujos de entropía es una cosa;
lo podemos calificar de "nacionalis- hablar de etnias y naciones (o de mercado),
ta"» (45). En resumidas cuentas, lo pos" otra. Entre tales conceptos se da aquella
terior es la nación y el Estado, y lo primero diferencia que Aristóteles establecía entre
el nacionalismo, que es de lo que aquí toca theoría y práxis, según la cual, si la primera
hablar. trata de lo siempre igual y se dirige a su
b) La nación del nacionalista. Pero al pura contemplación, la segunda tiene por
nacionalismo muñidor de naciones, según objeto lo que puede ser de otra manera
parece, le preceden todavía esas entidades (o sea, lo deliberable y elegible) y persigue
naturales llamadas etnias. Esas entidades su transformación 9. Nación es, en su uso
tan dudosas que hace poco parecían del ordinario y por el interés que suscita, un
todo reacias a ser conceptualmente cap- concepto normativo. Viniendo al caso,
tadas, no ofrecen ahora duda alguna acerca mientras la idea de electrones permite
de su existencia. explicar ciertos fenómenos que de otrO
Frente a la vieja epistemología positi- modo quedarían ignotos, el concepto de
vista, para la que todo concepto científico nación, además de explicar conductas indi-
debe estar referido a entes observables, viduales o colectivas, tiende a producirlas;
Moulines (35 y ss.) postula la existencia esto es, ordena o propone unas acciones
de entidades determinadas sólo por con respecto a tales naciones y desaconseja
medios puramente teóricos. Como los las contrarias. De ahí que los primeros,
electrones en física, estas entidades teó- en tanto que denotan entidades no huma-
ricas no son detectables por los sentidos, nas, permanecen ajenos a cualquier juicio
pero constituyen los presupuestos para de valor; los segundos, en cambio, se refie-
comprender ciertos fenómenos -que ren a grupos de hombres cuya acción libre
serán sus efectos-, éstos sí de carácter exige ser moral y políticamente juzgada.
observable. Pues bien, «en la medida en En todo caso, lo que no podrá dudarse
que los electrones son reales, también lo es que para el nacionalismo [y se recordará
son las naciones». y antes aún, las etnias: que un propósito explícito de Moulines es
«Las etnias... son cosas reales, que tienen «defender el nacionalismo» (30 y 26)] el
una existencia propia» (44, cfr. 37). uso normativo del concepto de nación es

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el exclusivo. Es el nacionalismo (como hipotética nación y sus presuntos derechos


movimiento, pero antes aún como doctrina frente a sus convecinos.
política) el que se encarga de definir la Pero los falsos prejuicios no han hecho
nación mediante unos pocos rasgos de más que empezar. El profesor Moulines
inclusión y exclusión que previamente ha sabe que «en ocasiones pueden surgir COn-
seleccionado y que a menudo están lejos flictos de intereses legítimos», pero el caso
de ser generales en la población de la que típico que propone es el que tiene lugar
se predica lO. Más todavía, es el naciona- entre naciones (48). Aunque también
lismo el que proclama no sólo la existencia conoce conflictos entre los individuos, ni
indubitable de las naciones y que el mundo se le pasa por la cabeza que puedan tener
está dividido entre ellas, sino también los precisamente por pretexto su pertenencia
derechos políticos de esas naciones... Para o no a una determinada nación o su aquies-
Moulines, el nacionalismo enuncia una cencia al proyecto nacionalista de «cons-
«perogrullada moral» (47); para mí, cier- trucción nacional» y su pretensión de sobe·
tamente estamos ante una simpleza teó- ranía política. Ni como hipótesis de trabajo
rica, pero a menudo de supuestos inmo- llega a considerar que los intereses de los
rales y con efectos inciviles. no nacionalistas puedan ser tanto o más
legítimos que los de sus adversarios. Si con-
templara esa hipótesis, seguiría constatan-
El olvidado caso de los conflictos do el gran número de «conflictos políticos
<<intra-nacionales» y militares en el mundo», así como su pre-
dominante carácter de intra-estatales...,
De momento es cosa de ver cómo aquella pero no por fuerza inter-nacionales en el
anunciada defensa del nacionalismo se sentido genuino de «enfrentamientos entre
nutre de varios presupuestos ocultos y per· dos o más naciones en el seno de un mismo
fectamente falsables. Uno vendría a esti- Estado» (34).
pular que todos los nacionalismos arraigan Pues podría ocurrir que fueran más bien
en poblaciones formadas por una sola etnia enfrentamientos entre una etnia minori-
o, tras el proceso nacionalista consiguiente, taria (o, al menos, políticamente no mayo-
en una sola nación. Otro, que el programa ritaria) y el resto de la población que, o
nacionalista será «conscientemente apoya- no se considera parte de esa etnia o que,
do por una parte significativa de la pobla- siéndolo, no comparte, sin embargo, el
ción» (45). Esto es ponerse las cosas dema- propósito de independencia política que
siado fáciles... A nuestro autor ni se le ,el nacionalista le asigna. Dicho de otro
ocurre pensar que buena parte de los ,'modo, el contraste entre la homogénea
nacionalismos étnicos -el vasco entre nación ideal y la heterogénea nación real
ellos~ viven en y de las condiciones con- incita al nacionalismo a resolverlo a base
trarias, o sea, en territorios de mestizaje de excluir de la auténtica comunidad
étnico, larga historia de convivencia y fal- nacional a los desprovistos de los rasgos
tos de una suficiente conciencia nacional. adecuados. Surge así una «población
Si hubiera aceptado esta precariedad de sobrante» alrededor de la cual, y dentro
partida, tal vez entendería también su de las propias fronteras políticas, se levanta
resultado necesario: que la exacerbación una nueva e insidiosa frontera interior 11 •
propia de esos nacionalismos no se debe Se trata de una población que en su mayor
a la injusticia y violencia con que son repri- parte se siente tanto de su etnia particular
midos, que eso hasta les fortalece a veces; como de la propia del Estado en que se
se debe más bien a la violencia e injusticia inserta, que vive una situación que se ha
con que los creyentes deben afirmar su dado en llamar de «doble pertenencia» o

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de «identidades compartidas» 12, En un mite dar cuenta de una serie de fenómenos


sentido ajustado, pues, cabe tildar a tales políticos o culturales significativos, sino
conflictos de intra-nacionales. Se dan en exactamente al revés: ciertos fenómenos
el seno de un Estado, pero antes todavía que parecen responder a la existencia de
en una comunidad menor de ese Estado; naciones revelan más bien el propósito
en esta probable coyuntura el combate injusto (por parcial y contra la mayoría)
nacionalista no se libra primero contra el de constituirlas a cualquier precio.
Estado mismo, sino contra la propia comu- Demuestran sin duda la presencia de algún
nidad en que habita y a la que pretende nacionalismo, pero no de una indiscutible
«liberar» sin su consentimiento mayori" nación. Verbigracia, ciertas políticas lin-
tario. güísticas no buscan sólo preservar o pro-
0, lo que es igual, tan abundantes con- mover una lengua minoritaria; mediante
flictos y «otros muchos procesos sociocul- un aparato legal de dudosa legitimidad
turales» no son necesariamente síntomas (que regula desde la inmersión lingüística
de la «constitución de una nación o de dife- en una lengua que no es la materna ni
renciación de naciones». Esto no siempre la usual de la inmensa mayoría a la pura
es así, por «evidente» y «trivial» (34) que y simple invención léxica, de la innecesaria
se le antoje al profesor Moulines. En múl- señalización vial o de rótulos hasta la recu-
tiples casos, y en proporciones variables, perada o fabulosa toponimia de tiempos
pueden ser síntomas inequívocos de que pretéritos), lo que buscan es forjar esa pre-
no existe tal nación o por lo menos no gonada diferencia nacional que, a su vez,
en el grado de conciencia y voluntad sufi- legitime la reivindicación soberanista.
cientes para emprender un proceso de Cuando la lengua originaria se ha perdido
soberanía política, porque los más se sien- o está en trance de perderse, en efecto,
ten también o sólo miembros de la nación los nacionalistas hacen «esfuerzos sobre-
más general en que desde hace siglos unos humanos por "revivirla"» (42). Tan por
y otros conviven. La eventual violencia no encima de la voluntad de los sujetos afec-
brota ex abundantia de unas reivindicacio- tados los hacen, con tal desprecio de sus
nes nacionales contrariadas. Además de derechos y del uso común de los hablantes,
señal de las carencias opuestas, la violencia que tales esfuerzos bien podrían calificarse
más bien se presenta como el único modo de inhumanos. y es que, como la nación
de superarlas o colmarlas. El terrorismo no existe aún como nación, habrá primero
bajo cualquiera de sus formas sangrientas que edificarla; y, luego, esta «construcción
sería el medio para crear, incrementar o nacion~lr> será el soporte y la palanca de
avivar esa conciencia nacional insuficiente la anheÍada construcción estatal.
y, en último término, justificar su proyecto
unilateral de secesión política. «Para dar
realidad a la Causa y hacer verdadero a El culpable es el Estado
su dios, nada mejor que una buena carga
de hechos, y de entre los hechos, nada Según el Manifiesto de marras (los prejui-
mejor que una buena carga de muertes. cios prosiguen), en los conflictos naciona-
Tal eSlel principio. y ciertamente ¡mucho listas la culpa viene casi siempre de fuera
ha matado Euskadi para que pueda dudar" y cae por lo común del lado del adversario
se ya de su existencia!» 13. estatal, según se echa de ver en las dos
Todo lo contrario, pues, de lo que nues- situaciones-tipo que considera.
tro autor concluye del llamado argumento Supóngase con Stuart Mill que sea
abductivo (35, 41). No siempre es la exis- característica de la nación el deseo de dis-
tencia indiscutible de naciones lo que per- poner de un Estado propio con vistas a

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defender y desarrollar su identidad (33), piden acogerse directamente a la fórmula


aunque ya se hizo notar que esa identidad, anterior, o sea, a la plena soberanía, y nO
al menos como algo suficientemente defi- perder el tiempo en soluciones así de
nido o compartido, puede no pasar de un inviables...
sueño o un desideratum sin fundamento A no dudar, hay sobrados ejemplos en
mayoritario. Tampoco se justifica -y esta- el mundo susceptibles de ilustrar esta tesis.
mos ante una muestra de falacia natura- Sería asimismo verificable que muchos
lista- por qué de tal hecho ha de deducirse Estados nacionales proceden de la con·
un derecho. Pero todo esto son cuestiones quista de unas etnias por otras en tiempos
menores. Importa sólo resaltar que, cuan- pasados. Lo habitual, sin embargo, es que
do no logran convertirse por fin en Esta- en los actuales no subsista ya una concien-
dos, es «generalmente debido a coacciones cia étnica tan resentida y, aunque así fuera,
externas» (ibid.). Si antes que a indebidas toca preguntarse si está justificada una «ac-
coacciones externas se debieran a legítimas ción afirmativa» o de «discriminación posi-
dificultades internas (como que la pobla" tiva» que pretendiera reparar un crimen
ción misma se halle dividida sobre el par- remoto por otro probable crimen presen-
ticular), al parecer es pregunta capciosa te... Sea como fuere, el autor no vacila en
o desdeñable. Si tales coacciones ~esta­ atribuir toda la responsabilidad de las ten-
tales o internacionales- se justificaran siones propias del Estado multinacional a
acaso como garantía de los derechos de los presuntos abusos de la etnia hegemó-
aquella parte de la población que sufre el nica. Nunca a las insaciables pretensiones
acoso nacionalista..., eso ni se toca. Mejor de las etnias supuestamente dominadas; a
dicho, ambas cuestiones carecen de sen- sus injustas discriminaciones respecto de
tido, porque nuestro autor da por supuesto sus propios conciudadanos, a los agravios
-como aún se verá- que la pretensión cometidos contra otras etnias autónomas
independentista siempre es legítima y, menos privilegiadas, a sus permanentes
cuanto se le oponga, ilegítimo. chantajes al Estado y así hasta el infinito.
Pasemos de su independencia como La España de hoy, un Estado multinacio-
Estado-nación a la autonomía política de nal y, por el grado de autonomía de que
una nación dentro de un Estado-multina- gozan sus etnias, de hecho cuasi-federal,
cional. Dado que estamos ante una cues- sabe mucho de todo esto.
tión referida a la praxis, cuesta entender
cómo, siendo esa solución autonomista
«sin duda un arreglo ideal», pueda fun- La violencia comprensible... ¿por merecida?
cionar casi siempre bastante mal, «por no
decir que no funciona en absoluto» (45). Ya anticipamos que la nación es como un
Perplejidades aparte, ¿cuál es la razón últi- ser humano: vive y sufre como él, se emo-
ma de tal fracaso? Muy sencillo: que «en ciona como él y, claro está, goza también
la inmensa mayoría de los casos» los Esta- de derechos que no deben ser contraria-
dos multinacionales reales no están cons- dos. «Cuando a un individuo se le cortan
tituidos por el consenso de las etnias que las posibilidades de desarrollo de un modo
¡ los componen, «sino por la voluntad, que considera injusto o arbitrario, no hay
muchas veces extremadamente violenta, de por qué extrañarse si se enoja y reacciona
una sola etnia predominante. En una pala- con violencia. Lo mismo pasa con las nacio"
bra, se trata de Estados-nación hegemó- nes [cursiva mía], cuyo desarrollo es per-
nicos» (46). Así las cosas, y si esta salida cibido por muchos de sus miembros tam-
resulta «las más de las veces» tan nefasta, bién como condición de posibilidad de su
se diría que la lógica y la ética al unísono propio desarrollo individual O el de fami-

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liares y amigos» (34). ¿y entonces? Saque- suasivo (al autor le parece de nuevo algo
mos la consecuencia que este arriesgado «éticamente evidente»), aún se añadirá el
pensador no se atreve a pronunciar en voz argumento estético de que «es más bello
alta. O atractivo un mundo en el que haya
Más que aquel amor a la patria en que muchas cosas de muy diverso tipo» que
quería condensarse la absorbente pasión otro más aburrido compuesto de pocas
nacionalista, el disgusto y la ira incubados cosas y pocos tipos (ibid.).
por el incumplimiento del principio polí" Pues ni lo uno ni lo otro. Ignoro si es
tico del nacionalismo -como era de verdad necesaria que el universo sea onto-
temer- desemboca con mucha probabi- lógicamente tanto más rico cuanto más
lidad en la violencia; lo que es más, incluso diverso, que es cosa que dejo a los teóricos
se diría que en una violencia justa. Lástima del mejor de los universos posibles. Sea
que su justificación no traspasa los límites de ello lo que fuere, me temo que de ahí
de un subjetivismo o relativismo impropios no saldría ninguna estimación teórica ni
de asunto así de dramático. Pues bastaría directiva práctica para el mundo humano
que muchos perciban que su propio o de los valores. En lo que se refiere a
desarrollo personal o familiar está coar- nosotros, tal es nuestra semejanza básica
tado, porque asimismo lo perciben efecto que ya el mero subrayado de la diferencia
de lo que perciben un propósito planeado se vuelve sospechoso: «.,. mientras no se
de reprimir el desarrollo de eso que ellos diga en todo el mundo, en todas las lenguas
perciben como su nación..., para que esos de esta tierra, la verdad indiscutible de que
«muchos» (en nombre de su nación opri- todos los seres humanos se parecen entre
mida) reaccionen con violencia y nadie sí más de lo que se diferencian, considero
tuviera que sorprenderse por ello. De la un pecado dar a conocer las diferencias
descripción a la encubierta legitimación: entre los distintos pueblos antes que sus
¿o no se viene cuando menos a insinuar semejanzas y su igualdad..,» 14.
que, siendo esa violencia merecida, nadie Más aún: no es verdad apodíctica que
tendría tampoco derecho a defenderse de una humanidad más diversa, tan sólo por
ella o a reprimirla? El profesor Moulines, ser más diversa, sea mejor y más bella ni,
como era de prever, no desciende a des- en consecuencia, que sea éticamente y
pejar incógnitas tan insignificantes. estéticamente más valioso preservar y has-
ta fomentar aquella diversidad. ¿O es que
hay que preferir por principio la disparidad
La diversidad como di-versíón a la cQipcidencia, la desemejanza al pare"
(y, si me apuran, divertimento) cido o el desacuerdo y el conflicto al acuer-
do? El todo no es bueno porque se com-
Él se conforma con vocear el principio éti- ponga de muchas partes, sino porque sus
co-ontológico del Valor Intrínseco de la Plu- partes son por sí mismas buenas o con-
ralidad del Ser: «es algo bueno, que hay tribuyen al bien del conjunto. Una receta
que preservar, o hasta fomentar en la culinaria no es mejor tan sólo porque
medida de lo posible, el que haya muchas aumente el número de sus ingredientes,
cosas tle muy diversos tipos en el univer- sino porque produce un sabor o un ren-
so» (44). De donde se seguiría, así nos dimiento proteínico apreciables, así como
cuenta, el corolario de que «la destrucción tampoco el valor de una obra de arte reside
de una entidad sólo está justificada para en la variedad de sus elementos, sino en
evitar un daño considerable o para pro- su armonía, mesura, ritmo o equilibrio. De
mover un bien de tipo muy superior» igual modo, la excelencia del mundo de
(ibid.). Y, por si no fuera del todo per- los hombres no radica simplemente en la

ISEGORíAl26 (2002) 227


NOTAS Y DISCUSIONES

multiplicidad de sus grupos, proyectos, antojan aberrantes, con tal de que resulten
creencias, conductas o instituciones, ni su inmejorables a los ojos de sus miembros;
pobreza moral estriba en que tales grupos, es decir, de que éstos las tengan por «con-
creencias, etc., disminuyan O rebajen las dición de posibilidad de su propio desarro-
diferencias entre sí. De aplicar tal principio llo individual» o de los suyos (34). En cuan"
al individuo humano, su previsto enrique" to quede subsumida bajo el principio del
cimiento mediante la diversidad haría de valor de la pluralidad del ser, la cuestión
él un perpetuum mobile, lo mismo de gustos de quién, cómo y con arreglo a qué criterio
u opiniones que de actitudes y modos de político-moral puede decidir acerca del
vida: su rica identidad consistiría en no ser bien o del mal causados o del bien superior
nunca idéntico consigo mismo. Identidad impedido por el cultivo de aquella pecu-
nacional e identidad individual, sean ellas liaridad queda sin resolver. Yana hay razo-
lo que fueren, se disolverían a cada ins" nes para sostener que sólo serán legítimas
tanteo las formas de vida que permitan a todos
Aquel principio funda más bien la tesis la satisfacción de sus necesidades primarias.
capital del multiculturalismo y otros torpes De manera que esa «regla general»
relativismos de nuestros días: que las cosas según la cual «hay que dejar a cada exis-
(o conductas o culturas) no son valiosas tente que siga su vía» (44) sería aceptable
por lo que como tales valgan, sino nada según y cómo. Se aceptará cuando este
más que porque son varias o distintas entre dejar vivir (que comprenderá también el
sí. De suerte que (y dicho sea de paso), dejar morir de muerte natural), un supues"
según aquella doctrina ya no se trata de to que excluye el destruir esas variadas
establecer diferencias de valor, sencilla" entidades, no equivalga por sistema a pre"
mente porque el valor único, ypor lo general servarlas o fomentarlas. Significa simple-
supremo, está en la mera variedad y dife" mente juzgar que algo ~una práctica, una
rencia. Con una sola salvedad: que lo exce" creencia, una institución~ no es lo bas-
lente a fuer de diferente cause un daño tante valioso como para conservarlo a toda
considerable o impida la promoción de un costa, sobre todo a costa de necesidades
bien muy superior, aunque ni aquel daño más amplias, graves y perentorias; y con"
ni este bien merezcan el esfuerzo por defi" cluir, por tanto, que no concurre deber
nirlos. Una vez hecha esta vagarosa excep" alguno individual ni colectivo que nos obli"
ción, pues, digamos adiós a los criterios gue a su conservación ni menos aún a su
y juicios normativos, rechácese toda jerar" fomento. Verbigracia, una lengua prácti"
quía moral, bienvenido sea el relativismo <:;amente desaparecida o en trance de desa"
cultural y ético, abracemos el nihilismo con . ·parición. Lo malo es que aquella regla
sus pompas y sus obras. general, que distingue entre el resto de
«La diversidad, en sí misma, no tiene seres vivos y los seres humanos a fin de
ninguna connotación moral positiva» 15, consentir la subordinación de los segundos
empero. En caso contrario, no sólo cual" a los primeros en caso de necesidad..., no
quier comportamiento -menos los extre- repara tanto en la distinción de status entre
mosamente abominables- debería ser entidades humanas individuales y las colec"
1 permitido, sino que nuestro relativista ten" tivas, así como en la conveniencia de some"
dría que admitir como valiosa la peculia" ter éstas a aquéllas. «La idea de que las
ridad del etnocentrismo o del imperialismo formas de vida tienen derecho a sobrevivir
mismos, que no dejan de ser acendradas (. ..) ~recuerda Gauthier~ es un recién
formas de diversidad cultural. Para Mou" llegado al escenario moral; es también una
lines habría que preservar y fomentar esas idea totalmente equivocada. Son los indi"
diferencias étnicas que a nosotros se nos viduos los que cuentan; las formas de vida

228 ISEGORíA/26 (2002)


NOTAS Y DISCUSIONES

importan sólo como expresión y sustento es decir nada mientras no se aporte más
de la individualidad humana» 16. El lector información con sentido. De un lado, díga-
de Moulines hallará, por el contrario (46 senos qué propiedades específicas de esa
y ss.), más surtidas referencias a la iden- etnia Son psicológica o moralmente tan
tidad y a los supuestos derechos de la relevantes para los individuos y el grupa
nación que a los reales de los individuos. como para requerir su salvaguarda y
fomento a través de una parcial o total
soberanía política... y por qué. ¿Por qué
Los derechos según el fantasma (25) mi identidad personal depende de mi afi-
liación étnica (el «foco de identificación
Pero nos hemos internado ya, no sólo en primario», al decir de Kyrnlicka 17) más que
el mundo humano o cultural, sino en el de otras afiliaciones (familiares, religiosas
espacio político en particular, allí donde o profesionales)? ¿Por qué es aquélla, y
la validez de aquel principio ético-onto- no alguna de éstas, la que al parecer exige
lógico de la pluralidad deja aún más que el dominio sobre cierto espacio público?
desear. El razonamiento se limita a aducir Más todavía, ¿por qué admitir el argumen·
que en el mundo hay etnias y que las etnias to naturalista de que, supuesto que tal ras-
tienen derecho a alcanzar una cierta sobe- go étnico sea constituyente de mi identi-
ranía política (tal como se plasma en ese dad, brota la consecuencia normativa de
programa político de acción que es el protegerlo por vía estatal? Esa norma sólo
nacionalismo). Es el aquí denominado puede provenir de una valoración acerca
«principio de autodeterminación de las de ese rasgo, una valoración de naturaleza
etnias» (39). cambiante y que debería hacerse en
Al parecer, las etnias «están en su per- común. Todo eso sin olvidar que podría
fecto derecho» (45) y hasta en la «obli- darse el caso de una falsa atribución de
gación» (48) de preservar así su identidad tales rasgos o de la invención pura y simple
y existencia al menos por tres razones: de la propia etnia o nación, como requisito
a) según se dijo más atrás (34), porque previo de la reclamación nacionalista. Así
sería la condición indispensable para ase- ocurre, por ejemplo, con las «comunidades
gurar la propia identidad y el desarrollo imaginadas» o en lo que se ha llamado
de los individuos; b) como se añadirá al el «narcisismo de las pequeñas diferen-
final, porque los entes colectivos gozan de cias» 18. Cuando se trata de etnias desa-
idénticos derechos y deberes que los entes parecidas de «muerte natural» o incluso
individuales (48), y c)entremedio, porque «asesinadas» (46), hay que suponer algún
intento' 'de artificial resurrección, encami-
ese derecho sería una plasmación inme-
nada a recuperar los rasgos que en el pasa-
diata del principio del valor intrínseco de
do quizá pudieron definirla y que ahora
la pluralidad, dado que «es bueno (o al
contribuyan a avalar un futuro soberano.
menos más divertido) que haya (...) diver-
Del otro lado -y puesto que apenas
sos tipos de grupos humanos...» (45). Mire-
hay ya comunidad política que no sea cul-
mOs de cerca tales razones.
tural e ideológicamentemestiza-, sería
a) ¡La primera es una tesis bien arries- conveniente aclarar hasta qué punto lo que
gada a poco que se recuerden las dificul- para ciertos miembros de esa comunidad
tades que entrañaba determinar los requi- constituye un sedicente requisito para su
sitos que ha de cumplir una etnia y deli- desarrollo personal o social pueda ser para
mitar los factores de la pertenencia a ella. los demás producto de una conciencia míti-
Que el desarrollo del grupa étnico sea con- ca, históricamente errónea y moralmente
dición del desarrollo de sus miembros no ilegítima que, además de no compartir,

ISEGORfN26 (2002) 229


NOTAS y DISCUSIONES

arrastraría consigo su discriminación social Marx ya vislumbrara en la dialéctica hege-


°
y su exclusión civil. sea, que serviría para
someter unas personas y grupos a otros,
liana 20 y que el nacionalismo cultiva con
particular ahínco. Con qué penosos efec-
y a satisfacer las imaginarias necesidades tos, ya lo estamos comprobando.
de entes de ficción a costa de las nece- «A nivel de colectividades humanas
sidades reales de individuos de carne y -advierte el profesor Moulines- ocurre
hueso. En estos y otros supuestos, más aquí exactamente lo mismo que a nivel de
regulares de lo que Moulines da en ima- los individuos mismos» (48), a saber, que
ginar, no habría que permitir que unos gru- la nación tiene el derecho y el deber de
pos humanos (entre otros, ni que decir tie- preservar su identidad. Pero, por más que
ne, los etnonacionalistas) «nos hagan la nuestro autor se empeñe en humanizar y
vida imposible a los demás» (45). hasta personificar a las naciones, no parece
Se trata, según toda apariencia, de un que colectívidades e individuos sean ni
argumento emotivista, incapaz de justificar puedan ser exactamente lo mismo. Las
por qué individuos que no experimentan colectividades no tienen una vida, un des-
la misma emoción han de adecuarse a tino o una voluntad al margen y por encima
directrices emanadas de impulsos afectivos de los individuos que las forman. En con-
ajenos. Al fin y al cabo, hay que distínguir sonancia, tampoco disfruta de unos dere"
entre el hecho necesario de que los indi- chos ni le pesan unos deberes ajenos, ante"
viduos se perciban a sí mismos a través rioresy superiores a los de sus sujetos indi-
de su experiencia con múltiples hechos viduales. Estamos ante una nueva especie
sociales, entre ellos su cultura, y los efectos de enajenación o autodespojo de los atri-
políticos que los nacionalistas extraen de butos de los sujetos para construir así un
algunas de tales formas de autopercepción, fetiche (según la doctrina clásica, Dios,
que en modo alguno son necesarios. Estado, Dinero o Capital; en este caso, la
«Quienes hemos decidido no ser naciona- Nación) ante el que los individuos deben
listas también nos sentimos unidos de un postrarse Y como este Pueblo escogido
modo muy estrecho a nuestra cultura. Sin -por mor de su abstracta naturaleza- no
embargo, las consecuencias políticas que puede manifestar su voluntad por sí misma,
derivamos de ese sentimiento son muy dis- lo hacen en su nombre quienes se autoe-
tintas...» 19. Lo que no hacemos es fundar rigen en sus profetas, intérpretes y sacer-
en ese sentimiento ni el ámbito nuclear dotes; es decir, los nacionalistas.
de la ciudadanía ni la legitimidad del poder c) Vengamos al último fundamento de
que en élse ejerce..., como reza la doctrina esta legitimidad fantasmal. Ya se ha visto
central del nacionalismo. O, lo que es igual, . que aquel mentado principio del valor de
ni hacemos de la necesidad natural virtud la pluralidad no era ontológica, ni moral,
ni convertimos el azar en destino polítíco. ni estéticamente aceptable con validez
b) El empleo de esos conceptos por universal. Tampoco vale para la política,
parte del nacionalista, naturalmente, no se donde representa el colmo de la incon-
anda con los remilgos de su uso científico. gruencia. Al margen de consideraciones
El nacionalismo, al dotar a la nación no democráticas, mejor se acoplaría con aquel
ya sólo de existencia práctica, sino hasta principio un régimen político asentado en
de existencia parecida a la humana, va a la diversidad etnocultural que otro que
entenderla comO un verdadero Sujeto que albergara una sola etnia. Y es que la pre-
domina sobre sus sujetos reales. He aquí sunta ganancia en valor de una mayor hete-
el célebre misterio de la construcción espe- rogeneidad o pluralidad de Estados que-
culativa (a través de los mecanismos de daría en entredicho por la homogeneidad
abstracción, inversión y subjetivación) que étnica reinante en el seno de cada uno de

230 ISEGORíA/26 (2002)


NOTAS Y DISCUSIONES

ellos. Al nacionalismo ya no le es preciso y naciones contiene una amenaza latente


aducir específicas razones políticas. Ahora, o manifiesta, que no hay etnia o nación
y en virtud de razones ontológicas, éticas que para afirmarse no se incline a negar
y estéticas más generales, todas las etnias a las vecinas; en suma, que en punto a
deben ser naciones en trance de auparse las relaciones inter-nacionales vivimos aún
a Estados y todos debemos ser naciona" en un estado de naturaleza. En realidad,
listas. Llevado a su extremo, por lo demás, una de las principales razones contra el
mal se comprende el afán de otorgar carta nacionalismo es la imposibilidad del triun-
de naturaleza política a todo 10 diverso fo simultáneo y en perfecta armonía de
haya de detenerse en las etnias o naciones todos los nacionalismos No son tan fáciles
sin descender a las más variadas todavía de conjurar aquellos conflictos de intereses
entidades menores. Puestos a ello, y des- supuestamente legítimos: «El nacionalis-
cartado el individuo en tanto que no man- mo plantea sus reivindicaciones como un
tiene relaciones civiles consigo mismo, juego de suma cero, y el solapamiento de
¿por qué nO llegar a cada una de las fami- varios nacionalismos sobre un mismo lugar
lias humanas y proclamar su soberanía? sólo puede traer consigo un conflicto con-
Lo gracioso, si no fuera trágico, es que tinuo e inacabable» 22. Ockam lo habría
el propio nacionalista tiene que pecar mor- tenido claro: Non sunt multiplicanda entia
talmente y el primero contra este principio sine necessitate. Sólo un encantador wishful
que pregona. Como observa Rodríguez thinking puede entonces permitirse decir
Abascal en comentario de Gellner, «el lo de Moulines: «El programa nacionalista
nacionalismo no aumenta la diversidad por el que aquí se aboga no conlleva en
cultural, sino que cuando desea infiuiren absoluto el programa'de una actitud agre-
ella de algún modo es siempre para redu- siva de una nación hacia otra» (47). He
cirla» 21. El nacionalismo culturalista pre- ahí un nacionalismo de diseño o propio
tende un mapa cultural estático, no diná- de la comunión de los santos.
mico. Ya sea en su fase militante o en la
, triunfante, no descansa hasta homogenei-
zar su territorio a base de aplicar a todos Por no hacer distingos
los nacionales su plantilla. Ni fomenta la
riqueza de prácticas culturales, sino que Es de agradecer que nuestro autor, tal vez
las discrimina con descaro a su favor; ni movido de un celo didáctico excesivo, nos
respeta, pongamos por caso, las variedades enseñe a no confundir los conceptos de
dialectales de su <<lengua propia», sino que nación yde Estado (33) o entre el nacio"
las elimina con vistas a su unidad lingüís- nalismó'defensivo y el ofensivo (47); lás-
tica que quiere ser luego política. tima que pase por alto otras distinciones
Pero es que, además, sólo una versión más oportunas. Verbigracia, una cosa es
arcangélica de aquel principio puede pro- la pluralidad y otra el pluralismo. En lo
clamar que la pluralidad de etnias o nacio- que atañe a las naciones igual que a los
nes sea,si no directamente buena y bella, puntos de vista, la pluralidad de unas y
cuando menos inocua. Nunca han faltado otros será inevitable, pero no por fuerza
déspotas iluminados que se hayan propues- buena (a menos que el acuerdo o la unidad
to la eliminación del mundo de ciertas libres sean, como tales, incontestablemen-
etnias so pretexto de que su mera exis- te malos), ya sea por Su relación con la
tencia resultaba «causa de graves prejui- justicia o con la verdad. Como no se trata
cios para la Humanidad» (44). Ello no obs" de una pluralidad de mariposas o de mine-
ta para que la experiencia política más ele- rales, sino de grupos humanos (sean étni-
mental enseñe que la pluralidad de etnias cos o ideológicos), el riesgo de conflicto

ISEGORíN26 (2002) 231


NOTAS Y DISCUSIONES

será mayor que si reinara la unicidad de de minorías étnicas que han alcanzado su
etnias o la unanimidad de pareceres. De independencia sólo para emprender den-
modo que lo bueno sin discusión será el tro de sus fronteras contra sus minorías
pluralismo como carácter de un régimen las mismas persecuciones que ellos habían
político que consagra como principios padecido 23. Ni siquiera hay que esperar
---,(;on los límites que la naturaleza de la al día siguiente de la independencia para
democracia impone- una sensata toleran- verificar este fenómeno. La obsesiva volun-
cia y el respeto tanto de la máxima auto- tad hegemonista del nacionalismo vasco en
nomía de sus «naciones» como de las liber- el seno de la variopinta (a resultas de más
tades de los ciudadanos. Enunciemos, de un siglo de emigración laboral), com-
pues, el principio opuesto, el del valor pleja y plural (como consecuencia de pro-
intrínseco de la unidad o armonía del ser, cesos modernizadores) población de la
y procuremos enraizarlo como el apoyo Comunidad Autónoma Vasca sería por
más firme de la política nacional e inter- desgracia paradigmático. Para revindicar
nacional. Lo que hay que preservar y hasta su superioridad, al arranque del siglo XXI
fomentar en lo posible es la unidad en la y en este próspero rincón del planeta no
diversidad. Eso, naturalmente, siempre hay reparo en fundarla incluso en deci-
que un objetivo primordial de la política monónicas medidas craniométricas y pecu-
continúe siendo la paz interna y externa. liaridades sanguíneas. Así que, con lo poco
Convendría por eso distinguir también que costaría probar cómo ciertos nacio-
entre el pluralismo hacia fuera, que se nalismos en el propio país derivan hacia
demanda con pleno derecho del Estado tendencias hegemonistas, «que siempre es
en el que esa etnia o nación se encuadra, correcto contrarrestar», no es fácil asumir
y el pluralismo hacia dentro de la propia por qué sacrosanta razón «siempre es
comunidad política inferior, que a menudo correcto defender» el nacionalismo (48,
se suprime o reprime contra todo derecho. cursiva mía).
Paradójicamente, cuanto más se acalle la A lo mejor fuera bueno acudir asimismo
pluralidad y disidencia internas, tanto a una distinción subyacente a lo largo de
mayor será la destemplanza con la que se esta réplica y que separa al llamado nacio-
exija la autonomía. Y así, aquello que nalismo político del conocido como étnico.
Moulines denuncia tan sólo como un fenó- Mientras el primero florece en los Estados
meno propio del Estado-nación hegemó- formados y arraigados a lo largo de siglos,
nico, «o sea, que promueven la hegemonía el segundo es la ideología que impulsa a
de una etnia sobre las demás» (46), sucede los que hoy aspiran a conquistar un status
no menos dentro de las fronteras de ciertas político soberano por secesión de los ante-
partes de ese Estado dotados de autono- riores. A ambos les acechan las temibles
mía política. De poco vale, pues, conceder tentaciones del nacionalismo, pero salta a
que «no ha sido infrecuente que el nacio- la vista que por lo común aquél es de carác-
nalismo haya derivado peligrosamente ter más incluyente que éste. Al menos en
hacia el hegemonismo» (48), como enSe- el ámbito occidental, y bien que mal, el
guida se reduzca éste a los descomunales primer género ha asimilado el espíritu y
y sangrientos proyectos imperialistas de los los métodos democráticos, mientras el
Hitler, Mussolini o Milosevic. segundo -aunque se cubra con ese manto
De manera más franca o más larvada, de moda~ invoca sin pudor justificaciones
ciertos grupos étnicos pretende subyugar opuestas, esto es, predemocráticas cuando
a otras etnias «en nombre de una supuesta no abiertamente antidemocráticas. Uno
superioridad racial, cultural, económica o diría que el profesor Moulines, al reflexio-
del tipo que sea» (47). Abundan los casos nar de modo principal sobre el naciona-

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NOTAS y DISCUSIONES

lismo étnico, se desentiende del todo de tras haber transitado.a través de su artículo
la clave última para decidir sobre la legi- con la escandalizada sorpresa de moverse
timidad de su fundamento y de sus aspi- entre lo trivial y lo evidente (34, 44), se
raciones: a saber, la más que incierta rela- permite al final calificar a ese nacionalismo
ción entre este tipo de nacionalismo y el de «perogrullada moral» o «ético-políti-
principio de la democracia. Ya sabemos ca» (47). Un diagnóstico tan resolutivo no
que ésta no predetermina el ámbito terri" sólo condena poco menos que por necedad
torial en que ha de instaurarse, pero, a o malevolencia (por no entenderlo o no
la hora de cuestionarlo, exige desde luego querer entenderlo) a quienes no lo pro"
justificaciones acordes con sus presupues- fesamos. Incomparablemente más grave eS
tos últimos. el reproche que lanza sobre millones de
Porque en un régimen democrático no hombres de haberse entregado al mata-
sólo importan los procedimientos formales dero o a la carnicería nada más que por
de representación y decisión. Ellos son pura desatención de lo que era obvio o
requisitos imprescindibles, ciertamente, empecinamiento contra un derecho inne-
para conocer la voluntad real de los ciu- gable. Por lo que a él mismo respecta, de
dadanos de una nación, y ya sólo con eso tal grado de evidencia disfruta en su per-
tal vez se vendrían abajo muchas de las cepción del nacionalismo..., que puede
reivindicaciones nacionalistas de nuestras prescindir de ofrecer argumentos de peso
sociedades plurales. Pero la democracia es que la sustenten.
mucho más: es un principio de organiza-
ción política enfrentado al que postula el
nacionalismo étnico. Uno y otro se oponen Fuera del Estado uninacional
respectivamente entre sí como la comu- no hay salvación
nidad de adscripción a la comunidad de
pertenencia o de sangre, los sujetos sin- Si lo juzga verdad de Perogrullo, se com"
gulares al sujeto colectivo, la igualdad de prende enseguida su falta de empeño sufi-
derechos como ciudadanos al privilegio de ciente en persuadirnos de «por qué hay
los distintos como miembros de una etnia, que ser nacionalista» (44). Pero, un paso
la razón política a la fe religiosa... Por eso más, y al profesor Moulines hace falta apu-
los «conflictos de intereses legítimos» rarle muy poco para que una especie de
entre naciones (o entre una nación y el estatolatría le lleve a comulgar incluso con
Estado al que cuestiona) deben esclarecer el separatismo más rancio y descabellado.
antes que nada, en efecto, si son legíti- Un ,Jipartado anterior mostró cómo la
mos (48); yeso no puede resolverse sólo graduación entre el objetivo nacionalista
ni primordialmente «a través de negocia- de la autonomía y el de la independencia
ciones y compromisos», porque la demo- política se desvanece hasta quedar en nada.
cracia no es un mercado, sino a través de Mejor dicho, en la práctica se desprecia
la argumentación 24. Craso error el de de tal modo el primero de ellos, que el
suponer que «el verdadero enemigo del nacionalista debe ahorrarse esa opción
nacionalismo es el hegemonismo» (ibid.). para encaminarse sin más dilaciones ni
El enehligo genuino del nacionalismo (ét- rodeos a la plena soberanía. Pues es el caso
nico) es el principio de ciudadanía, o sea, que ese arreglo o solución ideal resulta
el principio democrático en su versión nada más que aparente, y la responsabi-
republicana. lidad de que casi siempre «no funcione en
Era de esperar que nuestro autor acep- absoluto» recae tan sólo en los Estados
tara sin problema alguno ser etiquetado multinacionales, que se comportan en rea-
de «nacionalista» (32). Tal vez por eso, lidad como Estados-nación hegemónicos.

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NOTAS Y DISCUSIONES

En definitiva, al ser incapaces de «tratar derecho innegable y bendecido nada menos


en pie de igualdad a las naciones que lo que por un principio ético-ontológico, no
componen» 25., originan «situaciones de parará (mejor dicho: no debe parar) hasta
injusticia» ante las que un «imperativo éti- convertir a su nación en Estado indepen-
co-político» ordena abandonar aquel Esta- diente. No son, pues, «las razones que
do para formar otro propio (45-46). sean» las que propician la «incapacidad>}
Concedido que la gran mayoría de los del Estado multinacional para crear las
Estados europeos son Estados muItiétni- estructuras político-jurídicas que permitan
cos, el relato de ficción ético-política nos la convivencia igualitaria y pacífica de sus
cuenta que ~~en muchos de ellos» sus diver- propias naciones, a fin de que cada una
sasetnias gozan de tal autoconciencia polí- de ellas «se sienta, por así decir, a gusto
tica que en realidad merecen el estatuto en casa}> (46) 26. No es, en primera ins-
de naciones (45); lo lamentable es que tancia al menos, esa real o supuesta impo-
-con la honrosa salvedad de Finlandia y tencia estatal la que en consecuencia jus-
Suiza-, la tensión permanente entre esas tifica la secesión política nacional (ibid.).
etnias que lo componen puede conducir Tratemos de jugar limpio y sin engañar.
al conjunto estatal incluso al borde de la Son la propia doctrina, la creencia, el pro-
guerra civil (ibid.). Si hasta aquí ha com- grama, la acción y la meta del nacionalismo
parecido una notoria exageración, la inco- étnico las que conducen esencialmente a
herencia no se hace esperar. Al parecer negar, acosar y por fuerza desequilibrar
de Moulines, la razón del casi seguro fra- al Estado en que su hipotética nación se
caso de un Estado multinacional «no es inserta y del que pugna por separarse. Pues
de orden conceptual (...); es decir, no hay su nación ha de ser tan soberana como
en sí nada erróneo en la idea de un Estado
esa otra que da nombre al Estado del que
multinacionah>, sino de índole históri-
forma parte 27. Y quien introduzca cual-
co-empírica: la tendencia hegemonista de
quier consideración -sea de equidad o de
una etnia sobre las otras (ibid.). Claro que,
mera prudencia~ que cuestione su desig-
para mantener el hábito, nuestro lógico no
nio será enemigo a batir..., y a batir incluso
hace ascos a chapotear en plena contra"
dicción a lo largo de esas mismas líneas. con legítima (o siquiera comprensible)
Basta con pasar revista a sus prejuicios violencia.
manifiestos. Pues si al mismo tiempo nos De modo que aquella dificultad de par-
recuerda con Mill que, conforme a su natu- tida no era de carácter histórico-empírico,
raleza, no hay nación que no aspire a un como se pretendía, sino estrictamente con-
Estado propio (33); si sostiene a la vez' ceptual y sustantiva. A los ojos de Mou-
que «el nacionalismo genuino sólo [cursiva lines, y según la propia naturaleza y el dere-
mía] reclama el derecho a la existencia de cho de las naciones, la idea misma de Esta-
una nación en pie de igualdad con otras do multinacional es una contradictio in ter-
naciones>} (47), yeso, por cierto, al margen minis. Para Ser inestable e inseguro, un
de su peso demográfico y de cualquier otra Estado así no necesita que una etnia
consideración (46, cursiva mía); y si aquel imponga su imperio sobre las demás; le
principio del valor de la pluralidad reco- basta con Ser multinacional para ser con
mendaba como justo, bello y saludable la toda probabilidad desigualitario y abocado
existencia de tantas naciones cuantas fuera al conflicto político. Ya que no un «arreglo
posible sin cometer daño grave (44)..., las ideah>, desde luego, hasta debería dudarse
conclusiones son opuestas a las adelanta- de que se trate de un second best. Un Esta-
das. El nacionalista, animado por un irre- do multinacional, por mucha autonomía
primible deseo, cuyo objeto es también un que permita a sus etnias, será a priori injus"

234 ISEGORíN26 (2002)


NOTAS Y DISCUSIONES

too No hay otra solución justa que el Estado nalista, que no deja lugar a dudas: «toda
uninacional. nación tiene el derecho, y hasta la obli-
[Era hora ya de traerlo a colación. Sír- gación, de hacer lo posible por preservar
vaSe el desprevenido lector advertir algo su identidad; y al mismo tiempo tiene la
que, si no es olvido impremeditado, raya obligación de respetar las condiciones para
en la deshonestidad intelectual. Rete aquí que las otras naciones preserven la
que nuestro autor reproduce el juicio de suya» (48). ¿Qué es la identidad de una
Stuart Mill según el cual es propio de las nación? Nada que sepamos a ciencia abier-
naciones el desear disponer de un Estado ta, pero algo que el nacionalismo descubre
propio (33), por lo mismo que «es con- ya en toda etnia. ¿Qué es el mundo polí-
dición generalmente necesaria de las ins- tico? Un conjunto de naciones que, puesto
tituciones libres la de que los límites de que cuentan con pleno derecho a ser Esta-
los Estados deben coincidir O poco menos do, tienen todo el derecho a separarse de
con los de las nacionalidades» 28. Lo que los Estados en los que hoy se integran.
el profesor Moulines sospechosamente Se diría que, de acuerdo con la distin-
pasa por alto es que, a renglón seguido, ción de A. Buchanan, nuestro autor se
Mill añade al menos dos consideraciones sitúa enfrente de las teorías que postulan
que ponen sordina a ese principio general. un derecho plebiscitario a la secesión polí-
El primer obstáculo, de carácter geográ- tica por parte de cualquier porción terri-
fico, es que en Europa hay naciones ~~de torial de un Estado y, por el contrario, más
tal manera mezcladas, que no les es posible bien a favor de las que toman partido por
vivir bajo Gobiernos separados». El segun- un derecho sólo terapéutico. Es decir, igual
do, de naturaleza moral y social, es que que el derecho a la revolución, la inde-
la experiencia prueba que a una sociedad pendencia política de un grupo será legí-
le es posible y hasta ventajoso (y cita, entre tima cuando se ofrece comO último recurso
otros, el caso de los vasco-franceses) fun- para remediar graves injusticias perpetra-
dirse y absorberse en otra. Culmina así con das contra ese grupo por parte del Estado
otro principio no menos general que aquel al que pertenece. Pronto se echa de ver,
de partida y que echa por tierra sin remi- sin embargo, que la justificación de Mou-
sión la tesis el Manifiesto: «Todo lo que lines se encuadraría mejor entre las ple-
tienda a mezclar las nacionalidades, a fun- biscitarias. Pues aquellas injusticias legiti·
dir sus cualidades y sus caracteres parti- madoras de semejante derecho han de
culares en una unión común, es un bene- entenderse como «persistentes violaciones
ficio para la raza humana». No está bien de los derechos humanos, incluyendo el
(o es un error) invocar a un clásico en derechb'a participar en el gobierno demo-
nuestra ayuda a sabiendas (o con ignoran- crático, y el despojo injusto del territorio
cia) de que nos la niega. A menos que en cuestión, en caso de que ese territorio
también en este punto la diversidad sea fuera previamente un Estado legítimo o
divertida...] una porción de un Estado legítimo» 30. De
Volvemos así al viejo principio de las donde se concluye que, salvo acuerdo
nacionalidades y proclamamos entonces sin negociado o derecho constitucional reco-
disimulo que cada oveja con su pareja y nocido, no existe un derecho a la secesión
cada nación con su Estado. Desde el si- respecto de un Estado legítimo, esto es,
glo XIX nunca ha faltado en toda doctrina democrático. La reflexión de Moulines, en
nacionalista la idea de que «el único tipo cambio, seguiría el derrotero opuesto:
de gobierno legítimo es el autogobierno siempre o casi siempre se comete injusticia
nacional» 29. Moulines la disfraza ahora contra toda nación que aún no disponga
bajo el rótulo del nacionalismo intemacio- de su propio Estado, ella no necesita nin-

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NOTAS Y DISCUSIONES

gún pretexto particular para plantear ese el interior de los Estados: «Ciudadanos del
derecho a la secesión y, por tanto, puede mundo, si queréis conservar vuestro rango
ejercerlo en cualquier momento. de sujetos políticos, uníos contra todo
y aquí pax perpetua y después gloria. nacionalismo».
La pena es que esa paz sería, con toda
probabilidad, imposible y, aquel principio, * * *
indeseable además de inaplicable. Hoy Hay situaciones en las que puede ser
existen al menos 1.500 etnias y algo menos legítimo recurrir al argumento ad homi-
de 200 Estados. Pues bien, según una nem, y creo que ésta sería una de ellas.
amplia muestra y con datos de 1989, la Más aún, tan grave es la situación que
mayor parte de los Estados contienen renunciar a ese argumento por pruritos de
varias etnias (es decir, no son Estados-na- elegancia personal o de pureza lógica equi-
ción) y la mayoría de las etnias se reparten vale a engañar al lector. Algunos profe-
entre varios Estados (de modo que no son sores de la Universidad del País Vasco
naciones-Estado). Sólo un 17 por 100 de hemos sido señalados por los terroristas
los Estados se ajustaban al ideal de la de ETA y, a instancias de las autoridades
correspondencia biunívoca entre nación y policiales y académicas, hemos debido
Estado, lo mismo que sólo un 5 por 100 dejar las clases y tenemos el futuro en sus-
de las etnias han hecho real la ecuación penso. Más que una «indigencia concep-
entre Estado-nación y nación-Estado 31. tual» en nuestros escritos, la causa indu-
Así las cosas, o multiplicamos los Estados dable de las amenazas de muerte es el
hasta que cada uno se asiente sobre su acierto teórico con el que hace ya muchos
nación, y hacemos el mundo políticamente años venimos públicamente denunciando
aún más inhabitable, o renunciamos a la al nacionalismo vasco, las barbaridades cri-
idea de Estado-nación: «si deseamos crear minales del llamado radical y las injustas
Estados viables que no estén sometidos a insensateces del tenido por moderado. Tal
tensiones separatistas o violencias vez sean otros, pues, los que deban atender
sobre/contra minorías étnicas, no hay más esa llamada al «compromiso teórico y prác-
alternativa que separar la lealtad y la per- tico de políticos e intelectuales», si es que
tenencia a un Estado de la identidad cul- quieren evitar «errores de apreciación,
tural», distinguir «entre fronteras políticas repulsivos cuando no trágicos» (48). No
y fronteras culturales». En otras palabras, estoy seguro de que el propio autor de
la presente democracia de la diversidad, estas fórmulas haya sabido sortear unos
y ya no de la homogeneidad, exige hoy errores que se resumirían mejor bajo el
por su propia supervivencia culminar la' nombre de objetiva complicidad. Si vale
secularización religiosa del Estado hasta corno síntoma, y por lo que a mi Facultad
hacerlo laico también en lo cultural... respecta, los profesores que más han jalea-
A la moda de 1848 el Manifiesto del do y jalean la gloriosa trayectoria del Movi-
profesor Moulines acaba entonando esta miento Vasco de Liberación Nacional son
consigna: «Naciones (humilladas y ofen- también los que han creído hallar en las
didas) de todo el mundo: uníos (contra tesis de este Manifiesto el mejor refrendo
los Estados hegemónicos)>> (49). Son los (iincluso moral!) de su jaleo. Sería de agra·
lemas contrarios precisamente los que hoy decer que el profesor Moulines les des-
pide corear la justicia entre Estados y en mintiera a ellos o me desmienta a mí.

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NOTAS Y DISCUSIONES

NOTAS

1 Replico al reciente «Manifiesto nacionalista (o 17 Ciudadanía multicultural, Barcelona, Paidós,

hasta separatista, si me apuran»>, Isegoría, núm. 24 1996, p. 129.


(junio de 2001), pp. 25-49. La cifra antre paréntesis 18 Cfr.B. Anderson, Las comunidades imaginadas,

remite a la página del artículo de U. Moulines en que México, FCE, 1997. M. Ignatieff, El honor del guerrero,
figura lo que en mi propio texto reproduce o COmenta. Madrid,Taurus, 1999.
2 Algunas muestras: A. Ortony y otros, La estructura 19 L. Rodríguez Abascal, op. cit., p. 275.

cognitiva de las emociones, Madrid, Siglo XXI, 1996. 20 K. Marx, La sagrada familia, cap. V, 2 Y 6.

O. Hansberg, La diversidad de las emociones, México, 21 L. Rodríguez Abascal, op. cit., pp. 377 Y ss. Cfr.
FCE, 1996. J. Elster, Alchemies ofthe Mind, Cambridge E. Gellner, op. cit., pp. 81-82.
UP, 1999. C. Castilla del Pino, Teoría de los sentimien- 22 L. Rodríguez Abascal, op. cit., pp. 251-253.
tos, Barcelona, Tusquets, 2000. 23 A. Buchanan, «Democracy and Secession», en
3 M. Viroli, Por amor a la patría, Madrid, Acento, M. Moore, National Self-Determination and Secession,
1997. Oxford U. P., 1998, p. 14. Cfr., del mismo autor, Seces-
4 E. Gellner, Naciones y nacionalismo, Madrid, sion (Westview Press, Boulder, 1991), Y «Theories of
Alianza, 1988, p. 13. Secession» (Philosophy and Public Affairs, 26/1, 1997,
5 «El nacionalismo, es decir, la autocontemplación pp. 30-61).
y egolatría nacionales, es en todas partes una enfer- 24 Entre muchos, J. Elster, «Argumenter et négocier
medad mental peligrosa, capaz de desfigurar y afear dans deux Assemblées Constituantes», Révue Fran,aise
los rasgos de una nación, igual que la vanidad y el de Science Politique, 44 (1994), 2, pp. 187-256.
egoísmo desfiguran y afean los rasgos de una persona.» 25 A menudo ocurre exactamente lo contrario: el
J. Roth, El Anticristo (pp. 229-30). conflicto nace de que los nacionalismos respectivos no
6 Así se entiende que Max Weber aconseje «arrojar consienten que sus hipotéticas naciones sean tratadas
por la borda» tales conceptos de etnia y nación (Eco- por el Estado en pie de igualdad con el resto, sino
nomía y Sociedad, México, FCE, 1979, p. 324) o que con arreglo a privilegios de toda clase y bajo la amenaza
Gellner llegue a negar pura y simplemente la existencia de romper la unidad en caso contrario...
de naciones (op. cit., p. 70). Me lo ha recordado L. 26 «... lo malo del nacionalismo no es el deseo de
Rodríguez Abascal, Las fronteras del nacionalismo, autodeterminación en sí, sino esa ilusión epistemoló-
Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucio- gica de que nadie puede encontrarse en su casa ni
nales, 2000, pp. 86-87. Aprovecho la ocasión para reco- sentirse comprendido si no es entre sus iguales abso-
mendar vivamente la lectura de este libro, a mi parecer lutos. El error nacionalista no está en el deseo de man"
el trabajo más completo sobre el tema que se haya dar en casa, sino en creer que allí sólo merece vivir
escrito en español y en los últimos tiempos. su propia gente» (M. Ignatieff, op. cit., p. 61). «En
7 Pero no nos perdamos tampoco la incongruencia vez de decir: queremos ser seres humanos en todos
de esta última tesis con la afirmación del párrafo ante- los países del mundo, decían querer ser señores en
rior, según la cual «el concepto de nación no tiene su país» (J. Roth, op. cit., p. 66).
nada que ver con el de Estado»... 27 Según J. Breuilly, una de las tres afirmaciones
8 Debo tan aclaratoria objeción al profesor Félix Ove- nucleares de la doctrina política del nacionalismo es
jero, de quien solicité sus observaciones a este trabajo. que «la nación tiene que ser tan independiente como
9 Etica nicomaquea 111. sea poSIBle. Habitualmente, esto exige al menos la
10 «Colectivismo abstracto» llamará L. Rodríguez obtención de la soberanía política» (Nacionalismo y
Abascal (op. cit., pp. 181 Y ss.) a este procedimiento. Estado, Barcelona, Pomares Corredor, 1990, p. 13.
11 L. Rodríguez Abascal, op. cit., p. 191. Tomado de L. Rodríguez Abascal, op. cit., p. 167, n. 5).
12 Cfr. A. Maalouf, Identidades asesinas, Madrid, 28 Del gobierno representativo, cap. XVI. Cito por
Alianza, 200l. la edición de Lucas Verdú para Madrid, Tecnos, 1965,
13 R. Sánchez Ferlosio, Escritos y artículos, 1, Bar- pp. 330-31.
celona, Destino, 1992, p. 216. 29 E. Kedourie, Nacionalismo, Madrid, Centro de

14 J. Roth, op. cit., p. 12l. Estudios Constitucionales 1988, p. 1.


15 El. Garzón Valdés, «Cinco confusiones acerca de 30 A. Buchanan, op. cit., p. 25.

la relevancia moral de la diversidad cultural», en Ins- 31 Son datos de G. P. Nielssen, «Sobre los conceptos

tituciones suicidas, México, Paidós, 2000, p. 235. Merece de etnicidad, nación y Estado», en A. Pérez-Agote (dir.),
ser leído el trabajo entero, del que tomo prestada algu- Sociologia del nacionalismo, Bilbao, Gobierno Vasco,
na otra idea. 1989,pp. 193 Y ss. Recogido por E. Lamo de Espinosa,
16 Morals by Agreement, Oxford, Clarendon Press, «Lengua, Nación y Estado», Claves de Razón práctica,
1986, p. 288 [hay edición española). Cit. en E. Garzón abril, 2002 (121), pp. 16-17. Las conclusiones que expon-
Valdés,op. cit., p. 208. go a continuación son del propio Lamo de Espinosa.

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