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La posible existencia de otras formas de vida fuera de la Tierra es una cuestión que siempre ha
interesado a la Humanidad, especialmente ahora que empezamos a disponer de tecnologías para
intentar detectarlas en otros planetas y satélites. Según la NASA, por ejemplo, vamos a poder
comprobar en poco tiempo -¿antes de 2025?- esta posibilidad en nuestro sistema solar. Y la
existencia de sistemas planetarios en otras muchas estrellas, abre aún más posibilidades para los
siguientes años.
Pero antes de salir fuera de la Tierra es necesario conocer bien la vida que existe en nuestro
propio planeta, no sea que lleve razón el dicho del poeta surrealista francés Paul Eluard: “hay
otros mundos pero están en este”. En este caso, otras vidas dentro de la vida existente en la
Tierra.
La vida en nuestro planeta es muy multiforme por ser el resultado de diversos y variados procesos
de cambio y evolución a partir de un ancestral común.
El primer tipo de vida existente en la Tierra está constituido por toda la vida macroscópica
(animales, plantas, hongos, algas, líquenes…) y los protozoos microscópicos. Todos ellos están
caracterizados por tener el material hereditario, ADN, “encerrado” dentro de un núcleo, dando
lugar así al primer dominio de la vida: los eucariontes, es decir, organismos con verdadero núcleo.
En segundo lugar, tenemos el dominio de las bacterias que podemos llamar verdaderas,
eubacterias. En este caso, el ADN no está separado del resto de lo que constituye las bacterias -su
citoplasma y membranas-, por lo que su metabolismo es más directo y muchas veces más rápido
que el de los eucariotas.
Y contra lo que se pensaba hasta muy avanzado el siglo XX, en el nivel microscópico de la vida
existe un tercer dominio o de la vida: las arqueas. Como las verdaderas bacterias, estos
organismos tampoco tienen núcleo, pero estructural, genética y funcionalmente, son diferentes a
ellas. En concreto, en sus membranas los lípidos son distintos y los sistemas enzimáticos que
sirven para expresar la información genética contenida en el ADN también, y más parecidos a los
de los eucariotas que a las eubacterias.
Y aún más, se ha puesto de manifiesto que, a diferencia de los eucariotas que mayoritariamente
obtienen su energía y sus nutrientes de forma directa o indirecta del sol, las eubacterias y las
arqueas pueden obtenerla además de diversas sustancias químicas, como el azufre, o el amoniaco,
por ejemplo.
Se discute sobre la posible existencia de otros dominios en un nivel más pequeño, concretamente
en el nivel de los nanómetros (es decir, de la milésima de las micras que, a su vez, es la milésima
de los milímetros) que requieren microscopios electrónicos para ser visualizados.
En este nivel tenemos ante todo los virus y otros agentes patógenos subvirales (viroides,
virusoides, virus satélites, priones…). Con respecto a los virus, la mayoría de los investigadores no
los considera auténticos seres vivos, ya que normalmente no contienen la información genética
necesaria para sintetizar su propia replicación y metabolismo, dependiendo para ello de las células
de bacterias, arqueas y eucariotas de las que viven. Sin embargo, recientemente se han
encontrado algunos virus gigantes, los Mimivirus y otros relacionados, que sí son portadores de
genes para su replicación y metabolismo de forma autónoma. Esto ha abierto la posibilidad de la
existencia de un cuarto dominio de vida, los megavirales, independiente de los otros tres.
Y más recientemente, se habla de un posible quinto mundo: las bacterias ultrapequeñas, tanto
eubacterias como arqueas. Y aunque la verdadera naturaleza viviente de estas estructuras ha sido
puesta en duda durante mucho tiempo, trabajos recientes están permitiendo la visualización de su
estructura, su composición (llevan móleculas de ADN, por ejemplo) y su funcionamiento.
Incluso más compleja resulta la verdadera naturaleza viviente de otras estructuras todavía más
pequeñas (similares a estructuras de ciertos hongos) que aparecen en determinadas condiciones:
las llamadas nanobacterias y los nanobios. Y tampoco se ha confirmado que pueda haber
organismos, bacterias en este caso, que por ser muy diferentes a todo lo conocido (por tener en el
ADN arsénico en vez de fósforo) puedan ser indicativas de que en la Tierra pudo haber una
“segunda génesis”, lo que aumentaría las probabilidades de otros fenómenos vitales en el
Universo.
CONCLUSIÓN
¿Qué es una familia? La familia clásica sigue siendo padre, madre e hijo. Pero paralelamente se
han desarrollado muchas otras formas de familia, tales como la “arcoíris”, la “patchwork”, familias
binacionales y familias con madre o padre solos. A menudo, el padre y la madre no están casados.
Una de cada diez parejas con hijos en Alemania no ha contraído matrimonio. Y en cada vez más
familias, los hijos viven solo con la madre o el padre.
La relación entre padres e hijos es buena. Naturalmente, también hay conflictos. Pero
generalmente, los padres son para los hijos como viejos amigos. En el Estudio Shell 2015 sobre la
Juventud, el 40 por ciento de los jóvenes dice: “La relación con mis padres es excelente”. Una
armónica vida familiar es uno de los valores más importantes para los jóvenes.
Uno de cada tres jóvenes dice incluso que la educación que le dieron los padres es un modelo para
la educación de sus propios hijos. Muchos padres, por su parte, entienden que el apoyo, la
motivación y la educación para la autonomía son mejores que la autoridad y las prohibiciones.
Un día llega para los jóvenes el momento de separarse de sus padres. Ese salto lo logran las
muchachas generalmente antes que los muchachos. A los 25 años de edad, en 2014 solo una de
cada cinco muchachas vivía todavía en casa de sus padres, mientras que entre los muchachos era
el 36 por ciento.
Hace alrededor de 3.700 millones de años, dos grupos de microorganismos: las arqueas y las
bacterias, comenzaron a poblar la Tierra. Un grupo de investigadores de la Universidad de
Washington cree esa explosión de vida no fue la primera. Hubo una antes de la que aún no se han
hallado fósiles.
Es más. Los científicos apuntan la posibilidad de que la aparición de formas de vida complejas no
sea un evento tan raro como pensamos y que, de hecho, pueda haber sucedido varias veces antes
de la era en la que bacterias y arqueas evolucionaron hasta llegar a los animales que conocemos, y
al ser humano.