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UN VIEJO CUENTO DE ESCOPETA

O
LA MUERTE DE LA PALOMA
Adaptación para teatro del cuento homónimo de José Felix Fuenmayor

CUADRO UNICO: CALLE. AL FONDO LA FACHADA DE LA CASA DE MARTÍN


CON ACERA, UN PAR DE VENTANAS Y UN PAR DE MECEDORES O
TABURETES A AMBOS LADOS DE LA PUERTA.

Se escucha la música de la comparsa de Los Pájaros (con acordeón o dulzaina


y tamborita) que se acerca. Entran a escena, Martín y Petrona asomados a la
ventana ven la representación.

PAPAYERO. Yo quiero comer papaya


Papaya madura quiero
Y como papaya como
Me llaman el papayero

PITIRRI. Yo pitirri, pitirrero,


Mi pitirra pitirrera
Y todos mis pitirritos
Piti-rriti-titi-rrean.

CANARIO. Porque canto muy bonito


El hombre me coge en trampa
Me quita mi libertad
Y yo le canto en la jaula

PALOMA. Soy la palomita blanca


Tengo el piquito rosado
Y aunque llena de ternura
Todavía no he empollado
GAVILAN. Paloma, mi palomita
Ya no puedo aguantar más
Las ganitas que te tengo
Y voy a comerte ya

CAZADOR (apuntando al gavilán con la escopeta)


Mira, gavilán maldito
Esto te imaginas tu
Pero no vas a comértela
Por que yo te mato, ¡Pum!

Simultaneo con la onomatopeya suena un disparo y el gavilán cae al suelo


sangrando. El Cazador arroja la escopeta. Todos se vuelven atemorizados
hacia el muerto y avanzan lentamente hacia el incluidos Martín y Petrona que
han salido de la casa. Mientras tanto entra un disfraz de diablo de espuela
toma la escopeta y sale por el otro lado.

PETRONA. Lo mató la escopeta.

MARTÍN. La escopeta, donde está la escopeta.

PALOMA. La cogió un diablo de espuelas.

PITIRRI. Pero si este año no salió ningún diablo de espuelas.

CANARIO. Pues allá va uno montado en un burro con unos costales como de
yuca.

PALOMA. Y lleva terciada la escopeta.

Martín sale en la dirección que señala La Paloma en pos del de la escopeta.


Los de la comparsa cargan en hombros a su compañero y salen en dirección
contraria mientras Petrona les cuenta.
PETRONA. Dicen que el diablo hizo la primera escopeta y la dejó de muestra
a los hombres porque él sabía que la multiplicarían de su mano;
también dicen que el Diablo no carga cualquier escopeta sino la
suya, la que el hizo y al que se la acepta se la deja en
cambalache.

BLACK OUT

Petrona se sienta en uno de los mecedores como si acabara de salir de la


casa. Por el lado al que ella da el frente llega Martín con un costal al hombro y
la escopeta en bandolera, como quien llega de un largo viaje.

PETRONA. Válgame Dios, Martín, no debiste traerla

MARTÍN. No se, iba a dejarla pero me devolví a cogerla. No se.

PETRONA. No me gusta que la hayas traído.

MARTÍN. A mi tampoco. No se.

Martín entra a la casa. Petrona permanece en la mecedora refunfuñando.


Martín sale y se sienta frente a ella.

PETRONA. ¿Que hiciste con la escopeta?

MARTÍN. Allá la puse en un rincón del último cuarto. Un cuarto entero para
ella sola. No le eché llave a la puerta. Puede que así sea que nos
deshagamos de ella, pues dicen que aquí en la ciudad hay
ladrones.

PETRONA. ¿Robarse eso Martín? Bueno, será lo que Dios quiera. Siempre te
digo que la botes, pero hago mal por que yo tampoco me
atrevería a botarla. Será lo que Dios quiera. Así ha sido desde el
día que la llevaste a la casa
MARTÍN. Fue por esta misma época; me acuerdo porque se la cambie a un
extraño disfrazado de diablo de espuelas por una carga de yuca.
Supe que era un mal negocio, lo vi de una vez; pero lo hice y tu te
disgustaste.

PETRONA. Te dije que eso no servia para nada, que era una mugre. ¿Por qué
aceptaste el cambalache?

MARTÍN. No se, no se. Eso mismo me preguntaba entonces mientras veía


a aquel hombre alejarse con mi carga de yucas.

PETRONA. Entonces te dije que la botaras de una vez.

MARTÍN. Fue lo que quise hacer, pero la arroje en el cobertizo de las


herramientas donde la olvidé por mucho tiempo, cuando la volví a
ver se había hecho una especie de nicho por si misma. Eso
parecía un milagro de santo.

PETRONA. Como se te ocurre. Decir eso es un sacrilegio. Los vellos se me


han erizado.

Martín se hecha la bendición y se soba los brazos como quién tiene


escalofríos.

PETRONA. Bótala Martín.

MARTÍN. Si, voy a botarla.

PETRONA. Voy a servir la comida.

Petrona entra a la casa. Entran algunos hombres y una mujer disfrazados de la


comparsa de Los Pájaros y se sientan en la acera hablan mientras comparten
una botella de ron.
PAPAYERO. Buenas tardes señor Martín, un permisito para sentarnos por aquí.

CAZADOR. Sin escopeta no podemos salir, ahí está la gracia de la comparsa.

PITIRRI. Podemos usar un palo de escoba como si fuera escopeta.

CAZADOR. Eso así no paga. O conseguimos escopeta o no salimos.

GAVILAN. Ahí si se va a fregar este carnaval. Ya el año pasado solo salió


una danza de los diablos, y bien mala. Vaya usted a saber si este
año sale alguna.

PITIRRI. Ninguna va a salir. Vean que se los digo: ninguna. El viejo Sabas
anduvo buscando muchachos para enseñarles pero se aculillaron
cuando les puso las uñas de hojalata y las espuelas de puñales.

PAPAYERO. Que tal que ahora nosotros no salgamos por que no tenemos
escopeta.

MARTÍN. ¿Que es lo de la escopeta?

CAZADOR. Es para la danza de los pájaros.

MARTÍN. ¿Qué es eso?

PAPAYERO. Bueno, verdad que usted no ha pasado aquí un carnaval todavía.

CANARIO. Cierto, ustedes apenas llegaron para navidad.

CAZADOR. El asunto es que nosotros somos de La Danza de los Pájaros,


como ve y ahí tenemos que sacar una escopeta. Perico venía
prestándonos la suya, pero ahora pasa que la vendió para afuera
y esa es la cosa: donde vamos a conseguir una escopeta.
MARTÍN. ¿Y la escopeta para que?

CANARIO. Lo que pasa es que el Cazador mata al Gavilán en defensa de la


Paloma. Hace como que lo mata, usted me entiende; revienta el
fósforo, nada más, y el Gavilán se tiende como muerto. Para eso
es la escopeta.

MARTÍN. Vean ustedes, yo tengo una. Ahora la busco para que se la lleven,
se la regalo

PALOMA. No señor Martín; es nada más para los tres días del carnaval.

MARTÍN. No importa llévensela y se quedan con ella. Yo no la necesito.

PALOMA. No señor, prestada nada más. Siempre la hemos usado prestada.


Así la escopeta se parece al San Nicolás del capitán Glen que
sale cada carnaval.

PAPAYERO. O sea que usted será como el capitán Glen y su escopeta como
San Nicolás.

MARTÍN. Está bien, como ustedes quieran, que voy a hacer. Esperen y se
las traigo.

Martín entra y poco después sale con la escopeta. Los de la compasa la miran
temerosos eludiendo recibirla hasta que El Cazador no tiene otra opción que
tomarla.

CAZADOR. Está mejor que una nueva, mete más miedo.

GAVILAN. A mi si que me asusta.

CANARIO. Que Dios se lo pague señor martín.


PALOMA. Mejor no metas a Dios en esto.

Los de la comparsa se van. Petrona se asoma por una de las ventanas.

PETRONA. Otro sacrilegio eso de comparar la escopeta con un santo. No me


gustó que les prestaras la escopeta, mientras no nos metimos con
ella nada pasó. Ahora quién sabe: mira por donde va la cosa con
esa irreverencia. Mejor persígnate.

Martín se pone en pie pero se queda mirando lejos apoyado en la mecedora.


Petrona sale y le ayuda. Se persigna.

MARTÍN. Quien sabe si ya no estará pasando

PETRONA. ¿Que te pasa, Martín?

MARTÍN. Estaba por decírtelo, es que me siento mal. Tu sabes esos


dulcecitos, buñuelitos y todas esas cositas que siempre me han
gustado ya no las apetezco.

PETRONA. Es cierto, no estás bien.

MARTÍN. Tienes que ayudarme Petrona.

PETRONA. Paguemos una manda: tu y yo iremos juntos a la procesión del


Viernes Santo. Ahora entra a comer.

Petrona entra a la casa y Martín detrás de ella. Se escucha la música de la


comparsa de Los Pájaros que se acerca. Los dos esposos se asoman a la
ventana y ven la representación.

PAPAYERO. Yo quiero comer papaya


Papaya madura quiero
Y como papaya como
Me llaman el papayero

PITIRRI. Yo pitirri, pitirrero,


Mi pitirra pitirrera
Y todos mis pitirritos
Piti-rriti-titi-rrean.

CANARIO. Porque canto muy bonito


El hombre me coge en trampa
Me quita mi libertad
Y yo le canto en la jaula

PALOMA. Soy la palomita blanca


Tengo el piquito rosado
Y aunque llena de ternura
Todavía no he empollado

GAVILAN. Paloma, mi palomita


Ya no puedo aguantar más
Las ganitas que te tengo
Y voy a comerte ya

CAZADOR (apuntando al gavilán con la escopeta)


Mira, gavilán maldito
Esto te imaginas tu
Pero no vas a comértela
Por que yo te mato, ¡Pum!

Simultaneo con la onomatopeya suena un disparo y el gavilán cae al suelo. El


Cazador arroja la escopeta. Todos se vuelven y levantan el muerto mientras
entra un disfraz de diablo de espuela toma la escopeta y sale por el otro lado.
PETRONA. Lo mató la escopeta, la escopeta del diablo. Desde entonces cada
año la danza de los pájaros se detiene aquí frente a esta casa
donde dicen que sucedió el hecho y lo representan para que los
que no lo saben lo sepan y los que lo han olvidado lo recuerden:
que el diablo hizo la primera escopeta y la dejó de muestra a los
hombres porque él sabía que la multiplicarían de su mano...

DRAMATURGIA: Leonardo Aldana de Hoyos

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