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Mariola López Villanueva, RSCJ

Madeleine Delbrêl
Una mística de la proximidad

Sal Terrae
© Editorial Sal Terrae, 2019
Grupo de Comunicación Loyola
Polígono de Raos, Parcela 14-I
39600 Maliaño (Cantabria) – España
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Imprimatur:
✠ Manuel Sánchez Monge
Obispo de Santander
11-02-2019

Diseño de cubierta:
Félix Cuadrado Basas, Sinclair

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública


o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización
de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO
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Impreso en España. Printed in Spain


ISBN: 978-84-293-2837-0
Depósito legal: BI-141-2019

Fotocomposición:
Rico Adrados, S.L. – Burgos / www.ricoadrados.com

Impresión y encuadernación:
Printek, S.A.L. – Zamudio (Vizcaya) / www.gzprintek.com
A mi hermano Tino,
in memoriam,
por su luz en nuestras vidas.
Madeleine con una niña polaca en la puerta de su casa,
julio de 1964.

(Las fotografías incluidas en este libro se reproducen


con la amable autorización de la
Association des Amis de Madeleine Delbrêl,
© Jacques Faujour).
«En todos los rincones de las afueras hay personas
que, con su manera de ser, curan las heridas del mundo»
(J. M. Esquirol).

«Dios no permite los encuentros inútiles


y, si nos hemos conocido, es para encontrar,
la una en la otra,
algo que nos haga avanzar en Él un poco más»
(M. Delbrêl).
Índice

Prólogo, por José Rodier, FC ....................................... 13


Introducción .................................................................. 17

Primera parte
«LA VIDA NOS LLEVA
CUANDO SOLTAMOS LAS AMARRAS»

1. Somos lo que vivimos ........................................... 23


1.1. Una niña despierta ....................................... 24
1.2. Años locos ................................................... 25
1.3. Embarcadas hacia otro mundo ..................... 27
1.4. Humanizando el trabajo social . ................... 32
1.5. Pasión por lo fronterizo ............................... 39
1.6. Compañeras de todas las heridas ................. 41

2. Cuando irrumpe el amor ..................................... 45


2.1. Su ADN familiar .......................................... 45
2.2. El encuentro con Jean .................................. 50
2.3. Deslumbrada por Dios ................................. 53
2.4. Una felicidad prodigiosa y transformadora . 55
2.5. Liturgia de los sin oficio .............................. 58
2.6. Mujeres y hombres de luz ............................ 60

3. Tiempos de inventar y de hacer .......................... 67


3.1. Nuevas presencias en las periferias ............. 68
3.2. Evangelizar por contacto ............................. 69
10 madeleine delbrêl. una mística de la proximidad

3.3. Hijas de Dios y de la ciudad ........................ 72


3.4. En diálogo con los diferentes . ..................... 73
3.5. Tres compañeros de viaje . ........................... 75
3.6. Un maestro inesperado ................................ 82

Segunda parte
«ESTEMOS DONDE ESTEMOS,
ALLÍ ESTÁ DIOS TAMBIÉN»

4. Abrir brechas a Dios ............................................ 89


4.1. La gracia de cada instante ............................ 91
4.2. Vidas que oran ............................................. 94
4.3. Rezar como se respira .................................. 96
4.4. Las perforaciones ......................................... 100
4.5. Desiertos en la ciudad .................................. 103
4.6. Ese pequeño libro que hay que vivir . .......... 106

5. Enraizada en el mundo ........................................ 113


5.1. En la senda del hermano Charles ................. 115
5.2. Un cariño desmedido ................................... 117
5.3. Con ojos abiertos y compasivos .................. 120
5.4. Desplazarnos para aproximarnos ................. 122
5.5. Tejiendo lazos de amistad ............................ 126
5.6. Las rutas de la eucaristía .............................. 129

6. Las pisadas de los pobres . ................................... 133


6.1. Aprendiendo de los pequeños ...................... 134
6.2. Alegría y pobreza . ....................................... 136
6.3. Testimoniar un amor recibido ...................... 139
6.4. Mujeres de fe en las fronteras ...................... 143
6.5. Las penas de cada día .................................. 146
6.6. El eje del corazón . ....................................... 149
índice 11

Tercera parte
«ESTE AMOR QUE NOS HABITA,
¿ACASO NO VA A MODELARNOS?»

7. Una vida ordenada por el amor .......................... 155


7.1. Pulir, modelar, suavizar ............................... 156
7.2. Las circunstancias: nuestras maestras . ........ 160
7.3. Sanar la ocupación propia . .......................... 163
7.4. Silenciar el espacio interior . ........................ 166

8. Existencias compartidas ...................................... 171


8.1. Fragilidad y luminosidad de los cuerpos ..... 173
8.2. Confiados unos a otros ................................. 176
8.3. El arte de la convivencia .............................. 179
8.4. Paciencia-ternura-verdad ............................. 181

9. Solos en medio de la multitud ............................. 187


9.1. Una soledad a dos ........................................ 188
9.2. Rehabilitar la bondad ................................... 191
9.3. Vulnerabilidad abrazada .............................. 193
9.4. Poner humor en el amor . ............................. 196

Epílogo . ........................................................................ 203


Siglas . ........................................................................... 207
Bibliografía ................................................................... 209
Índice general ............................................................... 212
Prólogo

Soy hijo de la Caridad y llevo más de 40 años en Madrid y


su extrarradio, una ciudad acogedora. Quizás sorprenda que
considere la estación de Atocha Renfe como uno de mis lu-
gares preferidos. Los que me conocen saben que tengo una
cierta afición por las estaciones ferroviarias. Me gusta mucho
acompañar o acoger a unos amigos en la llegada o salida de
algún tren o autobús. Aquí en Atocha tengo muchos recuer-
dos, y algunos, entrañables. Todo esto desde el año 1965, es
decir, incluso antes de la transformación de esta bella esta-
ción. Se calcula que cada semana pueden pasar casi medio
millón de viajeros: los de cercanías, los de media distancia y
ahora los de alta velocidad. Digo todo esto porque Madeleine
Delbrêl era hija de un padre ferroviario y ella misma conside-
raba el metro, el tren, los autobuses... como lugares posibles
de oración y contemplación.
Hace unos años, recuerdo que era un sábado por la ma-
ñana, tenía una cita con una religiosa que resultó ser Mariola
López. Proyectaba hacer una tesis doctoral sobre Madeleine
Delbrêl y quería hablarme de ello. Yo había leído uno de sus
libros y para mí encontrarla suponía una gran sorpresa. ¡Qué
mejor lugar de encuentro que aquella estación de Atocha
para hablar de una mujer «muy santa» que quiso acercar el
evangelio de Jesús a los hombres y mujeres de un municipio
obrero muy cerca de París! En un rincón de la cafetería, don-
de se apresuraban muchos viajeros a la hora del desayuno,
14 madeleine delbrêl. una mística de la proximidad

pudimos compartir nuestras convicciones. El mejor sitio


para evocar con emoción los recuerdos de esa gran mujer
que en las décadas de 1950 y 1960 participó directamente en
el «movimiento misionero» de la Iglesia francesa. Los dos
coincidimos en que el mensaje y la vida de Madeleine po-
dían aportar algo precioso en la situación actual de nuestra
Iglesia. La conversación dio su fruto. Aquel día nació una
profunda amistad con Mariola y algo de Dios se puso en mar-
cha. Después de este, vinieron otros muchos encuentros entre
nosotros y también con los Amigos de Madeleine en Madrid.
El grupo sigue trabajando su mensaje y sus textos. Es nuestra
pequeña contribución a la evangelización de nuestro país. Por
supuesto, con la ayuda de los grupos que existen en Francia,
Italia, Alemania...
A lo largo de su existencia, ella quiso alcanzar la vida
«real, concreta» de la población obrera en un municipio don-
de predominaba la ideología comunista. En los años 70 se
publicó en España una selección de artículos suyos bajo el tí-
tulo evocador: Nosotros, gente de la calle. Todo un programa.
En mi juventud tuve la suerte de visitar a Madeleine en Ivry,
estar en su casa de la ya conocida calle Raspail, conocer a
sus amistades y a algunas de sus compañeras... No cabe duda
de que su testimonio y estilo de vida pueden ser un referente
para nosotros hoy.
Desde los años cincuenta Madeleine ya intuyó que el cris-
tianismo podría desaparecer de la conciencia de muchos y de-
jar un vacío enorme en los países de Europa. Ella no se pierde
en grandes consideraciones, no establece un plan de pastoral
de «reconquista»..., su postura es distinta. Ante una situación
aparentemente difícil, quiere vivir la fe, la esperanza y la ca-
ridad con pasión. Con sus compañeras pretende vivir desde
Cristo, ser Cristo en medio de este mundo descristianizado:
prólogo 15

«En esto conocerán que sois discípulos míos, en que os amáis


unos a otros» (Jn 13,35), era uno de sus lemas preferidos.
Dar testimonio de Dios con su vida y hablar de Él cada vez
que se presenta la oportunidad, siempre desde la caridad y
la bondad. Es evidente que en Ivry pasó algo excepcional
que hoy en día deja huellas en otras ciudades de Europa. El
cardenal Martini, desde Milán, hablaba de ella como la gran
mística del siglo XX. Sin ser religiosa ni militante de ningún
movimiento, Madeleine pretende vivir sencillamente desde
el evangelio: sin complejos habla de su fe con naturalidad.
Contagiar a Dios con nuestra única presencia.
José Rodier, FC
Introducción

¿Quién fue Madeleine Delbrêl y por qué su vida se mues-


tra hoy significativa para nosotros? A los 26 años entré por
primera vez en contacto con sus escritos y me sorprendió
encontrar a una mujer que pudiera vivir tan profundamente
sumergida en Dios y, a la vez, tan sumida en el fragor de lo
cotidiano. A su lado, el metro se convertía en un lugar sagra-
do; el café, en un centro de gracia, y los ruidos de la ciudad,
en la más extraordinaria de las liturgias. Por aquel entonces
yo estaba lejos de imaginar que dos décadas después llegaría
a hacer una tesis sobre esta trabajadora social que nombraba a
Dios con registros muy humanos.
El acercamiento a su época, a sus escritos y a los movi-
mientos de su corazón (he disfrutado con los dos volúmenes
de sus cartas) no ha sido únicamente para mí una aproxima-
ción intelectual, sino, sobre todo, una comunicación de vida.
A la par que los cambios históricos de su tiempo, se va a
operar en Madeleine una transformación, una auténtica revo-
lución marcada por el momento de su conversión y marcada,
también fuertemente, por la realidad social que se abrirá ante
sus ojos: lo absurdo de la guerra, la miseria en la que viven
tantas personas, la desigualdad, la falta de justicia, la ausencia
de la fe, la pasividad de muchos cristianos... Circunstancias
que emplazan a su inteligencia y a su corazón, y la conducen
a asentarse en las periferias y a dejar emerger allí su pasión y
sus capacidades.
18 madeleine delbrêl. una mística de la proximidad

Ella vivió una espiritualidad tejida en lo cotidiano que re-


fleja una experiencia personal de Dios, una plena encarna-
ción en las mediaciones y estructuras del mundo, y una nueva
ascesis de la libertad propiciada por este modo de presencia
inserta. Los tres aspectos que Karl Rahner consideraba im-
prescindibles para una espiritualidad cristiana del futuro y que
encontramos, sorprendentemente entrelazados, al recorrer los
escritos y la vida misma de Madeleine. Esto fue objeto de mi
tesis bajo el título Transfigurar lo cotidiano: la mistagogía
evangélica de Madeleine Delbrêl (2014), que tuve la suerte
de realizar guiada por la honda sabiduría de Javier Melloni y
por el apoyo entrañable de Pepe Rodier, que la conoció per-
sonalmente. A los dos mi agradecimiento y devoción. Mi gra-
titud también a Blanca Asensi, mi provincial entonces, que
me animó a llevarla adelante; a los Amigos de Madeleine de
Madrid, con los que hemos compartido intensos encuentros
en torno a su figura, y a la Association des Amis de París,
que me ha facilitado cuanto he necesitado. Mi recuerdo agra-
decido a Suzanne Perrin, compañera de Madeleine fallecida
recientemente, con la que pude compartir un hermoso día en
la casa de Raspail y conversar largamente sobre ella.
Al tener ahora la oportunidad de publicar la tesis, he pre-
ferido adaptar y limitar su contenido. Creo que esto le habría
agradado más a Madeleine: estar accesible entre la gente de
la calle. Ella misma había dicho: «No somos los primeros
que debemos, como cristianos, estrenar “un tiempo nuevo”.
Otros, antes que nosotros, tuvieron que andar por suelos des-
conocidos [...] pero Dios, si es preciso, nos manda guías y la
gracia de reconocerlos» (NG, 302). La figura de Madeleine
Delbrêl y su manera de vivir una espiritualidad enraizada en
la vida cotidiana, contemplativa y comprometida con los más
vulnerables se nos ofrece hoy como una guía valiosa para
introducción 19

muchas de nuestras búsquedas actuales. Su camino interior


conecta fuertemente con las necesidades y los desafíos de los
hombres y mujeres de hoy, que viven la fe a la intemperie y
que necesitan reparar el tejido relacional. Su misma vida en
un barrio periférico de París, y en un ambiente descristiani-
zado, se va a convertir en una parábola significativa: poeta,
trabajadora social y mística; en ella se unen, con sorprendente
naturalidad, la vida interior y la acción por la justicia; el en-
raizamiento en la propia fe, y el diálogo y el amor hacia los
que no la comparten; la soledad y una vida en común deseada
y arriesgada.
El 27 de enero de 2018, el papa Francisco ha declarado
sus «virtudes heroicas», y no podemos dejar de señalar las
convergencias que encontramos entre la Evangelii gaudium y
el modo en que Madeleine concibe la transmisión misionera
del evangelio en medio de la ciudad, y la ineludible dimen-
sión social de una Iglesia en salida. Ella representa también
de manera excepcional esa «santidad de la puerta de al lado»
que el papa desgrana en su última exhortación apostólica
Gaudete et exsultate.
Madeleine introdujo en el corazón de la secularidad ma-
neras nuevas de experimentar a Dios, de revertir la vida ha-
cia los rostros más carentes y de ahondar los caminos de la
hospitalidad. Un rasgo esencial de su experiencia –fecundo
en estos tiempos de diversidad cultural y religiosa– es su ca-
pacidad de diálogo y de encuentro con los no creyentes; el
respeto por sus convicciones y el anhelo por hacer resonar
entre ellos la bondad y la belleza del evangelio. Se adentrará
con sus compañeras entre las gentes de su barrio, como míni-
ma levadura, con el deseo de establecer una cercanía cordial,
hecha de atención y solicitud cariñosa. En nuestras actuales
«sociedades sin vínculo», o con vínculos frágiles, ella nos
20 madeleine delbrêl. una mística de la proximidad

recuerda la importancia de este contacto real y concreto con


los otros y la necesidad de rehabilitar el lenguaje de la bon-
dad, esa bondad capaz de despertar en cada vida, incluso en
las más perdidas, el roce de una Presencia.
Cada senda espiritual configura un rostro, un modo en que
se va modelando la existencia, y su mística de la proximidad
ha tejido en ella una amable generosidad, un infatigable de-
seo de aprender de los otros –sobre todo de aquellos que le
son más distintos– y, en medio de su fragilidad corporal, un
entusiasmo siempre atento a las necesidades de los que tiene
más cerca. Este libro quiere sumergirnos en esa dinámica de
ternura y justicia, de contemplación y camino compartido,
que transitó esta mujer de periferias. Penetrar donde aparen-
temente Dios no está, transitar entre aquellos que lo desco-
nocen amándolos en lo que son y caminar entre ellos reve-
rentemente, conociendo y viviendo la vida que viven, pero
caminar como hombres y mujeres habitados por Dios.
Granada, 1 de diciembre de 2018
Festividad de Carlos de Foucauld
Primera parte

«La vida nos lleva


cuando soltamos las amarras»

Con su padre a los diez años


en la estación donde él trabajaba.
Junto a su madre, en Mussidan, probablemente en 1932.
1
Somos lo que vivimos

«Siempre he pensado que somos lo que vivimos»


(Hannah Arendt).

Comprendemos hasta qué punto nos configuran los hechos


que vivimos cuando podemos tomar distancia y contemplar
el mapa que ha ido conformando nuestra vida: la familia de
origen, el entorno social, la realidad cultural y religiosa, las
experiencias vividas... Estamos condicionados –aunque no
determinados– por una serie de factores que nos han veni-
do dados y que van a intervenir en el modo en que se va
desarrollando nuestra existencia, y a la vez somos fruto de
las elecciones que vamos haciendo y de aquello que vamos
acogiendo.
Al recorrer la época por la que transcurre la trayectoria bio-
gráfica de Madeleine Delbrêl, constatamos que el ciclo de su
vida, desde su adolescencia hasta su madurez, estará marcado
por las dos guerras mundiales del siglo XX que causaron las
mayores hambrunas y el genocidio sistemático de hombres,
mujeres y niños. En medio de estas circunstancias entretejie-
ron sus vidas mujeres de una sensibilidad excepcional con
los más desvalidos. Madeleine Delbrêl fue contemporánea de
tres judías filósofas, de gran talla humana, que han dejado su
huella en la historia del pensamiento y de la espiritualidad:
24 primera parte. «la vida nos lleva cuando soltamos las amarras»

Edith Stein (1891-1942), Hannah Arendt (1906-1975) y Si-


mone Weil (1909-1943), y de una joven excepcional, también
judía, a la que Madeleine habría amado de haber conocido:
Etty Hillesum (1914-1943). Todas ellas testigos de un siglo
de avances y de brutalidad, de belleza y de sufrimientos, de
creatividad y de destrucción.

1.1. Una niña despierta

Jules Delbrêl y Lucile Junière se habían casado en noviembre


de 1901 y tres años después nacía, el 24 de octubre de 1904,
con solo siete meses de gestación, Anne-Marie Madeleine
Delbrêl, en la casa de sus abuelos maternos en Mussidan, la
Dordoña. Su padre tiene entonces treinta y cinco años, y su
madre, veinticuatro; Madeleine será su única hija. En Francia
la situación política es inestable y culturalmente se vive una
época de florecimiento: la belle époque. En este contexto de
realizaciones artísticas y fascinación se desarrolla la infancia
de Madeleine. Su salud frágil y las mudanzas sucesivas de
la familia por el trabajo de su padre (Nantes, Burdeos, Cha-
teauroux, Montluçon, París) no le proporcionaron una educa-
ción reglada: «Como nos desplazábamos continuamente por
el trabajo de mi padre, que era ferroviario, desde los siete a
los doce años conocí a personas excepcionales que me dieron
una formación contradictoria...»1. Desde que Madeleine tiene
trece años, viven en París. Al trasladarse a la ciudad de la luz,
su padre elige nuevos profesores que ejercerán sobre ella una
gran influencia. Continúan cultivando sus inclinaciones hacia
el piano, celebran sus primeros poemas y la ven como una

1
M. Delbrêl, Nosotros, gente común y corriente. Textos misione-
ros, Lumen Humanitas, Buenos Aires 2008, 223 (NG).
1. somos lo que vivimos 25

niña dotada. De un modo especial va a influir en su educación


el doctor Arthur Armaingaud, reconocidamente ateo, que se
convierte en su profesor particular y modelará su viva inteli-
gencia y su espíritu sensible y curioso. Va a inculcarle la sed
de conocimiento, ese interés por pensar la realidad y querer
comprenderla que la va a acompañar siempre. Es una adoles-
cente inteligente y con una gran inquietud por aprender.
Cuando la guerra termina, en 1918, Madeleine tiene ya
catorce años, está desorientada y comienzan sus primeras
búsquedas: «En aquel momento habría dado todo el universo
por saber lo que yo pintaba en él» (NG, 16). Más tarde dirá
refiriéndose a este período: «Estos años del fin de la I Guerra
Mundial y de la posguerra que la sigue son años de horror y
absurdo. En cuatro años han muerto ocho millones y medio
de hombres; millones han vuelto mutilados, desfigurados o
traumatizados de modo irremediable; han sido devastadas re-
giones enteras...»2. Sin duda, estos terribles acontecimientos
influyen en la manera como ella misma se define en aquel
tiempo: «A los quince años era estrictamente atea y cada día
encontraba más absurdo el mundo» (NG, 293).

1.2. Años locos

En los «años locos» que siguieron al conflicto, París vuelve a


ser una ciudad cosmopolita en la que se respira una sensación
de libertad. Madeleine frecuenta los ambientes literarios y ar-
tísticos de los barrios Latino y Montparnasse, se interesa por
autores como Gide, Proust y Valéry, y le fascina tanta riqueza
cultural. En la Sorbonne realiza algún curso de Filosofía y

2
C. de Boismarmin, Madeleine Delbrêl. Rue des Villes chemins de
Dieu, 1904-1964, Nouvelle Cité, Paris 1985, 16 (MD).
26 primera parte. «la vida nos lleva cuando soltamos las amarras»

Letras y recibe clases de pintura. Una amiga de su juventud,


Hélène Jüng, la recuerda así: «Madeleine era por entonces
una adolescente lírica y seria, sin el sentido del humor que
mostraría después»3. Con su amiga Hélène frecuenta los sa-
lones de baile y juntas aventuran el futuro. Será esta quien
testimonie hacia dónde se dirigen sus inclinaciones en aquel
tiempo: «Nos había reunido la poesía y nos encantaba encon-
trarnos bajo el signo del arte: visitar museos, discutir libros,
pasear por el parque de Luxemburgo. Ni ella (que a menudo
estaba enferma) ni yo tuvimos una enseñanza normal, lo que
nos dejaba bastante tiempo para “descubrir” juntas. La fe es-
taba ausente de nuestras vidas» (NG, 42).
Durante este período de euforia, Madeleine es consciente
de las tensiones de su época y de lo relativo que resulta todo.
A sus diecisiete años escribe con soltura un largo texto que
sorprende por su agudeza: «Dieu est mort... ¡Vive la mort!».
Llaman la atención la amplitud de sus razonamientos y su
tono vital, envuelto en ironía y en elocuentes expresiones:
«¡Se ha dicho: “Dios ha muerto”! Si es verdad, habrá que
tener la honestidad de no vivir más como si Dios existiera.
Ahora sabemos dónde estamos. Si bien no sabemos exacta-
mente la talla exacta de nuestra vida, sí sabemos que será
pequeña, que será una vida minúscula. Para unos la desdicha
ocupará todo el lugar. Para otros, la felicidad ocupará más
o menos lugar. No será jamás ni una gran desgracia ni una
gran felicidad, porque ocurrirá en nuestra pequeña vida...
(NG, 39). Sorprende encontrar en una mujer tan joven una
reflexión tan penetrante: «La muerte está por todas partes,

3
G. François – B. Pitaud, Poète, assistante social et mystique, Nou-
velle Cité, Bruyères-le-Châtel 2014, 37 (PM). Ambos autores son grandes
conocedores de sus escritos. De sus obras procede la mayor parte de los
datos biográficos que recogemos sobre Madeleine.

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