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La primera autora, Elena Lazos, parte de un supuesto, que crearon las élites
mexicanas sobre los indígenas. Estas visiones, tenían un carácter negativo, en el
que se consideraba a estos grupos inferiores, perezosos, carentes de una
verdadera cultura, mediocre, etc. Vemos que estos adjetivos carecen de objetividad
y simplemente se plantean desde una visión de imposición, la cual no comprende
otras formas de saberes y simplemente son calificadas de forma negativa, sin
entender una cultura que es diferente y se maneja bajo lógicas distintas, con una
identidad que se basa en lo comunitario y que busca el mejoramiento de las
condiciones sociales y ambientales de los habitantes.
Los problemas de la agricultura y del medio ambiente no son causados por estas
comunidades que intentan mantener esos saberes locales que les ha causado una
serie de inconvenientes en las que el Estado y las multinacionales han tratado de
imponer su tecnología y técnica en detrimento de las comunidades que buscan
generar sus propias formas de producir y no contaminar el medio ambiente. La
imposición de grandes emporios como Monsanto, Pioneer/Dupont y John Deere,
han impuesto una dependencia tecnológica y por otro lado han causado un
desprecio inusitado por las técnicas que los mismos campesinos habían utilizado
históricamente (Lazos, 2011).
Estas imposiciones de las multinacionales y trasnacionales han hecho que impere
una posición poco favorable a los saberes locales de dichas y comunidades y
simplemente se busca el beneficio de las empresas agrícolas que simplemente
quieren generara riqueza a cualquier costo y sin respetar, ni reconocer a grupos
indígenas o campesinos que buscan mantener sus saberes a partir de sus técnicas
agrícolas y sus formas de producción que son más afables con la naturaleza.
En el caso de Enrique Leff, existe una reflexión desde una perspectiva amplia que
busca entender y comprender el mundo a través de la relación y convivencia con
otros grupos que son diferentes a nosotros. Existe un compromiso con el otro, desde
el respeto por las costumbres y formas de ver la vida, en consonancia con el medio
ambiente y su preservación como elemento fundamental de la vida de las
comunidades, preservando la naturaleza por ser parte de la propia existencia. El
elemento ambiental hace parte del ser y no puede ser relegada a un segundo plano,
ni puede estar exclusivamente en función de los intereses económicos, ya que las
futuras generaciones se tendrán que ver abocadas a un problema de marca mayor,
en el que el acceso al agua o alimento será restringido.
La propuesta de Leff es muy llamativa y nos lleva a una reflexión de los diálogos
como interdisciplinarios, pero sin dejar del lado al otro, es decir debemos integrar el
concepto de “otredad” de Levinas. Esta visión nos permite comprender al otro, más
allá de lo ontológico, construyendo la otredad a partir de un diálogo de saberes que
nos permite tener una vía de integración en el que todas las partes puedan tener
una mejor convivencia.
Los otros dos autores, realizan reflexiones a partir de casos concretos en los que
van construyendo nuevas formas de apropiación y de un desarrollo sustentable en
la que las instituciones estatales pueden ser parte del diálogo de saberes. En el
caso de Toledo, su propuesta esta sustentada en la integración del sector público
con el sector rural tradicional, en el que se busca el aprovechamiento de la
biodiversidad local. Su argumentación se basa en el caso del café orgánico como
una forma de generar nuevas dinámicas agrícolas, dándole un valor agregado al
producto y un mayor aprovechamiento de los recursos vegetales del sistema
agroforestal.