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Un acercamiento a la cultura griega antigua

Los griegos llamaron a su patria ‘Eλλάς / ​Hellás ​—Hélade— y se denominaron a sí mismos


helenos, pues se consideraban descendientes de Ἕλλην / ​Hélēn​, hijo de Pirra y Deucalión.1 El nombre que
les dieron los romanos —y que heredamos— proviene de γραίχος / ​graíkhos​, es decir “habitante de Graia”,
una ciudad en Beocia a través de la cual los romanos hicieron sus primeros contactos con los helenos. Por
extensión, comenzaron a denominar “griegos” a todos los habitantes de la Hélade.

Las principales tribus griegas eran cuatro: los dorios, los jonios, los eolios y los aqueos. Creían,
también, que cada una de estas tribus había sido fundada por los hijos de Helén,2 por lo que llevaban los
nombres —epónimos— de sus fundadores. En la época antigua, se denominaba Jonia a la costa
centro-occidental de Anatolia —actual Turquía—; Eolia a la zona norte, que comprendía también la isla de
Lesbos y algunas otras; la Dórida era la zona sur del Peloponeso, más algunas islas como Creta y Rodas,
y el sur de la Grecia asiática; por último, el centro y el norte del Peloponeso era el territorio de los aqueos.3

1
El mito de Pirra y Deucalión recoge la historia de Licaón, hijo de Pelasgo, civilizador de Arcadia. Cuando sacrificó un
niño a Zeus, lo enojó, por lo que decidió exterminar a Licaón y toda su descendencia —los griegos de ese momento,
considerados “los hombres de bronce”— con un diluvio. Deucalión, hijo de Prometeo y Clímene, y esposo de Pirra,
fueron los únicos justos que Zeus se dispuso salvar. Prometeo les aconsejó que construyeran un arca
—efectivamente era una suerte de gran cofre, no tenía las reminiscencias alegóricas que tomó luego el mito
judeocristiano— para sortear la gran inundación. Flotaron durante nueve días con sus noches, y desembarcaron en
Tesalia. Allí, Deucalión pidió tener compañeros, por lo que Zeus le ordenó que arrojara por sobre su hombro los
huesos de su madre. El hombre comprendió que se refería a los huesos de Gea —la Madre Tierra— por lo que él y
Pirra lanzaron piedras hacia atrás. De allí surgió una nueva raza de hombres y mujeres, de la que descienden el resto
de los helenos.
2
Los jonios descendían de Ίων / ​Iōn ​—hijo de ​Ξοῦθος / ​Xoûthos (​ ​Juto), nieto de Helén—, los aqueos de su hermano
Αχαιός / ​Akhaiós,​ los dorios de Δῶρος / Dȭros​ y los eolios de ​Αἴολος / Aíolos.
3
Homero utiliza indistintamente aqueos, dánaos —por ser descendientes de ​Δαναός / ​Dánaos (Dánao)— y argivos
—provenientes de Argos, una de las ciudades más importantes del Peloponeso, fundada por el mismo Dánao— para
referirse a los miembros del ejército sitiador de Troya.

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La lengua griega

Uno de los elementos que hizo a los griegos reconocerse como tales, es decir, como miembros de
una misma cultura pese a no estar organizados en un mismo marco político común, fue la lengua. Aún
cuando no todos compartían el mismo dialecto, sí se reconocían como hablantes de una misma lengua, a
rasgos generales. A quienes no la hablaban, los llamaron ​βάρβαρο​ι / ​bárbaroi​, término de donde surge la
palabra “bárbaros” ​—​para referirse a los extranjeros​— y que proviene de la onomatopeya “bar-bar”,
idéntica en su uso y su sentido a nuestra “bla-bla”.
Los griegos no usaban el mismo alfabeto que nosotros, ni lo pronunciaban siguiendo
necesariamente las pautas fonéticas de la actualidad. Es más, la forma de pronunciar que se suele
enseñar en la actualidad corresponde a la que describió Erasmo de Rotterdam, en el siglo XVI, en su obra
De recta Latini Graecique sermonis pronuntiatione dialogus​. A continuación se incluye un cuadro que
presenta el alfabeto griego, con sus letras, los nombres de estas letras en griego y en castellano, así como
su transcripción:
Letras Nombres
Transcripción
Mayúsculas Minúsculas Griego Español

Α α ἄλφα Alfa a

Β β βῆτα Beta b

Γ γ γάμμα Gamma g

Δ δ δέλτα Delta d

Ε ε ἒ ψιλόν É-psilon e (breve)

Ζ ζ ζῆτα Zeta z

Η η ἦτα Eta ē

Θ θ θῆτα Theta th

Ι ι ἰῶτα Iota i

Κ κ κάππα Kappa k

Λ λ λάμβδα Lambda l

Μ μ μῦ Mi m

Ν ν νῦ Ni n

Ξ ξ ξεῖ Xi ks (x)

Ο ο ὂ μικρόν O-micrón o (breve)

Π π πεῖ Pi p

Ρ ρ ῥῶ Rho r

Σ σ/ς σίγμα Sigma s

Τ τ ταῦ Tau t

Υ υ ὗ ψιλόν Í-psilon y (ü)

Φ φ φεῖ Phi ph (f)

Χ χ χεῖ Chi (Ji) kh (j)

Ψ ψ ψεῖ Psi ps

Ω ω ὦ μέγα O-mega o (larga)

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Periodizaciones históricas de Grecia

Los estudios críticos han distinguido distintos momentos en la historia de grecia, que han dividido
de acuerdo a eventos significativos relacionados con elementos culturales distintivos de cada grupo:

a) Civilización minoica (siglos XXX-XV a.C.): ​esta primera manifestación europea de la cultura
del cobre y el bronce tuvo lugar en la isla de Creta. Su asentamiento más importante se ubicó en Cnosos,
cuyo palacio fue atribuido al mítico rey Minos4 por el arqueólogo Arthur Evans, y de allí recibió el nombre.
Entre los años 1900-1700 a.C. —momento que corresponde al llamado minoico medio— se consolidaron
la escritura, en principio de carácter jeroglífico, y el comercio, por lo que los asentamientos de la isla
comenzaron a ganar importancia política y económica en los territorios continentales cercanos. De los
siglos XVII a XV a.C. se empleó una forma de escritura silábica —aún no descifrada en su totalidad—
denominada por los científicos “Lineal A”, conservada en tablas de arcilla, lo que nos ha permitido conocer
algunos aspectos acerca de la vida en la sociedad cretense de esta época, aunque su función primaria
haya sido la de documentos administrativos y comerciales.
Dentro de los elementos que se han conservado de esta civilización, destacan sus manifestaciones
artísticas, en especial sus vasijas de cerámica con decorados polícromos y complejos dibujos; también
sobresalen los frescos, más monocromáticos y con un estilo geométrico, que han permitido conocer
distintos eventos significativos en sus prácticas culturales, tales como procesiones, danzas, sacrificios y
rituales. Según los investigadores, los minoicos tuvieron una preponderancia femenina en su religión,
como lo atestiguan distintas estatuillas de mujeres con los pechos descubiertos —símbolo de fertilidad—,
que podrían ser formas ancestrales de diosas como Deméter y Perséfone.

b) Civilización micénica (siglos XV-XI a.C.): recibe su denominación a partir de las excavaciones
realizadas a fines del siglo XIX en Micenas por Heinrich Schliemann, quien creyó haber encontrado restos
arqueológicos de los eventos descriptos por Homero en la ​Ilíada.​ Así como en la civilización minoica, en la
micénica se desarrolló una forma de escritura silábica —más avanzada que la Lineal A, y que ha podido
ser íntegramente traducida— llamada por los científicos “Lineal B”, utilizada entre los siglos XVII y XII a.C.
Las tablillas que se han conservado atestiguan que correspondían a documentos comerciales, como listas
de compras, ventas de animales o esclavos, listados de trabajadores, inventarios para sacrificios, entre
otras; de este modo, se han podido conocer muchos aspectos de esta sociedad, tales como su sistema de
gobierno, su economía, sus principales divinidades
—muchas, versiones antiguas de los olímpicos, con una
preponderancia de Poseidón—, o su modo de organización
social. Por estas tablillas se sabe que los micénicos
desarrollaron ampliamente la agricultura y la ganadería, y
que dominaban en la industria textil, la metalúrgica y la
perfumería.
Al igual que muchas civilizaciones arcaicas, sus
prácticas funerarias —en particular, la inhumación— han
permitido la conservación de numerosos restos
arqueológicos. La más célebre de las tumbas, encontrada
por Schliemann, es la que denominó “tumba de Agamenón”,
por creer que había dado con los restos del mítico monarca;
sin embargo, los arqueólogos determinaron que data de
unos tres siglos antes de la época que tradicionalmente se
atribuye como correspondiente al personaje.
Máscara de Agamenón, hallada por H. Schliemann en 1876

4
Según la tradición, ​Μίνως / ​Mín​ō​s​ fue el más poderoso rey cretense.

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c) Época oscura (siglos XI-VIII a.C.): se le da este nombre al período que va desde el colapso del
mundo micénico hasta el siglo VIII a.C., aproximadamente, que se caracteriza fundamentalmente por la
ausencia de fuentes que permitan reconstruir las realidades histórico-culturales de este momento. Se sabe
que fue en este lapso cuando las aldeas comenzaron a organizarse en ciudades-estado primitivas,
gobernadas por reyes que reunían el poder político, religioso y militar; la excepción aquí fue Esparta,
donde el poder fue pasando de los reyes a manos de una autoridad aristocrática de terratenientes
criadores de caballos.

d) Período arcaico (776 a.C.-510 a.C.): ​en esta época, luego de las invasiones dorias que
destruyeron la civilización aquea, comenzaron a surgir los rasgos que luego identificarían a la cultura
griega. En primer lugar, a partir de los procesos de συνοικισμóς / ​synoikismós ​—literalmente “compartir la
casa”— o uniones de aldeas en grupos urbanos más desarrollados, nacieron las polis: ciudades-estado
independientes, gobernadas por un grupo de nobles denominados ἄριστοι / ​aristoi,​ es decir “los mejores”,
encabezados por un rey. En segunda instancia, por la adopción del alfabeto fenicio, reelaborado para su
propio idioma en el alfabeto griego, tras la sistemática pérdida y consecuente olvido de la escritura lineal
micénica. Por último, a partir de los procesos de militarización de los ciudadanos, sobre todo desde la
implementación de la falange hoplítica, que sustituyó los combatientes en carros tirados por caballos y
significó una verdadera revolución estratégica y económica, ya que soldados y equipos eran fáciles de
mantener. Los hoplitas —ὁπλίτης / ​hoplitēs​, “armados”— eran soldados de infantería pesada, reclutados y
entrenados de entre todos los ciudadanos; esto hizo que los Ἱππείς / ​hippeis,​ caballeros de la nobleza,
perdieran prestigio y poder frente a la clase media, que se cohesionó por su papel decisivo en las batallas.
La fecha de inicio de esta etapa está determinada por la celebración de los primeros Juegos
Olímpicos, mientras que su cierre coincide con la fecha del derrocamiento del último tirano de Atenas, es
decir, su último gobernante no electo.

e) Período clásico (510 a.C.-323 a.C.): ​se considera que esta época se inicia con el derrocamiento
del último régimen tiránico en Atenas —con la muerte de los hermanos Hipias e Hiparco, ambos sucesores
de Pisístrato— y con el advenimiento de la democracia, que llegó con Clístenes; se extiende hasta el
momento de la muerte de Alejandro de Macedonia.
En este lapso, las polis griegas alcanzaron su apogeo, especialmente en materia cultural. La
escultura, quizás la más desarrollada de las manifestaciones artísticas, se convirtió en modelo para los
romanos, y más tarde fue recuperada por el Renacimiento, el Clasicismo y el Neoclasicismo. En la
arquitectura, la construcción de templos alcanzó una gran magnificencia; de esta época datan las
maravillas del mundo antiguo del Mausoleo en Halicarnaso, la estatua de Zeus en Olimpia y el templo de
Artemisa en Éfeso. La pintura también gozó de gran prestigio, al punto de que los griegos consideraban
que una obra —sobre todo la cerámica— no estaba terminada hasta que no fuera coloreada por un pintor;
entre ellos, destaca el nombre del mítico Apeles (352 a.C.-308 a.C.), del que no se conservan obras
pictóricas pero sí innumerables referencias literarias.
En filosofía, surgieron figuras sobresalientes como Sócrates, Gorgias, Protágoras, Jenófanes,
Parménides, Zenón, Demócrito, Empédocles y Anaxágoras. En el siglo IV a.C. emergieron las figuras de
Platón y Aristóteles. A su vez, comenzó a desarrollarse la historia como disciplina científica, cuyos
iniciadores fueron Heródoto y Tucídides. En literatura, por su parte, se alzó el teatro como el género más
destacado en el período; en la tragedia, los principales creadores fueron Esquilo, Sófocles y Eurípides; en
la comedia, destaca casi exclusivamente el nombre de Aristófanes.
Políticamente, el siglo V a.C. comenzó con las sublevaciones de los jonios contra el dominio del
Imperio Persa, lo que dio inicio a las Guerras Médicas. El emperador Darío I inició una serie de campañas
militares que terminaron sucumbiendo a los griegos en 490 a.C., en la batalla de Maratón. Su hijo Jerjes
comandó nuevas invasiones, llegando incluso a saquear Atenas, aunque los persas fueron derrotados en

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las paradigmáticas batallas de Salamina y de Platea —en 480 a.C. y 479 a.C., respectivamente— y
terminaron retirándose de la Hélade.
Los gobernantes atenienses posteriores a las invasiones persas —con Pericles como el más
destacado de ellos— iniciaron una confederación económico-militar con otras islas y ciudades-estado, y
establecieron así la llamada Liga de Delos. Esparta, un poco antes, había fundado la Liga del Peloponeso,
con lo que ambas potencias se enfrentaron por intereses esencialmente políticos, en lo que se llamó
Guerra del Peloponeso, que duró del 431 a.C. al 404 a.C.; los lacedemonios —otro nombre para los
espartanos— vencieron y Atenas perdió su supremacía naval. Más tarde, en 395 a.C., se desarrolló la
Guerra de Corinto, que enfrentó a Atenas, Argos, Tebas y Corinto contra Esparta, lo que estableció la
hegemonía tebana. Esta supremacía finalizó cuando el reino de Macedonia, bajo el mando de Filipo II,
comenzó a extender su influencia, y estableció bajo su mando a todos los reinos griegos —salvo Esparta—
en la Liga de Corinto, en 337 a.C.; su hijo, Alejandro, logró derrotar al Imperio Persa y al Imperio Egipcio, e
incluso ampliar sus dominios hasta la India y Asia central, con lo que conformó el imperios más grande
conocido por la humanidad hasta ese momento.

f) Período helenístico (323 a.C.-146 a.C.): este lapso toma como momento de inicio la muerte de
Alejandro Magno y finaliza con la pérdida del poder político a manos de los romanos. Los diádocos, es
decir, los generales de Alejandro, a su muerte, dividieron el imperio en los llamados Reinos Helenísticos:
los reinos de Seleuco —en Siria y Babilonia—, de Lisímaco —en Tracia y la zona norte de Asia Menor—,
de Casandro —en Macedonia— y de Ptolomeo —en Egipto. Sus sucesores, denominados epígonos,

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repartieron aún más los reinos, con las consecuentes pérdidas de supremacía. A su vez, el imperio
romano había comenzado con una serie de invasiones —desde el siglo III a.C.—, que terminaron con
Grecia como un protectorado romano, luego de la batalla de Corinto.
En el aspecto literario, destacaron los poetas Calímaco (310 a.C.-240 a.C.), que fue director de la
Biblioteca de Alejandría, autor de elegías y epigramas, cuya obra más conocida es ​A la cabellera de
Berenice;​ y el siciliano Teócrito (310 a.C.-260 a.C.), cultivador de la poesía pastoril y autor de los ​Idilios​,
que influyeron notablemente en Virgilio. La epopeya tuvo un brevísimo resurgir con la obra ​Argonáuticas​,
de Apolonio de Rodas (295 a.C.-215 a.C.), aunque sin la gloria de la épica de antaño. En el ámbito del
teatro, aunque la tragedia fue desapareciendo, surgió una escuela denominada “comedia nueva”, que fue
cultivada sobre todo por el prolífico Menandro de Atenas (c. 342 a.C.- c. 292 a.C.) —autor de un centenar
de obras—, quien fue traducido y recuperado por los comediógrafos latinos Plauto y Terencio.

La religión: el panteón griego y los dioses olímpicos

El panteón griego se formó alrededor del año 1000 a.C., a partir de la fusión de una serie de
divinidades prehelénicas —las relativas a la tierra y a las fuerzas de la naturaleza, conocidas como
deidades ctónicas— y otras procedentes del panteón micénico —los olímpicos—, más algunas un poco
posteriores, como algunos héroes. Hubo varios autores que trataron de poner por escrito la cosmogonía
griega; de ellos, tomaremos la versión de Hesíodo, quien en su obra ​La Teogonía realizó el relato de la
organización del mundo y de las divinidades, partiendo de un ordenamiento desde el Caos y una serie de
dioses primordiales. Luego de una serie de creaciones, nacimientos y luchas por las legitimaciones de
poder —un paso progresivo de un desorden primitivo a una jerarquía organizada, pues el orden era un
valor fundamental para los griegos— se consiguió establecer un panteón, más o menos generalizado.
Las características más salientes de la religión griega se pueden resumir en dos: el politeísmo, por
un lado, y el antropomorfismo de sus divinidades por otro. Los dioses —excepto los ctónicos— no
aparecen en la tradición como abstracciones, sino con apariencia, ideales y sentimientos humanos. A
diferencia de la concepción occidental contemporánea de la divinidad, las únicas características que los
distinguen de los seres humanos son su inmortalidad y su nivel de poder.
Al culto de los dioses olímpicos —llamados así pues tenían su morada en el monte Olimpo, en
Tesalia— se lo conocía como Δωδεκάθεον / ​Dōdekátheon,​ que significa literalmente “doce dioses”. El dios
principal, que se ubica en lo más alto de la jerarquía, es Zeus; él controla los cielos, la lluvia y el rayo, y es
el encargado de impartir la justicia. Su hermano Poseidón es el dios tutelar de las aguas; también rige los
temblores, los terremotos y custodia los caballos. Hades, el tercero de los hermanos, es el guardián del
Inframundo —espacio normalmente identificado con el nombre del dios, en una operación metonímica— y
quien custodia el reino de los muertos. Sus hermanas, tres diosas, están justo por debajo en esta
jerarquía. Hera es la esposa de Zeus, la principal entre las diosas y la guardiana de los matrimonios;
Démeter es la diosa de la tierra cultivada y la protectora de las cosechas; Hestia, la discreta diosa del
hogar, es una excepción al culto entre los olímpicos: no forma parte de ninguna leyenda y está casi
ausente de cualquier representación figurada.
Existe una segunda generación de dioses olímpicos, que son —casi todos— hijos de Zeus. Los
mellizos Apolo y Artemisa —deidades de la música, la adivinación y la luz, él; la naturaleza salvaje y
protectora de los animales, ella— son hijos de Zeus y Leto. Hermes, el mensajero, también a cargo de la
guía de las almas de los muertos hacia el Inframundo,5 custodio de la elocuencia y los ardides, es hijo de

5
Esta forma del dios se conoce como Hermes psicopompo, del griego ψυχοπομπóς / ​psykhopompós,​ literalmente
“guía de almas”. El otro psicopompo fundamental en la cultura griega es Χάρων / ​Khárôn​, conocido en español como
Carón o Caronte: el barquero de Hades, encargado de cruzar las sombras de los fallecidos de un lado a otro del río
Aqueronte, aunque sólo si pagaban un óbolo; por esta razón, los griegos enterraban a sus difuntos con una moneda
bajo la lengua, ya que, si no podían pagar, debían vagar cien años por las riberas del Aqueronte, hasta que Caronte
accedía a llevarlos sin cobrarles.

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Zeus y Maya. Ares, el dios tutelar de la guerra —o más bien de su variante violenta y belicosa—, nació del
matrimonio de Zeus y Hera. Atenea y Hefesto presentan casos particulares: ella es la hija partenogenética
de Zeus, que nació de su cabeza —luego de que éste se tragara a Metis— completamente armada y
adulta; perpetuamente virgen e imbatible en la guerra, custodia la sabiduría, la estrategia, las artes y la
ciudad de Atenas. Hefesto, por su parte, es hijo de Hera —con o sin Zeus6—, y se lo presenta como muy
feo y cojo, aparentemente porque su madre lo arrojó del Olimpo cuando lo vio tan espantoso; rige las forjas
y las artes manuales, en especial la herrería, ya que es un maestro artesano. Afrodita, la diosa del amor y
de la pasión, tiene dos versiones de nacimiento,7 que nunca pudieron ser conciliadas entre sí: en uno de
los relatos, nació de la espuma que surgió de los genitales de Urano, luego de que Cronos los cortara y los
arrojara al Ponto; la otra versión la presenta como hija de Zeus y Dione. Dionisos es el caso más curioso
de todos. Fue adoptado, luego de que Hestia le cediera su lugar entre los doce, como dios del vino, de la
embriaguez, del éxtasis y de la locura; es él quien favorece la fertilidad, la frondosidad de las plantas y la
lujuria de los hombres.

Las musas

Dentro de las divinidades griegas, las musas —en griego μοῦσαι / ​moûsai— ​ ​ oseen una
p
importancia cabal, ya que su culto está relacionado con la capacidad creadora y el desarrollo de las artes y
el conocimiento. Los griegos, tradicionalmente, les rendían culto y las veneraban, especialmente al
comienzo de las composiciones poéticas.
Pausanias, un geógrafo e historiador del siglo II, estableció (2008: 307) que las musas primigenias,
veneradas en el Helicón en la región de Beocia, eran tres: Mélete, Mneme y Aede —respectivamente
“Estudio”, “Memoria” y “Canto”—; juntas representaban alegóricamente las condiciones del arte poético. Es
otra la postura de Hesíodo, quien en ​La Teogonía determinó que las musas eran nueve divinidades, hijas
de Zeus y Mnemosine —la diosa de la Memoria—, nacidas tras nueve noches de encuentro amoroso. Este
poeta fue el primero en nombrarlas, y en clarificar sus ámbitos de influencia; de este modo, desde el siglo
VII a.C., se consolidó el culto con las diosas individualizadas:

Musa Ámbitos de influencia Representación

Calíope - Καλλιόπη / ​Kalliópē (“la de Elocuencia y poesía épica Corona de laurel, con una
bella voz”) trompeta

Clío - Κλειώ / ​Kleíō​ (“la que da gloria”) Historia Corona de laurel, con un libro
abierto

Erató - Ἐρατώ / Eratṓ (“la amorosa”) Poesía lírica Corona de flores, con una flauta

Euterpe - Ευτέρπη / ​Eutérpē (“la muy Música Corona de mirtos y rosas, con un
placentera”) laúd (o cítara) y dos tórtolas

Melpómene - Μελπομένη / ​Melpoménē Tragedia Cetro, máscara y puñal


(“la melodiosa”)

Polimnia - Πολυμνία / ​Polymnía (“la de Himnos y cantos sagrados Cetro y vestido blanco
muchos himnos”)

Talía - Θάλια / ​Thália​ (“la festiva”) Comedia y poesía bucólica Máscara y corona de hierro

6
Homero dice que es hijo de Zeus y Hera; Hesíodo dice que Hera lo concibió sola, ya que estaba celosa del
nacimiento partenogenético de Atenea.
7
Las dos versiones fueron mantenidas desde la antigüedad, por lo que los filósofos, en el siglo V a.C., separaron a la
divinidad en dos manifestaciones: Afrodita Urania —la nacida de Urano— y Afrodita Pandemos —​πανδήμος /
pandémos,​ ​“de todo el pueblo”​—, siendo esta última presentada como más ‘carnal’ o mundana que la otra, de
carácter algo más ‘celestial’ o elevado.

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Terpsícore - Τερψιχόρη / ​Terpsikhórē Danza y poesía coral Guirnalda, con una lira
(“la que deleita en la danza”)

Urania - Ὀυρανία / ​Ouranía (“la Astronomía, ciencias exactas y Corona de estrellas, con un
celestial”) poesía didáctica compás y un globo terráqueo

La idea del destino: Las Moiras y los oráculos

La palabra μοῖρα / ​moîra designa en griego tanto a la idea de “parte” o “porción”, como a la noción
de “destino”. En tanto diosas, las Moiras eran las encargadas de repartir —de allí su nombre— una porción
de existencia a los mortales y, según algunas versiones muy legitimadas, como la homérica, también a los
dioses. En un principio, las Moiras eran divinidades abstractas, indeterminadas, con un número oscilante
entre una —como en el caso de la ​Ilíada​, de Homero— y muchas —como en la ​Odisea​, donde se las llama
“hiladoras”8. Más tarde, su número se estableció en tres, y también se definieron con precisión sus
funciones: Cloto —Κλωθώ / K ​ lōthṓ, ​“la hiladora”— era la encargada de hilar la hebra de la vida, con una
rueca y un huso; Láquesis —Λάχεσις / ​Lákhesis,​ “la que tira la suerte”— medía con una vara su longitud; y
Átropos —Ἄτροπος / Átropos​, “la inexorable”— cortaba el hilo de la vida con sus tijeras.
Sin embargo, los griegos no creían en la predestinación, con un camino prefijado por las diosas y
escrito de antemano: lo que estaba determinado para cada persona, desde su nacimiento, era la duración
de su vida y algunos hechos concretos, no la totalidad de los eventos que la componían; de este modo, los
seres humanos gozaban de lo que hoy entendemos como “libre albedrío” y podían incluso desafiar la
voluntad de los dioses, intentando que aquello que las deidades habían planeado no se cumpliera
—aunque, evidentemente, esto resultara en una ​hybris o desmesura y acarreara consecuencias aún
peores.
Dentro del orden de mundo griego, los oráculos cumplían un papel fundamental. Un oráculo es una
intervención divina en forma de respuesta críptica a una pregunta formulada por un consultante; por
extensión, el lugar donde se realizaban tales ritos lleva también el nombre de oráculo. Las formas en que
cada divinidad se manifestaba eran variadas, y tenían que ver con diversas tradiciones propias de cada
región. Además, sólo algunos dioses tenían dotes oraculares, distribuidos en la Hélade en varios espacios
consagrados a la adivinación: Afrodita, en el oráculo de Pafos —en Chipre—, se expresaba a través de las
vísceras de los animales sacrificados; Poseidón, en los oráculos de Oropos y Tebas, daba respuestas a
los interrogantes de sus fieles —que debían pasar al menos una noche en el templo— por medio de
sueños; lo mismo hacía el dios de la medicina Asclepio en Epidauro y Atenas. Trofonio, un héroe al
servicio de Apolo —y quien construyó el templo de Apolo en Delfos, según uno de los ​Himnos
Homéricos​—, gozaba de un amplio respeto en Lebadea, en Beocia; su oráculo, ubicado en esa ciudad,
incluía una serie de complicados pasos antes de descender a una tenebrosa cueva9, en la que por lo
general el consultante terminaba desvariando de terror. Atenea, en su santuario de Atenas, se servía de un

8
Una tríada de damas que hilan el destino de los mortales aparece con frecuencia en las religiones europeas: en la
mitología letona, las Laimas —Laima, Kārta y Dēkla— ocupan ese lugar; en la mitología nórdica son las Nornas
—Urðr (Urd), Verðandi (Verdandi) y Skuld— las hilanderas, asociadas también a las ideas de presente, pasado y
futuro. Los romanos, que adoptaron la tradición griega, llamaron a estas divinidades Parcas —Nona, Décima y
Morta—, y Parca, en singular, a la más vieja de ellas, encargada de cortar el hilo de la vida de los mortales. Dentro de
las tríadas de diosas asociadas a la muerte, aunque no hilanderas, se cuentan también las célticas Morrigan, Badb y
Macha, las deidades preolímpicas Greas o Grayas —Γραῖαι / ​Graĩai​, llamadas Dino, Enio y Pemfrêdo, brujas que
aparecen en el mito de Perseo—, las también griegas y monstruosas Gorgonas —Esteno, Euríale y Medusa— y,
especialmente, las Kêres, personificaciones de la muerte violenta, al punto de que su nombre también servía para
describir una fatalidad en el destino de una persona: como ejemplo famoso, podemos mencionar cuando Aquiles
hace su elección, su ​kêres,​ entre una vida anónima y larga o entre una breve y gloriosa, con lo que sella su muerte en
Troya.
9
En la comedia ​Las nubes​, de Aristófanes, se hace referencia al dicho “descender a la cueva de Trofonio”, que
significaba que una persona había sufrido un terrible susto.

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juego de guijarros y pequeños huesos para sus respuestas; Zeus, por su parte, intervenía de diversas
formas: a través del movimiento de las llamas del sacrificio —por ejemplo, en su templo de Olimpia—, de
las vísceras de los animales, del vuelo de las aves, por medio de sueños y, en el popular oráculo de
Dodona —el más antiguo de Grecia—, a través del ruido del viento en las hojas de los robles. El más
importante de todos los dioses adivinos era Apolo, quien era consultado en el oráculo más concurrido de la
antigüedad, tanto por griegos como por extranjeros: el oráculo de Delfos.

El ὀμφαλός / ​omphalós​, literalmente “ombligo”, que desde tiempos inmemoriales se asocia con el
centro del mundo, estaba para los griegos ubicado en Delfos; este ónfalo estaba representado físicamente
por una piedra sagrada, con forma de medio óvalo, tallada con motivos de nudos, que habría dejado Zeus
en esa ubicación. Su carácter consagrado era otra de las razones de la popularidad de este espacio.
Apolo Pitio, llamado así por haber vencido a la serpiente Pitón e instalado su templo en esa
locación, hablaba por medio de su Πυθία ἱέρεια / ​Pythía hiéreia​, es decir “sacerdotisa pitia” o “pitonisa”, una
mujer a menudo mayor —podía llegar a tener cincuenta años, lo que era una edad avanzada en la
época—, quien respondía los interrogantes de los fieles. Sus respuestas, generalmente en verso y muy
crípticas, eran interpretadas por un conjunto de sacerdotes; de esta manera, el oráculo era infalible:
cuando no se cumplía lo esperado, lo que fallaba no era el oráculo sino la interpretación. Por otra parte, se
esperaba que quienes preguntaban lo hicieran con inteligencia y en aras de una situación que los
excediese, no por simple capricho; así lo atestigua una de las sentencias que estaba grabada en la
entrada del templo: γνῶθι σεαυτόν / gnōthi seautón,​ la proverbial frase “conócete a ti mismo”.
Las visitas a la pitonisa sólo se hacían el día 7 de cada mes, luego de ofrecer los sacrificios
correspondientes y de pagar una prima que, además, garantizaba cierto privilegio en los turnos para
consultar. Las preguntas, por lo general, estaban orientadas hacia el futuro; sin embargo, esto no significa
que, como ya se ha dicho, los griegos creyeran en la predestinación. Además, justamente este carácter

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ambiguo y desconocido fue el más retomado por los poetas —sobre todo los trágicos— para la
composición de sus textos literarios. El helenista Francisco Rodríguez Adrados refuerza esta idea:

Nada más lejos de la concepción griega del mundo que la creencia en un destino personal ineluctablemente
fijado de antemano. Cierto que los oráculos desempeñan un papel, sobre todo en Sófocles, y que su
cumplimiento es considerado como testimonio del poder y la sabiduría divinas sobre los del hombre, que
nada puede contra ellos. En realidad se trata de un elemento tradicional que el poeta recibe con el mito ;
elemento que utiliza para desarrollar el tema de la limitación del hombre frente a la divinidad, como utiliza
otros varios. Hay, pues, manifestaciones diversas del poder de la divinidad, no una afirmación general de que
la acción del hombre llega siempre a resultados previamente decididos. Únicamente, la acción del hombre no
puede ir más allá de ciertos límites, descritos ya como de condición moral, ya como simple voluntad divina.
(Rodríguez Adrados 1962: 15)

Varias cuestiones políticas fundamentales para la historia de Grecia fueron definidas a partir de
consultas al oráculo de Delfos: la más importante ocurrió en 490 a.C., cuando la ciudad de Atenas consultó
al oráculo para saber si era conveniente que Esparta prestara su ayuda en las Guerras Médicas, en el
enfrentamiento contra los persas; la respuesta se pronunció en contra, aunque la situación fue favorable a
Atenas ya que la resistencia de Leónidas I en las Termópilas permitió ganar tiempo para la victoria naval
en Salamina. Además, el oráculo había dicho a los atenienses que fabricaran un “muro de madera”, que
representaba alegóricamente la flota que se venció a los invasores persas, y esta predicción también había
resultado certera.

La muerte en la cosmovisión griega: el Inframundo

ᾍδης / ​Ha(i)dēs es el nombre del dios que reina en el Inframundo; por extensión, también se llama
así al territorio bajo su dominio, al que iban todas las almas de los fallecidos, sin importar su condición,
casta, nacionalidad o moral. Además, según la repartición del mundo efectuada por los tres hermanos
Zeus, Poseidón y Hades, este último también es el señor de todo lo que se encuentra bajo la tierra, como
las cosechas y los minerales, por lo que sus riquezas eran imponentes.
Para los griegos, el Inframundo era efectivamente un espacio físico subterráneo, aunque también
tenía el carácter espiritual que, en las sociedades modernas, se le otorga a los espacios del Paraíso o del
Infierno. De este modo, cuando un ser humano moría, era guiado por Hermes psicopompo en su descenso
al Hades; allí, se encontraba con los cuatro ríos infernales: el Aqueronte ​—“el río del llanto”—​, con sus
afluentes Piriflegetonte ​—“el río de las llamas”— y el Cócito ​—“el río de las lamentaciones”—; luego, ​debía
cruzar la laguna Estigia en la barca de Caronte, a quien debía pagar un óbolo. En ese periplo, se cruzaba
con Cerbero, el can que custodiaba la entrada propiamente dicha, atravesaba el bosque de Perséfone
—un espacio de altos álamos y sauces— ​hasta llegar a los Campos Asfódelos, donde aguardaba su juicio.
Tres reyes mitológicos, los hermanos Μίνως / ​Mín​ō​s,​ Ῥαδάμανθυς / ​Radamanthys y​ Αἴακός /
Aiakós ​—Éaco, en castellano— oficiaban como jueces de las almas que llegaban ​al Hades. Según el
dictamen, existían tres destinos posibles: las almas comunes iban a los Asfódelos, donde vagaban durante
años; las almas heroicas iban a los Campos Elíseos, región sin penurias donde llevaban una existencia
feliz ​—y donde estaba el río Lete, que hacía olvidar a quienes bebían de él toda su existencia anterior—​;
por el contrario, las almas de los malvados iban al Tártaro ​—un espacio más oscuro y aún más abajo—
donde sufrían una serie de castigos por sus iniquidades. Aparentemente, el palacio de Hades, donde el
dios habitaba con su amada Perséfone, se situaba a la derecha de una bifurcación en el camino, que
conducía o bien a los Campos Elíseos, o bien al Tártaro, según la dirección que se tomara.

El calendario ático

Este calendario lunisolar de doce meses se encontraba en vigencia en Atenas durante la


antigüedad clásica. Varias obras, sobre todo del teatro griego, hacen referencias a estas fechas y a las
festividades que en ellas se desarrollaban. Por ejemplo, ​Las coéforas,​ una tragedia de Esquilo, remite a las
mujeres que en el segundo día de de las Antesterias servían el vino en unas jarritas especiales, llamadas

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coes;​ Eurípides, en ​Las bacantes​, desarrolla el culto que las mujeres que desarrollaban sus ritos
orgiásticos en las ​Lenaia​; el comediógrafo Aristófanes hace referencia en su obra ​Las tesmoforiantes a las
mujeres casadas que asistían a la festividad exclusiva para ellas dedicada a Deméter. Además, puesto
que Dionisos era también la divinidad del ditirambo y del teatro, muchas obras de la tragedia y la comedia
griegas fueron representadas en festividades dedicadas a este dios, sobre todo en las Dionisias urbanas,
cuyos seis días de duración contemplaban la representación de ditirambos, comedias y los grandes
certámenes de trilogías trágicas, que se acompañaban con un drama satírico.
Dado que los griegos concebían un año cíclico, con un mes intercalar, es imposible hacerlo
coincidir con nuestro calendario actual; por ello, las equivalencias no deben ser tomadas sino como
aproximaciones. Por otra parte, no se debe pensar en una relación de identidad entre nuestras estaciones
y las que pueda sugerir el cuadro, ya que los griegos sólo concebían tres estaciones: invierno, verano y
primavera.

Nombre Nombre griego Significado Duración Equivale Festividades (y dios tutelar)

Hecatombeón Ἑκατομϐαιών / Mes de la 30 días julio Hecatombe (Zeus), Panateneas


Hekatombaiốn hecatombe (Atenea), Sinoikía (Teseo)

Metagitnión Μεταγειτνιών / Mes de las 29 días agosto Metagitinias (Zeus)


Metageitniốn mudanzas

Boedromión Βοηδρομιών / Mes de las 30 días septiembre Boedromias (Apolo), Misterios


Boêdromiốn boedromias eleusinos (Deméter y Perséfone)

Pianepsión Πυανεψιών / Mes de las 30 días octubre Pianepsias (Apolo), Tesmoforias


Pyanépsiốn pianepsias (Deméter), Oscoforias (Dionisos)

Memacterión Μαιμακτηριών / Mes de Zeus 29 días noviembre Maimacteria (Zeus)


Maimakteriốn Impetuoso

Poseideón Ποσειδεών / Mes de Poseidón 29 días diciembre Haloa (Deméter y Poseidón),


Poseideốn Dionisias rurales (Dionisos)

​ oseideốn deúteros, segundo mes de Poseidón. Ocupaba diciembre-enero


Mes intercalar: Ποσειδεών δεύτερος/ P

Gamelión Γαμηλιών / Mes de las bodas 30 días enero Gamelias o Teogamia (Zeus y
Gameliốn Hera), Lenaia (Dionisos)

Antesterión Ἀνθεστηριών / Mes de las flores 29 días febrero Antesterias (Dionisos), Cloia
Anthestêriốn (Deméter), Diasia (Zeus)

Elafebolión Ἑλαφηϐολιών / Mes de Artemisa 30 días marzo Procaristeria (Atenea), Dionisias


Elaphêboliốn Cazadora urbanas (Dionisos)

Muniquión Μουνιχιών / Mes de las 29 días abril Muniquias (Artemisa)


Mounikhiốn muniquias

Targelión Θαργηλιών / Mes de las 30 días mayo Targelias (Apolo), Plinteria


Thargêliốn targelias (Atenea)

Esciroforión Σκιροφοριών / Mes de las 29 días junio Esciroforias (varios), Dipolias


Skirophoriốn esciroforias (Zeus), Arreforia (Atenea)

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Bibliografía consultada

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